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Clínica de adultos

Resumen de Ulloa: Cultura de la Mortificación y Proceso de Manicomialización Cátedra: Tausk

Año 2008

Altillo.com

ULLOA, F; “CULTURA DE LA MORTIFICACIÓN Y PROCESO DE MANICOMIALIZACIÓN” 
 
 

Dentro mismo del psicoanálisis, se plantea un nuevo desafío metodológico y técnico. Este desafío consiste en abandonar los tradicionales dispositivos, en pos de enfrentarse con las producciones socio-culturales sobre las que se despliega la idea de salud mental.

Este desafío lleva trabajar en las organizaciones institucionales, en tato lugares donde se procesan los esfuerzos para obtener los bienes necesarios a la organización y subsistencia de la gente. Se trata de trabajar desde un psicoanálisis decidido a sostener su quehacer en la numerosidad social. Esto puede llevar, incluso, a tomar a los sectores empobrecidos como ámbito de trabajo. De esta manera, se opera desde una concepción de la salud mental articulada con la ética y con los derechos humanos.

Esta nueva modalidad de trabajo implica abordar, no solo a los sectores marginados, sino a las instituciones asistenciales que presentan una carencia crónica de recursos, tanto materiales como de capacitación de sus integrantes. El desafío también pone en beneficiosa tensión la disciplina de la abstinencia y la no neutralización del operador, aun respetando la neutralidad clínica.   
 

Cultura de la mortificación: Un matiz de sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores sumergidos en la mudez sorda y ciega de la mortificación. Se habla de cultura en sentido estricto, pues no ha desaparecido la producción de pensamiento ni el suficiente valor  para resistir, bajo la forma de protesta que incluso pueda animar alguna trasgresión enfrentando un estado de cosas que en el ámbito institucional de esa persona provoca sufrimiento.

     Tal vez convenga pensar en una sociedad anónima de mortificados. Un ejemplo serían los procesos manicomiales (formas clínicas terminales de la mortificación), donde algo más que sutiles matices se necesitan para conmover el acostumbramiento y la coartación que experimentan como sujetos.

     Cuando se refiere a la mortificación refiere a falta de fuerza, a lo mortecino, apagado, sin vivencia. Es lo vació, cuerpos agobiados, por la astenia (cercano al viejo cuadro clínico de a neurastenia), el mal humor: sentimiento personal de dolor enojado e impotente. No hay alegría. La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica, estrés, hasta patologías difusas o definidas.

     En la mortificación se observan indicadores tales como la desaparición de la valentía, resignación acobardada, hipocondría y la merma de la inteligencia, al borde de la supresión como individuo pensante (los idiotas) Así, disminuye y aun desaparece el accionar crítico y mucho más aún el de la autocrítica y se instala en su lugar una queja que nunca asume la categoría de protesta. Conceptualiza, así, a la mortificación como una condensación de sufrimiento y muerte (del sujeto)

      Institución de la ternura: Contracara de la cultura de la mortificación. La ternura como constitutiva del sujeto, escenario del pasaje del cachorro humano a la condición pulsional humana. Es motor primerísimo de la cultura, transmisora de la cultura, que produce una historia que no hace recuerdos pero sí el alma. Ternura como abrigo, escudo protector ante la violencia social.

     De buen trato proviene tratamiento, en el sentido de “cura”; y esto en contraste con la mortificación, de la que encontramos una de sus formas terminales en el paradigma del maltrato, base en el proceso de manicomialización (no necesariamente ablando de la institución manicomial)

      Locura y maltrato: La locura promueve, en el proceso de manicomialización, más maltrato y el maltrato generalizado provoca más locura. Ya la categoría de locura implica problemas tanto a nivel diagnóstico (las arbitrariedades sin definiciones claras y que anulan la singularidad del sujeto) como pronosticas (las incertidumbres diagnósticas traen dudas sobre cronicidad y deterioro progresivo)

     El encierro iniciado como diagnóstico y pronóstico, devino manicomial. Los locos inventan la conducta de los psiquiatras y éstos inventan a los locos: círculo vicioso, que es central cortar para el proceso de demanicomialización. En este telón de fondo que amalgama cultura y salud mental y donde lo manicomial es la forma clínica del maltrato, pueden suponerse formas previas de este estado final. 

