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Sistemas Políticos Comparados
Resumen de "Jugadores con Veto" | Sistemas Políticos
Comparados (Cátedra: Aznar Saguir - 2017) | Cs.
Sociales | UBA
Tsebelis: Jugadores con veto
El primer capítulo empieza indicando que los conceptos fundamentales a tratar
son los de jugadores con veto y estabilidad política. Tomándolos en cuenta se
puede decir que cuanto mayor sea la distancia entre los jugadores con veto y su
número, más difícil será cambiar el statu quo. A su vez, el primero que actúa
–el que fija la agenda- posee una ventaja importante que disminuye a medida que
aumenta la estabilidad política, es decir, conforme aumenta el número de
jugadores con veto y la distancia entre ellos.
¿Qué son los jugadores con veto? “Actores individuales o colectivos cuyo
consenso es necesario para un cambio del statu quo. De ahí se deduce entonces
que un cambio en el statu quo requiere una decisión unánime de todos los
jugadores con veto” (pág. 6).
Ahora bien, estos jugadores pueden ser generados por la constitución y entonces
se vuelve institucionales. Si, por otro lado, son generados por el juego
político se los denomina jugadores con veto partidarios.
Para continuar, Tsebelis agrega otros dos conceptos. Primero, el conjunto
ganador del statu quo (W(SQ)), “el conjunto de resultados que puede derrotar al
statu quo. Piénsese en el statu quo como la política corriente. El conjunto
ganador del statu quo es el conjunto de políticas que puede reemplazar el
existente” (pág. 7).
Segundo, el concepto de núcleo, que equivale al conjunto de puntos con conjunto
ganador vacíos: “los puntos que no pueden ser derrotados por ningún otro punto
si aplicamos la regla de la toma de decisiones” (pág. 7). En tanto, el concepto
de núcleo de unanimidad hace referencia al conjunto de puntos que no pueden ser
derrotados si la decisión es unánime. “La definición de núcleo de unanimidad
conduce lógicamente a la conclusión de que su tamaño es un sustituto de
estabilidad política” (pág. 8).
Tomando en cuenta un modelo con dos jugadores, Tsebelis dice que “los dos
agentes de la estabilidad política son complementarios para diferentes
posiciones del statu quo. Cuando el statu quo está muy alejado de todos los
jugadores con veto, su conjunto ganador es grande” (pág. 8).
Luego, el autor pasa a complejizar el modelo. Inicialmente dice que en
condiciones espaciales singulares agregar un jugador con veto puede no afectar
el resultado. Por lo tanto, no es necesario que agregar un jugador expanda el
núcleo de unanimidad. “Si hay un núcleo de unanimidad, su tamaño aumenta o
permanece igual con la adición de nuevos jugadores” (pág. 10).
¿Qué pasa si se agrega otro jugador más? El autor enuncia la regla de la
absorción: “Si un nuevo jugador con veto D se agrega dentro del núcleo de
unanimidad de cualquier conjunto de jugadores con veto previamente existentes, D
no tiene efecto sobre la estabilidad política” (pág. 12).
De esto se deduce la regla de cuasiequivalencia: “Para cualquier conjunto de
jugadores con veto existentes S, la condición necesaria y suficiente para que un
nuevo jugador con veto D no afecta el conjunto ganador de ningún statu quo es
que D esté ubicado en el núcleo de unanimidad S” (pág. 12).
En la sección “Secuencia de movimiento”, Tsebelis desarrolla que pasa si no se
considera que los actores se mueven de manera simétrica. Considera que “el
jugador con veto que establece la agenda tiene una ventaja considerable: puede
considerar el conjunto ganador de los otros como su restricción y seleccionar de
éste el resultado que prefiera” (pág. 15).
A esto hay que agregar dos corolarios: 1) un solo jugador con veto es también el
establecedor de la agenda y no tiene restricciones en la selección de resultados
y 2) la importancia del establecimiento de agenda disminuye conforme aumenta la
estabilidad política.
En las conclusiones, el auto escribe: “Los jugadores con veto son actores cuyo
consentimiento es necesario para un cambio del statu quo. La estabilidad
política es el término que expresa la dificultad para un cambio importante del
statu quo. La estabilidad política aumenta en general con el número de jugadores
con veto y con las distancias entre ellos (…) El jugador con veto que controla
el proceso de establecimiento de agenda tiene una importante ventaja
redistributiva: puede seleccionar el punto que prefiera de entre el conjunto
ganador completo de otros” (pág. 17).
Ahora bien, los jugadores también pueden ser colectivos y ese es el tema que se
desarrolla en el capítulo 2. “Con mucha frecuencia la toma de decisiones implica
la participación de algún jugador con veto colectivo tal como un comité, un
partido o un parlamento” (pág. 18).
Pasar de los jugadores con veto individuales a los colectivos implica dos
problemas. Primero, la configuración del conjunto ganador del statu quo se hace
más complicada, es decir, los resultados de a toma de decisiones son más
complicados. Segundo, las decisiones de jugadores colectivos, a diferencia de la
de los individuales, son ambiguas.
Cuando un jugador con veto individual compara las posiciones del statu quo, se
puede suponer que sus preferencias son transitivas. Pero con los jugadores
colectivos no ocurre lo mismo ya que existe cierta ambigüedad para seleccionar
las distintas alternativas. “Los jugadores con veto colectivos no pueden escoger
sin ambigüedad por el dominio de la mayoría. Esto significa que si un jugador
con veto colectivo controla la agenda y hace una oferta a otro jugador con veto,
no se deberá esperar una elección clara ya que los jugadores con veto colectivos
llegan a resultados contradictorios cuando tienen que comparar puntos” (pág.
21).
Esto le permite a Tsebelis establecer algunas conjeturas. Primero, la
estabilidad política aumenta conforme se incrementa la cohesión de un jugador
con veto colectivo. Segundo, “un aumento en el tamaño (número de individuos) de
un jugador con veto colectivos (ceteris paribus) aumenta su cohesión (…) y en
consecuencia aumenta la estabilidad política” (pág. 14). Tercero, la estabilidad
política disminuye conforme aumenta la cohesión de un jugador con veto
colectivo.
Para concluir, “los jugadores con veto individuales deciden por la regla de la
unanimidad (…) mientras que los jugadores con veto colectivos aplican mayoría
calificada o mayoría simple para su decisiones (…) La estabilidad política
disminuye si los actores que intervienen en la decisión son jugadores con veto
colectivos en oposición a individuales. Los jugadores con veto colectivos pueden
alcanzar resultados cuando los individuales no llegan a ponerse de acuerdo”
(pág. 32). Finalmente, indica que los jugadores con veto colectivos se aproximan
a la conducta de los jugadores individuales.
En el tercer capítulo, Tsebelis intenta establecer diferencias entre los
regímenes no democráticos y democráticos y, dentro de estos últimos, entre
presidencialistas y parlamentarios. “Explico la diferencia de regímenes como
características esenciales del proceso de establecimiento de la agenda: los
regímenes democrático y no democrático difieren en que el proceso de
establecimiento de la agenda puede ser competitivo o no” (pág. 33). Al contrario
de lo que parece, en el sistema presidencial el que establece la agenda es el
parlamento, y en el parlamentario el gobierno .
¿Cuál es el argumento de Tsebelis? “Que la mayor parte de las diferencias entre
los regímenes que se examinan en la bibliografía tradicional se pueden estudiar
como diferencias en número, posiciones ideológicas y cohesión de los jugadores
con veto correspondientes, así como la identidad, preferencias y poderes
institucionales de los establecedores de agenda” (pág. 33).
Después de repasar gran parte de la literatura sobre este tema , Tsebelis pasa a
desarrollar su postura. Para entender las diferencias entre los tipos de
regímenes se hace necesario concentrarse en el proceso de producción de leyes.
Entonces, hace las siguientes preguntas:
• ¿Cómo son seleccionados los jugadores con veto?
• ¿Quiénes son los jugadores con veto?
• ¿Quién controla la agenda legislativa?
• Si estos jugadores son colectivos, ¿Bajo que reglas decide cada uno de ellos?
Con respecto a la primera pregunta, Tsebelis dice que “lo que distingue a los
regímenes democráticos de los no democráticos es si los jugadores con veto son
decididos por competencia entre las élites, por votos o mediante algún otro
proceso, y no hay una distinción necesario en términos de representación o en
términos de número real de jugadores con veto” (pág. 40).
Pasando a la segunda pregunta, Tsebelis distingue entre jugadores con veto
institucionales y jugadores con veto partidarios. Los primeros son definidos por
la constitución y los otros por el juego político.
Luego, esta el tema de la agenda parlamentaria. Tsebelis dice que en lo que se
refiere a leyes financieras, la iniciativa corresponde al ejecutivo en ambos
sistemas (parlamentario/presidencialista). Ahora bien, en lo que se refiere a
otro tipo de leyes, el gobierno hace una propuesta en los parlamentarios,
mientras que es al revés en los presidenciales. “En este sentido, los papeles
del establecimiento de agenda se invierten en los dos sistemas” . Así, considera
que “si el parlamento es fuerte en sistemas parlamentarios esto no se debe a la
legislación; es así porque puede retirar su respaldo del gobierno y sustituirlo.
Si el presidente es fuerte en sistemas presidenciales, esto no es debido a su
poder para legislar, sino a decretos ejecutivos y al poder para tomar decisiones
sobre política exterior y otros asuntos” (pág. 43).
Con respecto a la última pregunta, “ceteris paribus, los sistemas presidenciales
tienen una estabilidad política menor. Esta es una cláusula ceteris paribus muy
poderosa porque probablemente es imposible mantener constante todo lo demás. El
hecho de que los partidos carecen de disciplina en sistemas presidenciales hace
difícil e incluso imposible identificar los orígenes de votos particulares”
(pág. 45).
Para concluir, dice que pueden existir múltiples jugadores con veto en sistemas
autoritarios. “El número de jugadores con veto tampoco es una diferencia
fundamental entre regímenes democrático y no democrático” (pág. 48). En tanto,
“el análisis del presidencialismo y el parlamentarismo revela que la diferencia
más importante entre estos regímenes es la interacción entre el poder ejecutivo
y el legislativo en sistemas parlamentarios y su independencia en los
presidenciales (…). Hay diferencias entre los sistemas parlamentario y
presidencial, sobre quién controla la agenda, los gobiernos en sistemas
parlamentarios, los parlamentos en sistemas presidencial (…) y en la cohesión de
los partidos en cada sistema” (pág. 48).