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Sociología para Historiadores | Resumen de Weber "Tipos de Dominación" | Cat: Jenkins | 2° Cuat. de 2007 | Altillo.com |
Tipos de dominación- Max Weber
El libro empieza diciendo, que por política entenderemos solamente la dirección
o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, en
nuestro tiempo, de un Estado.
Dicho estado sólo es definible sociológicamente por referencia a un medio
específico que él, como toda asociación política, posee: la violencia física.
La violencia no es, naturalmente, ni el medio normal ni el único medio de que el
Estado se vale, por sí es su medio específico. Hoy, precisamente intíma la
relación del Estado con la violencia.
Max Weber también define el estado como aquella comunidad humana que, dentro de
un determinado territorio ( el territorio es elemento distintivo), reclama (con
éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de
nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les
concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo
permite. El Estado es la única fuente del derecho a la violencia.
Existen tres tipos de justificaciones internas, de fundamentos de la legitimidad
de una dominación. En primer lugar, la legitimidad del “eterno ayer” de la
costumbre. En segundo término, la autoridad de la gracia (Carisma) personal y
extraordinaria, y por último tenemos, una legitimidad basada en la “legalidad”,
en la creencia en la calidez de preceptos legales y en la “competencia” objetiva
fundada sobre normas racionalmente creadas,
Max Weber se centra principalmente en el segundo de estos tipos: la dominación
producida por al entrega de los sometidos al “carisma” puramente personal del
“caudillo”. En ella arraiga, la idea de vocación. Esta figura es vista como la
de alguien que está internamente “ llamado” a ser conductor de hombres, los
cuales no le prestan obediencia porque lo mande la costumbre o una norma legal,
sino porque creen en él.
Max Weber, también habla de todas las organizaciones estatales y las clasifica
en dos grandes categorías según el principio a que obedezcan. En unas, el equipo
humano posee en propiedad los medios de administración, en otras, el cuadro
administrativo está “separado” de los medios de administración, en el mismo
sentido en que hoy en día el proletario o el empleado “están” separados de los
medios materiales de producción dentro de la empresa capitalista.
En el Estado moderno se realiza, pues, al máximo la “separación” entre el cuadro
administrativo ( empleados y obreros administrativos) y los medios materiales de
la administración.
Max Weber en su estudio define al Estado moderno como una asociación de
dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar
dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y
que, a este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente
y ha expropiado a todos los funcionarios estamentales que antes disponían de
ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas.
Max Weber también hace una distinción entre políticos ocasionales y políticos
semiprofesionales.
Políticos “ocasionales” lo somos todos nosotros cuando depositamos nuestro voto,
aplaudimos o protestamos en una reunión “política”, hacemos un discurso
“político” o realizamos cualquier otra manifestación de voluntad de género
análogo. Políticos “semiprofesionales” son hoy, todos esos delegados y
directivos de asociaciones políticas que, por lo general, sólo desempeñan estas
actividades en caso de necesidad, sin “vivir” principalmente de ellas y para
ellas, ni en lo material ni en lo espiritual.
Max Weber también nos define las comunidades libres, que no son libres en el
sentido de toda dominación violenta, sino en el de que en ellas no existía como
fuente única de autoridad el poder del príncipe, legitimado por la tradición y,
consagrado a la religión.
Según dicho sociólogo hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se
vive para la política o se vive de la política.
La política según el pensamiento de nuestro sociólogo puede ser “honorario”, y
entonces estará regida por personas que llamaríamos “independientes”, es decir,
ricas, y sobre todo por rentistas; pero si la dirección política es accesible a
personas carentes de patrimonio, éstas han de ser un puro” prebendado” o un
“funcionario” a sueldo.
Para Max es importante la evolución del funcionario moderno, que se va
convirtiendo en un conjunto de trabajadores intelectuales altamente
especializados mediante una larga preparación y con un honor estamental muy
desarrollado, cuyo valor supremo es la integridad.
La evolución se inicia en las ciudades y señorías italianas y , entre las
monarquías, en los Estados creados por los conquistadores normandos.
