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Historia Social
Contemporánea
Resumen de Hobsbawm |
Historia Social Contemporánea (Cátedra: Angélico - 2017) | Cs.
Sociales | UBA
HOBSBAWM – La época de la guerra total
II
Orígenes de la segunda guerra mundial: Sin duda, Alemania, Japón y (menos
claramente) Italia fueron los agresores. Los países que se vieron arrastrados a
la guerra contra los tres antes citados, ya fueran capitalistas o socialistas,
no deseaban la guerra y la mayor parte de ellos hicieron cuanto estuvo en su
mano para evitarla. Si se pregunta quién o qué causó la segunda guerra mundial,
se puede responder con toda contundencia: Adolf Hitler.
La situación internacional creada por la primera guerra mundial era
intrínsecamente inestable, no se creía que la paz pudiera ser duradera. La
insatisfacción por el statu quo no la manifestaban sólo los estados derrotados.
Todos los partidos alemanes, desde los comunistas en la extrema izquierda hasta
los nacionalistas de Hitler en la extrema derecha, coincidían en condenar el
tratado de Versalles como injusto e inaceptable. Los dos países derrotados en
los que sí se había registrado una revolución (a diferencia de Alemania), Rusia
y Turquía, estaban demasiado preocupados por sus propios asuntos como para poder
desestabilizar la situación internacional. También Japón e Italia, aunque
integrados en el bando vencedor, se sentían insatisfechos. Los japoneses tenían
anhelos imperialistas que superaban en mucho la capacidad de su país para
satisfacerlos, y en Italia, el triunfo del fascismo (movimiento
contrarrevolucionario, ultranacionalista e imperialista, subrayo la
insatisfacción italiana. En cuanto a Japón, su considerable fuerza, militar y
naval, lo convertía en la potencia más formidable del Extremo Oriente pero, a
pesar de ello, los japoneses eran perfectamente conscientes de la vulnerabilidad
de su país. La presión militar para forjar un imperio terrestre en territorio
chino acortaría las líneas japonesas de comunicación, que de esa forma
resultarían menos vulnerables.
Por muy inestable que fuera la paz establecida en 1918 y por muy grandes las
posibilidades de que fuera quebrantada, es innegable que la causa inmediata de
la segunda guerra mundial fue la agresión de las tres potencias descontentas,
vinculadas por diversos tratados desde mediados de los años treinta. Sin
embargo, si bien es cierto que un bando no deseaba la guerra e hizo lo posible
por evitarla y que el otro bando la exaltaba y, en el caso de Hitler, la deseaba
activamente, ninguno delos agresores la deseaba tal como se produjo y en el
momento en que estalló, y tampoco deseaban luchar contra alguno de los enemigos
con los que tuvieron que enfrentarse.
Alemania (y más tarde Japón) necesitaba desarrollar una rápida ofensiva. En
efecto, una vez reunidos y coordinados, los recursos conjuntos de sus posibles
enemigos eran abrumadoramente superiores a los suyos. Por desgracia para Japón,
la única potencia a la que debía enfrentarse, los Estados Unidos, tenía tal
superioridad de recursos que debía vencer con toda seguridad.
La guerra comenzó en 1939 como un conflicto exclusivamente europeo (Alemania con
Francia y Gran Bretaña). En la primavera de 1940, Alemania derrotó a Noruega,
Dinamarca, Países Bajos, Bélgica y Francia con gran facilidad, ocupó los cuatro
primeros países y dividió Francia en dos partes. Para hacer frente a Alemania
solamente quedaba Gran Bretaña, donde se estableció una coalición de todas las
fuerzas nacionales encabezada por Winston Churchill (primer ministro británico).
Fue en ese momento cuando la Italia fascista decidió erróneamente abandonar la
neutralidad en la que se había instalado prudentemente su gobierno, para
decantarse por el lado alemán.
En los meses de 1940-1941 durante los cuales Gran Bretaña resistió en solitario,
a la vez se estaba reestructurando el mapa europeo hasta el momento en el que se
desencadenó la esperada conquista de toda la península por Alemania, incluidas
las islas griegas.
La guerra se reanudó con la invasión de la URSS lanzada por Hitler 22 de junio
de 1941, fecha decisiva en la segunda guerra mundial. Era una operación
disparatada, ya que forzaba a Alemania a luchar en dos frentes, que Stalin ni
imaginaba que Hitler pudiera intentarla. El avance inicial de los ejércitos
alemanes fue tan veloz que a principios de octubre habían llegado a las afueras
de Moscú y existen pruebas de que durante algunos días el propio Stalin se
sentía desmoralizado y pensó en firmar un armisticio. Pero ese momento pudo ser
superado y las enormes reservas rusas en cuanto a espacio, recursos humanos,
resistencia física y patriotismo, unidas a un extraordinario esfuerzo de guerra,
derrotaron a los alemanes y dieron a la URSS el tiempo para organizarse
eficazmente. El período de 1942-1945 fue el único en el que Stalin interrumpió
su política de terror.
Alemania estaba perdida, pues no estaba equipada para una guerra larga ni podía
sostenerla. La nueva ofensiva lanzada por los alemanes en 1942 pareció tener el
mismo éxito que todas las anteriores y permitió a sus ejércitos penetrar
profundamente en el Cáucaso y en el curso inferior del Volga pero se vieron
obligados a rendirse en Stalingrado (verano de 1942 – marzo de 1943) momento en
el cual ya todo el mundo sabía que la derrota de Alemania era sólo cuestión de
tiempo.
Mientras tanto, la guerra, que aunque seguía siendo básicamente europea, se
había convertido realmente en un conflicto mundial. Ello se debió en parte a las
agitaciones antiimperialistas en los territorios sometidos a Gran Bretaña. Los
Estados Unidos consideraron intolerable la ampliación del poder del Eje hacia el
sureste asiático y comenzaron a ejercer una fuerte presión económica sobre
Japón, cuyo comercio y suministros dependían totalmente de las comunicaciones
marítimas. Fue este conflicto el que desencadenó la guerra entre los dos países.
El ataque japonés contra Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 dio al conflicto
una dimensión mundial. En el plazo de unos pocos meses los japoneses se habían
apoderado de todo el sureste de Asia.
No cabía esperar que los Estados Unidos de Roosevelt reaccionaran ante la
expansión japonesa como lo habían hecho los británicos y franceses frente a la
expansión alemana. De hecho, fue el embargo occidental (es decir,
estadounidense) del comercio japonés y la congelación de los activos japoneses
lo que obligó a Japón a entrar en acción para evitar el rápido estrangulamiento
de su economía. Como eso exigía la inmovilización de la flota estadounidense
significó también que los Estados unidos, con sus recursos y sus fuerzas
abrumadoramente superiores, entraron inmediatamente en la guerra. Era imposible
que Japón pudiera salir victorioso de este conflicto.
A los ojos de las autoridades de Washington, la Alemania nazi era un peligro
mucho más grave, o al menos mucho más general, para la posición de los Estados
Unidos, y para el mundo, que Japón. Por ello decidieron concentrar sus recursos
en el triunfo de la guerra contra Alemania, antes que contra Japón. Fue una
decisión correcta. Fueron necesarios tres años y medio para derrotar a Alemania,
después de lo cual la rendición de Japón de obtuvo en el plazo de tres meses.
Las decisiones de invadir Rusia y declarar la guerra a los Estados Unidos
decidieron el resultado de la segunda guerra mundial. Esto no se apreció de
forma inmediata. La única arma que los aliados podían utilizar contra Alemania
eran los ataque aéreos que, como ha demostrado la investigación posterior,
fueron totalmente ineficaces y sólo sirvieron para causar bajas entre la
población civil y destruir las ciudades. Sin embargo, Winston Churchill no se
equivocaba cuando afirmó después del episodio de Pearl Harbor que la victoria
era segura “si se utilizaba adecuadamente la fuerza abrumadora”. Desde los
últimos meses de 1942, nadie dudaba del triunfo dela gran alianza contra las
potencias del Eje. Los aliados comenzaron ya a pensar como administrarían su
previsible victoria.
No es necesario continuar la crónica de los acontecimientos militares, excepto
señalar que, en el oeste la resistencia alemana fue muy difícil de superar
incluso cuando los aliados desembarcaron en el continente en junio de 1944. En
el este, la determinación de Japón de luchar hasta el final fue todavía más
inquebrantable, razón por la cual se utilizaron las armas nucleares en Hiroshima
y Nagasaki para conseguir una rápida rendición japonesa. La victoria de 1945 fue
total y la rendición incondicional. Los estados derrotados fueron totalmente
ocupados por los vencedores y no se firmó una paz oficial porque no se reconoció
a ninguna autoridad distinta de las fuerzas ocupantes. Lo más parecido a unas
negociaciones de paz fueron las conferencias celebradas entre 1943 y 1945, en
las que las principales potencias aliadas –los Estados Unidos, la URSS y Gran
Bretaña– decidieron el reparto de los despojos de la victoria e intentaron
organizar sus relaciones mutuas para el período de posguerras (Moscú, Yalta,
Potsdam). En otra serie de negociaciones interaliadas, que se desarrollaron con
más éxito se estableció un marco más general para las relaciones políticas y
económicas entre los estados, decidiéndose entre otras el establecimiento de las
Naciones Unidas.
