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Psicología Jurídica (ex: Forense)

Trabajo Practico de Psicologia Juridica

Cátedra: Varela

1º Cuat. 2008 Altillo.com

INTRODUCCIÓN


A partir de la visita al Instituto de menores Manuel Rocca, en el presente trabajo de campo abordaremos el análisis del rol del psicólogo en relación a la especificidad de su tarea en una institución como esta. Reflejaremos el entrecruzamiento entre los discursos psicológico y jurídico, haciendo especial hincapié en la diversidad de miradas que confluyen sobre la misma problemática. En virtud de estas explicaciones disímiles, trataremos de abordar las particularidades que adopta el rol del psicólogo en una institución de estas características. También es nuestro propósito, plantear interrogantes y contrastar la teoría con la realidad actual y lo observado en la visita. Sabemos que tanto la Psicología como el Derecho, son ciencias sociales que acceden al estudio de la conducta humana, parten de un sujeto pero con miradas diferentes: la primera toma al “ser” desde una perspectiva interna y externa, y la segunda hace al “deber ser”, tomando únicamente la conducta exteriorizada.


En primer lugar, caracterizaremos el establecimiento teniendo en cuenta su historia y sus particularidades.

El Instituto Rocca depende de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia. Se caracteriza principalmente por ser una institución total y cerrada. Esto significa que hay normas y reglas fijas que todos los menores deben cumplir; los distintos hábitos de la vida cotidiana transcurren allí, en horarios fijos y con vigilancia permanente. Son lugares que están dentro de la sociedad pero aisladas de ella a la vez; son cerradas a la comunidad para preservar la seguridad de la misma.

El Rocca, físicamente como instituto surge a partir de un legado de tierras de Manuel Rocca, y en principio funcionó como un hogar asistencial para niños carenciados o huérfanos. Paradójicamente, en sus comienzos era abierto a la comunidad, lo cual se refleja en sus paredes: ya que en uno de los muros altos que cercan hoy la institución se conserva la marca de lo bajo que antes eran los mismos. En los años `60, se convierte en un instituto de seguridad y en la última dictadura militar terminaron de cerrar el edificio tal como se encuentra hoy.

Con respecto a la función que cumple el Instituto, se caracteriza por ser un lugar de tránsito para los menores varones de entre 16 y 20 años que han cometido alguna trasgresión. Hay dos objetivos: el de Admisión y Derivación para los adolescentes de 16 a 18 años, y el de permanencia para los de 16. Se incluyen distintas áreas específicas: un área técnica (con psicólogos, asistentes sociales y médicos), un área administrativa, un área educativa, un área de operadores convivenciales, y un área de personal de seguridad.

Haciendo un recorte sobre el rol del psicólogo, podemos decir que es doble: por un lado, realizar un diagnóstico y, por el otro un tratamiento para los menores que están internados. La orientación que desee otorgar el psicólogo no es sin el aval del juez correspondiente, ya que para el ingreso o egreso de cualquier adolescente, debe mediar una orden judicial. El fin no es que el menor se quede en la institución sino que esté en un medio de seguridad hasta que el juez decida si derivarlo a otro lugar, profundizar más en el análisis de su personalidad o dictaminar el egreso. Aquí se observa la necesaria interdependencia entre ambas ciencias y discursos. El psicólogo no trabaja solo, en este instituto para realizar los primeros informes trabaja conjuntamente con los asistentes sociales. Se parte de una premisa fundamental: el adolescente es llevado por la Justicia y por lo general, no presenta conciencia de enfermedad; por tanto el primer objetivo será generar la demanda.

En el desarrollo de este trabajo se intentará profundizar las temáticas arriba mencionadas y concluiremos comentando nuestra implicación hacia esta institución, considerando lo observado, lo dicho en la entrevista, el aspecto teórico y una nota periodística. Luego, cada integrante expondrá su propia concepción sobre la problemática tratada en una conclusión individual.
















DESARROLLO
En vistas de la multiplicidad de discursos que se entrecruzan en el trabajo con adolescentes trasgresores en este tipo de instituciones cerradas, enfocaremos la especificidad del trabajo del psicólogo en este ámbito de inserción.

