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Introducción a los Estudios de Género

1° Parcial Con Respuestas

Cátedra única

2º Cuat. de 2008

Altillo.com

1) Desarrolle desde las dimensiones epistémica y política la diferencia genérica como problema.



En principio es necesario decir que estas dos dimensiones, la epistémica y la política, junto a la dimensión ética, son tres dimensiones de fundamental importancia para el abordaje y problematización dentro de la disciplina académica que se ha dado en llamar Estudios de Género. Digo importante ya que desde cada una de estas dimensiones mencionadas, se va a poder realizar un análisis crítico, a través de un proceso deconstructivo / reconstructivo, de cómo fue pensada/o y teorizada/o tanto la mujer como el varón desde las disciplinas reinantes (medicina, por ejemplo) en cada momento histórico-social (dimensión epistémica), así como también se podrá analizar críticamente las distintas estrategias de poder que se han llevado a cabo alrededor de cada género, la forma en que los cuerpos han sido disciplinado, las distintas prácticas que se han generado a partir de los distintos discursos científicos y todo aquello que hace a los relacionado con el ejercicio del poder (dimensión política).

Se torna necesario decir que Género es una categoría cultural, y como tal no está dado naturalmente sino que implica un proceso de construcción, dicha categoría es consecuencia de la diferenciación sexual anatómica, además por el hecho de ser una categoría cultural cambia con los distintos momentos socio-históricos, es por esto que se puede decir por ejemplo, que no es lo mismo ser mujer antes del siglo XIX perteneciente a una familia tradicional, que ser mujer en la época moderna.

El hecho de que el género sea considerado una construcción cultural queda puesto en evidencia en frases como “Ser hombre es una expresión que se usa más en imperativo que en indicativo. La orden, tantas veces oída de ´Sé un hombre’ implica que no es algo que se dé por sentado y que la virilidad puede no ser tan natural como se pretende...” o “...Palabras como deberes, demostraciones o pruebas muestran que para llegar a ser hombre es necesario emprender una tarea [...] deben construirla, fabricarla [...]”

Con respecto a la diferencia de género desde la dimensión epistémica, Ana María Fernández propone para considerar esta, tener en cuenta los supuestos básicos o categorías lógicas que se han utilizado a lo largo de la historia para conceptualizar dicha diferencia, estas son H=h, donde se homologa lo genérico humano con lo masculino y Diferente=Inferior. Estas lógicas dan lugar a lo que la autora llama “La Episteme de lo Mismo”, la cual hace referencia a una forma de pensamiento que domina la época moderna occidental y que consiste en conocer lo otro y no desde la especificidad de lo uno, es a partir de esta episteme de lo mismo que se ha conceptualizado a la mujer, “[...] la mentalidad de una época influye en las teorizaciones sobre la mujer, se focaliza la reflexión hacia una región algo ´más atrás´, en los a priori históricos [...] categorías inmanentes desde donde se construyeron tanto las condiciones de ese saber, sus principios de ordenamiento, sus formas de enunciabilidad y sus regímenes de verdad [...] son inmanentes pero no esenciales, ya que dichas categorías están inscritas en las sucesivas organizaciones socio-históricas”, por ejemplo la mujer ha sido siempre conceptualizada por lo que no es el varón, es así como se la ha considerado emotiva en oposición al varón racional, como aquella que debía estar relegada al espacio privado (a cargo de la crianza y cuidado de los hijos y las tareas domésticas) en pos de la realización personal del varón en el ámbito público, etc.

Esta episteme de lo mismo desde donde se construye el saber en occidente acerca de la diferencia de los géneros, se estructura desde una lógica atributiva, binaria y jerárquica; atributiva en tanto se atribuye lo particular del hombre (varón) a la especie humana, binaria ya que sólo alterna dos valores de verdad y jerárquica por transformar uno de los dos términos en inferior, complemento o suplemento (históricamente quien ha ocupado este lugar ha sido la mujer).

El discurso acerca de los géneros al que esta episteme de lo mismo ha dado lugar, genera una legitimación de la desigualdad entre estos, la cual es posiblegracias a que recurre a los siguientes soportes narrativos o falacias el naturalismo, el biologicismo y el esencialismo , “A través de la falacia biologicista se distribuyen los lugares sociales y posicionamientos subjetivos de Hombre y Mujer [...] con respecto a la falacia naturalista, esta presenta una doble falacia: a) las funciones biológicas determinan la inserción de cada sexo en la realidad y b) las funciones biológicas deben ser su realización como género [...] Con respecto al esencialismo también opera en dos movimientos. En el primero, las funciones biológicas se encuentran transportadas al rango de esencia [...] Por el segundo movimiento, esta esencia universal así construida es dotada de verdadera realidad, de verdadero peso ontológico”

El efecto recurrente de la combinación de estas operatorias es lo que da lugar a la legitimación / naturalización de las desigualdades sociales y subjetivas de los géneros, es este conjunto de operatorias el que ha dado lugar a que históricamente la mujer haya sido considerada como inferior, suplemento, complemento del hombre, es decir que se la haya teorizado por lo que el hombre no es.

