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Resumen de Schuazer  |  Historia Económica y Social Argentina (Cátedra: Mateu - 2019)  |  Cs. Económicas  |  UBA

Schvazer, capítulo 7.

 

  A comienzos de la década del 50 se replanteo el proceso industrial. La producción no crecía por falta de maquinas, estas solo podían venir del exterior, pero el país no generaba las divisas para comprarlas /o no había disposición a mayores beneficios.       

     Tampoco se veía posibilidad a mediano plazo debido a las dificultades del agro para aumentar la oferta exportable. La única fuente eran las empresas trasnacionales, en la medida que estas estuvieran dispuestas a aportar esos equipos bajo la forma de inversiones directas, por lo que estas una vez instaladas eran vistas como formas de dinamismo, que traerían tecnología y renovarían los antiguos métodos productivos locales.

Las trasnacionales suponían, podían traer nuevos equipos y métodos de producción, repitiendo la experiencia, del ingreso de ferrocarriles, frigoríficos y otras compañías de propiedad extranjera en el período anterior a 1930. Sin embargo, el ingreso de las trasnacionales presentaba un riesgo; con sus dimensiones y recursos financieros, podían lograr rápidamente la hegemonía en el mercado, superando o suprimiendo al empresario local. 

  Las recomendaciones para que las empresas extranjeras se introduzcan en la región era entrar en ramas vírgenes, donde la presencia de capital local fuera escasa o nula.

 

LOS ENSAYOS DE 1953-1955

 

En agosto de 1953 el gobierno peronista promulgó la primer disposición referida a la inversión extranjera. La ley 14.122 trataba de regular los flujos de fondos esperados y de otorgar garantías jurídicas a sus propietarios. 

La ley formaba parte de un proyecto para atraer empresas a la producción metal mecánica en Córdoba, en asociación con la FMA. Luego de cuatro meses después de la ley se lanzó la licitación para privatizar la fábrica de tractores que estaba instalando esta empresa como parte de su programa industrial. La selección recayó en FIAT que era uno de los proveedores de la planta y dio lugar al inicio de actividades fabriles de esas empresas en Argentina. La FMA quedaría como socio minoritario que aportaba las instalaciones y equipos. El gobierno le pidió al banco industrial que estos le otorguen créditos a esta nueva empresa, que se llamaría FIAT CONCORD.

El gobierno se contactaría con un empresario norteamericano diversificado que tenía problemas en seguir produciendo en su país debido a la feroz competencia de las “Tres grandes” que dominaban el mercado. Káiser formo una asociación con la FMA y mudo su fábrica a las cercanías de la misma. Recibió aporte de máquinas y personal calificado. El aporte de Káiser no fue muy importante, no más del 20% de los activos de la empresa. Sin embargo, la operación se llevó a cabo muy rápidamente, y al cabo de unos pocos meses  la planta comenzó a tener un gran éxito comercial. Los autos se vendían antes de salir de las líneas de producción y la empresa arrojo beneficios desde el primer año.

 

LA APUESTA DE 1958

 

 Llegada a la presidencia de Arturo Frondizi, y su notable decisión de traer capitales extranjeros, sus principales objetivos eran que entrara en la producción petrolera (para aumentar la oferta local y liberar divisas para importar más) y que expandiera las ramas metal mecánica y química (para modificar la estructura fabril y consolidar el proceso industrial). A los pocos meses de asumir, firmo contratos destinados a extraer petróleo lo más rápido posible, mediante la explotación de las reservas ya localizadas. 

 A fines de 1958 el congreso voto dos leyes a pedido del Ejecutivo; una de inversiones extranjeras y otra destinada a promover la inversión local. El gobierno reglamento al instante la primera y postergo la segunda. Los ámbitos estimulados para nuevas inversiones coincidan con aquellos de mayor interés para las trasnacionales.  La ley mostraba interés en atraer estos capitales sin una correspondiente regulación de dichas inversiones.

 El decreto de los AUTOMOVILES se limitaba únicamente a pedir que los equipos fuesen “modernos”. Las empresas contabilizaron sus aportes al valor que las mismas deseaban y todos sus proyectos eran aprobados, no había control sobre actividades. La justificación era que el mercado elegiría a los mejores.

