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Resumen de "Regimenes de Gobierno" |  Sociología (Cátedra: Gamallo - 2019)  |  CBC  |  UBA

Modelos de acumulación, regímenes de gobierno y estructura social.

 

Los cambios en la estructura social y la movilidad social son cambios a largo plazo, por eso se abordan desde una perspectiva histórica.

Un régimen social de acumulación son los factores territoriales y demográficos, las instituciones y las prácticas que, en un tiempo y lugar, inciden coherentemente en el proceso de acumulación de capital. Para este modelo no es requisito un mismo régimen político, ya que en el curso de un mismo modelo es factible que cambien los sistemas de gobierno.

 

 

Tres modelos en Argentina:

  1. Modelo agroexportador (hasta 1930)

La división internacional del trabajo posicionó a Argentina como productora de bienes primarios para satisfacer la demanda de los países industriales.

Las elites ilustradas debían solucionar cuatro cuestiones prioritarias: a) la organización nacional; b) la atracción de capitales externos que posibilitaran el desarrollo de formas modernas de producción agropecuaria; c) la promoción de la inmigración europea; y d) la educación universal y obligatoria.

La unidad nacional y la organización institucional eran indispensables para asegurar las inversiones extranjeras y la continuidad de las actividades económicas.

 

Aspectos positivos: Estos objetivos se lograron y la economía creció. Además, aumentó la población, sobre todo en los centros urbanos, y disminuyó el alfabetismo.

En la estratificación social, ocurre una rápida expansión de los sectores medios. Esto afectó la movilidad social urbana, siendo ascendente sobre todo en extranjeros, quienes formaban gran parte de los estratos medios.

 

Aspectos negativos: las tasas de movilidad eran desiguales entre regiones, el régimen latifundista y la dependencia externa. Éste último siendo el que muestra el fin del modelo tras la crisis económica mundial.

 

  1. Modelo de industrialización por sustitución de importaciones (1930-1972)

Se produce un crecimiento de las actividades no-agropecuarias y grandes migraciones internas hacia los centros urbanos.

 

Modelo justicialista 1945-1955: se caracteriza por el estancamiento de la actividad agropecuaria tradicional y por el estímulo a la actividad industrial. Se impulsa una industrialización sustitutiva basada en el incremento de la demanda de bienes de consumo masivo en el mercado interno.

Creció notablemente el empleo urbano industrial. En cuanto a la estructura social, las posiciones asalariadas representaban 72% del empleo global. El volumen de la clase media es algo superior y el de la clase obrera algo inferior pero cambió muy poco.

En tema de movilidad social cabe destacar la expansión del estrato obrero asalariado, así como también el crecimiento de los pequeños propietarios de la industria y el comercio. Ambas con movilización ascendente intergeneracional.

Desde el punto de vista ocupacional, el panorama de conjunto durante el justicialismo es el de un proceso generalizado de movilidad estructural ascendente, desde modestas posiciones rurales a posiciones urbanas autónomas de clase media y asalariadas de clase obrera y desde segmentos inferiores a segmentos superiores dentro de la clase media.

El modelo justicialista no introdujo un gran crecimiento económico global ni una modernización destacable de la estructura social, pero tuvo el mérito de no segmentar los mercados de trabajo ni excluir a franjas importantes de la población de los frutos del desarrollo.

 

Modelo desarrollista 1958-1972: es gobernado por una alianza entre la burguesía industrial nacional y el capital extranjero.

En esta etapa se impulsa una industrialización sustitutiva de bienes intermedios y de consumo durable. Este modelo implica un proceso regresivo de concentración de la renta.

El papel de la industria manufacturera es prácticamente nulo. Esta nueva estrategia destruye pequeños y medianos establecimientos industriales pero al mismo tiempo crea empleo asalariado de clase media en los sectores terciario y de la construcción, por lo que no aumenta el desempleo.

Con respecto a la estructura social, se acelera el crecimiento de la clase media por comparación al de la clase obrera, al tiempo que se modifica profundamente la composición interna de ambos agregados. Se experimenta un claro proceso de asalarización de la clase media y de desalarización de la clase obrera.

Es una estructura social urbana en la que la clase media representa alrededor del 45% al igual que la clase obrera, con un más neto predominio del estrato asalariado dentro de la primera y con un incipiente crecimiento del estrato autónomo dentro de la segunda.

En lo que respecta a movilidad social, la clase media autónoma crece poco por la desaparición absoluta de pequeños industriales y el aumento absoluto de pequeños propietarios del comercio y los servicios. La clase media asalariada crece rápidamente, especialmente profesionales y técnicos. Y disminuye el número de obreros de la industria.

A la masiva migración del campo a la ciudad se le suman múltiples trasvasamientos dentro de la población urbana. Coexisten fuertes flujos de movilidad estructural ascendente y descendente.

Por un lado, durante esta etapa se moderniza y complejiza la estructura social, destacando la rápida expansión de puestos de clase media asalariada. Por otro lado, aparecen factores negativos como el aumento del cuentapropismo obrero, incremento del empleo precario, deterioro de los niveles de bienestar de las capas sociales más modestas.

El fin de este modelo se da por factores económicos y por la agudización del conflicto social.

 

  1. Modelo aperturista (1976-2002)

El gobierno surgido del golpe de Estado de 1976 adoptó una estrategia aperturista que tenía como objetivos: la vigencia de los precios del mercado como régimen básico de funcionamiento; la promoción de los sectores más altamente competitivos; la amplia apertura de la economía a la importación de capital extranjero y de bienes de todo tipo; contención drástica del salario real como medio de controlar la inflación y de asegurar bajos costos de mano de obra para las empresas.

 

El ajuste en dictadura (1976-1983): en medio de una profunda crisis económica y política, las fuerzas armadas toman el poder con intereses más allá de lo económico, buscando un disciplinamiento social generalizado.

En lo que respecta al volumen y estructura de la mano de obra, esta política de apertura externa a la economía presenta un crecimiento del empleo urbano notablemente más lento. Esto se debió a un retroceso de la oferta de mano de obra en los mercados de trabajo urbano por razones demográficas, y la retracción de la demanda de mano de obra que induce la recesión.

Por otra parte, se retrotrae el perfil socio-ocupacional del nuevo empleo industrial cuando el escaso empleo neto creado no privilegia exclusivamente a los asalariados sino que se distribuye entre todas las categorías ocupacionales. Además hay una notoria desaceleración del empleo asalariado industrial de clase media y una renovada expansión del cuentapropismo artesanal.

El sector terciario y la construcción crecen a ritmo acelerado. Pero el mercado de trabajo presenta deterioros en la disminución de los asalariados registrados, el aumento de los no-asalariados y la incipiente alza del trabajo precario. El reflujo de mano de obra expulsada de las posiciones asalariadas estables se orientó preferentemente hacia el cuentapropismo informal o subempleo oculto, más que hacia puestos asalariados de mala calidad.

Un aspecto crucial de esta dinámica es la diferencia del impacto en los distintos estratos sociales. El desempleo abierto afectó a todos los trabajadores, pero en los estratos inferiores lo hizo con mayor intensidad, sumado a una desocupación de más larga duración e incidencia del trabajo no-registrado.

En lo que concierne a la desigualdad en la distribución del ingreso, los ingresos medios de los asalariados caen abruptamente en el inicio de este régimen. Se observa un menor ingreso en las capas bajas y medias de la pirámide.

Creció significativamente la incidencia de la pobreza por ingreso, debido al desempleo, la disminución del salario real y la regresividad en la distribución del empleo.

En cuanto a la estructura social urbana, la creación de empleo urbano durante el gobierno militar favoreció netamente las posiciones autónomas por comparación a las asalariadas. Además, se acrecienta la velocidad comparativa de expansión de la clase media respecto a la de la clase obrera.

Se detiene el proceso de asalarización de la clase media y se acelera el de desalarización de la clase obrera. Por otra parte, tiene lugar un significativo crecimiento del estrato marginal.

En movilidad social, vemos la movilidad ascendente frustrada por el bajo crecimiento del empleo urbano. Crecen las posiciones autónomas en la clase media, alimentadas por la desalarización de clases medias y bajas.

La clase media asalariada crece menos, con mayor expansión del sector técnico-profesional que del de los empleados y vendedores. Este crecimiento se nutrió de la clase media autónoma y la propia clase media asalariada.

El estrato marginal y el empleo obrero precario demuestran el mayor crecimiento, debido a los trabajadores asalariados urbanos que perdieron sus antiguas posiciones.

Durante el gobierno militar, el modelo aperturista demostró una preeminencia de movilidad estructural descendente.

En cuanto a los ingresos, la movilidad experimentada en todos los estratos de clase obrera y gran parte de la clase media fue abruptamente descendente.

 

El ajuste en democracia (1983-2002)

  1. El gobierno radical (1983-1989)

Durante el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín, se intentaron suavizar algunos efectos sociales de la situación económica caótica, con enorme déficit fiscal y presiones inflacionarias del gobierno militar. Además de intentos de reforma global de las instituciones de política social que se vieron frustrados.

En relación al mercado de trabajo, la tasa de desocupación abierta, si bien muestra una tendencia creciente, se mantiene en un nivel bajo.

Se aceleró la desalarización de la fuerza de trabajo, se acentuó la informalización de los asalariados, aumentó la precarización de los asalariados, aumentó el empleo público entre los asalariados, se aceleró el aumento del cuentapropismo, se informalizaron los empresarios, prosiguió la expansión ocupacional del sector terciario y volvió a disminuir la mano de obra ocupada en la industria.

Sobre la estructura social, vemos una drástica desalarización de toda la estructura, una violenta retracción del volumen de la clase media (por la disminución su estrato asalariado), aumento del volumen de la clase obrera (por el crecimiento de su estrato autónomo) y abrupto incremento del estrato marginal.

La movilidad social fue esencialmente descendente.

El debilitamiento de la capacidad de la economía para generar empleo genuino se resuelve en una fuerte expansión de las dos formas visibles de subutilización (desempleo abierto y subempleo horario) y en la disminución e intensa precarización del trabajo asalariado, junto con una proliferación de subocupaciones en el sector informal urbano, en el sector público y en el servicio doméstico.

Respecto a la distribución del ingreso, se indujo una nueva marcha regresiva por la momentánea recuperación parcial de las remuneraciones reales, el aumento del desempleo y el subempleo.

 

  1. El gobierno justicialista (1989-1999)

En la presidencia de Carlos Saúl Menem, con el Plan de Convertibilidad en 1991, se afianza una estrategia de desarrollo del modelo aperturista pero con un mejor control de la inflación y con el crecimiento del producto bruto nacional. Esta estrategia se agravaba por la vulnerabilidad externa de la economía, derivado de las restricciones que impone al crecimiento la imposibilidad de generar un superávit de la balanza de pagos que permitiera hacer frente a los exorbitantes servicios de una deuda externa en contínua expansión.

La subutilización de la mano de obra se agravó extraordinariamente. Las tendencias a la informalización y precarización de los ocupados se prosiguieron a un ritmo acelerado. Fue prácticamente nula la creación del empleo asalariado, se satura el empleo no-asalariado y casi todo el empleo creado era precario. Este impacto fue diferencial y perjudicó más a los más débiles.

Siguió perdiendo peso la porción del ingreso que absorbían los asalariados y el salario real promedio de los trabajadores menos calificados en los servicios menos productivos se deterioró.

La modificación de las normas laborales precarizaron la situación laboral y agravaron la vulnerabilidad social y del empleo.

La distribución del ingreso familiar resulta en pérdida para los sectores más desfavorecidos.

En cuanto a la estructura social, hubo un panorama de intensa movilidad social descendente en un contexto de empobrecimiento absoluto que ya no afectaba sólo a sectores obreros y marginales sino también a la clase media.

El altísimo desempleo, la disminución del salario real y la regresividad en la distribución del ingreso indujeron niveles nunca antes conocidos de pobreza crítica.

 

  1. El gobierno de la Alianza (1999-2002)

Durante el gobierno de Fernando de la Rúa, de una Alianza de Partidos políticos, se produjo un derrumbe económico dramático que provocó la más grave crisis política y económica en generaciones.

Los efectos sobre la estructura y movilidad social deben haber sido abismales.

 

 

 

Una visión de largo plazo

Durante el modelo agroexportador, se aprecia una rápida expansión de los estratos medios absorbiendo una parte sustancial de inmigrantes, con una fuerte movilidad social ascendente.

La estrategia justicialista de sustitución de bienes de consumo final fue distribucionista e incluyente de los estratos más desfavorables respecto a los frutos del progreso económico.

La estrategia desarrollista de industrialización sustitutiva de bienes intermedios y de capital, aunque modernizadora, fue concentradora y excluyente.

El modelo aperturista presenta rasgos de sesgo desindustrializador, concentrador y excluyente, sin atisbos de modernización.

 

Los cambios en la estratificación social se caracterizan por los siguientes rasgos:

  1. una clase alta numéricamente ínfima en curso de enriquecimiento absoluto,
  2. una clase media sucesivamente creciente/decreciente, en curso de progresiva asalarización/desalarización, y pauperización absoluta y relativa,
  3. una clase obrera numéricamente decreciente en curso de progresiva desalarización y pauperización absoluta, y
  4. la aparición de un estrato marginal numéricamente importante con carencias absolutas.

 

Movilidad social:

Como consecuencia hay una estructura social profundamente segmentada, con signos agudos y exacerbados de desigualdad social. Esta estrategia es excluyente, sin modernización social ni crecimiento económico global, demostrado en el empeoramiento de las condiciones laborales y de bienestar. El resultado: un aumento de la incidencia, la intensidad y la heterogeneidad de la pobreza crítica.


 

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