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Princ. Corrientes del Pens. Contemporaneo |
Teórico Nº 11 |
Cátedra: Moreno |
Prof: Oscar Moreno |
10 de Junio de 2005 |
Altillo.com |
En la clase de hoy vamos a trabajar los aportes de Louis Althusser y Nicos
Poulantzas a la reflexión marxista sobre la problemática del Estado. Partimos de
lo visto la clase anterior sobre las reflexiones que sobre ello se desprenden de
los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci. En estos escritos Gramsci
desarrolla una elaboración orientada a plantear los caminos de la transformación
social, de la revolución, en las condiciones particulares de la Europa
Occidental, es decir de las sociedades capitalistas desarrolladas; para lo cual
parte de entender las diferencias entre Oriente y Occidente.
Los Cuadernos habrán de permanecer en la oscuridad durante muchos años. Escritos
en la cárcel y enviados fuera de manera clandestina a través de amigos y
familiares, recién habrán de publicarse después de la Segunda Guerra Mundial
(1949). En ellos Gramsci desarrolla su concepción respecto de la hegemonía, la
Sociedad Civil y el Estado; las formas que asume la dominación por parte de las
clases dominantes y las estrategias emancipatorias, que en respuesta a esto, se
plantean en los países desarrollados. Estas cuestiones van a reaparecer en el
debate del marxismo y del pensamiento crítico a partir de los años ´60 y ´70, en
condiciones muy distintas a las que signaron la escritura de los Cuadernos.
En las décadas de los ´50, ´60 y ´70 las sociedades capitalistas presentan
características diferentes a los momentos históricos que signaron las
elaboraciones de Marx, Lenin y Gramsci. Las principales condiciones de este
nuevo escenario que contextualiza las reflexiones del marxismo de estas décadas
(entre ellos de Althusser y Poulantzas) pueden ser sintetizadas en cuatro
señalamientos.
El primero remite a la expansión en el mundo capitalista de un modelo societal
caracterizado, en el terreno de la política económica, por lo que se conoce como
keynesianismo; y que en el caso de los países del Tercer Mundo a veces recibirá
el nombre de populismo. Esta hegemonía de las políticas keynesianas irá
acompañada, en muchos casos, por la constitución del llamado “Estado
Benefactor”, es decir el desarrollo de un conjunto de instituciones y políticas
públicas orientadas a garantizar un acceso relativamente universal y gratuito a
un conjunto de servicios (educación, salud, vivienda) que son considerados en
esa época como derechos sociales propios de la ciudadanía política. Y finalmente
el llamado “pacto social” alrededor del cual patrones y trabajadores, con la
mediación estatal, establecen un compromiso que a la par de reconocer los
derechos a la lucha sindical y salarial pretende el abandono del cuestionamiento
radical a la sociedad capitalista.
Esta sintética presentación de las características centrales de las sociedades
capitalistas entre los años ´50 y ´70 plantea, claro está, condiciones
histórico-sociales muy distintas a las que prevalecieron en el período anterior
a la Segunda Guerra Mundial. En particular en relación con el Estado
capitalista, el mismo no se distingue ahora solamente por cumplir funciones
puramente represivas sino que la intervención estatal (y el llamado sector
público) amplia sus áreas y funciones e integrando dentro de su atención la
cuestión social. Este contexto planteará a la teoría marxista el desafío de
actualizar la elaboración de las problemáticas que había planteado Marx en el
siglo XIX.
Una segunda cuestión que, a partir de los años ´50, habrá de tener influencia en
el desarrollo del pensamiento marxista será la crisis del stalinismo. La muerte
de Stalin abrirá en la Unión Soviética un proceso de crítica de algunas de las
políticas que habían signado la constitución del stalinismo (en particular los
enjuiciamientos y persecución de los críticos de Stalin) así como debilitará el
peso y control que la URSS tenía sobre los Partidos Comunistas y las corrientes
que se reivindicaban del marxismo a nivel internacional. En este sentido la
crisis del stalinismo habrá de expresarse en la creciente autonomía de algunos
partidos comunistas respecto de las orientaciones marcadas por la URSS (por
ejemplo lo que se conoció como “eurocomunismo” y que remite a la experiencia de
un conjunto de partidos comunistas de Europa continental que adoptaron un camino
similar al recorrido por la socialdemocracia décadas antes) así como en el
fortalecimiento y emergencia de viejas y nuevas corrientes políticas e
intelectuales dentro del marxismo .