 

DESDE LO TECNICO  Todas las ramas industriales alentadas tenían problemas de economías de escala. Las capacidad productiva de las mismas podían superar ampliamente la demanda del mercado interno, una sola empresa eficiente podría superar la demanda total. La discusión estaba en;  la existencia de una planta de dimensión optima (que obligaría a exportar el excedente) o una algo menor, que se limitara al mercado local pero con mayores costos por unidad producida.

DESDE LO POLITICA ECONOMICO era permitir a una sola empresa (que genere un monopolio) o permitir varias. La opción elegida fue la última. 

 

En el caso de los automóviles se presentaron 26 proyectos que fueron aprobados. El montaje de piezas importadas tuvo un efecto explosivo, ya que la producción se multiplico por nueve. La decantación de la oferta había permitido que sobrevivieran las tres grandes transnacionales de EE.UU, y las de Europa, como KAISER Y SIAM.

En el caso de la petroquímica, se concentró en unos pocos proyectos basados en diversas ventajas ofrecidas por el sector público, en especial por el bajo coste de insumos, que proveían empresas estatales. Los mayores fueron PASA y Duperial en San Lorenzo.

Estas plantas sumadas a la expansión siderúrgica, impulsaron el surgimiento de empresas a lo largo de la cadena fabril: proveedores de partes y piezas (para automóviles y tractores) y usuarias de los insumos ofrecidos (por petroquímica y acero)

Las ramas tradicionales eran llamadas “vegetativas” porque seguían el lento aumento de la población una vez cubierto su mercado interno. Las nuevas, eran llamadas “dinámicas” porque eran capaces de crecer rápidamente y de una forma duradera debido a su independencia con la evolución de la población y su capacidad de crear nuevos eslabonamientos productivos.

 

EL APOYO AL CAPITAL NACIONAL

 

La primera etapa del auge del capital extranjero se localiza entre 1958-1962, hubo crecimiento veloz de las actividades promovidas, en su mayoría para maquinaria y equipos y en menor medida para química (eran las industrias dinámicas), mientras que las ramas vegetativas sufrieron un estancamiento.

Respecto al capital nacional, se consolido el sistema de protección y promoción (que incluía la reserva del mercado local, créditos blandos, y subsidios en algunos casos). Sin embargo, hubo un dualismo en la respuesta: Un grupo menor asumió expandirse, y otro quedo a la espera debido a que no consideraban el contexto apropiado.

Las empresas que se expandían  se concentraban alrededor de núcleos productivos, se  estimulaban por sus relaciones productivas y se organizan en defensa de sus intereses. Por ejemplo, el auge automotor impulso el sector de autopartes, y el avance de la química básica permitió que surgieran empresas de química fina y farmacéutica, encaran la tarea productiva  con baja inversión en equipos y mucho esfuerzo técnico.

 

LA RAUDA FUGA DE LAS ANTIGUAS

 

El avance de empresas más dinámicas se veía acompañado por el retiro de otras más antiguas. Muchas de esas empresas habían perdido aquel “espíritu” de los fundadores y esperaban un cambio o algún shock externo. La organización era muy mala. Los herederos no se rodearon de gerentes y técnicos con capacidad de decidir, tampoco había incentivo de un mercado en expansión. Además, sus instalaciones eran rudimentarias, su escaso crecimiento en la actividad posibilitaba mantener ese nivel envejecido de estructura organizativa. 

Había ausencia de conocimientos técnicos de los gerentes locales: NO HABIA PLANES A LARGO PLAZO, no conocen bien sus costos y no disponen a mejorar sus plantas. En consecuencia, hay despilfarro de inversiones y baja productividad. La alternativa a sobrevivir para estas empresas era realizar inversiones para renovar sus plantes y métodos productivos. Ejemplo de estas empresas: ramas azucareras, grandes frigoríficos, fábricas de cerveza, y numerosas textiles.

 

Los primeros en cerrar sus puertas fueron los frigoríficos, tenían grandes dificultades para mantener sus posiciones en el mercado mundial mientras sufrían el desafío de los nuevos frigoríficos locales que tomaban mercado interno y los remplazaba.   A raíz del cierre del mercado de carnes de Inglaterra, con el fin de la relación especial entre ambos países, los frigoríficos comenzarían a desistir del antiguo método de venta “en consignación”, y empezaron a vender FOB (la carne puesta en puerto el sobre el barco). Uno de los últimos en cerrar fue SWIFT, que quedo en manos de un holding financiero, que no revolucionaron a la lógica productiva, mas tarde “DELTEC” tomaría esta empresa y realizaría maniobras fraudulentas, pero que finalmente la justicia se daría cuenta y los decretaría en quiebra. Finalmente, estas plantas pasaron a control Estatal, donde el Estado asumió los costos de las mismas sin realizar nuevas inversiones ni adoptar mejoras en la producción 

 

En el caso del GRUPO TORNQUIST, que tenía en su poder a seis ingenios azucareros, tenían equipos obsoletos. En 1966 fue intervenido por el gobierno para superar las dificultades que estaba pasando la empresa, pero no fueron solucionados. Finalmente, el Estado creo una compañía especial llamada CONASA, que como los frigoríficos, no hubo inversiones ni mejor productividad.  CONASA siguió esperando esos ingenios que fueron vendidos una década más tarde al sector privado, en el que muchos empresarios locales lo compraron para seguir ganando especulando, a costa de su absorbencia.

Muchas empresas comenzaron a seguir el mismo camino; sus propietarios optaban por extraer el  máximo posible de beneficios líquidos (dinero), antes de dejar la planta hipotecada a los acreedores o al Estado, aquel “Estado benefactor” que se hacía cargo para evitar problemas de empleo. Se bautizó esta práctica “VACIAMIENTO DE EMPRESAS”

  En todos los casos el Estado asumió un rol de “hospital” de empresas en mal estado, haciendo caro de ellas y las mantuvo en marcha aun sabiendo su enorme incapacidad productiva.

 

LOS PRIMEROS RESULTADOS

 

El crecimiento industrial tomo impulso a partir de 1953, se aceleró a partir de 1958 y continuo en marcha hasta 1974. Sin embargo en 1962 fue una excepción debido a la crisis del sector externo. Fue producto de un manejo equivocado del sector externo. Su origen puede verse en:

 

  1. La apuesta al ingreso de capital externo y el deseo de incentivar su arribo lo más rápido posible fueron causa de que se permitan importar partes y piezas para los proyectos aprobados, que disimulaban el ingreso de bienes de consumo durable, desarmados, con la excusa de que se traían para la producción.
  2. La opción por la rama automotriz genero un súbito aumento del parque rodante y de la demanda de combustible, compenso el aumento de producción de petróleo local que se había producido. 
  3. El gobierno otorgo mucha libertad para hacer compras en el exterior, lo que generó una gran demanda adicional de divisas. Esto provocó que los sectores privilegiados compraran muchos bienes de consumo, a cuenta de gastos que todavía no se podían financiar con exportaciones ni crédito externo.

 Los efectos de esta crisis se agravaron más cuando la política economía redujo la demanda interna, perjudicando seriamente a la industria, sin embargo la crisis no duro tanto tiempo.

Una de las consecuencias de esta crisis fue que las empresas fabriles más modernas descubrieron que la exportación podía ofrecer una salida a sus excedentes en caso de que lo necesiten. Esto llevo a que la corriente de productos manufacturados comiencen a crecer. Hubo un crecimiento muy importante en este tipo de exportaciones, a tal punto que ya para 1974 se exportaban tractores, cosechadoras, tubos para petróleo, tornos automáticos y lavadores de botellas. 

Este crecimiento estaba apoyado por; agencias oficiales, empresas públicas que estaban volcadas en “comprar lo nacional”, oficinas sectoriales que  aplicarían tarifas aduaneras, protección a los fabricantes locales frente al peligro de la competencia externa, normas técnicas con el mismo objeto, bancos que otorgaban créditos, estos formaban una gran red que apoyaba este crecimiento industrial.

 

LA ACTITUD DE LAS ELITES

 

Las elites habían estado unidas durante los periodos peronistas, pero se dividieron cuando Perón dejo el poder.

