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Resumen sobre Marx |
Cátedra: Nievas |
1º Cuat. de 2013 | Altillo.com |
La lucha de clases en la formación social capitalista: elementos invariantes
para una primera aproximación
1.- La lucha de clases como ley social
"...La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es
la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, señores y
siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos, se
enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras
franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria
de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes…" Marx, Karl y
Engels, Friedrich; Manifiesto del Partido Comunista (1848).
a.- En la tradición engelsmarxiana se ha desarrollado la teoría de la lucha de
clases como instrumento de observación y comprensión de lo social, centralidad
que aparece en la formulación general que da inicio al Manifiesto Comunista: la
lucha de clases rige la marcha de la historia.
Esta afirmación resume la materia prima con la que Marx y Engels comienzan a
elaborar su concepción de la historia y sus análisis respecto de las clases y
sus luchas. Pues bien: ¿en qué sentido podría entenderse esta proposición?
La "lucha de clases" es conceptualizada como una ley social, esto es, "lucha de
clases" es un operador teórico que construye observables mediante el análisis de
unos hechos o acontecimientos que llamamos "sucesos políticos", sucesos que
observan una reiterabilidad y una regularidad tal que permite ordenar,
analíticamente, el movimiento de lo social.
En tanto ley social, se considera objetiva, exterior y coactiva:
Objetiva, en tanto objetivación de acciones realizadas y, al mismo tiempo,
síntesis de acciones individuales que exceden el sentido subjetivo de las
mismas;
Exterior, pues escapa a las subjetividades de los individuos;
Coactiva, pues se impone a la voluntad de los hombres al "trazar los caminos"
por los que se desenvuelven las acciones.
Al postular la lucha de clases con carácter de ley social Marx y Engels han
abierto la exploración hacia un modelo de pensamiento cuya novedad teórica
fundamental reside en los antagonismos sociales.
b.- En el enunciado de la lucha de clases con carácter de ley encontramos que la
sociedad misma constituye, objetivamente, el territorio de la contradicción
entre las clases ( en tanto antagonismo del proceso de producción social, la
contradicción radica en la propia organización, en la propia disposición de los
hombres entre sí y respecto de la naturaleza, en su modo de apropiación de la
naturaleza. Desde esta perspectiva, se pone de relieve que los individuos,
expresión de unas determinadas relaciones sociales, forman parte de unas luchas
que resultan de un antagonismo que no es "individual", sino social.
2.- El carácter objetivo de la lucha de clases
c.- Dado que esta enunciación es aún demasiado general, ya que a todas las
sociedades clasistas se ajusta este principio, es preciso restringirla para la
formación social actual: la capitalista.
De la distinción de los dos tipos de circulación del dinero se desprenden los
dos tipos de relaciones sociales:
a) "dinero como capital" o "relación de intercambio de mercancías" y, b) "dinero
como capital" o "relación social de compra y venta de fuerza de trabajo".
Lo característico de la sociedad capitalista es la producción de valor
determinada, esencialmente, por la relación social de producción que opone a
capitalistas y obreros, siendo la explotación del proletariado lo que posibilita
la existencia del capital como "valor que se valoriza". De modo que son las
relaciones sociales de producción capitalistas mismas las que crean las
condiciones objetivas para el desarrollo de la lucha de clases.
d.- Debemos aclarar que la relación social de compra y venta de fuerza de
trabajo no completa el análisis de las clases sociales y sus luchas ( la compra
y venta de fuerza de trabajo tiene como anclaje el ámbito del intercambio y la
circulación, esto es, el ámbito del mercado, en tanto capitalistas y obreros se
encuentran como compradores y vendedores de mercancías, en el "reino de la
libertad, la igualdad y la fraternidad". Pero este es solo un aspecto de dicha
relación.
La lectura que hemos presentado de las secciones segunda y tercera de El Capital
estaba dirigida, justamente, a complejizar el análisis yendo hacia el ámbito de
la producción, ya que es en el ámbito de la producción donde están las claves
fundamentales para el entendimiento de la teoría de las clases sociales y sus
luchas en el materialismo histórico ( la teoría marxista de las clases sociales
es inseparable del concepto de explotación y dominación, cuya densidad se
despliega en toda su dimensión ya en la producción misma:
"…La dominación del capitalista sobre el obrero es por consiguiente la de la
cosa sobre el hombre, la del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la del
producto sobre el productor, ya que en realidad las mercancías, que se
convierten en medios de dominación sobre los obreros (pero sólo como medios de
la dominación del capital mismo), no son sino meros resultados del proceso de
producción, los productos del mismo. En la producción material, en el verdadero
proceso de la vida social –pues esto es el proceso de la producción- se da
exactamente la misma relación que en el terreno ideológico se presenta en la
religión: la conversión del sujeto en el objeto y viceversa…"
Así, la propiedad como dominio exclusivo del capital se expresa, desde la
condición misma del obrero asalariado, en su doble aspecto:
a) por una parte, obrero expropiado en su origen mismo de sus condiciones
materiales de existencia, por lo que sólo puede vender (enajenar) su trabajo y
el producto de su trabajo a cambio de medios de subsistencia (bajo la forma
salario) y, por otra parte; b) también desde su situación como obrero
asalariado, la proporción de la riqueza socialmente producida que se le asigna
(trabajo necesario), es la mínima indispensable para su subsistencia y la de sus
hijos.
Elementos de la variabilidad del sentido de la lucha (relaciones de fuerzas y
correlación de fuerzas)
Marx nos brinda los elementos esenciales para analizar las relaciones de fuerzas
en el proceso de desarrollo de la lucha de clases. La lógica de
agregación/disgregación de fuerzas la describe con sumo rigor y en forma
sistemática en sus análisis económicos sobre la regulación del mercado. Así, al
analizar la determinación del precio de una mercancía, lo explica por la
concurrencia entre tres aspectos:
1. Competencia en la demanda.
2. Competencia en la oferta.
3. Competencia entre compradores y vendedores.
El primer punto (competencia entre los demandantes), tiene como efecto, haciendo
abstracción de los dos subsiguientes, la suba del precio de la mercancía en
cuestión. El segundo punto, en idénticas condiciones, tiene como efecto la caída
del precio de la mercancía.
En ambos casos Marx está analizando la competencia en el interior de cada
conglomerado de acciones sociales (acción de compra —demanda—, y acción de venta
—oferta—), desde un punto de vista global: el conjunto de la demanda y el
conjunto de la oferta; el conjunto de los potenciales adquirentes y el conjunto
de los potenciales vendedores. En ese sentido, lo que está analizando es la
situación entre los demandantes y los oferentes, esto es, las relaciones
internas entre iguales (demandantes, por un lado y oferentes, por el otro).
Y esas relaciones, nos aclara, no expresan unidad corporativa, sino conflicto,
lucha, pelea; "competencia", en términos de mercado. Estas relaciones están
estructuradas como contradicción, de donde surge el conflicto. Como toda lucha,
implica el uso de distintos niveles y tipos de violencia, sea tanto estructural
(para el sostenimiento de la relación) como emergente (para su reestructuración
y eventual cambio). Está hablando, en síntesis, de confrontación entre iguales.
En este sentido, establece una resultante que es la relación de fuerzas de ese
conglomerado.
Pero hay un tercer punto, que no es entre iguales, sino entre contrarios, entre
antagonistas. Y de allí es de donde surge el vínculo general, la relación social
de compra–venta; es decir, no ya la relación intraclase de acción sino la
relación interclase de acción, no ya la relación de fuerzas, sino la relación
entre relaciones de fuerzas, correlación entre las fuerzas, o, simplemente,
correlación de fuerzas.
