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El monopolio y el oligopolio son malas palabras para la mayoría de la gente, de la misma manera que competencia es una buena palabra, aunque no todos pueden especificar lo bueno y lo malo acerca de ellas.
Recibimos la impresión de que el objetivo del monopolista es malo y opresor mientras que el competidor es sano y altruista, de manera que la diferencia puede reducirse a los motivos e intenciones.
Lo cierto es que al monopolista y al competidor los guían los mismos motivos económicos, es decir, tratar de maximizar ganancias.
La empresa competitiva, enfrentada con la necesidad de vigilar los costos e ingresos para sobrevivir, suele ser más cuidadosa del centavo y buscadora de ganancias que el monopolista que puede estar más relajado.
Entonces, que es lo bueno acerca de la competencia?
En teoría, en un mercado puramente competitivo el consumidor es el rey. Esto significa dos cosas, que en un mercado competitivo el consumidor determina la asignación de los recursos a través de su demanda y que el consumidor dispone de los bienes vendidos a los precios más bajos y las cantidades más abundantes posibles.
En un mercado puramente competitivo, cada empresa produce los bienes que los consumidores quieren.
En un mercado competitivo imperfecto, el consumidor pierde gran parte de su soberanía. Las empresas tienen estrategias para influir la demanda de los consumidores: las empresas de publicidad.
Los bienes no se venden tan baratos sino con una ganancia monopólica y debido a que los precios no son los más bajos posibles, el volumen de los bienes vendidos no es tan grande.
En 1867, gastábamos 50 millones de dólares para convencer a los consumidores que compraran bienes; en 1900 hubo gastos por 500 millones; en 1980 ascendieron a 50.000 millones.
En qué medida la propaganda viola la soberanía del consumidor?
Ya no es posible pensar en que los consumidores tienen necesidades “naturales”. Por esta razón, la mayor parte de la propaganda tiene un propósito genuinamente informativo.
Sin embargo, no toda la propaganda es informativa y los gustos de los consumidores son manejados en un grado considerable.
Lo peor de todo es el efecto de la propaganda de convertir al consumidor en un simple objeto de oportunidad, manipulando a través de comerciales que muestran brillantes pisos de cocinas y caballos destellantes.
La diferenciación de productos es también un caso ambiguo. Pocos negarían que la proliferación de marcas sea llevada a veces al punto del absurdo, al punto de un despilfarro económico sustancial.
Cuando la diferenciación del producto se debe a variaciones reales del mismo uno se debería preguntar si una sociedad opulenta debería apuntar a producir la mayor cantidad posible de un producto estandarizado al menor costo posible u ofrecer una cantidad de productos diferentes que satisfagan nuestro paladar admitiendo un costo mayor.
Con la propaganda, alguna diferenciacion en la produccion juega una función útil y eleva el bienestar. Sin duda, hay un placer real en la variedad, aunque uno duda si tendría la forma de anhelo por el “modelo de este año” en ausencia de un gran estimulo externo.
La proliferación de marcas sirve para maximizar las utilidades del público y para crear esas utilidades para maximizar las ganancias del productor.
Muchas empresas grandes son más eficientes en términos de productividad por hora hombre, que las empresas pequeñas, aunque algunos grandes monopolios toleran ineficiencias porque no tienen competencia. Las grandes empresas generan tasas más altas de progreso técnico que las pequeñas empresas competitivas y justifican sus ganancias monopólicas de corto plazo con el progreso técnico de largo plazo.
Debemos considerar que las ganancias en las industrias monopólicas son entre un 50 y 10% superiores a las de las industrias competitivas.
En ciertos campos hay evidencia de que los consumidores a veces son extremadamente explotados. Algunas medicinas han logrado enormes ganancias.
Por otro lado, los oligopolios han brindado mejores condiciones de trabajo que las que tienen las empresas pequeñas. Así, algunas de las perdidas en el bienestar del consumidor son recuperadas bajo la forma del bienestar de los trabajadores.
Los economistas no hablan mucho acerca del poder porque en una situación competitiva, el poder desaparece. En el corazón de la idea de la soberanía del consumidor esta la creencia de que la empresa no tiene poder, que no puede imponer su deseo ni a los que contrata ni a los que sirve.
