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Psicopatología

Resumen para Examen Final

Cátedra: Schejtman (ex - Mazzuca)

2008

Altillo.com

Psiquiatría clásica 
 

Paranoia: Kraepelin (1890)

      Los delirios y las alucinaciones con frecuencia se pueden encontrar en estados psíquicos diferentes. Kraepelin sostiene que la naturaleza del delirio es de poca ayuda para el encargado de formular un diagnóstico de un síndrome mórbido. El enfermo desarrolla con tranquilidad y sin conmoverse todo un relato, que en sus trazos principales responde efectivamente a la realidad. Lo que llama la atención desde las primeras frases es el contento de sí mismo, la pedantería con que se jacta de su inteligencia y de su capacidad. Si uno les objeta a estos enfermos cuan lejos está la realidad de sus deseos ellos suelen responder con indiferencia que son demasiado brillantez para ser comprendidos. En este texto da el ejemplo del hombre de mundo que es acechado constantemente por la señora bulldog. Este hombre relataba que la señora bulldog viene persiguiéndolo hace más de veinte años con proyecto de matrimonio; y le atribuye a ella la culpa de que el vaya de fracaso en fracaso. En todas partes, comenta el paciente, nota las trapas de la señora bulldog. Ella es la encargada de que nada le salga bien al paciente (perder su fortuna, no encontrar trabajo, estar encerrado en el asilo). Vaya donde vaya ella lo encontraba. El enfermo suele escuchar con aire incrédulo de entendido todos los argumentos que se intenta oponérsele: pero estos siquiera rozan su convicción. Y permanece igualmente inquebrantable. Los síntomas principales de la paranoia son las ideas de persecución y la estima excesiva de su persona. Por otra parte, la comprensión la memoria y el conjunto de comportamiento son de lo más normales. A las ideas de persecución, a pesar de que estén en contradicción con todo sentido común, el enfermo no siente la necesidad de darles bases más sólidas, y las mantiene tenazmente. Estas ideas pueden existir muchos años bajo la misma forma, y todos los acontecimientos de la vida diaria son interpretados en el sentido del delirio. Ve el mundo entero a través de su delirio y las persecuciones que sufre se vuelven cada día más inverosímiles. Las alucinaciones sensoriales no tienen parte alguna en el desarrollo de su delirio. Es difícil de decir si lo que estos enfermos tienen alucinaciones o interpretaciones delirantes. Pero ocurre que frecuentemente sus ideas persecutorias se relacionan con cualquier tipo de incidentes, interpretados de modo totalmente especial. Se observa en la particular disposición a delirar de los enfermos una gran flaqueza de juicio; aún cuando se toma el profesional la labor de hacerle entender toda la absurdidad de su delirio, el paciente no llega a rendirse a la evidencia. La alta estima que tienen los pacientes de sí mismos es otra prueba de esta flaqueza de juicio: un fracaso nunca reduce sus pretensiones. No manifiestan ningún trastorno en el terreno de la voluntad ni de la emotividad. Se nota cierta susceptibilidad cuando uno discute con el sujeto de sus ideas delirantes o su supuesta superioridad. El resto del tiempo encara a los acontecimientos y a la gente con la mayor naturalidad. La conducta de estos pacientes suele ser irreprochable ya que no hay negativismo, manierismo, ni impulsividad. El enfermo no tiene la sensación que obedece voces interiores, su acción esta causada por el delirio. Kraepelin define a la paranoia como la afección en la cual la autofilia y las ideas de persecución se desarrollan con la mayor lentitud, sin que la voluntad  o la emotividad sean transformadas. En esta enfermedad se instala un sistema que es a la vez producido por un delirio o por una manera especial de interpretarlo todo por medio del delirio. Se instala una manera particular de ver las cosas que el enfermo adapta a cada acontecimiento cuya presión le toca vivir. Su ritmo es esencialmente crónico y lento. Los pacientes comienzan por tener sospechas, las que pronto se tornan en certezas, para dar lugar, finalmente, a una inquebrantable convicción. Las ideas delirantes se injertan en hechos que son sometidos a una interpretación patológica. No se constatan jamás alucinaciones sensitivas, salvo excepcionalmente; pero de tanto en tanto se constatan errores de la memoria. Como estos enfermos no llaman demasiado la atención, su afección puede prolongarse durante largo años sin que se la perciba, y solo raramente se halla en los asilos. Por lo general, al cabo de unos diez años de comenzado el delirio aparece un relajamiento demencial bastante pronunciado. Es difícil que acepten el tratamiento en el asilo debido a la autofilia; luchan por conseguir la libertad.

      En este escrito Kraepelin da el ejemplo de un sastre que tuvo un problema con un oficial de justicia que lo quiso desalojar de su local. Instantáneamente después de este episodio el enfermo comenzó querellas legales contra distintas personas que relacionaba a lo que el sintió como una injusticia. Redacta muchos reclamos largos, que contienen y repiten las mismas incoherencias. Haciendo abstracción de sus peticiones, no se nota nada anormal. Los enfermos se dan cuenta de su situación y no confunde los hechos del pasado. Cuentan sus altercados con la justicia con la mayor volubilidad y encuentran en ello cierta satisfacción. Al enfermo no le resulta embarazoso ninguna observación que se le haga; acumula detalles y detalles. Al cabo de cierto tiempo se agrega cierta tendencia a saltar de una idea a otra y a utilizar siempre los mimos giros gramaticales en sus frases. El sastre que se cita como ejemplo, culpa al abogado que lo había demandado de todas sus desgracias, aunque hacía varios años que no tenía relación: atribuye todos los contratiempos que luego se produjeron a aquella situación primera. A todos los sinsabores judiciales, estos pacientes le atribuyen un único y mismo origen. Poco a poco los pacientes incriminan a varias personas, que agrupan en una asociación que trabaja en su contra. Se trata de fenómenos reales, pero visto e interpretados de manera especial. El enfermo es absolutamente ineducable, es imposible hacerle entender nada de nada. No reconoce que se haya equivocado o que ha exagerado la importancia de los hechos. En cuanto se aborda el tema, el paciente se vuelve desconfiado; y si se lo contradice comienza a pensar que uno forma parte de sus adversarios. Algunas de las líneas que caracterizan el cuadro so: ideas de persecución, que están referidas a un punto bien determinado y que adquiere cada vez mayor extensión; ningún razonamiento sería susceptible de infringirlo. Esto habla de un delirio profundamente enraizado en el individuo psíquico, donde ha alcanzado a formar un sistema. Además existe en el paciente un indudable empobrecimiento intelectual que se traduce en la monotonía y la pobreza ideativa y sobre todo en la poca influencia que las más sensatas objeciones tienen sobre él. La memoria general de estos pacientes es fiel, pero no está intacta. En lo emocional se puede observar que su opinión de sí mismo es de lo más exagerada: se muestra como pareciendo superior, le gusta darse brillo con sus conocimientos jurídicos y, a pesar de sus continuos fracasos, espera con total confianza que su asunto termine exitosamente. Consideran que su caso es de la mayor importancia. A pesar de todos los infortunios que trae para sus seres queridos su delirio, el paciente acusa de su mala suerte a sus enemigos y a la justicia. Los reclamos se multiplican y son cada vez mayores. Se trata del hábito de encarar los hechos cotidianos a través de una interpretación delirante; el empobrecimiento mental es poco notorio en un comienzo, pero luego avanza. En su conjunto, es la misma subordinación de su conducta al delirio, en tanto que la memoria y la actividad psíquica se encuentran muy poco modificadas. Se trata de estados incurables. El delirio de querulancia representa una variedad ligeramente diferente de la paranoia. La afección comienza normalmente promediando la edad media de la vida, cuando el sujeto viene de ser víctima de una injusticia a veces imaginaria o a veces seria; es en torno a esta que se desarrolla y todo el conjunto complejo y confuso de representaciones mentales y de actos delirantes. Los querulantes no son siempre querellantes: fuera del delirio se comportan como gente suave y tranquila. Representa un fenómeno degenerativo; esta hipótesis se ve confirmada por la lentitud de su desarrollo, por la cronicidad, por la incurabilidad del mal, y la escasa importancia que las influencias objetivas engendran.  
 

La locura sistemática o Paranoia: Kraepelin

      Kraepelin comienza el artículo haciendo un poco de historia. Comenta que un gran número de psiquíatras alemanes designan con el término de paranoia a todas las enfermedades mentales funcionales en el curso de las cuales el trastorno exclusivo concierne a la capacidad de juicio. Es la instalación de ideas delirantes o de ilusiones sensoriales que caracteriza a la enfermedad. Esto lo diferencia de la manía o la melancolía, donde los trastornos son sobre todo de orden afectivo. Kraepelin sostiene que la aparición de trastornos del juicio en el curso de las enfermedades afectivas es una consecuencia de un  trastorno primitivo del humor, que puede ser triste o alegre. Entonces, para el diagnóstico de algunos estados, era más importante saber si los trastornos del humor o del juicio habían aparecido desde el comienzo, o, por el contrario, durante la evolución de la enfermedad. Kraepelin crítica a esta nosografía porque sostiene que solo se basaban en síntomas superficiales. Así, como la evolución de la enfermedad no era determinante, solo persistían como signos característicos los trastornos del juicio, las ideas delirantes, las ilusiones sensoriales. Kraepelin considera errónea toda evolución que haya tenido hasta ese momento el concepto de paranoia. La ve como un trato de los principales errores de la psiquiatría alemana, que se basa únicamente en los síntomas y que delimita entidades nosográficas a partir de hipótesis sofisticadas. La hipótesis de base que consiste en oponer los trastornos del juicio a los trastornos afectivos, es únicamente de orden psicológico y no de orden clínico. Kraepelin afirma que hasta ese momento todo intento de delimitación del grupo de la paranoia, y de distinción de esta respecto de otro grupo de enfermedades mentales, llegó regularmente a la conclusión que habían numerosas formas mixtas o de transición, lo cual dejaba sin aire a la noción misma de paranoia. Por estas razones Kraepelin descarta la diferencia entre enfermedades del juicio y enfermedades afectivas. Kraepelin no considera que las ilusiones sensoriales y las ideas delirantes no son útiles para prever la evolución de una enfermedad, ya que estas aparecen en muchas formas de enfermedad distintas. El mejor medio de apreciar las características de una enfermedad, establece Kraepelin, es observar su evolución y desenlace. A través de este planteo podemos decir que Kraepelin reestructura el concepto de paranoia. Este planteo asegura que ante un grupo de casos que tengan el mismo resultado final se esta en condiciones de distinguir particularidades clínicas en el interior de cada caso y se podrá apreciar más finamente el pronóstico de otros casos análogos. Por esta razón el profesional es capaz de distinguir entre manifestaciones parecidas de cuadros muy distintos, de establecer un diagnóstico evolutivo a partir de signos característicos y de apreciar exactamente la significación pronóstica de determinados estados. Kraepelin también reestructura la forma de diagnosticar. Kraepelin combate contra los diagnósticos que solo etiquetan, sin rescatar nada para casos futuros. A estos médicos nunca un diagnóstico los decepcionará, ya que están vacíos, pero tampoco les aportará nada. Los únicos estados patológicos que Kraepelin asemeja a la paranoia son aquellos que evolucionan globalmente del mismo modo que ella. No cree en la noción de paranoia aguda. Kraepelin define a la paranoia como un estado en el curso del cual se desarrolla, precoz y progresivamente, un sistema delirante, de entrada característico permanente e inconmovible, pero con una total conservación de las facultades mentales y del orden de los pensamientos. Son ellas las que conducen al sujeto a un trastorno total de toda la concepción de su existencia y a una mutación de sus opiniones respecto de las personas y los acontecimientos que lo rodean. La progresión de esta enfermedad es de manera muy lenta. Durante la fase inicial, que a menudo se extiende por muchos años, aparecen una cierta depresión y una cierta desconfianza, así como quejas corporales vagas y temores hipocondríacos, El enfermo está insatisfecho de su suerte: se siente dejado de lado. Es así que el enfermo, en secreto y de manera progresiva, va abriéndose un abismo cada vez mayor entre él y su entorno. Se mantiene apartado de su entono y se muestra distante, busca la soledad a fin de no ser molestado. El enfermo conserva en él la terrible nostalgia de algo grande y elevado, la necesidad secreta de un  proyecto grandioso. Poco a poco se refuerza en el paciente la idea de haber nacido para una gran causa. Poco a poco sus concepciones y sus pensamientos patológicos comienzan a influenciar sus percepciones. Luego su hipersensibilidad y su desconfianza crecen. Comienza a atribuir significaciones ocultas o una intención deliberada de ofenderlo. Sienten que en todas partes la atención está dirigida a ellos. El enfermo ve demasiado bien que todo está fabricado con refinada malicia y que se trata simplemente de un arreglo artificial de coincidencia detrás del cual se disimula una oscura maquinación y golpes bajos. Toda esta organizado para engañarlo e impedirle defenderse ante los ataques. Habitualmente, en forma paralela al delirio de persecución se desarrollan ideas de grandeza, que pueden ser ubicadas como una estima de sí muy alta. Las ideas de grandeza incluyen que el enfermo se vea a sí mismo como particularmente dotado, después de algunos años de evolución de la enfermedad, puede comenzar a sospechar que no es hijo de sus padres, sino que su origen es mucho más ilustre y glorioso. Todas estas experiencias y concepciones realizan una extensa red de relaciones misteriosas de las cuales el enfermo es el centro. Hay un subtipo, la paranoia erótica, donde el enfermo observa que una persona excepcional por su situación muy elevada, pero del otro sexo, real o imaginaria, le quiere bien y le concede una atención muy particular que no pasa desapercibida. Pero el enfermo solo se entera por una mirada apenas esbozada, de las alusiones disimuladas, del diario o a través de rodeos de su amor. Los signos de persecución se incrementan con el progreso de la enfermedad. Toda la tonalidad de este amor es la de un apasionamiento romántico, platónico, mientras que el enfermo no tiene relaciones sexuales, sino solamente practican el onanismo. Después de todo este período de exaltación aparece una profunda contrición, un sentimiento de imposibilidad frente al ideal aureolado de tantas ventajas, una decepción frente a los rechazos que no comprende, así como un delirio impreciso de decepción y de culpa. La aparición de todas las ideas delirantes se hace sobre la base de interpretaciones patológicas de acontecimientos reales. Un poco más tarde se establecen relaciones de causa a efecto entre dos acontecimientos fortuitos pero sucesivos. Las ilusiones sensoriales son mucho más raras que las interpretaciones delirantes de acontecimientos reales. Solo se encuentran aisladamente ilusiones auditivas. Un trastorno que juega un rol importante en la aparición del delirio son las ilusiones de la memoria. A través de ellas el enfermo desfigura las experiencias del pasado: las ilusiones de la memoria nublan su vista. El carácter común de todos estos enfermos es su inquebrantabilidad: aunque a veces el enfermo reconoce que es incapaz de aportar una prueba formal de la validez de sus concepciones, toda tentativa de mostrarle el aspecto delirante de estas choca contra un muro. No tienen en absoluto conciencia de su enfermedad, y todo reproche lo toman como obra de sus perseguidores. El humor del enfermo está estrechamente ligado a su delirio. Vive sus persecuciones imaginarias como una suerte de tortura psíquica y se siente continuamente inquietado y supliciado; deviene suspicaz, huraño, irritable. Por el contrario, permanece satisfecho de sí mismo, pretencioso de tener siempre la razón. A menudo el humor varía por razones delirantes. Las actividades y el comportamiento del enfermo pueden permanecer durante mucho tiempo casi inalterados. Aunque se considera muy dotado, el enfermo nunca realiza algo positivo y solo tiene sinsabores en todas partes. A fin de evitar todas las persecuciones, el enfermo cambia de trabajo y de vivienda constantemente; pero este método solo le dura un coto lapso, hasta que se da cuenta que vaya donde vaya están sus perseguidores. A veces intenta llamar la atención sobre su persona y su pobre condición por medio de comportamientos extravagantes; pueden existir tentativas de suicidio. Las ideas de grandeza pueden convencer al enfermo de acercarse a sus ilustres padres. Son por lo general los comportamientos peligrosos los que conducen al enfermo al asilo. Cuando ingresan al asilo, los enfermos se resignan creyendo que pronto será descubierto el error. En estos momentos el enfermo oculta sus ideas delirantes. Poco a poco se le vuelve claro que el sistema secreto de las persecuciones tiene prolongaciones en el interior del asilo. En otros casos considera el estadío en el asilo como una prueba que debe soportar antes de llegar a su misión grandiosa; esto no lo deprime, por el contrario, le confirma su misión importante. La evolución posterior de la enfermedad es habitualmente muy lenta: se extiende por muchos años de manera casi inalterada. Solo tras la evolución de varias décadas se manifiesta un debilitamiento psíquico creciente a vivacidad de espíritu mientras todo el sistema delirante no cesa de enriquecerse. La frecuencia de la paranoia no es muy grande: no alcanza el uno por ciento. Los hombres parecen más frecuentemente afectados que las mujeres. Una disposición hereditaria a los trastornos mentales juega un rol importante. Las adversidades del destino, las decepciones, la soledad, la lucha contra la miseria y las privaciones son causas de esta enfermedad. Pero también debe tenerse en cuenta que los sin sabores son consecuencia del comportamiento del enfermo, perturbado tiempo atrás. En general la enfermedad se inicia entre los veinticinco y cuarenta años. Kraepelin sostiene que con una observación atenta no es difícil el diagnóstico de esta enfermedad. Se debe prestar atención a la lentitud de la evolución, el carácter particular de las ideas delirantes que se enlazan unas a otras, la conservación de la inteligencia, los pensamientos y el comportamiento. La paranoia existe desde muchos años antes de ser reconocida. Ulteriormente, todos los pensamientos y todas las acciones del enfermo están totalmente bajo la influencia del delirio, donde no escuchará razones y defenderá sus ideas obstinadamente. El tratamiento de estos enfermos no tiene más que un fin: evitar, merced de ocupaciones y distracciones, que se hundan en sus ideas delirantes. En algunos casos los enfermos son capaces de vivir en libertad sin dificultades graves, a pesar de la enormidad de su delirio.

      El delirio de querulancia representa una forma evolutiva bien particular de los delirios sistematizados. El postulado de base en este cuadro clínico está representado por la convicción de un perjuicio real y de la necesidad imperiosa para el enfermo de pelear hasta el fin por la reparación de esta injusticia que está persuadido de haber sufrido. Esta convicción se injerta sobre una desventaja cualquiera de la que el enfermo fue víctima de muy buena fe, en el curso de un proceso. Es incapaz de reconocer sus errores, de evaluar la situación objetivamente, de tener en cuenta el punto de vista opuesto, y busca únicamente que se tomen en cuenta sus concepciones y sus deseos personales de manera total. Lo que caracteriza al querulante es su incapacidad de comprender la verdadera justicia, por una parte, y el acento que pone sobre sus propios intereses por otra. El punto de partida del delirio está constituido por un desarrollo de una concepción errónea que arranca en el momento en que tiene lugar el juicio, que es siempre insuficiente. Aún las pruebas más convincentes no tienen efecto sobre ellos, pues no reconocen el valor de la investigación de los hechos. Por su inquebrantabilidad, esta convicción absoluta de un prejuicio judicial, se revela delirante desde el inicio. Todas las proposiciones que van al encuentro de sus concepciones son concebidas por el enfermo como mentiras: todos los demás son locos o mentirosos. La inteligencia y la memoria de los querulantes parecen, al comienzo, intactas. Un examen profundo permite, sin embargo, demostrar que el enfermo no comprendió por completo el sentido de su exposición, y que deforma las frases más simples. Su relato se deforma en el sentido d su delirio cada vez que lo repite. Todo el interés y charla del querulante se reduce a su asunto. Todo pensamiento y diálogo es conducido a su único tema de interés. Una muy alta estima de sí es un signo que acompaña constantemente al delirio del querulante. Se encuentra también en los querulantes una irascibilidad netamente superior a la media, y la incapacidad para reflexionar con tranquilidad. Con el paso del tiempo, la obstinación y la exaltación apasionada no hacen más que acrecentarse. Suelen escribir interminables cartas y declaraciones. Todo lo demás es sacrificado en beneficio del andar patológico, y todas sus relaciones se perturban. Después de un cierto tiempo de evolución de la enfermedad, se instala constantemente un debilitamiento psíquico. Los discursos y declaraciones del enfermo devienen cada vez más pobres, monótonos e incoherentes. La irascibilidad se disminuye, el enfermo deviene apático, inofensivo e indiferente; comienza a dejar de esperar respuestas. Pero no modifica en absoluto sus convicciones delirantes. Kraepelin sostiene que este diagnóstico presenta dificultades al comienzo, por confundirse con otros cuadros clínicos. Para el diagnóstico del delirio de querulancia es preciso retener en particular: ante todo la constitución de un sistema de ideas delirantes, la total incapacidad de aprender de la experiencia, la continua extensión de las ideas de persecución que conciernen a un número cada vez mayor de personas, el desarrollo del todo el sistema delirante a partir de un punto único que permanece siempre en primer plano y que viene de intrincarse siempre con todos los pensamientos del enfermo. El conflicto primitivo nunca encuentra fin: no c esa de amplificarse desmesuradamente y solo halla la salida aparentemente por la fuerza. Las verdaderas causas del delirio de querulancia se ubican en una predisposición mórbida, en general hereditaria. La enfermedad se desencadena entre los treinta y cinco y cuarenta y cinco años, o más tarde. La evolución de la enfermedad comporta un debilitamiento psíquico más o menos pronunciado así como ideas delirantes persistentes. Pueden observarse períodos de mejoramiento notable, donde los enfermos esconden bien sus puntos de vista. El tratamiento de estos enfermos tiene por fin sustraerlos de su entorno durante lago tiempo, puesto que este los excita.   
 

Delirio de interpretación: Seriux y Capgras

      El delirio de interpretación se caracteriza por la existencia de dos órdenes de fenómenos en apariencia contradictorios: por un lado los trastornos delirantes manifiestos, por el otro una conservación increíble de la actividad mental.

- Síntomas positivos: A Concepciones delirantes: variedades, grados de verosimilitud y sistematización, disimulación. B Interpretaciones delirantes: 1 exógenas o tomadas del mundo exterior. 2 endógenas tomadas: a) del estado orgánico; b) del estado mental; interpretación de los recuerdos: delirio retrospectivos. Transformación del mundo exterior: falsos reconocimientos.

- Síntomas negativos: A Estado mental: persistencia de la integridad de las facultades intelectuales y de los sistemas afectivos. Lenguaje, escritos, conducta. B Ausencia de trastornos sensoriales: a veces alucinaciones episódicas (síntoma accesorio y transitorio). 
 

Delirio de la reivindicación: Seriux y Capgras

      Lo reivindicadotes constituyen una categoría de personan netamente circunscripta y muy diferenciada del grupo de los interpretadores. El delirio de interpretación es una psicosis sistematizada por el predominio exclusivo de una idea fija que se impone al espíritu de forma obsesiva, orientando solo la actividad mórbida del sujeto en sentido manifiestamente patológico y exaltándolo en la medida de los obstáculos encontrados. El reivindicador se presenta como un obsesivo y un maníaco. Hay en él una combinación íntima de estos dos estados, que conducen más a un delirio de los actos que a un delirio de las ideas. Sus tendencias interpretativas y su paralógica están menos marcadas que la de los interpretadores. El delirio de interpretación y el delirio de reivindicación tienen numerosos puntos en contacto, pero son cuadros distintos. En el delirio de reivindicación se encuentran espíritus exaltados, razonadores, exagerados, fanáticos que sacrifican todo al triunfo de una idea dominante. Son desde el comienzo perseguidores y perseguidos repentinos: eligen a una persona o a un grupo de personas que persiguen con odio o amor enfermizo. A pesar de su aparente diversidad, que se debe a la variedad de la idea obsesiva, todos los reivindicadotes son idénticos. Su psicosis se caracteriza por dos signos constantes: la idea prevalente y la exaltación intelectual. Todos estos enfermos son degenerados. Tienen de ellos las marcas físicas y mentales: desequilibrio de sus facultades, obsesiones, impulsiones, perversiones sexuales, preocupaciones hipocondríacas. Su defecto al juzgar, su inestabilidad, los hace lanzarse a empresas temerarias, dilapidar su fortuna, entusiasmarse con ‘royactos o invenciones quiméricas. Algunos testimonian aptitudes remarcables: imaginación brillante, buena memoria, razonamiento hábil. Muchos de ellos están desprovistos de toda noción del bien y del mal, cometen faltas de delicadeza, abusos de confianza, estafas, teniendo permanentemente en la boca palabras de propiedad, de honor y de conciencia. Esta locura moral no constituye un carácter intrínseco de la locura de reivindicación: manifestación de tendencias individuales, puede o no existir, y ser reemplazado en algunos reivindicadotes altruistas por sentimientos éticos hipertrofiados. Ante cualquier incidente que se produzca la psicosis aparece e inmediatamente con sus dos síntomas especiales: la idea obsesiva y la manía. Los síntomas negativos son los mismos que los del delirio de interpretación. Síntomas positivos:

El delirio de reivindicación tiene una evolución estrechamente ligada por un lado a la irritabilidad de la idea dominante, y por otro lado a la persistencia de la exaltación mórbida. No hay en su evolución ninguna fase determinada. El comienzo es súbito. Lo único que permite preverlo son los signos de regeneramiento y la impetuosidad del carácter, el orgullo desmesurado y la susceptibilidad mórbida. Luego, desde el momento en que acontece una causa ocasional banal, que fija la formula de la idea obsesiva, la psicosis se manifiesta con todos sus síntomas. Después evoluciona por crisis sucesivas, separadas por intermitencias más o menos largas. La marcha de la enfermedad es remitente. Durante las intermitencias el enfermo deja de estar obsesionado, su excitación maníaca se calma o se manifiesta por medio de una leve exhuberancia. Está contento consigo mismo, no lamenta sus tribulaciones pasadas, se alegra con pequeños éxitos y dice estar preparado para emprender nuevamente la lucha. Pero apenas ocurre cualquier incidente, su humor belicoso se despierta, llevado por una obsesión, retoma sus fuerzas y se deja llevar por la excitación. La marcha progresiva del delirio se acelera a través de estas remisiones: el enfermo agranda el círculo de sus reivindicaciones. La excitación se pone al servicio de ideas obsesivas. Nuevos reclamos se suman a lo anterior, y el reivindicador deja la demanda inicial para sumirse en una nueva demanda imaginaria. Aunque con el tiempo las ideas de orgullo alcanzan un grado extremo, no llegan nunca a verdaderas concepciones delirantes, ni a la megalomanía, como sucede en los interpretadores. La internación no hace más que incrementar la excitación. Es un estado crónico incurable, pero nunca se encamina hacia la demencia. Esta psicosis es considerada como un estado mórbido continuo del carácter, que como la manifestación de una personalidad psicótica, incapaz de modificarse en su esencia. Pero, a la larga, la hiperestesia efectiva se atenúa. La excitación disminuye y termina por desaparecer: en este sentido se puede concluir que es curable. Podría ocurrir que un delirio de interpretación siguiera a un delirio de reivindicación, o se asociara a él. Las variedades de este delirio se clasifican según la idea prevalente. Se separan dos variedades, según la idea de reivindicación venga del egoísmo, delirio de reivindicación egocéntrico, o del altruismo, delirio de reivindicación altruista. En el delirio de reivindicación egocéntrica yace un hecho determinado, ya sea daño real o interpretación sin fundamentos: el enfermo apunta solo a la satisfacción de sus ideas egoístas, a la defensa de sus propios intereses. Se conduce como un ser insociable, perseguidor agresivo y llega rápidamente a ser peligroso. El delirio de reivindicación altruista se basa en una idea abstracta y se traduce en teorías. Estos pacientes son soñadores inofensivos o filántropos generosos, nocivos para ellos mismos y para su familia. También se pueden dividir estas subdivisiones según el tipo de la idea obsesiva: la idea de perjuicio, que convierte al enfermo en un perseguidor procesito; la idea de despojo, los pacientes se sienten despojados de sus bienes y se reivindican más o menos violentamente; una idea ambiciosa, que obsesiona al reivindicador convirtiéndolo, a veces, en perseguidor, incluyendo lo reivindicadotes enamorados, políticos o místicos. Algunas características incluyen el alto concepto de sí mismos, la susceptibilidad despertada ante el menor perjuicio, la imposibilidad de respetar y comprender los derechos de los demás, desarrollo progresivo del delirio introduciéndose en un punto único de naturaleza vesánica, al cual las personas vuelven siempre, e incorregibilidad absoluta. El reivindicador, fuera de lo que concierne a su sistema delirante permanece calmo y dispuesto a vivir tranquilo.

      Estos son los signos que separan el delirio de interpretación del delirio de reivindicación: Los estigmas físicos y mentales de degeneración están mucho más marcados en el reivindicador, lo mismo que sucede con los trastornos de la afectividad. Este último aparece como un espíritu exaltado, imperiosamente dominado por su pasión; el interpretador aparece como un espíritu falso, dirigido por sus tenencias paralógicas. En el reivindicador nos se descubre un tema delirante en desarrollo progresivo, sino una serie de períodos de excitación que sobrevienen cuando los hechos reales emocionan profundamente al sujeto. En el paciente interpretador aparece como una larga novela vesánica largamente preparada que se va agrandando a causa de la irradiación progresiva de la concepción predominante y de la proliferación de las interpretaciones delirantes. El delirio de reivindicación tiene como punto de partida una idea fija, el delirio de interpretación solo llega secundariamente a la idea fija, luego de una lenta incubación. El reivindicador se desgasta en esfuerzos múltiples, sacrifica su libertad, su honor, su vida. El interpretador la excitación es transitoria mientras que en el reivindicador está siempre en primer plano. Cuando recupera la clama, el interpretador no abandona sus quimeras. El reivindicador encuentra el sentido común desde el momento en que su pasión declina. El reivindicador comete errores de juicio, pero estas interpretaciones falsas no sobrepasan el límite de sus objetivos: se mantiene siempre en el terreno de las realidades. El interpretador, por otro lado, se pierde en el campo de las concepciones manifiestamente delirantes. El reivindicador conserva la noción exacta del medio que lo rodea, no se deja llevar por ilusiones de falso reconocimiento y no interpreta erróneamente las conversaciones con la gente. Ignora las persecuciones físicas y no atribuye significado a las sensaciones. Tampoco tiene ideas de grandeza propiamente dichas. El delirio de interpretación se presenta con interpretaciones múltiples, sistematización, extensión progresiva, ningún punto de partida exacto, ningún estimulante real, sino una serie de inferencias y deducciones basadas en hechos disfrazados. En el delirio de reivindicación un daño mínimo, pero real, tiene un eco exagerado en la actividad porque a esto se agrega una exaltación espontánea, independiente de este móvil.  
 

Psicosis pasionales: de Clérambault

      Un substrato afectivo se observa en las más variadas formas mentales, delirios maníacos o melancólicos, obsesiones y fobias, anomalías sexuales y delirios de persecución. El paranoico delira con su carácter. El carácter es el total de emociones cotidianas mínimas convertidas en hábito y cuya cualidad está prefijada para cada día. En los pasionales, por el contrario, se produce un nudo ideo afectivo inicial, en el que el elemento afectivo está constituido por una emoción vehemente, profunda, destinada a perpetuarse sin cesar y que acapara todas las fuerzas del espíritu desde el primer día. El inicio del delirio no está marcada en el pasado: tiene una fecha precisa de comienzo. La desconfianza del paranoico rige las relaciones del yo con la totalidad de lo que lo rodea y cambia la concepción de su yo; la pasión de los pasionales no la concepción que tienen de sí mismos, ni sus relaciones con el entorno. El pasional, ya sea erotomaníaco, reivindicativo o celoso, tiene desde el inicio de su delirio una meta precisa. Su delirio pone en juego de entrada su voluntad, y eso es un rasgo diferencial: el delirante interpretativo vive en un estado de expectación, el delirante pasional vive en un estado de esfuerzo. El delirante interpretativo vaga en el misterio, el delirante pasional avanza hacia una meta, con unas exigencias conciente, completa de entrada, no delira más que en el dominio de su deseo: sus cogitaciones están polarizadas, así como lo está su voluntad. Todo el trabajo interpretativo queda reducido al espacio que se extiende entre el objeto y el sujeto, el desarrollo de las concepciones no se hará circularmente sino en sector: si los puntos de vista se alargan en el tiempo, será permaneciendo en el mismo sector, cuyo ángulo de abertura no cambia. Contrariamente a este proceso, las concepciones en el interpretador irradian constantemente en todos los sentidos. La conclusión de un trabajo tal para el sujeto es que su personalidad, toda entera, está amenazada o exaltada. En los reivindicadotes está ausente la megalomanía absurda y de transformación del entorno. El interpretativo tiene a menudo puntos de vista retrospectivos, va a buscar explicaciones en el pasado. El pasional, que está apresurado, mira siempre hacia el futuro. Las primeras y principales convicciones del pasional se obtienen por deducción del postulado (en este autor el postulado reemplaza a la idea prevalente de Seriux y Capgras). Si se suprimo el postulado, toda idea delirante en los pasionales cae. Ninguna de las convicciones de los interpretativos, en cambio, puede ser calificada como el equivalente del postulado: no hay directiva. En el interpretador se encuentran muchas ideas prevalentes. Este término, en sentido estricto, solo se aplica a los pasionales. En el núcleo ideo – afectivo que constituye el postulado, el primero de los dos elementos cronológicamente es la pasión. El mecanismo pasional de la erotomanía explica la presentación hipomaníaca tan frecuente. El erotomaníaco es un excitable excitado, lo mismo que el reivindicador. El erotomaníaco, ya antes de la fase de despecho, es un reivindicativo, pero condescendiente. Comparte las ideas de Seriux y Capgras, pero añade que los dos cuadros de delirio proceden de un dato único: la patogenia pasional. De rasgos tales como la animación inicial, el objetivo único y conciente de entrada, el olvido de cualquier cosa menos de la pasión, es de donde deriva la limitación de las ideas de persecución y de grandeza, al servicio de los intereses únicos de esta pasión, y la ausencia habitual de exceso en las concepciones terminales. Los delirios pasionales son en gran medida interpretativos, pero es solo secundaria. Desde que aparecen estos estados están marcados por la puesta  en juego de la pasión, hasta entonces ausente. Toma lo que dicen Seriux y Capgras sobre las diferencias entre delirio interpretativo y delirio reivindicativo y los hace equivaler a la oposición entre el primero y el delirio erotomaníaco.  
 

Demencia precoz: Kraepelin

      Comienza este informe con el caso de un joven que ingresa a la sala de entrevista tranquilamente, sin manifestar emoción y sin prestar atención a nada, aunque es conciente de lo que pasa alrededor suyo. Comprende perfectamente todo lo que se le dice, pero para obtener una respuesta es necesario hablarle muy despacio y repetir la pregunta. Él se considera enfermo, pero no tiene una noción precisa de los trastornos que experimenta ni sus características. Es hipocondríaco. Atribuye su enfermedad a las prácticas de onanismo de su infancia. Ha terminado toda relación con su entorno. Habla constantemente en tono monótono, sin signos de sentimientos en su rostro. Sabe perfectamente donde se encuentra, pero no le preocupa nada de lo que lo rodea. No siente la necesidad de hablar, por eso solo emite monosílabos. No se lo puede sorprender en la menor manifestación de voluntad. Sufre de una disminución de los sentimientos afectivos. Lo que ocurre alrededor suyo no le afecta. Conserva la inteligencia y la memoria. Permanecen días y días acostados, sin la necesidad de ocuparse. No habla, no se interesa por nada, permanece inmóvil. Por momentos ríe sin razón. La ausencia de afectividad coincide con una pérdida de juicio especial, esto último contrasta con la persistencia de los conocimientos adquiridos previamente. Este estado mórbido se traduce por la degradación de la inteligencia y la afectividad. Además de la degradación intelectual y la pérdida de las reacciones sensitivas los enfermos presentan una risa tonta y vacía, que no responde a ningún sentimiento de alegría. Otros signos de gran valor son las muecas, las contorsiones, los finos temblores de rostro, la tendencia a usar lenguaje estrafalario, a hacer palabras por asonancia sin preocuparse por el sentido. Cuando se les tiende la mano abierta, ellos ponen la suya muy rígida. Kraepelin piensa que el onanismo es más una manifestación que la causa de la enfermedad. La demencia precoz comienza por una fase de depresión. Los pacientes están ansiosos y luego se vuelven atontados. Kraepelin también da el ejemplo de un jornalero. Todos los movimientos de estos pacientes muestran cierta incomodidad y falta total de iniciativa. Tienen flexibilidad cérea; es decir, que copian los movimientos que ven. Tienen desigualdad pupilar. Es un estado patológico que se relaciona con el juicio y no con la memoria. La emotividad está muy atacada, por lo que se encuentran alteradas todas las manifestaciones de la voluntad que están bajo se dependencia. Hay una ausencia de toda actividad intelectual, un desapego a todas las cosas, y una imposibilidad de librarse a todo acto espontáneo. Estos síntomas representan, junto con el debilitamiento del juicio, las características fundamentales y permanentes de la demencia precoz. Todos los demás signos que se manifiestan, aunque pueden tomar un primer plano, no son primarios. La primera fase de la demencia precoz se caracteriza por estados de depresión con alucinaciones sensoriales, muy marcadas al comienzo, o con delirios estúpidos. Las modificaciones de la emotividad, aunque constantes, son poco apreciables en un comienzo. Por último Kraepelin da el ejemplo de un cartero. La llegada a la clínica no suscita ninguna reflexión en estos pacientes. Se constatan una exageración muy marcada de los reflejos rotulianos. Los rasgos principales son: emotividad debilitada, ausencia de voluntad espontánea, sugestionabilidad, alucinaciones sensoriales, una manera particular de tender la mano. Se resisten a toda actividad que se le solicite. El estado de imbecilidad es el final más común. Pero también hay casos donde existen las mejoras, y se los puede considerar curados. Los enfermos han perdido actividad e inteligencia, su emotividad está restringida, pero pueden retomar su antiguo lugar en la vida. Sus mejoras, son solo momentáneas por lo general, y las recaídas que se producen sin motivo aparente, toman entonces un aspecto más serio.  
 

Demencia precoz: Kraepelin

      Kraepelin comienza haciendo una introducción de la historia de la escuela alemana. En el siglo XX hubo un debate que opuso a las dos grande escuelas que fundaron la clínica: la escuela francesa y la alemana, desembocando en una simple coordinación de la nosología alemana con el efímero concepto krapeliano de parafrenia y en una verdadera síntesis en la escuela francesa. La gran guerra interrumpió de manera duradera entre escuelas, en tanto que la propagación universal de las concepciones alemanas, facilitada por la difusión del pensamiento freudiano, iban a cerrar definitivamente un debate interrumpido demasiado pronto. Todo comienza con Kraepelin y la introducción, en la sexta edición (1899), el concepto de demencia precoz. Este concepto capitaliza el esfuerzo más específico de la escuela alemana. Kraepelin encuentra su fuente en el pensamiento de Griesinger, el fundador de la escuela clínica alemana, y su concepción de la locura como un gran ciclo donde cada especia sindromática representa una etapa de la degradación progresiva del espíritu que constituye la enfermedad mental. La herencia de Griesinger se invistió en el pensamiento de Kahlbaum, quién propone a partir de 1863 un bosquejo nosológico de gran originalidad del que procede la mayoría de los conceptos nosológicos kraepelianos. Él intenta una diferenciación de las psicosis en función de su desarrollo diacrónico, pero por sobre todo su terminación. De esta forma opone las formas cuya evolución clínica es ineluctablemente desagregativa, de aquella s que evolucionan sin regla particular pero dejan en su decurso un psiquismo intacto; y las formas estables cuya evolución cuantitativa del modo de inicio resume las capacidades diacrónicas. Hasta Kraepelin la clínica alemana permanece débilmente estructurada. Recién a partir de su cuarta edición (1893), donde aparece una clase de procesos psíquicos degenerativos, rebautizados procesos demenciales en la quinta edición (18996), donde Kraepelin reagrupa la hebefrenia y la catatonia de Kahlbaum, con una nueva forma delirante particularmente florida e incoherente, rápidamente discordante y desembocando bastante rápido en el debilitamiento psíquico disociativo: la demencia paranoide. En contrapartida, los estados secundarios desaparecen de la nueva clasificación, completamente absorbidos por la constitución del nuevo grupo. En la misma época, Kraepelin divide la gran clase de los delirios sistematizados (paranoia) en formas no alucinatorias y alucinatorias. En su sexta edición (1899) decide reagrupar procesos demenciales y paranoias fantásticas creando un único cuadro: el de la demencia precoz. Esta configuración nosológica va a dar vuelta al mundo y quedar como base del trabajo conjunto de los trabajos clínicos y psicopatológicos ulteriormente consagrados a la psicosis.

      El concepto kraepeliano de demencia precoz está constituido alrededor de la distinción entre, por una parte, un síndrome basal caracterizado por el doblegamiento afectivo, la indiferencia, la apatía, la ausencia de iniciativa voluntaria, la desorganización del pensamiento y de la psicomotricidad, y por otra parte de síntomas accesorios variados (depresión, excitación, ideas delirantes, alucinaciones, síndrome catatónico) que especifican las formas clínicas de la afección. El síndrome basal define esta demencia muy particular que constituye la esencia de la afección, y del cual la emergencia y la dominación progresiva resumen de hecho la evolución de las diversas formas clínicas. Afecta esencialmente a la esfera afectiva y volitiva, soporte y corazón de la personalidad, que ella desagrega. Todo el esfuerzo de Kraepelin conduce sobre un diagnóstico que anticipe sobre la evolución ineluctable de la demencia precoz, detectando los primeros signos del síndrome basal en medio de la masa de síntomas secundarios que inicialmente y con frecuencia los enmascaran.

      Kraepelin sitúa bajo el término de demencia precoz una serie de cuadros clínicos que tienen la particularidad común de culminar en estados de debilitamiento psíquico característicos. No es sistemático, pero su frecuencia es muy grande. Las lesiones corticales solo son, en el mejor de los casos, parcialmente reversibles. En el interior de la demencia precoz existen tres grupos principales: la hebefrenia, la catatonia y la demencia paranoide. La primera es lo que Kraepelin venía llamando hasta el momento demencia precoz; la segunda es la catatonia de Kahlbaum; y la tercera incluye no solo los cuadros clásicos ligados a la demencia paranoide, sino también los cuadros clínicos considerados antes como paranoia, pero que evolucionan rápidamente hacia un profundo debilitamiento psíquico.. Todo el campo de la demencia precoz recubre procesos demenciales. Hay una diversidad muy grande en los estados clínicos observables dentro del cuadro de la demencia precoz, sin embargo en todos los casos encontramos trastornos fundamentales bien específicos, que pueden ser en principio no muy marcados y que se vuelven nítidos sobre el final de la evolución, cuando las modificaciones durables y características de la vida psíquica  engendradas por la demencia precoz no están enmascaradas por los signos secundarios que acompañan a la enfermedad.

La demencia precoz está compuesta por diferentes modalidades evolutivas mórbidas que tienen el mismo punto de partida. La demencia precoz se diferencia de otras enfermedades por tener un pronóstico relativamente más favorable. Los síntomas más comunes de la demencia precoz incluyen un debilitamiento mental, el aspecto insensato de quejas hipocondríacas, la ausencia de la capacidad de juicio, la indiferencia con respecto a las actitudes de las personas que los rodean, la actitud alelada, la ausencia de mejoría durante los momentos de alivio, y manifestaciones de automatismos de comando y negativismo. Aquí se sitúan algunas diferencias entre la demencia precoz y otras enfermedades:

 
 
 

Psicosis alucinatoria crónica: Ballet

      Cuando se aborda el grupo de las psicosis, la etiología se vuelve dudosa, la patogenia se vuelve oscura, y la anatomía patológica casi nula. Los únicos recursos para establecer entidades mórbidas residen en la sintomatología y evolución de los trastornos. Incluso la noción de evolución es a veces poco segura, ya que la misma enfermedad puede tener un desarrollo y un desenlace variable. Las individualidades clínicas que se aceptan deben ser tomadas como provisorias. Los hechos que ballet reúne bajo esta denominación no son nuevos, pero fueron agrupados y clasificados de una manera distinta a la que él propone. Los cuadros en lo que estaban clasificados les parecían insuficientes. Anteriormente la psicosis era caracterizada como con un comienzo de un estado cenestésico penoso con una inquietud indeterminada; el cual conduce, lenta o rápidamente, a ideas explicativas de persecución y de prevención. Estas mismas ideas se yuxtaponen, se reemplazan o se suceden con rapidez o lentitud. Se asocian con alucinaciones de variados sentidos que parecen determinarlas. Pero estos casos solo eran considerados desde el punto de vista sintomático y haciendo abstracción de su evolución. Según Magnan (francés como Ballet, pero de otro hospital) los delirios de persecución, con alucinaciones se dividen en dos grupos completamente diferentes: unos pertenecen al delirio crónico y los otros al delirio de los degenerados. Ballet lo critica en primer lugar diciendo que el delirio no es solo de persecución, sino también de pretensión. El delirio crónico se caracterizaba nosológicamente por su etiología especial y su evolución lenta, progresiva y regular. Desde el punto de vista etiológico, sobrevendría habitualmente en forma bastante tardía en individuos con herencia psicopatológica leve, y normales hasta la aparición de los primeros síntomas. Desde el punto de vista evolutivo recorre cuatro períodos muy diferentes unos de otros: el período de inquietud o de interpretación delirante, el período de ideas de persecución con alucinaciones, el de ideas pretenciosas, y finalmente la demencia. Los delirios degenerativos tendrían causas, fisonomía y desarrollos muy distintos: sobrevendrían con frecuencia de modo precoz, en individuos con herencia psicopática pesada, habiendo presentado antes de su aparición signos de desequilibrio mental o de debilidad; evolucionarían sin períodos regulares, y se caracterizarían por su polimorfismo. Ballet piensa que esta concepción no puede ser conservada con el rigor nosológico que se le ha otorgado. Ballet quiere separar del grupo de los delirios aquellos que no están marcados por las alucinaciones (delirios de interpretación). En este texto se encarga de los delirios alucinatorios. Crítica el concepto de delirio crónico porque dice que son excepcional las veces que en la clínica se encuentra en forma esquemática este delirio. La tercera fase parece más bien una asociación de ideas pretenciosas y de persecución que una sustitución de las primeras por las segundas. Por otra parte, no está demostrado que se constante la cuarta fase. La herencia ocupa aquí un lugar preponderante entre las causas predisponentes. Le herencia ocupa el mismo lugar en los degenerados que en los perseguidos, lo que influye no es la tara hereditaria en sí misma, sino la forma que se transmite a sus descendientes. Ballet dice que el delirio de los degenerados existe con las características que le fueron asignadas: delirios sin evolución regular que aparecen en sujetos que aparecen en sujetos con una pesada herencia psicopática, sujetos débiles o desequilibrados desde siempre. El polimorfismo, característico del delirio de degeneración, se puede subdividir en dos tipos: polimorfismo a través del tiempo o sucesivo (aparece como una sucesión de estados diversos, agitación o depresión, e ideas delirantes variadas, sin esbozo de sistematización), y polimorfismo simultáneo (se manifiesta por la multiplicidad de ideas delirantes). En estos delirios polimorfos se asocian en una vaga sistematización ideas de persecución, de celos hipocondríacos, místicas, eróticas, megalómanas. En el fondo, estas concepciones tan diferentes, no son sino aspectos diversos de dos formas de ideas delirantes: las ideas de persecución y las ideas pretenciosas. En conclusión, Ballet no piensa que el polimorfismo tenga la importancia que se le ha atribuido. No le parece fundada la separación que se quiso establecer de los delirios alucinatorios en dos grupos distintos desde el punto de vista etiológico, sintomático, evolutivo y pronóstico. Sostiene que es cierto que hay diferencias sintomáticas y evolutivas en los dos extremos de la serie: en la base, la sistematización delirante solo está esbozada, mientras que en la cúspide del delirio de sistematización es más perfecta. El terreno sobre el cual se desarrolla la afección varía según los casos. Pero esto no alcanza para separar lo delirios. Por otra parte, Ballet critica que Kraepelin haya considerado que todos los casos que terminan en demencia pertenecen al mismo grupo. Así agrupo dentro de la demencia precoz a la catatonia, la hebefrenia y la demencia paranoide, que solo formaba un subgrupo dentro de esta. Ballet le critica esto diciendo que en las formas de psicosis alucinatoria mejor sistematizadas la demencia adviene tardíamente. Y además dice que, suponiendo que todas las demencias paranoides terminen demenciados, no alcanza para acercarlas a la hebefrenia y a la catatonia. Lo que en otros autores es la demencia paranoide, en Ballet es la psicosis alucinatoria crónica. Resumiendo podemos decir que Magnan disoció demasiado, separando en dos grupos distintos hechos que no parecen nosiológicamente separables; Kraepelin, por su parte, sintetizaron demasiado fusionando la demencia paranoide con la hebefrenia y la catatonia. Las diferencias de evolución y terminación, que son reales, no alcanzan para permitir disociar el grupo. Las variables del terreno sobre las que se asientan la enfermedad explican las variaciones que se observan en la marcha.

      Ballet resume las características principales de la psicosis alucinatoria crónica incluyendo las siguientes: desde el punto de vista etiológico, el terreno está preparado por la herencia; en gran parte de los casos se encuentran trastornos de carácter previos al desarrollo del delirio. La debilidad mental es raramente advertida en este tipo de psicosis. Ballet llama síntomas constantes a los síntomas basales, e inconstantes a los secundarios. Entre los síntomas constantes se ubica el estado cenestésico penoso (cenestésico es la sensación general de la existencia y del estado del propio cuerpo, independiente de los sentidos externos, y resultante de la síntesis de las sensaciones, simultáneas y sin localizar, de los diferentes órganos) e inquietud. El trastorno intelectual está condicionado por un trastorno cenestésico. El trastorno trata de un sentimiento vago de inquietud que extraña y sorprende al enfermo, más que entristecerlo. La inquietud no es puramente de carácter intelectual, es también de carácter afectivo. Este trastorno se asocia desde el comienzo a las ideas de persecución y alucinaciones de variados sentidos, entre los cuales las alucinaciones auditivas ocupan el primer lugar. A estos síntomas constantes hay que agregar la idea pretenciosa de grandeza, de fortuna, que no forma parte necesariamente del cuadro clínico. La génesis de estas ideas aparecen con motivo de una alucinación, un sueño o una lectura. Si las ideas de persecución y las ideas pretenciosas se asocian con tanta frecuencia, es porque son manifestaciones de una misma configuración mental, a la vez constituida de vanidad y desconfianza. La evolución de esta psicosis varía según los casos; excepcionalmente tiene cierta regularidad, y se llegan a discernir más o menos claramente las cuatro fases. Con más frecuencia la evolución es irregular, las ideas de pretensión y persecución se asocian, la afección parece avanzar a veces por sobresaltos con fases de remisión y períodos de calma, quizá más aparentes que reales. El proceso evoluciona siempre con cierta lentitud, puesto que el período de inquietud abarca un período más o menos largo, hasta que se afirman las alucinaciones con las ideas delirantes que la acompañan (hay casos en los que la instalación de los trastornos delirantes y fenómenos alucinatorios es rápida). El pronóstico de esta psicosis es siempre grave: puede evolucionar acentuándose, y sin períodos de alivio, durante muchos años hasta el debilitamiento intelectual; otras veces el delirio parece atenuarse luego de remisiones o sin remisiones aparentes, y el enfermo se estereotipia en un estado donde las ideas de persecución o pretensión y las alucinaciones persisten pero medio desdibujadas; por último, en algunos casos, delirio y alucinaciones se atenúan aún más y son remplazadas por un fuerte estado de decaimiento intelectual. La psicosis alucinatoria crónica se revela como presentando una real autonomía clínica a pesar de las diferencias de detalle que aparecen en los casos. Esta psicosis se descubre generalmente en sus comienzos por un estado cenestésico penoso, que conduce a ideas explicativas de persecución y pretensión. Estas ideas se yuxtaponen o se suceden entre ellas mismas, se asocian entre ellas con alucinaciones de los diversos sentidos. Uno de los síntomas que caracteriza a esta psicosis es la desagregación inicial y persistente de la enfermedad. El eco de pensamiento también se puede ubicar como un síntoma nodal de esta afección; y se encuentra cuando los enfermos dicen que se les adivina y se les repite el pensamiento.  El eco de pensamiento es de una importancia capital en esta afección, y evidencia la desagregación de la personalidad  que es el rasgo esencial de la psicosis alucinatoria crónica y sirve para diferenciarla de otros cuadros. La desagregación de la personalidad se produce espontáneamente, y se instala de forma crónica y definitiva, lo que constituye la característica psicológica principal de la enfermedad. Las ideas de persecución no son las que dan a la psicosis su carácter propio, aunque habitualmente se piense eso. Las alucinaciones son parte integrante necesaria de la sintomatología  de esta afección. Pero las alucinaciones suponen que la personalidad ya esta desagregada, y ellas son una manifestación de esta desagregación. De la desagregación de la personalidad derivan el eco de pensamiento y las alucinaciones. Esto es lo que se encuentra sobre la base de la psicosis alucinatoria crónica, ya que las ideas delirantes de persecución y de grandeza son secundarias y contingentes. Las ideas de persecución son habituales en las psicosis alucinatoria crónica porque constituyen la interpretación más plausible de un trastorno del cual los enfermos tienen conciencia pero que no conectan con su propia personalidad a causa de la disociación de esta. La idea de persecución es un fenómeno secundario en la psicosis alucinatoria crónica. Aquí el primer período de la afección está caracterizado por un malestar que corresponde al comienzo de un proceso de desagregación. La idea de persecución puede incluso no aparecer en el período de las alucinaciones. La psicosis alucinatoria crónica es una enfermedad que consiste esencialmente en la desagregación de la personalidad, y por esto está acompañada de alucinaciones auditivas y por el eco de pensamiento. Las ideas de persecución, aunque constituyen el fenómeno sintomático más destacado de la afección, no son más que un fenómeno accesorio y secundario, en oposición a lo que se piensa generalmente.  
 

Parafrenia: Kraepelin

      La desintegración de la personalidad psíquica se cumple en la demencia precoz de forma tal que los desórdenes de las emociones y de la volición dominan, en primer plano, el estado mórbido. En contrataste con esto existe un grupo relativamente pequeño de casos, en los cuales el desarrollo de los desórdenes de la emoción y la volición es más lento, y la armonía interior de la vida psíquica está considerablemente menos involucrada; en los cuales la pérdida de la unidad interior está esencialmente limitada a ciertas facultades intelectuales. Los delirios marcados y la coloración paranoide del cuadro mórbido son comunes a todas estas formas clínicas, que no pueden ser rigurosamente separadas (la demencia precoz y la parafrenia). Al mismo tiempo, existen anormalidades en la disposición, pero hasta los últimos períodos de la enfermedad no aparecen ese embotamiento y esa indiferencia que tan frecuentemente constituyen los primeros síntomas de la demencia precoz. Por último, también la actividad aparece  frecuentemente influenciada mórbidamente, pero esencialmente solo por los contenidos anormales del pensamiento y por el humor. Solo se observan de tanto en tanto indicios de desórdenes de la volición. El agrupamiento de estos ataques presenta grandes dificultades, y esto texto consiste en un primer intento de Kraepelin por hacer la separación. Las parafrenias muestran una mezcla de delirios de persecución y de exaltación que se desarrollan lenta, pero continuamente. Kraepelin distingue cuatro tipos de parafrenia: la parafrenia sistemática es la principal, asociadas a ella existen como pequeños grupos, estrechamente relacionadas entre sí, la forma expansiva y la confabulatoria; mientras que la forma fantástica tiene una presencia excepcional.

 
 
 
 
 
  Sistemática Expansiva Confabulatoria Fantástica
Definición Desarrollo insidioso de delirio de persecución progresivo. Mas ideas exaltadas pero sin deterioro de la personalidad. Megalomanía exuberante. Humor exaltado. Excitación leve. Predominan falsos recuerdos. Crecimiento florido de delirios extrordinrio, pero cambiantes, desconectados.
Comienzo Lento cambio de conducta. Se repliega. Irritable, violento, silecioso. Gradual. A veces subaguda. Le precede depresión. Cambio gradual de conducta. Callados, iritables. Mal huor. Debilitado, deprimido.
Persecuciones En primer plano. Atormentador, tensión. Deconfianza. Crece en el curso de la enfermedad. En 2° grado. Se acoplan a la megalomanía. Si. Si, parecen luego lentamente.
Ideas delirantes De influencia: eléctricas, magnéticas. Megaomanías eróticas y religiosas. Con el curso del tiempo produce ideas sexuales. En 1° plano: eróticas, religiosas, megalomanía,  exaltadas. Megalomanía, ideas extraordinarias con la forma de experiencias personales. Exaltación con ideas delirantes repentinas.
Falsos recuerdos Recuerdos delirantes. Memoria sin desorden. Experiencias remots que relaciona con la actual. Memoria no alterada. En 1° plano. Narración detallada. Repentinos. Relación con niñez. No son ideas conectadas.
Alucinaciones Predominio de auditivas. Hay menos olfativas, tástiles y visuales. Visulaes pronunciadas. Auditivas. Aparecen bastante pronto. Auditivas. Auditivas, de influencia, disestesias (maléficas, mágicas).
Humor Ansioso, depresivo. Se vuelve hostil, violento, altanero. Irresponsable. Alegre, bromista. Irritable, autoconciente. Exaltado, feliz. También irritables. Exaltado a indiferente. Triste. A veces violento. Conducta afectada.
Curso de la enfermedad Declinación psíquica. Lento proceso. Los delirios se vuelven absurdos. Permanecen lúcidos, orientados sin desorden de voluntad. Institucionalizados. No se recuperan, pero no se vuelven dementes. Más hombres. Aparece entre los 30 y los 40 años. Cambia lentamente. Lúcidos y razonantes. Delirios más absurdos. Distraídos, falta de juicio. No hay demencia profunda. Son mayoría de mujeres. Aparece entre los 30 y 50 años. Progresiva. Crecimiento frondoso de falsos recuerdos que luego desaparecen. Lucidos. Deterioro pero no demencia. Aparece entre los 20 y los 50 años. Son poco casos. Ataca ambos sexos por igual. Progresivamente ideas se vuelven confusas. Comportamiento bizarro. No hay grado elevado de debilitamiento psíquico. Ataca mayoritariamente al sexo masculino. Aparece entre los 30 y 40 años.
Delimitación (diagnóstico diferencial) Demencia paranoide. Es distinto por el estado terminal (conservación de la personalidad). A diferencia de los alcoholicos, tiene una declinación rápida. Las alucinaciones etsán en primer plano. Con demencia paranoide: poo daño de personalidad y ausencia de desorden volitivo. Con parafreia istamática: alucinaciones auditivas en influencia en 2° plano. Con demencia paranoide: no hay ideas de influencia corporal ni desórdenes volitivos. Con formas paranoides de la demencia precoz: la actividad mental se conserva.