 

FRONDIZI: Su estrategia de cambio fue gradualmente bloqueada por los problemas económicos, más las oposiciones de los militares y las elites tradicionales.  La aparición de Illia daría cierta reconstitución de estas élites, que volvieron a probar su programa con el gobierno de Ongania. La crisis político militar posibilito el retorno del peronismo al gobierno, que no pudo resolver los problemas planteado, la muerte de Perón dio camino a la reconstitución política de la elite tradicional. 

 

La mayor parte de la elite no se resignaba a aceptar que había terminado el periodo dorado de explotación de las ventajas comparativas de la pampa húmeda, insistían en la necesidad de “volver al campo”, sin reconocer que estos cambios sucedieron. La pampa ya no ofrecía esa gran diferencia de productividad, y el mercado externo ya no demandaba tanto como antes.

 

UAI

 La opinión de la UAI no se diferenciaba mucho de las elites, se permitió reconstituir desde arriba, gracias a un decreto, con los mismos dirigentes que la habían conducido antes de 1946. Esto aseguro la hegemonía de un grupo de dirigencia por  muchos años, que obviamente tenían una ideología tradicional, basada en la imagen exitosa de una economía exitosa que no era reconocida como extractiva.

La UAI prefirió mantenerse junto a otras instituciones tradicionales de la elite en defensa de actitudes que no iban a favor de una lógica productiva. La dirigencia seguía estando en manos de personas que no les importaba la capacidad técnica y el aumento de la eficiencia.

El entorno de las elites era muy cerrado, las relaciones de los miembros de la tradicional elite fabril tenían nexos de familia con otros sectores localizados en la actividad de finanzas, era muy difícil creer este tipo de relaciones tan elitistas en una sociedad moderna. Sus acciones no coincidían con los objetivos que podríamos decir que tiene una sociedad moderna.

Este cierre de las elites fortaleció el rechazo hacia técnicos y especialistas, bloqueando el acceso a estos dentro de las empresas a puestos importantes de decisión real. Este hecho incentivo a la “FUGA DE CEREBROS”, que caracterizo a nuestro país. Se comenzaría un proceso en donde nuestro país atraería a aquellos inmigrantes de los estratos más pobres, y expulsaría a aquellos individuos altamente cualificados y profesionales. Miles de profesionales argentinos no encontraron espacio para su vocación y debieron aportar a laboratorios, fabricas del exterior.

 

 

 

LOS CONFLICTOS ABIERTOS

 

Los cambios fabriles encontraron continuas trabas en su marcha debido a fuertes resistencias de otros sectores, tanto fuera como dentro del sector fabril. Esto género que en muchas ocasiones deban replantearse los objetivos debido a estas luchas. Los conflictos internos generaron situaciones de ruptura y parálisis de inversiones.    Destacamos la oposición de la rama grafica a la producción local de papel, el conflicto tuvo su mayor expresión en la intensa crítica de los mayores periódicos a la posibilidad de que se produjera papel para diario en el país.

Los sectores urbanos se enfrentaban con los rurales, provocando continuos desplazamientos de ingresos entre unos y otros y la alternancia entre las políticas de aliento al mercado interno (a favor de empresarios y asalariados, sería el sector urbano) y los estímulos al agro (para generar exportaciones y así resolver el problema de crisis de balanza de pagos, el sector agro) El conflicto surge a partir de los intentos de forjar una industria de maquinaria agrícola, que genero la oposición de los productores agropecuarios, tanto la SOCIEDAD RURAL, como otras organizaciones del agro. Se atacaron proyectos de instalar plantas de tractores. Se argumentaba que eran más caros de los que se fabricaban localmente. 

 El sector agro dejo de quejarse tanto cuando el gobierno decidió subsidiar la venta de estos equipos. El objetivo básicamente era incentivar la mecanización del agro, el tesoro cobraba retenciones a las exportaciones y devolvía esos fondos a quienes se equipaban. Estos cambios tecnológicos permitirían aumentar la producción del agro y por lo tanto, reducir la restricción del sector externo.

En el sector automotriz, se afrontaba una fuerte disputa entre terminales y autopartistas. Los primeros buscaban integrar sus filiares con la actividad de sus matrices externas, y los segundos pedían normas que protegieran y alentaran a la producción local de las piezas que ellos podían proveer.

