Altillo.com > Exámenes > UBA - Filosofía y Letras - Historia > Historia Social General

Historia Social General2° Parcial DomiciliarioCat: Vazeilles1° Cuat. de 2008Altillo.com

PREGUNTA 1

Opción 1: Explique la excepcionalidad del Paraguay en el contexto de la transición capitalista en América latina, teniendo en cuenta:
                a) El frente revolucionario y hegemonias;
                b) Medidas políticas, económicas y sociales.

Opción 2: ¿Cuáles fueron los obstáculos para la conformación de los estados nacionales en las formaciones económico-sociales latinoamericanas? Compare el proceso con los Estados Unidos.

PREGUNTA 2

Opción 1: ¿Cómo se incorporaron los países latinoamericanos al sistema capitalista mundial en la etapa del imperialismo? Factores internos y externos.

Opción 2: Analice las nuevas formaciones económico-sociales y las características que asume la lucha social en el período 1900-1930. Para dicho análisis elija la experiencia argentina o chilena.

PREGUNTA 3
Efectuar un resumen de los aspectos salientes de la segunda mitad del siglo XX y el cambio de época.
 

RESPUESTAS

1, opción 1, a) Hacia la mitad del siglo XVIII la estructura económica en el Paraguay estaba bajo el control no tanto de un sector terrateniente como en el resto de Latinoamérica, sino más bien por las misiones jesuitas, cuyo poderío económico posibilitó incluso el control político. Con la expulsión de los jesuitas de las colonias americanas (1767) e instauración de una gobernación colonial, se plantea un nuevo escenario para los latifundistas criollos, que comenzaron a fortalecerse. En este contexto, la oligarquía criolla paraguaya, a diferencia de otras colonias de España en América, tenía un relativa debilidad, lo que la obligó, para tratar de modificar la correlación de fuerzas e imponer su modelo, un apoyo en sectores medios y bajos, que plasmaron en diversas insurrecciones. Esta oligarquía criolla tenía la particularidad de ser doblemente explotada: por un lado por la metrópolis, y por el otro por las colonias con salida al mar, y especialmente Buenos Aires: ante el proceso de independencia iniciado allí, Paraguay defiende el realismo, y apoyado en milicias plebeyas comandadas por la oligarquía criolla, derrota la intervención porteña de Belgrano. Esto manifiesta un rechazo mayor al puerto que a la metrópolis. Pero aprovecha la oligarquía, que había reunido tras de sí a un conjunto muy amplio de sectores, para realizar su propia independencia de la península con intenciones de fomentar el libre cambio y posibilitar su enriquecimiento. Era necesario el convencimiento, otorgado por Belgrano, de que si se desligaban de España, Buenos Aires aliviaría la presión y haría posible, rentable, el modelo. Ergo Paraguay intentaría no entrar en conflicto con Buenos Aires. Pero éste no era el interés de Buenos Aires, que pasará con las otras repúblicas oligárquicas y con el Brasil colonial a bloquear su comercio exterior ni bien el proceso paraguayo se radicalice. Tampoco era el interés económico del grueso de la población, que conformaba un frente policlasista con los sectores altos, y sobre todo, no era la razón de su independencia tanto de las otras provincias, colonias y repúblicas oligárquicas como del poder colonial, aunque los hacendados y terratenientes necesitaban de ellos si querían conspirar contra la gobernación española, cuya fuerza estaba declinando. La oligarquía paraguaya tenía un débil papel en relación con otras colonias, y necesitaba del apoyo de la pequeña burguesía y los campesinos para su modelo. Intelectuales populares actuaban pues con facilidad en asuntos políticos, como es el caso de Gaspar Francia. El gobernador Velazco no tuvo margen de resistencia y el 16 de mayo de 1811 se conforma un triunvirato provisorio, compuesto por Francia, un militar, y Velazco. Un mes después, éste es descubierto en medio de un complot y expulsado del poder. Un congreso forma una Junta de gobierno, figurando también Francia. Estos gobiernos y sus congresos formativos, a pesar de su carácter criollo, por un lado, siguen reconociendo el poder de España, y por otro lado siguen estando conformados por las minorías ricas. Por eso Francia se hace