Esquizofrenia: Bleuer

      Intenta ampliar el concepto de Kraepelin sobre las ideas de Freud. Cierto número de síntomas indican una tendencia al deterioro (demencia). Además de la misma sintomatología, se encuentra el mismo resultado final, no cuantitativa, sino cualitativamente, en términos de la dirección en la que se desarrolla la enfermedad.  En un principio la demencia no se distingue de sus síntomas secundarios. Bleuer acuña un nuevo término para la enfermedad porque dice que: demencia precoz solo designa a la enfermedad y no al enfermo; sostiene que no en todos los casos aparece precozmente, y no siempre termina en demencia. La llama esquizofrenia el desdoblamiento de las distintas funciones psíquicas es una de sus características más importantes. Consiste de un grupo de psicosis cuyo curso es a veces crónico y a veces está marcado por ataques intermitentes, y que puede detenerse o retroceder en cualquier etapa, pero que no permite una completa restitutio ad integrum. La enfermedad se caracteriza por un tipo específico de alteración del pensamiento, los sentimientos, y la relación con el mundo exterior. Incluye un desdoblamiento más o menos nítido de las funciones psíquicas. Si la enfermedad es pronunciada, la personalidad pierde su unidad: en diferentes momentos, diferentes complejos psíquicos parecen representarla. La integración de los diferentes complejos e impulsos es insuficiente o falta por completo. Los complejos psíquicos no se combinan en un conglomerado de esfuerzos con un resultado unificado, como ocurre en la persona sana, sino que un conjunto de complejos domina la personalidad por un tiempo, mientras que otro grupo de ideas son segregados y parecen parcial o totalmente impotentes. Las ideas son elaboradas solo parcialmente y se pone en relación de un amanera ilógica  fragmentos de ideas para constituir una nueva idea. Los conceptos dejan de ser completos, parecen prescindir de uno o más de sus componentes esenciales. El proceso de asociación opera con fragmentos de ideas y conceptos: da por resultado asociaciones que individuos normales considerarían incorrectas, extrañas e imprevisibles. Con frecuencia el proceso de pensar se detiene en medio de un pensamiento, o en el intento de pasar de una idea a otra, cesa por completo. Afloran nuevas ideas que no se pueden relacionar con lo anterior. No hay trastornos primarios de la atención, la percepción o la memoria (síntomas negativos). En los casos más graves faltan por completo las expresiones afectivas y emocionales. En los casos más leves el grado de intensidad de las reacciones emocionales no guarda proporción con los acontecimientos que provocaron las reacciones. Las variaciones afectivas pueden variar desde una completa carencia de expresión afectiva hasta respuestas afectivas exageradas. La afectividad puede manifestarse como cualitativamente anormal. Entre los síntomas accesorios se encuentran alucinaciones, ideas delirantes, estupor, manía, fluctuaciones afectivas melancólicas y síntomas catatónicos. Existen cuatro subgrupos que se distinguen por los síntomas accesorios:

Los síntomas fundamentales consisten en trastornos de la asociación y la afectividad, la predilección por la fantasía en oposición a la realidad, y la inclinación a divorciarse de la realidad (autismo). Funciones simples alteradas:

Funciones simples intactas: La sensación, la memoria, la conciencia, y la movilidad no están afectadas directamente. Las anomalías en estas esferas, que solo se detectan en pacientes avanzados, son solo secundarias, aunque a veces pueden dominar el cuadro clínico.

Funciones compuestas: la esquizofrenia se caracteriza por una peculiar alteración de la relación entre la vida interior del paciente y el mundo exterior. La vida interior adquiere preponderancia patológica (autismo).

La conducta esquizofrénica se caracteriza por la falta de interés, de iniciativa, y de una meta definida, por la adaptación inadecuada al medio ambiente, por la no consideración de muchos factores de la realidad, por la confusión, y por repentinas fantasías y peculiaridades. Lo notable en los casos leves, es su sensibilidad; pero igualmente están capacitados para vivir entre la gente normal. Los pacientes se apartan más y más de lo normal en su comportamiento, y se vuelven extravagantes. Tienen tendencia a la bufonería y a coleccionar cosas.

Síntomas accesorios: Los síntomas fundamentales no se manifiestan, en un comienzo, con la suficiente fuerza como para la internación; sino que son los síntomas accesorios los que llevan a consultar. Estos síntomas accesorio pueden presentarse durante todo el curso de la enfermedad, o solamente en períodos arbitrarios d ella. Son ellos los que proporcionan el sello exterior al cuadro patológico. Ellos incluyen: las alucinaciones e ideas delirantes, las perturbaciones de la función de la memoria y los cambios de la personalidad, el habla, escritura y varias funciones físicas modificadas, síntomas catatónicos.

 
 

Psicosis basadas en el automatismo, De Clerambault (1925)

      Resumen: 1° las psicosis crónicas de persecución, llamadas sistemáticas progresivas, no deben ser estudiadas aisladamente, sino junto con la psicosis alucinatoria crónica de hipocondría, de posesión y de influencia. 2° su fuente no se encuentra en la ideación ni tampoco en la afectividad: reconocen un origen histológico. Los elementos considerados hasta ahora como esenciales (temas ideativos, tonalidad afectiva, grado de sistematización) son accesorios; lo primordial es el elemento alucinatorio. 3° Las psicosis alucinatorias crónicas llamadas sistemáticas son resultado de procesos mecánicos extra conciente, y no productos de la conciencia. 4° De este modo estas psicosis se reintegran a la neurología. El automatismo mental es un síndrome clínico que contiene fenómenos automáticos de tres órdenes: motor, sensitivo e ideoverbal. Engloba a todos los tipos de alucinación conocidos, pero se prefiere utilizar el término automatismo verbal para hablar de alucinación. Este síndrome es el elemento inicial, fundamental, generador de las psicosis alucinatoria crónica. La idea dominante de la psicosis no es su generadora. El núcleo de dichas psicosis está en el automatismo, siendo la ideación algo secundario. En esta concepción se invierte la fórmula clásica de las psicosis. Son las alucinaciones las que crean las ideas de persecución. La mayor parte de los perseguidos alucinados son falsos perseguidos. Por otro lado vemos que los primeros trastornos experimentados en el terreno ideoverbal (especialmente el eco de pensamiento) son de tenor neutro y pueden persistir mucho tiempo, en ocasiones casi indefinidamente, sin modificar el carácter del enfermo y sin el agregado del delirio. El contenido ideativo de las alucinaciones ideoverbales tiende siempre a hacernos olvidar que lo único que importa científicamente es su mecanismo. Deben ser encaradas solo en bloque y asimiladas, en naturaleza, a las alucinaciones sensitivas de todo tipo, y a las alucinaciones motrices, constituyendo así estos tres grupos un triple automatismo de origen unívoco. Tal automatismo es una secuela tardía de una infección o una intoxicación. El proceso alucinatorio crónico es una secuela lejana de infecciones olvidadas o que pasaron desapercibidas; sin contar las condiciones constitucionales más que como predisponentes. El proceso alucinatorio sería una secuela tardía y sutil, resultado de efectividades insidiosas y sistemáticas. El ataque sufrido por las células es sutil y sistemático. Los nervios impactados de una misma afección van restringiéndose con la edad. Entre demencia y psicosis sistemática se extienden infinitud de casos que hacen que los casos extremos, diferentes por su tenor, son idénticos por su naturaleza. La lentitud del ataque es un factor de sutileza de la lesión, además favorece al juego de las efectividades solidarias. El período de latencia entre la infección y la psicosis, con la edad, e independientemente de la edad, es un factor de reparto sistemático; de sistematización en el sentido neurológico de la palabra. En un número de casos se establece confusión demencial, mientras que en otros se establece confusión paranoide. Las formas neurológicas más sistematizadas se observan en la edad adulta, los casos más jóvenes son menos regulares. La idea delirante es la acción de un intelecto y una afectividad, conservados sanos tanto el uno como el otro a los trastornos del automatismo, surgidos espontáneamente y que sorprenden a enfermo en la mayor parte de los casos en el pleno período de neutralidad afectiva y de quietud intelectual.

  1. Dentro del automatismo sensitivo se incluyen todos los modos de sensibilidad. En general varios modos de sensibilidad son afectados simultáneamente. Sin embargo se encuentran automatismos monocordes. La intensidad, lo imprevisto, la constancia y la extrañeza de la sensación son las que incitan a estos sujetos débiles o seniles a tender hacia una explicación exógena. La interpretación recae sobre trastornos reales; pero sea cual fuere la sede del trastorno neurológico basal, siempre es el punto de llegada a la conciencia que lo psíquico se apodera de él, siendo por lo tanto lo mismo los fenómenos afectivos e intelectuales. Ante la pareja de idea más sensación es imposible juzgar si hay delirio interpretativo sobre sensaciones reales basales o delirio alucinatorio propiamente dicho. Las dosis respectivas de ambos factores son variables. La relación entre automatismo e ideas es la misma se trate de n automatismo sensitivo de orden sensorial, cenestésico o emotivo, de un automatismo motor o del automatismo mental propiamente dicho. En todos los casos el deliro no será más que una reacción casi obligatoria del psiquismo conservado intacto a trastornos neurológicos de orden inferior y de características subjetivamente insólitas artificiales.
  2. Generalmente los trastornos cenestésicos son múltiples y polimorfos. Frecuentemente son provocados por una lesión visceral auténtica. Se presentan especialmente a la interpretación porque son innumerables, variados, indecibles, angustiantes por sí mismos, frecuentemente enigmáticos en todos los casos. Si antes de los trastornos cenestésicos intensos, el sujeto ya estaba dispuesto a la hipocondría, su delirio está trazado de antemano. La extrañeza de las explicaciones en el delirio corresponden a la extrañeza de las sensaciones. Esta extrañeza de sensaciones es muy estimulante para la imaginación, y pone en juego todas las latencias supersticiosas. Las doctrinas del momento y la actualidad influyen sobre las construcciones delirantes. El poseído cree llevar dentro de sí seres inteligentes. Sensaciones kinestésicas de todo tipo pueden dar lugar a un sentimiento de posesión, pero esta vez de posesión externa. Lo mismo ocurre con sensaciones emocionales sin causa, no previstas por el enfermo y no reconocidas como propias. La tendencia a la explicación exógena se lleva al extremo y se desarrolla como la idea de persecución en algunos casos. Transiciones continuas enlazan los delirios hipocondríacos, de posesión y de persecución. Estas transiciones se observan en el orden afectivo, en el orden sensitivo y en el orden ideativo. La elección de delirio depende de las modalidades intrínsecas de la sensación inicial, el carácter previo del sujeto, y sus ideas y las idas ambientales.
  3. Las alucinaciones visuales muy rara vez se dan aisladamente. Aisladas o asociadas a otras alucinaciones difieren de ellas en que la noción d su irrealidad forma parte de su apercepción. Son intrínsicamente neutras: la ansiedad la disipa, un estado de euforia las favorece. La alucinosis es la producción crónica de alucinaciones en un sujeto pero sin interpretación, se acompaña de un estado afectivo neutro. L sujeto sufre los fenómenos sin ubicar la causa, los sufre con un leve asombro, sin que le inquieten en absoluto las dudas sobre su realidad. El sujeto termina por ceder a las explicaciones, todas fantasmáticas, que se ofrecen y que s ele imponen; no se puede trazar delimitación entre credulidad y delirio.
  4. La constructividad delirante tiene por causas: la forma afectiva del sujeto, su forma intelectual, la concordancia entre la tonalidad alucinatoria y las disposiciones intelectuales y afectivas. La intensidad de la alucinación contribuirá a la intensidad del delirio. La naturaleza y la riqueza de la construcción delirante son función de tres órdenes de causas: modalidades alucinatorias, modalidades psíquicas, y congruencia entre distintas modalidades.

Las alucinaciones deben asentarse entre las zonas más elevadas, donde reside la representación del yo y cuya negación engendra la idea de negación corporal, la pérdida de la visión mental. La asociación de las alucinaciones, al igual que su nacimiento, se explica por causas orgánicas y no por la ideogénesis. Hay una diferencia entre la percepción normal y la percepción ilusoria. Las sensaciones alucinatorias son generalmente menos agudas, menos precisas y menos dolorosas que las normales. La repercusión emotiva de los suplicios que dicen sentir es mediocre. Hay una inquietud de fondo en estos enfermos. En la mayor parte de las sensaciones alucinatorias de los crónicos existe un carácter particular de incompletud. El carácter de extranjería se liga a la extrañeza. Los trastornos ideativos, ideoverbales y sensoriales, tomados en bloque o examinados en detalle, tienen un origen y un desarrollo mecánico, que se presentan a la conciencia como elementos espontáneos, autónomos y parasitarios, que sirven de base a una cogitación reaccional y racional, exactamente igual que los fenómenos sensitivos o motores; y que la disposición sistemática de las ideas desde la perspectiva patogénica es un fenómeno de último orden. Buena parte de la ideación elabora mecánicamente en el subconsciente, revelándose a la conciencia solo por sus resultados últimos, dispuestos y organizados, a menudo de naturaliza imprevista y de calidad importuna. En este estadio, la ideación delirante del sujeto puede escindirse teóricamente en dos partes: una personal, reactiva y no mórbida, la otra parasitaria y a menudo antagonista. La primera es la reacción a diversos automatismos, la segunda es íntegramente automática. Entre estas dos personalidades tienen lugar intercambios continuos. Se llama “síndrome de pasividad” a estos fenómenos cuando emergen en conciencia. Este término tiene la virtud de aplicarse a la ideación neoplásica que es sufrida por el enfermo. El síndrome de pasividad es un conjunto de fenómenos totalmente orgánicos: la psicosis que resulta de ellos es de naturaleza totalmente mecánica tanto en el punto de partida como en el desarrollo. Los procesos psicológicos no aparecen allí sino subsidiariamente. El síndrome de pasividad en un comienzo sorprende al sujeto con un estado de ánimo neutral, y los mismos trastornos iniciales son neutros. El desarrollo de las ideas delirantes solo tiene lugar allí donde las tendencias aferentes preexistían  en proporción a dichas tendencias. El carácter paranoico es en principio congénito, aunque a veces puede ser adquirido. 
 
 

 
 

Introducción a la clínica psicoanalítica 
 

Introducción al narcisismo

      La diferencia entre la neurosis y la psicosis está dada por el punto de fijación. Freud define narcisismo como aquella conducta por la cual el individuo da a su cuerpo un trato parecido al que daría al cuerpo d un objeto sexual: lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena. El narcisismo entra dentro del desarrollo sexual regular del hombre. El narcisismo, en este sentido, no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que se atribuye una porción a todo ser vivo. Los parafrénicos (esquizofrénicos de Bleuer) muestran dos rasgos fundamentales de carácter: delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas). Esta última alteración los hace inmune al psicoanálisis, los vuelve incurables. Los neuróticos también han cancelado, en cierta forma, el vínculo con la realidad. Pero el análisis muestra que, aunque hayan cancelado el vínculo erótico con personas y cosas, aún lo conservan en la fantasía. Han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo o los han mezclados con estos, por un lado; y por el otro han renunciado a emprender las acciones motrices que le permitirían conseguir sus fines en esos objetos. A todo este proceso Freud lo llama introversión de la libido. Con esto Freud inaugura una nueva forma de represión: la introversión. Los parafrénicos parecen haber retirado realmente su libido de las personas y las cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas por otras en su fantasía. Hacer la regresión en la fantasía permanece dentro de la elección de objeto. En la esquizofrenia, el destino de la libido retirada de los objetos, fue conducida al yo, y generó el delirio de grandeza. Este delirio de grandeza, es un estado exacerbado del narcisismo primario. El narcisismo que nace por replegamiento de las investiduras de objeto como un narcisismo secundario, que se edifica sobre las bases de otro, primario, oscurecido por múltiples influencias. En la vida anímica de los niños y de los pueblos primitivos podemos encontrar algunas características de los delirios de grandeza: sobreestimación del poder de sus deseos y sus actos psíquicos, la omnipotencia de los pensamientos, una fe en la virtud ensalmadora de las palabras, y una técnica dirigida al mundo exterior, la “magia”. La investidura originaria del yo es cedida a los objetos en forma de seudópodos, pero siempre algo se conserva en el yo. La oposición entre libido yoica y libido objetal establece que cuanto más gasta una, más se empobrece la otra. Las energías psíquicas que al comienzo están juntas en el estado de narcisismo y son indiscernibles, solo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas. El ejemplo de la libido máxima puesta en el objeto es el enamoramiento, y de la libido puesta en el yo es la fantasía del fin del mundo. No está presente desde el principio una unidad comparable al yo en el individuo; el yo tiene que ser desarrollado. Las pulsiones autoerótica son iniciales, primordiales; por lo tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se construya. Freud deja esta nueva acción psíquica enigmática. La separación de la libido en una que es propia del yo y una endosada a los objetos es la insoslayable prolongación de un primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y pulsiones yoicas.  
 

Tótem y Tabú: algunas concordancias en la  vida anímica de los salvajes y los neuróticos. 

      Freud se propone elucidar el mecanismo de la génesis de la religión. El totémico es un sistema entre ciertos pueblos primitivos que hace las veces de una religión y otorga las bases para una organización social. El totemismo es una identificación de hombre con su tótem. Freud toma dos autores que hablaron previamente del totemismo. Reinach postuló una serie de mandamientos totémicos, que incluye la creencia de los salvajes que descienden del animal totémico y el tabú de matarlo, con excepción del boquete totémico. Frazer, por su parte, aportó tres tipos distintos de tótems, la concepción de que el totemismo es tanto un sistema religioso como un sistema social, y la creencia en que el animal totémico es un antepasado en común que protege a la tribu. El aspecto social del totemismo se plasma sobretodo en un mandamiento social de rigurosa observancia y una enorme restricción: los miembros de un clan totémico son hermanos y hermanas, y están obligados a ayudarse y protegerse mutuamente. El tabú corresponde a la prohibición de casarse y de mantener relaciones sexuales entre miembros de un mismo clan. Es la famosa exogamia enlazada con el totemismo. El concepto de tótem se vuelve decisivo para la articulación y organización de la tribu. Bajo ciertas condiciones, y en aparente contradicción con la prohibición de comer al tótem, se produzca una suerte de goce ceremonial de su carne. El aspecto social más importante de esta articulación totemista de la tribu consiste en que a ella se conectan determinadas normas establecidas por costumbres para el comercio recíproco entre grupos. Entre esas normas, en primera línea, las que rigen el intercambio matrimonial. La exogamia emerge por primera vez en la época totemista. Los tótems fueron originalmente animales y eran considerados antepasados de cada linaje. El tótem se heredaba solo por la línea femenina; estaba prohibido matar y/o comer al tótem. Los miembros del clan totémico tenían prohibido mantener comercio sexual recíproco. El totemismo es un sistema primitivo tanto de religión como de sociedad. Como sistema de religión comprende la unión mística del salvaje con su tótem; como sistema de sociedad comprende las relaciones que hombres y mujeres establecen entre sí y con los miembros de otros grupos totémicos. Y con relación con estos dos aspectos del sistema están las dos pruebas directas o cánones del totemismo: la regla de que un hombre no puede ni matar ni comer a su animal totémico, y la regla de que no puede casarse ni cohabitar con una mujer del mismo tótem. Freud plantea que existen tres teorías que intentan dar respuesta a la pregunta por el origen del totemismo. Estas se dividen en:

Freud está en desacuerdo con estas tres propuestas. A través de casos de zoofobia infantil Freud comprueba que lo niños desplazan ciertos sentimientos desde el padre hacia un animal. En estos casos el odio al padre proveniente de la rivalidad por la madre no puede difundirse desinhibido en la vía anímica del niño: tiene que luchar con la ternura y admiración que desde siempre sintió hacia esa misma persona. El niño se encuentra en una actitud de sentimiento de sentido doble, ambivalente, hacia el padre; y en ese conflicto de ambivalencia se procura un alivio si desplaza sus sentimientos hostiles y angustiados sobre un subrogado del padre. El desplazamiento no puede tramitar ese conflicto estableciendo una separación entre sentimientos hostiles y tiernos. El conflicto continúa entorno al objeto de desplazamiento, de este último se apropia la ambivalencia. Los intereses totemistas no despertaron directamente en el contexto del complejo de Edipo, sino en el complejo de castración. Tanto en el complejo de Edipo como en el de castración el padre desempeña el papel de oponente a los intereses sexuales. El psicoanálisis anuda a este punto todo intento de explicación del totemismo. Si el animal totémico es el padre, los dos principales mandamientos del totemismo, el de no matar al tótem y no usar sexualmente ninguna mujer que pertenezca a él, coincide por su contenido con los dos crímenes del Edipo, quién mató a su padre y tomó a su madre como mujer; y con los dos deseos primordiales del niño, cuya represión insuficiente es el núcleo de toda psiconeurosis. William Robertson Smith plantea la teoría del banquete totémico. En un primer momento el sacrificio no era otra cosa que un acto de socialidad entre el animal totémico y sus adoradores. El poder ético del banquete público descansaba en antiquísimas representaciones acerca del significado de comer y beber en común. Si se compartía el banquete con su dios expresaba el convencimiento que se era de una misma sustancia con él. Una vida que ningún individuo tiene derecho a eliminar y solo puede ser sacrificada con la complicidad y participación de todos los miembros del clan; esa es la vida del tótem. El animal sacrificial era tratado como un miembro del mismo linaje, tenían la misma sangre. El sagrado misterio de la muerte sacrificial se justifica por el lazo que une a los participantes con su dios; ese lazo no es otra cosa que la vida de la víctima, que mora en su carne y en su sangre, y es distribuido entre todos en virtud del banquete sacrificial. Esta es la base de todas las uniones de sangre. La acción prohibida solo se legitima con la acción de todos. Consumada la muerte, el animal es llorado y lamentado; un lamento compulsivo, inspirado en el miedo de una posible represalia. El psicoanálisis revela que el animal totémico es el sustituto del padre, y se caracteriza, al igual que el complejo paterno, por los sentimientos ambivalentes. En un comienzo hay un padre violento que se reserva todas las hembras para sí, y expulsa a los hijos varones, condenándolos a la abstinencia. Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre: unidos llevaron a cabo lo que individualmente no podían. El padre primordial era envidiado y temido, y en el acto de devorarlo se afianzaba la identificación con él. El banquete totémico, la primera fiesta de la humanidad, es el recordatorio de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión. Tras eliminar al padre, tras satisfacer su odio e imponer su deseo, aparecieron las mociones tiernas en la forma del arrepentimiento, y apreció la conciencia de culpa, que tiene que ver con el arrepentimiento sentido en común. El muerto se volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida. Lo que antes él prohibía con su existencia, ahora ellos se lo prohibían con la situación psíquica de la obediencia de efecto retardado. Revocaron su hazaña declarada no permitida la muerte del sustituto paterno y renunciando a su fruto, las mujeres. Desde la conciencia de culpa del hijo varón crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que coinciden con los del complejo de Edipo necesariamente. El tabú del animal totémico descansa en el sentimiento, mientras que la prohibición del incesto tiene un fundamento práctico. Fue lo que mantuvo a los hermanos unidos, y salvó la organización que los hizo fuertes.es un primer intento de religión porque se figura la necesidad de arrepentimiento frente al padre, para intentar calmar el ardiente sentimiento de culpa y conseguir una reconciliación con el padre. La religión no solo muestra el arrepentimiento y los sentimientos de culpa, sino que recuerdan la historia sobre el padre. El animal totémico es una primera forma de sustituto del padre, que luego se desarrollo y devino en un dios a terrenal y recuperó su forma humana. La familia fue una restauración de la antigua horda primordial y devolvió a los padres un fragmento de sus anteriores derechos, pero no fueron resignadas las conquistas del clan fraterno, por estos nuevos padres. El desarrollo de las religiones posteriores mantuvo la culpa del hijo varón, y el desafío ante el padre. En conclusión podemos decir que en el complejo de Edipo se conjugan los mismos comienzos que la religión, la eticidad, la sociedad y el arte.  
 

Seminario 1: Los escritos técnico de Freud

      Lacan usa tres sistemas de referencia para comprender la técnica freudiana. Lacan propone que una de las cosas que se debe evitar es comprender demasiado, comprender más de lo que hay en el discurso del sujeto. No es lo mismo imaginar comprender que interpretar. Es lo contrario. Las puertas de la comprensión analítica se abren en base a un cierto rechazo de la comprensión. Todo el problema reside en la articulación de lo simbólico y lo imaginario en la constitución de lo real. El estadio del espejo no es solo un momento de desarrollo. Cumple una función ejemplar de revelar relaciones del sujeto con su imagen. Freud rechaza ubicar físicamente una localidad psíquica para todo su esquema del aparato. Lacan toma un esquema de la óptica para explicar el estadío del espejo. Las imágenes puramente subjetivas son llamadas imágenes virtuales; otras son imágenes reales se comportan en ciertos aspectos como objetos y pueden ser considerado como tales Se pueden producir imágenes virtuales de los objetos que son imágenes reales. En esos casos, el objeto que es la imagen real recibe el nombre de objeto virtual. Para que haya óptica es preciso que a cada punto dado en el espacio real le corresponda un punto, solo uno, en el espacio imaginario. El espacio real y el espacio imaginario se confunden; la subjetividad está constantemente comprometida. Por ejemplo cuando se ve un arco iris se ve algo totalmente subjetivo, pero gracias a una cámara fotográfica, se lo puede registrar objetivamente. Un espejo esférico produce una imagen real. A cada punto de un rayo luminoso proveniente de un punto cualquiera de un objeto situado a cierta distancia le corresponde en el mismo plano otro punto luminoso se reproduce una imagen real del objeto. El ramillete se refleja en la superficie esférica, para aparecer en el punto luminoso simétrico. Dada la propiedad de la superficie esférica, todos los rayos que emanan de un punto dado aparecen en el mismo punto simétrico: con todos los rayos ocurre lo mismo. Se forma así una imagen real. Más allá del ojo los rayos continúan su trayectoria, y vuelven a divergir. Pero para el ojo son convergentes y producen una imagen real, pues la característica de los rayos que impresionan un ojo en forma convergente es la de producir una imagen real. Convergen cuando llegan al ojo, divergen cuando se alejan de él. Si los rayos impresionan el ojo en sentido contrario, se forma entonces una imagen virtual. Es lo que sucede cuando se mira una imagen en el espejo: se ve allí donde no está. Aquí, por el contrario, se ve allí donde está, siempre y cuando el ojo se encuentre en el campo de los rayos que ya se han cruzado en el punto correspondiente. Se ve aparecer un ramillete imaginario en la boca del florero; y no se alcanza a ver el ramillete real. Se tiene un sensación de realidad, sintiendo al mismo tiempo que hay algo extraño, confuso. El dominio del yo primitivo se construye por clivaje, por distinción respecto del mundo exterior: lo que está incluido en el exterior  se distingue de lo que se ha rechazado mediante los procesos de exclusión (aufstossung) y de proyección. En primer plano esas nociones son las de continente y contenido. Por esta razón, la relación entre el florero y las flores sirve como una metáfora. Durante el proceso de maduración fisiológica, en un momento determinado de su historia, el sujeto logra integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta formación se desvincula del proceso de maduración y no se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo. Es esta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su vida fatasmática. En el origen suponemos todos los ellos, objetos, instintos, deseos, tendencias, etc. Se trata de la realidad pura  y simple, que en nada se delimita, que no puede ser objeto aún de definición alguna. Que no es ni buena ni mala, sino a la vez caótica y absoluta, originaria. Aquí es donde la imagen de cuerpo le ofrece al sujeto la primera forma que le permite ubicar lo que es y lo que no es del yo. La imagen del cuerpo es como el florero imaginario que contiene el ramillete de flores real. Para que la ilusión se produzca, para que se constituya ante el ojo que mira, un mundo donde lo imaginario pueda incluir lo real, y a la vez formularlo; donde lo real pueda incluir y a la vez situar lo imaginario, es preciso cumplir con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición, debe estar en el interior del cono. Si está fuera del cono no verá lo que es imaginario, porque nada proveniente del cono le impactará. Verá las cosas tal como son, en su estado real, al desnudo. La caja representa el cuerpo. El ramillete son los instintos y los deseos. El ojo es el símbolo del sujeto. En la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que de ella resulta, todo depende de la situación del sujeto. La situación del sujeto está caracterizada por su lugar en el mundo simbólico; en el mundo de la palabra. De ese lugar depende que el sujeto tenga o no el derecho a llamarse Pedro. Según el caso, estará o no en el campo del cono.

      El florero será reproducido por el juego de reflexión de los rayos por una imagen real, no virtual, que el ojo puede enfocar. Si el ojo se acomoda al nivel de las flores, verá la imagen real del florero rodeando del ramillete, confiriéndole estilo y unidad; reflejo de la unidad del cuerpo. La definición de imagen en óptica dice que a cada punto del objeto le corresponde un punto de la imagen, y todos los rayos provenientes de un punto deben cruzarse en un punto único en algún lado. Es preciso que el sujeto se ubique en cierto ángulo. La cuestión trata de la relación Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.entre la constitución de la realidad y la forma del cuerpo. Existen dos narcisismos: en primer lugar uno en relación a la imagen corporal. Esta imagen es idéntica para el conjunto de los mecanismos del sujeto y confiere su forma, en tanto hombre y no caballo. Ella hace la unidad del sujeto. Este primer narcisismo se sitúa a nivel de la imagen real, en tanto que esta imagen permite organizar el conjunto de la realidad en cierto número de marcos preformados. Este funcionamiento es completamente diferente entre el hombre y el animal. En el hombre, la reflexión en el espejo, manifiesta una posibilidad noética originaria, e introduce un segundo narcisismo. Su patrón fundamental es de inmediato la relación con el otro. El otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien en la realidad toda del semejante. El otro, alter ego, se confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el ich – ideal, el Ideal del Yo. La imagen en el espejo es el Ideal del Yo. La identificación narcisista, la del segundo narcisismo, es la identificación al otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal con el mundo en general. Esto es lo que le permite ver en su lugar y estructurar su ser en función de ese lugar en el mundo. Su ser libidinal; el sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, en relación al Ideal del Yo. Las funciones del yo deben diferenciarse: por una parte desempeñan para el hombre, como para todos los demás seres vivos, un papel fundamental en la estructuración de la realidad; por otra, debe pasar en el hombre por esa alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de sí mismo que es el Ur – Ich, forma originaria del Ich – Ideal como de la relación con el otro. La estricta relación entre objeto e Ideal del Yo, es una de las nociones fundamentales de la obra freudiana. En la carga amorosa, el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del sujeto que opera, al Ideal del Yo.

      Ese Ideal animal nos ofrece una visión de completitud, de realización, porque supone el ajuste perfecto. El desarrollo del funcionamiento instintual nos muestra la extrema importancia de la imagen. El sujeto animal está como captado por una gestalt. El sujeto se identifica literalmente al estímulo desencadenante. En el momento de apareo, el sujeto es totalmente idéntico a la imagen a la que dirige el desencadenamiento completo de determinado comportamiento motor, el cual produce y remite al compañero, en determinado estilo, la orden que le hace continuar la otra parte de la danza. La manifestación natural de este mundo cerrado de dos ilustra la conjunción de la libido objetal y la libido narcisística. El apego de cada objeto para con el otro está hecho de la fijación narcisística a esa imagen, porque esa imagen, y solo esa, es lo que él esperaba. En el orden de los seres vivos, solo un compañero de la misma especia puede desencadenar esa forma especial llamada comportamiento sexual. En el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado por lo imaginario. Por otra parte, es en el comportamiento sexual donde se manifiesta la mayor posibilidad de desplazamiento, incluso en el animal. La posibilidad de desplazamiento, la dimensión imaginaria, ilusoria, es esencial a todo lo que pertenece al orden de los comportamientos sexuales. En el hombre esta imagen podría ser el Ideal – ich. La imagen real puede ser producida por el espejo esférico, ser vista en su lugar, insertarse en el mundo de los objetos reales, aportar incluso a estos objetos reales una ordenación imaginaria, incluirlos, excluirlos, situarlos, completarlos. Esto no es más que el fenómeno imaginario detallado para el animal. El animal hace coincidir un objeto real con la imagen que está en él. La coincidencia entre imagen real y objeto la refuerza, le da cuerpo, la encarna. En ese momento se desencadenan comportamientos que guiarán al sujeto hacia su objeto, por intermedio de la imagen. La manifestación de la función sexual en el hombre se caracteriza por un desorden inminente. Existe una especie de juego de escondite entre la imagen y su objeto normal, suponiendo que adoptemos el ideal de una normal en el funcionamiento de la sexualidad. La imagen real solo puede verse de manera consistente en determinado campo del espacio real del aparato, el campo que está delante del aparato constituido por el espejo esférico y el ramillete invertido. La visión de una imagen en el espejo plano es exactamente equivalente, para el sujeto, a lo que sería la imagen del objeto real para un espectador que estuviese más allá de ese espejo, en el lugar mismo en el que el sujeto ve su imagen. Podemos reemplazar el sujeto por un sujeto virtual situado en el interior del cono que delimita la posibilidad de la ilusión, o sea en el campo x’ y’. El aparato inventado por Lacan muestra que, estando colocado en un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela en el espejo en estado de imagen virtual. Eso es lo que se produce en el hombre, dejando como resultado una simetría muy particular. El sujeto virtual, reflejo del ojo mítico, es decir, el otro que somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego: fuera nuestro, en la forma humana. Esta forma está fuera nuestro, no en tanto está hecha para captar un comportamiento sexual, sino en tanto está fundamentalmente vinculada con la impotencia primitiva del ser humano. El ser humano solo ve su forma realizada, total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo. Lo que el sujeto ve en el espejo es una imagen nítida, o bien fragmentada, inconsistente, incompleta. Esto depende de su posición en torno a la imagen real. Solo en el cono puede obtenerse una imagen nítida. De la inclinación del espejo depende que veamos más o menos perfectamente la imagen. En cuanto al espectador virtual, basta con que el espejo plano esté inclinado de cierta forma para que esté en el campo desde donde se ve muy mal. Por este solo hecho, ustedes también ven muy mal la imagen en el espejo. Digamos que esto representa la difícil acomodación de lo imaginario en el hombre. Podemos suponer ahora que la inclinación del espejo plano está dirigida por la voz del otro.  Esto no existe al nivel del estadio del espejo, sino que se ha realizado posteriormente en nuestra relación con el otro en su conjunto: la relación simbólica. Pueden comprender entonces que la regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo trascendente, siendo lo trascendente en esta ocasión el vínculo simbólico entre los seres humanos. El vínculo simbólico es lo que nos define socialmente por medio de la ley. Situamos a través de simbólicos, nuestros diferentes yos: los unos respecto de los otros. Estamos en determinada relación simbólica que es compleja, según los diferentes planos en que nos coloquemos. La relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. La palabra, la función simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de aproximación de lo imaginario. La distinción se efectúa entre el Ideal – ich y el ich – Ideal, entre Yo Ideal e ideal del Yo. El Ideal del Yo dirige el juego de las relaciones de las que depende toda la relación con el otro. Y de esta relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria. Semejante esquema ilustra que lo imaginario y lo real actúan al mismo nivel. Una coincidencia entre ciertas imágenes y lo real. Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el mismo lugar que el objeto imaginario. Lo propio de la imagen es la carga por al libido. Se llama caga libidinal a aquello por lo cual un objeto deviene deseable, es decir, aquello por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos en nosotros, de diversos modos, y en forma más o menos estructurada. Según la inclinación del espejo, la imagen en el espejo esférico se obtiene, en forma más o menos bien lograda, en el centro o en los bordes. En el hombre no puede establecerse ninguna regulación imaginaria, verdaderamente eficaz y completa, si no es mediante la intervención de otra dimensión. Esto es lo que busca, al menos míticamente, el análisis. Un guía que esté más allá de lo imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que solo puede encarnarse a través del intercambio verbal entre los seres humanos. Ese guía que se dirige al sujeto es el Ideal del Yo. La transferencia ocurre en el plano imaginario. El amor también es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario, y que provoca una verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una perturbación de la función del Ideal del Yo. El amor vuelve a abrir las puertas a la perfección. El Ideal del Yo es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada; es a la vez semejante y diferente a la libido imaginaria. El intercambio simbólico es lo que vincula entre sí a los seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite identificar al sujeto. El ich – Ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos en tanto Ideal – ich, en el nivel donde puede producirse una captación narcisística. “Cuando se está enamorado, se está loco”. En el amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel imaginario. La producción de la transferencia tiene un carácter absolutamente universal, verdaderamente automático, mientras que las exigencias del amor son específicas. No todos los días encontramos lo que está hecho de tal modo que pueda brindarnos justo la imagen de nuestro deseo.  
 

Seminario 3: Las Psicosis

      El discurso concreto es el lenguaje real. Los registros de lo simbólico y de lo imaginario los encontramos en los otros dos términos con los que articula la estructura del lenguaje: el significado y el significante. El material significante es lo simbólico. Lacan refuta la existencia de las lenguas artificiales, que intentan moldearse sobre la significación, razón por la cual no suelen ser utilizadas. El significante puede quedar metido ahí dentro a partir del momento en que le dan una significación, en que crean otro significante en tanto que significante, algo en esa función de significación. No hay dudas de que la significación es de la índole de lo imaginario. Es, al igual de lo imaginario, a fin de cuentas, siempre evanescente, porque está ligada estrictamente a lo que les interesa, a aquello en lo que están metidos. Pero, gracias a la existencia del significante, vuestra pequeña significación personal los arrastra mucho más lejos. Cuando habla el sujeto tiene a su disposición el conjunto del material de la lengua, y a partir de allí se forma el discurso concreto. Hay primero un conjunto sincrónico, la lengua en tanto sistema simultáneo de grupos de oposiciones estructurados, tenemos después lo que ocurre diacrónicamente, en el tiempo, que es el discurso. No podemos no poner el discurso en determinada dirección del tiempo, dirección defina de manera lineal. Es cierto que no hay discurso sin cierto orden temporal, y en consecuencia sin cierta sucesión concreta; aún cuando sea virtual. Pero no es totalmente exacto que sea una simple línea, es más probable que sea un conjunto de líneas, un pentagrama. El discurso se instala en este diacronismo. La existencia sincrónica del significante está caracterizada suficientemente en el hablar delirante. El libro de Schreber señala las palabras que adquirieron para el sujeto ese peso tan particular: Lacan lo llama una erotización: cuando el significante está cargado de este modo, el sujeto se da cuenta perfectamente. A nivel de la significación, la injuria es siempre una ruptura del sistema del lenguaje, la palabra amorosa también. Esta significación remite a otra significación. Es precisamente lo que aquí caracteriza la alusión. Puede que ella misma no esté segura de la significación, y que esta remite, no tanto a un sistema de significación continúo y ajustable, sino a la significación en tanto inefable, a la significación intrínseca de su realidad propia, de su fragmentación personal. Luego, está en lo real, la articulación real de verdad verdad, que por un juego de manos pasa a otro. La palabra real, la palabra en tanto articulada, aparece en otro punto del campo, pero no en cualquiera, sino en el otro, la marioneta, en tanto que elemento del mundo exterior. El S mayúscula, cuyo medio es la palabra, está la persona real en tanto que ante uno ocupa un lugar, está lo que ven, que manifiestamente los cautiva, y es capaz de hacer que de repente se echen en sus brazos, acto inconsiderado que es del orden imaginario; y luego está el Otro, que también puede ser el sujeto, pero que no es el reflejo de lo que tiene enfrente, y tampoco es simplemente lo que se produce cuando se ven verse. Eso quiere decir el inconsciente. Existe la alteridad del Otro que corresponde al S, es decir al gran Otro, sujeto que no conocemos, el Otro que es de la índole de lo simbólico, el Otro al que nos dirigimos más allá de lo que vemos. En el medio están los objetos. Y luego, a nivel del S hay algo que es de la dimensión de lo imaginario, el yo y el cuerpo, fragmentado o no, pero más bien fragmentado.

      El seno mismo del fenómeno de la palabra, trata de integrar los tres planos de lo simbólico, representado por el significante, de lo imaginario, representado por la significación, y de lo real que es el discurso realmente pronunciado en su dimensión diacrónica. El sujeto dispone de todo un material significante que es su lengua materna, o no, y lo utiliza para hacer que las significaciones pasen a lo real. El punto pivote de la función de la palabra es la subjetividad del Otro, el hecho de que el Otro es esencialmente el que es capaz, al igual que el sujeto, de convencer y mentir. En ese Otro debe haber un sector de objetos totalmente reales; esta introducción de la realidad es siempre en función de la palabra. Para que algo, sea lo que fuere, pueda referirse, respecto al sujeto y al Otro, a algún fundamento en lo real, es necesario que haya en algún lado algo que no engañe. El correlato dialéctico de la estructura fundamental que hace de la palabra del sujeto a sujeto una palabra que puede engañar, es que también haya algo que no engañe: lo real es ese algo que no engaña. Lo real no puede jugarnos sucio. La referencia al Dios no engañoso está fundada en los resultados de la ciencia. Nunca hemos probado nada que nos demuestre que en el fondo de la naturaleza a un demonio engañoso. Pero de todos modos es un acto de fe que fue necesario en los primeros pasos de la ciencia y de la constitución de la ciencia experimental.

      El narcisismo es la relación imaginaria central para la relación interhumana. Es una relación erótica (toda identificación erótica, toda captura del otro por la imagen en una relación de cautivación erótica se hace a través de la relación narcisista), y también es la base de la tensión agresiva. Para eso exactamente sirve el estadio del espejo: evidencia la naturaleza de esta relación agresiva y lo que significa. Si la relación agresiva interviene en la formación del yo, es porque le es constituyente, porque el yo desde el inicio es por sí mismo otro, porque se instaura en una dualidad interna al sujeto. El yo es ese amo que el sujeto encuentra en el otro, y que se instala en su función de dominio en lo más íntimo de él mismo. Si en toda relación con el otro, incluso erótica, hay un eco de esa relación de exclusión, él o yo, es porque en el plano imaginario el sujeto humano está constituido de modo tal que el otro está siempre a punto de retomar su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que siempre en parte le es ajeno. Hay conflicto entre la pulsiones y el yo y es necesario elegir. Adopta algunas, otras no. Esta es la función de síntesis del yo; o mejor sería decir función de dominio. Este amo está siempre a la vez adentro y afuera, por esto todo equilibrio puramente imaginario con el otro siempre está marcado por una inestabilidad fundamental. Este punto limítrofe entre el Eros y la relación agresiva del que hablaba en el hombre, no hay relación alguna para que no exista en el animal. Lacan cita el ejemplo del picón, el cual cuando no sabe que hacer en el plano de su relación con un semejante del mismo sexo, cuando no sabe si hay o no que atacar, se pone a hacer lo que hace cuando va a hacer el amor (cavar agujeros en la tierra). La imagen es funcionalmente esencial en el hombre, en tanto que le brinda el complemento ortopédico de la insuficiencia nativa, del desconcierto, o desacuerdo constitutivo, vinculados a la prematuración del nacimiento. Su unificación nunca será completa porque se hace justamente por una vía alienante, bajo la forma de una imagen ajena, que constituye una función psíquica original. La tensión agresiva de ese “yo o el otro” está integrada absolutamente a todo tipo de funcionamiento imaginario en el hombre. El comportamiento humano nunca se reduce pura y exclusivamente a la relación imaginaria. El complejo de Edipo significa que la relación imaginaria, conflictual, incestuosa en sí misma, está prometida al conflicto y a la ruina. Para que el ser humano pueda establecer la relación más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero, que sea la imagen de algo logrado, el modelo de una armonía. No es decir suficiente: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de la palabra, es decir del padre. No del padre natural, sino de lo que se llama el padre. El orden que impide la colisión y el estallido de la situación en su conjunto está fundado en la existencia de ese nombre del padre. El orden simbólico debe ser concebido como algo superpuesto, y sin lo cual no habría vida animal posible para ese sujeto estrambótico que es el hombre. Su nombre nada tiene que ver con su existencia viviente, la sobrepasa y se perpetúa más allá.  
 

Seminario 5: Las formaciones del inconsciente

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. La distinción entre el Nombre del Padre y el padre real, incluye que este puede no estar tan  presente, y sin embargo que no falte el Nombre del Padre. Un nombre nunca es un significante como los otros. El Nombre del Padre hay que tenerlo, pero también hay que saberse servirse de él. La esencia de la metáfora paterna consiste en el siguiente triángulo: madre – padre – niño. De esto puede depender el destino de todo el asunto. Todo lo que se realiza en S, el sujeto, depende de los significantes que se colocan en A. A, si es verdaderamente el lugar del significante, ha de ser él mismo portador de algún reflejo de aquel significante esencial que le represento aquí en este zigzag. Tres de estos cuatro puntos cardinales vienen dados por los tres términos subjetivos del complejo de Edipo, en cuanto significantes, que encontramos en cada vértice del triángulo. El cuarto término es el S, que no posee su significante. Está por fuera de los vértices del triángulo edípico, y depende de lo que ocurra en ese juego. En esta partida es el muerto. Incluso, si el sujeto resulta ser dependiente de los tres polos llamados Ideal del Yo, Súper Yo y realidad, es porque la partida está estructurada así, se desarrolla como una partida que se instituya como regla. Por muy muerto que esté el sujeto, puesto que hay sujeto, en esa partida no obtiene nada a cambio. Desde este punto inconstituído desde donde se encuentra va a tener que participar con su piel, es decir, con sus imágenes, su estructura imaginaria y todo lo que de ello deriva. Por eso el cuarto término, S, se representará en algo imaginario que se opone al significante del Edipo  y que ha de ser también, para que case, ternario. Hay todo un stock, todo un bagaje de las imágenes. Con respecto a la dialéctica íntersubjetiva, hay tres imágenes seleccionadas para tomar el papel de guías. Hay algo en cierto modo completamente dispuesto, no solo a ser homologado a la base del triángulo: madre – padre – niño, sino a confundirse con ella. Es la relación del cuerpo despedazado, y al mismo tiempo envuelto en un buen número de esas imágenes de las que habábamos, con la función unificante de la imagen total del cuerpo. La relación del Yo con la imagen especular nos da la base del triángulo imaginario, indicado en la línea de puntos. El otro punto, ahí es donde se ve el efecto de la metáfora paterna. Este punto es el tercero, con la madre y el niño. Este tercer punto es el falo. Por eso el falo ocupa un lugar de objeto central en la teoría freudiana. La función fundamental del falo es permitir que el sujeto se identifique imaginariamente.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. La metáfora paterna concierne a la función del padre, en término de relaciones interhumanas. La función del padre tiene su lugar en el corazón de la cuestión del Edipo. Lo importante de la revelación del inconsciente es la amnesia infantil que afecta a los deseos infantiles por la madre y al hecho de que esos deseos están reprimidos. Se ha olvidado que esos deseos son primordiales, y están todavía presentes. Lacan distingue tres polos históricos: el primero se preguntaba si el neurótico lo era en consecuencia de un accidente en el Edipo, y también si existía la neurosis sin el Edipo. También, luego de comprobar que podía existir la neurosis sin Edipo, se cuestionaron si detrás del Súper Yo de origen paterno, no había uno de origen materno mucho más severo y devastador. El segundo polo establecía que los orígenes de la patologías posteriores se originaban en el campo preedípico. Para Freud es importante lo que ocurre preedípicamente, pero solo adquiere importancia después del Edipo, retroactivamente. En torno al campo preedípico se juntan las cuestiones relacionadas con la perversión y la psicosis. Se recalca la importancia de la imagen en ambos registros, por supuesto desde distintos ángulos. Se trata de perturbaciones psicopatológicas donde el campo de la realidad está perturbado profundamente por las imágenes. El tercer polo también es relevante, y trata de la relación  del complejo de Edipo con la genitalización. El complejo de Edipo tiene una función normativa, no solamente en la estructura moral del sujeto, ni en sus relaciones con la realidad, sino en la asunción de su sexo. Por otra parte la función propiamente genital es objeto de una maduración después de un primer desarrollo sexual de orden orgánico. La relación entre este crecimiento orgánico y la existencia en la especie humana del complejo de Edipo plantea mucha oscuridad. La cuestión de la genitalización es doble, hay por un lado, un crecimiento que acarrea una evolución, una maduración. Hay, por otro lado, en el Edipo, asunción por parte del sujeto de su propio sexo: lo que hace que el hombre asuma su tipo viril y la mujer asuma cierto tipo femenino, se reconozca como mujer, se identifique con sus funciones de mujer. La virilidad y la feminización son los dos términos que traducen lo que es esencialmente la función del Edipo. Aquí nos encontramos en el nivel donde el Edipo está directamente vinculado con al función del Ideal del Yo. Todo gira alrededor de tres polos: el Edipo en relación con el Súper Yo, en relación con la realidad, en relación con el ideal del Yo. El Ideal del Yo porque la genitalización, cuando se asume, se convierte en elemento del Ideal del Yo. Súper Yo à R .i (amenaza imaginaria); Realidad à S ß S’ .r (necesidad de un objeto real); ideal del Yo à I .s.

      Un Edipo puede muy bien constituirse cuando el padre no está presente. El padre existe incluso sin estar. Lacan s opone a la visiones ambientalistas. No es lo mismo la normalidad del padre que la de su posición normal en la familia. Este es el a b c del complejo de Edipo: al principio está el padre terrible. El padre interviene en diversos planos. De estrada prohíbe a la madre. Este es el fundamento, el principio del complejo e Edipo, ahí es donde el padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Es el padre e encargado de representarla interdicción. Es mediante toda su presencia, por sus efectos en el inconsciente, como lleva a cabo la interdicción de la madre, bajo amenaza de castración. El vínculo de la castración con la ley s esencial. La relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor a la castración. La agresión parte del niño, y es una represalia dentro de una relación agresiva. Su objeto privilegiado, la madre, le está prohibido, y va dirigida al padre. Vuelve hacia él en relación de la función dual, en la medida en que proyecta imaginariamente en el padre  intenciones agresivas equivalentes o reforzadas con respecto a las suyas, pero que parten de sus propias tendencias agresivas. El temor experimentado ante el padre es netamente centrífugo, tiene su centro en el sujeto. La castración se manifiesta en el plano imaginario, ahí tiene su punto de partida. Esto es la ley, pero dicha ley no ha llegado de dicha forma en especial a los oídos de los neuróticos; por lo general la han dejado en la sombra. La forma en que la neurosis encarna la amenaza castrativa está vinculada con la agresión imaginaria. Es una represalia. La solución del complejo de Edipo se da vía la identificación: el sujeto se idéntica con el padre porque lo ama y encuentra la solución terminal del Edipo en un compromiso entre la represión amnésica y la adquisición de que el término ideal gracias al cual se convierte en el padre. Si todo va bien, en el momento de la pubertad tendrá listo su pene, con su certificado. No ocurre esto si la neurosis estalla, por la misma vía, la del amor, puede producirse la posición de inversión, que en lugar de una identificación benéfica el sujeto se encuentra afectado por una posición pasivizada en el plano del inconsciente. Se trata de una posición en la que el sujeto está atrapado, que ha descubierto por sí mismo, y que es muy ventajosa. Frente a ese padre temido, pero que por otra parte es tan amable, colocarse en el lugar adecuado para obtener sus favores, hacerse amar por él. Pero como hacerse amar por él consiste en primer lugar en pasarse a la categoría de mujer, y uno siempre conserva su pequeño amor propio viril, esta posición supone el peligro de la castración, aquella forma de homosexualidad inconsciente que deja al sujeto en una situación conflictiva con múltiples repercusiones (el retorno constante de la posición homosexual, con respecto al padre, y por otra parte su represión, debido a la amenaza de castración que supone. Aquí el padre llega en su posición de importuno. No solo porque sea molesto debido a su volumen, sino también porque prohíbe. El padre prohíbe al niño pequeño hacer uso de su pene en el momento en que dicho pene empieza a manifestar sus veleidades. La prohibición del padre refiere a la pulsión real.

Agente Operación Objeto
Padre real Castración Imaginario
Madre simbólica Frustración Real
Padre imaginario Privación Simbólico
 
 

El nivel de la amenaza de castración  se trata de la intervención real del padre con respecto a una amenaza imaginaria, puesto que sucede poco a menudo que se lo corten realmente. La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien real, el padre o la madre le dice “te lo vamos a cortar”, y cuyo objeto es un objeto imaginario: si el niño se siente cortado es que él lo imagina. El padre prohíbe a la madre. En cuanto objeto es suya, y no del niño. En este punto se establece, tanto en el niño como en la niña, la rivalidad que por sí misma engendra una agresión contra el padre. El padre frustra claramente al niño de su madre. El padre interviene como provisto de un derecho, no como un personaje real. Aquí es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una frustración, acto imaginario que concierne a un objeto bien real, la madre, en tanto que el niño tiene la necesidad de ella. Finalmente viene el tercer nivel, el de la privación, que interviene en la articulación del complejo de Edipo. Se trata del padre en tanto que se hace preferir por la madre, la que conduce a la formación del ideal del Yo.  En la medida en que el padre se convierte, de la forma que sea, por su fuerza o por su debilidad, en un objeto preferible a la madre, puede establecerse la identificación terminal. La cuestión del complejo de Edipo invertido y de su función se establece en este nivel. Aquí es donde se centra la cuestión de la diferencia del efecto del complejo de Edipo en el niño y en la niña. Esto, en lo que a la niña se refiere, se produce por sí solo, y por esta razón se dice que la función del complejo de castración es disimétrica entre el niño y la niña. Para ella la dificultad se encuentra a la entrada, mientras que al final, la solución se ve facilitada porque el padre no tiene dificultad para ser preferido por la madre como portador del falo. Para el niño, por el contrario, el asunto es distinto, y ahí es donde permanece abierta la hiancia. ¿Cómo llegará a ser preferido el padre a la madre? Ya que así es como se produce la salida del complejo de Edipo. Para el niño el complejo de Edipo es siempre lo menos normativizante, y sin embargo, lo implica aquello que es lo más normativizante según nos dicen, puesto que la virilidad es asumida mediante identificación con el padre. El problema es saber como la función interdictora del padre no conduzca en el niño a lo que es la conclusión muy neta del tercer plano: la privación correlativa de la identificación ideal, que tiende a producirse tanto para el niño como para la niña. En la medida en que el padre se convierte en el Ideal del Yo, se produce en la niña el reconocimiento de que ella no tiene falo; pero esto es lo bueno para ella, para el niño sería una salida absolutamente desastrosa. Aquí el agente es imaginario, mientras que el objeto es simbólico. En el momento de la salida normatizante del Edipo el niño reconoce no tener (no tener verdaderamente lo que tiene, en el caso del varón) lo que no tiene, en el caso de la niña. Lo que ocurre en el nivel de la identificación Ideal, nivel donde el padre es preferido a la madre y punto de salida del Edipo, debe conducir a la privación. Para la niña este resultado es del todo admisible y del todo conformizante, aunque nunca se alcance por completo, porque siempre queda un regusto como prueba de que en verdad eso no funciona rigurosamente. El niño, por su parte, siempre tendría que estar castrado. En el complejo de Edipo el padre no es un objeto real, aunque deba intervenir como objeto real para dar cuerpo a la castración. Tampoco es únicamente un objeto ideal. El padre es un padre simbólico: esto es, una metáfora. Una metáfora es un significante que viene en el lugar de otro significante. El padre es un significante que sustituye a otro significante. Este es el mecanismo esencial de la intervención del padre en el complejo de Edipo. La función del padre en el Edipo es la de ser un significante que sustituye al primer significante introducido por simbolización: el significante materno. El padre ocupa el lugar de la madre, S en lugar de S’, siendo S’ la madre en cuanto vinculada ya con algo que era x, es decir, el significado en la relación con la madre.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.  Es la madre la que va y viene. Y si el pequeño puede decir que va y viene es porque ya está capturado en lo simbólico y ha aprendido a simbolizar. La cuestión que le surge al niño es “¿Qué es lo que quiere ella? Me encantaría ser yo lo que quiere, pero está claro que no solo me quiere a mí”. Le da vueltas a la x, el significado. Y el significado de las idas y venidas de la madre es el falo. El niño se ve llevado a preguntarse que significa que ella se vaya y venga, es porque él es el objeto parcial, y lo que eso significa es el falo. El niño puede llegar a entrever muy pronto lo que es esa x imaginaria, y una vez lo ha comprendido, hacerse falo. Pero la vía imaginaria no es la vía normal. Por esta razón se supone lo que se llaman fijaciones. La vía simbólica es la vía metafórica. El resultado ordinario de la metáfora se producirá en Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.tanto que el padre sustituye a la madre como significante. El elemento significante intermedio cae, y la S entra por vía metafórica en posesión del objeto de deseo  de la madre, que se presente entonces en forma de falo. La metáfora se sitúa en el inconsciente. Ubica el deseo de Otra cosa. La Otra cosa está presente en el deseo, el enclaustramiento, la vigilia, el miedo.

