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Resumen de "La Política como Proceso"  |  Fundamentos de Ciencia Política II (Cátedra: D´Alessandro - 2023)  |  Cs. Sociales  |  UBA
CIENCIA POLÍTICA. UN MANUAL
Josep M. Vallés Salvador Martí i Puig
CAPÍTULO 21
LA POLÍTICA COMO PROCESO: LOS ACTORES
La política de masas le otorgó un papel importante a los actores colectivos, los cuales se distinguen los grupos de interés, los movimientos sociales, los partidos y los medios de comunicación. En el texto se presentan las características de cada uno de ellos, sus formas de intervenir en política.
Entendemos por acción política la conducta individual o de grupo que incide en el proceso de gestión de los conflictos sociales. Como ya sabemos, este proceso de gestión tiene momentos diferentes: la formulación y canalización de demandas, la elaboración y la ejecución de políticas públicas, la protesta, etc.
La acción política debe competir con otras muchas ocupaciones de la vida cotidiana.
En este contexto de competición con otras exigencias, es una acción intermitente. La mayor parte de los ciudadanos se ocupa de la política de forma esporádica y residual.
Los siguientes públicos de cuarenta y tres sociedades calificaron de muy importante las siguientes áreas:
La familia: 83 % El trabajo: 59 % Los amigos: 38 % El ocio: 33 %
La religión: 28 % La política: 13 %
En los sistemas con tradición liberal-democrática la intensidad de la acción política es escasa. Se clasifican por intensidad de su actividad:
—totalmente indiferentes a la política. «apáticos» y su volumen se estima en una tercera parte de la población;
—quienes manifiestan un interés que contemplan como algo distante. Se les ha calificado de «espectadores», que oscila entre el 50 y el 60 % de la población.
— un tercer bloque incorpora a quienes sitúan la política como una de sus preocupaciones principales. «gladiadores, entre un 2 y un 10 % de la ciudadanía.
Por «especialización», referida a cuando deciden intervenir en política, limitarse a algunas de las modalidades disponible de acciones políticas:
— los inactivos, que no intervienen en ningún tipo de actividad política y en cierto modo se «especializan» en la inhibición;
— los votantes, que limitan su actividad política a emitir su voto de forma relativamente regular cuando se convocan elecciones;
— los comunicadores, a quienes les interesa principalmente informarse, debatir y criticar en materia política;
— los activistas locales, que participan en iniciativas sociopolíticas episódicas en su barrio o municipio con el fin de formular alguna reivindicación
— los voluntarios sociales, dedicados a iniciativas que desbordan el ámbito local con objetivos de alcance general: actividades ecologistas, acciones de solidaridad con países en desarrollo, etc.
— los militantes, que participan de modo regular en las actividades de organizaciones estables
— los activistas totales para quienes la actividad política representa el centro de sus preocupaciones.
Es posible todavía establecer una tercera distinción: Entre los primeros se cuentan los que en lenguaje común conocemos como los «políticos» o la «clase política». Se trata de quienes aspiran a ejercer responsabilidades institucionales y dedican a ello todo. Junto a ellos figuran otros profesionales: por ejemplo, dirigentes de organizaciones de intereses, periodistas especializados en política. los demás miembros de la comunidad para quienes es una ocupación que ha de ser compatible con una actividad laboral.
Los rasgos del actor político
En una poliarquía no todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades de acción política ni hacen de ellas el mismo uso. Algunas de estas actitudes suelen ir asociadas a determinados rasgos del sujeto y a la posición que ocupa en el conjunto social.
• La edad es un buen predictor del activismo político. Arranca con una baja participación política en el período de la juventud, sigue con un aumento progresivo a medida que se alcanza la madurez y desciende nuevamente en el período de vejez. Es sencillo comprobar que este ciclo vital coincide con cambios de estatuto personal.
• El género ha marcado también una diferencia en la participación política de hombres y mujeres. Nuevamente se comprueba que son pautas culturales las que hasta época reciente han marginado a la mujer en el universo político.
• El nivel de instrucción se está convirtiendo en el indicador más potente para explicar y predecir el grado de actividad política de los ciudadanos.
• La posición en el ámbito socioeconómico y profesional es también un factor asociado a las diferencias de actividad política. De acuerdo con esta misma lógica, jubilados y parados se muestran menos inclinados a la participación que los trabajadores en activo.
Pero los rasgos o factores personales que hemos apuntado se combinan también con experiencias de cada individuo. Entre ellas pueden señalarse la actividad asociativa y la identificación ideológica.
Las distintas formas de hacer política
¿Cómo puede ordenarse esta variedad de acciones?
Los ciudadanos pueden intervenir en política individualmente o en grupo ¿Se dan efectivamente acciones políticas individuales? toda acción política —aunque tenga un arranque individual— desemboca siempre en un movimiento colectivo, por minoritario que sea.
La acción política puede ejercerse de forma espontánea, sin necesidad de establecer ningún acuerdo ni estrategia previa. Pero es más frecuente la acción política que resulta de la coordinación entre diversas personas, que comparte objetivos y utiliza recursos y métodos para alcanzarlos.
