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La depresión de los años ‘30
Carlos F. Díaz Alejandro “América Latina en los años treinta”
El decenio presentó un alejamiento del comercio y las finanzas internacionales, y un surgimiento relativo de las actividades de sustitución de importaciones. Otras tendencias visibles antes de 1929 tales como la urbanización y un creciente interés del estado en el desarrollo económico continuaron en los años ‘30.
Díaz Alejandro contemplará la actuación económica de cada país como resultado de la magnitud de los choques externos exógenos recibidos, de las medidas de política económica aplicadas por las autoridades nacionales para acelerar el ajuste de tales choques y para buscar el equilibrio externo e interno.
La capacidad y la inclinación para manipular los instrumentos de la política económica fueron mayores para los países relativamente grandes o poseedores de sectores públicos relativamente autónomos. Los países más pequeños tenían un menor margen para la manipulación.
La época de crecimiento impulsado por la exportación culminó en América Latina en los años ‘20.
El autor describirá:
A principio de los años ‘30 los países latinoamericanos empezaron a regular sus exportaciones tradicionales para no empeorar más aun sus precios en dólares. Fuera de los casos de Chile y Cuba, la contracción del volumen de las exportaciones durante 1929-1933 fue sustancialmente menor que el deterioro de los términos de intercambio.
Las balanzas de pagos latinoamericanos se vieron fortalecidas a fines de los años ‘20 por grandes entradas de capital, mientras Nueva York sustituía a Londres como la fuente principal de los fondos de cartera a largo plazo. Desde mediados de 1930 llegaba poco capital fresco. En virtud de que los niveles de los precios en dólares bajaban inesperadamente en una cuarta parte, el servicio de la deuda aumentó extraordinariamente en términos reales, reduciendo la capacidad de importación. Durante las primeras etapas de la crisis, el volumen de las importaciones bajó todavía más que el poder de compra de las exportaciones en la mayoría de los países, a medida que luchaban por cumplir con las obligaciones de la deuda.
La inversión extranjera directa no desapareció durante los años ‘30, pero cambió su orientación marginal en contra de las exportaciones tradicionales y a favor de las actividades de sustitución de importaciones. Los controles de cambios y las tasas de cambio múltiples desalentadoras de las remisiones de beneficios pueden haber inducido a corto plazo cierta reinversión de los beneficios en nuevas actividades nacionales.
El surgimiento de un centro proteccionista y nacionalista fue el choque más graves para las economías latinoamericanas durante los años ‘30, más allá de su efecto negativo directo sobres los términos de intercambio en la región. Aunque la prosperidad retornará al Centro, parecía sombría la perspectiva de las exportaciones latinoamericanas competitiva con la producción de países industriales o sus colonias o mancomunidades.
En 1930 algunos gobernantes latinoamericanos empezaron a reconsiderar la conveniencia de permanecer fieles a las reglas ortodoxas de juego. La reconsideración no se debía al surgimiento de nuevas ideas teóricas, sino a la presión de las circunstancias. El equilibrio del presupuesto cuando los ingresos aduaneros se estaban derrumbando y los empleados públicos se estaban revelando se hizo casi imposible. Los gobernantes que contaron con instrumentos necesarios comenzaron a sustituir las reglas del patrón de cambio-oro con medidas discrecionales de emergencia. El meollo de las políticas adoptadas puede considerarse como un intento por evitar los costos de la deflación aconsejada por el mecanismo de ajuste clásico.
En general, las medidas de control de cambios en los países pequeños o pasivos eran menos vigorosas que en los países reactivos. Las devaluaciones nominales en los países reactivos tuvieron débiles consecuencias inflacionarias.
La hipótesis de trabajo de este capitulo es que los países que podían y querían devaluar su tasa de cambio avanzaron hacia la nueva constelación de precios relativos internos con mayor rapidez y menos penurias que los países de tasas fijas, lo que limitó la deflación de precios y monetaria, contuvo el efecto negativo sobre la producción real, o disminuyó las presiones para la reducción de los salarios monetarios con medidas extraordinarias.
El precio interno de los bienes importables en relación con los precios de los bienes no comerciados también recibió un impulso ascendente en muchos países latinoamericanos a medida que se levantaban los aranceles y se implantaban las restricciones cuantitativas por la vía de control de importaciones o de cambios. Las políticas de tasas de cambio y proteccionistas se reforzaban recíprocamente como mecanismos represores de las importaciones.
La baja inesperada de los precios en dólares y en libras esterlinas, ocurrida después de 1929, aumentaba grandemente el costo real de las obligaciones externas denominadas en esas monedas. El congelamiento de los mercados de capital extranjeros volvía muy difíciles las operaciones de renovación de la deuda a corto y largo plazos. El colapso de las recaudaciones de impuestos a las importaciones segaba una fuente presupuestaria tradicional para los pagos de la deuda externa.
A partir de 1931, las autoridades demoraban la entrega de divisas a los importadores para el pago de su deuda a corto plazo y a las compañías extranjeras para la remisión de sus beneficios. También muchos países latinoamericanos empezaron a dejar de servir la deuda externa pública a largo plazo. A pesar de los controles de cambios que regulaban las resumisiones de beneficios al exterior por parte de las empresas extranjeras continuó durante los años ’30, también la inversión extranjera directa aunque en cantidades más importantes para la expansión de ramas especificas de la producción que para el equilibrio de la balanza de pagos.
La declinación de las exportaciones y las entradas de capital que señaló el inicio de la crisis fue acompañada de inmediato por los déficits de la balanza de pagos que drenaban las reservas y las ofertas monetarias, de acuerdo con las reglas de tasas de cambio fijas del patrón oro. El fin de la convertibilidad en oro ayudó a detener la perdida de liquidez entre los países reactivos. Para 1935-1939 los niveles de precios de esos países habían regresado en su mayor parte a las cercanías de los niveles de 1925-1929. En 1930-1934, las ofertas monetarias reales de la mayoría de los países reactivos se encontraban por encima del nivel de 1925-1929.
En contraste con la ocurrida en los Estados Unidos, no hay información de quiebras bancarias generalizadas en los países reactivos a principios de los años treinta. (Ver México Pág. 48)
Los gastos públicos reales no se redujeron de manera significativa a principio de los años ‘30, mientras que los ingresos fiscales reales bajaron a medida que se derrumbaban las importaciones, lo que indujo una elevación de los déficits fiscales a pesar de los nuevos impuestos y de la elevación de los aranceles.
En algunos países latinoamericanos, se observó en los años treinta una diversificación de los ingresos públicos, con una expansión notable de los impuestos no aduaneros.
Para la segunda mitad del decenio había desarrollado los países reactivos de AL un respetable conjunto de instrumentos monetarios y fiscales, así como la voluntad de usarlos para evitar la deflación. El autor considera posible que gran parte del nuevo activismo estatal haya sido motivado por el deseo de ayudar a exportadores rurales influyentes. Las políticas aparentemente sectoriales tenían una gran repercusión sobre la demanda agregada y la balanza de pagos.
Los gobiernos latinoamericanos se comprometieron crecientemente durante los años ’30 con la promoción del crecimiento a largo plazo y las transformaciones estructurales (Cárdenas en México). Los años ‘30 presenciaron el fortalecimiento y la creación de instituciones públicas que otorgaban créditos a mediano y largo plazos. La vivienda, las obras publicas, la agricultura y, de manera creciente, la industria se beneficiaron de tal crédito. Las obras públicas emprendidas en muchos países tuvieron un efecto perdurable sobre la capacidad productiva y los patrones de la urbanización. Vastos programas de caminos aceleraron la transición de la era del ferrocarril a la era de los vehículos a motor. Esta transición estimuló muchas actividades manufactureras.
Las cuentas nacionales de los cuatro países mas grandes registran tasas de crecimiento del PBI más sostenidas y elevadas que las de Canadá y los Estados Unidos en el periodo 1929-1939.
El crecimiento de las manufacturas durante la fase de recuperación de los años ‘30 recurrió en gran medida a la sustitución de importaciones. Se contrajeron las actividades ligadas a la prosperidad anterior a 1929, orientada hacia las exportaciones, mientras que otras actividades realizaban grandes avances en la producción. Los sectores principales solían ser textiles, refinación de petróleo, productos farmacéuticos, procesamiento de alimentos, productos químicos, cemento. El crecimiento de la producción en los sectores industriales en auge superaba ampliamente la expansión de la absorción interna total de esos bienes manufacturados.
La industrialización de los años ‘30 fue muy intensiva en mano de obra, e involucró muchas empresas pequeñas y medianas. Fue en gran medida obra de los nuevos empresarios nacionales y extranjeros, incluidos los nuevos inmigrantes de la agitada Europa.
Las nuevas actividades de sustitución de importaciones se concentraron principalmente alrededor de los principales centros de consumo. La industrialización apoyó así las tendencias de la urbanización. La sustitución de importaciones fue el motor del crecimiento durante los años treinta, pero no solo en las manufacturas. El sector rural vio también aumentar la producción de los bienes vendidos en el mercado interno en relación con los bienes vendidos primordialmente en el exterior. Algunos países que importaban bebidas y aceitas comestibles recurrieron a los sustitutos nacionales. Gran parte de la sustitución de importaciones agrícolas se hizo a expensas del comercio interamericano. La sustitución de importaciones se extendió también a los servicios.
Más fácil y más barato el acceso a la tierra rural. Aumento de los salarios reales en término de alimentos, aunque bajaran en términos de bienes importables. En los países más urbanizados donde predominaban los sistemas laborales libres parece haber sido raro tras los primeros años de la crisis.
En general la distribución de la riqueza y del ingreso se vio afectada por influencias contradictorias. Los grupos ligados a las exportaciones tradicionales deben haber visto declinar su posición relativa e incluso absoluta. Los empresarios de la agricultura y la industria sustitutivas de importaciones deben haber acumulado jugosos beneficios, ya que su producción alcanzaba elevados precios internos, mientras que los costos de la mano de obra y las materias primas eran desusadamente bajos. Las reformas fiscales implantadas en varios países fueron más importantes para la recaudación de ingresos públicos y para su diversificación, que para el logro de cambios importantes en la distribución del ingreso.
Una interpretación final
Gran parte de la evolución de las economías latinoamericanas puede explicarse como una respuesta a los incentivos creados por las políticas destinadas primordialmente a afrontar los desequilibrios de la balanza de pagos creados por el empeoramiento inesperado de los términos de intercambio y la cesación abrupta de las entradas de capital.
Los países que pudieron devaluar marcadamente su tasa de cambio a principios del decenio avanzaron hacia el nuevo patrón de acumulación con mayor rapidez que las naciones que mantuvieron fija su tasa de cambio o devaluaron un poco. El abandono de paridades antiguas y de la convertibilidad ilimitada en monedas extranjeras permitió que varios países mantuvieran y ampliaran su liquidez interna.
En los países reactivos la estructura institucional era compatible con las acciones que involucraban cierto grado de autonomía de la política económica, lo que no ocurría con los países más pequeños o pasivos.
Al estallar la segunda Guerra Mundial, una gran parte del capital social fijo en AL y de su capacidad industrial se había depreciado y estaba al borde de la obsolescencia. La escasez producto de la guerra habría de agravar estas condiciones.
Los populismos latinoamericanos
Collier, Ruth B. Y Collier, D. “México y Venezuela: El populismo radicalizado”
El periodo de incorporación en México estuvo señalado por el fin de la guerra civil y la nueva Constitución de 1917. Los líderes políticos vieron a los sectores populares como cruciales recursos políticos que podían ser movilizados en las luchas entre sectores de las clases dominantes. Esta movilización fue un rasgo distintivo del proceso de incorporación. En México y Venezuela ésta movilización tomó la forma de “populismo radicalizado”, en el que tanto la clase trabajadora como los campesinos fueron movilizados electoralmente y organizados en asociaciones funcionales como los sindicatos, vinculados a los movimientos o partidos políticos reformistas.
La inclusión del campesinado en las políticas de movilización indica dos cosas:
Sin embargo la dependencia que los líderes políticos tenían respecto al movimiento obrero fue grande y se reflejó en políticas prosindicales y una sustancial colaboración estatal con sus organizaciones.
Por una parte debe comprenderse al populismo radicalizado como un proyecto de una elite para establecer el dominio político de los emergentes sectores medios urbanos. Es una movilización controlada desde arriba cuyo elemento central fue el establecimiento de un partido político policlasista, para canalizar la participación política popular hacia el apoyo del gobierno. Por otra parte, el verdadero proceso de esta movilización tomó una forma que le es propia. Para obtener el apoyo de esta movilización, fue necesario un intercambio en el que algunas concesiones reales fueran realizadas a cambio del apoyo deseado. A través de este intercambio sin amenazar la orientación básicamente capitalista del estado se fue logrando la cooptación de la clase trabajadora. Esto también implicó una dolarización política ya que esta alianza implicó que quedaran afuera importantes sectores de la sociedad.
La politización de la clase obrera supuso la integración como movimiento político, organizado en un partido político policlasista que podía reflejar la alianza populista y canalizar la actividad política de la clase trabajadora.
La incorporación estatal supuso que ciertos beneficios reales fueran otorgados de forma paternalista y en los casos del populismo radicalizado la elite política también reconoció la importancia de estructurar un movimiento obrero que pudiera ser controlado y de prevenir la emergencia de una clase trabajadora fuerte y autónoma.
Incorporación campesina
En México, la movilización campesina, comenzó durante la guerra civil que enfrento a Carranza contra Villa y Zapata.
A nivel federal, los gobiernos de los años ‘20 promovieron organizaciones campesinas centralizadas y partidos, y adoptaron programas de reforma agraria para movilizar el apoyo campesino por múltiples razones:
El apoyo campesino fue también la base del poder político que acumularon los gobernadores. Durante el ínterin de 6 años de gobiernos más conservadores (1928-1934) se realizó una política más hostil hacia el campesinado.
El gobierno radical-populista de Cárdenas (1934-1940) impulsó un cambio abrupto por el que los campesinos fueron tendidos en cuenta en el proyecto de incorporación, de forma similar al movimiento obrero. Fueron repartidas 18 millones de hectáreas. La producción comunal basa en el ejido fue favorecida y estimulada desde el gobierno. El programa rural de Cárdenas constituyó un gran asalto al poder de los propietarios rurales. La inclusión del campesinado en el proyecto de incorporación generó una fuerte oposición; pero hacia el final del periodo de incorporación la oligarquía terrateniente tradicional había sido fuertemente debilitada.
México
El inicio del periodo de incorporación, se da en 1917, con la nueva constitución, en la que el estado aseguraba una serie de garantías laborales, incluido el derecho de formar sindicatos y de huelga.
Una clara orientación populista comenzó a tomar forma con la presidencia de Obregón, de 1920 a 1924, y alcanzó su clímax bajo la presidencia de Calles, de 1924 a 1928. En este periodo aunque el movimiento obrero organizado jugó un rol importante en la coalición populista, la participación política de la clase trabajadora no fue institucionalizada a través de su incorporación en un partido multiclasista unificado que pudiera perpetuar la alianza estatal-sindical. Durante la etapa del Maximato el populismo fue abandonado.
La presidencia de Cárdenas representó una instancia “completa” de populismo radicalizado. Para 1940, se había formado una alianza con la clase trabajadora a través de su confederación predominante, la CTM (Confederación de Trabajadores de México) y triunfado en la incorporación de los sectores populares en un integrado partido multiclasista.
Proyecto desde arriba: los ‘20
Obregón y Calles, a diferencia de Carranza, insistieron en la movilización de sectores urbanos y rurales como el único camino para consolidar la revolución. Obregón realizó la primera tentativa de buscar apoyo en la movilización de las masas, principalmente de los trabajadores. Sin embargo, realizó una jugada conservadora (necesidad del reconocimiento de los EE.UU.) empujando a grupos de partidos a enfrentarse unos a otros tratando de no quedar dependiente a ninguno. Su presidencia culminó con una gran dependencia al sector rural, dejando al movimiento obrero a un lado, lo que llevó a grandes desacuerdos entre Obregón y la dirigencia nacional obrera.