En la segunda guerra mundial se luchó hasta el final, sin que ninguno de los dos
bandos se pensara seriamente en un posible compromiso. Para ambos bandos esta
era una guerra de religión, o en términos modernos, de ideologías. Era también
una lucha por la supervivencia para la mayor parte de los países involucrados.
Como lo demuestran los casos de Polonia y de las partes ocupadas de la Unión
Soviética, así como el destino de los judíos, cuyo exterminio sistemático se dio
a conocer gradualmente a un mundo que no podía creer que eso fuera verdad. El
precio de la derrotas en manos del régimen nacionalsocialista alemán era la
esclavitud y la muerte. Por ello, la guerra se desarrolló sin límite alguno. La
segunda guerra mundial significó el paso de la guerra masiva a la guerra total.
Las pérdidas ocasionadas por la guerra son literalmente incalculables y es
imposible incluso realizar estimaciones aproximadas, pues a diferencia de lo
ocurrido en la primera guerra mundial las bajas civiles fueron tan importantes
como las militares y las peores matanzas se produjeron en zonas, o en lugares,
en que no había nadie que pudiera registrarlas o que se preocupara de hacerlo.
El único hecho seguro respecto a las bajas causadas por la guerra es que
murieron más hombres que mujeres. Una vez terminada la guerra fue más fácil la
reconstrucción de los edificios que la de las vidas de los seres humanos.
III
Se da por sentado que la guerra moderna involucra a todos los ciudadanos, la
mayor parte de los cuales además son movilizados; que utiliza un armamento que
exige una modificación del conjunto de la economía del conjunto de la economía
para producirlo y que se utiliza en cantidades ingentes; que causa un
elevadísimo nivel de destrucción y que domina y transforma por completo la vida
de los países participantes. Todos estos fenómenos se dan únicamente en el siglo
xx.
Cabe señalar, que una movilización masiva de esas características durante varios
años no puede mantenerse excepto en una economía industrializada moderna con una
elevada productividad y –o alternativamente– en una economía sustentada por la
población no beligerante. Peor incluso en las sociedades industriales, una
movilización así conlleva unas enormes necesidades de mano de obra, razón por la
cual las guerras modernas masivas reforzaron el poder de las organizaciones
obreras y produjeron una revolución en cuanto la incorporación dela mujer al
trabajo fuera del hogar (revolución temporal en la primera guerra mundial y
permanente en la segunda).
Además, las guerras del siglo xx han sido masivas en el sentido de que han
utilizado y destruido cantidades hasta entonces inconcebibles de productos en el
curso de la lucha. La guerra masiva exigía una producción masiva.
Pero la producción requería también organización y gestión, aun cuando su objeto
fuera la destrucción racionalizada de vidas humanas de la manera más eficiente.
La guerra total era la empresa de mayor envergadura que había conocido el hombre
hasta el momento, y debía ser organizada y gestionada con todo cuidado.
Ello planteaba también problemas nuevos. Los ejércitos y la guerra no tardaron
en convertirse en “industrias” o complejos de actividad militar de mucha mayor
envergadura que las empresas privadas. Además, prácticamente en todos los países
el estado participaba en las empresas de fabricación de armamento y material de
guerra, aunque a finales del siglo xix se estableció una especie de simbiosis
entre el gobierno y los fabricantes privados de armamento, que anticipó lo que
ahora se conoce como “complejo industrial – militar. Sin embargo, el principio
básico era que en tiempo de guerra la economía debía seguir funcionando, en la
medida de lo posible, como en tiempos de paz, aunque por supuesto algunas
industrias tenían que sentir los efectos de la guerra.
Para el estado el principal problema era de carácter fiscal: cómo financiar las
guerras. Era, pues, el Ministerio de Hacienda al que correspondía dirigir la
economía de guerra. Durante la primera guerra mundial la economía continuó
funcionando como en tiempo de paz y ello imposibilitó el control por parte de
los ministerios de Hacienda, aunque sus funcionarios no veían con buenos ojos la
tendencia de los políticos a preocuparse de conseguir el triunfo sin tener en
cuenta los costos financieros. Estaban en lo cierto. Gran Bretaña utilizó en las
dos guerras mundiales más recursos que aquellos de los que disponía, con
consecuencias negativas duraderas para su economía. Y es que en la guerra
moderna no sólo había que tener en cuenta los costos sino que era necesario
dirigir y planificar la producción de guerra, y en definitiva toda la economía.
