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Sociología | 2° Parcial | Cátedra: Sameck - Vázquez | Sede: Ramos Mejía | 1° Cuat. de 2013 | Altillo.com |
Lea la entrevista realizada a Bernardo Kliksberg por Jose Natanson para el
matutino de Pagina 12 y responda:
1-Explique Brevemente la idea central del articulo.
2-¿En el cual de las dos teorías (funcionalismo - materialismo histórico podría
encuadrarse las ideas de B. Kliksberg?. Justifica
3-Cuando la pregunta sobre como surgieron estos problemas responde: de un
planteo básico la idea fue preguntarse porque los pobres (grisado): ¿Cual es el
papel que le asigno al Estado?. ¿Como lo relaciona con la perspectiva funcional
o del materialismo histórico?
Entrevista:
–¿Los gobiernos progresistas que asumieron como parte de esa ola posneoliberal
cambiaron la forma de manejar la pobreza?
–Lo primero que hay que destacar es que hay un mandato muy claro de la
ciudadanía latinoamericana, que explica en parte los cambios políticos que se
produjeron en el último tiempo, y que es la lucha contra la pobreza. Según el
último Latinobarómetro, la encuesta que se hace en toda América latina, el 89
por ciento de los latinoamericanos dice que está en total desacuerdo o en
desacuerdo con los niveles de desigualdad. Hoy la pobreza es superior a la de
1980, a pesar de los cambios políticos y los últimos cuatro años de bonanza
económica.
–¿El porcentaje o la pobreza total?
–Los números absolutos, que es lo importante, porque es la vida de la gente. No
es contar caramelos. En 1980, había 137 millones de pobres. Actualmente hay 205.
Porcentualmente se redujo de 40 a 38,5, pero desde el punto de vista de la vida
de la gente hay 70 millones de pobres más. En 1980 había 72 millones de
indigentes y actualmente son 79 millones.
–¿Y qué ocurre con la desigualdad?
–La gente es cada vez más consciente de que América latina es muy desigual, que
es la región más desigual del planeta. No la más pobre; sí la más desigual. Los
datos son muy claros. La distancia entre el diez por ciento de mayores ingresos
y el diez por ciento de menores ingresos es de 50 a 1. En España es de 10 a 1, y
en Noruega de 6 a 1. Eso significa que un porcentaje vive como en Europa, tiene
las mejores condiciones de acceso a la salud, las mejores universidades, tiene
todo, y un porcentaje no tiene agua potable, ni alcantarillas, no come y se
muere. Y no es sólo una cuestión de distribución del ingreso. América latina
tiene la tercera parte del agua limpia del planeta y en este momento hay 128
millones de personas sin instalacione sanitarias. Esto significa la muerte de
niños por falta de condiciones de salud. Y es un costo sobre la política de
salud, una irracionalidad económica total. Lo que se “ahorra” por no poner una
instalación sanitaria se gasta por el otro lado. Hay además 60 millones de
personas sin agua potable y 210 millones que reciben aguas servidas. La diarrea
infantil en estas zonas es un factor de riesgo de salud tremendo. Y eso ocurre
en el continente más rico del mundo en agua limpia. Otra contradicción: América
latina produce alimentos para alimentar tres veces a su población, y en este
momento el 16 por ciento de todos los chicos de América latina sufre de
desnutrición crónica y hay 53 millones de personas con hambre. Esas son
desigualdades profundas, que no son solo las desigualdades de ingreso: la falta
de acceso a agua, a alimentación, a educación. El Coeficiente de Gini, que mide
la desigualdad, es el más alto del mundo: 0,56. Pero si se toma el Coeficiente
de Gini de distribución de la tierra, de acceso a la salud, de acceso a la
educación, de acceso a Internet, los valores son aún peores.
–Teniendo en cuenta esta situación, ¿qué han hecho los gobiernos?
–A eso iba. El agotamiento del neoliberalismo abrió una primavera de discusión.
Hay un mandato social claro de combatir la pobreza, aunque sea tumultuoso.
