Altillo.com
> Exámenes >
UBA - Cs.
Sociales - Ciencias de la Comunicación >
Principales Corrientes del Pensamiento
Contemporáneo
Guía de Preguntas | Principales Corrientes
del Pensamiento Contemporáneo (Cátedra: Gutiérrez - 2021) | Cs. de la Comunicación | UBA
1. ¿A qué llama Grüner “Sociometabolismo del capital”?
lógica de ese proceso puede anteceder tanto como sobrevivir a los regímenes
sociopolíticos que se identifican con ella): un proceso que incluía a los
denominados “socialismos realmente existentes”, y que por supuesto va mucho más
allá de la economía, para colonizar el entero “mundo de la vida” hasta en sus
rincones más íntimos, bajo la lógica matricial del fetichismo de la mercancía,
esa verdadera metafísica del capital.
2. ¿Qué quiere decir con “La racionalidad instrumental no solo crea “objetos”? +
CARACTERÍSTICA DE LA RELIGIÓN COMO RACIONALIDAD INSTRRUMENTAL.
no se limita a impedir, a reprimir, a encuadrar o a dominar a los sujetos:
teorizan los modos en los que la racionalidad instrumental no solo crea
“objetos”, sino sujetos para esos objetos. --ej de la religión que la religión
que en toda la historia ha calado más hondo en el funcionamiento “objetivo”,
inconsciente, de todas y cada una de las prácticas humanas. porque su lógica
intrínseca ni siquiera contempla la posibilidad, sino de eso que ahora se llama
el biopoder: sucintamente, la organización misma de la vida –y de la muerte–
humana bajo el sociometabolismo del capital, y para la que se dice que “no hay
alternativa”.
ya no apela, siquiera, a la persuasión o al consenso ideológicamente construido,
porque solo le interesan las conductas reproductivas, “proactivas”, del
sociometabolismo. Una religión que no reclama ni siquiera, pues, obediencia,
puesto que no contempla otra opción: actuar, vivir, dentro del sociometabolismo
del capital, es ya obedecer. Es una religión, además, mundial,globalizada. toda
religión “mundial”: el universo entero está en ella, aunque no se crea en ella,
o peor aun, aunque se tenga plena y transparente conciencia de que sus
beneficios son altamente diferenciales.
3. ¿Cuáles son los límites del sociometabolismo del capital?
Ese proceso sociometabólico ha entrado en su fase de crisis terminal - es decir,
ha llegado a su límite. Esta identidad es trunca: de que solo puede algo parecer
completo, precisamente porque algo le falta: solo puede parecer que el comercio
internacional, el capital financiero, las comunicaciones y las unidades
productivas están “globalizadas”, porque la fuerza de trabajo no lo está, ni
podría estarlo, dado que el capital necesita imperiosamente mantener niveles
territorialmente diferenciados de extracción de plusvalía y excedentes, so pena
de caída catastrófica de la tasa de ganancia. Este es solo uno de los límites
absolutos (en el sentido de que no tienen solución posible dentro del
sociometabolismo del capital) que el capital tiene que enfrentar. Otros
(absolutos) son: la gravísima, prácticamente ya terminal, cuestión
ecológica; la miseria endémica productora, por un lado, de toda clase de pestes
“medievales” y, por otro, de multiplicados índices de violencia social,
drogadicción, marginalidad, delincuencia, etc.; la cuestión explosiva a (no tan)
mediano plazo de las minorías étnicas, religiosas y sexuales; el “terrorismo
fundamentalista” –expresión perversa de resistencia anticolonial ante la
retirada de la “lucha de clases”a nivel internacional en su acepción clásica–;
la “inmigración ilegal” y la consiguiente “explosión” demográfico-urbana –fuente
a su vez de más miseria, desocupación, marginalidad y violencia social–. La gran
ironía es que todos estos que hoy son límites infranqueables para el crecimiento
y desarrollo “sustentables” del capital, además de ser por supuesto los propios
efectos de ese desarrollo, son exactamente los mismos fenómenos que en la etapa
ascendente del capital le confirieron su fuerza incontenible. el capital, por
definición, no puede auto-detener el crecimiento y multiplicación de sus
células, incluyendo por lo tanto las cada vez más abundantes células
“cancerosas”. En una suerte de homeopatía invertida, su cura es simultáneamente
su veneno. No hay remedio. prácticas colectivas de resistencia
a sus efectos más claramente deletéreos Muchas de esas prácticas –es de rigor
admitirlo– sirvieron a la larga para reforzar el sociometabolismo del capital, o
al menos para elastizar y redefinir sus límites. Otras lograron, mal que bien,
demorar la catástrofe. Ya no: el horizonte se ha inmovilizado, y está a punto de
derrumbarse sobre todas nuestras cabezas, y no solo las de los dueños del poder.