Esto no es cierto en el mundo real de competencia imperfecta, lo que explica el por qué del control del poder se convierte en un problema creciente en la esfera del gobierno y en la esfera privada de las empresas y el trabajo.
Las corporaciones multinacionales, toman insumos de una parte del mundo, realizan la producción en otra parte y venden en una tercera, lo que significa una nueva dimensión para la economía cuyas implicancias aun no entendemos completamente.
Qué hacer con las grandes corporaciones dentro de los límites nacionales?
1. No hacer nada
Respuesta Friedman: Ganar dinero.
Una organización empresaria tiene que servir como un eficiente agente de producción y no como un conjunto de mejoramiento social. Su función productiva la sirve mejor ganando dinero, ajustándose a las reglas básicas y normas legales de la sociedad.
Friedman dice: Tan pronto como un empresario trate de seguir otra regla que no sea la de ganar dinero, toma un poder que le pertenece a otros.
2. Pedirle a las corporaciones que sean profesionalmente responsables
Los ejecutivos de las corporaciones se deben comportar profesionalmente al usar este poder, haciendo lo mejor posible para juzgar entre las demandas de los muchos grupos de los que son responsables.
No hay criterio para calificar como responsable al ejecutivo de una empresa, ni hay una guía clara para definir la manera correcta en que se ejerce la responsabilidad.
3. Fraccionar las grandes empresas
Sugiere que el poder de las grandes empresas sea disminuido dividiendo a las corporaciones en unidades más pequeñas.
Se debería aplicar una legislación anti-trust para prohibir fusiones y para dividir empresas muy grandes.
Hace algunos años había acuerdo entre los economistas de aplicar la ley anti trust pero dicho acuerdo no se mantiene al día de hoy. Una de las razones es que una industria con una o dos empresas gigantes con pequeñas firmas no opera diferente.
Los defensores de la legislación no ponen en evaluación lo expuesto arriba.
Se ha comenzado a prestar atención al hecho de que las industrias dominadas por grandes empresas tienen la capacidad de crear avances técnicos.
Una tercera consideración es el tremendo tiempo que requieren los casos judiciales importantes de anti-trust.
El fervor de los enemigos del trust fue disminuido por la evidencia creciente de que hoy existe competencia a escala no nacional sino también internacional.
4. Regular a los gigantes
La regulación ha sido la respuesta más antigua al problema del poder empresario. Busco influir o prohibir las acciones corporativas en muchos campos.
Dada la variedad de maneras en que pueden regularse, la efectividad del proceso regulatorio suele ser desprolija.
Podemos discernir dos atributos generales
Los sucesos económicos tienden cambiar más rápidamente que las regulaciones que los gobiernan. Las comisiones reguladoras a veces adquieren el punto de vista de la industria que se supone van a regular, porque deben recurrir a esa industria para contratar el experto que controlara.
5. Estatizar a la gran empresa
La estatización no solo quita enteramente a la empresa afectada de las presiones del mercado sino que la pone bajo la protección política del gobierno escudándola de la crítica efectiva.
El problema de la responsabilidad social no será fácil de resolver. Para casa uno de estos problemas con las grandes empresas, se puede construir contrapartidas relacionadas con el control sobre los sindicatos o sobre el gobierno.
Que hay que hacer?
1. Ampliar la responsabilidad legal de la empresa para que incluya áreas de actividad en las que ahora tiene escasa o nula responsabilidad
2. Ampliar la responsabilidad pública a través de declaraciones. Requerir a las empresas que informen a agencias públicas para que hagan conocer sus gastos. Los impuestos recaudados a las empresas podrían estar abiertos a escrutinio público.
3. Nombrar funcionarios públicos en la junta directiva de las grandes compañías y hacer cargo a estos miembros de la protección de los intereses de los consumidores y de informar acerca del comportamiento que parezca contrario al interés público.
4. Acción correctiva de individuos privados interesados en el problema.
Sería un error concluir dejando implícito que el poder de las grandes empresas puede ser controlado fácilmente a través de unos pocos remedios legales o por el poder de la opinión pública. Muchos abusos pueden ser disminuidos y lograrse niveles mucho mejores de desempeño social.
Las poderosas organizaciones parecen ser compañeras de nuestra era de alta tecnología e independencia social.
Según nuestros intereses, enfatizamos aspectos diferentes de este fenómeno universal.
La cuestión del poder económico permanece solo parcialmente resuelta.
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