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Economía |
1° Parcial (Domiciliario) |
Cátedra: Molle |
1° Cuat. de 2011 |
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Unidad temática 1: La economía como ciencia.
Parcial domiciliario
La economía: una ciencia histórica y social
Aunque ya no hay dudas de que la economía es una ciencia, dentro de los mismos
que la toman como tal, hay quienes la niegan casi sin darse cuenta. Según Pablo
Rieznik, la economía es una ciencia porque, entre otras cosas, identifica que la
realidad no es transparente sino aparente o reconoce el permanente movimiento de
la misma, sus constantes rupturas y transformaciones (Rieznik, 19-23). Pero aquí
mismo es donde surgen algunas diferencias y aparecen planteos cuya argumentación
es inviable, predecible y sin futuro ya que al presentarse se contradice a ella
misma. Este análisis intentará derribar el planteo de la economía como elemento
organizativo-administrativo de la sociedad, sin rasgos históricos ni de
relaciones entre las partes, presentándola como una ciencia de las formas que
han adquirido las diversas sociedades humanas para desarrollar la producción, el
intercambio y la distribución (Engels, 67).
El objeto de estudio de la economía
Francisco Mochón y Víctor Beker dedicaron un libro entero a instaurar una
economía cuya unidad de análisis sea de un modo aislado, exclusivo. Así, la
presentan como el estudio de la forma “en la que los individuos y la sociedad
efectúan las elecciones y decisiones para que los recursos disponibles, que
siempre son escasos, puedan contribuir de la mejor forma a satisfacer las
necesidades individuales y colectivas de la sociedad” y también la forma en que
esos individuos “’economizan’ sus recursos en orden a obtener el máximo
provecho” (Mochón y Beker, 98).
El planteo se quiebra desde el comienzo: ¿los individuos toman esas decisiones
individualmente, sin ser afectados por las relaciones que mantienen en el
proceso de producción y en su vida misma? Resulta imposible que se limiten a
elegir como si existiera posibilidad o referencia alguna de encontrar toda
respuesta a una necesidad al alcance de sus manos y fuera de las condiciones
previas de producción. En este sentido, Friedrich Engels es muy útil al aclarar
que la tarea de la ciencia económica “consiste más bien en exponer los males
sociales que destacan como consecuencias necesarias del modo de producción
existente (…)” (Engels, 67). Además de responsabilizar al sistema de producción
de las condiciones materiales de existencia de la sociedad correspondiente, la
teoría económica debe analizar las relaciones de producción que se dan dentro de
un sistema económico puntual en una sociedad para entender el resto de sus
formas de relacionarse.
La economía es una ciencia social, no individual
Mochón y Beker creen que la economía se caracteriza a fin de organizar y
priorizar las necesidades colectivas a satisfacer, pero también las individuales
Mochón y Beker, 98), independientemente del origen de lo obtenido. Pues
Candelaria Hernández Villarreal
DNI: 37353018
claro, para ellos es la ciencia de la elección que trata de la conducta
individual. Esto es insostenible porque para valerse de los bienes que
satisfagan sus necesidades, es necesario partir de la base de que a ellos los
genera el trabajo, la producción. La teoría de Mochón y Beker omite cabalmente
al trabajo y este es de los principales componentes en la cadena que finaliza
con el bien adquirido.
Por ejemplo, la división del trabajo en comunidades; se trata de una formación
social en la que todos los miembros cooperan, se organizan y coordinan los
trabajos para luego repartir los productos; una formación social surgida de un
sistema de producción (Karl Kautsky, 7). El proceso de producción, distribución
e intercambio, las relaciones sociales de producción, lo que se puede ver
afectado el modo de producir de cierto sistema dependiendo la distribución son
puntos que quedan de lado en la teoría de Mochón y Beker.