Se puede decir entonces que cada momento histórico-social ha delimitado o instituido lo propio de cada género y esto en función de las necesidades históricas.

Por último, con respecto a la dimensión política, Fernandez la conceptualiza como “[...] el nivel de análisis de la producción de legitimación de las desigualdades sociales de los géneros, es decir, las formas de producción social del consenso de la desigualdad como también de las producciones de sentido que las hacen posible”.

Para lograr esta legitimación se ha recurrido al modo de dominación patriarcal. En esta estructura las mujeres estaban bajo el dominio del patriarca (padre, hermano o marido), esta era dominante antes de la época del capitalismo, con el acceso a este nuevo modo de producción se producen ciertas transformaciones a nivel de la estructura familiar, se produce un pasaje de la familia tradicional a la familia moderna, pero lo cual ayuda a invisibilizar aún más las diferencias entre los géneros.

Con este cambio en el tipo de familia en este pasaje al capitalismo, los matrimonios pasan a ser por elección de la pareja y deja de ser un arreglo entre los patriarcas. Pasa a prevalecer el casamiento por elección y donde lo que precede es el amor romántico, “El surgimiento del cortejo amoroso previo al casamiento y de un nuevo concepto de maternidad e infancia contribuyó a ocultar la desigualdad del contrato matrimonial y a desarrollar una nueva moralidad femenina basada en la postergación del “si mismo” a favor del “otro”. Esta postergación tomo la forma de resignación unilateral de su derecho a poseer una sexualidad en la promesa de fidelidad a su marido y de postergación de su desarrollo personal en favor del desarrollo de los hijos y el marido”

A partir de la frase citada se desprende también que históricamente la mujer ha estado relegada al ámbito privado mientras que el hombre estaba más abocado a la esfera pública, al decir de Ana María Fernández “Si bien lo público y lo privado han tenido sustanciales transformaciones históricas, por lo menos hasta la segunda mitad del siglo XX, el espacio público ha sido tradicionalmente ocupado por varones y el espacio privado por mujeres, connotando atribuciones de lo masculino y femenino respectivamente”. A través de esta división de los espacios que ocupa cada uno de los géneros, no solo se dividen tareas sino que también opera una prohibición de estas. Dicho esto se puede volver a mencionar que la mujer al quedar relegada al espacio privado queda en una posición de inferioridad, de complementariedad o de sostén del hombre, en tanto que se relega a este espacio en pos de la realización personal del hombre / marido en la esfera pública.





2) Fundamente y desarrolle las herramientas conceptuales que desde los Estudios de Género resultan necesarios para pensar las subjetividades sexuadas como construcciones socio-históricas de la modernidad.





Cada momento socio – histórico instituye un imaginario social acerca de la masculinidad y la feminidad, y esto de acuerdo a las necesidades históricas de cada época, “[...] la producción y reproducción de un universo de significaciones imaginarias constitutivas de lo femenino y lo masculino moderno que forman parte no solo de los valores de la sociedad sino también de la subjetividad de hombres y mujeres”, es decir, que a partir de este imaginario social se instituye que tipo de subjetividades debe construirse en cada época.

El imaginario social es un universo de significaciones que instituye una sociedad y por lo tanto no se lo puede considerar independiente del problema del poder. Si se considera que los actos de fuerza producen poder, a partir de allí el discurso del orden y el imaginario social consolidan las condiciones reproductivas del poder producido. Es la incorporación de este universo de significaciones en cada individuo de la sociedad lo que hace que se “enlacen y adecuen sus deseos al poder”, es decir, que se legitime y se logre consenso acerca de esto.

Este imaginario social que se instituye por consenso de los miembros de cada sociedad, tiene como función permitir que esta se mantenga cohesionada, por otro lado, y considerando los productos de este, se puede mencionar a los mitos sociales, los cuales fueron utilizados por la modernidad para instituir las subjetividades sexuadas.

Estos mitos sociales son organizadores de sentido que tienen como función dar respuesta, otorgar sentido a algo que aún no lo posee, por ejemplo el mito acerca del origen, el mito acerca de la muerte, además estas producciones sociales ayudan a sostener lo instituido de una sociedad determinada. A. M. Fernandez plantea que “[...] Estos mitos son sociales, en la medida en que constituyen un conjunto de creencias y anhelos colectivos que ordenan la valoración social [...] en un momento dado de la sociedad”, ellos “[...] regulan, organizan, estipulan, y no solo prohíben en el obrar de los individuos”

Con respecto a estas producciones del imaginario social que “[...] no están por fuera de los individuos produciendo sobre ellos efectos de influencia [...] sino que se piensa en estos como constitutivos del sujeto; complejo proceso a través del cual dichos mitos son recreados socialmente en cada individuo singular”. Los mitos además dan cuenta, estructuran y organizan las relaciones humanas.

