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¿La publicidad coloca políticos como productos de mercado fácil de comprar?

La pasión que se autoconsume

Hablamos de pasión que se autoconsume, al desinterés casi inmediato que experimentamos luego de obtener algo que deseábamos. Una pasión que se autodestruye, cuando utilizamos las cosas, las gastamos, las consumimos. Se trata de vivir una gran anticipación que se debilita con el uso de lo obtenido. Hoy, el capitalismo favorece este tipo de pasión tanto en el supermercado como en la política.
Este fenómeno se relaciona con el hartazgo y el derroche; se le enseña a la sociedad a ser consumidora, la gente se cansa rápidamente de sus pertenencias y se deshace de ellas con demasiada frecuencia. Este comportamiento puede ser impulsado por:

v MODA: la publicidad y los medios de comunicación moldean los deseos de la gente creando insatisfacción con lo que se tiene. En este caso, el mal es la mercadotecnia.

v Obsolescencia planificada: se fabrican bienes de forma que no durasen y que en determinado tiempo ya no sirvan. Mal en la producción.

En ambos casos se lo ve al consumidor en un rol pasivo. Pero existen otros, en los que se puede ver también como la persona es más activo en este fenómeno. Por ejemplo, en el cambio constante de trabajo, la persona puede desear mucho un puesto o un ascenso, pero al conseguirlo la satisfacción dura poco y ya piensa en el siguiente paso. También en la búsqueda de talento que se centra en gente que pueda trabajar bajo problemas diversos, que tenga flexibilidad y no en habilidades fijas.

En el caso de la compra de bienes, se desea alentar la pasión que se autoconsume en dos sentidos: La marca y la potencialidad.
Los bienes tienen dos componentes:

v Plataforma: es la fabricación estándar del producto. La composición necesaria para armarlo.

v Dorado: son los cambios superficiales de diseño característicos de cierta MARCA, que permite vender algo estándar por un precio mayor.

El trabajo principal de la marca es valorizar el dorado para hacerlo rentable. Es por eso que implementa publicidades en las que el consumidor tenga que intervenir con su imaginación para terminarlas y así involucrarse con las mismas. El consumidor busca la magnificación de las diferencias, la sensación de cambio para mejor. Se busca darle un agregado de significado a la mercancía.
A este sentimiento se le agrega la potencia de los bienes, cuyo atractivo es que ofrecen capacidades imposibles de comprobar o de utilizar realmente. Se potencia la creencia del poder de los objetos. Se quiere lograr la identificación del consumidor con la sobredimensionada capacidad de las máquinas o tecnologías. El deseo se moviliza cuando la potencia se divorcia de la práctica y entra en juego el compromiso en la imaginación.

El consumidor pierde relación con el proceso de producción de lo que adquiere, por lo que, para hacer una compra inteligente, tiene que informarse sobre el proceso e intentar involucrarse de forma que entienda las distintas formas de producción para elegir de mejor manera. A esto se le llama “pensar como artesano”, pensar como si supiera hacer lo que un artesano sin tener realmente las capacidades. El dilema de la compra se encuentra cuando este proceso no existe, alentado por las empresas que pretenden que se compre utilizando únicamente como método la diferenciación de las marcas.
Esto le sucede también al ciudadano a la hora de pensar en la política. En la que también se usa la publicidad para posicionar a los candidatos como productos en el mercado, ya que también existe la plataforma y el dorado en la política. Los candidatos buscan implementar básicamente los mismos ideales y las mismas medidas, pero buscan resaltarse con pequeñas diferencias. En el orden moderno, la población está cansada, es cómoda y tiene falta de compromiso como ciudadano. El exceso estimula la desconexión. Las personas se desvinculan de la información, alentadas por la pérdida de confianza en los políticos, quienes cambian las reformas constantemente y carecen de compromiso con sus propias medidas. Lejos está la población de entender los problemas que le competen para buscar soluciones que la beneficien. Es así como el ciudadano, deja de pensar como artesano a la hora de ejercer su ciudadanía, no se involucra, no se informa, no busca entender para elegir mejor.


 

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