UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI-S.FREUD
UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO A VINCI-S.FREUD
Varios autores coinciden en que para Freud Un recuerdo infantil de Leonardo da
Vinci (1) fue mucho más que un mero ensayo biográfico. Por ejemplo, Jones dice
que “El interés que Leonardo despertaba en Freud suscita la viva impresión de
ser, en parte, de índole personal, ya que se detuvo especialmente en algunos
aspectos –la pasión por las ciencias naturales, por ejemplo- que podían
aplicarse a él mismo” (2). También Marthe Robert dice: “Al escribir sobre
Leonardo da Vinci, Freud habla aún a media voz de él mismo, le confía al lector
esa insaciable curiosidad intelectual que tenía en común con el pintor y cuyas
causas profundas se sentía obligado a buscar” (3) . A su vez P. Gay, nos dice:
“Los recuerdos de su antiguo amigo íntimo, que había dejado de serlo, obligaron
a Freud a explorar una vez más su economía afectiva; dieron lugar a que su
autoanálisis tomara un cariz angustioso ... y lo que estaba bullendo en Freud
eran restos de sentimientos homoeróticos inconcientes”. Para este autor el
Leonardo viene a ocupar el lugar del duelo de la relación con Fliess (4). Octave
Manoni, por su parte señala: “...lo que interesa –a Freud- en el caso de
Leonardo da Vinci, son en gran parte sus propios problemas: ¿de dónde proviene
la necesidad de saber qué impulsa a Leonardo, más allá de lo que se habían
aventurado sus contemporáneos en el estudio de la naturaleza y de las ciencias,
por caminos que nadie había pensado abrir y por los cuales nadie soñó seguirlo?
” (5).
Freud escribe el Leonardo en un momento particular de su vida y del desarrollo
de la teoría psicoanalítica. Trataré en el presente trabajo de dar cuenta de
ambas cuestiones. Para ello, luego de hacer un breve resumen del artículo,
acercaré un sueño y un recuerdo del propio Freud que lo vinculan con la
problemática del artista y analizaré el tratamiento que hace del recuerdo
infantil de su personaje. Además, mencionaré algunos datos que dan cuenta del
lugar que tenía la figura de Leonardo en la cultura europea de principios del
siglo XX y las expectativas que Freud podía abrigar al respecto.
I
Freud toma el personaje de Leonardo para hablar del mecanismo de la sublimación
y del fenómeno de la homosexualidad. Cuenta con abundante y reciente
bibliografía (6) y con un recuerdo infantil que el propio Leonardo entrega al
ocuparse del vuelo de los pájaros.
Nos describe algunos aspectos que han sido característicos en Leonardo:
polifacético, con múltiples intereses entre los que se destacan la pintura y la
investigación, no omite desde el comienzo que ésta última faceta, la de
investigador, por momentos tapaba o desplazada al artista. Poco cuidadoso y
desconforme con sus obras, las realizaba con desgano y muchas veces las dejaba
inacabadas, comportamiento que no deja lugar a dudas acerca de la presencia de
una poderosa inhibición que también se verifica en el plano de lo sexual.
Sometía todo lo que tuviera que ver con las pasiones a una racionalidad muy poco
común: el amor o el odio debían estar precedidos del conocimiento, Leonardo
habría mudado la pasión en esfuerzo de saber.
Freud asume dos expectativas como forma de explicación del surgimiento del
apetito de saber vuelto pasión única de carácter hiperintenso: que se hubiera
manifestado ya durante la vida infantil y que hubiera recibido de la misma el
refuerzo de la pulsión sexual, terminando por subrogar un fragmento de la vida
sexual misma.
Angostamiento de la vida sexual adulta e hiperpotenciación de otras
manifestaciones permiten suponer una intensísima vida sexual en la infancia. El
apetito de saber, que pone en marcha el aparato psíquico, está dirigido en la
infancia a las cuestiones de la vida sexual. Pero como el sujeto no está aún
plenamente preparado para hallar las respuestas que requiere, su investigación
resultará estéril y será abandonada. Este primer fracaso dejará secuelas
duraderas.
A la pulsión de investigar se le abren tres caminos a partir de la enérgica
represión de la investigación sexual infantil: la inhibición neurótica, donde el
desarrollo del apetito de conocimiento corre la misma suerte que la
investigación sexual; la investigación sexual entonces, regresa en lo
inconsciente como compulsión a cavilar, con la suficiente potencia como para
sexualizar el pensamiento; el placer y la angustia propiamente sexuales tiñen la
actividad intelectual, el investigar deviene placer sexual y la aclaración ocupa
el lugar de la satisfacción sexual. El tercer destino es la sublimación de la
pulsión sexual cuya fuerza se agrega a la pulsión de saber: “También aquí el
investigar deviene en cierta medida compulsión y sustituto del quehacer sexual,
pero le falta el carácter de la neurosis por ser enteramente diversos los
procesos psíquicos que están en su base (sublimación en lugar de irrupción desde
lo inconsciente); de él está ausente la atadura a los originarios complejos de
la investigación sexual infantil, y la pulsión puede desplegar libremente su
quehacer al servicio del interés intelectual. Empero, dentro de sí da razón de
la represión de lo sexual, que lo ha vuelto tan fuerte mediante el subsidio de
una libido sublimada, al evitar ocuparse de temas sexuales” (7). Freud ubica a
Leonardo dentro de este tercer tipo: la mayor parte de su libido habría sido
sublimada como esfuerzo de investigar.
Llegamos al relato del recuerdo infantil:
“Parece que ya desde antes me estaba destinado ocuparme tanto del buitre, pues
me acude, como un tempranísimo recuerdo, que estando yo todavía en la cuna un
buitre descendió sobre mí, me abrió la boca con su cola y golpeó muchas veces
con esa cola suya contra mis labios” (8)
Toma este recuerdo como una fantasía posterior trasladada a la infancia,
fenómeno que ya había descrito como “recuerdo encubridor”. Pero, ¿cual podría
ser su significado? La respuesta que nos ofrece es la siguiente: se trataría de
una reminiscencia del “mamar”, refundida en una fantasía homosexual pasiva (fellatio).
Por el análisis de la imaginería del buitre llega a sostener que el contenido de
la fantasía sería que la sustitución de la madre por el buitre indica que el
niño, en su temprana infancia, echaba de menos al padre. Todo ello armoniza con
la biografía de Leonardo y con la concepción freudiana de las fantasías: éstas
se construyen sobre recuerdos no entendidos de la infancia y ponen de relieve lo
más importante del desarrollo anímico del sujeto. Más aún, de acuerdo con la
“premisa universal fálica”, el pene mamado en la fantasía de Leonardo sería
justamente el de la madre, fantasía que atribuye, por el principio de a
posteriori a la temprana investigación sexual.
Ahora Freud debe dar cuenta de la homosexualidad en Leonardo, una
homosexualidad, reprimida y sublimada. Nos da una serie de referencias que
indican que Leonardo se dedicó a recibir jóvenes discípulos de los que cuidaba
como si fueran sus hijos, a los que amaba tierna y maternalmente, de ello puede
deducirse que reproducía con ellos el vínculo que tenía con la madre. Ama a sus
discípulos como su madre lo amó a él. El lazo erótico con la madre no fue
abandonado sino reprimido, como lo prueba un frío registro de los gastos del
sepelio.
Sin embargo, se pregunta si no habrá en la obra algo que dé testimonio de los
recuerdos de la primera infancia. Lo encuentra en la extraña sonrisa de Monna
Lisa, síntesis de lo femenino, “la reserva y la seducción, la ternura plena de
entrega y la sensualidad en despiadado acecho” (9) , Leonardo habría
reencontrado en la muchacha florentina la sonrisa de su madre. Del mismo modo,
considera la obra Santa Ana, la Virgen y el niño como una síntesis de la
historia infantil del artista: un niño con dos madres de beatífica sonrisa.
Tales dos madres serían la suya propia y la joven esposa del padre o ésta última
y la abuela paterna. Como en un anagrama gráfico, entre los vestidos puede verse
la figura de un buitre cuya cola va a dar a la boca del niño (10).
¿Qué ocurre mientras tanto con la figura del padre? “Éste interviene, no solo
por la vía negativa, de su ausencia en la primera infancia, sino directamente
por su presencia durante el resto de su niñez” (11) y nos describe una serie de
detalles que hacen al carácter de Leonardo: amaba la pompa, los vestidos y los
caballos, gustaba de hacer el señor distinguido como era su padre, pero también
observa que “creaba y luego ya no cuidaba de sus obras como su padre lo había
dejado a él” (12) en los años de la primerísima infancia. Sin embargo, lo que
Freud destaca como lo más notable en él, y que atribuye a la relación con el
padre, es su lugar como audaz investigador.
Leonardo era capaz de arrancarle a la naturaleza sus secretos, gracias a su
capacidad de observación y juicio propios, habiendo renunciado a apoyarse en
toda autoridad científica previa, hecho que Freud hace equivaler a la renuncia
al padre en los años infantiles: descreer de la autoridad, sustituto del padre,
y volver a la investigación de la naturaleza como volver a la madre. La
investigación sexual infantil muda aquí en investigación de la naturaleza y el
proceso represivo recae sobre el ejercicio de la sexualidad. A consecuencia de
la represión del amor por la madre, la parte de su libido que permanece vuelta
hacia metas sexuales, será esforzada hacia una actitud homosexual. Conserva en
lo inconsciente el amor por la madre y en lo manifiesto su sexualidad permanece
inactiva. Del mismo modo que su talento de artista cede el paso al apetito de
investigador cuando la represión gana terreno.
Por el contrario, nos explica que la vuelta a la pintura se debe al hecho casual
de su encuentro con la joven florentina, capaz de recordarle la beatífica
sonrisa de la madre cuando él ya tenía 50 años, olvidando quizás que también el
propio padre de Leonardo vuelve a ser creativo a los 50 años, a partir de los
cuales llega a tener once hijos más. Y Freud, al momento de publicar este
ensayo, tiene 54 años. No hace un año que La interpretación de los sueños ha
tenido su primera reedición, ha vuelto exitoso de su primera visita a
Norteamérica unos pocos meses antes de la redacción del artículo. Leonardo
identificado con su padre ¿Freud identificado con Leonardo? Leamos este párrafo,
tomado entre varios otros: “Quien vislumbró la grandiosidad de la trabazón
universal y empezó a ver sus leyes necesarias, es fácil que pierda su propio,
pequeño, yo. Abismado en el asombro, en verdad humillado, uno olvida demasiado
fácilmente que uno mismo es un fragmento de aquellas fuerzas eficaces y le es
lícito intentar, en la medida de su fuerza personal, la modificación de una
parcela en ese decurso necesario del universo, ese universo en que lo pequeño no
es menos sustantivo ni asombroso que lo grande” (13).
II
Pensemos ahora en el recuerdo del buitre. También en Freud está presente un tema
similar: las figuras egipcias con cabeza de pájaro, que ilustran una Biblia que
su padre le había regalado a los 7 años y un sueño de angustia, curiosamente
recordado como el más antiguo en su vida y el último suyo propio relatado en La
interpretación de los sueños: “En él vi que mi madre era traída a casa y llevada
a su cuarto por dos o tres personas con picos de pájaro, que luego la tendían en
el lecho. Su rostro mostraba una serena expresión, como si se hallase dormida.
Desperté llorando y gritando e hice despertar a mis padres. Las largas figuras
con picos de pájaro y envueltas en singulares túnicas eran una reminiscencia de
una ilustración de la Biblia de Philippson y creo que correspondían a un relieve
egipcio que mostraba varios dioses con cabezas de águila” (14). La serena
expresión de la madre dormida no se compadece con la angustia si lo evocado allí
no es la muerte de la madre. Muerte simbólica a manos de dos o tres personajes
con cabeza de águila, el padre y sus dos hermanos mayores y su interpretación:
la libido se desplaza a las figuras masculinas, la identificación viril es
posible a costa del amor por la madre. Tanto Sigimund como Leonardo serían el
hijo “preferido” de su madre, pero en éste último, la fijación a la madre ha
clausurado el acceso a la masculinidad.
Si hay un Leonardo investigador, que prosigue la exploración sexual infantil en
la observación de la naturaleza, no sujetándose a autoridad alguna. También
tenemos un Freud investigador de la historia de la cultura, revisando,
incansable, estatuillas donde aparecen figuras indudablemente femeninas y sin
embargo provistas de pene, comparando las designaciones de las diosas madres y
sus denominaciones emparentadas con aves, insectos, moluscos, y en la cultura de
hoy señalando las designaciones del pene en lengua popular alemana, italiana, en
fin “sublimaciones” de la investigación sexual infantil.
Pero lo que más lo emparenta con su Leonardo es, sin ninguna duda, la relación
con el padre. La encendida defensa de Leonardo es casi autobiográfica, veamos
cómo cita textualmente una frase que él firmaría sin dudar: “Quien en la
polémica de las opiniones invoca la autoridad, se vale de su memoria, no de su
entendimiento” (15) y sigue hablando de la osada e independiente actividad
científica de Leonardo: ella no podría ser así, si al mismo tiempo hubiera
permanecido creyente y no hubiera sido capaz de sustraerse a la autoridad
dogmática de la religión. La fe en Dios como continuación del amor a un padre
enaltecido, y completa: “ciertos jóvenes pierden la fe religiosa tan pronto como
la autoridad del padre se quiebra en ellos” (16).
Se nos impone en este punto aquel momento en que Freud, teniendo tan solo 12
años, escucha de su padre cómo había recibido con resignación un insulto por ser
judío: un cristiano le tira la boina al barro y le grita “¡judío, baja de la
acera!”. Decepción del padre y de la religión en un mismo momento. Por reacción,
el joven Sigmund piensa en Aníbal, semita vencedor de los romanos y su juramento
de venganza. Al relatar este incidente en La interpretación de los sueños,
produce un interesante fallido, el juramento de venganza es tomado por Asdrúbal,
hermano de Aníbal. En la segunda edición aclara que se trata del padre, Amílcar
Barca (17) . El padre lo ha decepcionado, pero puede seguir idealizando a sus
hermanos.
Si él también logró observar la naturaleza humana con osadía e independencia
respecto de la autoridad de sus maestros, fue porque antes pudo desasirse de la
autoridad paternal tanto como de la religiosa. Al respecto, Anzieu nos comenta:
“Muerto su padre y vislumbrada la posesión de Roma, Freud se desprendió del
modelo del cuerpo biológico para internarse en la comprensión del cuerpo
fantástico. El que se expresa en los síntomas histéricos, el que está figurado
en los sueños, el cuerpo del placer, el cuerpo del deseo, el cuerpo del delito”
(18).
III
Volvamos ahora sobre el tratamiento que hace Freud del recuerdo infantil. Lo
podemos dividir en tres fases, la primera sería la representada en el recuerdo
(la cola del buitre golpea la boca del niño), una segunda a la que Freud le
atribuye un franco carácter homosexual pasivo (fellatio) y como tercera fase
ofrece varias posibilidades de interpretación, superponibles una a la otra (el
niño ha recibido muchos “mimos” de su madre, el niño le suponía a la madre un
pene como el de él, el niño habría deseado un padre) (19). Tiempo después,
después de revisar el Leonardo para su primera re-impresión, utilizará un
esquema similar, más prolijamente formalizado, para el análisis de la fantasía
masoquista en Pegan a un niño, donde sostiene que “la segunda fase, la más
importante de todas ... no ha tenido nunca existencia real. No es jamás
recordada ni ha tenido nunca acceso a la conciencia. Es una construcción del
análisis, pero no por ello deja de constituir una necesidad” (20); constituye
una necesidad considerar la fantasía de fellatio como tal, en consonancia con
sus tesis sobre el papel de la fantasía (21) , mientras que la violentísima
represión de la sexualidad en el Leonardo adulto y el sadismo exhaustivamente
descrito por Freud en la fabricación de armas de guerra, en la contemplación de
los condenados, en los juegos con que gustaba de asustar a sus invitados,
permiten pensar que Leonardo podría haber sido víctima de un atentado sexual en
la infancia (22) . Pero para Freud ese recuerdo infantil es una fantasía, y que
pudiera tratarse de un episodio realmente acontecido y luego deformado por la
represión es una posibilidad que ni siquiera está contemplada; se trata de algo
excepcional si consideramos la rigurosa teorización a que nos tiene
acostumbrados. En este mismo artículo, por ejemplo, se toma cuatro carillas para
defender el argumento que juzga sexual el comportamiento de Leonardo con los
discípulos (23).
Freud pudo haber descreído de sus neuróticos (24), pero jamás renegó de la
posible presencia de traumas sexuales en la infancia, ni en los Tres ensayos
(donde busca relativizar la importancia dada antes a la seducción (25) ), ni en
1922 cuando sigue sosteniendo que la homosexualidad masculina se debe a un
vínculo muy intenso con la madre, al narcisismo y a la angustia de castración
que impiden al sujeto el encuentro con un cuerpo que no posea pene y a ello le
suma la influencia de la seducción, culpable de una fijación prematura de la
libido (26).
De todos modos, en la escritura de su Leonardo, puede saldar la cuestión de
manera definitiva: “El amor de la madre por el lactante a quien ella nutre y
cuida es algo que llega mucho más hondo que su posterior afección por el niño
crecido. Posee la naturaleza de una relación amorosa plenamente satisfactoria,
que no sólo cumple todos los deseos anímicos sino todas las necesidades
corporales, y si representa una de las formas de la dicha asequible al ser
humano ello se debe, no en último término, a la posibilidad de satisfacer sin
reproche también mociones de deseo hace mucho reprimidas y que hemos de llamar
«perversas». Aun en la más dichosa pareja joven, el padre siente que el hijo, en
particular el varoncito, se ha convertido en su competidor, y de ahí arranca una
enemistad con el preferido, de profundas raíces en lo inconsciente” (27) . Esta
concepción de los cuidados maternos como fundantes de la subjetividad separan
definitivamente al psicoanálisis de la ciencia médica. Ahora es la fantasía la
que va a dar cuenta del síntoma, pero también de la obra de arte.
IV
Cuando Freud reedita, por primera, vez La interpretación de los sueños, en el
prólogo (fechado en el verano de 1908) aparece la siguiente confesión: esa obra
“era una parte de mi análisis, que representaba mi reacción frente a la muerte
de mi padre, es decir, frente al más significativo suceso, la más tajante
pérdida en la vida de un hombre” . Luego vienen las reediciones de la Teoría
sexual y de la Psicopatología de la vida cotidiana y como broche consagratorio
la invitación a la Clark University donde da sus Cinco Conferencias en setiembre
de 1909.
El 17 de octubre le escribe a Jung:
“Me alegra que participe de mi convicción de que la mitología tendría que ser
completamente dominada por nosotros. Hasta ahora no contamos más que con las dos
avanzadillas: Abraham y Rank. Hombres, trabajadores para ulteriores campañas,
surgen demasiado parcamente. La biografía tiene que ser también nuestra. Desde
que he vuelto -de América- ha ocurrido una cosa: el enigma del carácter de
Leonardo da Vinci se me ha aclarado de pronto. Ello supondría, por tanto, un
primer paso en la biografía. Pero el material sobre Leonardo es tan escaso que
dudo de exponer a otros, de forma accesible, mi sólida convicción. Espero ahora
con gran interés una obra italiana sobre su juventud que he encargado. Mientras
tanto quiero revelarle el secreto: ¿Recuerda mis observaciones de las “Teorías
sexuales infantiles” (segunda serie) acerca del necesario fracaso de esta
primitiva investigación por parte de los niños y del paralizante efecto que
emana de este primer fracaso? Lea las correspondientes palabras; no fueron
entonces tan seriamente entendidas como las comprendo ahora. Uno de los que han
transformado tan precozmente su sexualidad en afán de saber y que han
permanecido fijados en el modelo de lo inconcluso es también el gran Leonardo,
el cual era sexualmente inactivo o bien homosexual. No hace mucho que me he
encontrado en un neurótico su vivo retrato (pero sin su genio). ... Muy en
contra de mi voluntad he de vivir como un americano: no tengo tiempo para la
libido” .
Para su apetito de conquistador Leonardo aparece como la llave que le abre las
puertas de un nuevo territorio. ¿Pero qué quiso decir con “no tengo tiempo para
la libido”?
Redacta las Cinco Conferencias y escribe un comentario a un artículo de Abel (de
1884) sobre El doble sentido de las palabras primitivas que venía a confirmar
algunas de sus afirmaciones de La interpretación de los sueños. Está en marcha
la conformación de la Asociación Internacional. Comenta sus ideas sobre Leonardo
al grupo vienés en la reunión del miércoles 1º de diciembre . También proyecta
sus vacaciones de verano, para lo cual se propone trabajar mucho y ganar mucho
dinero, pero el 21 de diciembre le escribe a Ferenczi: “me desagrada que la
salud solo aparezca con la pobreza”. Consagración, dinero, salud y falta de
tiempo para la libido, conforman un “complejo” que la preparación de su Leonardo
le habría ayudado a desanudar. Lo nombra en la mayor parte de su
correspondencia, pero no escribe casi nada. A principios de febrero sólo tiene
diez carillas, en marzo más de cuarenta. Se propone terminarlo antes del Segundo
Congreso Internacional, que tendría lugar en Neurenberg el 30 y 31 de marzo. El
4 de abril le escribe a Ferenczi que acaba de dejar el Leonardo en la imprenta.
Entonces piensa editar algo a lo que simpáticamente llama “etiología materna” .
Cuando por fin sale impreso, el 5 de junio, le escribe a Abraham: “...el retraso
semana tras semana de la aparición del Leonardo ha sido la causa de mi largo
silencio. Leonardo apareció finalmente; mi digestión mejora gracias a los
cuidados médicos...un año después de la segunda, aparecerá la tercera edición de
La Interpretación de los sueños...”. Le pide su opinión a todos los
corresponsales, tiene el entusiasmo de un niño.
El 1º de agosto se va de vacaciones a Noordwijk, Holanda, cumpliendo con el
proyecto forjado un año antes, pero también obligado por la necesidad de estar a
menos de un día de viaje de Hamburgo, donde reside su suegra gravemente enferma.
El 10 de agosto le escribe a Jung: “Escribo detalladamente acerca del horror que
el Leonardo provoca incluso en los «bien pensantes». Mas yo, precisamente a
dicho respecto estoy bien tranquilo, ya que el Leonardo me gusta mucho y sé que
les ha gustado en especial a los pocos capaces de establecer juicio al respecto:
a usted, Ferenczi, Abraham, Pfister”.
Se encuentra satisfecho de su Leonardo y puede gozar de sus vacaciones. Hace
planes de encuentros en Bélgica y de viajes a Italia con sus corresponsales como
antes lo hacía con Fliess. No retomará la actividad hasta octubre. El 30 de
agosto le escribe a Abraham: “Mañana salgo para Paris con el fin de echar una
mirada al Leonardo y luego seguiré a Italia” . No va a ver ni a su maestro ni a
su viejo rival (Charcot, Janet), va al encuentro de su par.
V
Si bien el interés de Freud por Leonardo data de tiempo atrás , la primera
década del siglo XX presenta una especie de “furor leonardesco”. Se realza su
figura, nadie omite que las suyas son “obras maestras”, se escriben varios
trabajos, se reproducen sus obras, se imprimen postales con la imagen de la
Monna Lisa, algunas textuales y otras con el rostro de conocidas figuras
femeninas del ambiente artístico europeo. El punto culminante lo alcanza en 1911
cuando un mecánico italiano se roba el cuadro y lo tiene escondido debajo de su
cama durante tres años, al ser hallado le explica a las autoridades que su
objetivo era “repatriarlo” . En ese clima cultural Freud presenta su Leonardo
con una justificación en el comienzo mismo del texto: “...nadie es tan grande
como para que le resulte oprobioso someterse a las leyes que gobiernan con igual
rigor el obrar normal y el patológico” . Sin embargo, es en el capítulo final
donde debe hacer una defensa de la psicobiografía como modo psicoanalítico de
conocer la personalidad de las grandes figuras de la historia: “A menudo lo han
escogido -los biógrafos de Leonardo- como objeto de sus estudios po que de
antemano le dispensaron una particular afección; razones personales de su vida,
de sentimiento, los movieron a ello. Luego se entregan a un trabajo de
idealización que se afana en insertar al grande hombre en la serie de sus
propios arquetipos infantiles, acaso reviviendo en él la representación infantil
del padre” . Entonces resume los resultados alcanzados en su ensayo que dista
mucho de ser una idealización. Necesita dejar en claro que tanto si se estudia
la psicología del neurótico, como la de los grandes genios de la humanidad, la
frontera que los separa del “normal” es siempre borrosa. El Freud conquistador
desembarca con las armas que le da el psicoanálisis en el territorio del público
culto, tan ajeno a la medicina.
Habiendo llegado hasta aquí, considero que también nosotros debemos preguntarnos
¿Hasta qué punto es válida una biografía psicoanalítica de un personaje
histórico? ¿Es posible sostener una biografía que dé cuenta de los avatares de
las pulsiones de ese personaje? La respuesta afirmativa que nos ofrece Freud no
parece suficiente. De hecho, no fueron muchos los intentos psicoanalíticos de
“apropiarse de la biografía”. Tal vez como venganza del destino, aquel personaje
que ha sufrido más atentados de explicación psicoanalítica haya sido el propio
Freud.
Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci
Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, es una obra de Sigmund Freud, que
trata sobre los métodos del psicoanálisis expuestos sobre personajes históricos,
en especial Leonardo da Vinci, el trabajo sobre este personaje histórico fue el
último trabajo a gran escala de Sigmund Freud. El contenido de la obra presenta
un recuerdo (Que se supone que es de fantasía), de la infancia de Leonardo da
Vinci. Todo el mundo está de acuerdo que Leonardo da Vinci es la persona más
alabada del Renacimiento Italiano, este reconocimiento es llevada a cabo tanto
por personas contemporánea a él, que por personas que los sucedieron en el
tiempo, como el propio Sigmund Freud. Pero en ocasiones los contemporáneos de la
época de Leonardo no reconocían su arte, como por ejemplo Vasari, alego que
Leonardo ofendió a los hombres e incluso a Dios, pero una buena pregunta que
comenta Freud es: ¿Qué fue lo que alejó la personalidad de Leonardo de la
comprensión de sus contemporáneos? Según el texto la personalidad que tenía
Leonardo era una de las más normales según en el contexto que vivía, pero
Leonardo era el más claro ejemplo, una de las teorías sobre la personalidad de
Leonardo da Vinci es su dedicación en varios ámbitos lo que acostumbra a cambiar
su propia ropa según a lo que dedique se tiempo. Incluso Leonardollego a tener
una actitud muy extravagante debido a que por diferentes motivos, tuvo que
abandonar su ciudad y termino en Francia donde llego a vivir en el anonimato,
alega que él se da cuenta del abismo que se encuentra entre él y el abismo de
sus contemporáneos.
Este contexto de que él estaba rodeado lo animo a dejar la pintura de mala
manera donde llego a dejar la mayoría de sus obras inacabadas debido al desgaste
del autor, esta aptitud fue muy criticada por sus contemporáneos donde se
agrando el gran trecho entre Leonardo y el resto, varios autores posteriores a
Leonardo han defendido a este, alegando que el propio Miguel Ángel dejo varias
obras inacabadas también. Una crítica que también tuvo Leonardo fue la lentitud
con la que trabajaba donde una parte muy importante para él son los preliminares
donde analiza todo lo que va a crear, Vasari afirma que en el retrato de la Mona
Lisa, trabajó durante cuatro años y no lo dio por terminado, gracias a estos
testimonio y a varios apuntes que se han encontrado, podemos desmentir que él
trabaja liguero o inconscientemente.
No se conoce si Leonardo, tuvo un amor como por ejemplo Miguel Ángel, él fue
acusado de homosexualidad, pero fue absuelto, este idea pudo llegar debido a que
a él en su taller le gustaba reunirse con varios jóvenes muchachos que los
tomaba como discípulos, incluso uno de ellos lo acompaño a Francia hasta el día
de sufallecimiento, y fue su heredero, dado a esto no se le puede atribuir a
Leonardo una vida sexual muy activa.
Volvamos ahora sobre el tratamiento que hace Freud del recuerdo infantil. Lo
podemos dividir en tres fases, la primera sería la representada en el recuerdo
(la cola del buitre golpea la boca del niño), una segunda a la que Freud le
atribuye un franco carácter homosexual pasivo (fellatio) y como tercera fase
ofrece varias posibilidades de interpretación, superponibles una a la otra (el
niño ha recibido muchos “mimos” de su madre, el niño le suponía a la madre un
pene como el de él, el niño habría deseado un padre). Tiempo después, después de
revisar el Leonardo para su primera re-impresión, utilizará un esquema similar,
más prolijamente formalizado, para el análisis de la fantasía masoquista en
Pegan a un niño, donde sostiene que “la segunda fase, la más importante de
todas... no ha tenido nunca existencia real. No es jamás recordada ni ha tenido
nunca acceso a la conciencia. Es una construcción del análisis, pero no por ello
deja de constituir una necesidad”; constituye una necesidad considerar la
fantasía de fellatio como tal, en consonancia con sus tesis sobre el papel de la
fantasía , mientras que la violentísima represión de la sexualidad en el
Leonardo adulto y el sadismo exhaustivamente descrito por Freud en la
fabricación de armas de guerra, en la contemplación de los condenados,en los
juegos con que gustaba de asustar a sus invitados, permiten pensar que Leonardo
podría haber sido víctima de un atentado sexual en la infancia. Pero para Freud
ese recuerdo infantil es una fantasía, y que pudiera tratarse de un episodio
realmente acontecido y luego deformado por la represión es una posibilidad que
ni siquiera está contemplada; se trata de algo excepcional si consideramos la
rigurosa teorización a que nos tiene acostumbrados. En este mismo artículo, por
ejemplo, se toma cuatro carillas para defender el argumento que juzga sexual el
comportamiento de Leonardo con los discípulos.
Freud pudo haber descreído de sus neuróticos, pero jamás renegó de la posible
presencia de traumas sexuales en la infancia, ni en los Tres ensayos (donde
busca relativizar la importancia dada antes a la seducción ), ni en 1922 cuando
sigue sosteniendo que la homosexualidad masculina se debe a un vínculo muy
intenso con la madre, al narcisismo y a la angustia de castración que impiden al
sujeto el encuentro con un cuerpo que no posea pene y a ello le suma la
influencia de la seducción, culpable de una fijación prematura de la libido .
De todos modos, en la escritura de su Leonardo, puede saldar la cuestión de
manera definitiva: “El amor de la madre por el lactante a quien ella nutre y
cuida es algo que llega mucho más hondo que su posterior afección por el niño
crecido. Posee la naturaleza deuna relación amorosa plenamente satisfactoria,
que no sólo cumple todos los deseos anímicos sino todas las necesidades
corporales, y si representa una de las formas de la dicha asequible al ser
humano ello se debe, no en último término, a la posibilidad de satisfacer sin
reproche también mociones de deseo hace mucho reprimidas y que hemos de llamar
«perversas». Aun en la más dichosa pareja joven, el padre siente que el hijo, en
particular el varoncito, se ha convertido en su competidor, y de ahí arranca una
enemistad con el preferido, de profundas raíces en lo inconsciente”. Esta
concepción de los cuidados maternos como fundantes de la subjetividad separa
definitivamente al psicoanálisis de la ciencia médica. Ahora es la fantasía la
que va a dar cuenta del síntoma, pero también de la obra de arte.
Sin embargo, es al final donde debe hacer una defensa de la psicobiografía como
modo psicoanalítico de conocer la personalidad de las grandes figuras de la
historia: “A menudo lo han escogido -los biógrafos de Leonardo- como objeto de
sus estudios que de antemano le dispensaron una particular afección; razones
personales de su vida, de sentimiento, los movieron a ello. Luego se entregan a
un trabajo de idealización que se afana en insertar al grande hombre en la serie
de sus propios arquetipos infantiles, acaso reviviendo en él la representación
infantil del padre”. Entonces resume losresultados alcanzados en su ensayo que
dista mucho de ser una idealización. Necesita dejar en claro que tanto si se
estudia la psicología del neurótico, como la de los grandes genios de la
humanidad, la frontera que los separa del “normal” es siempre borrosa. El Freud
conquistador desembarca con las armas que le da el psicoanálisis en el
territorio del público culto, tan ajeno a la medicina.
Habiendo llegado hasta aquí, considero que también nosotros debemos preguntarnos
¿Hasta qué punto es válida una biografía psicoanalítica de un personaje
histórico? ¿Es posible sostener una biografía que dé cuenta de los avatares de
las pulsiones de ese personaje? La respuesta afirmativa que nos ofrece Freud no
parece suficiente. De hecho, no fueron muchos los intentos psicoanalíticos de
“apropiarse de la biografía”. Tal vez como venganza del destino, aquel personaje
que ha sufrido más atentados de explicación psicoanalítica haya sido el propio
Freud