Finalmente, con respecto a estas producciones del imaginario instituido se puede decir que tienen eficacia simbólica en tanto se repite su contenido central y “[...] por la reticularidad y difusividad de los focos de emisión discursiva”. Por otro lado, opera por violencia simbólica ya que hace invisible y niega la diversidad de sentido.

Ahora bien, retomando lo anteriormente mencionada acerca de que la modernidad se ha valido de este producto social para instituir subjetividades femeninas y subjetividades masculinas, pueden mencionarse tres mitos a partir de los cuales se han construido e instituido la subjetividad femenina: el mito de MUJER = MADRE, el mito de la PASIVIDAD EROTICA FEMENINA y el mito del AMOR ROMANTICO.

Con respecto al mito Mujer = Madre, se puede decir que lo que este instituye es que “[...] la maternidad es la función de la mujer y a través de ella la mujer alcanza su realización y adultez”, por lo tanto lo que se evidencia es como a través de la recurrencia a este mito social se significa la feminidad, se naturaliza que la mujer para ser considerada tal debe ser MADRE. Siguiendo a A. M. Fernandez se puede mencionar que este mito tiene eficacia en tanto que apela a tres recursos: ilusión de naturalidad, ilusión de atemporalidad y la relación a menos hijos más mito. En primer lugar, con respecto a la ilusión de naturalidad, lo que sustenta el que se considere natural que la mujer sea madre es el hecho de que posee un “[...] privilegiado aparato reproductor: nidación interna y mamas” y “[...] un instinto materno que la guiará en la crianza de los hijos”, en relación a esto último el mito instituirá que la madre cuanta con un saber – instintivo que la ayudará a decodificar que necesita su hijo, lo cual hace que sea infalible y va a tener por este un amor incondicional. Por otro lado, la ilusión de atemporalidad, el cual se encuentra conectado con el anterior, plantea que en tanto “[...] la función materna se inscribe en el orden de la naturaleza siempre fue así y será así”. Finalmente, en cuanto a la relación a menos hijos más mito, este hace referencia o instituye de alguna manera una cantidad ideal de hijos a tener y esto por que “[...] la madre, al tener menos hijos, y siendo la maternidad, su misión, se concentra en esos pocos hijos toda su dedicación”.

Por otro lado, en lo que hace al mito del amor romántico respecta, Shorter destaca que el sentimiento comienza a tener mayor preponderancia en la época moderna. El galanteo, el amor romántico desplazan las condiciones materiales que antes tenían mayor importancia en la unión de la pareja, la cual era arreglada entre los patriarcas, en cambio con esta nueva época y con la mayor preponderancia de dichos sentimientos, la pareja y el matrimonio pasa a ser una elección personal. Este mismo autor define al amor romántico “[...] como la capacidad para la espontaneidad y la empatía en la relación erótica. La espontaneidad es importante porque representa un rechazo de las formas tradicionales, impuestas por la comunidad, en cuestiones interpersonales. Para la pareja, el romance es un vehiculo para la autoexploración y el autodesarrollo. [...] La empatía, la capacidad de pensarse en el lugar del otro, es importante porque representa la desaparición de los roles sexuales”.

Finalmente y en lo que hace a los mitos que construyen la feminidad, el mito de la pasividad erótica femenina es instituido por el discurso de las ciencias médicas, discurso que además caracteriza a la mujer como frágil, emotiva, dependiente, y como se dijo, predestinada a la maternidad. Esta división activo – pasivo, remite a la división dominante / dominado, por lo tanto, la mujer al ser considerada pasiva quedaría en una posición de subordinada / dominada.

Por otra parte, también se ha recurrido a la construcción de mitos que instituyen tipos de subjetividades masculinas, estos son el hombre como proveedor económico, en tanto que el hombre se desempeña en el espacio público, debe trabajar para poder sustentar económicamente a su familia., el hombre racional y el hombre desenfrenado sexual.





Bibliografía


Apuntes de Clases Teóricas y Prácticas

Fernandez, A. M: “La mujer de la ilusión”

Fernandez, A. M: “Las mujeres en la imaginación colectiva” - Introducción.

Badinter, E: “XY – La identidad masculina” - Introducción.

Schmukler, B: “Familia y dominación patriarcal en el capitalismo”

Shorter, E: “El nacimiento de la familia moderna” - Introducción.