      El complejo de castración es el mecanismo del complejo de Edipo. Estos dos se articulan satisfactoriamente gracias a la metáfora. Esta estructura dice que, apenas hay un sujeto hablante, la cuestión de sus relaciones en tanto que hablando podría reducirse a un otro, siempre hay un tercero, otro con mayúscula, constituyente de la posición del sujeto como hablante, y también, como analizante. La metáfora paterna es lo que se ha constituido de una simbolización primordial entre el niño y la madre, poner al padre, en cuanto símbolo o significante, en el lugar de la madre. Este “en lugar de” es lo central en el Edipo. El triángulo madre – padre – niño se establece en lo real una vez constituida la relación simbólica. La establece objetivamente, porque podemos convertirla en un objeto. La primera relación de la realidad se perfila entre la madre y el niño, y es ahí donde el niño experimenta las primeras realidades de su contacto con el medio viviente. Para el niño el padre todavía no ha entrado en el triángulo. El padre es real en tanto las instituciones le confieren el Nombre del Padre. Lo importante no es que la gente acepte que una mujer no puede dar a luz  salvo cuando ha realizado un coito, lo importante es que sancione en un significante que aquel con quién ha practicado el coito es el padre. Pues de lo contrario, tal como está instituido por su naturaleza de orden simbólico, nada puede evitar que eso que es responsable de la procreación siga siendo, en el sistema simbólico, idéntico a cualquier cosa. La posición del Nombre del Padre, la calificación del padre como procreador, es un asunto que se sitúa a nivel simbólico. Puede realizarse de acuerdo con las diversas formas culturales, pero en sí no depende de la forma cultural, es una necesidad de la cadena significante. Por el solo hecho de instituir un orden simbólico, algo corresponde o no a la función definida por el Nombre del Padre, y en el interior de esta función introduce significaciones que pueden ser distintas según los casos, pero que en ningún caso depende de una necesidad distinta de la necesidad de la función del padre, a la cual corresponde el Nombre del Padre en la cadena significante. Este triángulo simbólico, que se ha instituido en lo real a partir del momento en que hay cadena significante, articulación de una palabra. En tanto que el niño depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de la madre, y de ninguna otra cosa. Mediante esta simbolización el niño desprende su dependencia efectiva respecto del deseo de la madre de la pura y simple vivencia de dicha dependencia, y se instituye algo que se subjetiva en un nivel primordial o primitivo. Esta subjetivación consiste en establecer a la madre como aquel ser primordial que puede o no estar. Se trata de la apetición de su deseo. Su deseo es deseo del deseo de la madre. Se abre una dimensión por la cual se inscribe virtualmente lo que desea objetivamente la propia madre en cuanto ser que vive en el mundo del símbolo, en un mundo donde el símbolo está presente, en un mundo parlante. Esta simbolización primordial le abre al niño la dimensión de algo distinto: que la madre puede desear algo en el plano imaginario. Hay en ella el deseo de Otra cosa para satisfacer su propio deseo. El ser primero lee o anticipa la satisfacción de sus deseos en los movimientos esbozados del otro, en esta adaptación dual de la imagen a la imagen que se produce en todas las relaciones interanimales. No se efectúa sin la intervención de algo más que la simbolización primordial de aquella madre que va y viene, a la que se llama cuando no está y cuando está es rechazada para poder volver a llamarla. Ese “algo más” que hace falta es precisamente la existencia detrás de ella de todo un orden simbólico del cual depende, y que, como siempre está más o menos ahí, permite cierto acceso al objeto de deseo, que es ya un objeto tan especializado, tan marcado por la necesidad instaurada por el sistema simbólico, que es absolutamente impensable de otra forma sin su prevalencia. Este objeto es el falo. Este objeto es necesario en este lugar porque es privilegiado en el orden simbólico. Hay una simetría entre el falo y el padre, un vínculo. La posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario como objeto privilegiado y prevalente. Este deseo del Otro, que es el deseo de la madre y que tiene un más allá; ya solo para alcanzar ese más allá se necesita una mediación, y esta posición la da el padre en el orden simbólico. La relación del niño con el falo se establece  porque el falo es el objeto de deseo de la madre. Este elemento desempeña un papel activo esencial en las relaciones del niño con la pareja parental. El padre, en tanto que priva a la madre del objeto de su deseo, especialmente del objeto fálico, desempeña un papel del todo esencial en toda la neurosis y a lo largo de todo el curso del complejo de Edipo. En la experiencia siempre verán que el sujeto ha tomado posición de cierta forma en un momento de su infancia respecto del papel desempeñado por el padre en el hecho de que la madre no tenga el falo. Este es el nivel de la privación: el padre priva a alguien de lo que, a fin de cuentas, no tiene; de algo que solo tiene existencia porque lo hace surgir en la existencia en cuanto símbolo. El padre no puede castrar a la madre de algo que ella no tiene, eso ya ha de estar proyectado en el plano simbólico como símbolo. Toda privación real requiere la simbolización. Es en el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la evolución del Edipo se plantea para el sujeto la cuestión de aceptar, de registrar, de simbolizar él mismo, de convertir en significante, esa privación de la que la madre es objeto.  Esta privación el sujeto infantil la asume o no la asume, la acepta o la rechaza. Este punto es esencial, nodal en el Edipo. Cuando el padre entre en función como privador se perfila detrás de la relación de la madre con el objeto de su deseo como el que castra, pero aquí lo que es castrado, no es el sujeto, sino la madre. La experiencia demuestra que si el niño no franquea ese punto nodal, no acepta la privación del falo en la madre operada por el padre, mantiene una determinada forma de identificación con el objeto madre, ese objeto que es desde el origen un objeto rival. En este nivel de la cuestión se plantea, en el plano imaginario, ser o no ser el falo. La fase que se ha de atravesar, pone al sujeto en la posición de elegir. Aquí el sujeto es tan pasivo como activo, sencillamente porque no es él el que mueve los hilos de lo simbólico. La frase ha sido empezada antes de él, ha sido empezada por sus padres. Del complejo de castración depende que el niño se convierta en un hombre y que la niña se convierta en mujer. En ambos casos la cuestión de tener o no tener se soluciona por el complejo de castración. Lo cual supone que, para tenerlo, ha de haber un momento en que no lo tenía. Para tenerlo se tiene que entender que no s puede tener, aceptar la castración, y desde ahí conquistar el falo. Acepta o no acepta, y en la medida en que no acepta eso lo lleva, hombre o mujer, a ser el falo. En primer lugar es necesario que el padre esté fuera del sujeto, constituido como un símbolo. Para prohibir las primeras manifestaciones del instinto sexual no hay ninguna necesidad del padre. Cuando el sujeto se muestra a la madre y le hace ofrecimientos, momento muy arcano a la identificación imaginaria con el falo, lo que ocurre se desarrolla la mayor parte del tiempo en el plano de la depreciación imaginaria. Con la madre bastan perfectamente para mostrarle al niños hasta que punto lo que le ofrece es insuficiente. El padre entra en juego como el portador de la ley, como interdictor del objeto que es la madre. Sabemos que la función del padre, el Nombre del Padre, está vinculada con la interdicción del incesto hace obstáculo entre el niño y la madre, es el portador de la ley, de derecho, mientras que de hecho interviene de otra forma, y es de esta forma como se manifiestan sus faltas de intervención. Solo después de haber atravesado el orden de lo simbólico, la intención del sujeto, su deseo que ha pasado al estado de demanda, encuentra aquello a lo que se dirige, su objeto primordial: la madre. El deseo s algo que se articula; el mundo donde entra y progresa no es solo un lugar donde puede satisfacer sus necesidades, sino un mundo donde reina la palabra, que somete al deseo de cada cual al deseo del Otro. La demanda del sujeto franquea  la línea de la cadena significante, que está ahí latente y ya estructurada. La primer prueba de su relación con el Otro, la tiene con aquel primer Otro que es su madre, en tanto que ya se ha simbolizado. Si la demanda puede hacerse valer ante el objeto materno es que ha atravesado la cadena significante. Por eso el niño, que ha constituido  a su madre como sujeto sobre la base de sobre la base de la primera simbolización, se encuentra enteramente a la ley. La ley de la madre es que la madre es un ser hablante. Reside para el sujeto en que algo de su deseo es completamente dependiente de otra cosa. No hay sujeto si no hay significante que lo funda. El significante madre se funda por el juego del Fort – Da. El niño empieza como súbdito porque experimenta y de entrada está profundamente sometido al capricho de aquello de lo que depende. El miedo, que tiene su fuente en lo real, es un elemento de aseguramiento del niño. Gracias a sus miedos le asigna un más allá a aquel sometimiento angustiante del que se percata cuando se pone de manifiesto  la falta de ese dominio externo, de ese otro plano. Para que no sea pura y simplemente súbdito es necesario que aparezca algo que le de miedo. Esa Otra a la que se dirige tiene una particular relación con el padre. Se trata de la relación de la madre con la palabra del padre, con el padre en tanto lo que dice no es del todo equivalente a nada. Lo que cuenta es la función en la que intervienen el Nombre del padre, la palabra articulada del padre, y la ley, en tanto que el padre está en una relación más o menos íntima con ella. Lo importante es que la madre fundamente al padre como el portador de lo que está más allá de su ley, la de ella, y la de su capricho, a saber: la ley propiamente dicha. El padre, en tanto Nombre del Padre, estrechamente vinculado a la enunciación de la ley. Los tres tiempos del Edipo:

  1. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Primer tiempo: Lo que le niño busca, en cuanto deseo de deseo, es poder satisfacer el deseo de su madre. Ser o no ser el objeto de deseo de la madre. Así introduce su demanda (∆), y aparece su fruto (∆’). En el trayecto se establecen dos puntos: el ego, y enfrente su otro, aquello con lo que se identifica, eso otro que tratará de ser: el objeto satisfactorio para la madre. La madre por su parte, persigue su propio deseo. En esta etapa se trata de que el sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto de deseo de la madre. Es la etapa fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la primacía del falo ya instaurada por la existencia del símbolo y de la ley. Para gustarle a la madre basta, y es suficiente, ser el falo.
  2. Segundo tiempo: En el plano imaginario el padre interviene realmente  como privador de la madre, y esto significa que la demanda dirigida al Otro, si obtiene el relevo conveniente. Eso con lo que el sujeto interroga al Otro, al recorrerlo todo entero, encuentra siempre en él al Otro del Otro, su propia ley. En este nivel se produce lo que hace que al niño le vuelva  la ley del padre concebida imaginariamente por el sujeto como privadora para la madre. Lo que despende al sujeto con su identificación, lo liga, al mismo tiempo con la primera aparición de la ley, en la forma de este hecho: la madre es dependiente de un objeto que ya no es simplemente el objeto de su deseo, sino un objeto que el Otro tiene o no tiene. El estrecho vínculo de la madre a una ley, que no es la suya sino la de Otro, junto con el hecho de que el objeto de su deseo es soberanamente poseído en la realidad por aquel mismo Otro a cuya ley ella remite, da la clave de la relación del Edipo. Lo decisivo es la relación de la madre con la palabra del padre. El padre todopoderoso priva
  3. Tercer tiempo: la tercera etapa es tan importante como la segunda, ya que de ella depende la salida del complejo de Edipo. El padre ha demostrado que solo da el falo en la medida en que es portador de la ley. De él depende la posesión por parte del sujeto materno del falo. En esta etapa depende de que el padre mantenga lo que ha prometido. Puede dar o negar, porque el lo tiene, peor del hecho de que él lo tiene que dar alguna prueba. Interviene en este tiempo como el que tiene el falo, y no como el que es el falo. Esto restaura el falo como la instancia de objeto deseado de la madre, y no solo como objeto del que el padre puede privar. El padre puede darle a la madre lo que ella desea, y puede dárselo porque lo tiene. Aquí interviene la potencia en el sentido genital de la palabra: el padre debe ser potente. Por esto la relación de la madre con el padre se vuelve al plano real.

La identificación que puede producirse con la instancia paterna se ha realizado en tres tiempos. En primer lugar se introduce bajo la forma velada o no manifiesta; en segundo lugar el padre se afirma en su presencia privadora; y en tercer lugar se devela el padre como el que tiene. La identificación favorable con el padre se produce en el tercer tiempo. Esta identificación se llama Ideal del Yo, y hace declinar al complejo de Edipo. Esto no quiere decir que el niño vaya a tomar control de sus poderes sexuales y a ejercerlo, aparentemente está despojado de las funciones que empezaban a despertarse. El niño tiene todos los títulos en reservas para usarlos en un futuro. La metáfora paterna conduce a la institución algo perteneciente a la categoría del significante; está en reserva y su significación se desarrollará más tarde. En cuanto viril, un hombre es siempre su propia metáfora. Para la mujer, esta tercera etapa es mucho más simple. La mujer no se enfrenta con la identificación ni con los títulos de virilidad. Sabe donde está eso y sabe donde ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene. La verdadera femeneidad siempre tiene hasta cierto punto la dimensión de coartada. El padre es, en el Otro, el significante que representa la existencia del lugar de la cadena significante como ley, se coloca encima de ella.  
 

Fundamentos de la clínica: Bercherie

      La clínica psiquiátrica es esencialmente la observación morfológica, la descripción formal de las perturbaciones psicopatológicas. El psicoanálisis está lejos de abarcar el inmenso campo que abarcaba la psicología clásica. Hay que retomar la psiquiatría clásica para no cometer los mismos errores que esta. Las escuelas principales fueron la francesa y la alemana, ya que fueron las que estuvieron en permanente contacto y oposición. La clínica apreció con Pinel.  
 

La psicopatología: de la psiquiatría al psicoanálisis, Godoy.

      Lacan dice que la historia no es el pasado, sino que es la lectura que se hace a posteriori, desde el presente, que ordena y da su razón de ese pasado. El pasado no cambia, pero la historia puede renovarse. Hay una clínica desde que hay tipos clínicos. La clínica es anterior al psicoanálisis, es lo que construyeron los clásicos ordenando y nominando los tipos clínicos. Los términos que utilizaron Freud y Lacan provienen de la psiquiatría clásica. A través de la psicopatología el psicoanálisis incide en la psiquiatría. Los tipos clínicos no son especies naturales, sino que son el recorte, producido en el campo de la clínica, a partir de ciertos conceptos que, explícita o implícitamente, agrupan un conjunto de síntomas. Lanteri Laura aplica el término de paradigma a la psicopatología, y aclara que el pasaje de un paradigma a otro no es absoluto, sino que con discontinuidades y residuos. Distingue tres paradigmas fundamentales: el de la alienación mental, el de las enfermedades mentales, y el de las grandes estructuras psicopatológicas. Los dos primeros paradigmas corresponden a los dos primeros tipos de clínicas descriptos por Bercherie.

  1. Paradigma de la alienación mental: corresponde al pasaje de la noción socia y cultural de “locura” al concepto médico de “alienación mental”. Es el paso fundacional de la psiquiatría que introduce a la locura dentro del campo de la medicina, pasa a concebirla como una enfermedad. La alienación mental se constituye como una especialidad autónoma. Está representada por autores como Pinel y Esquirol. Consideraban que distintas manifestaciones eran variedades de “la alienación mental” como forma única. La única forma de tratar la enfermedad era el tratamiento moral, inventado por Morel. Surge el dispositivo de la intención con el fin de aislarlo de los lazos familiares y los problemas del mundo, a fin de evitar un agravamiento de la enfermedad. A mediados del siglo XIX, gracias a la obra de Falret, este paradigma entre en crisis. El autor sostenía que n se trataba de una única enfermedad mental, sino que la patología mental se componía de un serie de especies mórbidas (específicas e irreductibles) caracterizadas por síntomas y una marcha determinada. Esto otorga las bases para el segundo paradigma.
  2. Paradigma de las enfermedades mentales: habla de las enfermedades mentales, en plural. Pone el acento en la sintomatología y la observación clínica del paciente. Se multiplican las entidades mórbidas. Empieza la evaluación diagnóstica, a fin de elucidar que enfermedad padece el sujeto. Se despliega la semiología psiquiátrica para hacer un pronóstico e idear un tratamiento. La clasificación y la descripción de los cuadros se realizaba por observación: empirismo estricto. La crisis de este paradigma llegó con la multiplicación de las especies mórbidas, que se tornan difíciles de ordenar y surge el cuestionamiento por la teoría de las localizaciones cerebrales. La obra de Freud inaugura este tercer paradigma, por la noción de hipótesis psicopatológicas y la distinción entre neurosis y psicosis. La crisis del segundo paradigma, y el pasaje al tercero esta marcado por Bleuer cuando, para marcar una diferencia con Kraepelin, introduce el concepto de esquizofrenia.
  3. Paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas: un grupo de conceptos y la psicopatología se instalan en el ámbito de la psiquiatría. Surge en 1926 con la intervención de Bleuer en el colegio de psiquiatría, y finaliza con la muerte de Henry Ey. Crea la noción de estructura, con origen en la teoría de la Gestalt que destaca el valor operatorio de una organización de elementos irreductibles a la suma de sus partes. Se impone la oposición entre neurosis y psicosis (proveniente del psicoanálisis) que permite organizar todo aquello que no corresponde a lesiones exógenas. Con la noción de estructura se invierte la relación: la psiquiatría clínica pasará a segundo plano, muy empírica y carente de amplitud. La psicopatología devendrá dominante. Ribot crea el método patológico que busca comprender el psiquismo normal a partir del estudio de lo patológico, la enfermedad es tomada como una experimentación en favor de lo natural, que era el campo de estudios privilegiado. La psicopatología nace como disciplina teórica, opuesta a la psiquiatría como práctica. Janet, discípulo de Ribot, funda la psicopatología dinámica, introduce la noción de estructura de tipo evolutiva del aparato psíquico. Jaspers es quien opone la psiquiatría como profesión práctica a la psicopatología como ciencia. Su objetivo es saber como y que experimentan los seres humanos en lo patológico. Propone estudiar los estados tal como los enfermos los experimenta. Bleuer marca un quiebre con el concepto de esquizofrenia, que marca el pasaje entre el segundo y el tercer paradigma.  Kraepelin planteaba, desde su ubicación en el segundo paradigma, que la demencia precoz es una enfermedad que puede ser abordada a partir de la descripción clínica y cuya evolución asegura su unicidad. Bleuer, por su parte, se diferencia de esto introduciéndola noción de hipótesis psicopatológicas y no meramente descriptivo – semiológicas. Esto trae una reducción de las enfermedades mentales y una ampliación del concepto de esquizofrenia. Los psiquiatras de los ’30 conforman “l’ evolution psychiatrique”. Entre ellos se encuentra H. Ey que realiza una crítica a la psiquiatría del segundo paradigma. La psiquiatría objetiva es insuficiente y analiza los elementos psíquicos artificialmente aislados a los se les atribuye falsamente una realidad propia. Propone “el síndrome mental”, no como una simple asociación de síntomas, sino como la expresión de una modificación profunda y característica de la persona humana entera. El diagnóstico estructural consistirá, entonces, en la identificación del trastorno generador que corresponde a que es la base anatomofísica de los síndromes somáticos, tomando la personalidad viviente como una e indivisible. El problema central de este paradigma es que se entiende por estructura. H. Ey fue el último en dotar de unicidad y homogeneidad a la psiquiatría, propone un ordenamiento jerárquico y dinámico de instancias superiores e inferiores: lo superiores contienen a los inferiores, así como lo normal contiene a lo potencialmente patológico. La crisis de este paradigma se debe a el uso abusivo del concepto de estructura, que gana amplitud pero pierde precisión; la declinación, a nivel práctico, de las nociones introducidas; del surgimiento y multiplicación de los psicofármacos; y de la diversidad de dispositivo terapéuticos que introducen nuevos problemas prácticos.
  4. ¿Cuarto paradigma?: es una pregunta por la fragmentación y pérdida de la homogeneidad progresiva en la psiquiatría. El DSM se instala e base a la noción de síntoma de primer orden. Cada síndrome posee algunos síntomas que pueden servir para el diagnóstico.

Lacan propone una conjunción entre el segundo y el tercer paradigma: buscar la estructura en el fenómeno. Introduce la diferencia entre el significante y el significado. La psiquiatría excluye el campo del goce y trata de dar descripciones objetivas. El psicoanálisis, en cambio, considera que la consideración de la envoltura formal del síntoma es inseparable del goce, y cree en la clínica bajo transferencia. Cree en la moción de “describir y explicar”.  
 

La psiquiatría clásica y sus dos clínicas, Zlotnik.

      Durante décadas la psiquiatría prescindió de la psicopatología, por reducir el fenómeno a una descripción que pretendía ser objetiva (clínica de la mirada). El autor divide su historia en dos tiempos:

  1. Clínica sincrónica: cuyos abanderados son Pinel y Esquirol. Su atención se centraba e el aspecto estático de un fenómeno. Toma la enfermedad mental en el momento preciso en que se la está bordando sin tener en cuenta sus antecedentes ni su evolución. Estudia el aquí y el ahora. Está fundada en la descripción sindromática de la patología (grupo de síntomas que se presentan en determinado momento). La enfermedad mental, la locura, es tomada como género unitario, que puede representa distintos tipos de síndromes. Hacen una descripción precisa y rigurosa. La causa no puede ser determinada, Pinel distingue causas físicas y morales pero o define causa clara. Pone el acento en la observación clínica y la descripción objetiva de los fenómenos, sin elaboración teórica. Consideran  a la alienación mental como una perturbación de las funciones intelectuales (enfermedad orgánica), afecciones producidas en condiciones normales. Constituye una clínica médica basada en la observación y el análisis sistemático de los fenómenos perceptibles de las enfermedades, de lo que resulta su nosografía. La alienación mental forma parte del grupo de las neurosis cerebrales. Existen dos tipos: las comatosas (anulación de las facultades mentales, abolición del funcionamiento), y las vesanias (perturbación de las facultades mentales). Dentro de estas últimas se incluye la hidrofobia, el sonambulismo y la hipocondría. La locura es única dentro de ella se encuentra distintos síndromes entendidos como distintas apariencias de un fenómeno único. Pinel arma distintos grupos sintomáticos, sirviéndose de los síntomas más notorios:
  1. Clínica diacrónica: se toma un objeto y se estudia sus modificaciones en el tiempo. Se centra en la sucesión. Se debaten constantemente la escuela inglesa y la escuela alemana.la francesa  propone la descripción precisa y detallista, mientras que la escuela alemana propone detallar rasgos más globales y ordenados. La escuela francesa está representada por Bayle, Falret y Ballet; mientras que los embanderados de la escuela alemana son Kraepelin, Bleuer y Griessinger. Bayle publica su tesis en 1822 donde intenta encontrar la patogenia de la alienación mental. Encuentra que la patogenia provocada por la meningitis crónica desencadena en una alienación mental acompañadas de perturbaciones motoras (parálisis general) que evolución en tres fases características: - delirio monomaniaco con excitación, - delirio maníaco general con excitación, - demencia. Él describe por primera vez en psiquiatría una entidad mórbida como un proceso secuencial desarrollando en el tiempo cuadros clínicos sucesivos que reposan sobre una base anátomo – patológica unívoca. La parálisis general se distingue como una entidad patológica que despliega en un ciclo diacrónico una secuencia de estados mórbidos. Introduce una modificación en el plano del diagnóstico. La locura como género único deja de ser estudiada a partir de un corte transversal y pasan a considerarse su evolución y diferentes etapas, se investigan los antecedentes y se ensaya un diagnostico del curso futuro. Este es el origen de la clínica diacrónica, donde la locura deja de ser un grupo único para convertirse en un grupo de enfermedades yuxtapuestas clasificables  en sus diferencias, donde prevalece la noción de enfermedades mentales como cuadros clínico - evolutivos. Falret en 1840 desarrolla una nueva concepción de la clínica, considerando la evolución de cada paciente, determinando que cada especie tiene una forma de evolución propia y afirmando que el detalle de los signos es aquello que permite vincular el cuadro por su periferia (matices secundarios), con una especie mórbida. Recomienda la búsqueda de causas: etiopatogenia específica para cada enfermedad. Lo importante de este autor es que sienta las bases para la clínica diacrónica, donde se estudia la evolución de la enfermedad, la búsqueda de su patogenia específica, y el recuento de signos principales y secundarios. Morel, alumno de Falret, propone la teoría de la degeneración, donde toda desviación es una degradación y surge de la acción de circunstancias exteriores nocivas sobre el hombre. Es una herencia progresiva, transmisión hereditaria de la degeneración una vez adquirida. Surge, así, el concepto de predisposición. Magnan trata de situar la degeneración en la morfología cerebral. Introduce el concepto de delirio crónico de evolución sistemática, cuyo curso tiene cuatro períodos delimitados: de incubación, de persecución, de grandeza y de demencia. Es una descripción clínica evolutiva de una secuencia de cuadros con inicio, desarrollo y final. Por otra parte encontramos a la escuela alemana, cuyo fundador es Grienssinger, un intermediario entre los dos tipos de clínicas. Adopta el principio etiológico y el método de observación de los franceses. Presenta una nosología edificada sobre la idea de la evolución de las formas clínicas o fases dentro de un mismo proceso. La “locura sistematizada” es el objeto del debate. Kraepelin ordena las entidades clínicas, síndromes y patologías de la época es un claro representante de la escuela alemana porque se propone el orden y la sistematización de las enfermedades nosológicas.  La primera edición de su manual de psiquiatría es de 1883. Su sexta edición es un hito en la historia de la psiquiatría: establece una serie de trece enfermedades ordenadas de acuerdo a su etiología: las primeras exógenas (hay un agente exterior preciso), y las segundas endógenas (el agente causal ya no se puede precisar con claridad).  Estas son: locuras infecciosas, locuras por agotamiento, intoxicaciones, locuras tiroideas, demencia precoz, demencia paralítica, locura de las lesiones del cerebro, locura de involución, locura maníaco – depresiva, paranoias, neurosis generales, estados psicóticos, detenciones de desarrollo psíquico. Introduce la diacronía como elemento esencial para la distinción del cuadro. Los síntomas son clasificados en: elementales o basales (elementos que siempre forman parte del cuadro clínico, el curso de la enfermedad en el tiempo: inicio, desarrollo y forma terminal, estado de las funciones mentales al inicio y al final); y accesorios (fenómenos clínicos más evidentes en la patología pero que no necesariamente están presentes en todos los casos). Con respecto a la paranoia crea un grupo homogéneo definido como delirio primitivo y crónico. Desarrollo dependiente de causas internas y su evolución continúa en un sistema delirante duradero e inquebrantable; conservando claridad, orden de pensamiento, voluntad y acción. No hay alteración de facultades mentales. Se instala un sistema producido por un delirio o por una manera especial de interpretar todo por medio del delirio. El ritmo es crónico y lento. Los pacientes comienzan teniendo sospechas  que luego se vuelven certezas, para finalizar en una convicción inquebrantable. No hay alucinaciones sensitivas, pero se perciben errores de memoria. El delirio está sistematizado, tiene una lógica interna, rígida y rigurosa, que se extiende al objeto de la realidad. En cambio, en la demencia precoz no logra producir un grupo homogéneo. Se define como una perturbación de las facultades mentales, la voluntad y al afecto, en n comienzo. La evolución es discontinua y crónica, y termina en la demencia. Existen tres formas diferentes: 1- la hebefrenia: donde predominan las alucinaciones, las ideas delirantes so fragmentadas y pobre, y la perturbación del afecto y la voluntad. Suele atacar en la juventud y el pronóstico es negativo. 2- la catatonia: suelen enfermar en la juventud generalmente, y el pronóstico es desfavorecedor. Hay un mayor compromiso corporal: estados de rigidez corporal y de gran excitación psicomotriz. La voluntad, la afectividad se encuentran perturbadas. Aparece el mutismo, que puede devenir en autismo. 3- demencia paranoide: el comienzo es más tardío. Predominan las alucinaciones auditivas, el delirio está sistematizado. Hay poca perturbación de la voluntad y el afecto. Es más leve que las anteriores, y el pronóstico es más favorecedor. La demencia fantástica es muy similar a la paranoide solo que los temas delirantes son más extravagantes. La locura maníaco depresiva consiste en una entidad clínica que incluye los trastornos de estado de ánimo, con evolución recurrencial que va desde La manía y euforia a la depresión (es el actual trastorno bipolar). La noción de demencia precoz fue criticada porque no todas terminan en una demencia, no todas comienzan precozmente (hay casos de inicios tardíos), y porque son cuatro formas clínicas muy disímiles como para agruparse en una misma entidad clínica. Ballet plantea que, aunque la demencia sea el estado terminal de las cuatro formas clínicas, no es suficiente para agruparlas bajo un mismo cuadro. Dice que se sintetizó demasiado uniendo los distintos tipos. El terreno conflictivo son las formas paranoides de la demencia precoz. Propone como entidad clínica la psicosis alucinatoria crónica, que se superpone con el campo de la demencia precoz paranoide aunque su evolución no conduzca necesariamente a la demencia. La evolución se da en cuatro etapas: 1- estado cenestésico penoso e inquietud; 2- ideas de persecución y alucinaciones auditivas; 3- sustitución o agregado de ideas pretenciosas o de grandeza; 4- demencia. Lo toma de Magnan, pero se diferencia porque no sostiene que las cuatro tienen que estar presentes sí o sí. La base está conformada por la desagregación de la personalidad y por las alucinaciones. La persona pierde su unidad de conciencia, sus actos y pensamientos son adjudicados a una personalidad extranjera y a prueba de este fenómeno es el eco de pensamiento (se quejan de la repetición de su pensamiento). Bleuer llama síntomas fundamentales a los que Kraepelin llamaba basales. Es de la corriente psicodinámica alemana. Esta influenciado por el psicoanálisis, y pone el acento en el mecanismo de disociación. El término esquizofrenia sustituye la demencia precoz de Kraepelin porque considera que es impreciso, porque no siempre termina en demencia y no siempre es precoz el comienzo. Los síntomas fundamentales incluyen: - perturbación del curso del pensamiento, - perturbaciones afectivas (ambivalencia, indiferencia aparente), - autismo (desapego de la realidad y predominancia de la vida interior). En la esquizofrenia simple solo hay perturbación de afecto, voluntad y lenguaje (sin alucinaciones ni delirios, que son síntomas secundarios). Seglás comienza a problematizar la homogeneidad de la paranoia de Kreapelin. Intenta la unificación genérica de los delirios sistematizados. No le importa tanto la fórmula, sino la génesis de las ideas delirantes, que es el elemento capital para el diagnóstico. Centra el interés en el mecanismo de producción del fenómeno delirante. Propone dos delirios: - delirio de interpretación: psicosis sistematizada crónica. Las características incluyen: multiplicidad y organización de interpretaciones delirantes como sistema, contingencia de alucinaciones, persistencia de lucidez y actividad psíquica, evolución por extensión progresiva de interpretaciones, incurabilidad, pero sin demencia terminal, ausencia de síntomas negativos, no se presentan estereotipos ni neologismos. La evolución se da en tres períodos: 1- fase de incubación meditativa, 2- periodo de sistematización, 3- periodo terminal de resignación. Las formas clínicas incluyen el delirio de suposición (abundancia de interpretaciones, el enfermo permanece indeciso, dudas delirantes y sospechas), y el delirio fabulatorio (sistematización precisa y compleja, no hay duda ni vacilación, explicaciones clara y certeza absoluta). – Delirio de reivindicación: es una psicosis sistematizada. Las principales características incluyen: carácter primario de una idea obsesiva, prevalente y sectorizada, interpretaciones raras y circunscriptas a la idea, exaltación maníaca, pasional, crónica, ausencia de ideas delirantes absurdas, evolución caracterizada por un inicio brusco y brotes sucesivos, finaliza en la senilidad, . existen dos formas clínicas: egoísta y altruista. A partir de esta crítica Kraepelin en su octava edición ya diferencia ambos delirios. Clerambault fue el último autor de los clásicos. Disocio el grupo de los paranoicos en: psicosis pasionales (reúne síndromes erotomaníacos, delirio de celos y delirio de reivindicación, son pasiones mórbidas y desproporcionadas que producen una cristalización delirante) y delirio de interpretación (es más acotado).
 
 

Ética, psicopatología y psicoanálisis, Mazzuca.

      La psicopatología surge a partir de la psicología patológica. Los conceptos de salud y enfermedad, así como lo patológico y lo normal cuentan con un componente ético indiscutible. En la psicopatología es sumamente importante el tema de las clasificaciones y de los trastornos por las implicancias éticas que acarrean. La psicopatología pasa a ser una tipología cuando estudia la diversidad de los tipos psicológicos el síntoma es menos el indicador de una enfermedad que la expresión de una estructura subjetiva subyacente. La noción de salud y enfermedad, y la de normalidad y patología están cargadas fuertemente por un componen ideológico, y de este depende su delimitación. La ética del psicoanálisis se ubica entorno a la supresión de las represiones, articular el deseo con la acción, transformar el deseo indefinido del neurótico en uno definido. La ética del psicoanálisis plantea “¿has actuado de acuerdo al deseo que te habita?”, la fuente principal de la culpa es haber cedido ante el deseo. La meta del análisis para Freud es el advenimiento consciente de lo inconsciente, anular las represiones. No hay que ceder ante el deseo, hay que actuar conforme este. Al final del análisis el sujeto está en una posición ética para hacerse responsable de su goce y de su deseo, aceptando algunas trasgresiones y desechando otras. El goce no debe ser rechazado porque siempre encuentra forma de expresión. 
 

Una introducción a los tres registros: Fabián Shejtman

      La triada lacaniana consiste de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Esta triada no es la misma que la de Freud. Los primeros tres de Freud consisten del inconsciente, el preconciente y la conciencia. Tampoco coincide la triada lacaniana con la última tripartición de Freud: Yo, Ello y Súper yo. La concepción de los tres registros lacanianos se inauguran en la conferencia ante la sociedad psicoanalítica francesa, en Julio de 1953. Los tres registros son ubicados como la puerta de acceso de la enseñanza de Lacan. Lacan propone, desde su enseñanza, un retorno a Freud y a sus escritos. Pero se puede decir que Lacan retorna a Freud armado de sus tres registros. Lacan supone entre sus contemporáneos, el llamado “posfreudismo”, una suerte de “ida de Freud”, y por eso propone recuperar sus concepciones. El retorno a Freud lacaniano es una corrección de un estrechamiento y degradación del modo en que se leía a Freud. En segundo lugar, el retorno a Freud es un intento de recuperar un abordaje racional de la experiencia analítica. El retorno de Lacan a Freud es también un retorno a la racionalidad. El retorno a los textos de Freud no es entendido como una reiteración del texto freudiano. Lacan propone diversos abordajes del texto de Freud: aquel por el cual Lacan continúa el trayecto freudiano extendiendo sus planteos en la misma dirección sostenida por Freud; muchas veces extrayendo consecuencias que no se hallaban del todo explicitadas. Lacan se encarga de hacer pasar la letra de Freud por un aparato lógico de su misma autoría: el aparato constituido por sus tres registros. El abordaje de algunos conceptos freudianos se esclarece, se ordena lógicamente    a partir de su captura por la poderosa triada lacaniana. Pero también podemos encontrar, en determinados momentos, un Lacan sosteniendo una posición completamente diferente o extremadamente crítica frente a los planteos freudianos. Por esta razón, conviene leer la obra de Lacan como un largo debate sostenido con Freud.

      La tripartición lacaniana de lo simbólico, lo imaginario y lo real se modifica completamente de un extremo a otro de su obra. Cada uno de los registros, y las relaciones que se establecen entre ellos, sufren modificaciones a lo largo de los veinte años de enseñanza de Lacan. Hubo dos cortes en la enseñanza de los tres registros de Lacan: el  primero se ubica en los años ’50 en el inicio de su enseñanza, y el segundo en los años ’70, cerca del final de la misma. En los años ’50 existe una evidente prevalencia de los simbólico por sobre lo real e imaginario. Esta prevalencia de lo simbólico puede ser atribuida a la corrección de la desviación posfreudiana. Los posfreudianos, según Lacan, olvidaron del registro simbólico como eje crucial de la experiencia analítica  y de la lectura de Freud; perdieron el hilo del descubrimiento fundamental de Freud el perderse en el frondoso bosque de lo imaginario. Lacan toma La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con el inconsciente como las tres grandes obras de Freud, anticipatorios de la lingüística moderna. Hace notar que las formaciones del inconsciente (el chiste, el sueño, los síntomas, el acto fallido) son hechos del lenguaje y solo se resuelven por su relación con el registro de lo simbólico. En los años ’50 Lacan plantea que el inconsciente está estructurado como un lenguaje; un inconsciente que se haya más ligado al significante (simbólico) que al significado (imaginario). Veinte años después, Lacan termina suponiendo a los tres registros como homogéneos: ninguno debe considerarse como previo ni como prevaleciendo por sobre los demás. Lo que le permite dar cuenta de la relación entre sus tres en esta época es el nudo borromeo. En la cadena borronea los eslabones están engarzados de una manera tal que si se suelta alguno de  ellos, cualquiera sea, se suelta el resto. Se puede observar en la figura que ninguno de los redondeles penetra al otro y, sin embargo, se mantienen encadenados. Lacan se refiere a esta propiedad del borromeo diciendo que los eslabones se anudan de no anudarse. El tercer anillo es la garantía que sostiene al nudo sin que se desarme. Lo que explica que el borromeo mínimo precise de tres eslabones y que si se corta uno, cualquiera de ellos, la cadena se desarma. El último Lacan supone entonces que sus tres se hallan anudados al estilo de borromeo. Y se sirve de ese anudamiento para destacar que esos tres son homogéneos. No hay prevalencia, primacía o superioridad de uno por sobre los demás. El planteo de Lacan descarta la posibilidad de una cadena simple de dos eslabones que se asocian pasando cada uno por el agujero del otro. El planteo de Lacan descarta tal posibilidad para los seres hablantes. Establece que no hay relación sexual, impugnando por completo la idea de que los seres son complementarios. Lacan no cree que de dos pueda hacerse uno. Los seres hablantes se enlazan, se anudan, al estilo del nudo borromeo. El nudo entre los sexos se establece a forma de nudo borromeo. Destacando el lazo borromeo entre los sexos, no deja de ponerse en manifiesto la función necesaria que en tal anudamiento cumple un tercero. El borromeo, donde el mínimo es de tres, es el encadenamiento obligatorio entre los sexos, allí donde falta la complementariedad, donde no hay relación sexual.

      En el comienzo de su enseñanza, Lacan hace hincapié en considerar a las formaciones del inconsciente, aquellas que el inconsciente produce como fruto de su trabajo, del lado de lo simbólico, como hechos del lenguaje. El avance freudiano no consiste en establecer que el sueño porta un mensaje, sino en establecer que ese mensaje puede ser descifrado como se descifra un jeroglífico. Lacan dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, la materia de sus formaciones, de los productos de su trabajo, es el lenguaje mismo, y puede conocerse su sentido descifrándolo. Lacan sostiene que lo que hace Freud es un análisis lingüístico, que lo encuentra en los sueños, los chistes, los olvidos, los síntomas; es decir, lo que encuentra al nivel del retorno de lo reprimido. Es una instancia palabrera la del inconsciente estructurado como lenguaje. Las formaciones del inconsciente comporta la insistencia propia de un mensaje que quiere hacerse oír, y ese mensaje, ese saber no sabido que es lo reprimido, se hace oír de manera simbólica. Lo simbólico se asocia a esa insistencia propia de de esa memoria significante que es el inconsciente. Hay insistencia pero sobre el fondo de algo que resiste. La resistencia es conceptual izada por Lacan en los años ’50 como imaginaria. Así tendríamos insistencia de lo inconsciente, del retorno de lo reprimido, del lado de lo simbólico, y resistencia a nivel de lo imaginario. El Yo es aquello que resiste allí donde lo imaginario se interpone frente a la palabra que se quiere hacer oír. Los síntomas analíticos se producen en la corriente de una palabra que intenta pasar. Los síntomas analíticos, como formaciones del inconsciente, situados del lado de lo simbólico de una palabra que insiste, que intenta pasar. Esta palabra encuentra siempre la doble resistencia del ego del sujeto y de su imagen. Como contrapunto de esta insistencia simbólica que se manifiesta en lo sintomático del retorno de lo reprimido, a la pareja del yo (el ego del sujeto) y su imagen, del lado de la resistencia, como aquello que se interpone en el camino de esa palabra que intenta pasar. En este esquema se distinguen y se oponen lo simbólico y lo imaginario. En este esquema no hay lugar para lo real.

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a’   A

Esta oposición se construye a partir de dos ejes:

El sujeto solo recibe el mensaje que le viene del otro, en el momento en que ese eje imaginario a – a’ trastadilla y se le revela, a aquel que supone un dominio sobre su hablar, que más que hablar, él es hablado. Se hace lugar a esa palabra plena que comporta a cualquiera de las formaciones del inconsciente en el momento mismo en que se desbarata la convicción que hace que creamos que somos nosotros los que comandamos nuestro discurso. a – a’ es el eje donde cada uno supone que dice lo que quiere decir. Es el discurso del yo. Corresponde al punto en el que nos reconocemos en lo que decimos y en el que creemos comprendernos, al semejante y a nosotros mismos. Pero eso no es más que palabra vacía, cháchara en la que el ego del sujeto se reconoce y se ensalza, puesto que allí se sitúa el narcisismo. Yo esencial del planteo freudiano consiste en que el yo no es un dato primario, se construye, como el cuerpo y la realidad. Lo primario es el autoerotismo, en el que reinan la satisfacción anárquica de las pulsiones parciales. El empuje de unificación de las mismas, nunca completado de forma absoluta, comienza en la etapa del narcisismo en la que el yo se constituye como anhelo de unidad. El pasaje del autoerotismo al narcisismo se consuma por el nuevo acto psíquico. El estadio del espejo lacaniano permite esclarecer el nuevo acto psíquico: una identificación debe producirse para que el yo se constituya como tal. Esta identificación es una identificación imaginaria. El yo se constituye sobre la base de la identificación con el semejante. El yo es, desde el comienzo, otro. El júbilo que despierta esa captura narcisista de la imagen especular es resultado directo de la ilusión de unidad  con la que asoma esa instancia recién construida: el yo. El estadio del espejo es del año 1949, antes del comienzo de la enseñaza lacaniana de psicoanálisis. El Lacan más viejo hace una relectura de su estadio del espejo y estable que la identificación imaginaria con la imagen especular, debe estar hecha sobre la base del sostén simbólico. Lo imaginario deja de ser lo primario, a lo que se le suma lo simbólico. Los esquemas ópticos sirve para explicar de que forma lo simbólico sostiene y regula las relaciones de lo imaginario en la construcción de la realidad. El guía que dirige desde lo simbólico el plano imaginario es el ideal del yo, y lo hace a través de los intercambios verbales entre los seres humanos. La función del ideal del yo como instancia simbólica regula las interacciones del yo con sus objetos. Si bien es imaginaria la identificación con el otro especular, no sería posible sin el soporte del ideal del yo. Es decisiva la separación entre ideal del yo como simbólico, y yo ideal como imaginario. El ideal del yo es simétricamente opuesto al yo ideal. La exigencia del ideal del yo encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley.

 
 

Psicosis: desde el psicoanálisis 
 

Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (1911).

      El historial de Schreber llamó la atención de Freud en 1910. En un trabajo previo  de 1895 Freud estableció que la paranoia es una neurosis de defensa y que su mecanismo fundamental es la proyección. En 1899 Freud establece que la paranoia implica un retorno a un temprano estado de autoerotismo. Durante diez años Freud no hizo mención de la paranoia; la retoma con el caso de Schreber. En este texto logra establecer el nexo entre la paranoia y la homosexualidad pasiva reprimida. La importancia de este trabajo no se limita a la luz que arroja sobre la paranoia, sino que anticipa los trabajos metapsicológicos que vendrían años más tarde. Freud afirma que todo lo que figura en su análisis está extraído de las memorias del paciente, salvo la edad  en que cayó enfermo.

1842: Nace Schreber 

1861: Muere el padre con 53 años.

1877: Muere el hermano (tres años mayor) a los 38 años.

1878: Contrae matrimonio

1884: (Otoño) Candidato a la cámara baja del parlamento.

      Primera enfermedad: (Octubre) tiene 42 años. Internado durante algunas semanas en Sonnenstein. Clínica  psiquiátrica de Leipzig.

1885: Es dado de alta con 43 años.

1886: Inicia su actividad en el tribunal regional.

1893: (Junio) Se le informa su designación para el tribunal superior.

      (Octubre) Inicia su actividad como presidente de cámara.

      Segunda enfermedad: (Noviembre) Es internado nuevamente en la clínica Leipzig.

1894: Es trasladado al asilo Lindenhof. Es trasladado al asilo Sonnestein.

1900: Escribe las memorias e inicia una acción legal para ser dado de alta.

1902: Finaliza las memorias. Se le otorga el alta.

1903: Se publican las memorias.

1907: (Mayo) Muere la madre con 92 años.

      (Noviembre): La esposa sufre un ataque.

      Tercera enfermedad: (Noviembre) cae enfermo inmediatamente después del ataque de su esposa. Es  internado en el asilo de Leipzig.

1911: (Abril) Muere con 69 años.

1912: (Mayo) Muere su esposa con 54 años.

      La indagación psicoanalítica de la paranoia es posible porque los enfermos poseen la peculiaridad de traslucir, aunque sea en forma desfigurada, aquello que los otros neuróticos esconden como secreto. El doctor Schreber informa que ha estado dos veces enfermo de los nervios: ambas en consecuencia de un esfuerzo mental. La primera vez con ocasión de una candidatura al parlamento regional, y la segunda, por una sobrecarga de trabajo producto de haber asumido la función de presidente del tribunal superior de Dresde. La primera enfermedad sobrevino en el otoño de 1884 y a fines de 1885 había sanado totalmente. Se definió su estado como un ataque de hipocondría grave. El doctor Schreber asegura que esta enfermedad pasó sin incidente alguno que rozara el ámbito de lo suprasensible. Freud no cuenta con suficiente noticia de la prehistoria de Schreber. En la época del ataque de “hipocondría” el doctor Schreber llevaba largo tiempo casado. Tras la curación de la primera enfermedad convivió ocho años con su esposa y eran felices, salvo por la frustración de no concebir hijos. En junio de 1893 fue notificado de su inminente nombramiento como presidente del tribunal superior; asumió este cargo el primero de octubre. En el intervalo le sobrevinieron algunos sueños, pero solo más tarde se vio motivado a atribuirle significatividad. Algunas veces soñó que su anterior enfermedad había vuelto. En una oportunidad había tenido la representación de lo hermosísimo que es sin duda ser una mujer sometida al acoplamiento. Una representación que, de estar con plena conciencia, habría rechazado con gran indignación. La segunda enfermedad le sobrevino a fines de octubre de 1893 con un martirizador insomnio que le hizo acudir a la clínica de Flechsig, donde su estado empeoró con rapidez. Al comienzo exteriorizó ideas hipocondríacas, luego estas se mezclaron con ideas de persecución, basadas en espejismos sensoriales, al par que imperaban un alto grado de hiperestesia. Luego se acumularon los espejismos visuales y auditivos, y sumados a perturbaciones de la cenestesia, gobernaron todo su sentir y pensar. Permanecía sentado durante horas totalmente absorto e inmóvil. Estaba tan martirizado que deseaba la muerte. Poco a poco las ideas religiosas cobraron un carácter mítico y religioso. Insultaba a personas por las cuales se sentía perseguido y perjudicado; sobre todo a su anterior médico, Flechsig, al que llamaba “almicida” (asesino de almas). El médico que lo atendió sostiene que en el curso de los años que siguieron el cuadro clínico se alteró. A partir de la psicosis inicial, más aguda y que afectaba todo el acontecer psíquico y era definido como un delirio alucinatorio, se fue destacando cada vez más el cuadro clínico de paranoia. Se fue cristalizando este cuadro. Él había desarrollado un artificioso edificio delirante y había reconstruido su personalidad mostrándose a la altura de las tareas en la vida, si se prescinden de perturbaciones aisladas. El doctor Weber informa que Schreber no aparece ni confundido ni inhibido psíquicamente, ni dañado en su inteligencia; es reflexivo, posee excelente memoria y un considerable saber. A pesar de esto, el paciente rebosa de representaciones de base patológicas que se han cerrado para formar un sistema completo, se han fijado en mayor o menor medida y no parecen admitir su enmienda mediante una concepción objetiva y una apreciación de las circunstancias de hechos. Cuando a Schreber lo dieron de alta el doctor Weber se oponía a que así fuese. Schreber en ningún momento desmintió o disimuló su delirio frente al tribunal, para lograr el alta. Al contrario, realzó el valor de sus argumentos para la vida religiosa y sostuvo que la ciencia actual era incapaz de invalidarlas. En 1902 Schreber logra que le den el alta, y al año siguiente publica sus memorias. El doctor Weber afirma que el delirio de Schreber se basa en ser llamado a redimir el mundo y devolverle su perdida bienaventuranza. Sostiene que ha recibido esta misión por inspiraciones divinas; sus nervios desequilibrados tendrían la propiedad de atraer a dios. En su misión redentora lo esencial es que debe mudarse en mujer, aunque él no lo quiera así, porque se lo dictamina el orden del universo. Schreber está convencido que es objeto de milagros divinos y que es el hombre más maravilloso que ha vivido sobre la tierra. Schreber sostiene que sufrió destrucciones en los órganos de su cuerpo, pero logró sobrevivir porque los rayos lo curaron: él es inmortal mientras siga siendo varón. Weber dice que Schreber afirma que esos fenómenos pasaron hace tiempo, ahora está en primer plano su femineidad, lo que llevará siglos para consumarse. Solo con la transformación en mujer podrá morir y obtener la bienaventuranza. Freud dice que el delirio de redención de Schreber es el núcleo de la paranoia religiosa. La mudanza en mujer fue el delirio primario, juzgado al comienzo como un acto de grave daño y de persecución, y solo secundariamente entró en relación con el papel del redentor. Al principio estaba destinada a producirse con el fin del abuso sexual, y no al servicio de propósitos superiores. Un delirio de persecución sexual se transformó en un delirio religioso de grandeza. En un primer momento el perseguidor era Flechsig, luego dios ocupo ese lugar. Las voces escuchadas por el paciente siempre trataron la transformación en mujer como una injuria sexual, por lo cual se sentían autorizadas a burlarse del enfermo. La naturaleza primaria de la fantasía de emasculación y su independencia respecto de la idea de redentor tiene relación con la fantasía de duermevela. Esta fantasía había devenido conciente en la época de incubación de la enfermedad. La idea de redentor, en conexión con la fantasía de emasculación, logra que el enfermo se reconcilie con la segunda. La mudanza en mujer había sido el primer germen de formación delirante, y la única que sobrevivió al restablecimiento. El alma humana está contenida en los nervios del cuerpo; algunos de estos nervios solo son aptos para recibir percepciones sensoriales, otros operan todo lo psíquico, y en cada nervio está contenida toda la individualidad del ser humano. La mayor o menor cantidad de nervios regula la cantidad de tiempo que pueden ser conservadas las impresiones. Dios es puro nervio, no consta de cuerpo como los hombres. Los nervios de dios son infinitos., poseen las características de los nervios humanos pero exagerados hasta lo enorme. La virtud creadora de dios se llama rayos. Una vez que construyó el mundo dios se retiro a una distancia donde no podía influir, y dejó que el mundo se gobierne por sus propias leyes naturales. Solo por excepción descendía a la tierra para entrar en conexión con hombres muy dotados. Solo se ocupaba del alma de personas difuntas. El comercio de dios con las almas solo sucede cuando los hombres están muertos; las partes del alma son sometidas a un proceso de purificación para ser integradas a dios mismo como vestíbulos del cielo. Cuando dios crea a los hombres lo hace a partir de sus nervios. Las almas purificadas se encuentran en el goce de la bienaventuranza. Las almas purificadas no tienen conciencia de sí y se integran con las demás. Durante la purificación las almas aprenden la lengua del puro dios que es el lenguaje fundamental (un alemán antiguo que se caracteriza por la gran riqueza de eufemismos). Los reinos del cielo están divididos en un dios superior (Ormuz) y un dios inferior (Arimán). Son seres diferentes entre ellos que poseen de egoísmo y pulsión de autoconservación y tratan de sacarse ventaja mutuamente. Schreber, cuando estaba sano, no era religioso. La existencia de dios está amenazada por la atracción que ejercen los nervios de Schreber, por estar en viva excitación; dios no puede soltarse de ellos y está amenazad en su propia existencia. Esto le trae un gran padecer a Schreber. Para que dios no lo tome por idiota, Schreber se somete a una compulsión a pensar en extremo fatigosa. Dios no lo deja evacuar. Schreber siente voluptuosidad al evacuar. El dios de Schreber no aprende nada de la experiencia: repite  durante años los mismos milagros y profecía de las voces, hasta que Schreber, por cansancio, se vuelve inmune. Solo Schreber tiene el derecho de burlarse de dios. La enfermedad es consabida como una lucha de Schreber contra dios, en la cual triunfa el humano. Ningún difunto puede devenir bienaventurado mientras Schreber absorba la masa principal de los rayos de dios. La bienaventuranza es descripta como un estado de goce continuo, unido a la visión de dios. La bienaventuranza masculina se sitúa más alto que la femenina, pues esta última consiste de preferencia en un continuo sentimiento de voluptuosidad. La bienaventuranza es un incremento y una continuación del placer terreno. Dios mismo es demandado a hallar voluptuosidad con él, y los rayos pierden hostilidad, en un segundo momento. Schreber había sido un hombre de rígidas costumbres antes de enfermar. Su cuerpo está lleno de rayos femeninos de voluptuosidad. La mujer está enteramente recorrida por nervios de voluptuosidad, mientras que en el varón solo se haya en los genitales. Antes de enfermar Schreber era alguien inclinado al ascetismo sexual y no creía en la existencia de dios; discurrida la enfermedad fue un creyente es dios y un buscador de voluptuosidad. La emasculación no es más que la concreción de la fantasía de duermevela. En un momento se revolvió contra tal fantasía, pero llegó un momento que se reconcilió con ella (noviembre de 1895). Dios le reclama un goce continuo, y el cultivo de la voluptuosidad es la forma de obtenerlo. Las dos piezas principales del delirio, la mudanza en mujer y el vínculo privilegiado con dios, están enlazadas en su sistema mediante la actitud femenina frente a dios.