Calles asumió la presidencia más claramente identificados con los trabajadores urbanos que con los grupos rurales. Desde el punto de vista de la elite estatal el principal desafió era la consolidación del poder. Esta tarea debió enfrentar múltiples amenazas. De una lado estaban los representantes del derrocado Porfiriato y los elementos contrarrevolucionarios (La Iglesia, los grandes propietarios rurales, los grandes comerciantes establecidos, los industriales porfiristas, etc.); del otro lado estaban los sectores populares movilizados, que eran potencialmente los defensores de la revolución social. Durante el transcurso de la lucha, los sectores populares urbanos como los rurales habían sido un recurso político importante y de gran poder que había sido movilizado por todas las facciones. Fue el fracaso de Madero en comprometerse en una política de masas lo que el impidió consolidar el poder y aumentó la vulnerabilidad frente al golpe contrarrevolucionario de Huerta.
Carranza adoptó un programa de reformas para conseguir el apoyo de sectores populares, tanto para reclutar campesinos armados como para intentar una coalición con Zapata y Pancho Villa. Carranza luego de la Constitución del ‘17 se volvió más conservador, se identificó con las clases medias urbanas y los propietarios rurales establecidos. Frente a él estaban los reformistas, que habían aprendido del fracaso de Madero que la consolidación del sector revolucionario dependía de la de la reestructuración de las bases sociales del estado y de la destrucción del sistema del porfiriato. Reconocieron la necesidad de la transformación del estado con una política de masas a través de la cual el estado canalizara los intereses y demandas de los sectores populares urbanos y rurales al tiempo que se lo fortalecía con tal apoyo. La movilización del campesinado y de la clase obrera como grupos de apoyo contribuiría a enfrentar las amenazas a la consolidación del poder que provenían tanto de los contrarrevolucionarios.
En 1920, cuando Carranza intentó imponer un sucesor conservador en lugar de Obregón, se produjo la última rebelión que produjo la salida y asesinato de Carranza y el ascenso de la alianza populista bajo la dinastía de Sonora.
Obregón necesito de la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana) para apoyar sus ambiciones presidenciales. Hacia 1919 pacta con la CROM. Para ella, él era el candidato más dispuesto a garantizarle concesiones a cambio de apoyo. La CROM organizó un partido laborista, el PLM (Partido Laborista Mexicano) para apoyar la candidatura de Obregón. Cuando estalló la revuelta de Obregón, el PLM retiró su reconocimiento al gobierno de Carranza y organizo grupos armados. Luego de asumido presidente tuvo que enfrentarse con la negativa de EE.UUU. a reconocer al nuevo régimen, dejando abierta la posibilidad de una ayuda mexicana a la rebelión. Además la mayoría del congreso había sido ganada por el PLC (Partido Liberal Constitucionalista) que no estaba dispuesto a ir tan lejos en la dirección reformista como Obregón deseaba.
Obregón llegó al poder con el apoyo de sus dos compañeros de Sonora y con el importante respaldo de las clases medias más conservadoras que tomó la forma del PNC (Partido Nacional Cooperativista), la clase trabajadora (PLM) y los campesinos con el PNA (Partido Nacional Agrarista). Durante los siguientes 4 años, los tres de Sonora se identificaron con partidos diferentes.
La primera ruptura en la coalición ocurrió cuando el PLC intentó dictar la agenda política del gobierno. El PLC se opuso al crecimiento y fortalecimiento de las organizaciones obreras, la CROM y sus líderes. En 1921, el PLC rechaza la propuesta de establecer un Ministerio de Trabajo. Como respuesta el PNC, PNA y el PLM se reunieron para establecer un bloque social democrático para oponerse al reaccionario PLC. Una vez dominada y controlada la oposición conservadora, las diferentes facciones de la coalición dirigida por los sonorenses comenzaron a enfrentarse.
La derrota de la rebelión de de la Huerta, que llevó a la destrucción del PNC, dejó como dominante en el Congreso a una coalición formada por el PNA y el PLM.
A pesar del pacto Obregón-CROM de 1919, las relaciones se tensionaron. Obregón logró mejores relaciones con los grupos más conservadores y se sintió obligado a hacer lo que fuese necesario para establecer relaciones diplomáticas con los EE.UU. para impedir cualquier respaldo norteamericano a grupos rebeldes.
Al profundizarse el abismo entre el movimiento obrero y Obregón, éste se dirigió cada vez más a los campesinos del PNA buscando allí su base de apoyo mientras el movimiento obrero y el PLM estrechaban su relación con Calles. Éste quedó endeudado con el movimiento obrero cuando apoyó sus ambiciones presidenciales en contra de la rebelión de de la Huerta. Calles, entonces, llegó en 1924 al poder con una base de apoyo más estrecha y una dependencia mayor del movimiento obrero que la de cualquier otro presidente.
El problema de la consolidación del poder permanecía como tema clave cuando Calles asumió la presidencia. Debía asegurase la lealtad de dos grupos: el de las ambiciosas fuerzas armadas y las fuerzas de Obregón. El primer gabinete de Calles reflejó la necesidad de equilibrar estos grupos: una facción moderada desarrollista que favoreció a la modernización económica y la regularización y promoción de los lazos económicos con los EE.UU., la otra, más radicalizada y nacionalista, estaba formada por los laboristas dirigidos por Morones.
Proyecto desde abajo: los años ‘20
Una estrategia de movilización desde arriba es insuficiente para intentar explicar la formación de una alianza populista. También hace falta la emergencia de un sector dentro del movimiento obrero que busque colaboración con el gobierno. Según el autor hay dos elementos que permiten establecer la tradición de colaboración:
Esta estrategia da como resultado la formación de dos corrientes dentro de la clase obrera: el sindicalismo reformista de la CROM y la temporaria reunión de anarco-sindicalistas y marxistas en el Gran Cuerpo Central de Trabajadores. Para el primero de estos se mostró necesaria una estrategia de alianzas políticas y de obtención del favor oficial.
La emergencia de un sector obrero orientado hacia la colaboración es la debilidad de los grupos asociados a una estrategia alternativa. El gobierno, con la ayuda de la CROM, quebraba las huelgas de la CGT mientras reprima a sus líderes, militantes y sindicatos. Incapaz de mantener su posición, la CGT se movió hacia una actitud más colaboracionista. El PC también era débil.
El intercambio: los años ‘20
Una alianza populista entre la elite estatal y obrera, se funda en una relación de intercambio, en una implícita o explicita negociación en la que cada parte obtiene importantes beneficios.
Los tres de Sonora promulgaron el Plan de Agua Prieta que llamó a una rebelión generalizada en contra de Carranza. La CROM respondió organizando trabajadores armados dispuestos a luchar. Una vez que Obregón llegó a la presidencia, la CROM y el PLM continuaron ofreciéndole su importante apoyo político, decisivo frente a la oposición.
La alianza con la CROM proporcionó al Estado control decisivo sobre el movimiento obrero: reprimiendo los sindicatos independientes, apoyando a la CROM y asegurando su dominio en el campo laboral el gobierno creo una cooptada clase trabajadora organizada. La CROM a cambio, ganó voz e influencia decisiva en el gobierno y recibió apoyo estatal para expandir su organización, asegurándose dictámenes favorables en las disputas laborales lo que le permitió quebrar los sindicatos rivales, también ocuparon importantes cargos de gobierno. La CROM vio aumentar la cantidad de sus afiliados, recibió ayuda financiera. A pesar de estos beneficios la CROM percibía que no se le había dado en el gobierno la influencia que habían pactado.
La alianza estado-sindicatos fue renovada y fortalecida con Calles. Este encontró apoyo crucial en la CROM para impulsar el conjunto de su política. Morones y el sindicalismo contribuyeron también a la pacificación en las relaciones entre el capital y el trabajo. Morones prefería negociar las reivindicaciones y llegar a un acuerdo con los empleadores. Calles consideró la paz social y la colaboración de los trabajadores condiciones esenciales para el logro de sus objetivos de recuperación económica. La CROM ejerció un significativo control sobre la prensa.
Políticamente, el movimiento obrero dio legitimidad y apoyo al gobierno. Económicamente, una clase obrera potencialmente radicalizada y opositora fue convertida en un movimiento colaboracionista que apoyó la reconstrucción capitalista y la modernización. A cambio de esta cooperación, el movimiento obrero disfrutó de una influencia política sin precedentes dentro del estado, inmensos beneficios materiales y la presencia de la CROM en importantes puestos del gobierno. Surgió un movimiento obrero corrupto que aplasto el sindicalismo independiente y anuló la radicalización de la clase obrera, subordinándola a la línea gubernamental de armonía entre el capital y el trabajo.
Oposición al populismo: los años ‘20
La alianza estado-sindical creó polarización y oposición a la política pro obrera del gobierno. La polarización ocurrió alrededor de diferentes grupos de intereses:
Después de que Calles es elegido presidente, la oposición política creció alrededor de varios objetivos. En cada caso, los diferentes grupos se opusieron al gobierno alrededor de políticas más o menos vinculadas a la presencia obrera en la alianza gubernamental y al populismo radicalizado que implico. Hacia 1926, muchos de estos conflictos tomaron una dimensión crítica. (Estados Unidos, el Parlamento, Iglesia)
La candidatura de Obregón polarizó aun más la política mexicana. El asunto tocaba un tema que en la Revolución de 1910 había sido crucial: el de la reelección. En esta cuestión el movimiento obrero fue el principal actor ya que Morones tenía aspiraciones presidenciales y no veía con buenos ojos un segundo período en el que podía ser marginalizada (la CROM)
Calles, para manejar la crisis y poner fin a la tensión, apoyó a Obregón y se distanció del movimiento obrero. Comenzó entonces a practicar una actitud cada vez más conservadora y su gobierno fue dependiendo cada vez más de la derecha.
El tiro de gracia llego después del asesinato del presidente electo Obregón, cuando la CROM fue acusada de estar comprometida y los miembros del PLM debieron dejar sus puestos del gobierno. Calles nombró a Portes Gil, un manifiesto opositor a la CROM.
El poder del movimiento obrero en el gobierno y las concesiones que consiguió favorecieron la oposición y la polarización que es característica del populismo radicalizado. Este primer periodo de populismo carece de la formación de un partido integrado multiclasista a través del cual se pudiera institucionalizar la alianza populista.
El Maximato: 1928-1934
Constituyó una fase más conservadora del proyecto de incorporación, con el gobierno mas interesado en establecer el control del movimiento obrero. Los gobiernos del periodo callista (1928-34) abandonaron la cruzada anticlerical, favorecieron al capital extranjero, abandonaron virtualmente los programas agraristas y obreros e intentaron un reacercamiento con los EE.UU.
Durante el Maximato, Calles crea el PNR (Partido Nacional Revolucionario), pero no incorporó en el al movimiento obrero organizado. En esta época se aprueba una nueva ley federal de trabajo.
Con la fractura de la alianza estado-sindical el movimiento obrero comenzó un periodo de desintegración impulsado por un número creciente de grupos que retiraban su afiliación de la CROM. La otra cara de esta desintegración fue el comienzo de un resurgimiento de un nuevo movimiento laboral más autónomo frente al estado bajo el liderazgo de Toledano.
El asesinato de Obregón puso en evidencia la necesidad de consolidar un mecanismo para institucionalizar la sucesión.
La fundación del PNR sirvió como mecanismo para centralizar el poder y unir los focos dispersos en una única organización. Calles fue capaz de usar al partido para mantener su poder político sin necesidad de ocupar la presidencia. EL partido resulto entonces el vehículo de control de Calles sobre el presidente. Ni el PLM ni el PNA participaron de la conferencia organizativa del nuevo parido.
El Maximato significó un abandono de la política de masas y un vuelco hacia poéticas conservadoras. Ni el clima económico, ni el político favorecían a una política pro obrera (pensar el lugar de los líderes de acuerdo al momento histórico). Más preocupada con la reactivación económica y con el incremento de la las inversiones, la política se orientó hacia favorecer a los empresarios.
La sanción de la ley laboral significaba para Calles un importante elemento en el proyecto de centralización del poder político. Su función era debilitar a gobernadores, caudillos y a la CROM. La ley fracasa, ya que todos los sectores e oponen a ella.
La lógica de la crisis política desatada a fines de la presidencia de Calles condujo al desmantelamiento de la alianza estado-sindical. La caída de la CROM no dio lugar a una confederación alternativa con la cual renovar dicha alianza. Como reacción a la corrupción de la CROM y su abuso de poder en su asociación con el estado, los nuevos lideres que emergieron adoptaron una política de independencia. El Maximato vio así no solo la desagregación de la CROM sino también el comienzo de un proceso paralelo de reorganización frente al estado, más combativo y mayor conciencia de clase.
Proyecto desde arriba: el período de Cárdenas
El autor plantea que entre 1934 y 1940, se da el periodo de plena realización del populismo radicalizado. ¿Cuál fue el proyecto de Cárdenas y por qué éste movilizó al sector obrero en su apoyo? Según el autor hay dos grandes interpretaciones:
Para los Collier, Cárdenas no fue ni un simple reformista progresista ni meramente un promotor de la industrialización capitalista. Más allá de esto, el programa reformista fue claramente un medio para otros fines como puede ser visto en el control que el gobierno siempre trató de ejercer sobre la clase obrera y el campesinado, a quienes las reformas estaban especialmente dirigidas. Sin embargo, el programa reformista podría no ser visto principalmente como un medio para conseguir la industrialización y el desarrollo capitalista. En primer lugar, las diferencias entre las políticas del Maximato y las políticas reformistas de Cárdenas no pueden ser comprendidas en términos de búsqueda de caminos para el desarrollo capitalista, en tanto que Calles perseguía este objetivo. En segundo lugar, la visión de Cárdenas fue más allá del capitalismo reformista para ir hacia una reestructuración radical de la sociedad y experimento con formas no capitalistas y casi socialistas de propiedad y control de los medios de producción. Y en tercer lugar, aunque las reformas pudieran haber facilitado el desarrollo industrial no había habido continuidad entre la política industrial del gobierno de Cárdenas y las políticas que le siguieron. Por más funcionales que puedan haber sido para el desarrollo capitalista las reformas de Cárdenas, sus efectos no eran claros para sus participantes, aun para Cárdenas.
La oposición de las clases dominantes indica la medida en que este periodo reformista y la alianza que conlleva el populismo radicalizado representan una contradicción dentro del desarrollo capitalista.
El principal proyecto de Cárdenas es considerado más como político que como económico. Es visto como constructor del estado y la nación. Su principal cometido fue fortalecer el estado y sus instituciones políticas. La presidencia de Calles había terminado en crisis: con respecto al apoyo obrero, la orientación política conservadora, combinada con los efectos de la depresión mundial dieron origen a un movimiento obrero que se alejaba cada vez más, expresando fuerte descontento y protesta y fortaleciendo su autonomía política.
Calles impuso un orden personal que dejo instituciones débiles. Él uso al partido como un medio para su control personal que usaba en detrimento del poder institucional de la presidencia. Cárdenas tuvo inmediato interés en fortalecer la presidencia en tanto no quería ser victima del modelo del Maximato. Su proyecto fue el de fortalecer las instituciones civiles, particularmente la presidencia y el partido en contra de los cuadillos civiles y en contra del ejercito.
El plan de seis años puso en claro sus objeciones a las políticas conservadoras del Maximato y a la implícita alianza que se había forjado entre el estado, el capital extranjero y la burguesía local. Se comprometía a una serie de reformas que permitieran una base de apoyo en la movilización popular. Buscaba movilizar el apoyo popular para sostener el poder de Cárdenas y su facción, fortalecer las instituciones políticas del estado y promover la acumulación del capital nacional y el desarrollo de una economía mixta en la que el estado jugara un rol autónomo, controlando tanto al sector del capital como el del trabajo.