Para Rubin y Kautsky, en cambio, y ampliando el concepto, del desarrollo mayor o
menor de las fuerzas productivas, es decir, de la transformación y el desarrollo
de los medios de producción, dependen los cambios que se den en las relaciones
de producción (Rubin, 79 y Kautsky, 5).
La economía es una ciencia histórica
Por otra parte, si hay algo que vale mencionar entre las omisiones de los
autores que nos ocupan, es aquella que olvida la presencia de la historia en los
procesos productivos. No es posible concebir a una ciencia sin un marco de
periodicidad junto con las constantes y variables propias de una época
determinada. A esto hay que sumarle el aporte de Pablo Rieznik, quien aclara que
la realidad de la que una ciencia se valga para analizar, “es una realidad en
permanente movimiento, en permanente transformación (…). Por eso la realidad
siempre es histórica”. (Rieznik, 21).
Todo lo que pasa, pasó y pasará, sucede en un contexto puntual con condiciones
variables constantes, de transformación y cambio radical o total. Para realizar
algún aporte a algún tema ya tratado o abrir un nuevo debate como en el caso de
la economía, es necesario estudiar procesos anteriores y la relación de estos
con la actualidad que se tiene como objeto de estudio, su influencia en la
formación, su evolución. Engels nos da un ejemplo sobre esto: “Para llevar a
cabo plenamente una crítica de la economía burguesa no bastaba con el
conocimiento de la forma capitalista de la producción, el intercambio y la
distribución. Había que estudiar también, al menos en sus rasgos capitales, y
considerar comparativamente las formas que la han precedido o que aún subsisten
a su lado (…)”. (Engels, 67).
En términos generales, Mochón y Beker intentan establecer que la tarea de la
economía es sobre las actividades estrictamente económicas. Pero la resolución
de los problemas económicos no podría jamás ser exacta “porque siempre habrá
elementos arbitrarios en el comportamiento de los individuos”. (Mochón y Beker,
99). De uno u otro modo, este postulado también significa reconocer la
incapacidad de su economía para atender otros espacios que la componen y
modifican permanentemente. Es contradictorio presentar a la economía como una
ciencia que posa su mirada sobre los puntos que sólo
Candelaria Hernández Villarreal
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puede explicar y que resolverá problemas económicos aún sabiendo (y diciéndolo)
de la existencia de otros factores que influyen en su análisis, teórico y
práctico. Considerarla como la ciencia de la elección es reducirla a un sentido
individual y no contemplativo, por ejemplo, de las relaciones sociales de
producción o de trabajo; explicarla como necesaria en todo momento en toda
relación económica entre seres humanos –tal así lo critica Rosa Luxemburgo-
(Luxemburgo, 32) significa omitir los procesos que la conforman.
La negación es el patrón de la intención de Mochón y Beker y, aún peor es que en
ella dejan demostrado que son conscientes de lo que ocultan pero aún así eligen
trabajar sobre los fundamentos que más convencen (“organizar los recursos para
adquirir provechosamente los bienes que satisfagan las necesidades humanas”-
Mochón y Beker, 98). Sólo habrá que echar luz sobre el asunto y destapar los
parches que estos autores han puesto ante los conformistas; las contradicciones
están a la vista.
La mercancía y el trabajo asalariado: categorías propias del capitalismo
Dentro del proceso que significó el alcance e instalación del sistema
capitalista se encuentran varios procesos más pequeños que conformaron esta
transición. Por ejemplo, la transformación de propiedad común a privada, la
conformación del proletariado, el despojo de los señores feudales, la
apropiación de tierras, la el nacimiento del mercado interior. Pero entre estos,
hay dos cuestiones interesantes a resaltar por sus condiciones dentro del
sistema, la producción de mercancías y el trabajo asalariado.
La producción de mercancías nace a partir de uno de estos procesos más pequeños:
la sobreproducción, el excedente. En el marco de la colaboración social y una
coordinación de distintos trabajos (Kautsky, 7), el perfeccionamiento de los
medios de producción no tarda en llegar y, junto con él, las fuerzas de trabajo
y producción utilizadas se van desplazando a otras actividades nuevas o menores.
