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PERÍODO DEL GARABATEO
Actividad del trazado: Es solamente actividad motora, sin ninguna significación figurativa, el niño dibuja por el mero movimiento que genera su brazo-mano.
Se denomina estructura de la palanca a la articulación del hombro, codo, puño y pulgar utilizada para trazar que permite actividades perceptivas y de control visual enlazadas con la motricidad perteneciente a cada edad (Elemento motor y perceptivo). Los movimientos son de barrido y de vaivén de los 1,0 a los 1,8 años (Trazados lanzados y de barrido).
A partir del año y 9 meses, existe lo que se llama “desmembramiento de los trazos”, un efecto producido en el dibujo por la intervención del músculo flexor del pulgar, que permiten trazos angulares, cortados, garabateos circulares y variados.
Existen diferencias individuales definidas por la personalidad del niño y el ambiente que lo rodea. Varía tanto esto como el interés que los progenitores muestren en su trabajo.
Hay antecedentes al uso del lápiz, es decir, antecedentes que representan un garabateo anterior al uso de lápiz y papel, como el juego con la comida, con las heces, barro, etc: tendencia al trazado. Esto genera experiencias de goce sensorial vinculado al contacto con la materia y la satisfacción de la producción de efectos visibles, exteriores a uno mismo que equivalen en cierta medida a modificar el ambiente y dejar una huella, apropiándoselo.
Llegando a los dos años, el niño descubre la conexión que existe entre su movimiento y el trazo realizado, desarrollándose el elemento perceptivo que genera placer y el elemento de “manipulación gráfica” (movimiento + percepción). Esto lleva a lo que en la edad de 2,4 años, se llama “control de partida”, que significa que ahora la vista comienza a guiar a la mano. El niño ya puede frenar y desacelerar el movimiento. Esta edad y estos avances son importantes ya que aparece el “monigote”: Forma circular de la que irradian trazos verticales u horizontales. También a esta corta edad, el niño expresa oralmente su experiencia cinestésica acerca del dibujo, establece una correspondencia de sentido entre el trazo y las experiencias vividas sobre ese trazo “Sube, sube” “otro, otro”, etc.
Existen 3 etapas de relación entre la actividad verbal y la actividad gráfica:
Ya hacia los 2,7 años, aparece lo que se llama “control doble” que representa la capacidad de cerrar figuras, de unir ambos extremos, inicial y final de un dibujo o de una figura (lo cual permite hacia los 3 años la espiral continua. Estas figuras, permiten entender el concepto de un espacio interno separado del externo y adquieren para él, valor de entidades individuales y favorece su comparación con elementos del medio externo. Hacia los 2,10, la forma explícita se reconoce como lo que es, además de ser verbalizado. Esto se llama “ideograma”. Los ideogramas, conviven con los garabatos, hasta que el niño pueda enunciar qué va a dibujar antes de hacerlo, momento en el que los garabatos desaparecen. En esta edad también el grafismo tomará valor de signo, es decir que los trazos significarán algo para el niño. Esto lleva automáticamente a lo que se llama realismo fortuito: El niño reconoce una analogía entre su dibujo y un objeto real, una semejanza accidental con representación deliberada, instalándose lentamente en lo figurativo.
PERÍODO DEL ESQUEMATISMO
Este período abarca de los 3 a los 7 años, momento en el cual los niños poseen un vocabulario de estructuras gráficas con valor representativo. Se yuxtaponen y combinan figuras (trazos) ya adquiridas en nuevas estructuras en las que predominan los círculos y los bastones. En estos esquemas, hay algunos que predominan sobre otros por repetición y la satisfacción que dibujarlos genera en el niño. Los esquemas evolucionan, se estilizan, se simplifican y se mejoran elementos de preferencia del niño. Copia el dibujo, lo dibuja de memoria o se basa en esquemas muy simplificados o estereotipados. El niño sabe perfectamente que los objetos reales no se ven como él los representa, si no que se basa en su experiencia vivida, dibuja lo que conoce del objeto, lo que es significativo para él: “realismo individual intenso”.
Carácter aditivo y enumerativo del período esquemático: El dibujo en esta etapa se compone de la yuxtaposición de elementos geométricos simples, a medida que va adquiriendo un carácter integrativo por combinación de subconjuntos que se fundan en la semejanza visual. En este momento, los elementos no tienen relación entre sí, lo cual seguirá sucediendo hasta más o menos los 4 años, en donde aparecen los primero rudimentos de escenas: en donde los personajes entra en interacción los unos con los otros en escenas conocidas por el niño.