La coalición populista con los sectores radicalizados obreros y agrarios constituía la única estrategia racional. Esta coalición resultó útil para construir un contrapeso al ejército cuando Cárdenas armo a los campesinos y formo las milicias obreras. Con esta base social de apoyo, el estado se puso en situación de conquistar autonomía frente al capital extranjero y nacional y llevar a cabo las sustantivas reformas. La coalición recién se pone en marcha debido a la crítica de Calles a las posiciones pro obreras de Cárdenas. Los obreros vieron que la defensa de la clase obrera se identificaba con la defensa de la presidencia.
Proyecto desde abajo: el periodo de Cárdenas
Durante el periodo de Cárdenas el movimiento obrero cumplió un activo rol político y recobro su disposición a colaborar hacia el gobierno. El movimiento obrero quedo dividido hasta que la unión fue conseguida bajo el impulso de dos hechos:
La creación de una nueva confederación obrera: la CTM (Confederación de trabajadores de México) expresaba la reunificación obrera en una organización cuya ideología dominante era marxista. En ella había dos tendencias: una basada en sindicatos pequeños y débiles dependientes del apoyo estatal y otra basado en sindicatos mas combativos, fuertes y mas independientes. El primero comienza a tener más hegemonía.
Aunque el movimiento obrero quería mantener su autonomía frente al estado, pronto abandonó esta postura política. Esto se debió a dos factores:
El apoyo al gobierno fue más incondicional a partir de 1938, en medio de la polarización política y del comienzo de una oposición conservadora a Cárdenas y a su programa de reformas.
El intercambio en el periodo cardenista
El programa populista de Cárdenas convocaba, en las fábricas, a una socialización de los medios de producción a través del control obrero de las empresas que no se mostraba dispuestas a entrar en actitud negociadora. En el campo, llevo hasta niveles sin precedentes la distribución de tierras a los campesinos y estimuló las formas colectivas de propiedad. Los beneficios obtenidos por el sector obrero en la coalición, fueron ideológicos, políticos, organizativos y materiales. El movimiento obrero obtiene escaños en el Congreso. El estado fortaleció los organismos de las clases trabajadoras. Jugó un rol activo en la resolución de los conflictos obreros, amplió acuerdos colectivos y apoyo demandas salariales obreras. Apoyó y estimuló huelgas.
El gobierno adoptó una posición de que si los empresarios no accedían a pagar los salarios que estaban a la altura de su capacidad, podían ser sometidos a expropiación.[1]
Los beneficios materiales recibidos por la mayoría de los trabajadores organizados fueron limitados: los puntos ganados en el salario eran neutralizados por la inflación. A partir del ‘38 el gobierno quita apoyo a las huelgas.
Desde el punto de vista de la administración de Cárdenas, la alianza con el movimiento obrero aseguró el apoyo que precisaba. Además, le permitió fortalecer la presidencia estableciendo para el gobierno una base social de apoyo que aumentó su autonomía frente a caudillos locales y lideres regionales, creando un contrapeso.
El establecimiento de un relativamente poderoso, unificado y centralizado movimiento obrero tuvo dos aspectos: aumentó el poder obrero y creó una entidad organizada que el gobierno podía controlar. También proporcionó los medios para controlar a los disidentes. El sindicalismo fue otro vehículo para aumentar el control centralizado de la economía.
El partido en el periodo de Cárdenas
Una característica clave del populismo radicalizado es la incorporación del movimiento obrero y el campesinado organizado en un partido político. La reorganización del PRN en el PRM (Partido de la Revolución Mexicana) es el paso central para la incorporación de los sectores populares dentro de la estructura del partido.
La institucionalización de un apoyo de masas fue buscada a lo largo de dos frentes. Primero, un intento de extender y fortalecer las organizaciones de trabajadores y campesinos[2]. Se formó en México un movimiento obrero unificado que incluía a la izquierda en vez de excluirla y perseguirla. Segundo, Cárdenas buscó institucionalizar su alianza con las organizaciones populares a través de su incorporación formal al partido. Los cambios que tuvieron lugar dentro del partido produjeron una reacción en la derecha partidaria y llevaron a un periodo de intensa disensión interna.
Hay dos interpretaciones plausibles de la reorganización partidaria:
El populismo radicalizado implica la movilización de los sectores populares dentro de un partido o movimiento político como parte de una estrategia política que necesita, tanto para aumentar el poder real de los sectores populares, controlar y canalizar dicha movilización. De esta forma, la reorganización partidaria tiene dos caras: por un lado, aseguró la representación obrera y su influencia dentro del partido; por el otro, este sistema de representación favorecía la cooptación y el control.
Posición y Polarización en tiempos de Cárdenas
Le populismo radicalizado provoca fuertes oposiciones y una polarización a lo largo de las clases sociales. Capital nacional, extranjero, ejercito, sectores medios, la Iglesia. La oposición tuvo diversas manifestaciones: fuga de capitales, intentos de movilización por parte de la Iglesia contra el gobierno, ofensiva económica y diplomática por parte del capital extranjero, boicot industria petrolera, surgimiento del sinarquismo.
La oposición y polarización se producía principalmente torno a la política obrera. La expropiación petrolera crea una inmensa base de apoyo popular y aumenta polarización y oposición.
Hay dos momentos claves de la intensificación de la oposición a Cárdenas y ambos están relacionados al apoyo estatal a los trabajadores en la esfera de las relaciones laborales. Intervención del estado en el sector privado. Fabricas de vidrio, petroleras.
La intensificación de la oposición a Cárdenas favoreció el fortalecimiento y agresividad de los sectores más conservadores dentro del gobierno y la coalición estatal y un debilitamiento y retroceso de los sectores más progresistas de la alianza cardenista.
Boris Fausto “El Estado Getulista
La acción de gobierno
Getulio Vargas llegó al poder en octubre de 1930 y permaneció en él por un periodo de 15 años como jefe de un gobierno provisional. Debe hacer frente a las consecuencias de la crisis mundial: una producción agrícola sin mercado, la ruina de los fazendeiros y el desempleo en las grandes ciudades, la caída de los ingresos por exportaciones y la evaporación de la moneda convertible.
En el plano político, las oligarquías querían reconstruir el Estado en los viejos moldes. Los tenientes se oponían a esa perspectiva y apoyaban a Vargas en su propósito de reforzar el poder central, pero eran una corriente difícil de controlar. La Iglesia Católica fue una importante base de apoyo para el gobierno. Logró que la masa de la población católica diera su apoyo al nuevo gobierno, a cambio, éste último tomó importantes medidas a favor de aquella (enseñanza religiosa en escuelas públicas). Al asumir, Vargas tomó una serie de medidas fuertemente centralizadoras: disolvió el Congreso, asumió el Poder Legislativo, el de los Estados propíciales y municipales. Hizo renunciar a todos los gobernadores y nombró en su lugar interventores federales. También limitó su área de acción: prohibía contraer empréstitos del exterior y armar a las policías regionales en una proporción mayor al del Ejército.
En el plano económico trató de concentrar en sus manos la política del café. El gobierno compraba el café con los ingresos derivados del impuesto a las exportaciones y con la confiscación cambiaria y además destruiría una parte del producto. A mediados de 1931 se suspendieron los pagos de la deuda publica externa y se reintrodujo el control de cambios.
La política del trabajo puso sus objetivos en reprimir aquellos esfuerzos organizativos de la clase trabajadora urbana que se ubicara fuera del control del Estado y, a la vez, atraerla para que diera un apoyo generalizado al gobierno.
Se dispuso la sindicalización tanto de la clase obrera como de la patronal. Se adoptó el principio de la unidad sindical: el reconocimiento por el Estado de un único sindicato por categoría profesional. La sindicalización no era obligatoria.
Las organizaciones obreras controladas por corrientes de izquierda intentaron oponerse al control del Estado, pero fracasaron. A fines de 1933, el viejo sindicalismo autónomo había desaparecido y los sindicatos se habían ajustado a la legislación.
La educación paso a formar parte de la centralizadora visión general. Como en otras áreas las iniciativas del gobierno tenían una inspiración autoritaria. De arriba hacia abajo, sin implicar movilización.
El proceso político
Para definir el proceso político 1930-1934 es necesario considerar dos cuestiones: el “tenentismo” y la lucha entre el poder central y los grupos regionales.
Los “tenentes” formularon un programa que proponía mayor uniformidad en la atención de las necesidades de las diversas regiones del país, algunos planes económicos, la instalación de una industria básica y un programa de nacionalizaciones, para lo que era necesario contar con un gobierno federal centralizado y estable. Defendían la prolongación de la dictadura y la elaboración de una constitución que estableciese la representación por clase al lado de la representación individual.
En la lucha contra el predominio de las oligarquías estaduales, Vargas trató de utilizar como instrumento a los cuadros tenentistas en dos regiones muy diferentes entre si: el nordeste y San Pablo. En el nordeste al no tener condiciones ni intención de realizar grandes transformaciones, los “tenientes” llegaron a un entendimiento con lo sectores de la clase dominante regional. En San Pablo, la falta de habilidad del gobierno central contribuyó para que se desatara una guerra civil. Al negar las `pretensiones del PD, Vargas margino a la elite paulista. Ello llevó a las sucesivas renuncias de los interventores. Desde la dirección del Estado de San Pablo, los tenentes trataron de establecer una base de apoyo para sus iniciativas. Su objetivo fueron las asociaciones de cafetaleros de escasa representatividad y sindicatos obreros. Tuvieron en su contra a la mayoría de la población de San Pablo, que gravitaba ideológicamente en torno a la elite regional. Defendían la constitucionalización del país bajo los principios de la democracia liberal. Como medida transitoria, exigía el nombramiento de un interventor civil y paulista.
El PRP y el PD forman el Frente Único Paulista en febrero del 1932. Ese mismo mes el gobierno promulga un código electoral, establece la obligatoriedad del voto para ambos sexos y su carácter secreto. La elección para el Legislativo seria proporcional, garantizándose así la representación de las minorías. La representación profesional tenía como objetivo equilibrar el peso de los grandes Estados que eran los grandes focos de oposición.
En marzo del ‘32 Vargas trata de tranquilizar a San Pablo nombrando un interventor civil y paulista; pero no es aceptado.
El Frente Único Gaucho formado por varios partidos regionales rompe con Vargas. En julio del ‘32 estalla una revolución, pero fracasa. San Pablo se rinde en octubre de ese mismo año. Aunque salió victorioso, el gobierno percibió claramente la imposibilidad de ignorar a la elite paulista. Por su parte, los derrotados comprendieron que tendrían que establecer algún tipo de compromiso con el gobierno central.
En agosto de 1933 Vargas nombra a un interventor civil y paulista ligado al PD, también emitió el decreto de reajuste económico, por el cual se reducían las deudas de los agricultores afectados por la crisis. La elite política de San Pablo toma una actitud más cautelosa.
El movimiento tenentista fue disuelto durante 1933. Mientras una parte de los tenientes se subordinó al gobierno de Vargas, otros pasaron a engrosar los partidos de derecha e izquierda.
En mayo del ‘33 se llama a una Asamblea Constituyente. No se lograron formar partidos nacionales; el resultado de las urnas evidenció la fuerza de las elites regionales.
En julio de 1934 se sanciona la nueva Constitución. Establecía una republica federal y su modelo de referencia era la Constitución de Weimar. Vargas es elegido presidente de la Republica por el voto indirecto de la Asamblea Nacional Constituyente, y debía ejercer su mandato hasta mayo del 1938. Pero tres años después el régimen “democrático” se vio frustrada por el golpe del Estado Novo. Contribuyeron a ese desenlace algunos grupos que estaban dentro del gobierno, las vacilaciones de los liberales y la irresponsabilidad de la izquierda.
La crisis mundial colaboró en le desprestigio de la democracia liberal, porque esta estaba asociada al capitalismo en el plano económico. En 1932 se funda en San Pablo la Acción Integralista Brasileña (AIB). El Estado Integral estaría constituido por el jefe de la nación, y abrigaría en su seno a aquellos órganos representativos de las profesiones y entidades culturales. Identificaban como sus enemigos al liberalismo, al socialismo, y al capitalismo financiero internacional, a manos de judíos. El reclutamiento se hizo principalmente en profesionales urbanos de clase media y el ejército.
Comunistas e Integristas se enfrentaron durante toda la década del ‘30. Su forma distinta de delimitar las relaciones sociales era más que suficiente para generar antagonismos en los dos movimientos.
La corriente autoritaria asumió consecuentemente la perspectiva que se denomina modernización conservadora: en un país desarticulado como Brasil, el Estado debía ser el encargado de organizar la nación para promover el desarrollo económico y el bienestar general dentro del orden. El Estado autoritario pondría fin a los conflictos sociales, a las luchas partidarias y a los excesos de libertad de expresión. Estos se ubican dentro del Estado y tenían su mayor expresión en la cúpula de las fuerzas armadas. Durante los años 1930-1945 hubo un fortalecimiento de las fuerzas armadas.
El año 1934 estuvo marcado por reivindicaciones obreras y por la agitación en ciertas áreas de la clase media. Hubo huelgas y paralizaciones en el sector de servicios. También se dio el enfrentamiento entre antifascista e integralitas.
A comienzos de 1935 el gobierno respondió con una ley de seguridad nacional. Al mismo tiempo comunistas y tenientes de izquierda lanzan la Alianza Nacional Libertadora (ANL) con un programa nacionalista (reforma agraria, nacionalización de empresas extranjeras, suspensión pago deuda externa, libertades populares, etc.).
El ANL llama al derrocamiento de Vargas, se llevan a cabo detenciones, el PBC se levanta en el 1935 pero la insurrección fue un completo fracaso. Este episodio tuvo graves consecuencias, ya que permitió la implementación de amplias medidas represivas y el comienzo de una escalada autoritaria.
Durante 1936 el Congreso aprobó todas las medidas extraordinarias solicitadas por el poder ejecutivo para reprimir a los comunistas ya la izquierda en general.
En los primeros meses de 1937 se definieron las candidaturas para competir por la sucesión presidencial en las elecciones de 1938. La apertura de la competencia política favoreció un relajamiento de las medidas represivas. Asimismo, el Congreso no concedió al Ejecutivo un pedido de prorroga del estado de guerra vigente. Sin embargo, Vargas no estaba dispuesto a abandonar el poder, tanto más cuando ninguno de los tres candidatos contaba con su confianza. A lo largo de 1937, el gobierno intervino algunos Estados y en el distrito Federal con el objetivo de prevenir posibles dificultades regionales, Sin embargo faltaba un pretexto adecuado para activar el clima golpista, éste apareció y en noviembre Vargas y su cúpula militar dan el golpe del Estado Novo.
EL Estado Novo
Vargas anunció la apertura de una nueva fase política y la entra en Vigo de una Carta Constitucional. El movimiento popular y los comunistas habían sido anulados y no podrían reaccionar, la clase dominante aceptaba el golpe como algo inevitable y hasta beneficioso.
El Estado Novo no significo un corte radical con el pasado, continúo la centralización, los estados continuaron gobernados por interventores. Si embargo, desaparece la representación por el Congreso, pero se reforzó la que se ejercía en los órganos técnicos dentro del aparato del Estado.
Desde el punto de vista socioeconómico, el Estado Novo representó una alianza de la burocracia civil y militar y la burguesía industrial, cuyo objetivo común inmediato era promover la industrialización del país sin grandes conflictos sociales. Las principales reivindicaciones giraban en torno a la toma de medidas en el sector de cambio y al establecimiento de tarifas sobre las importaciones que protegiesen a la industria instalada en el país.
La cohesión de las fuerzas armadas giraba alrededor de un objetivo en común: la modernización del país por vía autoritaria. Ellas fueron responsables de la implantación de la industria del acero y petrolera.
La política económico financiera del Estado Novo representó un cambio de dirección respecto a los años 1930-1937. En este periodo no existió una línea clara de incentivo al sector industrial. A partir de 1937, el Estado tomó una política más firme de sustitución de importaciones por medio de la producción interna y del establecimiento de una industria de base. La guerra pondría serias restricciones a las importaciones. No hubo un planeamiento general, cada sector fue considerado como un caso especifico hasta 1942.
El incentivo a la industrialización fue asociado al nacionalismo, pero Vargas evitó movilizar a la nación en una cruzada nacionalista. Las importaciones de acero representaban cada vez mayor para la balanza de pagos que era continuamente desfavorable. La mayor presión para instalar una industria que estuviera fuera del control externo provenía de las fuerzas armadas.
