Altillo.com > Exámenes > UBA - CBC > Sociología
Unidad IV: Max Weber
Max Weber nació en 1864 en Turingia, uno de los estados independientes, aunque con una unidad cultural, que conformaban lo que hoy conocemos como Alemania. Durante su vida realizó trabajos en varias áreas de la historia humana, siendo reconocidos principalmente sus estudios sobre la metodología de las ciencias sociales y el estudio de aspectos sobre los orígenes de la Modernidad occidental. Acerca de esto último, principalmente se dedicó a ampliar teóricamente la relación entre el protestantismo y la modernidad, a partir del análisis de las distintas religiones y las conductas de quienes las profesan.
La sociedad alemana de fines del siglo XIX y principios del siglo XX estuvo convulsionada por aspectos políticos y económicos que la revolucionaron por completo. Pasó de tener una estructura política, económica y social atrasada y con elementos feudales a convertirse en una verdadera potencia. De estos cambios bruscos surgieron nuevos actores sociales, y Weber se preocupó por aprehender esta nueva sociedad capitalista. Tanto él como el resto de los teóricos de su época, criticaban los valores de la nueva sociedad, entendiendo empero que el retorno al pasado (con sus valores tradicionales establecidos) era imposible.
a- Las ciencias de la naturaleza no pueden ser vistas bajo el mismo cristal que aquellas que se ocupan de estudiar los fenómenos de la cultura, ya que las primeras persiguen la explicación de los hechos y las segundas, la comprensión. Weber plantearía que si bien la realidad es singular, para el estudio de la cultura y las sociedades existen aspectos generalizables que constituyen una primera y necesaria aproximación al objeto de estudio.
Weber define a la sociología como una ciencia que pretende entender la acción social para así explicarla causalmente en su desarrollo y sus efectos. Para esto, debe entenderse a la acción social como toda aquella en que su sentido esté pensado en base a la conducta de otros, y su desarrollo esté orientado por ella. Es decir, la acción social tiene un sentido dado por el actor, pero dicho sentido remite a otro. No le escapa el hecho de que los actores poco frecuentemente son conscientes del sentido de sus acciones, pero esto no impide que la sociología pueda interpretarlos y construir conceptos por medio de la clasificación de estos sentidos.
Como la realidad social es incognoscible (no puede ser conocida o comprendida), plantea tipos ideales al analizar sus objetos de estudio. Los tipos ideales son construcciones no reales, que suponen un recorte de la realidad para facilitar el estudio. Estas construcciones nunca reflejan por completo la realidad, pero sirven para indicar el grado de aproximación de un fenómeno histórico a un concepto determinado, permitiendo una ordenación conceptual.
La acción social, el objeto de estudio fundamental del sociólogo, se puede tipificar con 4 tipos ideales, a saber:
ü Racional con arreglo a fines: acciones determinadas por fines que se persiguen y conducen a actuar de modo racional para superar obstáculos.
ü Racional con arreglo a valores: acciones determinadas por valores en los que se cree de forma consciente.
ü Afectiva: acciones emocionales guiadas por sentimientos, por lo tanto no es racional.
ü Tradicional: acciones determinadas por costumbres arraigadas, por lo tanto no es racional.
La sociología weberiana tiene entonces un carácter comprensivista, ya que apunta al sentido subjetivo de los motivos que llevan a los seres humanos a actuar de determinada manera. Weber aboga por un proceso de investigación en el que los sociólogos puedan dejar de lado su subjetividad y mantenerse justos e imparciales, pero por el otro lado advierte que los valores están ineludiblemente inscriptos en el pensamiento de cada uno, por lo que la investigación está determinada por la subjetividad del científico social.
Poder y dominación
Define al poder como la posibilidad de imponer la voluntad dentro de una relación social, más allá de toda resistencia que se le oponga, y más allá de en qué se base esa posibilidad.
Define a la dominación como la posibilidad de encontrar obediencia a un mandato, y a la dominación legítima como la creencia del que obedece en la validez de la dominación.
El concepto de poder es sociológicamente amorfo. Todas las cualidades imaginables en un hombre y toda suerte de constelaciones posibles pueden colocar a alguien en la posición de imponer su voluntad en una situación dada. El concepto de dominación, entonces, tiene que ser más preciso y sólo puede significar la posibilidad de que un mandato sea obedecido.
Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando y en la medida en que su existencia y la validez de sus ordenaciones dentro de un ámbito estén garantizados de un modo continuo por la amenaza y aplicación de la fuerza física por parte de su cuadro administrativo.
Si bien el poder se da en todas las relaciones humanas de carácter social, Weber centra su eje de interés en la política y en el Estado, ámbito en el que la dominación reviste un carácter político. Define al estado por su pretensión al monopolio legítimo de la violencia dentro de un determinado territorio geográfico. Más allá de la forma que tome, es el único que posee legitimidad para utilizar medios violentos para alcanzar sus fines.
Por asociación hierocrática debe entenderse una cuyo tipo de dominación se basa en la coacción psíquica. Ejemplo: la iglesia.
Para Weber, la dominación legítima se puede tipificar mediante 3 tipos ideales, a saber:
ü Dominación tradicional: apelación a la intrínseca validez y bondad de lo que ha sido siempre. Quien gobierna se presenta como el sucesor de una larga secuencia de antepasados que a su vez han gobernado. Este tipo de dominación presenta un fuerte grado de estabilidad.
ü Dominación carismática: se apoya en el carácter extraordinario del gobernante, en su carisma y en las creencias de sus singulares capacidades.
ü Dominación racional – legal: se basa en normas y reglas racionalmente definidas, que establecen los derechos y deberes de quien manda.
El hecho de vivir en una sociedad en la que cambios dramáticos e inesperados estaban teniendo lugar, proveyó a Weber de una gran sensibilidad para aprehender las transformaciones que suponían el pasaje a la Modernidad. La investigación de Weber tuvo como disparador la investigación de un discípulo suyo, que llegó a la conclusión que en las grandes empresas había un mayor porcentaje de protestantes que en la sociedad en su conjunto.
Construyó un tipo puro a fin de entender las conductas de vida del capitalismo, basada en los textos de Benjamin Franklin.
Una de las variantes luego de la reforma protestante en cuanto a las interpretaciones de la biblia contempla la incorporación del término “beruf”, mediante el cual el deseo de dios para con los fieles pasa a estar asociado a su actividad profesional. Actuar sistemáticamente en la profesión y alcanzar buenos resultados económicos son formas de obtener la salvación divina.
El espíritu del capitalismo
Debe entenderse como un nuevo estilo de vida sujeto a ciertas normas de una “ética” determinada. Lo característico de esta “filosofía de la avaricia”, es
el ideal del hombre honrado digno de crédito, y más aún, la idea de una obligación frente al interés de aumentar su capital. La prudencia en los negocios, es un verdadero ethos. De la interpretación de los
textos de Franklin, la moralidad es útil porque proporciona crédito y al igual con otras virtudes. La ganancia es el fin del hombre no un medio de
satisfacción, el resultado de la virtud en el trabajo.
El capitalismo actual actúa como seleccionador de sujetos. Para no ser apartado de la vida social deben integrarse en la economía específicamente
capitalista.
Es el tradicionalismo, como conducta, el primer escollo que tuvo que salvar el “espíritu” del capitalismo, el cambio de mentalidad que lleva, de ganar lo
necesario para seguir viviendo, a ganar más y más dinero pasando por rebajar los salarios para incrementar la producción. El capitalismo requiere de
grandes masas a las que alquilar por bajo precio, pero cuando se trata de realizar un trabajo cualificado nunca resulta efectivo, ni incluso es medio para
la mayor producción. Exige el trabajo como fin, y éste es difícil de hallar. Este espíritu lo encontramos ligado a personas con una educación religiosa,
con más capacidad de concentración y actitud de sentirse obligado. En Sombart, se aprecia, al hablar de “sistema de economía de satisfacción de las
necesidades”, una identificación con el concepto de suficiencia de la antes aludida necesidad tradicional, que junto al lucro serían las dos motivaciones
del originario capitalismo. Y este fenómeno se da de continuo, sólo a veces interrumpido por ese “espíritu” del capitalismo que entra y sale cada vez con
más fuerza y que viene representado por una profesión sistemática para alcanzar el lucro.
