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2º Parcial A  |  Teoría y Técnica de Grupos (Cátedra: Percia - 2022)  |  Psicología  |  UBA
Consigna elegida:
A partir de las sesiones del naufragio N° 25 “Vidas apartadas” de Marcelo Percia; los apuntes de teóricos y la elección de otras dos referencias bibliográficas sugeridas en tales clases, elaboren una escritura que se demore, visibilice y reflexione acerca de los problemas de un común vivir, aumentados bajo la lente de la pandemia, en torno a diversas formas de apartamiento. Se solicita pensar y discernir matices, que recorran las ideas de retiros, reclusiones, prisiones, encierros, exclusiones, segregaciones en ámbitos grupales

Pensar.
Pensar sobre lo que se piensa.
Pensar sobre que se piensa de lo que se está pensando Pensar
Pensar sintiendo
Pensar sintiendo lo que se siente Pensar sintiendo que nada tiene sentido Sentir

El común sentir de vivir lo real como una idea. Una idea a veces confusa. Una idea que es mejor declararla, exponerla, escribirla, gritarla, plasmarla. La idea de la realidad hace que la realidad siga allí, con su dedo gigante apuntando y declarando. Nos encontramos apuntando a un espejo esperando que el reflejo que nos devuelva sea más leve y menos invasivo, pero aún así nos sentimos interpelados por ese dedo índice que desde lo ajeno nos dice que pensar, sentir, ser, decidir. Nos dicen que nos tenemos que encontrar en ese relato. Reconocernos en esa historia que el mundo nos cuenta. Ese del que habla el mundo somos nosotros. Nosotros, que somos boca, manos, uñas, culos, dientes, pelos, sangres y todo aquello que no se puede describir ni pensar.

Nos enseñaron que esa es la forma de encontrarle sentido a lo que nos rodea. Siguen tratando de enseñarnos que esa es la forma. Nos dicen que si no nos encontramos en el relato entonces solo queda que nos banquemos no ser parte del mundo. Nos dicen que la opción del sinsentido es la más seductora en nuestros casos. Lo es.

La idea de alguien despertando por la mañana y tomando la decisión de ser libre. Tomándose unos mates mientras desmiente los mitos y los dioses. Almorzando y desechando la culpa, destruyendo los dogmas y las religiones enteras. Tomándose un café, ridiculizando la

monogamia, matando a dios y a todas sus sombras. Terminando de romper todos los espejos, los libros, las clases sociales y el lenguaje. La idea de alguien así. La idea de alguien que desde su potencia se quedó impotente.

Qué seductora es la idea del sinsentido.
Qué fácil es querer separarse de lo real y olvidarse que del otro lado hay otros como nosotros. Tan grande es el dedo del sinsentido como el del mundo declarando. Qué fácil es la idea de que todo lo contrario a lo que está mal está bien. Qué decepción es encontrarnos en el vacío de algo que en su momento pareció tan empoderante.

Quizás es otra idea. Quizás es la idea de alguien que por estar tan atormentado por las consecuencias de aquello que no pudo controlar se empezó a recluir. Y dejó de frecuentar aquellos bares. Y dejó de verse con sus vínculos. Y dejó de salir. Y dejó de sentir lo que sentía. Ensimismado en el fondo de su departamento, tratando de no sentir aquello que siente. Hasta que finalmente sus genitales terminan devorandole el corazón. La idea de alguien enmudecido y decepcionado de lo que pudo haber sido y no fue.

Quizás la reclusión sea un modo de cuidar al otro de nosotros mismos. Usualmente, de la infancia a la tumba el otro representa un lugar seguro, un puerto donde anclar. Los primeros pasos son hacia los brazos de nuestras madres; las primeras zambullidas en profundas masas de agua ocurren sólo si están los brazos de nuestros padres para recibirnos; las primeras lágrimas y sollozos que duelan desamores son en los hombros de cercanías dispuestas a humedecer sus ropas. El otro nos dice “vení, cerca mío está todo bien”. ¿Qué pasa cuando el peligro somos nosotros? Durante el 2020 se nos impuso una consigna: “el otro te puede matar”, y lo que es aún más atemorizante: “vos podes matar al otro” La consigna diluye completamente a las otras sensibilidades para hacerlas simplemente una amenaza. Diluir la imagen para que lo que primero que se vea sea un miedo. La normalización del cuidado de la salud con respecto a leyes en un marco institucional hace que el concepto de salud pierda plasticidad. La salud para una sensibilidad no es la misma para otra. No es que esté mal el cuidado por parte del estado, sino que esta genera nuevas dinámicas sociales nuevas con nuevas concepciones sobre lo que somos y sobre lo que merecemos. “La idea de sentido común hiere, a la vez que detiene las hemorragias con sus torniquetes.” (Percia, M. (2020)