En el campo financiero, para enfrentar la crisis en la balanza de pagos, Vargas suspendió los servicios de la deuda externa, decretó el monopolio de la venta de divisas e impuso un tributo sobre todas las operaciones cambiarias.
La política laboral del Estado Novo puede ser vista bajo dos aspectos: el de las iniciativas materiales y el de la construcción simbólica de la figura de Vargas como protector de los trabajadores. La legislación se inspiró en la vigente en la Italia fascista. Se adoptó el principio de unidad sindical, se prohibió la huelga y el paro patronal. En 1939 se vuelve al sindicato todavía más dependiente del Estado. En julio de 1940, se creó el impuesto sindical, instrumento básico de financiamiento del sindicato y de su subordinación al Estado. El impuesto es una contribución anual obligatoria correspondiente a un día de trabajo, que debía ser pagada por todo empleado, sindicalizado o no. El impuesto sindical dio pie a la figura del pelego. Este paso a ser el dirigente sindical que, en la dirección del sindicato, actuaba más en su propio interés y en el del Estado que en interés de los trabajadores, haciendo a veces de amortiguador de conflictos. Su existencia quedó facilitada por el hecho que no tenía que atraer al sindicato a una gran masa de trabajadores.
El Estado Novo introdujo una importante innovación en el campo de la política salarial. En mayo de 1940, se estableció un salario mínimo que debía ser capaz de satisfacer las necesidades básicas.
La construcción de la imagen de Vargas como protector de los trabajadores fue tomando forma a través de distintas ceremonias y de la utilización reiterada de los medios de comunicación (1º de Mayo en los estadios de fútbol) De esta manera logró constituirse la figura simbólica de Vargas como dirigente y guía de los brasileños como amigo y padre, similar a un jefe de familia en la esfera social.
Se trató de construir una opinión pública favorable, censurando las críticas e informaciones independientes y elaborando su propia versión de la etapa histórica que atravesaba el país. A pesar de las detenciones, persecuciones y torturas que obligaron al exilio de intelectuales y políticos, el Estado Novo no adoptó una actitud de persecución indiscriminada. Se trató de establecer un corte radical entre el viejo Brasil (desunido y dominado por el latifundio y las oligarquías), y el Brasil que había nacido con la revolución. El Estado Novo procuró reformular a la administración pública, transformándose en un agente de modernización.
En cuanto a la política externa debe considerarse el periodo 1930-1935 en forma global. La crisis mundial acentuó la decadencia de la hegemonía inglesa que venia de principios de siglo y el surgimiento de Estados Unidos como potencia. En 1933 aparece en la escena Alemania como competidor. Frente a su avance, Estados Unidos adoptó una política combinada de presión y cautela.
En 1938 las relaciones entre Brasil y Alemania se vieron conmocionadas debido a la eliminación de la escena política de la fuerza integralista. Además el Estado Novo embestía contra los grupos nazis que estaban en el sur del país. El embajador se vio obligado a salir del país.
La política exterior brasilera se vio afectada por el bloqueo inglés que llevó al retroceso comercial de Alemania en AL. Ahí es donde surge con más fuerza la presencia norteamericana.
Vargas insistió en el reequipamiento económico y militar de Brasil como una condición de su apoyo a los Estados Unidos. En 1942 Brasil rompió relaciones con el Eje y firmó con Estados Unidos un acuerdo político militar de carácter secreto.
El fin del Estado Novo
Los problemas del régimen estuvieron mas vinculados a la inserción de Brasil en el marco de las relaciones internacionales, que a las condiciones políticas internas del país. Luego del ingreso en la guerra, diversas personalidades de la oposición comenzaron a explotar la contradicción que existía entre el apoyo de Brasil a las democracias y el hecho de que estuviera vigente la dictadura de Vargas.
Hacia 1943 los estudiantes universitarios comenzaron a movilizarse contra la dictadura organizando la Unión Nacional de Estudiantes. En diciembre es disuelta por la policía.
El gobierno intentó enfrentar las distintas presiones justificando la continuidad de la dictadura por la vigencia de la guerra. Al mismo tiempo, prometía realizar elecciones una vez que retornase la paz. A fines de 1944 una jugada de la oposición lo obligó a cambiar de actitud. A su vez, la prensa conseguía eludir la censura publicando notas favorables a la realización de elecciones.
Se definen las elecciones para fines de 1945. Este año vio aparecer a los tres principales partidos que actuarían en el periodo 1945-1964. La antigua oposición liberal, heredera de la tradición de los partidos democráticos de los estados regionales y adversarios al Estado Novo, formó la Unión Democrática Nacional (UDN). Por iniciativa de Vargas y de los interventores de los Estados surgió desde la maquina del Estado el Partido Social Democrático (PSD). También se fundó el Partido Trabalhista Brasileño (PTB) también bajo inspiración de Vargas, del Ministerio de Trabajo y de la burocracia sindical. Su objetivo era unir a las masas trabajadoras urbanas bajo la bandera getulista.
En 1945, reaparecieron las huelgas obreras reprimidas durante el Estado Novo. Debido al agravamiento de la inflación en los últimos años de la guerra los trabajadores comenzaron a movilizarse.
Los queremistas salieron a las calles reclamando la formación de una Asamblea Nacional Constituyente con Vargas en el poder. La campaña causó un efecto profundamente negativo en la oposición liberal y en los medios militares.
Por otro lado los hechos que sucedían en la vecina Argentina repercutían en Brasil. Peronismo y Getulismo tenían muchos puntos en común: en el plano económico ambos pretendían promover un capitalismo nacional, sostenido por la acción del Estado. En el plano político, intentaban minimizar las rivalidades entre las clases, convocando a las masas populares y a la burguesía nacional para el establecimiento de una colaboración promovida por el Estado.
Estos acontecimientos llevaron a que los antigetulistas aceleraran la caída de Vargas, contando con la simpatía del gobierno norteamericano. Fue forzado a renunciar, por lo tanto la transición entre los dos regimenes dependió de la iniciativa militar.
Cardozo y Faletto
“Nacionalismo y Populismo: fuerzas sociales y política desarrollista en la fase de consolidación del mercado interno”
El rasgo distintivo del período de transición en América Latina, puede ser definido por la presencia de las clases medias urbanas y de las burguesías industriales y comerciales en el sistema de dominación.
Su expresión económica se da con políticas de consolidación del mercado interno y de industrialización. El curso de esas políticas asumió un carácter liberal, asentado sobre el dinamismo de la empresa privada. En cambio en el enclave, el dirigismo estatal expresó cómo trataron de crear su base económica urbano-industrial los grupos no vinculados al sistema importador-exportador. Dentro de esto, la manipulación del aparato estatal pudo ser el instrumento de la formación de una clase industrial. La fase de industrialización sustitutiva de importaciones se caracterizó por un doble movimiento convergente: la expansión del sector privado de la economía y el robustecimiento de la burguesía industrial.
Los países que empiezan a tener nuevas bases económicas, alteran la división social del trabajo. En lo social, engendra un proletariado y se incrementa el sector popular urbano no obrero de la población.
Es la presencia de las masas y la formación de una economía industrial, lo que caracteriza el período inicial del llamado “desarrollo hacia adentro”, que se manifiesta en su plenitud entre 1950-1960. Allí aparecen las llamadas políticas de industrialización sustitutiva. Durante el proceso aumenta el papel del Estado y cambia su carácter, por medio de él se toman las medidas para la defensa arancelaria del mercado.
En diferentes países aparecieron formas de industrialización distintas. Las funciones del Estado y las características de los grupos empresariales asumieron rasgos diferentes en la fase de transición. Cuando la presencia de las masas adquiere importancia para imponer formas de dominación, también habrá diferencias en función de cada país.
Predominan dos tipos de orientaciones políticas, las que constituyen la expresión política del momento: la de la presión de las masas en orientación a la participación que da origen a una tendencia hacia el distributivismo social y económico, y la otra manifiesta los intereses de la nueva clase dominante. Será ésta la tendencia al nacionalismo que posibilitará la incorporación de las masas al sistema de producción y al sistema político. Se establece así una contradicción que da sentido al populismo desarrollista.
Los rasgos distintivos de las políticas de industrialización estarían determinados según como se concilian los papeles del Estado y de las burguesías industriales.
La presencia de las masas significa que éstas aparecen como condición necesaria para el proceso de industrialización, y que deben ser tenidas en cuenta por los grupos de poder.
El problema de la industrialización consiste en saber qué grupos podrán tomar las decisiones de inversión y consumo y reorientar los cauces corrientes por los que fluye la inversión hacia el mercado interno. Grave problema es el de la incorporación de los amplios sectores que el proceso moviliza socialmente. Esta es la razón por la cual la temática del nacionalismo y del populismo expresan orientaciones fundamentales en función de las que se han tratado de organizar las sociedades en vías de desarrollo.
POPULISMO Y ECONOMIA DE LIBRE EMPRESA
Es el caso de Argentina: la fase de desarrollo hacia afuera como el período de transición expresan el dinamismo de una sólida capa empresarial agro-importadora hegemónica.
El predominio continuo de la dominación de clase y el dinamismo de la economía, produjeron un callejón sin salida que desembocará en la quiebra de la dominación burguesa y de la estructura sindical. Se reivindica para el Estado la condición de árbitro de la pugna entre las clases.
La nueva coyuntura de poder que representa el peronismo será efectiva en la medida en que pueda conciliar los intereses de la acumulación del sector económicamente dominante con los intereses de la participación creciente de las masas. Esta coyuntura de poder, expresada por el peronismo, iba a imponer características peculiares al proceso de desarrollo.
El hecho de que la movilización de masas se efectúe a través de los sindicatos, simboliza una política de enfrentamiento y de coincidencia de intereses, a través de los cuales los sectores populares establecen sus relaciones con una burguesía industrial.
POPULISMO Y DESARROLLO NACIONAL
El modelo de desarrollo de Brasil fue distinto, la expansión hacia fuera no consolidó un sector empresarial hegemónico fuerte y moderno como para neutralizar el poder de los sectores agro-tradicionales, y mucho menos para unificar los sectores populares, rurales y urbanos.
Los sectores dominantes se diferencian de los de aquellos países que siguieron una pauta liberal de industrialización porque el Estado surge como un instrumento de regulación del sistema industrial.
En Brasil, el populismo aparece como el eslabón gracias al cual se vinculan las masas urbanas movilizadas por la industrialización, al nuevo esquema de poder, y se convertirá en la política de masas que tratará de impulsar el mantenimiento de un esquema de participación política relativamente limitada y basada principalmente en una endeble estructura sindical que no afectó a las masas rurales ni al sector popular urbano.
La inexistencia de un sector agro-importador que hubiese dado origen a una economía industrial y la imposibilidad del sistema de poder anterior para controlar al Estado, dieron el comienzo de la industrialización sustitutiva. Esto de logró a través de la acción directa del Estado, y por la burguesía industrial.
En Brasil, el sostén político del desarrollo interno lo integraban grupos con intereses contradictorios, se necesita una alianza política con los sectores más atrasados de la estructura productiva, para dar paso a una política de creación de sectores económicos modernos, que permitan la incorporación de las masas.
Los sectores excluidos pagarán los costos de la industrialización, porque la masa marginal quedará afuera. Se diferencian los grupos del sector exportador, y participarán del proceso de desarrollo hacia el mercado interno.
Las masas seguirán aisladas del proceso de desarrollo.
El populismo varguista se presenta como un movimiento vago de incorporación a la nación, sin la organización sindical, como en el peronismo. Es un movimiento a favor de los humildes, donde los valores de las masas predominarán por sobre los de clase. El liderazgo populista puede ser también de tipo empresarial, donde el Estado es el único patrón. Esa alianza favorece al nacionalismo y al estatismo, y excluye la participación del sector privado. A medida que se amplía la base económica del sector industrial, y se vincula con el exportador, crecen las presiones contra la ineficacia del estado como empresario y contra el populismo como política de desarrollo. Esto puede ser contrarrestado por sectores urbanos de clases medias, empresariales y populares organizados alrededor del Estado. Así, la fragilidad del esquema populista para contrarrestar los deseos hegemónicos de los grupos privados, se hace manifiesta y se agudiza. Con esto se toca el límite de la etapa siguiente, cuando populismo y nacionalismo dan paso a otros tipos de fuerza social y de orientación política de desarrollo.
EL ESTADO DESARROLLISTA
Cuando el desarrollo logrado dentro de la fase de expansión del mercado interno, se da en una economía de enclave, surge la necesidad de reorganizar el estado con más participación política de los grupos de clase media, así, los sectores populares constituirán un punto de referencia de tal reorganización.
Los nuevos sectores industriales y los populares, se articularon en el seno del estado. Así, la industrialización es impulsada por el Estado porque los sectores que lo controlan tienen que crear un mecanismo de acumulación rápida de capitales. Esta alianza, para mantenerse, tiene que incorporar a las masas. (ej.: México y Chile).
La Revolución que había consolidado un nuevo poder político marcaba en lo económico una extrema debilidad; los sectores fundamentales de la economía, transportes, minería, petróleos, energía, etc., seguían en manos de compañías extranjeras que imponían limitaciones al gobierno mexicano. Este gobierno tenía dificultades para encontrar firmes bases políticas que le brindaran estabilidad; el hecho de haber destruido la anterior estructura agraria de poder creó una cierta atomización del campesinado. Además, el sector obrero tampoco tenía demasiada consistencia, existían organizaciones sindicales paralelas que permitían a las compañías extranjeras imponer sus condicionamientos aprovechando esa fragilidad. La fragilidad del sistema se reflejaba en la carencia de estructuración de su apoyo político popular – campesinos y obreros-, y en su debilidad frente a la gravitación interna de la economía controlada desde el exterior.
La política de Cárdenas fue el único recurso viable que tuvo el gobierno para poder imponer mejores condiciones en su reacción con las compañías extranjeras. Una vez que se había logrado la unidad de otros grupos pudo enfrentarse a las compañías extranjeras; el conflicto estalló en el sector del petróleo y tuvo por resultado su nacionalización.
El Estado, con apoyo popular, iniciaba la industrialización. Con ella y el desarrollo económico que aquella implicaba, se pretendía dar rápida solución a las reivindicaciones populares. Las inversiones extranjeras se volcaron en la industria y también en el sector financiero y de comercialización; el Estado se encargaba que de que el nuevo mercado fuera favorable y, sin proponérselo, contribuir a crear condiciones para operar en términos monopolistas.
El Estado continuaba desarrollando la estructura básica y asegurando las mejores condiciones del mercado y solo pedían a los inversores industriales que produjeran en el país.
La crisis del salitre en 1929 alteró el equilibrio de las fuerzas sociales en relación al poder y dio origen a nuevas formas de interrelación entre los distintos grupos sociales. Perdida esa base económica, solo era posible una política de defensa del empleo sobre la base de subvenciones estatales, pues las compañías extranjeras inician el desmantelamiento de sus plantas. Se necesitaba crear una nueva estructura económica capaz de sostener el equilibrio. Quizá la mayor política de mayor alcance fue la del control de divisas, lo que tuvo como consecuencia obligar a los antiguos sectores importadores a invertir los capitales disponibles en el ámbito nacional y crear de esta forma algunas industrias que les permitiera sustituir sus anteriores importaciones. El Estado debió comenzar a promover obras púbicas y otras actividades con el fin de proporcionar ocupación.
La policía asumía un carácter de enfrentamiento a causa de la debilidad misma del poder.
Los sectores populares estaban organizados, tenían representación política y además eran elementos decisivos para cualquier nuevo acuerdo. Los sectores medios (especialmente los que de alguna forma dependían del Estado) también estaban organizados y aspiraban a lograr una alianza que les permitiera participar en el poder. El Frente Popular (FP), en 1937 selló esa posible alianza; se sumaron por otro lado a los sectores medios y populares algunos grupos económicos y sociales más fuertes que esperaban mejorar su posición con el nuevo ordenamiento. El FP inició una deliberada tarea de planificación de la economía nacional a través de la Corporación de Fomento a la Producción (CORPO) (1939), con cuya labor el Estado pasaba a desempeñar un papel activo.