La aparición de nuevas técnicas ayuda a producir lo mismo en menor cantidad de
tiempo y con menor cantidad de fuerza de trabajo requerida. Hasta tanto se
asignen las nuevas actividades, la sobreproducción se hace presente y mientras
tanto es necesario despejarla; nace el intercambio o la venta. En palabras de
Kautsky, “el cambio de mercancías es la consecuencia natural del desarrollo de
las fuerzas productivas más allá de las estrechas necesidades de la sociedad
primitiva. (…) La forma de producción exige una ampliación del campo del trabajo
social; pero, como las distintas colectividades son extrañas e independientes
entre sí, esta ampliación es posible (…) solamente por el cambio recíproco de
los excedentes del trabajo de las colectividades” (página 8).
Sin embargo, estas nuevas mercancías antes eran productos. Una mercancía no es
un producto de uso personal de quien la produce, ni tampoco de su familia; sino
que está destinada a ser intercambiada. Se produce por exceso, no porque sea una
necesidad básica del productor. La transformación de
productos en mercancías tiene que ver con características sociales y no
naturales, “su producción es una forma de producción social que no se concibe
fuera de las relaciones sociales y que representa una extensión de la producción
social”. (Kautksy, 8).
Asimismo, otro modo de producción de mercancías fue el alcanzado durante la
formación del proletariado junto con la transición al capitalismo. Antes, cada
familia campesina producía estrictamente lo que necesitaba. Ahora, producen
también para vender. Esto es, el mercado interior. Así lo relata Kautsky (135):
“su campo reducido ya no basta para sustentarlos, su cultivo se ha convertido
para ellos en una ocupación secundaria; retrocede la industria doméstica para el
consumo personal, dando lugar a una industria doméstica, que produce mercancías
para los capitalistas (…)”.
La formación de este proletariado, antes campesino y aún más atrás esclavo,
también lleva a sus miembros a vender su fuerza de trabajo, su mano de obra, su
único medio de subsistencia en el sistema, como si esta misma fuera una
mercancía. Su paga es el conocido salario.
El trabajo asalariado es la relación social del capitalismo y para ser posible
esta relación, tiene que haber mercancías. Para que exista un sistema de
salarios es necesaria la libertad del trabajador de hacer lo que quiera con su
mano de obra (venderla, alquilarla) y elegir en qué emplearse y sacar rédito,
dejar ese trabajo si la paga ofrecida no es justificable por el trabajo
realizado. Un sistema de salarios genera dependencias “dobles”: entre el patrón
y el trabajador (poseedor del capital para la producción de mercancías y
posterior venta), que no puede comprar la mano de obra y depende de este último;
y entre el trabajador y su empleador, teniendo este primero menor libertad
económica y de decisión, pendiendo de la perpetuidad que le de el patrón
capitalista (Dobb, 6 y 8-10).
Como se puede ver, la producción de mercancías y el trabajo asalariado están
íntimamente ligados, pero una cosa aún más cercana a ellos es el carácter social
que los constituye. Ninguno de los dos puede quedar por fuera de las relaciones
sociales de producción dentro de un sistema económico determinado, en una
sociedad puntual. Ambos dependen de cómo se den esas relaciones y de diversos
grados de libertad que el ser humano tenga para elegir dónde y cómo emplearse.
Esto es clave para entender por qué uno lleva al otro y el otro lleva al
primero. Y, además y principalmente, para dar cuenta del cabal ejemplo de la
función que debe cumplir la ciencia económica: analizando estas relaciones en
los medios y modos de producción, hallamos la respuesta a muchas de las
dependencias entre personas, la explicación a la creación de ciertos productos
en mercancías para su posterior venta, o bien, la explotación de ese mercado a
costa del alquiler del único medio del que el obrero dispone para su
supervivencia: su fuerza de trabajo.