Recordemos que, desde 1993 hasta hoy, 13 presidentes latinoamericanos no
pudieron completar sus períodos de gobierno. En este contexto, las políticas
sociales que llevan a cabo los nuevos gobiernos son claramente mejores que las
anteriores. Y los resultados avalan esto. En términos porcentuales y absolutos,
hubo mejoras. Y hay buenas intenciones. El eje de la política social en muchos
países, como Argentina, Brasil, Chile o México, son los programas de
transferencia de renta condicionada. Esto significa que el Estado transfiere
dinero a las familias a cambio de una contraprestación, que en general es la
educación de los niños y la asistencia al médico. Esto ha demostrado ser
bastante eficiente. Actualmente hay 80 millones de latinoamericanos que están
recibiendo transferencias condicionadas.
–¿80 millones?
–Sí. El programa Bolsa Familia, en Brasil, llega a 12 millones de familias, 44
millones de personas.
–¿Y cómo funcionan?
–Bastante bien. Un aspecto central es que han cambiado el foco. Antes, el foco
era individual: se trabajaba con los niños, con las madres, a veces con los
jóvenes. Hoy estos programas apuntan a la familia. Bolsa Familia, el programa
argentino Jefas y Jefes, que ahora es el Plan Familias, el programa chileno, que
implica un contrato entre el Estado y las familias, o el Plan Oportunidades de
México. Todos apuntan a las familias.
–¿Por qué es mejor que el foco sea la familia?
–Porque los seres humanos viven en familia. La economía se olvidó de las
familias. El neoliberalismo solo ve consumidores o productores sueltos, como si
la gente viviera sola. Pero las decisiones de la gente, aun las de consumo y
producción, se toman en familia. Entonces que los planes vayan a las familias,
en general a través de las madres, tiene un efecto de empoderamiento sobre
ellas.
–¿Cómo surgieron estos programas?
–De un planteo básico. La idea fue preguntarse por qué los pobres desertan de la
escuela. Hoy la escuela es pública en toda América latina y hay un aumento de la
matrícula escolar, lo cual es muy positivo. Pero de cada 10 chicos, solo 4
terminan el secundario. Seis desertan, casi todos ellos pobres. ¿Por qué?
Básicamente, porque trabajan. Hay 22 millones de chicos que trabajan en América
latina. Para que los chicos sigan en la escuela hay que evitar que trabajen.
Entonces, lo que se hizo fue simple: se le preguntó a las familias cuánto ganaba
por el trabajo de los chicos. Eran monedas, claro, pero para ellos era
muchísimo. El Estado, entonces, con estos planes de transferencia, les da el
equivalente a lo que obtendrían por el trabajo de los niños, y un poquito más. A
cambio de ese dinero, los padres tienen que garantizar que los chicos vayan a la
escuela y al médico. Y funciona, porque toca un aspecto real. Frente a la queja
neoliberal de que los chicos pobres no van a escuela porque los padres no los
estimulan, se buscó una solución racional. La deserción escolar tiene causas
complejas: el trabajo infantil, la desnutrición, la familia desarticulada. Todas
son efecto de la pobreza. Los nuevos gobiernos están trabajando en eso. El caso
de Kirchner es especialmente significativo.
–¿Por qué?
–Argentina pasó de un 58 por ciento de pobreza en 2000 a un 26 por ciento ahora.
Una mejora fenomenal, que a nivel internacional registra pocos antecedentes.
Pocos países redujeron tanta pobreza en tan poco tiempo. Se ha aumentado la
inversión en salud pública y en educación. Se ha logrado la alfabetización casi
total. Y la esperanza de vida ha aumentado casi un año en el último tiempo. Es
un dato impresionante. Hubo avances importantes en términos de calidad de la
política social, luego de una primera etapa de respuesta inmediata a la crisis.
Se incorporó la descentralización, los consejos comunales. Hay resultados, en
Argentina y en otros países. Pero la magnitud del problema es tan grave, la
combinación de pobreza con la peor desigualdad del planeta es tan explosiva, que
crea un problema muy complejo. Y eso que estamos en un período de bonanza
económica de todo el continente, desde hace unos años.
–Argentina, igual que la mayoría de los países de la región, crece a buen ritmo.
¿El crecimiento económico no alcanza para combatir la pobreza?
–El crecimiento del PBI incide en la pobreza, pero de forma muy limitada si
persisten grandes desigualdades. La desigualdad permea todo. En cambio, una
mejora en los índices de desigualdad, aunque sea leve, tiene un enorme impacto
sobre la pobreza, mucho más que el crecimiento.
–¿Qué ocurre con la pobreza extrema, la marginalidad, la pobreza más dura?