La forma que adoptó la alianza fue un “populismo” de organización amorfa. Este populismo (primera fase del segundo gobierno de Ibáñez) tuvo corta duración, 1952-1953; su principal obstáculo fue la dificultad para encontrar una salida al acentuado proceso de inflación. Su política intentó recuperar la estabilidad y para ello aplicó las medidas mas ortodoxas disponibles inspiradas por la Misión Klein Sack (hay que mencionar que el crédito externo estaba condicionado a su aplicación).
La desorganización del populismo tuvo como consecuencia inesperada la reestructuración de las organizaciones políticas que representaban a los distintos sectores en pugna. Por eso, desaparecido el populismo, el nuevo gobierno tomó una clara definición político-social; los sectores industriales, financiero y agrarios orientaron sus trabajos para asegurarse el control del mercado interno, ya no a través del Estado sino incluso devolviendo al capital privado actividades económicas antes estatales. Dese esta perspectiva (bajo Alessandri) el rasgo mas notable estaba dado por una cierta polarización que políticamente expresaba el corte, en términos de poder entre los distintos sectores sociales.
La revolución cubana
Marifeli Pérez-Stable, La revolución cubana. Orígenes, desarrollo y legado.
Capitulo 3. La revolución y el nacionalismo radical, 1959-1961
El hecho de que el gobierno revolucionario hubiera resuelto defender los intereses de las clases populares dotaba a las masas de un nuevo sentido de poder. El respaldo de ese sector permitió impulsar la radicalización que alarmó a las clases económicas y a los| Estados Unidos.
La autoridad de Fidel Castro, la participación de las clases populares y el propósito de defender la nación contra los Estados Unidos sirvieron de catalizador a la política revolucionaria.
El reformismo, las clases económicas y la revolución
La fuente de legitimación del gobierno revolucionario no era la política que había corrompido y socavado elecciones y gobiernos constitucionales, sino el pueblo, el ideal de una Cuba libre.
Fidel Castro, el Ejercito Rebelde y el Movimiento 26 de Julio eran indiscutiblemente los liberadores de Cuba y gozaban del apoyo de casi todos los cubanos. La Cuba liberal no podía reclamar el poder por derecho propio, sino solo por su asociación con Fidel Castro.
Los cambios que iban a implantar los rebeldes estaban lejos de ser radicales: abogaban por la reforma agraria[3], la modernización de la industria azucarera, la industrialización sustitutiva de importaciones y las inversiones de capital nacional y estatal. Sus objetivos eran promover el pleno empleo, el crecimiento económico como distribuir el ingreso nacional.
Los reformistas nacionalistas no contaban con otro líder que Fidel Castro, otro movimiento que no fuera el 26 de Julio, ni otro cuerpo armado que no fuera el ejercito rebelde.
Las clases económicas celebraron la revolución, pero no todos los sectores con el mismo entusiasmo. Los hacendados y los ganaderos en particular recelaban de la promulgación de la reforma agraria, mientras que el sector importador se oponía al proteccionismo. Los empresarios apoyaban la industrialización pero no el crecimiento vertiginoso de los salarios: Los colonos, que estaban de acuerdo con la reforma agraria se mostraban reacios a aceptar la elevación del salario mínimo de los trabajadores agrícolas. La revolución agudizó las diferencias que siempre había existido entre las clases económicas. Estas clases demostraron ser tan incapaces de controlar la revolución como cuando intentaban defender los intereses nacionales antes de 1959; sin duda alguna, los fracasos de entonces había debilitado su defensa contra el nacionalismo radical.
La política de impuestos progresivos favorecía las inversiones cubanas, a la industria no azucarera, a la pequeña empresa y a las provincias. El gobierno empezó a emplear el poder regular para favorecer a los pequeños productores.
La Asociación Nacional de Industriales de Cuba estuvo de acuerdo en formar parte de las filas revolucionarias y, a pesar de que se quejaba por el aumento de los salarios, apoyaba la industrialización y sometía su propio programa a la consideración del gobierno revolucionario. Sin embargo, las consecuencias del programa fueron profundamente radicales. La promulgación de la reforma agraria renovaba el fervor popular que conmovía al país. La nueva dirigencia rechazó la celebración inmediata de elecciones ya que frenarían el proceso revolucionario. Era necesario general una nueva conciencia popular basada en la conquista de la justicia social y la soberanía nacional.
Muchos defensores del reformismo nacionalista apoyaron la revolución, cooperaron con sus primeras medidas y aceptaron postergar las elecciones. La oposición a la revolución provino tanto del exterior como del propio país. Los Estados Unidos condenaron severamente los juicios revolucionarios. La reforma agraria había alienado al sector azucarero y al capital norteamericano. Las clases económicas comenzaron a retirar sus inversiones.
La reestructuración de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) se convirtió en un objetivo clave de la política revolucionaria. Los comités sindicales que poco antes habían formado el Movimiento 26 de Julio junto con el PSP se hicieron cargo de la CTC. Los sindicales del Movimiento 26 de Julio tomaron el control ejecutivo y el PSP asumió muchas posiciones en la base.
A comienzos de 1959 se produce una avalancha de demandas a favor de salarios más altos y mejores condiciones de trabajo. Las clases económicas traban de impedir que la clase trabajadora volviera asumir su actitud combativa, de manera que los hacendados y los colonos aminoraron el ritmo de la zafra en 1959 y los empresarios se opusieron al incremento inmediato de los salarios y a la renegociación de los contratos laborales.
El gobierno revolucionario estableció que todo lo que significara un obstáculo al desenvolvimiento de la economía seria tachado de antipatriótico. El ministerio de Trabajo esperaba plena colaboración entre trabajadores y administraciones, y solía intervenir en los conflictos para evitar huelgas o cierre de empresas.
Desde el principio, el Ejercito Rebelde apoyó a las clases populares. Por primera vez en la historia de Cuba, las clases económicas carecían de un cuerpo armado que defendiera sus intereses.
Durante la reorganización de la CTC comenzaron a salir a la superficie una serie de tensiones entre el Movimiento 26 de Julio y el PSP. Finalmente el PSP es expulsado del comité ejecutivo. Es importante señalar que el PSP ya contaba con una organización, líderes capacitados, cuadros experimentados y aliados internacionales y, aunque no había sido determinantes en el movimiento antibatistiano, resultarían cruciales a la hora de formar una nueva coalición gobernante.
El hecho que el gobierno revolucionario favoreciera a los trabajadores en la mayoría de los casos reafirmó a los líderes sindicales del Movimiento 26 de Julio. El conflicto entre el Movimiento 26 de Julio y el PSP persiste. Estos últimos comienzan a ganar influencia, lo que genera tensiones.
Fidel Castro declaró que las demandas salariales ya no eran legítimas: el desarrollo de la economía nacional, la solución del problema del desempleo y el bienestar de los humildes eran más importante. Fidel pide unidad a los líderes de la CTC. Al igual que los reformistas nacionalistas, los líderes anticomunistas carecían de apoyo popular propio, por lo que dependían totalmente de él y la revolución. Este llamado a la unidad servia a los propósitos del gobierno, los sindicales comunistas poseían una gran experiencia y contacto con la URSS. Se comenzó a expulsa a los sindicalistas que no cooperan con los nuevos propósitos; esto permitió que el PSP asumiera el liderazgo de los gremios locales.
Para consolidar su poder a nivel nacional, el Estado debió ejercer un mayor control sobre el movimiento obrero. Hacia finales de 1960 el estado controlaba los principales medios de producción: Cuba ya no tenía una economía capitalista. Los trabajadores salvaguardaban sus centros de trabajo contra el sabotaje y estaban dispuestos a defender al país contra una agresión de los Estados Unidos.
La revolución había eliminado rápidamente toda actividad política autónoma: los sindicatos se sometían ahora a la lógica de la política revolucionaria.
Política revolucionaria y las clases populares
Fidel Castro no necesitó de la celebración de elecciones para obtener legitimidad. El hecho de redimir a Cuba de un pasado indigno y alcanzar el bienestar de las clases populares hacia merecedor al gobierno revolucionario de una incuestionable autoridad. El nuevo gobierno debía promover el empleo, ampliar los servicios de salud pública y de educación y crear una nueva conciencia política entre las clases populares, hasta entonces, las elecciones solo frenarían la transformación radical.
El propio Fidel Castro constituía el recurso político más convincente de la revolución. Poseía una habilidad excepcional ara interpretar y encarar la realidad cubana, y una extraordinaria capacidad para transmitir a sus seguidores la magnitud de la misión que debían cumplir. Se empezaba a identificar a la revolución con Sierra Maestra y al pueblo con el Ejercito Rebelde, mientras que Estados Unidos y los cubanos sin dignidad nacional representaban el enemigo.
La dinámica de la revolución dio a un nuevo orden institucional. Por un lado, el Ejercito Rebelde y asociaciones agrarias supervisaron la transformación que tenia lugar en los campos de Cuba, y por otro, el Ministerio de Trabajo, la CTC y las milicias populares dirigían la movilización en las ciudades.
La revolución polarizó ideológicamente al país, y no permitió la neutralidad: “Con Cuba o contra Cuba”. La ideología humanista contra el capitalismo y el comunismo se desvaneció como resultado del enfrentamiento con los opositores al gobierno. La cercanía a los Estados Unidos no le permitió transitar esa tercera vía.
La centralización del poder se convirtió rápidamente en un fenómeno concomitante de la revolución. Se trataba de evitar las discordias y la falta de resolución que había caracterizado a otras revoluciones. Era necesaria una autoridad central, decisiva y eficiente. Fidel retiro las armas a los estudiantes; no podía permitir que se crearan grupos de acción como los de la década de los ’40.
Durante 1959 los liberales fueron desapareciendo del seno del gobierno revolucionario. Fidel se convirtió en primer ministro y un nuevo presidente asumió cuando el anterior se opuso a la creciente radicalización. Uno tras otro iban cayendo los reformistas mientras la revolución, sin paciencia ni tolerancia, arrasaba con la disidencia y las vacilaciones.
En octubre de 1960 se nacionalizan las industrias y el comercio. La revolución entra en una nueva etapa: la política cubana iba asumiendo el perfil de un sistema de partido único.
La principal preocupación de Washington era que la caída de Batista no había supuesto la formación de un gobierno responsable, bien organizado y estable. La condena de Estados Unidos a los juicios llevó a Fidel a realizar una campaña antiyanqui. La intervención a empresas yanquis se convierte en un símbolo de nacionalismo y de la rebeldía popular.
El departamento de Estado informó que no era posible tener relaciones amistosas con Castro y que era necesario derrocarlo. El hecho de que los primeros ataques y sabotajes se hubieran realizado con el apoyo tácito de los EU contribuyo a que aumentara la intransigencia.
En 1960 se cierra un tratado comercial con la URSS en el que Cuba vende azúcar y la URSS extiende créditos para la adquisición de equipo industrial.
Un barco estalla lleno de armas, se culpa a la CIA; las compañías petroleras norteamericanas son nacionalizadas ya que se niegan a refinar petróleo de la URSS. La revolución se lanzó a la búsqueda de nuevos aliados contra la agresión y a mediad que se afianzaba la relación con la URSS, también lo hacia la posición del PSP en la coalición gobernante.
En 1961 Estados Unidos rompe relaciones diplomáticas con Cuba. Kennedy envía una brigada invasora compuesta por exiliados cubanos, pero son rechazados por las fuerzas revolucionarias. La necesidad de consolidar una revolución nacionalista llevó a Cuaba al socialismo, a una alianza con la URSS y a la permanente hostilidad por parte de los Estados Unidos. La intransigencia polarizó a las clases económicas y suscitó el antagonismo con los Estados Unidos.
Entre 1959 y 1960 los procesos de radicalización, polarización y centralización consolidaron la revolución alrededor de la figura de Fidel. La política adquiría un sentido de disciplina militar que impedía la aceptación de la diversidad y la independencia de las organizaciones. La centralización del poder y la eliminación de la autonomía fue el precio que exigió la supervivencia.
Capitulo 4. La revolución y el desarrollo inclusivo
La revolución dotó a la sociedad cubana de una nueva lógica: ahora el desarrollo nacional giraba alrededor de los intereses de las clases populares. Sin embargo, la satisfacción de sus necesidades básicas generó expectativas entre as clases populares que la vida cotidiana habría de defraudar. El socialismo no había logrado desarrollar la economía en la mediad necesaria para asegurar la independencia nacional.
Estrategias de desarrollo y rendimiento económico
Con la revolución Cuba podría lograr su desarrollo potencial, sobre todo a través de la diversificación que era la clave del crecimiento económico, el aumento del empleo y de la redistribución de la riqueza.
En principio el socialismo permitió al estado, cuyo objetivo principal era la satisfacción de las necesidades básicas de las clases populares, poner en práctica una política económica más racional y a tono con los intereses nacionales; los analistas extranjeros pronosticaban tasas de crecimiento excepcionales. Sin embargo, la realidad que trajo consigo el desarrollo socialista dependiente desvaneció los sueños que abrigaron los rebeldes y el pueblo cubano.
El gobierno de Estados Unidos no aceptaba el derecho de Cuba a la autodeterminación y, a partir de 1962, impone un embargo comercial. El sistema socialista, basado en el desarrollo inclusivo y en sus estrechos lazos con la URSS, no benefició a la economía cuaba como se esperaba en el periodo de auge de la revolución. Y después de 1989 la caída del comunísimo minó la viabilidad del socialismo cubano.
Durante 1959-1960 la economía cubana funcionaba bien, pues el fin de la lucha armada y la madurez de las inversiones realizadas en la década anterior contribuyen a la recuperación económica. Se pensaba aumentar al producción de azúcar, pero que caiga del porcentaje en relación con el total de las exportaciones; la diversificación agrícola permitiría una mayor autosuficiencia en alimentos, mientras que la industrialización sustituirla la importaciones. Pero la estrategia de una industrialización rápida fracasó al con considerar plenamente los costes y los niveles de las exportaciones necesarios para la industrialización sustitutiva de importaciones. En 1962-1963 la producción de azúcar disminuyo drásticamente, debido, en parte, a que se había reducido los campos empleados en el cultivo de caña. La diversificación agrícola, por otro lado, no satisfizo la demanda de productos alimentarios ni generó las exportaciones necesarias para cubrir las perdidas provocadas por la caída de la zafra. El déficit comercial se vio seriamente deteriorado.
La planificación central resultó ser improvisada y caótica, y no resolvía los problemas económicos. La emigración de profesionales y trabajadores cualificados agravó la escasez de personal técnico y administrativo, y el embargo norteamericano obstaculizó la estrategia inicial.
En 1964 el gobierno revolucionario decidió abandonar la industrialización y adoptó una estrategia cuyos ejes fueron la agricultura y el azúcar. El fracaso de la industrialización acelerada para sustituir las importaciones puso de relieve las dificultades que impedían la eliminación del monocultivo y la dependencia externa.
Le complejo agroindustrial azucarero había de ser la maquina fundamental del crecimiento. En 1972 Cuba se hace miembro de pleno derecho del bloque comercial socialista y obtiene condiciones favorables para sus exportaciones de azúcar, prestamos a bajas tasas de interés e importaciones de petróleo a precio inferior al del mercado mundial.
A principio de los ‘80 la URSS comenzó modificar sus relaciones especiales con Cuba. Se puso mayor énfasis en la eficiencia y en los costes al definir los términos de intercambio.
La exportación de azúcar nunca lograría sostener el crecimiento económico por si sola, y la perdida de las condiciones preferenciales puso al desnudo esta realidad; el proyecto del azúcar como motor del desarrollo estaba condenado al fracaso. Hacia finales de los ‘80 el crecimiento es casi nulo y, a principios de los ‘90, luego del desmoronamiento de la URSS, se registró una grave caída.
Se logra un progreso en la diversificación del mercado interno, se redujo la importación de los bienes de consumo aunque esto no significó realmente un avance. La elevada proporción de bienes intermedios y de capital respecto a las importaciones demostraba una fuerte dependencia externa.