     Cada vez que predomina la ley del más fuerte y se da lo que se denomina encerrona trágica (protoescena manicomial), se avecinan los procesos manicomiales, presentes o futuros (estar en cerrado en el circulo de mortificación acelera el proceso manicomial)

     Una propuesta que pretenda preservarse de la degradación manicomializante, de ser continuamente replanteada en su proceso, sometida a la producción colectiva, como intento de verificar los conocimientos de esa propuesta y su relación con los objetivos y preservada de las desviaciones y los reciclajes del maltrato. Esto implica crear lo que puede denominarse como garantía colectiva, la que emerge precisamente de este quehacer crítico. Se trata de una ruptura ahora, es decir, romper hacia los costados de lo inmediato, es la única actitud correcta capaz de levantar el escándalo necesario que se niega a someterse a la familiaridad con lo siniestro.

     A la idea de una cultura de la mortificación, se accede desde algunas figuras de la psicopatología institucional. Se observa así un Síndrome de Violentación Institucional. Su forma larvada  o franca en los dinamismos institucionales puede presentarse en forma de una Encerrona trágica.

        La constitución de toda cultura institucional supone cierta violentación legítimamente acordada. Cuando esta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes, se configura el SVI en distintas formas y niveles de gravedad. Las personas que convivan con esta violentación, verán afectados notablemente la modalidad y el sentido de su trabajo, en pos de los automatismos sintomáticos  que nada tienen que ver con la economía técnica para desarrollar una actividad conocida. De esta manera los síntomas cobran valor de normalidad y expresan la tórpida situación conflictiva en que vive el afectado.

   En el SVI se afecta la movilidad y el sentido de los trabajos, degradando a los operadores a funcionarios sintomáticos (burocratismo) que se vuelven víctimas de la violentacion, más allá de que ellos mismos se constituyan, en más de una ocasión, en ejecutores de la misma. El escándalo de la violentación es bien percibido por cualquier novato reclutado por la institución. Es probable que al cabo de un tiempo zozobre obligadamente a la costumbre, a cambio de obtener algún beneficio de la institución. Esta violentación institucional implica la presencia de una intimidación. Si hay desinterés por lo propio, mal puede alguien manifestar interés por el decir del otro. De hecho, cuando la gente no se escucha, cuando se establece un desierto de oídos sordos, todo aquel que tenía algo para decir, convierte su discurso en vana repetición.

      El SVI como todo síndrome esta integrado por una constelación de síntomas. Hay tres síntomas básicos:

  1. TENDENCIA A LA FRAGMENTACIÓN: Comunicación mortificada, conspira contra la posibilidad de un acompañamiento solidario. Cada uno aparece aislado en el nicho de su quehacer
  2. RENEGACIÓN: Repudio que impide advertir las condiciones contextuales en las que se vive, por ejemplo el clima de hostilidad intimidatoria. Deviene en alienación.
  3. DESADUEÑAMIENTO CORPORAL: Es desadueñamiento corporal tanto para el placer como para la acción.

   ENCERRONA TRÁGICA: Toda situación en la que alguien para vivir, trabajar, recuperar la salud, incluso tener muerte asistida, depende de algo o alguien que lo maltrata o destrata sin tomar en cuenta su situación de invalidez. El efecto es lo siniestro, que provoca una forma de dolor psíquico. Se presenta como situación sin salida, en tanto no haya un tercero que represente a lo justo y rompa el cerco de los dos lugares.  El síntoma típico es la resignación.

   NEUROSIS ACTUALES: Freud las atribuía a la economía libidinal. Falta de descarga sexual en neurosis de angustia, o exceso de descarga para la neurastenia. Requiere la supresión de las conductas patógenas.

   En las circunstancias propias del SVI, el grupo de mayor presencia en una institución, por ejemplo el personal de planta hospitalaria, tiende a asumir una conducta y una posición de sitiado frente a los pacientes, visualizados como sitiadores. Como sitiados, desarrollarán comportamientos como trabajar a destajo, a la manera de exceso de descarga, tal como Freud lo describía para la neurastenia.  Por otro lado pueden que trabajen a desgano, producto de la falta de investidura libidinal, con marcado desadueñamiento del cuerpo.

   Puede aumentar la morbilidad hipocondríaca que provoca bajas en el personal y afecta principalmente a quienes asumen responsabilidades directivas. También se da la modalidad depresiva de la neurosis de angustia.

   La evidencia de todos estos síntomas, luego de un tiempo, entran en un proceso adaptativo como la estabilidad mortificada. Todo parece impregnado por un presente continuo que hará cada vez más grave la situación pero que, paradójicamente, se manifestara de manera menos sintomática, en la medida en que se haga de la mortificación, cultura.

   Puede pensarse que la institución donde lo instituido ha cristalizado y obstaculizado los dinamismos instituyentes, configura una neurosis actual en si misma. En la intervención desde la numerosidad social, el analista puede quedar atrapado en las neurosis actuales y corre el riesgo de desarrollar él mismo un comportamiento semejante: “esto es así”, aislándose de su cometido y obstaculizando los procesos de subjetividad.

     Las instituciones, aún en situaciones de pobreza crónica, distan mucho de  equiparar su nivel de mortificación con el de aquellos a quien asiste. Sin embargo, la institución tiende a dramatizar en sí misma las características del campo sobre el cual desarrolla sus tareas principales, algo así como asumir, a modo de contagio, la mortificación de aquellos a los que asiste.

   Proceso de desmortificación. Si el psicoanálisis es una disciplina idónea para abordar la subjetividad, debe operar allí donde el sujeto esta en emergencia. Así, la acción movilizadora, tal vez, por obra de alguna intervención institucional hecha desde la perspectiva psicoanalítica (o cualquier otro ángulo crítico), puede llegar a producir modificaciones sustanciales. Lo mismo puede ocurrir con la producción de un pensamiento que, sin ser necesariamente original, intente romper con una estabilidad alienada.

   Desde cualquier ángulo y tema que proponga fundar nuevas condiciones, puede producir modificaciones sustanciales. Todos los movimientos creativos que impulsen modificación, serán sancionados, como delito de opinión o, al menos, como perturbación inoportuna de lo establecido.

   El analista no es un líder político pero no puede dejar de estar atento, como toda persona que desenvuelve su acción en el campo social, a esta dimensión política propia de la condición humana, se haga cargo o no de ella. 


 

ULLOA:   “Cultura de la Mortificación” 
 

Lo llama Sociedad Anónima de Mortificados.  Falta de fuerzas,  sin viveza,  mal humor,  aparecen acompañadas de fatiga crónica.  Se trata de sujetos coartados,  al borde de la supresión como individuos pensantes 
 

Los indicadores de esta situación son: 
 

1)  Desaparición de la valentía

2)  Resignación

3)  Desaparición de la inteligencia

4)  Idiotismo 
 

Sujeto disminuido del accionar crítico y de la autocrítica.  En su lugar se instala una queja que nunca asume la categoría de protesta.  Tienden a esperar soluciones imaginarias a sus problemas sin que estas dependan de su propio esfuerzo.

Se diferencia de la Institución de la Ternura,  que se identifica con la debilidad,  la inmadurez infantil,  el amor.  Es posible el buen trato. 
 

Manicomialización:

 
Es la forma clínica terminal de la mortificación.  Su proceso central se resume en la locura.  Promueve con frecuencia reacciones de maltrato y el maltrato eleva el sufrimiento de la locura.  Ante las dificultades de diagnóstico,  frecuentemente se encuadra al sujeto en un modo estándar.  El maltrato comienza por repudiar el por qué y el para qué de los síntomas.

Cada vez que arbitrariamente prevalece la ley del más fuerte,  se instaura la protoescena manicomialla Encerrona Trágica.  El paradigma es el de la mesa de tortura (en la tortura se organiza una situación de dos lugares,  sin tercero de apelación).  Es toda situación en donde alguien,  para vivir,  trabajar,  recuperar la salud,  etc.,  depende de algo o de alguien que lo maltrata,  sin tomar en cuenta su situación de invalidez. 
 

SVI: La constitución de toda cultura institucional supone cierta violentación legítimamente acordada.  Cuando esta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes diferentes,  se configura el SVI.  Las personas que conviven con esta violentación verán afectados la modalidad y el sentido de su trabajo:

-  Empieza a perder funcionalidad vocacional. 

-  Los síntomas cobran el valor de normalidad. 

-  Se pierde la eficacia responsable y la habilidad creativa.

- En tales condiciones es difícil que alguien a cargo de un paciente pueda considerar su singularidad.

-  Una de sus consecuencias es el autoritarismo.

-  Se presenta una fragmentación en el entendimiento y la comunicación. 
 

Un mecanismo prevaleciente en esta situación es la Renegación,  repudio que impide advertir las condiciones contextuales en las que se vive. 
 

Las Neurosis Actuales permiten entender la patología institucional.  El grupo de mayor presencia en la institución comienza a desarrollar un comportamiento semejante a lo que Freud describió como Neurosis Actuales (desgano,  falta de interés e investimento libidinal,  hipocondría,  depresión).

El analista debe evitar quedar atrapado en las Neurosis Actuales y desarrollar el mismo un comportamiento semejante.