En el trabajo citado establece:
"[...] hay la competencia entre compradores y vendedores; unos quieren comprar
lo más barato posible, otros vender lo más caro que puedan. El resultado de esta
competencia entre compradores y vendedores dependerá de la relación existente
entre los dos aspectos de la competencia mencionada más arriba [entre iguales];
es decir, de que predomine la competencia entre las huestes de los compradores o
entre las huestes de los vendedores. La industria lanza al campo de batalla a
dos ejércitos contendientes, en las filas de cada uno de los cuales se libra
además una batalla intestina. El ejército cuyas tropas se pegan menos entre sí
es el que triunfa sobre el otro."
En este párrafo encontramos todos los elementos necesarios para nuestro
análisis. En primer lugar, la base material en que se desarrolla la lucha (para
el caso específico del precio de las mercancías, el mercado; para el de la lucha
de clases en general, el sistema social en su conjunto). Marx lo caracteriza
como el campo de batalla, el escenario de la contienda.
En segundo lugar nos brinda el primer operador metodológico con que aproximarnos
analíticamente al proceso: la lucha (competencia) en un primer nivel de
desagregación: entre iguales (la batalla intestina). E, inmediatamente, y en
tercer lugar, la visión del conjunto: la lucha entre los contrarios, de lo cual
surge el segundo operador metodológico: como contracara de la lucha, la cohesión
("el ejército cuyas tropas se pegan menos entre sí es el que triunfa sobre el
otro").
Esto además nos brinda una indicación metodológica de importancia, pues advierte
la permanencia de las contradicciones internas en cada bando. La cohesión nunca
es completa y factores de desencuentro están permanentemente presentes. La tarea
política consiste, por consiguiente, en minimizarlas teniendo en vista las
contradicciones del bando opuesto. Por otra parte, si observamos sólo un bando
notamos que nunca desaparece la lucha; cuando no tiene la capacidad de luchar
contra el otro bando, la misma se reconduce dentro de sí, por lo que se diluyen
los grados de cohesión, potenciándose de este modo la dirección general del
proceso visto en su conjunto.
Nos brinda de esta manera un elemento analítico más, con el que completa el
movimiento dialéctico: la correlación de fuerzas se establece por la relación de
fuerzas en el interior de cada bando, pero estas relaciones primarias son
producto, a su vez, de la correlación de fuerzas, que es la que tiende a
disgregar al bando más débil y a la agregación del más fuerte. De forma tal que
existen dos niveles de enfrentamiento, uno horizontal (entre iguales) y otro
vertical (entre contrarios):
D D
O O
La denominación que utiliza Marx en este pasaje, oferentes y demandantes,
expresa la máxima abstracción en que se puede presentar a estos personajes
contrarios en el territorio capitalista por excelencia: el mercado.
De lo expresado podemos concluir el siguiente corolario: el resultado general de
las confrontaciones determina la aceleración o el retardo del tiempo social,
siendo el primer caso el momento "ascendente" de la lucha, y el segundo, el
momento "descendente" de la lucha de clases.
3.- Las nociones de "periodización" y de "estadio" en la teoría de la lucha de
clases
e.- En el capitalismo los sujetos que produce esta lucha y en los que se ancla
el antagonismo son, tendencialmente, burguesía y proletariado. ¿Por qué
tendencialmente?
Porque la lucha de clases, en su formulación como ley social, reconoce
diferentes tipos de enfrentamientos entre ambas clases que, a través de la
teoría, permite ordenarlos y desentrañar la gradación que, tendencialmente,
concurre en dirección al enfrentamiento entre los sujetos antagónicos, y tal
enfrentamiento en sus diferentes niveles.
Cuando afirmamos que la lucha de clases recorre etapas, no nos referimos a un
lapso temporal (pese a que está indefectiblemente vinculado a ello), sino a una
configuración particular de correlación de fuerzas entre las clases sociales (
c/u de estas configuraciones tiene propiedades que le son específicas, siendo
las mismas las que permiten el reconocimiento de las diferentes etapas dentro de
un proceso que es continuo:
f.- ¿A qué refiere esa "forma"? ( Refiere a la distribución de fuerzas sociales
que conforman un equilibrio inestable, dinámico, homeorrésico para cada período,
que resulta peculiar respecto de los demás.
Así, cada estadio es una construcción internamente equilibrada, cuya
característica principal es la de secuencialidad de equilibraciones con
diferentes niveles de actividad, siendo los de orden "superior" —o más
desarrollados— más dinámicos que los de orden "inferior" o primitivos, sin que
los elementos estructurales "previos" (es decir inferiores) desaparezcan (en los
superiores), quedando, por el contrario, subsumidos en el nuevo equilibrio, bajo
otra organización.
Por ello, los estadios son "evolutivos y cada vez más complejos, sin que sea
posible saltarse cualquier estadio, dado que cada estadio superior —superior
según un modelo de desarrollo que se puede reconstruir racionalmente a
posteriori— «implica» al precedente": no hay, en la sucesividad de los estadios,
preestablecimientos determinantes, sino elementos concurrentes que son los que
permiten la reequilibración ( cada estadio desarrolla y contiene los elementos
que le son característicos: una determinada subjetividad, una visión del mundo
más o menos generalizada, valores que tienden a universalizarse, una dinámica
social propia, etc., y no excluye su reversibilidad.
4.- La periodización de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista
g.- Marx y Engels realizaron una periodización en general —es decir, una
periodización que reconoce particularidades—, recorriendo una dualidad
analítica: a) por una parte, toman como objeto de la periodización al sujeto
dinamizador de la lucha —el proletariado— en su punto de máximo desarrollo —el
sujeto revolucionario—, cuyo origen rastrean desde la propia constitución del
mismo.
Pero ese es sólo un aspecto del análisis; b) del mismo modo que parten del
sujeto revolucionario constituido, sistémicamente parten del momento de máximo
desarrollo de la lucha de clases: de la revolución, que es una guerra, no entre
Estados, sino una guerra civil. Precisamente, caracterizan al proceso de lucha
de clases como una "guerra civil más o menos encubierta". Desde este punto van a
analizar las diferentes etapas que conducen al mismo.
Los siguientes son los párrafos en los que tratan este asunto:
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la
burguesía comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados; después por los
obreros de una misma fábrica; más tarde, por los obreros del mismo oficio de la
localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se
contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción,
y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción: destruyen las
mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, incendian
las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del
trabajador de la Edad Media.
En esta etapa los obreros forman una masa diseminada por todo el país y
disgregada por la competencia. Si los obreros forman en masas compactas, esta
acción no es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino de la unidad de
la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe –y por ahora
aún puede- poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa los
proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los
enemigos de sus enemigos, es decir, contra los vestigios de la monarquía
absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y los
pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte,
en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una
victoria de la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de
proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y
adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de
existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va
borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas
partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia
de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los
salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado
perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más
precaria; las colisiones entre el obrero individual y el burgués individual
adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros
comienzan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la
defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para
asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques eventuales. Aquí
y allá la lucha estalla en sublevación.
A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado
de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de
los obreros. Esta unión es propiciada por el crecimiento de los medios de
comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros
de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas
locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una
lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha
política. Y la unión que los habitantes de las ciudades de la Edad Media, con
sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los proletarios modernos,
con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político,
vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia de los propios obreros. Pero
resurge, y siempre más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas
de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algunos intereses de la
clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra…"
Podemos observar aquí que los autores localizan tres momentos de la lucha de
clases ( c/u de estos momentos expresa diferentes grados de desarrollo de la
fuerza social de la burguesía y el proletariado, en tanto clases antagónicas,
donde fuerza social significa alianzas de clases, esto es, articulación de
fracciones o clases que potencian su acción.
Así, el primer momento se corresponde con una situación de máxima disimetría de
poder entre las clases, dado que la correlación de fuerzas es absolutamente
favorable a la fuerza social acaudillada por la burguesía: la clase obrera
existe por acción del capital, como un conjunto de obreros aislados,
geográficamente dispersos, y fuertemente divididos aún entre sí, es decir,
"disgregados por la competencia".
