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Resumen de "La Revolución Rusa"  |  Teoría del Estado (Cátedra: Scherlis Gabriel - 2019)  |  Derecho  |  UBA

Revolución Rusa

 

I. LA SANTA RUSIA

 

Resumen de la Primera Parte

 

Ciertos hechos históricos determinaron la configuración del pueblo ruso, como su origen eslavo. Las tribus eslavas se establecieron en Rusia viniendo de Asia hacia finales de la Edad Media. Algunos continuaron en dirección a Occidente, ocupando la actual Europa Oriental, lo que explica el vínculo étnico común con los rusos, particularmente en el caso de los serbios. Otro dato significativo es la tradición democrática de las tribus eslavas, además de cultivar la tierra en común. Para algunos, esta tradición es antagónica al posterior Estado zarista. También hubo una gran influencia griega: Ya en la Antigüedad había colonias griegas en las costas del Mar Negro y luego la Iglesia cristiana griega evangelizó a los rusos. Dejó influencia en el alfabeto y la religión - son predominantemente ortodoxos y no apostólico-romanos. En tercer término vinee la invasión de los mongoles. Este pueblo, de costumbres más salvajes y primitivas, dominó a los rusos durante algunos siglos.

 

El antecedente del Estado ruso es el Ducado de Moscú, surgido a fines de la Edad Media. Los Duques de Moscú fueron los primeros en sacudir el yugo mongol y se emparentaron con la casa imperial de Bizancio. Caído el Imperio Romano de Oriente, los Duques de Moscú reivindicarán el título de “Césares” (“Zares”) y usarán el emblema bizantino (un águila de dos cabezas). En esto desempeña un importante papel la iglesia ortodoxa, que proclamará Moscú como “Tercera Roma”. El régimen zarista se configurará con los elementos autocráticos de los Emperadores Bizantinos, mas el respaldo ideológico de la Iglesia.

 

Expansión imperialista: El Estado ruso creció a costa de sus vecinos, conquistando y sometiendo diversos pueblos, muchos de los cuales eran completamente distintos en idioma, costumbres y religión de los rusos. Un punto decisivo está marcado por el reinado del Zar Pedro I el Grande, que impuso una serie de reformas y creó una nueva ciudad a orillas del Mar Báltico, que llamó San Petersburgo. Allí fue obligada a mudarse la Corte, dejando Moscú y convirtiendo San Petersburgo en la nueva capital hasta la Revolución.

 

La Revolución Francesa ejerció gran influencia en Europa, pero el impacto no fue tanto en Rusia. Durante la primera mitad del siglo XIX Rusia fue el baluarte de la reacción conservadora, contribuyendo a reprimir levantamientos antiabsolutistas en países vecinos.

 

Reformismo de Alejando II: En la segunda mitad del XIX el Zar Alejandro II, luego del trauma de perder la Guerra de Crimea -que puso en crisis al régimen- introdujo algunas reformas, como la abolición de la servidumbre. Los cambios no modificaron esencialmente la aristocracia -de hecho, Rusia continuó siendo una monarquía absoluta. Tras la muerte de Alejando II en un atentado terrorista, Alejandro III neutralizó las reformas, retomando la ortodoxia reaccionaria y conservadora.

 

En Rusas hubo muchos levantamientos pero los más directos a la Revolución de 1917 se remontan al siglo XIX. Fueron intelectuales y escritores que comenzaron a cuestionar al zarismo desde la ficción literaria (la actividad política estaba prohibida).

 

Populismo: Los naródnikis –“populistas”- fueron los primeros grupos revolucionarios de influencia directa sobre la generación que protagonizó los sucesos de 1917. Estos “populistas” asimilaron las ideas socialistas que se difundían en Occidente, pero creían que la existencia de ciertas características primitivas del campesino ruso -vida comunitaria, tierras de cultivo compartidas, autoridades locales, etc.- hacían posible ahorrarse las penurias del capitalismo mediante un tránsito directo al socialismo. A tal fin, procuran movilizarse al mundo rural, pero sus propósitos se estrellaron con el atavismo y la desconfianza de los aldeanos. La policía zarista no tardó mucho en capturarlos.

 

Terrorismo: El fracaso de lograr cambios pacíficamente y la decepción ocasionada por el rechazo del campesinado condujo al terrorismo. Organizaciones como Naródnaia Volia (Voluntad del Pueblo) declararon la guerra al zarismo y se concentraron en eliminar a sus figuras prominentes. Su mayor éxito fue asesinar al Zar Alejandro II.

 

Otros socialistas depositaban sus esperanzas en la clase obrera urbana. Estos jóvenes campesinos escapaban del mundo rural en decadencia y eran más permeables a las nuevas ideas. La estrategia era, entonces, crear un partido socialista con inserción en los trabajadores, tal como se hacía en Occidente, desechando el terrorismo individualista. Aquí comienza la Revolución rusa.

