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Resumen para el Segundo Parcial |
Sociología (Cátedra: Bustos - 2019) | CBC | UBA
--RALPH MILIBAND: “Análisis de clases”--
Miliband va a utilizar una versión algo modificada del “modelo” marxista de
análisis de clases, una versión arraigada a la realidad histórica y
contemporánea. En el “Manifiesto Comunista” Marx y Engels declaran que la
“historia de toda sociedad existente hasta el momento es la historia de la lucha
de clases”; desde este punto de vista, el análisis de clases es en realidad el
análisis de la lucha de clases, el cual se ocupa fundamentalmente de las bases y
mecanismos de esa lucha. En la concepción marxista clásica, los protagonistas de
la lucha de clases son los propietarios de los medios de producción y los
productores; los cuales poseen una relación de ‘explotación’ que sirve para
detonar la apropiación del plus valor por parte de los propietarios de los
medios de producción. Pero claramente la explotación y el plus valor no son
exclusivos del capitalismo; ya que todas las sociedades necesitan apropiarse de
una parte del producto de los productores para fines tales como inversiones,
mantenimiento, producción, distribución, etc. El énfasis marxista en la
extracción del plus-trabajo está justificado pero el problema es que se deja
fuera del análisis uno de los elementos del proceso de explotación, el estudio
del proceso de dominación y subordinación de clases. La explotación ha sido
siempre el objetivo principal de la dominación; pero la explotación no ha sido
el único fin de la dominación. La explotación tiene una importancia crucial,
pero es la dominación lo que hace posible la explotación.
La clase dominante de la sociedad de clases no se define ya únicamente en
función de la propiedad de los medios de producción, es decir, una clase
dominante en cualquier sociedad de clase se constituye en virtud de su control
efectivo sobre las tres fuentes principales de dominación: Los medios de
producción; Los medios de administración del Estado y los medios de coerción;
Los principales medios de comunicación y consenso. Cada una de las tres fuentes
de control constituye una parte de una estructura de dominación. La propiedad
sigue conservando una importancia fundamental en la vida de la sociedad
capitalista, pero no es un requisito esencial para el control de los principales
medios de poder en la sociedad capitalista. El control efectivo dirigido a la
explotación es perfectamente posible sin propiedad personal, por ejemplo los
ejecutivos o gerentes (revolución gerencial) de las grandes corporaciones que
pueden actuar perfectamente como extractores de plus-trabajo incluso cuando solo
poseen una parte muy pequeña o ninguna parte de las empresas que controlan.
También tenemos como ejemplo la recaudación de impuestos, que no requiere la
propiedad sino el control efectivo de los medios administrativos y coerción.
Los objetivos del análisis de clase son bastante obvios. En primer lugar, el
análisis de clases supone la elaboración de un “mapa social” tan minucioso y
exacto como sea posible, en el que se incluyan las múltiples complejidades
propias de la naturaleza de las clases. En segundo lugar, el análisis de clases
debe demostrar cuales son las estructuras y mecanismos de dominación y
explotación en estas sociedades y los modos en que se extrae, apropia y
distribuye el plus-trabajo; y en tercer lugar debe ocuparse del conflicto entre
clases sobre todo del conflicto entre el capital y el estado, por un lado, y la
clase obrera, por el otro.
Estructura de clases de las sociedades capitalistas se divide en: la “Elite de
poder” que esta constituida por dos elementos distintos, por un lado, el control
privado; existen individuos que controlan los pocos cientos de empresas
industriales, financieras y comerciales mas grandes del sector privado de la
economía. Y por otra parte, el control público; están quienes controlan las
posiciones claves de los sistemas estatales (presidente, jefes de gobierno y sus
colaboradores, etc.) también incluye a los individuos que controlan las empresas
estatales o públicas y los medios de comunicación del sector público. Esta elite
de poder constituye el estrato más elevado de la clase dominante en estas
sociedades. La otra parte de esta clase consta de dos elementos distintos, por
un lado los individuos que poseen y controlan un gran número de empresas de
mediano tamaño; y por el otro lado, una gran clase de profesional de hombres y
mujeres. Pero estos últimos conforman la burguesía o lo se que denominaría
“clase media” o “clase media alta” en las sociedades capitalistas actuales. Los
miembros de esta clase forman parte de la clase dominante porque ejercen un gran
poder (no tanto como las elites) e influencia económica, social, política y
cultural. La clase dominante no es homogénea, existen importantes diferencias y
conflictos, pero a pesar de esto siguen siendo lo suficientemente compactas para
garantizar que sus objetivos comunes sean defendidos y progresen efectivamente;
especialmente sobre aquellas amenazas a la estructura de poder, privilegio y
propiedad de la que ellos son los principales beneficiarios. La clase dominante
constituye a una de las dos clases principales que el análisis de clases ha de
explicar.
La clase subordinada, engloba la gran mayoría de su población compuesta sobre
todo por los trabajadores y por quienes dependen de ellos; la clase obrera, una
clase extremadamente diversa, dividida según su ocupación, cualificación, sexo,
raza, etnicidad, religión, ideología, etc. La clase obrera está constituida por
trabajadores industriales y del sector terciario y quienes de ellos dependen,
tengan o no conciencia de su status “proletario”, constituyen una enorme mayoría
de la población.
La clase dominante y la clase trabajadora representan la cúspide y la base la
pirámide característica de la estructura social de las sociedades capitalistas
avanzadas. Entre ellas se encuentra también una pequeña burguesía importante,
compuesta por dos subclases: en primer lugar, un grupo de pequeños hombres de
negocios, tenderos, comerciantes, etc.; y en segundo lugar una amplia clase en
continuo crecimiento de hombres y mujeres semiprofesionales destinados a tareas
de supervisión. Aunque en la pirámide social no ocupan el mismo nivel que la
clase trabajadora, esta gente también forma parte de la población subordinada de
las sociedades capitalistas avanzadas, quiere decir que la cantidad de poder y
responsabilidad individual que tienen es muy limitada.