Pero aunque la lucha de clases se encuentre en su nivel más bajo, aún así hay
luchas "entabladas por obreros aislados", pero que constituyen una fuerza
solamente en la medida en que actúan como "fuerza de maniobra" de la burguesía
contra los enemigos de ésta (la monarquía, los terratenientes feudales, etc.).
Este sería un momento embrionario de la lucha de clases del proletariado
moderno, dado que la clase obrera carece de autonomía de clase.
En el segundo momento, con la aparición de la gran industria, comienza a
desarrollarse la organización de tipo corporativa de la clase obrera, es decir,
una situación donde la clase obrera construye espacios sociales propios: la
organización en asociaciones de clase, las coaliciones. Con ellas, se crean las
condiciones para reordenar parcialmente las relaciones de fuerzas entre las
clases, pues los obreros, al organizarse por fábrica y por "oficio" (primero
adoptando la forma de coaliciones para defender sus salarios y luego
transmutando estas coaliciones –antes aisladas- en verdaderas trincheras
"nacionales"), imponen a la clase capitalista la posibilidad de las
negociaciones.
Nótese además que al constituir la clase obrera sus propias organizaciones de
clase -las coaliciones-, los obreros toman conciencia de la necesidad de luchar
no solamente por reivindicaciones inmediatas, sino además asumen que "hay que
organizarse", pues esta organización (la coalición) debe permanecer aún en los
momentos en que "no hay lucha". De modo que la mera agregación por fábrica, por
localidad, por oficio, y en su dimensión finalmente de carácter nacional, no es
la sumatoria de elementos simples, sino la potenciación de un sujeto colectivo
que, en su desenvolvimiento mismo como sujeto, repotencia sus fuerzas.
Finalmente, aparece un tercer momento que se caracteriza por una paridad
relativa de fuerzas entre los bandos antagónicos, situación que se expresa como
la crisis de las formas en que se ejercía la dominación, y que se resuelve "…en
base al fundamento último de toda relación de poder: mediante el ejercicio de la
violencia física. La gestión de la violencia en escala social se realiza
militarmente, por ello la forma y el nivel que adopta la violencia es la de
guerra civil..."
h.- Ahora bien. Si recuperamos el enfoque relacional que la propuesta analítica
marxengelsiana permite constituir respecto del problema teórico de las clases y
sus luchas, y considerando que toda relación social implica un proceso, al
volver la mirada sobre la periodización general de la lucha de clases del
proletariado, tenemos que:
i) el sentido del proceso está determinado por la equilibración y/o la
variabilidad de las relaciones de fuerzas entre las clases antagónicas, y vemos
también que cada momento de la lucha de clases se corresponde con determinadas
formas de lucha, determinadas formas de acción y, por tanto, determinados grados
de desarrollo de la conciencia proletaria;
ii) cada uno de estos tres momentos se corresponde con diferentes tipos de
relaciones que hacen a la constitución misma de las clases en la lucha de
clases: el primer momento está caracterizado como relación de compradores y
vendedores, pues se oponen los proletarios disgregados con la clase capitalista;
en el segundo momento los proletarios aparecen ya organizados en coaliciones
obreras y se enfrentan a las coaliciones capitalistas y, en el tercer momento,
el proletariado aparece ya reagrupado junto con otras clases y fracciones de
clase en el partido revolucionario, con fuerza político-militar, y que tiene
frente a sí a una burguesía que ha perdido parte del campo de sus alianzas y que
lucha desde el aparato estatal mismo;
iii) este mismo enfoque relacional nos permite también percibir que cada uno de
estos momentos se distinguen, unos de otros, por la mutación misma de las clases
sociales a través de los enfrentamientos que libran, esto es, a través de sus
luchas de clases. Así, si el primer momento se corresponde con una situación en
la cual la clase obrera libra luchas individuales y espontáneas de resistencia a
la explotación del capital, dado que carece de organizaciones de carácter
colectivo, el segundo momento supone el desarrollo de un mayor grado de
articulación de fuerzas al interior del bando proletario, pues el proletariado
comienza a dejar atrás la situación inicial de sometimiento y, como resultado de
la dinámica de los enfrentamientos que libra, desarrolla un proceso de expansión
organizativa que implica la estructuración de los obreros de una misma fábrica
como punto de partida, para alcanzar luego, en su punto más alto, un nivel de
estructuración de carácter nacional. Así, el proletariado evoluciona de fuerza
de masas subordinada a la burguesía a movimiento de masas proletario, creando
las condiciones favorables para el tránsito hacia una lucha política;
iv) con ello se dan entonces las condiciones para el tránsito hacia el momento
más desarrollado, que es justamente aquél en el que el proletariado aparece como
sujeto social armado (moral y materialmente), y por lo tanto implica la lucha
política, sí, pero entendida como acción revolucionaria propia de una fuerza
política con capacidad militar. Así, el proletariado despliega una mayor
energía, pues es el momento en que los combates se generalizan y expanden a
nivel nacional, sobrepasando el ámbito institucional del Estado y llegando
incluso a las formas propias de la insurrección y de la guerra civil. Es el
momento de constitución plena del partido revolucionario;
¿Qué resulta de todo ello? Que el proceso mismo de desarrollo de la lucha de
clases es un proceso de producción de la burguesía y del proletariado como
clases sociales fundamentales de las relaciones sociales capitalistas de
producción. La esencia de la teoría de las clases y sus luchas en la tradición
marxengelsiana se encuentra anclada entonces en las relaciones: relaciones de
explotación, relaciones de conflicto y de lucha que operan como impulso mismo de
los procesos de formación de las clases sociales a través de sus luchas.
De allí que si el punto de partida de esta periodización general estaba
caracterizada por una relación de fuerzas desigual, con iniciativa burguesa, el
punto más alto de dicha periodización es la modificación de aquella relación de
fuerzas, ahora con iniciativa proletaria, que incluye la mutación de las
personificaciones sociales: nuestro punto de partida ha sido la personificación
del obrero-mercancía fuerza de trabajo (momento I), y nuestro punto de llegada
es un sujeto revolucionario (momento III), pasando por un sujeto obrero-clase
para sí (momento II). Las clases han mutado en su correlación de fuerzas como
resultado de las confrontaciones, tanto de aquellas que se libran entre clases
antagónicas como de aquellas que libran diferentes fracciones de una misma clase
entre sí. El mismo proceso de lucha opera como vehículo de autotransformación de
las clases.
i.- Los pasajes seleccionados para ordenar nuestra exposición refieren a un
único sentido de la lucha de clases, esto es, el llamado sentido ascendente,
entendiendo por esto último un tipo de confrontaciones donde el resultado de las
mismas implica un proceso de acumulación de fuerzas por parte de la clase obrera
la cual, estableciendo nuevas formas relacionales, le imprime al desarrollo del
proceso social una tendencia hacia el equilibrio de fuerzas que resulta en la
formación del partido revolucionario que confronta con la burguesía, eliminando
la política como mediación simbólica de dicha relación, pues siendo este el
momento de mayor radicalidad del proceso de confrontación entre las clases, las
formas predominantes de lucha que imprimen su carácter a este tercer momento es
la político-militar.
Sin embargo, la teoría marxengelsiana de la lucha de clases supone también el
abordaje del sentido opuesto de la lucha de clases, es decir, el llamado sentido
descendente, que se expresa en una situación donde solamente se encuentra
constituido uno solo de los bandos, el burgués, con capacidad de establecer las
condiciones de su dominación social, garantizando así la reproducción de las
relaciones sociales que garantizan dicha dominación. Si bien su dominación no
está exenta de diversas formas de enfrentamientos con la clase obrera, estas
luchas no alcanzan a producir una torsión en la correlación de fuerzas.