Solo a través, de la experiencia lo aprendieron los gobiernos en el curso de la
primera guerra mundial. Al comenzar la segunda ya lo sabían. Sin embargo, sólo
gradualmente se tomó conciencia de que el estado tenía que controlar totalmente
la economía y que la planificación material y la asignación de los recursos eran
cruciales. Al comenzar, la segunda guerra mundial, sólo dos estados, la URSS y,
en menor medida, la Alemania nazi, poseían los mecanismos necesarios para
controlar la economía. Algunos países, particularmente Gran Bretaña y los
Estados Unidos, no poseían ni siquiera los rudimentos más elementales de esos
mecanismos.
Sin duda, la guerra total revolucionó el sistema de gestión. Hizo que progresara
el desarrollo tecnológico, pues el conflicto entre beligerantes avanzados no
enfrentaba sólo a los ejércitos sino que era también un enfrentamiento de
tecnologías para conseguir las armas más efectivas y otros servicios esenciales.
De no haber existido la segunda guerra mundial y el temor de que la Alemania
nazi pudiera explotar también los descubrimientos de la física nuclear, la bomba
atómica nunca se habría fabricado ni se habrían realizado en el siglo xx los
enormes desembolsos necesarios para producir la energía nuclear de cualquier
tipo. La guerra, o la preparación para la guerra, ha sido el factor fundamental
para acelerar el progreso técnico, al soportar los costos de desarrollo de
innovaciones tecnológicas.
Sin embargo, la importancia dada por la guerra a la tecnología no era un
elemento novedoso. Las guerras, especialmente la segunda guerra mundial,
contribuyeron enormemente a difundir los conocimientos técnicos y tuvieron
importantes repercusiones en la organización industrial y en los métodos de
producción en masa, pero sirvieron más para acelerar el cambio que para
conseguir una verdadera transformación.
¿Impulsó la guerra el crecimiento económico? Al menos era un aspecto hay que
contestar negativamente. La pérdida de recursos productivos fue enorme, por no
mencionar la disminución de la población activa.
En cambio, las guerras repercutieron favorablemente en la economía de los
Estados Unidos, que en los dos conflictos mundiales alcanzó un extraordinario
índice de crecimiento, se benefició de su alejamiento del escenario de la lucha,
de su condición principal arsenal de sus aliados y de la capacidad de su
economía para organizar la expansión de la producción más eficazmente que
ninguna otra. En 1914 era ya la principal economía industrial, pero no era aún
la economía dominante. Las dos guerras mundiales alteraron esa situación al
fortalecer esa economía y debilitar, de forma relativa o absoluta, a sus
competidores.
IV
Queda por hacer la evaluación del impacto de las guerras en la humanidad y sus
costos en vidas. El enorme número de bajas, al que ya se ha hecho referencia,
constituye tan sólo una parte de esos costos.
Indudablemente, tanto el carácter total de la guerra como la determinación de
ambos bandos a proseguir la lucha hasta el final sin importar el precio dejaron
su impronta. Sin ella es difícil explicar la creciente brutalidad e inhumanidad
del siglo xx. Al comenzar el siglo la tortura había sido eliminada oficialmente
en toda Europa occidental, pero después de 1945 nos hemos acostumbrado de nuevo.
El aumento de la brutalidad no se debió sólo a la liberación del potencial de
crueldad y violencia latente en el ser humano. ¿Por qué unos hombres que habían
matado y que habían visto cómo sus amigos morían y eran mutilados habrían de
dudar en matar y torturar a los enemigos de una buena causa?
Una razón de peso era la extraña democratización de la guerra. Las guerras
totales se convirtieron en “guerras del pueblo” porque la población y la vida
civil pasaron a ser el blanco lógico.
Otra de las razones era la nueva impersonalidad de la guerra, que convertía la
muerte y la mutilación en la consecuencia remota de apretar un botón o bajar una
palanca. El mundo se acostumbró al destierro obligatorio y a las matanzas
perpetradas a escala astronómica, fenómenos tan frecuentes que fue necesario
inventar nuevos términos para designarlos: apátrida o genocidio.
La primera oleada de desterrados humanos que dejó la primera guerra mundial no
fue nada en comparación con la que se produjo en la segunda guerra mundial o con
la inhumanidad con que fueron tratados.
En suma, la catástrofe humana que desencadenó la segunda guerra mundial es casi
con toda seguridad la mayor de la historia. Uno de los aspectos más trágicos de
esta catástrofe es que la humanidad ha aprendido a vivir en un mundo en el que
la matanza, la tortura y el exilio masivo han adquirido la condición de
experiencias cotidianas que ya no sorprenden a nadie.