En el sector siderúrgico también hubo conflictos internos. El resultado fue un notable retraso de la mayoría de los proyectos de expansión ante la imposibilidad aparente de encontrar soluciones. Existían algunos sectores que buscaban frenar los proyectos propuestos. Las pujas en torno de la política sectorial, sus beneficiarios y sus presuntos perjudicados.

La carencia de materia prima impulso la exploración de minerales de hierro y los contratos de apropiamiento con fuentes externas que muchas veces generaban preocupaciones en el ámbito militar sobre la posible pérdida del control nacional de la actividad. Fabricaciones militares definió algunos rasgos del desarrollo fabril y la propiedad local del sector. La  prohibición de vender la empresa impidió a ACINDAR seguir adelante con sus proyectos de asociación con compañías siderúrgicas de los Estados Unidos.

La utilización de chatarra en la siderúrgica llevo a algunos empresarios a ver a los ferrocarriles como una fuente de recursos para fundir en sus hornos y ya no como una estructura básica en el desarrollo nacional. Uno de sus argumentos era que el complejo automóvil podría remplazar al ferrocarril en los servicios de transporte. Esta idea impulso proyectos para impulsar la oferta local de vehículos.

La creciente ambigüedad que tenían  los equipos ferroviarios, que sumado a los  conflictos sindicales, creaban grandes dificultades para el manejo de las empresas y generaba muchos déficits. Fue la base para que la elite determine que las empresas debían llevarse a su mínima expresión.

 

 

Capítulo 8 

 

La luna de miel con el capital extranjero duro menos de diez años desde el ensayo de 1958. El capital y la empresa extranjera no eran motores del desarrollo, además ya amenazaban la supervivencia de una industria propiedad de empresarios locales. 

En el desafío americano, Servan Schreiber (un periodista francés), denunciaba los métodos empleados por las grandes empresas norteamericanas para evadir los mercados europeos. 

Este desafío americano alertaba sobre el poder de las trasnacionales basadas en los Estados Unidos; su penetración en los mercados europeos tendía a suprimir la capacidad de maniobra nacional. 

Resultados de la apuesta a las empresas transnacionales

 

Diversos estudios sobre el ingreso de las transnacionales en el mercado local mostraban desde el origen algunos de los problemas que aquel periodista denunciaba. En parte, esas críticas estaban motivadas en la oposición al capital extranjero, y se basaban en la experiencia local al respecto, en parte se apoyaban en una información que se fue acumulando sobre las consecuencias de ese ingreso, que se podían apreciar en las varias facetas de la vida nacional.

El primer elemento decisivo fue el efecto sobre el balance de pagos, dado que aliviar el déficit era una de las primeras razones por las cuales se habían traído a las trasnacionales.

Ni bien llego ese aporte de capital, primero se advirtió que las trasnacionales no estaban dispuestas a correr riesgos y trajeron el mínimo capital posible. La mayoría aplico la estrategia de dividir su aporte en dos partes: menor de inversión directa y la otra en forma de crédito. Ese crédito debía ser devuelto en un plazo muy corto (no más de dos o tres años).

La estrategia de las trasnacionales tendía a reinvertir una parte de las ganancias locales y girar el resto al exterior. La expansión de las empresas filiales se financiaba con la acumulación local (apoyada por créditos en pesos), la matriz recuperaba su aporte real en plazos breves, y recibía un flujo continuo de ganancias. Por lo que el ingreso de divisas al país termino cuando culminaron las primeras instalaciones masivas de esas empresas. El flujo de inversión fue positivo los primeros años, pero luego se hizo negativo porque las salidas de beneficios eran mayores que las nuevas entradas de capital externo.

La única manera de obtener una balance positivo de divisas en esas condiciones se encontraba en la continuidad de la inversión directa de las transnacionales (las ya instaladas u otras nuevas) cuyo aporte compensaría la salida de las anteriores. 

La masa de créditos que acompaño a las inversiones de las trasnacionales si bien ofreció un respiro en la balanza de pagos, luego el país se vio afectado por la necesidad de pagarlos. A la amortización de los créditos se le sumo el pago de intereses.

El efecto negativo sobre la balanza de divisas se agrava por la remesa de una masa de fondos en concepto de regalías, por uso de marcas y tecnologías, que las filiales pagaban a sus matrices. 