El hecho de que Cuba comerciara con un solo socio ponía de relieve su vulnerabilidad ante el mercado internacional, pues la dependencia con respecto al azúcar agravaba la balanza comercial. La economía cubana seguía caracterizada por un rendimiento desalentador y una dependencia del azúcar que casi no había sufrido variación. Sin embargo, las cifras ocultaban el hecho de que el impacto que tuvo en la sociedad cubana la dependencia, primero de los Estados Unidos y después de la URSS, era diferente.
La Cuba socialista había alcanzado importantes avances en la satisfacción de las necesidades básicas de la población. Sin embargo, la continua posición de dependencia respecto al azúcar imponía límites al aumento de los niveles de vida.
La caída de la URSS, obligó al gobierno cubano a declarar un periodo especial en tiempo de paz, pues la economía se contraía bruscamente y el nivel de vida caía en picado. El comercio con Rusia disminuyó un 50%. Entre 1991 y 1995 las exportaciones de azúcar caen un 80%. Hacia 1996 las relaciones comerciales mejoran considerablemente. Las exportaciones cubanas caen un 50%, las importaciones un 70%. Los ingresos por turismo y por remesas se habían ampliado significativamente pero el azúcar todavía era decisivo.
Sin la URSS, el socialismo en Cuba se hacia cada vez mas insostenible. Además, las leyes americanas de 1992 y 1996 intensificaron el embargo.
Niveles de vida después de la revolución
Solucionar el problema del desempleo era el objetivo fundamental del gobierno revolucionario. Durante la década del ‘60 casi todos los cubanos en edad laboral habían encontrado un puesto de trabajo estable. Se logró un proceso de urbanización balanceado, los niveles de escolaridad mejoraron notablemente, mejoró los niveles de la salud pública.
La crisis de los ’90 estaba socavando los avances en la salud, se sufrieron padecimientos causados por deficiencias en la nutrición; la producción de alimentos había disminuido más de un tercio entre 1989 y 1994; la proporción de la población que vivía en la pobreza había crecido de menos del 2% en 1988 a casi un 10% en 1996.
El acceso a algunos bienes de consumo también se extendió, la distribución de salario fue más equitativa y se redujo las diferencias regionales.
Durante la década de los ’90 Cuaba contaba con una fuerza laboral que se encontraba entre las más preparadas de AL. El gobierno cubano no había vencido el desafió que implicaba transformar estas impresionantes inversiones en capital humano en un avance sostenido de la productividad laboral y del crecimiento económico.
Visiones socialistas y desarrollo inclusivo.
El fracaso que significó no poder alcanzar altas tasas de crecimiento ni la diversificación económica desterró para siempre la noción del que el socialismo sería una panacea de efectos inmediatos; solo con austeridad podría superarse el subdesarrollo.
En los primeros tiempos de la revolución se debatió acerca del mejor camino para alcanzar los objetivos socialistas en Cuba; hubo dos puntos de vista:
Los regímenes autoritarios
David Collier “Visión General del modelo burocrático autoritario”
Para explicar el predomino de gobiernos autoritarios y militares en los países económicamente mas avanzados de AL, una de las principales líneas de análisis se ha centrado en las tensiones sociales, económicas y políticas en décadas recientes ha generado el tipo concreto de modernización dependiente y capitalista que ha experimentado AL. Mas concretamente, se considera que las tensiones mencionadas han conducido al colapso del antiguo esquema de la política populista, en el cual el sector popular era un actor significativo. Participante de la colación política nacional dominante, además de ser un importante beneficiario de las políticas publicas. Pero al anterior esquema populista le ha seguido un periodo de política “pospopulista” caracterizado por la aparición de gobiernos represivos autoritarios que tratan de resolver aquellas tensiones eliminando la participación del sector popular en la arena política nacional y forzando un movimiento regresivo de las rentas de ese sector. Para esta argumentación “populista/pospopulista”, O’ Donnell pone de relieve las consecuencias que para el cambio político nacional ha tenido la industrialización capitalista dependiente, con sus cambios en la estructura social.
Tipos de sistemas políticos
Se centra en tres dimensiones distintas para describirlos:
Una distinción central, derivada de estas tres dimensiones, es si el sistema es incorporador o excluyente, en el sentido de que busque a propósito la activación del sector popular. Tomando como base estas constelaciones, describe tres tipos de sistemas políticos que él ve como representantes de una secuencia histórica:
Cambio económico y social.
O’ Donnell intenta explicar las transiciones de un sistema a otro. Estas transformaciones políticas derivan de las tensiones políticas y sociales producidas por la industrialización y por los cambios en la estructura social a nivel tanto de la elite como de masa. Los tres aspectos cruciales de la modernización socioeconómica son:
Particularmente la transición inicial de la producción de bienes de consumo y la subsiguiente profundización de la industrialización que incluye la producción de bienes intermedios y de capital. Las diferentes fases de la industrialización están vinculadas en parte con el cambio político por el hecho de que alteraran las coyunturas críticas económicas de los diferentes grupos de clase. La transición a la fase inicial de la industrialización, que implica la producción de bines de consumo, está asociada con la transición de un sistema oligárquico a uno populista. La protección arancelaria, los subsidios estatales reducen la presión para que la producción sea competitiva internacionalmente. La flexibilidad que gozan las elites económicas y políticas con respeto a la política de salarios y otros beneficios de los trabajadores es grande. Esta flexibilidad, sumado al interés de expandir los ingresos de la clase trabajadora con el fin de ampliar el mercado nacional de bienes de consumo, puede crear la oportunidad de una coalición populista incorporadora.
El autoritarismo burocrático deriva de una compleja serie de reacciones a los problemas que surgen cuando se ha completado ya la fase de sustitución de importaciones de bienes de consumo. Cuando el mercado está satisfecho, las oportunidades para la expansión industrial se limitan considerablemente. Es muy alto el costo de la importación de bienes intermedios y equipo de capital necesarios para la producción de bienes de consumo con lo que se incrementan los déficit de la balanza de pagos, las deudas externas y la inflación. Las elites que hacen la política suelen tratar de pasar a una política de desarrollo “ortodoxa”, más austera, que quite énfasis a la distribución al sector popular. Ven la solución en la profundización de la industrialización por medio de la fabricación nacional de bienes intermedios y de capital.
La preocupación por atraer inversiones extranjeras estimula la adopción de políticas económicas ortodoxas, con el fin de enfrentarse a la crisis económica y crear condiciones de estabilidad.
El incremento de la activación política del sector popular, resultado de su creciente importancia económica y numérica, complemento la orientación de la coalición populista y se vio estimulada de hecho por la política pública apoyada por esa colación.
Finalizada la primera fase de industrialización y el paso a políticas económicas ortodoxas, es de esperar que el sector popular desafíe la nueva política. Como resultado se produce un vacío entre demandas y realización, la extensión de las huelgas, el estancamiento del sistema de partidos y graves crisis políticas y económicas.
Los altos niveles de diferenciación social condujeron a la ampliación del papel de los tecnócratas en la sociedad, tanto en el sector privado como en las burocracias civiles y militares del sector público. Los tecnócratas tienen un bajo nivel de tolerancia hacia las continuas crisis políticas y económicas, y a los altos niveles de politización del sector popular los perciben como un obstáculo al crecimiento económico. Surge una colación golpista que establece un sistema burocrático autoritario represivo con el objetivo de poner fin a las crisis.
Surgimiento y evolución del autoritarismo burocrático.
Varia según las tensiones internas producidas en el esfuerzo por crear condiciones políticas y económicas conducentes a una renovación de la inversión extranjera. Los empresarios nacionales y la clase media sufren las consecuencias de la política económica ortodoxa y de la preocupación por orientar la expansión industrial alrededor de las inversiones extranjeras y estatales. Esto conduce a la “desnacionalización” de la coalición que apoya al estado. Por la potente presión interna, surge finalmente una transformación del dúo coalicional, el estado y el capital extranjero, en un trío, en que los empresarios nacionales vuelven a jugar un papel más amplio.
Brasil. Donde las crisis previas al golpe son muy intensas y la nueva coalición tecnocrática las percibe como una amenaza importante al orden establecido, ésta está más cohesionada y es más capaz de mantener el control político frente a presiones internas. El incremento del papel de los empresarios nacionales acaba dándose solo cuando la garantía de estabilidad económica y política a corto plazo ha asegurado grandes inyecciones de capital extranjero.
Argentina en los ‘60, amenaza menos grave: en consecuencia, la cohesión de la elite gobernante después del golpe no fue suficiente para resistir a la presión del sector popular y de otros grupos sociales. El resultado fue el colapso del autoritarismo burocrático y un resurgimiento de una coalición de tipo populista, una renovada crisis económica y política y el fracaso en atraer la inversión extranjera a largo plazo y en mantener el crecimiento.
Chile. La crisis fue tan intensa, tan grave la desorganización económica, y tan violenta la represión posterior al golpe, que durante un periodo sustancial el gobierno tuvo dificultades para atraer capital extranjero a pesar de la extrema ortodoxia económica.
Conclusiones:
En un nivel general el marco de referencia se centra en la interacción entre determinados rasgos decisivos de la política nacional en AL y las tensiones sociales y políticas que han surgido en el curso de la industrialización en esa zona. En un nivel mas especifico, el marco de referencia se centra en temas decisivos para la interacción: los problemas económicos y sociales que se plantean en diferentes momentos del proceso de industrialización; las crisis económicas y políticas que resultan de esos problemas; las reacciones de las diferentes elites ante esas crisis y el grado de “percepción de amenaza” por parte de ellas; la aparición en esos momentos de crisis, de nuevos tipos de gobierno autoritario y nuevas formas de intervención militar; las notables variedades en los modos en que ha evolucionado este nuevo autoritarismo; y los diferentes impactos de las políticas económicas y sociales adoptadas por esos gobiernos.
Rouquié, Alain “Los militares en la política latinoamericana desde 1930”
Regímenes militares: modelos y mecanismos del militarismo contemporáneo
Se puede distinguir entre militarismo reiterado, casi institucionalizado, y autoritarismo “de ruptura”, así como entre regimenes militares con proyectos socioeconómicos conservadores o contrarrevolucionarios y ciertas formas de militarismo reformista o progresista. A partir de estas distinciones se pueden discernir tres modos de poder militar en AL:
Republicas pretorianas: Argentina y Brasil.
La hegemonía militar duradera donde ha existido, databa en su mayor parte de los años ‘30: la tutela militar, que duró medio siglo quedó prácticamente institucionalizada y el factor militar consiguió la categoría de socio político casi legítimo. Las Fuerzas Armas constituyeron verdaderas fuerzas políticas.
En Argentina, la estabilidad de las autoridades legalmente constituidas estaba condicionada por el apoyo que recibían de los militares. El recurso constante a las fuerzas armadas produjo una fragilidad crónica del poder civil. Por su parte, los militares, especialmente al proscribir a los que ganaban (o hubieran ganado) las elecciones, convirtieron a la Argentina en un país ingobernable. Además los presidentes minoritarios que tomaron posesión del cargo estuvieron sometidos a la vigilancia rigurosa de unas fuerzas armadas divididas en grupos con decidas afinidades civiles.
Si la intervención militar en la política no era legítima, al menos era legitimada por amplios sectores de la opinión pública. Cada levantamiento militar recibía el apoyo público o privado de los que se oponían a los que estaban en el poder. En las afirmaciones de la clase política las fuerzas armadas, a pesar de sus tendencias manifiestamente conservadoras y su histórico anticomunismo, no eran presentadas como partidarias de un sector ideológico o social concreto y exclusivo.
En Brasil, las fuerzas armadas estuvieron en el poder durante 21 años después del golpe de 1964. Pero, a diferencia de Argentina, fue una situación excepcional, ya que nunca había ocurrido desde la caída del Imperio. Existe la tesis que hasta en 1964 las fuerzas armadas ejercieron un poder moderador que habían heredado del emperador.
Entre 1930 y 1964 las fuerzas armadas, profundamente politizadas o por lo menos ideologizadas estuvieron divididas en dos tendencias principales cuyos enfrentamientos públicos interrumpían la vida política. No solo ocurría que el sector hegemónico dentro de las fuerzas armadas sancionaba y ratificaba los resultados electorales, sino que, además, todos los gobiernos tenían que neutralizar a sus adversarios en las fuerzas armadas con el fin de tener libertad de acción. Por otra parte, las actividades de los partidos y grupos políticos se extendieron a las fuerzas armadas, de manera más o menos institucionalizada. A la inversa, los líderes de las fuerzas armadas organizaban clientelas y alianzas civiles y los oficiales pasaban constantemente a las actividades de la política.
El autor pregunta por qué las fuerzas armadas en 1964 no se limitaron a ejercer una función correctiva. Según el los factores determinantes de los acontecimientos de ese año, en el clima de la guerra fría, fueron complejísimos. La crisis de estado populista[4] fue una crisis del estado en general. La “revolución” de 1964 fue una fractura institucional cuyo propósito era reconstruir, sobre nuevos cimientos, una organización estatal reforzada.
En la esfera militar gana la corriente democrática, estrechamente vinculada con las fuerzas armadas de los Estados Unidos. La revolución del ‘64 no pensaba instaurar una nueva dictadura militar, pretendía reforzar y proteger al estado purificando el sistema democrático existente. Este proyecto moderado para una democracia supervisada no era factible; reveses electorales y movilizaciones de las masas contra las limitaciones impuestas a la democracia terminaron otorgándole al presidente poderes dictatoriales (1968) que degeneró en un régimen autoritario con fachada parlamentaria.
En 1969 se le otorga la tarea de fijar los objetivos y las bases permanentes de la política nacional.
En Argentina, donde las intervenciones militares suspendieron por completo los procedimientos representativos, la militarización era más patente pero tomó varias formas bajo los diferentes regimenes militares. En 1976 la monarquía militar (Onganía) fue sustituida por un cuerpo colegiado.
La inclinación natural de los tecnócratas hace que sean partidarios de la planificación gubernamental y de la expansión del papel económico del estado.
El estado contrarrevolucionario: Chile y Uruguay después de 1973.
A pesar de su larga tradición de estabilidad democrática y de sumisión militar a la autoridad civil, sufrieron de forma virtualmente simultáneas, feroces y duraderas intervenciones militares.
En Chile, la explicación del cambio radical se debe a las mutaciones habidas en el sistema político y las fuerzas armadas como en la inesperada elección de un presidente socialita minoritario en 1970.
En 1964 es elegido Eduardo Frei, democratacristiano, presidente gracias al apoyo conservador para evitar la ascensión de la izquierda. Éste pensaba buscar el apoyo de sectores sociales que tradicionalmente eran excluidos del proceso político al mismo tiempo que modernizaba el aparato productivo del país. Al prometer la justicia social y el incremento ininterrumpido de los salarios, Frei alentó las expectativas de la población trabajadora. Permitió al campesinado formar sindicatos, lo que desató fuerzas a las que no pudieron satisfacer con rapidez ni controlar políticamente. Debido a la reforma agraria los conservadores que habían votado a Frei se sintieron traicionados; el espectro político fue radicalizándose de forma creciente al volverse más violentos los conflictos sociales. Al fomentar la participación de los tradicionales marginados, Frei violó el “pacto social implícito” en que se apoyaba la estabilidad del modelo político de Chile. En estas circunstancias, nació y se propagó entre la derecha chilena una nueva ideología antidemocrática que le asignó a las fuerzas armadas un lugar esencial en la estructura de un nuevo estado.
Las fuerzas armadas, durante tres años, apoyaron a Allende y, en nombre de la Constitución, apoyaron la experiencia socialista. Éstas tenían lazos estrechos con los Estados Unidos. Chile era uno de los principales beneficiarios de la ayuda militar que los norteamericanos prestaban a América Latina. Allende disponía de pocos medios para contrarrestar la influencia de los Estados Unidos sobre las dependientes fuerzas armadas chilenas.