La fuerza del capital, hoy, es solamente, exclusivamente, (auto)destructiva.propia
“naturaleza” de su modo de reproducción social indetenible e incontrolable desde
adentro, y por lo tanto no “reformable”– han llevado al extremo sus tendencias
destructivas (hay quien las llama, como acabamos de hacer nosotros,
“auto-destructivas. ya ha destruido, sin posible vuelta atrás, toda factibilidad
de reconstrucción de un sistema de reproducción social no digamos ya más justo,
sino siquiera menos desigualitario → hay una polarización tan espectacular de
esa riqueza –.
4. ¿A qué se refiere con “impulso propio de autoregulación”?
puesto que una detención y marcha atrás de semejante maquinaria –que ya ha
adquirido, como si dijéramos, un impulso propio de “autorregulación” imparable.
implicaría para las clases dominantes personificadoras del capital una
transformación de su propio “metabolismo” económico, político y cultural,
incluso “subjetivo”, tan inconcebible que no puede entrar en sus más alocadas
fantasías (ni en las nuestras). Es esto de que el sistema sebretroalimenta a sí
mismo y al mismo tiempo esa alimentación es lo que lleva a su destrucción y ya
no se puede parar. tiende a ser constitutivamente mundial por las mismas
necesidades de su reproducción metabólica ampliada. Pero ese proceso está
finiquitado. Ya no hay más adonde ir: los recursos en la tierra son escasos y el
petróleo, el agua, el aire se están acabando. la fase de auto-colonización, en
la cual es absolutamente esencial la retención concentrada –en las mismas
condiciones “polarizadas” que conforman la lógica actual del capital– de
aquellos recursos vitales en vertiginoso proceso de agotamiento. Eso solo le
deja al capital un camino abierto: la guerra de agresión generalizada. Guerra
infinita.
5. ¿A qué se refiere con “el eurocentrismo que pretendería ver en el capital un
fenómeno autoengendrado…”?
la única opción para el capital es el Terror Global –inaugurado en los orígenes
mismos de la modernidad por los muchos genocidios coloniales que fueron la base
material de la emergencia del capital–, el cual ha pasado a ser, también, un
componente estructural del sociometabolismo del capital, que ya no tiene otra
manera de “administrar lo real”.No se trata de una constatación puramente
historiográfica, aunque ella sea en sí misma imprescindible para combatir
ideológicamente el eurocentrismo que pretendería ver en el capital un fenómeno
“auto-engendrado” y “autóctono” de la modernidad europea. si el capital fue,
desde el principio, mundial, todas sus causas son “internas”. cuando aparece
así, podemos estar seguros de que se trata de un constructo del poder. el
sociometabolismo presente del sistema es el de un capital “piratesco”, de saqueo
mundial → se parece al clonialismo clásico.