 

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INTRODUCCIÓN

 

Se ha calificado a menudo a la Revolución Rusa como una “tragedia”. Si así fuera, se presentará como tal: primero se describen personajes y circunstancias, luego se muestra como se traba el conflicto y se desemboca en la resolución. Se empieza con el hombre que parecía ocupar el centro mismo del escenario: el Zar de todas las Rusias.

 

1. El hombre

 

Nicolás II fue un personaje paradójico: Por un lado, estaba convencido de que el régimen autocrático resultaba absolutamente necesario en Rusia; pues fue criado y educado bajo la idea de que su voluntad expresaba la voluntad popular. Pero al mismo tiempo, carecía de la fuerte personalidad de sus ancestros en el trono. “Lo quiero yo, y así tiene que ser” era la divisa del zarismo.

 

Nicolás II fue comparado con Luis XVI y tiene mucho sentido. Ambos perdieron la corona por sus propias torpezas e incapacidades, antes que por crueldades o abusos, que también formaban parte del sistema de gobierno. Tanto a Nicolás II como a Luis XVI les tocó vivir un proceso revolucionario ascendente, que venía potenciándose desde mucho tiempo atrás y sus personalidades revelaron ser impotentes para tomar medidas: Nicolás II osciló entre la represión y el reformismo, pasando de la una a la otra, procurando que todo continuara exactamente igual y bajo la influencia de consejeros o familiares, cuyas opiniones eran irreales o contradictorias entre sí.

 

Otro elemento en común se refiere a sus matrimonios: En ambos casos, se trataba de alianzas estratégicas entre familias reales de Europa. La Zarina Alejandra pertenecía a la casa alemana Hesse-Darmstad

 

y  recibiría el apodo de “la Niemka (“la alemana” o “la extranjera”), tal como a María Antonieta la llamaron “la austríaca”.

 

Alejandra fue una típica dama victoriana -de hecho, fue la misma reina Victoria quien se hizo cargo de ella-, con todos los prejuicios típicos de la nobleza británica. Advirtiendo las indecisiones de su marido, trató de influenciarlo con sus propias opiniones, contribuyendo así a mayores descalabros políticos. Los testimonios coinciden en que la Zarina no era una mujer carismática, que pudiera ganarse el aprecio, ni del pueblo, ni de la Corte. Entre otras cosas, ni siquiera hablaba bien el ruso, por lo que se entendía con su marido en inglés. A la nueva Zarina no le gustaba la vida pública: Aparecía muy poco en la Corte, lo que generó la impresión de que despreciaba a los rusos. La anciana reina Victoria, enterada por comentarios de la creciente impopularidad de su nieta, le escribió sugiriéndole más tacto para ganarse el amor y respeto del pueblo, a lo que la Zarina respondió “te equivocas, mi querida Abuela: Rusia no es Inglaterra. Aquí no tenemos que ganarnos el amor de la gente. El pueblo ruso reverencia a sus zares como seres divinos.”

 

El más significativo aporte de la Zarina al desprestigio imperial provino de una circunstancia familiar involuntaria: su hijo, el Zarevich Alexis, vino al mundo padeciendo hemofilia. La casa Hesse ya registraba antecedentes, pero nadie los tuvo en cuenta. Esto generó la lógica preocupación y la provisión de continuos cuidados, ya que el heredero del trono podía morir desangrado ante cualquier herida leve. La Zarina, decepcionada de los médicos y proclive al misticismo, no tardó en buscar el auxilio de curanderos y charlatanes. Trotsky recuerda que durante el reinado de Nicolás II y Alejandra no cesaron de desfilar por el Palacio adivinos y epilépticos traídos de todos los ámbitos de Rusia e incluso de otros países. Había proveedores de la casa real encargados de esa mercancía, y que se congregaban en torno al oráculo de turno como una especie de Cámara alta todopoderosa.

 

Así, un oscuro personaje, el monje Rasputín, se convirtió en una poderosa figura. De acuerdo a los testimonios de la época, Rasputín, un hombre inculto y tosco, poseía ciertas dotes de hipnotismo, que calmaban los dolores del Zarevich. A pesar de que pronto se notó que no tenía precisamente las costumbres de un “santo” -le gustaba beber mucho y las fiestas, y practicaba la libertad sexual con cuanta dama de la Corte se le ponía a tiro-, la Zarina le tenía plena confianza y por eso adquirió vía libre para obtener cualquier cosa de Nicolás II. ¿Por qué se toleró durante casi una década a este personaje que desprestigiaba al gobierno ruso? Por un lado, Rasputín era un campesino, es decir, parte del “sencillo pueblo ruso” que “adoraba devotamente” a los Zares -según creían ellos-. Nicolás II, desconfiando de las intrigas palaciegas de sus cortesanos, suponía que aquel personaje tenía una franqueza espontánea y que bien podían perdonársele algunas indiscreciones. Además, estaba el hecho objetivo de su influencia tranquilizadora sobre el Zarevich y la Zarina. “Mejor un Rasputín que diez ataques de histeria al día” decía Nicolás II. Finalmente, cuando a Nicolás

II  le llegaban informes cada vez más precisos sobre la conducta de Rasputín -borracheras que terminaban en

 

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destrozos, violaciones, etc- el Zar se cerraba tercamente en declarar que sus vínculos con el monje era un asunto “familiar y privado”. De un modo similar a lo que luego ocurrió con Perón e Isabelita o con su Secretario Privado, López Rega; Nicolás II interpretaba las críticas a Rasputín como un ataque a su persona y se ofuscaba.