rápidamente a un lado del gobierno. La Junta gobernó algo más de dos años. Buenos Aires acuerda facilitar el comercio el primer año y Paraguay goza de bonanza. Pero luego abandona unilateralmente el acuerdo, imposibilitando el modelo económico de la Junta. Sufre además una presión cada vez mayor por parte de la pequeña burguesía y campesinos, representando los intereses populares. Ante una grave crisis política y la inviabilidad del modelo, la Junta acude a Francia, quien exige condiciones para retornar al poder, entre otras un congreso, esta vez de amplia representación social (1813), el cual declara la independencia y lo elige cónsul. Después, en otros dos congresos, lo declaran dictador temporal y luego dictador perpetuo.
La fuerza política de la revolución estuvo centrada en un frente amplio de chacreros, peones rurales, artesanos y todos aquellos beneficiados con repartos de tierras, con la desaparición de los terratenientes y hacendados, y con un mercado interno favorable a la industria local. Francia practicó un nacionalismo radical, evadiendo toda intervención en los conflictos americanos y modernizando la economía y el estado[i]. Existía un apoyo político plebeyo fundamental, mientras en otras regiones, como en el Río de la Plata, los caudillos se disputaban el poder en interminables guerras intestinas. La dictadura expropió considerablemente a los terratenientes, grandes comerciantes y hacendados, los cuales descendieron económicamente de sector, terminaron presos (con sus propiedades enajenadas) o bien eligieron el exilio. Éstos se opusieron y conspiraron frecuentemente contra Francia, junto con los altos oficiales y algunos intelectuales, pero sin la base económica para perdurar como sectores sociales, se agravó más el hecho que jamás pudieron posicionarse exitosamente como sector social independiente en la contienda política.
b) El conjunto de políticas de Francia puede ser resumido en: urbanización de las principales ciudades y construcción de viviendas populares, expropiación y deducción sustancial de las propiedades e ingresos de la Iglesia y laicización del Estado, construcción de instalaciones penales para los opositores y confiscación a los oligarcas opositores, diversificación planificada de la agricultura para equilibrar la oferta, fundamentalmente interna, y así autoabastecer al país, nacionalización de la mitad de las tierras cultivables del Paraguay y redistribución de otro tanto entre los peones rurales. Gravamen a la riqueza de los hacendados, los terratenientes y los españoles. A éstos últimos se les suprimió el derecho de herencia, pasando luego sus propiedades al estado. Hubo deducciones y control estricto a los comerciantes, y un organismo estatal de monopolio del comercio, realizando esfuerzos en evitar en lo posible el comercio exterior y sobre todo el libre cambio, posibilidad ya obstaculizada por el bloqueo económico, en momentos absoluto, de los estados vecinos. En relación con la cuestión indígena, respetó en general la forma comunitaria de producción y propiedad indígena. Asimismo, intentó una forma experimental de haciendas estatales, en la que los indígenas trabajaban como peones públicos o privados, la mayoría a base de retribución en productos y jornal, pero algunos pocos aún endeudados crónicamente, como era frecuente décadas atrás[ii]. Fue sobre todo tras la muerte de Francia que empezó un proceso de modernización y automatización. La labor entonces era artesanal, pero el cierre de las importaciones manufactureras evitó la competencia y la benefició. Estando prohibida la salida del país de oro, plata o animales, las pocas importaciones eran pagadas en trueque de yerba o tabaco (y era usual utilizar estos productos como dinero). Previniéndose de intervenciones bélicas y/o insubordinaciones militares, consolidó fuertemente la defensa fronteriza, depuró el sector social del Ejército y redujo su máxima jerarquía a capitán, y creó cuerpos especiales de seguridad de estratos bajos. También dispuso que los funcionarios de las haciendas estatales armaran a los peones en caso de conflicto bélico.