6. ¿Qué quiere decir con que “El Sociometabolismo del capital se ha tragado la
propia máquina del pensar?
ya no se trata de una razón ideológica en sentido clásico “no saben lo que
hacen” sino de la razón cínica: “ellos saben muy bien lo que hacen… e igual lo
hacen” No es que quieran o no el suicidio: es que no pueden hacer otra cosa. De
hecho son muchos los que –sobre todo, con toda lógica, en los círculos
intelectuales “periféricos”– manifiestan su inquietud, su desazón o su angustia
por esta impotencia de la teoría crítica. Tal vez –es solo una ocurrencia
súbita– el problema sea exactamente el inverso: es una heredada omnipotencia (“iluminista”,
por llamarla de algún modo) del pensamiento de los “intelectuales” la que ahora,
por contraste, hace parecer impotencia lo que quizá sea –y no es que sea poca
cosa– una dislocación. Es decir, que la sociometabólica del capital se ha
tragado la propia “máquina de pensar” productora de teoría crítica. No quiere
decir que los frustrados pongan al capital de su lado. el capital, simplemente,
sigue adelante; y precisamente por eso la crítica más importante, hoy, es la que
podamos hacernos entre nosotros, los que decimos estar “del mismo lado”): de
esos idiotas inútiles habrá siempre, y no tienen ninguna importancia. es
perfectamente capaz de digerir, de neutralizar, y aun de hacer jugar a su favor,
cualquier monto de “pensamiento crítico” producido por los “intelectuales” en el
sentido clásico, “sartreano”, de la palabra. Lo decíamos en alguna otra parte:
lo que se dio
en llamar el pensamiento único no consiste en que se deba pensar de una sola
manera –esa sería una pretensión absurda, y el capital no es “absurdo”–:
consiste en que se puede pensar cualquier cosa, sin que el capital detenga su
marcha triunfal hacia el desastre, porque su sociometabolismo ya hace mucho que
no se juega en el plano de las ideas y las contra-ideas, como ocurría aún en su
etapa de ascenso.
7. ¿Qué es “Lo Político” que habría que repensar?
allí donde hay instituciones, ya se sabe, no queda remedio: hay que hablar de
política.
por las razones que ya expusimos, el capital no va a producir –no puede ya
hacerlo– ideas que detengan la catástrofe, ni siquiera la propia, porque su
sociometabolismo, ya lo dijimos, está fuera de control, y mucho menos será
controlado por la pura fuerza de las ideas. Lo tendremos que hacer nosotros. No,
desde luego, para “salvar” el capital: aunque quisiéramos hacerlo, es
insalvable. Sino para, “dislocados” como estamos, re-localizarnos por fuera de
su sociometabólica. Pensar de otra manera, que no implique siquiera dar la
“batalla de las ideas” en su propio terreno, porque eso, ya lo dijimos, es
digerible. Y, por supuesto, no es cuestión de recaer en la omnipotencia: lo
Político que sea capaz de detener la destructividad terminal del capital, e
imaginar aquel recomienzo de la polis con otro “sociometabolismo”, eso no va a
salir de nuestras afiebradas cabecitas. Pero mientras tanto es nuestro deber
intentar anticipar, mediante ese “pensamiento otro”, cómo sería eso cuando
pudiera producirse materialmente. ¿qué es ese Lo Político que habría que
repensar? implica como mínimo el doble esfuerzo de, primero, alterar los modos
de pensamiento de la sociometabólica del capital para hacer des-naturalizables
us evidencias: “no hay alternativa” debe convertirse en una verdad solamente
para los personificadores del capital; y segundo, por lo tanto, hay que imaginar
el funcionamiento real de las posibles alternativas, de esa reanudación del
“lazo social” sobre otro metabolismo. cambiar el significado de las palabras,
reepensarlas y mezclar significado con significante para crear un código
completamente diferente.
8. ¿Qué dice de los neofundamentalismos?
los fundamentalismos que llevan a un renacimiento religioso tienen que ver con
alguna misteriosa regresión arcaica de la cultura. tal como los conocemos hoy en
su vertiente religioso-político-“militar” son, para decirlo rápido, un fenómeno
estrictamente posmoderno. son una rta a la crisis terminal del capital. forma de
resistencia.incluyeron, al menos discursivamente, cierto monto de
reivindicaciones populares auténticas. No hay ninguna ideología, nisiquiera la
peor, que pueda aspirar a una mínima eficacia sin asumir esas partes de verdad:
el problema, como siempre, es la relación de conflicto irresoluble con el
“Todo”. Los “neofundamentalismos” son –también lo hemos dicho– una huida hacia
adelante en una situación de vacío de la lucha de clases a nivel mundial, y en
el contexto ya citado de una auto-colonización del mundo que requiere la
subordinación total de las “otras culturas” al sociometabolismo dominante. Se
entenderá, suponemos, y ya lo hemos aclarado al pasar, que por “vacío de la
lucha de clases” no queremos decir en absoluto, como pretendería el discurso
dominante, que la “contradicción principal” capital/trabajo haya sido en modo
alguno “superada” –entre otras cosas, porque sin ella el capitalismo
sencillamente no podría existir–; lo que queremos decir es que por complejas
razones históricas ya no se expresa en las formas “clásicas”, ni los sectores
organizados del trabajo apuntan a ninguna “revolución”, por más que los muy
esforzados partidos de vanguardia, con su ya canónica confusión entre el deseo y
el objeto, vean una “situación prerrevolucionaria” en cada conflicto salarial
que suponga algún mínimo grado de auto-organización por fuera de las
“burocracias sindicales”: el otro polo del derrotismo no puede consistir –a
riesgo de confusiones que suelen conducir a verdaderas derrotas– en un
cuasi-delirante optimismo a toda prueba de la realidad. Los neofundamentalismos
también representan, un retorno de lo reprimido por esa cultura occidental que
creyó realmente haber podido “laicizar” plenamente al mundo entero bajo aquel
monoteísmo totalizador del capital. semejante intento idealista de totalización
homogeneizante, que en realidad respondía tan solo a las necesidades
particulares del capital, no podía sino conducir al peor de los fracasos: el
que, en virtud de sus propias expresiones de deseo, estaba incapacitado para ver
que todo lo que había creído reprimir estaba simplemente al acecho de retornar.
Por su parte, el “nuevo” pensamiento ético-religioso se coloca como la
contrapartida del mismo fracaso: su igualmente idealista convocatoria a una
“tolerancia” infinita de las diferencias pierde de vista, con demasiada
frecuencia, la materialidad inconmovible de unas desigualdades que no son el
mero efecto de la “intolerancia”, sino de una irreductible lógica de la
“materia” del capital.
9. ¿A qué se refiere con el párrafo que empieza “En su vertiente privada, este
discurso se repliega…”?
En su vertiente privada, íntima, este discurso se repliega, con frecuencia, en
el arrobamiento místico. Bien, nada tenemos que objetar: a veces, por esa vía,
produce poesía interesante. En su vertiente pública, puede llegar a una muy sui
géneris. de los fracasos y las maldades (sean los del capital o los de la
“revolución” que no fue –porque si hubiera sido, el discurso hubiera tenido que
adoptar otra estrategia; ese es el límite y la comodidad
de su “universalismo”: para estar seguro de no equivocarse, hay que decir que
nunca nada hubiera podido “salir bien”–), de esos fracasos y maldades somos
todos culpables por igual. No hay aquí, en principio, distinción entre la Culpa
–judía, cristiana, judeocristiana, lo que sea– y la responsabilidad –innegable
en su propia “universalidad”: esa que le hacía decir a Sartre: “Somos
responsables de todo,ante todos” Lo que nos queda, por lo tanto, es el acto de
contrición, el arrepentimiento. lleva “el rostro de Otro” al límite de la más
honda alteridad –y por consiguiente de la más inalcanzable
des-particularización. Puesto que el mundo ya se ha desmaterializado
completamente. → habla de cómo internamente los sujetos se convencen que nada
podría cambiar ni salir bien por cuestiones muy lejanas a ellos, naturales. no
piensan bien en las causas. Se ven como víctimas arrastradas por el flow. Pero
esto es universal: todos pensamos así entonces nada cambia entonces es culpa de
todos que todo quede igual.
