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Trabajo Práctico sobre Rodrigo Zarazaga
Los Programas de Transferencias Condicionadas, implementados a partir de los ’90, son programas de protección social que transfieren recursos, monetarios o no, a familias pobres o indigentes bajo la condición de que cumplan ciertos compromisos que tienen por objetivo desarrollar su capital humano. Las condicionalidades que exigen varían según el programa y deben ser cumplidas por los beneficiarios. Por lo general, incluyen la certificación de metas de salud y educación para los niños del hogar. Otras condicionalidades pueden ser la capacitación y formación de los beneficiarios.
Los primeros PTC que surgieron en Argentina con el objetivo de paliar la pobreza fueron el Plan Trabajar (1995), para mitigar la crisis financiera, y el Plan Jefes y Jefas del Hogar(2002), para aminorar los efectos de la crisis económica de 2001.
Los dos PTC principales en la Argentina en la actualidad son la Asignación Universal por Hijo (AUH) y el Programa de Inversión Social con Trabajo (PRIST).
El Conurbano Bonaerense está formado por treinta y tres municipios que, junto con CABA, forman el Gran Buenos Aires. Es de gran importancia política y social ya que concentra gran parte del electorado en una porción muy pequeña del territorio nacional. A su vez, posee índices de pobreza superiores a los de la totalidad del país.
La derrota “simbólica” del kirchnerismo en las elecciones nacionales del 2009 se debió a una gran pérdida de votos a nivel nacional respecto de las elecciones anteriores, principalmente por el conflicto con el sector agrario y al corte de boleta en el Conurbano, que a su vez implicó una pérdida de control político sobre muchos de sus jefes municipales. Por lo tanto, el PRIST y la AUH fueron implementadas en el escenario postelectoral del 2009, como respuesta a una crisis socioeconómica y política.
La AUH es un paliativo de protección social que otorga una prestación monetaria no contributiva a grupos familiares desocupados o que se desempeñen en la economía informal, para proteger a niños, niñas y adolescentes de Argentina.
Muchos autores critican la distancia entre lo que proclama el título de esta protección social y el universo al que está destinada. En su aplicación, la prensa y los partidos opositores denunciaron su dimensión clientelar y demagógica.
En promer lugar, la AUH es “más ancha que profunda”, es decir que tiene un amplio alcance pero los montos y beneficios no son tan exorbitantes. El autor critica que no se hayan establecido criterios objetivos fijados con antelación para la actualización de los montos respecto de la inflación.
En segundo lugar,se estima que la AUH tiene un impacto positivo sobre la pobreza, la desigualdad y la indigencia, pero el autor critica la falta de datos y aclara que falta el término de comparación contrafáctico, es decir, no se sabe cuál sería el nivel de pobreza si no existiera la AUH.
Finalmente, no se poseen estudios o conclusiones sobre los efectos de las condicionalidades del programa sobre la salud y la escolaridad. En este punto, algunos autores critican la estigmatización de los pobres que suponen estas medidas.
El autor refuta la crítica a la AUH sobre su carácter clientelar, aclarando que es un prejuicio suponer a la AUH como clientelar solamente por su impacto electoral. También dice que no es sorpresivo que los beneficiados por una medida del Estado apoyen a quienes la han tomado. Así actúan todas las clases sociales, no solo las bajas.
El organismo de implementación de la AUH fue la ANSeS, un organismo burocrático estatal, básicamente imparcial, que tiene penetración territorial en todo el país y un nivel de gestión lo suficientemente sofisticado. Fue elegido por disponer de una capacidad técnica y estructura para llevar a cabo el programa.
El autor sostiene que hubiese sido difícil utilizar la AUH de forma clientelar por varios motivos: la designación de la ANSeS permitió que el programa llegara a todo el país, no hay tope o fecha límite para la inscripción, no es un sistema fácilmente manipulable, y finalmente, no se encontraron evidencias de su uso clientelar.
Los requisitos para ser beneficiario del PRIST son: pertenecer a hogares en situación de vulnerabilidad socioeconómica y estar desocupado, no recibir prestación monetaria de ningún otro programa o plan social, domiciliarse en las localidades definidas para la implementación del programay prestar cuarenta horas de trabajo semanal en una cooperativa.
El autor critica al PRIST por la carencia de “dignidad de trabajo”, ya que sus beneficiarios realizan tareas de mentenimiento con herramientas precarias, al igual que sucedía con el PJJH. También afirma que el programa no alcanza la horizontalidad de sus relaciones ni la autonomía de las cooperativas porque está generada desde el Estado, por lo tanto, las decisiones son impuestas por sus ejecutores, dándole un carácter vertical. Además, los beneficiarios son enrolados de forma no voluntaria, de forma tal que el programa no tiene autoorganización ni autonomía.
Las principales diferencias entre los objetivos de los dos programas son:
La AUH significó un paso adelante en los sistemas de protección social en Argentina, mientras que el PRIST presenta las mismas arbitrariedades que otros programas que imponen contraprestaciones laborales.
La AUH fue implementada con un objetivo político (ganar votos) y como respuesta a la oposición, mientras que el PRIST surgió con el objetivo de dominar políticamente a los jefes comunales del Conurbano.
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