También existe una “subclase” desprendida de la clase obrera, de la cual forman
parte los parados mas o menos permanentes, los miembros de la clase trabajadora
que son viejos, enfermos crónicos o disminuidos, y aquellos que por otras
razones no pueden abrirse paso en el “mercado de trabajo”. Los puntos de la
pirámide no son inamovibles ni las líneas divisoras son rígidas, existen
movimientos ascendentes y descendentes; pero esta movilidad social no cambia el
hecho de la enorme diferencia en cuanto a riqueza, poder, ingresos, calidad de
vida, etc. que constituye la estructura de esta pirámide.
La lucha de que se ocupa el análisis de clases es: por una parte, la clase
dominante busca defender, mantener y fortalecer el orden social existente, en
nombre del interés nacional, de la libertad, de la democracia, etc. Esta clase
dominante es lo que se puede llamar “clase conservadora”; y por otra parte, la
clase subordinada, que ejerce una permanente presión desde abajo que siempre
toma una de estas dos formas: lo hace para mejorar sus condiciones de vida
(mejoras y reformas) o presiona para producir el final de toda subordinación
(revolución).
La presión desde arriba del análisis de clases se ocupa del modo en que se libra
la lucha por la “hegemonía” de las poblaciones subordinadas. Toman parte de este
proceso los periódicos y otras publicaciones, la radio, la TV, el cine y el
teatro, las iglesias, partidos, asociaciones, el estado, etc. Y todo sistema
social contribuye a fortalecer el orden social y a contener o derrotar las
fuerzas “antihegemónicas”. Las áreas de investigación evidentes del análisis de
clases es el modo en que las clases dominantes tratan de usar el sistema
político para sus propios fines, donde la más importante es el Estado.
En relación con la presión desde abajo, hay que volver en primer lugar a la
distinción entre la lucha por la modificación de las condiciones, y la lucha por
la abolición de toda subordinación. Marx creía que la clase trabajadora tenía
que verse inevitablemente impulsada a adoptar la segunda de estas alternativas,
pero en los últimos cien años, esta presión ha tenido un marcado carácter
“reformista”. Las organizaciones del movimiento obrero, los sindicatos y los
partidos políticos han sido explicita e intensamente reformistas.
La presión desde abajo, la intensa y amenazante lucha de clases ha servido para
atenuar (disminuir) la crudeza de la dominación y explotación para muchos
sectores de la población subordinada, en especial para el trabajo organizado,
también ha beneficiado a la población subordinada en su conjunto gracias a la
extensión de los servicios colectivos y del bienestar público de los derechos
civiles y políticos. Pero las presiones ejercidas desde abajo en contra de las
elites de poder no han sido tan fuertes, estas han quedado relativamente a salvo
del movimiento obrero.
Miliband dice que la democracia capitalista ha demostrado ser un sistema muy
flexible, con una gran capacidad de resistencia y asimilación, y desempeñó un
papel fundamental en el contenimiento y debilitamiento de la presión ejercida
desde abajo. La existencia de la democracia capitalista ha logrado que la
mayoría de quienes intentaban ejercer esa presión desde abajo no creyeran que
tenían que buscar fuera del sistema constitucional y político existente para
lograr sus propósitos. Al mismo tiempo, la democracia capitalista demostró su
peso en la influencia que tiene en los líderes obreros “reformistas”, ya que
estos impulsaban compromiso, organizaban movilizaciones y por otra parte, se
convertían en factores desmovilizadores encargados de reducir la presión desde
abajo y combatir la influencia de sus militantes y miembros radicales.
Miliband también menciona que los países capitalistas avanzados, liderados por
EUA, han librado una batalla global por medios económicos, políticos,
ideológicos y militares contra todos los movimientos que persiguen el cambio
revolucionario o la reforma radical; las relaciones internacionales desde 1917 y
en particular desde 1945 han estado configuradas por la lucha de clases a escala
mundial.
--GABRIEL KESSLER: “Exclusión social y desigualdad”--
La globalización y la política neoliberal produjeron una profunda
desarticulación en las sociedades latinoamericanas; las cuestiones sociales
tratadas en Europa incentivaron debates locales en Latinoamérica donde surgieron
conceptos olvidados como la exclusión social y la desigualdad pero, como bien
hay que destacar, América latina no es la región más pobre pero si la más
desigual. Quienes se interesaron por el concepto de “exclusión social” confiaban
en superar las limitaciones de la idea de pobreza, pero cuando se elaboraban
indicadores de exclusión y se aplicaban a una determinada población, a menudo el
grupo resultante era el de los pobres. Se podría decir que hablar de exclusión
es otra forma de nombrar a los pobres; pero eso es un error, ya que se puede
estar en situación de pobreza y no ser excluido y viceversa. Entonces hablamos
de una complejidad mayor, en el que distintos sectores están excluidos de
algunas esferas pero permanecen incluidos en otras; es por eso que es preciso
detectar cuáles son las esferas cuya exclusión implica la exclusión de las
otras.
A raíz de esto podemos hablar de las dos nociones sobre exclusión social que han
tenido una gran difusión: la definición de Silver de “tipo unitaria”, originada
en Francia; la cual se basa en determinar si las personas están incluidas o
excluidas sin importar a qué grupo pertenezcan y a cuales no; esta se define
como la exclusión de la ciudadanía y es por esto que Kessler la llama “paradoja”
ya que homogeniza la exclusión pero sin embargo, esta produjo políticas públicas
para contrarrestar la exclusión y desigualdad; a diferencia de la segunda noción
sobre exclusión social que nos ayuda a pensar en las esferas de exclusión, donde
existen situaciones intermedias entre integración plena y exclusión total, la
cual la denomina “un paradigma pluralista” desarrollado por la Organización
Internacional de Trabajo (OIT), la cual establece tres esferas de exclusión:
“del trabajo”, “en el trabajo” y “de ciertos bienes y servicios”.