Los contratos imponían obligación para el concesionario de comprar ciertos insumos a la matriz. Además prohibían exportar desde la filial, ya que la matriz se reservaba la atención del mercado mundial. 

Las transnacionales solo querían incorporarse a una estrategia de ventas en el mercado local (la ISI) que conspiraba contra una estrategia del desarrollo hacia afuera. Ese rumbo llevaba a una crisis de balanza de pagos porque el sistema no producía las divisas necesarias para pagar los servicios del capital extranjero que había sido llamado para resolver los problemas de la escasez de divisas. 

Las elites locales tardaban en descubrir que la inversión de esas empresas se contabilizaba en valores mayores que los reales. Las transnacionales traían equipos antiguos que los registraban a precio de nuevos para aumentar el capital con derecho a ganancia.  

Por último, todas las transnacionales instaladas localmente traían partes desde la matriz en cantidades a y precios que dependían de las decisiones de la matriz. 

La propensión a importar se combinaba con la sobreproducción de las partes e insumos que las matrices vendían a sus filiales. Esta práctica se generalizó a medida que las transnacionales tenían la incapacidad de control sobre el flujo de beneficios ocultos en esos precios de trasferencia que se fijaban fuera del mercado. 

Las informaciones recopiladas mostraban que la industrialización a cargo de las transnacionales no resolvía los problemas de balanza de pagos, sino que los agravaba. 

Un estudio mostro que las inversiones de las transnacionales solo representaban menos del 1% de la inversión productiva del país (sin construcciones), por lo que permitió que ocuparan el liderazgo fabril e incidieran con fuerza en aspectos de la economía argentina.

 

 

 

Resultados técnico-productivos

 

Dadas las condiciones de estancamiento productivo y absolencia de los equipos industriales de la Argentina en el momento masivo de empresas transnacionales, toda incorporación de máquinas y técnicas aparecía como un progreso respecto de lo existente. 

El cambio de sistemas productivos, el salto en la productividad, las demandas de personal calificado, etc, marcaron nuevas condiciones que se instalaban en la industria local. Sin embargo, llegaban las limitaciones.

El mercado argentino era muy pequeño por lo que las transnacionales no se interesaron en diseñar máquinas y equipos especiales adaptados a esta escala. Optaron por traer las instalaciones que ya disponían, de acuerdo con la escala y estructura de costos del mercado local. 

El ingreso de varias empresas en cada rama generaba una elevada capacidad ociosa que era otro factor de la distorsión de los costos productivos y de exceso de inversión en la economía. La escasa competencia permitía a las empresas mantener esa capacidad ociosa ya que les facilitaba aumentar la producción cuando el ciclo económico lo demandaba, sin recurrir a inversiones adicionales. 

La incorporación de equipos no siempre adecuados se vio acompañada por el ingreso de muchos que eran viejos. La utilización de esos equipos ofrecía ventajas a las transnacionales porque podían registrarlos como inversión a un valor superior al del mercado, teniendo así una fuente de beneficios adicionales. La industria automotriz ofreció un ejemplo muy claro de esa estrategia a la incorporación de equipos.

 

Balance global

 

En 1956, Prebisch afirmada que estaba a favor de la inversión extranjera y en contra de las grandes conglomerados internacionales. 

La parte decisiva de la inversión externa en la industria argentina en esos años se originó en las mayores transnacionales del mundo; solo un monto menor provenía de empresas de tamaño mediano en el mercado internacional. La presencia que habían alcanzado esas filiales en el mercado interno se potenciaba por el rol de sus matrices, que además tenían el apoyo de los gobiernos de su país de origen. Por lo que algunas transnacionales medianas, provenientes de naciones europeas, exhibieron mayor disposición a invertir y a crecer en el país que las más grandes, el compromiso con la producción y los deseos de los gobiernos locales eran mucho más importantes para las primeras que para las que disponían de posiciones dominantes.

El ingreso masivo de esas firmas distorsiono los ya distorsionados mercados locales. En algunos casos, por sus precios. Las firmas petroquímicas, por ejemplo, vendían a sus usuarios a precios superiores a los internacionales, y estos trasladaban esos costos a lo largo de la visión fabril hasta el consumidor final. En otros casos, los efectos incidían más allá de la rama en la que actuaban. En el caso de las firmas automotrices, por ejemplo, oriento toda la demanda interna de ese bien y contribuyó a modificar la distribución del ingreso, la orientación de la demanda agregada y las tendencias del ahorro. La concentración del ingreso, que era la única vía para que aumentara la demanda de autos, ocurrió por diversas causas. Fue así como la demanda de autos concentró el 44% de la demanda local de bienes durables en 1962.Esa demanda afectaba a otros bienes, que se iban reduciendo en el mercado. 