2, opción 1) Él término de imperialismo actualmente utilizado remite sobre todo a Lenin[iii], quien plantea que en el cambio de siglo se estaba en presencia de una nueva etapa del capitalismo. Lo que caracterizaba al viejo capitalismo según Lenin era que predominaba la libre competencia y la exportación de mercancías. Pero en el Imperialismo lo característico es el monopolio y la exportación de capitales. Por las uniones monopolistas de capitalistas en todos los países de capitalismo desarrollado, por un lado, como así también por la situación monopolista de unos pocos países ricos, se da una acumulación inmensa de capital en estos últimos, que no dispone en su territorio espacio suficiente para su comercialización y culminación del ciclo de valorización. Este "exceso de capital" encuentra una nueva vía para seguir acrecentándose (fin inherente a este modo de producción) mediante la exportación de capital a los países no desarrollados en los que, producto de la escasez de capitales, bajo precio de la tierra y los salarios, y materias primas baratas, existen posibilidades de grandes ganancias.
Ciafardini[iv] entonces señala que mientras que en la etapa premonopólica el comercio internacional era un intercambio entre entidades jurídicas y económicas distintas, en el imperialismo las importaciones en las repúblicas oligárquicas[v] adquieren la forma de ingresos de capitales extranjeros, y las exportaciones consisten más bien en un correlato material de tales importaciones de capital. Estos movimientos internacionales se presentan bajo la forma de transferencias bancarias: lo distintivo es que lo que aparece como movimiento puramente comercial de importación/exportación responde fundamentalmente a movimientos financieros, afectando directamente la economía nacional de los países dependientes, en alianza con las clases dominantes locales, pero también dando lugar a un incipiente proletariado urbano.
La opresión imperialista actúa como factor a la vez externo e interno sobre la periferia. Lo externo opera a través del dominio de los mercados, por ejemplo, la deuda externa. Esto, no sólo como forma de sometimiento económico sino también político e inclusive justificando el uso de la fuerza militar en intervenciones, o en impulsar y respaldar golpes de Estado. Como factor interno, opera no sólo en sus vínculos con políticos y funcionarios, sino fundamentalmente a través de la alianza con clases dominantes locales internas y el control, con ellas, de aspectos estratégicos del Estado. Esto es lo que sucede en el caso de los oligarcas en todos los países de A. Latina, porque es una clase originada en el feudalismo colonial tardío cuya supervivencia y desarrollo depende de su alianza con el imperialismo –en tanto que mercados y en tanto que proveedor de los capitales necesarios– y las burguesías intermediarias.
Mariátegui[vi] indica que las formaciones coloniales son convertidas por medio de modelos económicos oligárquicos en economías articuladas bajo una jerarquía colonial, esta vez con el mercado mundial. El estancamiento económico español, en el cuadro de monopolio comercial en las colonias, colisionaba con las fuerzas productivas americanas, en unas más que en otras, y las oligarquías buscaban la independencia con el objetivo de trabar relaciones con Gran Bretaña y formar economías de dependencia mediante modelos agroexportadores y librecambistas. Los intelectuales y militares radicales americanos que protagonizaron las revoluciones de independencia estaban condicionados por esto, lo cual les imprimía un estrecho margen de maniobra y devenir. Este margen sólo varió según la participación de las clases subalternas en el proceso, aunque el único caso durante la etapa independentista donde pudieron arrebatarle prolongadamente el poder y el modelo a la oligarquía, Paraguay, haya sido de una excepcionalidad significativa. Los Estados que surgieron luego de las revoluciones de independencia tuvieron dificultades en conformar el mismo tipo de relaciones sociales de producción que el capitalismo europeo al cual estaban reacomodando su mercado; sus bases económicas eran para el caso las mismas que la de los países europeos, con la diferencia de que en América la intención era liberarse del yugo colonial sin cambiar las relaciones de producción dominantes, basadas en la explotación casi esclavista de la mayoría de la población, ya que la clase dominante quería perpetuar su ganancia basada en estas relaciones precapitalistas de producción.
Las reconversiones económicas posteriores a las etapas caudillistas, se articulaban ya a un imperialismo o a sus premisas inmediatas, lo cual implicaba la importación de capitales y no sólo de mercancías, y requerían mucha mano de obra para una estructuración productiva capitalista, que entonces estaba dispuesta a migrar, en el caso de los países atlánticos, pero de la Europa menos desarrollada. Y en el caso de los países del Pacífico, eran propensos a recibir mano de obra oriental. También subsistió en muchos países, sobre todo del Caribe, la importación de esclavos africanos, y en otros los trabajos forzosos de los indígenas. Todos estos elementos en algunos casos trabaron o postergaron el desarrollo industrial, más viable en los países atlánticos, pero en todos ya ralentizados por los intereses de las oligarquías.
Las revoluciones burguesas no se dieron en América Latina durante la época de conformación de los Estados nacionales, y las primeras relaciones de producción capitalistas se impusieron más bien a fines del siglo XIX y principios del XX con la exportación de capitales extranjeros propios del imperialismo.
3) Las primeras décadas del siglo XX abren según Hobsbawm[vii] "la era de las catástrofes". Estas turbulencias se sucederán a lo largo del s. XX. La primera fue la escalada imperialista que derivó en la Primera Guerra Mundial, de la que emergió el capitalismo "amputado" por la Revolución Rusa. La segunda fue la de 1929 y su secuela depresiva con avance del fascismo[viii], llegando a la tercera, la Segunda Guerra Mundial, de la cual el capitalismo salió con grandes retrocesos territoriales que continuaron hasta los '70, y con una oleada de revoluciones antiimperialistas en los países poco desarrollados. El proceso de descolonización que se da en Asia y África marca una nueva etapa de neocolonialismo, caracterizado por el surgimiento de estados nacionales con economías dependientes de los países centrales. En este contexto, surge EEUU como la "nueva metrópoli" rellenando el vacío británico. Su intervención también buscaba frenar la influencia soviética dentro de estos territorios, como en América Latina con el surgimiento de gobiernos nacionalistas que buscaban implementar o ampliar la industrialización y el desarrollo de una economía nacional, y con el ejemplo de la Revolución Cubana. La política exterior estadounidense varió de acuerdo a las características que imperaban en cada país latinoamericano. En Centroamérica, Estados Unidos influía mayormente a través de intervenciones militares o económicas directas, mientras que en el contexto de los países del Cono Sur, el caso de Argentina, Brasil, Chile, etc., su presencia se daba en base a la inversión tecnológica y financiera. Posteriormente, en los '70, preparó e impulsó logística y financieramente golpes militares en estos países.
Nos encontramos con un capitalismo caracterizado por una abrumadora intervención del Estado (Estado Regulador y Estado de Bienestar), extensión de grandes burocracias públicas y el sostenimiento estatal de la demanda: subvenciones al consumo, obras públicas, gastos militares, etc. Después de 1945 se consolidó el keynesianismo como un "parche" que estabilizó la economía occidental, permitiéndole integrar a sus clases bajas y asegurar algo más de dos décadas de crecimiento. El fin de la Segunda Guerra Mundial marca el inicio de una nueva situación: desaparecen las viejas estructuras imperiales, tales como Inglaterra y Francia, y surgen nuevas potencias hegemónicas: de un lado la URSS y el bloque socialista con países de Europa Oriental, China, etc., y del otro EEUU y los países occidentales capitalistas. EEUU implanta una política exterior orientada hacia la constitución de un nuevo bloque hegemónico de la mano del liberalismo económico. Esta política tuvo que ser replanteada ante el avance del comunismo en Europa y el triunfo de la Revolución China, además del surgimiento de la URSS como una potencia militar nuclear y luego la Revolución Cubana. Llevándolos a incrementar la inversión en industria bélica, las tensiones que surgieron entre los dos bloques se resolvieron en los denominados países periféricos: Vietnam, Corea, Afganistán, países de Centroamérica, etc. La competencia imperialista se da también en el continuo desarrollo de nuevas tecnologías, principalmente aplicadas al perfeccionamiento de armamento bélico. Con el desarrollo nuclear aparece una nueva forma de destrucción, eliminando la línea de separación ente la población civil y el escenario de confrontación. Pero también evita una confrontación imperialista directa, dado que significaría la destrucción mutua total.
Las rupturas anticapitalistas de esa época fueron rupturas a medias, ligadas aún a las ideas occidentales de la ideología del progreso, la eficacia del Estado burgués del s. XX, la planificación autoritaria, etc., y además tentativas de construcción que chocaban con límites que les impedían desarrollar plenamente una superación. Esto dio lugar a fenómenos como el estalinismo, cuyo telón de fondo fue el devenir trágico de la Revolución Rusa. Por su parte, las revoluciones y reformas nacionalistas de la periferia estaban a medio camino entre la imitación de las transformaciones keynesianas en los países centrales y los híbridos socialistas. Hacia fines de los ´60 y durante la década de los ´70, mientras el mundo capitalista sufría las crisis del dólar y del petróleo, el bloque soviético divisaba el enfriamiento de su economía. Para salir de estas situaciones, mientras en occidente se imponían políticas económicas liberales, la URSS llevó adelante medidas de privatización y descentralización de las empresas, agrupadas bajo la denominación de "Perestroika", que llevaron poco a poco, a la implantación del capitalismo en la URSS. Los denominados "socialismos reales" fueron más bien "una realidad impropia o defectuosa en torno a lo que se supone deben ser los valores del socialismo". El régimen político de estos capitalismos de estado era un "neo-absolutismo, como dictadura de partido único sobre el conjunto de las clases sociales, con una unidad interna basada en la represión y con la única motivación legítima de defender los intereses del conjunto frente a la agresión y la intromisión de los imperialismos extranjeros", lo que Vazeilles llama "su defensismo esencial"[ix] (defensa de las "conquistas sociales" del régimen).
El fin del s. XX, se caracteriza por una liberalización de las economías y un carácter internacional, lo cual implicó el desmantelamiento del Estado de Bienestar en la mayoría de los países, de las conquistas del trabajo, y en Latinoamérica, la interrupción violenta de los procesos nacionalistas. Pero no es éste un fenómeno inédito. Su origen reside en las tendencias inherentes del capitalismo (Marx las vislumbraba ya en su Manifiesto Comunista), y estaban presentes en la globalización interoceánica que germinó la transición del feudalismo al capitalismo. Su apariencia novedosa viene dada por el impasse de la mundialización durante la segunda posguerra y por un manejo hegemónico neoliberal. Pero pueden verse cambios en los últimos años, manifestándose en una pérdida del poder hegemónico de los EEUU, como advertencias de que la continua postergación desde finales de los ´70 de la crisis colisionará con límites infranqueables, evidenciando estructuralmente histórico al capitalismo como forma de relación, social y con la naturaleza. Así, Vazeilles habla de un cambio de época en el presente histórico[x].
La nueva división del trabajo implica una peligrosa inversión de la "pirámide" productiva: en vez de capitales ficticios (financieros) sustentados en una base amplia de extracción de plusvalía, como era el caso fordista-keynesiano, existe hoy una extracción de plusvalía protagonizada por China, India y Singapur, que debe sostener una burbuja enorme de capital ficticio. La cuestión puede ser ilustrada como "un personaje de historieta que ha pasado el borde de un precipicio y continúa caminando en el aire […] ilustra la situación de la economía mundial, que continúa funcionando 'sobre el crédito', mientras el fundamento real sobre el que se basó el crecimiento de posguerra […] se desintegra por debajo"[xi].