EL sabotaje económico y el obstruccionismo parlamentario de la burguesía chilena exacerbaron una situación social que ya era tensa y acentuaron la polarización del país.
El golpe de estado tomó forma de un régimen contrarrevolucionario que, en nombre de la cruzada contra el comunismo, rechazó la culpable debilidad de la democracia representativa e impuso su proyecto socioeconómico. La aplicación generalizada de los principios de mercado y la resultante desestabilización de numerosos instituciones y actividades tenia por fin privatizar las demandas sociales y poner fin así a la acción colectiva y quizás incluso a la política.
En Uruguay, en 1973, lo que llevó al golpe de estado fue la bancarrota de determinado modo de desarrollo nacional. Los latifundios eran la base del Estado de Bienestar. Las grandes propiedades agrarias coexistían con una especie de socialismo urbano, de tal modo que las pautas de consumo de un país desarrollado dependían de una economía subdesarrollada. Se había logrado la estabilidad social y política, pero el precio habían sido unos bajos niveles de eficiencia productiva y una mediocre capacidad de adaptación a los cambios del entorno económico. La pauperización creó condiciones que pusieron en peligro el consenso social. Los principales dueños de los medios de producción[5] expresaron su oposición a las medidas redistributivas del estado de bienestar, así como a los traspasos que beneficiaban a los asalariados y favorecían a las industrias que producían para el mercado nacional. A finales del ‘67 el gobierno trató de imponer un plan de estabilización y recuperación económica del cual formaban parte arbitrarias limitaciones salariales. Se dieron una ola de huelgas y surge el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) “los tupamaros”, que debilitaron la autoridad del gobierno. Hasta entonces las fuerzas armadas uruguayas habían permanecido más ausentes que calladas. En 1971 se le permite asumir el papel de estar situadas por encima de los partidos políticos, con el derecho de erigirse en autoridad suprema y garante de los intereses nacionales. Se les confía la responsabilidad de suprimir las actividades subversivas.
En junio del ’73 se disuelven amabas cámaras legislativas y se creación un consejo de estado que por designación heredó sus poderes. Una serie de leyes institucionales reestructuró por completo el sistema político, militarizándolo en nombre de la lucha contra la sedición. Se adoptó una lógica ultra liberal que tenía por fin promover la especialización de Uruguay en las industrias que pudieran competir eficazmente en los mercados internacionales. Esto no se realizó.
Revoluciones militares: Perú, Bolivia, Panamá, Ecuador.
Los experimentos progresistas efectuados por las fuerzas armadas a menudo han terminado bruscamente, o incluso se han transformado en una contrarrevolución.
En Perú los militares tomaron el poder con el fin de llevar a cabo desde una posición de fuerzas que el débil gobierno civil derrotado por ellos había sido capaz de poner en práctica: la modernización de la sociedad peruana y la reducción de la dependencia exterior del país sin perder de vista las limitaciones geopolíticas. Se poneráctica una reforma agraria para responder al descontento rural y ala insuficiencia de la producción nacional de alimentos. Preponderancia del sector publico, nacionalizaciones. La experiencia termina en 1975 con la ciada del general Velasco Alvarado.
¿Qué explica esta revolución militar? Los oficiales reformistas que se hicieron del poder en 1968 no eran más que una minoría y los grupos de las fuerzas armadas conservadoras y pasivas siguieron su ejemplo solo por algunos años.
En Bolivia, la experiencia reformista fue todavía más breve y su desenlace más trágico. La oficialidad de las fuerzas armadas bolivianas aceptó el giro a la izquierda del general Alfredo Ovando (1969) con el fin de proteger las instituciones militares mismas cuya impopularidad estaba en su apogeo. Revoca el código del petróleo, pone fina la ocupación militar de las poblaciones mineras y restaura derecho de los sindicatos. En octubre del ‘70 le dan un golpe de estado. Cuatros días después hay un contragolpe del General Torres con apoyo de fuerzas populares, en agosto del ‘71 es derrocado.
Estos diversos experimentos de reformismo militar tuvieron muchas cosas en común. Los regimenes que los llevaron a cabo se distinguían por su paternalismo. Invitaban al pueblo a limitarse a ser espectadores de los cambios que lo beneficiaban.
Angell, A. “La Izquierda en América Latina desde 1920”
La manera más sencilla de escribir la historia de la izquierda en América Latina sería analizar los partidos comunistas y socialistas, ya que comparten supuestos ideológicos sacados del marxismo. Pero también los partidos de izquierda discrepan en cuanto a los medios, por eso no hay una sola izquierda, ni una izquierda unida.
El partido comunista debe ser reconocido por su importancia histórica debido a la universalidad de sus reivindicaciones, por la existencia de en casi todos los países latinoamericanos y sus vínculos con la URSS.
Desde los primeros tiempos el comunismo en América Latina ha sufrido problemas internos. La tensión más seria fue entre el comunismo internacional de Moscú, por un lado, y el comunismo de carácter autóctono de 1920 con las ideas socialistas del peruano Mariátegui, por el otro. Este marxismo tuvo su expresión política más poderosa en la revolución cubana.
Además de los partidos comunistas existían partidos socialistas. Estos respondían como el marxismo en su modo de interpretar la realidad, pero en su práctica política era en gran parte electoral y parlamentaria, y procuraban distinguirse de los comunistas dirigiéndose a un grupo social más amplio y haciendo hincapié en sus raíces nacionales más que internacionales.
A su vez cabría añadir que el problema político crucial para la izquierda fue la naturaleza de los partidos populistas cuya flexibilidad ideológica y atractivo político eran mayores. Tenían una vocación de poder más fuerte y disfrutaban de un apoyo social más amplio.
Pero el problema fundamental que se le planteaba a la izquierda residía en que su base social, esto es obreros y campesinos, era mucho más probables que apoyasen a partidos populistas.
La izquierda y el komintern
El comunismo estuvo bajo la tutela ideológica de la internacional comunista (komintern) desde la formación de ésta en 1919 hasta su disolución en 1943. Por supuesto, factores como la distancia o falta de información, más la preocupación del komintern por otras regiones del mundo hacía que en la práctica existiese cierto grado de independencia para los países de América Latina.
Los intelectuales participaron activamente en la vida del partido comunista, se creó así una cultura del marxismo que impregnó la vida intelectual y luego las universidades. Quizás una de las razones que impulsó a los intelectuales a acercarse al comunismo residía en que éste se presentaba como un credo opositor a la iglesia católica.
Desde sus comienzos los partidos comunistas de América Latina sufrieron una represión sistemática y prolongada. Además de ésta otro factor fijaba los límites de la influencia de la izquierda: el catolicismo, principal sistema de creencia en Latinoamérica, como el que presentaba hostilidad ante el marxismo e incluso el liberalismo. Otra amenaza para los movimientos marxistas la representaban los movimientos populistas. Estos expresaban sentimientos nacionalistas, atraían a grupos de todo el espectro social, no despertaban hostilidad en la iglesia y militares, y no exigían un compromiso doctrinal incondicional, además, no repudiaban los valores liberales tan ferozmente.
Los líderes del komintern nunca pensaron seriamente que una revolución marxista-leninista pudiera triunfar en Latinoamérica antes que en Europa, por tanto estos países se vieron replegados a un segundo plano. Sin embargo el principal defecto del komintern fue la incapacidad de aceptar a los campesinos. Los partidos del komintern eran para la clase trabajadora, su concepto de partido revolucionario no solo excluía al campesino sino que desconfiaba de él (en una América Latina el sector mayoritario de los trabajadores era la población rural). Cuando Mariátegui quiso incorporar al campesinado en una coalición revolucionaria fue objeto de condena del komintern.
El komintern debatía sobre distintas cuestiones, pero la principal giraba en torno al carácter de la revolución: la medida en que la clase principal, el proletariado, podía formar alianzas con las diferentes clases sociales. Sin embargo la actuación del komintern como institución ha sido paradójica ya que se creó para ejercer influencias sobre la práctica, pero se perdía en debates ideológicos. Se pueden mostrar dos episodios dramáticos en la historia de la izquierda en los que el komintern fracasa con sus ayudas: el caso salvadoreño con la “Ayuda Roja Internacional” y el caso de Nicaragua con la “Liga Anti-imperialistas”.
Para 1935 el komintern cambia sus orientaciones para hacer frente a la propagación del fascismo. Esta política frente-populista recibió fuerte impulso en Latinoamérica al estallar la guerra civil española, ya que la izquierda y la derecha se identificaron con los bandos de la contienda. El país en el cual la estrategia frente-populista tuvo más efectos fue en Chile donde se registró un crecimiento extraordinario. La causa de la república española benefició al partido comunista chileno quien se valió de la guerra para acusar al partido socialista de no ser verdaderamente revolucionario.
El sistema mexicano era muy diferente del chileno. El partido comunista declaraba que la revolución mexicana era incompleta a menos que la dirigiesen los comunistas. Esto, sin embargo, era improbable debido a la debilidad de los vínculos con la clase obrera y el campesinado. De todos modos se ejerció mayor influencia cuando la estrategia frente-populista coincidió con la presidencia de Cárdenas quien creó importantes sindicatos y los utilizó en la expropiación de compañías que eran de propiedad extranjera para pasar a pertenecer al estado.
Argentina era un país donde el partido comunista influía poco en la sociedad. Pero más allá de la fuerza de la izquierda, lo que la elite temía era el potencial de crecimiento del comunismo. Este temor se debía a la presencia de una nutrida clase de inmigrantes muy consciente de lo que ocurría en la Italia de Mussolini y la España republicana. Sin embargo, lo característico de este período es la aparición de movimientos nacionalistas. La fuerza de estos sentimientos anticomunistas llevaría a la elite a optar por Perón en 1945.
De la segunda guerra mundial a la guerra fría
Durante la Segunda Guerra Mundial los movimientos comunistas gozaron de prestigio en la participación antifascista. También se beneficiaron con la disolución del komintern que le dio mayor libertad de acción. El número de afiliados pasó de 100.000 en 1939 a 500.000 en 1947.
Los gobiernos latinoamericanos aprovecharon la oportunidad que ofrecía el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y la URSS para reprimir movimientos populares, romper relaciones diplomática con la URSS y dar un giro hacia la derecha. Aunque el papel de Estados Unidos en este desplazamiento no fue decisivo, sí alentó a los países a seguir la política propia de la guerra fría.
La evolución cubana y sus secuelas
Los años ‘50 fueron de penuria para la izquierda en América Latina. La guerra fría dio origen a una intensa presión de Estados Unidos sobre Latinoamérica. No obstante la revolución cubana capitaneada por Castro dio un impulso real a la izquierda. Si bien el partido comunista tuvo poco que ver con el ascenso de Fidel al poder, participó con la consolidación de su gobierno otorgándole cuadros de mando con experiencia en la organización política. Además el antinorteamericanismo fue un factor que fortaleció la alianza de Castro con los comunistas.
El triunfo de la revolución cubana quitó validez a la protección de los partidos comunistas ortodoxos de ser la única fuente de legitimidad marxista revolucionaria y mostró cómo el entusiasmo y el compromiso eran suficientes para hacer la revolución. Además, la revolución cubana coincidió con un período de tensión en el comunismo internacional por el deterioro de las relaciones entre la URSS y China. Esta disputa afectó a la izquierda latinoamericana ya que China quería apartar a éstos del comunismo internacional. El apoyo chino a la guerrilla latinoamericana era solo verbal, de hecho la falta de entusiasmo de los chinos por el modelo cubano de rebelión campesina era sorprendente, como si estos olvidasen los orígenes del gobierno chino. Finalmente el prestigio de los comunistas chinos cayó tras las denuncias de Castro en 1966 por secundar el bloqueo económico de Estados Unidos y por tratar de subvertir militares y funcionarios cubanos en contra de la revolución.
Esta situación de Cuba también tuvo su efecto sobre la derecha política. Estados Unidos estaba decidido a impedir que se volviera a repetir el caso cubano y por eso entre 1962 y 1966 hubo 9 golpes militares en toda América Latina. Las fuerzas armadas latinoamericanas se beneficiaron con la ayuda que le prestó Estados Unidos para contener el avance comunista que surgía a modo de guerrilla como imitación del caso cubano. En Colombia las FARC, la guerrilla en Venezuela, lo propio en Perú, e incluso el propio Guevara en Bolivia.
A finales de los años ‘70 el futuro de la guerrilla no era prometedor y desciende nuevamente el prestigio de los partidos comunistas. La rebelión rural tenía pocas probabilidades de ser una estrategia útil para conquistar el poder del estado. Se ve cómo en Argentina y en Uruguay, surgieron dos poderosas guerrillas urbanas que representaron una reacción del dogmatismo de los partidos comunistas y que aprendieron de los fracasos de las guerrillas rurales: Montoneros y Tupamaros. Sin embargo ningún gobierno hubiese permitido que grupos como estos actuaran sin barreras y por tanto pusieron en marcha un espiral de violencia que culminó con gobiernos militares brutalmente represivos.
Los regímenes autoritarios militares estaban decididos a eliminar todo movimiento político que se presentara como una amenaza a su autoridad. Así la izquierda sufrió represiones que iban desde el destierro hasta el asesinato. El efecto final de estos regímenes autoritarios sobre la izquierda fue profundo. Se inició en la izquierda un proceso de reflexión cuyo resultado fue subrayar el valor de la democracia. A partir de las ideas de Gramsci la izquierda dejó de ver la democracia como un pretexto burgués y así la guerrilla quedó desacreditada en donde su violencia había dado lugar a la formación de gobiernos militares.
El decenio de 1970: la derrota de Chile, avances en Nicaragua
Así como el acontecimiento clave de los ‘60 fue la revolución cubana, los años ‘70 empezaron con un triunfo muy diferente para la izquierda cuando Chile eligió a Salvador Allende.
Chile en 1970 trató de crear una sociedad socialista empleando medios pacíficos, constitucionales. Esto llamó la atención internacional porque planteaba un interrogante central para la izquierda: cómo llegar al socialismo mediante una transición pacífica. El triunfo duró poco y el golpe contra Allende hundió a la izquierda en una profunda incertidumbre ideológica que polarizó a la izquierda en América Latina. Los grupos más radicales como los sandinistas en Nicaragua decidieron intensificar el conflicto armado y sostenían que la vida pacífica era una ilusión que no llevaba al poder. Por otro lado los revisionistas sostenían que la izquierda debía moderar su política y dejar de imaginar el poder en términos de fuerza. Este revisionismo tenía dimensiones internacionales. Así el caso Chile se convirtió fundamental en el debate sobre el eurocomunismo al recalcar la necesidad de no crear enemigos implacables en la derecha. Esto sobretodo en el partidos comunista italiano y francés.
De la misma manera que la revolución cubana marcó el programa de la izquierda en los años ‘60, el fracaso de Allende hizo lo propio en los ‘70.
Las lecciones de Chile no pasaron inadvertidas en Nicaragua. Aquí la izquierda se dio cuenta de que el buen fin del movimiento debía abrazar fuerzas contradictorias tanto en la ciudad como en el campo. Necesitaba no solo del apoyo de los campesinos, sino también de la clase media en las ciudades. De este modo logró movilizar una amplia oposición contra una dictadura impopular en los combates, aunque el número de militantes firmemente comprometidos era pequeño.
Las condiciones empeoraron cuando en la década del ‘70 un movimiento sindical organizó huelgas contra el descenso de salarios. Sindicatos combativos junto a radicales católicos que organizaban a los campesinos en comunidades de bases llevaron a la victoria la insurrección en 1979. Éste triunfo de la revolución nicaragüense no tuvo la misma repercusión que la anterior revolución cubana. La izquierda consideraba a ésta revolución como propia de aquel país, no destinada a la exportación, se miraba con escepticismo la idea que había una sola forma revolucionaria aplicable universalmente.
El decenio de 1980: la izquierda sumida en la confusión
El contexto político en el cual tenía que actuar la izquierda cambió cuando los gobiernos militares devolvieron el poder a los civiles: Perú, 1980; Argentina, 1983; Brasil, 1985; Uruguay, 1985; Chile 1990. Además este contexto cambiaba de forma más espectacular con la caída del sistema soviético rechazado en los países de Europa oriental.