No es la culpa. No es la reclusión oscura que, por el afán de no querer hacer daño, termina lastimando las sensibilidades más profundas y estructurantes. No es una mirada binaria. “La vida en común necesita empalmes sin adherencias, agarres que se suelten, estrecheces que no supriman distancias.” Nos dice Percia en Sesiones en el Naufragio.
Las fallas en la comunicación también se transforman en significantes. Significantes con lo que se convive aún sabiendo que nacieron sin intención, o que sus motivos eran otros. Los significantes rotos son los que nos llevan a un roce. Ese roce que si lo sentimos desde el dolor más bruto nos lleva a pensar que el otro quiere dañar. Son los significantes malinterpretados los que llevan a nuestras emocionalidades ponerse defensivas. “Se necesita dar tiempo y lugar para que esas lenguas enmudecidas hablen.” (Percia, 2020). No todo lo que se dice es comunicación. Generar espacios para el encuentro con lo que se siente y no tanto seguir pensando en lo que estamos pensando. Un espacio. Un tiempo. Un silencio. Una mirada.

Consigna de prácticos: Contemplando el recorrido bibliográfico y de las clases prácticas de este cuatrimestre, elaborar un manifiesto hacía futuros estudiantes de Psicología. Cada manifiesto deberá elegir un eje conductor de debate. Se sugiere incorporar dos citas como mínimo del material bibliográfico.



El manifiesto del Estudiante de Psicología

Este es el manifiesto que nosotros, alumnos más avanzados , les damos para que sepan cómo es ser estudiante de psicología en la mejor universidad iberoamericana.
La facultad te convierte. Tus vínculos te van a preguntar qué significan sus sueños y si es verdad que el Complejo de Edipo es tan así (y tu respuesta TIENE que ser un estruendoso sí que solo puede ser seguido por el más sepulcral silencio). Te preguntas en la facultad si realmente te gusta lo que estás estudiando o tan solo lo haces para ser uno más del montón en esta sociedad contemporánea que te impone ser alguien en esta vida en común, le preguntas a tus amigos cómo van con la carrera y demás. ¿Ser alguien en la vida significa ser un profesional en algo? ¿Estudiando psicología estaremos pendiente de lo que los demás dirán y pensarán de nosotros? ¿Hay presión social o un miedo que se vincula con un apartamiento? Las vidas apartadas tienen que ver con que a veces nos apartamos para protegernos entonces

hay algo del retiro que se podría pensar como un recurso defensivo. Vivir en un mundo donde temes que te hagan daño supone tener distintas formas de apartamiento.
Todos estos interrogantes nos atravesaron en un momento. No saber qué querés porque simplemente no sabés que dan en las carreras. La facultad de psicología no es sinónimo de ser un futuro psicólogo, es también transitar la estimulante posición de ser un estudiante.
Entrar a la facultad significa que ser estudiante ahora es parte de tu identidad. No estás estudiando, sos estudiante. Y ser estudiante significa muchas cosas. Significa que en el segundo que entres a la facultad vas a escuchar infinidades de posturas frente a una misma problemática. Esto puede ser abrumador. Lo es. Pisar la facultad significa que todas las problemáticas tienen mil formas de ser encaradas y todos te van a querer convencer de que su forma es la mejor. ¿Por qué alguien quisiera estar en una facultad llena de pesados que te revolotean panfletos en la cara a las nueve de la mañana un lunes? ¿Cómo saber cuál postura tiene razón? ¿Hay alguien que tenga razón? ¿Hace cuantos años está estudiando este del centro de estudiantes? Los interrogantes van y vienen y las respuestas nunca llegan. Hasta que entendes. La facultad de psicología es un espacio en donde todos los discursos tienen valor porque lo que se valora es el discurso en sí mismo, un lugar donde se valora la posibilidad de que el otro pueda decir algo que te parezca una de las idioteces más grandes que hayas escuchado, pero acá se defiende a muerte que puede decirla. “Justicias distributivas respetan que a cada cual toque un momento en la ronda.” Nos dice Percia, y qué mejor ejemplo de esto que el mate. En la facultad se enseña teoría pero también se enseña algo que es mucho más importante y solo algunos privilegiados lo tenemos: la capacidad de tener criterio, de interpretar y de discernir.
En la facultad te enseñan el concepto de líbido y es ahí mismo en donde tenes que depositarla. Estás en la facultad porque sos estudiante y la facultad es en donde estudias, por eso intervenirla es la apropiación simbólica de un espacio que ahora es parte de tu cuerpo. Con la facultad sentis, escuchas y te moves. La facultad de psicología es un espacio que te enseña a tomar criterio y a movilizarte por tus convicciones. La facultad te enseña a pensar y a sentir, pero mucho más importante: te enseña a hacer, así que usá este espacio que es tuyo y es parte de tu cuerpo externo.
En la estelar película de 1996 “Mars attacks!” un grupo de extraterrestres provenientes del planeta Marte arriban a la Tierra. El presidente de Estados Unidos, en representación del mundo (¿cuándo no?), es quien los recibe con una alfombra roja donde se posan sus platillos voladores. Una puerta se abre, se desliza una rampa y emerge de ella el Rey Marciano. Al acercarse al presidente, y luego de los protocolarios saludos intergalácticos, parece que todo

está yendo pacíficamente y una sociedad interplanetaria se está formando. Es así hasta que un miembro de la multitud observante libera una paloma blanca, símbolo terrestre que representa la paz entre sociedades; los marcianos, que por supuesto no comparten los códigos que nos interpelan como sociedad terrestre, se alteran ante la paloma, que es percibida como una amenaza. Un marciano que acompaña al rey saca un rayo láser y dispara a la paloma, que es calcinada en pleno vuelo y cae al suelo, negra, ante el estupor de todos. Una guerra se desata. Ser un nuevo estudiante de psicología es como ser una paloma blanca que vuela sobre marcianos, sólo que en nuestra analogía los marcianos son los arcaicos profesores titulares, el rayo láser son sus argumentos tan caprichosos como dogmáticos, y el estupor de la multitud es el silencio de aquellos complacientes.
Asistir a la facultad de psicología es duro, y la permanencia está supeditada a la condición irrevocable de no preguntarse por qué uno está allí, ni qué se está haciendo. Ante esas preguntas, que representan el peligro máximo para la obtención del título, uno tiene dos opciones: intentar, futilmente, dar respuesta y desafiar los dogmas… o rendirse. Si bien la segunda alternativa es la más gentil con nuestra frágil alma, es la elección de los cobardes. Uno puede rendirse sin saber que está rendido, sin tomar conciencia de lo que ocurre a su alrededor. En efecto, quien ingresa a los claustros estudiantiles lo hace en un estado de absoluta pasividad: entramos rendidos. Este es un estado deseable que, de ser posible, debe sostenerse a lo largo de toda la carrera. Sin embargo, cuando uno cruza el pantano de la duda nos enfrentaremos a un dilema moral que no es posible eludir; es ahí donde elegir rendirse (o continuar rindiéndose) deja de ser una elección inmoral, es cobarde.
¿Pedimos mucho? Sí. Pero, bienvenido, estás en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Aquí no deberían existir momentos de complacencia teórica, ni tampoco enemistades personales. Más bien se recomienda un estado de permanente debate sordo. Todo vale cuestionarse, y se recomienda hacerlo. La alternativa es la rendición, y ya dijimos qué opinamos de eso. Cuando el cuestionamiento germina como un yuyo no deseado en medio de un campo de tulipanes, este debe dejarse crecer. Si se le echa herbicida para seguir observando los bellos tulipanes, tal vez no demos tiempo suficiente al yuyo para crecer y convertirse en una frondosa planta de cannabis.
Un profesor dice, en medio de una clase, que la homosexualidad es una perversión. Ante el cuestionamiento de un valeroso alumno imaginario, que invitamos a pertenecer a nuestra tropa, el profesor responde: “hay que entender la época”. De pronto, al decir esto la luz se corta y es reemplazada por velas. Las lapiceras BIC desaparecen y en su lugar están los tinteros con pluma y hojas de pergamino. Las mujeres presentes desaparecen del aula y de pronto los presentes son todos varones, que transmutan su vestimenta y están vestidos con ropas de la época victoriana. ¿Tiene algo de todo esto sentido? Nosotros tenemos nuestra respuesta, es hora de que tengas la tuya, ingresante.
Pero sí diremos que eso es lo que se nos pide. Que alteremos la realidad social psíquica, nuestro modo de pensar y seamos indulgentes con toda argumentación que no resulte convincente.
Somos la voz que nadie quiere oír, y no nos lamentamos de ello. Quien lea este manifiesto y adhiera a nuestra máxima, que no es otra que cuestionar todo (incluso este manifiesto) está invitado a formar parte de nuestras filas. Es una verdadera pena, pero hoy por hoy nuestra (si, NUESTRA) carrera está estructurada como una religión o como un culto sectario. Debemos hermanarnos y avanzar, paso a paso, debate a debate hasta lograr una carrera que sea de todos y no sólo de aquellos tiranos orgullosos que no da lugar a los nuevos debates. Y que lo hacen sólo en defensa de sus propios intereses.
Quitemos el rayo láser de los marcianos y dejemos que la paloma vuele libre por los bosques; o que, en su defecto, sea engullida por un puma. Pero bueno, ese no será otro que el curso natural de la historia.

 

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