El tercer señalamiento que está presente en estas décadas es la reaparición de
un nuevo ciclo de revoluciones sociales de carácter socialista. En este sentido
sobre fines de la década del ´40 aparece la Revolución China, sobre fin de la
década de los ´50 tiene lugar la Revolución Cubana y la década de los ´60
aparece signada por la Revolución Vietnamita. Sumado a ello las luchas de
liberación nacional y los procesos de descolonización vividos en buena parte del
Tercer Mundo (particularmente en África) habrán de configurar un mapa más
complejo y diverso de experiencias de revoluciones triunfantes –no siendo ya la
única referencia la Revolución Rusa- estimulando una diversidad de visiones y
perspectivas dentro del pensamiento marxista.
El cuarto elemento remite a que, en este periodo, hay un crecimiento de las
luchas sociales a nivel internacional, particularmente intensificadas hacia
fines de la década de los ´60 y los ’70, que son protagonizadas por el
movimiento obrero pero también por otros sectores sociales (por ejemplo la
juventud) y experimentadas no sólo en la periferia capitalista (valga recordar
por ejemplo en el caso argentino el ciclo de luchas iniciado con el Cordobazo,
1969) sino también en los países capitalistas desarrollados (por ejemplo lo que
se conoce como el “mayo francés” -1968- o el “otoño caliente” en Italia -1969).
Estas son algunas de las características que habrán de signar el escenario de la
reflexión marxista durante las décadas del ´60 y ´70, período que para algunos
estudiosos será conceptualizado como de “crisis” -por ejemplo así lo señala el
politólogo italiano Norberto Bobbio en referencia a que durante este período el
marxismo atraviesa su tercera crisis- y para otros autores de revitalización del
pensamiento marxista; y que estará marcado por la reemergencia de problemáticas
que habían ocupado lugares marginales en las décadas anteriores. En este sentido
si una de las características del llamado “marxismo occidental”, como define
Perry Anderson a aquel surgido en la Europa occidental después de la Segunda
Guerra Mundial, había sido dedicar una mayor –y casi exclusiva- atención a las
problemáticas de la cultura, el arte y lo simbólico (en definitiva la
ideología); las décadas de los ’60 y ’70 verán reaparecen “viejas” problemáticas
y particularmente el debate marxista alrededor de la conceptualización del
Estado capitalista, su relación con las clases dominantes y con las perspectivas
de transformación social.
En relación a ello partimos de la concepción de Marx de que el Estado tiene una
naturaleza de clase, no es neutral, sus orientaciones representan –para decirlo
rápidamente- los intereses de las clases dominantes. Sobre ello Marx y Engels
dirán en el “Manifiesto Comunista” que “el gobierno del Estado moderno no es más
que una junta que administra los negocios comunes de toda la burguesía”; así
como en la “Ideología Alemana” el Estado representa los intereses de la clase
dominante sirviendo a hacer y presentar estos intereses particulares como
generales.
Sin embargo esta relación entre la clase dominante y el Estado; o para decirlo
de otra manera de determinación de la llamada “estructura” sobre la
“superestructura”, plantea una serie de debates que son respondidos de manera
diferente por las distintas corrientes del pensamiento marxista y que a su vez
tienen importantes implicaciones sobre la definición de una política
transformadora.
¿Cómo es que la clase dominante proyecta y realiza su dominación en el terreno
del Estado?¿Cómo explicar que el Estado, representante de la clase dominante,
pueda adoptar políticas públicas que no necesariamente expresan los intereses
inmediatos del conjunto de la clase dominante? ¿Cuál es el lugar que le cabe a
la lucha de clases? ¿Cómo dar cuenta de la subordinación, y simultáneamente de
la autonomía relativa que tiene el Estado respecto de la clase dominante? El
análisis y debate sobre estos interrogantes será retomado entonces en las
décadas de los ’60 y ´70, partiendo de las formulaciones de Marx y del marxismo
anterior. En relación a los aportes de Marx, sabemos que su muerte dejó
inconclusa la parte de “El Capital” que iba a dedicar a la problemática del
Estado. Sus aportes en relación a esto se ciñen a los textos que ya citamos y a
los análisis de situaciones históricas concretas –particularmente al proceso de
luchas sociales y políticas en Francia de mediados y fines del siglo XIX. Para
algunos pensadores marxistas Marx no llegó a desarrollar una teoría acabada en
relación al Estado capitalista. Recogiendo esta problemática, la reflexión
marxista de los ’60/´70 va a tener lugar, además, en el marco de las
particularidades que ya señalamos caracterizan al Estado capitalista de ese
momento.