Por razones de espacio y tiempo, no podemos dar cuenta debidamente de esta
problemática, pero al menos podemos esquematizar ambos sentidos del proceso,
recuperando los párrafos citados del Manifiesto del Partido Comunista y de
Miseria de la Filosofía, en el siguiente cuadro:
PRIVATE Proceso de lucha de clases Grado Muy desarrollado (guerra) Poco
desarrollado (paz) Sujeto social Fuerza A Fuerza B Fuerza A Fuerza B Fracción
dirigente Proletariado revolucionario Burguesía Burguesía Burguesía Fracciones
que mayoritariamente lo integran. Proletariado más otras fracciones sociales.
Burguesía más otras fracciones sociales (y lumpenproletariado). Fracciones
burguesas y proletarias. Fracciones burguesas y proletarias. Carácter
Revolucionario Lucha interburguesa / Guerra entre pobres
En el primer sentido (ascendente), las confrontaciones resultan favorables al
proletariado revolucionario, y de allí que éste tendrá cada vez mayor
centralidad en la dirección del proceso y, por tanto, en su autotransformación
de clase en sí a clase para sí, tal como lo llamaba Marx en Miseria de la
filosofía. En el segundo sentido (descendente), por el contrario, el
proletariado interviene como apéndice de otras fracciones y clases en el proceso
de lucha (como "furgón de cola" de diversas fracciones capitalistas), y de allí
que sus acciones no violenten aún su subordinación como capital variable y
mercancía fuerza de trabajo. En este momento "descendente" es cuando,
justamente, más relevancia tiene la lucha intraclase: "…lo que se presenta como
competencia entre obreros por su «inserción en el mercado de trabajo» (lucha por
la existencia biológica de una fracción de la humanidad en condiciones sociales
de expropiación) no es más que lucha entre capitales. La lucha entre capitales
asume importancia en la medida que decrece la importancia de la lucha contra el
proletariado…"
5.- pregunta nº 5555555 Dos aportes teórico-metodológicos para la teoría de la
lucha de clases (1): la categoría "personificación de relaciones sociales" y su
doble determinación
Si para el análisis de la clase obrera y sus luchas ponemos en relación los
análisis de El Capital con las indicaciones citadas más arriba del Manifiesto (
resulta una "unidad dialéctica" que se expresa en el "doble carácter" del
productor directo como trabajador, esto es, como transformador de la naturaleza,
de una parte, y como capital variable, de otra.
La unidad de ambas condiciones está expresada en la categoría "fuerza de
trabajo": capacidad de trabajar, pero también mercancía, con los atributos
propios de la misma, es decir, valor de cambio (suma de las alícuotas partes
necesarias para su producción) y valor de uso (capacidad de transformación de la
naturaleza). En la determinación del valor, cuyo precio se expresa en el
salario, aparece nuevamente un núcleo contradictorio; en parte, el mismo, es
moral e históricamente determinado.
Así, si volvemos la mirada a las etapas presentadas en el Manifiesto,
recorriendo los distintos estadios progresivos, las formas que va adoptando el
sujeto en el razonamiento de Marx y Engels, sucesivamente, tienen el siguiente
carácter:
Partimos de la máxima dispersión ( hasta su plena autoconstitución, máximo nivel
de agregación de fuerzas del total desarme (obrero individualizado, que sólo
posee su fuerza de trabajo) al sujeto plenamente armado (fuerza política con
capacidad militar).
a) La personificación estructural
Al analizar estructuralmente el capitalismo, Marx da cuenta de la acción social
considerando los cuerpos (que realizan la acción) en tanto portadores de
relaciones sociales:
"[...] se trata de personas en la medida que son la personificación de
categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de
clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de la
historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que
ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales
sigue siendo socialmente una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse
sobre las mismas."
Las acciones prácticas de los cuerpos quedan determinadas por las relaciones en
que los mismos existen. Relaciones sociales, independientes del arbitrio de cada
quien. Esa objetividad sobredetermina las voluntades, en tanto la voluntad es
expresión de dichas relaciones ( se trata de personificaciones de relaciones
sociales en sus distintas determinaciones particulares: comprador – vendedor,
para la relación social de intercambio; como capitalista u obrero, para la
relación social de producción.
Pero esto queda circunscrito al análisis sistémico. Cuando, por el contrario,
analiza los hechos políticos, usa, sin mencionarla, una categoría similar, pero
no igual, que corresponde a la polaridad, tanto analítica como social,
b) El carácter de la personificación política
A diferencia de la inmediatez inmanente en la categoría "personificación" en su
identidad económico-estructural, en que el cuerpo se encuentra plenamente
determinado por las relaciones sociales de producción (en su sentido amplio:
producción + circulación), aquí Marx pone el acento aquí en la historia, en el
aspecto genético de las mismas. ¿Ello que quiere decir?
Que los hombres, además de personificación estructural de relaciones sociales,
son también personas, personajes históricos, que actúan de acuerdo a
circunstancias peculiares, únicas, pero con asiento en las tradiciones, en las
estructuras del pasado. De modo que estamos frente a lo que podemos denominar
"personificaciones políticas" (es más preciso que hablar de personificaciones
"históricas"), cuya peculiaridad residiría (en contraposición a las
"personificaciones de relaciones de producción" o personificación de relaciones
económicas) en ser expresión de relaciones políticas, miembros de clase en la
medida que ésta está representada en el partido.
De modo que en el análisis estructural se pone el acento en que las acciones de
los hombres son determinadas por las relaciones sociales, en tanto que en el
análisis político, por así decirlo, se acentúa el carácter autoconstitutivo de
la práctica social ("los hombres hacen su propia historia"), aunque "no la hace
a su libre arbitrio". Ej: las definiciones de los atributos de la primera y
segunda etapas del Manifiesto y el tránsito hacia una tercera.
De modo que a través de la categoría personificación estructural de relaciones
sociales y personificación de relaciones política, tenemos tres indicaciones
teórico metodológicas fundamentales:
i) el momento político tiene su propia especificidad respecto del momento
estructural, tanto en lo sistémico cuanto en el sujeto. De lo que se puede
colegir que en cada estadio rigen leyes histórico-naturales específicas a ese
estadio y no a otro. Por ejemplo, la competencia entre iguales, propia del
primer estadio, resulta de falaz aplicación para la fase ulterior del último
estadio, en que rigen las leyes de la guerra.
ii) el carácter determinante para cada situación concreta dependerá del estadio
y la fase de la lucha de clases que se está transitando; de modo que no se puede
establecer, a priori, el uso de un método (lógico o histórico) ni de una
categoría de personificación (económica o política). Para hacerlo debe
precisarse la etapa de la lucha de clases por que atraviesa la formación
económico-social dada.
iii) de los punto anteriores se desprende el carácter eminentemente dinámico,
procesual y transitivo de la conceptualización de la lucha de clases; el
desarrollo y la metamorfosis del proceso real es acompañado con un
desplazamiento categorial, siendo esta una característica de este análisis. En
efecto; la categoría personificación, que tiene sus dimensiones "económica" y
"política", va cobrando más énfasis en uno u otro sentido, según el estadio de
la lucha de clases en que se inscriba el proceso analizado.
6.- Dos aportes teórico-metodológicos para la teoría de la lucha de clases (2):
los sentidos "ascendentes" y "descendentes" de la lucha de clases
Para evitar equívocos, dado que hemos escogido como disparador y ordenador del
presente escrito ciertos pasajes del Manifiesto que en su exposición parecieran
remitir a un único sentido, el "ascendente", resulta necesario un análisis más
ajustado que presente ambas direcciones del proceso. Nos ocuparemos entonces de
los sentidos que la misma puede adquirir.
Para considerar este aspecto debemos partir de los puntos máximos que alcanza
dicha dinámica: los extremos de la lucha de clases son:
i.- la "paz" (Estadio I) ( indica una situación de dualidad: victoria/derrota,
momento de máxima disparidad de fuerzas, que se expresa en la existencia de un
solo sujeto constituido como "bando" organizado por sí mismo, y, por
consiguiente, con capacidad de ordenamiento social; el orden social devenido es
el que lo sustenta en su posición de dominio. El "otro", en tanto, aparece
diluido como tal, y existe —en términos del diagrama de poder— como mero
apéndice del vencedor, como realización de la victoria del sujeto antagónico.
