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Resumen de "La Revolución Rusa"  |  Teoría del Estado (Cátedra: Scherlis Gabriel - 2019)  |  Derecho  |  UBA

Revolución Rusa

 

III. DE FEBRERO A JULIO DE 1917

 

Resumen general. La Guerra.

 

El desempeño de Rusia en la Primera Guerra Mundial demostró la incapacidad del régimen zarista. La conducción de las operaciones quedó en manos de los generales aristocráticos de muy poco talento militar y conceptos estratégicos atrasados. Tampoco Rusia estaba preparada para un conflicto largo: pronto comenzaron los problemas de suministros a las tropas, que experimentaron la falta de ropas, fusiles o municiones. A las derrotas se sumó la tensión por la desigualdad social: El oficial era noble y el soldado campesino u obrero.

 

La burguesía apoyó inicialmente la guerra -a diferencia de las clases bajas: los campesinos eran más localistas y no tenían mayor interés en combatir fuera de sus aldeas- aunque el alargamiento del conflicto, el desabastecimiento y la inflación no tardaron en enfriar los ánimos. Los políticos liberales presionaron al Zar para que hiciera concesiones democráticas. Fundamentalmente pedían que los ministros fueran “responsables” o que gozaran de la “confianza pública”, es decir, que el Zar no los nombrara o removiera antojadizamente sino con una cierta participación o control de la Duma. Nicolás II rechazó estos pedidos y cometió el error fatal de hacerse cargo personalmente de las operaciones militares -puesto que él era el “autócrata” de Rusia-. De ese modo, los sucesivos desastres militares repercutieron directamente sobre su prestigio. Con el Zar en el frente, la Zarina asumió, de hecho, el manejo del gobierno en la retaguardia. Era la época de apogeo de Rasputín y la Zarina no sólo pedía a su esposo el nombramiento o remoción de ministros según los catalogaba “amigos” o “enemigos” de Rasputín, sino hasta le enviaba cartas al Zar con recomendaciones tácticas o políticas que provenían del “experto” monje.

 

La burguesía liberal -que inicialmente trataba de pactar con la monarquía un acuerdo de reformas moderadas- no tardó en darse cuenta de que el régimen zarista conducía a la derrota y a la revolución social.

 

La Revolución de Febrero

 

En febrero de 1917 las mujeres de los barrios pobres comenzaron un movimiento de protesta por la escasez de pan. Pronto se sumaron los hombres. Una huelga general y varias manifestaciones se sucedieron en dirección al centro de la capital. El gobierno sacó a las tropas a la calle para reprimir, pero el resultado fue opuesto: los soldados también se sublevaron.

 

La multitud avanzó hasta la Duma y allí se constituyó el Sóviet de Obreros y Soldados. Simultáneamente la Duma creaba un “Comité Provisional para Restablecer el Orden” que negoció con Nicolás II la abdicación. Rusia se quedó sin monarca y la Duma creó un “Gobierno Provisional” que dirigiría el país hasta la convocatoria de una Asamblea Constituyente, que fijaría el régimen político definitivo de Rusia.

 

Mientras tanto existía un doble poder: de un lado, el Gobierno Provisional y del otro lado, los sóviets que resucitaron por todo el país. El primero representaba a la burguesía y los segundos a obreros, campesinos y soldados. Los sóviets estaban dominados por los partidos de izquierda, aunque los bolcheviques eran minoría. En un primer momento caracterizaron la situación de Rusia como idéntica a la de Francia en 1789, es decir, que se había producido la retardada “revolución burguesa”. Interpretando dogmáticamente las premisas marxistas, se suponía que una “revolución socialista” solo podía producirse más adelante y por eso la mayoría del Sóviet no quiso tomar directamente el poder, cediéndolo a la burguesía. Esta será la polémica de los próximos meses.

 

Las Tesis de Abril

 

La revolución permitió regresar a todos los emigrados y liberó a los presos políticos. En Abril Lenin retornó a Rusia y publicó un libro conocido como las Tesis de Abril. Lenin planteaba una ruptura completa con el Gobierno Provicional y llamaba a una insurreción inmediata, considerando que ya Rusia estaba madura para una revolución socialista. También exigía una paz inmediata y la entrega de tierras a los campesinos. Hasta entre los mismos bolcheviques hubo resistencias a aceptar una posición tan extrema.

 

La ofensiva de primavera

 

Tras muchas vacilaciones, el Gobierno Provisional resolvió emprender un ataque. Ello era exigido por las potencias occidentales -la idea era una ofensiva simultánea en ambos frentes para terminar la guerra- aunque

 

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también resultaba una necesidad política. El Gobierno Provisional precisaba una victoria militar que levantara su prestigio y también disciplinar a los soldados y a los obreros que reclamaban sus derechos.

 

Antes de iniciarse la ofensiva ya el Gobierno Provisional tuvo su primera crisis cuando el Ministro de Asuntos Exteriores declaró que Rusia mantendría sus obligaciones con las potencias extranjeras, es decir, se cumplirían los objetivos imperialistas de conquista y anexiones territoriales. La protesta popular tuvo como consecuencia la caída de los Ministros del Gobierno Provisional más alineados a la derecha y la conformación de una “Coalición”: El Gobierno Provisional invitó a dirigentes del sóviet a integrarse y éstos aceptaron.

 

La ofensiva resultó un fracaso y ello provocó otra crisis de autoridad en el Gobierno Provisional. Los principales perjudicados fueron los mencheviques que habían accedido a participar en el gobierno. En cambio, los bolcheviques, que mantenían una oposición intransigente y exigían medidas inmediatas (paz, entrega de tierras, etc.) ganaban cada vez más popularidad.

 

Las Jornadas de Julio

 

Cuando el Gobierno Provisional intentó movilizar la guarnición de la capital hacia el frente, se encendió la rebelión. Además de los soldados, también había descontento en la clase obrera, cuya situación económica continuaba mal -la ofensiva trajo la repetición de las consecuencias de Febrero-. Las “Jornadas de Julio” fueron básicamente enormes manifestaciones populares exigiendo el fin del Gobierno Provisional y que en su lugar asumieran el poder los Sóviets, como pedía la consigna bolchevique (“Todo el Poder a los Sóviets”). Durante dos días la capital quedó prácticamente en manos de obreros y soldados enfurecidos. Curiosamente, los bolcheviques -que allí pudieron aprovechar para concretar una revolución- vacilaron e incluso trataron de contener algo que se había producido espontáneamente. El mismo Lenin dudaba. Finalmente, a la indecisión de la dirigencia bolchevique, se sumó otro factor que provocó el fracaso: Se difundió una supuesta prueba que demostraba Lenin era un agente alemán. Esto decidió a algunos regimientos a volverse contra los bolcheviques. El Gobierno pudo reprimir la revuelta y ordenó el arresto de Trotsky y otros dirigentes. Lenin escapó, viviendo en la clandestinidad desde ese momento hasta los sucesos de Octubre. En el juicio que se produjo luego, se comprobó la inconsistencia de la acusación contra los bolcheviques, pero mientras tanto, hubo una ola de persecuciones y represión.

 

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La Guerra

 

La WWI se generó por la rivalidad imperialista de las grandes potencias, aunque su detonante fue la crisis balcánica que enfrentó a Serbia y Austria-Hungría, al tiempo que Francia se puso del lado de Serbia. Rusia tuvo un doble motivo, entonces, para sumarse a la contienda:

             Los tratados firmados con Francia

 

             La defensa de Serbia, país del mismo origen eslavo que los rusos.

 

Igual que en 1904, el ingreso de Rusia en la guerra generó entusiasmos patrióticos en la burguesía liberal. La capital del Imperio cambió su nombre: San Petersburgo sonaba demasiado alemán y fue rebautizada con un vocablo más ruso: Petrogrado (“Ciudad de Pedro”)

 

Hasta la misma Duma -electa en 1912- decidió “autodisolverse” para evitarle al gobierno “dificultades” en tiempo de guerra. “No haremos más que entorpecer -dijo Rodzianko, presidente de la Duma-. Por consiguiente, es mejor que nos disolvamos hasta el fin de las hostilidades”. Solo la minúscula facción socialista de la Duma intentó una oposición, que nadie quiso escuchar -en noviembre de 1914, los únicos 5 diputados bolcheviques fueron arrestados y sometidos a juicio por sedición-. El intento de los bolcheviques de proclamar una huelga general fue otro fracaso. Consiguieron el apoyo de 2000 obreros, las redadas de la policía y la amenaza de despido, más la acción de las Centurias Negras, disolvieron muy pronto la medida de fuerza. Por otro lado, el gobierno tenía agentes infiltrados: Belitski, jefe de policía en Moscú en 1913 y diputado en la Duma en 1914, se jactaba que de los 13 delegados bolcheviques en la conferencia de Galitzia, tres estaban a su servicio y ninguno sabía nada de los otros dos, e incluso la policía estuvo a punto de arrestar a uno de ellos por error.

 

Mientras los jóvenes oficiales de buena familia, imbuidos de propaganda nacionalista, partían de los andenes despedidos efusivamente por sus familiares y amigos, y hasta con bandas de música, muy diferente era la actitud de los campesinos enrolados en los pueblos más pequeños. Se los notaba resignados y sombríos. El campesino siempre fue muy localista: Era capaz de defender su aldea o sublevarse para obtener tierras,

 

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pero la idea de morir por la “gloria del Imperio ruso” le resultaba incomprensible. Además, muchos ni siquiera eran estrictamente rusos, sino de algunas etnias sometidas al poder de los Zares.

 

El Ejército Ruso: Ineptitud, burocracia y muertes inútiles. -Por segunda vez, una guerra demostró el anacronismo del sistema zarista. El gobierno se las arregló maravillosamente para convertir en apenas tres años a sus millones de soldados enlistados en revolucionarios en potencia, enfurecidos con sus propios jefes y hasta con el mismo Zar. Para empezar los comandantes pertenecían a las grandes familias aristocráticas. La mayoría había pasado los últimos años dirigiendo desfiles o estudiando estrategias del siglo XIX. Hubo unas absurdas cargas de caballería o a la bayoneta contra posiciones protegidas por ametralladoras, que barrieron compañías enteras sin la menor justificación estratégica.

 

Además los comandantes estaban divididos y a menudo peleados entre ellos por celos o antiguas rivalidades cortesanas. La estructura de comando era cualquier cosa menos “unificada”: Por un lado, estaba el Ministro de Guerra; por otro lado, la “Stavka” (Mando Supremo) y finalmente, los comandantes de los distintos frentes.

 

El Zar empeoraba las cosas distribuyendo nombramientos por influencia de la Zarina o porque le caía simpático tal o cual personaje, de modo que los altos mandos estaban llenos de hombres sumamente leales a la corona, pero completamente ineptos desde el punto de vista militar.

 

Los mandos en el Ejército ruso estaban separados de la tropa por un verdadero abismo. Mientras el soldado vivía en las trincheras mal alimentado, mal vestido y mal provisionado, los jefes disfrutaban de cómodas estancias, alejadas del frente. A ello se le sumaba el traslado del conflicto social: Los campesinos se habían convertido en soldados y los terratenientes de la nobleza eran ahora sus jefes. La opresión que experimentaba el campesino en la aldea, se trasladaba al frente de batalla, donde el noble exigía las prestaciones personales feudales, desde hacerse lustrar las botas hasta usar a los soldados para recados personales. Además, desde 1915 los azotes y golpes con palos eran tan usuales como discrecionales. Es significativo que uno de los primeros reclamos satisfechos por el Sóviet de Febrero de 1917 fue abolir el tratamiento despectivo de “tu” que daban los oficiales a los subordinados y todos los títulos nobiliarios que debía enumerar el soldado para dirigirse al superior, remplazándolos por “señor coronel/ general”, etc.

 

La indiferencia de los altos mandos por las pérdidas de hombres en batallas inútiles, atacando posiciones demasiado fortificadas escandalizó a los agregados militares occidental. El ejército ruso había sido modelado por las ideas de Suvorov antes de la Revolución Francesa: el soldado debía obedecer como máquina, sometiéndose a la arbitrariedad y a la muerte, sin tener ninguna iniciativa propia. Eso explicaba que los rusos perdieran sistemáticamente todas las guerras desde la caída de Napoleón hasta 1914.

 

La otra cuestión que incidió en el ejército fue el cambio de composición de la tropa. Rusia disponía de algunos cuerpos de soldados profesionales. Pero al alargarse la guerra y sufrir pérdidas, se comenzó a convocar a los reservistas. Estos ya no tenían el mismo entrenamiento y eran campesinos u obreros a los que se les enchufaba el uniforme -a veces como castigo por militancia política-.

 

Algo similar sucedió con oficiales y suboficiales. En lo primeros meses de guerra, las balas del enemigo encontraron con mucha facilidad los uniformes vistosos y coloridos que usaban los rangos intermedios con pretensiones de cortesano. Y si no, una carga frontal conducida estúpidamente por el oficial de primera fila, terminaba rápidamente con él y su tropa. Tras perder de ese modo 60.000 oficiales -prácticamente no quedado nada por debajo del grado de capitán- hubo que cubrir sus puestos con campesinos entrenados a toda velocidad y que no tenían más de 20 años. Esto democratizó los cuadros y permitió el ascenso de hombres que simpatizaban más con el simple soldado que con sus superiores.

 

Así, Fiodor Linde era sargento en 1917, tras haber sido un socialdemócrata que había participado de la revolución de 1905; luego encarcelado, prófugo y retornado a Rusia aprovechando la amnistía de 1913; para terminar movilizado con motivo de la guerra. Linde fue quien amotinó al Regimiento Preobrashenski en Febrero de 1917. Hubo varias historias similares.

 

Por lo tanto, el resultado fue que el zarismo ahora tenía millones de hombres del pueblo armados y organizados. Sus esposas, madres o hermanas les escribían desde la retaguardia informándolos de las penurias que pasaban. Hasta el general Brusilov, un militar apreciado por la tropa y menospreciado por la Corte, empezó a recibir cartas anónimas de sus hombres diciéndole que ya no querían luchar más. La revolución estaba a la vuelta de la esquina, solo necesitaba una excusa.

 

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El Zar comandante supremo. -Sucesos del frente ruso:

 

          1914, los ejércitos rusos atacaron simultáneamente Alemania y Austria-Hungría. Lo primero -por imposición de los aliados franceses- terminó en descalabro. En cambio, el general Brusilov al frente del VIII ejército si logró éxito avanzando sobre territorio austríaco.

 

          1915, los alemanes desataron una ofensiva que logró penetrar Bielorrusia.

 

La tropa volvió a comprobar la cobardía o ineptitud de sus jefes. Mientras el soldado ruso debía retirarse a pie o amontonado en carros, se veía pasar trenes a toda velocidad transportando a los altos mandos con sus amantes y sus efectos personales. El gobierno presentó las cosas evocando la “épica de 1812”. Era propaganda para el pueblo, pero algunos comandantes se lo creyeron en el frente. Fue un desbande: Los soldados encontraban que depósitos de alimentos y ropa dejados en retaguardia, con los que contaban, habían sido apresuradamente incendiados. Las aldeas campesinas eran evacuadas a punta de pistola, llenando los caminos con familias en carros, que obstaculizaban el camino de las unidades militares, acentuando el caos e impidiendo formar la “segunda línea de defensa”. “Lo han jodido todo y ahora la pagamos nosotros” refunfuño un soldado escuchado por Brusilov.

 

La facilidad con que cayeron las defensas rusas generó rumores de traición. El origen alemán de la Zarina y de muchos dignatarios de la Corte empezó a ser recordado. El escándalo de un coronel ruso acusado de espiar a favor de Alemania, que era ayudante del Ministro de Guerra Sujomlinov, afirmó las sospechas. “¿Qué clase de Zar se rodearía de ladrones y defraudadores?” fue la conclusión de un cocinero cuando el oficial reunió a la tropa para explicar que las derrotas se debían a los traidores o espías que estaban en el alto mando.

 

Entonces Nicolás II tomó una decisión: asumir personalmente el mando del Ejército. La historiografía afín al monarca lo presentó como un “acto de valor”: “La decisión del emperador de asumir el mando de las fuerzas armadas no solo era valiente e irrevocable, sino correcta. La mejor solución a la crisis política era que el monarca marchase frente al ejército…”

 

La verdad es que Nicolás II era tan nulo militarmente como el Gran Duque Nicolás Nicolaievich -aunque ambos creyeran lo contrario-. El “entrenamiento” del Zar había consistido en pasar algunos años en su juventud en la Guardia del Regimiento Preobrashenski, cuando aún era el heredero del trono, junto con varios jóvenes aristócratas, miembros de la elite nobiliaria. Era como ir a una escuela privada o un club, a aprender modos ceremoniales. Los oficiales no podían ser demasiado severos -su situación se parecía a la del capataz de la estancia a cargo del hijo del patrón- y en términos generales, la vida en la Guardia se parecía a un barrio privado. En segundo lugar, la destitución del Gran Duque Nicolás Nicolaievich se debió en parte a los celos de la Zarina. A ésta se le había metido en la cabeza que el Duque estaba ganando más “popularidad” que su esposo. Cortesanos y allegados le habían llenado la cabeza con rumores y chismes.

 

La decisión de Nicolás II de tomar el mando del ejército tuvo el efecto de unir a sus propios Ministros en una crítica común. Los informes del frente indicaban que Rusia marchaba hacia una derrota y lo peor que podía hacer el Zar era tomar la responsabilidad de conducir al ejército en esas circunstancias. La reacción del monarca fue empecinarse más: ¿Cómo se atrevían a cuestionar o dudar del Zar de todas las Rusias?

 

La última ofensiva. -En 1916 el animoso Brusilov insistió en desencadenar una ofensiva. Tenía un muy buen plan y fue escuchado: Desde 1915 todos los frentes se habían estancado y la única posibilidad consistía en buscar un punto débil donde concentrar tropas para intentar la ruptura. Esto fue intentado en la fase final de la guerra por alemanes, ingleses y franceses con diversa suerte. La originalidad del plan de Brusilov estaba en que él sabía que el desplazamiento de fuerzas hacia un determinado sector del frente no podía ser ocultada al enemigo, y por eso se propuso un ataque simultáneo para desviar la atención del foco principal, que se produciría en el punto más débil, que era la Galitzia austriaca.

 

Desde el principio el plan de Brusilov fue visto con desconfianza por varios generales aristocráticos, que le tenían envidia. Cuando Brusilov inició su ataque, sus colegas en otros frentes no lo respaldaron, avanzando con la decisión requerida. A pesar de ello, Brusilov logró entrar en Galitza, capturando a casi la mitad de las fuerzas austríacas del frente oriental. El descalabro de Austria-Hungría fue tan grave, que Conrad, el jefe del Estado Mayor, empezó a considerar la posibilidad de pedir la paz. Sin embargo, la falta de decisión de Evert y Kuropatkin, que no presionaron en el frente alemán, provocó que Alemania desplazara refuerzos y contuviera a Brusilov, haciéndolo retroceder. El favoritismo de la Corte hacia los verdaderos responsables del fracaso impidió que tomaran medidas. El general Alexeiev, superior de estos, tampoco se mostraba muy enérgico, ya que Kuropatkin -uno de ellos- había sido su superior en la guerra ruso-japonesa de 1904. Brusilov, que en el

 

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fondo era un verdadero patriota, sacó la conclusión que era imposible ganar la guerra con el régimen político que tenía Rusia. Dos años después, Brusilov estuvo al servicio de los bolcheviques, ayudándolos a organizar el Ejército rojo.

 

Detrás del frente: La Duma en la oposición

 

La burguesía liberal se organiza. -El comienzo de la guerra despertó una euforia patriótica en la burguesía. Grupos de voluntarios empaquetaban provisiones para enviarlas al frente. Las ociosas damas de buena familia ofrecieron sus servicios como enfermeras -la propia Zarina incluida, aunque su entusiasmo declinó unos meses después-. Era una forma de lavar sus complejos de culpa ante el pueblo.

 

Aparecieron muchos “comités cívicos” o “asociaciones”. El Príncipe Lvov, integrante de una nobleza progresista, encabezaba la Unión de los Dsiemtvos. Esta organización -conjuntamente con la Unión de Ciudades- prácticamente suplió lo que el gobierno tenía que hacer, encargándose de enviar los suministros más indispensables a los soldados. Era lo más parecido a “Redes Solidarias” pero con una gigantesca estructura que hacia 1916 abarcaba unas 8000 instituciones afiliadas y varios cientos de miles de empleados. De aquí salieron futuros dirigentes del Gobierno Provisional.

 

El Ministerio de Interior -a cargo del reaccionario Maklakov- veía con hostilidad a la “Unión de los Dsiemstvos”, considerándola la primera avanzada de la Revolución. Lo cierto es que Lvov siempre fue mucho más conservador de lo que parecía. Terminaba todas las reuniones entonando el himno nacional y como la mayoría de los liberales rusos, no le importaba mantener la monarquía si se aceptaban reformas descentralizadoras.

 

Las derrotas sumada sal desorden administrativo y económico, estimularon a los burgueses liberales a pedir cambios desde sus periódicos o asociaciones cívicas. Hasta los miembros de la autodesdicha Duma querían volver a reunirse. El escándalo de espionaje en el Ministerio de Guerra provocó la caída de Sujomlinov. La verdad era que Sujomlinov no estaba en complicidad con agentes alemanes, sino que era un funcionario típicamente zarista: negligente y algo corrupto -su esposa recibía sospechosos regalos caros de los contratistas de suministros militares para el Estado-. A continuación Nicolás II obtuvo la renuncia de Maklakov (interior) y 2 Ministros más, todos objeto de las críticas liberales por sus políticas reaccionarias.

 

El Bloque Progresista. La “Revolución de los Ministros”. -El Zar aceptó la reunión de la Duma hacia mediados de 1915. Dos tercios de los diputados constituyeron el llamado “Bloque Progresista”. Era la unión de la derecha moderada con la izquierda moderada bajo un programa común de reformas que mantuviera a la monarquía y evitara la revolución. Los nuevos Ministros de Nicolás II apoyaban los cambios y arrastraron a todo el resto del Consejo de Ministros, excepto por el leal -y senil- Goremikin, que lo presidía. Fue la última oportunidad del zarismo para cambiar la historia: Si Nicolás II hubiera aceptado el reclamo unánime de la opinión pública burguesa, se descomprimiría la presión y se retrasaría la revolución. Ya lo había hecho en 1905 y la burguesía liberal había “moderado” sus pretensiones para hacerlas aceptables para el monarca.

 

Aquí se interpusieron dos cosas: El orgullo de Nicolás II y los manejos de la Zarina. El Zar veía las “concesiones” de 1905 como la verdadera causa de los desórdenes y la mala administración del Imperio. Había sido demasiado “bueno” permitiendo que aquellos “políticos” avanzaran cada vez más con sus “pretensiones”. Era tiempo de recordarles que Rusia era una autocracia y no una “democracia” de estilo británico. La Zarina apoyaba este punto de vista: Sus cartas al monarca ya en el frente le pedían que se comportara como “Iván el Terrible” y hasta que mandara a “azotar” a los “canallas de la Duma”. Fue así que Nicolás II dispuso la disolución de la Duma y removió a sus Ministros, dejando al leal Goremikin en la presidencia.

 

El resultado fue convencer a la burguesía liberal de que no había forma de obtener cambios en el régimen por la vía pacífica y diplomática. No se trataba de ganar la guerra primero y luego mejorar Rusia -un argumento que alguna vez se usó entre los liberales-; sino de que si no se terminaba a tiempo con la autocracia zarista, Rusia iba directamente a la catástrofe militar y social. Esta conclusión explica el júbilo de la Revolución de Febrero y la facilidad con que cayó el zarismo.

 

El gobierno de la Zarina. -Cuando Nicolás II se hizo cargo del frente, su esposa creyó que a ella le tocaba cuidar la “casa”. La Zarina estaba orgullosa de ser la primera mujer desde los tiempos de Catalina la Grande que recibía Ministros. Se jactaba en su correspondencia con Nicolás II de “llevar los pantalones que no se ven”. Era el momento del apogeo de la influencia de Rasputin: La Zarina le recomendaba a Nicolás II todas las ocurrencias del monje sobre finanzas, transporte, suministros, etc. – y hasta tuvo la idea de sugerirle una

 

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estrategia militar basada en una “visión nocturna” de Rasputin, aunque, por suerte, Nicolás II no siguió su consejo en este punto.

 

Los nombramientos o remociones de Ministros se hacían según al división maniquea del mundo en “amigos” o “enemigos” de Rasputin. Así surge de la correspondencia entre el Zar y la Zarina, donde ésta recomienda a alguno diciendo que “quiere y respeta a nuestro amigo” o bien, expresa su disconformidad con otro “Anda contando infames historias sobre nuestro amigo”. Los aspirantes a cargos gubernamentales no tardaron en rodear a Rasputín con halagos ya tenciones. De Septiembre de 1915 a Febrero de 1916 hubo un caos de nombramientos y destituciones: 4 Primeros Ministros, 5 Ministros de Interior, 3 Ministros de Asuntos Interiores, 2 Ministros de Guerra, 3 Ministros de Transporte y 4 Ministros de Agricultura.

 

Las torpezas de la Zarina, en medio de una crisis económica y social, mas el hecho que luego de la ofensiva de Brusilov, el gobierno tampoco tenía ningún éxito militar para mostrar al pueblo, conducían directamente a la revolución. Las mujeres se agolpaban en la cola para el pan -que cada vez era más escaso y costaba más- y comenzaban a hablar contra el gobierno. Los informes de policía indicaban que las críticas se extendían también a la Duma -que había reanudado sus reuniones a fines de1916-. La burguesía liberal estaba en una encrucijada: Siempre temió la revolución -aún recordaba la ira desesperada de los pobres en 1905 contra los propietarios: saqueos, incendios, justicia por mano propia, etc.- pero ahora percibía que sólo le quedaba sumarse a la Revolución.

 

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La Revolución de Febrero

 

En Febrero de 1917 el Zar se encontraba en el Cuartel general, a donde se había trasladado no porque fuese necesaria su presencia allí, sino huyendo de las molestias petersburguesas”. Estas molestias eran las críticas continuas al gobierno, los pedidos cada vez más insistentes de la burguesía liberal para que el Ministerio fuera responsable ante la Duma (ruego en el que coincidían hasta algunos miembros de la familia imperial) y comentarios negativos sobre la Zarina, aconsejándole a Nicolás II que la apartara del gobierno con cualquier excusa. A todas estas sugerencias, Nicolás II respondía negativamente. Mientras tanto, Rusia entraba a su tercer invierno en guerra. Las capas mas bajas de la población ya no soportaban las penurias impuestas por un conflicto bélico que se alargaba sin posibilidad de victoria.

 

El pan, alimento básico, comenzó a escasear en la capital. Y sin embargo, había harina suficiente como para cubrir las necesidades de la población por una semana más -según el gobernador Balk-. El problema estaba en que debido a la inoperancia -o a la especulación- los suministros no llegaban a las panaderías. Las mujeres hacían largas colas en la noche para recibir la noticia, al llegar la mañana, que la panadería no iba a vender nada. Y esto sucedía en el invierno más duro de los últimos años: La temperatura media de febrero alcanzó los 15 grados bajo cero.

 

Las fábricas también tenían problemas con las materias primas -el ferrocarril no llegaba, sea por el desorden; sea por el clima- de modo que algunas cerraron, dejando a los obreros sin trabajo.

 

Trotsky: “El 23 de Febrero era le Día Internacional de la Mujer. Los elementos socialdemócratas se proponían festejarlo de la manera tradicional: asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a la huelga para ese día. La organización bolchevique más combativa de todas, el Comité de la barriada obrera de Viborg, aconsejó que no se fuese a la huelga.

 

El Día Internacional de la Mujer tuvo dos partes claramente diferenciadas: Por la mañana salieron las mujeres de clase media a hacer una protesta por la igualdad de derechos. Las fotos muestran señoras de buen humor, acompañadas por algunas campesinas y jóvenes estudiantes. Esto no representaba peligro alguno para el régimen. La situación cambió por la tarde: Las obreras de Viborg se habían declarado en huelga por la falta de pan. Se dirigieron a los trabajadores metalúrgicos pidiéndoles apoyo y el paro se extendió a otras fábricas. Luego, las mujeres resolvieron marchar desde los barrios obreros hacia el centro de la ciudad, a fin de reclamar pan a la Duma. Pronto se sumaron los hombres y estudiantes. Durante los días siguientes hubo nuevas marchas, a pesar de los esfuerzos de la policía por impedirlas. Las fuerzas represivas vacilaban: la situación de guerra había obligado a convocar al pueblo, de modo que no había familia que no tuviera un padre, hijo o hermano entre los soldados, ¿Cómo iban a reprimir a sus familias? La larga duración del conflicto disipó el entusiasmo patriótico, y en su lugar crecía el desprecio y la irritación hacia los altos mandos. Hasta los cosacos, el estamento más leal al zarismo, experimentaban un desgaste: el zarismo los usaba para todo, los

 

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mandaba a todas partes, estaban hartos, sólo pensaban en volver a sus casas y guiñaban el ojo a los huelguistas como diciendo “¡Andad, haced lo que queráis; allá vosotros, nosotros no nos meteremos en nada!”.

 

Nicolás II telegrafió ordenando “terminar con los desórdenes”. Era el mejor ejemplo de hasta que punto el Zar había perdido contacto con la realidad. Era una garantía de revolución. Un bolchevique dijo que no era una revolución y que “¡Si les dan un kilo de pan a los trabajadores, esto se acabará!”.

 

El zarismo llenó la ciudad de soldados. Empezaron las escaramuzas y los tiroteos. Cayeron las primeras víctimas civiles. “Las multitudes tienen miedo de la amenaza del derramamiento de sangre, pero se envalentonan después de ocurrido”. Los mismos soldados estaban horrorizados de lo que les ordenaban hacer. En uno de los regimientos, uno de los soldados creyó reconocer el cuerpo de su propia madre entre los caídos. Empezaron los motines. Chugurin, un obrero bolchevique, llegó corriendo al Comité de su partido portando un fusil: “¡Los soldados se pasan a nuestro lado con las armas en mano!”. Había empezado la caída final de los Romanov.

 

Se despachó un telegrama para Nicolás II desde el Consejo de Ministros: “El Consejo de Ministros se considera incapacitado para resolver la situación actual. Presenta su dimisión y solicita el nombramiento de una persona de confianza para el cargo de Primer Ministro y que se forme un gobierno responsable.” El Zar contestó: “Respecto a las modificaciones propuestas en el ministerio, las considero inadmisibles en las circunstancias actuales. Nicolás.” Nicolás II no escuchaba nada, ni quería hacerlo.

 

La capital pronto quedó en manos de los rebeldes: soldados y obreros que confraternizaban en las calles. El movimiento espontáneo se dirigió a las cárceles para liberar a todos los presos políticos. Luego, la masa se convergió hacia el Palacio de la Tauride, sede de la Duma.

 

Actitud de la Duma. -La Duma había recibido la orden de disolución impartida por Nicolás II. Los diputados vacilaban: No esperaban, ni querían, una revolución -de hecho, tenían miedo: cuando se sipo que la multitud avanzaba hacia el Palacio, muchos creyeron que venían a arrestarlos-. Solo Kérensky y unos pocos representantes de la minoritaria ala izquierda apostaban a aprovechar las circunstancias y ponerse a la cabeza de la insurrección. Kerénsky es el único en creer que la revolución ha empezado. Desde la mañana, cuando comenzaron las sesiones del 27, la Duma quería reprimir y mantener la dinastía. Lo único que se discutía era restablecer el orden.

 

La mayoría del Bloque Progresista prefería negociar con Nicolás II algunas concesiones fundamentales - de nuevo la vieja historia del “Ministerio Responsable” -y con esto procurar tranquilizar a las masas o bien, directamente reprimirlas. Si la historia hubiera seguido el curso de los deseos de la mayoría liberal de la Duma, Rusia hubiera continuado con Nicolás II en el trono y un régimen político semiparlamentario. Pero las cosas se habían puesto fuera de control, con el pueblo en las calles.

 

Renace el sóviet. -La muchedumbre rodeó el Palacio de la Tauride y parte de ella ingresó. Los guardias del Palacio no pudieron o no quisieron detenerlos. Algunos de los manifestantes descubrieron el comedor donde saquearon comestibles y bebidas. También se llevaron los cubiertos de plata. Otro grupo, conducido por los presos políticos recién liberados, encontró un lugar vacío en el ala izquierda del Palacio -la sala 12- y allí se formó el Sóviet de Diputados Obreros y Soldados. “La experiencia de los sóviets de 1905 se había infundido para siempre en la conciencia de los obreros. A cada impulso del movimiento, e incluso en plena guerra, resucitaba casi automáticamente la idea del sóviet.”. Se despacharon emisarios a las fábricas para que se enviaran delegados obreros, igual que en 1905.

 

Al mismo tiempo, en el ala Derecha del Palacio, la Duma resolvió crear un “Comité Previsional” con la ambigua función de “restablecer el orden” -decimos “ambigua” porque esto puede significar colaborar en la represión-.

 

Este fue el primer paso hacia lo que luego sería el Gobierno Previsional. La Duma tomó esta decisión forzada por las circunstancias: Afuera estaban las “turbas” -como se las llamaba- expresando sus reclamos a gritos. Adentro se les había instalado un sóviet. Si la Duma no daba un paso hacia la toma del poder, éste caería por sí mismo en las manos del sóviet. Fue lo que dijo el diputado monárquico Chulguin al Presidente Rodzianko para convencerlo de aceptar la conducción del “Comité Provisional”. El obeso Rodzianko -se jactaba de ser el hombre más gordo de Rusia- lloriqueaba: “Pero señores: Yo no soy un revolucionario. Soy un súbdito del Zar”. “Pues acepte usted, como fiel súbdito del Zar -respondió Chulguin- Si las cosas se arreglan, el Zar nombrará un nuevo gobierno y entonces le trasferimos el poder. Y si no se arreglan, es mejor que mandemos nosotros antes de estos extremistas y canallas”.

 

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El fin de la dinastía. -La mayoría de la Duma no quería derrocar a la monarquía. De hecho, estuvieron todo el tiempo negociando con Nicolás II. Fue el mismo Zar, con sus reacciones a destiempo, quien precipitó las cosas. El Zar se negaba a conceder un Ministerio responsable y al iniciarse la crisis, su orden fue simplemente reprimir. Mantuvo esa postura hasta que la situación empeoró, entonces aceptó la formación de un Ministerio responsable. Pero para ese momento, el pueblo ya rodeaba el Palacio de la Tauride al grito de “Abajo el Zar”. Nicolás II consultó a sus asesores inmediatos y a los comandantes de los distintos frentes advirtiendo que nadie lo respaldaba, y accedió a abdicar al trono a favor de su hijo, nombrando a uno de sus hermanos como regente. De nuevo era tarde: Para ese momento, ningún Romanov era aceptable y las masas exigían un Gobierno Revolucionario Provisional.

 

Para el 1 de Marzo, con Nicolás II ya habiendo dado las vueltas alrededor de la capital, cuya entrada estaba bloqueada, la misma Guardia de Petrogrado (que la familia imperial conocía por nombres y era objeto de “todos los mimos y cuidados”) se había sublevado, junto a la flota del Báltico y ahora también Moscú estaba en insurrección. Tras discutirlo largamente, Nicolás II accedió por fin a formar un Consejo de Ministros “responsable” -el viejo pedido de la oposición liberal-. Creía como la cosa más natural del mundo que eso cortaría de raíz el tema de la revolución”.

 

Sin embargo, aún hubo en la Duma quienes quisieron salvar la forma monárquica, como el kadete (constitucional- demócrata, KD) Miliukov. Tras varias discusiones, se envió una delegación de la Duma a entrevistar al Duque Miguel, en cuyo favor fue la abdicación final de Nicolás II -que había retractado su abdicación original en favor de su hijo-. La delegación presentaría las dos posiciones (que el Gran Duque aceptara o no el trono) y luego dejaría que el hermano del ex Zar resolviera la mejor solución.

 

La renuncia del Gran Duque Miguel a la corona dejó a Rusia sin Zar. Sin embargo, para tranquilizar a los monárquicos, se anunció que eso no era definitivo: Se llamaría a una Asamblea Constituyente, la que determinaría la forma de gobierno definitiva de Rusia. Mientras tanto, se creó un “Gobierno Provisional” que tenía la aceptación y apoyo del Sóviet.

 

“La dinastía cayó apenas sacudirla, como fruto podrido…” resume Trotsky.

 

Arresto de la familia imperial. -Las maniobras de la Duma para mantener la monarquía habían irritado al Sóviet. Exigió el arresto de Nicolás II, la Zarina y el resto de la familia. El flamante Gobierno Provisional trató de resistir, pero el Sóviet amenazó con hacerlo por su cuenta. El Gobierno Provisional aceptó y remitió funcionarios para cumplirlo. “Así terminaba un reinado -escribe Trotsky- que había sido todo él una cadena ininterrumpida de fracasos, catástrofes, calamidades y crímenes, empezando por la hecatombe de Jodinka durante las fiestas de la coronación, pasando por los fusilamientos en masa de huelguistas y campesinos sublevados, por la guerra rusojaponesa, por las terribles represiones que siguieron a la revolución de 1905, por las innumerables ejecuciones, razzias punitivas y programas nacionalistas, acabando por la participación insensata e infame de Rusia en la infame e insensata de guerra mundial.”

 

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El Gobierno Provisional y el Sóviet

 

El 27 de Febrero en el Palacio de la Tauride, el edificio quedó partido en dos –“convivían dos mundos”-. A la derecha, la Duma, donde se constituyó el “Comité Provisional para Restablecer el Orden”, el órgano “formalmente legal” de Rusia. A la izquierda, el Sóviet, un órgano “ilegal”, pero con mayor poder concreto en las fábricas y en la milicia.

 

Había dos posibilidades: O se confrontaban o negociaban una convivencia. La historia que siguió en los meses de Febrero a Octubre es justamente la secuencia alternada de ambas soluciones. La noche del 1 de Marzo una delegación Soviética formada por autoridades -que eran también diputados mencheviques de la Duma- pasaron del ala izquierda a la derecha para levar sus propuestas. Fundamentalmente, pedían la instalación de lo que llamaban un “Gobierno provisional revolucionario”. Hubo sorpresa al comprobar que la Duma lo aceptaba tranquilamente. El “Comité Provisional para Restablecer el Orden” fue rápidamente relegado a un segundo término y en su lugar surgió el “Gobierno Provisional”. El Sóviet lo aceptó, pero bajo condición de aceptar una serie de reclamos: amnistía, liberación de presos políticos, abolición de las desigualdades, convocatoria a una Asamblea Constituyente, etc.

 

Pedidos del Sóviet

 

1)    Amnistía a presos políticos

 

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          Libertad de expresión, prensa y reunión

          Abolición de todas las desigualdades basadas en motivos de clase, religión o nacionalidad

 

          Creación de una milicia popular en sustitución de la policía del régimen depuesto. La nueva milicia debería tener oficiales elegidos y responsables ante los organismos del gobierno local.

          Formación de organismos de gobierno locales mediante elecciones, con autoridades responsables.

 

          Convocatoria a una Asamblea Constituyente, la que sería electa por sufragio universal, directo, secreto e igual.

 

          Garantía que no habría represalias, ni desarme de las unidades militares que tomaron parte en la rebelión, ni se las enviaría al frente.

          Reconocimiento de los derechos civiles de los soldados en permiso.

 

En estas propuestas no había nada relativo a la guerra, la república, la tierra, la jornada de ocho horas; todo se concretaba en una reivindicación: conceder libertad de propaganda a los partidos de izquierda.

 

La Duma tampoco encontró nada problemático en esto. En general, era el programa de la burguesía liberal. Más aún: La convocatoria de una Asamblea Constituyente tranquilizaba a los monárquicos, ya que hasta ese momento, aún no estaba nada definido sobre la forma de gobierno de Rusia.

 

Apoyo condicionado. -La fórmula oficial que adoptó el Sóviet consistió en “apoyar” al Gobierno Provisional “en tanto que” se ajustara a los reclamos de los trabajadores. Y aquí surge la más famosa pregunta de la Revolución Rusa: Si el Sóviet tenía tanto poder de hecho, ¿Por qué aceptó un gobierno burgués? ¿No era más sencillo asumir directamente el mando y poner en práctica sus medidas directamente, sin intermediarios? La respuesta a esa cuestión es el eje sobre el que girará la revolución entre Febrero y Octubre.

 

El Gobierno Provisional. -Los integrantes del Gobierno Provisional era, en su mayor parte, terratenientes y burgueses provenientes de la elite liberal. Tenían muy buenos contactos con las autoridades de la derribada monarquía y una cierta trayectoria política, pero muy bajo reconocimiento a nivel de las masas. Cuando sus nombres fueron anunciador por el diputado kadete Miliukov ante la multitud reunida en torno al Palacio de la Tauride, hubo gritos de desaprobación. Al oír mencionarse al Príncipe Lvov -nuevo Presidente-, varias voces estallaron: “¡Otra vez la clase privilegiada!”. Un soldado refunfuño: “¿Así que hemos peleado tanto para cambiar a un Zar por un Príncipe?”. Teretschenko, el flamante Ministro de Finanzas, fue recibido con carcajadas: “¿Quién es ese?”.

 

Kérensky era la excepción. Representaba lo más “izquierdista” del Gobierno Provisional y era uno de los pocos que desde el principio supo hacia donde se encaminaban las cosas. Trotsky definió a Kérensky como el hombre “que revoloteaba en torno a la revolución”, más que un auténtico revolucionario. Al inicio de la guerra, Kerénsky se encolumnó en la “unión sagrada”. En los meses previos sus discursos críticos en la Duma dieron notoriedad. El 23 de Febrero la Zarina le escribía a su esposo. “Confío en que el Kedrinski ese de la Duma será ahorcado por sus detestables discursos; hay que hacerlo a toda costa (ley de tiempo de guerra). Y servirá de ejemplo. Todo el mundo anhela e implora de ti energía”. Sin embargo, fue Kérenksky quien salvó la vida de los ex Ministros de Nicolás II, detenidos espontáneamente por patrullas rebeldes.

 

El Sóviet de Obreros y Soldados. -El sóviet que se constituyó en el Palacio de la Tauride el día 27 estaba manejado por los mencheviques. Algunos habían sido liberados de la cárcel de Kresti, y otros pertenecían a la única representación parlamentaria socialista. Al principio era un Sóviet de obreros, pero de inmediato se acordó la fusión con los soldados, lo que les dio mayoría a estos últimos. Siguiendo e ejemplo de Petrogrado, pronto se constituyeron más sóviets en el resto de Rusia.

 

La orden número 1. -El día 28 la Duma todavía buscaba restablecer el orden. Se dispuso que los soldados regresaran a los cuarteles. Pero éstos temían las represalias de los oficiales. Acudieron al Sóviet. De ese modo se produjo el célebre Pricáds (Orden o decreto) N1. El Sóviet convalidó el regreso de los soldados a los cuarteles, pero bajo condición de reconocerles una serie de derechos. Los oficiales debían respetar la dignidad del soldado -empezando por dejar de tutearlo- y los títulos honoríficos quedaban abolidos: En lo sucesivo, solo se diría “señor general” o “señor coronel” en vez de “su excelencia”, “su honorable”, etc.; terminología que a los campesinos de bajo uniforme les recordaba demasiado a la situación de servidumbre Se crearían comités de soldados como contrapeso democrático a la autoridad de los oficiales y se obedecerían las órdenes del Sóviet. El Pricads N°1 fue una de las primeras expresiones del nuevo espíritu revolucionario.

 

¿Por qué el Sóviet no tomó el poder? -Ha llegado el momento de analizar esta cuestión que va a ser el eje fundamental sobre el que va a girar el destino de la Revolución Rusa. Un primer punto a considerar es que

 

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los bolcheviques eran minoría en el Sóviet. Había varias razones para ello: En primer lugar, la persecución policial se ensañó con ellos más que con las otras agrupaciones de izquierda. “Cuanto más peligroso era un partido para el viejo régimen, más cruelmente se hallaba decapitado al estallar la revolución”. Los bolcheviques cuestionaron la guerra como “imperialista”, mientras los mencheviques y los eseristas (socialistas- revolucionarios, SR) no fueron tan tajantes. Por eso en Febrero la Duma conservaba diputados mencheviques y eseristas -que también eran un número reducido, ya que los dirigentes más combativos se encontraban presos o exiliados-, mientras que los diputados bolcheviques estaban encarcelados desde 1914.

 

En lo fundamental, la Revolución de Febrero fue protagonizada por dirigentes de “segunda línea” -más allá de la mayoría de los soldados, predominantemente campesinos y tradicionales votantes eseristas-, es decir, dirigentes menos experimentados, ya que los líderes principales se encontraban en el exilio interior o exterior o interior: Lenin y Mártov en Suiza; Trotsky y Bujarin en Nueva York, Victor Chernov en París; Tsereteli y Dan en Siberia. Sólo en los días siguientes comenzaron a arribar a la capital, tardando más o menos tiempo, según el lugar o las dificultades (Trotsky fue arrestado al llegar a Inglaterra; Lenin y Mártov no podían salir de Suiza, ya que debían atravesar Austria o Alemania, dos países enemigos de Rusia).

 

En el caso de los bolcheviques esta circunstancia determinó que en febrero solo tenían una camada de militantes más dogmáticos: La caída de la monarquía fue interpretada como una “revolución burguesa”, equivalente a la francesa de 1789. La doctrina marxista decía que una revolución proletaria (o socialista) sólo era posible una vez consumada por completo la revolución burguesa. Había que respetar la secuencia histórica en lugar de intentar adelantar etapas. Esto pensaban los mencheviques, pero lo llamativo de la Revolución de Febrero es que los bolcheviques como los Schliapnicov hayan coincidido con esta caracterización.

 

Entre mencheviques y eseristas, el dogmatismo se mezcló con cierta cobardía y comodidad: Algunos decían que los campesinos rusos no aceptarían un gobierno socialista o que las masas eran demasiado débiles e inexpertas para gobernar por sí mismas. La experiencia histórica de la Comuna de París había dejado huellas traumáticas: Los comuneros franceses no pudieron extender su movimiento al interior del país y sucumbieron en una ciudad sitiada. Los mencheviques temían que la historia se repitiera, si los soviets tomaban el poder en Petrogrado. Tampoco faltaban quienes estaban realmente aterrados ante el pueblo: Dirigentes de salón, habituados a la comodidad de la Duma, poco familiarizados con la calle, estos “socialistas” estaban igual de desconcertados que los kadetes.

 

Dice Orlando Figues “…hubo varios momentos (febrero, abril, julio, septiembre) cuando los dirigentes del Soviet pudieron haber tomado el poder, cuando, de hecho, las masas salieron a las calles con la expresa demanda de que hicieran precisamente eso; pero en cada ocasión rehuyeron de las responsabilidades de Gobierno. De este modo, perdieron su oportunidad para resolver la revolución de una forma democrática y socialista. Los bolcheviques cosecharon los beneficios.

 

Los problemas y contradicciones del Gobierno Provisional

 

Luego de siglos de gobierno autocrático, Rusia se convirtió en el “país más libre del mundo”. La consigna del momento era el respeto a los derechos fundamentales. Por ejemplo, una manifestación de camareros desfiló reclamando mejoras laborales, pero también rechazando las propinas como contrarias a la dignidad humana. Las mujeres exigían no solo igual trato con los hombres en el trabajo y la vida cotidiana, sino el derecho al voto. En Petrogrado, unos estudiantes no se conformaron con que el profesor fijara unilateralmente el programa de estudio en Historia de las Civilizaciones, sino pretendieron que se les enseñaran ciertos temas. Un grupo de actores rechazó la autoridad del director del teatro y ellos mismos eligieron el próximo espectáculo. “Hasta los niños reivindicaron para los menores de 14 el derecho a aprender boxeo para que los mayores les hicieran caso. Era el mundo al revés.

 

El Gobierno Provisional proclamó la libertad de reunión y de prensa, en parte cumpliendo el programa de la burguesía liberal y en parte porque una vez que el pueblo ganó las calles durante las jornadas de Febrero, resultó imposible que las abandonara. Todos querían discutir sobre política y proponer sus propias soluciones.

 

Se puso de moda la palabra mitingovie, derivado del inglés “mitin” (en el original meeting) para aludir a la pasión por las reuniones políticas. Marchas y reclamos fueron lo corriente en meses siguientes.

 

La censura quedó abolida como disposición del Gobierno Provisional, pero también implantada de hecho por el Sóviet, ya que este controlaba a los trabajadores de las imprentas. Se proclamó una amplia amnistía para que regresaran del exilio los viejos revolucionarios, si bien el pueblo ya había tomado las prisiones, liberándolos por su cuenta.

 

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Se prometió sufragio universal y se fijaron legalmente las facultades de la policía ante lo gobiernos locales. La antigua policía zarista fue disuelta.

 

También se preparó una gran reforma judicial l-inspirada por Kérensky, nuevo Ministro de Justicia- para incluir representantes del pueblo entre los jurados y quedó suprimida la pena de muerte -aunque Trotsky apunta que unos meses después se restableció. La burguesía liberal parecía estar cumpliendo sinceramente su programa. Pero llegaba a destiempo. La agenda venía ya marcada por las masas. La jornada laboral de 8 horas ya comenzaba a imponerse en las fábricas.

 

Pronto el Gobierno Provisional se encontró frente a conflictos de clases que no podía resolver. Todos hablaban de democracia, la palabra de moda, pero no se entendía el término del mismo modo. Para las clases bajas -campesinos y obreros- democracia era lo que actualmente llamamos “democracia social”: igualdad material y no sólo formal.

 

En los próximos meses el Gobierno Provisional se vio atrapado por conflictos que no pudo resolver. Por un lado, la puja entre campesinos y trabajadores; por otro, entre campesinos y terratenientes. En tercer término estaba la cuestión de las nacionalidades no rusas sometidas al Imperio. Y todo ello combinado con la guerra y la demora en convocar a la Asamblea Constituyente. Todos los desaciertos y pasos en falso del Gobierno Provisional condujeron a varias crisis políticas aceleradas, con caídas de Ministros y renuncias. El desgaste acelerado sólo favoreció a aquellos que se habían puesto decididamente en la vereda de enfrente: los bolcheviques.

 

Capitalistas y obreros. -Al principio hubo un cierto consenso en terminar con las prácticas más abusivas en las fábricas. Muchos capitalistas consideraron “políticamente correcto” pasarse a lo que hoy llamaríamos “progresismo”. En el mismo Gobierno Provisional existían tendencias reformistas y por eso fueron aprobadas varias disposiciones suprimiendo el trabajo infantil o el trato desigual a las mujeres -la jornada de 8 horas fue más resistida al principio-. Pero también es cierto que no existía otra alternativa: Los obreros habían sido los principales protagonistas de la Revolución, los que pelearon en las calles y ahora exigían la retribución justa por sus sacrificios. Y junto a ellos estaba el poderoso Sóviet, capaz de paralizar al país con una huelga general.

 

Hubo dos creaciones que tendrían influencia en los sucesos posteriores. Una fue el comité de fábrica, organización local de los trabajadores de cada empresa, cuyo objetivo original fue evitar lo que ellos llamaban “sabotaje” -cierre de fábrica, despidos, etc.-. Los comités de fábrica no solo protegían a los trabajadores frente a los patronos, sino también usaban su autoridad para disciplinar a los mismos obreros, evitando peleas, embriaguez, etc. Tenían la ventaja sobre el sindicato y el Sóviet del contacto directo e inmediato con las bases. Poco a poco fueron ganados por los bolcheviques -mientras las jerarquías sindicales y el Sóviet quedaban en mano de los mencheviques-.

 

La otra creación fue la Guardia Roja. Era una milicia surgida de las jornadas de Febrero para cumplir las funciones de la policía, al principio velando por la seguridad de la fábrica, pero que gradualmente se extendió a toda la ciudad. En realidad tras la disolución de la vieja policía zarista -ordenada por el Gobierno Provisional-hubo una doble seguridad: Las milicias civiles de la burguesía y la Guardia Roja obrera, ésta última controlada por el Sóviet. La Guardia Roja se bolchevizó aceleradamente: Eran obreros jóvenes, de 20 años, con alto nivel de instrucción, impacientes y críticos frente a los políticos cautos y moderados. El que no era bolchevique, era anarquista o simpatizante de alguno de los dos.

 

Los conflictos entre empleados y patronos se reanudaron a partir de abril de 1917. Estimulados por los primeros logros, los obreros aumentaron sus exigencias, que fundamentalmente giraban en torno a mejores salarios. Al mismo tiempo, los capitalistas consideraban que ya se les había dado demasiado y querían restablecer lo que ellos llamaban “el orden” en las fábricas. El Gobierno Provisional quedó tironeado por ambos sectores. Luego de la primera crisis política, los mencheviques ocuparon la cartera laboral. Fue una catástrofe. Los trabajadores reforzaron sus reclamos y los mencheviques no pudieron complacerlos. La imagen de los mencheviques como “lacayos de la burguesía” -como decía la propaganda bolchevique- los hundió de manera definitiva.

 

Campesinos y terratenientes. -Una situación similar se presentó en el campo: El Gobierno Provisional consideraba necesaria una reforma agraria. Desde Stolipin se sabía que el campesinado explotado, maltratado y sin tierras ra permeable a la propaganda de los partidos de izquierda. El error del Gobierno Provisional fue anunciar la reforma agraria, pero entendiendo que sería hecha por la Asamblea Constituyente a convocarse. Los campesinos no estaban dispuestos a esperar. Los Comités creados por el Gobierno Provisional para

 

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estudiar una “justa solución” al problema de la tierra, empezaron a hacer expropiaciones por su cuenta y a distribuirlas entre los campesinos. El Gobierno Provisional recibió quejas de los terratenientes: “La policía está dormida, mientras los campesinos roban e incendian. El antiguo gobierno sabía como tratar con la escoria campesina que usted llama pueblo” escribió un hacendado al Presidente Lvov. Por lo bajo, Lvov reconocía que la nobleza estaba recibiendo lo que merecía tras tanto tiempo abusando de su posición -lo dijo expresamente en una reunión de Ministros en Junio de 1917, cuando calificó la Revolución como “venganza de los siervos”.

 

Pero, independientemente de lo que el Príncipe Lvov pensara, el Gobierno Provisional debía defender a los propietarios. Mas no tenía medios: la policía había sido disuelta-

 

Las nacionalidades. -La liberación del yugo zarista equivalía a lograr la autonomía para muchos pueblos no rusos. El Gobierno Provisional creía que bastaba con la democracia formal para conformarlos. Se equivocó: Finlandia y Ucrania fueron los lugares donde empezó una crisis política seria. Irónicamente, los liberales del Gobierno Provisional tuvieron que comportarse como los Zares, tratando de contener la dispersión del Imperio. El argumento era que los reclamos de autonomía ponían en peligro la continuación de la guerra.

 

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Las Tesis de Abril

 

El 3 de Abril de 1917 una multitud llenó la estación de tren de Finlandia. Eran obreros y soldados con banderas rojas. Fueron allí a recibir a otro grupo de emigrados que volvían a Rusia. Estas escenas eran frecuentes desde Febrero. Los exiliados, militantes socialistas de diversas tendencias, eran los “héroes” del momento. Pero el 3 de Abril fue particularmente importante. Regresaba Lenin. En un vagón que atravesó Alemania, Lenin pasó el tiempo meditando y escribiendo lo que luego se conocerían como las Tesis de Abril.

 

Apenas bajó del vagón, Lenin tomó la palabra. Su discurso fue un resumen de lo que había escrito. De allí se trasladó al Palacio de la Tauride, donde leyó las Tesis de Abril a un auditorio de delegados Soviéticos mencheviques y bolcheviques. Provocó un escándalo. Las Tesis eran una toma de posición radical que nadie esperaba. Lenin atacaba al Gobierno Provisional, pedía el cese de colaboración o apoyo a él de cualquier forma y declaraba que era el momento de lanzarse a una segunda insurrección de carácter abiertamente socialista, para el cese inmediato de la guerra imperialista de tierras a los campesinos.

 

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La ofensiva de primavera

 

Primera crisis del Gobierno Provisional. -Miliukov, jefe del partido kadete, fue el verdadero artífice del Gobierno Provisional, aunque allí ocupaba el Ministerio de Relaciones Exteriores. “Su impopularidad personal no le permitió a Miliukov ponerse al frente del gobierno…” dijo Trotsky. Pero eso no le impidió convertirse en la figura central, detrás del escenario. Pronto chocó con el Sóviet. El detonante fue la política exterior rusa a su cargo. Este quería continuar la guerra como había sido empezada por el zarismo, es decir, cumpliendo los tratados secretos imperialistas.

 

Apenas se publicaron en la prensa unas palabras de Miliukov, el Sóviet no pudo continuar callado. La confrontación entre el Ministro Miliukov y el Sóviet tendría como consecuencia la caída del Ministro y el ascenso de los mencheviques a seis cargos del Gobierno Provisional (Primera Coalición). Con esta medida, el Gobierno Provisional buscaba resolver la “crisis de autoridad”, pero para los mencheviques, la “coalición” resultaría en catástrofe política: A partir de ese momento, su suerte quedó atada al Gobierno Provisional.

 

El Sóviet y la guerra. -Los dirigentes del Sóviet tenían serios problemas para posicionarse respecto a la guerra. Algunos habían sido “socialpatriotas” en 1914, es decir, subordinaron la revolución a las necesidades estratégicas. Otros mantuvieron el “internacionalismo proletario” hasta 1917, pero ahora estimaban que la Revolución de Febrero cambio las cosas: luchar por la democracia y luchar por Rusia se había vuelto lo mismo. Nadie ignoraba que el ejército y la población sufrían el peso de la guerra. La propuesta bolchevique de firmar la paz por separado fue descartada por la mayoría del Sóviet. Peor si se aprobó una campaña internacional para el cese de las hostilidades. Mientras tanto, los soldados debían continuar luchando, pero sólo en la medida necesaria para proteger a Rusia. A esta política oficial del Sóviet se la denominó defensismo revolucionario.

 

El Sóviet emitió un Llamamiento a todos los pueblos del mundo convocando a presionar a cada país por el fin de las hostilidades y manifestando que Rusia renunciaba a los propósitos de conquistas y anexiones territoriales. Aquí comenzaba la puja con el Ministro kadete Miliukov.

 

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La manifesración contra Miliukov. -Una vez más el pueblo ganó las calles, incluso sin la aprobación de los dirigentes del Sóviet. El auto de Milukov fue golpeado con puños por un grupo de manifestantes indignados. El Gobierno Provisional rechazó la propuesta del general Kornilov, nuevo jefe de la guarnición de Petrogrado, de salir a reprimir. Kornilov sería luego un personaje importante.

 

El Gobierno Provisional prefirió negociar con el Sóviet la constitución de un “gobierno de coalición”. El menchevique Tsereteli, uno de los principales dirigentes del momento, vuelto del exilio a mediados de Marzo, estaba de acuerdo en ingresar al Gobierno Provisional.

 

El Príncipe Lvov, Presidente del Gobierno, garantizó al menchevique Tsereteli la salida del Ministro Miliukov y seis carteras para representantes del Sóviet. Acuerdo fue cumplido. “Me echaron” se quejó luego Miliukov en sus memorias. Momentáneamente, la autoridad del Gobierno Provisional se restauró, pero a largo plazo las consecuencias resultaron negativas. La caída de Miliukov comenzó a colocar a los kadetes en la oposición. Abandonaron gradualmente el aire liberal para girar a la derecha, erigiéndose en voceros de la burguesía reaccionaria, que clamaba por el restablecimiento del orden, el respeto a la propiedad privada y finalmente, los objetivos imperialistas de la guerra. El acceso de mencheviques y eseristas al gobierno despertó esperanza en obreros y campesinos. Creyendo que ahora tenían a los “suyos” en le poder, hubo más reclamos y huelgas. Los resultados no fueron los esperados, por lo que crecieron los bolcheviques.

 

El único beneficiario inmediato fue el debilitado Gobierno Provisional, que logró mantenerse en pie: El Príncipe Lvov fijaba la política general con su “gabinete interior” constituido por los cinco ministros no Soviéticos (incluido Kérensky, ahora a cargo del Ministerio de Guerra).

 

Preparación de la ofensiva. -Las potencias occidentales querían terminar la guerra en 1917 y por eso venían exigiendo a Rusia hacer un último esfuerzo militar concertado. La presión era tan diplomática y como económica, ya que Rusia precisaba auxilios financieros. Kérensky creyó que había llegado el momento, pero por otras razones. El ejército estaba desmoralizado y necesitaba alguna victoria. El Gobierno Provisional no conseguía conformar a todos por completo y de seguir así no tardaría en derrumbarse. Había que mostrar éxito y si no era ganar la guerra, lo era al menos reconquistar parte del territorio ruso en manos alemanas.

 

La burguesía también presionaba para reanudar las operaciones a través de sus periódicos y del partido kadete. Para ellos se trataba de un interés de clase: querían que los campesinos y obreros trabajasen. También estaba la cuestión de las nacionalidades: separarse del Imperio ruso en plena batalla equivalía a una traición.

 

Menos comprensible fue la actitud del Sóviet, que también apoyó la ofensiva. Era una contradicción directa con la política del “defensismo revolucionario”, ya que este solo consideraba mantener las posiciones, mientras que iniciar un ataque era completamente diferente. De hecho, daba pie a la crítica bolchevique que en verdad los mencheviques y eseristas se habían pasado al bando de la burguesía, al menos, objetivamente. Aparentemente, las autoridades del Sóviet -que ahora también tenían un pie en el Gobierno- creyeron los argumentos de Kérensky. No faltaron quienes buscaron paralelos con la Revolución Francesa, cuando las masas fueron a la guerra con Europa en defensa de sus ideales revolucionarios.

 

De cualquier modo hubo un engaño completo respecto de las posibilidades reales del ejército ruso. La clase media respondió animosamente -como en 1914,- pero los soldados veteranos, que llevaban largo tiempo en el frente, recibieron las órdenes con poca simpatía.

 

La ofensiva fue un fracaso completo y creó una nueva crisis para el Gobierno Provisional. Los Ministros kadetes que aún quedaban tras la caída de Miliukov presentaron sus renuncias. Aunque la razón esgrimida fue el desacuerdo con la independencia de Ucrania, lo concreto es que la mitad del año encontró a Rusia en una situación sumamente complicada: A la derrota militar, se le agregó la crisis económica y política. El ambiente popular estaba espeso e irritable.

 

Las Jornadas de Julio

 

El detonante fue un torpe intento de movilizar hacia el frente parte de la Guarnición de Petrogrado. Durante dos días (3-4 de Julio) las calles se llenaron de obreros y soldados manifestando con pancartas que reproducían el lema bolchevique: “Todo el Poder a los sóviets”. La situación era incontrolable, tanto para el Gobierno Provisional, como para la conducción del Sóviet, quienes quedaron en la misma situación que los zaristas en febrero: buscando desesperadamente una tropa leal que fuera a socorrerlos. Casi pareció que finalmente los bolcheviques iban a realizar las atrevidas Tesis de Lenin, pero a último momento se difundió una noticia que permitió al Gobierno Provisional recuperar la iniciativa. El movimiento fue contenido y los

 

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dirigentes bolcheviques encarcelados. Era una victoria efímera. En julio solo se contuvo lo que ocurriría en Octubre con mucha más fuerza.

 

Las plazas fuertes de los bolcheviques. -Alrededor del barrio de Viborg, donde se encontraban las fábricas más importantes de la ciudad, vivía apiñada la clase obrera, con trabajadores muy jóvenes y alfabetizados e inmigrantes menos calificados que padecían salarios bajos y alquileres altos. De ahí partieron als mujeres que en Febrero reclamaron a la Duma y acabaron provocando la Revolución. Ahora, a mediados de 1917, Viborg se había convertido en territorio bolchevique. Se decía que si Lenin y Trotsky se decidieran a tomar el poder, con el apoyo de esa zona, nada podría detenerlos.

 

En Viborg no solo se levantaba el más combativo Comité Bolchevique. Muy cerca de él se ubicaba el I Regimiento de Ametralladoras. Era una fuerza de elite, de soldados jóvenes, entusiastas e instruidos. Sumaban diez mil hombres. Participaron activamente en las jornadas de febrero y se consideraban a si mismos los “héroes” de la Revolución. También ellos estaban bolchevizados.

 

Cronstadt era una isla donde los Zares habían levantado una base naval como bastión defensivo, relativamente autónoma y que correspondió un papel importante en 1905, cuando se había proclamado la “República Soviética de Cronstadt”. En 1917 los marineros de Cronstadt tenían, en promedio, veinte años y habían sufrido la arbitrariedad y prepotencia de los oficiales zaristas. La vida en los barcos era similar a una cárcel con todo lo que implica. La sublevación de Febrero dio como resultado a los oficiales muertos a bayonetazos y los pocos sobrevivientes encerrados en una prisión. Las tradiciones revolucionarias se mantuvieron muy vivas hasta el estalinismo.

 

Sin duda era preocupante para el Gobierno Provisional: Los obreros combinados con soldados y marinos podían iniciar un alzamiento triunfante en cualquier momento. La clase trabajadora tenía sus buenos motivos de queja para mediados de año: Los precios subían y escaseaban los artículos básicos. De nuevo circulaban los rumores de que el abastecimiento de la capital apenas alcanzaba para 10-15 días; de nuevo las locomotoras se usaban para movilizar tropas y suministros y las necesidades de Petrogrado eran ignoradas. De nuevo se notaba la falta de combustible. Los dirigentes del Sóviet no podían evitar el estallido de huelgas e incluso a veces, los propios bolcheviques eran enviados a aplacar a los huelguistas demasiado exaltados, que deseaban salir directamente hacia la calle para concretar la realización de “Todo el Poder a los sóviets”.

 

El que las tropas de Petrogrado se radicalizaran políticamente era comprensible: Todo el tiempo tenían la amenaza de ser enviados al frente.