 

Finalmente, en 1916, un grupo de nobles, hartos de Rasputín, organizaron un complot para asesinarlo.

Aunque tuvieron éxito, era muy tarde: Al zarismo sólo le quedaba un año de vida.

 

2. El Régimen

 

El atraso de Rusia en relación con las otras potencias europeas a principios del siglo XX ha sido un lugar común de todos los historiadores, desde Trotsky hasta Figes. Atraso institucional por el anacronismo del sistema zarista, pero también atraso social y económico.

 

Orígenes del Sistema Autocrático.  En la historia de Rusia hay que destacar ciertos elementos importantes para la comprensión de los sucesos posteriores.

 

a)       El origen eslavo. Los eslavos llegaron a Europa provenientes de Asia. Algunos se instalaron en Ucrania, en llanuras fértiles, generando lo que luego sería la civilización rusa, mientras que otros continuaron avanzando hasta los confines del Imperio Romano. El tronco común étnico incidió -incide, incluso ahora- en la política exterior rusa. Los eslavos, además, cultivaban la tierra en común, desconociendo la propiedad privada del suelo. Estos rasgos van a incidir en una interpretación muy popular en los revolucionarios del siglo XIX, quienes contraponían la libertad ancestral del pueblo ruso frente a la autocracia del Estado zarista, el cual, no sólo surgió posteriormente, sino se constituyó con principios políticos importados del extranjero, tomados del Imperio Bizantino o de la Prusia del s. XVII.

 

b)      La influencia griega. Los griegos ya tenían colonias en los alrededores del Mar Negro desde mucho antes que arribaran los eslavos. Mas tarde, fueron también misioneros griegos cristianos los que convirtieron y evangelizaron la región. Los eslavos se plegaron a la Iglesia ortodoxa, distinguiéndose de las otras tribus bárbaras que llegaron hasta Europa Occidental, donde quedaron bajo la influencia de la Iglesia Católica. A la diferencia religiosa se sumó la divergencia idiomática: Los lenguajes occidentales como el español, italiano o francés evolucionaron a partir del latín, mientras el idioma ruso adoptó los caracteres cirílicos más vinculados con el griego.

 

c)       La invasión mongol. La llegada de este pueblo de costumbres rudas y despiadadas fue sumamente traumática para Rusia. La floreciente cultura eslava prácticamente desapareció: Sus principales ciudades fueron arrasadas y los pobladores sobrevivientes huyeron hacia el norte. La conquista fue favorecida por la división de Rusia en diferentes principados, una situación equivalente al feudalismo que se había producido en Occidente.

 

Los mongoles impusieron buena parte de sus costumbres y tradiciones, como arrodillarse ante grandes personajes y besar la orla de sus vestiduras, que luego perduró en Rusia. También el maltrato de subalternos y mujeres. Trotsky: “…el zarismo es una forma intermedia entre el absolutismo europeo y el despotismo asiático, y tal vez se acerca más al último”.

 

d)      El ascenso de Moscú: De esta ciudad comenzó a hablarse a partir del siglo XII. Se trataba del Gran Ducado de Moscú, cuyos gobernantes, los Duques de Moscú eran unos nobles rusos nada distintos de los otros príncipes diseminados por las llanuras de la zona. Incluso estaban también sometidos al yugo mongol, pagando el correspondiente tributo.

 

Pero a principios de la Edad Moderna, los Duques de Moscú tomaron una serie de iniciativas de fuerte repercusión política. Por un lado, se independizaron de los mongoles. Por otro lado, se vincularon -matrimonio mediante- a la descendiente del último Emperador Bizantino, cuyo país había sucumbido arrasado por la invasión turca. Rusas. Y a partir de ese momento, los Duques de Moscú empezaron a considerarse sucesores del título Imperial, esto es, de los césares romanos, o bien, en ruso, Zares (de csar o tsar).

 

e)      Reformas de Pedro el Grande: El siguiente punto de inflexión fue el advenimiento del Zar Pedro I, hacia el siglo XVII. A diferencia de sus predecesores, Pedro I se interesó en Europa Occidental y dedicó un gran esfuerzo a modernizar Rusia, es decir, introducir prácticas europeas a la fuerza. Una de sus medidas decisivas fue cambiar la capital: A orillas del Mar Báltico, Pedro I fundó una nueva ciudad que se llamó San Petersburgo, a donde obligó a mudarse a toda la Corte. Esa sería la capital hasta 1917, cuando los bolcheviques regresaron a la tradicional Moscú.

 

 

 

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La Rusia Conservadora. -La Revolución Francesa no penetró Rusia como otros países europeos. Tras la derrota de Napoleón Bonaparte, la Santa Rusia se convirtió en uno de los baluartes de la reacción conservadora. “Fue el tiempo en que Rusia asumió el papel de ‘gendarme’ de Europa. El Zar intervino en Francia, Italia y Austria para proteger ‘los tronos y altares’ y envió tropas para que combatieran en la revolución húngara. La ideología oficial proclamaba la autocracia, la religión ortodoxa, la superioridad de la nobleza, la obediencia muda para las clases inferiores y el modo de vida patriarcal como bases firmes del Estado. El atraso, la inercia y la ignorancia, consideradas virtudes nacionales, se mantuvieron por medio del militarismo y la centralización fuerte. Una organización policial de Estado y un ejército de codiciosos y corrompidos burócratas, cuyos retratos pueden encontrarse en Gogol, Pisemski, Saltikov y en todos los escritores realistas del período, formaron la columna vertebral del régimen político del país. El abuso podía mitigarse con sobornos, los siervos y todo el común del pueblo era explotado sin piedad y tratado duramente por los superiores. Los siervos conscriptos tenían que servir en el ejército durante veinticinco años; los azotes, las marcas con hierros candentes a los criminales, la prisión y el exilio eran los métodos de la justicia atrasada y dirigida por el peculado. Toda la población estaba regida por una bárbara crueldad. Las distintas nacionalidades que encerraba el imperio permanecían oprimidas: polacos, judíos, caucasianos y letonios eran maltratados.

 

Mientras en Europa el ascenso de la burguesía desplazó a las nobleza de los cargos públicos, imponiendo el principio de la igualdad e idoneidad como base del acceso a las funciones; en Rusia la nobleza continuó monopolizando los altos cargos del Estado. Por ello, el aparato burocrático del zarismo no sólo quedó estancado en rituales y ceremoniales arcaicos; no solo comprendía a personajes mediocres, que recibían los puestos por su condición social y no por trabajo y esfuerzo; sino además se reveló como incapaz de responder a los desafíos y complejos problemas del Estado moderno.

 

La policía vigilaba todo, en correspondencia necesitaban permisos para publicar libros o cualquier actividad. “En un libro de física la expresión ‘fuerzas de la naturaleza’ fue proscrita por atea, en uno de cocina se suprimió ‘el aire libre es necesario para la masa’ por su simbolismo, un poeta confesaba que quería a su amada ‘sobre todo el mundo’ y lo castigaron porque nadie podía estar sobre Dios y el Emperador, etc.”

 

El estancamiento político e institucional, era reflejo del profundo retraso social. La burguesía rusa era mucho más débil que la burguesía occidental y el capitalismo se introdujo tardíamente, generalmente, ligado a empresarios extranjeros y no alteró los rasgos predominantemente agrícolas del país.

 

La Servidumbre. -Una traba fundamental fue la persistencia del régimen de servidumbre, un arcaísmo medieval que mantenía a los campesinos sometidos al noble de la zona que habitaban. En Europa occidental la servidumbre se desarrolló en la época feudal: los nobles se protegían a los campesinos y a cambio, éstos les proporcionaban servicios, fundamentalmente trabajar las tierras. Cuando se daban las ventas o sucesiones, se transmitían con ello los servicios de los campesinos. Este régimen había sido abolido en Europa años atrás pero aún se mantenía en Rusia en el siglo XIX, sumado a que las obligaciones de los siervos no estaban reguladas, de modo que invocando vaguedades, como la costumbre, el noble imponía cualquier capricho.

 

Además de ser un régimen ya superado en Europa, la servidumbre frenaba la migración de los campesinos a las ciudades, trabando el crecimiento de un proletariado urbano. Recién en la segunda mitad del siglo XIX, cuando comenzó a desarrollarse el régimen capitalista, Alejandro II dispuso su abolición.

 

Fue en el marco de una serie de reformas generadas, a su vez, por la derrota rusa en la guerra de Crimea. Como sucedió luego en 1904, la debacle militar puso en tela de juicio el sistema autocrático y el zarismo comenzó a tratar de eliminar los aspectos más retrógrados y conflictivos.

 

Pero -y de nuevo ocurrió luego en 1905- las reformas fueron demasiado débiles o quedaron neutralizadas en los hechos. “El nuevo Zar, Alejandro II, carecía de firmeza. No pudo desprenderse de su ambiente reaccionario, ni destruir la pared levantada por la corte entre el trono y el país. Pero no fue ajeno a la necesidad de reformas y estuvo dispuesto a concederlas, aunque sin ir muy lejos. Esta ambivalencia produjo todas las contradicciones de su época y tuvo funestas consecuencias.”. Por ejemplo, mientras el mundo se liberaba a los siervos, por otro lado, fue el mismo Alejandro II quien dispuso el aplastamiento del levantamiento de Polonia de 1863. La esencia autocrática e imperialista del régimen no había cambiado. El asesinato de Alejandro II en un atentado terrorista hizo que su sucesor, Alejandro III fiera marcha atrás y Rusia retornó a la senda reaccionaria de Nicolás I. Nicolás II, heredero de Alejandro III, continuó por el mismo camino, que lo llevó a la Revolución de 1917 a pesar de la clara advertencia de la Revolución de 1905.