Aunque tal momento nunca es de absoluta "paz" ya que persisten de todas maneras
formas solapadas de enfrentamiento (disturbios, delitos, reyertas, fricciones,
etc.), podemos provisoriamente hacer abstracción de estas pequeñas disputas,
pues carecen en sí mismas de capacidad de alterar el orden social. La "paz", por
lo tanto, es simplemente un estadio de máximo dominio por parte de una fuerza
sobre el conjunto de los demás sectores, pero no está exenta de enfrentamientos;
ii.- la "guerra" (Estadio III) ( tendencia al equilibrio de fuerzas, que se
expresa en la existencia de al menos dos sujetos colectivos que confrontan en el
grado de máxima tensión posible, eliminando la política como mediación
simbólica, en el momento de mayor radicalidad en el proceso
destructivo/constructivo de la relacionalidad social, por cuanto estos sujetos
no son meros agentes, sino que también han tenido ya la capacidad de articularse
como territorios que intentan lograr —uno— o sostener —el/los otro/s— su
estructuración relacional sobre un mismo suelo, que es el que se disputa.
Si esto es así, la actividad social se desarrollará entre los mismos = hay,
únicamente, dos posibilidades lógicas de movilidad en la actividad social,
dependiendo de hacia qué extremo se aproxime y de cual se aleje —sin que esto
signifique que necesariamente se deba arribar a uno de estos extremos, lo que
solo ocurre excepcionalmente—: según sea el sentido llamaremos al sentido B(A
"ascendente" y al sentido A(B "descendente":
Ascendente
A B
Proceso revolucionario Descendente Pacificación (dominio estable)
Aparecen los sentidos en función progresiva (la potencialidad revolucionaria, de
establecer nuevas formas relacionales) y regresiva (la tendencia a la
reproducción de las relaciones sociales establecidas). Así:
en el proceso "ascendente", se constituyen alianzas cuyo carácter es de un
dinamismo creciente, y que sólo puede sostener su homeorresis en la
radicalización, en una mayor intrepidez que su predecesor;
el proceso inverso, el "descendente", se caracteriza por la ruptura progresiva
de alianzas, en un movimiento de "deslinde" de los sectores más radicales.
El operador teórico, entonces, está dado por la constitución/deconstrucción de
alianzas políticas entre distintos sectores sociales.
Así, en el Manifiesto Marx y Engels al señalar el carácter revolucionario del
proletariado, se le reconoce una cualidad particular: es la clase que no tiene
nada que perder, excepto sus cadenas. No se trata, en consecuencia, de una
esencia por cualidades metafísicas, lo que sería una forma aristotélica de
concebirlo, ajena en absoluto al pensamiento de Marx y Engels, sino de su
situación relativa en la disposición de las clases en el capitalismo.
Esto explica por qué es el agente social sobre el cual centran su atención y, a
partir de ello, por qué es ascendiente el movimiento en el cual éste extiende su
actividad autónoma, y descendiente el movimiento opuesto (ambos movimientos,
como todo desplazamiento, es siempre relativo).
a. El punto de partida lógico
Desde un punto de vista teórico, el momento inicial, punto de partida del
análisis, no es un momento histórico, sino un lugar de partida lógico.
Y dado que, como sugerimos con las lecturas de los pasajes de El Capital, las
relaciones sociales capitalistas de producción suponen ya un tipo de
ordenamiento social en el que constituyen dos sujetos; uno, la burguesía,
vencedor; el otro, el proletariado: vencido, toda acción que emprenda el
proletariado desde esas condiciones constituirá, primariamente, un avance
respecto de la situación en que se encuentra. De allí que consideremos como
lógicamente lo primero la etapa del ascenso en la lucha de clases.
(continuar)
2. El ascenso de la lucha de clases
Partiendo de ese "punto cero" lógico, en que la clase existe en sí, diseminada
en una multitud de obreros aislados unos de otros, sólo articulados por el
capital (que decimos "lógico" porque históricamente nunca se verifica que esté
totalmente atomizada, pues por mínimas, precarias, pocas y esporádicas, siempre
existen formas asociativas defensivas), la única posibilidad de variación (y la
historia necesariamente varía) es la agregación de unos con otros. Comienza así
el movimiento de ascenso. Pero la mera agregación, por fábrica, por localidad,
por oficio, y finalmente nacional, no es una simple sumatoria. Se potencia: el
colectivo actúa exponencialmente y desarrolla una capacidad que lo repotencia,
transformándolo cualitativamente: su capacidad de cooptación de elementos de
otras fracciones sociales.
La radical importancia de esta capacidad de cooptación (que involucra, por
supuesto, capacidad de alianza con otras fracciones sociales) está fundada en la
posibilidad de establecer el pasaje al estadio político, etapa en que se lucha
por la emancipación, cuya fase superior es la revolución propiamente dicha, y
para llegar a la cual resulta imprescindible que trascienda sus límites
estructurales, como sostiene Lenin con la teoría de la vanguardia. La
construcción de estas relaciones, de estos vínculos con otras fracciones
sociales es de carácter artesanal (del mismo modo que cada guerra, e incluso
cada batalla, vistas en su conjunto, lo son), sumamente compleja y rica en
particularidades. Obsérvese la multiplicidad de factores determinantes que
tenemos indeterminados en la apreciación del núcleo de la actividad al
caracterizarla de artesanal. Y del resultado de tal artesanía depende la
constitución material de las condiciones de variabilidad del proceso.
En el proceso de ascenso, cada hecho se monta, potenciado, en uno anterior. Ese
es el sentido de la acumulación histórica del proletariado en la lucha de
clases: acumulación de experiencia, de conocimientos concretos de lucha, de
potenciación por el entrelazamiento con otras fracciones de clase distintas de
sí, que han infundido en él elementos de conciencia inasequibles por sí y,
fundamentalmente, "maduración" de las condiciones de lucha (maduración del
partido contrarrevolucionario y maduración del partido revolucionario), por
cuanto divide con mayor claridad los ámbitos de pertenencia y, por lo tanto, la
fisonomía del enemigo y el escenario de lucha. Acumulación que potencia la
lucha, en virtud de lo cual cada vez la misma es más profunda, cada vez más
medular.
Un punto sobre el que conviene insistir, dado que no para todos parece resultar
obvio, es que cuando nos referimos a un proceso de "ascenso" (o "descenso")
estamos indicando la tendencia general de un proceso complejo, que reconoce
permanentes avances y retroceso y en el que todas las fracciones consideradas
social y espacialmente tienen sus propios ritmos de desarrollo y sus propios
vaivenes, de cuya composición total surge el sentido del movimiento histórico.
3. El proceso descendente
Pero, como la historia no es lineal ni acumulativa, como supone el positivismo,
sino que su orientación general depende del resultado global de las
confrontaciones parciales, lo que incluye un sinnúmero de contingencias, cada
momento superior al inicial implica la posibilidad de retroceso, de descenso a
fases y aún estadios anteriores.
Sin embargo, este carácter descendente no equivale a reversibilidad. De hecho,
cada retroceso en la lucha significa retorno al estadio previo, pero no a la
situación anterior, es decir que tiene una variación cualitativa respecto de su
anterior "paso" por dicho estadio. Si el movimiento fuese, hipotéticamente,
estadio I – estadio II – estadio I’, I’ es diferente, en cuanto situación, de I,
pese a que ambas situaciones corresponden al estadio I (compárense, por ejemplo,
los puntos 1 y 3 del Gráfico 1).
