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Sociología y Antropología
del Arte
Resumen de "Modos de Ver" |
Sociología y Antropología del Arte (Cátedra: Lobeto - 2022) |
Filo. y Letras | UBA
Sociología y Antropología del Arte
(Prof. Claudio Lobeto)
Carrera de Artes
Facultad de Filosofía y Letras – UBA
Berger, John. (2000). Modos de Ver, Barcelona, Gustavo Gili, (caps. 1, 5 y 7).
Guía de lectura:
Ensayo I
¿De qué modo caracteriza el autor a la visión?
La vista es la que establece nuestro lugar en el mundo circundante; explicamos
ese mundo con palabras, pero las palabras nunca pueden anular el hecho de que
estamos rodeados por él. Nunca se ha establecido la relación entre lo que vemos
y lo que sabemos. El conocimiento, la explicación, nunca se adecua completamente
a la visión.
Lo que sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas, el hecho
de que la vista llegue antes que el habla, y que las palabras unca cubran por
completo la función de la vista, no implica que esta sea una pura reacción
mecánica a ciertos estímulos. Solamente vemos aquello que miramos. Y mirar es
una cto voluntario, como resultado del cual, lo que vemos queda a nuestro
alcance, aunque no necesariamente al alcance de nuestro brazo (la facultad del
tacto es una forma estática y limitada de visión). Nunca miramos solo una cosa;
siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos. Nuestra visión
está en continua actividad, en continuo movimiento, aprendiendo continuamente
las cosas que se encuentran en un círculo cuyo centro es ella misma,
constituyendo lo que está presente para nosotros tal cual somos.
Poco después de poder ver somos conscientes de que también nosotros podemos ser
vistos. El ojo del otro se combina con nuestro ojo para dar plena credibilidad
al hecho de que formamos parte del mundo visible. La naturaleza reciproca de la
visión es más fundamental que la del dialogo hablado. Y muchas veces el dialogo
es un intento de verbalizar esto, un intento de explicar como, sea metafórica o
literalmente, “ves las cosas”, y un intento de descubrir como “ve las cosas”.
¿Qué relaciones se establecen entre el arte y el pasado?
Una imagen es una visión que ha sido recreada o reproducida. Es una apariencia,
o conjunto de apariencias, que ha sido separada del lugar y el instante en que
pareció por primera vez y preservada por unos momentos o unos siglos. Toda
imagen encarna un modo de ver. El modo de ver del fotógrafo se refleja en su
elección del tema. El modo de ver del pintor se reconstituye a partir de las
marcas que hace sobre el lienzo o el papel. Sin embargo, aunque toda imagen
encarna un modo de ver, nuestra percepción o apreciación de una imagen depende
también de nuestro propio modo de ver.
Las imágenes se hicieron al principio para evocar la apariencia de algo ausente.
Gradualmente se fue comprendiendo que una imagen podía sobrevivir al objeto
representado; por tanto, podría mostrar el aspecto que había tenido algo o
alguien, y por implicación como lo habían visto otras personas. Posteriormente
se reconoció que la visión específica del hacedor de imágenes formaba parte
también de lo registrado. Y así, una imagen se convirtió en un registro del modo
en que X había visto a Y. esto fue el resultado de una creciente conciencia de
la individualidad, acompañada de una creciente conciencia de la historia. Tal
conciencia ha existido en Europa desde comienzos del renacimiento.
Ningún otro tipo de reliquia o texto del pasado puede ofrecer un testimonio tan
directo del mundo que rodeo a otras personas en otras épocas. En este sentido,
las imágenes son más precisas y más ricas que la literatura. Cuanto más
imaginativa es una obra, con más profundidad nos permite compartir la
experiencia que tuvo el artista de lo visible.
Sin embargo, cuando se presenta una imagen como una obra de arte, la gente la
mira de una manera que está condicionada por toda una serie de hipótesis
aprendidas acerca del arte: la belleza, la forma, la verdad, la posición social,
el genio, el gusto, la civilización, etc. Muchas de estas hipótesis ya no se
ajustan al mundo tal cual es. Salidas de una verdad referida al presente, estas
hipótesis oscurecen el pasado. Lo mistifican en lugar de aclararlo. El pasado
nunca está ahí, esperando que lo descubran, que lo reconozcan como es. La
historia constituye siempre la relación entre un presente y su pasado. En
consecuencia, el miedo al presente lleva a la mistificación del pasado. La
mistificación cultural del pasado entraña una doble perdida. Las obras de arte
resultan entonces innecesariamente remotas. Y el pasado nos ofrece entonces
menos conclusiones a completar con la acción.
Si “viéramos” el arte del pasado, nos situaríamos en la historia. Cuando se nos
impide verlo, se nos priva de la historia que nos pertenece. ¿a quién beneficia
esta privación? En último término, el arte del pasado está siendo mistificado
porque una minoría privilegiada se esfuerza por inventar una historia que
justifique retrospectivamente el papel de las clases dirigentes, cuando tal
justificación no tiene ya sentido en términos modernos. Y así es inevitable la
mistificación.
Acción de los cuadros sobre nosotros: actúan sobre nosotros porque nosotros
aceptamos el modo en que el autor vio a sus modelos. No lo aceptamos de manera
inconsciente, sino en la medida en que corresponde a nuestra observación de las
personas, los gestos, los rostros y las instituciones. Esto es posible porque
seguimos viviendo en una sociedad de relaciones sociales y valores morales
comparables. Y esto es lo que les da a los cuadros una importancia psicológica y
social y no la habilidad del pintor como “seductor” lo que nos convence de que
podemos conocer a las personas retratadas.
La mistificación tiene poco que ver con el vocabulario utilizado. La
mistificación consiste en justificar lo que de otro modo seria evidente. Para
evitar la mistificación del pasado examinemos ahora la particular relación que
existe actualmente, en lo que a las imágenes pictóricas se refiere, entre el
presente y el pasado.
¿En qué se diferencian la perspectiva y la cámara en tanto formas de ver?
Percibimos el arte del pasado de un modo distinto. Podemos ilustrar esta
diferencia con el ejemplo de la perspectiva. La perspectiva estaba sometida a
una convención, exclusiva del arte europeo y establecida por primera vez en el
Alto Renacimiento, que lo centra todo en el ojo del observador. Las convenciones
llamaban realidad a estas apariencias. La perspectiva hace del ojo el centro del
mundo visible. Todo converge hacia el ojo como si este fuera el punto de fuga
del infinito. El mundo visible esta ordenado en función del espectador, del
mismo modo que en otro tiempo se pensó que el universo estaba ordenado en
función de dios.
Según la convención de la perspectiva, no hay reciprocidad visual. La
contradicción inherente a la perspectiva era que estructuraba todas las imágenes
de la realidad para dirigirlas a un solo espectador que, al contrario que dios,
únicamente podía estar en un lugar en cada instante.
Tras la invención de la cámara cinematográfica, esta contradicción se puso
gradualmente de manifiesto.
Soy un ojo, un ojo mecánico. Yo, la máquina, os muestro un mundo del único modo
que puedo verlo. Me libero hoy y para siempre de la inmovilidad humana. Estoy en
constante movimiento. Esta soy yo, la máquina, que maniobra con movimientos
caóticos, que registra un movimiento tras otro en las combinaciones más
complejas.
Libre de las fronteras del tiempo y el espacio, coordino cualesquiera y todos
los puntos del universo, allí donde yo quiera que estén. Mi camino lleva a la
creación de una nueva percepción del mundo. Por eso explico de un modo nuevo el
mundo desconocido para vosotros.
La cámara aislaba apariencias instantáneas y al hacerlo destruía la idea de que
las imágenes eran atemporales. O, en otras palabras, la cámara mostraba que el
concepto del tiempo que pasa era inseparable de la experiencia visual. Lo que
veíamos dependía del lugar en que estábamos cuando lo veíamos. Lo que veíamos
era algo relativo que dependía de nuestra posición en el tiempo y en el espacio.
Ya no era posible imaginar que todo convergía en el ojo humano, punto de fuga
del infinito.
Esto no quiere decir que antes de inventarse la cámara los hombres creyeran que
cada cual podía verlo todo. Pero la perspectiva organizaba el campo visual como
si eso fuera realmente lo ideal. La cámara –y sobre todo la cámara de cine- le
demostraba que no era el centro.
La invención de la cámara cambio el modo de ver de los hombres. Lo visible llego
a significar algo muy distinto para ellos. y esto se reflejó inmediatamente en
la pintura.
impresionistas: lo visible no se presenta al hombre para que lo vea, es un fluir
continuo, se hacía fugitivo. Los cubistas: lo visible no era lo que había frente
a un solo ojo, sino la totalidad de las vistas posibles a tornar desde puntos
situados alrededor del objeto (o la persona) representado.
¿Cómo cambió el status de la obra de arte, a partir de los nuevos medios de
reproducción? ¿En qué se alteró su significado y su autoridad?
La invención de la cámara cambio también el modo en que los hombres veían los
cuadros pintados mucho antes de que la cámara fuese inventada. Inicialmente, los
cuadros eran parte integrante del edificio al que iban destinados, las imágenes
que hay en sus muros son como grabaciones de la vida interior del edificio, de
tal modo que constituyen en conjunto la memoria del edificio, forman parte de la
singularidad de este.
En otro tiempo la unicidad de todo cuadro formaba parte de la unicidad del lugar
en que residía. La cámara, al reproducir una pintura, destruye la unicidad de su
imagen. Y su significación se multiplica y se fragmenta en numerosas
significaciones.
Cabría argüir que todas las reproducciones introducen una distorsión mayor o
menor, y que por tanto la pintura original sigue siendo única en cierto sentido.
La unicidad del original radica en Ser el original de una reproducción. Lo que
percibimos como único ya n es lo que nos muestra su imagen; su primera
significación ya no estriba en lo que dice, sino en lo que es.
Este nuevo estatus de la obra original es una consecuencia perfectamente
racional de los nuevos medios de reproducción. Pero, llegados a este punto,
entra en juego de nuevo un proceso de mistificación la significación de la obra
original ya no está en la unicidad de lo que dice sino en la unicidad de lo que
es. ¿Cómo se evalúa y define su existencia única en nuestra actual cultura? Se
define como un objeto cuyo valor depende de su rareza. El precio que alcanza en
el mercado es el que afirma y calibra este valor. Pero, como es pese a todo una
“obra de arte” se dice que su precio en el mercado es un reflejo de su valor
espiritual. Pero el valor espiritual de un objeto, solo puede explicarse en
términos de magia o religión. Y como ni una ni otra es una fuerza viva en la
sociedad moderna, el objeto artístico, la “obra de arte” queda envuelta en una
atmosfera de religiosidad enteramente falsa. Las obras de arte son presentadas y
discutidas como si fueran sagradas reliquias, reliquias que son la primera y
mejor prueba de su propia supervivencia. Se estudia el pasado que las engendro
para demostrar su autenticidad. Se las declara “arte” siempre que pueda
certificarse su árbol genealógico.
