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Dirección General Resumen del Libro de Jorge Etkin: La doble moral de las organizaciones Cat. Etkin Año 2006 Altillo.com


CAPITULO 2 – ÉTICA DE LAS ORGANIZACIONES

 

2.1. La ética social aplicada

 

El propósito es brindar bases conceptuales que permitan entender por qué decimos que un proceso o sistema perverso constituye una transgresión o deformación del orden ético y moral en un contexto social determinado, lugar que el observador utiliza como marco de referencia para afirmar que hay una desviación o destrucción.

A las actitudes y requerimientos contradictorios nos referimos con el concepto de doble moral, en lo que tiene de intencional y destructiva.

El concepto de ética. La primera acepción es descriptiva y utiliza metacriterios para explicar el sentido de los enunciados éticos. Estos metacriterios se utilizan para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo libre de lo dominado. Este enfoque desde la propia ética estudia el significado de los valores y de los juicios de valor en el plano de lo simbólico, es decir, qué significan dichos principios para los individuos que coexisten en el sistema.

En el dominio de lo descriptivo, estas mencionadas líneas ideológicas llevan a la construcción de la identidad corporativa. A la representación que el sistema tiene de sí mismo y que los miembros reconocen como el  “ethos” de la organización en que trabajan. La desviación perversa en este nivel consiste en los intentos de confundir una construcción social y cultural (como los valores) para tratarlos como si fueran algo natural, presentándolos como algo inevitable para los que sufren, por lo que son obligados a negar su propia identidad individual.

Una segunda orientación en el estudio de ética trata con conceptos que sirven para definir las conductas socialmente aceptables, son códigos de conducta que definen las acciones preferibles. Estamos en el ámbito de la moral positiva, la definición del debe ser. Son la ideología, las creencias, los prejuicios en los grupos y las organizaciones sociales. La desviación perversa consiste en la imposición de valores que los miembros no reconocen como propios.

Por último, analizamos la ética aplicada en situaciones o contextos específicos, o ética de las desigualdades. En este sentido valdrían como ejemplo las cuestiones de discriminación sexual o racial, la obediencia debida. Las desviaciones perversas tienen que ver con la corrupción, la hipocresía, la mentira o el cinismo en las prácticas sociales.

Vamos a mostrar las implicaciones que trae consigo sostener que los principios morales son universales. Es mantener los valores como algo absoluto, sin considerar el contexto o las consecuencias de su aplicación. Aquí la desviación consiste en ignorar las desigualdades sociales y culturales, o las diferencias de poder entre los miembros, que impide que ellos elijan libremente en la organización.

En segundo lugar, el llamado relativismo moral, que reconoce límites culturales y se basa en las tradiciones, los usos y costumbres aceptados en un determinado lugar y momento histórico. Vamos a considerar como desviación perversa la cambiante interpretación personal de los códigos morales según la conveniencia de los participantes y las necesidades del momento.

En tercer lugar mostraremos el escepticismo de quienes niegan la conciencia moral como algo autónomo que permita valorar los actos como correctos o incorrectos, con lo que es considerada, por tanto, como un hecho irracional.

La ética social como disciplina de estudios, se refiere a la existencia de metacriterios para la guía y la evaluación de los comportamientos del hombre en sociedad. Criterios tales como la bondad, la justicia y la libertad.

También en el interior de las organizaciones se construyen conjuntos de valores y creencias que definen lo permitido y lo deseable para sus integrantes.

En ellos encontraremos un ethos o sistema de valores congruentes con la misión institucional.

A la vez dichos establecimientos no son cerrados, funcionan en el marco de un complejo orden político, social, cultural, jurídico y económico. Las consideraciones éticas y las normas morales atraviesan las organizaciones y se proyectan sobre su interior con distinto grado de adhesión y legitiman las prácticas.

Dichas organizaciones son construidas en el marco de un orden social mayor. En dicho orden se reconoce la naturalidad de ciertos hechos sociales, su desvinculación de los intereses individuales. La organización no puede desconocer dicha realidad social. Lo ético permite aclarar qué significa la afirmación de que “no puede” desconocerlos.

La perversidad no se refiere a la desviación respecto de lo normal, de lo habitual o de una transgresión a las misiones de una institución. Lo inmoral se refiere al incumplimiento en la organización de los principios cohesivos, del “deber ser” social, de los valores que sostienen y articulan la sociedad.

Cambiando el nivel de recursividad en el análisis del sistema social, pasamos a evaluar las desviaciones desde la perspectiva de lo moral. La contextualización de las acciones hace emerger lo perverso frente al observador.

La ética es el fundamento cuyos valores esenciales deben organizar la vida social, como la libertad y la dignidad humana, el bien común, lo bueno, lo equitativo y lo justo. Para lo que se le asigna un conjunto coherente de significados al vocabulario valorativo, de manera que el análisis de lo deseable no dependa exclusivamente de las definiciones individuales. También brinda argumentos que muestran al ocio y la mentira como algo inmoral.

En el nivel de metacriterios la ética social se interroga sobre la cuestión de la justicia y de los derechos humanos. La ética también se pregunta por el trato desigual (pero justo) a los desiguales. Aparece el problema de establecer los criterios para reconocer la diferencia, es decir, las pautas distributivas.

Como discurso, la ética es la argumentación acerca de los valores y conceptos morales; es el estudio del por qué en lo social hay sistemas de preferencias que privilegian ciertos criterios de conducta sobre otros.

Las cuestiones éticas en las organizaciones sociales no pueden tratarse como si fueran problemas de optimización de decisiones. La ética es un encuadre que define los valores en juego, los mandatos sociales a considerar en la situación.

La ética social pertenece más al orden de las preferencias, no del conocimiento. No se expresa como leyes objetivas. Se expresa en forma de necesidades, deseos y representaciones conscientes e inconscientes que se articulan en forma compleja para constituir el imaginario social.

Sólo en un paso posterior en cuando la ética puede constituir el objeto de una reflexión sobre hechos o conocimientos, es decir, después que se ha impuesto en el sistema como un conjunto de comportamientos y de reglas ya experimentados.

El dominio del saber o el conocimiento racional se preocupa de las explicaciones y de la causalidad de las acciones. La perspectiva ética se preocupa por la justificación de las acciones en términos de lo bueno, lo correcto, lo justo, lo equitativo.

De manera que en lugar de hipótesis, leyes, teorías o modelos verificables, los sistemas de ideas éticas se manifiestan como creencias en normas y principios morales. La ética se expresa a modo de valores, de lo considerado deseable como guía y para orientación de los comportamientos en una comunidad moral.

Hablamos de la ética en el contexto social y cultural que elegimos como referencia.

 

2.2. Querer, poder y deber ser

 

En el estudio de la perversidad en las organizaciones sociales, hablaremos de la ética como las razones del deber ser, de los mandatos que se autojustifican porque llevan las razones en sí mismos y no requieren ser demostrados para exigir su cumplimiento.

La ética se basa en el concepto de imperativos categóricos o universales. Un imperativo en un concepto a priori, que expresa un deber, una ley moral. Se trata de un deber de virtud que estás fuera de toda condición o interés externo, porque vale por sí mismo.

La complejidad de lo ético no radica en que los imperativos (el deber ser), no están conectados entre sí de manera lineal.

La ética social aplicada se refiere a un conjunto de metaprincipios acerca de los temas que los juicios morales deberían respetar.

La discusión acerca de lo absoluto y lo relativo de los principios morales es una de las cuestiones que trata el discurso metaético. Es el tema de la contextualización de los comportamientos sociales en grupos y organizaciones, con el objeto de evaluar la legitimidad de los valores aplicados.

Dentro de lo ético corresponde pensar si lo moral es siempre y sólo intuitivo y emocional. Pensar si se trata de cumplir con un precepto o mandato social que además tiene fundamentos lógicos, si los juicios morales deben ser fundados o razonados y por lo tanto si pueden ser discutidos, puestos a prueba. La ética se pregunta si son posibles las normas de conducta válidas objetivamente, más allá de las apreciaciones personales.

La respuesta a estas preguntas origina desviaciones como el autoritarismo, el dogma, el relativismo o el escepticismo.

En el plano de lo ético también se discute sobre el significado de los llamados valores y sus alcances como conceptos reguladores de la conducta. Se pregunta si tiene sentido hablar del incumplimiento de esos valores por parte de alguno de sus integrantes y si corresponde sancionarlo según sea la norma que han transgredido.

En el dominio de lo ético se reflexiona si los valores por los que se lucha en la organización son elementos objetivos o siempre están sujetos a la particular apreciación de quien los pondera. La cuestión es que existen múltiples mandatos sociales aplicables a la misma situación y allí es necesaria la ponderación personal.

El dilema es la coexistencia del “macrocódigo” de la ética o responsabilidad social, junto a las connotaciones internas (o intracódigo moral).

La sociedad requiere que se obedezcan los mandatos y que los integrantes se adhieran a las virtudes preconizadas por el sistema de valores.

Pero el problema (y una de las fuentes de la perversidad) es que la sociedad puede organizarse de tal modo que las normas sociales necesarias estén en conflicto con las normas para la integridad y el desarrollo de sus miembros. Lo cual nos indica que la ética social no es absoluta en sus contenidos, y contiene principios que benefician más a unos grupos que otros.

El contenido de la perversidad, la desviación concreta, la define el observador externo. Formula una definición heterónoma, es decir que confronta la acción o la situación concreta con un principio, mandato o valor que a los efectos de su evaluación toma como referencia de lo justo, lo bueno o lo verdadero.

Su perspectiva es más amplia porque está observando simultáneamente otros contextos sociales (o niveles de recursividad) que enmarcan la realidad cercana del actor. La diferencia con los actores de la perversidad es el encuadre o marco de referencia de a acción.

En el plano de la ética social se discuten entonces los criterios externos, es decir aquellos que los integrantes toman como referencia para darle validez moral a sus acciones o para definir su sentido de responsabilidad. En este nivel, los problemas se razonan desde la sociedad hacia las organizaciones que la integran.

El problema de la ética es el alcance, la prioridad y la coherencia entre principios que afectan otros principios.

Por ejemplo, en el plano de la ética médica, la cuestión de hallar la diferencia entre matar y dejar morir. En la ética militar conocer hasta donde llega la obediencia debida.

Una cuestión ética implica resolver la coexistencia de valores. No se trata de la elección de un solo valor que corresponda o sea pertinente a una situación determinada. Se trata de una decisión intrínseca o metadecisión.

No podemos hablar de la perversidad como si se tratara de algo absoluto o invariable, sino que cada situación necesita definirse por referencia a la ética, es decir, los valores que vamos a hacer prioritarios. El daño, o bien lo positivo de la acción, resultará entonces de analizar la trama de relaciones en dicho marco ético.

 

2.3. La ética autoritaria

 

queremos señalar básicamente dos desviaciones en el plano de lo ético. La primera, el relativismo. La segunda, el autoritarismo. En el primer caso se observa un estado de confusión moral. La idea dominante es que no hay afirmaciones que sean objetivamente válidas.

Lleva a pensar que sólo es verdad aquello que sirve.

En cuanto a la ética autoritaria su mandamiento es que si algo es bueno para la empresa, también lo s para el integrante, incapaz de saber qué es lo bueno para sí mismo.

También se lo inhibe de hacer críticas al sistema. Se establece el culto a la obediencia debida, típica de sistemas totalitarios, también llamados “instituciones totales”.

La ética totalitaria sostiene que las instituciones son instrumentos sociales. La búsqueda de sus metas justifica ejercer todo el poder necesario, incluyendo el recurso a las fuentes irracionales de la autoridad, como el temor, la ansiedad y la impotencia. Las organizaciones con relaciones perversas le temen al juicio racional y la crítica, por lo que buscan la sumisión emocional de sus integrantes.

Frente a lo autoritario se encuentra la ética humanitaria.

En ella rige el supuesto de que todo organismo es único y que su primer deber es estar vivo. Lo ético consiste en agregar que el hombre no puede realizarse en estado de desvinculación con su medio social.

Los códigos y convenciones éticas requieren para su plenitud la libre adhesión de los actores sociales. No convertirlos en sujetos del poder, sometidos a la eficacia de los controles externos aún cuando dichos controles se presenten como componentes de un sistema ético.

Foucault reconoce la singularidad de los sujetos éticos y su posibilidad de ser creativos. Como modo de subjetivación y de realización personal, es una ética que toma distancia de lo meramente prescriptivo, de los códigos impuestos, de lo masivo y uniformante de la sociedad.

Estamos hablando de una ética no dependiente ni sometida al poder de las estructuras económicas y políticas. Es tratar de distanciar la verdad y lo justo del orden de los intereses asociados al poder social.

Lo ético es un imperativo, pero no una coacción. Supone una voluntad de los actores de hacer el bien en libertad.

La ética tiene que ver con la autonomía del sujeto ético. Esto le da fuerza a la ética porque se refiere a una adhesión subjetiva y no a una imposición.

En cambio, la moral implica una contextualización y se refiere fundamentalmente, a ciertos valores, usos y costumbres en la comunidad. A través de la moral en las organizaciones se busca la adhesión, pero ahora a ciertos proyectos, credos o valores específicos. Es decir, aquí se plantea la posibilidad del manejo de los códigos morales para el poder político.

No tiene sentido hablar de una ética de las empresas, o lo tiene en el sentido de una ética autoritaria. Y ello porque en las empresas lo deseable tiene que ver más con lo conveniente (eficaz) que con lo bueno, y de allí sus tendencias restrictivas en cuanto a las libertades de sus miembros.

 

2.4.  El ethos de la organización

 

Ethos significa modo de ser o carácter, tal como se va incorporando a lo largo de la existencia del ser viviente.

Se trata de rasgos culturales que se van inscribiendo en el tiempo, pero también son la fuente de los actos que se repiten en el sistema.

Existe un círculo recurrente entre el ethos como rasgo socialmente construido, los hábitos (virtudes y vicios) y los actos o acciones morales.

El ethos es un concepto en el cual se incluyen las definiciones de lo bueno y lo malo para la organización. Si la organización existe es porque retiene y se apropia de algunos valores más que otros.

El resultado es visualizado por los integrantes de la organización como un sistema de preferencias.

El ethos es una institución, no es lo deseable fijado desde la exterioridad, sino algo que se construye en lo interno. Es un marco donde la organización se va reforzando y actualizando en el tiempo a través de los hábitos y los actos cotidianos.

El término ethos muestra el lado positivo de los valores y creencias que los integrantes toman como referencia para saber que es lo deseable y lo preferible en la organización frente a problemas concretos.

Este modelo no es una decisión política o de gobierno. Es lo que emerge y que está respaldado por as prácticas cotidianas  en la organización. Se trata de un carácter organizacional, un rasgo cultural y no un diseño formal o propuesta estratégica.

El ethos de la organización no es un esquema rígido porque se realimenta con el resultado de la experiencia, con el aprendizaje, los acuerdos y consensos sobre lo deseable en la vida cotidiana de la organización.

El ethos como concepto y como nombre que designa al conjunto de valores que diferencian la organización, se entiende en el marco de una visión autónoma del sistema social. No refleja las demandas ambientales sino los límites que la organización fija.

El estudio de la perversidad supone una visión heterónoma, es decir, ver la organización que funciona en interacción con su medio ambiente, con misiones que la sociedad espera que cumpla, con valore que debe asimilar como parte del orden social más amplio.

En las organizaciones sociales, el ethos puede inferirse de la lectura de los manuales de estilo o las declaraciones de principios.

El llamado ethos es el carácter de la organización, es el modelo o representación, que incluye los esquemas de preferencias en cuanto a los valores morales.

Opera en un nivel en el cual se van definiendo las condiciones o los requisitos no técnicos a ser cumplidos por todas la áreas funcionales.

El concepto de catástrofe es aplicable a los procesos perversos cuando ello cuestionan o ponen en peligro estos valores de la organización con manifestaciones que los contradicen. los integrantes se confunden y la propia organización pierde sentido en su relación con el medio social más amplio, es decir, pierde legitimidad.

Las deformaciones en lugares específicos de la organización pueden extenderse y afectar los principios sobre los cuales se basan los controles internos. Empiezan a ocurrir cosas que antes se rechazaban.

Hemos mencionado el concepto de catástrofe como falla en el funcionamiento de os controles sociales instituidos. En algunos casos la perversión aprovecha brechas, como por ejemplo la falta de sanciones a la transgresión, en otros casos se desactivan los controles establecidos.

En cualquiera de estas situaciones las regulaciones sociales son inoperantes y careen de fuerza para oponerse a la desviación. aparecen nuevas misiones o funciones en las instituciones sociales que escapan a los esquemas y dispositivos de control existentes. Si esto ocurre es porque también fallan las instituciones que realizan el metacontrol en el orden establecido.

Vamos a detenernos ahora a ofrecer ejemplos de creencias y valores que operan como componentes perversos de la cultura de organizaciones en el mundo de los negocios.

La racionalidad de la inestabilidad permanente ha hecho fuerte impacto en el empresariado local. Los años de práctica adaptativa convirtieron la supervivencia en un valor que se defiende ideológicamente y que se transmite al interior de las organizaciones productivas hasta consolidarse en rasgos culturales fuertemente cristalizados.

En estos casos, perverso no es tanto el argumento de la supervivencia como es hecho de que hay un contexto que lo convalida, situación que nos lleva a hablar de la impunidad de las desviaciones y su carácter estructural o cultural.

En estos casos la perversidad no resulta tanto de un desplazamiento en las misiones porque el orden establecido promueve estas actitudes y no las condena. La perversidad existe respecto de principios éticos que se han perdido en el propio contexto que legitima las transgresiones.

 

2.5.  La misión no cumplida

 

El sistema de valores y creencias tiene una función articuladora de los grupos y organizaciones, sostiene la cohesividad en las acciones de sus integrantes.

Dicha función se ubica en el llamado metacontrol del sistema. Es el nivel donde se formula el ethos organizacional.

El concepto de control en este aludido metecontrol no implica vigilancia o imposición.

En este nivel identificativo del sistema se encuentra la representación conceptual que la propia organización tiene sobre sí misma.

Es un saber que orienta a sus integrantes y permite al sistema mantener una existencia autónoma o identificable en su medio cambiante.

En este nivel se define lo que la organización es, se expresan sus misiones como institución social, se marcan las diferencias con otros sistemas, se fijan los límites a lo aceptable como legítimo en el interior de la organización.

Para el análisis de la perversidad en organizaciones debemos fijar nuestra atención en este nivel de decisión y control o metasistema conceptual.

Produce un estado de indefinición o de ambiguedad en el ethos que se desdobla en forma incongruente entre el decir y su realización, llegando así a la doble moral y al doble discurso.

Esta situación suele resultar del poder que ejercen ciertos grupos para imponer nuevas versiones sobre la razón de ser de la organización.

Cuando nos ubicamos en el nivel del metasistema, estas desviaciones pueden analizarse mediante el par conceptual armonía-disonancia.

El impacto de las desviaciones en los valores del modelo de organización es particularmente visible en las organizaciones con culturas cerradas y estructuras jerárquicas basadas en la permanencia de los valores tradicionales o fundacionales.

Son desviaciones que afectan o cuestionan no sólo a las misiones sino también al esquema establecido de creencias y valores organizacionales.

Loa valores que se establecen en el metasistema y que sirven como parámetros para el control son una condición para la cohesión y la autonomía del conjunto.

Cuando el sistema admite las desviaciones porque no las juzga ni las condena hay una redefinición de los valores en el metacontrol. Aparecen valores y lógicas contradictorias, un doble discurso que oculta el conflicto, normalizando las acciones desviadas.

 

 

 

 

2.6. Los valores como algo absoluto

 

El concepto de valores se utiliza en distintos niveles de análisis de la realidad social para hablar de los criterios que guían los comportamientos de las personas en forma individual o como integrante de grupos, organizaciones y comunidades mayores.

Un valor es una preferencia que los actores sienten o consideran que se justifica, ya sea moralmente, a través del razonamiento, o por juicios estéticos.

La posibilidad de inducir comportamientos en los integrantes está relacionada con la congruencia entre los mensajes de los directivos y los juicios de valores de los actores.

Estos valores no son una determinación externa del orden social, sino que también se modifican, adaptan, organizan y relacionan entre sí junto con el propio desarrollo de las personas.

Bajo el enfoque objetivista, el juicio de valor consiste en elegir entre algo que existe, que es dado e inmutable, que no depende de los fines personales de cada acción en particular.

Los valores morales no cambian y son además absolutos.

El hablar de valores es dejar el “deber ser” como algo formal.

En las organizaciones los valores permiten evaluar la consistencia en las preferencias manifestadas por los actore, tomando como marco las misiones de la institución, por ejemplo el saber en la escuela, la salud en los hospitales.

Hacemos referencia a la objetividad en el análisis de la perversidad, lo cual no significa omitir el contexto cultural de la situación analizada.

Además de conocer los valores morales como una norma, como una cualidad o virtud, los actores pueden en cada situación preferirlos o postergarlos, ejecutarlos o no, en la práctica.

Se captan las preferencias entre valores y es posible entonces armar una tabla con distintos niveles o jerarquía de valores.

En el nivel de lo moral existe además un deber ser, una autoridad trascendente, que obliga a reconocer el valor espiritual y aplicarlo aún en contra de los deseos, tendencias o intereses personales. No son valores relativos a la sensibilidad de los actores, sino absolutos, independientes del razonamiento lógico, la reflexión o los hechos empíricos.

Este enfoque implica que no se pueden poner los valores en relación con las interpretaciones individuales.

El objetivismo respecto de los valores lleva a situaciones perversas porque implica una falta de conexión con la realidad y admite que pueda existir un orden de jerarquías inalterable en el tiempo.

Esta idea de lo absoluto, que vamos manteniendo, y el a priori, en cuanto a los valores, implican que el concepto de lo bueno o lo justo se capta de una vez, en forma transparente y en su integridad, a través de la intuición emotiva.

Desde este enfoque el valor es lo que es, tiene propiedades intrínsecas y las cambiantes circunstancias ambientales no podrán modificarlo.

Vamos a mostrar las limitaciones de las explicaciones objetivas de los juicios de valor de los integrantes en grupos y organizaciones sociales.

En el dominio de la ética social aplicada en grupos y organizaciones intervienen factores de poder y política.

Los valores se presentan como una dualidad donde lo bueno no se define por la inversa de lo malo.

La idea de lo justo tiene sus valores, mientras lo injusto puede tener sus propias expresiones, que no son la mera oposición del otro término, hasta el punto de coexistir n la misma situación.

El concepto de valor intrínseco u objetivo está también limitado porque un valor no existe es forma independiente de los restantes.

 

2.7.  Lógica de la reflexión ética

 

Hemos visto la perversidad en las organizaciones como una desviación en las acciones de sus participantes respecto de sus misiones como institución social, de su razón de ser y de lo considerado normal. Vamos ahora a considerar la perversidad derivada de los prejuicios y preconceptos que los actores comparten como miembros de una comunidad cultural.

Los juicios de valor o las expresiones morales, intervienen en el carácter perverso de las relaciones que se arman en las organizaciones sociales.

La visión autónoma marca la tendencia de las instituciones sociales a cerrarse alrededor de las representaciones que ellas construyen sobre sí mismas. Para los integrantes no hay transgresión en la medida que están preparados para pensar las situaciones morales como una cuestión de supervivencia, mientras que el observador externo incorpora en su evaluación heterónoma las nociones de responsabilidad social, misión institucional o protección del medio ambiente.

Lo perverso no sólo trata de los actos de inmoralidad, sino que estas situaciones deben acompañarse por otros elementos como la intencionalidad, la impunidad, el carácter reiterativo de las transgresiones y la existencia de perjudicados por la desviación.

Cuando hablamos de ética del observador no es posible hablar de una percepción objetiva. Con su evaluación el observador construye una realidad porque el la ubica en un escenario y le adjudica sentido o finalidad a las relaciones perversas.

La desviación también se refiere al contexto de la observación, es decir, a la distinción que hace el observador y al lugar en que él ubica los hechos.

La afirmación del observador externo acerca de la existencia de la perversidad no es un acto ingenuo, sino que su evaluación significa que él ha buscado y encontrado diferencias de la realidad respecto del deber ser.

La calificación de lo perverso debe entenderse en el marco de las presunciones y las preferencias del observador externo.

Lo característico en el dominio de los valores morales es que los mensajes se procesan en un contexto más amplio de significación, más allá de las interpretaciones literales.

El concepto de cibernética se refiere aquí a los mecanismos de retroalimentación en los comportamientos sociales. Presenta a la organización como un complejo de sistemas causales circulares, incluyendo círculos virtuosos y viciosos.En el dominio de lo moral encontramos entonces la relación entre los mandatos sobre la organización y las situaciones concretas. En el primer orden se ubica la elección dentro del contexto de los valores existente. El segundo orden cibernético implica mirar la institución desde el contexto que la incluye y la regula, es decir, desde una perspectiva heterónoma. Desde allí observamos y calificamos la perversidad de valores que desvían la organización de sus misiones originales.

La perversidad puede estar ubicada en las intenciones del evaluador, en sus premisas y prejuicios o en su ignorancia.

Es el hecho de desconocer u ocultar las premisas inconscientes que organizan su percepción.

También los integrantes y los grupos pueden halar de la inmoralidad de ciertas acciones en la organización. En ese caso incorporan en este juicio de valor sus presunciones, sus experiencias.

Sostener que hay un proceso reflexivo en las acciones de los integrantes de la  organización, significa que no puede hablarse solamente de 2demandas de la situación” como algo externo, omitiendo, omitiendo la experiencia y preferencias de quienes intervienen en dicha situación.

También es perverso intentar ser objetivo cuando se explican las relaciones sociales o tratar de evaluar un sistema social sin explicitar el contexto de la observación.

La ética social, la perspectiva heterónoma o el concepto de responsabilidad social, son otros tantos caminos positivos para superar los límites propios de la reflexividad. Muestran la necesidad de realizar un salto en el nivel recursivo de las afirmaciones, y así poder reflexionar sobre el “querer decir” del lenguaje utilizado para expresar los valores.

 

2.8.  Etica y ecosistema social

 

El tema de la contextualización de los juicios de valor como forma de entenderlos es uno de los criterios para distinguir entre las expresiones morales y la ética.

El tema de los valores puede analizarse en distintos niveles de recursividad en el sistema social.

Lo perverso tiene que ver con la incongruencia entre los valores aplicados en cada uno de os ciclos y niveles de la realidad.

El pensar en la optimización de un valor en un dominio lleva a la contaminación en otro ámbito del medio social. Y esto se hace visible cuando se analizan las relaciones desde la perspectiva de un ecosistema, es decir, desde la destrucción o degradación del ambiente humano en que dichas relaciones son posibles. La noción de ecosistema también permite integrar al observador en la situación analizada.

Las afirmaciones sobre lo moral corresponden al nivel de recursividad de situaciones concretas en que los valores sociales son afectados y hay que elegir. Los conceptos morales se presentan como un esquema prescriptivo sobre la manera de actuar en forma justa o recta.

Los juicios morales se emiten en un medio concreto o real.

En nuestra descripción sobre la perversidad en instituciones sociales necesitamos realizar saltos recursivos para marcar las desviaciones.

Esto significa que los controles dentro de cada unidad de un sistema de relaciones sociales a su vez son regulados por procesos que ocurren o pertenecen a un contexto ampliado. En la inmoralidad esa regulación de segundo orden es la que está fallando.

Entonces, evaluamos las relaciones internas en la organización y también su interacción con el medio ambiente.

El análisis de la perversidad requiere tratar la realidad desde la perspectiva del ecosistema social, es decir, considerar las relaciones de los grupos y organizaciones respecto del mantenimiento y el desarrollo de su medio ambiente.

La perspectiva ecológica nos muestra a la ética como una visión de la realidad que se preocupa por la armonía en las relaciones de los seres humanos entre sí y respecto de su medio ambiente. La ética tiene que ver con la aplicación del par conceptual armonía-disonancia para regular las relaciones entre los dominios de lo social y lo natural.

Se han señalado los peligros de mantener una política de crecimiento económico, a la sobreproducción junto con el hambre.

Estos enfoques creen necesaria una extensión y reforzamiento de la ética para incluir valores intangibles o no comerciales que tienen que ver con la calidad de vida, con la protección del agua, el aire y la tierra.

El pensar ético debe ampliarse para abarcar la supervivencia del ambiente natural y los valores humanos por igual.

En el orden superior de recursión, el analista aparece formando parte de un sistema de relaciones sociales más amplio en el cual se construyen acuerdos sobre los valores éticos que deben promoverse y protegerse. En este marco ampliado pueden verse los controles compensadores de las desviaciones en el sistema observado.

Las acciones de transgresión y desviaciones se entienden respecto de las regulaciones internas de la institución y respecto de los valores que provienen de los sistemas más amplios que la incluyen.

Lo perverso en las actitudes de quienes evalúan, controlan o intervienen en la organización desde fuera pasa por omitir la identidad de la organización o en mostrarla dependiente del contexto. Esta confusión hace que una autoridad externa denuncie como transgresora o inmoral a instituciones que se comportan de manera creativa o innovadora respecto del orden instituido en su medio ambiente. El concepto de la ética como un esquema cibernético de segundo orden en este caso permitiría decir que dichas denuncias en realidad califican a quien las emite, o que muestran la relación que él mantiene con la institución.

 

CAPITULO 3 – LO MORAL, INMORAL, AMORAL

 

3.1 Religión, política y moral

 

Vamos a considerar la presencia y el sentido de lo moral en las actitudes religiosas. Puede señalarse la intolerancia como un ejemplo de actitud perversa. Los directivos intolerantes en la organización presentan su propia fe religiosa como si tuviera que ser válida para todos.

La moral autoritaria existe cuando un sistema de valores relativo a grupos internos o comunidades particulares se intentan imponer como preceptos universales.

Lo perverso consiste en utilizar para el dogma la apariencia de una verdad no discutible.

En las organizaciones sociales atravesadas por las creencias religiosas de sus integrantes, la perversidad se presenta como una mutua desviación entre las llamadas leyes naturales que provienen de la voluntad divina, respecto de los sistemas racionales.

En el extremo de lo perverso pueden verse las prácticos y los procedimientos que omiten los preceptos morales y religiosos. Ello corresponde a una racionalidad económica que lleva a la degradación física de los más necesitados.

Los integrantes eligen creer no porque deciden lo que consideran verdadero, sino porque además deciden cuales son los criterios para aceptar una razón y la fe puede ser uno de ellos.

En la creencia religiosa hay un acto de voluntad personal.

Entonces lo perverso es obligare a los integrantes a optar por las creencias religiosas fijadas por la organización, cundo ellos no tienen razón o voluntad para hacerlo.

La creencia no es sólo un asunto de entendimiento, sino también de libertad humana, una manifestación de la autonomía.

También es posible que la moral religiosa se exprese como una ideología.

La autoridad dividida entre lo religioso y lo secular puede llevar también a una escisión de la moralidad en lo cotidiano, a su interpretación en esferas autónomas.

La oposición potencial entre la autoridad religiosa y la secular se resuelve en la vida social mediante el reconocimiento de la opinión independiente de los individuos. Pero queda claro que no son mundos aislados sino que la vida en comunidad requiere que las acciones se refieran a un marco ético social no contradictorio.

Con este modelo se puede ejemplificar la existencia de fuerzas políticas que recurren al discurso de lo moral o religioso para enseñar que la obediencia tiene que ser un hábito incondicional y que aceptar lo instituido debe considerarse como normal. Esta versión organizacional contradice los postulados religiosos que señalan el deber a la desobediencia frente a lo inmoral.

El carácter perverso de esta distinción consiste en hacer antagónica la moral religiosa y la moral de las decisiones mundanas. Esto es peligroso porque desde este razonamiento no se podrían desobedecer las órdenes ilegales o injustas, ni por los cargos de conciencia, ni por razones de moral religiosa.

Reconocer que en la vida social existe una multiplicidad de ámbitos de valor no contradictorios permite aceptar que también es racional el desobedecer una orden injusta, la actitud de confrontarla o no cumplirla en forma voluntaria.

 

3.2. La moral relativa

 

Las normas éticas no pueden ser universales y aplicables a todas las situaciones. No pueden existir valores como algo absoluto, porque ellos serán siempre imperfectos o relacionados con el criterio del sujeto.

Pero las normas y valores son básicos son básicos para la cohesión de grupos y organizaciones.

En la realidad se hace difícil pensar en un sistema de preferencias cuyo orden y contenidos sean permanentes o absolutos.

Podemos reconocer los valores en juego, pero para hablar de desviaciones perversas en lo moral, necesitamos además colocar dichas acciones en la complejidad de su concreto marco histórico: la inquisición, la represión, la guerra.

El marco de la  doble moral es una estrategia destructiva de lo social. Se relaciona con la falta de ideología y también con la anomia.

La anomia es un concepto que se refiere a un estado social caracterizado por la incongruencia en los principios y reglas que guían las acciones de los participantes.

Se refiere a un ámbito en el cual se debilitan los dispositivos articuladores con la consecuencia de someter a los participantes a un mundo contradictorio de situaciones paradójicas.

Esta falta de normas, principios o referencias morales es una de las desviaciones a que lleva la lógica de la eficacia.

El relativismo propone “la muerte de las ideologías” (positivas), porque desde el poder le basta con construir las explicaciones después de producido el hecho, buscando las que más convienen. El relativismo es un concepto a posteriori.

Además el relativismo muestra un doble discurso. Por un lado se niega la ideología en el sentido de evitar la crítica. Pero además se propone el ser pragmático, que no es más que otra ideología que propone el resultado como idea legitimadora.

El estado de anomia social a que lleva el pragmatismo no se resuelve agregando reglamentos o formalizando conductas. Lo distintivo de la actitud moral es que los participantes no se someten a reglas por miedo o para evitar sanciones, sino porque creen en su necesidad, en la equidad de esas reglas y porque no tienen dudas sobre su legitimidad.

Sienten la responsabilidad (moral) respecto de las reglas, por convicción y no como obligación, voluntad de hacer el bien.

Y este concepto de autonomía de las personas es también lo que crea dudas sobre la existencia de algo que pueda identificarse como la moral de la empresa.

Entonces la moral de la empresa es la lógica de la eficacia, o lógica relativa a los resultados. Para esta moral lo que es eficaz también es justo y verdadero.

Se trata de construir una moral eficaz que convalide lo que funciona, aunque sólo funcione por imposición o por el peso del poder.

A través del discurso una situación puede ser mostrada como buena o mala al mismo tiempo.

Lo perverso es el cambio no explicitado de valores que sustentan la elección para llegar a una elección que es la preferida antes del discurso.

Esta actitud conlleva la posibilidad de redefinir en forma personal y arbitraria el código o la creencia social.

No podemos aceptar que estos enunciados pueden tomarse como juicios morales.

Como actitud moral el relativismo es un enfoque que otorga argumentos o fundamentos a los razonamientos perversos.

Es particularmente peligroso cuando pone entre paréntesis toda responsabilidad o compromiso de los individuos, grupos y organizaciones respecto de la protección de su medio ambiente social.

Esta actitud equivale a destruir la idea de un orden moral estable y ubica a las personas en sus propios intereses y fuera de la vida social.

En el marco de un orden social determinado, las creencias y valores son estables y no dependen del momento histórico.

La valoración de lo perverso supone que desde nuestro juicio estamos fijando prioridades sociales o leyes morales que consideramos invariantes.

Pero ellas difieren de lo que está pensando el promotor de la desviación. Entonces cuando hablamos de la perversidad, también estamos definiendo un marco de referencia social y cultural.

 

3.3. Lo moral, lo inmoral y lo amoral

 

Nos referimos a la moral como un conjunto de principios y reglas sociales acerca de los comportamientos de los actores sociales, que son coherentes en el sentido de no presentar contradicciones en sus definiciones, contestan a la pregunta acerca del deber ser.

Lo perverso del razonamiento consiste en definir lo moral a partir de la particular interpretación que el propio actor hace de sus actos.

Las virtudes o comportamientos morales no son una opción o un alternativa para los actores sociales. Son uno de los atributos que les permiten relacionarse dentro de la organización y con los integrantes de otras instituciones del medio.

Muchas situaciones no están programadas porque se supone la responsabilidad social de los integrantes. En esos supuestos están los valores y creencias morales.

Los principios morales son mandatos incondicionados, principios a priori.

El actuar en forma moral implica querer respetar dichos principios y no por objetivos o móviles especiales.

En lo moral se destaca la voluntad, la libertad de obrar de cierta manera.

El llamado orden instituido se manifiesta en forma de prescripciones, leyes y mandamientos morales. Pero este orden no es sólo lo formal o lo escrito.

También en lo social podemos hablar de lo natural en cuanto hay hechos o procesos que surgen en forma espontánea y se repiten.

Lo moral se refiere a las convenciones y creencias generales y no discutibles en un medio social determinado, que guían las prácticas cotidianas.

Lo moral es una evaluación que supera las conveniencias, los deseos y placeres individuales. Es esta evaluación están presentes los efectos sobre los demás.

El saber y las acciones productivas no están más allá de lo moral, no pueden ignorarlo en forma deliberada.

El aplicar conocimientos no sólo es una cuestión de acuerdos sobre los resultados buscados sino también sobre sus efectos sobre los valores y creencias que sustentan las relaciones sociales.

Lo moral es un metacriterio para la evaluación de las acciones productivas, en el uso del poder y la elección de metas.

En una organización lo moral es un factor de cohesión, pero no de uniformidad.

Los sistemas morales se ubican en el tiempo y en el marco de ciertas condiciones sociales. Es decir que los preceptos morales no descienden desde lo alto sino que son una construcción cultural.

En cada época deben rastrearse las condiciones sociales que explican los valores dominantes.

Las desviaciones y lo inmoral tienen su propio sentido y coherencia en cada contexto.

En la apreciación moral está presente la idea del deber y la imagen de una autoridad externa. Hay en lo moral un pensar en los demás. El criterio para juzgar las acciones es externo al ejecutor, pro son los actores quienes eligen los valores pertinentes y quienes los interpretan.

La moral no puede construirse a partir de las preferencias personales en las acciones individuales.

Por eso la calificación de lo perverso requiere una perspectiva heterónoma, una observación desde el orden social.

Los valores que constituyen lo moral no están sujetos a las circunstancias del momento y son válidos en lapsos prolongados.

La moralidad limita las formas de conducirse, estableciendo aquello que no debe hacerse.

La moral reconoce a las personas la facultad de elegir o bien de adherirse a los valores que ellos consideran pertinentes para el problema que enfrentan.

Es en el marco de la situación cuando el actor debe elegir si considera que existen valores contradictorios.

Lo moral no se refiere a una transgresión técnica, al incumplimiento de una ley o un reglamento, sino a las acciones que vulneran los códigos sociales, y las convenciones que permiten la convivencia en la organización.

Lo moral consiste en distinguir entre la noción de deber y las inclinaciones personales.

Que es transgredir o desviarse de un principio moral?

La existencia de un conjunto de acciones que son estructuradas y que producen daño a los demás componentes de un sistema social.

Las víctimas están involucradas en una situación de la cual no pueden evadirse.

El análisis de la perversidad se fija en el carácter constructivo o destructivo de sus efectos sobre los valores sociales y las misiones de la institución.

Desde la perversidad también debemos mostrar el enfoque amoral o voluntarista que se basa en la perspectiva autónoma del comportamiento.

Las personas consideran que su libertad está más allá de los deberes y obligaciones sociales.

Los valores se consideran como una referencia u opción a partir de las cuales es posible emitir juicios y evaluaciones morales.

Este enfoque voluntarista sostiene que el impulso hacia el propio bienestar y prosperidad conduce a la indiferencia frente a los demás, el egoísmo no es entonces únicamente moral o inmoral sino simplemente amoral.

Este enfoque niega el deber ser, la responsabilidad social, los imperativos categóricos.

Este es el argumento que los promotores de una relación perversa suelen esgrimir para negar la responsabilidad social de sus actos.

 

3.4. Mesianismo y violencia social

 

Las creencias religiosas se cristalizan en el dominio de lo simbólico: misterios dogmas, ritos, ceremonias, milagros, sacrificios.

La perversidad puede aparecer bajo forma de agravios en el dominio de lo simbólico, en las representaciones, en los signos de la fe.

La intención perversa es agredir a un símbolo (significante), a un sistema normativo (significado) de creencias y valores para destruirlos o reemplazarlos, en beneficio de otros valores.

Se manifiesta como intolerancia, mesianismo y otras formas de discriminación religiosa.

Pero también podemos pensar acerca de la propia religión y hallar en su misma naturaleza las fuentes de a desviación a lo moral, lo social o lo natural. A veces se pide la fe respecto de algo incomunicable y de origen misterioso como forma de disfrazar un interés egoísta y terrenal.

Ocurre que esas confesiones o tradiciones místicas son perversas en la medida que atacan al discurso racional y no ponen nada en su lugar, sólo es triunfo de lo irracional y la sinrazón para lograr la dependencia de los creyentes.

Lo perverso es que el discurso religioso busca su propia coherencia utilizando las reglas del lenguaje y las formas convencionales de retórica.

La actitud de los predicadores es no escuchar lo que dicen las palabras, sino lo que quieren decir.

Esta tendencia provocada tiene el peligro latente de la manipulación desviada hacia los intereses particulares de los predicadores, de la perversión idólatra y supersticiosa de los creyentes. Todo ello está más próximo a la magia y la brujería que a la experiencia religiosa.

El hablar místico recurre a la explicación simbólica. Deja las descripciones de lo que es la realidad, para mostrar las paradojas y las contradicciones de las prácticas sociales cotidianas.

Lo positivo de la experiencia religiosa en la vida de las organizaciones es el desarrollo de un orden de lo simbólico que no implique la inevitable sustitución de la razón como fuente del conocimiento.

Lo complejo se refiere a la coexistencia de la realidad de lo mundano con lo místico y lo religioso.

La mística, que niega la razón como fuente de conocimiento y la posibilidad de encontrar alguna forma de orden y de sentido en las cosas desemboca de manera inevitable en la injusticia.

Son positivas aquellas que no anulan la posibilidad de razonamiento del ser humano y le otorgan argumentos adicionales en la búsqueda de explicación para sus actos.

Utilizamos aquí la función de los profetas como metáfora de ciertos roles de liderazgo que aparecen en adición a la estructura formal en los grupos y las organizaciones sociales. Su figura y sus funciones tienen una connotación positiva para el sistema cuando adoptan una posición crítica frente a la mentira, la corrupción, y la hipocresía en el ejercicio desviado del poder y de la política en las organizaciones.

En las organizaciones sociales lo profético tiene sus desviaciones perversas a veces provocadas por estrategias oficiales.

Hay figuras que aprovechan las creencias religiosas de los integrantes, se autodefinen como predicadores y asumen el rol de custodios de la moral.

Esta situación es propia de las estrategias de dirección que intentan utilizarla cultura interna confines manipuladores.

 

3.5. La voluntad de lo perverso

 

Al hablar de voluntad nos referimos al estado interno o la disposición para querer algo. Lleva a una visión de los actos desde lo autónomo, como una determinación interna de los integrantes.

En los actos perversos existe una previa representación de los hechos y motivos personales que hacen que esta disposición se ponga en marcha.

Lo perverso sólo requiere una conciencia en las partes acerca de la relación que comparten como actores y víctimas.

Vemos a la voluntad como un estado interno, una disposición o un querer hacer de los integrantes.

Entonces, la trama de lo perverso no se construye de manera accidental o impensada.

Lo perverso respecto de la víctima es la falta de alternativa, pero no lo involuntario o lo desconocido. Porque hay algo de él que lo mueve a “quedarse”. Para mostrar los distintos grados y sentidos de la participación en la relación hablamos de actores, víctimas, cómplices, testigos.

Necesario no significa inevitable. Los integrantes viven la situación perversa como algo que se hace necesario para lograr un propósito o para evitar mayores males (en las víctimas).

Algo que, por distintos motivos las partes sienten como necesario en el marco de una realidad que ellos mismos construyen.

La visión perversa de la voluntad la encontramos en la figura de la voluntad de poder.

La vida no es una lucha para sobrevivir sino para prevalecer. El estar vivo implica el estar dominando a otro.

Está en el fondo de los modelos autoritarios de organización.

Son enfoques que admiten la discriminación, los antagonismos, la intolerancia, la represión, y la violencia social como recursos legítimos de supervivencia.

El máximo poder consiste en la implantación y la proyección creadora de un nuevo sistema de valores.

En este medio amoral, los débiles deben resignarse y perecer ante la voluntad de poder de los fuertes.

La desigualdad de fuerzas no es una injusticia sino un reflejo de lo natural en la sociedad. De allí se derivan el deber de obedecer a la autoridad instituida y cumplir órdenes cuyo contenido moral coincide con los intereses de quienes las dictan.

 

3.6. Modos utilitarios de pensar

 

Presentaremos diferentes intentos históricos para superar el problema de la circularidad en la explicación de los comportamientos morales.

a)      El utilitarismo: las personas resuelven los problemas morales guiándose por el sentimiento o la satisfacción individual, la búsqueda del placer y la huida del dolor, como valores supremos. También por el temor al daño personal que pueden sufrir. Se excluye la posibilidad de usar el razonamiento en los problemas morales.

b)      Presentar lo moral como una categoría conceptual, como un razonamiento aplicado a la naturaleza que es impersonal. Sólo puede hacerse lo fundado en la razón. El comportamiento moral se deriva de una ética formal o estructurada sobre bases racionales, que nos dice como actuar en forma desinteresada y no por el interés o los bienes materiales que debemos buscar.

      La voluntad es el poder seguir principios, es la razón práctica.

      Si se quiere ser moral no se puede mentir.

c)       recurrir a las explicaciones religiosas, a la moral teónoma, según la cual la palabra Ser Supremo

      establece qué debe hacerse, exige que nada de lo que la razón pretende saber sea contrario al dogma

      establecido.

 

Veremos los fundamentos de cada uno de estos enfoques sobre lo moral.

La aprobación moral es un sentimiento que surge de la reflexión interna del actor, el vicio se encuentra en el mismo, en su interpretación y no en el objeto. La moralidad no tiene base fáctica porque no hay hechos siempre buenos, sino normas sobre lo bueno que pueden ser o no ser aceptadas por el actor.

La calificación de una acción como viciosa o virtuosa no puede discutirse como algo falso o verdadero, ni se demuestra a través de la argumentación lógica.

En la explicación basada en los sentimientos se ubica el llamado utilitarismo, que propone como criterio moral la búsqueda de la mayor felicidad. Entre las alternativas de conducta, se valora aquella que produce mayores unidades de placer o menor dolor. El interés público (o de la organización social) surge de la sumatoria de los intereses privados. Las reglas sociales se obedecen por el dolor que resulta de la desobediencia.

El concepto de placer y felicidad son  tan amplios que dejan de ser aplicables con propósitos de valoración moral y se transforman en la tautología de tratar de alcanzar aquello que se desea.

Los juicios emitidos sobre la base de los deseos, el interés o el placer no valoran los medios a utilizar o el precio a pagar en términos de otros valores en juego, en la medida que las acciones son preferidas sólo por la satisfacción que provocan.

No estamos frente a una explicación de lo moral sino que se trata de una adecuación de conceptos para hacerlos compatibles con la trama de poder que subyace en la base del orden social.

En la conducta moral el actor no cede a las inclinaciones personales, ni a la sensibilidad, placer o beneficio individual.

La ley moral es invariable y como regla no admite consideraciones cambiantes.

Esto no supone un conformismo absoluto porque el actor es moralmente soberano y su razonamiento siempre está presente. El respeto a la autoridad de los preceptos se basa en que el propio  actor está en condiciones de juzgar si son o no justos.

Este intento de mostrar una moral como esquema formal, sin contenidos e independientemente del orden social, es una fuente de desviaciones perversas.

 

 

3.7. Lo malo de lo bueno

 

Aún cuando el observador afirme que una acción es buena para la organización, esta evaluación puede modificarse cuando cambia la escala de la acción, puede llevar a lo malo de lo bueno.

Si algo es malo, lo contrario no necesariamente es bueno, porque es difícil separar valores que de hecho coexisten. No se los puede tratar como una oposición irreconciliable.

Son perversas las imperfecciones constitutivas de un sistema social proyectado hacia la búsqueda de lo perfecto, y es imperfecto en la medida que su cierre no le permite reconocer sus propias limitaciones, Este es el problema de la reflexividad o cierre del sistema social. El sistema no puede demostrarse errado utilizando los términos que usa para definirse a sí mismo, dado que los errores están incorporados en su visión. De allí también la importancia de incorporar la perspectiva heterónoma, desde la cual adquieren sentido los conceptos de error y desviación de la realidad de las organizaciones sociales

 

 

CAPITULO 4 – LAS DESVIACIONES PERVERSAS

 

4.1 Raíces de la desviación

 

Utilizamos la metáfora de lo perverso para ubicarnos en el nivel de los procesos organizativos, porque la desviación moral consiste en que los actores consideran sus beneficios individuales pero no aquellos efectos que actúan sobre el conjunto social.

Analizaremos un contrato perverso o pacto fundado en reglas arbitrarias. Un pacto que opera como vía de escape a la responsabilidad social y moral de las partes. Las fuerzas inhibidoras ya no actúan o son desbordadas.

Perversidad es suma maldad o corrupción de las costumbres o estado debido.

Alterar o trastornar el estado de las cosas.

Implica una comparación con una norma o deber ser, tiene una connotación negativa e incluye el hacer daño, algo malo o vicioso a los demás.

Se comprueba la existencia de intencionalidad y su correlato de hacer daño, teniendo en cuenta el destinatario.

Se trata entonces de una elección inmoral en las reglas normativas del comportamiento. Un grupo social puede ser identificado y denunciado como perverso, podemos decir que realiza actos de perversión y también que en dicho grupo encontramos perversidad.

La perversión muestra una desviación al orden del mundo.

Lo perverso no es algo, un virus o un carácter predeterminado, sino una distinción del observador.

Siempre estaremos haciendo referencia a una desviación, una deformación, una transgresión, al carácter destructivo de algo, respecto de lo considerado normal o deseable, cuando lo miramos desde la perspectiva más amplia de lo social.

 

En el marco de las organizaciones estudiaremos la existencia de acciones, procesos y estructuras que en la realidad de la organización presentan desviaciones respecto de los siguientes marcos de referencia:

a)      Aquello que ya existe instituido en forma de ideologías, valores y creencias en el medio ambiente sociocultural más amplio.

b)      Lo establecido como tareas primarias, misiones o propósitos de las organizaciones sociales.

c)       Las normas y valores establecidos como habituales, los usos y costumbres en los grupos sociales que operan dentro de las organizaciones.

d)      Las pautas más concretas religiosas o morales propias de los grupos componentes de la organización, sus ritos, mitos y tabúes.

Lo importante de cuándo el comportamiento es normal, no puede verse desde la perspectiva autónoma, desde el lugar del propio actor, individuo o grupo social.

Lo perverso se afirma o denuncia respecto de una norma externa a la relación que tampoco es algo objetivo o impersonal porque a su vez es interpretada o comprendida por el actor. Entonces lo perverso se denuncia o afirma desde una observación ética o moral y desde allí también puede calificarse como irracional, anormal o ilegítima en términos sociales.

 

Hablar de perversidad es denunciar una desviación. Marcos de referencia contra los cuales se confronta y define la perversidad:

a)      Lenguaje en cuanto al abuso de las palabras, los signos, los símbolos.

b)      Lo racional en cuanto al camino, el método, la falta de lógica en las acciones perversas.

c)       El orden en cuanto a la misión de la organización, o la disonancia que produce lo perverso, la fractura, la ruptura.

d)      Lo natural porque está en contra de lo que ocurre en forma espontánea, lo inhibe o lo desvía mediante la fuerza.

e)      Lo normal si es algo fuera de lo habitual.

f)        Lo moral en la medida que la situación significa una desviación respecto de los principios sobre lo bueno y lo justo según las convenciones de la cultura y la religión.

El hecho de que hablemos de una realidad en un grupo social no quiere decir que los actores, por lo tanto también tengan un algo perverso que los distinga. No decimos que hay un placer en perjudicar o en ser malo. La situación está indicando la existencia de una trama emergente, de un círculo vicioso, de un proceso destructivo o represivo. Hay un dispositivo perverso.

Los integrantes de una organización pueden ser señalados como transgresores, pero el significado de esta afirmación no estará claro hasta tanto se defina que es lo normal o correcto en el contexto de la organización.

Aquí aparece el papes de relación conceptual dentro-fuera, en el análisis de la perversidad. Porque lo perverso se denuncia no sólo por su intimidad sino por el peligro de volcar hacia afuera los efectos de la desviación, por su carácter agresivo respecto de las creencias y los valores sociales.

 

 

4.2. La metáfora de lo perverso

 

La palabra perversidad la tomaremos como una metáfora, es decir en sentido figurado y diferente del que le es propio.

Hablamos de hechos o realidades sociales que se establecen por la experiencia cognoscitiva de los integrantes, a través de las convenciones del lenguaje y los procesos de comunicación entre ellos, en un contexto social determinado.

Lo perverso no es un suceso o evento de la naturaleza, sino que resulta de la evaluación de un cierto modo de relación entre las acciones de personas como miembros de una organización social.

Lo perverso cambia con el contexto de su definición.

Los elementos constitutivos del concepto de actos perversos que en el campo de la sicología se consideran como aberraciones y alejamientos de las conductas que el saber define como normales.

La perversión es una calificación psíquica de los actos humanos y nosotros la estamos llevando al nivel de las organizaciones.

Freud observa que la predisposición a la perversión no es algo raro y especial sino un aparte de la constitución llamada normal. Tampoco lo anormal es condenado socialmente.

Entonces desde una perspectiva autónoma, desde una visión íntima de los propios autores, no hay una transgresión sino una ampliación de lo habitual, lo convencional, lo permitido.

No se trata de sucesos aislados o producto de la ignorancia sino que tratamos con procesos recurrentes.

En el análisis de los procesos organizacionales la desviación es importante por sus efectos negativos sobre terceros o el propio sistema.

Hay un interés egoísta, excluyente y cuya propia satisfacción implica desestabilizar la organización o un perjuicio concreto a los actores.

En los procesos de grupo perversos la idea del poder desempeña una función análoga al placer en los comportamientos sexuales.

Antes de calificar una acción como perversa debe reparase si no se trata de un a variación.

Se plantea la cuestión de la coexistencia de la perversión con lo normal. En cambio la sustitución es patológica. En el plano de las acciones sociales insistiremos que la perversidad tiene una presencia estructural, como una variación pero continuada. El autorreforzamiento de las situaciones perversas permite distinguirlas como círculos viciosos.

En el campo de los estudios sociales también puede verse a la perversidad como una desviación o transgresión a lo considerado normal y lo natural en un determinado contexto cultural, aunque las normas no siempre sean claras.

No es posible definir el concepto de perversidad en una sola dimensión. En la definición social de lo perverso se integran valoraciones morales, políticas, jurídicas y económicas. En particular intervienen los intereses de la trama de dominación y poder vigentes en el contexto social de la definición.

Las situaciones y los procesos que calificamos como perversos se producen y entrelazan en distintos planos de la realidad social. En esos planos que se cruzan en el espacio de la organizaciones donde tiene sentido hablar de una desviación respecto de lo normal respecto de la racionalidad dominante.

Perversidad es un concepto que se construye con los elementos de una realidad cambiante, propios y externos al sistema, que la organización social puede o no controlar.

Es el observador externo quien con su mirada, va anudando la trama perversa que los propios actores, desde su posición, no alcanzan a ver como algo socialmente destructivo.

Los ejecutores de lo perverso se consideran racionales. En esta situación no es pensable la autocrítica. Actúan persiguiendo sus fines personales en el marco de lo permitido por la organización. Para los actores es lógico y hasta natural que se produzcan desigualdades y se obtengan beneficios individuales en el marco de una relación de fuerzas.

 

Analizaremos la perversidad con referencia a los siguientes niveles de análisis:

a)      Las organizaciones sociales que funcionan como entes de autonomía relativa en un medio social que les reconoce ciertas misiones específicas, hablaremos de formas perversas de desviación en los propósitos de los hospitales.

b)      El marco normativo formado por la estructura oficial, las pautas culturales y la trama de relaciones establecida en la organización. Este es el orden interno que sirve de marco a las acciones perversas.

c)       Ciertos procesos en las organizaciones que tienen que ver con las exageraciones en el ejercicio del poder, que en el marco de las reglas vigentes, sin ser ilegales producen y mantienen situaciones injustas e irracionales entre sus integrantes.

d)      Los conocimientos, las creencias los valores compartidos y modos de pensar que los integrantes utilizan como norma en la organización y que son desviados para llevar al engaño, la hipocresía, la mentira encubierta. También los componentes no racionales de la cultura organizativa, tales como los prejuicios, estereotipos, tabúes, mitos y leyendas.

 

Nuestra descripción de lo perverso no se limita a los hechos observables, a las prácticas o a las acciones manifiestas. La perversidad no se reduce a la imposición, la intimidación o la violencia física, que las víctimas no pueden contestar. En sus múltiples configuraciones, lo perverso también incluye relaciones destructivas que son establecidas en el nivel de lo simbólico y cultural. Hay modos de razonar que son perversos porque omiten considerar las consecuencias y, en el plano de lo lingϋístico, mensajes que se construyen para engañar al receptor.

En cuanto al lenguaje, la utilización de signos con el propósito excluyente de condicionar el comportamiento de los receptores.

En cuanto al modo de razonar perverso nos referimos a los modelos y esquemas conceptuales más generales con los cuales se significa y se procesa lo cotidiano en la organización.

Ideologías, principios, prejuicios y creencias que sustentan las acciones de gobierno.

La metáfora de la desviación perversa tiene otra posibilidad de aplicación en las organizaciones y consiste en referirla sólo a la realidad no consciente, a lo subyacente en la acción del grupo.

Otra desviación de las formas de organización es la afirmación de una ideología autoritaria que proviene de la proyección inconsciente de los vínculos en la familia patriarcal a la relación jerárquica entre los dirigentes y seguidores.

La perversidad surge de interpretar los significados no conscientes de las acciones en la organización.

La organización opera como un canal que permite dar vía a los impulsos negativos o escapar a otras formas de persecución que sienten los propios miembros.

La cultura aparece como un modo de evitar la realidad interna de los miembros y controlar la vida emocional de los grupos.

Las formas colectivas de pensar y actuar. Como las ilusiones, las significaciones de grupo o la idea de un inconsciente colectivo, estructurado y estructurante.

No tiene como propósito el hacer interpretaciones de las fuerzas represivas ocultas sino mostrar los peligros de su permanencia y autorreforzamiento en la organización.

La articulación de los círculos viciosos en una organización que es enfermante. Y en ello no sólo intervienen los deseos, los impulsos y motivos personales sino también los elementos del marco cultural, las luchas ideológicas, el poder y la política.

La metáfora de la prisión psíquica es ilustrativa para las situaciones de destrucción consentida. Esto es para lugares donde los miembros menosprecian su trabajo pero no quieren cambiarlo porque hay algo que los atrae.

Lo perverso es una rama visible que utiliza los recursos del poder bajo reglas conocidas o instituidas.

La tensión no viene de enfrentar fuerzas secretas o malignas, sino del dolor y la injusticia para las víctimas de lo perverso. Pero las desviaciones no son ilegales sino parte del orden instituido.

 

 

4.3. El orden destructivo

 

Si consideramos la función social de las organizaciones en su medio decir que sus acciones son perversas significa afirmar que por razones estructurales están produciendo lo contrario a lo esperado.

Pero en su interior esas mismas organizaciones funcionan bajo un orden que les es propio y su falta de efectividad no deriva necesariamente en crisis o conflictos.

Modelo perverso de organización como un esquema basado en el uso del poder, pero no en sus formas violentas sino en le simulacro., la hipocresía, la tiranía blanda, el ocultar, las contradicciones.

Desde la perspectiva de los procesos recurrentes que hacen al funcionamiento de la organización, la perversidad significa una desviación en:

Relaciones de influencia que se reorientan hacia la compulsión a través del ejercicio del poder, la persuasión o la imposición.

Comunicaciones que se estructuran para el engaño u ocultamiento para hacer creíble algo que es falso o perjudicial para los receptores.

Regulaciones o controles que se orientan a mantener la desigualdad o la injusticia mediante dispositivos de vigilancia y castigo.

Actividades políticas que se orienta hacia el doble discurso y los mensajes autoritarios.

 

En este modelo perverso de organización la cuestión pasa por la representación y el ejercicio que los dirigentes hacen del poder, instalando un cambio en lo aparente y manteniendo el control en lo profundo.

A pesar de que los dirigentes están convencidos de ser los únicos que poseen la inteligencia del sistema, simulan y sostienen el discurso sobre la importancia y valor de la contribución de los integrantes.

Esta perversión es una de las más peligrosas porque aprovecha la credibilidad y se apoya en la buena fe de los actores.

Aunque se las llame organizaciones perversas su orden interno les permite sobrevivir y exhibir una relación continuada, aunque impuesta entre los integrantes.

Hablar de la perversidad o del desorden resulta de un análisis sincrónico válido para un momento y por lo tanto no pretende mostrar una degradación o un proceso de cambio. La perversidad como elemento de la realidad social no es una constante, pertenece al mundo de las versiones sobre lo que está ocurriendo.

No son hechos perversos en sí mismos, no son algo inmutable, pueden cambiar de signo considerando las condiciones en que se producen.

Aún reconociendo los síntomas negativos de dolor y enfermedad que dichas situaciones producen, ellas se convierten en una realidad perversa, cuando se contextualizan, se ubican en el marco de las leyes, la moral, las ideas y creencias sociales.

Las desviaciones perversas implican la coexistencia de un orden impuesto destructivo.

 

En la definición de la perversidad, decimos que existe un desorden cuando:

a)      La organización como parte de un sistema social bajo la mirada de un observador externo se ubica en una situación de marginalidad o de ilegitimidad respecto de los principios regulatorios de carácter ético o moral.

b)      La organización permite la aparición y subsistencia de relaciones injustas, enfrentamientos y factores de disociación en sus procesos sociales internos, como también perjuicios a las personas que utilizan sus servicios.

 

Desde una perspectiva heterónoma, dichos actos no son inevitables ni necesarios, sino producto de una trama de relaciones. Dichas organizaciones se desnaturalizan como instituciones cuando, desde una perspectiva más extensa, las confrontamos con la misión para la que fueron concebidas o con su propia función social.

Desde la perspectiva de lo social, se considera como desorden el desplazamiento de los propósitos fundacionales o la transformación de los medios en fines.

En la perversidad encontramos un ejemplo del cruce o la coexistencia entre los conceptos de orden y desorden. Es una coexistencia destructiva.

Las desviaciones perversas no implican necesariamente la existencia de un estado de crisis o una ruptura en la organización. Lo perverso tampoco significa un proceso de cambio social, sino una relación, un vínculo para el lugar y tiempo determinados por la observación. Se caracteriza porque está formalizada como una trama o una atadura lista para producir daño o injusticia en forma recurrente.

Los procesos y relaciones perversas son parte del orden establecido cuando se los explica desde la visión autónoma de sus ejecutores, Pero vistos como desviaciones o transgresiones son componentes de un desorden instituido por los integrantes de la organización.

Una organización funciona en un marco de orden-desorden, en una relación que es coexistente, complementaria y contradictoria.

El orden en una organización es un concepto que nos habla de una razonable armonía, complementariedad entre las partes, regulaciones que tienden a la cohesividad del sistema.

En el análisis de la perversidad el desorden que nos preocupa no es el vacío o la anarquía sino la destrucción.

Es posible un desorden positivo o creativo.

Hay puntos de bifurcación en el camino de las organizaciones en que una idea, un individuo o un nuevo comportamiento pueden trastornar el estado global formando una nueva coherencia. El concepto de estructura disipativa pone de relieve la paradójica relación entre el orden y a desviación.

En las organizaciones sociales el concepto de orden no se refiere a la uniformidad porque ello sería sinónimo de desaparición. El concepto de orden no excluye la presencia de intereses diferentes.

Lo disonante es que exista represión, porque ello profundiza dicho rechazo. Este modo perverso de actuar es el punto de partida para los círculos viciosos

Relaciones recurrentes y asimétricas.

Nuevamente el concepto de perversidad no se focaliza en un acto ilegal o el ejercicio aislado de la fuerza física, sino que es un concepto orientado a denunciar la trama cultural que permite y mantiene estas desviaciones. Cuando hablamos de una trama perversa nos referimos al tráfico de influencias, las sociedades o conjuras para guardar silencio, los compromisos y pactos políticos para gozar del poder, el crimen corporativo o las formas ocultas de persuadir mediante los falsos mensajes que transmiten los medios públicos de comunicación.

El orden excluye al desorden y viceversa.

Es necesario concebir una relación compleja, a la vez complementaria, concurrente y antagonista entre estas dos nociones.

El predominio del orden repetitivo ahoga toda posibilidad de diversidad interna y se traduce en sistemas pobremente organizados. A su vez la extrema diversidad corre el riesgo de hacer estallar la organización y se transforma en dispersión.

Lo perverso es entonces, la elección de un particular configuración orden-desorden porque ello implica determinar quienes serán las víctimas i quienes los beneficiados.

Debe entenderse en el marco de los valores y creencias que desde el medio social atraviesan las organizaciones. En lo interno tiene que ver con los intereses y relaciones de dominación vigentes en cada establecimiento.

Dicha configuración orden-desorden se relaciona entonces con la racionalidad dominante en la organización en un momento determinado.

Por supuesto que esta coexistencia no siempre es destructiva y por el contrario puede ser fuente de ruptura y creatividad. Pero en las situaciones perversas las víctimas conviven con esa dialógica del orden-desorden y deben permanecer en ella, algunos con placer y otros con sufrimiento.

No son casos aislados en dichas instituciones. Reflejan pautas recurrentes que sobreviven en las organizaciones a pesar de su carácter destructivo porque están sostenidas por las relaciones de fuerza y la racionalidad dominante, que reafirma dicho modo perverso de razonar. Claro que los actores los explicarán como parte de la definición del rol que cumplen en la organización y de la lógica propia de su actividad, difícilmente los reconocerán como una acción desviada por el ejercicio de un poder compulsivo.

 

 

4.4.  Acerca de lo anormal - normal

 

Lo normal es la manera en que se espera que ocurran las cosas, porque es algo conocido, que se reitera, que se acepta en el plano de lo social, se conozcan o no las razones de esta expectativa. Es además el punto de referencia respecto del cual puede afirmarse que algo está desviado o es una transgresión. Cuando se dice que ocurre lo normal, no es necesario dar explicaciones. Hablar de una acción como normal significa que se ha constatado si cumple o no cumple una condición o regla reconocida por el conjunto de los actores sociales.

Dado que estamos estudiando las organizaciones debemos incorporar al análisis el concepto de legitimidad de lo normal, o sea la medida en que la práctica se encuentra sancionada, reconocida o establecida socialmente. La normalidad y las transgresiones se entienden con referencia a las acciones, procesos, estructura de la organización y también respecto del orden instituido en el medio social.

Dicho orden se manifiesta a través de un conjunto de prácticas, de enunciados portadores de símbolos e ideologías y de objetos instituidos.

Lo normal no es un tema invariante ya que sigue a los cambios en la opinión pública, los códigos de ética social o las misiones institucionales.

La anormalidad de por sí no implica perversión.

¿Es esta una situación perversa?, la respuesta no puede basarse sólo en una diferencia, sino que requiere además, analizar la estructura de la situación.

Se requiere conocer si hubo intencionalidad en el desvío.

 

Usaremos tres criterios para referirnos a lo normal:

La existencia de un consenso mayoritario sobre las características que se consideran deseables y que se reiteran como rasgos predominantes en organizaciones análogas,

La relación entre los rasgos analizados y las condiciones de supervivencia de la organización, aquellas que le dan continuidad y estabilidad. Todo aquello que hace viable a la organización es considerado normal. Aparecen aquí criterios valorativos acerca de cuáles procesos hacen a la supervivencia del sistema, su evolución y adaptación, considerando que aún las crisis y conflictos temporales pueden servir a dichos fines.

Tomar como referencia las valoraciones y preferencias adoptados de manera explícita por la organización en forma de descripciones, propuestas y planeamientos para la acción, ellos aparecen en sus misiones, declaraciones de principios y modelos de decisión. Fija la atención en lo normal y lo discursivo.

Existen otros factores no controlables. Las instituciones sociales con ideas y valores que atraviesan la organización, situaciones no estructuradas que requieren juicios valorativos y no permiten soluciones anticipadas.

En las organizaciones siempre existen situaciones sobre las cuales no hay señales sobre que es normal.

No se debe limitar el concepto de lo perverso a lo anormal y por lo tanto desviado.

En los hechos es posible observar cómo en las organizaciones es continua la existencia de procesos recurrentes que no son sancionados, que mantienen desigualdades, incorporan injusticias y generan conflictos.

Es posible que situaciones injustas se tomen como normales por cuanto resultan de pautas aceptadas de comportamiento.

En estas pautas se reflejan los procesos de socialización, el aprendizaje en la familia y escuela. De manera que lo conocido y recurrente también puede ser destructivo. Procesos aceptados en el plano de lo cotidiano por ciertos grupos de trabajo pueden significar una desviación respecto de sus pares o escaparse de la uniformidad.

Las acciones que forman parte de los procesos de adaptación son normales en la medida que demuestran capacidad para reconocer las modificaciones en el entorno y ajustarse a ellas respetando las condiciones de supervivencia de la propia organización. Lo normal no es el aislamiento (que es perverso) sino la organización hecha viable por su interacción con el medio ambiente.

Las organizaciones sociales son espacios en los cuales operan relaciones de poder que se manifiestan a través de fuerzas que se disputan el control de la organización. Es también el lugar atravesado por instituciones y propósitos de actores externos.

En este marco es lógico pensar que los procesos perversos no son espontáneos, naturales, accidentales o desinteresados.

Es posible que no haya una búsqueda deliberada de provocar la destrucción pero los integrantes saben lo que hacen por cuanto comparten un conocimiento establecido, discursos y enunciados que dan sentido a los actos organizacionales. Por tanto, encontraremos explicaciones y razones para la perversidad en el saber de la organización y en componentes estructurales tales como el poder.

 

 

4.5. El criterio de la salud-enfermedad

 

Otras de las referencias para denunciar un proceso o relación como perverso es afirmar que es parte de una enfermedad.

Dos marcos de referencia respecto de los cuales dicha denuncia tiene sentido: la falta de adaptación al medio y la presencia de disfuncionalidades en la dinámica interna de la organización, que afectan a su supervivencia.

En cuanto al problema de la adaptación, lo perverso no es sinónimo de enfermedad porque las organizaciones pueden estar enfrentando agresiones externas o ser instituciones cuya razón de ser es el cierre.

Con el criterio de la desadaptación pueden considerarse enfermas organizaciones sociales en cuyo interior operan sectores reaccionarios, aquellos que se sostienen por medio de privilegios, que retrasan al sistema o impiden su acople con los cambios ambientales.

Respecto de la disfuncionalidad, la analogía con la perversidad puede provenir de la deformación burocrática que desvincula a la organización de su razón de ser provocando el desplazamiento de fines.

Lo perverso en esta disfuncionalidad es que los miembros están atrapados por sus contratos laborales y amenazados por la desocupación.

También son destructivos los mecanismos sociales de defensa que desarrollan los miembros para enfrentar la angustia que les genera su trabajo. Porque estos mecanismos dehumanizan sus relaciones con los demás.

 

En el dominio de las organizaciones sociales encontramos funcionando lógicas diferentes en espacios que se comunican y también se interfieren de manera que es difícil que todos los intereses sean satisfechos en forma simultánea. Es un disfuncionalidad no perversa sino de tipo friccional.

El marco conceptual es entonces decisivo para marcar la relación entre la definición de lo anormal, o enfermo y lo perverso.

Es importante observar las pautas de interacción y no sólo los fragmentos de la conducta.

En estas situaciones los pacientes aparecen como atrapados en una relación que se vincula con las estrategias de los profesionales en la institución asistencial.

Lo iatrogénico, patología generada por los médicos, es un ejemplo de perversión porque nos muestra una capacidad de enfermar proveniente de la misma acción de curar.

Las dificultades para distinguir el contexto específico de la organización también obstaculiza el concepto de normalidad y salud.

Una de las salidas es tomar el criterio de lo mayoritario como base para definir lo normal. Ello produce la llamada validación consensual de las ideas. Pero es insuficiente para justificar lo normal y razonable.

El concepto de la validación consensual nos permite una explicación del porque los hechos perversos no se viven dentro de una organización como una desviación, desde la óptica de quienes los generan.

La perversidad al igual que la metáfora de la enfermedad, depende de lo considerado normal o sano. En el caso de lo perverso la referencia es el orden instituido, lo moral. Pero a su vez el orden por lo que tiene de impuesto puede ser un disparador de reacciones transgresoras.

Porque además lo normal también tiene sus procesos de actualización.

Las personas con códigos éticos y morales elevados pueden cometer acciones criminales dominados por intensas emociones.

Los impulsos que pone en acción un criminal también existen en la mente de ciudadanos aparente mente normales.

No existe una perversidad natural, sino que las desviaciones malignas o autodestructivas son emergentes de una conjunción de las variables estructurales y perturbaciones del contexto.

 

 

4.6.Los hacedores de la ley

 

Trataremos el tema de la legalidad y legitimidad en el plano de las realidades perversas.

Lo perverso no está encarnado o inscripto en el carácter de los integrantes de una organización y tampoco es un rasgo aislado de una entidad. Es un concepto que se encuentra en el vínculo que construyen los integrantes, una trama voluntaria en la que también quedan atrapados.

No es que un ser sea perverso solo por su relación con otro, es la relación entre uno y otro lo que es perverso o no. Según esa relación pretenda fundar por sí misma su propia ley.

Si la realidad originaria no es sustituida por el montaje se vuelve angustiante o depresiva para los actores.

En lo perverso hay una relación con lo Otro, el mundo exterior, la familia, el grupo social de pertenencia u otros vínculos con algo que el actor no siente como propio, como lo cultural, lo social. El actor se encuentra en tensión respecto de lo Otro e intenta entonces atraparlo y convertirlo en subproducto. Lo quiere inmovilizar a través de la ley, el contrato, la verdad impuesta, el convencimiento sin posibilidad de discusión.

El Otro es el mundo que se da por sentado y que se cuestiona en los procesos perversos.

La estructura perversa puede ser considerada como aquella que se opone a la estructura del Otro, la sustituye y convierte a los demás en víctimas, cautivos, cómplices.

Lo Otro en relación perversa, es la búsqueda de control sobre lo extraño y lo inconsciente.

Para el actor perverso lo externo es una fuente de demandas, fantasías, impulsos enigmáticos, sucesos desconcertantes. Es lo no controlable.

La competencia es un fenómeno de relaciones humanas en la cual la emoción central tiene que ver con la negación del otro. Para ganar una competencia es esencial que el otro la pierda. Y ganar también implica la negación del Otro.

En este sentido la competencia es perversa y antisocial porque no acepta al Otro.

Las partes interesadas en mantener la situación perversa imponen un dispositivo que incluye su propia ley o norma y también su propia verdad, en el sentido que son contratos y reglas de juego internas a la relación, no discutibles por las víctimas, atrapadas por una relación que impone penalidades y sacrificios. El perverso cree estar en lo cierto.

Los actores en la trama perversa son hacedores de la ley en un orden destructivo. Esta ley no es el límite enunciado social o culturalmente sino la norma que los perversos construyen como algo que está más allá de esas prescripciones sociales.

Por un lado el contrato perverso desconoce las leyes de convivencia escritas por los demás, y por el otro utiliza el concepto de ley que más le conviene en términos de su placer. Los ejecutores de la perversidad crean sus propias leyes sobre lo moral. Ellas se expresan como códigos y ritos derivados de un contrato no rechazable por las víctimas, cómplices y prisioneros.

Sea lo que fuera que uno pervierta, es la ley la que uno pervierte en su relación con los Otros.

En lo perverso también hay un deseo de modificar la realidad conocida. Hay un paso al acto hacia la realidad deseada. Para el perverso se trata del placer que le supone realizarlo además del provecho que reporta.

En las relaciones perversas las razones no necesariamente son las explicitadas. Los motivos de la transgresión no se discuten ni se conocen en profundidad, son simuladas. la perversidad no se deduce sino que se observa, no es una reflexión sino un hacer, un condicionar la realidad.

En estas organización se instituye y sacraliza la adoración por los ídolos o la lucha por los símbolos del status social.

Con el fetichismo se acaba el tiempo para reflexionar sobre la organización, por lo que se conforman sólo con la instalación de los símbolos del triunfo y una moral que convalida los actos cuando llevan al éxito, se trata por tanto de la moral ex-post. Es entonces la propia institución la que produce las prácticas perversas, retribuyendo las actitudes egoístas y reconociendo que destruir a los demás es una forma placentera y además legítima de hacer carrera. Se les enseña a los cautivos de la organización que sólo si se mantienen sumisos pueden también ser un poco autores de la ley que los sujeta.

Para los integrantes de este lugar-adicción, romper con lo perverso implica estar sin vínculo, sin lugar concreto con el cual identificarse. Firman el contrato perverso por el temor de quedar a la deriva.

Se utiliza el lenguaje también como una forma de fetichismo, palabras tales como competitividad, adaptación, desempeño, superviviencia, como si fueran cosas con vida propia, objetos a lograr.

 

 

4.7.Desnaturalizar lo social

 

El concepto de lo natural. Son naturales los comportamientos y procesos que ocurren según lo esperado, sin omitir considerar las condiciones históricas de producción del hecho. Cuando los procesos ocurren en forma espontánea, sin imposición, en un medio donde las leyes de la naturaleza operan libremente. Deben reconocerse las diferencias entre lo social y lo físico.

Los ciclos de la naturaleza son invariables pero los enunciados sobre dichos ciclos pueden ser calificados como verdaderos o refutados como falsos. Las leyes no pueden ser infringidas ni forzadas porque no dependen del control humano. En cambio las leyes normativas son prescripciones que pueden considerarse buenas o malas, o sea pueden cumplirse en grado variable según las creencias y el temor a las sanciones.

La naturaleza no nos suministra ningún modelo, sino que se compone de una suma de hechos y uniformidades carentes de cualidades morales o inmorales. Somos nosotros quienes imponemos nuestros patrones a la naturaleza y quienes introducimos la moral en el mundo natural.

Esta distinción entre hechos y decisiones humanas es la base del llamado dualismo crítico en las sociedades abiertas.

Desde una perspectiva heterónoma hablamos de lo natural en la vida social para referirnos a las uniformidades en procesos que son compartidos en la sociedad como la educación, justicia y religión.

La realización de una descripción o de un enunciado y el acto de decidir constituye un hecho natural sociológico o psicológico. La formulación de una decisión, la adopción de una norma o modelo es un hecho natural. Pero la norma o modelo adoptado no es un hecho.

Los hechos de la vida social pueden llevar a diferentes convenciones humanas, pero ninguno de estos hechos culturales es inevitable.

Nos preguntamos si en las pautas de relación presentes en lo social, es decir en los hechos naturales de la organización, también existen procesos destructivos, malignos o desviaciones respecto de la continuidad de la propia organización. Si todo aquello que haya sido generado deberá declinar.

El estudio sobre la vinculación entre lo natural y lo destructivo se preocupa por las desviaciones vinculadas con las invariancias de la organización, antes que con los contenidos, que son variables.

Son naturales las derivaciones, el encadenamiento de los hechos, pero no necesariamente las situaciones específicas (un conflicto) que han puesto las fuerzas naturales en marcha.

Toda organización, creada y diseñada con fines deliberados, abre nuevas posibilidades pero también establece inhibiciones y limitaciones para sus participantes. Estas condiciones que intentan mantener las acciones en un marco estructurado son también una fuente de contradicción, crisis y antagonismos entre los participantes respecto del contexto.

La organización es una creación deliberada, es posible que los desvíos sean algo natural en sus procesos internos?

Se utiliza el concepto de la naturaleza de un objeto proceso parra hacer referencia a su esencia, en oposición a lo aparente, lo superficial. La naturaleza se relaciona con la misión fundacional, la razón de ser, los rasgos de identidad. En este sentido, la perversión es un desviación a al naturaleza de la organización. En el marco de un contexto social determinado puede decirse que lo contrario a la naturaleza de algo (su esencia) es lo artificial o la apariencia.

En algunos casos la perversión consiste en mostrar como algo natural (un hecho social) procesos que no son inevitables, necesarios, ni esenciales para la existencia de las instituciones. Por ejemplo afirmar el origen divino de los reyes o la supremacía de ciertas razas. El uso de estas metáforas no refleja lo natural sino que es una deformación intencional y discriminatoria en la explicación de los procesos sociales.

La perversidad es sólo uno de los posibles procesos en el devenir de una organización. Desde la perspectiva de la sociedad no es un proceso inevitable ni necesario. Lo perverso no puede explicarse con el concepto de ley natural.

Las desviaciones y transgresiones en el marco de las instituciones sociales no pueden enunciarse por anticipado como manifestaciones necesarias de una evolución o como parte de la naturaleza de un proceso social.

No puede predecirse que finalmente aparecerán cierto tipo de distorsiones o deformaciones en las organizaciones.

Asociar los comportamientos perversos al orden de lo natural muchas veces sirve para disponer de una excusa social o una justificación a las deformaciones.

Otras argumentaciones perversas suelen disfrazar convenientemente políticas o ideologías.

En otros casos lo natural está asociado a las acciones de actores que no pueden evitarlos desastres derivados de sus decisiones, salvo omitiendo esta decisión.

Aún cuando no exista una función primaria maligna, están presentes los efectos destructivos no evitables para los perjudicados y que son característicos de nuestra definición de la perversión social.

Sostener que hay hechos naturales detrás de lo perverso no lo justifica como algo necesario o inevitable. Los actores sociales que deciden en forma perversa están realizando una interpretación intencional en un tiempo y lugar determinados para satisfacer un deseo individual o una ideología que terminan siendo perjudiciales para otros.

En el caso de las organizaciones sociales, es particularmente perjudicial el uso que hacen sus dirigentes de metáforas distorsionadas sobre la evolución biológica. Con estas metáforas distorsionadas sobre la evolución biológica.

Con esas metáforas como argumentos naturales ellos fundan decisiones destructivas en lo social y económico. La distorsión de los directivos en la elaboración de sus estrategias consiste en suponer la existencia de un componente agresivo en la evolución natural y proyectarlo a lo social.

Se trata de una proyección deliberada, que se necesita para justificar acciones destructivas y cuyo fundamento es solamente ideológico.

La selección natural deja de consistir en la apropiación de los recursos naturales para transformarse en apropiación de los recursos de los otros. Se torna en explotación social.

En el marco de esta explicación, las acciones perversas en las organizaciones sociales son algo inevitable, pero no lo es en el sentido de las leyes de la naturaleza.

La acción humana intencional hace que las desviaciones ocurran.

También es cierto que la evaluación de dichas acciones será posible de contamos con una definición previa acercas del funcionamiento natural de instituciones tales como la familia, el derecho, o la educación.

Los procesos de liderazgo, de identificación, de resistencia al cambio y la formación de creencias colectivas en los grupos son hechos naturales en el campo de lo social, pero esa naturalidad no se refiere a lo maligno o destructivo sino solamente a que son elementos constitutivos de lo social.

 

 

CAPITULO 6 – CON RAZON Y SIN RAZON

 

6.1 Actores, víctimas y cómplices

 

Rasgos recurrentes que nos llevan a decir que una realidad organizacional tiene componentes perversos:

-     Evaluación que se realiza desde la perspectiva del observador social.

-          Desviación respecto de lo normal o natural.

-          Presencia de algo negativo e inevitable para los damnificados.

-          Intencionalidad de las acciones.

-          Carácter esquemático y recurrente en el contenido de los actos.

-          Impunidad o falta de castigo hacia los promotores y cómplices.

-          Transgresión respecto de principios morales y éticos sustentados en el contexto social.

En las situaciones de perversidad vemos que hay desigualdad y asimetría en las relaciones, y con estas condiciones, los participantes de la organización aparecen desempeñando roles específicos en una trama destructiva: transgresores, víctimas inocentes, cómplices, jueces impotentes, observadores indiferentes.

En la pauta de relaciones perversas existe una asimetría; el actor piensa o sabe que las víctimas no pueden responder con una fuerza similar a la empleada sobre ellos. Es una relación consciente y activa que no considera transgresores a quienes son involucrados en forma involuntaria o quienes sufren la intimidación del medio ambiente.

En los hechos lo perverso es una trama que ocurre en un ambiente permisivo, y esto se refleja en la complementariedad de las desviaciones locales, en las culpas compartidas.

Una situación perversa es una demostración de la negatividad del poder y de sus implicaciones destructivas.

Excomunión ideológica.

Las desviaciones perversas pueden involucrar al conjunto o a los rasgos nucleares de la organización aún cuando pueda exhibirse como un desplazamiento técnico en sus misiones.

Transformación perversa de la identidad organizacional, un colapso en el contexto social.

En otros casos las desviaciones son relativas o locales. Es el caso de la actividad de los grupos que promueven y sostienen los conflictos.

El contexto del análisis marca el tipo de convenciones que se están vulnerando y las razones de la impunidad.

Todos los ejemplos anteriores hacen que caractericemos la perversión como observadores externos, lo que nos hace señalar que es una desviación y no necesariamente una enfermedad.

La desviación permite a quienes la provocan obtener algún tipo de ventaja relativa, pero siempre dentro de la estructura vigente, en el marco de lo no reprimido por la propia organización.

Considerando sus creencias o intenciones también es posible que los transgresores en una organización sean mayoría, aunque no declarada. Para ellos pensar en lo perverso puede ser lo   normal. En el análisis de la perversidad utilizamos el concepto de complicidad para mostrar la impunidad debida al ocultamiento y la falta de denuncia de los componentes del sistema.

Así también la oposición política guarda silencio cómplice a cambio de disfrutar las migajas del poder.

La perversidad no es un atributo, una propiedad o principio que se materializa sólo en una clase de acciones.

Una acción social, proceso o estructura se considera perversa cuando se la relaciona con un ambiente social, un tiempo y lugar determinados. Los procesos organizacionales no son perversos en el vacío.

Los efectos se hacen perturbaciones o perjuicios cuando se interpretan en el marco de los conceptos de lo ordenado, lo correcto, lo aceptado, lo conocido.

Los procesos de supervivencia que tienden al cierre de la organización y que tienen que ver de forma directa con la perversidad. El concepto de cierre del sistema significa que los integrantes actúan pensando en qué puede hacer la organización por sí misma, en su funcionamiento autónomo, sin reparar en la opinión pública o en la evaluación externa de los actos organizacionales.

La perversidad implica mantener la interacción con otros sistemas sólo en lo necesario para la supervivencia.

Desde esta perspectiva (la mirada desde el interior) los integrantes de un sistema no siempre están preparados para discriminar entre lo moral e inmoral y lo justo o injusto de sus acciones.

En estos sistemas de control burocrático, que son encargados de la fiscalización externa, existe la perversión de intentar sobrevivir sin denunciar dicho comercio.

 

 

6.2 La intencionalidad de los actores

 

Nos ubicamos ahora en el dominio de los actores que diseñan o promueven los procesos perversos. En ese dominio hay una intencionalidad. Tanto en lo solidario como en lo perverso hay un pensar de los demás, claro que las finalidades son diferentes.

Los motivos de los actores en la perversidad no van más allá del beneficio propio. Se habla de voluntad perversa.

Se piensa y se instrumenta considerando sus efectos sobre la parte de la realidad que los actores toman como externa a sus acciones.

Hay razón y sin razón en la misma organización. En el marco de la perversidad, los actores pueden preocuparse pos las misiones y funciones de la organización. Pero sólo al efecto de conocer las sanciones por incumplirlos y la medida en que esas misiones coinciden con sus fines personales.

En lo perverso estamos suponiendo que los integrantes no actúan de manera ingenua o espontánea, sino que ellos hacen una visualización anticipada de los efectos buscados.

Se orientan hacia dichos efectos imaginados y por lo tanto también los provocan en la realidad. Lo perverso no es el mero fantasear, ni el hacer proyectos o el formarse ideas.

Intencionalidad es convertir los propósitos en proyectos mediante la elección de cursos de acción en el plano de lo manifiesto.

También existe intencionalidad perversa cuando las acciones en el sistema sólo se orientan hacia la defensa o imposición de prejuicios, ideologías o preferencias políticas.

En el ámbito de la justicia pueden encontrarse situaciones que son perversas porque implican una discriminación racial o ideológica no declarada.

La voluntad perversa también se instrumenta a través de las formas de comunicación que tienen el motivo no confesado de imponer ideas o acciones a los interlocutores. Estos propósitos se ocultan porque la cuestión de fondo es que el mensaje  va a provocar en los receptores un comportamiento que los perjudica o que está en contra de sus convicciones. Dichos mensajes se construyen de manera que no despierten sospechas y nieguen la posibilidad de tomar actitudes distintas a las sugeridas.

La perversidad es visible en los rumores y mensajes anónimos puestos a rodar por los servicios de inteligencia.

Otros casos de voluntad perversa los vemos en el discurso autoritario de las organizaciones. Ellos se caracterizan por difundir prejuicios, dividir y enfrentar a sus miembros.

Otro ejemplo de desinformación prejuiciada es el caso de las universidades que preparan profesionales pensando en carreras baratas, sin relación con la demanda o el saber necesarios en la sociedad poniendo a los estudiantes en camino a la frustración.

Pero la voluntad del actor es sólo un aspecto de la relación comunicativa. Considerando el proceso de la comunicación en su integridad, también debemos analizar las diferentes actitudes y posibilidades de los perjudicados.

Desde sus inicios la comunicación en las empresas se establece en un contexto de desigualdad.

Entonces en las organizaciones los problemas de comunicación en las situaciones perversas no se deben a la ignorancia o la disonancia cognoscitiva. En lo perverso la estructura de la comunicación lingϋística se orienta a ejercer una influencia sostenida sobre el oyente.

Las partes se adhieren a este contrato significante aún en lo que tiene de desigual. Es la hipocresía o mentira convencional. Las partes aprenden a reconocer la diferencia entre lo que se dice y lo que debe entenderse.

En este contexto las víctimas pueden reconocer los mensajes en lo que tienen de destructivos, pero no los pueden evitar o no les conviene contradecirlos.

Se usa la palabra para construir la mentira. La utilización del discurso de la mentira es entonces una forma de perversidad.

La intencionalidad en lo perverso implica que hay falta de transparencia entre lo dicho y lo que se pretende conseguir. La intencionalidad en el engaño incluye diversidad de casos, no siempre perversos.

Estos casos son formas de engaño. Pero  para considerarlas además como una desviación a los principios morales debe conocerse la situación y la cultura concreta en que ocurren.

En el momento de evaluar la perversidad en la situación, el punto de vista ético lleva a considerar no sólo los propósitos personales sino también las circunstancias de fuerza mayor, la imprevisión y los estados de necesidad.

Hablar de la mentira o el engaño en la organización es una apreciación heterónoma.

Por lo tanto aunque existan salvedades o atenuantes, siempre es una transgresión moral para los ciudadanos defraudados.

Nosotros estudiamos la perversidad como un componente de las relaciones sociales. Para ello observamos a los actores en la organización, en el marco de una realidad intersubjetiva.

La intencionalidad en lo perverso no siempre significa la voluntad de perjudicar a alguien en  especial. Predomina el interés por los proyectos propios contra todos.

Las perversidad se materializa en acciones, es decir que se realiza en forma deliberada. En la organización se sabe que hay damnificados pero ello no implica que se los individualice. En lo perverso es común pensar en las víctimas como una categoría, un código, una clase de personas. Es decir que, si bien se piensa en los otros, también se los deshumaniza.

La deshumanización de la víctima como neutralización.

En la perversidad se incluye una gama de situaciones que van desde el deseo de agredir a ciertos sectores, hasta quienes deben cumplir con órdenes superiores que no comparten moralmente.

Existen procesos destructivos en que la intencionalidad no aparee claramente como algo pensado. Dichos procesos están más cerca de los impulsos, la agresión y la irracionalidad, que de los actos perversos.

Ello corresponde a otro tipo de anormalidad más vinculada con la patología de los integrantes, que con las cuestiones de perversidad institucional.

En estos casos extremos, la anormalidad o transgresión es provocada sin reparar en los medios que se utilizan.  Es la perversidad de los medios que se hacen fines. Son procesos en que se busca desestabilizar o borrar el orden establecido.

Lógica autofundadora y autorreferencial de lo perverso.

 

 

6.3    Racionalidad y sistema de ideas

 

Las organizaciones sociales tienen componentes racionales. Sus integrantes actúan dentro de un marco normativo, un orden establecido, que se impone, se comunica y se enseña a sus miembros. Es actuar de acuerdo con los valores e ideologías dominantes en la organización.

Las organizaciones buscan y necesitan ser racionales. Ocurren sucesos y eventos no previstos y desviaciones. La estabilidad y la continuidad en las operaciones nos muestra que hay alguna racionalidad dominante o compartida en sus prácticas. Sus integrantes actúan de modo razonable, como los demás esperan que ellos actúen.

Lo racional es el pensar siguiendo principios lógicos, el peso de los consensos sociales y las creencias compartidas acerca de lo verdadero. Hay razones para creer, de manera que actuar siguiendo las creencias también es parte de la racionalidad organizacional. Marginarse de esas creencias es una desviación perversa si se realiza en forma intencional.

La racionalidad tiene que ver en primer lugar con la adecuada contextualización de la acción, es decir la ubicación de los problemas en el marco que corresponde a sus contenidos.

La decisión racional en los casos de rutina es seguir un modelo según el cual lo integrantes al percibir un problema:

a)      reúnen la información pertinente

b)      evocan los programas disponibles.

c)       ponderan las alternativas y seleccionan un orden de preferencias predefinido

Es el concepto de cambio planeado.

Aspectos distintivos para la compresión de la racionalidad de las organizaciones, que son su carácter subjetivo, relativo y autorreforzante. El primero significa que lo racional no equivale a lo real, o objetivo o lo impersonal. Porque los actores cuando deciden, incorporan sus propias presunciones y construyen sus representaciones de la situación.

Segundo, la racionalidad organizacional y de los integrantes se extiende en el marco de referencia que toma el observado. Se explica en función de un contexto normativo.

Tercero, la experiencia y la estructura cognoscitiva que los integrantes comparten los lleva a ser recurrentes, a explicar los sucesos en función de lo ya conocido y a reiterarse en las soluciones. El cierre en los modos de pensar es una derivación propia de la intención de ser racionales.

Las acciones y las relaciones son parte de una estructura que ordena las elecciones individuales.

La organización se cierra, busca y protege su propia racionalidad.

Identidad organizacional. Comportamiento relativamente estable que procesará las perturbaciones.

Lo irracional (y perverso) tiene que ver con el cambio no planeado, con lo no previsto en el diseño, con las conductas desviadas respecto de los modelos de decisión, con la transgresión al conocimiento estructurado en el momento de la acción.

Lo irracional no siempre es sinónimo de negativo o indeseable. También puede ser un componente desestructurador y cuestionados de esquemas, un elemento de la dinámica y creatividad en la organización.

Lo irracional en el aparato burocrático se refiere a las situaciones de crisis y conflictos con los usuarios.

En la compleja realidad de la organización vemos situaciones donde los polos racional-irracional mantienen un diálogo entre sí, coexisten en el mismo momento.

La coexistencia racional-irracional también se debe a la utilización de múltiples esquemas de valores y distintos marcos de referencia.

En las organizaciones no existe una relación automática entre la decisión de los directivos y lo finalmente realizado. Aún cuando existe un programa, lo irracional aparece en el momento de pasar

A la acción en las organizaciones.

Existen entonces dos ámbitos de racionalidad que corresponden a los dos problemas : racionalidad decisoria y racionalidad en las acciones. Sirven a diferentes propósitos y están basadas en normas diferentes. Son dos clases de racionalidad con dificultades para lograrse en forma simultánea.

Existe una irracionalidad constructiva en el momento de la acción, cuando los actores no comparan entre alternativas, sino que eligen en función del compromiso que sienten con la organización.

La irracionalidad destructiva a la cual se refiere el concepto de la perversidad, ocurre cuando no se miden las consecuencias para el sistema, se ignoran los prejuicios a los demás, se oculta y se engaña de manera intencional. Desde la perspectiva de la organización y del medio social, estas son acciones irracionales.

Se desvían los procesos de su contexto social y se aplica un esquema de preferencias individuales.

Uno de los intentos para solucionar esta coexistencia de criterios disimiles, es recurrir a los sistemas de ideas, al llamado corpus del saber organizacional. Utilizarlo como una premisa conceptual para la acción, cuando no existe tiempo, información o capacidad para seguir el modelo de la decisión racional. Hablamos del sistema de ideas como un agregado coherente de pensamientos y criterios intelectuales que son bases del orden instituido interno.

Como componentes de la cultura organizacional, estos sistemas operan como ideologías cuando otorgan una teoría legitimadora a las prácticas cotidianas. Brindan a los actores un esquema de preferencias que pueden aplicar en las situaciones que requieren juicios de valor, diciéndoles qué es bueno o deseable para la organización. Los mensajes ideológicos reflejan los intereses dominantes en la estructura vigente. Es además una representación del deber ser desde la óptica interna y en este sentido el sistema de ideas es constitutivo del llamado ethos organizacional (el credo de los mandamientos).

En este sistema de ideas y valores también se encuentra un trasfondo de utopías, mitos y estados ideales. Hay falta de practicidad de lo ideológico.

Si pensamos ahora en la dinámica de la organización, en la necesidad de promover acciones innovadoras, las ideologías tienen connotaciones negativas.

Sus fundamentos no se explicitan tienen un carácter dogmático y los integrantes deben tomarlas como siempre ciertas. Dado su tono imperativo o de mandato, no es posible demostrar su falsedad.

Las ideas rectoras son complejas y so siempre consistentes. En los hechos una definición ideológica significa que no todos los valores tienen en una organización igual peso relativo a la hora de actuar. Por lo tanto, es reductora de variedad en aquellas situaciones de riesgo o incertidumbre.

Las ideologías funcionan como mínimo en orden a la conservación y legitimación de lo existente. es un sistema de pensamiento cerrado, que no puede revisarse a sí mismo. Es un factor de rigidez y de acriticidad  en los comportamientos individuales y grupales.

Lo importante es dar a luz la confusión o la falacia que los actores introducen en la relación comunicativa, cuando lo hacen con fines manipulativos.

Brown escribe sobre la ética como recurso en estrategias para la toma de decisiones conjuntas. Distingue entre las propuestas, las observaciones y los supuestos.

Una fuente de incomunicación es el confundir las propuestas con las observaciones que son confrontables, o con los valores.

El rol de la reflexión ética es mediar entre el lenguaje de los  hechos y el lenguaje prescriptivo o político (lo deseado). De un “es” no se puede derivar un “debe ser”, se necesita una justificación y a ello tiende la argumentación ética.

Distinguir entre mundo objetivo y subjetivo, hechos y valores.

Aquí existe el peligro de la desviación perversa, que consiste en utilizar esta distinción como si fuera una diferencia natural.

Hablas de la realidad también es reconocer la presencia de múltiples verdades sobre las mismas situaciones, la coexistencia de razón y sin razón.

 

 

 6.4. La irracionalidad de lo perverso

 

Las organizaciones sociales logran cierta estabilidad y continuidad porque sus integrantes intentan comportarse de modo racional. Es decir, pensando, diciendo y actuando de modo previsible y sobre bases conocidas. El concepto de lo racional destaca la existencia de un marco normativo, un orden establecido que se comunica y se enseña y que los integrantes comparten.

La decisión racional supone la existencia de un marco de expectativas compartido y conocido por todos los integrantes. Significa que sus integrantes actúan de un modo razonable y que también conocen cómo los demás esperan que ellos actúen.

La racionalidad también significa actuar dentro de un sistema de ideas y valores propios de la organización y de acuerdo con las creencias compartidas.

Actuar según las demandas de la situación.

Las organizaciones como condición para su continuidad buscan y necesitan ser racionales.

También se integran en la realidad organizacional los sucesos, eventos, excepciones, errores, equivocaciones y desviaciones a lo establecido.

Las instituciones creativas en forma deliberada dejan margen para cierto tipo de irracionalidad (imaginación) en sus procesos.

Nos preguntamos ahora por el papel de la irracionalidad en las acciones de individuos y grupos en las organizaciones. Porque las decisiones y acciones no racionales tienen fuentes múltiples. Tienen que ver con la incertidumbre, la imprevisión, los errores y equivocaciones ingenuos y deliberados. En general, son comportamientos desviados respecto de los modelos de decisión y muestran las contradicciones entre el pensar, el decir y el hacer de los integrantes de la organización.

No todo lo irracional es sinónimo de destrucción o negativo para la organización.

Las acciones que parecen irracionales también pueden estar en relación complementaria o ser parte de una racionalidad más amplia.

Al hablar de lo irracional, no pensamos en las diferencias de opinión o de criterios morales acerca de lo bueno o lo justo. Cada uno hace lo que entiende que debe y puede hacer.

El no razonar sobre las consecuencias es la irracionalidad de las decisiones autoritarias que destruyen todo con el fin de hacer callar una de sus partes.

En las organizaciones no existe una relación automática entre el proceso decisorio de los directivos y lo finalmente realizado por los ejecutores. Aún cuando exista un proceso decisorio racional, es posible que también lo irracional aparezca en el momento de la acción organizacional.

En el momento de la acción influyen los factores personales y ambientales, como las expectativas, las motivaciones y la intensidad en el compromiso social de los actores.

Es necesario distinguir entonces entre el planear, decidir y hacer.

Mucha de la irracionalidad decisoria puede explicarse como racionalidad en las acciones.

En la perversidad se utiliza una estructura cognoscitiva que es propia de los promotores, no compartida, no reconocida por sus colegas, no consensuada.

Irracional y perversa es la mirada estrecha que se vuelve en contra de todos.

Para el crítico que observa desde fuera las acciones de una organización, se harán visibles las acciones irracionales que son negativas, que tienen un efecto destructivo sobre el medio o perjudican a sus integrantes. Pero esa misma elección que el observador califica de perversa cambia de valor según el contexto en que se reubica la situación.

Es necesario por lo tanto, contextualizar el concepto de lo irracional. Pero esto no implica reconocer la posibilidad de una interpretación positiva de la irracionalidad en todos los campos.

 

 

6.5. Mecanismos de defensa perversos

 

En términos de la cultura organizacional, las desviaciones perversas se manifiestan de múltiples maneras.

Como la imposición no declarada de prejuicios, ideologías y dogmas.

También los ritos y convenciones que limitan la creatividad.

Esta desviación en el carácter de los integrantes en una organización concreta no se manifiesta con síntomas conocidos. El analista no tiene una sencilla regla de medición respecto a lo que es sano y lo que no lo es. Se sustituyen el criterio médico con una valoración social, un criterio de normalidad que es determinado por el promedio estadístico en cierta cultura. Es entonces una valoración y no una categoría de síntomas, la que señala que problemas son abordables como desviaciones.

Los síntomas de perversidad manifiestos en  la cultura organizacional se producen en el marco de los procesos de poder y dominación, que mantienen y refuerzan la trama y que impiden su revisión o la actitud reflexiva de los integrantes.

Debemos conocer cuales son las condiciones ambientales, el contexto determinado en que se producen y se mantienen las desviaciones. Hay rasgos de las organizaciones sociales que permiten o conviven con lo destructivo.

Desde el enfoque de la perversidad los rasgos de la recurrencia, la búsqueda da certeza y estabilidad en las convenciones y en las prácticas grupales, son el marco en que se instala lo destructivo. Considerando que lo perverso tiende a normalizarse, y si bien es una desformación desde la perspectiva heterónoma, también es cierto que los propios actores lo viven como algo cotidiano.

En ciertos tipos de relaciones hay algo en su estructura que admite la desviación destructiva como algo normal o al menos que no anula las transgresiones que provocan daño. Es el basamento sobre el cual se construyen tendencias regresivas y defensivas en el sistema.

Lo perverso no es natural en las organizaciones sociales, pero es posible que tenga sus apoyos en las prácticas cotidianas.  En las defensas y en las inhibiciones hay intencionalidad.

En muchos casos las defensas elaboradas por los miembros en sus grupos de trabajo se convierten es prejuicios acerca de la calidad de la atención a los usuarios. Son situaciones en que las ansiedades, las tensiones y la presión de las tareas llevan a los integrantes a redefinir grupalmente los modos de prestar los servicios, para tomar distancia y aliviar dichas tensiones.

En otras situaciones las defensas culturales tienen su razón de ser en la necesidad de moderar o amortiguar los cambios no previstos o indeseables en las transacciones con el medio ambiente.

Entonces no todas las disonancias o rupturas son perversas y tampoco pueden presentarse a los procesos de cambio como una fuente de destrucción para la organización.

Los actos no son perversos en forma aislada sino cuando el observador los pone en relación en un contexto determinado.

Existen políticas de cambio en las cuales la dirección tiene alternativas y finalmente escoge aquellas que presentan una extrema racionalidad económica e instrumental desprovistas de todo sentido ético y moral. Por ejemplo los programas de reducción de personal, que despiden al personal con mayor antiguedad considerando su edad biológica antes que su lealtad, su capacidad y la actualidad de sus conocimientos.

 

 

CAPITULO 12 – EL QUEHACER CONSTRUCTIVO

 

12.1  La fuerza de lo positivo

 

Una de las posibles versiones de los grupos y organizaciones sociales es la versión negativa o vista desde la perversidad.

Son relaciones no deseables desde la ética y la moral, pero recurrentes en la organización.

No desconozco ni niego la positividad de las organizaciones sociales.

Desde el afuera de la organización he tenido una idea de lo constructivo, del deber ser, de las misiones sociales de las instituciones.

Lo maligno también tiene su racionalidad, no es algo aleatorio. No hay por que esperar que lo destructivo se extienda hasta poner en peligro la continuidad de la propia organización maligna (salvo la irracionalidad destructiva).

En algunos casos lo destructivo será una excepción superable, en otros la misión será solo una  máscara. Ello, a su vez ocurre en un marco socio-cultural que corrige o convalida.

No he negado, sino ampliado estas definiciones, revisando el concepto de lo normal y lo racional en los comportamientos sociales. En particular cuando lo perverso es el propio orden que las instituciones reflejan.

Aquí la desviación es del orden respecto de la ética y la moral en una sociedad democrática.

Para emitir mis apreciaciones sobre la realidad y lo deseable no he pensado en cualquier marco institucional, sino en los valores que hacen a la dignidad humana, a la libertad, autonomía, equidad, igualdad. De no existir este marco, la referencia a lo normal y lo legítimo en las organizaciones sería imposible, todo estaría permitido.

El deber ser es lo positivo y la desviación en las prácticas cotidianas de ciertos establecimientos no modifica el marco ético y moral.

La visión de las desviaciones se ha realizado desde la perspectiva de una coexistencia del par conceptual orden-desorden en el marco de una realidad compleja con una trama interactiva.

En nuestro pensar sobre el orden-desorden de la realidad, producimos un alternar entre ambos polos sin eliminar del cuadro de situación al opuesto. Un proceso de oscilación o alternancia cognoscitiva de acuerdo con el interés puntual de la mirada. En los hechos sociales ambos miembros del par se demandan recíprocamente para existir, conteniendo a su contrario.

No sostengo una lectura unidireccional del orden (previo) hacia el desorden.

He trabajado con la idea de la coexistencia de racionalidades opuestas, sin que ello anule la viabilidad de la institución.

El concepto de desviación aparece y desaparece según el marco que utilicemos.

Lo ético no admite un razonar individualista.

Del lado de los actores la razón es la supervivencia  y su autonomía para realizar contratos perversos.

Del lado del contexto se critica la falta de responsabilidad social, la hipocresía, el doble discurso, la mentira institucional, corrupción legalizada.

Hablo de una realidad mediatizada por las formas de dominación social, los dispositivos de poder y la racionalidad dominante en las organizaciones.

He  escrito sobre la presencia de muchos órdenes vistos desde el adentro de la organización, algunos de los cuales son desordenes desde el afuera.

En el relato de los actores hay razón también sinrazón cuando se cambia la pregunta o la mirada.

La falta de complementariedad, la confrontación entre modelos de cultura, quizás hace posible la innovación en grupos y organizaciones, pero también implica incongruencias.

Lo perverso no trata del devenir de las organizaciones ni de las contradicciones en el sistema social. No desencadena una oposición, sino que son situaciones que se cierran sobre sí mismas.

Al referirme a lo perverso he mostrado mi interés por aspectos malignos y contradictorios de la complejidad de las organizaciones.

Al hablar de destrucción no me refiero a la lucha abierta, los actos de violencia o los enfrentamientos, sino a las desviaciones que surgen de la confrontación entre niveles de realidad, vigentes y deseados, pensados y actuados, entre lo reprimido y visible dentro del sistema.

 

 

 

 

12.2. Revalorizar y reconstruir la organización

 

Ser positivo es un modo de pensar acerca de los aportes de las organizaciones sociales, pensamiento que las reconoce como prestadoras de servicios a la comunidad. Pero desde la perspectiva ética no puede aceptarse que esos servicios se cumplan bajo condiciones destructivas para sus miembros, para el medio ambiente o sus destinatarios externos.

El analista, reformador, directivo o político es positivo en la medida que no queda en el diagnóstico y ofrece metodologías para la intervención correctiva en las organizaciones. Lo ético no es sólo reflexión, siempre hay algo por intentar.

Hay líneas de acción que ilustran sobre el camino a seguir: revalorización y reconstrucción de las organizaciones.

Una de las cuestiones básicas en la explicación y propuesta sobre la perversidad es entonces la consideración del impacto del mundo circundante o pertinente. La trama perversa no funciona en el vacío.

Ellas interaccionan con el medio, pero también muestran rasgos propios que suelen proteger y profundizar (su identidad).

Los límites con el medio no son precisos como una frontera física.

Los voceros del orden instituido no sostienen en su discurso que estos hechos sean normales, y como prácticas no siempre le convienen al sistema, que suele tratarlos como sus efectos no deseados.

Si dichas formas de discriminación e injusticia se conocen, se sostienen y difunden abiertamente desde el aparato estatal diremos que el orden social más amplio es de naturaleza autoritaria. En estos casos la represión en las organizaciones sería congruente con el medio.

La característica de lo perverso es que tiene alternativas (otras tramas) dentro de las disposiciones del orden instituido.

En dicho orden hay por lo tanto contradicciones y fisuras, mayorías y minorías, oficialismo y oposición, postergados y privilegiados. Estos dualismos también están presentes en las organizaciones.

Lo perverso es la cristalización de una relación dialógica entre partes con interese opuestos que se cruzan en la organización y que se necesitan o no pueden evitarse. Es un saber compartido por los integrantes pero desde la ética es una contracultura, un conocimiento y una práctica que muestran las contradicciones de la relación cotidiana.

Nos preocupa entonces la desnaturalización y el aislamiento de la organización dentro del margen o las brechas que presenta y admite el llamado orden social.

La articulación perversa es sofisticada e intenta persuadir o disfrazar. Corresponde al tiempo del doble discurso, el silencio cómplice, la transacción y la mentira institucional. La injusticia se disimula con la fabricación de imágenes.

Lo perverso tiene que ver más con las imperfecciones de un sistema de libertades y regulaciones burocráticas, antes que con un régimen represivo.

Las posibles intervenciones se relacionan con la naturaleza de la desviación que se trate y con el marco de referencia que se adopte.

 

Distintas realidades o manifestaciones de la perversidad en el marco de las organizaciones sociales:

a)      La voluntad perversa. Me refiero a estrategias, a la acción de destruir conociendo las consecuencias.

b)      Los rasgos culturales represivos, un mundo que se da por sentado en la organización, formado por prejuicios, mitos y leyendas cuando son impuestos a partir de la ignorancia y la impotencia de las víctimas.

c)       Las desviaciones minimizables pero también inevitables, que se derivan del avance de las tecnologías deshumanizadas y de la explotación industrial de recursos naturales no renovables, es decir perversidad ecológica.

d)      Los modos perversos de pensar instalados en los actores sociales. También la acción de justificar a las realidades malignas sólo porque son recurrentes o habituales o simplemente porque en los hechos funcionan.

Comenzando por el punto sobre la voluntad de lo perverso, esto es sobre la intencionalidad presente en lo destructivo, es una cuestión que se plantea en el terreno de las relaciones de fuerza. Lo constructivo de los proyectos de reforma institucional se relaciona con redistribuir el poder sobre bases equitativas, desarticular las forma autoritarias e incorporar modos participativos en el gobierno de las organizaciones.

Mirando ahora la perversidad como un rasgo cultural, pienso en la toma de conciencia, en la educación de los participantes sobre el ambiente en que están viviendo, la reflexión conjunta acerca de las pautas de relación que han terminado por inhibir a sus propios actores.

La estrategia de intervención en estos casos consiste en intentar que las partes  restablezcan  una comunicación en otro nivel.

Se trata de mirar la relación desde el afuera y en un nivel de recursividad más amplio.

Con referencia al punto de perversidad tecnológica o de la productividad es posible intentar la mirada ecológica. Evaluar proyectos desde la perspectiva del ecosistema, de las implicaciones sociales y política, de las pautas que conectan los procesos organizacionales, del efecto de los cambios sobre los restantes niveles de recursividad del sistema social. Es el tomar en cuenta las enfermedades que se incorporan cuando otras son erradicadas.

En cuanto al tema de los modos perversos de pensar, la aceptación de lo maligno como un componente necesario en los procesos sociales puede desarmarse y reconstruirse mostrando sus componentes ideológicos, es decir los intentos noo declarados de justificar discriminaciones y desigualdades preexistentes o buscadas. Es desenmascarar los estereotipos y falsas premisas sobre las que se asienta el orden negativo.

Mostrar la hipocresía y el cinismo de quienes quieren conservar privilegios adjudicando las diferencias a la naturaleza.

Los propósitos y las misiones institucionales pueden servir como elemento positivo de cohesividad, si con ello también se logra el compromiso de los integrantes respecto de ellos.

Sobre el tema de la positividad frente a las versiones perversas de la realidad es que se trata de producir una perturbación externa movilizadora, romper desde el afuera el aislamiento en lo que tiene de maligno cuando en el proceso cotidiano se desconoce todo valor que no sirva a la continuidad y recurrencia de lo perverso. Reinstalar una circularidad virtuosa.

Los procesos de cierre organizacional no son una patología. Tienen que ver con la instalación de rasgos identificatorios de la organización, con su autonomía, su individualidad en un medio que por el contrario tiende a igualarlas, masificarlas y confundirlas. En el cierre se incluyen procesos que otorgan cohesividad a las organizaciones y que le permiten entender su entorno e interpretar los cambios ambientales en términos de sus propias experiencia s, aptitudes y capacidades. Son componentes del cierre organizacional los mitos, las leyendas, las creencias no discutibles, el saber cristalizado junto al poder en que se respalda,, las ideologías, las tradiciones.

El cierre que las protege y les permite reconocerse a sí mismas como una organización, también puede destruirlas porque se trata de sistemas que sobreviven en el intercambio con el ambiente.

El nivel de lo maligno es entonces el aislamiento ignorante del contexto, el desacople entre las capacidades de la organización y los requerimientos ambientales y el desplazamiento transgresor de sus misiones institucionales.

Desde la óptica del devenir de las organizaciones el orden destructivo o perverso, cuando se lo observa expandido en el eje del tiempo, también puede considerarse como una fuente potencial de disrupción respecto del orden establecido desde el afuera, tanto en los modos de pensar como en las estructuras y pautas de relación en las organizaciones.