 

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La abolición de la servidumbre, de ningún modo fue gratuita. Alejandro II fue elogiado por haber hallado una solución equitativa para todas las partes, es decir, indemnización para los nobles y transferencia de tierras para los campesinos liberados.

 

Aunque las familias campesinas habían trabajado las mismas tierras durante casi 300 años gratuitamente, sólo los nobles fueron compensados. El ucáds -decreto imperial- del Zar Alejandro II establecía que las indemnizaciones serían acordadas por unos organismos arbitrales, que terminaron integrados por los mismos miembros de la nobleza. El precio de las tierras transferidas fue sobrevaluado. Como era una deuda gigantesca para los campesinos y aún con pagos periódicos llevaría treinta o cuarenta años, el Estado hizo de intermediario: la monarquía pagó a los nobles y a cambio, resultó acreedora de los siervos emancipados por dichas cuotas. Hacia 1903, la suma que pagaban los campesinos rusos, con capitalizaciones e intereses acumulados, se elevó hasta el billón de dólares oro”. Recién tras la conmoción de la Revolución de 1905, el gobierno resolvió abolir los pagos.

 

Por otra parte, la emancipación por derecho no resultó emancipación de facto, puesto que el campesino quedó sometido al noble en muchos otros aspectos. Si antes el aristócrata ordenaba azotar al público al campesino ante cualquier falta y en base a que era el amo; ahora siguió haciendo lo mismo, pero desde el nuevo rol de magistrado o funcionario.

 

En resumen, Rusia llegaba al siglo XX con una revolución postergada que se tornaría mucho más fuerte y radical en la misma medida que se intentaba detenerla.

 

3. Los Revolucionarios

 

A partir del momento en que los antiguos Duques de Moscú se convirtieron en Zares, toda su energía se dedicó a ensanchar el espacio territorial bajo su dominio. Partiendo de Moscú y sus alrededores inmediatos, Rusia creció en tres direcciones.

 

1)      Hacia el Oeste alcanzando la costa del Mar Báltico y alargando su frontera hasta los estados alemanes de Europa central.

 

2)      Hacia el Sur, llegando hasta el Mar Negro, con los lógicos conflictos con el Imperio otomano.

 

3)      Hacia el Este, atravesando la inhóspita Siberia, para arribar a la costa del Pacífico. Allí se encontró con el Imperio Japonés, lo que trajo consecuencias.

 

En este crecimiento cayeron bajo dominio de los Zares una multitud de pueblos de costumbres, idioma y religión que no eran idénticos a los de los rusos: finlandeses, suecos, alemanes, estonianos, letones, polacos, judíos, musulmanes, tártaros y georgianos. Estos pueblos no se resignaron a la sumisión: Un ejemplo característico fue la resistencia polaca en Polonia, cuyos levantamientos durante el siglo XIX contaban con la simpatía de toda la intelectualidad europea.

 

Los judíos. El pogrom. - Particularmente difícil fue la situación de los judíos. El crecimiento de los   movimientos revolucionarios desató tendencias antisemitas en los defensores del orden: nobles, policías, religiosos, etc. -el mismo Zar Alejandro III era abiertamente antisemita y no le preocupaba disimularlo, para espanto de sus consejeros diplomáticos-. Muchos judíos eran intelectuales de ideas liberales o directamente socialistas. Era lógico: El régimen los obligaba a vivir en “zonas de residencia”, es decir, creó ghettos y les prohibió el acceso a las escuelas y a las universidades, como así también ejercer determinadas actividades. Los peor tratados eran los judíos; confinados casi en su totalidad en una región específica, la llamada Judería a la Empalizada, y a los que se privaban de muchos derechos civiles. Aún en la Judería, ningún judío podía poseer legalmente una parcela de tierra.

 

Hay una expresión rusa que ha trascendido a otros idiomas -como con las palabras “Zar”, “bolchevique” o “sóviet”-: pogrom. El pogrom (pogromo en una versión más latinizada) consistía en un verdadero “linchamiento” de judíos. Bajo el estimulo del pope (sacerdote) y con la tolerancia indiferente de la policía -si es que no colaboraba- un grupo de personas atacaba sorpresivamente los barrios judíos, destruyendo viviendas, golpeando o matando a sus ocupantes y violando mujeres. Estos pogromos comenzaron a principios de 1880 y se reiteraron esporádicamente, particularmente en las proximidades de 1905.

 

Además de insurrecciones nacionales, la historia rusa registra una buena cantidad de levantamientos populares internos, siendo los más destacados de origen campesino.

 

Pero la influencia más directa de los sucesos de 1917 proviene del siglo XIX. Los revolucionarios del siglo XIX fueron discípulos y sucesores de los intelectuales del siglo anterior, que no sólo lucharon contra el zarismo,

 

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sino elaboraron una teoría política emigrara hacia la literatura. Los grandes escritores del siglo como Tolstoi o Chejov, planeaban sus críticas mediante los personajes ficticios de sus obras.

 

Los primeros revolucionarios fueron intelectuales. No era casual: Eran quienes más en contacto estaban con las ideas occidentales y por eso, se daban cuenta del atraso ruso. Dentro de Rusia, el régimen de censura impedía la discusión abierta de ideas, pero sí se podía encubrir bajo la forma de crítica literaria o cuento. El primero en romper el límite fue Alejandro Herzen y su continuador fue Nicolás Chernishevsky.

 

Los Estudiantes. - Un sector donde prendieron las nuevas ideas fue el estudiantado:   “Nicolás I había   siempre considerado a las universidades como focos de ideas liberales y a los estudiantes y profesores como revolucionarios en potencia. Habló también de los ‘malos efectos del aprendizaje sobre hijos de campesinos y siervos’. Después de los movimientos de 1848, se suspendieron todas las misiones que iban a estudiar al extranjero, el derecho constitucional de occidente y filosofía se suprimieron y la enseñanza de psicología y lógica fueron confiadas a teólogos. Se estigmatizaron las ciencias naturales como ‘fuentes del ateísmo’ y las sociales fueron reprobadas por ‘diseminar el contagio del radicalismo’.

 

Al promediar el siglo XIX el estudiantado ruso estaba dividido en 3 grupos:

 

1)      Monárquicos: La propaganda oficial los había prendido. Eran minoría

 

2)      Izquierda: comprendía populistas, socialistas y anarquistas. Era el grueso de los estudiantes junto con el sector liberal.

 

3)      Liberales: Pretendía ocupar el espacio intermedio entre las otras dos corrientes: Deseaban transformar a Rusia de acuerdo a los modelos occidentales, lo que implicaba la posibilidad de conciliarse con la monarquía, si ésta reducía sus poderes bajo un régimen constitucional. Las reformas de Alejandro II alzaron el crecimiento de los liberales, pero tras su muerte, la reacción conservadora de Alejandro III hizo que se reforzara el desarrollo de la izquierda.

 

Bajo la prédica de Herzen, Chernishevsky y otros intelectuales rusos se multiplicaron los grupos revolucionarios clandestinos. Uno de los más destacados de la segunda mitad del siglo XIX se llamó Dsiemlia y Volia, tomando como lema una frase de Ogarev, discípulo de Herzen. Ogarev “…escribió un artículo cuyo título era: ‘¿Qué es lo que el pueblo quiere?’ con la respuesta ‘tierra y libertad’, fue el nombre del primer movimiento populista”.

 

Los populistas. - Todos estos revolucionarios de mediados del siglo XIX fueron englobados bajo la   calificación de naródnikis, es decir, “populistas” (de “narod”, “pueblo”). “El populismo era menos una doctrina que un conjunto de sentimientos y actitudes. Se trataba de una consecuencia de las reformas del Zar Alejandro II, cuyo resultado fue que “…El siervo liberado estaba lejos de ser feliz. El pueblo común sufría a causa del abuso administrativo y la sujeción económica. La ignorancia y la miseria reinaban en las aldeas y en las ciudades de provincia. Rusia todavía era un estado feudal y semibárbaro pese a la fachada magnífica de su capital y de algunas grandes ciudades. La única salvación residía en la demolición del régimen autocrático y en su reemplazo por la sociedad colectivista. Tal visión de la revolución socialista se acompañó con el mito populista. Los jóvenes intelectuales fundan su ideal en la idea del pueblo ruso, que en sus sueños se convertía no sólo en víctima de la miseria y la opresión, sino también en el modelo de bondad e instintiva virtud socialista. Los populistas afirmaban que el pueblo ruso era colectivista de corazón y por costumbre y que su vocación era lograr el socialismo. Esperaban también que, si los buenos campesinos eran despertados por medio de la propaganda, llegarían naturalmente al conocimiento de sus necesidades y posibilidades, y construirían la sociedad perfecta”-Slonin.

 

Fue así como a principios de la década de los ’70 del siglo XIX emergió con fuerza la consigna “ir al pueblo”. Se produjo un desplazamiento de estudiantes e intelectuales al campo: “Acudieron a las aldeas en carácter de carpinteros, artesanos y enfermeras y a las fábricas, como simples obreros para vivir la misma vida de los trabajadores rusos. Pronto, sin embargo, llegaron a comprender que sus esfuerzos desarticulados eran un despilfarro de energía. Los campesinos y los obreros miraban con hostilidad a estos extraños apóstoles de la igualdad y la policía no tuvo dificultad en coger a los mensajeros de la nueva fe.

 

El fracaso de la consigna “ir al pueblo” generó una crisis y amplios debates. Un sector de los jóvenes revolucionarios sacó conclusiones radicales: Sólo ellos podían combatir al zarismo, con mecanismos de acción directa. “El propagandista pacífico dio origen al terrorista inflexible”.

 

El grupo terrorista conocido como Narodnaia Volia (“Voluntad del Pueblo” o “Voluntad Popular”), al que afluyeron ex miembros de Dsiemlia y Volia, concentró sus esfuerzos en la eliminación del Zar Alejandro II.

 

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El éxito de Narodnaia Volia en 1881, cuando finalmente una bomba termino con la vida de Alejandro II, fue una victoria efímera: La represión que siguió con Alejandro III fue demoledora. La cruada de terror exterminó al mismo partido ejecutor. El grupo quedó desmantelado casi por completo.

 

Pero no todos los miembros de Dsiemlia y Volia habíans seguido el camino del terrorismo. Para otros, como el sector llamado Chiorny Pieriediel (“Reparto Negro” o “Reparto popular”; terminó que alude a la participación de tierras entre los campesinos), la vía revolucionaria dependía de la creación de un partido de masas como los que existían en Occidente. Influenciados por el marxismo, que comenzaba a difundirse en Rusia, alejados del populismo en retroceso; este grupo depositaba su fe en la clase obrera urbana. A diferencia del mundo rural, el proletariado de las ciudades estaba conformado por campesinos jóvenes, que habían emigrado de las aldeas en busca de progreso. Golpeados por la dura realidad de las fábricas, estaban predispuestos a la lucha y además, eran más permeables a las nuevas ideas. En resumen, puesto que fracasaron en el campo y que el terrorismo tampoco resultó una alternativa que cambiara las cosas, sólo quedaba una posibilidad: Ganarse a la clase obrera, tal como lo hacían los socialistas en Occidente.

 

En la ciudad provinciana de Simbirsk, sobre el curso medio del Volga, vivía una familia de clase media que resultó particularmente afectada por estos debates del mundo revolucionario ruso a fines del siglo XIX. El mayor de los hijos, Alejandro Ulianov, estudiante universitario en San Petersburgo, se unió a un grupo terrorista, pero fue apresado junto con su hermana, cuando estaba preparando un complot. Juzgado con la dureza tradicional del régimen, se lo condenó a muerte y fue ahorcado. Uno de los hermanos menores del ajusticiado, Vladimir, estudiante brillante, sufrió el impacto del suceso. Nunca olvidaría la cobardía general de la pequeña comunidad de Simbirsk, como los supuestos viejos amigos de la familia la abandonaron súbitamente, incluso los que compartían opiniones críticas hacia el régimen zarista. No siguió los pasos de su hermano, se convenció de que el terrorismo era una mala elección y había que seguir otra vía. El joven estaba inscripto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Kazán, terminaría acercándose a los grupos socialistas que, desechando el terrorismo, trataban de conquistar a los obreros urbanos. Vladimir Illich Ulianov iniciaba un largo y trabajoso camino en la militancia política clandestina, que lo convertiría en una de las figuras más polémicas del siglo XX. En el mundo, luego lo conocerían como Lenin.

 

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Hacia 1905

 

“En Marzo de 1872 un pesado tomo de economía política escrito en alemán aterrizó sobre el escritorio del censor zarista. Su autor era bien conocido por sus teorías socialistas y todos sus libros anteriores habían sido prohibidos. Aunque las leyes de censura habían sido liberalizadas en 1865, todavía existía una clara prohibición contra una obra que expusiera ‘las dañinas doctrinas del socialismo y el comunismo’, o que provocara ‘la enemistad entre una y otra clase’. Las nuevas leyes eran lo suficientemente estrictas para prohibir libros peligrosos como la Ética de Espinoza y el Leviatán de Hobbes. Sin embargo, este magnus opus alemán se consideró demasiado difícil y abstruso para ser sedicioso. ‘Es posible establecer con certeza - concluyó el primer censor- que muy poca gente en Rusia lo leerá, y todavía menos lo entenderá. Además, añadió el segundo, puesto que el autor atacaba el sistema británico de fábricas, su crítica no era aplicable a Rusia, donde la ‘explotación capitalista’ de la que hablaba nunca había sido experimentada”. El libro era El Capital de Carlos Marx.

 

El Capital fue un éxito instantáneo. Los 3000 ejemplares de la primera edición rusa se agotaron en un año, mientras en Alemania tardaron 5 años en vender las primeras 1000. Modernamente, se puede llamar un best seller en Rusia. Los intelectuales lo devoraron, y entre los estudiantes resultaba casi impropio no ser marxista; “Nadie se atreve a levantar la voz contra Karl Marx en estos días -se quejó un liberal- sin atraerse la ira de sus jóvenes admiradores”.

