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Anatomía macroscópica del sistema nervioso.
Al referirnos a la anatomía macroscópica del sistema nervioso, denotamos aquello que puede ser observado sin auxilio del microscopio.
En este caso, para describir la composición estructural de este sistema, debemos guiarnos mediante su localización, instaurada y descrita en correspondencia al neuroeje. Este último, consiste en una línea ilusoria trazada desde el extremo inferior de la médula espinal, hasta la parte frontal del encéfalo, que a diferencia de los animales vertebrados (donde es recto), en el ser humano presenta una curvatura en consecuencia de su postura erecta.
Nos guiamos asimismo, por los planos. Cuando nos referimos al extremo frontal, ubicado en dirección a la cabeza, aludimos al plano anterior; cuando hablamos de la zona en dirección a la cola, nos referimos al plano posterior.
Al momento de describir los planos específicos del encéfalo, utilizamos los términos siguientes: dorsal, para señalar el área superior de la cabeza y el dorso; ventral, para ubicar la región que se encuentra hacia el vientre; lateral, hacia los lados del cuerpo, lejanos a la línea media; y medial, hacia la línea media del cuerpo, alejada de los lados.
Dentro del sistema nervioso podemos encontrar, por un lado, estructuras contralaterales, ubicadas en las partes opuestas del cuerpo; y por otro, estructuras homolaterales, ubicadas en la misma parte del cuerpo.
Para poder investigar mejor dicho sistema en su interior, deben realizarse cortes, de los cuales existen tres tipos: horizontal, paralelo al suelo; sagital, perpendicular a la base y paralelo al neuroeje; y transversal, realizado en ángulo recto respecto al neuroeje.
El sistema nervioso, se encuentra constituido por el sistema nervioso periférico por un lado, compuesto por los nervios y los ganglios periféricos; y el sistema nervioso central por otro, constituido por el encéfalo y la médula espinal.
El encéfalo es un conjunto de neuronas, neurogliocitos y otras células; ubicado en la cavidad craneana. Este se encuentra dividido en tres partes:
En primer lugar, se ubica el prosencéfalo, la más rostral de las tres partes, que a su vez se encuentra subdividido en telencéfalo y diencéfalo.
Por un lado, el telencéfalo, incluye la corteza cerebral, que rodea a los hemisferios cerebrales (las dos grandes masas bilaterales principales del prosencéfalo, unidas entre sí por las fibras nerviosas); y los ganglios basales, un grupo de núcleos subcorticales partícipes del control del movimiento, cuyas partes más importantes son el núcleo caudado, el putamen y el globo pálido; el sistema límbico, conformado por la amígdala, que colabora en el control de conductas correspondientes a las situaciones sociales; y el hipocampo, encargado de determinar si una experiencia es lo suficientemente relevante para ser almacenada como memoria en la corteza.
Por otro lado, el diencéfalo abarca el tálamo, que posee núcleos encargados de disparar información a determinadas zonas de la corteza y recibir información de la misma; y el hipotálamo, responsable del control del sistema endócrino y nervioso neurovegetativo, y de la integración de conductas de supervivencia de la especie.
En segundo lugar, rodeando el acueducto cerebral, se sitúa el mesencéfalo, constituido por el tectum, que incluye los tubérculos cuadrigéminos superiores e inferiores, cooperantes en el sistema visual y auditivo; y por el tegmentum, que abarca la formación reticular (implicada en el control del sueño, activación de la atención, tono muscular y del movimiento), la sustancia gris periacueductual (que contiene circuitos neurales partícipes de las conductas típicas de la especie), el núcleo rojo y la sustancia negra (constituyentes del sistema motor).
En tercer lugar, se encuentra el rombencéfalo, subdividido en metencéfalo y mielencéfalo.
El metencéfalo está comprendido por el cerebelo, componente sustancial del sistema motor, encargado de controlar la secuencia temporal de contracción de los músculos, y de integrar la información visual, auditiva, vestibular y somatosensorial; así como por la protuberancia, la cual es un abultamiento del tronco del encéfalo, que actúa como un órgano de conducción, mediante el cual pasan las vías sensitivas que se dirigen de la médula al cerebro y visceversa, y como un centro funcional, sin el cual no podríamos mantenernos de pie. Interviene además en las emociones, determinando los fenómenos fisiológicos que las acompañan.
El mielencéfalo está constituido por el bulbo raquídeo, una esencial estructura encargada de transmitir impulsos de la médula espinal a encéfalo, y en la que se localizan además, las funciones gastrointestinales, vasoconstrictoras, cardíacas y respiratorias.
La médula espinal es una estructura de la cual parten los nervios espinales distribuidos a las distintas regiones del organismo.
Su composición interna contiene áreas de sustancia gris en el centro, y áreas de sustancia blanca en la periferia.
En el área gris, se transmiten señales entre el SNC y el SNP, y se integran varias actividades motoras, como los reflejos medulares desencadenados en reacción a ciertas señales sensitivas percibidas.
En el área de sustancia blanca, existen tractos de fibras y glía que llevan información sensitiva hacia el encéfalo, o señales motoras del mismo hacia la médula.