Si siempre fue difícil definir la izquierda en términos de un programa común, esto se dificultó más aún en los años ‘80. En varios países aparecen “nuevos movimientos sociales” que a menudo sospechaban que los partidos políticos intentaban manipularlos. Reivindicaban derechos de ciudadanía y no eran políticamente activos hasta entonces. El crecimiento de estos partidos nuevos y la aparición de movimientos sociales ajenos a los partidos reflejaron la crisis de los mismos.
La reacción de los partidos de izquierda a la crisis del decenio de 1980 presentó enormes variaciones. El partido comunista mexicano abrazó un revisionismo al estilo eurocomunista que hizo hincapié en los derechos democráticos, abandonó su anticlericalismo y aspiró a ser un p. de masas en vez de elites. A diferencia, el partido comunista chileno abogó por la lucha armada contra la dictadura del general Pinochet. El partido comunista chileno era el mejor organizado de América Latina según estrategas soviéticos y era el único que tenía la probabilidad de encabezar una revolución, especialmente en un país gobernado por alguien que era objeto de condena internacional. Perú fue el único país donde el comunismo inspirado por China generó un apoyo tanto urbano como rural. Sendero luminoso, el más conocido de los movimientos de inspiración china, empezó pacientemente a formar cuadros políticos y buscar apoyo en la empobrecida región de Ayacucho. Allí la población, en gran parte india, estaba muy resentida contra el gobierno blanco de Lima.
Sendero luminoso, profesaba ideas de Mao y también se inspiraba en las ideas indigenistas de Mariátegui. Su violencia era extrema y se valía del terror para imponer su dominio, por eso la respuesta del gobierno fue permitir que los militares tomaran medidas igualmente salvajes.
A la decadencia del comunismo ortodoxo y a la pérdida de atractivo del modelo cubano, vino a reemplazar el nuevo interés por el socialismo de tipo parlamentario y electoral, cosa que contrastaba con la violencia de las guerrillas. Aquí, los movimientos social-democráticos en Europa fueron fuentes de inspiración. Ejemplo de esto lo representa en Brasil el Partido de los Trabajadores (PT) que se formó debido a la insuficiencia del partido comunista como medio de expresión de las reivindicaciones sindicalistas. Así el PT nació del nuevo sindicalismo y se convirtió en el mayor partido explícitamente socialista de América Latina. Si bien el PT tenía sus raíces en el movimiento sindical urbano, también creció en zonas rurales con el apoyo de la iglesia y de las comunidades de base. El PT procuró adoptar un modelo nuevo de organización interna que respetase la autonomía del movimiento sindical.
Conclusión
Históricamente la izquierda siempre ha supuesto que existía un objetivo, una fuerza organizada, un programa y una teoría que explicaban la lógica del sistema. Todo esto quedaba en entredicho en la década de 1980 con los cambios trascendentales en el comunismo internacional.
En los ‘80 el apoyo soviético destinado a partidos comunistas de América Latina era escaso, exceptuando el caso de Cuba. Si bien el centro de operaciones soviéticas en Latinoamérica durante los ‘70 y ‘80 fue el Perú, y si bien continuó interesándose por el partido comunista chileno por ser el único con una trayectoria electoral históricamente razonable, el verdadero interés de la URSS era una ruta aérea a América Latina y el acceso a zonas pesqueras del pacífico. Pero mucho más importante que la pérdida del apoyo material fue el daño que sufrió el prestigio ideológico del marxismo. La idea de la revolución no pasó a ser solo inimaginable sino incluso indeseable.
Mariátegui
Economía agraria y latifundismo feudal
No debemos perder de vista el hecho de que, aunque el país habría desarrollado una economía minera e industrial (aunque de modo incipiente), siga siendo bastante agrícola. “El cultivo de la tierra ocupa a la gran mayoría de la población nacional. El indio, que representa las cuatro quintas partes de ésta, es tradicional y habitualmente agricultor” (23).
Mariátegui señala que, mientras que lo producido y explotado en la industrial minera es básicamente exportado, todo lo que rinde la economía agrícola es casi todo autoconsumido por la propia nación, cuya producción mayor se da en la sierra peruana. Otro contraste entre ambos tipos de producción es la cantidad de gente que trabaja en ellos. En la industria minera trabaja un número muy reducido de trabajadores, mientras que en la agricultura lo que se tiene es a un gran número de campesinos.
Pero no debemos pensar, utilizando la terminología marxista tradicional, que dichos desarrollos, en lo que a modos de producción y fuerzas productivas se refiere, han generado satisfactoriamente las clases sociales respectivas que necesitan. La razón de esto tiene que ver con el fenómeno del imperialismo y de la consolidación de una interdependencia mundial, bajo la hegemonía de las potencias capitalistas. “La clase terrateniente no ha logrado transformarse en una burguesía capitalista, patrona de la economía nacional. La minería, el comercio, los transportes, se encuentran en manos del capital extranjero. Los latifundistas se han contentado con servir de intermediarios a éste, en la producción de algodón y azúcar. Este sistema económico, ha mantenido en la agricultura, una organización semi-feudal que constituye el más pesado lastre del desarrollo del país” (24).
La ausencia de burguesía se expresaría en la ausencia de burgos y ciudades, mientras que la ausencia de aldeas expresarían la subsistencia del feudalismo en el Perú. Sin embargo, hay que hacer distinciones entre Europa y Perú, ya que éste último es para Mariátegui “semi-feudal”: “Dentro de la feudalidad europea los elementos de crecimiento, los factores de vida del burgo, eran, a pesar de la economía rural, mucho mayores que dentro de la semi-feudalidad criolla. El campo necesitaba de los servicios del burgo, por clausurado que se mantuviese. Disponía, sobre todo de un remanente de productos de la tierra que tenía que ofrecerle. Mientras tanto, la hacienda costeña produce algodón o caña para mercados lejanos. Asegurado el transporte de estos productos, su comunicación con la vecindad no le interesa, sino secundariamente. El cultivo de frutos alimenticios, cuando no ha sido totalmente extinguido por el cultivo del algodón o la caña, tiene por objeto abastecer al consumo de la hacienda. El burgo, en muchos valles, no recibe nada del campo no posee nada en el campo” (25-26).
Las haciendas estarían pues cerradas al mundo exterior circundante de los burgos, en lo que a comercio se refiere. De ahí Mariátegui infiere lo fuerte que es ello para que dentro de la hacienda el peón sea tratado como una cosa y no como un ser humano. Ésta acapara la tierra, las industrias, los transportes, el comercio y los medios de vida de los brugos. Además, el latifundio escapa a todo tipo de regulación estatal. Pero el logro económico o productivo de dichas haciendas no se debe puramente a su propia gestión, sino que tiene una conexión esencial con los préstamos y financiamientos de capitales extranjeros: “El capitalismo extranjero, en su perenne búsqueda de tierras, brazos, y mercados, ha financiado y dirigido el trabajo de los propietarios, prestándoles dinero con la garantía de sus productos y de sus tierras. Ya muchas propiedades cargadas de hipotecas han empezado a pasar a la administración directa de las firmas exportadoras” (27).
Como ejemplo pone el caso de La Libertad. Ello me parece interesante, ya que estudiar dicho fenómeno en relación a Haya de la Torre y el APRA es esencial (Cfr. La formación de las haciendas azucareras y los orígenes del APRA de Peter F. Klaren).
La experiencia más vasta y típica de la capacidad de los terratenientes del país, nos la ofrece el departamento de La Libertad. Las grandes haciendas de sus valles se encontraban en manos de su aristocracia latifundista. El balance de largos años de desarrollo capitalista se resume en los hechos notorios: “la concentración de la industria azucarera de la región en dos grandes centrales, la de Cartavio y la de Casa Grande, extranjeras ambas; la absorción de las negociaciones nacionales por esta misma empresa, particularmente por la segunda; el acaparamiento del propio comercio de importación por esta misma empresa; la decadencia comercial de la ciudad de Trujillo y la liquidación de la mayor parte de sus firmas importadoras” (27).
Lo interesante aquí es cómo Mariátegui amplía su mirada, como lo sugerimos hace algunas entradas, en lo que respecta a la importancia de otros factores no económicos. “Pesan sobre el propietario criollo la herencia y educación españolas, que le impiden percibir y entender netamente todo lo que distingue al capitalismo de la feudalidad. Los elementos morales, políticos, psicológicos del capitalismo no parecen haber encontrado aquí su clima. El capitalista, o mejor el propietario, criollo, tiene el concepto de renta antes que el de la producción. El sentimiento de aventura, el ímpetu de creación, el poder organizador, que caracterizan al capitalista auténtico, son entre nosotros casi desconocidos” (28).
No basta el lugar que uno ocupa en la producción, hay una historia, una cultura y una formación que determina, también, los desarrollos productivos. Obviamente no sé que tan categórico se pueda ser con esta interpretación de Mariátegui, recordemos que en entradas anteriores el peso a lo económico ha sido esencial. Es necesario complementar esto con una aguda nota a pie, donde podríamos ver la distancia de Mariátegui a un marxismo muy ortodoxo, para estar más cerca de un autor como Max Weber: “El capitalismo no es sólo una técnica: es además un espíritu. Este espíritu, que en los países anglo-sajones alcanza su plenitud, entre nosotros es exiguo, incipiente, rudimentario” (28)
Antes de pensar en un mero reduccionismo económico, Mariátegui nos habla de un espíritu. Quizá tenga en mente algo análogo o compatible con las ideas y supuestos weberianos que llevan a pensar en una afinidad electiva para el capitalismo y el protestantismo. Esto probablemente se mucho más en el en quinto ensayo: El factor religioso
El problema agrario y el problema del indio
Mariátegui abre este ensayo: “Quienes desde puntos de vista socialistas estudiamos y definimos el problema del indio, empezamos por declarar absolutamente superados los puntos de vista humanitarios o filantrópicos, en que, como una prolongación de la apostólica batalla del padre de Las Casas, se apoyaba la antigua campaña pro-indígena. Nuestro primer esfuerzo tiende a establecer su carácter de problema fundamentalmente económico” (41).
El derecho básico que Mariátegui quiere reivindicar para los indios es el derecho a la tierra, derecho que hace de condición de posibilidad de los derechos que tradicionalmente se buscan y reclaman: “educación”, “cultura”, “progreso”, “amor”, “cielo”, etc. Mariátegui dice que por eso se le puede considerar materialista, ya que la demanda fundamental es económica y tiene una base real. Sin embargo, considera que ello no implica que él no pueda reconocer y admirar la labor que de Las Casas habría realizado. Ello es interesante porque evidencia un respeto por lo que puede hacer la religión y el clero. Y es que, si bien es insuficiente, no por ello debe ser desestimado a priori y ser considerado superficialmente algo irrelevante.
El problema de la tierra es, a grandes rasgos, el problema de lo que Mariátegui considera la feudalidad en el Perú. Mariátegui considera que su abolición debió darse a través de la clase burguesa. Sin embargo, nuestra independencia no habría generado todavía dicha clase. Lo que tendríamos sería una feudalidad “camuflada” o “disfrazada” de burguesía republicana.
“La supervivencia de un régimen de latifundistas produjo, en la práctica, el mantenimiento de latifundio. Sabido es que la desamortización atacó más bien a la comunidad. Y el hecho es que durante un siglo de república, la gran propiedad agraria se ha reforzado y engrandecido a despecho del liberalismo teórico de nuestra Constitución y de las necesidades prácticas del desarrollo de nuestra economía capitalista” (41).
Una primera solución sería privatizar la tierra e individualizarla, de acuerdo a principios liberales elementales, solución que iría en armonía con lo que la estructura formal de la república pretende: democracia liberal con economía capitalista. Mariátegui considera que el tiempo para esos cambios en la economía y en la sociedad peruana han pasado: “Congruentemente con mi posición ideológica, yo pienso que la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la fórmula individualista, ha pasado ya. Dejando aparte las razones doctrinales, considero fundamentalmente ese factor incontestable y concreto que da un carácter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la comunidad y de elementos de socialismo práctico en la agricultura y la vida indígena” (42).
La revolución en la economía agraria busca pues, acabar con los elementos feudales que para Mariátegui se expresan en el gamonalismo, el latifundio y la servidumbre. Es la subsistencia de la feudalidad que la impide desarrollar el capitalismo. Sus expresiones culturales (los ejemplos que pone Mariátegui son: “inquisición”, “feudalidad” “espíritu reaccionario”, “método jesuítico”, “casuísmo escolástico”) ya han sido erradicadas, pero el fundamento económico no.
La siguiente cita expresa la visión marxista de Mariátegui para comprender las relaciones entre lo que, en terminología marxista tradicional, se conoce como “base” y superestructura: “El régimen de propiedad de la tierra determina el régimen político y administrativo de toda nación. El problema agrario, – que la República no ha podido hasta ahora resolver -, domina todos los problemas de la nuestra. Sobre una economía semifeudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales” (44).
Mariátegui piensa pues, que las instituciones de la democracia liberal no bastan para consolidar una verdadera sociedad democrática efectiva. Y es que las reglas, que formalmente son “vigentes” y “efectivas”, no corresponderían a las relaciones sociales que efectivamente estructuran a la sociedad. Dichas relaciones tienen como fundamento y marco a la semifeudalidad. Sin romper con ella no se podrán hacer instituciones democrático-liberales efectivas, de acuerdo a Mariátegui.
Luego de esto viene la otra vía argumentativa: lo propio del pueblo indígena es la tierra. Desde los incas (y antes) la tierra ha ocupado un lugar central en la constitución de la vida económico. El pueblo indígena como un pueblo agrario. Propiedad comunitaria y vínculos con lo religioso y cósmico (influencia de Luis E. Valcárcel) son la cuasi esencia de la raza indígena, según Mariátegui, antes del contacto del nuevo mundo con el viejo mundo occidental. La comunidad agraria indígena, también concebida en sus orígenes como “comunismo incaico”, es pensada como una especie de “comunismo agrario” (el término es usado por Mariátegui). La propiedad colectiva y la cooperación común para trabajar serían los principales rasgos distintintivos que podríamos resaltar, en base a las fuentes del propio Mariátegui (como César Ugarte), para ver en qué se sustenta dicha terminología.
Esta manera de producir, habría sido destruida por la colonización española. Lo que Mariátegui reprocha a la colonización española no es la mera destrucción, sino una destrucción que en su lugar no puso algo mejor. En materia económico-productiva, la conquista sería vista (desde la óptica marxista de Mariátegui) como algo bastante inferior. El régimen colonial desorganizó y aniquiló la economía agraria incaica, sin reemplazarla por una economía de mayores rendimientos.
El argumento central en el que centra su atención Mariátegui es el demográfico. La eliminación de una comunidad de diez millones y diezmarla (lo que autores como Flores Galindo considerarán como posible llamarlo “etnocidio”) es algo que para evidencia y constata de manera evidente la inferioridad de la estructura productiva, social y política de la conquista española. Para terminar, es interesante que Mariátegui no considere con criterios morales esta inferioridad, sino que para emitir su juicio recurre a criterios de eficiencia y eficacia productivo-material: “Este hecho <la caída demográfica> condena al coloniaje y no desde los puntos de vista abstractos o teóricos o morales – o como quiera calificárseles – de la justicia, sino desde los puntos de vista prácticos, concretos y materiales de la utilidad. El coloniaje, impotente para organizar en el Perú al menos una economía feudal, injertó en ésta elementos de economía esclavista” (46).
[1] La compañía nacional ferroviaria y compañías petroleras extranjeras terminaron nacionalizadas y bajo alguna forma de gestión obrera.
[2] En 1938 se crea la CNC (confederación Nacional Campesina) constituida para unir las organizaciones campesinas.
[3] Se proscribe el latifundio y el aumento de la propiedad extranjera sobre la tierra. Posteriormente se prohibió la propiedad extranjera sobre la tierra y sobre los ingenios azucareros.
[4] Agotamiento de su proyecto de desarrollo nacional y a la inversión de su relación con los trabajadores.
[5] Terratenientes, sector financiero y exportador
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