Ante esta problemática van a aparecer diferentes perspectivas y respuestas
dentro del marxismo. Ciertamente la publicación de los Cuadernos de Gramsci va a
estimular particularmente las corrientes del marxismo italiano, lo que se va a
reflejar en numerosas publicaciones, revistas, periódicos (entre ellos Il
Manifesto). En general esta corriente, heredera del pensamiento gramsciano, va a
hacer particular hincapié en el análisis histórico y en el proceso de
constitución de los sujetos sociales, otorgándole un papel importante a los
sujetos (las clases sociales) en la explicación de las situaciones
histórico-concretas. Por el contrario la escuela marxista francesa va a
inclinarse crecientemente a otorgar más relevancia al análisis de las
estructuras sociales.
Uno de los exponentes más importantes de esta escuela será Louis Althusser
(1918-1990), marxista francés que, a diferencia de la corriente gramsciana, va a
poner el acento en el análisis estructural de la totalidad social cuyo objetivo
es revelar la estructura profunda que subyace a los fenómenos directamente
observables de la vida social, a los propios sujetos individuales y colectivos.
Para este pensador los sujetos y procesos sociales son un resultado, son
producidos por estas estructuras sociales objetivas. El pensamiento de Althusser
está signado así por la llamada corriente estructuralista (que entre otros se
expresa en la obra de Claude Lévi-Strauss) y que adquiere una amplia hegemonía
en el pensamiento francés de todo signo ideológico en estas décadas. Hegemonía
que en el terreno del pensamiento crítico y marxista supondrá el oscurecimiento
de otras perspectivas, por ejemplo la de la corriente existencialista
representada por Jean Paul Sartre; que, contrariamente al estructuralismo, ponía
fuerte acento en el sujeto.
Con la publicación de “La revolución teórica de Marx” (Pour Marx, 1965) y “Para
leer el Capital” (Lire le Capital, 1966) la interpretación althusseriana del
marxismo habrá de conquistar una proyección internacional dentro del campo del
marxismo. En 1970 Althusser publicará su texto “Ideología y aparatos ideológicos
del Estado” en donde abordará en particular el tema del Estado desde la
perspectiva de analizar críticamente lo que se denomina “la relación de
determinación de la estructura sobre la superestructura”.
Respecto de ello Althusser va a señalar que esta metáfora espacial donde la base
o estructura (unidad de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción) determina a una superestructura (el Estado y las formas de la
conciencia social) que se eleva por encima, es una primera aproximación
topográfica muy útil en términos teórico-pedagógicos que tiene el límite de
circunscribirse al plano descriptivo. Trascender dicho plano significa para
Althusser poder elaborar teóricamente la naturaleza de lo que se entiende por
“autonomía relativa” y “reacción” de la superestructura respecto de la
estructura. Ello le permite a Althusser introducirse en el desafío de
desarrollar, desde la etapa descriptiva, la teoría marxista del Estado. En este
camino la reflexión althusseriana sobre el Estado partirá de la necesidad de
enriquecer las formulaciones clásicas dando cuenta de la medida en que esta
llamada “superestructura” sobredetermina a lo que entendemos por estructura.
Esta idea de la sobredeterminación (que es recuperada por Althusser del
psicoanálisis) está orientada a resaltar el papel que cumple la superestructura
(y en este caso el Estado) en la reproducción de las relaciones sociales de
producción capitalistas vigentes.
En función de ello Althusser habrá de destacar y poner el centro de su atención
en lo que va a llamar: los “aparatos ideológicos del estado”. Este señalamiento,
que enriquece las referencias clásicas que enfatizaban el rol represivo del
Estado (aparato represivo), se orienta a resaltar la destacada función que
cumple la ideología en la reproducción de las relaciones sociales de producción
y la fuerza de trabajo; es decir, de la estructura. Para Althusser entonces el
Estado refiere a un conjunto muy amplio de instituciones que se distinguen por
el papel que cumplen en garantizar la reproducción de la relaciones de
producción dentro de la sociedad capitalista; instituciones que pueden
clasificarse en los llamados “aparato represivo del Estado” y los “aparatos
ideológicos del Estado”. Estos últimos van a abarcar particularmente a los
aparatos ideológicos religioso, escolar, familiar, jurídico, político, sindical,
de información y cultural. De todos ellos Althusser le asignará una importancia
destaca al aparato escolar. En esta perspectiva si bien el uso de la coerción y
la construcción de consenso están presentes tanto en los aparatos represivos
como en los ideológicos, lo hacen en magnitudes y pesos muy distintos. Los
aparatos ideológicos hacen uso mayormente de la ideología orientada a la
producción de los “sujetos” necesarios a la sociedad vigente aunque también
pueden recurrir a la coerción de forma subsidiaria; ejemplo de ello es el papel
que cumple el examen al interior del aparato escolar, siendo fundamentalmente un
instrumento de disciplinamiento y coerción.