–Es lo que yo llamo las trampas de la pobreza, los destinos marcados. Un chico
que nace en una villa, en una favela, en un pueblo joven de Perú, está
virtualmente condenado si no hay políticas públicas agresivas que lo saquen de
esa trampa. No va a terminar la primaria, no va a conseguir un empleo estable y
va a sobrevivir toda la vida haciendo changuitas. Uno de los grandes desafíos de
los nuevos gobiernos, que tienen apoyo popular, un mandato social claro y
líderes con una trayectoria de preocupación por estos temas, donde no se han
logrado avances hasta ahora, es el de los jóvenes. Es hoy una de mis grandes
preocupaciones. Hoy en América latina hay un 25 por ciento de jóvenes que está
fuerza del mercado de trabajo y del sistema educativo, totalmente excluidos. Son
más de 50 millones. Si quieren saber de dónde viene la inseguridad, hay que
mirar en esa dirección.
–¿Allí está la causa de la inseguridad?
–Claro. La cifra de homicidios por año en América latina es el doble que en los
’60. Pasó de 12 a 26 por cada 100 mil habitantes. América latina ha sido
invadida y dominada por el paradigma de la mano dura, que propone un enfoque
policial: si se pasa la policía de un lugar a otro, si se les dan armas largas,
si se baja la edad de imputabilidad. Y la evidencia en todos los países en que
se ha aplicado la mano dura es que no funciona. Por ejemplo, en El Salvador,
donde hubo un plan mano dura, que por supuesto falló, ahora hay otro, al que
llaman “super mano dura”. En El Salvador basta tener un tatuaje para poder ser
detenido legalmente, porque se supone que esos tatuajes son los que usan las
bandas, las maras. La población carcelaria creció geométricamente. Y las tasas
de criminalidad siguen creciendo. No hay correlación estadística entre llenar
las cárceles de gente y bajar la criminalidad. El foco tiene que estar puesto en
ese 25 por ciento de jóvenes que no trabaja ni estudia. La desocupación juvenil
en América latina es el doble que la general: 8,5 contra 20 por ciento. De cada
10 jóvenes, solo 4 terminan la secundaria. Y hoy, sin secundaria, no hay
posibilidad entrar al mercado laboral, incluso para trabajos no calificados. Y
luego el tema de la familia desarticulada. No me refiero a la familia nuclear, o
las nuevas formas de familia, en esa discusión no me meto. Hablo de tener un
entorno familiar, que es el mejor tutor para que los jóvenes no caigan en la
delincuencia. Una investigación indica que el 67 por ciento de los jóvenes
delincuentes de Uruguay vienen de familias desarticuladas. La alternativa es un
enfoque integral, porque es el sistema social el que genera inclusión. Los
países nórdicos tienen la tasa de delincuencia más baja del planeta y también la
proporción más baja de policías por habitante.
–¿Es posible enfrentar con una mirada progresista las teorías de la mano dura?
–Sí, con un enfoque integral. No estamos entendiendo que la criminalidad va a
seguir subiendo si no se resuelven estas cosas. Se ven todos los días los casos
aislados, crueles. La televisión muestra caso por caso, pero no se ve el
conjunto. Por eso tienen fuerza las propuestas como la de Blumberg. Pero si no
se encara de forma integral el problema, sobre todo el de los jóvenes excluidos,
no habrá soluciones. Eso no quiere decir que todos los jóvenes pobres sean
delincuentes, pero sí que son vulnerables, se transforman en mano de obra
disponible, se juntan entre ellos, porque no hay otro lugar que los acoja. Una
encuesta en Guatemala consultó a los integrantes de las bandas, las maras, por
qué estaban allí si sabían que los iba a matar la policía, sus compañeros, la
mara rival. Y la respuesta es: ¿dónde quiere que esté? No tienen otro lugar. En
El Salvador, una investigación llegó a la conclusión de que el único contacto
que tienen los jóvenes de las maras con el Estado es la policía. Ni la escuela,
ni el hospital, ni el maestro. La policía. Es lo único que conocen del Estado.
Entonces, una de las prioridades de las políticas sociales debería ser ésta. Los
gobiernos progresistas de América latina han avanzado mucho, pero aún faltan
muchas cosas por hacer. Este universo de jóvenes excluidos debería ser una de
sus prioridades.