Se alteran los esquemas habituales para representar movimiento deformando alguna parte del cuerpo a la que se quiere dar movimiento. (aparición del perfil). Se ha llamado “realismo fallido” a ciertos incoherencias anatómicas en los dibujos de los niños debido a su inmadurez psíquica, a lo que Luquet responde que es en realidad un “realismo intelectual” ya que el niño representa lo que es lo que es una vivencia real para él. Hasta ahora, había venido tratando a cada esquema como una entidad autónoma, lo cual dificulta la coordinación de subconjuntos que intenta articular ahora en escenas. Hacia los 6 años, lo mismo sucede con los puntos de vista, y quiere representar al mismo tiempo lo que se ve exteriormente y lo que él sabe que está allí, entonces dibuja un gato al que se le ven las crías en la panza, una casa en la que se observan objetos y personas adentro. Esto deja en claro el aspecto egocéntrico del niño y su emoción por representar todo aquello que representa para él una experiencia vivida. A medida que sus dibujos avanzan, en niño se representa a sí mismo, haciendo posible la cooperación interindividual.
La “línea de tierra”: También utilizada como el borde de la hoja, permite disponer a los personajes sobre una misma línea de tierra que los relaciona entre sí. Existe también otra línea que divide el cielo. Muchas veces, al faltarle lugar, dibuja otra línea de tierra por encima de la primera, abarcando varias bandas superpuestas (más tarde serán representaciones de profundidad).
Estructuración temporal: El niño trata de representar sucesivos episodios en una narración gráfica. En la cual representa en un mismo plano diferentes momentos, hasta que puede luego separarlos en viñetas (images d’epinal).
Apogeo y decadencia del esquematismo: Alcanza su punto más alto entre los 7 y 9 años, en donde presta creciente atención a los datos visuales, sobre todo a los colores, convencionalmente más objetivos (el árbol es marrón y verde, las caras rosas, etc)
PERÍODO DEL REALISMO CONVENCIONAL:
Naturalismo visual e integrativo: Acercándose a los 10 años, los esquemas comienzan a ser menos estereotipados, más detallados, más elaborados, variados y objetivamente figurativos. Los elementos constitutivos de un subconjunto pueden ser reconocidos como lo que son aún separados de este y se integran de una manera más orgánica. Se le presta atención a los detalles y desaparece la franja media entre la línea de tierra y de cielo. Se llega a un realismo visual integral y se descubre el proceso de la cobertura, el cual permite al niño borrar las líneas de los objetos que se encuentran ocultos en un segundo plano en vez de transparentarse. Aún no hay sombras o arrugas pero se reconoce una tercera dimensión. Este realismo y representación objetiva de la realidad representa el fin del egocentrismo infantil, proceso ayudado por la escolarización y la socialización. Luego la falta de técnica comienza a obstaculizar la representación satisfactoria.
El yo, el ello y el super yo:
Ante el sepultamiento del complejo de Edipo, hay una renuncia pulsional, en la que el niño se identifica con el objeto perdido. Este proceso, conforma al carácter del yo, que se define como el conjunto de sedimentaciones de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de las elecciones de objeto. (formación en el yo de los padres interiorizado mediante una identifiación). Cuando el yo cobra aspectos del objeto, se impone a sí mismo como objeto de amor, y hay un cambio de libido de objeto en libido narcisista.
Al ser ahora narcisista la elección de objeto del ello, se genera otra estructura en el yo además del carácter: el ideal del yo o superyó, la conciencia moral, el sentimiento inconsciente de culpa sobre el yo, ya que esta interiorización de los padres viene con todas las exigencias morales que estos imponen psíquicamente.
La división que se produce en el complejo de Edipo en torno al padre (respeto = mezcla de miedo y afecto) genera una desmezcla pulsional que termina en ambivalencia.
Conflictos entre el yo y el ideal espejarán, reflejarán, en último análisis, la oposición entre lo real y lo psíquico, el mundo exterior y el mundo interior. En el posterior circuito del desarrollo, maestros y autoridades irán retomando el papel del padre; sus mandatos y prohibiciones permanecerán vigentes en el ideal del yo y ejercerán, como ccia moral, la censura moral. La tensión entre las exigencias de la ccia moral y las operaciones del yo será sentida como sentimiento de culpa. Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros sobre el fundamento de un idéntico ideal del yo.
Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del superyó que toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y asegura al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Con este proceso se inicia el periodo de latencia.
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