Finalmente, la acción política puede ajustarse a formas convencionales o a formas no convencionales. Suele calificarse como convencional una acción política generalmente aceptada por la comunidad. Se trata de las formas legitimadas. Por su parte, las formas no convencionales son aquellas que son rechazadas o mal vistas por parte de la comunidad. Estas acciones no convencionales suelen expresar demandas sociales que difícilmente se satisfacen a partir de las formas convencionales.
El voto como acción política
La ciencia política contemporánea —nacida en contextos liberal-democráticos— ha prestado mucha atención al comportamiento electoral. Dos razones explican esta atención preferente. Desde un punto de vista ideológico, en el acto electoral se encuentra la fuente que legitima el poder político en la democracia representativa. Y, también con pocas excepciones, las elecciones constituyen el símbolo más claro de vinculación de un individuo con su comunidad política.
Votar o abstenerse es la primera opción que las elecciones plantean. Si examinamos datos de países con tradición de competición electoral abierta y libre se comprueba que en general son más los ciudadanos que acuden a votar que los ciudadanos que se abstienen. En todos los sistemas políticos se registran elecciones que movilizan en mayor medida que otras. A las primeras se las suele calificar de elecciones de «primer orden» son percibidas por los ciudadanos como de mayor impacto o importancia política: entre ellas se cuentan las elecciones parlamentarias y —allí donde se convocan— las elecciones presidenciales. En cambio, son consideradas como elecciones de «segundo orden» las consultas de ámbito local, regional o europeo: la participación en estas consultas es generalmente inferior a la que se da en las de «primer orden». Finalmente se dan también circunstancias coyunturales que estimulan la participación: por ejemplo, el hecho de una competencia reñida y equilibrada entre partidos o candidatos, que rodea de incertidumbre el resultado final de la elección.
Las formas no convencionales de la acción política
Como se ha dicho más arriba, las formas no convencionales de la acción política son modos de «hacer política» que entran en conflicto con algunos valores dominantes.
Suelen desarrollarse al margen de los cauces institucionales y al borde o más allá de la legalidad aceptada. Están asociadas a las demandas de quienes tienen poca confianza en la eficacia de las formas convencionales.
Muy a menudo, estas actividades no convencionales están estrechamente ligadas a su espectacularidad mediática: formar cadenas humanas, ocupar lugares de gran visibilidad (plazas públicas, monumentos, puentes, grúas, etc.), son actos que adquieren mayor resonancia en la medida en que son difundidos por los medios audiovisuales, previamente convocados por los propios protagonistas.
Entre lo convencional y lo no convencional: una elección táctica
Hay que tener presente que lo no convencional de hoy puede ser lo convencional de mañana. Lo que separa a las formas convencionales de las no convencionales es una valoración social que varía con el tiempo.
• ¿Qué lleva a un sujeto a la adopción de formas no convencionales de acción política? La utilización de una u otra forma de acción política se ha relacionado con la valoración que cada sujeto hace del sistema político en su conjunto. Se ha atribuido este fenómeno a la mejor educación de amplios sectores sociales. Con el aumento del nivel educativo de la sociedad ha crecido el número de personas capaces de utilizar categorías políticas abstractas y se ha extendido también la conciencia de la eficacia política personal entre un mayor número de ciudadanos.
De ahí su mayor disponibilidad a intervenir políticamente mediante actuaciones de diferente tipo.
• De este modo se pueden definir cinco tipos de ciudadanos: inactivos, conformistas, reformistas, contestatarios y activistas. En esta tipología se califica como inactivos a los sujetos que se abstienen de toda acción política, tanto convencional como no convencional. Sólo en algún caso se exponen a recibir alguna información política. Los conformistas serían los individuos únicamente activos en formas convencionales: se informan mínimamente, discuten esporádicamente y, en algunos casos, desarrollan alguna otra actividad (asistencia a algún mitin, participación secundaria en alguna campaña). Los reformistas, por su parte, recurren a un repertorio de actuaciones más amplio: no sólo participan en las vías convencionales, sino que también acuden a algunas formas no convencionales con poco riesgo o con contenido poco rupturista (por ejemplo, una sentada). Por su parte, los activistas emplean una u otra forma de acción, según les convenga. Están implicados en la participación convencional pero no rehúsan la no convencional cuando la consideran útil. Finalmente, los contestatarios utilizan de modo preferente o exclusivo las formas no convencionales, porque rechazan las convencionales, que perciben como manipuladoras e ineficaces para sus objetivos de cambio. Los grupos más numerosos son, en principio, los inactivos y los conformistas.
¿Aumenta o disminuye la actividad política de los ciudadanos? Así pues, la respuesta a la pregunta inicial —¿aumenta o disminuye la actividad política? — ha de ser matizada. Las formas convencionales de participación aumentan —aunque sea lentamente— en sociedades que nunca las han conocido hasta fecha muy reciente. Y también se mantienen —con excepciones— allí donde se implantaron a partir del siglo xx, combinadas ahora con la expansión de formas no convencionales: en este caso, puede afirmarse que no hay «menos actividad política», sino una actividad política distinta de la que ha sido predominante hasta hace pocas décadas.

 

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