Desde un primer abordaje general, las acciones del psicólogo en estas instituciones se enmarcan en el campo de la Psicología Jurídica. La existencia de esta disciplina se basa en el hecho de que la óptica legal no alcanza para abordar la problemática de la delincuencia. Desde esta aproximación, el delito pone en marcha la búsqueda de los responsables del mismo, para que recaiga sobre ellos el “juicio de reproche” de la sociedad por el hecho cometido. Sin embargo, la problemática no se agota en una lógica de causa-efecto: delito-responsable. Una vez que la justicia tiene en su poder al responsable de un delito, deberá recurrir a otras ciencias auxiliares para complementar su óptica, y así responder satisfactoriamente al problema planteado. Entre esas disciplinas, también está la Psicología.

Hechas las aclaraciones precedentes, debemos tener en cuenta el marco que rodea el trabajo del psicólogo jurídico. Más allá del trabajo específico en este tipo de instituciones cerradas, la Psicología Forense consiste en sí misma en la confluencia de dos discursos: “Es aquella parte de la psicología que se desarrolla dentro del ámbito jurídico específico y /o en sus órganos dependientes, caracterizándose por poseer técnicas propias que la convierten en una ciencia auxiliar de ese campo.”1

Sólo con analizar atentamente esta definición, podremos tener una pista del lugar que ocupa la psicología respecto de la Justicia, y en consecuencia, el rol del psicólogo en este ámbito. Retomando lo que decíamos antes, la Psicología es auxiliar de la justicia, pues necesita de la colaboración de otras disciplinas, entre ellas la Psicología. Pero también la psicología está definida como auxiliar de la Justicia, por el hecho de que el trabajo del psicólogo siempre queda reducido a una colaboración al juez. De este modo, sus elucidaciones no serán concluyentes: siempre quedarán a consideración del juez. Esto se observa claramente en la entrevista, cuando se explica que más allá de que el psicólogo recomiende un egreso, si el juez no lo ordena, el joven queda internado hasta nuevo aviso.

La sola confluencia del discurso jurídico y el discurso psicológico genera algunos desajustes, pues hay claros desencuentros en sus consideraciones. Por ejemplo, las concepciones de responsabilidad y culpa tienen conceptualizaciones encontradas desde el discurso jurídico y el discurso psicoanalítico. El campo jurídico sostiene una concepción de sujeto disímil al sujeto considerado por el Psicoanálisis: La justicia piensa al sujeto como sujeto conciente, mientras que el Psicoanálisis considera al sujeto inconsciente, como sujeto tomado por el campo del Otro.

Asimismo, si consideramos la culpa, para el campo jurídico es secundaria a la responsabilidad: para la justicia una persona es responsable de un hecho en tanto haya obrado en forma conciente y voluntaria. En función de su responsabilidad, es culpable del hecho. No se puede ser culpable sin ser responsable desde el punto de vista legal.

En cambio, desde el Mito de Tótem y Tabú, Freud plantea que aquí la culpa es primaria, como sentimiento inconsciente de culpa por el deseo incestuoso. Desde este abordaje, la culpa es estructural y es necesario pasar por ella para acceder a la responsabilidad.


Claramente el discurso jurídico colisiona con el discurso psicológico, por tanto al trabajar en este ámbito debemos estar alertas a las condiciones que adoptará nuestra tarea, así como los obstáculos que encontraremos en nuestro desempeño profesional. Sin embargo, más allá de las explicaciones disímiles propias de ambos discursos que se entrecruzan en la Psicología Jurídica, en el trabajo específico en institutos de menores hay muchas más miradas que confluyen: las de los guardias, los abogados, los jueces, los médicos, los maestros, los asistentes sociales, los psicólogos, las familias.

Lo ideal sería, sin negar o desvalorizar las diferentes visiones privilegiando una por encima de otra, tratar de que la tarea de todos los involucrados en la tutela de estos adolescentes en los institutos trabajen en forma conjunta.

Para elucidar el rol del psicólogo en este tipo de instituciones, es importante que nos adentremos un poco más en las características particulares de las mismas.



Instituciones totales y cerradas


Como se mencionó al comienzo del trabajo, el Rocca es un instituto de carácter total y cerrado. Esto implica que al ser total, por un lado, todos los sujetos, encerrados en el mismo edificio, comparten la misma rutina que está administrada formalmente; en este caso, por ejemplo, los menores se levantan a las 7 de la mañana y, luego del desayuno, comienzan con distintas actividades; van a la escuela a la mañana y a la tarde asisten a talleres (otros grupos hacen al revés); el horario de dormir es a las 22.30, momento en que se apaga la luz. Otra característica es que hay un sistema de reglas que se imponen coercitivamente y cada sujeto es controlado por un guardia. En estos sitios se regula el sueño, la vigilia, la comida, la recreación, la conducta y la disposición del cuerpo, el uso de la palabra, la sexualidad, la libertad y fundamentalmente, el propio deseo. También se tornan imposibles las relaciones de confianza, entre los pares y con la autoridad, dado que la modalidad de vigilar en forma permanente no puede construir un nexo de seguridad; esto puede recrear lo que no se tuvo en la infancia: un núcleo familiar estable y la posibilidad de vincularse con la madre a través de sentimientos de confianza y sostén. Es interesante comprender cómo se pueden ver afectadas las vidas de aquellos que atraviesan estas instituciones y entender que “el castigo legal que se les impone a los –deudores- recae sobre el acto (…) pero la técnica punitiva recae sobre sus vidas, en lo que respecta al pasado, presente y futuro”2

Son lugares que están dentro de la sociedad pero aislados de ella a la vez; son cerradas a la comunidad para preservar la seguridad de la misma. Y esto se observa en el Rocca donde, si bien está asentado en un barrio de Capital Federal, el aspecto edilicio denota aislamiento, por la presencia de rejas, paredones altos, pocas ventanas y un cuerpo de seguridad. Este tipo de instituciones al ser totales no se caracterizan por ejercer la llamada “comunicación Inter- institucional”3, donde se supone que debe haber una complementación entre distintos organismos; por ejemplo, un Hospital debe cumplir un rol determinado en la sociedad y, así vincularse con una escuela, para que se pueda llevar a cabo un aprendizaje con calidad y salud. En cambio, el lugar que abordamos debe contener un espacio de aprendizaje, salud, orientación psicológica y recreación a la vez. Sin embargo, registramos que en el Rocca se recibe colaboración de otras entidades como por ejemplo de la UTN, la Arquidiócesis de Bs. As y la Secretaría de Deportes. Es interesante señalar también que en la construcción de estos edificios y los mecanismos que se implementan, lo social no queda por fuera, es decir, las ideas político-sociales de una época enmarcarán estas instituciones. Por ejemplo, en el Rocca, durante la última dictadura militar, se bajó la edad de imputabilidad a 14 años y, paralelamente, se levantó el paredón aún más. Otro ejemplo reciente, fue cuando en la visita, se observó en uno de los pabellones pequeñas ventanas a dos metros del suelo. Ese pabellón inicialmente, se construyó sin ventanas. Según la jefa del Servicio de Psicología, el arquitecto refirió a que la “arquitectura es subjetiva… cada uno elige qué hacer con eso”

Reconocemos entonces, que la “socialmente llamada <<delincuencia juvenil>> es aceptada como algo natural y absoluto, y nunca como algo relativo al contexto social; lo que implica (…) no reconocer ni aceptar las falencias de todos y cada uno de los integrantes del cuerpo social”.4



Institutos de menores: Rocca
Con respecto al origen histórico del lugar, sabemos que fue Manuel Rocca, quién donó a principios del siglo XX, dos hectáreas de tierras para que se construya un hospital y una escuela para niños carenciados. Actualmente funciona allí el “Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca” y el “Instituto de Recuperación y Clasificación de Menores”. Este último se asentó inicialmente sobre la manzana de terreno que legó a la Sociedad de Beneficencia. En 1948, la institución pasó de ser administrada por la “Dirección Nacional de Asistencia Social”. Luego, en 1956, se creó el “Consejo Nacional de Menores”, de quien depende hoy en día el Instituto. En base a esto último, el organigrama está formado por: Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia (antes, Consejo); el PRONAJU, que se encarga de las políticas públicas e institucionales, y los Institutos. Actualmente la población fluctúa entre 100 y 115 adolescentes, distribuidos en 6 pabellones. Este ya es un dato a considerar si queremos abordar la problemática juvenil profundizando individualidades. En la nota del Diario Clarín (anexo), con fecha del 16/01/2000, se expresa la intención de la directora del Consejo del Menor, de crear hogares con no más de 30 chicos, para evitar el hacinamiento, que ya data desde entonces. Contraponiendo esto con la realidad del Rocca, podemos afirmar que el intento de solución fue crear el CAD (Centro de Admisión), para concentrar a grupos pequeños de jóvenes. Esto no dio resultado por lo que no se ha resuelto la problemática de la superpoblación. Por otra parte, desde el punto de vista ambiental, consignamos que las condiciones generales del edificio son deficientes; por ejemplo el lavadero o la calefacción central no funcionan, algo que ya parece normal en estos tipos de institución.

En cuanto a poder brindarle a cada menor la atención que necesita, uno de los proyectos actuales es reformular el equipo de trabajo e incorporar terapia familiar, grupal y talleres convivenciales.

Siguiendo con las características del Instituto, dentro de la estructura jerárquica, se incluyen una directora (que es psicóloga), una Jefa de Asistentes Sociales, otra de Psicología y un Jefe de Seguridad. También dentro del área técnica está la enfermería, con personal médico trabajando allí y el sector de enseñanza educativa que incluye escuela primaria, secundaria y diversos talleres optativos. El cuerpo de seguridad, según nos cuentan, no son policías ni poseen armas. La confluencia de personal de distintas áreas, reflejará un abanico de percepciones que cada uno tendrá sobre los jóvenes. Resaltamos que la Directora, mencionó que en otras épocas, “los guardias tenían todo el poder”, y que actualmente, uno de los objetivos es disminuir el nivel de violencia.



Características de los adolescentes trasgresores
Es importante reflexionar sobre el tipo de sujetos que se alojan en este Instituto: son adolescentes que están atravesando una etapa del ciclo vital de transformaciones, ya que se espera que se descompongan las identificaciones infantiles y se vuelvan a construir a partir de nuevos modelos. También es esperable que la conflictiva edípica resurja y el joven busque mecanismos defensivos para elaborar esta crisis. En el Capítulo de Freud “Los que delinquen por conciencia de culpa”, desde su mirada psicoanalítica explica que, en base a su experiencia, observó que muchos pacientes relataban que en la etapa de la prepubertad, cometían acciones prohibidas, a lo que seguía un fuerte alivio anímico. Al hecho prohibido le predecía un sentimiento de culpa, algo paradójico, por ubicarse antes de la falta. Freud plantea que ese sentimiento de culpa, surge del Complejo de Edipo, como reacción frente a dos deseos delictivos: matar al padre y tener comercio sexual con la madre. Luego, una hipótesis sería pensar que la falta cometida funciona como recurso para racionalizar lo anterior. Por otra parte, consideramos una buena definición la que brinda Erickson, cuando habla de la “moratoria psico-social”5. Esto supone que la sociedad debe esperar que el joven afronte este periodo de crisis, y se toman las conductas del mismo como desadaptadas, hasta que alcance la adultez.

En los jóvenes adolescentes que cometen acciones tipificadas como delitos, hay algunas características que se mantienen como constantes. En primer lugar, no pueden llevar a cabo conductas que estén mediatizadas por la palabra o el pensamiento: todo es “aquí y ahora”. Están manejados por impulsos incontrolables. En segundo lugar, hay una escasa tolerancia a la frustración, no pueden esperar; por tanto, esto que parece insostenible, se canaliza por medio de la acción delictiva. Otro rasgo importante, es que utilizan su cuerpo como una “cosa” que sirve para satisfacer necesidades, por eso es común que produzcan cortes en su cuerpo para llamar la atención. La Psicóloga durante la visita, comentó que son los operadores convivenciales quienes están en contacto con los chicos para tratar el tema del cuidado corporal y hábitos generales. En cuanto a las características comunes mencionadas que se observan en estos chicos, surge la importancia del diagnóstico por parte del psicólogo. Esto significa que, al estar atravesando un periodo evolutivo donde se esperan desajustes, se deberá evaluar si el acto trasgresor es o no patológico en función de la personalidad y la capacidad que tenga el sujeto para llevar a cabo experiencias correctoras.

Es importante señalar que, en contra del imaginario colectivo, que asocia los actos delictivos con la pertenencia a un estrato social de clase baja, las conductas trasgresoras se encuentran en distintas esferas sociales; lo que varía es la forma en que se producen. Por ejemplo, un chico de clase baja, se aparta de su hogar, deambulará por las calles; en cambio un joven de clase alta, asistirá a clubes o cafés. Comparten la misma carencia en cuanto a deambular sin un fin específico, pero las formas difieren. Lo mismo ocurre con el tipo de madre con que se han vinculado estos chicos. En la clase marginal, se presenta como ausente por tener que trabajar muchas horas o quizás no tiene trabajo fijo; es narcisista, lo cual genera un vínculo de dependencia del hijo hacia ella, y refleja actitudes poco elaboradas. Probablemente, sea una madre que tenga muchos hijos, de distintas parejas, lo cual lleva a considerar que no se logran formar vínculos familiares estables. En el otro extremo, una madre abandónica de clase alta, quizás esté ausente por ocuparse mucho de su trabajo u otros intereses. La figura del padre, suele estar desdibujada por estar ausente en sentido real; no se asume el rol paterno.


Cuando hablamos (a nivel jurídico) de la protección hacia estos adolescentes, es el Derecho de Menores quien debe garantizar que el sujeto nazca, crezca y se desarrolle en un buen medio ambiente y que llegue a la mayoría de edad con un equilibrio entre los aspectos físicos, emocionales y mentales; regulando lo normal con lo conflictivo que surja de su familia y la comunidad. Esta rama del Derecho, se basa en la “Declaración Universal de los Derechos Humanos y Derechos del Niño, el Pacto San José de Costa Rica y la Convención de los Derechos Del Niño”6. Sabemos que históricamente, los niños en situación de abandono o riesgo no tuvieron un fuerte amparo desde el aspecto legal. Durante la segunda mitad del siglo XIX, era la Sociedad de Beneficencia, subvencionada por el Estado, quien se encargaba de administrar los distintos establecimientos como la Casa de Expósitos, por ejemplo, que estaban destinadas al bien social. Luego, en 1919, se implementa en nuestro país, la ley Agote (Ley 10.903, derogada en 2006)), que establece que la función del Estado será la de tutelar a aquellos menores que se encuentren en situación de abandono (ya sea porque son víctimas de maltrato de cualquier tipo o porque han cometido una trasgresión). Hay un pasaje de la figura del niño como objeto de cuidado al niño como sujeto del derecho. Esto se reforzará luego con la Declaración de los Derechos del Niño (1959), que promueve el derecho a la infancia fundada en el cuidado por parte de los padres o tutores y la sociedad. El Poder Ejecutivo, es quien debe garantizar la protección de los jóvenes y administrar las políticas y programas para que se cumpla lo anterior. Esto lo hace a través del “Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia”.

En el Rocca, nos encontramos con menores en “riesgo psicosocial”, esto es, sujetos que, por diversos factores, están a merced de un Juez que los tutela provisoriamente. Para esto la Justicia requiere de la intervención de distintas disciplinas que le brindarán en cada caso un reporte de la situación de cada menor y su medio ambiente. Es aquí donde destacaremos particularmente, el rol del psicólogo.



Rol del psicólogo en este ámbito de inserción (relación con los otros discursos)
Tomando en cuenta el análisis desarrollado acerca de la situación específica presentada en los institutos de menores, la tarea psicológica así enmarcada adquirirá características especiales. Asimismo, se enfrentará con determinados obstáculos propios del ámbito de inserción, así como con la necesidad de articular sus explicaciones con las propias de otras disciplinas involucradas en el abordaje de la problemática.


En primer lugar, hay que tener en cuenta que en esta situación no hay demanda del tratamiento por parte del sujeto, sino que la demanda proviene de la Justicia. Esto se debe a que el saber jurídico tiene un límite, por tanto necesita de los aportes de otras disciplinas, entre las cuales, contamos a la Psicología. De este modo, se impone un tratamiento con alguien que no tiene conciencia de enfermedad. Por tanto, el primer movimiento que deberá propiciar el equipo terapéutico es un pasaje de la obligación a la demanda. Si se logra este difícil corrimiento, se posibilitará que los sujetos puedan implicarse y desprenderse del mandato de la Justicia, y entonces se habrá comenzado a cumplir con el objetivo terapéutico del tratamiento.

Es importante que el psicólogo pueda lograr establecer el espacio terapéutico como un espacio diferente: y así conseguir la ardua tarea de diferenciarse del policía, del juez, del guardia, etc. De modo que el terapeuta se constituya para el paciente en algo próximo y confiable que le brinde permanente seguridad. Esta función se desprende del análisis de la entrevista:

“Esto implica todo un trabajo para lograr el vínculo con ese chico, para lograr que diferencie este espacio de otros espacios... Porque al chico ya lo vio el escribiente que le tomó la declaración en la comisaría, el personal del juzgado, el administrativo que le tomó los datos acá, o en la sede de Tribunales. Y vos le vas a hacer una serie de preguntas similares (...) La diferencia va a estar en que de lo que él te diga, vos con tu escucha, vas a pensar algo diferente”

Es evidente que el trabajo del psicólogo reviste características singulares en el ámbito forense, y en estas instituciones en particular. Aquí la psicoterapia debe tender a corregir los defectos del Yo para que resulte operativo, pues generalmente no está constituido sólidamente. Por tanto, el terapeuta funcionará como una suerte de Yo sustituto, “el modelo a través del cual el chico podrá ir incorporando identificaciones, modalidades, normas, comportamientos adaptados” 7. De este modo, el psicólogo representará distintos roles: la mamá, el papá, la autoridad, el amigo... para ir poco a poco significando el mundo en su nueva versión.

También aquí la tarea es distinta a la de una terapia común, dado que en ésta ya se parte de la posibilidad de reflexionar del individuo, que permite la incorporación de los señalamientos e interpretaciones. En cambio, en el trabajo con adolescentes trasgresores, hay que tener en cuenta que son chicos que no han accedido adecuadamente a la simbolización y que han reemplazado siempre el pensamiento por la acción. Por tanto, debemos tender a llevar al sujeto de la acción a la reflexión. Este trabajo se observa en el comentario de la Jefa de Psicología del Rocca:

“Nosotros tomamos el acto como equivalente al síntoma para nuestra intervención profesional. O sea, el acto denuncia algo, es algo que no pudo ser puesto en palabras y se dijo a través de ese acto.” “Siempre tendiendo que empiece a circular palabra allí donde no la hubo. El acto <<dice>> aquello que no pudo ser procesado simbólicamente.”

En conjunto, el tratamiento debe apuntar a que “los pacientes puedan mejorar su calidad de vida, logren establecer vínculos sociales satisfactorios y puedan sostener su inserción social. Esto implicará que puedan generar un proyecto de vida tendiente al auto-valimiento y /o a su inclusión dentro del grupo familiar” 8. Esto conlleva disminuir la discapacidad social que se observa en estos adolescentes.


A fin de abordar esta problemática en forma institucional, se debe adoptar una mirada interdisciplinaria, pues dado que consideramos a los sujetos como seres bio-psico-sociales, la respuesta debe ser integral.

Aquí nos enfrentamos al problema de tener que articular las explicaciones disímiles, pues los distintos profesionales concernidos en este trabajo tienen -en función de su formación-, posturas diferentes y hasta contradictorias. Estas posturas polarizadas deberán ser superadas a fin de conformar un equipo sólido con un perfil de tratamiento definido.

Ofrecer un tratamiento integral, implica que todas las personas que entren en contacto con él desde que ingresa a la institución, deben colaborar con el abordaje terapéutico. Hay que tener en cuenta que son chicos acostumbrados a que nadie se preocupe por sus necesidades. Por tanto, debe ser una recepción especial: quien entra, es una persona con un nombre, una historia, unas necesidades particulares... es un ser único. Ahora bien, en general son chicos sin autocontrol, anómicos, que no han recibido pautas de lo correcto y lo incorrecto: hay una carencia de límites internos. En consecuencia, -y aunque parezca contradictorio con la recepción positiva-, es necesario poner límites externos que hagan posible el ejercicio de determinadas acciones. El límite externo será el molde a partir del cual el chico podrá ir internalizando pautas y normas que después constituirán su propio manejo adecuado. La idea es que las personas con las que interactúa se constituyan en modelos que él introyecte para proveerse de identificaciones positivas a través de las cuales pueda ir creciendo y madurando.

Por tanto, el trabajo en equipo es fundamental para alcanzar los fines terapéuticos, que no atañen solamente al psicólogo. Es necesario que exista una coherencia en el abordaje, “por lo cual sostenemos que el mismo debe ser no sólo interdisciplinario, sino que debe conformarse un equipo de trabajo sólido, en el que todos los integrantes mantengan un discurso en común, en donde se eviten las fracturas, ya que las mismas terminan siendo iatrogénicas para los pacientes que se asisten” 9

Aquí se presenta un problema importante, pues las personas que interactúan con ellos tienen conceptualizaciones muy dispares acerca de quiénes son estos chicos y qué necesitan. Esto se observa claramente en la entrevista:

“La cuestión en estas instituciones es esto: tenemos distintas áreas trabajando con un chico y cada uno pensamos cosas distintas. Yo acabo de decir que para el psicólogo hay factores sociales, económicos, etc y factores psicológicos. Por ahí para un personal de seguridad, ese chico es un delincuente. Para un maestro, por ahí, será un chico pasible de recibir educación, pero no relacionará mucho esto con lo otro. La idea por eso es tender a un trabajo integrador entre todas las áreas para que podamos complementar, respetando la función o el rol de cada uno, poder lograr un trabajo interdisciplinario. Pero esto no es sencillo... es una cosa del día a día.”

La jefa de Psicología aunque ubica la dificultad de complementar la multiplicidad de miradas acerca de la problemática, plantea la importancia de aunar criterios. Sin negar que nuestras posiciones sean distintas, e incluso opuestas, se debe tratar de llegar a un punto de encuentro, para arribar a decisiones que sean lo menos iatrogénicas posibles para los chicos internados.

Hugh Mehan plantea que cuando las personas tienen versiones encontradas para explicar determinado fenómeno, a menudo tratan de negociar una definición consensuada. Ese consenso se logra cuando “uno u otro de los protagonistas renuncia a su representación del mundo como versión preferida” 10. De este modo, debemos tener en cuenta que las explicaciones psicológicas no deben ser las únicas, sino que debemos estar abiertos a considerar caracterizaciones diferentes, pues estas toman en cuenta factores que exceden el campo psicológico. Esta pareciera ser la dificultad que se observa en el Rocca:

“...nos dicen que somos muy psicoanalistas, somos muy psicológicos... y sí, si somos psicólogos, somos muy psicológicos... y que no le damos a la problemática una lectura más genérica, más integradora...” “...y uno de los cuestionamientos importantes que recibimos es esto: que nosotros le damos demasiado espacio al profesional psicólogo... Pero una cosa es la idea de un trabajo integrado en áreas que no es fácil, (...) Y otra cosa es si uno pierde la especificidad de su rol. Como que yo le pida al guardia que haga una interpretación psicoanalítica al chico, no va a poder“.

Pareciera que tener una visión más integral de la problemática, es a veces vivida como una pérdida de la especificidad del rol. Si bien consideramos que cada área debe cumplir su tarea sin que se desdibuje su especificidad, nosotros como psicólogos debemos estar advertidos de dos cuestiones. Por un lado, que nuestras explicaciones colisionarán con aquellas de otras disciplinas, y que esta situación puede generar consecuencias adversas a nuestros objetivos terapéuticos. Pero por otro lado, que nuestras explicaciones tampoco son las únicas válidas, que debemos estar abiertos a considerar las otras miradas, para complementar nuestro punto de vista, y así arribar a una definición de la problemática lo más cercana posible a la realidad.

En función de la complejidad que implica abordar la trasgresión adolescente, y a los fines de intentar una explicación no reduccionista, podemos transpolar las conceptualizaciones que Ana María Fernández desarrolla para explicar el dispositivo grupal, aplicándolas al tema que nos ocupa. La autora plantea que los grupos constituyen un campo de problemáticas, donde se producen múltiples atravesamientos imposibles de abordar desde una sola disciplina: atravesamiento de inscripciones deseantes, institucionales, históricas, sociales, políticas, etc. Es por eso que “... podremos avanzar en su teorización si la enfocamos desde una transversalidad, lo cual implica renunciar a dar cuenta de los acontecimientos grupales desde un solo cuerpo teórico.” 11

Si dejamos de lado la cuestión grupal, y nos adentramos en el tema que nos convoca, podemos sin embargo aprovechar su teorización para evitar reduccionismos. La trasgresión adolescente está atravesada por múltiples inscripciones, que impide agotar su complejidad en el discurso psicológico. Por tanto, así como A. M. Fernández lo hace respecto a la dinámica grupal, también nosotros frente a la trasgresión juvenil debemos adoptar un abordaje transversal, renunciando a explicaciones desde un único cuerpo teórico.


En conclusión, a fin de abordar de manera contextualista la problemática que nos ocupa en los institutos de menores, aquí el rol del psicólogo implica tolerar la multiplicidad de explicaciones, renunciando a su versión como preferida, y orientando sus acciones hacia un trabajo integral.


























CONCLUSIÓN GRUPAL


Nos interesa destacar que trabajar en un Instituto de menores, implica lidiar con al menos dos cuestiones: diagnosticar a sujetos que aún no atravesaron con éxito las distintas etapas evolutivas de desarrollo y que por una multiplicidad de factores trasgredieron la norma y, por otra parte, considerar que quizá el medio socio familiar no logró contenerlos adecuadamente en ese proceso. Por eso acordamos cuando se dice que, a diferencia del delincuente adulto, en el caso del adolescente el peso del delito recae sobre la persona y no sobre el hecho en sí. En definitiva, el sujeto con el que trataremos es un sujeto todavía en formación, que además de su propia problemática está viviendo momentos de crisis típicos de la adolescencia; lo cual puede arrojar luz sobre la conflictiva si pensamos en poder llevar a cabo un trabajo efectivo e interdisciplinario con el joven y su medio ambiente familiar para fomentar una posibilidad de cambio.

A partir del contacto con la Institución abordada, entendemos que lo adecuado sería no implicarse con los prejuicios que de alguna manera se imparten desde las instituciones, la opinión pública o los medios de comunicación. Debemos pensar como futuros psicólogos, que nuestra responsabilidad será capacitarnos permanentemente y no cerrarnos a concepciones únicas. El psicólogo tendrá una visión sobre la problemática que deberá sostener pero también, tendrá que estar abierto a los cambios a partir de la interrelación con las diferentes disciplinas.-





CONCLUSIÓN INDIVIDUAL









BIBLIOGRAFÍA


D´Amore, O.: “Responsabilidad y culpa”. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol I: Fundamentos. Letra Viva, 2006.
Fernández, Ana María. “El dispositivo grupal” en Lo Grupal 2, Bs. As., Búsqueda, 1984.
Freud, S. “Delincuente por sentimiento de culpa”, en Obras Completas, Bs. As., Ed. Amorrortu, Vol. XIV.
Mehan, H. “Un estudio de caso en la política de la representación”. En Chaiklin S. y Lave J. (comps.) Estudiar las prácticas, perspectivas sobre actividad y contexto. Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 2001.
Mezzano, Alicia: Psicólogos Institucionales Trabajando, Buenos Aires, Eudeba, 2003.
Puhl, S. Varela O. Control social, grupos e instituciones cerradas. Ficha pedagógica Publicaciones Facultad de Psicología UBA. 2006
Sarmiento, A., Varela, O., Puhl, S. Izcurdia, M. La Psicología en el Campo jurídico Ed. ECUA, Bs. As., 2005.
Varela, O. Sarmiento, A., Álvarez, R.: Psicología Forense, Ed. Abeledo Perrot, Bs. As., 1993.
Varela, O. Sarmiento, A., Puhl, S., Izcurdia, M. Psicología Jurídica, Ed. JCE. Bs. As. 2005.
www.clarin.com.ar
www.la-floresta.com.ar/2007/mayo/rocca.htm

ANEXO


A partir de la visita al Rocca, y ante las noticias que circularon recientemente sobre una denuncia por el consumo de drogas de los menores en dicho instituto, nos surgió la inquietud de averiguar más información acerca del mismo, por lo cual buscamos material en la web. Nos encontramos con que no había mayores datos, aunque si dos o tres noticias que alegaban sobre las condiciones deficientes del Instituto y las opiniones de los dirigentes políticos de turno. Quisimos adjuntar esta nota del diario Clarín, con fecha del 16/1/ 2000, en la que se describe la situación de dichos establecimientos y las respuestas de la directora del Consejo del Menor y la vicejefe de gobierno de entonces.

Si bien estos temas no fueron expuestos en la entrevista con la Jefa del Servicio de Psicología, nos pareció interesante contar con una versión periodística.-