Pero la cuestión que ahora nos interesa es la de cuál es la figura típica del
político profesional, tanto la del “Caudillo” como la de sus seguidores. En el
pasado los políticos profesionales estaban al servicio del príncipe en su lucha
frente a los estamentos.
Una segunda capa del mismo género era la de los literatos con formación
humanística. Hubo un tiempo en que se aprendía a componer discursos latinos y
versos griegos para llegar a ser consejero político y, sobre todo, historiógrafo
político de un príncipe. Una vez que consiguieron desposeer a la nobleza de su
poder político estamental, los príncipes la atrajeron a la Corte y la emplearon
en el servicio político y diplomático. La cuarta categoría está constituida por
una figura específicamente inglesa: un patriciado que agrupa tanto a la pequeña
nobleza como a los rentistas de las ciudades y que se conoce por el nombre de “gentry”.
Una quinta capa, propia del continente europeo, fue la de los juristas
universitarios, que eran los que llevaban a cabo la transformación de la empresa
política para convertirla en Estado racionalizado.
Desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la
instauración de la democracia, el “demagogo” es la figura típica del jefe
político en Occidente. El publicista político, y sobre todo el periodista, son
los representantes de la figura del demagogo en la actualidad. La carrera
Periodísticamente continúa siendo una de las más importantes vías para la
profesionalidad política.
Mientras que el periodista como tipo de político profesional tiene ya un pasado
apreciable, la figura del funcionario de partido se ha desarrollado en los
últimos años.
La empresa política es necesariamente una empresa política de interesados.
Prácticamente esto significa la división de los ciudadanos con derecho a voto en
elementos políticamente activos y políticamente pasivos.
Sólo el periodista es político profesional y sólo la empresa periodística es, en
general, una empresa política permanente. La vida activa se reduce a la época de
las elecciones.
Max Weber dice que hay tres cualidades decisivamente importantes para el
político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Pasión en el sentido
de “positividad”, de entrega apasionada a una “causa”. La pasión no convierte a
un hombre en político si no está al servicio de una “causa” y no hace de la
responsabilidad para con esa causa la estrella que oriente la acción. Para eso
se necesita mesura, capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin
perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir, para guardar la distancia
entre los hombres y las cosas.
El resultado final de la acción política guarda una relación absoluta
paradójica, con su sentido originario. Lo que importa es que siempre ha de
existir alguna fe, cuando esta falta, incluso los éxitos políticos aparentemente
más sólidos, llevan sobre sí la maldición de la inanidad. Ponerse después de
perdida la guerra quien es el culpable no es innecesario ya que siempre es la
estructura de la sociedad la que origina la guerra. Dice Max Weber, ante este
hecho hay que actuar con dignidad, nunca mediante una ética que, en verdad, lo
que significa es una indignidad de las dos partes.
Hay que preocuparse de lo que realmente corresponde a política, el futuro y la
responsabilidad frente a él, se pierde en cuestiones, por insolubles
políticamente estériles, sobre cuáles han sido las culpas en el pasado. Hacer
esto es incurrir en culpa política, si es que las hay. De esta ética, Max Weber
dice, igual que de la causalidad de la ciencia, que no es un carruaje que se
pueda hacer parar tomarlo y dejarlo a capricho. Se le acepta o se la rechaza por
entero, este es precisamente su sentido; proceder de otro modo es trivializarla.
La ética absoluta, sin embargo, ni siquiera se pregunta por las consecuencias.
Toda acción éticamente orientada puede ajustarse a dos máximas fundamentales
distintas y opuestas entre sí: puede orientarse hacia la ética de la convicción
o hacia la ética de la responsabilidad.
Max Weber dice que todo aquello que se persigue a través de la acción política,
que se sirve de medios violentos y opera con arreglo a la ética de la
responsabilidad, pone en peligro la “salvación del alma”.
Weber finalmente concluye diciendo que la política consiste en una dura y
prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se
requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura.