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Resumen para el Segundo Parcial  |  Psicoanálisis Freud (Cátedra: Delgado - 2015)  | Psicología  |  UBA

SEMINARIO

SOBRE LA DINÁMICA DE TRANSFERENCIA (1912)

La transferencia se produce en una cura psicoanalítica y alcanza su consabido papel durante el tratamiento.
Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe de su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado, que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida. Solo un sector de esas mociones determinantes de la vida amorosa ha recorrido pleno desarrollo psíquico; ese sector esta vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad conciente, y constituye una pieza para esta ultima. Otra parte de esas mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, esta apartada de la personalidad conciente y de la realidad objetiva, y solo tuvo permitido desplegarse en la fantasía o bien ha permanecido por entero de lo icc, siendo entonces no consabida para la conciencia de la personalidad. Y si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, él se vera precisado a volcarse con unas representaciones-expectativa libidinosa hacia cada nueva persona que aparezca, y es muy probable que las dos porciones de su libido, la susceptible de conciencia y la inconciente, participen de tal acomodamiento.
La investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecha se vuelve hacia el médico. Esa investidura se atendrá a modelos, se anudara a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión. Responde a los vínculos del imago paterno, materno o de un hermano varón. Dos puntos que poseen interés para el psa. En primer lugar, la transferencia resulta más intensa en personas neuróticas bajo análisis que en otras, no analizadas; en segundo lugar, sigue constituyendo un enigma por que en el análisis la transferencia nos sale al paso como la más fuerte resistencia al tratamiento, siendo que, fuera del análisis, debe ser reconocida como portadora de efecto salutífero, como condición del éxito.
La transferencia es la palanca más poderosa, se muda en el medio más potente de la resistencia. No es correcto que durante el psa la transferencia se presente más intensa y desenfrenada que fuera del.
En cuanto al segundo problema, porque la transferencia puede ser también resistencia. Evoquemos la situación psicológica del tratamiento: Una condición previa regular e indispensable de toda contracción de una psiconeurosis es el proceso de la inversión de la libido. La libido se ha internado por el camino de la regresión y reanima el imago infantil. Y bien, hasta allí sigue la cura analítica, que quiere pillarla, volverla de nuevo asequible a la conciencia y, por último, ponerla al servicio de la realidad objetiva. Toda vez que la investigación analítica tropieza con la libido retirada de sus escondites, no puede menos que estallar un combate; todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevaran como unas resistencias al trabajo para conservar ese nuevo estado. Para liberarla es preciso ahora vencer esa atracción de lo icc, cancelar la represión de las pulsiones icc y de sus producciones, represión constituida desde entonces en el interior del individuo. Esto da por resultado la parte con mucho más grandiosa de la resistencia, que hartas veces hace subsistir la enfermedad aunque el extrañamiento respecto de la realidad haya vuelto a perder su temporario fundamento. El análisis tiene que librar combate con las resistencias de ambas fuentes. La resistencia acompañada todos los pasos del tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya meta es la salud y aquellas, ya mencionadas, que contrarían.
Un proceso así se repite innumerables veces en la trayectoria de un análisis. Siempre que uno se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte del complejo susceptible de ser trasferida y es defendida con tenacidad.
¿A que debe la trasferencia el servir como medio de la resistencia? Es difícil confesar una moción de deseo prohibida ante la misma persona sobre la cual recae. Se debe separar la trasferencia positiva de la negativa.
a) Trasferencia positiva: Se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos. Estos se remontan a fuentes eróticas; todos nuestros vínculos de sentimiento, simpatía, amistad, confianza y similares, que valorizamos en la vida, se enlazan con la sexualidad y se han desarrollado por debilitamiento de la meta sexual a partir de unos apetitos sexuales. El psa demuestra que las personas de nuestra realidad objetiva estimadas o admiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo icc en nosotros.
La trasferencia sobre el médico solo resulta como resistencia cuando es negativa o una positiva de mociones eróticas reprimida. Cuando nosotros cancelamos la trasferencia haciéndola cc, solo hacemos desasirse de la persona del médico esos dos componentes del acto de sentimiento.
b) Trasferencia negativa: En las formas curables de las psiconeurosis se encuentra junto a la trasferencia tierna, dirigida de manera simultánea sobre la misma persona. De manera ambivalente. La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que nos explica la aptitud de los neuróticos para poner la trasferencia al servicio de la resistencia. Donde la trasferencia de ha vuelto negativa, cesa también la posibilidad de influir y de curar.
Las mociones icc no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinaciones de lo icc. Al igual que en el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones icc; quiere actuar sus pasiones sin atender a la situación objetiva. El médico quiere constreñirlo a insertar esas mociones de sentimiento en la trama del tratamiento y en la de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y discernirlas por su valor psíquico. Esta lucha entre médico y paciente, se desenvuelve exclusivamente en los fenómenos trasferenciales. Los fenómenos de la trasferencia depara al psicoanalista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas la mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes en definitiva nadie puede ser ajustado en abstinencia.

PUNTUALIZACIONES SOBRE EL AMOR DE TRASFERENCIA (1915)

Si la paciente se ha enamorado del médico hay cuatro desenlaces:
a) Que se consista una unión legítima y permanente entre ambos.
b) Que el médico y la paciente se separen, abandonando el trabajo que debía servir al restablecimiento. La paciente vuelve a necesitar un segundo intento analítico con otro médico; de nuevo se enamoraría de este segundo medico, y así sucesivamente. c) Tercer desenlace: El anudamiento de relaciones amorosas ilegitimas, y no destinadas a ser eternas; pero lo vuelven imposible tanto la moral como la dignidad medica.
El médico tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente fue por la situación analítica y no se lo puede atribuir a su persona. Para la paciente se plantea una alternativa: debe renunciar a todo tratamiento psa, o consentir el enamoramiento del médico como un destino inevitable.
Los parientes se declararan firmen en la primera opción; pero el amor de los parientes no puede sanar una neurosis.
Debido al enamoramiento la paciente pierde la inteligencia por el tratamiento y todo interés por él, no quiere hablar ni oír mas que de su amor, demanda que le sea correspondido; ha resignado sus síntomas o los desperdicia, y hasta se declara sana.
Cuando estorbe proseguir la cura puede ser la exteorizacion de una resistencia. Y en el surgimiento de esa demanda de amor la resistencia tiene una gran participación. Se habían observado en la paciente signos de una trasferencia tierna. El enamoramiento existía de antes pero ahora la resistencia se sirve de él para inhibir la persecución de la cura. La resistencia acrecienta el enamoramiento y exagera la buena disposición a la entrega sexual a fin de justificar, la acción eficaz de la represión.
El analista jamás tiene derecho a aceptar la ternura que se le ofrece ni responder a ella. Debe conseguir que abandone su apetencia y venciendo la parte animal de su yo, se prosiga al trabajo analítico.
Exhortar a la paciente cuando ella confiese su trasferencia de amor, a sofocar los pulsionales, a la renuncia y a la sublimación, no sería un obrar analítico. Se habría llamado lo reprimido a la cc para reprimirlo de nuevo.
La cura tiene que ser realizada en la abstinencia. Hay que dejar subsistir en el enfermo la necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas. Es que uno no podría ofrecer subrogados puestos que la enferma, a consecuencia de su estado y mientras no hayan sido levantadas las represiones, será incapaz de lograr una efectiva satisfacción.
Si su cortejo de amor fue correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar, repetir en la vida algo que solo deben recordar, reproducir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico.
Consentir la apetencia amorosa de la paciente es entonces tan funesto para el análisis como sofocarla. Uno retiene la trasferencia de amor, pero la trata como algo real, como una situación por la que se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes icc y ayudara a llevar a la cc lo más escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo.
Ese amor, uno asevera que él no conlleva ningún rasgo nuevo que brote de la situación presente, sino que se compone de repeticiones y calcos de reacciones anteriores, infantiles; y se compromete a demostrarlo mediante el análisis detallado de la conducta amorosa de la enferma.
Si a estos argumentos uno suma la paciencia requerida la mas de las veces consigue superar la difícil situación y proseguir el trabajo con un enamoramiento atemperado, o bien con él a cuestas, trabajo cuya meta será entonces descubrir la elección infantil de objeto y las fantasías que trae urdidas.
La participación de la resistencia en el amor de trasferencia es indiscutible y considerable. La resistencia no ha creado ese amor; lo encuentra allí, se sirve de él y exagera sus exteorizaciones. Es verdad que este enamoramiento consta de reediciones de rasgos antiguos, y repite reacciones infantiles. Pero ese es el carácter esencial de todo enamoramiento. Ninguno hay que no repita los modelos infantiles. Justamente lo que constituye su carácter compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil.
No hay derecho a negar el carácter de amor genuino al enamoramiento que sobreviene dentro del tratamiento analítico. Si parece tan poco normal, ellos se explican por la circunstancia de que todo enamoramiento, aun fuera de la cura analítica, recuerda más a los fenómenos anormales que a los normales. Se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular posición:
1) Es provocado por la situación analítica.
2) Es empujado hacia arriba por la resistencia que gobierna a esta situación.
3) Carece en alto grado de miramiento por la realidad objetiva, es menos cuidadoso de sus consecuencias. Estos rasgos son los que los desvían de la norma que constituye un enamoramiento normal.
Para el obrar medico es decisiva la primera de esas tres propiedades del amor de trasferencia. El tendió señuelo a ese enamoramiento al introducir el tratamiento analítico para curar la neurosis; es el resultado inevitable de la situación médica. Esto le impone la prohibición de extraer ventaja personal de esta situación.
Motivos eróticos se suman a los técnicos para que el médico se abstenga de consentir el amor de la enferma. Debe tener en vista que su meta es que esa mujer estorbada en su capacidad de amor por unas fijaciones infantiles, alcance la libre disposición de esa función de amar.
Para el analista queda excluido el ceder. Por alto que él tase el amor, tiene que valorar más su oportunidad de elevar a la paciente sobre un estadio decisivo de su vida. Ella tiene que aprender de él a vencer el principio de placer, a renunciar a una situación inmediata, pero no instituida socialmente, a favor de otra más distante, quizá mucho más incierta, pero intachable tanto en lo psicológico como en lo social. A los fines de aquel vencimiento, ella debe ser llevada a través de3 las épocas primordiales de su desarrollo anímico y adquirir por este camino aquel plus de libertad anímica en virtud del cual la actividad cc se distingue de la icc.

CONSEJOS AL MEDICO SOBRE EL TRATAMIENTO ANALITICO (1912)

Esta técnica ha resultado la única adecuada.
a) La tarea inmediata a que se ve enfrentado el analista que trata a más de un enfermo por día le parecerá, la más difícil. Consiste en guardar en la memoria todos los nombres, fechas, detalles, ocurrencias y producciones patológicas que se presentan durante la cura.
Esta técnica es muy simple. Desautoriza toda toma de apuntes y consiste en no querer fijarse en nada en particular y en prestar todo cuanto uno escucha la misma atención pareja flotante. Tan pronto como tensa su atención hasta cierto nivel, empieza a escoger el material ofrecido; uno fija un fragmento en particular, elimina otros y, en esa selección obedece sus expectativas.
Se exige al analizado que diga todo lo que se le ocurra, sin crítica ni selección previa. La regla para el médico es: “Uno debe alejar cualquier injerencia cc sobre su capacidad de fijarse, y abandonar su memorias icc. Uno debe escuchar y no hacer caso si se fija en algo.”
b) Mientras uno toma apuntes o traza signos, forzosamente practica una selección en el material, y así se liga un fragmento de su propia actividad, que hallaría una mejor interpretación de lo escuchado.
c) Tomar notas durante la sesión se podría justificar en el caso que se trate de una publicación divulgación científica.
d) Para el analista la conducta correcta consistirá en pasar de una actitud psíquica a la otra al compas de sus necesidades: en no especular mientras analiza, y en someter el materia adquirido al trabajo sintético del pensar solo después de concluido el análisis.
e) Aquella frialdad de sentimientos que se le exige al analista se justifica porque crea para ambas partes las condiciones más ventajosas: para el médico el cuidado de su propia vida afectiva; para el paciente, el máximo grado de socorro que es posible prestarle.
f) Debe volver hacia el icc emisor del enfermo su propio icc como órgano receptor. Lo icc del médico se habilita para restablecer, desde los retoños a él comunicados de lo icc, esto icc mismo que ha determinado las ocurrencias del enfermo.
El licito exigirle, que se halle sometido a una purificación psicoanalítica, y tomado noticia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece. No se puede dudar razonablemente del efecto descalificador de tales fallas propias; es que cualquier represión no solucionada en el medico corresponde, a un punto ciego en su percepción analítica.
Uno puede hacerse analista mediante el análisis de sus propios sueños. El que pretenda llevar a cabo análisis en otro deba someterse antes a una análisis con un experto. Si alguien se propone seriamente la tarea, deberá escoger ese camino, que promete más de una ventaja; el sacrificio de franquearse con una persona ajena sin estar comprometido a ellos por la enfermedad es recompensado.
g) El médico le dé deje ver sus propios defectos y conflictos anímicos, le posibilite ponerse en un pie de igualdad mediante unas comunicaciones sobre su vida hechas en confianza. La experiencia no confirma la efectividad de esta técnica. El médico no debe ser transparente para el analizado, sino, mostrar solo lo que le es mostrado.
h) Otra tentación surge de la actividad pedagógica que el médico le cabe en el tratamiento analítico, sin que sea su propósito. En esto el médico debería contenerse y tomar como rasero menos sus propios deseos que la aptitud del analizado. La ambición pedagógica es tan inadecuada como la terapéutica. Empeñar el tratamiento analítico en la sublimación de las pulsiones es algo muy loable, pero en modo alguno se lo puede recomendar para todos los casos.
i) Es incorrecto dictar a los analizados deberes: recopilar recuerdos, reflexionar sobre épocas de su vida, etc. Se resolverá los enigmas de las neurosis, si la paciente obedece la regla del psa que desconecte la critica a lo icc y los retoños.

SOBRE LA INICIACION DEL TRATAMIENTO (1913)

La iniciación del tratamiento con un periodo de prueba así fijado algunas semanas tiene además una motivación diagnostica. Hartas veces, cuando uno se enfrenta a una neurosis cono síntomas histéricos u obsesivos, pero no en exceso y de duración breve, debe dar cabida a la duda sobre si el caso no corresponde a un estadio previo de la dementia precox (esquizofrenia), y pasado un tiempo mostrara el cuadro.
La confianza o desconfianza que el paciente tenga sobre el psa no tiene importancia para la resistencia internas que anclan la neurosis.
Puntos importantes para el comienzo de una cura analítica son las estipulaciones sobre tiempo y dinero.
Con relación al tiempo, se acuerda una determinada hora de sesión. A cada paciente se le asigna una hora de la jornada de trabajo; que es la de cada paciente y permanece destinada a él aunque no la utilice. Cuando se adopta una práctica más tolerante, las asistencias ocasionales se multiplican, hasta que deja de asistir.
No se puede definir un tiempo exacto para la duración del tratamiento. La abreviación de la cura es un deseo injustificado. Se les contrapone: unas alteraciones anímicas que se consuman con lentitud; esto se debe a la atemporalidad de los procesos icc.
En cuanto al dinero el analista considera que la estima del dinero coparticipar factores sexuales. Se deben tratar las cuestiones de dinero con la misma naturalidad que se pretende educar los asuntos de la vida sexual. Las resistencias del neurótico se acrecientan por el tratamiento gratuito; en la mujer, la tentación por el vinculo trasferencial, y en el hombre el agradecimiento proveniente del complejo paterno, que significan un obstáculo.
El enfermo se acuesta en el diván mientras uno se sienta detrás, para que él no lo vea. Esto se realiza para no permanecer bajo la mirada de otras ocho horas, para que los gestos del analista no influyan en las comunicaciones del paciente, y para aislar la trasferencia.
No interesa con que material empiece el paciente, mientras siga la regla del psa, y debe incluir los vínculos del paciente con las personas, y sus pensamientos sobre estas. Cada fragmento de la historia debe ser narrado de nuevo, así con las repeticiones aparecerán los complemento que permiten obtener los nexos importantes, desconocidos por el enfermo.
No se debe preparar el relato, ya que de esta manera la resistencia cumple su cometido, logrando que el material valioso se escape. Otros métodos para el escape de relatar lo impórtate, es que el paciente converse sobre las cosas que debería conversar en análisis con algún amigo.
Desde la trasferencia se encuentra el acceso al material patógeno. Los pacientes cuyo análisis es seguido por el rehusamiento de las ocurrencias son, mujeres que están preparadas para una agresión sexual, y hombres con una homosexualidad reprimida hiperintensa.
Las primeras resistencias y los primeros síntomas merecen un interés particular y pueden denunciar un complejo que gobierne su neurosis.
Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar el tema de la trasferencia. Es preciso aguardar para este, hasta que la trasferencia haya devenido en resistencia.
Se debe hacer comunicaciones al analizado, no antes de que se haya establecido en el paciente una trasferencia operativa. La primera meta sigue siendo allegarlo al médico. Si se les demuestra interés, el paciente solo pone al médico en el imago infantil de quien recibió amor.
Fue preciso entonces quitar el saber como tal el significado que se pretendía para él, y poner el acento sobre las resistencias que en su tiempo habían sido la causa del no saber y ahora estaban aprontadas para protegerlo. El saber cc era sin duda impotente contra esas resistencias, y ello aunque no fuera expulsado de nuevo.
Los enfermos saben sobre la vivencia reprimida de su pensar, pero a este último le falta la conexión con aquel lugar donde se halla de algún modo el recuerdo reprimido. Solo puede sobrevenir una alteración si el proceso consiste en pensar avanzar hasta ese lugar y vence ahí las resistencias de la represión.
El motor más directo de la terapia es el padecer del paciente y el deseo, de sanar. Es mucho lo que se debita de la fuerza pulsionales, sobre todo la ganancia secundaria de la enfermedad. Pero esta fuerza tiene que conservarse hasta el final. Por si sola no puede eliminar la enfermedad, le faltan dos cosas: no conoce los caminos que debe recorrer, y no suministra la energía necesaria contra las resistencias. En cuanto a la energía necesaria para vencer las resistencias, las suple movilizando las a energías utilizadas para la trasferencia; y mediante las comunicaciones muestra el enfermo el camino que debe guiar esas energías. La trasferencia basta por sí sola para eliminar los síntomas, pero solo de manera provisional, mientras ella exista. El psa merece este nombre cuando la trasferencia haya empleado su intensidad en vencer las resistencias.

RECORDAR, REPETIR, REELABORAR (1914)

El médico renuncia a enfocar un momento determinado, estudia la superficie psíquica que el analizado le presenta, y se vale del arte interpretativo, para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y hacerlas cc. El médico pone al descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra con facilidad las situaciones y nexos olvidados.
El olvido se las vivencias, se debe la mayoría de las veces a un bloqueo de ellas. Para un tipo particular de vivencias, sobrevenida en épocas muy tempranas de la infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado inteligencia e interpretación con efecto retardado la mayoría de las veces es imposible despertar un nuevo recuerdo.
El analizado no recuerda por general nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actuó. No reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber que lo hace.
Él empieza la cura con una repetición. Lo que interesa es la compulsión de repetir con la trasferencia y la resistencia. La trasferencia misma es solo una pieza de la repetición, y la repetición es la trasferencia del pasado olvidado; pero no solo sobre el médico; también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente, los vínculos y actividades de su vida. La participación de la resistencia, mientras mayor sea esta, más será sustituida el recordar por el actuar. Si la cura empieza bajo patronazgo de una trasferencia suave, positiva y no expresa, esto permite, una profundización en el recuerdo, en cuyo trascurso hasta callan los síntomas patológicos; pero si ulterior trayecto esa trasferencia se vuelve hostil, y por necesidad de represión, el recordar deja sitio al actuar. Y a partir de ese punto, las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá.
El enfermo repite todo cuanto de las fuentes de lo reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter. Y durante el tratamiento repite sus síntomas. Se debe realizar el trabajo terapéutico de reconducirlo hasta su pasado.
El hacer repetir del curso del tratamiento analítico. Según esta técnico, equivale a convocar un fragmento de la vida real, y por eso no en todos los casos puede ser inofensivo y carente de peligro. De aquí arranca el empeoramiento durante la cura.
La introducción del tratamiento analítico conlleva, que el enfermo cambie su actitud cc frente a la enfermedad. Es preciso que el paciente cobre coraje de ocupar su atención en lo fenómenos de su enfermedad.
El médico seguirá en esta situación. Para él, el recordar a la manera antigua, el reproducir en un ámbito psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa con la nueva técnica no se lo puede lograr. Se dispone a librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito psíquico todos los impulsos que querrían guiar a hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de la acción, significa un triunfo. Cuando la ligazón trasferencial se ha vuelto viable, el tratamiento logra impedir al enfermo todas las acciones de repetición más significativas y utilizar el designio de ellas como un material para el trabajo terapéutico.
El principal recurso para domar la compulsión de repetición del paciente, y transformarla en un motivo para recordar, reside en el manejo de las trasferencia. Le abrimos la trasferencia como la palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi toral, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsiones patógenas que este escondido en la vida anímica del paciente. Se consigue dar a los síntomas de la enfermedad un nuevo significado trasferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis trasferencial. La trasferencia crea un reinado entre la enfermedad y la vida. El nuevo estado constituye todo el carácter de una enfermedad artificial asequible por intervención.
El vencimiento de la resistencia comienza, con el acto de ponerla a descubierto el médico, el analizado nunca la discierne. La resistencia no puede producir su cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para enfrascarse en la resistencia no consabida para él: para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella; y obedeciendo a la regla del psa. Solo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del tratamiento en común con el analizado, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal vivenciar. Esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una gran tarea para el analizado y en una prueba para el médico. Es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente.

27 CONFERENCIA. LA TRASFERENCIA.

Efecto terapéutico el psa consiste en hace cc lo icc, cancelar la represión, eliminar la condición de formación del síntoma y mudar el conflicto patógeno en conflicto normal que tiene que hallar la solución.
Para hacer cc lo icc, se debe representar lo icc tópicamente; buscar el recuerdo que produjo la represión. Si se elimina la represión se sustituye lo icc por lo cc. Para cancelar la represión, primero se la debe buscar y luego eliminar la resistencia que la mantiene en pie.
Para remover la resistencia se la busca y se la muestra al paciente. La resistencia brota de una represión; la resistencia es producida por una contrainvestidura que se efectuó para reprimir la moción chocante. Se debe interpretar, colegir y comunicarlo al paciente, en el lugar correcto. La resistencia, pertenece al yo. Esta resistencia se resigna y se recoge la contrainvestidura, cuando se posibilite al yo el conocimiento por medio de interpretación. Se trabajo con la ganas de sanar del paciente; y con la inteligencia, que se refuerza mediante la interpretación.
Los síntomas del paciente son resultado de una lucha entre lo anímico normal y los motivos que quieren mantener la contrainvestidura y los que están prestos a resignarla. Los primero son motivos nuevos, los segundos viejos. Los síntomas son satisfacciones sustitutivas de la tendencia libidinosa de la pulsión, y a la vez también le genera displacer, porque la padece.
Se llama trasferencia a una trasferencia de sentimientos sobre el médico. La enferma estaba ya preparada y con la situación analítica la trasfirió sobre el médico. Surge desde el comienzo del tratamiento y por un tiempo es la fuerza motor más importante en el tratamiento. Se debe tomar en cuenta cuando: la inclinación tierna se hizo muy fuerte, y cuando consiste en mociones hostiles en vez de tiernas.
Se supera la resistencia cuando se le muestra al enfermo que sus sentimientos no provienen del presente y no son en realidad validos para la persona del médico, sino que son una repetición.
Si el enfermo tiene que librar, batalla por batalla, el conflicto normal con las resistencias que se le han revelado, necesita de un impulso y se vale de la relación con el médico. Si la trasferencia es positiva le da autoridad al médico y le da importancia a sus comunicaciones.

28 CONFERENCIA. LA TERAPIA ANALITICA.

Diferencia entre sugestión hipnótica y psa: la terapia hipnótica buscara tapar algo de la vida anímica; el psa saca a luz y remueve. La primera utiliza la sugestión para prohibir síntomas y refuerza la represión, la segunda llega hasta los conflictos por los cuales nacieron, los síntomas y elimina la represión.
Para la finalización de la cura analítica la trasferencia tiene que ser desmontada; y si entonces se mantiene el éxito, no se basa en la sugestión, sino en la superación de las resistencias y en la transformación del interior del enfermo.
Completemos ahora nuestra exposición del mecanismo de la curación presentándolo con las fórmulas de la teoría de la libido. El neurótico es incapaz de gozar y de producir; de lo primero, porque su libido no está dirigida a ningún objeto real, y de 10 segundos, porque tiene que gastar una gran proporción de su energía restante en mantener a la libido en el estado de represión y defenderse de su asedio. Sanaría si el conflicto entre su yo y su libido tocase a su fin, y su yo pudiera disponer de nuevo de su libido. La tarea terapéutica consiste, entonces, en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al yo, para ponerla de nuevo al servicio de este. Ahora bien, ¿dónde está la libido del neurótico? Fácil es averiguarlo; está ligada a los síntomas, que le procuran la satisfacción sustitutiva, la única posible por el momento. Por tanto, es preciso apoderarse de los síntomas, resolverlos; es justamente lo que el enfermo nos pide. Para solucionar los síntomas es preciso remontarse hasta su génesis, hasta el conflicto del cual nacieron; es preciso renovar este conflicto y llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas impulsoras que en su momento no estaban disponibles. Esta revisión del proceso represivo sólo en parte puede consumarse en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión. La pieza decisiva del trabajo se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la «trasferencia», se crean versiones nuevas de aquel viejo conflicto, versiones en las que el enfermo querría comportarse como 10 hizo en su tiempo, mientras que uno, reuniendo todas las fuerzas anímicas disponibles, lo obliga a tomar otra decisión. La trasferencia se convierte entonces en el campo de batalla en el que están destinadas a encontrarse todas las fuerzas que se combaten entre sí. Toda la libido, así como toda resistencia contra ella, converge en una única relación, la relación con el médico; es inevitable entonces que los síntomas queden despojados de libido. En lugar de la enfermedad propia del paciente, aparece 1/1 de la trasferencia, producida artificialmente: la enfermedad de la trasferencia; en lugar de los diversos tipos de objetos libidinales irreales, aparece un único objeto, también fantaseado: la persona del médico. Pero la nueva lucha en torno de este objeto es elevada, con el auxilio de la sugestión médica, al estadio psíquico más alto; trascurre como conflicto anímico normal. Por la evitación de una represión nueva, la enajenación entre yo y libido toca a su fin, y se restablece la unidad anímica de la persona. Cuando la libido vuelve a ser desasida de ese objeto provisional que es la persona del médico, ya no puede volver atrás a sus objetos primeros, sino que queda a disposición del yo. Los poderes contra los cuales se libró batalla en el curso de este trabajo terapéutico son, por un lado, la repugnancia del yo hacia ciertas orientaciones de la libido, repugnancia que se exteriorizó como inclinación a reprimir, y, por el otro, la pertinacia o viscosidad de la libido, que no quiere abandonar los objetos que una vez invistió.
El trabajo terapéutico se descompone en dos fases: en la primera, toda la libido es esforzada de los síntomas a la trasferencia; y la segunda, se libra una batalla en torno a ese nuevo objeto y otra vez se libera de él la libido. La libido no puede sustraerse de nuevo al yo. Ese cambio es posibilitado por un cambio en el yo. Mediante la interpretación que traspone lo icc en cc, el yo es engrosado a expensas de eso icc; se reconcilia con la libido y se inclina a cederla alguna satisfacción, y su horror ante los reclamos de la libido se reducen por la posibilidad de neutralizar un monto parcial de ella mediante sublimación.
La diferencia entre una persona sana y una neurótica se delimita por si la persona posee la capacidad de gozar y de producir.

19 CONFERENCIA. RESISTENCIA Y REPRESION

Cuando se fija la regla del psa (decir todo) al paciente, lo primero que se consigue es que se una blanco de la resistencia.
Los ns obs se la rebuscan para hacer casi inutilizable esta técnica; se impone su conciencia moral y sus dudas. Los histéricos la llevan al absurdo, produciendo ocurrencias alejadas de lo buscado. Algunos hasta se hacen partidarios del psa con tal que el analista deje a salvo su persona. Todo esto enunciado son resistencias. En la ns obs se logra echar luz cada tanto cada vez sobre los enigmas de su enfermedad, pero luego nos damos cuenta que eso no lleva a ningún debilitamiento del síntoma.
Las resistencias intelectuales no son las peores; siempre se sale vencedor de ellas. Pero el paciente también produce resistencias dentro del análisis cuyo vencimiento es de las técnicas más difíciles. En lugar de recordar repite mociones afectivas de su vida por medio de la trasferencia.
Las trasferencias tiernas de tinte erótico, deben ser tenidas en cuanta ya que nos muestran el material más importante del pasado del enfermo. Cuando se vencen esas resistencias es la única manera que tenemos para averiguar si de verdad se ha hecho algo.
La resistencia que oponen los neuróticos a la eliminación de sus síntomas se convirtió en la base de nuestra concepción dinámica de las neurosis. Nunca un analista se enfrenta con la total dimensión de la resistencia que un paciente puede desplegar. Si estamos a punto de promover en su cc un fragmento nuevo del material icc, se vuelve crítico al extremo: si antes había comprendido y aceptado, esas adquisiciones quedan como borradas. Si se logra ayudarlo a vencer esas resistencias recupera su comprensión y discernimiento. Su crítica no es una función autónoma sino que está dirigida por la resistencia. La existencia de un síntoma tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado hasta el final normalmente, de manera que pudiera devenir cc. El síntoma es un sustituto de lo que se intercepto. Debe de haberse producido una violenta renuencia a que el proceso anímico cuestionado penetrase en la cc; por eso permaneció icc. Y en cuanto icc tuvo el poder de formar síntomas. Esa misma renuencia se opone durante la cura analítica al esfuerzo por volver a transportar lo icc a lo cc. El proceso patógeno que la resistencia nos revela ha de recibir el nombre de represión.
La represión es la precondición de formación del síntoma. Un proceso anímico que quiere trasponerse en acción sufre un rechazo, con ello le es sustraída la energía de que dispone; pero puede subsistir como recuerdo. Todo ese proceso que se adopte sobre él trascurre a sabiendas del yo.
La condición de cc o icc de unos procesos psíquico es solo una de sus propiedades, y no necesariamente univoca. Cuando un procesos así ha permanecido icc, entonces ese su apartamiento de la cc es quizá solo un indicio de destino que ha experimentado y no el destino mismo. Supongamos que todo procesos anímico existe primeramente en un estadio icc, y solo a partir de esta se traspasa a la fase cc. El proceso pertenece al sistema psíquico de lo icc, y después puede pasar al sistema cc.
Equiparamos al sistema icc con un vestíbulo donde las mociones anímicas se mueven como individuos. En este vestíbulo hay otro más estrecho en el que está presente la cc. Entre ambos hay un guardián que examina las mociones anímicas singulares, las censura y nos las deja entrar al cc si excitan su desagrado. Las mociones que están dentro del vestíbulo del icc quedan sustraídas a la mirada de la cc; por fuerza tiene que permaneces en principio icc. Cuando ya se abrieron hasta el umbral y fueron refrenadas por el guardián, son inadmisibles de cc: se llaman reprimidas. Pero las mociones a que la censura dejo pasar el umbral no necesariamente devinieron cc; pueden llegar a serlo si lograr que la cc las mire. El segundo sistema se la Prcc
En las neurosis las personas enferman a raíz de una frustración, pero en realidad se puede ver que es porque escatiman su satisfacción de deseos sexuales. Los síntomas se comprenden como una sustitución de lo que se echo de menos en su vida. Pero en algunos casos los síntomas pueden tener el propósito de cancelar la satisfacción sexual.
Si los síntomas pueden servir tanto a la satisfacción sexual como a su opuesto, son producto de compromiso; nacen de la interferencia de dos aspiraciones opuestas y subrogan tanto a lo reprimido cuanto a lo represor que han cooperado en su génesis. La subrogación puede entonces inclinarse más hacia un lado o hacia el otro; es raro que una de esas influencias falte por completo.

FRAGMENTO DE ANALISIS DE UN CASO DE HISTERIA (1905) – DORA –

La causación de los síntomas histéricos se encuentran en las intimidades de la vida psicosexual de los enfermos, y que los síntomas histéricos son la expresión de sus más secretos deseos reprimidos.
Dos circunstancias del caso: la primera duración del tratamiento no supero los tres meses; la segunda, que los esclarecimientos se agruparon en torno a dos sueños.
1985 – Desde los estudios sobre la histeria la técnico psa ha experimentado un vuelco radical. En aquella época el trabajo partía de los síntomas y se fijaba como meta resolverlos unos tras otros. Ahora dejo que el enfermo mismo determine el tema del trabajo cotidiano, y entonces parto de la superficie que el icc ofrece.
En este historial clínico interesa poner de relieve el determinismo de los síntomas y el edificio intimo de las neurosis. La trasferencia no fue examinada en el curso del breve tratamiento.
IV. Epílogo
Solo la técnica terapéutica es puramente psicológica; la teoría en modo alguno deja de apuntar a las bases orgánicas de las ns, si bien no las busca en una alteración anatómo-patológica; cabe esperar encontrarse con una alteración química, pero, no siendo ella todavía aprehensible, la teoría la sustituye por la función orgánica. La terapia suprime síntomas neuróticos mudados en representaciones del primer tipo en representaciones normales. Los fenómenos patológicos son la práctica sexual de los enfermos.
Se alcanza un feliz resultado cuando los fenómenos patológicos son sustentados únicamente por el conflicto interior entre las mociones tocantes de la sexualidad. En este caso, uno ve mejorar el estado de los enfermos, en la medida que se va traduciendo en material patógeno en material normal. Otro desarrollo es cuando los síntomas se han puesto al servicio de motivos vitales extraernos. Es cierto que los síntomas no desaparecen mientras dura el trabajo analítico, pero si un tiempo después, cuando se disuelve el vínculo con el médico. La dilatación de la cura o de la mejoría es solo es causada por el médico. En el curso de la terapia los síntomas neo formados se suspenden, pero la productividad de la ns no.
Las trasferencias son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza se despierta y se hace cc; pero lo característico es la sustitución de una persona anterior por la persona del médico.
El trabajo del médico no es multiplicado por la trasferencia; puede resultarle indistinto, tener que vencer las mociones del enfermo en conexión con su persona o con alguna otra. Pero la cura no obliga al enfermo a la neo producción que de otra manera no se habría consumado.
Gran falla la que llevo a la ruptura prematura. Freud no logro dominar a tiempo la trasferencia; que en su fantasía lo había sustituido por el padre. A causa de que él le recordaba al señor K, ella se vengó de él, como se vengaría del señor K y lo abandono, tal como se habría sentido engañada y abandonada por él. De tal modo actuó un fragmento de sus recuerdos, de sus fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.
En el segundo sueño de Dora, la trasferencia estaba subrogada por alusiones nítidas. Cuando se lo conto a Freud no sabía que le quedaban solo dos horas de trabajo. Las aspiraciones y esperas del sueño; que se referían a la joven que se había trasladado a Alemania y provenían de de la espera hasta que el señor K, pudiera casarse con ella, ya se habían exteriorizado unos días antes en la trasferencia: La cura se le hace larga, no tendría paciencia de esperar tanto., mientras que en las primeras semanas había demostrado la paciencia. El rechazo del acompañante y la preferencia por ir sola, que aparecen en el sueño, tiene este significado: “Puesto que todos los hombres son detestables, prefiero no casarme. Es mi venganza.”
Quince meses después de la conclusión del tratamiento, se presento Dora para poner fin a su historia y pedirle nuevo auxilio a Freud, pero en la mirada se notaba que no tomaba en serio ese pedido. En las cinco semanas posteriores anduvo revuelta. Luego le sobrevino una mejoría. En mayo de ser año murió un hijo del matrimonio K. A raíz del duelo hizo a los K una visita de condolencias, y ellos la recibieron como si nada hubiese pasado en esos tres últimos años. En ese momento se reconcilio con ellos; se vengó de ellos y llevo su asunto a una conclusión satisfactoria. Le dijo a la mujer: “se que tiene una relación con mi papá”, y ella no lo negó. Y movió al marido a confesar la escena junto al lago, que él antes había desmentido. Llevo entonces a su padre esta noticia, justificadora para ella.
La afonía perduro, y Freud le pregunta si había sucedido algo, ella contesta que vio a alguien atropellado por un carro.
Una neuralgia facial desde hace catorce días, fue imposible demostrar que justamente hace catorce días había leído una noticia referida a Freud.
La pretendida neuralgia facial respondía entonces a un auto castigo, el arrepentimiento por le bofetón que le dio al señor K, y por la trasferencia negativa que hizo sobre Freud.

A PROPOSITO DE UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA. - EL HOMBRE DE LAS RATAS – (1909)

Del ocasionamiento de la enfermedad mencionado en sus años maduros, un hilo nos conducía hasta la niñez de P. El padre del sujeto había sido un hombre excelente.

Antes de casarse había pertenecido al ejército en calidad de suboficial y la vida militar había dejado en él como residuos una cierta dureza de expresión y un gran amor a la verdad. A más de aquellas virtudes que habitualmente atribuyen los epitafios a todos los fallecidos, entrañaba un excelente humor, cordialísimo, y una afable bondad para con todos sus semejantes. Este carácter no queda ciertamente, contradicho, sino más bien completado, por el hecho de que solía ser violento y fácilmente irritable, circunstancia que valió a sus hijos, mientras fueron pequeños y traviesos, sensibles correctivos.
Lo que se interponía entre padre e hijo era algo del orden de la sexualidad: el padre había entrado en oposición con el temprano erotismo del hijo, Sus ideas obsesivas infantiles se ven cuando Años después de la muerte del padre, cuando conoció por vez primera el placer del coito, surgió en él la idea de que aquel goce era algo tan extraordinario, que merecía la pena de asesinar a su padre para conseguirlo.
Poco tiempo antes de su muerte, el padre había tomado ya una actitud opuesta a la inclinación que más tarde hubo de dominar a su hijo. Observó que buscaba la compañía de aquella señora, y le aconsejó que se alejase de ella, diciéndole que de otro modo sólo conseguiría ponerse en ridículo.
Un dato a destacar es que el paciente no desarrollo ningún onanismo en la pubertad, sino que esto apareció en el recién a los 21 años, después de la muerte de su padre, ya que de niño su padre le dio una reprimenda por realizar esta conducta, poniéndole fin al onanismo en P y fijando así al padre como perturbador del goce sexual.
Poco a poco el paciente comprendía que se había instalado desde una época muy temprana una ira contra su padre amado, devenida luego latente. Transferencialmente se comportaba con Freud como lo había hecho con su padre: lo insultaba, lo apreciaba, temía que le pegara etc.
Quedó así el camino abierto para comprender la representación de las ratas. Recordemos que P había reaccionado violentamente a dos dichos del capitán checo: la tortura de las ratas, y su reclamación de devolver el dinero a: algún contenido inconciente habrá sido tocado.
P se había identificado con su padre, también militar. Las palabras del capitán 'Debes devolver el dinero al teniente A' le sonaron como una alusión a una deuda que una vez contrajo su padre, y que había quedado impaga. El padre había pedido dinero pues lo perdió jugando a las cartas ('spielratte' es jugador empedernido o rata de juego).
En cuanto a la representación del castigo con las ratas, ésta despertó el erotismo anal del paciente, que en su infancia había desarrollado importare papel. Las ratas equivalían para P a gusanos, a penes y a hijos. La relación rata=pene lleva a que el castigo era una representación del coito anal, y la relación rata=hijo lleva a pensar que la rata era una representación de sí mismo pues él, como las ratas, había mordido a alguien y era perseguido y castigado por ello. P sintió, cuando el capitán contó el castigo, que este era su padre que lo amenazaba con el mismo. También hay una relación con la dama con quien iría a casarse (heiraten) y con quien no podía tener hijos pues había sido operada de los ovarios.

CONSTRUCCIONES EN EL ANALISIS (1937)

I
Cuando nosotros presentábamos a una paciente nuestras interpretaciones procedían con el siguiente principio: “Si es cara yo gano, si es ceca tu pierdes.”
El consabido propósito del trabajo analítico es mover al paciente para que vuelva a cancelar las represiones de su desarrollo temprano y las sustituya por unas reacciones como las que corresponden a un estado de madurez psíquica.
El trabajo analítico consta de dos piezas, que se cumple en dos personas, cada una de las cuales tiene diversos cometidos. El analista no ha vivenciado ni reprimido nada de lo que interesa; su trabajo no puede ser recordar algo. El analista tiene que colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras sí; tiene que construirlo. Como habrá él de comunicar sus construcciones al analizado, cuando lo hará y con que elucidaciones, lo establece la conexión entre ambas piezas del trabajo analítico, entre su participación y la de analizado.
Las repeticiones de la acciones proviene de la edad temprana y todo cuanto es mostrado en la trasferencia a raíz de tales repeticiones. Los restos conservados se hallan y se reconstruyen. El objeto psíquico complicado y nuestro conocimiento no está preparado en medida sufienciente para lo que ha de hallarse, pues su estructura intima esconde todavía muchos secretos. Para el análisis la construcción es solo una labor preliminar.


 

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