El movimiento histórico es, en código hegeliano, en forma de espiral. Figura que
toma Marx en las líneas iniciales del 18 Brumario de Luis Bonaparte, lo que
significa, no que la historia se repite, sino que existe una determinada lógica
de la cual no puede escapar. Esta lógica es la que estudian Engels y Marx, cuya
ley fundante la encuentran en el proceso de la lucha de clases. En esto es justa
la apreciación de Labriola: no se trata de una visión determinista de la
historia, sino de su morfología, o, en palabras de Engels, de la historia
despojada de su forma histórica.
Si concebimos el movimiento histórico como una perpetua espiral ascendente (en
la que la altura indicaría el avance cronológico), el recorrido de las distintas
etapas, en tanto no exista una resolución superadora (revolución triunfante),
nos instala nuevamente en posiciones anteriores, aunque no en la misma
situación. En efecto, cada "vuelta" a una etapa ya transitada implica una
profundización de esa situación. Si lo planteásemos como una onda, diríamos que
la amplitud de la onda es creciente. ¿Qué significa esto en palabras corrientes?
Que el nivel de desarrollo es cada vez más profundo. Nada más que observar los
movimientos históricos para verificar esta proposición: tanto los intentos
revolucionarios son cada vez más profundos (después de casi un siglo de intentos
fallidos se logra la primera victoria estable; distante, a su vez, en otro medio
siglo de un triunfo pasajero), como la sumisión impuesta por la derrota luego de
cada alza revolucionaria es también más profunda y consistente: desde las
reformas urbanas de Haussmann, después de 1848, al taylorismo, después de 1871,
el fordismo como respuesta a 1917; el toyotismo como corolario de las
revoluciones de los ’60.
Los niveles de derrota son necesariamente mayores en tanto los niveles de
enfrentamiento son cada vez más complejos. Al proto-proletariado parisino de
1830, y aún a los de 1848 y 1871, bastó con fusilarlos y/o deportarlos. Al
proletariado revolucionario de las décadas del ’20 y del ’30, hubo que
derrotarlo, además, con una tecnología estatal que combinó dos modalidades:
espacios de fascismo articulados con "Estados de bienestar". La aplastada
revolución de los ’60 y ’70 incorporó una nueva tecnología: la desaparición
histórica del sujeto.
De modo que todo el proceso de descenso de la lucha de clases está teñido de
derrota, de desagregaciones, de reconstrucción de condiciones de dominación, más
sofisticadas y eficaces que las precedentes. Por ello los resurgimientos
revolucionarios no pueden plantearse en idénticas condiciones a las anteriores.
Si hay algo de lo que todo revolucionario debería tener certeza, es que el
camino transitado nunca se repetirá.
4. El retorno al ascenso
Cada vez que el proletariado sale derrotado de una confrontación, se rearma y
vuelve a la lucha. Esta reiterabilidad no depende ni de una virtud especial
(moral o de otro tipo) ni de una tara particular (intelectual o la que fuere) de
los obreros individuales, sino que es producto de su posición de clase, que lo
reconduce permanentemente, en tanto fracción humana alienada en su realización,
a buscar la emancipación.
Por ello, a pesar de sus reveses parciales —y aún históricos— "esta organización
del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, vuelve sin cesar a
ser socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero resurge, y
siempre más fuerte, más firme, más potente." No es una sentencia moral ni
teleológica; el resurgimiento del que hablan Marx y Engels engarza lo lógico con
lo histórico en tanto expresa 1) la persistencia de las contradicciones, y 2)
del grado de transformación que el proletariado ha tenido en su lucha previa,
aunque haya "fracasado". De modo que tal proposición no es una profecía, sino
una predicción razonable (desde una perspectiva científica) que simplemente
evalúa la repetición de las acciones ante la persistencia de las condiciones que
dieron lugar y origen a tales acciones.
El primer punto habla de la inevitabilidad de la lucha de clases, tema que ya
hemos abordado, en tanto el segundo refiere a que, en la permanente
reconstitución de las clases a partir de sus confrontaciones, los sujetos van
variando; no hay una identidad inmanente; todo lo que persiste son los
antagonismos, pero el sujeto que la encarna varía en su constitución. Si esta
variación es permanente, aunque en grado ínfimo en el corto plazo, es notoria en
grandes espacios temporales.
Nos vemos en la necesidad de incorporar la dimensión de la dirección en el
tránsito lógico de los procesos históricos: constatar si, pese a que el sentido
del almanaque es irreversible, tales procesos sociales avanzan o retroceden,
desde la perspectiva del desarrollo histórico, es decir desde la perspectiva de
la revolución.
"…Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y
campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otros tiempos, caen
en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les
alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la
competencia de los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad
profesional se ve depreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal
suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población…"
Marx, Karl y Engels, Friedrich; Manifiesto del Partido Comunista; obra ya
citada; p.12. En lo que sigue, el análisis se concentra en la relación que opone
a burgueses y proletarios, como las clases sociales fundamentales de la sociedad
capitalista. Ello no quiere decir que el capitalismo reconozca solo estas
clases, pero en el análisis marxengelsiano las demás clases sociales tienden a
aproximarse a estas dos.
Marx, Karl; El Capital. Libro I Capítulo VI (inédito). Resultados del proceso
inmediato de producción (1863-1866); Siglo XXI Editores; México; 2009; p.19.
Marx, Karl; "Trabajo asalariado y capital", en Marx – Engels; Obras escogidas,
tomo I, pág. 158.
Marx, Karl; Op. cit. (cursivas nuestras).
Concepto tomado de Piaget, Jean; Psicología y epistemología, Barcelona,
Planeta-Agostini, 1985, pág. 65. La homeorresis indica una forma de equilibrio
histórica, temporal, procesual, a diferencia de la homeostasis, que indica un
equilibrio definitivo, como estado final. Debo esta observación a Mariano
Millán.
"…Cada uno de [los] estadios se caracteriza [...] por la aparición de
estructuras originales, cuya construcción las distingue de los estadios
anteriores. Lo esencial de estas construcciones sucesivas subsiste en el curso
de los estadios ulteriores en formas de subestructuras sobre las cuales habrán
de edificarse los nuevos caracteres..." Piaget, Jean; Seis estudios de
psicología, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pág. 15.
"…Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos
seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el
seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una
revolución abierta [...]" Marx, Karl y Engels, Friedrich; "El Manifiesto del
Partido Comunista".
Esta expresión para denominar la lucha de clases aparece en, por lo menos, otras
tres ocasiones: en "El Manifiesto del Partido Comunista", op. cit., pág. 121), y
en Marx, Karl (Miseria de la filosofía, pág. 187, El capital, tomo I, pág. 361).
La caracterización de una revolución como guerra civil está en el estudio del
proceso de la lucha de clases que condujo al establecimiento del primer Estado
proletario en la historia de la humanidad, en Francia en 1871.
Marx, Karl y Engels, Friedrich; Manifiesto del Partido Comunista; obra ya
citada; pp.12/13.
Aunque hacia 1847-1848 la idea de que "…el antagonismo entre el proletariado y
la burguesía es una lucha de clase contra clase, lucha que, llevada a su más
alta expresión, implica una revolución total..." era solo una hipótesis deducida
de la tendencia de la evolución de los estadios anteriores, "…tal hipótesis
cobró realidad tanto en 1871 en Francia como en 1905 y 1917 en Rusia: las
revoluciones fueron guerras civiles…" Nievas, Flabián; Lucha de clases:
isomorfismo y metamorfosis en las categorías analíticas de los pensadores
marxistas clásicos; obra ya citada; p.27.
"Por oposición a las demás mercancías, pues, la determinación del valor de la
fuerza laboral encierra un elemento histórico y moral." Marx, Karl; El capital,
Libro I, pág. 208.