 

El desencadenante: Órdenes de ir al frente. -El hecho puntual que desencadenó la crisis fue la orden del Gobierno Provisional del traslado de una parte del I Regimiento de Ametralladoras a la línea de batalla. Fuera o no necesario desde el punto de vista militar, lo cierto es que quería quitarse de encima esta “espada de Damocles”. Fue muy torpe, porque el gobierno podría haber trasladado a retaguardia fácilmente a los servidores de las ametralladoras, por ejemplo, a algún lugar retirado como la provincia de Tambov con el pretexto de “defender la Revolución”. Al mandarlos al frente, y de esta manera incumplir las condiciones Sóviet, otorgaron credibilidad a la afirmación de los soldados, expresada por los propagandistas bolcheviques y anarquistas de su regimiento, de que el Gobierno estaba utilizando la ofensiva para disolver la guarnición y que, por lo tanto, era “contrarrevolucionario”.

 

Las Ametralladoristas resolvieron salir de sus cuarteles para marchar en abierta protesta rumbo al centro de la ciudad. Pronto se sumaron varios regimientos. La Guardia Roja de los obreros también reunió sus armas y se encaminó en dirección a los edificios del Gobierno y del Sóviet.

 

Por la tarde la mayoría de las fábricas de Viborg habían paralizado su actividad. En la calle principal del barrio había una muchedumbre que se dirigía al centro de la ciudad, cuyo núcleo central eran los Ametralladoristas, escoltados por obreros. Como en Febrero, se dirigían al Palacio de la Tauride -donde ahora, en lugar de la Duma, estaba el Soviet. “¡Todo el poder a los sóviets!” exigían los carteles rojos de letras doradas.

 

Las dudas de Lenin. -Los bolcheviques eran los principales críticos del Gobierno Provisional y de la conducción del Sóviet y sin embargo, el movimiento de Julio tomó a los líderes por sorpresa y hasta intentando contenerlo. Es cierto que Lenin proponía que el Sóviet rompiera con el Gobierno Provisiona y que el primero desplazara al segundo del poder; pero ello sólo sería posible si los bolcheviques lograban mayoría en los sóviets o al menos, un alto grado de consenso en políticas revolucionarias. Lenin temía que un levantamiento no solo fracasara, sino que tuviera por consecuencia una ola antibolchevique. Además, por esa época aún no se había reconocido el fracaso de la ofensiva y Lenin prefería aguardar hasta que esto resultara indudable e inequívoco.

 

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Pero las bases bolcheviques están demasiado impacientes y era comprensible: tenían doble presión por la situación económica y la guerra. La verdad histórica es que Lenin discutía continuamente con quienes se decían sus seguidores y las bases del partido se salían de control frecuentemente. El rechazo inicial a las Tesis de Abril y el levantamiento de Julio son dos pruebas elocuentes. He ahí el aspecto más importante de la Revolución Rusa y el contraste con el verticalismo estalinista posterior.

 

De cualquier forma, la movilización espontánea sorprendió a Lenin tomándose un descanso en una casa de campo de un amigo. Como los manifestantes acudieron al Comité Central bolchevique, se despachó un automóvil para traer a Lenin inmediatamente.

 

Mientras Lenin viajaba hacia la ciudad -llegó al día siguiente a la mañana- la multitud, impaciente, se derramó en dirección a Perspectiva Nevski, la arteria más importante de la ciudad.

 

La conducción Sóviet estaba sesionando en el Palacio de la Taurida, al noroeste. Discutían la crisis del Gobierno Provisional, y sabían del movimiento popular por avisos telefónicos. Había “miradas de reojo” hacia los representantes bolcheviques, pero estos también estaban desconcertados.

 

Los Palacios de la Tauride y Marinski, sedes de los sóviets y el Gobierno respectivamente, estaban indefensos. Si los bolcheviques habían planeado tomar el poder- luego se los acusó- ese era el momento oportuno. No fue así. La multitud rodeó el palacio y exigió a los gritos “Todo el Poder a los Sóviets”. El resto del día transcurrió entre movilizaciones mientras la dirigencia Sóviet telefoneaba buscando desesperados la ayuda de regimientos leales. Los soldados se desentendían. Por la noche, se supo que los marineros de Cronstadt habían decidido sumarse a la protesta y se embarcaron en dirección a la ciudad, sin que nadie pudiera detenerlos. Al día siguiente llegaron 20.000 hombres armados, acompañados de equipos médicos y hasta bandas de música. Acuden al pedido del I Regimiento de Ametralladoras, pero lo cierto es que no saben bien que vienen a hacer más que poner fin al Provisional y apoyar “Todo el Poder a los Soviets”.

 

Ese mismo día un destartalado coche ingresa a toda velocidad a Petrogrado, con Lenin en él. Lenin sube al segundo piso del Comité Central bolchevique, rodeado de manifestantes y encara a un público expectante. Con dos palabras enérgicas, la multitud va decididamente al Palacio de la Tauride a arrestar a la conducción Soviet. En la sede del Gobierno Previsional no hay nadie, los Ministros se han refugiado. Kérensky también corre a buscar una ropa leal. Si los bolcheviques planificaron, tienen todo listo para el triunfo final.

 

Entonces sucede lo extraño Lenin vacila, él que es tan decidido y tajante se siente parado en un terreno resbaladizo. Tras escucharlo, la multitud emprende otra vez el camino al Palacio de la Tauride, donde la dirigencia Soviet sigue sesionando, sitiada por los obreros de la fábrica Putilov. El obrero ha asimilado la consigna bolchevique, pero la dirigencia Sóviet, menchevique y eserista no quiere desplazar al Provisional. Indignación. ¿Cómo darle el poder a quienes no quieren tomarlo?

 

Fracaso y acusación. El 5 de Julio, con 3 días de marchas, la situación empieza a darse vuelta a favor de las autoridades. El Regimiento de Ismail llegó al Palacio de la Tauride para defender a los dirigentes soviet. Su arribo fue con un golpe político deliberado: La banda del Regimiento interpretaba La Marsellesa y los Cronstadt, La Internacional. El Regimiento se había declarado neutral en días anteriores, pero una novedad había caído del cielo al Provisional: “Los bolcheviques trabajan para Alemania”. Toda la ciudad se inundaba de folletos del Ministerio de Justicia con las palabras dudosas de un teniente que prisionero de los alemanes escuchó que Lenin trabajaba con Berlín. De momento, fue suficiente para que la prensa derechista se largara a añadir rumores que circulaban sobre el viaje en tren por Alemania de Lenin. En la mañana del 5, los antibolchevique se apoderaron de la capital. Los enemigos de los bolcheviques aprovecharon para tomar revancha. Se detenía a todo el que hablara a favor de los bolcheviques.

 

El Ministerio de Justicia ordenó el arresto de Lenin y 11 dirigentes bolcheviques, bajo la acusación de alta traición. Lenin huyó, pasando a la clandestinidad hasta Octubre. 800 bolcheviques fueron encerrados en días siguientes, incluyendo Trotsky, para quien la situación era rara, siendo el Ministro que ordenó su arresto el mismo joven abogado que 11 años atrás le estrechó la mano felicitándolo por el discurso que Trotsky había pronunciado en el tribunal que lo juzgaba por el levantamiento de 1905.

 

El gobierno alemán y los bolcheviques. -El debate ha sido largo, pero lo básico es que los bolcheviques no eran patriotas, sino revolucionarios. Despreciaban las figuras únicas del poder como el Zar, el Emperador de Austria o el Rey de Inglaterra. No les interesaba el resultado de la guerra, porque era “imperialista”. También era cierto que los alemanes no autorizaron el viaje de Lenin y los emigrados por razones humanitarias o caballerescas, el gobierno alemán sabía que enviaba a un país enemigo un grupo de personas capaces de

 

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provocar o estimular algo caótico. Podemos concluir que los bolcheviques no eran agentes alemanes, de ninguna forma seguían órdenes de Berlín y no existe nada que lo pruebe.

 

¿Pero recibieron los bolcheviques dinero alemán sin saberlo? Lo básico es que como cualquier organización política, necesitaban dinero. No contaban con simpatías de empresarios y ricachones por ser anticapitalistas. En general, hasta la toma del poder, tenían frecuentes problemas financieros. La socialdemocracia alemana era una organización mucho más importante y acudió varias veces en ayuda de sus “camaradas” rusos en el exilio. Se llegó a la conclusión de que el gobierno del Kaiser aportó dinero a los bolcheviques a través de un socialdemócrata alemán llamado Parvus.

 

¿Fue calumniosa la acusación contra los bolcheviques? Entre los historiadores contemporáneos, Marc Ferro se inclina por la buena fe del Ministro de Justicia en creer las evidencias aparentes contra los bolcheviques. De cualquier modo, era obvio que se trató de un arma política contra los bolcheviques que fue usada eficazmente en un momento crítico.

 

Consecuencias: Todo más a la derecha. -El resultado fue un notorio giro a la derecha en la clase media y el gobierno. El Príncipe Lvov renunció y colocaron a Kerensky en su lugar, que había regresado a Petrogrado como un héroe. Instaló su despacho en el Palacio de Invierno, la residencia de Nicolás II, donde cada vez que entraba y salía, se izaba la bandera -misma costumbre que con el Zar-. Se consideraba un hombre llamado por el destino para manejar Rusia y en sus fotos de época se lo puede ver con la mano metida en la chaqueta en la pose típica de Napoleón Bonaparte.

 

Lo primero que intentó fue reconstruir el Gobierno Provisional, reconciliándose con los kadetes. Realizó todo tipo de concesiones para ello, tomo distancia del Soviet y en el nuevo Previsional que dirigió, solo quedaron los socialistas de derecha. A pesar de sus esfuerzos, la derecha continuaba desconfiando de él. A la derecha de Kerensky existía otra posibilidad más contundente: Lavr Kornilov, perfecto para dar el golpe. Su programa era sencillo: proclamar una dictadura para limpiar al país de los bolcheviques, que precisaba hacerse rápido. Kornilov hizo su jugada en Agosto con un resultado sorprendente, incluso para él, pero aún quedaban vueltas para el fin de la Revolución Rusa.


 

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