      Freud aborda este historial a fin de elucidar cuales son las causas por las cuales Schreber contrajo la enfermedad. Schreber se quejan que lo acosan los pájaros hablantes, los cuales han sido formados a partir de restos de  ex vestíbulos del cielo (de almas de seres humanos que fueron bienaventurados), y cargado con veneno cadavérico han sido incitados contra él. Los han habilitado para proferir una frases aprendidas de memoria y carentes de sentido, que les han sido inculcadas. Le repetían maquinalmente las frases que en cierta medida tenían inculcadas. Se asimilaron a su alma con las palabras “maldito tipo” o “vaya un maldito”, las únicas en virtud de las cuales son todavía capaces de expresar una sensación genuina. Ellos no comprenden el sentido de las palabras que pronuncian, pero tienen una natural receptividad para su homofonía, que no necesita ser total. Freud dice que el milagro de los pájaros descrito por Schreber hace referencia a unas muchachas jóvenes, a quienes, con tono crítico, suele compararse con gansos, y por la falta de modales se le atribuye “cerebro de pajarito”; de ellas se dice que no saben decir más que unas frases aprendidas de memoria, y delatan su incultura confundiendo entre sí palabras extranjeras que suenan parecido. El “maldito tipo”, única expresión, sería en ellas el triunfo del hombre joven que ha de imponérseles. Schreber confirma esta suposición cuando afirma que a gran número de las almas de pájaros les ha puesto, a modo de broma y para distinguirlas, nombres de muchachas: pues a todas ellas se las puede comparar a niñas pequeñas por su curiosidad y su tendencia a la voluptuosidad. Las resistencias a la publicación de las memorias lograron que se censure una parte importante del material, probablemente la más sustanciosa. Freud considera muy importante la relación que presenta Schreber con su médico Flechsig. El caso de Schreber llevaba al comienzo el sello del delirio de persecución, solo borrado a partir del punto de inflexión de la enfermedad (la “reconciliación”). Desde entonces las persecuciones se vuelven cada vez más tolerables, y el carácter ignominioso de la emasculación que lo amenaza es relegado, por responder ella a una finalidad del orden del universo. El autor de todas las persecuciones es Flechsig, quien sigue siendo su maquinador durante toda la trayectoria de la enfermedad. El presidente Schreber cuenta con imprecisión cual es la verdadera fechoría de Flechsig  y frente a que motivo respondió. Nos dice simplemente que Flechsig ha perpetrado o ha intentado perpetrar un almicidio en el enfermo. Pero Schreber no nos dice más que eso, no sabemos que significa concretamente el almicidio ni como fue perpetuado. Pronto siguió un ulterior desarrollo del delirio, que afecto la relación del enfermo con Dios, pero sin modificar su relación con Flechsig (o más bien con su alma), su verdadero enemigo. Consideraba la omnipotencia de dios su aliada, pero ahora no pudo rechazar el pensamiento de que dios mismo el maquinador del plan dirigido en su contra. Pero Flechsig siguió siendo el primer seductor, a cuyo influjo sucumbió dios. Se las había ingeniado para elevarse al cielo con toda su alma o una parte de ella y convertirse en “conductor de rayos” (sin muerte ni previa purificación). El alma de Flechsig conservó este papel aún después de que el enfermo haya abandonado su clínica. El efecto del nuevo entorno se manifestó sumándose el alma del nuevo enfermero jefe, en la que re conoció a un ex vecino. Luego el alma de Flechsig comenzó la “división de las almas” y cobró grandes dimensiones. Dos partes grandes del alma recibieron los nombres de “Flechsig superior” y “Flechsig medio”. Estas dos almas a veces se desafiaban y andaban a los empujones. En sus primeras semanas en Sonnestein entró en acción el alma del nuevo médico, el doctor Weber. Luego sobrevino la “reconciliación”. Durante su estadía en Sonnestein, cuando dios empezó a mirar mejor al enfermo, se produjo una razzia entre las almas gravemente multiplicadas; en consecuencia, el alma de Flechsig se dividió solo en dos almas, y la del enfermero en una sola. Las partes del alma de Flechsig perdieron poco a poco su inteligencia y su poder; fueron designadas el “Flechsig de atrás”. El alma de Flechsig conservó su significación hasta el final. En la carta abierta Schreber dice que no hay nada más ajeno a él que intentar atacar a la persona de Flechsig y su honor como médico. Schreber intenta dividir el alma del médico de la persona que lleva el nombre. Freud establece una fórmula para resolver el delirio de persecución: la persona a la cual el delirio atribuye un poder y un influjo tan grande, y hacia cuyas manos convergen todos los hilos del complot, es la misma que antes de contraerse la enfermedad poseía una significatividad de similar cuantía para la vida de sentimientos del paciente, o una persona sustitutiva de ella, fácilmente reconocible. La intencionalidad del sentimiento es proyectada como un poder exterior, el tono del sentimiento es trastornado hacia el contrario, y que la persona ahora odiada y temida a causa de su persecuciones alguien que alguna vez fue amado y venerado. La persecución establecida en el delirio sirve sobre todo para justificar la mudanza de sentimiento en el interior del enfermo. De esta manera se deben leer los vínculos entre Schreber y Flechsig. En la primer enfermedad nerviosa Flechsig fue el médico de Schreber y, tras el restablecimiento, este le esta muy agradecido a su médico. El mismo dice que no podía más que abrigar sentimientos de agradecimiento hacia su médico por entonces. El originario entusiasmo del sentimiento en favor del médico que había alcanzado el éxito es todavía mayor en la mujer de Schreber. En el período de incubación de la enfermedad (entre su nombramiento y la asunción del cargo) sobrevinieron repetidos sueños: había retornado la anterior enfermedad nerviosa. Además, en un estado de duermevela le afloró la sensación de que era hermosísimo sin duda ser una mujer sometida al acoplamiento. Freud infiere que con el recuerdo de la enfermedad despertó también el del médico y la postura femenina de la fantasía valía, desde el comienzo, para el médico.  Quizás, agrega Freud, el sueño tuvo la categoría de añoranza, quería volver a ver a Flechsig. Quizá de ese estado quedó como resto una dependencia tierna respecto del médico, que ahora cobró refuerzo hasta elevarse a una simpatía erótica. Se le instaló enseguida un rechazo indignado de esa fantasía femenina de impersonal sustento. Pero en la grave psicosis que pronto estallaría, la fantasía femenina se iría imponiendo sin pausa, y apenas hace falta corregir un poco la indeterminación paranoica de los modos de expresión de Schreber para deducir que el enfermo temía un abuso sexual de su médico. Un avance de la libido homosexual fue entonces el ocasionamiento de esta afección; es probable que desde el comienzo mismo su objeto fuera el médico Flechsig, y la revuelta contra esa moción libidinosa produjese el conflicto del cual se engendraron los fenómenos patológicos. El propio enfermo ha informado su fantasía de mudanza en mujer, y que se sobrepone a susceptibilidades personales en aras de unos intereses de superior intelección. Freud no le reprocha nada a Schreber: ni que tenga mociones homosexuales, ni que se preocupe por reprimirlas. Freud dice que, a pesar de que en ningún pasaje Schreber afirma explícitamente que la mudanza en mujer debe cumplirse en beneficio de Flechsig, es lícito afirmar que cada vez que Schreber hace referencia que se le “entregaría a un hombre su cuerpo emasculado para que este cometiera abuso sexual” no cabe otra posibilidad que no sea su médico, ya que no menciona a ningún otro hombre como amenaza como lo hace con su médico. La postura femenina frente a dios, abrazada sin horror en el posterior desarrollo del delirio, borra la duda en cuanto al papel reservado originalmente al médico. Él ha intentado llevar a cabo un almicidio, aunque las circunstancias de este crimen sean oscuras para el propio enfermo. Freud establece como base de la contracción de la enfermedad de Schreber el estallido de una moción homosexual. Otra “tormenta nerviosa” le sobrevino al enfermo mientras su esposa tomaba unas vacaciones. La mera presencia de la esposa irradiaba unos influjos protectores contra la atracción que sobre él ejercían los hombres que lo rodeaban. Aquella noche tuvo media docena de poluciones nocturnas, las que debemos adjudicar a fantasías homosexuales inconscientes. Freud dice que por carecer de información autobiográfica no se puede precisar porque al paciente le sobrevino un estallido de libido homosexual entre su nombramiento y su asunción. Pero dice que el ser humano, durante su vida, oscila entre un sentir homosexual y uno heterosexual, una frustración en un lado suele esforzarlo hacia el otro. Freud también agrega que Schreber, con 51 años estaba en el climaterio, donde su función sexual comenzaba a declinar. La sensación de simpatía hacia el médico proviene de un proceso de transferencia por el cual una investidura de sentimiento es trasladada de una persona para él sustantiva a la del médico, en verdad indiferente, de suerte que este último aparece escogido como un sustituto, un subrogado de alguien mucho más próximo al enfermo. El médico le ha hecho recordar a la esencia de su hermano o de su padre, y no es asombroso que reaflore en el enfermo la añoranza por esta persona sustitutiva  y ejerza efectos de una violencia que solo se comprende por su origen y su primera intencionalidad. Esto se ve sustentado porque el padre y el hermano de Schreber ya habían muerto para la segunda enfermedad. La ocasión de contraer la enfermedad fue la emergencia de una fantasía de deseo femenino (homosexual pasiva), cuyo objeto era la persona del médico. La personalidad de Schreber le impuso una intensa resistencia, y la lucha defensiva, que acaso habría podido consumarse igualmente en otras formas, escogió la forma del delirio persecutorio. El ansiado devino entonces el perseguidor, y el contenido de la fantasía de deseo pasó a ser la persecución. En Schreber la ley es descripta como el orden natural de las cosas. Una vez que el delirio se fue desarrollando, se sustituyo la persona de Flechsig por la de dios; esto parece significar la agudización del conflicto, un acrecentamiento de la persecución insoportable, pero pronto se muestra que ella prepara el segundo cambio y la solución del conflicto. Si le era imposible avenirse en papel de mujerzuela frente al médico, la tarea de ofrecer al propio dios la voluptuosidad que busca no tropieza con igual resistencia al yo. La emasculación deja de ser insultante, se convierte en “acorde al orden del universo”, ingresa en un vasto nexo cósmico, sirve al fin de una creación del universo humano sepultado. “Hombres nuevos de espíritu schreberiano” honrarán a su antepasado. Así se ha encontrado a un expediente que satisface a las dos partes en pugna. El yo es resarcido por la manía de grandeza, y, a su vez, la fantasía de deseo femenino se ha abierto paso, ha sido aceptada. Pueden cesar la lucha y la enfermedad. Solo que el miramiento por la realidad efectiva, entre tanto fortalecido, constriñe a desplazar la solución del presenta al remoto futuro, a contentarse con un cumplimiento de deseo asintótico. La mudanza en mujer previsiblemente se cumplirá alguna vez; hasta entonces, la persona del doctor Schreber permanecerá indestructible. En los manuales de psiquiatría clásica suele hablarse de un delirio de grandeza a partir de un delirio de persecución: al sentirse perseguido el enfermo trata de explicarse porque es el centro de dicha maniobra, y surgen las ideas de que es alguien importante. Freud está en desacuerdo con esta postura clásica. Para el enfermo Flechsig y dios se sitúan dentro de una misma serie: el perseguidor se descompone en Flechsig y dios, de igual modo el propio Flechsig se escinde después en dos personalidades (Flechsig superior y Flechsig medio), y también dios (en el dios inferior y el dios superior). Un proceso de descomposición de esta índole es característico en la paranoia. La paranoia fragmente, vuelve a disolver las condensaciones e identificaciones emprendidas en a fantasía inconsciente. Todas esas escisiones de Flechsig y de dios en distintas personas significan lo mismo que la partición del perseguidor entre el médico y dios. Son duplicaciones de idéntica constelación sustantiva. La fragmentación del perseguidor en Flechsig y dios, y concebirla como una reacción paranoide frente a una identificación preexistente entre ambos o su pertenencia a la misma serie. Si el perseguidor Flechsig fue antaño una persona amada, tampoco dios es más que el retorno de otra persona amada de parecido modo, pero probablemente más sustantiva. Esta persona no es más que el padre de Schreber, con lo cual Flechsig es forzado havia el papel del hermano mayor. La raíz de aquella fantasía femenina que desató tanta resistencia en el enfermo habría sido, entonces, la añoranza por padre y hermano, que alcanzó un refuerzo erótico; d ellos, el segundo paso por transferencia al médico Flechsig, mientras que con su reconducción al primero se alcanzó una nivelación de la lucha. Algo muy importante son los rasgos que se hayan en el dios de Schreber y en la relación que este tiene con su dios. Era la más asombrosa mesura de crítica blasfema y rebeldía con una respetuosa devoción. Dios, sometido al influjo seductor de Flechsig, no era capaz de aprender por experiencia, no conocía a los hombres vivos porque solo sabía tratar con cadáveres, y exteriorizaba su poder en una serie de milagros que eran llamativos, pero insípidos y pueriles. El padre del presidente Schreber había sido un reconocido doctor concentrado en la formación de los jóvenes. Un padre así era apropiado para ser transfigurado en el recuerdo del hijo como un dios, al que le fue arrebatado de tan joven por la muerte. La posición del varón frente a su padre contiene la misma alianza entre sumisión respetuosa y rebelión que se haya en la relación de Schreber con su dios. El padre de Schreber era un médico muy venerado por sus pacientes; esto explica loas principales características de dios: solo sabe tratar con hombres muertos, no hay mayor mofa que pueda ser hecha a un médico; y los milagros que hace dios son comparados con los “milagros” que hace un médico al curar a sus pacientes. “Dios no aprende nada de la experiencia” hace referencia al mecanismo de la retorsión infantil (devolver intacto al emisor un reproche recibido); dios es ineducable, todo intento de acción educativa resulta infructuoso. La incriminación de almicidio contra Flechsig fue originalmente una autoacusación. El universo divino consta de los “reinos de delante de dios” (también llamados “vestíbulos del cielo”) y contienen las almas separadas de los hombres, y del dios superior y el dios inferior, llamados en conjuntos “reinos de atrás de dios”. Los pájaros de los milagros, desenmascarados como muchachas, derivan de los vestíbulos del cielo, y se atribuye para los reinos de adelante de dios y los vestíbulos del cielo el simbolismo de la femineidad y para los de atrás de dios los de la masculinidad. La fragmentación de dios en uno inferior y uno superior se puede atribuir al recuerdo de que, tras la muerte temprana del padre, el hermano ocupó su lugar. La relación de Schreber con el sol debe ser tenida en cuenta también. Este le habla con palabras humanas y se da a conocer como ser animado o como órgano de un ser superior situado detrás de él. Schreber lo increpa vociferando palabras de amenaza e insulto. Él mismo comunica que el sol empalidece en su presencia. La participación del sol tiene su destino manifiesto en las importantes alteraciones que este presenta en su apariencia tan pronto como a Schreber le sobrevienen cambios. Él identifica al sol directamente con dios inferior (Arimán), ora con el superior, por estas razones lo trata como al propio dios. El sol no es otra cosa que el símbolo sublimado del padre. El simbolismo se establece aquí con prescindencia del género gramatical (sol en alemán es femenino). La lucha con Flechsig se le revela al enfermo como un conflicto con dios: esto se puede traducir al conflicto infantil con el padre amado. En estas vivencias infantiles el padre aparece como perturbador de la satisfacción buscada por el niño, autoerótica, que en la posterior fantasía se sustituye por otra menos ingloriosa.  En el desenlace del delirio del Schreber, la fantasía sexual infantil celebra un triunfo grandioso: la voluptuosidad misma es dictada por el temor de dios, y dios mismo (el padre) no deja de exigírsela al enfermo. La más temida amenaza del padre, la castración, ha prestado su material a la fantasía de deseo de la mudanza en mujer, combatida primero, pero aceptada después. La referencia a una culpa, encubierta por al formación sustitutiva de almicidio, es muy nítida. Las voces dicen, fundamentado la amenaza de castración: “usted debe ser figurado como dado a vicios voluptuosos”. La compulsión de pensar a que el enfermo se sometía por suponer que, si dejaba de pensar un minuto, dios creería que se había vuelto estúpido y se retiraría de él, es la amenaza o el temor de que uno perdería el entendimiento por causa del quehacer sexual, en especial el onanismo. El surgimiento de una fantasía de deseo debe ser entramado con una frustración, una privación en la vida real y objetiva. La privación de Schreber fue no haber tenido hijos, sobre todo el hijo varón que lo habría consolado de la pérdida del padre y del hermano, y hacia quién pudiera afluir la ternura homosexual insatisfecha. El delirio a través del cual Schreber, siendo la única mujer del mundo, poblaría la tierra de hijos de dios, estaba orientado a remediar la falta de hijos.

      La especificidad de la paranoia se sitúa en la particular forma de manifestarse los síntomas, al mecanismo de formación de los mismos o el de la represión. El carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de deseo homosexual se reacciona con un delirio de persecución. En todos los casos de paranoia se distingue en el centro del conflicto patológico la defensa frente al deseo homosexual, y en todos los casos el fracaso en dominar la homosexualidad reforzada desde lo inconsciente. En la paranoia la etiología sexual no es evidente; en cambio, en su causación resaltan de manera llamativa mortificaciones y relegamientos sociales. En estos perjuicios sociales lo verdaderamente eficaz es la participación de componentes homosexuales. En la vida de sentimientos. El delirio descubre esos vínculos y reconduce el sentimiento social a su raíz en el deseo erótico sensual grosero. Esto no quiere decir que previo al desencadenamiento del delirio los enfermos hayan presentado conductas homosexuales en el sentido vulgar. Hay un estadio en el desarrollo de la libido que se inserta entre el autoerotismo y el amor de objeto y que se llama narcisismo. Consiste en que el individuo empeñado en el desarrollo, y que sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica para ganar un objeto de amor, se toma primero al sí mismo, a su cuerpo propio, antes de pasar de este a la elección de objeto en una persona ajena. Una fase así, mediadora entre al autoerotismo y la relación de objeto, es de rigor en el caso normal; parece que numerosas personas demoran en ella un tiempo insólitamente largo, y que de ese estado es mucho lo que queda pendiente para ulteriores fases del desarrollo. En este sí mismo tomado como objeto de amor puede ser que los genitales ya sean lo principal, lo que lleva a elegir un objeto de amor con genitales parecidos: lleva a la heterosexualidad a través de la elección homosexual de objeto. Tras alcanzar la elección de objeto heterosexual, las aspiraciones homosexuales no son canceladas ni puestas en suspenso, sino forzadas a apartarse de la meta sexual y reconducidas a nuevas aplicaciones. Se juntan con pulsiones yoicas para constituir con ellas, como componentes apuntalados, las pulsiones sociales, y gestan así la contribución del erotismo a la amistad, la camaradería, el sentido comunitario, y el amor universal por la humanidad. Cada estadio de desarrollo de la psicosexualidad ofrece un posible lugar de fijación y de predisposición. Personas que no se han soltado por completo del estadio del narcisismo poseen allí una fijación que puede tener el efecto de una predisposición patológica. Está expuesta a que, frente a una marea alta de libido que no encuentre otro decurso, someta sus pulsiones sociales a la sexuación y se deshaga de las sublimaciones que había adquirido durante su desarrollo. Cualquier cosa que provoque una regresión de la libido puede traer estas consecuencias. Los paranoicos intentan defenderse de una sexualización de sus investiduras pulsionales sociales. El punto débil de su desarrollo ha de encontrarse en le tramo entre el autoerotismo, narcisismo, homosexualidad: allí se situará la predisposición patológica. El núcleo del conflicto en la paranoia del varón es la invitación de la fantasía de deseo homosexual: amar a un varón. Todas las formas principales conocidas de la paranoia pueden figurarse como contradicciones a la frase: yo (un varón) lo amo (a un varón).

En la formación de síntoma de la paranoia es llamativo el lugar que ocupa la proyección: Una percepción interna es sofocada y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de experimentar cierta desfiguración, como una percepción de afuera. En el delirio de persecución, la desfiguración consiste en una mudanza de afecto: lo que estaba destinado a ser sentido adentro como amor es percibido como odio desde afuera. Pero debemos tener en cuenta que la proyección no desempeña el mismo papel en todas las formas de paranoia; y que este mecanismo no ocurre solo en la paranoia, sino también en otras constelaciones de la vida anímica. Por estas razones no se puede determinar que la proyección sea el mecanismo característico de la paranoia. Freud caracteriza a la represión como un proceso de tres fases:

    1. la primera consiste en la fijación, precursora y condición de cada represión. La fijación ocurre porque una pulsión o un componente pulsional no recorre  el desarrollo previsto como normal, y como consecuencia de esa inhibición permanece en un estadío más infantil. En las fijaciones reside la posibilidad a enfermar luego y el determinismo para la tercera fase de la represión. Es una etapa pasiva.
    2. La segunda fase es la represión propiamente dicha. Ella parte de los sistemas del yo de desarrollo más alto y es un esfuerzo de dar caza. Es un proceso esencialmente activo. A la represión sucumben los retoños psíquicos de aquellas pulsiones que primariamente se retrasaron, cuando por su fortalecimiento se llega al conflicto entre ellas y el yo. La repulsión de los sistemas concientes y la atracción de los sistemas inconscientes ejercen una fuerza de igual sentido para el logro de la represión.
    3. Como tercera fase cabe señalar el fracaso de la represión, el retorno de lo reprimido. Tal irrupción se produce desde el lugar de fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo libidinal hasta ese lugar.

En cuanto a las diversidades de la fijación son tantas como cuantos estadios hay en el desarrollo de la libido. En el momento de mayor delirio se formó en Schreber la convicción del fin del mundo, y que el mismo era el único hombre real que quedaba vivo (los demás eran hombres hechos a la ligera). De momentos le ocurría lo opuesto: leía en los periódicos la noticia de su propia muerte. Pero el delirio que mantenía al yo y sacrificaba al mundo demostró ser el más potente. Semejante catástrofe del mundo durante el estadío turbulento es común en los casos de paranoia. El enfermo ha sustraído de las personas de su entorno, y del mundo exterior en general, la investidura libidinal que hasta entonces le había dirigido. Por eso todo se le ha vuelto indiferente, y lo explica a través de una racionalización secundaria: está hecho a la ligera. El sepultamiento del mundo exterior es la proyección de la catástrofe interior, su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor. El paranoico lo reconstruye, pero no más espléndido, pero al menos para que pueda volver a vivir dentro de él. Lo edifica de nuevo mediante el trabajo de su delirio. Lo que se considera la formación patológica, lo delirante, es en realidad el intento de restablecimiento, de reconstrucción. Tras la catástrofe, la reconstrucción se logra más o menos bien, nunca por completo; pero el hombre ha logrado recuperar un vínculo con las personas y cosas del mundo, a menudo muy intenso. El proceso de la represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la libido de personas y cosas antes amadas. Se cumple mudo, no recibimos noticias algunas de él, nos vemos obligados a inferirlo de los procesos subsiguientes. Lo que se nos hace notar ruidoso es el proceso de restablecimiento que deshace la represión y reconduce la libido a las personas por ella abandonada. En la paranoia esto se cumple por el camino de la proyección: Lo cancelado adentro retorna desde afuera. El desasimiento de la libido es un mecanismo regular de toda represión, no solo de la paranoia, y se produce en la vida anímica normal sin semejantes consecuencias. Por lo que la soltura libidinal no puede ser lo patógeno de la paranoia. En el proceso normal, luego de soltar la libido de un objeto se busca un sustituto para la adherencia cancelada, hasta no lograrlo conservamos la libido libre flotando dentro de la psique, donde origina tensiones e influye sobre el talante. Pero en la paranoia la libido sustraída del objeto es llevada a un particular empleo: la libido liberada se vuelca al yo, se aplica a la magnificación del yo; esto lo inferimos por el característico delirio de grandeza. Así se vuelve a alcanzar el estadío del narcisismo. Por eso Freud establece que los paranoicos conllevan una fijación en el narcisismo, y el retroceso desde la homosexualidad sublimada hasta el narcisismo indica el monto de regresión característica de la paranoia. Una objeción que se le puede hacer a Freud es que el delirio de persecución de Schreber se presentó antes de la fantasía de fin del mundo, por lo que se supone que el retorno de lo reprimido habría precedido a la represión misma. Freud combate esto diciendo que el retiro de la libido fue en partes: primero parcial y luego total. En el caso de Schreber el desasimiento de la libido de la persona de Flechsig fue lo primario, pronto lo siguió el delirio que recondujo otra vez la libido a Flechsig (con signo negativo, como marca de represión sobrevenida), cancelando así la obra de la represión. Ahora vuelve a desatarse la lucha represiva, pero ahora se vale de medios más poderosos; en la medida en que el objeto impugnado deviene lo más importante en el mundo exterior, por una parte quiere atraer para sí toda la libido, por la otra moviliza contra sí todas las resistencias, y la lucha en torno de ese objeto único se vuelve comparable a una batalla general en cuyo transcurso el triunfo de la represión se expresa por el convencimiento de que el mundo ha sido sepultado y ha quedado sí mismo solamente. La pulsión se define como el concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático, vemos en ella el representante psíquico de poderes orgánicos y aceptamos el distingo entre pulsiones yoicas y pulsión sexual. No se puede afirmar que el paranoico haya retirado por completo la libido del mundo exterior. Freud separa claramente la esquizofrenia de la paranoia, por una diversa fijación predisponerte y un mecanismo distinto del retorno de lo reprimido. Tienen en común el carácter básico de la represión propiamente dicha, el desasimiento libidinal con regresión al yo. Freud cree que las alucinaciones de la esquizofrenia son la lucha de la represión contra un intento de restablecimiento que pretende devolver la libido a sus objetos. La demencia precoz no se sirve de la proyección como mecanismo, sino de las alucinaciones. Las dos grandes diferencias entre la paranoia y la demencia precoz son: el mecanismo (proyección vs. alucinación) y el desenlace (más desfavorable el desenlace de la demencia precoz). En la demencia precoz no triunfa la reconstrucción, sino la represión. La regresión no llega hasta el narcisismo exteriorizado en el delirio de grandeza, como en la paranoia; sino hasta la liquidación del amor de objeto y el regreso al autoerotismo infantil. La fijación, a diferencia de la paranoia que se sitúa en el narcisismo, en la esquizofrenia se sitúa en la etapa de autoerotismo. En la demencia precoz los arrestos homosexuales no son tan intensos. La paranoia y la demencia precoz se pueden combinar: el caso de Schreber Freud lo bautiza como “demencia paranoide”. Esto se debe a que en el desarrollo pueden haber quedado muchas fijaciones.  
 

Seminario 3: Las psicosis

      Lacan establece que nunca se habló del tratamiento de la psicosis en Freud. Establece que lo que se hizo con respecto al tratamiento de la psicosis hasta el momento, se aborda más fácilmente el tema de las esquizofrenias que el de las paranoias. En cambio, para la doctrina freudiana, la paranoia tiene un lugar privilegiado. Freud no ignoraba la esquizofrenia, pero se mantuvo bastante alejado. Freud traza un a división dentro de las psicosis: la esquizofrenia por un lado, y por otro la paranoia. En la psiquiatría la psicosis era todo tipo de locura, y la paranoia cubría casi todo el campo en la época de Freud. En la psiquiatría francesa los paranoicos tenían una anomalía de la personalidad, y cuando eran demasiado paranoicos llegaban a delirar. Luego se consideró como una estructura perversa del carácter. Lacan fue alumno de Clerambault, pero le criticaba su concepción en extremo organicista. Lacan considera que su maestro describe un número considerable de síndromes de manera completamente original. Clerambault es indispensable en la descripción de la psicosis. Anideico significa no conforme a una sucesión de ideas. Lacan le critica a Clerambault que intenta comprender. El psicoanálisis sirvió para restituir el sentido a la cadena de fenómenos. Lacan nos dice que la noción de comprensión tiene una significación muy neta: consiste en pensar que hay cosas que son obvias. Nada más falso, Lacan rechaza la noción de comprender a los enfermos. La comprensión solo es evocada como una relación siempre limítrofe. En cuanto nos acercamos a ella, es, hablando estrictamente, inasible. A través de la comprensión nada puede ser captado. El gran secreto del psicoanálisis es que no hay psicogénesis. Lo psicológico es el conjunto de los comportamientos del individuo, biológicamente hablando, en sus relaciones con el entorno natural. La psicología humana es lo más antinatural que hay. Todo lo que en el comportamiento humano es del orden de lo psicológico está sometido a anomalías tan profundas, presenta en todo momento paradojas tan evidentes, que se plantea el problema de que hay que introducir para lograr dar pie con bola. El psicoanálisis logra luchar contra una cantidad enorme de mitos: mito de la unidad de la personalidad, mito de la síntesis, mito de las funciones superiores e inferiores, confusión en cuanto al automatismo, etc. La experiencia freudiana hace intervenir recursos que están más allá de la experiencia inmediata, y que en algún modo pueden ser captados de manera sensible. La experiencia freudiana no es para nada pre – conceptual, no es una experiencia pura. Es una experiencia verdaderamente estructurada por algo artificial que es la relación analítica Lo simbólico es lo que se encuentra más allá de toda comprensión, en cuyo seno toda comprensión se inserta, y ejerce una influencia manifiestamente perturbadora. En las relaciones humanas e interhumanas. En lo imaginario están incluidos los rieles por los cuales el comportamiento animal es conducido hacia sus objetivos naturales. Lo imaginario es guía de vida para todo el campo animal. La imagen juega un papel fundamental en los seres humanos porque es un papel que ha sido revisado completamente por el orden simbólico. La imagen está siempre mucho más integrada a ese orden, que se define en el hombre por su carácter de estructura organizada. En el orden imaginario y el orden real siempre hay un más y un menos, un umbral, un margen, un continuidad. En el orden simbólico todo elemento vale en tanto opuesto a otro: es uno en tanto diferencia con otro. Lacan destaca la novedad que introdujo Freud al abordar la paranoia. Freud toma el libro de Schreber y ofrece un desciframiento champollionesco, lo descifra en el mismo modo en el que se descifran los jeroglíficos (el descifrador de la piedra de la Roseta). Freud ve en el texto de Schreber aparecer varias veces el mimo signo, supone que debe querer decir algo, y logra restablecer el uso de todos los signos. Un ejemplo de esto es la identificación que hace Freud de los pájaros del cielo con las jovencitas. El discurso alineado es simbólico, pero el material del discurso es imaginario. Pero hay que tener cuidado con el texto de Freud acerca de Schreber, dice Lacan, porque deja del mismo lado la psicosis y la neurosis. Si el método analítico solo proporcionase una lectura de orden simbólico, sería incapaz de ofrecer una distinción entre psicosis y neurosis. El material del discurso del alienado es el propio cuerpo. El inconsciente está en la superficie en la psicosis, pero el sujeto no logra comprenderlo. El inconsciente es un lenguaje, que está articulado pero no es reconocido por el sujeto. El psicótico ignora la lengua que habla. El inconsciente aparece en lo real en el psicótico. En el inconsciente todo no está tan solo reprimido (desconocido por el sujeto luego de ser verbalizado), sino que detrás de ese proceso hay un Bejahung primordial, una admisión en el sentido de lo simbólico, que puede faltar. Lo que cae bajo la acción de la represión retorna, pues la represión y el retorno de lo reprimido no son sino el derecho y el revés de una misma cosa. Lo reprimido siempre está ahí y se expresa de modo perfectamente articulado en los síntomas y en multitud de otros fenómenos. En cambio, lo que cae bajo la acción de la Verwerfung tiene un destino totalmente diferente. Todo lo rehusado en el orden de lo simbólico, en el sentido de la Verwerfung, reaparece en lo real. Lacan habla del hombre de los lobos: que haya rechazado todo acceso a la castración, aparente sin embargo en su conducta, al registro de la función simbólica, que toda asunción de la castración por un yo se haya vuelto imposible para él, tiene un vínculo muy estrecho con el hecho de haber tenido en la infancia una breve alucinación. La escena es la siguiente: jugando con un cuchillo se había cortado el dedo, que solo se sostenía de un pedacito de piel. El sujeto relata este episodio en un estilo que está calcado sobre lo vivido. Parece que toda localización temporal hubiese desaparecido. Luego se sentó en un banco junto a su nodriza, quien es la confidente de sus primeras experiencias, y no se animó a contárselo. Cuan significativa es esa suspensión de toda posibilidad de hablar, nos dice Lacan, y justamente a la persona a la que le contaba todo, y especialmente cosas de ese orden. Hay aquí un abismo, una picada temporal, un corte de la experiencia, después de lo cual resulta que no tiene nada, todo terminó, no hablemos más de ello. Lo que es rehusado en el orden de lo simbólico, vuelve a surgir en lo real. Esto Lacan lo toma de lo que anota Freud acerca de este caso: no saber nada de la cosa, ni siquiera en el sentido de lo reprimido. Hay una estrecha relación entre, por un lado, la denegación y la reaparición en el orden puramente intelectual de lo que no está integrado por el sujeto; y por el oto lado, la Verwerfung y la alucinación, vale decir la reaparición en lo real de lo rehusado por el sujeto. El fenómeno alucinatorio tiene su origen en la historia del sujeto en lo simbólico. El origen de lo reprimido neurótico no se sitúa en el mismo nivel de la historia en lo simbólico que lo reprimido en juego en las psicosis, aún cuando hay contenidos en muy estrecha relación. La palabra plena se sitúa entre el sujeto y el Otro, y su desvío se produce por los dos yo, a y a’, y sus relaciones imaginarias. El yo del sujeto es quién normalmente le habla a otro, y le habla del sujeto intercera persona. El sujeto se habla con su yo. En el sujeto normal hablarse con su yo nunca es plenamente explicitable y su relación con su yo es fundamentalmente ambigua, toda asunción del yo, es revocable. En el sujeto psicótico hay ciertos fenómenos elementales, especialmente la alucinación que es su forma más característica, que nos muestran al sujeto totalmente identificado a su yo con el que habla, o al yo totalmente asumido al modo instrumental. En el momento en que aparece en lo real, es decir, acompañado de ese sentimiento de realidad que es la característica fundamental de ese fenómeno elemental, el sujeto literalmente habla con su yo, y es como si un tercero, su doble, hablase y comentase su actividad. Para ser loco es necesaria alguna predisposición, si no alguna condición. No es que se vuelve loco quién quiere.

      Lacan dice que no hay noción más paradójica que la paranoia. Con la palabra paranoia los autores manifestaron toda la ambigüedad presente en el uso del viejo término locura. Este término no data de ayer, ni siquiera del nacimiento de la psiquiatría. La referencia a la locura forma parte desde siempre del lenguaje de la sabiduría. Hasta la teorización de Freud, se hacía equivaler la locura a cierto número de modos de comportamiento. Nunca se señaló exactamente el énfasis que permitía hacerse una idea de que cosa es una conducta normal, o siquiera comprensible, y distinguirla de la conducta estrictamente paranoica. La delimitación de la paranoia fue hecha en un primer momento por Kraepelin en 1899, en su cuarta o quinta edición. Incluye las antiguas paranoias en el marco de la demencia precoz, creando en ellas el sector paranoide, y emite una definición muy interesante de la paranoia que la diferencia de los otros modos de delirios paranoicos con los que hasta entonces se confundía. La paranoia se distingue de las demás psicosis porque se caracteriza por el desarrollo insidioso de causas internas, y, según una evolución continua, de un sistema delirante, duradero e imposible de quebrantar, que se instala con una conservación completa de la claridad y el orden del pensamiento, la volición y la acción. Lacan desconfía de todos los puntos de esta definición, dice que se contradice en la práctica. El desarrollo no es insidioso, siempre hay brotes, fases. Lacan introduce la noción de momento fecundo, que siempre es sensible al inicio de la paranoia. Siempre hay una ruptura en la evolución continua del delirio dependiente de causas internas. La evolución de una paranoia no se puede limitar a las causas internas. Cuando se buscan las causas desencadenantes de una paranoia siempre se pone de manifiesto un elemento emocional en la vida del sujeto. Lacan dice que el sistema delirante varía, hayámoslo o no quebrantado. Lacan dice que hay que saber a que se refiere con claridad y orden Kraepelin en su definición. Lacan no cree que haya que subdividir el cuadro de paranoia para solucionar el problema, sino que el problema concierne al cuadro de la paranoia completo. Lacan toma el concepto de fenómenos elementales de Clerambault, pero lo diferencia totalmente de lo que él llama deducción ideíca, lo que es comprensible para todo el mundo. Los fenómenos elementales no son más elementales que lo que subyace a la construcción del delirio. Hay algo común en toda la planta que se reproduce en ciertas formas que componen su totalidad. Encontramos estructuras similares a nivel de la composición del delirio y al nivel del fenómeno elemental. Siempre encontramos la misma fuerza estructurante que está en obra en el delirio, ya lo consideremos en una de sus partes o en la totalidad. Lo importante del fenómeno elemental no es entonces que sea el núcleo inicial, un punto parasitario en el seno de una personalidad en torno al cual el sujeto haría una construcción, una reacción fibrosa destinada a enquistarlo, envolviéndolo e integrándolo al mismo tiempo, explicarlo. El delirio no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental. La noción de elemento no debe ser entendida distinto que la estructura, diferenciada, irreducible a todo lo que no sea ella misma. Lacan sostiene que lo que se escribió hasta el momento acerca de la paranoia describe, en cambio, el comportamiento normal. El problema de abordar la paranoia es situarla en el plano de la comprensión. Aquí el fenómeno elemental, irreductible, está al nivel de la interpretación. El sujeto en su delirio no confirma que hay significación. Cuál, no sabe, pero ocupa el primer plano, se impone, y para él es perfectamente comprensible. Y justamente porque se sitúa en el plano de la comprensión como un fenómeno incomprensible, la paranoia es tan difícil de captar. Se trata de cosas que en sí mismas se hacen comprender. Pero no sentimos capaces de comprenderlas: de ahí nace la ilusión de que se trata de comprensión y comprendemos; justamente no. Lo propio de las Psicopatología es engañar a la comprensión. “El sujeto quiso decir tal cosa” ¿Que sabemos? Lo cierto es que no lo dijo. Hay un núcleo que es inaccesible, inerte, estancado en relación a toda dialéctica. La interpretación elemental entraña un elemento de significación, pero ese elemento es repetitivo, procede por reiteraciones. Puede ocurrir que el sujeto lo elabore pero es seguro de que quedará, al menos durante cierto tiempo, repitiéndose siempre con el mismo signo interrogativo implícito, sin que nunca le sea dada respuesta alguna, se haga intento alguno por integrarlo a un diálogo. El fenómeno está cerrado a toda composición dialéctica. El fenómeno de interpretación se articula en la relación del yo y del otro, en la medida en que la teoría psicoanalítica define al yo siempre como relativo. La clínica se descarriló por haber desconocido la autonomía de la dimensión dialéctica. La posibilidad del cuestionamiento a cada instante del deseo, de los vínculos, incluso de la significación más perseverante de una actividad humana, la perpetua posibilidad de una inversión de signo en función de la totalidad dialéctica de la posición del individuo es una experiencia tan común que nos deja atónitos ver como se olvida esta dimensión cuando se está en presencia de un semejante, al que se quiere objetivar. La pregunta ¿quién habla? debe dominar el problema de la paranoia. Seglás logró percatarse que el sujeto que alucina articula con la boca lo que dice escuchar. Lacan dice que percatarse de que las alucinaciones no tenían fuente exterior fue una pequeña revolución seglesiana. Cuando uno habla se escucha a sí mismo, esta es una de las dimensiones esenciales del fenómeno de la palabra, el otro no es el único que nos escucha cuando hablamos.

      El psicoanálisis explica el caso del presidente Schreber, y la paranoia en general, por un esquema en el cual la pulsión inconsciente del sujeto es una tendencia homosexual. Lacan dice que esto fue una novedad capital. La paranoia es la defensa contra la irrupción de la tendencia homosexual. Los momentos iniciales de la psicosis de Schreber  se ubican en 1886 la primera crisis, cuando presentó su candidatura al Reichstag. Durante esta crisis y la segunda pasan ocho años, donde Schreber es normal en apariencia, con la excepción de que su esperanza de paternidad no se ve colmada. Al término de este período accede, de modo prematuro, a una función muy elevada (presidente de la corte de apelaciones de Dresde). Esta función le una autoridad que lo eleva a una responsabilidad más plena y pesada que todas cuantas hubiese podido esperar. Hay una relación entre esta promoción y el desencadenamiento de la crisis. En el primer caso Schreber no pudo satisfacer su ambición, en el segundo la misma se vio colmada desde el exterior, de un modo inmerecido. Se afirma que el presidente no tuvo hijos, que el temor a la castración renace en él como una apetencia homosexual correlativa, porque accede finalmente a una posición paterna. Esa sería la causa directa del desencadenamiento de la crisis, que acarrea todas las distorsiones, las deformaciones patológicas, los espejismos, que progresivamente evolucionaron hacia el delirio. Los personajes médicos del entorno están presentes desde un principio y ocupan sucesivamente el centro de la persecución paranoide. Lacan critica la noción de conflicto, dice que siempre se utiliza de manera ambigua: se coloca en el mismo plano lo que es fuente de conflicto y la ausencia de conflicto. El conflicto dejas un lugar vacío, y en ese lugar vacío aparece una reacción, una construcción, una puesta en juego de la subjetividad. En el lenguaje delirante ciertas palabras cobran un énfasis particular, una densidad que se manifiesta a veces en la forma misma del significante, dándolo ese carácter neológico. En la neurosis la significación remite siempre a otra significación. La trampa en la que no hay que caer, nos dice Lacan, es creer que las cosas, los objetos, son el significado. El significado es algo muy distinto: la significación. La realidad está cubierta por el conjunto de la red del lenguaje. Cuando Schreber habla de adjunción de nervios dice que esa palabra le fue dicha por las voces. Son palabras claves y el mismo dice que nunca hubiese encontrado su fórmula, palabras originales, palabras plenas, harto diferentes de las palabras que emplea para comunicar su experiencia. Hay allí planos diferentes. A nivel del significante, en su carácter material, el delirio se distingue precisamente por esa forma especial de discordancia con el lenguaje común que se llama neologismo. A nivel de la significación se distingue porque la significación de esas palabras no se agota en la remisión a una significación. La significación de esas palabras que los detienen tiene como propiedad el remitir esencialmente a La significación en cuanto tal. Es una significación que no remite más que a sí misma, que permanece irreducible. El enfermo subraya que la palabra en sí misma pesa. Antes de poder ser reducida a otra significación, significa en sí misma algo inefable, es una significación que remite ante todo a la significación en cuanto tal. Hay dos tipos de fenómenos donde se ve el neologismo:

  1. La intuición: La intuición delirante es un fenómeno pleno que tiene para el sujeto un carácter inundante, que lo colma. Le releva una perspectiva nueva cuyo sello original, cuyo sabor particular subraya, tal como hace Schreber cuando habla de la lengua fundamental a la que su experiencia lo introdujo. Allí la palabra es el alma de la situación.
  2. La fórmula: En el extremo opuesto se encuentra la forma que adquiere la significación cuando ya no remite a nada. Es la fórmula que se repite y se repite, se reitera, y se machaca con insistencia estereotipada. Esto es el estribillo. El estribillo es la palabra que se repite y ya no remite a nada.

Ambas formas, la palabra más plena y la más vacía, detienen la significación, son una especia de plomada en la red del discurso del sujeto. Esto s lo que permite reconocer en la clínica la rúbrica (firma) del delirio. La economía del discurso, la relación de significación a significación, la relación de su discurso en relación con el ordenamiento común del discurso, es lo que nos permite distinguir que se trata de un delirio. Lacan critica a los analistas que dicen: “Hay que hablarle al paciente en su lenguaje”, marcan una distancia, hacen del lenguaje un simple y puro instrumento, un modo de hacerse comprender por quienes nada comprenden. Es eludir completamente lo que está en juego: la realidad de la palabra. Hay que distinguir el lenguaje de la palabra para aprehender el delirio. Estamos obligados a suponer en algún lado una entidad unificante. Lacan señala que el único modo conforme con el descubrimiento freudiano es formular la pregunta en el registro mismo en el que el fenómeno aparece, vale decir, en el de la palabra. El registro de la palabra crea toda la riqueza de la fenomenología de la psicosis.

       Freud subrayó hasta que punto de las relaciones con la realidad no son las mismas en la neurosis y en la psicosis. El carácter clínico psicótico se distingue por esa relación profundamente pervertida con la realidad que se denomina un delirio. Esta gran diferencia de organización o de desorganización debe tener una profunda razón estructural. La realidad sacrificada en la neurosis es una realidad psíquica. Cuando hablamos de neurosis hacemos cumplir cierto papel a una huida, a una evitación, donde un conflicto con la realidad tiene su parte. Se intenta designar a la función de la realidad en el desencadenamiento de la neurosis mediante la noción de traumatismo, que es una noción etiológica. Esto es una cosa, pero otra cosa es el momento de la neurosis en que se produce en el sujeto cierta ruptura con la realidad. La realidad sacrificada en la neurosis es una parte de la realidad psíquica. Realidad no es homónimo de realidad exterior. En el momento en que se desencadena su neurosis, el sujeto elide, escotomiza una parte de su realidad psíquica, de su id. Esta parte es olvidada, pero continúa haciéndose oír de una manera simbólica. Ese depósito en el que el sujeto pone aparte en la realidad, y en el que se conserva recursos  destinados a la construcción del mundo exterior: allí es de donde la psicosis toma su material. La neurosis es algo muy diferente, porque la realidad que el sujeto elidía en determinado momento, intenta hacerla volver a surgir prestándole una significación particular, un sentido secreto, que se llama simbólico. En la neurosis hay problemas con el registro de lo simbólico, en la psicosis con la realidad exterior. En la psicosis hubo, en algún momento, una ruptura, un agujero con la realidad exterior. En la neurosis es en un segundo tiempo, y en la medida que la realidad no está rearticulada plenamente de manera simbólica en el mundo exterior, cuando se produce en el sujeto la huida parcial de la realidad, incapacidad de afrontar esa parte de la realidad, secretamente conservada. En la psicosis es verdaderamente la realidad misma la que está primero provista de un agujero, que luego el mundo fantasmático vendrá a colmar. Cuando Freud dice en el historial del hombre de los lobos que el enfermo no quiere saber nada de ello en el sentido de la represión; Lacan lo interpreta diciendo que lo que fue rechazado de lo simbólico reaparece en lo real. La represión y el retorno de lo reprimido son las dos caras de una misma moneda. En el caso de la psicosis no se puede hablar pura y exclusivamente de proyección. Es incorrecto decir que la sensación interiormente reprimida es proyectada de nuevo hacia el exterior en la psicosis (esto es la represión y el retorno de lo reprimido). Debemos decir que lo rechazado es lo que retorna en el exterior. No está reprimido porque no hay noticia de ello. La simbolización necesita un comienzo. En todo momento del desarrollo puede producirse algo que es lo contrario de la Bejahung: una Verneinung de algún modo primitiva, cuya continuación es la Verneinung en sus consecuencias clínicas. La distinción de ambos mecanismos, Bejahung y Verneinung es esencial. Lacan recomienda abandonar el término proyección para la psicosis, ya que es muy diferente a la de la neurosis. En la psicosis actúa el mecanismo mediante el cual retorna del exterior lo que está preso en la Verwerfung, lo que ha sido dejado afuera de la simbolización general que estructura al sujeto.

      En lo psicóticos está a cielo abierto todo lo que en un neurótico estaría reprimido. Esta inconsciente a cielo abierto está sostenido por otro lenguaje, un dialecto. El establecimiento del discurso común es un factor importante en la función propia del mecanismo de represión. Este depende en sí mismo de la imposibilidad de acordar con el discurso cierto pasado de la palabra del sujeto vinculado al mundo propio de las relaciones infantiles. En la lengua primitiva sigue funcionando ese pasado de la palabra. Esa lengua es su dialecto, en el cual podría decir las cosas más extraordinarias. La represión para el neurótico es otra lengua, una lengua que fabrica con sus síntomas, con la dialéctica imaginaria de él y el otro. El síntoma neurótico cumple el papel de la lengua que permite expresar la represión. Esto demuestra que la represión y el retorno de lo reprimido son una única cosa. Katan ubica que el origen de la psicosis de Schreber se ubica en la lucha contra la masturbación amenazadora, provocada por cargas eróticas homosexuales sobre el personaje que formó el prototipo y a la vez el núcleo de su sistema persecutorio (Flechsig). Esto habría llevado al presidente Schreber hasta el punto de subvertir la realidad, hasta reconstruirla, tras un corto período de crepúsculo del mundo, en un momento nuevo, irreal, en el que no tenía que ceder ante esa masturbación considerada como tan amenazante. Lacan no cree en esta explicación. El fantasma de Schreber rezaba: sería hermoso ser una mujer en el momento del acoplamiento. Hay en esto una suerte de conflicto moral entre el pensamiento que lo sorprende y la indignación que se alza en contra de este. Esto es un fenómeno preconciente, parte del yo. Los sueños de castigo no están vinculados necesariamente con sueños dolorosos, nacen cuando los sueños del día son de naturaleza apaciguante, pero expresan satisfacciones interiores. Todos estos pensamientos prohibidos son reemplazados en este concepto manifiesto del sueño por su contrario. El carácter esencial de los sueños de castigo es que no los produce un deseo inconsciente originado en lo reprimido, sino un deseo de sentido contrario que se realiza contra este, deseo de castigo que, aunque preconciente, pertenece al yo. Aquí se plantea la diferencia entre algo que fue y algo que no fue simbolizado. La represión está estructurada como un fenómeno del lenguaje. Según la teoría shreberiana cada nervio del intelecto representa la entera individualidad espiritual del hombre, lleva inscrito la totalidad de los recuerdos. Lacan sostiene que esta teoría es muy elaborada. El dilema de Schreber es si él o dios van a atraer más rayos para sí, conquistará el amor de dios, con quien tiene una perpetua relación erótica, hasta poner en peligro su existencia, o dios lo poseerá y luego lo va a dejar plantado. Dios para él es el revés del mundo, un organismo viviente. Hay contradicción entre el dios sobre natural y el dios viviente.  Es el dios viviente el que tiene relaciones con el, y el que, a través de rayos divinos, le habla en lengua fundamental. Dios es el amo del sol y de la lluvia. Hay un vínculo de relación imaginaria con los rayos divinos. Dios solo tiene una relación completa, auténtica, con cadáveres, nada comprende de los seres vivos; solo percibe las cosas desde afuera y nunca desde adentro. La relación psicótica implica la introducción de la dialéctica fundamental del engaño en una dimensión transversal con respecto a la relación auténtica. El sujeto puede hablarle al Otro en tanto se trata con él de fe o de fingimiento, pero aquí es en la dimensión de un imaginario padecido, característica fundamental de lo imaginario,, donde se produce como un fenómeno pasivo, como una experiencia vivida del sujeto, ese ejercicio permanente del engaño que lleva a subvertir cualquier ordenen el pensamiento mismo. El mundo se transforma en una fantasmagoría, pero para él es lo más cierto de su vivencia, se debe a ese juego de engaño con mantiene, no con otro que sería un semejante, sino con ese ser preciso, garante de lo real. Schreber señala que con sus categorías anteriores no estaba preparado para la experiencia del dios infinito. Dios es el término polar en relación a la megalomanía del sujeto, pero lo es en tanto que dios está atrapado en su propio juego. Dios, por haber querido captar las fuerzas y hacer de Schreber la carroña, la asura, quedó atrapado en su propio juego. El gran peligro de dios es amar demasiado a Schreber, en esa zona transversalmente transversal. Gran parte de sus alucinaciones están hechas con elementos en que se reconocen una suerte de equivalencia con elementos corporales. El pivote de estos fenómenos es la ley, que aquí está enteramente en la dimensión imaginaria. Se llama transversal porque se opone diagonalmente a la relación de sujeto a sujeto, eje de la palabra en su eficacia.

      La metafísica del descubrimiento freudiano puede inscribirse por entero en la relación del hombre con lo simbólico. Para el sujeto normal la certeza es la cosa más inusitada, si hace preguntas sobre ellos se percatará de que es estrictamente correlativa de una acción en la que está empeñado. En la realidad de su alucinación, el loco no cree. Lo que está en juego no es la realidad. El sujeto admite, por todos los rodeos explicativos verbalmente desarrollados que están a su alcance, que esos fenómenos son de un orden distinto a lo real, sabe bien que su realidad no está asegurada, incluso admite hasta cierto punto su irrealidad. Pero, a diferencia del sujeto normal para quien la realidad está bien ubicada, él tiene una certeza: que lo que está en juego, desde la alucinación hasta la interpretación, le concierne. En él no está en juego la realidad sino la certeza. Aún cuando se expresa en el sentido de lo que experimenta no es del orden  de la realidad, ello no afecta su certeza, que es lo que le concierne. Esta certeza es radical. La índole misma del objeto de su certeza puede muy bien conservar una ambigüedad perfecta, en toda la escala que va de la benevolencia a la malevolencia. Pero significa para él algo inquebrantable. Esto constituye el fenómeno elemental o creencia delirante. Un fenómeno central en el delirio de Schreber es el almicidio, el asesinato de almas, él mismo lo presenta como completamente enigmático. Considera este asesinato de alma como un resorte cierto, que a pesar de su certeza conserva por sí mismo un carácter enigmático. La certeza delirante es la clave para diagnosticar una psicosis. El delirante se exime de toda referencia a lo real, por esto no se puede usar la proyección para explicar fenómenos delirantes. Acá reside la diferencia entre los celos neuróticos y los celos delirantes. La proyección se da desde el yo al otro. La paranoia se distingue de la demencia precoz porque el delirante articula con una abundancia, una riqueza, que es precisamente una de sus características clínicas esenciales, que si bien es una de las más obvias, no debe descuidarse. Las producciones discursivas que caracterizan el registro de las paranoias florecen en producciones literarias. El mundo que describe Schreber está articulado en conformidad con la concepción alcanzada luego del momento del síntoma inexplicado que perturbó profunda, cruel y dolorosamente su existencia. Él es el correlato femenino de dios. Con esto todo se arregla para todo el mundo ya que el desempeñará el papel de intermediario entre la humanidad amenazada en su existencia y el poder divino, con  el que mantiene vínculos singulares. Todo se arregla en la reconciliación con Dios que lo sitúa como mujer de Dios. Objetivando la única relación que ha sido la suya con la realidad divina. Es algo que de hacho se propone como un esfuerzo por ser reconocido. A pasear de dar la impresión de no necesitar a nadie para reconocerlo, el loco plantea contradicciones. Está habitado por toda suerte de existencias, improbables sin duda, pero cuyo carácter significativo es indudable, cuya articulación se vuelve cada vez más elaborada a medida que su delirio avanza. Para Schreber escribir el libro fue la solución de su aventura interior. La duda versa sobre aquello a lo cual la significación remite, pero no tiene duda alguna de que remite a algo. Lejos de estar solo, él es casi todo lo que lo rodea, porque el delirio de significación llega a ocupar todo el mundo exterior. En cambio, todo lo que él hace ser en esas significaciones está, de alguna manera, vaciado de su persona. Previa a toda simbolización (anterioridad lógica y no cronológica) hay una etapa, lo demuestran las psicosis, donde puede suceder que parte de la simbolización no se lleve a cabo. Esta etapa primera precede toda la dialéctica neurótica, fundada en que la neurosis es una palabra que se articula, en tanto lo reprimido y el retorno de lo reprimido son una sola y única cosa. Puede ser que algo primordial, en lo tocante al ser del sujeto, no entre en la simbolización y sea, no reprimido, sino rechazado. Esto no está demostrado, ni tampoco es una hipótesis. Es una articulación del problema. La primera etapa no es una etapa que tengan que ubicar en algún momento de la génesis. Esto se ve en el juego de los nenes del fort – da. En la relación del sujeto con el símbolo existe la posibilidad de una Verwerfung primitiva, que algo no sea simbolizado, que se manifestará en lo real. A ese nivel de la Bejahung primita, que puede producirse o no, se establece una primera dicotomía: aquello que se haya sometido a la Bejahung, a la simbolización primitiva, sufrirá diversos destinos, lo afectado por la Verwerfung primitiva sufrirá otro. En el origen hay Bejahung, afirmación de lo que eso Verwerfung. Siempre hay cosas que no encajan, los seres vivos no son seres adaptados; nada es más disparatado que la realidad humana. El psicoanálisis muestra que no hay nada más necio que un destino humano, o sea, que siempre somos embaucados. El análisis es darse cuenta de esto y tenerlo en cuenta. En el seno de la Bejahung ocurren toda clase de accidentes. Nada indica que la primitiva sustracción haya sido hecha de manera adecuada. No sabemos nada de sus motivos porque se sitúa más allá de los mecanismos de simbolización. Nada de lo que realiza el ser humana puede escapar a los sometimientos de la palabra. Las adaptaciones naturales están desbarajustadas en el hombre. La simbolización es la ley, y cumple un papel primordial. La ley está ahí ab origine. La ley está ahí desde el inicio, desde siempre, y la sexualidad humana debe realizarse a través de ella. Esta ley fundamental es sencillamente una ley de simbolización. Esto quiere decir el Edipo. La Verdichtung es simplemente la ley del malentendido, gracias a la cual sobrevivimos o hacemos varias cosas a la vez, o también gracias a la cual podemos, por ejemplo, cuando somos un hombre, satisfacer completamente nuestras tendencias opuestas ocupando en una relación una posición femenina, a la par que seguimos siendo cabalmente un hombre, provisto de su virilidad, en el plano imaginario y en el plano real. Cuando recibimos la palabra de verdad recibimos algo, no es metafórico. La participación en la relación de la palabra puede tener múltiples sentidos a la vez, y una de las significaciones involucradas puede ser justamente la de satisfacerse en la posición femenina, en cuanto tal esencial a nuestro ser. La bisexualidad desempeña en el hombre un papel fundamental. La Verdrängung, la represión, es lo que sucede cuando algo no encaja a nivel de la cadena simbólica. Cada cadena simbólica a la que estamos ligados entraña una coherencia interna, que nos fuerza en un momento a devolver lo que recibimos del otro. Puede ser que no nos sea posible devolver en todos los planos a la vez, y que la ley nos sea intolerable. No porque lo sea en sí misma, sino porque la posición en que estamos implica un sacrificio que resulta imposible en el plano de las significaciones. Entonces reprimimos: nuestros actos, nuestro discurso, nuestro comportamiento. Pero la cadena sigue circulando de todos modos por lo bajo, expresando sus exigencias, haciendo valer su crédito, y lo hace por intermedio del síntoma neurótico. En esto es que la represión es el síntoma de la neurosis.  La Verneinung es del orden del orden del discurso, y concierne a lo que somos capaces de producir por vía articulada. El principio de realidad interviene estrictamente a este nivel. Se trata de la atribución, no del valor del símbolo, Bejahung, sino del valor de existencia. Siempre se trata de volver a encontrar un objeto. El sujeto está en busca del objeto de su deseo, pero nada lo conduce a él. La realidad en tanto el deseo la subtiende es, al comienzo alucinada. La teoría freudiana del nacimiento del mundo objetal, de la realidad. Implica que el sujeto queda en suspenso en lo tocante a su objeto fundamental, al objeto de su satisfacción esencial. Freud introduce la dialéctica de dos principios inseparables, que no pueden ser pensados el uno sin el otro, principio de placer y principio de realidad. El sujeto no tiene que encontrar al objeto de su deseo, no es conducido hacia él por los canales, los rieles naturales de una adaptación instintiva más o menos preestablecida, y por lo demás más o menos trastabillante, tal como la veremos en el reino animal; debe en cambio volver a encontrar el objeto, cuyo surgimiento es fundamentalmente alucinado. Por supuesto, nunca lo vuelve a encontrar, y en esto consiste precisamente el principio de realidad. El sujeto nunca vuelve a encontrar más que otro objeto, que responderá de manera más o menos satisfactoria a las necesidades del caso. Nunca encuentra sino un objeto distinto, porque, por definición, debe volver a encontrar algo que es prestado. En lo real aparece algo diferente de lo que el sujeto pone a prueba y busca, algo diferente de aquello hacia lo cual el aparato de reflexión, de dominio,  y de investigación que es su yo conduce al sujeto; algo diferente, que puede surgir, o bien bajo la forma esporádica de esa pequeña alucinación que relata el hombre de los lobos, o bien de modo mucho más amplio como en el caso del presidente Schreber. El fenómeno psicótico es la emergencia en la realidad de una significación enorme que parece una nadería, en la medida en que no se la puede vincular a nada ya que nunca entró en el sistema de simbolización, pero que en determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio. En el caso del presidente Schreber, una significación que concierne al sujeto, pero que es rechazada, y que solo aparece de manera más desdibujada en su horizonte y en su ética, y cuyo surgimiento determina la invasión psicótica. En el caso del presidente Schreber, esa significación rechazada tiene la más estrecha relación con la bisexualidad primitiva. El presidente nunca integró de modo alguno especie alguna de forma femenina. Resulta difícil pensar como la represión pura de tal o cual tendencia, el rechazo o represión de tal o cual pulsión, en mayor o menor grado transferencial, experimentado respecto al doctor Flechsig, habría llevado a Schreber a construir un enorme delirio. Debe haber algo más proporcionado con el resultado obtenido. Se trata de la función femenina en su función simbólica esencial. Solo se puede volver a encontrar en la procreación. A Schreber en un momento cumbre de su existencia, no en un momento deficitario, esto se le manifiesta bajo la forma de irrupción en lo real de algo que jamás conoció, de un surgimiento totalmente extraño, que va a provocar progresivamente una sumersión radical de todas sus categorías, hasta forzarlo a un verdadero reordenamiento de su mundo. Solo puede hablarse aquí de curación en el sentido abusivo. En el momento en que lo que no está simbolizado aparece en lo real, lo que aparece aprese bajo el registro de la significación, y de una significación que no viene de ninguna parte, que no remite a nada, pero que es una significación esencial, que afecta al sujeto. En ese momento se pone en movimiento la represión, que interviene siempre que hay conflicto de órdenes. La diferencia de estructura entre neurosis y psicosis es que en la neurosis lo reprimido y el retorno son una misma cosa. Cuando una pulsión, por ejemplo femenina o pasivizante, aparece en un sujeto para quién dicha pulsión ya fue puesta en juego en diferentes puntos de su simbolización previa, logra expresarse en cierto número de síntomas. Así lo reprimido se expresa de todos modos, siendo la represión y el retorno de lo reprimido una única cosa. El sujeto, en el seno de la represión, tiene la posibilidad de arreglárselas con lo que vuelve a aparecer. Hay compromiso, eso caracteriza a la neurosis, es lo más evidente del mundo y lo que menos se quiere ver. La Verwerfung no pertenece al mismo nivel que la Verneinung. Cuando al comienzo de la psicosis lo no simbolizado aparece en lo real, hay respuestas del lado del mecanismo de la Verneinung pero son inadecuadas. Toda parece indicar que la psicosis no tiene prehistoria. Lo único que se encuentra es que cuando algo aparece en el mundo exterior que no fue primitivamente simbolizado, el sujeto se encuentra absolutamente inerme, incapaz de hacer funcionar la Verneinung con respecto al acontecimiento. Se produce algo cuya característica es estar absolutamente excluido del compromiso simbolizante de la neurosis, y que se traduce en otro registro por una verdadera reacción en cadena a nivel de lo imaginario. El sujeto, por no poder reestablecer en modo alguno reestablecer el pacto del sujeto con el otro, por no poder realizar mediación simbólica por un pulular, una proliferación imaginaria, en los que se introduce, de manera deformada y totalmente a – simbólica, la señal central de la mediación posible. El significante mismo sufre profundos reordenamientos, que otorga ese acento tan particular a las intuiciones más significantes para el sujeto. La lengua fundamental del presidente Schreber es el signo de que subsiste en el seno de ese mundo imaginario la exigencia del significante. La relación del sujeto con el mundo es una relación en espejo. El mundo del sujeto consistirá esencialmente en la relación con ese ser que para él es el otro, es decir, dios mismo. Dios con todo lo que supone por una parte, y Schreber por otra, en tanto literalmente desarticulado en una multitud de seres imaginarios que se dedican a sus vaivenes y transfixiones diversas, son dos estructuras que se acoplan estrictamente. Desarrollan lo que siempre está ahí, elidido, velado, domesticado en la vida del hombre normal: a saber, la dialéctica del cuerpo fragmentado con respecto al universo imaginario, que en la estructura normal es subyacente. El estadio del espejo hace del mundo imaginario del hombre algo descompuesto por adelantado. El delirio muestra el juego de los fantasmas en su carácter absolutamente desarrollado de duplicidad. Los dos personajes a los que se reduce el mundo del presidente Schreber, están hechos uno en referencia al otro, uno le ofrece al otro su imagen invertida. Esto responde a la demanda, indirectamente realizada, de integrar lo que surgió en lo real, que representa para el sujeto ese algo propio que nunca simbolizó. Una exigencia del orden simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya fue puesto en juego en el movimiento dialéctico en que vivió el sujeto, acarrea una desagregación en cadena, una sustracción de la trama en el tapiz, que se llama delirio.

       A Schreber lo califican de paranoico en su época, pero Freud le dice parafrénico, y logra ir más allá, porque este es el nombre que Freud le pone a la esquizofrenia. Schreber no cree que él relacione todo consigo mismo, sino que es dios quién le habla solo a él y lo busca. Estamos aquí en un juego de espejismos, pero no en un juego de espejismos ordinario, ese Otro, considerado como radicalmente ajeno, como errante, que interviene para provocar una convergencia en el sujeto a la segunda potencia, una intencionalización del mundo exterior, que el sujeto mismo, en tanto se afirma como yo, rechaza con gran energía.  El Otro en Schreber es su dios. La alucinación está situada en lo real; nada es tan ambiguo como la alucinación  verbal. Cada sujeto que habla se escucha, a la vez, a sí mismo. La frase solo cobra vida a partir del momento que presenta una significación. La significación siempre remite a otra significación. La vida de una frase depende de que el sujeto esté a la escucha, que se destine a esa significación. Lo que distingue a la frase en tanto que es comprendida de la frase que no lo es, cosa que no le impide ser escuchada, es precisamente la anticipación de la significación. La significación, en tanto que se dibuja, tiende a cerrarse más para quién la escucha. El oyente del discurso participa en forma permanente en relación a su emisor, y hay un vínculo entre oír y hablar que no es externo, sino que se sitúa al nivel del fenómeno mismo del lenguaje. Es al nivel de que el significante arrastra la significación, y no al nivel de lo sensorial del fenómeno. Escuchar palabras, acodarle su escucha, es ser más o menos obediente. Obedecer no es otra cosa que tomar la delantera en una audición. El sentido va siempre hacia algo, hacia otra significación, hacia la clausura de la significación, remite siempre a algo que está delante o que retorno sobre sí mismo. Pero hay una dirección. No podemos considerar como punto de parada fundamental la indicación de la cosa: hay una no equivalencia absoluta del discurso con la indicación de la cosa. Siempre se detiene a nivel del ser. Cuando no estamos a la escucha de la significación, cuando está afuera de nuestro campo, súbitamente nos cae encima, y adquiere todo su valor, sorprendidos como estamos con esa formulación más o menos endofásica, más o menos inspirada, que nos llega como un murmullo del exterior, manifestación del discurso en tanto que apenas nos pertenece, que hace eco a todo lo que de golpe tiene para nosotros de significante esa presencia. Articulación que no sabemos si viene de fuera o de dentro. Esto sucede en la psicosis. Cuanto más ajenos somos a lo que está en juego en ese ser, más tiende ese a presentársenos, acompañado de esa formulación pacificadora que se presenta como indeterminada, en el límite del campo de nuestra autonomía motriz y de ese algo que no es dicho desde el exterior, de aquello por lo cual, en el límite, el mundo nos habla. En la medida en que no la esperamos, ni la anhelamos, se nos presenta esencialmente  como un significante. Este es el límite donde el discurso desemboca en algo más allá de la significación, sobre el significante en lo real. Cuanto más nos sorprende ese significante, cuando en principio se nos escapa, más se presenta como una franja de fenómeno de discurso.