"No basta con que las condiciones de trabajo se presenten en un polo como
capital y en el otro como hombres que no tienen nada que vender, salvo su fuerza
de trabajo. Tampoco basta con obligarlos a que se vendan voluntariamente. En el
transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que,
por educación, tradición y hábito reconoce la exigencia de ese modo de
producción como leyes naturales, evidentes por sí misma. La organización del
proceso capitalista de producción desarrollado quebranta toda resistencia
[...]." Marx, Karl; El Capital, Libro I, pág. 922.
Marx, Karl; El Capital, Libro I, pág. 8. (Prólogo a la primera edición alemana).
"Aquí [en el intercambio], las personas sólo existen unas para otras como
representantes de mercancías. En el curso ulterior de nuestro análisis veremos
que las máscaras que en lo económico asumen las personas, no son más que
personificaciones de las relaciones económicas como portadoras de las cuales
dichas personas se enfrentan mutuamente." Marx, Karl; El Capital, Libro I, págs.
103/4.
"Al dejar atrás la esfera de la circulación simple o del intercambio de
mercancías [...] se transforma, en cierta medida, según parece, la fisonomía de
nuestras dramatis personæ (personajes). El otrora poseedor de dinero abre la
marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su
obrero [...]." Op. cit., pág. 214.
Aunque no existe una definición satisfactoria de "guerra" podemos asumir
razonablemente como tal a todo proceso en el cual el orden social se instituye /
sostiene / desarrolla con el uso generalizado y primordial de la violencia
física, con características propias tales como: derramamiento de sangre,
enfrentamiento de al menos dos "bandos", o colectivos, que tienen algún grado de
coordinación (subjetiva u objetiva) en sus acciones.
"De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado
es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y
desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio,
es su producto más peculiar." "El Manifiesto del Partido Comunista", en Obras
Escogidas, Moscú, Progreso, 1974, Tomo I, pág. 120.
Debido a esta visión relacional del proletariado es perfectamente explicable por
qué los proletarios de los países con el capitalismo más desarrollado durante el
siglo XX y XXI carecen de capacidad revolucionaria, dado que ellos sí tienen qué
perder. No era la situación en el siglo XIX, en que con un capitalismo recién
expandiéndose sólo allí donde este sistema estaba consolidado (los más
desarrollados por entonces, y en los que habíase operado una subsunción formal
del trabajo al capital), era de esperar que fuese en esos países, y no en los
menos desarrollados, donde acontecieran movimientos revolucionarios. Cf., por
ejemplo, su análisis de la ley tendencial de la baja de la tasa de ganancia, en
lo que respecta a los países con diferente desarrollo capitalista. El capital,
Libro III, págs. 273 ss. Asimismo es ilustrativo de este análisis la formulación
realizada en el cap. XXV del Libro I de dicha obra.
Lenin valoró extraordinariamente tanto La Comuna de París cuanto la revolución
rusa de 1905. Y lo hizo como elemento analítico para la revolución que encaraba:
Informe de la revolución de 1905, en enero de 1917; El Estado y la revolución
(en donde analiza las revoluciones francesas de 1848 a 1851 y la Comuna de
París), en agosto/septiembre de 1917. Cf. R. Jacoby; El asalto al cielo, cap.
II, págs. 12/4, CINAP, 1994. "La falta de preparación de la mayoría de los
revolucionarios, fenómeno completamente natural, no podía despertar grandes
recelos. Dado que el planteamiento de las tareas era justo y que había energías
para repetir los intentos de cumplirlas, los reveses temporales eran una
desgracia a medias. La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización
son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo único que hace falta es querer
desarrollar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo único que hace falta es
tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a
subsanarlos en más de la mitad!" Lenin, Vladirmir; "¿Qué hacer?", en Obras
completas, Moscú, Progreso, 1981, tomo 6, págs. 35/6. Claro que Lenin presupone
la mediación de una teoría; el mero transcurso del tiempo, por sí, nada
modifica.
"Exceptuando unos pocos capítulos, todos los apartados importantes de los anales
de la revolución de 1848 a 1849 llevan el epígrafe de ¡Derrota de la revolución!
Pero lo que sucumbía en estas derrotas no era la revolución. Eran los
tradicionales apéndices prerrevolucionarios, las supervivencias resultantes de
las relaciones sociales que aún no se habían agudizado lo bastante para tomar
una forma bien precisa de contradicciones de clase: personas, ilusiones, ideas,
proyectos de los que no estaba libre el partido revolucionario antes de la
revolución de febrero y de los que no podía liberarlo la victoria de febrero,
sino sólo una serie de derrotas.
En una palabra: el progreso revolucionario no se abrió paso con sus conquistas
directas tragicómicas, sino por el contrario, engendrando una contrarrevolución
cerrada y potente, engendrando un adversario, en la lucha contra el cual el
partido de la subversión maduró, convirtiéndose en un partido verdaderamente
revolucionario." Marx, Karl; "Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850",
en Marx – Engels; Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1974, Tomo II, pág. 209.
Quizás resulte útil asimilar esta tendencia general a otra que opera
socialmente, que es la tasa media de ganancia. Se trata de fenómenos diferentes,
pero la analogía puede echar luz sobre la composición del mismo, de manera
independiente a los elementos que lo componen.
En este sentido, el positivismo elaboró un importante concepto, el de progreso,
que, adoptado por la burguesía decimonónica, derivó en la ilusión del "progreso"
(desarrollo) indefinido, principal obstáculo epistemológico con que chocaron los
socialistas de aquellos años. Auguste Comte, padre del positivismo, fue también
quien sintetizó el programa del mismo es la frase "orden y progreso". Carecía de
pensamiento dialéctico, lo que daba como resultado esa linealidad que expresa
cuando dice que "es evidentemente el avance continuo de los conocimientos
positivos lo que ha inspirado, hace dos siglos, la célebre fórmula filosófica de
Pascal, la primera noción racional del progreso humano, necesariamente ajena a
toda la antigua filosofía." (Comte, Auguste; Discurso sobre el espíritu
positivo, Buenos Aires, Orbis, 1984, pág. 149).
"Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la
historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces." Op. cit., pág. 107.
"Las condiciones del proceso que genera progreso pueden ya reducirse a una serie
de explicaciones, y nosotros, hasta cierto punto, tenemos ante la vista el
esquema de todos los desarrollo históricos entendidos morfológicamente."
Labriola, Antonio; Del materialismo histórico, México D.F., Grijalbo, 1971, pág.
34.
Sobre el significado preciso de estas reformas puede consultarse, además del
clásico y célebre prólogo de F. Engels a La lucha de clases en Francia de 1848 a
1850, un minucioso y exquisito análisis urbanístico en Segré, Roberto;
Arquitectura y urbanismo modernos, La Habana, Arte y Literatura, 1988, cap. 3.
No estamos afirmando que los hechos de París llevaron a Taylor a pensar el
dominio de la fuerza de trabajo, la doblegación del obrero frente al capital,
sino que sugerimos que tales hechos crearon condiciones propicias para que
surgiera lo que, de hecho, surgió.
Seguimos la tesis de Toni Negri, respecto a la política del New Deal, que se
estructura a partir del "crac" del ’29, pero no se nos oculta que dicha política
se apoyaba, necesariamente, en el fordismo, que era aproximadamente
contemporáneo al triunfo soviético del ’17. "John Maynard Keynes y la teoría
capitalista del Estado en 1929", en Negri, Antonio; La forma-Estado, Madrid,
Akal, 2003, págs. 183/213.
En buena medida, siguiendo las tesis de Potere operaio, en esos años se asistió
a una reestructuración capitalista, que posibilitó el "relajamiento" de la
dominación (en un momento de fuerte disputa interburguesa), lo que permitió el
surgimiento de poderosos movimientos revolucionarios a escala planetaria.
Esta desaparición histórica se verifica en el "hueco" tanto mnémico como
cognitivo que hay sobre ese período, ese sujeto y su lógica de acción. Hoy no se
sabe lo que pasó, ni se conoce quién lo hizo, ni se entiende porqué se actuó: la
idea de "un mundo mejor" resulta sinceramente incomprensible e inasequible en el
mundo actual.