 

El éxito de Marx tenía explicación: la inteligencia rusa siempre estuvo fascinada con la racionalidad occidental. Marx venía con un planteo de rigurosa lógica y cientificidad que resultaba atractivo para los intelectuales rusos de la época. También, el marxismo traía soluciones y respuestas para todos los problemas que habían enfrentado los revolucionarios rusos de la generación anterior: El atraso de Rusia quedaba aclarado por el sustrato económico en el que pocos se habían fijado y además, el marxismo prometía la superación de dicho atraso, ya que el capitalismo resultaba inevitable -y hasta estaba empezando a desarrollarse en Rusia-. La revolución dejaba de ser una cuestión de simple voluntad para convertirse en una necesidad histórica. Pero no la consumarían los campesinos, sino el joven proletariado que estaba creciendo

 

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en las ciudades y que cada vez sería más numeroso, a medida que se desintegraba la comuna campesina. Era un sistema doctrinario que cerraba por todos lados.

 

La clase obrera urbana. - El marxismo no sólo se difundía en la   intelligentzia   rusa. También era absorbido   por la creciente masa de trabajadores, campesinos jóvenes, que habían dejado la aldea buscando progreso y vida autónoma.

 

En 1900 el Conde Vitte, Ministro de Finanzas de Nicolas II se mostraba orgulloso de los bajos salarios – “un regalo afortunado a la empresa” dijo- que se pagaban en Rusia. Según Vitte, esto se debía a que la nueva clase obrera, formada por jóvenes campesinos, tenían muy pocas necesidades, puesto que llegaban ya criados “en los hábitos frugales de la vida rural”. Esto justamente atrajo a los capitalistas extranjeros: los obreros rusos eran más baratos y no tenían leyes laborales, las masas proletarias urbanas de la Rusia de principios del siglo XX eran un polvorín que solo esperaba que alguien le acercara la mecha.

 

Varios grupos marxistas comenzaron a formarse en Rusia, naturalmente en la clandestinidad. A veces la policía los descubría inmediatamente y quedaban disueltos de hecho, con la captura de sus integrantes. En medio de esta situación desfavorable emergió el Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR o RSDRP en ruso) , integrado por algunos conocidos ex miembros de la   Dsiemlia i Volia   y otros más jóvenes, entre los que   estaban Lenin y Trotsky.

 

Como solía ocurrir, el POSDR pronto cayó en las miras de la policía zarista. Sus principales miembros fueron procesados y deportados a Siberia. Allí algunos consiguieron fugarse, volviendo a reunirse en el extranjero. Desde allí estos emigrados editaron el periódico Iskra (“La Chispa”, en ruso, aludiendo a la frase “una chispa encenderá una gran llama”) que luego se difundía clandestinamente en Rusia.

 

En 1903 se produjo otro suceso significativo: El POSDR se dividió. Fue en ocasión de celebrarse un Congreso General del Partido donde se iban a discutir los Estatutos.

 

El grupo de los más jóvenes, ya bajo el liderazgo notorio de Lenin, proponía un partido disciplinado, que contara con “revolucionarios profesionales”, íntegramente dedicados a la causa de la revolución. El otro sector del POSDR, donde se ubicaban los más antiguos, era partidario de una mayor flexibilidad, lo que permitiría atraer a las clases medias u otros sectores burgueses hostiles al zarismo. De acuerdo al testimonio de Trotsky -presente en el debate-, los primeros eran la línea “dura”, que acabaron siendo los bolcheviques , que significa “mayoritarios. La segunda rama era la de los “blandos”, los mencheviques , que significaba “minoritarios”, todo según la cantidad de delegados alineados para uno u otro bando.

 

Aunque al principio esta división no pareció muy importante -de hecho, bolcheviques y mencheviques continuaron trabajando juntos en el periódico- poco a poco, las diferencias se volvieron cada vez más pronunciadas y estallaron en 1917. Los bolcheviques creían que el proletariado ruso ya estaba en condiciones de tomar el poder por sí mismo. Los mencheviques sostenían que en las condiciones en que se encontraba Rusia, era preciso consumar primero la “revolución democrático-burguesa”, el equivalente a la Rev. Francesa. Esto generó acusaciones cruzadas que luego se harán ambos sectores: los bolcheviques dicen que los mencheviques van a la rastra de la burguesía, y estos rebatirían que los primeros eran aventureros inconscientes y precipitados, que iban a asaltar el poder irresponsablemente.

 

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En 1891 estalló una crisis económica que provocó el hambre en quince provincias rusas. Millones de campesinos quedaron expuestos a la muerte mientras el gobierno zarista volvía a mostrar su incompetencia, en principio negaba los hechos y luego fue muy torpe en el suministro de auxilios. La hambruna de 1891 tuvo dos consecuencias importantes: por un lado, afianzó la difusión del marxismo, tanto por la capacidad de explicar científicamente la situación, como por la radicalización política que se produjo entre los jóvenes. Por otro lado, un intelectual llamado Victor Chernov fundó un partido de izquierda en 1901 que alcanzaría amplia difusión entre el campesinado. Eran los Socialistas Revolucionarios , más conocidos en la historia rusa como “eseristas”, a causa de sus siglas “SR”. Los eseristas no eran completamente marxistas, aunque adoptaron muchos puntos de la sociología de Marx, lo que los acercó al POSDR.


 

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