Por su parte, en América Latina, la “desigualdad” ha concentrado el mayor
interés de académicos y actores sociales de diverso tipo, ya que esta es un
componente estructural de las sociedades latinoamericanas. La Argentina no
escapa de a esta tendencia, ya que pasó de niveles que la ubicaban dentro de los
países considerados igualitarios a una sociedad de alta desigualdad luego de la
última dictadura militar. A partir de esto Kessler propone cinco matices que van
en contra de todo lo que él ha dicho, pero forman parte de lo que ha sucedido en
los últimos años. En primer lugar, varios de los indicadores sociales han
experimentado una mejora en el mismo período de incremento de la desigualdad,
entonces observamos una cierta autonomía de los datos socioeconómicos respecto
de los indicadores sociales (niveles de indigencia y pobreza, escolarización,
desocupación, vacunación, etc.) ya que estos segundos pueden mejorar aunque los
primeros empeoren. Dentro de esta paradoja, Kessler menciona a varios países
como ejemplo; tanto a Chile, Costa Rica o Argentina que en esta podemos ver que
puede mostrar avances en uno u otro indicador y a la vez, puede exhibir en ese
mismo indicador una importante desigualdad entre sectores sociales y regiones
así como un peor desempeño que otros países vecinos en el mismo período.
La segunda tendencia se refiere a la movilidad social, como bien menciona
Kessler, en Argentina durante los años sesenta existía una situación casi única
donde la mitad de los hijos de obreros habían ascendido a ocupaciones de clase
media en sólo una generación; pero los trabajos posteriores sugieren que la
movilidad ocupacional de esa época ya no existen, pero tampoco corresponde a una
sociedad inmóvil o en la que solo existe la movilidad descendente, sino que
existen movimientos en todas las direcciones, entre ellas la de una movilidad
ascendente pero de tramo corto.
El tercer contraste, con el aumento de la desigualdad social, es el incremento
en la educación, en particular entre los más pobres. Es evidente que los
sectores populares están excluidos de la educación superior, pero la fundación
de universidades nacionales gratuitas y de muy buen nivel en el Gran Buenos
Aires; dirigidas a una población antes excluida de este ciclo, marcaron un
cambio importante.
En cuarto lugar, se han producido cambios importantes en el consumo, ya que se
muestra una paulatina disminución de las diferencias entre los estratos en la
posesión de ciertos bienes como el televisor a color, heladera y lavarropas;
pero el consumo popular se vio favorecido gracias al acceso al crédito, junto a
la disminución de los precios de ciertos bienes que estaban fuera de sus
consumos, tales como el aire acondicionado, heladeras con frizzer, computadoras,
celulares, etc.
Por último, la quinta tendencia se refiere al gran cambio que hubo en relación
con la diversidad y la discriminación. Como la promulgación de las leyes sobre
la inclusión femenina en la política, contra la violencia doméstica y más
recientemente de matrimonio igualitario para personas del mismo sexo; la
creación de un instituto nacional contra la discriminación, la reciente ley de
migraciones y el reconocimiento de la educación multicultural. Pero a pesar de
todos estos avances, en América Latina se registra un incremento del delito y de
la preocupación por el tema; generando lo que llamamos “presunción generalizada
de peligrosidad”, la cual trata de reconocer a las eventuales amenazas por
rasgos, gestos o silencios y apelando a dispositivos para detectar los peligros
y mantenerlos a distancia. Esto genera una disminución de la confianza que
afecta todos los planos de la vida social; lo cual llega a generar una evidente
discriminación de aquellos que son evitados por parte de los que creen
protegerse.
Kessler termina diciendo que lo que define a esta sociedad es sin lugar a dudas,
todo esto: la desigualdad y la exclusión pero también las formas de consumo de
sectores populares, la potencia cultural de sus ciudades y las formas de
marginalidad existentes, las resistencias a los procesos de exclusión y de sus
reformulaciones políticas creativas.
--FERNANDEZ Y SHEINIG: “Los usos de la inseguridad reorganización neoliberal y
mafias policiales”--
Los excesivos discursos sobre la crisis de la seguridad han desplazado a las
problemáticas sociales más importantes y desesperantes como el trabajo, la
salud, la educación, la pobreza, etc.; por las polémicas sobre la inseguridad,
poniendo de esta forma los derechos de propiedad privada sobre el derecho a la
vida y a la dignidad de las mayorías. A partir de una sociedad organizada por la
desigualdad y con una economía capitalista en su versión neoliberal, el pretexto
de la inseguridad propuso criminalizar la pobreza; al mismo tiempo que trajo
efectos en el mercado interno impulsando la desocupación estructural, el masivo
trabajo en negro y los sectores excluidos, para su subsistencia, son desplazados
hacia las redes delictivas, es decir, “ilegalismos”.
De esta forma, las voces de la inseguridad exigen presencia policial, pero es la
policía la que administra y organiza a estos cotidianos “ilegalismos” tales
como: la prostitución, robos, coimas para habilitaciones informales, zonas
liberadas, entre otros; entonces el aparato policial comete el delito pero la
fabricación de pruebas o cajoneo de causas son herramientas que colaboran con su
impunidad.
La policía utiliza una geopolítica, la cual se amplifica a través de los medios
masivos aumentando la paranoia y la sensación de inseguridad, esta geopolítica
se usa para marcar zonas y territorios enemigos como a los habitantes de las
villas o de zonas cada vez más empobrecidas y se los señala como los
responsables del aumento de la inseguridad y se los somete a avasallamientos y
violaciones de derechos básicos. De esta forma los sectores marginados se ven
obligados a recurrir a informalidades para lograr la supervivencia. El crimen es
perfecto para los policías, ya que la inseguridad tiene como responsables a
quienes tienen problemas de desocupación o viven en una villa del conurbano,
dándole impunidad al aparato policial para su accionar delictivo y recaudación
ilegal. Por un lado el miedo transforma a las personas en sujetos dóciles que
exigen la necesidad de protección; generando que la dominación y el control se
hagan aceptables.
La policía es un dispositivo inseparable de la sociedad capitalista ya que la
expropiación de riquezas exige la perpetua vigilancia sobre los expropiados; sin
embargo, la policía se encuentra legitimada por la sociedad como si fuera una
institución pública ‘al servicio de toda la comunidad’, por eso la mirada del
ciudadano acepta la presencia persistente del agente policial, a pesar de su
participación durante la última dictadura militar. La producción de discursos
sobre la inseguridad es el esfuerzo actual por preservar la legitimación y
confianza social sobre la institución policial.
Con los constantes discursos sobre inseguridad, se obturan los diversos sentidos
posibles que tiene dicha palabra como: inseguridad económica, inseguridad
habitacional, inseguridad sanitaria, etc. que son todos casos de violaciones a
derechos humanos básicos, sin embargo, la inseguridad se vincula con los delitos
cometidos por los sectores marginados o pobres y no por las inseguridades que
genera el mismo sistema capitalista en los trabajadores o desocupados.
La televisión, radio, periódicos e Internet se han transformado en
amplificadores de la nueva sensación de amenaza. La problemática policial era un
tema prioritario y casi exclusivo de medios de comunicación sensacionalistas
amarillistas, pero a partir de la invención de la inseguridad, los medios
masivos de comunicación adoptaron el tema policial como propio transformando sus
portadas en grandes panfletos para el sentido común. Este fenómeno se enmarca en
la construcción de agendas de los medios de comunicación de masas que priorizan
este tema por sobre otros, y en la construcción de agenda política que resulta
más evidente en los períodos de campañas electorales. A su vez, las personas
pretenden obtener de los medios el acercamiento a la realidad distante, pero
esta realidad es cada vez más violenta.
Las noticias en la gráfica y en la televisión avisan a los individuos que no
pueden moverse con tranquilidad ni en el espacio público ni en el privado.
La inseguridad se manifiesta en gestos de desconfianza frente a los otros
propiciando la criminalización de la pobreza a partir de la posición de los
sectores marginados del modelo económico actual. Entonces, la economía oficial
define que existe un ‘otro’, una informalidad o mercado informal del sistema
capitalista, generando miedo y desconfianza a esos sectores, legitimando de esta
manera la presencia policial.
Los usos de la inseguridad (3) sirven como herramienta de control social en la
actualidad y son nuevas formas de acumulación capitalista:
La actualización de la función policial:
Esta se basa en como la estrecha relación entre las Fuerzas Armadas y la
policía, y sus acciones durante la dictadura militar, tuvieron un gran rechazo y
repudio de casi toda la sociedad. De esta forma, era necesario para el Estado,
volver a la policía como la única fuerza coercitiva disponible. Pero a medida
que aumentaba la desigualdad entre las poblaciones, la policía debía fortalecer
su estructura y capacidad, para proteger a los que se beneficiaban con las
medidas macroeconómicas, enfrentando a los sectores marginales con los
denominados “gatillo fácil” y la criminalización de los movimientos sociales, y
por eso, durante la década del 90, sucedieron una serie de episodios de típica
violencia policial que llevaron a reconocer a la policía de la Provincia de
Buenos Aires como “la maldita policía”. Actualmente esa expresión se intenta
tapar por las expresiones ampliamente difundidas sobre “la ola de violencia e
inseguridad”.
Los usos de la inseguridad buscan obstaculizar la protesta social contra la
policía y las diversas marchas y escarches que se realizan a las comisarías. En
simples palabras, la inseguridad termina rescatando al aparato policial del
creciente desprestigio que surgió a propósito de su accionar durante el
neoliberalismo radicalizado en la década del 90 y su composición mafiosa
empresarial.
Es muy común pensar por qué siguen fracasando las medidas para reducir el
delito, pero la verdad es que estas reformas como posibles soluciones a la
corrupción terminan siendo un cambio o reforma para que nada cambie, y así
permitir que los Jefes de la Bonaerense y los ministros de Seguridad re renueven
y las mafias continúen. La policía elimina la evidencia de sus delitos y
persigue a falsos delincuentes, la producción de inseguridad es el negocio
policial perfecto. Los sectores que han sido desplazados del trabajo y de la
economía formal son encasillados en estereotipos de peligrosidad para que
facilite la intervención de la policía en el control y la persecución de estas
poblaciones sumergidas en la marginalidad.
El estado interviene para garantizar la seguridad pública a través de sus
aparatos y fuerzas de intervención; existen dos tipos de intervención, la
prevención (para que no haya delitos) y represión (para castigar una vez
cometido el delito). Esta intervención está legitimada y legalizada en el
sistema penal, con el objetivo de una sociedad normal, evitando lo que está por
fuera de la norma, lo que no está normalizado y criminalizarlo y en este proceso
interviene la policía efectuando lo que se define como “criminalización
secundaria”.
El poder político selecciona y decide cuales son los comportamientos y conductas
criminalizables; y el parlamento determina la criminalidad (conductas no
deseadas) y la policía selecciona los crímenes y los criminales; a esta
definición se la conoce como “criminalización primaria”. Son los sectores que
gobiernan los que deciden la normalidad social y conjuran aquello que amenaza su
poder de riqueza y gobierno, sin embargo, aquellos delitos cometidos por la
clase dirigente no son perseguidos por las fuerzas policiales. Es claro que la
policía no selecciona dentro de los delitos aquellos cometidos por los sectores
de poder. Esa no es su función dentro de la sociedad capitalista; la política de
control social tiene como objetivo mantener y reproducir un orden social.
Es por esto que la selección del sujeto a criminalizar es relativa al lugar que
ocupa cada uno en el sistema productivo; las cárceles tienen como objetivo
político ser depósito de obreros y desocupados; los empresarios y políticos
tienen la posibilidad a lo sumo de pagar fianzas. Así como para Sarmiento (en el
Facundo de Sarmiento) era preocupante la ociosidad y el nomadismo de los gauchos
por no ser correspondiente con las políticas del progreso y producción
industrial; en la actualidad y a partir del modelo neoliberal, los sectores
dominantes marcan como peligrosas a las personas que no son tenidas en cuenta
para este modelo de productividad y son desplazadas hacia los márgenes, hacia la
subsistencia en la economía informal.
El objetivo preventivo es que estos sectores no ser organicen y hagan peligrar
el orden social reorganizado. El actual fracaso de la policía para reducir la
inseguridad y la delincuencia es una necesidad para que se actualice su
existencia como institución clave dentro de la lucha de clases; “fracasa”
eliminando la delincuencia ya que no se va a eliminar a sí misma, en todo caso
se autorregula; y al mismo tiempo, “fracasa” reduciendo la inseguridad porque
esta genera un mayor consumo a los servicios privados de seguridad. En
definitiva, la excusa de la inseguridad termina constituyéndose en la
continuidad del terrorismo de Estado por otros medios, ya sean democráticos,
civilizados o políticos.
Criminalización de la pobreza:
El Estado, desde su surgimiento, fue perfeccionando las relaciones sociales
establecidas en el capitalismo y concentrando las fuerzas en aparatos represivos
militares y policiales garantizando la seguridad de los dueños del capital de
aquellos que amenazan el régimen de desigualdad y explotación. Para prevenir o
reprimir el des-orden se constituye una fuerza suficientemente amenazante y
letal como para hacer que prevalezca el contrato social; entonces, se requiere
de una amenaza externa que regule la competencia en la lucha por la ganancia.
Esa amenaza exterior es el Estado, y la desconfianza en el ‘otro’ es el gesto
policial que el Estado difunde para desplegar la acción preventiva sobre los que
amenazan. El miedo y la desconfianza sobre el ‘otro’ exigen la presencia de
protección permanente; y esta es la causa primera de la legitimidad policial, la
inseguridad, que pone como sujeto de desconfianza a un ‘otro’ cercano. Si se
estudia a esos ‘otros’ se puede encontrar que en su mayoría son los excluidos
del modelo de acumulación versión neoliberal, entonces, en algún momento de la
historia, el enemigo dejó de ser externo, y la vigilancia se proyectó sobre
aquellos que el sistema definió como excluidos.
De esta forma, los sectores excluidos quedan ajenos al mercado informal por no
tener garantizado un trabajo y un ingreso constante, por lo tanto se anula su
capacidad de consumo. Al no consumir se lo transforma en excluidos de la
formalidad económica y en consecuencia se ve afectada su condición de ciudadano.
Entonces la fórmula criminalizante es “pobre=inseguridad”, y esta es reproducida
por los medios masivos de comunicación. En definitiva, esto profundiza la
desigualdad y la marginación; donde los medios masivos asimilan y reproducen los
prejuicios y estereotipos construidos por los discursos dominantes sobre el
carácter peligroso de las poblaciones pobres; de esta forma se crean patrones de
peligrosidad y amenaza a aquellos que coinciden con una estética vinculada a la
miseria, ajena a las imágenes de belleza y orden que el mercado y la publicidad
construyen.
La prevención y la represión son dos modalidades de intervención de la fuerza
policial; por un lado, la prevención es la capacidad de control para evitar el
delito, mientras que la represión es el momento posterior a que el delito se
haya cometido, es cuando se inicia la búsqueda, la persecución y enfrentamiento
con la persona señalada como delincuente. Pero la prevención está dirigida al
sospechoso, aquel que puede llegar a ser delincuente, mejor dicho, la persona
sospechosa es tratada como un delincuente. El objetivo de la prevención del
delito es prevenir algo que no ocurrió aún, de algo que no es real, de un delito
no cometido aun pero que se sospecha que puede llegar a suceder. Entonces se
utiliza una herramienta adecuada a esta virtualidad que es la Detención por
Averiguación de Identidad, este instrumento utiliza la policía para detener a
cualquier persona que le resulte sospechosa por su aspecto o conducta.
Lo que comúnmente se define como “portación de aspecto” es el uso de la policía
para adivinar las malas intenciones de una persona a partir de sus rasgos
faciales o su vestimenta. Pero la realidad es que esa actitud “sospechosa” así
como el merodeo son calificaciones reservadas por la policía a todos aquellos
que encajen con ser jóvenes varones entre 18 y 30 años desocupados o
subocupados. Esta intimidación remarca que el Estado ha seleccionado a estos
sectores para ser vigilados y perseguidos. Lo que comúnmente se denomina
“gatillo fácil” es otra herramienta del accionar policial frente a las clases
subordinadas; pero esta modalidad trae consecuencias sobre los discursos
sociales, y es ahí donde se pretende ocultar estos hechos o justificar que
fueron desvíos o excesos policiales, de esta forma los discursos de los
funcionarios públicos y de los medios masivos intentan exponer a esta brutalidad
como casos individuales o aislados.
Otra herramienta ampliamente difundida en los medios de comunicación y por
políticos, es la distinción entre las distintas zonas; así como las villas,
apelando a las “zonas de nadie” donde el ciudadano no puede transitar y a partir
de ese etiquetamiento se ha conformado los “mapas del delito” y las “zonas
peligrosas”; y claramente muestran a las zonas seguras con edificaciones
aisladas como son los barrios privados o countries. Frente a esta situación, los
usos de la inseguridad y la desconfianza incentivaron el negocio arquitectónico
e inmobiliario con la construcción de barrios privados o countries; en estos
lugares se encierran en perímetros de cercas o muros custodiados por agencias de
seguridad privada altamente equipados, dividiendo a la sociedad en los que
pueden ingresar y los que no. Los ‘otros’ que se excluyen son vigilados por los
ejércitos privados. Las villas se ubican a las afueras de estos a la espera de
la contratación laboral y el permiso de ingreso. Pero la desconfianza es un
registro permanente en el imaginario de los de adentro. Pero los únicos
custodiados no son los de los countries, también lo son la zona caliente del
conurbano bonaerense, determinado como un territorio peligroso para su afuera
como para su adentro, donde la policía y la gendarmería realizan controles en
las entradas y salidas de esas zonas señaladas como de “peligro”; entonces las
personas que viven en barrios humildes o villas miserias son sometidas a
controles de documentación y requisas cotidianas; siendo hostigados para
intentar evitar su libre circulación y desplazamiento de las zonas de pobreza a
las zonas de riqueza.
El mercado de la inseguridad:
El mercado de la inseguridad está constituido fundamentalmente por el mercado de
la seguridad pública o policial, por el mercado de los ilegalismos que esta
institución administra y por último por el mercado de la seguridad privada. Este
gran entramado de redes económicas se ha ido conformando ha medida que el
neoliberalismo fue avanzando. En el caso de la seguridad como servicio se dirige
a los sectores que demandan ofreciendo retribución por el servicio prestado
(desde una pequeña coima, soborno) así la inseguridad es un valor simbólico que
constituye el mercado informal de los ilegalismos que administra la policía.
Entonces podemos decir que los sectores altos participan del mercado privado de
las agencias de seguridad, los sectores medios intervienen en el mercado
informal a través de dichas coimas, sobornos, etc. y los sectores bajos tienen
una intervención similar a la clase media.
El mercado informal depende de los microilegalismos (comprar mercadería trucha,
venta de puestos ambulantes, etc) para estructurarse y de los delincuentes para
reproducirse y expandirse. El modelo neoliberal ha generado un crecimiento en la
brecha de desigualdad entre las clases ricas y los sectores pobres; donde
aquellos que están incluidos en el mercado informal (desocupados o marginales)
se los criminaliza ya que han dejado de ser considerados útiles para el sistema
capitalista, pero útiles para el mercado de los ilegalismos. A la seguridad
pública se le ha sumado la seguridad privada que aumenta la capacidad de
vigilancia a partir del aumento de desigualdad entre sectores; en su comienzo,
se contaba con 30 agencias privadas, en la actualidad existen más de 1000
agencias en todo el país. Sin embargo, el marcado de la seguridad privada está
atravesado por las lógicas fundantes del modelo neoliberal: la ilegalidad y la
corrupción. Ya que existen agencias de seguridad privada que funcionan sin
autorización, tienen su personal trabajando en negro y/o utilizan armas.
Tanto los countries como los Shopping se constituyeron como símbolos de confort,
el bienestar y la seguridad. Sin embargo, la inseguridad atraviesa todos los
espacios; sucesos y noticias destacan que la inseguridad no tiene fronteras ni
límites por lo que es un mecanismo de insatisfacción permanente. Entonces a los
servicios de agencia de vigilancia y seguridad privada se suman otros servicios
o productos como por ejemplo: venta de armas, autos blindados, alarmas, rejas,
puertas blindadas, cerraduras especiales, cámaras de vigilancia, etc. ampliando
de esta forma el campo de la oferta. Lo que denominamos “mercado de la
inseguridad” es la nueva instancia de producción de valor en la actual sociedad
donde el marketing y el show del miedo son instrumentos de control social.
--ZYGMUNT BAUMAN: “Modernidad, racismo y exterminio”--
Bauman comienza planteando una paradoja donde se muestra al racismo como una
idea premoderna en donde la eliminación de los judíos se presentó como sinónimo
del rechazo al orden moderno, como la defensa de lo valores, las costumbres
antiguas/ tradicionales; pero en realidad todo esto no hubiera sido posible sin
los avances de la ciencia moderna, la tecnología, los métodos científicos y de
las formas modernas del poder estatal; entonces el racismo es estrictamente un
producto moderno, una herramienta moderna empleada en luchas premodernas.
Bauman menciona el reciente estudio de Pierre-André Taguieff, el cual describe
la igualdad que hay entre racismo y la heterofobia, es decir el rechazo o
repugnancia a lo diferente; ambos aparecen en tres formas que se distinguen por
el creciente nivel de complejidad. El “racismo primario” es universal; es una
reacción natural/espontánea, que no llega a la agresividad, ante la presencia de
un desconocido extraño. Este puede pasar a otro nivel superior de complejidad y
convertirse en “racismo segundario”, el cual se produce cuando existe una teoría
lógica para el racismo, se presenta al ‘otro’ como alguien repugnante, con mala
voluntad y dañino; un caso actual muy común es la xenofobia o el etnocentrismo.
Y finalmente, el “racismo terciario” posee una característica de paranoia
extrema y se distingue por la utilización del argumento cuasi-biológico.
Ante esto, Bauman, opina que es una clasificación lógicamente imperfecta. Él
cree que son precisamente la naturaleza, la función y la forma de funcionamiento
del racismo lo que lo distingue de la heterofobia. Esta es una manifestación de
un fenómeno más amplio de angustia provocada por la sensación de no tener
control sobre la situación; y que la angustia acabe buscando cualquier objeto al
cual anclarse. En consecuencia, la heterofobia, es un fenómeno bastante
corriente en todas las épocas y más todavía en una era de modernidad en la que
son más recuentes las ocasiones para la experiencia “sin control”. A partir de
esto, Bauman, dice que el racismo es diferente a la heterofobia, y esta
diferencia no reside en la intensidad de los sentimientos ni en el tipo de
argumento que se emplea para racionalizarla. El racismo se distingue por un
conjunto de métodos que combinan las estrategias de la arquitectura, la
jardinería y de la medicina y que se ponen al servicio para construir un orden
social artificial. Esto se consigue eliminando los elementos de la realidad
actual que no se ajustan a la realidad perfecta soñada ni se pueden modificar
para que lo hagan.
En el mundo moderno, el cual se distingue por su ambición de autocontrol y
autoadministración, el racismo declara que existe cierta categoría de personas
que no se pueden incorporar al orden racional ya que se resisten al control y
son inmunes a cualquier esfuerzo para mejorar. Para utilizar una metáfora médica
se pueden entrenar y poner en forma ciertas partes del cuerpo pero no un tumor
canceroso; y a este último solo se lo puede “mejorar” destruyéndolo. La
consecuencia es que el racismo se asocia de forma inevitable con la estrategia
del extrañamiento. La expulsión y la destrucción son dos métodos de
extrañamiento intercambiables; si las condiciones lo permiten, el racismo exige
que se aleje a la categoría ofensora más allá del territorio ocupado por el
grupo ofendido, y si no se dan esas condiciones, el racismo exige que se
extermine físicamente a la categoría ofensora.
El racismo se pone en manifiesto con el proyecto de una sociedad perfecta; como
en el caso del Holocausto que la revolución nazi fue un ejercicio de ingeniería
social, donde buscaban propagar un linaje sano por medio de la eliminación de
los elementos enfermizos/defectuosos como la mala genética hereditaria; y de tal
forma se dispusieron a mejorar a la generación actual. El camino que eligieron,
dependiendo la situación, se eliminaba, desaparecía o reducía a los
‘defectuosos’; pero a consecuencia de una protesta de varias importantes
iglesias, Hitler tuvo que revocar la orden pero no abandonó el principio de
administrar activamente las tendencias demográficas, y con ayuda de las
tecnologías sobre el gas que la campaña de eutanasia había ayudado a
perfeccionar, se cambio de objetivo, ahora eran los judíos. Por medio de la
ingeniería social dividieron a la vida humana en digna e indigna; y a los
indignos había que distanciarlos, o en caso contrario exterminarlos. La
ingeniería social fue un trabajo con fundamentos científicos que buscaban un
nuevo orden, y su trabajo se basaba en la eliminación de cualquier factor
subversivo, según esto, el racismo se ajustaba a la visión del mundo y a los
métodos de la modernidad.
La ciencia no avanzaba por su propio interés, sino que se la consideraba como un
instrumento de poder que le permitía a su poseedor mejorar la realidad y
ayudarlo al perfeccionamiento de sus planes. La jardinería y la medicina
aportaban los modelos de la postura constructiva y la normalidad; estas poseían
formas funcionalmente distintas pero tenían la misma actividad: la de separar y
aislar a los elementos útiles destinados a vivir y desarrollarse; y a los
dañinos exterminarlos. A raíz de esto, podemos poner de ejemplo los discursos de
Hitler los cuales estaban cargados de imágenes de enfermedad, infección,
pestilencias, etc.; tratando a los ‘defectuosos’ los causantes de todo eso; al
mismo tiempo que los trataba como una hierba mala que había que arrancar donde,
claramente, podemos ubicar a los tantos experimentos biológicos que hicieron
sobre estas personas. Bauman termina diciendo que el asesinato de los judíos fue
un ejercicio más de la administración racional de la sociedad, y la utilización
de los principios y preceptos de la ciencia aplicada.
--UMBERTO ECO: “Apocalípticos e integrados: la cultura italiana y las
comunicaciones de masas”--
Eco comienza hablando del invento de la escritura, más que nada para dar a
entender que toda modificación en los instrumentos culturales, en la historia de
la humanidad, se presenta como una profunda puesta en crisis del “modelo
cultural” precedente ya sea por las causas que han provocado la aparición de
aquellos instrumentos o por el uso de los mismos; lo mismo pasa con el invento
de la imprenta o los nuevos instrumentos audiovisuales. Con el surgimiento de la
era industrial y el acceso al control de la vida social de las clases
subalternas, se ha establecido en la historia contemporánea una civilización de
“mass media”, a la cual se le discutirán los sistemas de valores. Las actas de
acusación contra la cultura de masas tienen su función dialéctica en una
discusión sobre el fenómeno; y ciertamente no carece de motivos buscar en la
base de todo acto de intolerancia hacia la cultura de masas una raíz
aristocrática, lo cuales poseen un desprecio que se dirige no solo a la cultura
de masas, sino a toda la masa, pero este desprecio se debe a la nostalgia por
una época en que los valores culturales eran un privilegio de clase y no eran
puestos a disposición de todos indiscriminadamente. Pero no todos los críticos
de la cultura de masas pertenecen a ese grupo, muchos poseen una crítica
progresista donde demuestran la desconfianza hacia la cultura de masas por la
forma de poder intelectual capaz de conducir a los ciudadanos a un estado de
sujeción gregaria, terreno fértil para cualquier aventura autoritaria.
Las (9) críticas a la cultura de masas (apocalípticos) poseen como acusaciones
principales: que difundir por todo el globo una “cultura” de tipo “homogéneo”
destruye las características culturales propias de cada grupo étnico, de esta
forma las mass media alientan una inmensa información sobre el presente y con
ello entorpecen toda conciencia histórica; pero eso no es todo, sino que estos
medios de comunicación tienden a imponer símbolos y mitos de fácil universalidad
creando “tipos” reconocibles de inmediato a través de las cuales deberíamos
realizar experiencias, y con ello reducen al mínimo la individualidad. También
es común la crítica a los mass media que en lugar de simbolizar una emoción, la
provocan y en lugar de sugerirla la dan ya confeccionada; de esta forma alientan
a las personas a tener una visión pasiva y acrítica del mundo, donde no hay
intenciones de crear nuevas experiencias. Los mass media se encargan de difundir
estilos y formas de la cultura superior y trasferirlas al nivel inferior; por
eso cuando difunden productos de esta cultura superior, los difunden nivelados y
“condensados” de forma que no provoquen ningún esfuerzo por parte del fruidor;
es por esto que el público no tiene conciencia de si mismo como grupo social y
no puede manifestar alguna exigencia ante la cultura de masas; podemos decir que
esta forma de actuar del público se debe a que los mass media cumplen la función
de convencer de que en el mundo todo es bellísimo y cómodo, son un instrumento
educativo típico de una sociedad individualista y democrática que tiende a
producir modelos humanos heterodirigidos (dependientes) y, al estar bajo un
régimen capitalista, están sometidos a la “ley de oferta y demanda”, donde los
mass media le dan al público únicamente lo que desea o peor aún, sugieren al
público lo que debe desear. Estos productos de cultura superior, difundidos por
los mass media, hechos para el entretenimiento y el tiempo libre son propuestos
con otros productos de entretenimiento para captar solo el nivel superficial de
nuestra atención ya que los clásicos, el arte, los libros, las películas, etc.
no son obras a comprender, sino productos para consumir. Así que podemos decir
que este control de masas adopta la forma de una cultura popular pero en lugar
de surgir espontáneamente desde abajo, son impuestas desde arriba, y disimulan
bajo el aspecto positivo de la cultura típica de la sociedad de bienestar, donde
todos disfrutan de una perfecta igualdad, pero en realidad cumplen la misma
función que en ciertas circunstancias históricas ejercieron las ideologías
religiosas.