A esta altura parece necesario aclarar los términos, habida cuenta que los
funcionarios del consenso (como acertadamente llamara Franco Basaglia a los
intelectuales que acríticamente aceptan las prácticas institucionales, aún
cuando se revistan de barnices más o menos progresistas) cuestionan la
posibilidad de existencia de un sujeto revolucionario, y la importancia relativa
del proletariado.
Resulta casi obvio que la figura del proletariado industrial de mediados del
siglo XIX es prácticamente una pieza digna de atención paleontológica. Pero sólo
desde una ingenuidad preocupante, o bien desde una operación ideológico-política
puede circunscribirse el concepto de proletariado a esa figura social. El gran
desarrollo del capital en su nueva etapa (que caracterizamos como "financiera"
para diferenciarla de la industrial, siguiendo a Lenin) ha desarrollado también
nuevas condiciones para la alianza. Hoy hay grandes fracciones sociales que
están, en ciertos niveles, dentro de un espacio común de exclusión. De modo que
hay menos "distancia" social entre, por ejemplo, determinadas capas de
intelectuales, fracciones de trabajadores de servicios, desocupados, etc.
Conforman, desde esta perspectiva, las bases objetivas para la constitución del
nuevo proletariado. Al respecto pueden consultarse diversas obras de Toni Negri;
la más importante de las cuales, creemos, es Del obrero-masa al obrero social.
Asimismo puede verse, del mismo autor, Fin de siglo. Para una aproximación
empírica a la segmentación de las clases, puede consultarse el sugerente
artículo de Robert Castel "¿Por qué la clase obrera perdió la partida?", en las
Actas de Actuel Marx 2000, Las nuevas relaciones de clase, Congreso Marx
Internacional II, volumen II, Buenos Aires, K&ai, 2000.
"Manifiesto del Partido Comunista", op. cit., pág. 119.
Es ciertamente riesgoso (por lo ambiguo que resulta) categorizar como "éxito" o
"fracaso" un hecho o proceso en abstracto, es decir sin especificar en qué
términos se lo está mensurando. Al respecto es altamente instructiva la
siguiente reflexión de Agustín Tosco: "El 1º de marzo [de 1967] se cumplió el
paro general en todo el país. Indudablemente acusó muchos defectos: los
principales por debilidad, falta de organización, carencia de firmeza de las
autoridades de la CGT, también por las amenazas del Consejo Nacional de
Seguridad y los distintos ministerios, todos aprobadas por el general Onganía,
que se concretaron luego en un abierto ataque a las instituciones sindicales,
con retiro y suspensión de personería, intervenciones, sanciones de suspensión,
quitas de sueldos, rebajas de categoría y despidos a los trabajadores adheridos
al paro del 1º de marzo.
En distintas reuniones sindicales se tomó como un fracaso el paro general y los
dirigentes conciliadores quisieron probar con ello que no era posible seguir la
lucha, que había que esperar, que había que conciliar y comenzó a acentuarse el
criterio de demanda de «participación».
¿Fue realmente un fracaso el paro? Yo afirmo rotundamente que no. Si bien no se
consiguió un cambio de conducta en el gobierno, desenmascaró definitivamente su
contenido ultrarreaccionario y antipopular, quemó todo tipo de expectativa,
llevó plena luz a sus verdaderos objetivos antinacionales y antipopulares y
acortó indudablemente su posibilidad real de vigencia en la escena histórica
argentina. Fue una victoria a lo Pirro de la que el gobierno salió profundamente
debilitado." Tosco, Agustín; Escritos y discursos, págs. 32/33.
El elemento que pone a la luz Tosco no es la subjetividad de una opinión, sino
el componente de clase en el análisis. No es, en efecto, cuestión de
"opiniones". Cada análisis está condicionado por los intereses del sector social
que representa. De allí que lo que para algunos, con intereses inmediatos,
representó un fracaso, para el proletariado revolucionario, cuya meta no es la
suba salarial sino el derrocamiento de un régimen, resultó un éxito. Un mismo
hecho tiene valoraciones distintas para las distintas fuerzas sociales
intervinientes. Aquella fuerza que realice una lectura (momento subjetivo) más
aproximada a la relación de fuerzas establecida (momento objetivo) tendrá mayor
"capacidad de maniobra", es decir, de transformación de la realidad de acuerdo a
sus intereses.
LAS RELACIONES SOCIALES CAPITALISTAS PRODUCEN SUS CLASES SOCIALES; ( EL
CAPITALISTA Y EL TRABAJO ASALARIADO, MEDIADAS POR LA RELACIÓN SOCIAL DE COMPRA Y
VENTA DE FUERZA DE TRABAJO.
DOS CLASES SOCIALES FUNDAMENTALES, PENSADAS A PARTIR DEL OPERADOR TEÓRICO
"RELACIONES DE PROPIEDAD", EXISTEN Y SE DESARROLLAN DEFINIDAS COMO UN
ORDENAMIENTO CONTRADICTORIO ENTRE QUIENES CONTROLAN LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN Y
QUIENES NO TIENEN DICHO CONTROL.
A DIFERENCIA DE LA SOCIOLOGÍA ACADÉMICA, EL CONCEPTO DE CLASE SOCIAL EN EL
MATERIALISMO ES INSEPARABLE DEL CONCEPTO DE EXPLOTACIÓN Y DOMINACIÓN, DADO QUE
EL CONTROL DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN SUPONE Y REPRODUCE, SIMULTÁNEAMENTE, UNA
RELACIÓN ASIMÉTRICA DE PODER ENTRE LAS CLASES.
ESTA GRADACIÓN —DISTINTAS ETAPAS DE DESARROLLO— ES LÓGICO-ESTRUCTURAL, E,
HISTÓRICAMENTE RECONOCE AVANCES Y RETROCESOS, MOMENTOS DE ACELERACIÓN Y MOMENTOS
DE LENTITUD Y APARENTE ESTATICIDAD ( TIEMPOS DE LA LUCHA DE CLASES (
PERIODIZACIÓN DE SUS ETAPAS
ESTAS PROPIEDADES O ATRIBUTOS DE LAS ETAPAS SON LAS FORMAS EN QUE SE PLANTEAN Y
RESUELVEN LOS ENFRENTAMIENTOS SOCIALES EN TODA FORMACIÓN SOCIAL DE CLASES, Y LAS
FORMAS QUE ADOPTAN LOS SUJETOS –SOCIALES- DE LA MISMA.
EL DESENVOLVIMIENTO DE ESTA CONTRADICCIÓN DINAMIZA LA LUCHA DE CLASES
=
EN TANTO PORTADOR DE CAPITAL VARIABLE, EL TRABAJADOR ES ABORDADO COMO UNA
PERSONIFICACIÓN ESTRUCTURAL; EN TANTO SUJETO TRANSFORMADOR DE LA NATURALEZA Y,
POR LO TANTO, CONSTRUCTOR DEL MUNDO PROPIO, ES ABORDADO COMO PERSONIFICACIÓN
POLÍTICA.
ATOMIZADO – FRAGMENTARIO – CENTRALIZADO – UNIFICADO
APARECE UN NUEVO ASPECTO ANALÍTICO, INSTALANDO EL NÚCLEO DE TENSIÓN DIALÉCTICA,
COMO EN EL CASO DE LOS ANÁLISIS DE LA MERCANCÍA, PERO ESTA VEZ EN EL PROPIO
SUJETO. LOS DOS COMPONENTES DE ESTA POLARIDAD SON, DE UNA PARTE, LAS RELACIONES
QUE LO INVOLUCRAN, PERO DESDE EL EXTERIOR, SOBREIMPUESTAS, Y, DE OTRA PARTE, LA
CAPACIDAD PROPIAMENTE HUMANA DE CREACIÓN, DE AUTORREALIZACIÓN (CAPACIDAD
"POLÍTICA").