Además, las ventajas de financiar la venta de autos desvió una gran masa de crédito, en especial la oferta extra bancaria que jugaba un papel importante en el mercado de dinero, hacia ese rubro. 

En 1956 las cien mayores empresas del país incluían 22 extranjeras. Hacía fines de la década del 60, su presencia se redujo debido a la estatización, o quiebra, de los antiguos frigoríficos. 

La expansión de las transnacionales fue muy rápido, gracias a la acumulación de beneficios, sin necesidad de traer divisas del exterior. Así compensaron a expandirse mediante la compra de las empresas locales. 

La Argentina había apelado al capital extranjero tomando las propuestas de protección de las actividades que proponían los propios Estados Unidos. 

 

La renegociación con las empresas transnacionales

 

La interrupción de las transnacionales se fue transformando en una serie de medidas para exigirles mejores resultados en diversas áreas que el mercado no resolvería en las condiciones de hegemonía de las mismas. Los acuerdos y las reglas emitidas buscaron lograr aumentar su porcentaje de producción local (para impulsar la industria y reducir las importaciones), que se decidieran a exportar (para aumentar su escala productiva y modificar la estructura del comercio exterior) y que cambiaran sus relaciones con proveedores y otros agentes locales. 

Las medidas incluían premios y castigos, acuerdos directos con las firmas involucradas, leyes, decretos, etc. El caso automotor, ofrece una notable variedad de normas que se comienzan a decidir desde la década del sesenta hasta ahora. 

Los funcionarios exigían a las empresas automotrices que aumentaran su fabricación local de piezas y partes. Ese requisito era acompañado por la oferta de medidas de apoyo, como el cierre total del mercado interno al ingreso de nuevas terminales, la oferta de créditos a usuarios y otros mecanismos para asegurar la expansión del mercado local. De ese modo se logró que el contenido de producción local se aproximara al 90% del valor de cada unidad a mediados de la década del 60, que los precios para el público bajaran y que el mercado creciera hasta las 300.000 unidades vendidas en 1974. Ese registro marco el momento final de auge del régimen. 

La estrategia consistió en lograr que las empresas exportaran, objetivo difícil debido a la oposición de las matrices. El primer paso se dio cuando se firmó un convenio con la empresa sueca Scania para instalar una planta de camiones pesados en el país. Ese acuerdo retomaba algunas prácticas de la primera etapa del capital extranjero, como exigirle una ubicación determinada, una dimensión productiva, y un compromiso exportador. Scania negocio esas condiciones por su interés en penetrar en el mercado local y definió su planta para que se integrara una similar en Brasil, especializándose en la producción de cajas de velocidad y paliers para mandar allí a cambio el ingreso de otras piezas. 

En 1973, el gobierno ensayo que las terminales automotrices acompañaran una política de promoción de exportaciones industriales decidida como parte de una estrategia de crecimiento. Por lo que se firmaron acuerdos de comercio con diversos países a los que la Argentina ofrecía financiación para colocar sus productos. El Banco Central les pagaba (en pesos) a los exportadores locales y les vendía a crédito (en dólares) a los compradores externos.

El envió de manufacturas tomo auge a partir de esas medidas que no confiaban en la espontaneidad del proceso. El mayor de esos acuerdos se firmó en Cuba, un mercado ambicioso para la oferta fabril argentina, que pidió autos, entre otros bienes. El gobierno reclamó que todas las terminales enviaran unidades, decisión que fue del agrado de algunos pero genero la oposición de otros, como por ejemplo, se generó un conflicto con Ford, que no podía exportar a Cuba debido al embargo aplicado por el gobierno de USA. Por el cual fue necesaria una negociación directa entre el gobierno argentino y la matriz de Ford para resolver el tema y enviar vehículos armados a la isla del Caribe.