En este sentido la ideología en Althusser cumple un papel central orientado a
asegurar la reproducción de las relaciones sociales de producción de la sociedad
capitalista, donde los aparatos represivos juegan un rol de disciplinamiento de
los sujetos sociales mientras que los aparatos ideológicos garantizan, a nivel
subjetivo, la reproducción del sistema capitalista sin que ésta aparezca mediada
directamente por la coerción. Alrededor de ello Althusser va a enriquecer el
concepto de ideología, partiendo de las formulaciones esbozadas por Marx en la
“Ideología Alemana”, subrayando que la misma no sólo representa una relación
imaginaria con las condiciones reales de existencias sino que también siempre
tiene una inscripción material, que la ideología se encuentra inscripta en
prácticas sociales materiales, en los propios aparatos ideológicos.
Resulta claro los vínculos y las diferencias que pueden establecerse entre estas
formulaciones de Althusser y aquellas referidas por Gramsci, en particular sobre
su conceptualización de la hegemonía. En esta comparación el señalamiento
althusseriano de que estos aparatos ideológicos forman parte del Estado resulta
similar al tercer modelo que Perry Anderson desprende de la lectura de los
Cuadernos de la Cárcel. Recordarán que según Anderson, Gramsci trabaja tres
modelos distintos sobre la relación entre el Estado, la sociedad política y la
sociedad civil. En los primeros dos la diferencia entre la sociedad civil y el
Estado es muy clara, y justamente utilizando la concepción de la sociedad civil
forjada por Marx en “El Capital”, Gramsci va a desarrollar el papel que le cabe
a ésta, a las instituciones privadas que la componen, en la construcción de la
hegemonía. Sin embargo en algunos de los pasajes de los Cuadernos Gramsci
subsume la sociedad civil al Estado. La formulación presentada por Althusser en
este punto tiene entonces muchas similitudes con esta visión así como es pasible
de las críticas que, por las consecuencias políticas que se desprenden de su
análisis, Anderson refiere para ambos en el texto incluído en la bibliografía
(nos referimos a “Las antinomias de Antonio Gramsci”).
En el señalamiento de que todos los aparatos ideológicos (incluida la familia,
por ejemplo) refieren a instituciones que, si bien aparencialmente forman parte
del mundo privado, deben ser considerados teóricamente como parte del podemos
apreciar la influencia que tienen las características del Estado capitalista
contemporáneo a Althusser (signado por el keynesianismo, el Estado Benefactor y
el pacto social) que ha desarrollado un conjunto de instituciones que
interpenetran, influyen y controlan buena parte de la vida social. También esta
presente en la reflexión de Althusser la experiencia de la Revolución Cultural
China, en la medida que su justificación parece plantear la necesidad de
destrucción de los llamados aparatos ideológicos de manera similar a la referida
por los clásicos respecto de los llamados aparatos represivos.
Tanto en relación con esta visión omniabarcativa del Estado como con el énfasis
asignado al esquema de “determinación de la estructura respecto de la
superestructura” (y la sobredeterminación de ésta sobre la primera) las
formulaciones de Althusser habrán de contribuir y estimular los debates del
pensamiento marxista sobre estas problemáticas. En particular su visión
estructuralista pondrá en interrogación el papel que le resta a los sujetos
sociales, a las clases sociales y sus luchas. Estas preguntas serán recogidas en
cierta medida por las elaboraciones del segundo intelectual marxista que
queríamos presentar hoy: Nicos Poulantzas (1936-1979).
De origen griego-francés, Nicos Poulantzas es un discípulo de Althusser que se
dedicó a trabajar durante su vida intelectual la problemática marxista del
Estado. Casi al final de su vida Poulantzas escribirá el texto del cual
incluímos un fragmento en la bibliografía de la materia (Estado, poder y
socialismo; 1978) donde presenta una reflexión sobre el Estado capitalista desde
una mirada que contiene elementos de la visión “estructuralista althusseriana”
pero integra también críticamente señalamientos de la perspectiva historicista
-de corte gramsciano- e incluso de las elaboraciones de Michael Foucault. La
elaboración de Poulantzas, en ese sentido, intenta una visión respecto de las
clases dominantes y su relación con el Estado que de alguna manera permita una
especie de síntesis superadora entre las escuelas estructuralista e
historicista.
Poulantzas va a partir de entender al Estado como una condensación material de
las relaciones de fuerzas entre las clases y fracciones de clases dominantes.
Aquí hay tres conceptos a trabajar: condensación material, relaciones de fuerza,
y clases y fracciones de clases dominantes. Empecemos por este último. Con el
señalamiento de “clases y fracciones de clases dominantes” la primera cuestión
que Poulantzas nos propone es una visión de la clase dominante que no es univoca
ni homogénea. Lo que encontramos en las diferentes formaciones
económico-sociales es en realidad con la existencia de diferentes clases y
fracciones de clases que representan distintos sectores dominantes con intereses
particulares, distintos y posiblemente contrapuestos los unos contra los otros.
En el texto referido Poulantzas da como ejemplo la existencia de fracciones de
clases monopolistas y no monopolistas, que tiene que ver con la realidad de la
época. Nosotros podríamos usar esta categoría para ejemplos argentinos. ¿Cuál
sería para ustedes una fracción de clase dominante en la Argentina?
Alumno: el capital local y los conglomerados extranjeros.
Profesor: El capital local y las empresas trasnacionales, puede ser. Nosotros
vamos a trabajar en la próxima unidad un texto de Eduardo Basualdo que refiere
justamente a las fracciones de la clase dominante que están presentes en las
últimas tres décadas en la Argentina. ¿Qué otras fracciones se pueden imaginar?
Alumna: agro e industria.
Profesor: También, podemos identificar entonces diferentes sectores de la
burguesía, distintas fracciones para usar la palabra que refiere Poulantzas. Lo
que nos dice Poulantzas entonces es que en las diferentes formaciones
económico-sociales, en las distintas sociedades histórico-concretas, pueden
visibilarse diferentes fracciones de la clase dominante. Incluso, dice
Poulantzas, no sólo diferentes fracciones de la clase burguesa sino incluso
diferentes clases dominantes remitiendo a la posibilidad de la
existencia/supervivencia dentro de una sociedad capitalista de clases dominantes
que no son burguesas, es decir estrictamente capitalistas. Tal puede ser el caso
de los terratenientes (que viven de la renta de la tierra), por ejemplo los
Junkers en Alemania. Entonces el primer paso de Poulantzas es complejizar la
categoría de clase dominante.
Estas clases y fracciones de clase dominante pueden tener intereses
contrapuestos entre sí. Tomemos un ejemplo de la Argentina de mediados de siglo
XX donde el capital agrícola tenía especial interés en aumentar la exportación
su producción (y en ese sentido era librecambista) mientras que el capital
industrial impulsaba políticas proteccionistas del mercado interno. Esta tensión
entre las fracciones burguesas agrícola e industrial atravesó de cierta manera
la historia argentina entre los ’40 y ’70. Sin embargo la existencia de
intereses diferentes no implica que entre estas fracciones exista una
contradicción fundamental ya que todas ellas tienen en común el interés de
asegurar la reproducción de las relaciones sociales de producción capitalista.
Esta idea de intereses contrapuestos pero no contradictorios nos lleva al
segundo concepto planteado por Poulantzas que es el de las relaciones de fuerza.
Estas fracciones de las clases dominantes construyen relaciones de fuerza, unas
respecto de las otras. En la decisión respecto de una política publica puede
haber, como ya dijimos, intereses distintos (por ejemplo en la actualidad en
Argentina el sector bancario y de los acreedores prefiere que el dólar baje,
mientras que la fracción exportadora quiere que el dólar suba o se mantenga). La
existencia de intereses contrapuestos supone entonces la aparición de conflictos
y tensiones (aunque los mismos no signifiquen una contradicción). Estas disputas
y diferencias pueden analizarse bajo la identificación de la existencia y
construcción de relaciones de fuerzas entre estos sectores.
Sin embargo, en la medida que estas relaciones de fuerzas entre las clases y
fracciones de clase dominante no implican intereses contradictorios supone
también la construcción de una unidad conflictiva, pero unidad al fin. La unidad
de las clases y fracciones de clase dominantes para Poulantzas va a recibir el
nombre de bloque en el poder.
¿Dónde se constituye el Bloque en el Poder? En el Estado, en la
institucionalidad misma del Estado, pues es justamente la forma especifica y
material que asume en cada momento histórico el Estado donde se expresa la
condensación material de las relaciones de fuerzas que se establecen entre las
diferentes clases y fracciones de clase dominante.
Esta definición que da Poulantzas está orientada a salvar dos problemas que
están presentes en el marxismo de su época. Poulantzas intenta entender la
relación entre las clases dominantes y el Estado que evite presentar a éste como
una cosa o como un sujeto. Entender al Estado como una cosa, como un objeto o
instrumento, remite a una visión instrumentalista del Estado, donde éste es
simplemente un instrumento de la clase dominante. Aquellos que enfatizan la
noción del Estado como sujeto, postura que comprende también a buena parte de la
Teoría Política moderna, pone al Estado por encima de las clases interviniendo
con voluntad propia (neutralidad) en el conflicto de clases. Poulantzas pretende
una explicación del Estado en el capitalismo que permita romper esta dicotomía.
Por ello va a enfatizar que la relación de las clases y fracciones de clase
dominantes con el Estado no es de exterioridad, sino que por el contrario la
propia materialidad del Estado, su propia constitución y la forma institucional
que lo caracteriza en cada circunstancia histórica, es el resultado concreto de
las relaciones de fuerzas que se establecen entre las clases y fracciones de
clase dominante. Estas no están por fuera del Estado, por el contrario la propia
materialidad estatal (su configuración institucional) resulta la cristalización
de las relaciones de fuerzas entre las clases y las fracciones de las clases
dominantes.
Con esto Poulantzas intenta contraponerse también a las consecuencias políticas
que pueden desprenden del plateamiento marxista respecto de que el Estado
capitalista puede dividirse analíticamente entre el aparato del Estado y el
poder del Estado. Este último remite al poder de las clases dominante dentro del
Estado, a la naturaleza de clase del Estado (particularmente, aunque no sólo, al
gobierno) mientras que el señalamiento del aparato del Estado delimita un
conjunto de instituciones estatales que tendrían una base una técnico-
científica. Esta idea puede llevar –y de hecho históricamente fue muchas veces
utilizada en este sentido- al entendimiento de que existe una parte del Estado,
algunas instituciones estatales, que no representan directamente un interés de
clase, que históricamente cumplen una función objetiva (justificada por el
desarrollo de las fuerzas productivas) y que en una estrategia de transformación
social no pueden ser suprimidas. Frente a estas perspectivas la reflexión que
nos propone Poulantzas es completamente distinta ya que señala que en la propia
materialidad del Estado, en el conjunto de sus instituciones, en como éstas se
constituyen y se trasforman, en las políticas que adoptan, en toda esta compleja
institucionalidad estatal se condensan y materializan las relaciones de fuerza
de las clases y fracciones de clases dominantes.
Como señalamos anteriormente Poulantzas plantea el concepto de Bloque en el
Poder (que no esta desarrollado en la selección del texto que les presentamos a
la lectura) que remite a esta unidad en tensión entre las fracciones de clase
dominante. El Bloque en el Poder se materializa en el Estado, en su propia
material institucionalidad y supone que esta unidad en tensión es constituida a
partir de la hegemonía que una de las fracciones de la clase dominante detenta
respecto del resto. En la concepción de Poulantzas entonces el Estado cumple un
rol fundamental en la organización de las clases y fracciones de clase
dominantes –ya que en el espacio de su materialidad se constituye el bloque en
el poder- así como cumple el papel de desorganizar y fragmentar a las clases
dominadas.