      La continuidad del discurso perpetuo es vivida como un desafío y una  exigencia fuera de las cuales se siente  súbitamente preso de una ruptura con la única presencia en el mundo que aún existe en el momento de su delirio, la de ese Otro absoluto, ese interlocutor que ha vaciado el universo de toda presencia auténtica. Schreber comenta que ocurre cuando se detiene ese discurso al que está suspendido dolorosamente. Se producen fenómenos que difieren de los del discurso continuo interior, enlentecimientos, suspensiones, interrupciones a las que el sujeto se ve obligado a agregar un complemento. La retirada del dios ambiguo y doble del que se trata, que habitualmente te presenta bajo su forma llamada interior, se acompaña para el sujeto de sensaciones muy dolorosas, pero sobre todo de cuatro connotaciones que son del orden del lenguaje.

1- En primer lugar tenemos lo que él llama “milagro del alarido”, que lo sorprende con tal brutalidad que él mismo señala que, si en ese momento tiene algo en la boca, puede hacérselo escupir. Le resulta imposible no dejar escapar un grito prolongado. Es necesario que se contenga para que esto no se produzca en público, y está lejos de lograrlo siempre. Vemos en ese grito el borde más extremo, más reducido, de la participación motora de la boca en la palabra. La palabra llega a combinarse con la función vocal absolutamente a - significante.

2- En segundo lugar, está el llamado de socorro, que se supone es escuchado por los nervios divinos que se han separado de él, pero que abandonan tras de sí una especie de cola de cometa. Se producen fenómenos angustiantes cuando alguna de esas entidades animadas en medio de las que vive son dejadas a la rastra y emiten gritos de socorro ante la retirada de dios. Este fenómeno de llamado de socorro es distinto del alarido. El alarido es puro significante, mientras que el pedido de ayuda tiene una significación, OR elemental que sea.

3- En tercer lugar hay toda clase de ruidos del exterior, cualesquiera sean, que son milagros hechos expresamente para él. Siempre es algo que tiene un sentido humano. Entre una significación evanescente que es la del alarido, y la emisión obtenida del llamado, que según él no es el suyo ya que lo sorprende desde el exterior, observamos toda una gama de fenómenos que se caracteriza por un estallido de la significación. Schreber sabe bien que son ruidos reales, que suele escuchar a su alrededor, pero tiene la convicción que no se producen en ese momento por azar, sino que para él, en la vía del retorno de la derelicción en el mundo exterior, y coordinados con los momentos intermedios de absorción en el mundo delirante.

4- Los otros milagros para los que construye toda una teoría de la creación divina, consisten en el llamado de cierto número de seres vivientes que son pájaros cantores y insectos del jardín, creados especialmente para él por la omnipotencia divina.

Entre los dos polos del fenómeno del alarido y el llamado de socorro, e produce una transición donde pueden verse las huellas del pasaje del sujeto, adsorbido en un vínculo indiscutiblemente erotizado. Las connotaciones están presentes: es una relación femenino - masculina. El fenómeno fundamental del delirio de Schreber se estabilizó en un campo insensato, de significaciones erotizadas. Con el tiempo, el sujeto tiende por neutralizar extremadamente el ejercicio al que se sometió, que consiste en colmar las frases interrumpidas. Cada vez que el sujeto sale de ese campo enigmático, cada vez que se instaura un estado cuya llegada parecería debe anhelar cual un respiro, se produce una iluminación en una franja del mundo externo, que lo recorre con todos los elementos componentes del lenguaje, en tanto disociados. Por un lado, la actividad vocal en su forma más elemental, acompañada incluso por un sentimiento de desasosiego vinculado en el sujeto a cierta vergüenza. Por otro, una significación que se connota como la de un llamado de socorro, correlativo al abandono del que es objeto en ese momento. Schreber describe el interior trayecto que describen los rayos antes de transformarse en palabras divinas. Este fenómeno, que preludia la puesta en juego del discurso divino en tanto tal, se despliega en un trans - espacio vinculado a la estructura del significante y de la significación, especialización previa a toda dualización posible del fenómeno del lenguaje. Lo que sucede en el momento en que cesa este fenómeno es diferente: la realidad se vuelve el sostén de otros fenómenos, aquellos que se reducen clásicamente a la creencia. Lo que signa a la alucinación es ese sentimiento particular del sujeto, en el límite entre sentimiento de realidad y sentimiento de irrealidad. Esto pertenece a otro orden que el de la significación. Se trata verdaderamente de una realidad creada que se manifiesta en el seno de la realidad como algo nuevo. La alucinación en tanto que invención de la realidad constituye el soporte de lo que el sujeto experimenta. El significante en la psicosis se sitúa como realmente exterior al sujeto, pero es una exterioridad distinta que la que evoca cuando nos presenta la alucinación y el delirio como una perturbación de la realidad, ya que el sujeto está vinculada a ella por una ficción erótica.

      La relación analítica se produce entre el yo del sujeto y el otro imaginario, el ideal del yo. Lacan considera que la realidad está marcada de entrada por el anonadamiento simbólico. El día, por ejemplo, es un ser diferente a todos los objetos que contiene y manifiesta, tiene incluso más peso y presencia que cualquiera de ellos, y es imposible pensarlo como el simple retorno de una experiencia. El ser humano no está sumergido en un fenómeno, como sí lo está el animal, como la alternancia del día y la noche. El ser humano postula el día en cuanto tal y así el día adviene a la presencia del día donde la noche se aloja. El día y la noche son muy tempranamente códigos significantes y no experiencias. El día empírico solo surge allí como correlato imaginario. Es estructurante necesario postular una etapa primitiva en la cual aparecen en el mundo significantes en cuanto tales. Antes de que el niño aprenda a articular el lenguaje hay significantes que aparecen, que ya son del orden de lo simbólico. La aparición primitiva del significante ya implica lenguaje. En este campo de articulación simbólica es donde se produce la Verwerfung.  Acerca de lo que Freud dejó establecido en el historial del hombre de los lobos, Lacan dice que saber algo en el sentido de la represión es saber algo sobre lo que uno nada quiere saber. Todo el análisis consiste en mostrar que uno lo sabe muy bien. Si hay cosas sobre las que el paciente nada sabe, incluso en el sentido de la represión, esto supone la Verwerfung. Verwerfung quiere decir rechazo, expulsión de un significante primordial a las tiniebla exteriores, significante que a partir de entonces faltará a ese nivel. Este es el mecanismo fundamental que está en la base de la psicosis. Se trata de un proceso primordial de exclusión de un interior primitivo, que no es el interior del cuerpo, sino un interior del cuerpo significante. Freud supone que es en el interior de ese cuerpo primordial que se constituye el mundo de la realidad, ya estructurado en términos de significantes. La primera aprehensión de la realidad por el sujeto es el comienzo de su existencia. Se trata de una puesta a prueba del exterior por el interior, de la constitución de la realidad del sujeto en un nuevo hallazgo de objeto. El objeto es vuelto a encontrar en una búsqueda, pero nunca se vuelve a encontrar el mismo objeto. La primera división entre lo bueno y lo malo se da por el rechazo de un significante primordial.

      Lo que fue objeto de la Verwerfung reaparece en lo real. Katan intentó ejemplificar el mecanismo de neoformación psicótico. Lacan dice que solo llega a un impasse extravagante. En el comienzo del caso de Schreber vemos al comienzo un período de trastornos, un momento fecundo. Presenta todo un conjunto sintomático que nunca ha sido analizado, y solo ha sido reconstruido. En la reconstrucción estos fenómenos se asemejan a una neurosis. Nada se asemeja tanto a una sintomatología neurótica como una sintomatología prepsicótica si en vez de interpretar intentamos comprender. En el período prepsicótico de Schreber se viven cosas del orden de la perplejidad. Es presa de extraños pensamientos, es invadido bruscamente por la imagen de que debe ser hermoso ser una mujer en el momento del acoplamiento. Es un período de confusión pánica. Lacan toma el mecanismo del “como sí” de Deutsch. Este es un mecanismo de compensación imaginaria del Edipo ausente. En el caso del joven de Katan esto le otorga virilidad no bajo la forma de la imagen paterna, sino del significante del nombre del padre que falta. Cuando la psicosis estalla el sujeto se comporta como antes, como homosexual inconsciente. Ninguna significación profunda diferente a la del período prepsicótico emerge. El delirio comienza a partir en que la iniciativa viene del Otro, que la iniciativa está fundada en una actividad subjetiva (el padre lo persigue para matarlo, para castrarlo).  El Otro quiere esto y quiere significarlo, que se sepa. En cuanto hay delirio entramos en el terreno de la íntersubjetividad, de la cual todo el problema está en saber por que es fantasmática. La significación  menudo permanece problemática en la neurosis. Lo propio de la dimensión íntersubjetiva, es que hay en lo real un sujeto capaz de servirse de significantes en tanto tal, para no infirmar, sino muy precisamente para engañarlo a uno. Esta posibilidad es la que distingue la existencia del significante. En cuanto hay sujeto y uso del significante, hay uso posible del entre - yo, del sujeto interpuesto.  La defensa, en efecto, es esto: en tanto no tiene una relación esencial con el significante, no con la prevalecía de la significación, sino con la idolatría del significante en tanto tal. En el delirio todo el tiempo se les hace hacer esto. En la psicosis se trata de un impasse, de una perplejidad respecto del significante. Todo transcurre cual si el sujeto reaccionase a él mediante una tentativa de restitución, de compensación. La crisis se desencadena por una pregunta “¿Qué es…?” No sé. El sujeto reacciona a la ausencia de significante por la afirmación  tanto más subraya de otro que es esencialmente enigmático. El otro está excluido en tanto portador de significante.  Es tanto más poderosamente afirmado entre el sujeto y él nivel del otro imaginario. Allí ocurren todos los fenómenos entre yo que constituyen lo aparente en la fenomenología de la psicosis. A nivel del otro sujeto, de ese que tiene la iniciativa en el delirio. Es a nivel del entre - yo, del otro, del doble sujeto, que es y no es a la vez su yo, donde aparecen palabras que son una especie de comentario corriente de la existencia. Hay un uso provocador del significante en las frases comenzadas e interrumpidas. El nivel del significante que es la frase incluye un medio, un comienzo y un final, exige un término. Esto permite un juego sobre la espera, un enlentecimiento que se produce a nivel imaginario del significante.

      Hay otra forma de defensa además de la provocada por una significación prohibida. Consiste en no acercarse al lugar donde no hay repuesta para la pregunta. De este modo nos quedamos más tranquilos, esta es la característica de la gente normal. Los neuróticos no se hacen preguntas adonde no hay respuestas, los psicóticos sí. A los psicóticos la respuesta les llegó antes de que se hagan una pregunta, la pregunta se formuló por sí sola. No hay pregunta para un sujeto sin que haya otro al que se la haya hecho. Es posible que la pregunta se haya hecho primero, que no sea el sujeto quién la ha hecho. Esto es lo que ocurre en la entrada en la psicosis. El principio de contradicción no funciona e el inconsciente: cuando algo no camina en un sentido, se lo explica por el contrario. Cuando se hace la pregunta se choca ahí con algo, faltándole por entero la clave, se entra en perplejidad. En la prepsicosis el sujeto siente que ha llegado al borde de un agujero. La pregunta viene de allí donde no hay significantes, cuando el agujero, la falta, se hace sentir en tanto tal. Esto se ejemplifica con la metáfora de la mesa de tres patas: se sostiene con tres patas (eje imaginario) hasta que alguien se sienta donde no hay pata. El sujeto se ve confrontado con esa falla que existió desde siempre: Verwerfung. En la psicosis el significante está en causa, la falta de un significante lleva al sujeto a poner en tela de juicio el conjunto de significantes. En la neurosis la significación desaparece por un tiempo, eclipsada, y va a anidar en otro lado, mientras que la realidad aguanta bien el golpe. Defensas como estas no son suficientes en la psicosis, porque lo que debe proteger al sujeto aparece en la realidad. El padre es el que posee el derecho a la madre no solo un procreador. Su función es central en la realización del Edipo y condiciona al hijo al tipo de virilidad. La función paterna e deduce de lo imaginario. Se Verwerfung el nombre del padre si el padre no puede asumir la realización del significante de padre en lo simbólico. Le queda la imagen a la cual se reduce la función paterna, imagen que no se inscribe en ninguna dialéctica triangular, pero cuya función de modelo especular le da al sujeto un punto de enganche y le permite aprehenderse en el plano imaginario. Si la imagen imaginaria es desmesurada, si se manifiesta simplemente en el orden de la potencia y no del pacto, aparece una relación de agresividad, de rivalidad. En la medida en que la relación permanece en el plano imaginario, dual y desmesurado, no tiene la significación de exclusión recíproca que conlleva el enfrentamiento especular, sino la otra función, la de la captura imaginaria. La imagen adquiere en sí misma y de entrada la función sensualizada, sin necesitar intermediario alguno, ni relación con la madre. La relación imaginaria se instala sola, en un plano que es deshumanizante. La alienación es radical: está vinculada con un anonadamiento del significante. Esta desposesión primitiva lo llevará a identificaciones imaginarias que le digan que hay que hacer para ser un hombre. Así la situación puede sostenerse largo tiempo, los psicóticos viven compensados. La pregunta en el significante manifiesta por fenómenos de franjan donde el conjunto del significante está puesto en juego. El discurso amenaza a faltarle por completo y desaparecer en las manos del Otro. Este es el sentido del crepúsculo de la realidad que caracteriza a la psicosis.

      No es lo mismo una sucesión de carreteras secundarias que una carretera principal. Cambia por completo la significación de los comportamientos ate lo que sucede entre el punto de partida y el punto de llegada. La carretera principal es algo que existe en sí y se reconoce de entrada. La carretera principal no es algo que se extiende de un punto a otro, es una dimensión desarrollada en el espacio, la presentificación de una realidad original. La carretera principal es una vía de comunicación. La diferencia que existe entre una carretera principal y el sendero de elefantes, es que nosotros sí nos paramos en esos lugares hasta el punto de aglomerarnos y volvernos viscosos. La carretera principal polariza las significaciones. La carretera principal es un paraje en torno del cual no solo se aglomeran todo tipo de habitaciones, lugares de paraje, sino que también polariza en tanto significante, las significaciones. La carretera principal es una experiencia humana, marca en la historia una etapa. La carretera principal es un ejemplo del significante que polariza, agrupa en un haz a las significaciones. Hay una verdadera antinomia entre la función del significante y la inducción que ejerce sobre el agrupamiento de las significaciones. El significante es polarizante y crea el campo de las significaciones. El significante que está en suspenso inicialmente en el presidente Schreber es el de procreación, en el sentido de “ser padre”. La función d ser padre no es pensada de ningún modo en la experiencia humana sin la categoría de significante. Un efecto retroactivo es necesario para que el hecho de copular reciba para el hombre el significado que realmente tiene, pero para el cual no puede haber ningún acceso imaginario, que el niño sea tan de él como de la madre. Para que este efecto de retroacción se produzca es preciso que la noción de ser padre haya alcanzado el estado de significante primordial, y que ese significante tenga su consistencia y su estatuto. El significante de ser padre hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer. Si la carretera principal no existe, nos encontramos frente a cierto número de caminitos elementales: copular, luego la preñez de la mujer. Schreber carece del significante de “ser padre”, por eso tuvo que cometer un error, enredare, hasta llegar a pensar en llevar él mismo el peso como una mujer. Tuvo que imaginarse a sí mismo como mujer, y efectuar a través del embarazo la segunda parte necesaria para que, sumada a la otra, la función de ser padre quede realizada. Realiza imaginariamente la segunda parte del camino. Las alucinaciones auditivas verbales son los carteles a la orilla de los caminitos laterales para lograr llegar a la meta. Cuando el signifícate no funciona, eso se pone a hablar a orillas de la carretera principal. Los significantes se ponen a hablar, a cantar solos, son la infinitud de caminitos que se presentan, y se ven representados en los murmullos que escuchan los pacientes. En el delirio se organiza la polarización fundamental de la falta súbitamente encontrada de un significante.

      En el Edipo está en juego el triángulo (padre) falo - madre - hijo. El padre es el anillo que permite que todo se mantenga unido. El padre es algo totalmente diferente a la función generadora. La introducción del significante del nombre del padre introduce una ordenación en el linaje, la serie de generaciones. La introducción de un orden matemático, que es distinto a un orden natural. La noción de estructura significante es esencial para ubicarse en la neurosis. Pero en la psicosis no se trata de la relación del sujeto con un lazo significado en el seno de estructuras significantes existentes, sino de su encuentro, en condiciones electivas, con el significante en cuanto tal, lo que marca la entrada en la psicosis. Schreber esperó ser padre sin éxito, de golpe se ve investido por una función social considerable y que tiene para él mucho valor: se vuelve presidente de la corte de apelaciones. Es jefe de los hombres de gran jerarquía que hacen las leyes y que son veinte años mayores que él: perturbación del orden de las generaciones. Se trata de saber si el sujeto llegará o no a ser padre. En la psicosis se trata del abordaje del sujeto del significante en cuanto tal, y de la imposibilidad de ese abordaje. Lacan reemplaza el término Verwerfung por el de forclusión. El psicótico se ubica trastocado frente al significante. 
 

Neurosis y Psicosis (1924)

      Este artículo sucede al Yo y el Ello, donde Freud expuso una articulación del aparato anímico, que intenta ampliar aplicándola a la neurosis y la psicosis. En esa obra se describieron los múltiples vasallajes del yo, su posición intermedia entre el mundo exterior y el ello, y su afanoso empeño por acatar simultáneamente la voluntad de todos los amos. Freud presenta una primera solución para el problema de diferenciación entre neurosis y psicosis: la neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, en tanto que la psicosis es el desenlace análogo de un similar conflicto entre el yo y el mundo exterior. Freud agrega luego que debe desconfiarse de soluciones tan simples, esta fórmula solo resulta correcta en lo más grueso. Las neurosis de transferencia se generan porque el yo no quiere acoger ni dar trámite motor a una moción pulsión pujante en el ello o le impugna el objeto que tiene por meta. El yo se defiende de aquella por el mecanismo de la represión: lo reprimido se revuelve contra ese destino, y siguiendo caminos sobre los que el yo no tiene poder alguno, se procura una subrogación sustitutiva que se impone al yo por vía del compromiso. El síntoma. El yo encuentra que este intruso amenaza y menoscaba su unicidad, prosigue la lucha contra el síntoma tal como se había defendido de la moción pulsional originaria, y todo esto da por resultado el cuadro de la neurosis. El yo, cando emprende la represión, obedece a los dictados de su súper yo; dictados que, a su vez, tienen su origen en los influjos del mundo exterior real que han encontrado su subrogación en el súper yo. El yo se ha puesto del lado de esos poderes, cuyos reclamos poseen en él más fuerza que las exigencias pulsionales del ello, y el yo es el poder que ejecuta la represión de aquel sector del ello, afianzándola mediante la contra investidura de la resistencia. El yo ha entrado en conflicto con el ello al servicio del súper yo y de la realidad: he ahí la descripción válida para todas las neurosis de transferencia. En la psicosis se ve perturbado el nexo entre el yo y el mundo exterior. Normalmente el mundo exterior gobierna al ello por dos caminos: en primer lugar las percepciones actuales, de las que siempre es posible obtener nuevas, y en segundo lugar, por el tesoro mnémico de percepciones anteriores que forman, como mundo interior, un patrimonio y componente del yo. En la psicosis se rehúsa a admitir nuevas percepciones, y se le resta el valor psíquico (investidura) al mundo interior que hasta entonces subrogaba al mundo exterior como su copia. El yo se crea, soberanamente, un nuevo mundo exterior e interior: este nuevo mundo se edifica en el sentido de las mociones de deseo del ello. El motivo de la ruptura con el mundo exterior fue una gran frustración (denegación) de un deseo por parte de la realidad, una frustración que pareció insoportable. Hay un parentesco entre la psicosis y el sueño normal, pero la condición del soñar es el estado del dormir, uno de cuyos caracteres es el extrañamiento pleno entre percepción y mundo exterior. Las esquizofrenias tienden a desembocar en la apatía afectiva, la pérdida de toda participación en el mundo exterior. El delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originalmente se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior. En el cuadro de la psicosis los fenómenos del proceso patógeno están ocultos por los de un intento de curación o reconstrucción de la realidad que se les superponen. La etiología común para el estallido de una psicosis es una frustración, el no cumplimiento de uno de los deseos de la infancia. Esta frustración siempre es una frustración externa; puede partir de aquella instancia interna (súper yo), que ha asumido la subrogación al reclamo de la realidad. El efecto patógeno depende de que haga el o en semejante tensión conflictiva: si permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al ello, o si es avasallado por el ello y se deja arrancar de la realidad. El súper yo es el arquetipo ideal de todo querer alcanzar por el yo: la reconciliación entre sus múltiples vasallajes. La neurosis de transferencia corresponde al conflicto entre el yo y el ello, la neurosis narcisista el conflicto entre el yo y el súper yo, la psicosis el conflicto entre el yo y el mundo exterior. Neurosis y psicosis son generadas por los conflictos del yo con las diversas instancias que lo gobiernan, y corresponden a un malogro en la función del yo. Las locuras del hombre aparecen como las perversiones sexuales: aceptándolas se ahorrarán represiones. 
 

La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis (1924)

      Lo decisivo para la neurosis sería la hiperpotencia de del influjo objetivo, y para la psicosis la hiperpotencia de del ello. La pérdida de la realidad (objetividad) estaría dada de antemano en la psicosis, en cambio, se creería que la psicosis la evita. Esto no se condice con la experiencia ya que toda neurosis perturba de algún modo el nexo con la realidad del enfermo, es para él un medio de retirarse de esta y, en sus formas más graves, importa directamente una huida de la vida real. La contradicción solo subsiste cuando tenemos en vista la situación inicial de la neurosis, cuando el yo al servicio de la realidad emprende la represión de una moción pulsional. Pero eso no es todavía la neurosis misma. Ella consiste más bien, en el proceso que aportan resarcimiento a los sectores perjudicados del ello, por tanto, en la reacción contra la represión y el fracaso de esta. El aflojamiento del nexo con la realidad es entonces la consecuencia de este segundo paso en la formación de la neurosis. La neurosis se caracteriza como una represión fracasada. En este texto Freud recuerda el caso de Elizabeth Von R. Ella desvaloriza la alteración objetiva reprimiendo la exigencia pasional en cuestión: el amor al cuñado. La reacción psicótica habría sido desmentir el hecho de la muerte de la hermana. En la génesis de la psicosis hay un proceso análogo al que sobreviene en la neurosis, aunque en otras instancias. En la psicosis se perfilan dos pasos: el primero de los cuales arrancará al yo de la realidad; el segundo quisiera indemnizar los prejuicios y restableciera el vínculo con la realidad a expensas del ello. El segundo paso, en ambos casos, presenta el carácter de la reparación. El segundo paso en la psicosis quiere compensar la pérdida de realidad, mas no a expensas de la limitación del ello (como la neurosis lo hacia a expensas del vínculo con lo real), sino por otro camino más soberano: por creación de una realidad nueva, que ya no ofrece el mimo motivo de escándalo que la abandonada. El segundo paso tiene por soporte las mismas tendencias en la neurosis y en la psicosis: sirve al afán de poder del ello, que no se deja constreñir por la realidad. Tanto neurosis como psicosis expresan la rebelión del ello contra el mundo exterior, su displacer e incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad. Neurosis y psicosis se diferencian mucho más en la primera reacción, introductoria, que en la segunda, ensayo de reparación. En la neurosis se evita, al modo de una huida, un fragmento de la realidad, mientras que en l psicosis se la construye. En la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción; en la neurosis, la obediencia inicial es seguida por un posterior intento de huida.  La neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada de ella; la psicosis desmiente y procura sustituirla.  Llamamos normal o sana a una conducta que aúna rasgos de ambas reacciones: que, como la neurosis, no desmiente la realidad, pero, como la psicosis, se empeña en modificarla Esta conducta efectúa reales trabajos sobre el mundo exterior; y no, como en la psicosis, se limita a alteraciones internas. Ya no es autoplástica, sino que es aloplástica. En l psicosis, el remodelamiento de la realidad tiene lugar en los sedimentos psíquicos de los vínculos que hasta entonces se mantuvieron con ella, o sea en las huellas mnémicas, en las representaciones y los juicios que se habían obtenido de ella hasta ese momento y por los cuales era subrogada en el interior de la vida anímica. Pero el vínculo con la realidad nunca había quedado concluido, sino que se enriquecía y variaba de continuo mediante percepciones nuevas. De igual modo, a la psicosis se le plantea  la tarea de procurarse percepciones tales que correspondan a la realidad nueva, lo que se logra de manera más radical por la vía de las alucinaciones. Si en las psicosis las formaciones delirantes y las alucinaciones presenta un carácter penosísimo y van unidas a un desarrollo de angustia, es el indicio de que todo el proceso de replasmación se consuma contrariando poderosas fuerzas. Se reacciona con angustia tan pronto la moción reprimida empuja hacia delante; el resultado del conflicto no es otro que un compromiso, e incompleto como satisfacción. Es probable que vaya imponiendo cada vez más a la vida anímica, al como en la neurosis lo hacía la moción reprimida, y por eso las consecuencias son en ambos casos las mismas. Otra analogía entre neurosis y psicosis es que en ambas la tarea que debe acometerse en el segundo paso fracasa parcialmente, puesto que no puede crearse un sustituto cabal para la pulsión reprimida, y la subrogación de la realidad no se deja verter en los moldes de formas satisfactorias. Pero en uno  otro caso los acentos se distribuyen diversamente. En la psicosis el acento cae íntegramente sobre el primer paso, que es en sí patológico, y solo pude llevar a la enfermedad; en la neurosis recae en el segundo, el fracaso de la represión, mientras que el primer paso puede lograrse, y se logra innumerables veces en el marco de la salud si bien ello no deja de tener sus costos y muestra, como secuela, indicios del gasto psíquico requerido. Estas diferencias son consecuencias de la diversidad típica en la situación inicial del conflicto patógeno: que en ella el yo rinda vasallaje al mundo real o al ello. La neurosis se conforma, en regla general, con evitar el fragmento de la realidad correspondiente y protegerse del encuentro con él. En la neurosis también hay intentos de sustituir la realidad por una más acorde al deseo: eso habilita el mundo de fantasía. Para la neurosis y la psicosis cuenta el problema de perdida de realidad, así como también el de sustituto de realidad.  
 

La negación (1925)

      “Ahora usted pensará que quiero decir algo ofensivo, pero realmente no tengo ese propósito”: es el rechazo, por proyección, de una ocurrencia que acaba de aflorar. “Usted me pregunta quien es la persona que aparece en mi seño; mi madre no es”: nosotros corregimos “entonces es su madre”. Luego se podría traducir con la siguiente frase “con respecto  esa ocurrencia se me acaba de ocurrir que podría ser mi madre, pro no tengo ninguna gana de considerar dicha ocurrencia”. Un contenido de representación o de pensamiento reprimido puede irrumpir en la conciencia a condición de que se deje negar. La negación es un modo de tomar noticio de lo reprimido; en verdad es ya una cancelación de la represión, aunque no una aceptación de lo reprimido. Se ve como la función intelectual se separa del proceso afectivo. Con ayuda de la negación es enderezada solo una de las consecuencias del proceso represivo, la de que su contenido de representación no llegue a la conciencia. De ahí resulta una suerte de aceptación intelectual de lo reprimido con persistencia de lo esencial de la represión. En el curso del trabajo analítico logramos triunfar sobre la negación y establecer la plena aceptación intelectual de lo reprimido a pesar de lo cual el proceso represivo mismo no queda todavía cancelado. Es tare d la función intelectual del juicio afirmar o negar contenidos de pensamiento. Negar algo en el juicio quiere decir “eso es algo que yo preferiría reprimir”. El juicio adverso es el sustituto intelectual d la represión. Por medio del símbolo de la negación el pensar se libera de las restricciones de la represión se enriquece con contenidos indispensables para su operación. La función del juicio tiene, en lo esencial, dos decisiones que adoptar. Debe admitir o desatribuir una propiedad a una cosa, y debe admitir o impugnar la existencia de una representación de la realidad. “Eso debe estar en mí o fuera de mí”: el yo placer original quiere introyectarse todo lo bueno y arrojar de sí todo lo malo. La otra de las decisiones de la función del juicio, la que recae sobre la existencia real de una cosa del mundo representada, es n interés del yo realidad definitiva, que se desarrolla desde el yo placer primitivo (examen de realidad). Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa en el mundo) debe ser acogida o no en el interior del yo, sino de si algo presente como representación dentro del yo puede ser también reencontrado en la percepción (realidad). De nuevo estamos frente a una cuestión de afuera y adentro. Lo no real, lo meramente representado, lo subjetivo, es solo interior; lo otro, lo real, está presente ahí afuera. En este desarrollo se deja de lado el miramiento por el principio del placer. La experiencia ha enseñado que no solo es importante que una cosa del mundo sea buena, y por tanto merezca ser acogida en el yo, sino también que se encentre ahí, en el mundo exterior, de modo que uno pueda apoderarse de ella si lo necesita. Todas las representaciones provienen de percepciones, son representaciones de estas. La represtación es una carta de ciudadanía que acredita la realidad de lo representado. La oposición entre subjetivo y objetivo no se da desde el comienzo. Solo se establece porque el pensar tiene la capacidad de volver a hacer presente, reproduciéndolo en la representación, algo que un vez fue percibido, para lo cual no hace falta que el objeto siga estando ahí afuera. El fin primero y más inmediato del examen de realidad (de objetividad) no es, por tanto hallar la percepción objetiva (real) un objeto que corresponde a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse que todavía está ahí. No siempre, al reproducirse la percepción en la representación, se la repite con fidelidad; puede resultar modificada por omisiones, alterada por contaminaciones de diferentes elementos. El examen de realidad tiene que controlar el alcance de tales desfiguraciones. Para que se instituya el examen de realidad tienen que haberse perdido objeto que antaño procuraron una satisfacción objetiva (real). El juzga es la acción intelectual que elige la acción motriz, que pone fin a la dilación que significa el pensamiento mismo, y conduce del pensar a actuar. La percepción no es un proceso puramente pasivo, sino que el yo envía de manera periódica al sistema de percepción pequeños volúmenes de investidura por medio de los cuales toma muestra de los estímulos externos, para volver a retirarse tras cada uno de esos avances. El juzgar es el ulterior desarrollo, acorde a fines, de la inclusión dentro del yo o la expulsión de él, que originariamente se rigieron por el principio de placer. Su polaridad corresponde a la oposición de los dos grupos pulsionales que hemos supuesto. La afirmación pertenece al Eros, y la negación, sucesora de la expulsión, a la pulsión de destrucción. El negativismo psicótico es consecuencia del desmezcle pulsional. La operación de la función del juicio se posibilita por vía de la creación del símbolo de la negación, que hay permitido pensar un primer grado de independencia respecto de las consecuencias de la represión y de la compulsión del principio de placer. El reconocimiento del inconsciente por parte del yo se expresa en una fórmula negativa. 
 

Nuevas puntualizaciones sobre las Neuropsicosis de defensa (1896)

      La paranoia es una psicosis de defensa, es decir que proviene, al igual que la histeria y las representaciones obsesivas, de la represión de recuerdos penosos, y sus síntomas son determinados en su forma por el contenido de lo reprimido. La  paranoia posee un particular camino de represión, asía como en la histeria se leva a cabo el camino de la conversión a la inervación corporal y la neurosis obsesiva por sustitución (desplazamiento a lo largo de ciertas cadenas asociativas). Freud relata el caso de la señora P. que tiene treinta y dos años de edad, está casada y tiene un chico de dos años de edad. Estaba sana hasta que seis meses después de nacer su hijo empezaron los primeros síntomas de su afección. Se volvió huraña y desconfianza, y rechazaba el trato con la familia de su marido. Se quejaba de que los vecinos habían variado su comportamiento. Estas quejas aumentaron poco a poco de tamaño pero no de precisión: tenían algo contra ella pero no sabía que. Tiempo después se queja de que es observada y que le coligen sus pensamientos. Poco a poco empeoró, no quería comer, y la internaron para un tratamiento de aguas. Una vez estando con su mucama sintió una sensación en el regazo y supo que su mucama estaba teniendo pensamientos indecentes. Esta sensación se volvió cada vez más frecuente y sentía en sus genitales como una mano pesada. Luego empezó a ver imágenes que la espantaban, de desnudez femenina, un regazo femenino desnudo con vello. La imagen del regazo velludo y la sensación de órgano le acudían juntas la mayoría de las veces. La imágenes eran muy martirizadoras para ellas y las veía en compañía de mujeres, por lo que deducía que ellas también tenían la misma imagen de ella. Simultáneamente comenzaron a fastidiarla las voces, que ella no reconocía ni sabía explicar. Cada uno de sus movimientos era comentado, y a veces escuchaba amenazas y reproches. Se rehusaba a salir y tenía asco de la comida. No había formaciones delirantes para la interpretación de las alucinaciones. Su inteligencia no sufrió menoscabo. Jamás hablaba de sus alucinaciones, y tampoco hablaba últimamente de las mortificaciones y persecuciones que sufría. Freud partió de la premisa de que en la paranoia había unos pensamientos inconscientes y unos recuerdos reprimidos que podían ser llevados a conciencia venciendo una cierta resistencia. La enferma se comportó en el análisis como lo haría una histérica y reprodujo unos pensamientos que no recordaba haber tenido, que al principio no entendía y que contradecía sus expectativas. Así quedaba probada también para un caso de paranoia las representaciones inconscientes sustantivas y ello daba derecho a pensar que se podría reducir de la paranoia igualmente a una represión. Lo peculiar era que la mayoría de las veces ella oía o alucinaba interiormente, como sus voces, las indicaciones que provenían de lo inconciente. La imagen del regazo femenino acudía junto a la sensación de órgano en el regazo, aunque esta último era mucho más constante. Las primeras imágenes de regazos desnudos se le habían presentado en el instituto de cura de aguas, luego de haber visto a mujeres realmente desnudas. Probaron ser simple reproducciones de una imagen real. Estas impresiones se repitieron porque se le anudó un gran interés. Informó que en aquel momento había sentido vergüenza por aquellas mujeres, y ella misma, desde que tiene memoria, se avergüenza de que la vean desnuda. Esa vergüenza compulsiva esconde una vivencia primitiva en la que ella no se avergonzó. Reprodujo una serie de escenas donde, siendo pequeña, sintió vergüenza de su desnudez frente a diferentes personas. La serie terminó en una imagen de cuando tenía seis años: se desvistió para meterse en la cama, sin avergonzarse, con su hermano presente. Hubo muchas escenas de estas donde los hermanitos tenían la costumbre de mostrarse desnudos uno al otro antes de meterse en la cama. Era un fragmento inalterado, viejo, del reproche - recuerdo, y ella reparaba ahora con vergüenza lo que había omitido de niña. El comienzo de la desazón coincidió con una gran disputa entre su hermano y su marido, a raíz de lo cual su hermano no volvió a pisar la casa. Siempre había amado muchísimo a ese hermano, y lo extrañaba mucho. En cierto momento ella habló de que se le “declaró todo”, haciendo referencia a que obtuvo el convencimiento que era cierto que todos la despreciaban. En la paranoia es clásico el convencimiento con efecto retardado. Las falsas interpretaciones de la paranoia están basadas en una represión. Convocaba a su hermano para unas citas y luego no tenía nada para decirle. Freud logró moverla a que reprodujera las diversas escenas que culminaron en el comercio sexual con su hermano (al menos desde el sexto hasta el décimo año de vida). En este trabajo la sensación de órgano en el egazo intervino en la conversación. La imagen del regazo femenino, ahora reducido en proporciones a los de un genital infantil y sin vello, ora le ocurría ora le faltaba, dependiendo si la imagen había ocurrido a plena luz o en la oscuridad. Una vez recorridas estas escenas las alucinaciones se retiraron. En una nota al pie Freud agrega que los resultados del tratamiento fueron arrojados por tierra por haber sido demasiado breve el análisis. Esas alucinaciones no eran otra cosa que fragmentos tomados del contenido de las vivencias infantiles reprimidas, síntomas del retorno de lo reprimido. Freud intentó explicar porque la angustiaban tanto las voces y como un contenido tan indiferente pudiera ser tan penoso para ella. Estas voces no podían ser unos recuerdos reprimidos reproducidos por vía alucinatoria; sino que eran unos pensamientos dichos en voz alta. La primera vez que escuchó las voces había leído previamente un libro que le había gustado mucho, al pasar frente a una casa escucho que las voces le decían que así era la casa de la protagonista del libro, y repitieron fragmentos enteros del libros: ella no entendió. Contra material del libro que le había incitado pensamientos se había levantado unas resistencias represoras. Esto se entramaba con su aversión sexual, y desembocaba en el despertar de las viejas vivencias infantiles. A consecuencia de esta censura ejercida por la represión, los pasajes del libro que se relacionaban por contraste y por vecindad con los objetados cobraron refuerzo para la conciencia que les posibilitó ser dichos en voz alta. Una gran sensación de vergüenza la llevó a temer que sus vecinos pudieran oír sus ruidos a través de la medianera; esta vergüenza se mudó e un sentimiento de enojo hacia los vecinos. Las voces debían su génesis a la represión de unos pensamientos que, en su resolución última, significaban unos reproches con ocasión de una vivencia análoga del trauma infantil. Eran síntomas del retorno de lo reprimido, pero al mismo tiempo consecuencia de un compromiso que en este caso había producido una desfiguración que llegaba a lo irreconocible. Las palabras oídas siempre tenían un carácter de diplomática imprecisión, la alusión mortificadora está escondida, y los nexos entre las frases se descifraban por medio de una expresión ajena. Estos caracteres son universales en las alucinaciones auditivas de los paranoicos y se divisa la huella de la desfiguración - compromiso. Lo reprimido en la neurosis obsesiva y en la paranoia es una vivencia infantil. Una parte de los síntomas brota de la defensa primitiva. En la neurosis obsesiva el reproche inicial ha sido reprimido por la formación del síntoma defensivo primario: desconfianza de sí mismo. En la paranoia el reproche es reprimido por el camino de la proyección, puesto que se erige el síntoma primitivo de la desconfianza hacia otros; con ello se le quita reconocimiento al reproche, y, como compensación de esto, falta luego una protección contra los reproches que retornan dentro de las ideas delirantes. Los síntomas de la paranoia son síntomas del retorno de lo reprimido, y llevan las huellas del compromiso que les consintió en ingreso en la conciencia. Los reproche reprimidos retornan como unos pensamientos en voz alta en la paranoia, para los cuales  se ven forzados a consentir una doble desfiguración: una censura lleva a su sustitución por otros pensamientos asociados o a su encubrimiento por modos imprecisos de expresión, y también están referidos a vivencias recientes, meramente análogas a las antiguas. Contra los síntomas que retornan no se hacen valer defensa alguna en la paranoia. Aquí se ve el delirio de interpretación de los síntomas que aparecen, que culminan en una alteración del yo. Con efecto retardado es posible que se repriman y se sustituyan aquellos recuerdos no patógenos que se sitúan en contradicción con la alteración del yo, reclamada esta imperiosamente por los síntomas del retorno. 
 

Manuscrito H. Paranoia (1895)

      La represión delirante se califica junto a la represión obsesiva en la psiquiatría, como una perturbación puramente intelectual; y la paranoia junto a la locura obsesiva como una psicosis intelectual. Una vez que la representación obsesiva se ha reconducido a una perturbación afectiva, y ha demostrado que debe su intensidad a un conflicto, es forzoso que la representación  delirante caiga bajo la misma concepción; por tanto, también ella es consecuencia de unas perturbaciones afectivas y debe su intensad a un proceso psicológico. La paranoia crónica es un modo patológico de la defensa, como la histeria, la neurosis obsesiva y la confusión alucinatoria. Uno se vuelve paranoico por cosas que no tolera, suponiendo que posea la predisposición psíquica particular para ello. En este texto Freud toma el ejemplo de la doncella con el pene en la mano. En ella se formó un delirio de ser notada y de persecución. El contenido consistía en que las vecinas le tenían lástima porque estaba sola, y decían chismes respecto de ella. Ese estado aqueja a la enferma por algunas semanas; luego se le aclara la mente y explica todo como consecuencia de la irritación. La enferma desconocía la escena del pene en la mano. Lo peculiar de la defensa paranoica se sitúa en que se ahorran un reproche propio, ya que lo oyen desde afuera. El contenido positivo se conserva imperturbado, pero pasa de ser un reproche interno a una insinuación que viene desde el afuera. El juicio sobre ella había sido trasladado hacia fuera, la gente dice lo que el sujeto dice de sí mismo. Algo se gana con ello: el juicio pronunciado desde adentro se debe aceptar, al que llega desde afuera se lo puede desautorizar. El juicio y el reproche son mantenidos lejos del yo. La paranoia tiene el propósito de defenderse de una representación inconciliable para el yo proyectado al mundo exterior el sumario de la causa que la representación misma establece. El traslado se logra por un abuso del mecanismo de proyección a los fines de la defensa. Algo los fuerza a apartarse del origen interno, por lo que supone como viniendo de afuera. Eso que se sabe de nosotros, y que nosotros no sabemos, no podemos admitirlo. Este mecanismo de sustitución de efecto normal se abusa e el caso de las representaciones obsesivas a los fines de la defensa. Esto rige para todos los casos de paranoia: en todos los casos la idea delirante es sustentada con la misma energía con la que el yo se defiende de algo otra idea penosa insoportable. Aman al delirio como se aman a sí mismos. La defensa se comporta de forma diferente en todos los tipos de patologías: en la histeria la representación inconciliable no es admitida para su asociación con el yo; el contenido se conserva desintegrado, falta dentro de la conciencia, su afecto es tramitado por conversión a lo corporal. En al representación obsesiva tampoco la represtación inconciliable es admitida para la asociación; el afecto se conserva, pero el contenido es sustituido. En la confusión alucinatoria la representación inconciliable íntegra (afecto y contenido) es mantenida apartada del yo, lo cual solo es posible a través de un desasimiento parcial del mundo exterior; se llega a una alucinaciones que son amistosas con el yo y que sostienen la defensa. En la paranoia el contenido y el afecto de la reconciliación intolerable se conservan pero son proyectadas al mundo exterior; las alucinaciones que se generan son hostiles al yo pero sostienen la defensa. 
 

De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis (1955)

      Freud rompe con el fondo teórico de la época. El psicoanálisis no conserva nada de la larga cocción metafísica de la ciencia en la escuela. La teoría de la abstracción necesaria para dar cuenta del conocimiento se ha fijado en una teoría abstracta de las facultades del sujeto. Las diversas escuelas admiten la alternancia de identidad del percipiens, pero su función constituyente del perceptum no se discute. Desde ese momento la diversidad de estructura del perceptum solo afecta en el percipiens una diversidad de registro, en último análisis la de los sensoriums. De derecho esta diversidad es siempre superable, si el percipiens se mantiene a la altura de la realidad. Por eso aquellos a quienes cabe el cargo de responder a la cuestión que plantea la existencia del loco no han podido evitar interponer entre ella y ellos esas bancas de la esuela, cuya muralla  les ha parecido en esta ocasión apropiada para mantenerlos al abrigo. Lacan mete en el mismo saco todas las posiciones, sean mecanicistas o  dinamistas, traten de la génesis del organismo o del psiquismo, y la estructura de la desintegración o del conflicto. Todas sostiene que la alucinación es un perceptum sin objeto piden razón al percipiens de la perceptum. Pero todo esto se salta un tiempo: interrogarse si el perceptum mismo deja un sentido unívoco al percipiens aquí conminado a explicarlo. La alucinación verbal no es reductible ni a un sensorium particular ni a un percipiens en cuanto que le daría su unidad. Es un error considerarla auditiva por su naturaleza. Cuando es concebible en última instancia que no lo sea en ningún grado; pero sobre todo si se considera que el acto de oír no es el mismo según apunte a la coherencia de la cadena verbal, concretamente su sobredeterminación a cada instante por efecto a posteriori de su secuencia, así como también la suspensión en cada instante de su valor en el advenimiento de un sentido siempre pronto a ser remitido, o según que se acomode en la palabra a la modulación sonora a tal fin de análisis acústico: tonal o fonético, incluso de potencia musical. Estos recordatorios bastan para hacer valer la diferencia de las subjetividades interesadas en la ira del perceptum. Es en el nivel donde la “síntesis” subjetiva confiere su pleno sentido a la palabra donde el sujeto muestra todas las paradojas de que es paciente en esa percepción singular. Estas paradojas aparecen cuando es el otro el que profiere la palabra, esto queda manifiesto en el sujeto por la posibilidad de obedecer a ella en cuanto que gobierna su escucha y su puesta en guardia, pues con solo entrar en su audiencia, el sujeto cae bajo el efecto de una sugestión de la que solo escapa reduciendo al otro a no ser sino el portavoz de un discurso que no es de él o de una intención que mantiene en él en reserva. Más notable aún es la relación del sujeto con su propia palabra, donde lo importante está más bien enmascarado por el hecho puramente acústico de que no podría hablar sin oírse. Que no pueda oírse sin dividirse. El sensorium es indiferente a la producción de una cadena significante: 1° esta se impone por sí misma al sujeto en su dimensión de voz; 2° tomo como tal una realidad proporcional al tiempo, perfectamente observable en la experiencia, que implica su atribución subjetiva; 3° su estructura propia en tanto significante es determinante en esa atribución que es distributiva, es decir, con varis voces y que pone al percipiens, pretendidamente unificador, como equívoco. En este escrito Lacan toa el caso de “Marrana”. Es un delirio de dos, de la pareja madre - hija. El sentimiento de intrusión, desarrollado en un delirio de vigilancia, era el desarrollo de la defensa propia de un binario afectivo, abierto como tal a cualquier enajenación. Las dos sufrían de injurias profesadas por parte de los vecinos, las hostigaban con sus ataques, después de que tuvieran que poner fin con ella a una intimidad acogida con complacencia al principio. El amigo de la vecina se había dirigido a ella cuando se cruzaron en el pasillo con el término de “marrana”. Cuando Lacan le pregunta que era lo que había podido inferir en el momento anterior ella dice que ha murmurado ante la vista del hombre las siguientes palabras, según las cuales para ella no tenía de que ofenderse: “vengo del fiambrero”. Esta enferma había dejado de la manera más repentina a su marido y a su familia política, y dado así a un matrimonio reprobado por su madre un desenlace que quedó en lo sucesivo sin epílogo, a partir de la convicción que había llegado de que esos campesinos se proponían, para acabar con esa floja citadina, despedazarla concienzudamente. La enferma captó que la frase era alusiva, pero no pudo demostrar otra cos que perplejidad en cuanto captar a quien de los copresentes o ausentes hacía alusión. Aparece que el yo de la frase dejaba en suspenso la designación del  sujeto hablante, mientras que la alucinación quedase a su vez oscilante. Esa incertidumbre llegó a su fin una vez pasada la pausa, con la aposición de la palabra marrana, demasiado pesada de invectiva, por su parte, para seguir isocrónicamente a la oscilación. Así es como el discurso acabó por realizar su intención de rechazo hacia la alucinación. En el lugar donde el objeto indecible es rechazado en lo real, se deja oír una palabra, por el hecho de que ocupando el lugar de lo que no tiene nombre, no ha podido seguir la intención del sujeto sin desprenderse de ella por medio del guión de la réplica: oponiendo su antistrofa de depreciación al refunfuño de la estrofa restituida desde ese momento a la paciente con el índice del yo, y reuniéndose en su opacidad con las jaculatorias del amor, cuando, ante la escasez de significante para llamar al objeto de su epitalamio, usa para ello del expediente de lo imaginario más crudo. La función de irrealización no está toda en el símbolo. Pues para que su irrupción en lo real sea indudable basta con que esta se presente bajo la forma de cadena rota. Se toca en ello también ese efecto que tiene todo significante una vez percibido de generar en el percipiens un asentimiento hecho del despertar de la duplicidad oculta del segundo por la ambigüedad manifiesta del primero. La ambigüedad del significante hace despertar la duplicidad del percipiens. Todo esto puede ser considerado como efectos de espejismo en la perspectiva clásica del sujeto unificador. Esa perspectiva solo ofrece ejemplos de gran pobreza acerca de la alucinación. Si solo se considera el texto de las alucinaciones se establece una distinción entre fenómeno de código y fenómeno de mensaje. A los fenómenos de código pertenecen las voces que hablan en lenguaje primitivo (ejemplo: conexión de nervios). Esta parte de los fenómenos está especificada en locuciones neológicas por su forma y por su empleo. Las alucinaciones informan al sujeto sobre el uso y las funciones del neocódigo. El mensaje mismo, y no lo que comunica, son el objeto de la comunicación; esos mensajes se suponen que están soportados por seres cuyas relaciones enuncian ellos mismos en modos que muestran ser muy análogos a las conexiones del significante. Estos fenómenos han sido llamados erróneamente intuitivos por que el efecto de significación se adelanta en ellos al desarrollo de esta. Se trata de hecho de un efecto del significante, por cuanto su grado de certidumbre toma un peso proporcional al vacío enigmático que se presenta primariamente en el lugar de la significación misma. Pasemos a los fenómenos de mensaje. Se trata de los mensajes interrumpidos, en los que se sostiene una relación entre el sujeto y su interlocutor divino a la que dan la forma de una prueba de resistencia. La voz del interlocutor limita los mensajes de que se trata a un comienzo de frase cuyo complemento de sentido  no presenta dificultad alguna para el sujeto, salvo por su lado hostigante, ofensivo, la más de las veces de una ineptitud cuya naturaleza es como para desalentarlo. Esto se podría nombrar como provocación alucinatoria. La frase termina donde finaliza el grupo de términos índices, o sea aquellos a los que su función en el significante designa, los términos en el código indican la posición del sujeto a partir del mensaje mismo (ejemplo: “ahora me voy a…” “rendirme al hecho de que soy idiota”). Después de lo cual la parte propiamente léxica de la frase, la que comprende las palabras que el código define por su empleo queda elidida.

       X   à     |               | ß percipiens

     Realidad     Perceptum

      El Otro es el lugar de esa memoria que e conoce bajo el nombre de inconsciente, memoria a la que se considera como el objeto de una interrogación que permanece abierta en cuanto que condiciona la indestructibilidad de ciertos deseos. A esa interrogación respondemos por la concepción de la cadena significante, en cuanto que una vez inaugurada por la simbolización primordial (que el juego del fort - da hace manifiesto), esta cadena se desarrolla según los enlaces lógicos cuyo enchufe en lo que ha de designarse, a saber el ser del ente, se ejerce por os efectos del significante: metáfora y metonimia. Es un accidente de este registro y de lo que en él se cumple, a saber la forclusión del nombre del padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora paterna, donde designamos el efecto que da a la psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa de la neurosis. La relación de Schreber con dios es una mezcla del ser con el ser, en ella se une la voracidad con el asco, la complicidad sostiene su exacción. Aquí no se encuentra la presencia de alegría que caracteriza la experiencia mística. Dios es el significante del Otro en la palabra. Para que la psicosis se desencadene es necesario que el nombre del padre forcluido, que nunca llegó al lugar del Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto. Es la falta del nombre del padre en ese lugar la que, por el agujero que abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del significante de donde procede el deshazte creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el nivel en que un significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante. ¿Cómo puede el nombre del padre ser llamado por el sujeto al único lugar de donde no ha podido advenirle y donde no ha estado nunca? Por ninguna otra cosa sino por un padre real, por Un padre. Es preciso que Un padre venga a ese lugar adonde el sujeto no ha podido llamarlo antes. Basta para ello que ese Un padre se sitúe en posición tercera en alguna relación que tenga por base la pareja imaginaria a - a’, es decir yo - objeto, o ideal - realidad, interesando al sujeto en el campo de agresión erotizado que induce. En el comienzo de la psicosis debe buscarse esta coyuntura dramática.  El nombre del padre redobla en el lugar del Otro el significante mismo del ternario simbólico, en cuanto que constituye la ley del significante. Las coordinadas de ambiente de la psicosis yerran como almas en pena de la madre frustrante a la madre errante, no sin sentir que al dirigirse hacia el lado del padre de familia, se queman, como se dice en el jugo del objeto escondido. Además en esa investigación a tintas sobre una carencia paterna, cuyo reparto o deja de inquietar entre el padre tonante, el padre bonachón, el padre todopoderoso, el padre humillado, el padre engolado, el padre irrisorio, el padre casero, el padre de picos pardos, no sería abusivo esperar algún efecto de descarga de la observación siguiente: a saber que los efectos de prestigio que están en juego en todo esto, y en los que la relación ternaria del Edipo no está del todo omitida, puesto que l reverencia de la madre se ve allí como decisiva, se reducen a la rivalidad de los dos progenitores en lo imaginario del sujeto(“¿A quién querés más, a mamá o a papá?”). Esa pregunta, en la que el niño no deja nunca de concretar el asco que siente del infantilismo de sus padres, es precisamente aquella con la que esos verdaderos niños que son los padres pretende enmascarar el misterio de esa unión o de su desunión, según los casos, a saber de lo que su vástago sabe muy bien que es todo el problema y que como tal se plantea. No es solo la manera en que la madre se adviene a la persona del padre de lo que conviene ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, el término de su autoridad, del lugar que ella reserva al nombre del padre en a promoción de la ley. La relación del padre con esa ley debe considerarse en sí mismo, pues se encontrará en ello la razón de esa paradoja por la cual los efectos devastadores de la figura paterna se observan con particular frecuencia en los casos en que el padre tiene realmente la función de legislador o se le adjudica como un virtuoso del virtuosismo, todos ideales que demasiadas ocasiones le ofrecen de encontrare en postura de desmérito, de insuficiencia, de excluir el nombre del padre de su posición significante. No se necesita tanto para lograr este resultado. En Schreber, no cabe duda de que la figura del profesor Flechsig, en su gravedad de investigador, logró suplir el vacío bruscamente vislumbrado de la Verwerfung inaugural (“pequeño Flechsig” claman las voces). “Dios es una puta”, término por el cual culmina el proceso por el cual el significante te ha desencadenado en lo real, después de que se abrió la quiebra del nombre del padre, el significante del Otro e cuanto lugar de la ley. 
 

Memorias de un enfermo nervioso, Schreber (1903)

      Las memorias fueron escritas en el lapso que va desde febrero a septiembre de 1900. Con este libro Schreber intentaba promover un conocimiento que consideraba muy importante para la religión. Acusa de Flechsig de haber influido con su sistema nervioso sobre el de él. Schreber considera que Flechsig también tuvo esas visiones. Cree haber llegado infinitamente más cerca de la verdad que a todos los hombres a los que se le han concedido verdades divinas. El alma humana está contenida en nervios del cuerpo y de cuya excitabilidad depende toda la vida espiritual del hombre. Los nervios poseen la capacidad de generar placer y displacer, y archivar las impresiones recibidas. Una parte de los nervios es apta solamente para recibir impresiones sensibles. Otros reciben y conservan las impresiones espirituales. Cada nervio intelectivo representa la individualidad espiritual, donde se inscriben la totalidad de los recuerdos. Cuando el cuerpo muere, el alma conserva las impresiones. Los nervios divinos son infinitos y eternos, poseen todas las cualidades de los nervios humanos elevado a una potencia sublime. La función de rayos, transformarse en todas las cosas posibles del mundo creado, es la esencia de la creación divina. El sol es el poder más cercano a la tierra para exteriorización divina. Cuando Schreber se entrega a no pensar en nada, dios piensa que se puede separar de él como una persona idiotizada. Dios dejaba librado al azar el mundo creado por él, y solo se encargaba de su mantenimiento mediante el calor del sol. Excepcionalmente ocurría que dios se acercaba, pero esto no podía suceder con gran frecuencia porque ponía en peligro la vida del propio dios. Los nervios de los hombres, cuando se encuentran en elevada excitación, pueden atraer a sí a los nervios divinos, produciendo una conexión nerviosa. El trato de dios con las almas solo se da después de la muerte, dios se puede acercar sin peligro a los cadáveres, para poder extraerles sus nervios. La vida del más allá es la bienaventuranza, a la que se accede luego de una purificación de los nervios. Cuando las almas pasaban por el proceso de purificación aprenden el leguaje de dios, la lengua primitiva. Esta es un alemán algo anticuado pero lleno de expresividad, que se caracteriza por su gran riqueza de eufemismos. Los hombres hechos a la ligera eran almas armadas mediante un milagro divino bajo la forma de una figura humana. Schreber se hallaba rodeado de hombres hechos a la ligera. La bienaventuranza es un estado de goce ininterrumpido vinculado con la contemplación de dios. La bienaventuranza masculina es de rasgo más alto que la bienaventuranza femenina, la cual consiste en un indeterminado sentimiento de voluptuosidad. El destino de las almas era deshacerse, fundirse con otras almas, olvidar su unicidad, formar parte de dios en las antecámaras del cielo. Toda esta mecánica le fue comunicada a Schreber por las voces. Existen un dios inferior (Arimán) y uno superior (Ormuz). Estuvo enfermo dos veces de los nervios, ambas a causa de un excesivo uso intelectual. La primera enfermedad transcurrió sin ninguna explicación que rozara el ámbito sobrenatural. Tuvo impresiones positivas acerca del profesor Flechsig luego de su primera curación. En esa enfermedad era dominado por ideas hipocondríacas. La esposa sentía una profunda gratitud por el profesor Flechsig. Los ocho años que transcurrieron entre una enfermedad y otra fueron felices salvo por la frustración de no haber podido tener hijos. Cuando le anunciaron su nombramiento comenzó a tener sueños de que se repetía su enfermedad anterior. Una mañana tuvo, en estado de duermevela, la fantasía de que sería hermoso ser una mujer sometida al acoplamiento. Asumió en octubre el cargo y se encontró con una gran carga de trabajo. A las pocas semanas quedó agotado, sufriendo de insomnio y escuchando ruidos extraños a través de la pared de su cuarto, que lo despertaban cada vez que lograba adormecer. Hizo intentos de suicidio luego de entrevistarse con Flechsig. No pudo conciliar el sueño ni ocuparse; solo pensaba en la muerte. Le ocurrió un nuevo colapso nervioso cuando su esposa, que hasta el momento había pasado con él todos los días, emprendió un viaje por unos días. Luego de ese viaje decidió no volver a verla. Esa noche tuvo media docena de poluciones nocturnas. A partir de esa noche comenzó la conexión con los nervios de Flechsig. Aquí se le empieza a confirmar el delirio, y cae en la certeza de lo que le está ocurriendo. Comienzan a hablarle las voces y el proceso de emasculación. Las voces le hablaban a través del lenguaje de los nervios. En el orden normal, ningún hombre puede obligar a otro a poner sus nervios en movimiento, pero a Schreber lo obligaron a esto: sus nervios son movidos desde el exterior sin interrupción. Flechsig logró valerse de los rayos divinos. Esto se le apareció en la compulsión a pensar, que le ordenaban las voces. Él se veía obligado a pensar incesantemente, sin descanso para sus nervios. Almas de familiares y amigos, muertos y vivos, hablan en Schreber. También hay voces que repiten monótonamente la misma frase. La emasculación es acorde al orden cósmico y consiste en una muy intensificada sensación de voluptuosidad. Esto permitiría crear una nueva raza de hombres, luego de la gran catástrofe. La posibilidad de la emasculación es del dios inferior, mientras que el dios superior devuelve la masculinidad. Flechsig intervino para impedir que se complete el proceso de emasculación en  Schreber. Dios no conoce al hombre viviente, y no debería de conocerlo, de acuerdo al orden cósmico, ya que solo trata con cadáveres. Cuanto más trataban de hacer milagros contra Schreber, más se acentuaba la vinculación con sus nervios. Flechsig se elevaba al cielo, y accedía a las antecámaras sin previa purificación. Así se armó n complot que tenía por fin entregarlo a un hombre, a su cuerpo transformado en femenino, para que se ponga a su merced. Este hombre lo abusaría sexualmente y luego lo dejaría tirado. Se intentó morir de hambre, para no sufrir en su virilidad. Dios era el que ideaba el plan de almicidio dirigido contra Schreber y la entrega de su cuerpo como prostituta femenina. Todos los intentos de perpetuar el almicidio en contra del orden cósmico fracasaron. En 1894 fue trasladado a Sonnestein. El sol presentó modificaciones, su tamaño se redujo. En un principio era conducido por Flechsig pero ahora era conducido por Weber. Cando se consumió el sol pequeño fue reemplazado por otro sol. Durante este período tuve impresiones realmente maravillosas y conoció la omnipotencia de  dios. Apareció el voz inferior y le habló en voz muy alta, a diferencia de cómo lo hacían las voces, la charla fue muy violenta y estuvo pensada para sentir miedo, pero el no temió. Fue nombrado con la palabra carroña, que le hizo sentir el poder divino. Consideró que esta charla fue auténtica, la única vez que sintió la sensación real. Tuvo una admiración ante lo grandioso, fue la primera vez que los rayos leyeron las palabras sin falsificar. Esta experiencia tuvo un efecto saludable para los nervios y logró conciliar el sueño. Luego de esto el sol estuvo por unos días cubierto por una aureola plateada, y él no podía mirarlo. Después de unos días el sol tomo su aspecto habitual. Hoy por hoy puede mirar tranquilamente al sol sin que le pase nada. Sostiene que si hubieran seguido los rayos puros, la emasculación hubiera sido inminente: pero esto no era lo que se quería. Las voces lo obligaron a mantener una pasividad absoluta, si se movía perdía rayos. Como dios estaba acostumbrado a tratar con los muertos hizo todo lo posible para parecer un muerto. Durante meses permaneció inmóvil, solo se dedicaba a hablar con las voces. El milagro de simulación de sentimientos fue hecho por las voces para desprenderse de él, por que estaban en contra de su santa causa. Se falsificaron sus sentimientos mediante milagros para dar la impresión de que Schreber era un hombre frívolo. Al principio se resistió, pero luego se sintió cómodo porque se sentía subjetivamente menos desdichado. El objetivo de los rayos no fue alcanzado ya que la excitación de sus nervios seguía igual. Schreber podía sentir en su cuerpo fuerte ente los rasgos femeninos. En noviembre de 1895 Schreber aceptó la voluntad divina de convertirlo en mujer: el orden cósmico exigía la emasculación. Tomó como bandera ejercer la feminidad, y lo seguirá haciendo. Así servirá a los intereses del propio dios. En los sueños es donde logra sentimientos de gran voluptuosidad. Dios ponía todos sus recursos para no extinguirse en el cuerpo de Schreber. Dios aceptó su dependencia a Schreber, el es su parte más inteligente y mejor. Los milagros que realizan las voces son aniñados. La compulsión a pensar se realizaba a través de frases incompletas que Schreber debía completar. Schreber sabía perfectamente como completar las frases. “ahora yo…” “reconoceré que soy un idiota” completaba Schreber. Se busca deshacer la capacidad de Schreber para pensar, así dios se puede retirar de él. Además de las voces interiores escuchaba voces exteriores, de los pájaros y de los insectos. Las voces hablan cada vez con un tempo más lento. Para defenderse de esto Schreber toca el piano o lee el diario. Pueden transcurrir años o decenios hasta que se complete la emasculación. Las voces no lo dejaban evacuar, y lograban que se ensucie encima. Cuando Schreber evacua se incrementa la voluptuosidad de su alma. Schreber dice que lo fenómenos femeninos de su cuerpo pueden ser constatados por cualquiera. 
 

La nervadura del significante, Godoy.

      Lacan indica que lo importante no es la acumulación de hechos, sino el recorte de uno solo con sus correlaciones. En el diagnóstico diferencial, un buen recorte es aquel que revela la estructura. E necesario saber por donde recortar. No hay detalle sin corte, y en la clínica analítica se hace hincapié en el detalle, que vale a partir del recorte. El diagnostico se hace a partir del detalle clínico, no de un criterio descriptivo. No hay que sorprenderse si el diagnostico diferencial contradice la apariencia global. Lacan toma el termino “fenómenos elementales” de Clerambault. Pero lo diferencia de la deducción ideíca, del terreno de lo comprensible. No cree que el fenómeno elemental sea un punto parasitario alrededor del cual el sujeto hace una construcción para encapsularlo y explicarlo el primer Clerambault plantea que primero surge el automatismo, que es de origen etiológico u orgánico; en respuesta a este surge la construcción intelectual secundaria, delirio o alucinaciones, que son de base psicológica e intentan enquistar y explicar el automatismo. Esta reacción es una respuesta no mórbida de la personalidad sanana ante los fenómenos patógenos. El segundo Clerambault plantea que la ideación no es constituida por una reflexión del sujeto, sino que se elabora mecánicamente en el subconsciente: ideación neoplástica. Esto genera el síndrome de pasividad. Dicha ideación es sufrida por el sujeto y es de naturaleza parasitaria y mecánico –automática. La sistematización se ve desde el inicio. La construcción sigue fuerzas implícitas y no un plan establecido. Al final de su obra Clerambault se acerca a lo que teoriza Lacan, pero su organicismo le pone un freno. Para ejemplificar la relación que existe entre los fenómenos elementales y la construcción del delirio, Lacan pone el ejemplo de una planta. Hay una identidad estructural entre los fenóenos elementales del delirio y su organización general. Lacan plantea que el paciente muchas veces experimenta la imposibilidad de sostener sus ideas delirantes, sin embargo, esto no reduce su convicción personal y no puede apartarse de los hechos elementales. La paradoja: no puede sostener fundadamente la idea delirante, pero sin embargo, la certeza sigue intacta. Hay una relación entre el vacio de significación y la certeza: significación de significaciones, significa que significa, aunque no se sepa que, algo le concierne al sujeto. La composición del delirio y el fenómeno elemental muestran estructuras análogas, la misma fuerza estructurante. No hay relación parte – todo, ni sumatoria de elementos, sino una configuración compleja donde la misma estructura está presente, de distintos modos y niveles, en cualquier componente de la planta. El elemento no es la parte de un todo, sino que en el se resume la estructura misma. Un gnomon es cualquier figura que, añadida a una figura original, produce una figura semejante a esta. La estructura psicótica puede expandirse un encontrarse en su célula origina, pero la estructura es siempre la misma. La estructura de la psicosis esta determinada por la forclusión del nombre del padre, lo que verifica la irrupción del significante en lo real y sus consecuencias en el plano de la significación. Este modo de retorno es la estructura de la psicosis. La estructura no subyace al fenómeno, sino que el mismo fenómeno es la presentación de la estructura. Los fenómenos de la psicosis pueden ser my diferentes, pero siempre esta presente la nervadura del significante. La estructura psicótica esta definida por la presencia del significante que no se encadena, la cadena rota, que se impone en lo real. Este detalle per mite el diagnostico diferencia entre neurosis y psicosis. En la psicosis hay trastorno en el lenguaje que incluyen los neologismos, las intuiciones y estribillos, las distintas formas en que procede la interpretación delirante. Algunos detalles que caracterizan las interpretaciones delirantes, algunos trastornos del leguaje que sostienen el crecimiento de los delirios son:

A través de estos detalles clínicos es posible captar la nervadura del significante. En la interpretación no opera un verdadero razonamiento, sino que son una manifestación de la estructura misma. La certeza y la absolutización muestran un significante solo que irrumpe y se impone de manera indialectizable. Un neologismo psicótico no es necesariamente una palabra nueva, sino el empleo particular de una palabra. La “planta neurótica” se rige por el retorno de lo reprimido en lo simbólico, la insistencia que rige el crecimiento gnómico de sus estructuras, formaciones sintomáticas. Su retorno es en el mismo lugar, en la cadena de significantes; m mientras que a psicosis es en otro lugar. Se genera el par “in loco” (neurosis), versus “in altero” (psicosis), por el lugar donde retorna el significante, retorno en la cadena o desencadenado. A través de la metáfora delirante se intenta restaurar una articulación significante, viene a suplir la ausencia del punto de capitón que da el nombre del padre en el lugar del Otro. Por el agujero que abre en el significado inicia la cascada de los retoques de significante, de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el nivel en que  significado y significante se estabilizan vía metáfora delirante. La metáfora delirante es un intento de reanudamiento entre significante y significado. No siempre se logra alcanzar ese punto de capitón. El “orden de hierro” de la metáfora delirante contrasta con la movilidad y dialéctica de la significación falica producida por la metáfora paterna. Las primeras experiencias de delirio siempre son de carácter enigmático y de significación personal, siempre presente en el origen del delirio. No es el contenido lo que distingue un delirio psicótico, sino que es su estructura y el modo en que el sujeto se sitúa en ella. Los S1 que retornan en lo real llevan a un crecimiento gnómico, la significación también irrumpe en lo real, falta dialecticidad, hay una certeza y un  orden de hierro, surge un S2 que intenta restituir la cadena. En el inicio hay una experiencia enigmática y una significación personal. Los fenómenos elementales se pueden antes o después del desencadenamiento de la psicosis.  
 

Sobre las prepsicosis, Mazzuca.

      El surgimiento de este concepto es reciente, ya que no existe en la psiquiatría clásica ni en las primeras décadas del psicoanálisis. Existen las prepsicosis diacrónica y sincrónica. La prepsicosis sincrónica es la designación de los casos borderlines, se encuentra en el límite entre una neurosis y una psicosis. El término de prepsicosis en este sentido fue desarrollado a partir del concepto de “como sí” de Deutch. La psiquiatría estadounidense borra la exclusión entre psicosis y neurosis, además de perder muchos de los términos propuestos por el psicoanálisis. Los borderlines pueden ser de dos clases: tener conductas psicóticas en momentos de estrés, o un segundo grupo que se caracteriza por rasgos o anomalías permanentes. Son estructuras estables, ninguna de ellas evoluciona hacia la psicosis. La prepsicosis diacrónica se trata de formas de transición en el surgimiento de una psicosis. Para esta noción se utiliza el término “fase prepsicótica”. El período prepsicótico forma parte del desencadenamiento de una psicosis. Es el momento inicial del proceso psicótico, durante el cual no surgen signos patognomónicos de la psicosis. La psicosis está divida en la prepsicosis y la psicosis propiamente dicha. No se trata de una fase anterior a la psicosis, sino que son los primeros momentos de una psicosis ya desencadenada. La paradoja que presenta esta noción para la psicología del Yo, donde se inscribe la obra del Katan, es que la prepsicosis se encuentra dentro de la psicosis, peor en ella no se encuentran fenómenos necesarios para caracterizar el cuadro como una psicosis. Esta noción de prepsicosis diacrónica fue introducida por Katan, que hizo de esta noción lo central de su obra.  Lacan utiliza esta noción como punto de partida. Pero la critica fuertemente, por lo que crea una noción distinta. Katan ubica el período prepsicótico de Schreber desde el comienzo de la segunda enfermedad hasta que aparecen los fenómenos delirantes. Katan marca cinco subfases dentro de la prepsicosis de Schreber: 1º sueños de volver a enfermar y fantasía de duermevela; 2º insomnio luego del estrés de asumir el cargo; 3º el viaje para hablar con Flechsig; 4º estadía en la clínica donde se intensifica la angustia, aparecen sospechas e intentos de suicidio; 5º la mujer se va de viaje y aparecen las seis poluciones. En todas las fases s ve el surgimiento del deseo homosexual, anticipando el peligro del surgimiento. Este período termina cuando comienza a comunicarse con poderes sobrenaturales Katan dice que la psicosis comienza cuando el yo no pudo mantener a raya las manifestaciones orgásmicas. Para Lacan el momento prepsicótico se aloja entre el momento en que el sujeto intenta recurrir a un significante que le falta, y el momento en que ese significante emerge en lo real. En el caso H, el caso del joven de Katan, no había nada que permitiera el acceso a una realización viril. La prepsicosis en H se extiende desde los 14 años hasta los 17 años, donde estalla la psicosis. En este prepsicosis hay tres etapas: 1º masturbatoria compulsiva, decayó el nivel escolar; 2º auto limitaciones, que terminan por abandonar a la chica; 3º ceremonial. Luego surgió un delirio persecutorio y de influencia con el padre como perseguidor. Lacan dice que en este memento el Otro toma la iniciativa. Para Katan la prepsicosis termina cuando se pierde el contacto con la realidad. Katan no acepta la propuesta freudiana de la pérdida de la realidad en dos momentos. Durante la etapa prepsicótica, según Katan, el sujeto abandona las relaciones edípicas positivas. El complejo de Edipo pierde sus catexias. Katan dice que en el período prepsicótico y en la psicosis el sujeto se defiende del mismo peligro y lucha contra el mismo conflicto, cuando no puede resolverlo con medios realistas (prepsicosis), lo vence más fácilmente con medios irreales (psicosis). La angustia de castración ocupa el centro de ambas fases. Los mecanismos prepsicóticos fracasan porque generan conductas que traen contradicciones insolubles. Para Katan los borderlines son pacientes fijados en la prepsicosis. A través de esta teorización, Katan quiere sostener la oposición entre psicosis y neurosis, que se hallaba perdida. No se pierde todo el contacto con la realidad, por lo que no toda la personalidad deviene psicótica. El análisis solo puede operar con la parte no psicótica de la personalidad. Por una parte la psicosis tiene u comienzo y un desarrollo, por otra parte es ahistórico. El comienzo es una encrucijada localizada biográficamente. La psicosis no tiene historia, se trata de un comienzo absoluto, pero tampoco tiene historia. El fenómeno de duermevela de Schreber es un fenómeno preconciente. Lacan no piensa que el cuadro psicótico se desarrolle, sino que se expande, crece como un gnomon. El momento del comienzo de la psicosis queda definido por el momento en que el Otro toma la iniciativa. La prepsicosis comienza cuando queda plantada una pregunta sin que el sujeto se la haya formulado, el sujeto ha llegado al borde del agujero. Al sujeto le viene a pregunta de allí donde no hay significantes: la falta se hace sentir como tal. El sujeto, en determinado momento de su vida, es confrontado con esa falla que existe desde siempre. Una falla en la estructura sincrónica que despliega sus efectos diacrónicamente.

 
 

Fenómenos elementales, Mazzuca.

      La estructura neurótica se caracteriza por la represión, y la estructura psicótica por la forclusión. En la neurosis lo que aparece son las formaciones del inconsciente, estos son sus fenómenos elementales. Es suficiente que aparezca en estas formaciones algo que fehacientemente fue reprimido para diagnosticar neurosis. El fenómeno elemental es fundamental para diferenciar neurosis de psicosis como estructuras subjetivas. En la enseñanza de Lacan el término fenómeno elemental se usa casi exclusivamente para el campo de la psicosis. El uso del fenómeno elemental es útil para diagnósticas una psicosis no desencadenada. Los fenómenos elementales de la psicosis es una cuestión original de Lacan. Clerambault estudia las psicosis basadas en el automatismo, entre ellas la psicosis alucinatoria crónica, donde un automatismo mental es inicial, y luego lo sigue el delirio. Los fenómenos del automatismo no son las alucinaciones verbales sensoriales ni alucinaciones psicomotrices. El automatismo es inicial, las alucinaciones son tardías. Hay tres características claves del pequeño automatismo: son neutros, no sensoriales y anideícos (o no temáticos). Son neutros porque carecen de tonalidad afectiva. Esto se relaciona con el carácter anideíco, son dos caras de la misma moneda. Carecen de significado. Estos tres rasgos definen el carácter mecánico de este fenómeno; y, por lo tanto, de su etiología orgánica. Lacan toma la noción de “mecánico” de Clerambault prescindiendo de las hipótesis fisiológicas.  El pequeño automatismo puede manifestarse en el área mental, sensitiva, o motora; pero siempre con los tres rasgos. Si al pequeño automatismo se le agrega el orden afectivo (ya no es neutro) o un componente ideativo (deja de ser anideíco) se constituye en el gran automatismo, que es un automatismo ampliado a esos campos. El rasgo mecánico es sinónimo de automático. Ejemplos: en lo mental: eco de pensamiento, comentario de gestos y actos, comentario de intenciones, pensamiento anticipatorio, ideorrea; todos se caracterizan porque el sujeto tiene la sensación que no es dueño de su pensamiento. También participan la sustitución de pensamiento y los juegos verbales. En el campo sensitivo lo fundamental son sensaciones cenestésicas u olfativas. En el campo motor ocurre que el sujeto siente que es impulsado a hacer un movimiento, se fuga o vagabundea. El sujeto podría vivir durante muchos años con el automatismo pero sin delirio el gran automatismo tiene un rigen mecánico, es de origen orgánico porque es elaborado por el subconsciente y luego emerge a la conciencia, imponiéndosele. Lo importante es su carácter automático y que se le impone al sujeto, de donde debe el nombre de automatismo o síndrome de pasividad. Al no ser psicoanalista, Clerambault, todo lo que no es conciente debe atribuírselo a lo orgánico. Lacan, siguiendo a Jaspers, piensa que la paranoia tiene fenómenos elementales propios, no el automatismo mental y las alucinaciones. Son fenómenos iniciales, que se presentan previos a la formación delirante. Los fenómenos del automatismo normal se producen en el registro del significante, en cambio, los de la paranoia se presentan en el conjunto del significado. Se vinculan previamente o en el momento del desencadenamiento, con una vivencia de transformación del mundo. No se trata de una perturbación perceptiva, sino de u a perturbación en el significado. Pierden validez los significantes vigentes para ser reemplazados por otros. No implica nada del delirio aún, sino que está orientado a responder la pregunta. La interpretación delirante es lo más característico de la paranoia (delirio de interpretación o pasionales). La interpretación delirante no es algo normal, que se haga desde el razonamiento, sino que se le impone, es intuitiva. El delirio estabiliza un significado de la intención del Otro. Hay un enigma y luego se encuentra la certeza. La interpretación no es razonante. La interpretación delirante es una perturbación de la percepción, por lo que no se diferenta de otras alteraciones en este registro. No es una secuencia de pasos que leva a una conclusión, es un movimiento único. Es un acto instantáneo y abrupto en su presentación. Se presenta como una iluminación específica. Los fenómenos se diferencian en negativos, donde el significado no está presenta y el sujeto se pregunta por él (enigma), y positivos, fenómenos que proporcionan respuestas (iluminación). Ambos grupos son fenómenos elementales y se manifiesta la nervadura del significante. Jaspers señaló como síntoma primitivo de la paranoia la autorreferencia patológica. Lacan lo traduce como fenómeno de significación personal.  Jaspers piensa que el vivenciar psicótico tiene lugar en la realidad. Hay algo en el ambiente de lo que el enfermo no puede darse cuanta. La significación existe allí directamente porque tiene carácter de realidad. Las vivencias primarias del delirio son análogas a este aprehender de significaciones: es la conciencia de significación la que experimenta una transformación radical. Los objetos y acontecimientos significan algo, pero no significan nada determinado. En el delirio de significación hay solamente la percepción de que hay significación hay solamente la percepción de que hay significación. La significación irrumpe. En una elaboración delirante las vivencias primarias son puestas en relación con las percepciones reales y los conocimientos previos. El concepto de fenómeno elemental tiene varios problemas, porque designa muchas cosas a la vez: fenómenos específicos de la estructura psicótica, fenómenos iniciales de la psicosis, y fenómenos primarios de la psicosis. La psiquiatría clásica piensa que el delirio tiene que dar cuenta  de los fenómenos elementales. Ellos consideran que el delirio es una formación secundaria que se apoya en procesos normales. Lacan adopta una posición contraria: cree que el delirio es primario y tan mórbido como los demás síntomas. La misma fuerza estructurante actúa en el delirio. El delirio no es un intento de curación, no actúa la parte sana de la persona. El delirio no es deducido, responde la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental. Este elemento es parte de la estructura. El primer Clerambault se puede resumir en los siguientes puntos: el eje inicial – tardía, donde lo inicial es el automatismo y lo que sigue es el delirio; la contingencia, porque estos fenómenos pueden no aparecer. El automatismo mental es el generador de la psicosis. No hay ningún nexo causa – efecto entre el automatismo y los delirios. Los delirios se superponen o se agregan delirios muy diferentes tienen un similar punto de partida. El delirio no es más que una súper estructura. El segundo Clerambault define al automatismo como nuclear, no solo como central. La ideación delirante ya no es constituida por la reflexión del sujeto, sino que se elabora mecánicamente en el subconsciente imponiéndosele a la conciencia. Esta ideación se llama neoplástica. El automatismo inicial y el delirio tienen una continuidad. Lacan dice que el delirio se construye con fenómenos elementales, y él mismo es un fenómeno elemental. Lacan toma mucho de Jaspers. Lacan prescinde de la teoría etiológica de Clerambault, pero tiene en cuenta lo descrito por él. Los tres caracteres con los que Clerambault define al automatismo mental, le caben al significante. El carácter anideíco se relaciona con que el significante suelto no significa nada. La intuición del automatismo coincide con como se le impone al sujeto la palabra. Lacan utiliza el concepto de fenómeno elemental solo en el seminario tres, después se disuelve en el concepto de estructura. La psicosis muestra de manera manifiesta que el Otro habla en el sujeto. Los fenómenos elementales son fenómenos donde la estructura del significante está claramente reconocible. La psicosis se define como la invasión del significante. En la psicosis es donde el síntoma está más articulado en la estructura misma. El lenguaje habla por sí solo, el Otro habla en el sujeto de manera expuesta. El lenguaje no es una herramienta para abordar el fenómeno, está en la base del fenómeno mismo. En los neuróticos es la estructura yoica lo que nos permite creer que somos nosotros los que hablamos, y no el Otro. El fenómeno elemental es lo que emerge de la estructura, lo que se vuelve objetable. No importa tanto la temática del delirio, sino la posición del sujeto en él. La estabilización se logra en la metáfora delirante. La función estabilizadora no es propia del delirio, sino que la metáfora delirante suple la metáfora paterna ausente. El psicótico no ignora que ciertos fenómenos son de un orden diferente. La certeza se caracteriza porque “eso” significa algo decisivo para él. Él tiene la certeza que lo que está en juego le concierne. No está en juego la realidad, sino la certeza. Lacan prescinde de la diferencia entre alucinación e interpretación delirante, y entre pequeño y gran automatismo. Todos los automatismos son considerados fenómenos elementales. Los fenómenos de franja son fenómenos elementales donde lo simbólico se articula directamente con lo real. Es un intento por retener al Otro que se aparta.  
 

De la Negación al Seminario III, Schejtman.

      En el desencadenamiento, aquello que compensaba la estructura, deviene insuficiente y la psicosis se declara de manera franca. La fase sincrónica de la psicosis es su mecanismo constituyente, aquello que la distingue de la neurosis. En el ejemplo de “mi madre no es” Freud dice que para interpretar nos toamos la libertad de prescindir de la negación y extraer el contenido puro de la ocurrencia. Lo reprimido logra penetrar en conciencia a condición de que se deje negar. Es una manera de tomar noticia de lo reprimido, ya es una cancelación de la represión. Algo de lo reprimido fracasa, aunque esto no signifique una aceptación conciente. Aufhebung marca este doble carácter de la represión ante la negación: suspensión y mantenimiento de la represión. Es una cancelación de la represión, pero no una aceptación de lo reprimido. La negación está en el tercer tiempo del proceso represivo: retorno de lo reprimido. En las formaciones del inconsciente no hay una cancelación absoluta de la represión, son modos en que lo reprimido se manifiesta. No se levanta la represión, solo hay un índice de fracaso. En el tratamiento analítico se logra la plena aceptación de la negación, pero no de la represión. La Verneingung s la negación. Jean Hyppolite es un filósofo que Lacan llamó para que haga un comentario del texto de Freud. Es allí donde él distingue tres tiempos (que no son lo tres tiempos de la represión). La Verneingung no sería negar algo en juicio, sino negar el juicio como tal. No se trata de negar contenidos, sino el lugar mismo de la enunciación. No niego que la pared es roja, niego que yo digo que la pared es roja. Esta negación de la posición de enunciación se llama desjuicio y es la Verneingung. Hay dos negaciones: la negación de la enunciación, Verneinung, y la negación de contenido o enunciados. Los tres nivele de Hyppolite son: 1º juego de las nociones pulsionales primarias; 2º Verneingung (desjuicio, negación de la enunciación); 3º el juicio como función intelectual (negación interna del juicio). El juicio es algo que se origina en un movimiento primario. El movimiento primario se da por lo que se introduce y lo que se deja por fuera. Un mito de construcción del aparato con el afuera y el adentro. Lo que queda adentro, lo que se incluye en el aparato, ha sido objeto de una Bejahung, una afirmación primordial. En tanto que lo que queda afuera es por culpa de la Ausstossung, de una expulsión primordial. Lo que cae por dentro de la Bejahung queda dentro del aparato, lo que queda bajo el dominio de la Ausstossung es expulsado. La Bejahung pertenece a Eros y la Verneingung a Tánatos. La Verneingung se encuentra en un nivel de historia distinto que la pareja Bejahung – Ausstossung. La afirmación primordial no se opone a la negación, sino a la expulsión primordial. Entre Bejahung y Ausstossung se constituye el aparato. Para negar algo, aquello que es negado, tuvo que ser afirmado en un tiempo anterior. Solo se puede negar lo que ha entrado en el aparato. 1º: Bejahung / Ausstossung; 2º Verneingung; 3º El juicio. La Bejahung y la Ausstossung son una misma operación que tiene dos caras. La Verdrängung es la represión propiamente dicha, antecedente necesario de la Verneingung. El nivel de juicio no tiene correlato.  
 
 
 

Historial de Schreber (1911) La represión (1915) La negación (1925)
  • Fijación
  • Represión primaria
  • Bejahung / Ausstossung
  • Represión propiamente dicha
  • Represión secundaria
  • Verdrängung
  • Retorno de lo reprimido
  • Retorno de lo reprimido
  • Verneingung
 
 

Para que algo sea reprimido primero tuvo que haber ido admitido en términos simbólico. La inscripción en lo simbólico es la Bejahung, un nivel mítico de inscripción en el aparato. Lo que se admite o se rechaza de lo simbólico son significantes. Luego de la Bejahung, puede venir la Verdrängung y luego el retorno de lo reprimido. La Bejahung, admisión en lo simbólico, puede faltar. Puede pasar que parte de la simbolización no se lleve a cabo. Algún significante puede no inscribirse, puede ser rechazado, pero esto no quiere decir que esta simbolización no se realice como tal. Si no existiese la simbolización no habría sujeto, ya que este es un efecto simbólico. En la psicosis también hay Bejahung: el psicótico es un ser hablante que habita el lenguaje. En la psicosis es un significante determinado el que no es admitido dentro de lo simbólico: el del Nombre del Padre. La Verwerfung es un mecanismo distinto que la represión. En un momento Lacan iguala la Verwerfung, extraída del historial del hombre de los lobos, al de Ausstossung, extraído del de la negación. La Verwerfung es ubicada como la expulsión primordial, contra la Bejahung. Lo que cae bajo la acción de la represión retorna porque la represión, y el retorno de lo reprimido son dos caras de la misma moneda. Lo reprimido se expresa en los síntomas y en otros fenómenos. Lo reprimido se expresa de modo articulado porque no fue expulsado de lo simbólico, se articula en la cadena significante. Insiste en la cadena, en lo simbólico. Lo que pasó por el camino de la Bejahung puede ser reprimido, pero retorna en lo simbólico. Lo que pasó por el camino de la Bejahung puede ser reprimido, pero retorna en lo simbólico. Lo que cae en manos de la Verwerfung es rechazado, por lo que no retorna en el registro de lo simbólico, sino que reaparece en lo real. La Verwerfung no es un mecanismo específico de la psicosis; sino que, al igual que la Bejahung, son fundantes del aparato. No hay estructura subjetiva en la que el Otro se halle completo, con todos los significantes. Nunca se pueden escribir todos los significantes. En la psicosis la Verwerfung se da sobre el significante del Nombre del Padre. Sabemos de esta falla estructural por sus consecuencias. Lo que fue cercenado por la Verwerfung retorna en lo real. La alucinación no es un retorno de lo reprimido, sino que es un retorno en lo real. Lo que es rehusado en el orden de lo simbólico, vuelve a surgir en el orden de lo real. Lo reprimido es una forma de saber, aunque sea un saber no sabido. Un saber que insiste en hacer oír, aunque nada quiere saberse de él. Esta insistencia es simbólica. “Lo cancelado adentro retorna desde afuera” à de acá saca Lacan el concepto de retorno en lo real. Esta cancelación es un rechazo histórico. La Verwerfung recae sobre significantes, y estos son lo que retornan en lo real. En lo real también hay objetos: la entrada al universo simbólico supone la pérdida originaria del objeto. El objeto se pierde en un tiempo mítico en el que el viviente entra al lenguaje. Lacan reserva el término Ausstossung para lo que queda en lo real, pero no del lado del significante, sino del lado del objeto. La Verwerfung es una operación que deja por fuera de lo simbólico determinados significantes, la Ausstossung es la operación por la cual se pierde originalmente el objeto. El objeto se pierde originariamente para que el sujeto pueda habitar el lenguaje.  En la neurosis la Ausstossung, esa pérdida inicial, va a tener una inscripción simbólica. En la psicosis, la pérdida del objeto no es redoblada simbólicamente. El significante se puede hallar en lo simbólico, en su patria, o en lo real, en el exilio. Solo cuando está en lo simbólico el significante logra encadenarse y generar la significación. El significante en lo real está suelto, aislado de la cadena. Las dos vertientes con las que se presenta el neologismo en la psicosis: la intuición delirante (plenitud de significación) o el estribillo (vacío de significación); ambas detienen la significación, son una plomada en la red del discurso. Es una significación que remite a sí misma, a la significación en tanto tal. Un significante no puede estar a la vez en lo simbólico y en lo real: hay Bejahung o hay Verwerfung. Si se inscribe el significante del Nombre del Padre hay neurosis, si queda rechazado hay psicosis. Acá está clara la oposición las consecuencias de la inscripción o la forclusión es lo que permite el diagnóstico diferencial.

 
 

Neurosis: desde el Psicoanálisis 
 

Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad (1908)

      Las fantasías histéricas pueden discernir nexos importantes para la causación de los síntomas neuróticos. Fuentes comunes y el arquetipo normal de todas estas creaciones de fantasías son los llamados “sueños diurnos”. Aunque la frecuencia es igual en ambos sexos, en las mujeres suelen tener contenido erótico, y en los varones de naturaleza erótica y ambiciosa. Sin embargo, no sería lícito relegar a un segundo plano el valor erótico de los mismos. Estas fantasías son unos cumplimientos de deseo engendrados por la privación y la añoranza. Proporcionan la clave para entender los sueños nocturnos, el núcleo de cuya formación no es otra que estas fantasías diurnas complicadas, desfiguradas y mal entendidas por la instancia psíquica conciente. Estos sueños diurnos son investidos con un interés grande, se los cultiva con esmero, y las más de las veces, se los reserva con vergüenza. Todos los ataques histéricos son unos sueños diurnos de involuntaria emergencia. Estas fantasías pueden ser concientes o inconscientes; tan pronto como devienen inconscientes pueden volverse patógenas, y expresarse en síntomas y ataques. Las fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre, haberse formado en el inconsciente, o bien (caso más frecuente), fueron fantasías concientes, sueños diurnos, y luego se las olvidó adrede, cayeron en lo inconsciente a raíz de la represión. Su contenido pudo seguir siendo el mismo o haber experimentado variaciones, de suerte que la fantasía ahora inconsciente sea un retoño de la antaño conciente. La fantasía inconsciente mantiene un vínculo con la vida sexual de la persona: es idéntica a la fantasía que le sirvió para su satisfacción sexual en un período de masturbación. El acto masturbatorio se componía en esa época de dos fragmentos: la convocación de la fantasía y la operación activa de la autosatisfacción en la cima de ella. Esta composición consiste en una soldadura. La evolución del acto masturbatorio es la siguiente: Originariamente la acción era una empresa autoerótica pura destinada a ganar placer de un determinado lugar del cuerpo que llamamos erógeno. Más tarde esa acción se fusionó con una representación-deseo tomada del círculo del amor de objeto y sirvió para realizar de una manera parcial la situación en que aquella fantasía culminaba. Cuando luego la persona renuncia a esta clase de satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía misma, de conciente que era, deviene inconciente. Y si no se introduce otra manera de satisfacción sexual, si la persona permanece en la abstinencia y no consigue sublimar la libido, desviar la excitación sexual hacia una meta superior, está dada la condición para que la fantasía inconsciente se refresque, prolifere y se abra paso como síntoma patológico, al menos en una parte de su contenido, con todo el poder del ansia amorosa. Para toda una serie de síntomas histéricos las fantasías inconscientes son los estadios psíquicos previos más próximos. Los síntomas histéricos son las fantasías inconscientes figuradas mediante la conversión; y en la medida en que son síntomas somáticos, con harta frecuencia están tomados del círculo de las mismas sensaciones sexuales e inervaciones motrices que originariamente acompañaron a la fantasía, todavía conciente en aquella época. De esta manera es des-hecha la deshabituación del onanismo; y la meta última de todo el proceso patológico, restablece la satisfacción sexual en su momento primaria, si bien nunca se consuma así, es alcanzada en una suerte de aproximación. El interés del estudio en la histeria no son los síntomas, sino las fantasías de las cuales estos proceden La técnica analítica permite deducir desde los síntomas las fantasías inconsciente, y luego hacer que devengan concientes para el enfermo. El nexo de las fantasías con los síntomas no es simple, sino múltiple y complejo, probablemente a consecuencia de las dificultades con que tropieza el afán de las fantasías inconscientes por procurarse expresión. Un síntoma no corresponde a una única fantasía inconsciente, sino a una multitud de estas; no de una manera arbitraria, sino dentro de una composición sujeta a leyes. Estas son algunas características que Freud describe del síntoma histérico:

  1. Es el símbolo mnémico de ciertas impresiones y vivencias traumáticas eficaces.
  2. Es el sustituto, producido mediante conversión, del retorno asociativo de esas vivencias traumáticas.
  3. Es expresión de un cumplimiento de deseo.
  4. Es la realización de una fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento de deseo.
  5. Sirve a la satisfacción sexual, y figura una parte de la vida sexual de la persona.
  6. Corresponde al retorno de una modalidad de la satisfacción sexual que fue real en la vida infantil y desde entonces fue reprimida.
  7. Nace como compromiso entre dos mociones pulsionales opuestas, una de las cuales se empeña en expresar una pulsión parcial o uno de los componentes de la constitución sexual, mientras que la otra se empeña en sofocarlos.
  8. Puede asumir la subrogación de diversas mociones inconscientes no sexuales, pero no puede carecer de un significado sexual.
  9. Es la expresión de una fantasía sexual inconsciente masculina, por una parte, y femenina, por otra.

La resolución mediante una fantasía sexual inconsciente, o mediante una serie de fantasías de las cuales una, la más sustantiva y originaria, es de naturaleza sexual, no basta respecto d numerosos casos de síntomas; para la solución de estos hacen falta dos fantasías sexuales, de las que una posee carácter masculino y femenino la otra, de suerte que una de sus fantasías corresponde a una moción homosexual. Un síntoma histérico responde a una unión de dos fantasías libidinosas de carácter sexual contrapuesto. El significado bisexual del síntoma histérico es una prueba interesante de la disposición bisexual de los seres humanos. Un ejemplo de esto es la paciente que, en un ataque histérico, con una mano aprieta el vestido contra el vientre (papel de mujer), y con la otra intenta arrancarlo (papel de varón).  
 

Apreciaciones generales sobre el ataque histérico (1909)

      Los ataques histéricos no son otra cosa que fantasías proyectadas sobre la motilidad, figuradas de una manera pantomímica. Fantasías inconscientes de la misma índole de las que uno puede capturar inmediatamente en los sueños diurnos, o puede desarrollar por interpretación desde los sueños nocturnos. A menudo un sueño sustituye un ataque, y lo ilustra, pues idéntica fantasía alcanza una expresión diversa en el sueño y en el ataque. La figuración pantomímica de la fantasía ha experimentado, bajo el influjo de la censura, unas desfiguraciones enteramente análogas a la alucinatoria del sueño. El ataque histérico debe ser interpretado de manera análoga al caso del sueño nocturno. Existen cuatro tipos de deformaciones del ataque histérico:

  1. Condensación: El ataque se vuelve incomprensible por el hecho de que en un mismo material se figuran a la vez varía fantasías, por vía de condensación. Las fantasías superpuestas de ese modo son de índole muy diversa.
  2. Identificación múltiple: El ataque se vuelve no transparente por el hecho de que la enferma procura poner en escena las actividades de las dos personas que emergen en la fantasía, por identificación múltiple (ejemplo: con una mano se levanta la pollera, y con la otra se tapa).
  3. Trastorno antagónico de las inervaciones: Un efecto desfigurador absolutamente extraordinario produce el trastorno antagónico de las inervaciones, análogo a la mudanza de un elemento en su contrario (ejemplo: el arco histérico es la postura contraria a la correspondiente al comercio sexual normal).
  4. Inversión de la secuencia temporal: A menos si confunde y despista menos el efecto de la inversión de la secuencia temporal dentro de la fantasía figurada. Empiezan con el final de la acción, para concluir luego con el principio.  (ejemplo: los ataques suelen empezar con los movimientos compulsivos que corresponden al coito, y luego toman actitudes tranquilas, como sentarse a leer un libro; al contrario de su fantasía).

Las dos últimas desfiguraciones dan cuenta las resistencias que lo reprimido se ve precisado a tomar en cuenta aún cuando irrumpe en el ataque histérico. Ya que el complejo reprimido consta de una investidura libidinal y un contenido de representación (fantasía), el ataque puede ser convocado: - asociativamente, cuando un anudamiento de la vida conciente alude al contenido del complejo (suficientemente investido); - orgánicamente cuando por razones somáticas internas  y por un influjo psíquico exterior la investidura libidinal supera cierta medida; - al servicio de la tendencia primaria, como expresión del refugio en la enfermedad, cuando la realidad efectiva se vuelve dolorosa o terrible, a manera de consuelo; - al servicio de las tendencias secundarias  con que se ha vinculado la condición patológica, toda vez que mediante la producción del ataque es posible alcanzar un fin útil para el enfermo. El ataque está destinado a ser el sustituto de una satisfacción autoerótica antaño ejercida y desde entonces resignada. Esta satisfacción retorna también en el ataque mismo, con extrañamiento de la conciencia. La emergencia del ataque por aumento de la libido repite también con exactitud las condiciones bajo las cuales el enfermo antaño buscaba adrede la satisfacción autoerótica. La anamnesis del enfermo arroja los siguientes estadíos: 1- satisfacción autoerótica sin contenido de representación, 2- la misma, engarzada a una fantasía que desemboca en la acción – satisfacción, 3- renuncia a la acción conservando la fantasía, 4- represión de esa fantasía, que luego se abre paso en el ataque histérico sea inmodificada o sea modificada y adaptada a nuevas impresiones vitales, 5- llegado el caso, ella devuelve la acción – satisfacción que le corresponde, que en vano se intentó desarraigar. Un ciclo típico del quehacer sexual infantil: represión – fracaso de la represión – retorno de lo reprimido. El dispositivo que señala a la libido reprimida el camino hacia la descarga motriz en el ataque histérico es el mecanismo reflejo de la acción del coito. El ataque histérico es un equivalente al coito. El ataque histérico reintroduce en la mujer un fragmento del quehacer sexual que existió en la infancia y al cual en esa época se le podía discernir un carácter masculino por excelencia. La neurosis histérica responde a un sesgo excesivo de aquella típica oleada represiva que hace nacer a la mujer por remoción de la sexualidad masculina. 
 

Psicología de las masas y análisis del Yo (1921)

      La identificación se define como la más temprana identificación exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo: el varón toma al padre como su ideal. Esta conducta nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina frente al padre, sino que es masculina por excelencia. Al mismo tiempo, el varón emprende una investidura de objeto de la madre según el tipo del apuntalamiento. Con la madre es, entonces, una directa investidura sexual de objeto; con el padre, una identificación que lo toma por modelo. Ambos coexisten un tiempo, pero la unificación de la vida anímica avanza y a consecuencia de ella ambos lazos confluyen a la postre, y por esa confluencia nace el complejo de Edipo normal (el pequeño nota que el padre le significa un estorbo junto a la madre; su identificación con él cobra entonces una tonalidad hostil, y pasa a ser idéntica al deseo de sustituir al padre también junto a la madre). Desde el comienzo mismo la identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de la eliminación. Se comporta como un retoño de la primera fase oral (el objeto anhelado y apreciado se incorpora por devoción y así se aniquila como tal). Es distinta una identificación con el padre que una elección de objeto que recae sobre él. En el primer caso el padre es lo que a uno le gustaría ser; en el segundo lo que uno querría tener. La diferencia depende  de que la ligazón recaiga en el sujeto o en el objeto del yo. La primera ligazón es posible antes de toda elección de objeto. La identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomarlo como modelo. Existen tres tipos de identificación posibles en el caso de la formación de síntomas, de acuerdo con el objeto con el cual uno se identifica:

  1. Identificación con la persona no amada: Una niña puede identificarse de manera edípica con la madre, y copiar su síntoma. Esto implica una voluntad hostil de sustituir a la madre, y el síntoma expresa el amor de objeto por el padre. Realiza la sustitución de la madre bajo la influencia de la conciencia de culpa. “Has querido ser tu madre, ahora lo eres al menos en el sufrimiento”. La identificación es parcial porque toma prestado solo un rasgo del objeto.
  2. Identificación con la persona amada: El síntoma puede ser también el de la persona amada (ejemplo: tos de Dora por identificación con su papá). La identificación reemplaza a la elección de objeto; la elección de objeto ha regresado hasta la identificación. Bajo las constelaciones de a formación de síntoma, de la represión y el predominio de los mecanismos inconscientes, sucede a menudo que la elección de objeto vuelve a la identificación, o sea, que el yo toma sobre sí las propiedades del objeto. La identificación es parcial porque toma prestado solo un rasgo del objeto.
  3. La identificación prescinde de la relación de objeto: Es la identificación sobre la base de querer o poder ponerse en la misma situación del otro (ejemplo: la chica que recibe la carta y se desmaya, y se desmayan el resto de la chicas). Sería erróneo afirmar que se apropia del síntoma por empatía. Al contrario, la empatía nace solo de la identificación. Uno de los yo a percibido en el otro una importante analogía en un punto; luego crea una identificación en ese punto, e influida por la situación patógena esta identificación se desplaza al síntoma que el primer yo ha producido. La identificación por el síntoma pasa a ser así el indicio de un punto de coincidencia entre los dos yo, que debe mantenerse reprimido.

En un primer lugar la identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con el objeto; también se puede decir que pasa a sustituir una ligazón con el objeto en el yo; por último puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es objeto de las pulsiones sexuales. La ligazón recíproca entre los individuos de la masa tiene la naturaleza de esta última clase, y la comunidad reside en el modo de la ligazón con el conductor. Freud plantea aquí dos ejemplos: el primero consiste en la génesis de la homosexualidad masculina, que lo atribuye a una fijación excesiva del joven a su madre durante los tiempos del Edipo. Cuando llega la pubertad, y la época de cambiar este objeto por otro, sobreviene una vuelta repentina, el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con ella, y ahora busca objetos que pueda querer y cuidar como s madre lo hizo con él. Se resigna el objeto mismo, se identifica con él, y se introyecta este objeto en el yo. Otro ejemplo es el de la melancolía, enfermedad que cuenta con la pérdida real o afectiva del objeto amado. Un rasgo principal de esta afección es la cruel denigración de sí mismo del yo, unida a una implacable autocrítica y autorreproches. Esta crítica y estos autorreproches se aplican sobre el objeto realmente, son la venganza del yo contra él. La sombra del objeto ha caído sobre el yo, el objeto ha sido introyectado. El yo está divido en dos partes, una de las cuales arroja su furia sobre la otra, un fragmento que ha sido modificado por la introyección y que incluye al objeto. El fragmento que se comporta cruelmente incluye la conciencia moral, el ideal del Yo, que tiene las funciones de la observación de sí, la conciencia moral, la censura onírica y la principal influencia en la represión.

      El enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales con el fin de alcanzar la satisfacción sexual directa, lograda la cual se extingue. La certidumbre de que la necesidad que se acaba de extinguir volvería a despertar es el motivo inmediato de que se vuelque al objeto sexual una investidura permanente y se lo ame aún en los intervalos, cuando el apetito se encentra ausente. Luego del sepultamiento del complejo de Edipo, el niño siguió ligado a sus padres, pero a través de pulsiones de meta inhibida, sentimientos tiernos hacia las personas amadas, los sentimientos sensuales se conservan en el inconsciente. En la pubertad se inician nuevas aspiraciones, muy intensas, dirigidas a metas directamente sexuales. En casos desfavorables permanecen divorciadas las corrientes tiernas y las sexuales, teniendo distintos objetos para cada una. Lo normal es que el adolescente logre cierto grado de unificación, así su relación con e objeto sexual se caracteriza por la cooperación entre pulsiones no inhibidas y pulsiones de meta inhibida. En el enamoramiento el objeto goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son mucho más estimadas que las de las personas a las que no se ama. Se produce un espejismo: se piensa que se ama sensualmente al objeto en virtud de sus cualidades anímicas; lo que ocurre es lo contrario, únicamente la complacencia sensual pudo conferir al objeto tales excelencias. Lo que falsea el juicio es la idealización. El objeto es tratado como el yo propio, y el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor de libido narcisista. El objeto sirve para sustituir un ideal del yo propio, todavía no alcanzado. El objeto ha devorado al yo, fallan por entero las funciones que recaen sobre el Ideal del yo. El objeto se ha puesto en el lugar del Ideal del yo. Ahora es importante diferenciar la identificación del enamoramiento: en la identificación el yo se ha enriquecido con las propiedades del objeto, lo ha introyectado; en el enamoramiento el yo se ha empobrecido se ha entregado al objeto. En el caso de la identificación el objeto se ha perdido o resignado, después se lo vuelve a erigir en el interior del yo y el yo se altera parcialmente según el modelo del objeto perdido; en el caso del enamoramiento el objeto se ha mantenido y es sobreinvestido por el yo a sus expensas. Una masa es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo (el líder), en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo.  
 

Intervención sobre la transferencia

      En este texto se trata los hechos de la resistencia en la experiencia psicotécnica. Su alcance consiste en poner en valor la primacía de la relación de sujeto a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto que son humanas, y la dominancia de esta relación en toda puesta a prueba de las disposiciones individuales, ya se trate de una prueba definida por las condiciones de una tarea o de una situación. Por lo que hace a la experiencia psicoanalítica debe comprenderse que se desarrolla entera en esa relación de sujeto a sujeto, dando a entender con ello que conserva una dimensión irreductible. En el psicoanálisis el sujeto se constituye por un discurso donde la presencia del psicoanalista aporta la dimensión de diálogo. Es este el nombre de ese movimiento ideal que el discurso introduce en la realidad: el psicoanálisis es una experiencia dialéctica. Según Lacan la psicología debe dar un nuevo vistazo a sus nociones básicas a partir de la propuesta psicoanalista. Pero el ve que en los psicoanalistas se produce un movimiento inverso a lo que el esperaría. Freud tomó la responsabilidad de mostrar que hay enfermedades que hablan y hacernos entender que es en verdad lo que dicen. Lacan trata de encontrar el sentido auténtico de la iniciativa de Freud, y no de dejarse fascinar por su obra. El caso Dora Freud lo plantea como una serie de inversiones dialécticas. Se trata de una escansión de las estructuras en que se transmuta para el sujeto la verdad y que no tocan solamente a su comprensión de las cosas, sino a su posición misma en cuanto sujeto del que los objetos son función. El concepto de la exposición es idéntico al progreso del sujeto, o sea a la realidad de la curación. En este caso es el primer texto donde Freud nombra transferencia como el obstáculo contra el que ha venido a estrellarse el análisis. En el caso de Dora se asisten a los siguientes desarrollos de verdad e inversiones dialécticas:

1. Primer desarrollo de verdad: ¿Dora se mostrará tan hipócrita como el personaje paterno? Dora se adentra en su requisitoria, abriendo un expediente de recuerdos. La señora K y su padre son amantes hace tantos y tantos años y lo disimulan bajo ficciones a veces ridículas. Pero el colmo es que ella de este modo queda entregada sin defensa a los galanteos del señor K ante los cuales su padre hace la vista gorda, convirtiéndola así en objeto de un odioso cambalache. Pero al final de este desarrollo se encuentra colocado frente a la pregunta “Esos hechos están ahí, proceden de la realidad y no de mí ¿Qué quiere usted cambiar en ellos?”

- Primera inversión dialéctica: Freud responde a esa pregunta de la siguiente manera “Mira cual es tu propia parte en el desorden del que te quejas”. Esto abre las condiciones necesarias para que se produzca un:

2. Segundo desarrollo de verdad: No es solo por el silencio, sino gracias a la complicidad de Dora misma, más aún: bajo su protección vigilante, como pudo durar la ficción que permitió prolongarse a la relación de los dos amantes. Sus relaciones con los otros participantes de la cuadrilla reciben una nueva luz por incluirse en una sutil circulación de regalos, rescate de la carencia de prestaciones sexuales, la cual, partiendo de su padre hacia la señora K retorna a la paciente por las disponibilidades que libera en el señor K sin perjuicio de las munificencias que le vienen directamente de la fuente primera. Al mismo tiempo la relación edifica se revela construida en Dora por una identificación al padre que ha favorecido la impotencia sexual de este, experimentada además por Dora como idéntica a la prevalecía de su posición de fortuna. Esta identificación se transparenta en todos los síntomas de conversión presentados por Dora, y su descubrimiento inicia el levantamiento de muchos de estos. La pregunta se convierte en esta: ¿Qué significan sobre esta base los celos súbitamente manifestados por Dora ante la relación amorosa de su padre? Estos, por presentarse bajo una forma tan preponderante, requieren de una explicación que rebasa sus motivos. Esto da pie a:

- Segunda inversión dialéctica: que Freud opera con la observación de que no es aquí el objeto pretendido de los celos el que da su verdadero motivo, sino que enmascara un interés hacia la persona del sujeto - rival, interés cuya naturaleza mucho menos asimilable al discurso común no puede expresarse en el sino bajo la forma invertida. De donde surge un:

3. Tercer desarrollo de verdad: La atracción fascinada de Dora hacia la señora K (“su cuerpo blanquísimo), las confidencias que recibe sobre las relaciones con su marido, el hecho patente de sus intercambios de buenos procedimientos como mutuas embajadoras de sus deseos respectivos ante el padre de Dora. Este nuevo desarrollo de verdad abre, según Lacan, a una nueva inversión dialéctica, que nunca se llegó a dar en el aso real, porque Dora abandonó el análisis. Freud debería de haber preguntado: ¿Cómo no le tiene rencor por la redoblada traición de que sea de ella de quién partieron esas imputaciones de intriga y de perversidad que todos comparten ahora para acusarla a usted de embustera? ¿Cuál es el motivo de esa lealtad que la lleva a guardarle el secreto último de sus relaciones? Con este secreto seríamos llevados a la:

- Tercera inversión dialéctica: La que nos daría el valor real del objeto que es la señora K para Dora. Es decir no un individuo, sino un misterio, el misterio de su propia feminidad, queremos decir de su femeneidad corporal, tal como aparece sin velos en el segundo de los dos sueños. Es aquella imagen la más lejana que alcanza Dora de su primera infancia: Dora es todavía un infante, chupándose el pulgar izquierdo, al tiempo que con la mano derecha tironea de la oreja de su hermano. Parece que tuviéramos aquí la matriz imaginaria en la que han venido a vaciarse todas las situaciones que Dora ha desarrollado en su vida. La mujer es el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral y en el que sin embargo es preciso que aprenda a reconocer su propia naturaleza genital. Lacan se asombra que Freud no vea en que las afonía de Dora durante las ausencia del señor K expresan un violento llamado de la pulsión erótica oral en el encuentro a solas con la señora K, sin que haya necesidad de evocar la fellatio sufrida por el padre, cuando todos sabemos que el cunillingüis es el artificio adoptado por los hombres con fortuna a quienes empiezan a abandonarle sus fuerzas. Para tener acceso a este reconocimiento de su femeneidad, le sería necesario realizar esa asunción de su propio cuerpo, a falta de la cual permanece abierta a la fragmentación funciona que constituye a los síntomas de la conversión. Según muestra la imago original le muestra una apertura hacia el objeto, el compañero masculina al cal la diferencia de edades le permite identificarse en esa enajenación primordial en la que el sujeto se reconoce como yo. Dora se ha identificado al señor K, como luego se identifica con Freud. Todas sus relaciones con los hombres manifiestan esa agresividad en la que vemos la dimensión propia de la enajenación narcisista. Dora no puede aceptar ninguna manifestación de deseo sino a condición de que se acepte a sí misma como objeto del deseo, es decir, después de que hubiese agotado el sentido que busca en la señora K. Igual que para toda mujer, y por razones que están en el fundamento mismo de los intercambios sociales más elementales el problema de su condición es en el fondo aceptarse como objeto del deseo del hombre, y es este para Dora el misterio que motiva su idolatría hacia la señora K, así como su larga meditación ante la Madona y su recurso al adorador lejano. Freud en una tercera inversión dialéctica hubiese orientado a Dora hacia el reconocimiento de lo que era para ella la señora K, obteniendo la confesión de los últimos secretos de su relación con ella. Pero el hecho de que su falla fuese fatal para el tratamiento, lo atribuye a la acción de la transferencia y al error que le hizo posponer su interpretación. Freud confiesa que durante mucho tiempo no pudo encontrarse con esa tendencia homosexual (que sin embargo dice que es tan constante en los histéricos) sin caer en un desaliento que le hacía incapaz de actuar sobre este punto de manera satisfactoria. Esto proviene de un prejuicio, aquel que falsea en su conocimiento la concepción del complejo de Edipo haciéndole considerar como natural y no como normativa la prevalencia del personaje paterno. Freud en razón de su contratransferencia vuelve constantemente sobre el amor que Dora tiene por el señor K, e interpreta siempre en el mismo sentido las variadas respuestas que le da Dora. En la escena del lago se desencadenó la enfermedad, y todo el mundo se vio obligado a considerarla como una enferma. El señor K llega a decirle: “mi mujer no es nada para mí”, que le fue respondida con una bofetada (cuyo contragolpe experimentará Dora mucho después del tratamiento con una neuralgia transitoria). Esta bofetada viene a decir “si ella no es nada para usted, entonces ¿Qué es usted para mí?”. Que era para ella ese fantoche que acaba de romper el hechizo de la fantasía que venía hace años. La fantasía de embarazo que sigue a esta escena se produce en función de la identificación viril. La sedación de sus síntomas, obtenida en la segunda fase de su curación, se ha mantenido. La detención del proceso dialéctico arroja como saldo un aparente retroceso, pero las posiciones resumidas no pueden ser sostenidas sino por una afirmativa del yo, que puede ser considerada como un progreso. La transferencia debe ser considerada como una entidad completamente relativa a la contratransferencia, definida como la suma de los prejuicios, las pasiones, de las perplejidades, incluso de la insuficiente información del analista en un momento del proceso dialéctico. La transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos. Interpretar la transferencia no es otra cosa que llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto. Este engaño es útil porque, aunque falaz, vuelve a lanzar el proceso. La neutralidad analítica toma su sentido auténtico de la posición del puro dialéctico que, sabiendo que todo lo que es real es racional (e inversamente), sabe que todo lo que existe, e incluso el mal contra el que lucha, es y seguirá siendo siempre equivalente en el nivel de su particularidad, y que no hay progreso para el sujeto si no es por la integración a que llega de su posición en lo universal: por la proyección de su pasado en un discurso de devenir. En una histérica la pantalla del yo es bastante transparente para que en ninguna parte sea más bajo el umbral entre el inconciente y el conciente, o ente el discurso analítico y la palabra del síntoma. La transferencia tiene siempre el mismo sentido: indicar los momentos de renací y también de orientación del analista.  
 

Seminario III: Las psicosis (1955)

      Dora es una histérica, y en cuanto tal, tiene relaciones articulares con el objeto. Freud finalmente vio su error y dice que hizo fracasar todo el asunto por haber desconocido el verdadero objeto de amor de Dora, cortándose prematuramente la cura, sin permitir una resolución suficiente de lo que estaba en juego. Freud creyó entrever en ella una relación conflictiva debida a la imposibilidad de poder desprenderse de su primer objeto de amor, su padre, para poder ir hacia un objeto más normal, otro hombre. El objeto de amor para Dora no era otra que la señora K, la amante de su padre. La historia es un minueto de cuatro personajes: Dora, su padre, y el señor y la señora K. El señor k le sirve a Dora de yo, en la medida en que por su intermedio puede sostener efectivamente su relación con la señora K. L mediación del señor K es lo único que permite a Dora mantener una relación soportable. Este cuarto mediador es esencial para el mantenimiento de la situación, no porque el objeto de su afecto se de su mismo sexo, sino porque tiene con su padre relaciones profundamente motivadas, de identificación y de rivalidad, acentuadas además por el hecho de que la madre en la pareja parental es un personaje totalmente borrado. Por serle la relación triangular particularmente insostenible, la situación fue sostenida en esta composición de grupo cuaternario. El día de la escena del lago, donde el señor K pronuncia as fatídicas palabras “mi mujer no es nada para mí”, rompe con el equilibrio de la situación. Todo ocurre como si ella respondiese “¿Entonces, que diablos es usted para mí?”. Lo abofetea instantáneamente, cando había mantenido hasta entonces con él una relación ambigua que era necesario para preservar el grupo de cuatro. La afonía solo se produce en los momentos de intimidad, de confrontación con su objeto de amor, y está ligada a una erotización especial de la función oral. A partir del momento en el que, al irse el cuarto personaje, la situación se descompensa, un pequeño síndrome, de persecución solamente, vinculado a su padre, aparece en Dora. A partir del momento en que la situación se descompensa ella reivindica y afirma que su padre quiere prostituirla, y que la entrega al señor K a cambio de mantener sus relaciones ambiguas con la mujer de este. Dora no es psicótica porque no se corroboran trastornos del orden del lenguaje. Dora no tiene delirios. Cuando se cae el señor K se cae el distanciamiento con el objeto de amor.

      El sujeto se reconoce en el Otro de la palabra, y en él se hace reconocer. Ese es en una neurosis el elemento determinante, y no la perturbación de tal o cual relación oral, anal o genital. Se trata de una pregunta que se le plantea al sujeto en el plano del significante, en el plano del ser. Lacan toma el caso del guardia de tranvías de Hasler. En principio se piensa que es una histeria traumática debido a un accidente sufrido junto al ferrocarril. El autor se interesa mucho por el yo del sujeto, sus aspectos regresivos, los rasgos de carácter. Logra hallar varios rasgos de carácter anal, pero la interpretación que luego le da al sujeto sobre sus tendencias homosexulizantes ni le va ni le viene a este, nada se le mueve. Pero lo decisivo en el desencadenamiento de la neurosis no fue el accidente, sino los exámenes radiológicos. Estas crisis que se presentan mientras es investigado con extraños elementos se relacionan estrechamente con el fantasma del embarazo. La manifestación sintomática del sujeto está dominada por elementos relacionales que colorean sus relaciones con los objetos, de modo imaginario. Se puede reconocer en ellas la relación anal, u homosexual, o esto o lo otro, pero estos elemento mismos están incluidos en la pregunta que se hace: ¿soy o no capaz de procrear? Esta pregunta se sitúa evidentemente a nivel del Otro, en tanto la integración de la sexualidad está ligada al reconocimiento simbólico. El sujeto encuentra u lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la ley de la sexualidad. Esta ley solo le permite al sujeto realizar su sexualidad en el plano simbólico. Esta ley es el Edipo. Lo que está en juego en este sujeto es la pregunta ¿Qué soy? ¿Qué soy, un hombre o una mujer?, ¿soy? ¿Soy capaz de engendrar?, es una relación de ser, un significante fundamental. En la medida en que esta pregunta, en tanto simbólica, fue despertada, y o reactivada en tanto imaginaria, se desencadenó la descompensación de su neurosis y se organizaron sus síntomas. Estos síntomas cobran valor de formulación, de reformulación, de insistencia de esa pregunta. Toda la vida de este sujeto se reordena en perspectiva cuando tiene esta clave. El tema único del fantasma del embarazo domina, en tanto que significante de la pregunta de su integración a la función viril, a la función de padre. Se casó con una mujer que ya tenía un hijo. Todo lo dicho solo cobra sentido en función de la respuesta a la pregunta que ha de formularse sobre esa relación fundamentalmente simbólica: ¿soy hombre o mujer? Dora culmina en una pregunta fundamental acerca de su sexo ¿Qué es ser una mujer? ¿Qué es un órgano femenino? La mujer se pregunta que es ser una mujer del mismo modo que el sujeto masculino se pregunta que es ser una mujer. Freud siempre subrayó una disimetría en el complejo de Edipo. Para la mujer la realización de su sexo no se hace en el complejo de Edipo en forma simétrica a la del hombre, por identificación a la madre, sino que por el contrario, por identificación al objeto paterno, lo cual le asigna un rodeo adicional.

      El reforzamiento del yo (la acentuación de la relación fantasmática siempre correlativa al yo, y más especialmente en el neurótico de estructura típica) va en el sentido exactamente opuesto al de la disolución no solo de os síntomas, sino de la estructura misma. Freud coloca al yo en relación con el carácter fantasmático del objeto, el yo está ahí como un espejismo, lo que Freud llama Ideal del yo. Su función no es la objetividad sino la ilusión, es fundamentalmente narcisista, y el sujeto da acento de realidad a cualquier cosa a partir de ella. De esta tópica se desprende cual es el lugar del yo en las neurosis típicas. El yo en su estructuración imaginaria es como uno de sus elementos para el sujeto. El neurótico hace su pregunta neurótica, su pregunta secreta y amordazada, con su yo. El neurótico usa de su yo para hacer la pregunta, o precisamente, para no hacerla. La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta. El neurótico está en una posición de simetría, es la pregunta que nos hacemos, y es justamente porque ella nos involucra tanto como a él, que nos repugna formularla fuertemente con mayor precisión. Freud se equivoca, se pregunta que desea Dora en vez de quién desea en Dora. Es a señora K el objeto que verdaderamente le interesa a Dora, en tanto que ella misma está identificada con el señor K. El yo de Dora es el señor K. Dora coloca en el señor K la identificación especular, imaginaria. En tanto ella es el señor K, todos sus síntomas cobran el sentido definitivo. Las afonías de Dora se producen en la ausencia del señor K, y Freud lo explica diciendo “ella ya no necesita hablar si él no está, solo le resta escribir”. Si ella se calla así se debe a que el modo de objetivación no está puesto e ningún otro lado. La afonía aparece porque Dora es dejada directamente en presencia de la señora K. Todo lo que pudo escuchar de las relaciones de esta con su padre gira e torno a la fellatio. La identificación de Dora con el señor K es lo que sostiene esta situación hasta el momento de la descompensación neurótica. Si se queja de esa situación, eso también forma parte de la situación, ya que se queja en tanto identificada al señor K. ¿Qué dice Dora mediante su neurosis? ¿Qué dice la histérica mujer? Su pregunta es la siguiente: ¿Qué es ser una mujer? Freud nunca dejó de insistir con la disimetría del Edipo en ambos sexos. La disimetría se debe a la relación de amor primaria con la madre. La disimetría se ubica a nivel simbólico, a nivel del significante. No hay simbolización del sexo d la mujer en cuanto tal. En todos los casos la simbolización no es la misma, no tiene la misma fuente, el mismo modo de acceso que la simbolización del sexo del hombre. Y esto porque lo imaginario solo proporciona una ausencia allí donde en otro lado hay un símbolo muy prevalente. Es la prevalencia de la gestalt fálica la que, en la realización del complejo de Edipo, fuerza a la mujer a tomar el rodeo de la identificación al padre, y seguir durante un tiempo los mismos caminos que el varón. El acceso de la mujer al complejo de Edipo, su figuración imaginaria, se hace pasando por el padre, exactamente igual que el varón, debido a la prevalencia de la forma imaginaria del falo, pero en tanto que a su vez esta está tomada como elemento simbólico central del Edipo. Si tanto para la hembra como para el varón el complejo de castración adquiere un valor pivote en la realización del Edipo, es muy precisamente en función del padre, porque el falo es un símbolo que no tiene correspondiente ni equivalente. Lo que está en juego es una disimetría en el significante. Esta disimetría significante determina las vías por donde pasará el complejo de Edipo. Ambas vías llevan por el mismo sendero: el sendero de la castración. La experiencia del Edipo testimonia la predominancia del significante en las vías de acceso a la realización subjetiva, y que la asunción de la situación por la niña no sería en modo alguno impensable en el plano imaginario. Esta allí presentes todos los elementos para que la niña tenga una experiencia directa de aposición femenina, y simétrica de la realización a la posición masculina. No habría obstáculo alguno si esta realización tendría que cumplirse en el orden de la experiencia vivida, de la simpatía del ego, de las sensaciones. In embargo la experiencia muestra una diferencia llamativa: uno de los sexos necesita tomar como base de identificación la imagen del otro sexo. Esto se interpreta porque el ordenamiento simbólico todo lo regula. Donde no hay material simbólico hay obstáculo, defecto para la realización de la identificación esencial para la realización de la sexualidad del sujeto. Este defecto proviene de lo simbólico carece de material. El sexo femenino tiene carácter de ausencia de vacío, de agujero que hace que se presente como menos deseable que el sexo masculino en lo que este tiene de provocador, y que una disimetría esencial aparezca. Lo simbólico es lo que nos brinda todo el sistema del mundo. Porque el hombre tiene palabras conoce cosas. El número de cosas que conoce es el número de cosas que puede nombrar. La relación sexual implica la captura por la imagen del otro. La realización de la posición sexual en el ser humano está vinculada a la prueba de la travesía de una relación fundamentalmente simbolizada, la del Edipo, que entraña una posición que aliena l sujeto, le hace desear el objeto de otro, y poseerlo por procuración de otro. En tanto la función del hombre y de la mujer esta simbolizada, en tanto es arrancada del dominio de lo imaginario para ser situada en el dominio del simbólico, es que se realiza toda posición sexual normal, acabada. La realización genital está sometida la simbolización: que el hombre se virilice, que la mujer acepte su posición femenina. La relación de identificación a partir de la cual el objeto se realiza como objeto de rivalidad está situada en el orden imaginario. De ahí parte la primera apertura de identificación al otro, a un objeto. Un objeto se aísla, se neutraliza, y se erotiza particularmente en cuanto tal. En ese entrecruzamiento de lo imaginario y lo simbólico yace la fuente de la función esencial que desempeña el yo en la estructuración de la neurosis. Cuando Dora se pregunta que es ser una mujer, intenta simbolizar el órgano femenino en cuanto tal. Su identificación al hombre, portador de pene, es una forma de aproximarse a esa definición que se le escapa. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar. Hay muchas más histéricas que histéricos porque el camino de la realización simbólica de la mujer es más complicado. Volverse mujer y preguntarse que es ser una mujer son dos cosas esencialmente distintas. Se pregunta porque no se llega a serlo, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo. La metafísica de su posición es el rodeo impuesto a la realización subjetiva en la mujer. Una vez comprometida la mujer en la histeria su posición presenta una estabilidad en virtud de su sencillez estructural: cuanto más sencilla es una estructura, menos puntos de ruptura revela. Cuando su pregunta cobra forma bajo el aspecto de histeria, le es muy fácil a la mujer hacerla por la vía más corta, por la identificación con su padre. La situación es mucho más compleja en la histeria masculina. En tanto la realización edifica está mejor estructurada en el hombre, la pregunta histérica tiene menos posibilidades de formularse. Hay aquí la misma disimetría que en el Edipo: el histérico y la histérica se hacen la mima pregunta: la pregunta por la posición femenina. La fragmentación anatómica, en tanto que fantasmática, es un fenómeno histérico. Esta anatomía fantástica tiene un carácter estructural. Siempre se trata de una anatomía imaginaria. La pregunta de la histeria se sitúa a nivel simbólico y tiene que ver con la procreación. Lo simbólico da una forma en la que se inserta el sujeto al nivel de su ser. El sujeto se reconoce como siendo esto o lo otro a partir de un significante. La cadena de los significantes tiene un valor explicativo fundamental, y la noción misma de causalidad no es otra cosa. Existe una cosa que se le escapa a la trama simbólica: la procreación en s raíz esencial, que un ser nazca de otro. La procreación esta encubierta, en el orden de lo simbólico, por el orden instaurado de esa sucesión entre los seres. Pero nada explica en lo simbólico el hecho de s individuación, el hecho de que un ser salga de otro ser. Nada explica en lo simbólico la creación. Cada neurosis reproduce un ciclo particular en el orden del significante, sobre el fondo de la pregunta que la relación del hombre al significante en tanto tal plantea. La existencia singular del sujeto es algo inasimilable simbólicamente. El significante es incapaz de dar respuesta porque lo pone más allá de la muerte. La pregunta sobre la muerte es la pregunta obsesiva. 
 

Fragmento de análisis de un caso de histeria (1901)

      Las causaciones de las enfermedades histéricas se encuentra en las intimidades de la vida psicosexual de los enfermos, y los síntomas histéricos son la expresión de sus más secretos deseos reprimidos. La duración del tratamiento no superó los tres meses. Los esclarecimientos se agruparon en torno a los dos sueños. El tratamiento no prosiguió alcanzando la meta prefijada, sino que fue interrumpido por voluntad de la paciente. En la histeria se da una trabazón muy especial entre lo psíquico y lo somático. El sueño es uno de los rodeos por donde se puede sortear la represión, Lo que los parientes del enfermo informan ofrece siempre un cuadro muy desfigurado de la enfermedad. La meta del tratamiento es cancelar todos los síntomas y sustituirlos por pensamientos concientes.

      El círculo familiar de Dora, de 18 años, incluía a sus padres y a un hermano un año y medio mayor que ella. La persona dominante era el padre. El padre poseí una gran inteligencia, buena presencia, vivacidad, y posición económica holgada. La hija estaba apegada a él con particular ternura. Esta ternura se vio acrecentada por las numerosas enfermedades que el padre sufrió desde que ella cumplió su sexto año de vida. Freud logró diagnosticar al padre correctamente, su enfermedad venérea; a esto debió que años después le lleve a su hija. Dora veía su modelo en una tía que había sido diagnosticada de una grave psiconeurosis. La madre era una mujer de escasa cultura y poca inteligencia, que tras la enfermedad de su marido centró todos sus intereses en las tareas domésticas. La relación madre - hija era desde hacía años muy inamistosa. La hija no hacía caso a su madre, la criticaba duramente, y se había sustraído de su influencia. Dora había ambicionado parecerse a su hermano, pero en los últimos años, las relaciones entre ambos se habían vuelto más distantes. El joven trataba de sustraerse lo máximo posible de las disputas familiares, y cuando tomaba partido lo hacía por la madre. Dora presentaba síntomas neuróticos a la edad de ocho años ya. En esa época contrajo una disnea permanente, que le sobrevino por primera vez en una excursión por las montañas. Ese estado cedió poco a poco en el curso de unos seis meses por obra del reposo y los cuidados que le prescribieron. Hacia los doce años le aparecieron hemicráneas, del tipo de una migraña, y ataques de tos nerviosa. La duración de cada ataque de tos era de tres a cinco semanas. Durante la primer parte del síntoma aparecía una afonía total. Se resistía a consultar a nuevos médicos. Al año siguiente de la muerte de su tía tuvo un cuadro que fue diagnosticado como apendicitis. Al año siguiente la familia abandonó B para mudarse donde estaba la fábrica del padre. Pasado un año lograron volver a Viena, donde los síntomas principales eran desazón honda y una alteración del carácter. Enfrentaba cruelmente a su padre y no se entendía con su madre. Buscaba evitar el contacto social. Un día los padres encontraron sobre su escritorio una nota de Dora despidiéndose de ellos porque ya no podía soportar la vida. Cuando el padre, impresionado, fue a hablar con ella, Dora sufrió una pérdida de conocimiento. Esto lo llevo al padre a solicitar tratamiento. Freud la diagnosticó como petit histeria con los más corrientes síntomas somáticos y psíquicos: disnea, tos nerviosa, afonía, migraña, desazón, insociabilidad histérica, y tedium vitale. Dora atendía a los hijos del matrimonio K de la manera más solícita, les hacía de madre. Durante unas vacaciones que iba a pasar con el padre en la casa de los K, y permanecer allí todo el tiempo que el padre tenga que marcharse a trabajar, le pidió a este que se la llevara antes de tiempo; al llegar le contó a la madre que el seño K quiso abusar de ella. Cuando el padre fe a increpar al señor K por lo sucedido, este negó todo lo ocurrido y empezó a tirar sospechas sobre la muchacha. Dora le pide al padre que rompa relaciones con la señora K pero este te niega a hacerlo. Para poder hallar lo traumático en Dora hay que remitirse a la infancia de esta. Dora le comunicó a Freud una escena anterior a la del lago, a los 14 años de edad. La escena ocurrió en el negocio de los K, donde el señor K se las ingenio para quedarse solo con la muchacha, y encajarle un beso en los labios. Era justo la sensación que en una muchacha virgen de 14 años provocaría una nítida sensación de excitación sexual. Pero Dora sintió en ese momento un violento asco, y se escapó del negocio. Pero sin embargo el trato con el señor K siguió de la misma manera, ambos ignoraron lo ocurrido, y ella lo guardó en secreto hasta el día del tratamiento. Freud llama histérica a toda persona, capaz o no de producir síntomas somáticos, en quién una situación de excitación sexual provoca predominante o exclusivamente sentimientos de displacer. No solo hay un trastorno del afecto, sino además un desplazamiento de la sensación. En lugar de la sensación genital, le sobreviene la sensación de displacer propia de la mucosa del tramo de entrada del aparato digestivo, el asco. El asco que sintió se vio retratado en un síntoma no permanente: comía mal y confesaba cierta repugnancia por los alimentos. También esa escena había dejado atrás una alucinación permanente. Seguía sintiendo la presión de tal arazo sobre la parte superior de su cuerpo. Durante el abrazo ella sintió la presión del miembro erecto sobre su vientre esta percepción repelente fue reprimida y sustituida por la presión inconsciente sobre el tórax. Otro desplazamiento del sector inferior al superior del cuerpo. Los tres síntomas (el asco, la ilusión de la presión en el tórax, y el miedo a los hombres en tierno coloquio) provienen de la misma escena traumática. El asco corresponde a la represión de la zona erógena de los labios. La presión del miembro erecto generó la excitación sobre el clítoris que fue reprimida y reemplazada por la presión sobre el tórax por desplazamiento. El horro a los hombres en tierno coloquio se corresponde con una protección frente a la reevidencia de la percepción reprimida. Dora no podía perdonarle al padre que continúe tratándose con el señor K, y menos con la mujer de este. Dora no tenía ninguna duda que el padre tenía una relación amorosa con esa joven mujer. Dora estaba segura del romance del padre por muchos indicios (entre ellos la excusa de suicidio del bosque). Cuando Dora le cuenta su parecer a su mamá esta justifica la amistad del padre. La señora K, y no la madre, fue la encargada de cuidar al padre cuando este enfermó. El padre hacía regalos a la señora K, pero para disimularlo debía también hacerle regalos a Dora y a su mamá. Las enfermedades del padre eran una excusa para encontrarse con la señora K a escondidas. El padre de Dora era insincero, y arreglaba las cosas según su conveniencia. Dora pensaba que había sido entregada al señor K, a cambio de que este se mostrara tolerante ante las relaciones entre el papá de Dora y la señora K. Toda esta serie de reproches contra otros esconde una serie de autorreproches y críticas de idéntico contenido. Todos los reproches que Dora hacía a su padre eran autorreproches contra sí misma. Ella se había vuelto cómplice de esa relación, velando todos los indicios que dejaran traslucir su verdadera naturaleza. Solo a partir de la escena del lago había delatado la relación, antes era cómplice de la misma. Dora estaba afectuosamente unida a la señora K. Freud le indicó a Dora que el trato tierno hacia los hijos de los K se debía a que ella misma estaba enamorada del señor K. Pero esta interpretación no tuvo aceptación alguna de su parte. Más tarde confesó que pudo haber estado enamorada del señor K en B, pero luego de la escena del lago esto quedó superado. Su reproche, que su padre creaba enfermedades como pretextos y las exploraba como un recurso, coincide con un fragmento de su propia historia secreta. Observando a la señora K Dora vio lo provechoso que puede ser utilizar las enfermedades: esta enfermaba cuando venía su marido para sustraerse de unos odiosos deberes conyugales. Los ataques de afonía duraban lo mismo que las ausencias del señor K. Ella hacía lo contrario a la señora K: enfermaba cuando él estaba ausente y sanaba cando él regresaba. En los primeros días de afonía a escritura le fluía con particular rapidez de las manos. La afonía de Dora admitía la siguiente interpretación simbólica: cuando el amado estaba lejos ella renunciaba a hablar, el hacerlo había perdido valor ya que no podía hablar con él. En cambio, la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar con el ausente. Todo síntoma histérico consta de dos partes: no puede producirse sin la solicitación somática brindada por u proceso normal o patológico en el interior de un órgano del cuerpo o relativo a ese órgano. Pero no se produce más que una sola vez, y está en el carácter del síntoma histérico la capacidad de repetirse, si no posee un significado (valor, intencionalidad) psíquico, un sentido. El síntoma histérico no trae consigo este sentido, sino que le es prestado, es soldado con él. Los síntomas se solucionan en la medida en que se explora su intencionalidad psíquica. Mediante sus enfermedades fingidas, Dora no tenía otro fin que el de alejar a su papá de la señora K, que mediante ruegos y argumentos no lograba. Pero debido a que el padre no cedía, ella no habría de renunciar fácilmente a su enfermedad. Solo la soldadura del sentido a la solicitación somática hace que un proceso de enfermedad devenga patológico. El síntoma es primero, en la vida anímica, un huésped mal recibido; lo tiene todo en contra y por eso se desvanece tan fácilmente; en apariencia por sí solo, bajo la influencia del tiempo. Al comienzo no cumple ningún cometido útil dentro de la economía psíquica, pero muy a menudo lo obtiene secundariamente. Una corriente psíquica cualquiera halla muy cómodo servirse del síntoma, entonces este alcanza una función secundaria, y queda anclado en la vida anímica. La ganancia primaria que se presenta en todos los casos es ahorrarse un clon ficto psíquico. La enfermedad de Dora tiene una meta exterior: mover la compasión del padre y hacerlo alejarse de la señora K. Las recriminaciones contra el padre se repetían con fatigante monotonía, y al hacerlas tosía, por lo que Freud vislumbró una conexión entre las dos. Uno de los significados del síntoma es la figuración de una fantasía de contenido sexual. Un síntoma tiene varias significaciones y sirve para varias ilaciones de pensamiento. Cando Dora insistió que la señora K solo amaba al padre porque era un hombre de recursos, Freud notó que tras esta se hallaba su contraria: que el padre era un hombre sin recursos; esto podía entenderse solo sexualmente, que le padre no tenía recursos como hombre, que era impotente. Freud mostró la contradicción entre que el padre sea impotente y que ella asegure que tiene una relación amorosa con la señora K. Dora demostró que tal contradicción no existe, porque ella conoce que existen distintas formas de comercio sexual. Ella hacía alusión al comercio con las partes donde justamente tenía la irritación (garganta, cavidad bucal). La tos cesó luego de recibió este esclarecimiento. Las fuerzas impulsoras para la formación de los síntomas histéricos no provienen solo de la sexualidad normal reprimida, sino también de las mociones perversas inconscientes. Dora recordaba muy bien que en su infancia había sido una chupeteadora. La intensa activación a temprana edad de esta zona erógena es la condición para la posterior solicitación somática del parte del tracto de la mucosa que empieza en los labios. Se reemplaza el pezón original, por el objeto actual, el pene. Un síntoma corresponde a variados significados simultáneamente. También pueden expresarse varios significados sucesivamente. Un síntoma puede variar su significado principal a lo largo de los años. Hay como un rasgo conservador en el carácter de la neurosis: el síntoma constituido se conserva en lo posible, por más que el pensamiento inconsciente que en él se expresó haya perdido significado. Es tan difícil la producción de un síntoma así, son tantas las condiciones favorecedoras que se requieren para la transferencia de la excitación puramente psíquica a la corporal, conversión, y es tan raro que se disponga de una solicitación somática como la que se precisa para aquella, que el esfuerzo ejercido desde lo inconsciente para descargar la excitación llega a contentarse en lo posible con la vía de descarga y transitable. El síntoma se asemeja a un odre viejo que es llenado con vino nuevo. Un grano de arena en torno al cual el molusco forma la perla. Mucho más fácil que crear una nueva conversión, parece producir vínculos asociativos entre un pensamiento nuevo urgido de descarga, y la antigua, que ha perdido esa urgencia. Por la vía así facilitada fluye la excitación desde su nueva fuente hacia el lugar anterior de la descarga. Siempre surge unos pensamientos hiperintensos, o reforzados; en el caso de Dora fueron sus pensamientos acerca del papá. Este itinerario híperintenso de pensamiento debe su refuerzo a lo inconsciente. Uno de los pensamientos es conciente con hiperintensidad, pero su contraparte está reprimida y es inconsciente. La represión se produjo por el esfuerzo desmedido del opuesto del pensamiento que se reprimía. Esto se llama refuerzo reactivo, y pensamiento reactivo al que se afirma en lo conciente con hiperintensidad y se muestra indiscutible, a la manera de un prejuicio. Hacer conciente el opuesto reprimido es el camino que permite sustraer su refuerzo al pensamiento híperintenso. Dora ocupaba el lugar de la madre, y es su tos figuraba el lugar de la señora K. Se identificaba con las dos mujeres amadas por el padre: con la que amaba ahora y con la que había amado antes. Dora era la encargada de cuidar a su padre cuando este enfermaba y era su confidente; cuando apareció la señora K Dora fue la desplazada. La inclinación de Dora hacia el padre era de un cabal enamoramiento, esto Dora lo confirmó inconscientemente (cuento de la prima que se quiere casar con el papá). Dora había mantenido oculto s amor por el padre, y estaba en cariñosa armonía con la persona que se lo había quitado, pero ese amor se renovó recientemente. Tras el itinerario de pensamientos hipervalentes que le hacían ocuparse de la relación de su papá con la señora K, se escondía una moción de celos cuyo objeto era esa mujer. Una moción que solo podía basarse en la inclinación hacia el mismo sexo. En las muchachas histéricas, cuya libido dirigida al hombre ha experimentado una sofocación energética, se halla reforzada la libido dirigida ala mujer. Freud se queja de que el análisis de Dora terminó antes de que pueda echar luz sobre estas circunstancias. Dora era la confidente y la consejera de la señora K. Cuando Dora hablaba de la señora K nunca hablaba mal, hablaba como una enamorada. La señora k la traicionó a Dora, la había sacrificado sin reparos para mantener su relación con el padre. El itinerario de pensamientos hiperconcientes de Dora no estaba destinado a sofocar el amor por el señor K, amor que antes fue conciente, sino que también debía ocultar el amor por la señora K, inconsciente más profundo. Ruidosamente expresaba que no dejaría que esta mujer posea el amor de su papá; pero de este modo se ocultaba lo contrario: no dejaría que su papá tenga el amor de esa mujer. Eran celos típicos de un varón, corriente ginecológica, por la identificación con el papá.

      El primer sueño era un sueño que se repetía periódicamente: en una casa hay un incendio, mi padre está frente a mi cama y me despierta. Me visto con rapidez. Mamá pretende todavía salvar su alhajero pero el papá le dice “no quiero que yo y mis dos hijos nos quememos a causa de tu alhajero”, descienden de prisa por las escalera, y se despierta cuando están abajo. Los soñó por primera vez en la ciudad donde ocurrió la escena del lago. El sueño era una reacción frente a la vivencia del lago, ya que se repitió los tres días que permaneció en L después de la misma. Este sueño surgió a raíz que ella no se sentía segura en la casa de los K porque una vez despertó y el señor K estaba a los pies de su cama, mirándola. De ahí en más se vestí siempre rápido y tenía ganas de cerrar la puerta con llave (que remitía a la charla de los padres). Ella culpa al padre porque el señor K le quiere robar su “alhajero”, por eso en el sueño se figura de manera contraria. Ella está dispuesta en dale al padre la alhaja que su mamá le niega, ella está dispuesta a obsequiarle al señor K lo que la señora K se rehúsa. Se refresca el viejo amor por el papá para protegerse del señor K, de ceder a la tentación. El hecho que su papá la despierte en mitad de la noche tiene que ver con la enuresis que Dora tuvo hasta grande, “se mojaba su alhajero”. Cuando despertaba sentí olor a humo, esto se relacionaba que el papá, el señor K y Freud eran grandes fumadores. Freud le interpretó que deseaba ser besada por él. La causa de la enuresis era la masturbación. Dora conocía la naturaleza de la enfermedad de su padre, y lo culpaba por haberla contagiado por vía hereditaria. La madre estaba aquejada por un catarro vaginal. Cuando Freud le preguntó si ella había practicado la masturbación en su infancia, Dora lo negó rotundamente, pero lo confirmó a través de una acción sintomática (monedero). La acción sintomática son aquellos manejos que el ser humano realiza de manera inconsciente, como jugando. La renuncia frente a los médicos se debía al miedo a que descubran que la razón de su sufrimiento era la masturbación. Los síntomas histéricos se presentan en la abstinencia son un sustituto de la satisfacción masturbatoria. Mojo la cama hasta casi el momento de la primera disnea. Esta Aparicio la primera vez que su papá había salido de viaje después de su mejoría. La disnea son fragmentos desprendidos de la escena de coito parental, espiada con las orejas por Dora. Sustituyó a inclinación a masturbarse la inclinación por la angustia. El asma surgió por primera vez tras haberse fatigado en una excursión por la montaña, a esto se le sumó la idea de que el padre tenía prohibido trepar montañas, el recuerdo de que se había esforzado a la noche con la mamá y el que ella misma tal vez se había esforzado con la masturbación. La tos, originada en un catarro real, era una imitación de la de su padre, pero también proclamaba que había sido enfermada como su mamá por él. Debajo de todo cabe suponer un estímulo de tos real, el grano de arena en torno al cual el molusco formó la perla. Este estímulo es susceptible de fijación porque afecta a una región del cuerpo que conservó en alto grado la significación de zona erógena, es apto para dar expresión a la libido excitada. Quedó fijada por lo que fue el primer revestimiento psíquico (la imitación compasiva del padre enfermo), y después por los autorreproches a raíz del catarro. Este mismo grupo de síntomas se muestra susceptible a figurar las relaciones con el señor K. Después de que una parte de la libido se volcó de nuevo al padre el síntoma cobra otro significado: figurar el comercio sexual oral entre la señora K y el padre. La niña vuelve a refugiarse en su padre por la angustia. Luchan en ella la tentación de ceder al hombre que la corteja, y la renuncia hacerlo.

      Pocas semanas después vino el segundo sueño: Anda paseando por una ciudad extraña, que no conoce. Va a su casa y halla una carta de su mamá tirada ahí. La carta dice que el padre ha muerto y que si ella quiere puede ir. Camino a la estación pregunta cien veces “¿Dónde está la estación?” y siempre recibe por respuesta “cinco minutos”. Entra en un bosque denso y pregunta a un hombre donde está la estación, “todavía dos horas y media” le contestan. Ve la estación frente a ella pero no puede alcanzarla. Luego llega a su casa y la empleada de servicio le dice “su mamá y los otros ya están en el cementerio”. La ciudad era la ciudad de una postal que le había mandado un pretendiente, y como la caja no aparecía le pregunto a la mamá “como una cien veces” donde estaba (se relaciona con las preguntas sobre la estación). También dora había preguntado “cien veces” a la madre por la llave de un alhajero: pregunta por la cajita en femenino o pregunta por la llave en masculino son preguntas por los genitales. El contenido de la carta ocultaba una manía de venganza contra el padre. Las dos horas y media era la distancia que separaba a Dora de su casa tras la escena del lago. El sueño comunica una fantasía de desfloración. Hasta ahora hay dos componentes del sueño: fantasía de venganza y fantasía de desfloración. Tras esta confesión apareció otro fragmento del sueño: ella se iba al cuarto a leer tranquilamente un gran libro. El contacto de Dora con un gran libro fue cuando buscó los síntomas de la apendicitis, de los que recuerda un gran dolor en el vientre. Tras la apendicitis ella había tenido dificultades para caminar. La neurosis se había apropiado del ataque para usarlo como una de sus manifestaciones. La enfermedad de apendicitis ocurrió nueve meses después de la escena del lago. Ella había dado un “mal paso”. Ella lamentaba el desenlace de la escena y lo corrigió en la fantasía, ya que la primacía de la fantasía de parto es que ocurrió algo. Dora cuenta una historia de la gobernanta de los K, que también fue seducida por el señor k, y este pronunció la misma frase “mi mujer no es nada para mí”. La bofetada no fue por celos, fue por atrevimientos. Dora se identifica con la gobernanta (plazo que le dice a Freud que pensó para abandonar el análisis). Luego de esto Dora abandonó el análisis.

      Los fenómenos patológicos son la práctica sexual de los enfermos. La transferencia son recreaciones de mociones y fantasías que ha medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse y hacerse concientes, pero lo característico es la sustitución de una persona por la persona del médico. La transferencia es algo necesario, no hay forma de evitarla. El psicoanálisis no crea la transferencia, sino que la revela. Freud se critica que en este análisis no logró dominar a tiempo la transferencia. Freud en su fantasía era el sustituto del padre, del señor K. Ella se vengó de él como se vengó de los otros, abandonándolos. Actúo en terapia parte de su historia.  
 

Acciones obsesivas y prácticas religiosas (1907)

      Existe una semejanza entre las acciones obsesivas y las prácticas religiosas. El ceremonial neurótico consiste en pequeñas prácticas, agregados, restricciones, ordenamientos que, para ciertas prácticas de la vida cotidiana, se cumplen de una manera idéntica o con variaciones que responden a leyes. Al enfermo se le presentan como carentes de significado, pero es incapaz de abandonarlas. El no hacer el ceremonial se castiga con una insoportable angustia. La particular escrupulosidad con que se ejecuta el ceremonial, y la angustia si este es omitido, lo hace equiparable a una acción sagrada. Cualquier acción puede convertirse en un ritual obsesivo si es adornado con pequeños agregados, ritmada con pausas y repeticiones. No hay un nítido deslinde entre las acciones obsesivas y el ceremonial. Forman parte de esta enfermedad prohibiciones e impedimentos, permitiendo ciertas cosas bajo el ceremonial, y prohibiendo otras. Tanto compulsión como prohibición solo afectan a las actividades solitarias de los seres humanos, durante años queda intacta su conducta social. Las similitudes entre el ritual religioso y el ritual obsesivo son las siguientes: la angustia de la conciencia moral a raíz de las omisiones, el pleno aislamiento en relación a todo otro obrar, así como la escrupulosidad con que se ejecutan los detalles. Las diferencias incluyen la individualidad de los ceremoniales neuróticos, versus la estereotipia de los ceremoniales religiosos, el carácter público versus el privado. La neurosis es una religión privada. Las acciones obsesivas poseen un sentido simbólico que es posible develar gracias a la técnica analítica. Es un requisito que la persona que obedece a la compulsión desconozca su significado. La acción obsesiva sirve a la expresión de motivos y representaciones inconscientes. Al igual que el neurótico, el individuo piadoso práctica el ceremonial sin in quirie su significado. El que se comporta obedeciendo prohibiciones y padece de compulsión, se comporta como obedeciendo una conciencia de culpa inconsciente. Esta conciencia de culpa tiene su fuente en ciertos procesos anímicos tempranos, pero halla permanente refrescamiento en la tentación, renovada por cada ocasión reciente. Por otra parte genera una angustia de expectativa siempre al acecho, una expectativa de desgracia que, por medio del concepto de castigo, se anuda a la percepción interna de la tentación. El ceremonial empieza como una acción de defensa o de aseguramiento, como una medida protectora, a que se desconoce el nexo entre la ocasión a raíz de la cual emerge la angustia de expectativa y el contenido con el que ella amenaza. Esto se corresponde con el rezo de lo creyentes, que en su corazón saben que son unos pecadores, pero se protegen a través de este. El mecanismo de la neurosis obsesiva es el siguiente: en su base se encuentra la represión de una moción pulsional que estaba contenido en la constitución de la persona, tuvo permitido exteriorizarse durante algún tiempo en su vida infantil, y luego cayó bajo la sofocación. Una especial escrupulosidad dirigida a la meta de la pulsión nace a raíz de su represión pero esta formación psíquica reactiva no se siente segura sino amenazada de continuo por la pulsión que acecha en lo inconsciente. El influjo de la pulsión reprimida es sentido como tentación, y en virtud del propio proceso represivo se genera la angustia, que se apodera del futuro como una angustia de expectativa. El proceso de la represión que lleva a la neurosis obsesiva debe calificarse de imperfectamente logrado, y amenazado cada vez más con el fracaso. Se requieren siempre nuevos empeños psíquicos para contrabalancear el constante esfuerzo de asalto de la pulsión. Las acciones y ceremoniales obsesivos nacen en parte como defensa frente a la tentación en parte como protección frente a la desgracia esperada. Para la tentación las acciones protectoras parecen resultar pronto insuficientes; emergen entonces las prohibiciones destinadas a mantener alejada la situación de tentación. El ceremonial figura la suma de las condiciones bajo las cuales se permite otra cosa, todavía no absolutamente prohibida. Los ceremoniales siempre devuelven algo del placer que están destinadas a prevenir, sirven a las pulsiones reprimida no menos que a las que las reprimen. En la formación en la religión también se tienen que sofocar ciertas pulsiones. También la conciencia de culpa ante la tentación inextinguible, y la angustia de expectativa ante los castigos divinos también se evidencian en la religión. El mecanismo de desplazamientos gobierna los procesos anímicos de la neurosis obsesiva, por medio de un desplazamiento de lo sustantivo a lo cotidiano. La neurosis es un correspondiente individual patológico de una religión: una religión individual. La religión podría ser una neurosis obsesiva universal. Ambas coinciden en la renuncia a las pulsiones dadas constitucionalmente. La diferencia radica que en la neurosis estas pulsiones son de tipo sexual, y en la religión de tipo egoísta.  
 

Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis

      El análisis no puede tener otra meta que el advenimiento de una palabra verdadera y la realización del sujeto de su historia en su relación con el futuro. En el hombre de las ratas se percibe el papel determinante que desempeñó la propuesta de matrimonio presentada al sujeto por su madre en el origen de la fase actual de su neurosis. Freud no vacila en interpretar para el sujeto el efecto de una prohibición impuesta por su padre difunto contra su relación con la dama de sus pensamientos. Esto es material y psicológicamente inexacto, ya que la acción castradora del padre desempeñó un papel en segundo plano. Pero la percepción de la dialéctica es tan justa que la interpretación de Freud expresada en este momento desencadena el levantamiento decisivo de los símbolos mortíferos que ligan narcisísticamente al sujeto a la vez con su padre muerto y con la dama idealizada, ya que sus dos imágenes se sostienen, en una equivalencia característica del obsesivo, la una por la agresividad fantasiosa que la perpetúa, la otra por el culto mortificante que la transforma en ídolo. Reconocida la subjetivación forzada de la deuda obsesiva, cuya presión es acentuada por el paciente hasta el delirio. Freud llega a hacerle recuperar la historia de la indelicadeza de su padre, de su matrimonio con su madre, de la hija pobre pero bonita”, de sus amores heridos, de la memoria ingrata del amigo saludable, con la constelación fatídica, que presidió su nacimiento mismo, la hiancia imposible de colmar de la deuda simbólica de la cual su neurosis constituye el protesto. Las resistencias mismas son utilizadas todo el tiempo que se puede en el sentido del progreso del discurso. Porque es así como el hombre de las ratas llega a introducir en su subjetividad su mediación verdadera bajo la forma transferencial de la hija imaginaria que da a Freud para recibir de él la alianza y que en un sueño clave le revela su verdadero rostro: el de la muerte que le mira con sus ojos de betún. Por eso, si es con este pacto simbólico como cayeron en el sujeto las astucias de su servidumbre, la realidad no le habrá fallado para colmar esos esponsales.  
 

Variantes de la cura - tipo

      Habla en todas partes donde puede leerse su ser, o sea en todos los niveles donde ella lo ha formado. Esta antinomia es la misma del sentido que Freud dio a la noción d inconsciente. Pero si esa palabra es accesible, es que ninguna verdadera palabra es únicamente palabra del sujeto, puesto que es siempre fundándola en la mediación de otro sujeto como ella opera, y puesto por ese camino está abierta la cadena si fin (pero sin duda no indefinida, puesto que se cierra) de las palabras donde se realiza concretamente en la comunidad humana la dialéctica del reconocimiento. En la medida en que el analista hace callar en él el discurso intermedio para abrir de a la cadena de la palabras verdaderas, en esa medida puede colocar en ella su interpretación reveladora. El viraje mayor del hombre de las ratas se encuentra en el momento en que Freud comprende el resentimiento provocado en el sujeto por el cálculo que su madre le sugiere en el principio de la elección de esposa. Que la prohibición que semejante consejo implica para el sujeto de comprometerse en un noviazgo con la mujer que cree amar sea referida por Freud a la palabra de su padre en contradicción de lo hechos patentes, y principalmente de éste que priva sobre todos: que su padre está muerto. Esto se sitúa en la cadena de las palabras, que por hacerse oír en la neurosis como en el destino del sujeto, se extiende mucho más allá que su individuo: una falta de fe semejante presidió el matrimonio de u padre, y que esa ambigüedad recubre a su vez un abuso de confianza en materia de dinero que, al hacer que su padre fuese excluido del ejército, lo determinó al matrimonio. Esta cadena no está construida de puros acontecimientos, sino de un faltar la verdad de la palabra, no menos que de una fechoría más grosera hecha a su honor (ya que la deuda engendrada por el primero parece haber empobrecido toda una vida de matrimonio y la del segundo no haber sido saldada nunca) da el sentido en que se comprende el simulacro de redención que el sujeto fomenta hasta el delirio en el proceso del gran trance obsesivo. Esta cadena no es toda la estructura de la neurosis obsesiva, pero se cruza en ella, en el texto del mito individual de neurótico, con la trama de los fantasmas donde se conjugan, en una pareja de imágenes narcisistas, la sombra de su padre muerto y el ideal de la dama de sus pensamientos. La interpretación de Freud, al deshacer en todo su alcance latente esta cadena, va a llegar al resultado de hacer caer la trama imaginaria de l neurosis. No e solamente por un asumir simbólico como l palabra constituye el ser del sujeto, sino que, por la ley de la alianza, en que el orden humano se distingue de la naturaleza, la palabra determina, desde antes de su nacimiento, no solo el estatuto del sujeto, sino la llegada al mundo de su ser biológico.  
 

A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909)

      Su tratamiento duro cerca de un año y llegó al completo restablecimiento total de la personalidad y la cancelación de las inhibiciones. El lenguaje de la neurosis obsesiva es un dialecto del lenguaje histérico. Pero no contiene aquel salto de lo anímico a la inervación somática. En los casos de neurosis obsesiva combatidos a tiempo se pueden asegurar éxitos terapéuticos. El hombre de las atas es un joven universitario que se le presenta a Freud diciendo que tiene representaciones obsesivas desde su infancia, pero en particular hace cuatro años. Sus temores rondan alrededor de que le pase algo grave a dos personas que ama mucho: a su padre y a su amada. Dice sentir impulsos obsesivos y realizarse prohibiciones ante cosas indiferentes. La única cura que lo alivio fue en un instituto de aguas, pero seguramente porque logro mantener un comercio sexual constante con una chica. Su vida sexual ha sido pobre, el onanismo desempeñó un ínfimo papel a los 16 años y su primer coito fue a los 26 años. Freud el primer día lo compromete a decir todo lo que se le pase por la cabeza. Tiene un amigo a quién respeta mucho y a quién recurre siempre que lo asedia un impulso criminal y le pregunta i no lo desprecia como delincuente. El lo apoya diciendo que es un hombre intachable. Antes otra persona cumplía ese rol, un estudiante más grande que él al que le había tomado cariño y este lo hacía sentir como un genio. Luego lo menosprecio y lo hizo quedar como un idiota, él se dio cuenta que había hecho todo para quedarse con su hermana. Fue la primera conmoción de su vida. Relata una escena del cuarto año de vida con la señorita Peter, él le pidió permiso para meterse bajo su falda, y le tocó los genitales y el vientre. Desde ese momento le quedó una curiosidad ardiente por ver el cuerpo femenino. En su sexto año de vida recuerda que la señorita Lina tenía abscesos en las nalgas y al anochecer solía estrujárselos, él la acechaba mientras lo hacía. A los siete años escuchó una charla entre las gobernantas que daban a entender que con el hermano sí, pero con él no se podría hacer nada. Él no entendió a que se referían pero entendió el menosprecio y empezó a llorar. Tenía la costumbre de meterse en la cama de la señorita Lina y tocarla, ella consentía. A los seis años ya padecía de erecciones y acudió a su madre para quejarse. El vislumbraba el nexo entre las representaciones y la curiosidad, y tuvo la idea de que los padres sabían sus pensamientos, lo que se justificaba pensando que los había declarado sin oírlos el mismo. Ahí sitúa el comienzo de s enfermedad. Tenía el deseo de ver desnudas a las muchachas que le gustaban, pero pensaba que si el pensaba, algo malo iba a suceder, y hacía toda clase de cosas para impedirlo. Desde temprano lo han ocupado pensamientos sobre la muerte del padre, que le han causado gran tristeza. Freud dice que lo que él ubica como el comienzo de la enfermedad es la enfermedad misma. El niño se encuentra bajo un componente pulsional sexual, el placer de ver, cuyo resultado es el deseo, que aflora siempre de nuevo y con mayor intensidad cada vez, de ver desnudas a personas del sexo femenino que le gustan. Este deseo corresponde a la posterior idea obsesiva; si aún no posee pleno carácter obsesivo es porque el yo no se ha vuelto completamente contra esta, no la siente como ajeno. Desde alguna parte ya se mueve una contradicción contra este deseo, porque un afecto penoso lo acompaña en su emergencia. Lo terrible que puede suceder ya se viste de una característica de imprecisión. El afecto penoso cobra la coloración de lo ominoso, y ya origina impulsos para extrañarse de la desgracia (lo que más tarde serán medidas protectoras). Una pulsión erótica y una sublevación contra ella; un deseo (todavía no obsesivo) y un temor (ya obsesivo) que lo contraría; un afecto penoso y un esfuerzo hacia acciones de defensa. Hay también una formación delirante: que los padres sabrán lo que está pensando. En el sexto año sobrevinieron vivencias traumáticas, que sin bien cayeron bajo la amnesia, dejaron como residuo el contenido del temor obsesivo. La amnesia infantil de este paciente termina en su sexto año. En la segunda sesión ya cuenta la anécdota de la estafeta postal, que es la razón por la cual acudió a Freud. La anécdota cuenta que en unas maniobras él pierde sus quevedos, y decide telegrafiar a su óptico en el próximo alto para que le mande unos nuevos. Cuando se detienen, él se sienta entre dos oficiales, uno de ellos “amaba lo cruel” dice el hombre de las ratas. Este capitán cruel contó de un castigo que se utilizaba en oriente. En este momento de la sesión comienza a pararse, a ponerse inquieto y a no querer hablar. La tortura de las ratas consiste en que el condenado es atado y sobre su trasero es puesto un tarro dado vuelta, en este luego hacen entrar ratas (ratten) que penetran en el ano. Freud nota que es todo los momentos claves del relato su rostro expresaba un horror ante su placer ignorado por él mismo En el momento en que escuchó esta tortura lo asaltó la representación que le puede ocurrir a una persona que él amara, la dama especialmente. Ante esta idea el tuvo que defenderse con dos medidas protectoras: un “pero, que cosas se te ocurren”, y un movimiento de manos. También confesó que le surgió la idea que el castigo caía sobre su padre, que había muerto hace muchos años. Al día siguiente del cuento de las ratas, el capitán cruel le da los quevedos y le dice que debe devolverle la plata al teniente A. En ese momento a él se le impone que si no devuelve el dinero ocurrirá el castigo de las ratas en un ser querido. Entonces se le impone como un mandamiento “devolverle las 3,80 coronas al teniente A”. Se le dificultó esta devolución por dificultades objetivas. Cuando lo encontró este le dijo que el que había pagado el reembolso era el teniente B. Quedó confundido y tuvo que inventar un complicado plan a través del cual llevaría a los dos tenientes a la estafeta, y haría un intercambio de dinero. Tuvo muchas dudas acerca de cumplir o no su plan: quedar como un loco o romper su juramento. De esta manera cayó en un estado de indexación en la estación, y se dejó llevar por los acontecimientos. Luego fue a lo de su amigo a que lo consuele. Él siempre supo que la que había pagado la suma de dinero era la empleada de la estafeta postal. El capitán cruel cometió un error cuando le dio los quevedos, pero este no pudo menos que realizar un juramento con respecto al error. Acudió a Freud para que este e haga un certificado, a fin de poder llevar al teniente A y B a la estafeta postal. A la sesión siguiente cuenta como fue la muerte de su padre, hace nueve años. Él se reprocha haberse ido a dormir en el momento en que él falleció. Por un tiempo actuaba, por momentos, como si su padre estuviera vivo. En ese momento esto no era nada terrorífico; hasta que un año y medio después despertó y empezó a tacharse de criminal. Freud lo interpreta diciéndole “Es verdad que usted es un criminal, ahora debemos ver de que delito”. Se ha producido una desagregación de la personalidad, la persona ética es la conciente, y la mala, la inconsciente. Aquí se deja planteada la relación entre inconsciente y lo infantil. A la sesión siguiente dice que tiene que contar algo malo que hizo cuando tenía doce años. Él estaba enamorado de una niña, pero ella no era todo lo tierna que él quería; entonces se le ocurrió la idea de que ella le mostraría amor si una desgracia le ocurriera, que se muera su padre. Se defendió de esta idea y se defiende ante la posibilidad de haber exteriorizado un deseo. Otra vez lo ocurrió el mismo pensamiento medio año antes de la muerte del padre. Como estaba enamorado de su dama, pero por impedimentos materiales no podía casarse, se le ocurrió que si su padre moría él obtendría toda su herencia. Una tercera vez apareció este deseo, un día antes de que muera el padre: pensó “es posible que pierda a la persona que más amo”, y al rato se corrigió diciendo “No, hay una persona que amo más”. Él se opone a que haya deseado la muerte de su padre. Freud cree que ese amor intenso es la condición del odio reprimido. El mismo gran amor es el que no permite que el odio sea conciente. El odio sepultado puede ser impulsado para adelante, como un relámpago. El hombre de las ratas planeta que él ha sido el mejor amigo de su padre. Comienza a contar las ideas criminales que tuvo: matar a la prometida del hermano porque no estaba de acuerdo con el casamiento. A raíz de esto cuanta que de chico le tenía muchos celos al hermano porque era más fuerte que él, y le disparó con una pistola de juguete. No le causó daño, pero él se imaginó que le había causado un gran daño, y se puso a llorar y a preguntarse como había sido capaz de algo así. También se le ocurrieron fantasías de venganza contra la dama: se casaría con otra, pero luego se da cuenta que su esposa le parece indiferente. En estas dos fantasías encuentra el carácter de cobardía, que le parece horroroso. Dice que su enfermedad se ha incrementado desde la muerte del padre. Las representaciones obsesivas aparecen inmotivadas o sin sentido, y la tarea que plantean es darles sentido y asidero dentro de la vida anímica del individuo. Se lo consigue situándolas dentro de un nexo temporal con el vivenciar. Hay un impulso suicida fuerte en el hombre de las ratas. Cuando la dama estaba ausente cuidando a su abuela, se le apareció esta representación “el mandamiento de presentarse a la mayor cantidad de materias posibles, pero ¿Qué pasaría si se me apareciese el mandamiento de cortarme el cuello con un navaja de afeitar?”, y luego “Tienes que viajar y matar a la anciana”. Aquí se ve la secuencia invertida: el deseo y luego el autocastigo. Un día le vino la idea de que era demasiado gordo (dick) y debía adelgazar. Estando en una ladera le asaltó el deseo de tirarse al vacío. Esto ocurrió cuando su amada estaba con un primo del cual él estaba celoso, el primo Dick. Ambas acciones deben su génesis como reacción a una ira enorme, no aprehensible por la conciencia, contra una persona que aparece como perturbadora del amor. También se le impuso una compulsión a cubrir a su amada con una capa porque se le impuso la compulsión “que no le pase nada”. También una vez corrió una piedra que estaba en la calle porque pensó que el carruaje de su amada iba a pasar por allí; pero eso le pareció ridículo y la volvió a poner. También en su ausencia le apareció una compulsión por comprender. Esta compulsión se explica por un mal entendido que había tenido con la dama que lo había dejado completamente desdichado. La compulsión protectora es la reacción (de arrepentimiento y penitencia) frente a una moción opuesta, hostil, que antes del esclarecimiento se había dirigido sobre la amada. La duda de la comprensión es duda del amor de ella. Se erige una lucha entre el odio y el amor hacia la misma persona, que está figurada en la acción obsesiva. También estas dos corrientes se ven en la escena del carruaje: sacar la piedra y salvar a la amada, o ponerla para que el carruaje se estrelle: los dos momentos son patológicos. Son acciones de dos tiempos, donde el primero es cancelado por el segundo: se trata siempre de la oposición entre el amor y el odio hacia el objeto. En la histeria es común que los hechos recientes sucumban a la amnesia lo mismo que las vivencias infantiles. En la neurosis obsesiva es posible que las premisas infantiles sucumban a la angustia, pero las ocasionas recientes de la enfermedad se encuentran conservadas en la memoria. La represión se ha servido de otro mecanismo: en lugar de olvidar el trauma, le ha sustraído el afecto, en consecuencia de la que en la conciencia queda una representación indiferente. Mediante el desplazamiento del afecto a otra representación se consigue una considerable ganancia de la enfermedad. La prehistoria del hombre de las ratas consistía en que su padre e había casado con su madre por el dinero y había abandonado a una muchacha que cortejaba antes, de más bajos recursos. Tras la muerte de su padre su madre le ofreció una propuesta de unos primos para casarse con una chica con dinero. Esto encendió el conflicto: sí debía permanecer fiel a la amada pobre o seguir las huellas de su padre y tomar por esposa a la muchacha rica. A es conflicto, entre su amor y el continuado de la voluntad del padre, lo solucionó enfermando: enfermando se sustrajo de la tarea de solucionarlo en la realidad objetiva. El padre y el hijo eran mejores amigos, salvo en un punto (que justificaba las nociones hostiles): el padre había entrado en una neta oposición con el erotismo del hijo, tempranamente despertado. Cuando el padre descubrió el amor por su dama, se lo prohibió. El quehacer onanista del paciente surgió poco tiempo después de la muerte del padre. El onanismo era convocado por hermosos momentos o paisajes que contemplara. Freud intenta ubicar algún suceso que deje al padre como perturbador del goce sexual. El hombre de las ratas recuerda un episodio que su madre le cuenta a menudo: cuando era muy pequeño emprendió algo enojoso por lo que el padre le pegó, y el nene estaba preso de una gran ira e insultaba incluso bajo los golpes del padre. Pero como aún no conocía palabras insultantes, recorrió el nombre de todos los objetos que conocía: “¡Eh! Tú: lámpara, pañuelo, plato”. El padre sorprendido dejó de pegarle y expresó: “este chico será un gran hombre o un gran criminal”. Por angustia ante la magnitud de su propia ir se volvió cobarde desde entonces. La madre confirma que el relato ocurrió a sus tres o cuatro años, y el castigo había sido por morder a alguien. A través de esta escena el paciente empezó a aceptar la posible ira contra el padre amado. Luego empezó a actuar en la transferencia las representaciones hostiles contra el padre. Cada vez que insultaba a Freud se levantaba del sillón, para evitarse una golpiza. El padre (rata del juego) había perdido en el juego una suma de dinero cuando era militar y un camarada le prestó dinero para salvarlo. Busco al generoso camarada pero nunca lo encontró. Las palabras del capitán cruel le sonaron como una alusión a la deuda impaga del padre. La representación del castigo consumado con las ratas había estimulado cierto número de pulsiones, despertado una multitud de recuerdos, y por eso las ratas, en el breve intervalo entre el relato del capitán y su reclamación de devolverle el dinero habían adquirido una serie de significados simbólicos, a los que se fueron agregando de continuo nos nuevos en el tiempo que siguió. El castigo de las ratas despabiló sobre todo el erotismo anal, que en su infancia había desempeñado considerable papel y se había mantenido durante años por un estímulo constante debido a los gusanos. Así las ratas llegaron al significado de dinero. Esta conexión d las ratas con dinero conectó todo el significado de la herencia del padre, y la devolución del dinero del capitán A. Las ratas cavaban en el ano como en su infancia lo hacían los gusanos. El significado pene de las ratas descansaba en el erotismo anal. El castigo de las ratas removió mociones de crueldad egoísta y sexual en el paciente. La rata también significa los hijos. Él observó que la rata muerde y roe, pero no sin castigo. Él mismo era un tipo sí de roñoso, que mordía a los demás y luego era azotado como castigo. Podía hallar en la rata la viva imagen de sí mismo. La dama que él amaba no podía tener hijos. Esto era para el la razón principal de sus vacilaciones porque él amaba a los niños. El capitán cruel al contar el castigo se le representó como el padre cruel que lo castigaba por morder cuando era chico. A él se le ocurrió que al capitán cruel deberían de hacerlo algo así, pero detrás de él, el padre. La promesa es una afirmación solemne anudada a una condición absurda: “tan cierto que devolveré el dinero como que mi papá y la dama pueden tener hijos”.

      No es tan correcto hablar de representaciones obsesivas como de pensar obsesivo: deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas, mandamientos y prohibiciones. En la lucha secundaria que el enfermo libra contra las representaciones obsesivas que se han filtrado en su conciencia se producen determinadas formaciones. No son argumentos puramente racionales los que se oponen al pensar obsesivo, sino unos mestizos entre ambas clases del pensar. Tales formaciones merecen el nombre de delirios. Los enfermos no tienen noticia del texto de sus propias representaciones obsesivas. Muchas representaciones obsesivas que se siguen una a la otra, pero que su texto no es el mismo, a menudo es la misma en el fondo. La representación obsesiva fue rechazada logradamente la primera vez, pero retorna otra vez en forma desfigurada. La forma correcta es la forma original. La representación obsesiva lleva, en su desfiguraron respecto del texto original, las huellas de la lucha defensiva primaria. La fórmula defensiva del hombre de las ratas era el “pero” y el movimiento de manos. También había inventado una oración que combinaba todos los rezos (porque cuando rezaba normalmente en el medio se le ocurrían palabra feas o que negaban el contenido), y terminaba con el amén. Esta frase era un anagrama del nombre de la amada: había juntado a su amada con su semen (amén es samen en alemán). Otra técnica empleada es la desfiguración por omisión. Los pacientes obsesivos suelen ser supersticiosos en alto grado, pero no una superstición inculta. La represión no produce amnesia, sino que rompe los nexos causales a consecuencia de la sustracción del afecto. Otra característica obsesiva es la duda o incertidumbre. Es uno de los métodos que utiliza la neurosis para sacar al enfermo de la realidad y aislarlo del mundo. Consideran que son omnipotentes, que sus pensamientos y deseos pueden ser concretados. Sobreestiman el efecto que sus sentimientos hostiles producen en el mundo exterior. Su amor y su odio son hiperpotentes, crean aquellos pensamientos obsesivos que él no entiende y de los cuales se defiende sin éxito. La relación con la muerte era muy particular: en su fantasía mataba de continuo gente para exteriorizar a los deudos entrañable simpatía. Los obsesivos necesitan la posibilidad de muerte para solucionar los conflictos que dejan sin resolver. La oscilación entre la amada y la otra se puede reducir al conflicto entre el influjo del padre y el amor de la dama. Entre estos dos objetos se debatía, pero también entre sentimientos de amor y odio ante el mismo objeto. Los sentimientos están soldados en parejas: el odio contra la amada con la fidelidad al padre, y viceversa. El amor no ha podido extinguir a odio, sino solo esforzarlo hacia el inconsciente; y en lo inconsciente, protegido del influjo de la conciencia que pudiera cancelarlo, es capaz de conservarse y de crecer. Por esta razón el amor conciente suele hincharse hasta alcanzar una vía elevada a fin de detener a su adversario. Esto se debe a una división muy temprana de los afectos, y una represión completa del odio. En los casos obsesivos de odio inconsciente, el componente sádico del amor se ha desarrollado constitucionalmente con particular intensidad. Por eso ha experimentado una sofocación prematura y demasiado radical. Los fenómenos obsesivos derivan de la ternura conciente elevada y del sadismo que en lo inconsciente sigue produciendo efectos. La consecuencia inmediata de las fuerzas opuestas es una parálisis parcial de la realidad. Queda en el imperio de la compulsión del pensar y el dudar. La misma incertidumbre lleva a las medidas protectoras. La compulsión es una forma de compensar la duda y rectificar el estado de inhibición insoportable. Las acciones obsesivas solo son posibles porque dentro de ellas se encuentran ambas mociones en una suerte de compromiso. Lo regular en los casos de neurosis es la temprana emergencia y la represión prematura de la pulsión sexual del ver y del saber. El proceso del pensamiento se encuentra sexualizado. Son unos pensamientos que detienen la acción.