Las exportaciones no crecieron tanto como se deseaba. La demanda local absorbió toda la producción de las plantas, que alcanzó su capacidad máxima en 1974. 

La crisis de 1975 provocó el derrumbe del mercado local y frenó una parte fundamental de las exportaciones (que no se podían financiar debido a la restricción externa), solo quedo un flujo reducido de ventar al exterior como resto de esa experiencia.

En medio de la crisis de 1975, el gobierno firmo un nuevo acuerdo con las terminales en el que estas prometían postergar la remesa de ganancias al exterior y gestionar ciertos créditos externos para aliviar la situación de la balanza de pagos, a cambio que se eliminara el control de cambios y la regulación de sus precios en el mercado local. 

 

 

 

 

La creación de nuevas empresas

 

El gobierno argentino comenzó a pensar también en la creación de nuevas empresas. No se trataba de impulsar las ya existentes sino de crear nuevas en los campos donde se notaba la necesidad de tener producción local. El área elegida fue la de insumos básicos. Por lo que se iniciaron los trámites para completar la trama fabril: hierro primario y acero, papel para diarios, etc. Cada una de las plantas para producir esos bienes debía contar con una talla elevada para ser eficiente, tecnologías maduras, inversión, etc, aspectos que podían ser resueltos a partir de la experiencia acumulada con el ingreso de las transnacionales y la nueva situación en el mercado mundial. 

La dimensión de cada planta podía fijarse buscando un acuerdo entre los requisitos técnicos y el objetivo de mayor eficiencia, las posibilidades de mercado interno y las demandas de los empresarios interesados (si había). Las divisas necesarias para su compra se podían obtener vía créditos externos, que en esa época ya otorgaban los proveedores de equipos o los organismos de promoción a la exportación de las naciones que los producían. El Banco Industrial podía aportar el resto de los fondos necesarios. Esas condiciones permitían asegurar la presencia de empresarios locales. El Estado aportaba todo lo necesario para forjar empresas grandes desde la nada. 

Cada una de estas decisiones se tramito de forma secreta.  

 

Un esfuerzo gigante

 

No es posible saber cuánto costaron los proyectos, el sector público no contabilizaba los subsidios que otorgaba o no es fácil calcular los indirectos (que van desde los créditos a tasas negativas hasta las obras de infraestructura realizadas para consolidar el proceso). Por otro lado, los sobrecostos que se originaron en los atrasos, derivado de los conflictos políticos y de la incapacidad de la gestión de algunos grupos favorecidos, aportaron elementos de confusión a los resultados. Los subsidios representaron entre el 80% y el 100% de la inversión real en los proyectos. 

La ley 21.608, dictada en 1977 para regular y restringir la política de promoción, estableció que los empresarios que quisieran acceder a sus beneficios debían realizar un aporte de capital equivalente al menos al 5% de la inversión total, para tener un mínimo de control. 

Las inversiones eran grandes y las apuestas difíciles pero realizables. El peligro de divisas, capital y tecnología fueron superados con más facilidad que las trabas de orden político y las presiones de los posibles perdedores. 

El país no solo instauro un conjunto de industrias básicas sino que logro otros objetivos. Uno fue lograr ciertas economías a escala y cierto grado de eficiencia que modifico el contexto productivo, las nuevas plantas aportaron su oferta en el mercado interno y son hoy las mayores exportadoras de bienes industriales. Otro fue esparcir las plantas en distintas zonas, evitando su concentración en Buenos Aires. Un tercero fue la consolidación de un grupo de propietarios locales de fábricas contra la difundida impresión, a mediados de la década del sesenta, de que solo había posibilidades para las empresas transnacionales o las estatales. 

En el pasivo se registran otros elementos. En primer lugar, la enorme lentitud de gran parte de algunos proyectos impuso costos y dificultades que afronto la economía nacional. En su mayoría operaban de forma autónoma, con mínimo expansión hacia otros rubros y las plantas encontraron la posibilidad de exportar una protección contra la posible retracción del mercado interno y de la red fabril. Sus demandas de insumos y de trabajo tienen efectos muy restringidos, que se agotaron luego del impulso inicial. Su expansión futura resulto problemática, por los elevados costos de las nuevas inversiones requeridas y por la posible escasez de algunos insumos importantes. 


 

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