Tanto el encéfalo como la médula espinal, poseen una endeble constitución, por lo cual se encuentran resguardados por la cavidad craneana y el canal vertebral.
Se estima que el encéfalo pesa aproximadamente 1.400 g. Teniendo en cuenta esta referencia, junto con el hecho de que su estructura es muy frágil y la cavidad que lo rodea posee una complexión sólida, podríamos inferir con certeza que correría el riesgo de verse dañado ante cualquier impacto generado por algún brusco movimiento de la cabeza.
Para nuestra fortuna, el encéfalo y la médula flotan en un líquido contenido en el espacio subaracnoideo, denominado líquido cefalorraquídeo, que se encarga de rodear al SNC, sosteniéndolo y protegiéndolo de posibles lesiones. Aminora la presión ejercida por el encéfalo sobre su base, disminuyendo el peso del mismo a 80 g aproximadamente.
El LCR es un fluido claro y acuoso, de contextura similar a la del plasma sanguíneo. Su fabricación se efectúa continuamente en los plexos coroideos (tejidos específicos que reciben un copioso riego sanguíneo y sobresalen del interior de los ventrículos).
Su volumen total es de alrededor de 125 ml, y es sustituido por LCR nuevo cada 3 horas. Esto implica un mecanismo que lo haga circular una vez producido, y lo reabsorba; ya que si su circulación se viera obstruida, desencadenaría un aumento de la presión intracerebral, y una grave lesión, dando como resultado un cuadro clínico denominado hidrocefalia obstructiva.
En este mecanismo de producción, circulación y reabsorción interviene primordialmente el sistema ventricular, compuesto por cuatro cavidades interconectadas repletas del LCR.
Primeramente, se encuentran los dos ventrículos laterales, ubicados en el centro del telencéfalo. Son los de mayor tamaño, y en ellos se encuentran los plexos coroideos de mayor extensión (donde se conforma la mayor cantidad de LCR). Una vez producido el líquido, fluye hacia el tercer ventrículo, localizado en el centro del diencéfalo, mediante los dos agujeros interventriculares. Allí se fabrica más cantidad de LCR, y se dirige hacia el cuarto ventrículo a través de un tubo llamado acueducto cerebral. Entonces, se elabora aún más LCR, y finalmente fluye dirigiéndose hacia el espacio subaracnoideo, rodeando al encéfalo.
El LCR recorre todo el espacio subaracnoideo, y luego es reabsorbido por el torrente sanguíneo a través de diminutas proyecciones de la membrana aracnoides que traspasan la duramadre, denominados gránulos aracnoideos, y llegan hacia el seno longitudinal superior (vaso sanguíneo ubicado en la línea media, que libera en las venas que irrigan el encéfalo).
Todas las superficies del encéfalo y la médula espinal permanecen revestidas por las meninges, las cubiertas protectoras que componen un resistente tejido conjuntivo. Estas constan de tres capas.
En primer lugar, la duramadre. Es la de mayor resistencia, flexibilidad y grosor. Se halla firmemente yuxtapuesta al interior del cráneo, mas débilmente unida al canal vertebral.
En segundo lugar, radica la aracnoides, cuyo nombre deriva de su aspecto similar al de una telaraña. Caracterizada por su ductilidad y su fisonomía esponjosa, se encuentra laxamente fijada en la cara interna de la duramadre y por debajo de la aracnoides, existe un espacio estrecho repleto de LCR denominado espacio subaracnoideo.
En tercer lugar, se ubica la piamadre, una frágil y delgada capa, fuertemente fijada a la superficie del SNC, sus vasos sanguíneos más pequeños están en esta capa, penetra en todos los surcos y cisuras del SNC.
Por su parte el SNP, se encuentra revestido por dos capas de meninges, la piamadre y la duramadre se unen conformando tan solo una capa, que recubre los ganglios periféricos, los nervios craneales y los nervios raquídeos.
Mayoritariamente, las células que revisten los capilares del cuerpo no se encuentran unidas de manera impenetrable, sino que existen pequeñas hendiduras entre las mismas. Estas pequeñas grietas posibilitan el intercambio de sustancias entre el plasma sanguíneo y el líquido externo a capilares.
A diferencia de ello, los capilares del SNC se encuentran recubiertos por células unidas herméticamente, constituyendo una barrera hematoencefálica entre la sangre y el líquido que rodea las células del encéfalo. Esta es selectivamente permeable, solo determinadas sustancias podrán atravesarla; algunas, de hecho, deberán ser transportadas activamente a través de proteínas especiales. Aun así, existen zonas de la misma que resultan más permeables que otras, admitiendo de esta manera el ingreso de ciertas sustancias que son rechazadas en otras regiones.
La función de dicha barrera consiste en regularizar el líquido extracelular, y su equilibrio con el interior de las neuronas; ya que este equilibrio es imprescindible para la efectiva transmisión de mensajes entre las distintas zonas del encéfalo.
Bibliografía: Carlson, capítulo 3: Estructura del sistema nervioso; Guyton, Anatomía macroscópica del sistema nervioso, cap II y III.
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