La intrusión del espíritu capitalista, o lo que es lo mismo, la nueva economía industrial que relega a la tradicional, se introdujo gradualmente y no de
forma pacífica, tanto por la desconfianza de todos como por la oposición a estos nuevos hombres impregnados del nuevo espíritu y casi blindados para
cumplir con sus inquietudes e iniciativas, encarnados en algunos grandes nobles cuya riqueza no es para ellos. Les acompaña un irracional sentido del buen
cumplimiento de su profesión. Curiosa relación existe entre este sentido del trabajo y la ética del momento que deplora a aquél y aún lo justifican algunos
moralistas (escuela nominalista), licitándolo por la necesidad del comercio.
Toda investigación que pretenda indagar sobre las aptitudes racionales debe tener en cuenta una máxima y es que, es posible racionalizar la vida desde
todos los puntos de vista y en todas direcciones. Lo importante es escarbar en el espíritu que encierra esta concepción del trabajo, a esa irracional
motivación por ese modo de producir, por esa profesión.
La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista
Será el análisis de escritos inspirados en la práctica de la cura de almas, de diversos autores, para encontrar las conexiones entre las ideas religiosas
del protestantismo ascético y el espíritu fundamental de la actividad económica; reparando en especial en Richard Baxter, que bebió de las fuentes del
calvinismo, y máximo exponente del puritanismo inglés, por su consecuente idea de la profesión. La ociosidad es moralmente reprobable, placiéndole a Dios
el cumplimiento de su voluntad a través de la profesión, un fin prescrito por él, que ni aún con la abundancia y riqueza se está exento de su cumplimiento
por ser un precepto divino. De una profesión especializada se desprende una vida ordenada, un carácter metódico de la ascesis que incluso, a diferencia de
Lutero, justifica el cambio razonado de trabajo, que será considerado grato por Dios si es éticamente aceptado, bueno para la comunidad y sobre todo
provechoso.
El ascetismo racional protestante se oponía al goce despreocupado de la existencia, la ostentación de la riqueza, la diversión y a la pérdida de tiempo,
propia de la sociedad monárquico-feudal, a la superstición y al modo irracional de comportamiento, pero al tiempo legalizaba el afán de lucro so pretexto
de precepto divino.
En la cadena de producción son reprobables al igual, conductas desleales y afán de lucro por el lucro que es en sí mismo una tentación. El concepto de la
nueva vida; abnegación por el trabajo profesional como fortalecimiento de nuestra fe representará el “espíritu del capitalismo.
Consecuencia lógica de cercenar el consumo y el lucro por el lucro es la acumulación de capital en forma de ahorro cuyo fin más lícito sería la inversión
que, según donde lo enmarcamos, acumulaban fincas rústicas o desarrollaban la agricultura como importante actividad económica, siendo por ese orden el
proceso seguido en Inglaterra. Estos ideales de vida; el nuevo hombre económico, fracasó al otro lado del atlántico, donde el puritanismo dominante no
resistió la dura prueba de las tentaciones de la riqueza. Patente es que en todas las religiones, la secularización de la riqueza ha sido uno de sus
grandes escollos, y fuente de las reformas iniciadas.
Profesión, es al igual la del trabajador, incluso con sueldos bajos y que la vida no ha brindado mejores oportunidades, como la del enriquecimiento del
empresario. Según Baxter, la ilustración dejaba atrás al puritanismo, no necesitando el capitalismo resurgido de lazos religiosos algunos, siendo el deber
profesional una concepción ahora secularizada y creada desde la religiosidad. Quizás esto no lleve a una nueva era de especialistas “sin espíritu”, hombres
vacíos.
Pero el sentido histórico que debe prevalecer en nuestro estudio debe conducirnos a nuevos problemas aún por sondear. La influencia que pudo tener el
racionalismo ascético en el funcionamiento de los grupos sociales, su salida desde la oscuridad del convento a lo mundano, su relación con el humanismo,
que no era racionalismo puro, en el desarrollo del empirismo filosófico, y su evolución histórica hacia su disolución, representada en el utilitarismo;
contemplando así el verdadero alcance cultural del protestantismo ascético
Nada desdeñable sería estudiar ahora los condicionantes o influencias que la cultura y la sociedad hicieron forjar ese ascetismo protestante que provocó,
moldeó y originó el actual espíritu del Capitalismo.
Unidad V: cambios estructurales en la sociedad mundial
1) Mutaciones ocupacionales en el presente histórico, por Juan Labiaguerre.
El fin de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo una serie de cambios históricos en las relaciones de producción, con efectos sociales, económicos, políticos, institucionales y culturales. El presente texto analiza de forma retrospectiva las formas de empleo en las fases subsiguientes a la guerra.
Durante el siglo XIX, y de la mano de los avances tecnológicos, la producción industrial creció a pasos agigantados. Frederick Taylor propuso una serie de principios científicos con la finalidad de aprovechar estos avances y lograr un rendimiento laboral eficiente, aumentando la productividad fabril por medio de una división de las funciones. Cada obrero debía cumplir con una tarea de modo sistemático y metódico, y, además, percibía un salario conforme a su productividad, logrando así una motivación por potenciar su esfuerzo en busca de una retribución cada vez mayor. Esta nueva organización fabril también neutraliza la capacidad de resistencia sindical del obrero, otrora calificado y con una ideología comprometida con la militancia clasista. Este esquema, entendido como una organización que aprovecha los avances tecnológicos y explota al obrero, reducido ya a un operario que realiza una labor rutinaria y fatigante, abrió el camino a la producción en masa y, por consiguiente, al consumo popular.
Ya instalado el método tayloriano en las fábricas de todo el mundo occidental, surgió sobre sus bases un nuevo modelo de relaciones individuales, conocido hoy como Fordismo. Los avances tecnológicos aplicados al logro de mayores niveles de productividad condujeron al uso de la cadena de montaje, potenciando así la automatización de las tareas y aumentando cada vez más el ritmo laboral. Además de lograr abaratar notablemente los costos, este modelo se caracterizó por promover una serie de cambios favorables en las condiciones generales de vida de los trabajadores y sus familias, cuyos ingresos aumentaron, insertándolos en el mercado de compra de bienes de consumo de masas.
El fordismo no puede ser comprendido si no es de la mano de las políticas de índole keynesianas que se llevaron a cabo de forma paralela. La organización laboral y salarial propuesta por esta empresa –que rápidamente se hizo popular y fue copiada- se conjugó con determinadas políticas sociales y mejoró la calidad de vida de gran parte de las poblaciones del bloque occidental. Keynes advirtió ciertas falencias dentro del capitalismo, en tanto la mano invisible del mercado resulta insuficiente para contener el deterioro de la situación laboral y la desigualdad social. Luego de la crisis del ’29 y las guerras, se llevaron a cabo una serie de políticas estatales intervencionistas caracterizadas por una colaboración social redistributiva, a fin de neutralizar los efectos de la política mercantilista. El “estado de bienestar” construyó sociedades integradas al promover la consolidación de derechos civiles y el reconocimiento de derechos socio-laborales.
Hacia fines de los años 60’, producto de una serie de crisis económicas, surgió una nueva etapa en cuanto a la inserción ocupacional, caracterizada por la especialización flexible. El mercado ocupacional hoy depende de 2 factores que se conjugan y determinan el rumbo que toma el mercado mundial: la productividad, en este nuevo esquema, se articula con la competitividad. En lugar de adaptarse a la dinámica propia del consumo de masas, hoy la modalidad ocupacional se rige por la segmentación del mercado, readecuando su oferta hacia rubros cada vez más particulares. La producción en serie, basada en la organización vertical fabril, es proclive a ser sustituida por una producción flexible, supuestamente más racional y eficaz, orientada inevitablemente al área de los servicios. Como consecuencia, la sociedad post-industrial padece esta merma en la creación de empleos.
2) Los años dorados, por Eric Hobsbawm.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, el modelo capitalista industrial característico de los Estados Unidos fue copiado por la totalidad de los países del mundo occidental. Esta forma de producción permitió el consumo masivo de productos que antes eran restringidos a minorías. Al ciudadano medio de estos países le era posible vivir como en tiempos de sus padres sólo podían vivir los ricos. El motor de esta expansión económica sin precedentes fue la revolución tecnológica, que tuvo 3 características distintivas para el autor:
ü Transformó completamente la vida cotidiana en los países ricos, y en menor medida también en los países subdesarrollados, acercando la tecnología a la gente, directa (radio) e indirectamente (la llamada revolución verde aumentó la productividad del campo).
ü Conforme aumentó en complejidad la tecnología, se hizo más difícil y costoso el proceso de creación. En consecuencia, se pudo observar una creciente inversión en este ámbito por parte de los gobiernos y las grandes empresas.
ü En este proceso se utilizó de forma intensiva el capital y la mano de obra dejó de ser necesaria. En el esquema capitalista, la gente sólo es necesaria como consumidora final de los productos.
En la práctica, dice Hobsbawm, la edad de oro fue la época del libre comercio, libertad de movimiento de capitales y estabilidad cambiaria.
La guerra fría incitó a los Estados Unidos, principal potencia mundial, a adoptar una perspectiva a largo plazo y ayudar económicamente a los que en el futuro serían sus competidores en el mercado mundial, para frenar los avances del comunismo oriental.
A partir de los años ’60 comenzó a aparecer una economía cada vez más transnacional, es decir, un sistema de actividades económicas para las cuales los estados y los límites territoriales no son un recurso sino que, por el contrario, son una traba. En este período aparecieron muchas empresas transnacionales, que no tenían una sede fija en un país, y el surgimiento de actividades off-shore, es decir, en territorios fiscalmente generosos que permitían la evasión de impuestos. La tendencia de las transacciones comerciales y las empresas de emanciparse de sus países de origen (generalmente potencias) se pronunció más aún cuando la producción industrial comenzó a trasladarse a los países periféricos. Este traslado tiene sus bases en la gran cantidad de derechos ganados por los trabajadores en los países desarrollados y la regulación de esos estados, ya que en los países periféricos la mano de obra era más barata y las ventajas competitivas, superiores. Esto no hubiera sido posible de no ser por la revolución en el ámbito del transporte y las comunicaciones.
3) Capitalismo, globalización y desigualdad social, por Olmedo Beluche.
El texto de referencia desarrolla algunas de las ideas del economista francés Thomas Picketty. Este autor, aunque se describe a sí mismo como un defensor del sistema capitalista, demuestra la creciente desigualdad social. Estudió la distribución de los ingresos en los países desarrollados y llegó a la conclusión de que el ingreso de las elites volvió a crecer y de forma agigantada, representando un gran porcentaje de los ingresos totales de la sociedad. En palabras de Picketty, “el sistema capitalista tiene una tendencia a la concentración de la riqueza más allá de todo límite razonable y más allá de cualquier justificación razonable”.
Picketty describe al capital como el volumen de bienes materiales o riqueza acumulada, en contraposición a la perspectiva de Marx, quien lo entiende como una relación social de explotación productiva de una clase (burguesa, capitalista) sobre otra (obrera, proletaria).
Immanuel Wallerstein se pregunta si hoy hay algo diferente en materia económica y productiva de lo que sucedía hace 50 años, y se responde que no: no sucede nada diferente a lo que actualmente denominamos globalización, entendida como la continuidad del capitalismo como fenómeno económico y social, pero ahora revestido por una ideología neoliberal que la justifica. También 3 tesis fundamentales de los apologistas de la globalización, a saber:
ü Los Estados nacionales tienden a desaparecer: sostiene que los capitalistas los utilizan y son tan necesarios como lo eran antes.
ü Hay un salto tecnológico que caracteriza a esta época: sostiene que lo trascendental no es el salto, sino el monopolio de la tecnología para su aplicación y uso.
ü Una de las características de la globalización es la muerte del obrero, como sujeto histórico capaz de transformar la situación por su inconformismo: sostiene que la clase obrera es el mundo, y que cada vez están más integrados los sectores populares y vulnerables.
Theotonio Dos Santos define a la globalización como una determinada combinación de procesos económicos, políticos, sociales ideológicos y culturales que puede ser considerada como una nueva etapa de acelerada extensión e intensificación de las relaciones sociales capitalistas, determinada por el único principio que puede considerarse articulador y convertir en inteligible este tipo de totalidades complejas y antagónicas, la lucha de clases.
El español A. Van den Eynde, quien a juzgar por el autor desarrolla el análisis desde la perspectiva marxista, asegura que la palabra globalización remite a la completa e imparable liberalización de los mercados en todo el mundo. Distingue 7 características distintivas del proceso:
ü Avance del comercio frente a la producción, que responde a una internacionalización de la producción, donde se segmentan las etapas del proceso en distintos países.
ü Se exportan más capitales que mercancías.
ü Progresión geométrica de las operaciones financieras: el capitalismo se vuelve cada vez más especulativo y menos productivo.
ü Reorientación de la producción hacia el mercado mundial: el estancamiento crónico de los mercados nacionales motiva a las empresas a intentar ganar mercados más amplios a nivel mundial.
ü Unificación de grandes mercados nacionales.
ü Liberalización de los mercados: apertura de fronteras comerciales.
ü Desarrollo de las comunicaciones.
En esta nueva etapa, las empresas transnacionales reemplazan a los Estados Nacionales como actor principal de la economía. En el período entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la crisis del ’73, se dio un modelo con fuerte participación estatal, caracterizado por el endeudamiento estatal, la solidez del dólar como moneda mundial y la implementación de un estado benefactor.
La respuesta del sistema capitalista a la crisis fue con medidas neoliberales, a saber:
ü Ofensiva contra los países dependientes, haciendo sus economías más vulnerables.
ü Desregulación laboral.
ü Cortar los beneficios sociales que los trabajadores habían alcanzado.
ü Privatización de empresas públicas.
ü Recolonización de los países comunistas/socialistas.
ü Globalización de la democracia burguesa.
Ya explicadas las características del proceso, Van den Eynde asegura que en la globalización comienzan a desplegarse todas las contradicciones del capitalismo, y de esta manera surgen las condiciones para que se produzca un nuevo auge socialista.
4) ¿En qué sociedad viviremos? Tipos societales y desarrollo en el cambio de siglo, por Manuel Antonio Garretón.
Una manera de abordar la historia de la humanidad es intentar comprender cómo se organizaron las sociedades. Para el autor, la sociedad en la que vivimos actualmente es más una sociedad de ruptura que un tipo cristalizado y puro de sociedad.
Una de los tipos de sociedad que se entremezcla en la actualidad es la Industrial de Estado Nacional. Este tipo societal tiene una forma de organización determinada, basada en la producción, el trabajo y la política. Descansa en ciertas instituciones como la familia y la escuela, donde se inculcan valores, se reproduce una herencia cultural y se prepara a los habitantes para desempeñarse como ciudadanos y trabajadores. Entendiendo que esta sociedad presenta una correspondencia entre cultura, economía y organización social, no se puede dejar de lado el hecho de que se da en un territorio limitado, y por ende presenta también una actividad política. El principio de cambio o avance de esta sociedad es el concepto de desarrollo, entendido como un crecimiento de la producción.
El otro de los tipos de sociedad es la post-industrial globalizada. En lugar de girar en torno a la producción y el trabajo, lo hace en torno a la comunicación y al consumo. Uno de los fenómenos de este proceso es la globalización, que tiene una dimensión económica (auge de la actividad financiera), cultural (avance de las comunicaciones) y política (debilitamiento de los estados nacionales). El otro fenómeno, dice el autor, es la afirmación de identidades: antes eran formadas según el trabajo o la posición política, mientras que ahora se expresan a partir de la edad, el sexo o la religión. Se podría afirmar que estamos en presencia de sincretismos particularlizantes y globalizados, adscriptivos y adquisitivos. No estamos en una situación de correlación entre economía, política, cultura y sociedad. El principio de cambio, avance o transformación puede relacionarse tentativamente con la calidad de vida o la felicidad.
La sociedad post-industrial globalizada no se corresponde con las instituciones propias del tipo anterior, y en esta etapa dual, ya muchos de los principios o normas morales se corresponden tampoco con las normas ni las instituciones vigentes.
No sólo estamos frente a una transformación del tipo societal, sostiene el autor, sino que también lo estamos frente al modelo de desarrollo, de modernización o del tipo de cambio social. El modelo del desarrollo del siglo pasado, a pesar de sus distintas variantes históricas-temporales, fue basado en el eje de la industrialización a través de los Estados Nacionales, movilizadores de recursos y de actores sociales endógenos disputando los beneficios de este desarrollo. Hoy, aparecen las fuerzas transnacionales del mercado penetrando los Estados convirtiéndose en uno de los ejes centrales del desarrollo. Frente a esto, aparece la el desafío de la reconstrucción de la capacidad de las sociedades y los Estados para controlar y regular dichas fuerzas. Este nuevo modelo de desarrollo es desintegrador, ya que expulsa, margina, y elimina los espacios de constitución de actores sociales.
5) Los hilos sociales del poder, por Eduardo Jozami y otros.
Uno de los objetivos de las políticas neoliberales es heterogeneizar a los sectores populares, para así neutralizar su poder de manifestación. El otro, homogeneizar a las clases dominantes.
Distinguen el poder social del poder económico y el poder político, ya que el fenómeno del poder recorre todos los niveles de la vida social.
ü El poder social de un grupo se determina según su homogeneidad, que se da a su vez por las condiciones de vida, la proyección social de su prestigio como grupo valorizado, su nivel de autoconciencia diferenciada y su cohesión ideológica.
ü El poder económico de un grupo se determina por su participación relativa del producto social, el desarrollo tecnológico de su área, y el punto que ocupan en el encadenamiento productivo económico.
ü El poder político se determina por su grado de cohesión política, expresado en prácticas recurrentes, su organización, la tradición de lucha y el control de algunas instituciones políticas.
La política desindustrializadora que se llevó a cabo en la última dictadura militar y continuó en durante la década neoliberal, le restó poder económico y social a los obreros, núcleo militante del peronismo. También, a través de un proceso de estratificación salarial, dividieron (heterogeneizaron) a la clase trabajadora, alterando así una tradición histórica de uniformidades salariales que, de algún modo, generaban unidad. Al hacerse fuerte otros rubros de la economía (el bancario, por ejemplo) se vio un desplazamiento de las condiciones de poder de los sectores populares y su capacidad de negociación ante las patronales.
Hacia 1978, la mayoría del personal ocupado eran empleados terciarios. Este creciente peso en la estructura ocupacional habla también de su poder social y económico en aumento. Es común señalar la limitada tradición de lucha y escasa cohesión que deriva de pertenecer a un mosaico heterogéneo de actividades laborales diferenciadas. Históricamente, fue un grupo con poco poder político. Durante los años de la dictadura, se modificó la correlación de fuerzas sindicales a favor de los empleados y en detrimento de los obreros.
El aspecto de heterogeneización de las clases subordinadas más evidente es el del crecimiento del trabajo independiente, que históricamente en Argentina fue uno de los más bajos de América Latina. Con un poder económicamente limitado, no ligado a fuerzas sindicales, el trabajador independiente se sitúa en una posición social diferente a la de los trabajadores asalariados, evidenciando el proceso de individualización y contribuyendo a fragmentar a las clases subalternas.
El intento de homogeneizar a las clases privilegiadas dio resultados, porque la centralización acelerada concentró el poder económico en la cúspide y borró el poder social de numerosos sectores empresarios pequeños y medianos que eran tradicional base de apoyo de los proyectos populares.
Hoy, la gran masa de los empleados terciarios de la Argentina se ha ido convirtiendo en una nueva fracción del proletariado, sometido a condiciones severas de explotación, con bajos salarios, incidencia en la desocupación y desarrollando fuertemente su poder sindical. La diferencia es que como estos grupos trabajan en la reproducción de las relaciones sociales, su movilización afecta a los mecanismos políticos de la reproducción.
6) El neoliberalismo menemista y la profundización de la crisis estatal, por Ricardo Sidicaro.
Con la asunción de Menem en 1989 se agotó el habitual estilo de relación entre el Estado y la sociedad, bajo las premisas del neoliberalismo y la aprobación de las principales corporaciones empresarias. Desde su fundación, el peronismo se presentó como una fuerza preocupada por lograr una mayor equidad social y una distribución de las riquezas. Hasta el momento de referencia, todos los debates sobre la sociedad se generaban en torno al supuesto de una división entre el pueblo (los trabajadores) y la oligarquía (las minorías económicas vinculadas a los intereses de las potencias extranjeras). El gobierno de Menem llevó adelante una gran ruptura con la tradición peronista, desarticulando las instituciones y anulando el intervencionismo estatal.
El riojano asumió como propio el programa neoliberal, caracterizado por la apertura de la economía, la desregulación y las privatizaciones de empresas públicas. Quedaron a la vista, igualmente, las falencias de un sistema burocrático que entró en contradicción y una corrupción creciente.
Preguntas y Respuestas entre Usuarios: