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| Sociedad y Estado | Resumen del Texto de Lipovetsky | Cat: Mesyngier | Sede: Drago | Prof: Cecilia Pitelli | 2º Cuat. de 2013 | Altillo.com | 
La organización posfordiana de la economía 
La sociedad de hiperconsumo es la tercera etapa del capitalismo. La 
reestructuración del sistema está caracterizada por la revolución de las 
técnicas de la información y la globalización de los mercados, junto con la 
desregulación financiera. Las empresas atravesaron cambios en el enfoque del 
mercado. Esta etapa se distingue por el redescubrimiento del cliente y el 
mercado está dominado por la demanda.
Existe un papel creciente de multinacionales, apoyado por la apertura de 
espacios económicos, el crecimiento exterior y la internacionalización. Las 
hipermarcas tienen ambición mundial de comunicación global. La sociedad es 
contemporánea de la unificación mundial de los mercados, basado en un marketing 
global, adaptados a las particularidades locales.
Es una economía de servicios: dominan las prestaciones inmateriales y la 
provisión de servicios. Los dispositivos fordianos se combinan con el desarrollo 
del sector terciario y la individualización del consumo.
La economía de la variedad
Anteriormente, la economía se basaba en la producción en serie de artículos 
estandarizados y las políticas de diversificación tuvieron un alcance limitado. 
La sociedad de consumo de masas surgió del modelo fordiano-taylorista.
La fase III aparece cuando los principios fordianos comienzan a agotarse y, para 
contrarrestar la saturación de vienes durables y responder a las necesidades 
individuales, los fabricantes estimulan la demanda, basándose en la segmentación 
y multiplicación de artículos. La producción de masas dio paso a una lógica de 
multiplicación de la variedad.
Ampliación de las gamas y producción a medida
Las estrategias de segmentación aumentan la gama de las alternativas y las 
opciones, promueve series reducidas y potencia los subconjuntos.
Esto se pudo alcanzar gracias a la alta tecnología, basada en la 
microelectrónica y la informática, que permitió una producción a medida de 
masas. Esto consiste en ensamblar de manera individualizada módulos 
prefabricados. Se trata de vender para producir, el consumidor final se 
convirtió en un comisionante del producto. Es una economía dominada por la 
demanda. 
Asimismo, los servicios se vieron segmentados de la misma manera que los 
productos materiales. Es una mercadotecnia de segmentación.
El paso de la fase I a la II se dio como una prolongación, ya que ambos 
aplicaban los principios fordianos. En cambio, la fase III introduce a la 
producción, distribución y servicios las opciones y diferenciaciones 
hipermultiplicadas.
La segmentación extrema se dirige a tramos de edades y a grupos cada vez más 
subdivididos; explota nichos específicos y micromercados de corta duración. La 
época del hiperconsumo es inseparable de la hipersegmentacion de los mercados.
Las empresas se dedican a responder a las necesidades de la demanda, a producir 
a “medida de masas”.
Las reorientaciones mercadotécnicas de la gran distribución
En la fase II, la distribución se daba en torno al precio bajo y la máxima 
eficacia. Esta lógica cuantitativa, cambia por un enfoque más cualitativo en la 
fase III, poniendo acento en las necesidades. El objetivo es fidelizar a los 
clientes implementando estrategias que rompan con el modelo fordiano. Se intenta 
poner en primer plano la satisfacción personal del cliente.
La fase III es la de la irrupción de las grandes superficies especializadas, de 
autoservicio de gama de productos menos amplia pero más surtida.
El hiperconsumidor profesional es sensible a los criterios de la técnica y al 
tema de la calidad, es capaz de interpretar la información y comparar las 
ofertas. En sintonía con el consumidor emocional, las empresas se dedican a 
intensificar el componente placentero del acto de la compra. De ahí que los 
comercios sean lugares de vida, para estimular la compra festiva. Se introduce, 
así, el retailtainment (retail marketing as entertainment). El espacio comercial 
es reestructurado por la forma-moda y las estrategias de finalidad 
emocionalista.
La carrera por la innovación 
Los nuevos mercados mundializados necesitan de la ventaja competitiva y del 
crecimiento de las ventas, al que llegan por la reactividad, lanzamiento de 
artículos nuevos y la innovación en la producción.
El proceso de “destrucción creadora” inherente al capitalismo alcanza mayor 
velocidad, de ahí que se incrementen las actividades y presupuestos de 
investigación y desarrollo.
Los sectores de crecimiento son los que tienen un ritmo de renovación e 
innovación de productos más elevado.
Inflación de novedades
La renovación acelerada de productos y modelos, junto con la reducción de su 
ciclo de vida, han incrementado la demanda.
La sobreabundancia de la oferta, las exigencias de rentabilidad rápida y las 
poderosas máquinas de promoción redujeron la vida de los productos culturales.
La economía de la rapidez
El origen del aumento de la demanda está en la renovación rápida y las demandas 
de consumo más frágiles y emocionales. Se trata de seducir con la novedad, 
proponiendo versiones más eficaces o ligeramente distintas. Es el estado de la 
competencia el que obliga a recortar el tiempo de concepción y desarrollo. Para 
la internacionalización, no solo es necesario reducir los costos, sino también, 
la rapidez de reacción y de creatividad. Se pasa de la competencia a la 
hipercompetencia cuando la aceleración se convierte en el parámetro de eficacia 
económica.
En la organización taylorista, la ganancia de tiempo estaba en la aceleración de 
salidas, pero en la actualidad, se encuentra en asegurar la mayor rapidez de 
salida de los productos al mercado, respondiendo a la demanda antes que los 
rivales.
Cronocompetencia
Para reducir el tiempo de lanzamiento de nuevos productos, las empresas anuncian 
por anticipado la comercialización de los mismos. Así construyen la notoriedad 
del producto y de la marca, creando deseo e influyendo en las ventas. Reduce el 
tiempo de comercialización de los productos de la gama, ya que los consumidores 
esperan al nuevo producto. El hiperconsumidor consume lo que todavía no tiene 
concrecion material.
Imagen, precio y calidad
“Cero defectos” y “calidad total” son exigencias a la hora de la fabricación de 
productos en materia de durabilidad y seguridad. La calidad aparece como una 
inversión. El ciclo de la hipermercancia se caracteriza por la comercialización 
de objetos industriales baratos a niveles de calidad como los de alta gama. El 
rechazo de los artículos se basa en la velocidad, a los productos nuevos más 
eficaces o que responden a otras necesidades.
La calidad, entonces, se impone como condición necesaria. Asimismo, la 
competencia se establece en torno a los precios bajos puesto que los 
consumidores quieren obtener lo mismo por menos dinero. Para muchos, lo que 
importa es el precio y el acceder a una experiencia sensorial a la hora de 
comprar.
Las rebajas se deben no solo al aumento de la precariedad y la pobreza sino 
también a la escalada de necesidades. La sensibilidad del hiperconsumidor a los 
precios refleja menos el espíritu de ahorro y la necesidad de bienes básicos que 
la demanda de bienes superfluos. Lo que triunfa es la fuerza de los valores 
hedonistas, el gusto por el cambio y el deseo generalizado de participar en la 
sociedad-moda.
Hiperpublicidad e hipermarcas
Las estrategias de comunicación están destinadas a hacer vender, aumentar la 
notoriedad y construir la imagen de la marca. En la fase III, el aumento del 
presupuesto destinado a la publicidad está exigido por la intensificación de la 
competencia, la semejanza de los productos y el imperativo de rentabilidad 
rápida y elevada.
La publicidad debe generar una relación afectiva con la marca; debe mitificarla 
y hacerla amar. Se utilizan estrategias emocionales en sintonía con el 
individualismo experiencial.
La publicidad parcela sus campañas y se fragmenta en multiples formas y estilos 
diversificados. Se apoya en la creatividad y la renovación frecuente de 
campañas, para captar la atención del hiperconsumidor, saturado de mensajes.
La hiperpublicidad está en sintonía con el comprador emocional y reflexivo y el 
triunfo de la marca como moda y como mundo.