Dentro de los grupos que apoyan la cultura de masas (apologistas), encontramos
argumentos (8) completamente constructivos y optimistas que les permite ver más
allá de cuanto puedan ver sus adversarios “apocalípticos”, pero al mismo tiempo
encontramos opiniones ligadas a los intereses de los productores, opiniones
fundadas en el consumo y para el consumo. A partir de esto, las proposiciones
que más destacan se basan en que la cultura de masas no es típica de un régimen
capitalista, sino que esta nace en una sociedad en el los ciudadanos disfrutan
de una igualdad de derechos en la vida pública, en el consumo, en el disfrute de
las comunicaciones, ya que esta nace en cualquier sociedad de tipo industrial.
La cultura de masas es propia de una democracia popular ya que cada vez que un
grupo, una asociación u organismo desea comunicar algo a los ciudadanos de un
país debe recurrir a los sistemas de comunicación de masas. Al mismo tiempo que
defienden que no estamos frente a una cultura superior, sino que simplemente la
cultura se ha difundido entre masas que antes no tenían acceso al beneficio de
la misma, y tampoco es que brindando información del presente le sacan valor a
la historia, sino que le están brindando información del presente a personas que
no recibía información alguna y lo único que poseían eran conocimientos
históricos tradicionales; a raíz de esto podemos ver que personas que hace
algunos siglos no estaban incluidas en la cultura, ahora pueden estar tarareando
una melodía de Beethoven porque la han oído en la radio o conocer una obra de
arte y su historia porque lo han leído en algún diario y a un precio muy bajo.
Hay que destacar que los defensores de la cultura de masas entienden y reconocen
las desventajas que la misma posee como que es cierto que los mass media
proponen varios elementos de información en los que no genera curiosidad ni
crítica alguna del espectador; pero está acumulación de “información” puede
volverse ‘formación’ donde las personas tengan el beneficio de acumular datos de
todo tipo, así que los mass media ofrecen información y datos sobre el universo
sin discriminación enfrentando así al hombre contemporáneo al mundo y a las
distintas culturas. También afirman que la cultura de masas homogenizando los
gustos logra eliminar los niveles de diferencias de clases y unificar las
naciones de las distintas partes del mundo. Y finalmente, los medios de masa han
generado un conjunto de nuevos lenguajes introduciendo nuevos modos de hablar,
nuevos giros, nuevos esquemas perceptivos; se trata de una renovación
estilística que tiene constantes repercusiones en el plano de las artes llamadas
superiores, promoviendo su desarrollo.
A partir de todo esto, Umberto Eco va a decir que los problemas están mal
planteados desde el momento en que se formula la pregunta ¿Es bueno o malo que
exista la cultura de masas?, ya que esta pregunta está mal formulada, porque
tendría que ser ¿Qué acción cultural es posible para hacer que estos medios de
masa puedan ser vehículo de valores culturales? El error de los apologistas es
creer que la multiplicación de los productos industriales es buena y no debe ser
sometida a crítica y a nuevas orientaciones. Y por su parte, el error de los
apocalípticos – aristocráticos consiste en pensar que la cultura de masas es
mala precisamente porque es un hecho industrial y que hoy es posible
proporcionar cultura sin el condicionamiento industrial. Eco dice que la
raramente se tiene en cuenta el hecho de que la cultura de masas es producida
por grupos de poder económico con el fin de obtener beneficios, lo cual sirve
para demostrarnos que la cultura de masas es un hecho industrial y que, como
tal, experimenta muchos condicionamientos típicos de cualquier actividad
industrial.
--PABLO ALABARCES: “Fútbol y patria”--
La tesis de Alabarces explica que en momentos de politización fuerte de los
debates sobre lo nacional, la centralidad de las narrativas futbolísticas
decrece, hasta transformarse en pura mercancía mediática; pero que en momentos
de crisis de los relatos modernos de identidad, la importancia de las narrativas
futbolísticas crece de manera importante, excediendo, incluso el mundo masculino
donde originalmente se despliegan. Cita a varios autores para explicar que la
modernidad, con el rol del mercado, debilita la representación política y
social, generando que los ciudadanos se retraigan cada vez más en el ámbito
privado, alejándose de las organizaciones sociales politizadas y aumentando la
importancia del consumo; ya que, antes, las identidades se definían con la
historia y ahora se definen con el consumo y en lo que uno posee o es capaz de
llegar a apropiarse. También dice que actualmente el deseo de comunidad se
deposita cada vez menos en entidades macrosociales como la nación o la clase, y
en cambio se dirige a grupos religiosos, deportivos, etc, ya que las sociedades
civiles actuales se manifiestan como comunidades interpretativas de
consumidores, es decir, conjunto de personas que comparten gustos y ciertos
bienes que le dan identidades compartidas. Por su parte, las narrativas sociales
se construyeron sobre varios ejes, soportes y actores, como la escuela, el cine,
el periodismo, instituciones estatales, etc. pero hoy encontramos que esa
pluralidad se reduce hasta llegar a un único operador: los medios de
comunicación; estos reponen simultáneamente una identidad tribal y otra
nacional, centrándose en el consumo y el mercado y excluyen a todo sujeto que no
pueda consumir. Pero en esta ‘reposición’ de lo nacional vemos que los medios no
describen una nación existente, sino justamente su ausencia, entonces, describen
una instancia imaginaria, el deseo de nación pero no su exceso; y frente a esto,
los medios deben responder al deseo, porque no pueden inventarlo, por eso
responden con aquello que tengan más a mano. En este contexto, el fútbol reúne
varias condiciones fundamentales: su historia, su epicidad, su dramaticidad, su
calidez y su desborde; y así se transforma en la mejor mercancía de la industria
cultural, ya que narra la nación como un repertorio de consumos, estilos
expresivos, afirmaciones pasionales, pero nunca, jamás, como un conflicto de
dominación que NO se reduce al resultado de un partido. Pero en realidad, el
fútbol no es una máquina cultural de nacionalidad posmoderna; esa máquina es la
televisión, y el fútbol es sólo uno de sus géneros; aunque sea el más exitoso.