ha adoptado a su propio modo lo que rápidamente podríamos denominar la ilusión
“democrática”–que incluye, como no podía ser menos, la in-diferencia de la
teoría de los dos demonios equivalentes. Decir: “somos todos culpables” y, por
lo tanto, “le debemos infinito respeto al rostro del Otro, sea quien sea”, es
como decir “somos todos iguales ante la Ley –si bien ahora es la Ley. La ilusión
democrática→ ya somos todos iguales de entrada, no se trata pues de conquistar
una verdadera igualdad, sino de “corregir” las fallas o las desviaciones de
nuestra actual condición. En este sentido, es un discurso perfectamente
compatible con uno de los vericuetos más insidiosos de la sociometabólica
ideológica del
capital: el de una lógica –que es la matriz productora del pensamiento
dominante– del equivalente general, directamente derivada de la praxis objetiva
del fetichismo de la mercancía: este discurso ético-religioso es, en sí mismo,
la “religión de la mercancía
10. ¿A qué se refiere con un pensamiento “otro”? p.49
Enunciado así, el Otro es cualquiera: el Diferente étnico, religioso,
sexual. pero que entonces el Otro no es absoluto: tiene grados, tiene
diferencias internas, y por lo tanto estamos obligados a elegir quién sí y quién
no. Y allí donde estamos obligados a elegir, no hay remedio: estamos, en el
sentido más amplio pero más estricto, envel resbaloso, impuro, terreno de la
política . Es decir: en ese terreno del conflicto permanente, insoslayable,
irreductible, entre el Universal y el Particular, donde el “Otro” tiene que ser
re-definido en cada momento, pues es una construcción hacia adelante, y no
alguien/algo que ya puede darse como dado.
Pero sí puede y debe hacerse desde una inequívoca toma de posición: puesto que
el “Centro” –es decir, la praxis “civilizatoria” occidental, así como el
pensamiento eurocéntrico por ella generado– no solamente ha fracasado de manera
estrepitosa en ese su proclamado proyecto civilizatorio, sino que ese proyecto
se ha transformado en una amenaza extrema para la humanidad, es hora de buscar
otra manera de pensar, un pensamiento Otro. No seremos, va de suyo, originales
en esta tarea: apenas modestos, tozudos, continuadores de tantos que prefirieron
darse contra la pared que darse por vencidos. Ello –puesto que lo “Otro” está en
relación de dialéctica negativa con lo “Mismo”– no significa en absoluto tirar
por la borda lo mucho de aprovechable que todavía haya en la gran tradición de
la teoría crítica occidental. Pero todo ello debería subordinarse a un nuevo
modo de producción
del pensamiento, un modo “periférico”, “lateral”, “excentrado”, incluso
excéntrico, presidido por una voluntad de retorno de Lo Político, que hoy
solamente puede empezar a operarse en y al margen del agotado sociometabolismo
del capital. Este sería un auténtico “Gran Relato”, justamente porque se
situaría en el ojo mismo de la tensión entre la Parte y el Todo que impide que
la narrativa se cierre sobre sí misma en otra “falsa totalidad”, pero al mismo
tiempo recuperando una pasión épica que está en la vereda de enfrente de las
agotadas “pequeñas historias” de una posmodernidad desmaterializada que, en
verdad, nunca tuvo lugar. En el choque de culturas civilizada y salvaje, el otro
no es humano→ Porque, es inevitable: yo puedo representarme al Otro como una
bestia o como un ángel, y sin duda para el Otro no será lo mismo; pero en ambos
casos, el Otro… no es humano. lo que la civilización occidental llama “el Otro”,
el “ajeno”, no es tal cosa, sino la parte maldita de la propia cultura
occidental, la que ella no quiere reconocer como producto de su propio
“salvajismo”. Es decir: no una radical alteridad, no una espiritual
trascendencia, sino una bien material tensión inmanente a su propia lógica, a su
propio logos.
11. ¿Cuál es la cuestión central del sujeto? ¿Cuál es el tercer sujeto del que
habla Grüner? p.53 y 57
hay una obsesion moderna con la subjetividad y el autor está harto de eso.
Alguna vez nos atrevimos a escribir que estábamos un tanto hartos de la obsesión
moderna (y también posmoderna, aunque aparentemente por la negativa) con la
subjetividad. Incluso, en varios lugares, ensayamos una decidida defensa de la
dignidad del objeto, que intentaba –no nos corresponde a nosotros juzgar con qué
éxito– rescatar (casi decimos, redimir) la materia objetual de su destino
fetichizado por la lógica (y la metafísica), no ya tan solo del mundo de la
mercancía, sino de la mercancía-mundo, que es nuestra “historia destinal”. como
el Heidegger abogado de un desocultamiento del Ser obturado por los excesos de
una subjetividad omnipotente que hace del propio Ser un “ente entre los entes” y
que remonta esta metafísica de la técnica a los orígenes mismos del logos
socrático, o la (primera) Escuela de Frankfurt obsesionada con una racionalidad
instrumental que ha montado su soberbia sobre una dominación –y por lo tanto una
alienación distanciada de lo humano propiamente dicho– de la Naturaleza, una
buena parte del pensamiento crítico más hondo del siglo XX ha pivoteado sobre la
destrucción, por parte de esta subjetividad excesiva, de esta Hybris “criminal”
del Sujeto, del universo “objetual” más primario del Hombre. No se trata ya pues
de una “enajenación” genérica como simple momento de objetivación del hombre en
sus productos, pero que justamente por ser solo un momento supone la íntima
colaboración entre hombre y naturaleza. Y el mundo de los objetos –no importa
cuán opaco, denso y “nauseoso”– es por supuesto central en toda la obra de
Sartre: la actividad nadificadora del sujeto está, por ello mismo,
indefectiblemente enredada en los objetos, y es solo contando con ese “enredo”
que puede llevarse acabo una acción para-sí en el mundo del en-sí. No hay
posibilidad, pues, de una filosofía crítica activa asentada pura y
exclusivamente en una subjetividad que –no importa cuán emancipadoras sean sus
intenciones– quede atrapada en el desliz de un siempre acechante idealismo
subjetivo que nos devuelva a los impasses cartesiano-kantianos.
pero la cuestión del sujeto insiste y se repite Por todos lados, a izquierda y
derecha, se buscan sujetos: para consumir, para dominar, para transformar el
mundo, para hacer la “revolución”, lo que fuere. A veces –y en cierto sentido,
es lo peor– sencillamente para seguir teniendo objetos de investigación y
justificar este o aquel subsidio de las agencias académico-estatales. Así está
la cuestión. para hacer frente a aquella desmaterialización fetichista del
universo. Por detrás, o por delante, de toda “búsqueda” del Sujeto debería
estar, pues, la restitución de su vínculo desalienado tanto con la Historia como
con la Naturaleza. Ese horizonte de posibilidad solo se vuelve pensable, sin
embargo, si partimos del estado actual y material de los sujetos “realmente
existentes”.
Comencemos, entonces, con “la cuestión central” fue, y es, obturado por un
efecto binario, o dicotómico,de polarización , que en los momentos más
radicalizados (y massmediatizados) del polemos adquirió la escenografía de un
match de boxeo: en este rincón, el Sujeto Cartesiano (o, al menos, una cierta
simplificación de sus complejidades, pero cuyos efectos sobre el pensamiento
moderno son indudables), sujeto del cogito, sujeto “transparente” ante sí mismo,
fuente unificada y “monádica” de todo conocimiento y razón, tan solo limitada
por la doble certeza del e(r)go sum y de la existencia del Garante supremo,
Dios. O sea, para seguir esquematizando –pero esto se ha dicho tantas veces que
ha pasado a incorporarse al núcleo de su definición–, Sujeto, por excelencia,
burgués. cartesiano dejará de inscribirse en la etapa de ascenso de aquella
subjetividad“burguesa”. –esto, sin duda, más allá, o a pesar, de Kant, pero no
en otro lado. En el otro rincón, contra el Sujeto “cartesiano” –démosle ya
nuestro propio nombre (im)propio: el Sujeto Pleno–, su contrincante polar, el
Sujeto –y aquí ya no solo las mayúsculas, sino el significante mismo, se vuelven
problemáticos.
La misma indeterminación o, como se dice, indecidibilidad de los significantes
que podrían delimitarlo, es la marca –la huella, dicho “derridianamente”– de su
permanente deslizamiento ad infinitum, de su diferAncia –para permanecer en la
jerga–: inalcanzable por la Palabra, que a su vez es inalcanzada por el
(anterior) Sujeto, este Sujeto que ni siquiera es, por oposición al pleno, un
Sujeto vacío (pues ello supondría al menos un hueco a la expectativa de un
“contenido” que le diera forma, cuando de lo que se trata es del más inabarcable
in-forme), y que por lo tanto habría que llamar, si se quiere seguir usando el
lenguaje para invocar aunque fuera su ausencia, un No-Sujeto (haciéndose cargo
de la aporía irresoluble implicada en el lenguaje mismo, que obliga a nombrar
aquello mismo que se pretende negar); este a-Sujeto, decíamos, es exactamente el
negativo –nos privaremos por ahora, y no porque no sea pertinente, de juguetear
con la idea de que todo “negativo” pertenece, claro está, a la imagen
fotográfica– del Sujeto Pleno: pura duda des-metodizada, sin Garante alguno
puesto que Dios ha muerto.
representan a, o son “sponsoreados” por, respectivamente, la Modernidad y la
Posmodernidad → ¿No nos ha enseñado el pensamiento pos, precisamente, la
imposibilidad de la “representación”, así como la pos –política, o en otro
registro, la pos–estética, nos ha enseñado, y de la forma más realmente
dramática– la crisis de la representación. Estamos preguntando si será cierto
que la modernidad es una. Porque, ya lo sabemos, por definición, la
posmodernidad es múltiple. Precisamente, se dice, esta multiplicidad no
articulada, este rizoma, es lo que diferencia a la posmodernidad de, y la opone
a, la modernidad. Pero, de nuevo, ¿es tan seguro que haya una sola modernidad,
definida por los grandes relatos lineales, totalizadores, evolutivos y
“progresistas”? la versión oficial de una modernidad que, como diría Adorno, se
presenta a sí misma como armónica y reconciliada. Es cierto que el pensamiento
pos –también lo hemos dicho antes– ya no existe, al menos en su versión “fuerte”
–es decir, la que paradójicamente dio en llamarse pensamiento débil–: Y aunque
el pensamiento pos esté hoy agotado, han dejado sus marcas, entre las cuales no
es la menor la ya-no-existencia de algo que pudiera llamarse el Sujeto clásico,
el Sujeto pleno, que nos ha acostumbrado a dar por descontado, a incorporar como
doxa, que el Sujeto ha muerto. Lo cual implica, en todo rigor lógico, la
supervivencia (y el triunfo, por knockout, de uno de los contrincantes) de
aquella confrontación dicotómica (y cósmica, por así decir) entre el Sujeto
pleno y el No-Sujeto.
el Tercer Sujeto; el que no es ni el Sujeto pleno ni el no-Sujeto, sin por ello
representar ninguna tercera vía (o posición ) entre ellos, sino otra cosa.
Retomando, pues: hay por lo menos otra versión, otro relato, de la modernidad,
que es un relato crítico (e incluso podríamos atrevernos a llamarlo
auto-crítico, puesto que está construido desde dentro de la propia modernidad),
que se coloca en las antípodas de aquella versión “oficial”, pero que no llega a
la negación de toda pertinencia “modernista”, como la que ha hecho el
pensamiento pos. Podríamos llamarlo, por comodidad, otra vez, el Tercer Relato.
Este relato crítico reconoce numerosos antecedentes en la propia historia del
pensamiento europeo: esta Tercera Versión de la modernidad es la constatación de
una realidad, por decirlo rápidamente, dividida contra sí misma. La modernidad
no es ni una monolítica unidad ni una indeterminable diseminación: es una
fractura. Se la puede llamar, simplificando hasta la caricatura, fractura entre
explotadores y explotados (Marx), entre la voluntad de poder y la “risa”
zaratustriana (Nietzsche), entre la conciencia y el inconsciente (Freud).
dividió el mundo entero contra sí mismo, por el proceso de colonización. Es
decir: la que hizo la modernidad, pero tras cual hechura el pensamiento
dominante prolijamente barrió bajo la alfombra del unilineal progreso. que el
Tercer Sujeto de la modernidad –el sujeto ni pleno ni diseminado, sino dividido,
para decirlo á la Freud– es incluso anterior al cartesiano, puesto que está en
el fundamento histórico negado de este. Conclusión: el sujeto moderno, al
parecer un tanto retardado, llegó un siglo y medio más tarde a la modernidad de
la cual es sujeto: Sobre todo teniendo en cuenta que, según nos dice el
principio individualista-liberal de la filosofía moderna “oficial”, son los
sujetos los que hacen la sociedad, y no viceversa. Pero aquí, entonces, la
teoría que llamaremos agregativa (la sociedad es la suma de los individuos que
la conforman, etc.) se muerde aporéticamente la cola: si es así, ¿no debería el
sujeto moderno preceder a la modernidad? En suma, estamos todos locos si creemos
que nos las vamos a seguir arreglando con la oposición entre el Sujeto Pleno y
el No-Sujeto. Elegir por cualquiera de ellos significaría de nuevo tomar la
parte por el todo, y así imaginarnos una falsa totalidad conceptual y abstracta.
El Tercer Sujeto, en cambio, el sujeto dividido (en todos sus campos históricos,
y no solamente el “subjetivo”), vale decir ni entero ni diseminado, nos fuerza a
instalarnos en el centro del conflicto, de la fractura, de la falla (como quien
dice “falla geológica”) material y originaria. → el sujeto dividido de la
Naturaleza misma.que ha sido en verdad fracturado entre su en-sí y su para-sí,
entre lo que se le asignaba como su “misión histórica” y su dramático
aplastamiento bajo el régimen del capital; es el sujeto dividido “periférico”, o
“tercermundista” o “poscolonial”, fracturado entre una “identidad originaria”
irrecuperable, (...) que permanentemente le inculca el odio del universal
abstracto hacia el particular concreto; es el sujeto dividido “ciudadano honesto
y preocupado”, fracturado entre su auténtico concernimiento por el destino de la
polis humana y su absoluto hartazgo y desazón, más, desesperación frente a la
descomposición, la canallez asesina o la imbecilidad que pasa por ser la
política mundial → Con esa condición, podemos hasta probar la audacia de darle,
a este “tercer” sujeto, su nombre: el sujeto fallado. fallado de fábrica, para
calificar lo que está constitutivamente mal hecho, maltrecho. No es, como se ve,
el sujeto entero, completo, del modernismo “dominante”. No es tampoco el
no-sujeto disperso, difuso, etéreo del posmodernismo “des(cons)tructivo”. No es
múltiple
e indeterminable, es dividido y reconstruible en cada avatar histórico, sin por
ello perder su fractura constitutiva, sino exponiéndola de otra manera. No es la
alegre y desproblematizada proliferación de diferencias del “multiculturalismo”:
es siempre el mismo, el sujeto de la fractura que se manifiesta en las
discontinuidades y solapamientos de la materia histórica. Y que pelea desde ahí
contra aquella abyección de su destino a la cual lo ha arrojado no su DaSein
ontológico, sino el Poder de turno. Que sea o no “filosófico” es, claro está,
materia de debate.
El sujeto que surge de/es “producido” por esa crisis cultural no puede menos que
ser él mismo un sujeto fracturado. Es de ese reconocimiento de una fractura
estructural que hay
que partir para teorizar, para hipotetizar, para conjeturar, y –lo más difícil–
para actuar.
El Sujeto Pleno (“cartesiano”, “kantiano”, o lo que se quiera) tuvo que esperar
la igualmente plena consolidación de una nueva lógica social, económica y
política en los países llamados “centrales”, que se las ingenió para ocultar la
propia historia del surgimiento de esa “centralidad” en 1492. Más en general,
para ocultar que el occidente europeo moderno no era una construcción armónica y
racional del Sujeto Pleno, sino que el Sujeto Pleno era la palanca de
desplazamiento de la emergencia conflictiva, desgarrada, sangrienta, de unos
nuevos sujetos sociales en estado de fractura trágica y violenta.