La falsa religiosidad que rodea hoy las obras originales de arte, religiosidad
dependiente en último término de su valor en el mercado, ha llegado a ser el
sustituto de aquello que perdieron las pinturas cuando la cámara posibilito su
reproducción. Su función es nostálgica. He aquí la vacía pretensión final de que
continúen vigentes los valores de una cultura oligárquica y antidemocrática. Si
la imagen ha dejado de ser única y exclusiva, estas cualidades deben ser
misteriosamente transferidas al objeto de arte, a la cosa.
En la era de la reproducción pictórica, la significación de los cuadros ya no
está ligada a ellos; su significación es transmitible, es decir, se convierte en
información de cierto tipo, y como toda información, cabe utilizarla o
ignorarla; la información no comporta ninguna autoridad especial. Cuando un
cuadro se destina al uso, su significación se modifica o cambia totalmente. Y
hemos de tener muy claro lo que esto entraña. No se trata de que la reproducción
no logre reflejar fielmente ciertos aspectos de una imagen; se trata de que la
reproducción hace posible, e incluso inevitable, que una imagen sea utilizada
para numerosos fines distintos y que la imagen reproducida, al contrario de la
original, se presta a tales usos.
La reproducción aísla un detalle del cuadro del conjunto. El detalle se
transforma. Una figura alegórica puede convertirse en el retrato de una joven.
Cuando una cámara de cine reproduce una pintura, esta se convierte
inevitablemente en material para el argumento del realizador. Un film que
reproduce imágenes de un cuadro lleva al espectadore, a través de la pintura,
hasta las concusiones del realizador. El cuadro presta su autoridad al
realizador del film. Esto se debe a que el film se desarrolla en el tiempo y el
cuadro no. El modo en que una imagen sigue a otra en un film, su sucesión,
construye un argumento que resulta irreversible. En cambio, todos los elementos
de un cuadro se ven simultáneamente. El espectador puede necesitar cierto tiempo
para examinar uno a uno los elementos del cuadro, pero siempre que llega a una
conclusión, la simultaneidad de la pintura toda esta allí para refutarla o
corroborarla. El cuadro conserva una autoridad propia.
Como las obras de arte son reproducibles, teóricamente cualquiera puede usarlas.
Sin embargo, la mayor parte de las reproducciones en libros de arte, revistas,
films o dentro de los dorados marcos del salón- se siguen utilizando para crear
la ilusión de que nada ha cambiado, de que el arte, intacta su autoridad única,
justifica muchas otras formas de autoridad, que el arte hace que la desigualdad
parezca noble y las jerarquías conmovedoras.
Ensayo III
¿Cómo explica el autor la posición de la mujer como objeto visual?
Según las costumbres y las convenciones, la presencia social de una mujer es de
un género diferente a la del hombre. La presencia de un hombre depende de la
promesa de poder que la encarna. El poder prometido puede ser moral, físico,
temperamental, económico, social. Sexual, pero su objeto es siempre exterior al
hombre. la pretensión se orienta siempre había un poder que ejerce sobre otros.
En cambio, la presencia de una mujer expresa su propia actitud hacia sí misma, y
define lo que se le puede o no hacer. Todo lo que ella pueda hacer es una
contribución a su presencia. En el caso de la mujer, la presencia es tan
intrínseca a su persona que los hombres tienden a considerarla casi una
emanación física, una especie de calor, de olor o de aureola.
La presencia social de la mujer se ha desarrollado como resultado de su ingenio
para vivir sometida a esa tutela y dentro de tan limitado espacio. Pero ello ha
sido posible a costa de partir en dos el ser de la mujer. Una mujer debe
contemplarse continuamente. Ha de ir acompañada casi constantemente por la
imagen que tiene de sí misma. Desde su más temprana infancia se le ha enseñado a
examinarse continúame.
Y así llega a considerar que la examinante y la examinada que hay en ella son
dos elementos constituyentes, pero siempre distintos de su identidad como mujer.
El modo en que aparezca ante los demás, y en ultimo termino ante los hombres, es
de importancia crucial para lo que normalmente se considera para ella éxito en
la vida. Su propio sentido de ser ella misma es suplantado por el sentido de ser
apreciada como tal por otro.
Los hombres examinan a las mujeres antes de tratarlas. En consecuencia, el
aspecto o apariencia que tenga una mujer para un hombre puede determinar el modo
en que este la trate. Para adquirir cierto control sobre este proceso, la mujer
debe abarcarlo e interiorizarlo. La parte examinante del yo de una mujer trata a
la parte examinada de tal manera que demuestre a los otros como le gustaría a
todo su yo que le tratasen. Y este tratamiento ejemplar de sí misma por sí misma
constituye su presencia. La presencia de toda mujer regula lo que es y no es
“permisible” en su presencia. Cada una de sus acciones es interpretada también
como un indicador de cómo le gustaría ser tratada.
Los hombres actúan y las mujeres aparecen, los hombres miran a las mujeres. Las
mujeres se contemplan a sí mismas mientras son miradas. Esto determina no solo
la mayoría de las relaciones entre hombres y mujeres sino también la relación de
las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de si es
masculino: la supervisada es femenina. De este modo se convierte a sí misma en
un objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión.
¿Qué diferencias establece entre desnudez (nakedness) y desnudo (nude)? ¿Cómo se
expresa en las imágenes?
En los desnudos europeos encontramos algunos de los criterios y convenciones que
han llevado a ver y juzgar a las mujeres como visiones.
Los primeros desnudos representaban a Adán y Eva. ¿Qué es lo más notable de esta
historia? Que cobran conciencia de su desnudez porque se ven el uno al otro de
manera distinta por culpa de haber comido la manzana. La desnudez se engendro en
la mente del espectador.
El segundo hecho sorprendente es que se culpa a la mujer y se la condena a
quedar supeditada al hombre. con relación a la mujer, el hombre se convierte en
agente de dios (ilustraciones de la edad media). En el renacimiento desapareció
la secuencia narrativa y se representó únicamente el momento de la vergüenza. Su
vergüenza esta más relacionada con el espectador que con el otro.
Posteriormente la vergüenza se convierte en una especie de exhibicionismo. Al
secularizarse la tradición de la pintura, surgen otros temas que ofrecen también
la oportunidad de pintar desnudos. Pero en todos ellos se conserva la
implicación de que al tema (una mujer) es consciente de que la contempla un
espectador. Ella no está desnuda tal cual es. Ella esta desnuda como el
espectador la ve. A menudo este es el tema real del cuadro. (susana y los
ancianos)
El espejo fue utilizado muchas veces como símbolo de la vanidad de la mujer. Sin
embargo, hay una hipocresía esencial en esta actitud moralizante. Tú, pintas una
mujer desnuda porque disfrutas mirándola. Si luego le pones un espejo en la mano
y titulas el cuadro Vanidad, condenas moralmente a la mujer cuya desnudez has
representado para tu propio placer. Pero la función real del espejo era muy
otra. Estaba destinado a que la mujer accediera a tratarse a sí misma
principalmente como un espectáculo.
Se introduce un nuevo elemento: el juicio. Aquellas a las que no se juzgan
bellas no son bellas. Las que lo son reciben el premio. El premio ha de ser
poseído por un juez, es decir, ha de estar disponible para él. Sin embargo, esta
desnudez no es expresión de sus propios sentimientos; es un signo de sumisión a
los sentimientos o las demandas del propietario (de la mujer y del cuadro).
cuando el rey lo mostraba a otras personas, el cuadro servía para probar esta
sumisión y provocar la envidia de los invitados.
En otras tradiciones no europeas, la desnudez nunca es supina de este modo. Y si
el tema de alguna obra es la atracción sexual, lo más probable es que muestre un
amor sexual activo entre dos personas, la mujer tan activa como el hombre, las
acciones de uno absorbiendo al otro.
Quizá empecemos ahora a comprender la diferencia que existe entre desnudez
(nakedness) y desnudo (nudity) en la tradición europea. Estar desnudo es
simplemente estar sin ropas, mientras que el desnudo es una forma de arte. Un
desnudo no es el punto de partida de un cuadro, sino un modo de ver propio del
cuadro. Esto es verdad en cierta medida, aunque el modo de ver “un desnudo” no
es necesariamente exclusivo del arte: hay también fotografías de desnudos, poses
de desnudo, gestos de desnudo. Lo cierto es que el desnudo esta siempre
convencionalizado, y que la autoridad de sus convenciones procede de cierta
tradición artística.
Estar desnudo es ser uno mismo. Ser un desnudo equivale a ser visto en estado de
desnudez por otros, y, sin embargo, no ser reconocido por uno mismo. Para que un
cuerpo desnudo se convierta en “un desnudo” es preciso que se le vea como un
objeto. La desnudez se revela a sí misma. El desnudo se exhibe.
¿Cuál es la función de la desnudez en la realidad? Las ropas estorban el
contacto y el movimiento. Pero puede parecer que la desnudez tiene un valor
visual, positivo y propio: queremos ver al otro desnudo: el otro nos entrega la
visión de sí mismo y nosotros nos apoderamos de ella. A veces sin parar mientras
en si se trata de la primera vez o de la enésima. Su desnudez actúa como una
confirmación y provoca una intensa sensación de alivio. Ella es una mujer como
cualquier otra o un hombre como cualquier otro; nos sentimos abrumados por la
maravillosa simplicidad del conocido mecanismo sexual. El otro queda reducido o
elevado a su categoría sexual primaria: varón o mujer.
La dificultad de crear una imagen estática de la desnudes sexual. En la
experiencia sexual vivida, al desnudes es un proceso, más que un estado. Si se
aísla un instante de este proceso, su imagen parecerá banal. Esta es una de las
razones de que las fotografías expresivas de la desnudez sean más raras su que
los cuadros. La solución más fácil para el fotógrafo es convertir la figura en
“un desnudo” que, al generalizar tanto el espectáculo como el espectador y
reducir la sexualidad a algo no especifico, torna el desel en fantasía.
¿Cuál es el lugar del hombre, artista y observador, en este planteo?
En general, la pintura al óleo del desnudo europeo nunca presenta al
protagonista principal, que es el espectador que hay ante el cuadro, espectador
que se supone masculino. Todo va dirigido a él. Todo debe parecer un mero
resultado de su presencia allí. Por el asumen las figuras su desnudez. Pero él
es, por definición, un extraño que aún conserva sus ropas.
Es cierto que a veces aparece en el cuadro un amante masculino. Pero la atención
de la mujer muy rara vez está centrada en él. A menudo, ella mira en otra
dirección o hacia fuera del cuadro, hacia aquel que se considera su auténtico
amante: el espectador-propietario.
Existe una categoría muy especial de cuadros pornográficos privados
(especialmente del siglo XVIII) en los que aparece una pareja haciendo el amor.
Pero incluso en estos casos está claro que el espectador-propietario expulsara
con la imaginación al otro hombre o se identificara con él. En cambio, la imagen
de la pareja haciendo el amor en las tradiciones no europea suscita la idea de
muchas parejas haciendo el amor.
Casi toda la imaginería sexual europea posterior al renacimiento es frontal,
porque el protagonista sexual es el espectador-propietario que la mira. Lo
absurdo de esta adulación a la masculinidad alcanza su apogeo en el arte
académico público del siglo XIX.
En la pintura europea al óleo el desnudo es presentado usualmente como una
manifestación admirable del espíritu humanista europeo. Este espíritu era
inseparable del individualismo. Y sin el desarrollo de un individualismo
intensamente consciente nunca se habrían pintó esas excepciones de la tradición.
Sin embargo, la tradición comportaba una contradicción que no podía resolverse
por sí sola. De un lado, el individualismo del artista, del pensador, del
mecenas, del propietario; del otro la persona objeto de sus actividades –la
mujer- tratada como una cosa o como una abstracción.
En la forma-arte del desnudo europeo. Los pintores y los
espectadores-propietarios eran usualmente hombres y las personas tratadas como
objetos usualmente mujeres. Esta relación desigual esta tan profundamente
arraigada en nuestra cultura que estructura todavía la conciencia de muchas
mujeres. Hacen consigo mismas lo que los hombres hacen con ellas. Supervisan,
como los hombres, su propia feminidad.
En el arte moderno ha perdido importancia el desnudo. Los propios artistas
empezaron a ponerlo en entredicho. Las actitudes y los valores que informan esa
tradición se expresan hoy a través de otros medios de difusión más amplios:
publicidad, prensa, televisión. Pero el modo esencial de ver a las mujeres, el
uso esencial al que se destinaban sus imágenes, no ha cambiado. Las mujeres son
representadas de un modo completamente distinto a los hombres, y no porque lo
femenino sea diferente de lo masculino, sino porque siempre se supone que el
espectador “ideal” es varón y la imagen de la mujer está destinada a adularle.
Ensayo V
¿Cuál es la relación que el autor establece entre el surgimiento de la pintura
al óleo como forma artística y las nuevas actitudes respecto a la propiedad
privada, en el siglo XVI en Europa?
Las pinturas al óleo a menudo representan cosas. Cosas que pueden comprarse en
la realidad. Tener una cosa pintada sobre un lienzo no es muy distinto de
comprarla y ponerla en la casa de uno. Si ustedes compran un cuadro, compran
también el aspecto de las cosas representadas en él.
Esta analogía entre la posesión y el modo de ver el contenido de una pintura al
óleo es un factor que suelen ignorar los expertos en arte y los historiadores.
El termino pintura al óleo designa algo más que una técnica. Define una forma de
arte. La técnica de mezclar los pigmentos con aceite se conocía desde la
antigüedad. Pero la pintura al óleo como forma de arte no nació hasta que surgió
la necesidad de desarrollar y perfeccionar esta técnica (que pronto implico el
uzo de lienzos en lugar de tablas) a fin de expresar una visión particular de la
vida para la que eran inadecuadas las técnicas del temple o el fresco. Cuando la
pintura al óleo se utilizó por primera vez se mostró algo inhibido por la
supervivencia de diversas convenciones artísticas de la edad media. La pintura
al óleo no estableció plenamente sus propias normas, su propio modo de ver,
hasta el siglo XVI. Hoy se sigue pintando al óleo. Sin embargo, las bases de su
tradicional modo de ver fueron minadas por el impresionismo y demolidas por el
cubismo. Aproximadamente, al mismo tiempo, la fotografía ocupo el lugar de la
pintura al óleo como fuente principal de imaginería visual. por estas razones,
se puede afirmar que la época de la pintura tradicional al óleo comprende
aproximadamente desde 1500-1900.
Sin embargo, esta tradición conforma todavía buena parte de nuestras hipótesis
culturales. Define aun lo que significa para nosotros la semejanza pictórica.
Sus normas influyen todavía en nuestro modo de ver temas como los paisajes, las
mujeres, los alimentos, los dignatarios, la mitología. Nos suministra arquetipos
del “genio artístico”. Y la historia de la tradición, tal como se enseña
normalmente, nos dice que el arte prospera siempre que la sociedad cuente con
suficientes individuos que amen al arte.
Levi Strauss: para los artistas del renacimiento, la pintura era quizás un
instrumento de conocimiento, pero también era un instrumento de posesión, y no
debemos olvida, cuando hablemos de pintura renacentista, que esta fue posible
gracias a las inmensas fortunas que se amasaron en Florencia y otros lugares, y
aunque los ricos mercaderes italianos veían en los pintores unos agentes que les
permitían confirmar su posesión de todo lo bello y deseable del mundo. Los
cuadros para un palacio florentino constituían una especia de microcosmos en el
que el propietario había recreado, gracias a sus artistas, todos los rasgos del
mundo al que estaba ligado, rasgos que quedaban a su alcance en una forma lo más
real posible.
El arte de cualquier época tiende a servir los intereses ideológicos de la clase
dominante. El arte europeo del 1500-1900 sirvió a los intereses de las sucesivas
clases dominantes, todas ellas dependientes de diversas maneras del nuevo poder
del capital. Un modo de ver el mundo, que venía determinada en ultimo termino
por nuevas actitudes hacia la propiedad y el cambio, encontró su expresión
visual en la pintura al óleo y no podría haberla encontrado en ninguna otra
forma de arte visual
La pintura al óleo es a las apariencias lo que el capital a las relaciones
sociales. Todo resultaba intercambiable porque todo se convertía en mercancía.
La tradición estaba integrada por muchos cientos de miles de lienzos y pinturas
de caballete distribuidos por toda Europa. Una gran parte no han sobrevivido. De
las que han llegado hasta nosotros, una pequeña fracción se consideran hoy
auténticas obras de arte, y de esta fracción, otra pequeña comprende los cuadros
reiteradamente reproducidos y presentados como obras de “los maestros”.
En ninguna otra cultura es tan grande la diferencia entre la “obra maestra” y la
obra media” como en la tradición de la pintura al óleo. La obra media era una
obra producida con más o menos cinismo, es decir, los valores nominales
expresados significaban menos para el pintor que terminar el encargo o vender su
producto. A la obra mal hecha no era resultado de la torpeza ni del
provincianismo, sino de un mercado en que la demanda crecía sin cesar. El
periodo de la pintura al óleo coincide con el auge del mercado libre de obras de
arte. En esta contradicción entre arte y mercado debemos buscar las
explicaciones de ese contraste, de ese antagonismo entre la obra excepcional y
la obra de calidad media.
¿Qué es lo que distingue a la pintura al óleo de otras formas de pintura?
Lo que distingue a la pintura al óleo de cualquier otra forma de pintura es su
especial pericia para presentar la tangibilidad, la textura, el lustre y la
solidez de lo descrito. Define lo real como aquello que uno podría tener entre
las manos. Aunque las imágenes pintadas son bidimensionales, su potencia
ilusionista es mucho mayor que la de la escultura, pues sugiere objetos con
color, textura y temperatura que llenan un espacio, y por implicación, llenan el
mundo entero.
Las obras de las tradiciones anteriores celebraban la riqueza, pero la riqueza
era entonces símbolo de un orden social fijo o divino. La pintura al óleo
celebraba una nueva clase de riqueza: una riqueza más dinámica, cuya única
sanción era el supremo poder de compra del dinero. Y así, la pintura misma tenía
que ser capaz de demostrar la deseabilidad de aquello que se podía comprar con
dinero. Y la deseabilidad visual de lo que puede comprarse estriba en su
tangibilidad, en como halagara el tacto, la mano, del propietario. Cuando se
introducen símbolos metafísicos (y posteriormente hubo pintores que
introdujeron, por ejemplo, cráneos realistas como símbolos de la muerte) su
simbolismo suele resultar poco convincentes, antinatural, debido al materialismo
inequívoco y estático del procedimiento pictórico.
Esta misma contradicción es la responsable de que la pintura religiosa media de
esta tradición parezca hipócrita
La verosimilitud superficial de la pintura al óleo incita al espectador a
suponer que está cerca de cualquier objeto –que este se encuentra al alcance de
sus dedos- que se encuentre en el primer plano del cuadro. Si el objeto es una
persona, esta proximidad implica cierta intimidad.
Sin embargo, el relato público debe insistir en la distancia formal. A esto se
debe –y no a la incapacidad técnica de la pintura. Que por término medio el
retrato tradicional parezca envarado y rígido. La artificialidad está en su modo
de ver, ya que el sujeto ha de ser visto simultáneamente de cerca y de lejos.
El retrato formal, como distinto del autorretrato o el retrato informal de un
amigo del pintor, nunca resolvió este problema. Al persistir la tradición, la
pintura del rostro del modelo fue adquiriendo un carácter más y más general. Sus
rasgos se convirtieron en una máscara que acompañaba al traje. Hoy asistimos a
la etapa final de esta evolución cuando contemplamos el aspecto de títeres que
presentan los políticos medios en la televisión.
Antes de implantarse la pintura al óleo, los pintores medievales solían usar
manes de oro en sus cuadros. El oro desapareció después de la pintura y solo se
utilizó en los marcos. Sin embargo, muchas pinturas al óleo eran simple
demostraciones de lo que podía comprarse con oro o con dinero. Las mercancías se
convirtieron en tema real de las obras de arte. Es una confirmación de la
riqueza del propietario y de su estilo de vida.
¿De qué forma los distintos géneros artísticos forman parte de esta tradición de
la pintura al óleo?
El género más elevado de la pintura al óleo fue el cuadro histórico o
mitológico. Un cuadro con figuras griegas o antiguas era automáticamente más
estimado que un bodegón, un retrato o un paisaje. Salvo en algunas obras
excepcionales en las que el pintor expresaba su lirismo personal, estas pinturas
mitológicas nos sorprenden hoy por una vacuidad que supera a las de todas sus
hermanas. Son como aburridas escenas con figuras de cera que nadie se molestó en
fundir. Sin embargo, su prestigio y su vaciedad van estrechamente unidos.
Hasta hace muy poco se atribuía cierto valor ético al estudio de los clásicos.
Esto se debia a que los textos clásicos ofrecían a la capa superior de la clase
dominante un sistema de referencia para las formas de su propia conducta
idealizada. Además de poesía, lógica y filosofía, suministraban un sistema de
modales. Suministraban ejemplos de cómo había que vivir – o como había que
aparentar que se vivía los momentos culminantes de la vida. Los cuadros son
vacuos porque no necesitan estimular la imaginación. Si lo hicieran, servirían
peor a su finalidad, ya que esta no era transportar a sus propietarios-
espectadores a una nueva experiencia, sino embellecer las experiencias que estos
tenían ya. En estas apariencias encontraba el disfraz de su propia nobleza.
Otras veces toda la escena mitológica funciona como una vestidura desplegada
ante el espectador propietario para que esta meta en ella los brazos y se la
ponga.
La pintura llamada “de género” o “costumbrista” estaba pensada como el polo
opuesto de la pintura mitológica. Era vulgar en lugar de noble. Su propósito era
demostrar –positiva o negativamente- que en este mundo se recompensa la virtud
con el éxito social o financiero. Y así, todos aquellos que podía permitirse
comprar estos cuadros confirmaban –pese a que eran relativamente baratos- sus
personales virtudes. Estos cuadros eran especialmente populares entre la
burguesía recién llegada que se identificaba a sí misma, no con los personajes
pintados, sino con la moraleja que ilustraba la escena.
De todos los géneros de la pintura al óleo el paisaje es el que menos se ajusta
a nuestra argumentación. Los primeros paisajes puros –pintados en la Holanda del
siglo XVII- no respondían a ninguna necesidad social directa. desde sus
orígenes, la pintura del paisaje fue una actividad relativamente independiente.
Lógicamente, sus pintores heredaron los métodos y las normas de la tradición.
Pero cada vez que la tradición de la pintura al óleo sufrió una modificación
significativa, la iniciativa partió de la pintora paisajista. Con todo, la
especial relación existente entre la pintura al óleo y la propiedad desempeño
cierto papel incluso en el desarrollo de la pintura paisajista.
Mr. y Mrs. Andrews de gainsborough: Mr. y Mrs. Andrews no son una pareja en la
naturaleza. Son terratenientes, y su actitud de propietarios respecto a lo que
les rodeaba es bien visible tanto en sus expresiones como en sus posturas. Lo
importante es que, entre los placeres que este retrato ofrecía a Mr. y Mrs.
Andrews, estaba el placer de verse a sí mismos pintados como terratenientes,
placer que resultaba aun mayor gracias a la capacidad de la pintura al óleo para
mostrar sus tierras en toda su corporeidad. Y es preciso hacer esta
puntualización precisamente porque la historia del arte que normalmente se nos
enseña pretende que no vale la pena hacerla.
Las cualidades especiales de la pintura al óleo se prestan a un sistema especial
de convenciones para la representación de lo visible la suma de todas esas
convenciones es le modos de ver inventado por la pintura al óleo. Suele decirse
que un cuadro al óleo en su marco es como una ventana imaginaria abierta al
mundo. Esta es aproximadamente la imagen que la tradición tiene de sí misma, por
encima de todos los cambios estilísticos que tuvieron lugar durante cuatro
siglos. Pero nosotros afirmamos que, si se estudia globalmente la cultura de la
pintura europea al óleo, y si se dejan de lado sus pretensiones, la imagen más
adecuada no es la de una enmarcada ventana que se abre al mundo, sino la de una
caja fuerte empotrada en el muro en la que se ha depositado lo visible.
La relación entre propiedad y arte en la cultura europea es algo natural para
esa cultura, y en consecuencia, cuando alguien demuestra el grado de interés del
propietario que hay en un campo cultural dado, se dice que eso es una
demostración de la obsesión de ese alguien. Y esto permite al establishment
cultural prolongar durante cierto tiempo la proyección de la imagen
racionalizada y falsa de sí mismo
De la tradición ha emergido una especie de estereotipo del “gran artista”. Es un
hombre que se pasa la vida luchando en parte contra circunstancias materiales,
en parte contra la incomprensión y en parte contra sí mismo. En ninguna otra
cultura ha prevalecido semejante idea del artista. Pero la lucha no era
solamente por vivir. Cada vez que un pintor cobraba conciencia de su
insatisfacción ante el limitado papel de la pintura como medio de celebrar la
propiedad material y el rango que la acompañaba, se encontraba luchando con el
mismísimo lenguaje de su propio arte tal como lo entendía la tradición
Las categorías “obras excepcionales” y “obras medias” son esenciales para
nuestra argumentación. El crítico debe comprender los términos de este
antagonismo. Toda obra excepcional era el resultado de una lucha prolongada y
victoriosa. Innumerables obras no comportaban lucha alguna. Y hubo también
luchas prolongadas que acabaron en derrota.
Ensayo VII
Según el autor, ¿cómo opera la publicidad en tanto sistema? ¿Cómo se posiciona
en relación al objeto de deseo y el comprador?
En las ciudades en que vivimos, todos vemos a diario cientos de imágenes
publicitarias. En ningún otro tipo de sociedad de la historia ha habido tal
concentración de imágenes, tal densidad de mensajes visuales. Uno puede recordar
u olvidar estos mensajes, pero los capta por breves momentos, y durante un
instante estimulan la imaginación, sea por medio del recuerdo o de la
expectación. Las imágenes son también cosa del momento en el sentido de que
deben renovarse continuamente para estar al día. Sin embargo, nunca nos hablan
del presente. A menudo se refieren al pasado, y siempre al futuro.
Estamos tan acostumbrados a ser los destinatarios de estas imágenes que apenas
si notamos su impacto total. Una persona puede notar una imagen concreta o
cierta información porque corresponda a algo que les interese especialmente en
ese momento. Pero aceptamos el sistema global de imágenes publicitarias como
aceptamos el clima. Usualmente somos nosotros quienes pensamos ante la imagen.
Incluso en la televisión nosotros somos los agentes teóricamente activos. Pese a
ello, uno tiene la impresión de que las imágenes publicitarias están pasando
continuamente ante nosotros, como expresos en camino hacia alguna estación
remota. Nosotros somos estáticos; ellas, dinámicas.
Normalmente, se explica y justifica la publicidad como medio competitivo que
beneficia en ultimo termino al público (al consumidor) y a los fabricantes más
eficientes y con ello a la economía nacional. Está estrechamente relacionada con
ciertas ideas sobre la libertad: libertad de elección para el comprador,
libertad de empresa para el fabricante. Los grandes tablones de anuncios y los
letreros luminosos de las ciudades capitalistas son el signo visible del “mundo
libre”
Es cierto que, con la publicidad, una rama de la industria, una empresa, compite
con otra; pero es cierto también que toda imagen publicitaria confirma y apoya a
las demás. La publicidad no es simplemente un conjunto de mensajes en
competencia; es un lenguaje en sí misma, que se utiliza siempre para alcanzar el
mismo objetivo general. Pero la publicidad como sistema hace una sola propuesta:
nos propone a cada uno de nosotros que nos transformemos, o transformemos
nuestras vidas, comprando alguna cosa más.
La publicidad es efectiva porque se nutre de lo real. Ropas, alimentos, coches,
cosméticos, baños, sol, son cosas reales y deseables por sí mismas. La
publicidad empieza por actuar sobre los apetitos naturales. Pero no puede
ofrecer el objeto real del placer y no hay sustituto convincente para un placer
en los términos propios de ese placer. Por eso la publicidad nunca puede
centrarse realmente en el producto o en la oportunidad que propone al comprador
que no disfruta todavía de ella. La publicidad nunca es el elogio de un placer
en su mismo. La publicidad se centra siempre en el futuro comprador. Le ofrece
una imagen de sí mismo que resulta fascinante gracias al producto o a la
oportunidad que se está intentando vender. Y entonces, esta imagen hace que el
envidie lo que podría llegar a ser. La publicidad se centra en las relaciones
sociales, no en los objetos. No promete el placer sino la felicidad: la
felicidad juzgada tal por otros, desde fuera. La felicidad de que le envidien a
uno es fascinante.
Ser envidiado es una forma solitaria de reafirmación, que depende precisamente
de que no compartes tu experiencia con los que te envidian. El poder de la
fascinación reside en su supuesta felicidad. Esto explica la mirada ausente,
perdida, de tantas imágenes fascinantes, miran por encima de las miras de
envidia que las sostienen. La imagen publicitaria le roba el amor que siente
hacia si misma tal cual es y promete devolvérselo si paga el precio del
producto.
¿Cuál es la relación entre la publicidad y la pintura al óleo? ¿En qué se
parecen y en qué se diferencian?
Hay una continuidad directa, que los intereses del prestigio cultural han
ocultado. Al mismo tiempo, y pese a esa continuidad, existe una diferencia
profunda y no menos importante.
En la publicidad hay muchas referencias a obras de arte del pasado. A veces toda
una imagen es un claro pastiche de un cuadro famoso. Las imágenes publicitarias
utilizan a menudo esculturas o pinturas parar aumentar la seducción o la
autoridad de sus propios mensajes.
Cualquier obra de arte “citada” por la publicidad sirve a dos fines. El arte es
un signo de opulencia; se encuadra en la buena vida; forma parte del mobiliario
que el mundo atribuye al rico. Pero la obra de arte sugiere también una
autoridad cultural, una forma de dignidad, incluso de sabiduría, que es superior
a cualquier vulgar interés material; un cuadro al óleo pertenece a la herencia
cultural; es un recordatorio de lo que significa ser un europeo culto. De ahí
que la obra citada (y por eso es tan útil para la publicidad) diga al mismo
tiempo dos cosas casi contradictorias: denota rique y espiritualidad, e implica
que la compra propuesta es un lujo y un valor cultural. La publicidad ha
comprendido la tradición de la pintura al óleo mucho mejor que la mayoría de los
historiadores del arte. Ha captado las implicaciones de la relación existente
entre la obra de arte y su espectador-propietario, y procura persuadir y halagar
con ellas al espectador comprador.
La publicidad reposa en gran medida sobre el lenguaje de la pintura al óleo.
Habla con la misma voz de las mismas cosas. A veces las correspondencias
visuales son tan estrechas que es posible superponer punto por punto imágenes
casi identidad o detalles de esas imágenes. Sin embargo, la importancia de esta
continuidad no está en la correspondencia pictórica exacta, sino en el plano de
los conjuntos de signos utilizados.
Comprobaran que ambos medios transmiten mensajes similares. ¿Por qué depende
tanto la publicidad del lenguaje de la pintura al óleo? La publicidad es la
cultura de la sociedad de consumo. Divulga mediante imágenes lo que la sociedad
cree de sí misma. La pintura al óleo era, por encima de todo, una celebración de
la propiedad privada. Como forma-arte se inspiraba en el principio eres lo que
tienes. Es un error pensar que la publicidad ha suplantado el arte visual de la
Europa postrenacentista; es la última y moribunda forma de ese arte.
¿En qué sentido la publicidad se sitúa en el futuro?
La publicidad es esencialmente nostálgica. Tiene que vender el pasado al futuro.
No puede suministrar niveles adecuados a sus pretensiones. Por ello, todas sus
referencias a la calidad son necesariamente retrospectivas y tradicionales.
Estas vagas referencias históricas, poéticas o morales están siempre presentes
en el lenguaje de la pintura al óleo. El hecho de que sen imprecisas y carezcan
en ultimo termino de significado es una ventaja: no conviene que sean
comprendidas, basta con que constituyan reminiscencias de lecciones culturales
aprendidas a medias. La publicidad convierte toda la historia en una sucesión de
mitos, pero para hacerlo con eficacia necesita un lenguaje visual de dimensiones
históricas