Respecto de estas últimas hay dos cuestiones que merecen señalarse. En primer
lugar que el Estado reproduce la condición de subordinación y explotación de
estas clases siendo que esta condición no puede modificarse al interior del
Estado capitalista. Este señalamiento pone límites a las miradas reformistas que
creían en la posibilidad conquistar sectores del Estado y modificar desde allí
la dominación de clase o transformar la sociedad capitalista. Sin embargo esta
afirmación no supone afirmar que la lucha de las clases dominadas no atraviesan
e impactan en la materialidad del Estado. En la propia institucionalidad del
Estado cristalizan también las luchas, las relaciones de fuerza entre las clases
dominantes y las dominadas. En este sentido, tampoco la acción de las clases
dominadas es exterior al Estado sino que –como lo planteábamos anteriormente- se
inscribe en la configuración de las instituciones estatales. Claro que esto no
significa que la lucha de las clases dominadas queda simplemente reducida o
contenida en el Estado; siendo que por el contrario lo desborda permanentemente
pudiendo incluso orientarse hacia la propia destrucción del Estado capitalista.
Por otra parte también la dinámica de las clases subalternas puede jugar un rol
en las tensiones al interior del bloque en el poder, siendo que fracciones de
las primeras pueden ser integradas como clases de apoyo a algunas fracciones de
la clase dominante.
Alumna: ¿el resultado del Bloque en el Poder es de esas luchas que se dan?
Profesor: Es necesario enfatizar que el bloque en el poder sólo agrupa a las
clases y fracciones de clase dominante. En este sentido existe una unidad que no
anula la tensión y conflictos entre las diferentes fracciones unificadas bajo la
hegemonía de una de ellas. Por ejemplo, en la fase neoliberal del capitalismo
los marxistas sostienen que la fracción hegemónica de las clases dominantes es
el sector financiero. Esto lo van a ver bien en el texto de Basualdo.
Alumno: la diferencia entre las clases dominantes y dominadas radica en que las
clases dominadas nunca ponen en jaque al Bloque Histórico o sí llegan a ello una
parte las clases dominantes tomarían un viraje para que estas no tengan tanta
importancia.
Profesor: las clases dominadas no participan del Bloque en el Poder. Eso no
significa que el Estado esté también atravesado por las luchas entre las clases
dominantes y las clases dominadas.
Alumno: pero siempre van a ganar las clases dominantes.
Profesor: No, no es así. Por ejemplo la lucha por la jornada laboral de ocho
horas que artículo el movimiento obrero a nivel internacional desde fines del
siglo XIX fue finalmente conquistada a lo largo de la primera mitad del siglo XX
en numerosos países. Esta conquista fue una cristalización institucional de las
relaciones de fuerzas entre las clases dominantes y dominadas en el marco del
Estado capitalista. Ahora bien, la adopción de la jornada de ocho horas, si bien
no supuso la ruptura de las relaciones sociales de producción capitalistas,
implicó una disminución de la tasa de plusvalía, de la explotación (y luego su
reformulación bajo la extensión de la llamada plusvalía relativa). Por otra
parte la ruptura de las relaciones sociales capitalistas, el pasaje a una
sociedad no-capitalista, al socialismo por ejemplo, implicaría el quiebre y
desmantelamiento del Estado capitalista.
En relación a las fracciones de la clase dominante la crisis de Diciembre del
2001 en Argentina puede ser entendida también bajo la conceptualización de
Poulantzas. Ahí había dos grupos de fracciones de clases que disputaban, ¿cuáles
son las dos salidas que se planteaban?
Alumna: convertibilidad o dolarización y la devaluación
Profesor: había un sector que decía hay que devaluar, que eran los exportadores,
y otro que defendía la dolarización representado por el sector financiero y las
trasnacionales asentadas en los servicios y empresas públicas privatizadas. Una
tensión entre dos fracciones que integran el Bloque en el Poder.
Por otra parte las clases dominadas no pueden anular, en el terreno de la
continuidad del Estado, la dominación capitalista; aunque sí pueden obtener
conquistas. Poulantzas va a señalar también que fracciones de las clases
dominadas pueden ser integradas como clases de apoyo de las clases dominantes y
del Bloque en el Poder. Un ejemplo francés de ello lo fueron los campesinos bajo
la era napoleónica.
Alumna: pero son solo de apoyo.
Profesor: claro. Lo que hace es incorporarlas pero como subordinadas.
Alumna: y en el caso de las empresas recuperadas, donde una clase que era
dominada pasa a ser dominante porque son dueños de los medios de producción.
Profesor: No puede decirse que las fábricas recuperadas por sus trabajadores
sean parte de las clases dominantes. Estas suponen un proceso de autogestión
cooperativa que implica que no haya ya patrones y trabajadores, donde los
beneficios obtenidos se distribuyen más o menos de manera igualitaria y donde no
hay apropiación de plusvalía.