 

Obsesiones y fobias: su mecanismo psíquico y su etiología (1894)

      Las obsesiones y las fobias no pertenecen a la neurastenia ni tienen degeneraciones mentales. Las obsesiones y fobias son neurosis separadas, con un mecanismo especial cada una. La diferencia esencial entre obsesiones y fobias consiste en que en la obsesión hay siempre dos cosas: una idea que se le impone al enfermo y un estado emotivo asociado. En las fobias ese estado emotivo asociado es siempre la angustia, mientras que en las obsesiones puede ser la ansiedad, la duda, el remordimiento la cólera. El estado emotivo es lo principal, ya que permanece inalterado en tanto que la idea asociada varía. El estado emotivo permanece idéntico, la idea cambia. El estado emotivo como tal siempre está justificado. Hay dos caracteres en los que se apoya el sesgo patológico: 1- el estado emotivo se ha eternizado y 2- la idea asociada ya no es la idea justa, la idea original; en relación con la etiología de la obsesión, ella es un reemplazante, un sustituto. En el origen de la obsesión se halla la idea original sustituida. Las ideas sustituidas tienen caracteres comunes, corresponden a impresiones verdaderamente penosas de la vida sexual del individuo, que ese te ha esforzado por olvidar. Solo ha logrado reemplazar la idea inconciliable por otra inapropiada para asociarse con el estado emotivo, que permaneció idéntico. Es este falso enlace entre el estado emotivo y la idea asociada lo que explica el carácter absurdo de las obsesiones. La idea orinal puede estar reemplazada por otra idea, o bien por actos o impulsiones que en el origen sirven de alivios o procedimientos protectores, y ahora se encuentran en una asociación grotesca con un estado emotivo que no concuerda con ellos, pero ha permanecido el mismo, está justificado como el origen. Esta situación logra consumarse porque a menudo se halla una predisposición psíquica especial, una herencia similar. El motivo de esta situación es un acto de defensa del yo contra la idea inconciliable. La desaparición del estado emotivo asociado a la idea obsesiva se vuelve imposible mientras dure el estado anímico. Las obsesiones son múltiples y más especializadas, mientras que las fobias tienden a ser monótonas y típicas. Se pueden distinguir dos grupos entre las fobias, caracterizados por el objeto del miedo:

- Fobias comunes: miedo exagerado a las cosas a las que todo el mundo aborrece o teme un poco (la noche, la soledad, la muerte, las enfermedades, los peligros, las serpientes).

- Fobias ocasionales: miedo a condiciones especiales que no inspiran temor en el hombre sano (agorafobia, fobias de locomoción). Estas fobias no son obsesivas. El estado emotivo no aparece aquí sino en condiciones especiales que el enfermo evita cuidadosamente.

      El mecanismo de las fobias es completamente diferente al de las obsesiones. Ya no es el reino de la sustitución, aquí no se revela una idea inconciliable. Siempre se encuentra la ansiedad, que ha puesto en primer plano todas las ideas aptas para devenir objeto de una fobia. La angustia de ese estado emotivo que está en el fundamento de la fobia no deriva de un recuerdo cualquiera. Las fobias forman parte de las neurosis ansiosas, y casi siempre van acompañadas por otros síntomas de la misma serie. La neurosis ansiosa es de origen sexual, pero no se reconduce a unas ideas extraídas de la vida sexual; carece de mecanismo psíquico en sentido propio. Su etiología específica es la acumulación de la tensión genésica, provocada por la abstinencia o la irritación genésica frustránea. Una fobia y una obsesión pueden combinarse.  
 

Lo inconsciente (1915)

      La represión es un proceso que se cumple sobre representaciones en la frontera de los sistemas inconscientes y preconciente. La representación reprimida sigue teniendo la capacidad de acción dentro del inconsciente, por lo que debe de haber conservado su investidura, lo sustraído es otra cosa. La represión propiamente dicha el esfuerzo por dar caza), tal como se ejerce sobre la representación preconciente o sobre la ya conciente. La represión consiste en que a la representación se le sustraiga la investidura (pre)conciente que pertenece al sistema preconciente. La representación queda desinvestida, o recibe investidura del inconsciente, o conserva la investidura inconsciente que ya tenía. Hay sustracción de la investidura preconciente, conservación de la investidura inconsciente o sustitución de la investidura preconciente por una inconsciente. El paso desde el sistema inconsciente a uno contiguo acontece mediante un cambio de estado. La contra investidura es lo que mantiene la represión y cuide su producción y su permanencia. A través de ella el sistema preconciente te protege contra el asedio de la representación inconsciente, que opera en el interior del sistema preconciente. Ella representa el gasto permanente de energía de una representación primordial, pero es también lo que garantiza su permanencia. La contrainvestidura es el único mecanismo de la represión primordial; en la represión propiamente dicha (el esfuerzo de dar caza) se suma la sustracción de la investidura preconciente. Y es muy posible que la investidura sustraída de la representación se aplique a la contrainvestidura. La meta psicología es cuando se habla de un proceso en sus aspectos económicos, dinámicos y tópicos. La investidura puede ser sustituid por libido cando se habla de procesos dentro de las neurosis. En la histeria de angustia, la angustia surge sin que se perciba ante que. Dentro del inconsciente existió una noción de amor que demandaba transponerse al sistema preconciente; pero la investidura volcada a ella desde este sistema se le retiró al modo de un intento de huída, y la investidura libidinal inconsciente de la representación así rechazada fue descargada como angustia. A raíz de una eventual repetición del proceso se dio un primer paso para domeñar ese desagradable desarrollo de angustia. La investidura preconciente fugada se volcó a una representación sustitutiva que por una parte se entramó por vía asociativa con la representación rechazada y por la otra se sustrajo de la representación por su distanciamiento respecto de aquella y permitió una racionalización del desarrollo de angustia todavía no inhibible. La representación sustitutiva juega ahora para el sistema conciente el papel de una contrainvestidura, lo asegura contra la emergencia en la conciencia de la representación reprimida. El fóbico siente angustia cuando se da una de estas dos condiciones: cuando la moción de amor reprimida sufre un refuerzo o cuando el objeto angustiante es percibido. La represtación sustitutiva se comporta como el lugar de una transmisión desde el sistema inconsciente al interior del sistema conciente, y en el otro caso, como una fuente autónoma de desprendimiento de angustia. En un segundo momento de la histeria de angustia la contrainvestidura desde el sistema conciente ha llevado a la formación sustitutiva. El proceso de la represión no está concluido, tiene como meta ulterior inhibir el desarrollo de angustia que parte del sustituto. Todo el entorno de la representación sustitutiva es investido con particular intensidad y muestra una elevada sensibilidad a la excitación. Una excitación en cualquier lugar de este parapeto dará, a consecuencia del enlace con la representación sustitutiva, la envión para un pequeño desarrollo de angustia que ahora es provocada como señal a fin de inhibir el ulterior avance de este último mediante una renovada huída de la investidura. Cuanto más lejos del sustituto se disponga las contrainvestiduras sensibles y alertas, con mayor precisión podrá funcionar este mecanismo destinado a aislar la representación sustitutiva y a coartar nuevas excitaciones de ella. Estas precauciones contra excitaciones apuntan a la representación sustitutiva desde afuera, desde la percepción pero jamás contra la moción pulsional que alcanza a la percepción sustitutiva desde su conexión con la representación reprimida. El conjunto entero de esa construcción lleva el nombre de fobia. La expresión de la huida frente a la investidura conciente de la represión sustitutiva son las evitaciones, renuncias y prohibiciones que permiten individualizar la histeria de angustia. El sistema conciente se protege ahora contra la activación de la representación sustitutiva mediante la contrainvestidura de su entorno, así como antes se había asegurado contra la emergencia de la representación reprimida mediante la investidura de la representación sustitutiva. La formación sustitutiva se da por desplazamiento. Todo el aparato fóbico es un enclave de la formación inconsciente. Mediante todo el mecanismo de defensa se ha logrado proyectar hacia fuera el peligro pulsional, por eso puede reaccionar contra ese peligro externo con intentos de huída: las evitaciones fóbicas. Se pone un dique al desprendimiento de angustia a costa de sacrificios en materia de libertad personal. El resultado de la huida fóbica sigue siendo en la mayoría de los casos, infructuosa.

      En la histeria de conversión la investidura pulsional de la representación reprimida es transpuesta a la inervación del síntoma. La representación inconciente es drenada mediante esta descarga en la inervación. La contrainvestidura es lo que selecciona aquel fragmento de la agencia representante de la pulsión sobre el cual se permite concentrarse a toda la investidura de esta última.

      En la neurosis obsesiva la contrainvestidura del sistema conciente sale al primer plano organizada como una formación reactiva, es ella la que procura la primera represión; y en ella se consuma más tarde la irrupción de la representación reprimida. Al predominio de la contrainvestidura y a la falta de una descarga se debe que la obra de la represión aparezca en la histeria de angustia y en la neurosis obsesiva mucho menos lograda que en la histeria de conversión.  
 

Inhibición, síntoma y angustia (1925)

      El pequeño Hans se rehúsa a nadar por la calle porque tiene fobia del caballo. Freud se pregunta cual es ahí el síntoma ¿el desarrollo de la angustia, la elección del objeto de la angustia, la renuncia a la libre motilidad, o todas estas cosas al mismo tiempo? La incomprensible angustia frente al caballo es el síntoma; la incapacidad para andar por la calle es un fenómeno de inhibición, una limitación que el yo se impone para no provocar la angustia. No se trata de una angustia indeterminada, sino de una expectativa angustiada: que el caballo lo morderá. Se presencia una actitud edifica de celos y hostilidad hacia su padre, a quién ama de todo corazón siempre que no se interponga entre él y su madre. Un conflicto de ambivalencia, un amor y un odio bien fundados, ambos dirigidos a la misma persona. Su fobia es un intento por solucionar ese conflicto. Este situación edifica es normal, pero por lo general una de las dos mociones, casi siempre la tierna, se ve reforzada y la otra desaparece. También pueden aparecer formaciones reactivas, pero lo que Hans presenta no es nada parecido a una formación reactiva. La moción pulsional que sufre la represión es un impulso hostil hacia el padre. Hans ha visto caer y rodar a un caballo, y caer y lastimarse a un compañerito de juegos con quién había jugado al caballito. E Hans se construyó la moción de deseo que ojalá el padre se caiga y se haga daño como el caballo y como el compañero. Un deseo así tiene el mismo valor que el propósito de eliminarlo él mismo: la moción asesina del complejo de Edipo. No se puede designar como síntoma la angustia de esta fobia: si el pequeño Hans que está enamorado de su madre, mostrara angustia frente a su padrino habría derecha alguno a atribuirlo a una neurosis, sino que sería una reacción afectiva enteramente compresible. Lo que la convierte en neurosis es este rasgo: la sustitución del padre por el caballo. Es este desplazamiento lo que lo hace acreedor del nombre de síntoma. Es aquel mecanismo que permite tramitar el conflicto de ambivalencia sin la ayuda de la formación reactiva. El varón adulto, admirado pero también temido, se sitúa en la misma serie que el animal grande a quién se envidia, pero que puede volverse peligroso. El conflicto d ambivalencia no se tramita en la persona misma, se lo esquiva deslizando una de sus mociones hacia otra persona como objeto sustitutivo. La desfiguración en que consiste el síntoma no se ejerce en la agencia representante (el contenido de la representación) de la moción pulsional por reprimir, sino en otra enteramente diversa, que corresponde a una reacción frente a lo enteramente desagradable. El carácter de la moción pulsional también se ve afectada; si Han hubiera mostrado una conducta hostil hacia los caballos, el carácter de la moción pulsional agresiva no habría sido alterada en nada por la represión, solo habría mudado de objeto. El hecho de que el padre haya jugado al “caballito” con Hans fue decisivo en la elección del animal angustiante. La representación de ser devorado por el padre, un patrimonio infantil arcaico y típico, es la expresión, degradada en sentido regresivo, de una moción tierna y pasiva: es la que apetece ser amado por el padre, como objeto, en el sentido del erotismo genital. L moción pulsional reprimida en las fobias es una moción hostil hacia el padre. Es reprimida por el proceso de la mudanza hacia la parte contraria. En lugar de agresión hacia el padre se presenta agresión sobre la propia persona. Una agresión de esa índole arraiga en la fase libidinal sádica. Simultáneamente ha sucumbido ante la represión otra moción pulsional, de sentido contrario: una moción tierna pasiva respecto del padre, que ya había alcanzado el nivel de la organización libidinal genital. Parece que esta última moción hubiera tenido mayor peso para el resultado final del proceso represivo; es la que experimenta la regresión más vasta y cobra el influjo determinante sobre el contenido de la fobia. Las dos mociones pulsionales afectadas (agresión sádica hacia el padre y actitud tierna y pasiva frente a él) forman un par de opuestos. Mediante la formación de su fobia se cancela también la investidura de objeto madre tierna, de lo cual nada deja traslucir el contenido d la fobia. En Hans se trata de un proceso represivo que afecta a todos los componentes del complejo de Edipo, tanto a la moción hostil como la tierna hacia el padre, y la moción tierna respecto de la madre. Hans tramitó mediante su fobia las dos mociones pulsionales del complejo de Edipo. Hans parece haber sido un muchacho normal con el complejo de Edipo positivo. Por la angustia de castración resigna Hans la agresión frente a su padre; su angustia frente al caballo puede ser interpretada como angustia ante que el caballo lo castre de un mordiscón. Ambas plasmaciones del complejo de Edipo se estrellan contra el complejo de castración. El motor de la represión es la angustia frente a la castración; los contenidos angustiantes son sustitutos desfigurados del contenido “ser castrado por el padre”. Fue este último contenido el que sufrió la represión. Pero el afecto - angustia de la fobia que constituye la esencia de esta última, no proviene del proceso represivo, de las investiduras libidinosas de las mociones reprimidas, sino del represor mismo. La angustia de la zoofobia es la angustia de a castración inmutada, una angustia realista frente a un peligro considerado como real. Aquí la angustia crea a la represión y no la represión a la angustia. La mayoría de las fobias se remontan a angustias del yo frente a exigencias libidinales. La angustia nunca proviene de la libido reprimida.

      En la genuina histeria de conversión no se presenta nada de angustia, por lo que no hay que atar con demasiada firmeza los vínculos entre angustia y formación de síntoma. Las fobias se hayan tan próximas a las histerias de conversión que Freud las llama histeria de angustia. Los síntomas más frecuentes de la histeria de conversión son permanentes o intermitentes, sustituyen un decurso excitatorio perturbado. La sensación de displacer que acompaña la emergencia del síntoma varía en medida muy llamativa. En los síntomas permanentes desplazados a la motilidad casi siempre falta por completo; el yo se comporta frente a ellos como si no tuviera participación alguna. En el caso de los síntomas intermitentes referidos a la esfera sensorial, por regla general se registran nítidas sensaciones de displacer. También la lucha del yo contra el síntoma ya formado es escasa en la histeria de conversión. Los síntomas en la neurosis obsesiva son de dos clases y de contrapuesta tendencia. O bien son prohibiciones, medidas protectoras, precauciones, penitencias, todas de naturaleza negativa; o por el contrario son satisfacciones sustitutivas. De estos dos grupos el más antiguo es el negativo, punitorio, pero cuando la enfermedad se extiende aparecen las satisfacciones que burlan la defensa. Constituye un triunfo de la formación de síntoma que se logre engarzar la proyección con la satisfacción. El síntoma de dos tiempos consiste en una acción que ejecuta cierto precepto a la que le sigue inmediatamente una segunda, que lo cancela o lo deshace. En los síntomas obsesivos se da una lucha continuada contra lo reprimido, que se va inclinando más en perjuicio de las fuerzas represoras. El yo y el súper yo participan muy activamente en la formación de síntomas. La situación inicial de la histeria y la neurosis obsesiva es la misma: la necesaria defensa contra las exigencias libidinosas del complejo de Edipo. Toda neurosis obsesiva parece tener un estrato inferior de síntomas histéricos. La organización genital de la libido demuestra ser muy poco resistente. Cuando el yo da comienzo a sus intentos represivos, el primer éxito que se propone como meta es rechazar la organización genital hacia el estadio anterior, sádico anal. El estadio fálico ya se ha alcanzado en el momento de giro hacia la neurosis obsesiva. Esta neurosis estalla a edad más tardía que la histeria. La regresión se da por una desmezcla pulsional, la segregación de los componentes eróticos que al comienzo de la fase genital se habían sumado a l investiduras destructivas de la fase sádica. El forzamiento de la regresión significa el primer éxito del yo en la lucha defensiva contra la exigencia de la libido. La represión es solo uno de los mecanismos de la defensa. En la neurosis obsesiva el sepultamiento del complejo de Edipo y sus formaciones (creación del súper yo, erección de los diques) supera las medidas normales. A la destrucción del complejo de Edipo se suma la degradación regresiva de la libido, el súper yo se vuelve particularmente severo, y el yo desarrolla en obediencia al súper yo elevadas formaciones reactivas. Con una severidad despiadada se prescribe no continuar con el onanismos infantil. En a neurosis obsesiva el onanismo sofocado fuerza, en la forma de acciones obsesivas, cada vez más hacia su satisfacción. Estas formaciones reactivas son una nueva forma de defensa. Son mucho más débiles en la histeria, o faltan por completo. El rasgo principal de la neurosis obsesiva es la regresión libidinal y la desmezcla de pulsiones que la provoca. La pubertad reintroduce un corte tajante en la neurosis obsesiva. La organización genital interrumpida se reinstala con gran fuerza. Vuelven a despertar las mociones agresivas iniciales. La lucha contra la sexualidad continúa bajo banderas éticas. En la neurosis obsesiva el conflicto se refuerza en dos direcciones: lo que defiende ha devenido más intolerante y aquello de lo cual se defiende más insoportable, y ambas cosas por influjo de la regresión libidinal. La agresión ya no aparece al yo como impulso, sino como un contenido de pensamiento. El súper yo se comporta como si un hubiese habido ninguna represión, y de esa manera trata al yo. El yo se sabe inocente por una parte, pero por otra debe caer bajo los mandatos del súpero yo y tiene un sentimiento de culpa. El yo se ha clausurado frente al ello por la represión, y se mantiene accesible a los influjos del súpero yo. La formación de síntoma de la neurosis obsesiva corresponde a otorgar cada vez más lugar a las formaciones sustitutivas a expensas de la denegación. Los mismos síntomas que significan limitación en un primer momento, cobran el carácter de unas satisfacciones sustitutivas. Es un yo limitado que busca satisfacción en los síntomas. El desplazamiento de la relación de fuerzas a favor de la satisfacción puede llevar a la parálisis de la voluntad.

      Hay dos actividades del yo en la formación de síntoma, y cuando salen a primer plano significa que la represión tropezó con dificultades. En la neurosis obsesiva el yo es mucho más escenario de la formación de síntoma que en la histeria. El yo obsesivo se atine con firmeza al vínculo con la realidad y para ello emplea todos sus recursos intelectuales. La actividad del pensamiento aparece como sobreinvestida, erotizada. Las dos técnicas son anular lo acontecido y aislar. La primera mediante un simbolismo motor quiere hacer desaparecer no las consecuencias de un suceso, sino este mismo. Nos encontramos con la anulación de lo sucedido en dos tiempos, sobre todo en los síntomas, donde el segundo acto cancela el primero como si nada hubiera acontecido, cuando en la realidad efectiva ambos acontecieron. El ceremonial obsesivo tiene dos motivaciones: prevenir para que no se repita algo determinado. En la neurosis se procura reprimir el pasado por vía motriz. Esta tendencia explica la compulsión a la repetición. Lo que no ha acontecido de la manera de acuerdo con el deseo es anulado repitiéndolo de un modo diverso al que aquel aconteció. El aislamiento recae también sobre la esfera motriz y consiste en que tras un suceso desagradable se interpola una pausa en la que no está permitido que acontezca nada, no se permite ninguna percepción ni e ejecuta acción alguna. La vivencia no es olvidada pero se la despoja de su afecto y sus vínculos asociativos son suspendidos, de suerte que permanece aislada y no entra en ningún circuito de pensamiento. El aislamiento motriz esta hecho para garantizar la suspensión de ese nexo. El yo obedece ciegamente al súper yo en la neurosis obsesiva. Obedece también al tabú del contacto, meta de la investidura de objeto tierna como agresiva.

      En las zoofobias infantiles el yo tiene que proceder contra una investidura de objeto libidinosa del ellos porque ha comprendido que ceder a ella traería aparejado el peligro de castración. En la fobia de Hans esta se ha erigido sobre la base de la moción agresiva hacia el padre, mientras que la moción tierna hacia la madre ha desaparecido. Nunca hallamos pulsiones puras, sino mezcla de las dos, en distintas proporciones. En el caso de Hans se tramita una moción agresiva, pero una vez que se ha alcanzado la genitalidad. Tan pronto se percibe el peligro de castración el yo da la señal con la angustia e inhibe el proceso de investidura amenazador en el ello. Al mismo tiempo se consuma la formación de la fobia. La angustia de castración recibe otro objeto y una formulación desfigurada: ser mordido por el caballo, en vez de ser castrado por el padre. La formación sustitutiva tiene dos ventajas: que esquiva un conflicto de ambivalencia, pues el padre es también un objeto amado, y que permite al yo suspender el desarrollo de angustia. La angustia de la fobia es facultativa, solo emerge cuando el objeto en asunto es percibido. Solo entonces está presente la situación de peligro. No podría evitar la presencia del padre, pero si la visión del caballo para quedar exento de peligro y angustia. Impone a su yo una limitación, produce una inhibición para no encontrarse con los caballos. La fobia tiene el carácter de proyección, porque sustituye el peligro pulsional interior por un peligro de la percepción exterior. Otra ventaja es que uno puede protegerse del peligro exterior mediante la huida, del interior no. El peligro pulsional no lo es en sí mismo, sino que lo es porque conlleva un peligro exterior real: la castración. En el fondo solo se ha cambiado un peligro exterior por otro. La angustia de las zoofobias es una reacción del yo frente al peligro, una angustia señal. La única diferencia con respecto a la angustia relista que se manifiesta en situaciones de peligro es que el contenido queda inconsciente. La fobia sobreviene siempre que se repite las condiciones de la primera vez que sufrió y no se tienen las medidas defensivas. Siempre sobreviene a continuación de una lucha defensiva, que ahora se dirige contra el síntoma. En la neurosis obsesiva el motor de toda formación de síntoma es la angustia del yo frente al súper yo. La hostilidad del súper yo es la situación de peligro del cual se teme. Aquí no hay proyección, el peligro está interiorizado. El castigo del súper yo es un eco del castigo de castración. Esa angustia está encubierta y e yo se sustrae de ella ejecutando obediente los mandamientos. Tan pronto esto le es impedido emerge un malestar penoso. La angustia es la reacción frente a la situación de peligro, se le ahorra si el yo hace algo para evitar la situación de peligro. Los síntomas son creados para evitar las situaciones de peligro. La angustia de muerte debe considerarse como un análogo a la angustia de castración.  
 

Análisis de la fobia de un niño de cinco años (1909)

      El historial no proviene de la observación directa de Freud, sino que este ha orientado al padre de Hans en el tratamiento, en su conjunto. Cuando no había cumplido aún tres años exteriorizaba un interés particular por el hace pipí. Un día le preguntó a su mamá si esta poseía un hace pipí y esta contestó terminantemente que sí. Ese interés particular lo lleva a tocarse el miembro. A los tres años y medio su madre lo encentra con su mano en el pene y lo amenaza con que va a llamar a un doctor para que se lo corte si no deja de hacer eso. El todavía responde sin culpa. La curiosidad de Hans lo convierte en un investigador. A los 3 ¾ años descubre que las cosas animadas tienen un hace pipí y las inanimadas no lo tienen (locomotora). Ha distinguido un rasgo esencial para distinguir entre las cosas animadas e inanimadas. Vuelve a preguntarle a la madre por su hace pipí cuando la ve desvestirse, y dice que supone que como era tan grande su hace pipí debía ser como el de un caballo. Ella vuelve a afirmar que tiene un hace pipí. Cuando tenía 3 /2 años nació su hermana Hanna. Hans conectó el gemido de la mamá con el venir de la cigüeña. Cuando ve la bacinilla llena de sangre señala “de mi hace pipí no sale sangre”. Todas estas sentencias muestran que él logra relacionar la situación con la llegada de la cigüeña. Se ha afianzado en él l primer desconfianza hacia la cigüeña. Hans se muestra muy celoso de la hermana, y cuando la alaban la menosprecia diciendo lo que aún no puede hacer. Contrajo una fiebre en la que se lo oyó decir “yo no quería tener una hermanita”. Pasado medio año se superaron los celos y se volvió un hermano cuidadoso y protector. Observando un baño de su hermana acota “pero su hace pipí es muy chiquito” y luego agrega “pero cuando ella crezca crecerá”. A los 3 ¾ años brinda el primer relato de un sueño, donde figura que está en Gmunden con un de sus amiguitas. Llamaba a sus amigos de Gmunden como “mis hijos”, y dice que los trajo la cigüeña (contradice en voz alta la duda que alberga en su interior. Cuando el papá dibuja una jirafa, él le pide que le agregue un hace pipí, luego lo hace por el mismo y le hace una muy grande. Hans muestra tendencias homosexuales ante sus compañeros de juego (“¿cual de las chicas te gusta más?” “Fritzl”), así como también es muy galante con las niñitas. Un día, a las 4 ½ años, la mamá lo estaba bañando y, cuando le paso el dedo por el hace pipí, Hans le dijo “porque no pasas el dedo por ahí”, la madre le responde que eso es una porquería, y él le dice “pero gusta”. A los 4 ¼ años Hans muestra el primer sueño que se ha vuelto irreconocible por desfiguración: “uno dice ¿quién quiere venir conmigo? Y otro dice yo, entonces tiene que hacerlo hacer pipí”. El placer exhibicionista es ahora reprimido.

      A los 4 ¾ años comienza la fobia. Tiene miedo de que lo muerda un caballo, y no puede salir a la calle. El primer sueño de angustia de Hans describe que él pensó que la mamá estaba lejos y no tenía ninguna mamá para hacerse cumplidos. El 7 de enero va al parque con la niñera, en el camino se pone a llorar y pide que lo lleven a su casa a hacer cumplidos con su mamá. El 8 de enero sale a pasear con la mamá, y de nuevo empieza a llorar, y no quiere seguir caminando. De regreso en la casa confiesa que el miedo era a que lo muerda un caballo. La mamá le pregunta si se pasa la mano por el hace pipí, él contesta que sí; se lo previene que no lo haga, al despertar confiesa haberlo hecho “un ratito”. La perturbación se introduce con unos pensamientos tiernos angustiados, y luego con un sueño de angustia. Contenido de este último: perder a la madre, de suerte que no se puede hacer más cumplidos con ella. La ternura hacia la madre se ha acrecentado enormemente, y esto es lo que súbitamente te vuelca en angustia, sucumbe a la represión. Esta angustia corresponde a la añoranza erótica reprimida; carece en un primer momento de objeto: es todavía angustia y no miedo. Al anochecer se angustia mucho antes de meterse en la cama. Quiere conseguir mover al padre para dormir junto a la madre. La angustia corresponde a una añoranza reprimida. La añoranza se podría mudar en satisfacción plena aportándole el objeto ansiado. En el segundo paseo sale con la madre y tiene angustia: es una añoranza no saciada. La angustia se ve precisada a hallar un objeto. La angustia patológica es una sensación de añoranza angustiada desde el momento en que ya no se le puede cancelar aportándole el objeto deseado. La angustia surge porque se está deshabituando del onanismo. Hans relata la historia de un padre que le dice a su hija “no pases los dedos por el caballo blanco, de lo contrario te morderá”. Hans logra ver una conexión entre la tontería y pasarse la mano por el hace pipí. Tiene una fantasía onanista en la que cree ver el hace pipí de la mamá. El padre le realizó un esclarecimiento sexual. Le tiene miedo a los animales grandes porque su gran hace pipí les recuerda el déficit en el propio. La amenaza de castración adquiere vigencia ahora, con efecto retardado. El sueño de las jirafas: “en la noche había la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, y la grande ha gritado porque yo le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar y yo me he sentado encima de la jirafa arrugada”. La jirafa grande es el padre, el pene, y la jirafa arrugada la madre, su miembro. Él grita cuando Hans y la mamá se hacen cumplidos. El sentarse encima es una desfiguración de tomar posesión. Genera una satisfizo por el triunfo sobre la resistencia paterna. Le cuenta al padre una fantasía donde ellos dos se cuelan por debajo de una soga a ver a los carneros y el guardia los atrapa. También pensó que viajaba con el padre en ferrocarril, y rompieron una ventanilla y el padre los ha llevado. Con esto completa la fantasía de las jirafas, él sabe que no es correcto tomar posesión de la madre, ha chocado con la fantasía del incesto. A Hans le molestaba lo negro alrededor de la boca y de los ojos que tenían los caballos. Freud lo relacionó de inmediato con el bigote y los anteojos del papá, y le dijo que no tiene que tener miedo de querer tanto a la madre, porque el papá no está enojado. Le dijo que desde antes que él naciera Freud ya sabía que iba a nacer un chico que se llamaba Hans que iba a querer mucho a la mamá y le iba a tener miedo al papá. En él luchan el amor al padre y la hostilidad contra él. Tiene miedo que:

- Los caballos se tumben cuando se dan vuelta.

- Cuando se ponen en movimiento.

- A los caballos de tiro.

- A los carruajes que pasan rápido.

- A los carros mudanceros.

- A los que tienen algo negro en la boca y en los ojos.

      Se le advierte que no siga yendo a la cama de la mamá porque seguirá teniendo la tontería; él dice que seguirá yendo aunque siga teniendo miedo. No quiere dejarse prohibir la mamá. Tiene miedo de ver a los caballos que se tumban. Hans dice haber cogido la tontería la vez que estaba de paseo con la mamá y vio un caballo que se tumbó. Se asustó porque el caballo hizo barullo con las patas. Hans en ese momento sintió el deseo que el padre cayera de ese modo y quedara muerto. La mamá muestra unos calzones amarillos que se compró y Hans empieza a escupir en el piso. Dice que escupió y dijo puf porque le dio asco. Esto oculta a un placer ya reprimido de ver a la mamá haciendo lumpf. Recuerda una vez que estaban jugando al caballito y Fritzl se cayó y se lastimó la rodilla. Sueña que viene un mecánico y desatornilla la bañera, y luego le mete un taladro en la panza. Hans se figura que Hanna estuvo en una cesta y que la sacaron; esto hace alusión al vientre grande de la madre, que después de nacer Hanna desapareció. Ya aparece una vez más la incredulidad hacia la cigüeña. Hans confiesa que cuando el padre no lo deja estar con la madre desea que se tumbe como el caballo y como Fritzl. El deseo de Hans de embromar al caballo está dirigido por un deseo sádico contra la madre y uno hostil contra el padre. Le falta al niño una pieza fundamental para entender las relaciones sexuales mientras no conozca los genitales femeninos. A esta altura recién los padres logran dar un esclarecimiento certero. Hans fantasea que tiene hijos con la madre y que el papa es el abuelo y está casado con la abuela. La fantasía del fontanero: ha venido un fontanero y le ha quitado el trasero, luego le ha dado otro, y le a quitado el hace pipí. Hans ha solucionado su fobia, solo le queda un resto que exterioriza a través de preguntas sobre como funcionan las cosas, y sobre que tienen que ver los papás con los bebés. La fobia surge cuando la excitación sexual se transmuda en angustia. Fue tras la represión que empezó a temer a los caballos, a los que antes anudaba tanto placer. La fobia se explica por la represión de aquellas inclinaciones agresivas, la hostil hacia el padre y la sádica hacia la madre.  
 

Las Neuropsicosis de defensa (1894)

      En la histeria se presencia una escisión de la conciencia con formación de grupos psíquicos separados. La base y condición de la histeria es el advenimiento de unos estados de conciencia peculiarmente oníricos, con una aptitud limitada para la asociación, llamados estado hipnoides por Breuer. La escisión de la conciencia es secundaria, adquirida; se produce en virtud de las representaciones que afloran en estados hipnoides que están segregadas del comercio asociativo con el restante contenido de la conciencia. La escisión del contenido de la conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo. No es que el enfermo se propone una escisión de su conciencia; su propósito es otro, pero él no alcanza su meta, sino que genera una escisión de conciencia. Freud solo toma un tipo de histeria: histeria de defensa (separándola de la hipnoide y la de retención). Son todas histerias adquiridas, no son hereditarios. Estos pacientes enfermaron porque sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vid de representaciones. Se presentó a su yo una representación, un afecto, una vivencia, una sensación que presentó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla, no confiando en poder solucionar con su yo mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción que esa representación presentaba. Por lo general son vivencias sexuales sofocadas. El esforzarse por apartar pensamientos no es patológico de por sí, lo que sucede en estos pacientes es que el olvido no se logró sino que llevo a diversas reacciones patológicas. La tarea que el yo defensor se impone es tratar como no acontecida a la representación inconciliable, es directamente insoluble para él. Una vez que la huella anémica y el afecto adherido a la representación están ahí, ya o se los puede extirpar. Por lo que se debe intentar convertir esta representación intensa en una débil, arrancándole el afecto. Esa representación débil dejará de plantear problema al trabajo asociativo. Pero la suma de la excitación extirpada de ella debe ser aplicada a otro empleo. Aquí es donde se diferencia la fobia, la histeria y las representaciones obsesivas. En la histeria el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación: conversión. La conversión puede ser total o parcial, y sobrevendrá en aquella inervación que posea un nexo asociativo con la vivencia traumática. El yo ha quedado exento de contradicción, pero tiene sobre sí un lastre mnémico, que habita la conciencia de modo parasitario. El momento traumático es el núcleo de la escisión histérica, y su engrosamiento se produce a través de momentos traumáticos auxiliares. El método catártico busca volver a conducir a la excitación a la representación y abraccionarla por medio del habla. Lo característico de la histeria es la aptitud para la conversión. En las representaciones obsesivas y en las fobias la excitación queda en el ámbito psíquico. El afecto se adhiere a otras representaciones en sí no inconciliables, que en virtud de este falso enlace devienen representaciones obsesivas. La representación obsesiva es un subrogado de la representación sexual inconciliable. Todos estos procesos acontecen sin conciencia. Es mucho más ventajoso para el yo la conversión que el falso enlace, ya que el afecto no queda en el psiquismo. 
 
 
 

Nuevas puntualizaciones sobre las Neuropsicosis de defensa (1896)

      Los síntomas de la histeria son producto de unas vivencias de la vida sexual de eficiencia traumática. Para la causación de la histeria no basta con que en un momento cualquiera de la vida se presente una vivencia que roce la vida sexual y devenga patógena por el desprendimiento y la sofocación de un afecto penoso; es preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez temprana y su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales. Se resume como una vivencia de pasividad sexual en períodos pregenitales. No son las vivencias mismas las que poseen un efecto traumático, sino solo su reanimación como recuerdo, después que el individuo ha ingresado en la madurez sexual. En la histeria se corrobora como algo muy nocivo la masturbación infantil. Entre los dos y los diez años es el límite en el cual puede afectar la vivencia de pasividad. Las vivencias y excitaciones que ocasionó el estallido de la histeria en la pubertad solo ejercen su efecto por despertar la huella mnémica de los traumas de la infancia, que no deviene conciente, sino que conduce al desprendimiento del afecto y la represión. Las representaciones obsesivas tienen de igual modo por premisa una vivencia sexual infantil. A partir de la pubertad se resignifica la vivencia infantil. Pero no se trata como en la histeria de una pasividad sexual, sino de unas agresiones ejecutas con placer, es una actividad sexual. Pero se supone una escena de pasividad anterior a la de actividad sexual. La naturaleza de la neurosis obsesiva son reproches mudados en represión, referidos a la infancia, a una acción sexual realizada con placer. En un período de inmoralidad infantil ocurren los sucesos que tienen el germen de la neurosis posterior. Primero se ubica una vivencia de seducción, pasiva; luego una de agresión placentera; luego hay un período de represión, donde se evidencia una salud aparente donde hay síntomas defensivos primarios (escrúpulos de la conciencia moral, limpieza); y por último aparecen los reproches, como retorno de lo reprimido, fracaso de la defensa. Los reproches aparecen disfrazados e la conciencia, por las representaciones obsesivas. Son formaciones de compromiso entre las representaciones reprimidas y las represoras. Puede ingresar a la conciencia solo la acción reproche, o también el afecto reproche ella anudado. Las representaciones están doblemente desfiguradas: algo actual reemplaza algo infantil, y algo no sexual reemplaza algo sexual. El reproche se puede mudar en vergüenza, angustia hipocondríaca, angustia social, angustia religiosa, delirio de ser notado, o angustia de tentación. El retorno de lo reprimido significa síntomas de compromiso, y el fracaso de la defensa originalmente lograda. Esta lucha por defenderse de los retoños de lo reprimido crea l defensa secundaria. Las acciones obsesivas son medidas protectoras contra las representaciones obsesivas. Las acciones obsesivas son la respuesta al intento satisfactorio de la defensa secundaria. Las acciones obsesivas se agrupan en: medidas expiatorias (ceremoniales, números), preventivas (fobias, supersticiones), miedo a traicionarse (colecciones de papeles), aturdimiento. 
 

Sobre la justificación de separar la neurastenia de un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia (1894)

      Freud llamó neurosis de angustia a un complejo de síntomas cuyos componentes se pueden agrupar todos entorno del síntoma principal: la angustia. Esta se puede observar en forma aislada o en combinación con otras neurosis. El cuadro de la neurosis de angustia comprende los siguientes síntomas:

En algunos casos de la neurosis de angustia la etiología es una grave tara hereditaria. En la neurosis adquirida la etiología sexual. En el sexo femenino la angustia sobreviene en lo siguientes casos: - angustia virginal, - angustia de las recién casadas, - angustia de las mujeres víctimas de la eyaculación precoz o coito interrumpido, - angustia de las viudas y abstinentes, - angustia del climaterio. En los hombres se da en: -angustia de los abstinentes voluntarios, - angustia de lis varones con excitación frustrada, - angustia de los varones con coito interrumpido. Y hay dos casos que valen para ambos sexos: - los que estaban acostumbrados a la masturbación y la abandonan, se han vuelto incapaces de soportar la abstinencia, y el trabajo excesivo. Las relaciones anormales de la vida sexual son la etiología, aunque estas no siempre devengan patógenas. Aunque el coito interrumpido no provoque la neurosis de angustia, predispone a su adquisición. La neurosis de angustia estalla tan pronto como el efecto latente del factor específico se suma el influjo de otro factor específico, el banal. La angustia que está en la base de estos fenómenos no admite ninguna derivación psíquica. Se trata de una acumulación de excitación. La neurosis de angustia se conjuga con el más nítido aminoramiento de la libido sexual, del placer psíquico, toda necesidad se ha extinguido en ellos. Se trata de una acumulación de excitación, que la angustia, correspondiente de esa excitación acumulada, es de origen somático, con lo cual lo acumulado sería una excitación somática. Esa excitación acumulada es de naturaleza sexual y va apareada con una mengua de la participación psíquica en los procesos sexuales. El mecanismo de la neurosis de angustia es la desviación de lo psíquico de la excitación sexual somática y recibir un empleo anormal. El estado psíquico de tensión libidinosa conlleva el esfuerzo a cancelar esa tensión. Este alivio psíquico solo es posible por el camino de la acción específica. Se genera neurastenia toda vez que el aligeramiento adecuado es sustituido por una menos adecuada; en cambio, llevan a la neurosis de angustia todos los factores que estorban el procesamiento psíquico de la excitación sexual somática. Los fenómenos de la neurosis de angustia se producen cuando la excitación sexual somática desviada de la psique se gasta subcorticalmente, en reacciones no apropiadas. Los síntomas de la neurosis de angustia son subrogados de la acción específica omitida que sigue la excitación sexual. En el coito normal la excitación se gasta. La psique cae en el afecto de la angustia cuando se siente incapaz para tramitar, mediante la reacción correspondiente, un peligro que se avecina desde afuera; cae en la neurosis de angustia cuando se nota incapaz para reequilibrar la excitación sexual endógenamente generada. Se comporta como si proyectara la excitación hacia fuera. En la neurosis el sistema nervioso reacciona ante una fuente interna de excitación, como en el afecto correspondiente lo hace ante una análoga fuente externa. Siempre  que se presente una neurosis mixta se puede demostrar una contaminación entre varias etiologías específicas. Con la neurastenia comparte que la fuente de excitación reside en el ámbito somático y no psíquico. Pero se diferencia en que sus síntomas se dan por empobrecimiento de excitación, mientras que los otros se dan por acumulación. Con la histeria comparte que en ambas se da una insuficiencia psíquica a raíz de la cual se producen unos procesos psíquicos anormales. Un proceso psíquico interviene en la desviación hacia lo somático.  
 

Dos notas sobre el niño

      El síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. El síntoma se define, en este contexto, como representante de la verdad. El síntoma puede representar la verdad de la pareja familiar. El síntoma que llega a dominar compete a la subjetividad de la madre. El niño está involucrado directamente como correlativo de un fantasma. Cuando la distancia entre la identificación con el Ideal del Yo y la parte tomada del deseo de la madre no tiene mediación (la que asegura normalmente la función del padre), el niño queda expuesto a todas las capturas fantasmáticas. Se convierte en el objeto de la madre y su única función es entonces develar la función de ese objeto. El niño realiza la presencia del objeto a en el fantasma. Satura de ese modo sustituyéndose a ese objeto, el modo de falta en el que se especifica el deseo de la madre, sea cual fuera la estructura especial de este deseo (neurótica, psicótica o perversa).  El niño aliena en él todo acceso posible de la madre a su propia verdad, dándole cuerpo, existencia e incluso la exigencia de ser protegido. El síntoma somático le ofrece a este desconocimiento el máximo de garantías. En la relación dual con la madre, el niño le da, como inmediatamente accesible, aquello que le falta al sujeto masculino, el objeto mismo de su existencia, aparecido en lo real. Le da una constitución subjetiva que implica la relación con un deseo que no sea anónimo. Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de la madre: en tanto sus cuidados están asignados por un interés particularizado. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la ley del deseo. 
 

Primera nosología freudiana, Mazzuca.

      Freud opone neurosis (actuales) y neuropsicosis (más tarde psiconeurosis). En el primer grupo va a ubicar a la neurastenia y la neurosis de angustia. En las neuropsicosis ubica a la histeria, las obsesiones y fobias, confusión alucinatoria y paranoia.  En esta primera nosología todavía no se encentra la distinción entre psicosis y neurosis. De las entidades clínicas que componen esta nosología hay dos que son inventos de Freud: la neurosis de angustia y la obsesiva.  Durante siglos la noción de histeria permaneció inmodificada como accesos histéricos, y se la consideraba como una enfermedad propia del útero, y por lo tanto, como una enfermedad propia de las mujeres más tarde se la considero como una enfermedad nerviosa. Esta última concepción será modificada por Freud ya que Charcot nunca fue más allá de la concepción de que la sintomatología histérica era idéntica a la de los síntomas con lesiones verificables. Hay dos características decisivas en el estudio de Charcot sobre la histeria: una es la demostración de la objetividad de los síntomas (para él los síntomas son objetivo, y por lo tanto debían ser orgánicos. Por esto último también son inconscientes). La otra cuestión es que excluye una demarcación entre histeria y otras entidades, así como entre histeria y neurastenia. La ruptura que Freud introduce es generar la idea de que hay algo que puede ser psíquico e inconsciente. Hay un segundo periodo donde Charcot sostiene que la hipnosis es una neurosis artificial. Descubre que bajo la hipnosis y por sugestión se pueden generar síntomas idénticos a los que se producen en la histeria espontáneamente. Pero es Freud quien va a postular el carácter psíquico de la misma. Los antecedentes de la primera nosología en la obra de Freud es el escrito acerca de las parálisis histéricas y la parálisis motrices. Freud sostiene que se le ha atribuido a la histérica la capacidad de simular, pero ella nunca simula parálisis de proyección, sino que simula de representación. Por otro lado se distingue de la parálisis cortical porque la parálisis histérica tiene una delimitación exacta y una intensidad excesiva. Es una exactitud respecto del cuerpo libidinisado, y no biológico. La histeria se comporta en su parálisis como si la anatomía no existiera. Es la concepción popular de “cuerpo” la que está en juego en las parálisis histéricas. Esto sucede porque esa representación está cargada con un gran valor afectivo y no puede ser tramitada. Ese exceso será lo traumático. En todos los casos el órgano paralizado está envuelto en una asociación subconsciente provista de un gran valor afectivo y se libera cuando ese valor se borra. Cuando un suceso cargado de cierto valor afectivo, no se tramita, el recuerdo de esa impresión se vuelve traumático. A Freud le interesa demostrar que no hay lesión, y que la idea sea apartada no significa que desaparezca. Lo que importa es la idea del órgano, y no el órgano en sí. Para llegar  a su primera nosología Freud realiza tres operaciones: 1. Extrae la histeria de las neurosis y la lleva a una nueva categoría: las neuropsicosis. 2- al sacar a la histeria queda un lugar vacio que no puede ser cubierto por ninguna de las entidades existentes: crea la neurosis de angustia. 3- ubica como pareja de la histeria a la neurosis obsesiva, creada por él. Freud otorga un mecanismo específico psicológico a las neurosis actuales, para la producción de síntomas. Considera que la etiología de ambos grupos es de origen sexual.  
 

La elaboración lacaniana de la neurosis obsesiva, Mazzuca.

      Dentro de las neurosis, la diferenciación histeria – neurosis obsesiva no es excluyente. Para Lacan las estructuras subjetivas se llaman así porque el sujeto resulta un fenómeno de dichas estructuras y sus diferentes componentes. Lacan, al igual que Freud, ubica la neurosis obsesiva en continuidad con la histeria. En el caso de la histeria, la estructura del lenguaje es ubicada como recortando el cuerpo, y en el obsesivo produciendo el pensamiento como algo extraño, parásito hasta cierto punto. El término cizalla se aplica tanto al instrumento de corte como al producto que resulta de este: este es el modo en el que Lacan considera al lenguaje y a sus consecuencias de corte. Lacan considera que el hombre concibe su pensamiento de un modo parasitario, de exterioridad, de extraño, de algo Otro. Embarazo significa impedimento, dificultad, obstáculo. El registro simbólico impone al sujeto, para satisfacer sus necesidades, dirigirse al otro con un pedido que no puede formular sino con significantes. En esto consiste la demanda, que no puede realizarse si no es con los significantes que existen previamente en el Otro. Aún en el caso de la aceptación de la demanda, se produce siempre sobre el fondo de la posibilidad de rechazo el Otro queda ubicado en el lugar de omnipotencia, que puede aceptar o rechazar la demanda del sujeto. El sujeto demanda la buena disposición de la voluntad del Otro, esto es, la demanda de amor. A su vez, como los significantes de la demandan nunca coinciden exactamente con los de la necesidad la frustración de la necesidad se impone por estructura. Aunque el sujeto interpreta que viene de la respuesta del Otro: cree que se rehúsa a satisfacerla. El Otro de la palabra quien, por omnipotencia supuesta originariamente, aparece como el que rehúsa a dar satisfacción. Surge así el deseo, que representa el intento de recuperar la singularidad perdida de la necesidad, en su pasaje a través del significante de la demanda. El deseo no coincide con el significante, siempre lo desborda, se ubica entre sus intervalos, y, sobre todo, en el intervalo que hay entre los dos niveles de la demanda: el deseo está más allá d cada demanda particular y más acá de cada demanda de amor. La destructividad del obsesivo se articula en un anhelo de muerte. Se trata de un deseo de muerte de otro, y más un, la demanda de la muerte del Otro, como se ve claramente en el texto de los temores obsesivos. La ambivalencia obsesiva queda planteada en términos de demanda, como un a demanda de la muerte del Otro, y como una demanda de amor, que va en término exactamente contrario, ya que el amor tiene el efecto de hacer existir al Otro. Este e el callejón sin salida de la estructura obsesiva: es irresoluble en la medida en que se trata de dos términos contradictorios se impone la lógica de la imposibilidad, la satisfacción de uno impide el cumplimiento del otro. Es un movimiento de oscilación, donde el sujeto se ve lanzado hacia los dos extremos. La demanda de muerte requiere ser formulada en el lugar del Otro, en el discurso del Otro. El deseo del obsesivo es la muerte del Otro, pero necesita estructuralmente del lugar del Otro para sostenerse en tanto deseo. El obsesivo espera la muerte del amo. Esta espera le sirve porque se interpone entre él y la muerte. El obsesivo no asume su ser - para la muerte, está todo en suspenso: “cuando el amo muera todo empezará”. La espera y la postergación es lo clásico de la neurosis. El obsesivo encentra en el Otro su amo, y como su fiel esclavo espera su muerte para empezar a vivir. Esta posición de espera es una coartada del obsesivo para no comprometerse con su deseo. Atribuye al Otro la imposibilidad de su conducta, para desligarse así de su responsabilidad en la vida. Se protege de esa carencia para no correr riesgos, y en especial, el del deseo. Además de creer que el impedimento viene del Otro, cree en su propia impotencia como coartada. El obsesivo cultiva su impotencia, cree que no puede para postergar su deseo, o para evitar encontrarse con el deseo del otro. Otra manera de evitar el deseo del Otro, es reducir el deseo a la demanda; de aquí que el obsesivo viva pidiendo permiso y haciéndose autorizar por el Otro. O al contrario, se hace prohibir por el Otro. Se encarga de satisfacer la demanda del Otro. Se pone en la más extrema dependencia respecto del Otro. Hacerse prohibir es otra forma de reducir el deseo a la demanda, y de sostener Otro consistente. El obsesivo hace de a prohibición misma el objeto de su deseo. De este modo resulta un deseo cuyo cumplimiento es imposible, pero no se extingue. Es su manera de sostener un deseo: un deseo a distancia para que el deseo subsista. El obsesivo resuelve la cuestión de la evanescencia de su deseo con un deseo prohibido; se lo hace sostener por el Otro, precisamente por la prohibición del Otro. El movimiento de oscilación entre un extremo y otro produce la sensación de un callejón sin salida. Entre ambos se encuentra el deseo, anulado, pero cuyo lugar se sostiene. Cada vez que el obsesivo se acerca a su objeto de deseo este se esfuma. Nunca puede acercarse a lo que quiere porque si se acerca, ya no lo quiere. Para evitar el deseo del Otro busca reducirlo a demanda; o puede ir mas lejos e intentar matar el deseo. Hay otras dos formas para sostener al Otro de la demanda en la estructura obsesiva: el desafío y el regalo. El regalo es un don del sujeto al Otro. El desafío es querer hacer algo fuera de lo común, que quede registrado. Para ganar un desafío hace falta alguien que registre y la garantía del testimonio. Lo que está en juego no es la satisfacción en su realización misma, sino el reconocimiento del Otro. Insatisfacción e imposibilidad son dos características del deseo que resultan resaltadas en las dos neurosis: en la histeria, para sostener el deseo, el sujeto cultiva la insatisfacción; en la neurosis obsesiva se apoya en la imposibilidad misma del deseo. Mientras el histérico acentúa el lugar del Otro como lugar de deseo, el obsesivo promueve la relación con el objeto como condición absoluta del deseo. El deseo el desear el deseo del Otro. En la histeria el deseo sigue vivo, y puede ser cumplido según ciertas exigencias. La histeria acentúa el deseo como deseo del Otro, la neurosis acentúa el fantasma. El obsesivo hace del objeto de su deseo una condición absoluta que se la impone al Otro. La postergación del deseo en el obsesivo concluye en la evitación del acto.  
 

Fantasías perversas en los neuróticos, Schejtman.

      Freud no llega a aislar la perversión como estructura clínica, es Lacan el que lo hace. Freud dice que un síntoma es la figuración, realización, de una fantasía de contenido sexual. El síntoma histérico no trae consigo este sentido, sino que le es soldado con él, y en cada caso puede ser diverso de acuerdo a los pensamientos que pugnan por expresarse. El sentido del síntoma solo se agrega secundariamente por vía de una soldadura, que le otorga al síntoma una intencionalidad que originariamente carece. El síntoma es primero en la vía psíquica un huésped mal recibido, al principio no cumple ningún cometido útil dentro de la vida psíquica, pero lo obtiene secundariamente. Los sentidos se agregan ulteriormente volviendo útil al síntoma: la ganancia secundaria de la enfermedad. Para Lacan el sentido es un efecto imaginario, mientras que la causa del síntoma tiene asiento en lo real. Freud llama solicitación somática al “hueso duro” del síntoma. Cuando Dora dice que su padre “es un hombre de recursos”, Freud interpreta que hace referencia a la impotencia de su padre, y cuando le señala la contradicción, Dora dice que no es tal porque sabe que hay muchas formas de satisfacción sexual: ahí devela la fantasía. A partir de esta interpretación parece haber habido un levantamiento del síntoma. La fantasía que sostiene el síntoma de Dora de la tos estaría relacionada con la fantasía puesta en juego por un fellattio de la señora K hacia el padre de Dora. La rectificación que hace Lacan de esta interpretación es que los hombres impotentes suelen hacer cunnilingüs a las mujeres con las que están: el padre es el que chupa ahí, y con él es con quién se identifica Dora. Donde el padre chupa, Dora tose. Esta fantasía que sostiene la tos de Dora es designada por Freud como perversa. Las conductas perversas son aquellas que se desvían de la norma, ya sea por objeto o por meta. Freud dice que las psiconeurosis son el negativo de la perversión. Todos los psiconeuróticos son personas con inclinaciones perversas muy marcadas, pero sofocadas y devenidas inconscientes lo que exhiben las fantasías de los neuróticos es lo que los perversos hacen a la luz con conciencia clara. La fantasía neurótica es de carácter perverso. Esta sexualidad reprimida es, mayoritariamente, la formadora de los síntomas neuróticos. El psicoanálisis permite colegir la fantasía inconsciente que se esconde tras el síntoma, para luego hacer que devenga conciente. En un primer tiempo de la masturbación infantil se presenta como una empresa autoerótica pura, una pura satisfacción, sin referencia a la fantasía. Este paso de satisfacción autoerótica pura, sin ningún marco fantasmático, es una necesidad lógica. En un segundo tiempo, a esta pura autosatisfacción se le suma la fantasía. Se suelda con una fantasía – deseo tomada del círculo del objeto de amor. Esta fantasía se suelda, haciendo referencia a que son objetos heterogéneos. No es lo mismo el goce situado al nivel de las pulsiones anárquicas, que aquel que resulta del marco que provee la fantasía. El síntoma neurótico hereda ambas satisfacciones: el goce autoerótico y aquel que proviene de la fantasía. Luego se renuncia a esta forma de goce masturbatorio y se reprime la fantasía, que deviene inconsciente. Por último, el síntoma neurótico viene al lugar de la masturbación abandonada la soldadura del goce pulsional con la fantasía calificada de perversa. Los pasos de la formación de síntoma son:

  1. empresa autoerótica pura
  2. soldadura con una fantasía perversa
  3. Renuncia a la masturbación
  4. Represión de la fantasía
  5. formación del síntoma patológico.

La solicitación somática para la tos de Dora e que ella haya sido una chupeteadora.  La precondición para la solicitación somática es la intensa actividad de la zona erógena temprana edad. En el momento en que Dora chupetea todavía no está engarzada ninguna fantasía, es pura satisfacción autoerótica. La primer escena que Dora recuerda, donde está sentada chupándose el pulgar y dando tironcitos de la oreja de su hermano, ya hay presencia de un fantasma que enmarca la pulsión.  Esa escena con el hermano, dice Lacan, es la matriz imaginaria donde han venido a vaciarse todas las situaciones que Dora ha desarrollado en su vida. El fantasma de Dora organiza todas sus relaciones con sus objetos de amor. En el caso del síntoma de la tos de Dora vemos que la empresa autoerótica pura es la satisfacción de la pulsión oral a través del chupeteo; la soldadura con la fantasía es la primer escena que recuerda con el hermano, y también la fantasía de su padre y la señora K. todo esto da por resultado la formación del síntoma patológico que es la tos. El fantasma tiene por función transforma el goce pulsional (no sujeto al principio del placer) en un goce limitado, ajustado al principio del placer. Goce placentero, dormitivo, moderado entonces es el que proviene del fantasma. La fantasía sostiene y se expresa en los síntomas. El fantasma es una repuesta anticipada a la pregunta que podría formularse acabadamente si el neurótico la desplegara hasta alcanzar el significado de la falta en el Otro. Allí se podría escribir freudianamente el trauma. Lo traumático es el sin sentido del deseo del Otro, y el fantasma es una respuesta de sentido. En el síntoma neurótico quedan comprometidos dos goces heterogéneos: el pulsional y el fantasmático. Freud considera perverso tanto el fantasma (fantasía en términos de él) como el síntoma propio. Los son, pero no en el mismo sentido: las fantasías son perversas por sus contenidos, mientras que el de las pulsiones es su carácter parcial, el objeto “normal” es lo que falta.  
 

El síntoma obsesivo: un pensamiento que embaraza el alma, Godoy.

      La cura es una demanda que parte de la voz del sufriente, de alguien que sufre de su cuerpo, histeria, o de su pensamiento, neurosis obsesiva. El síntoma obsesivo surge como un pensamiento que embaraza, entorpece lo psíquico. Rompe con la idea de que lo psíquico domina sus formaciones. La irrupción del síntoma obsesivo desbarata esa idea de dominio, muestra el surgimiento insistente, irreductible y compulsivo de un pensamiento que la psiquis no puede manejar.  Se compara con la sensación de estar en una situación difícil o molesta, incómoda. Se trata, no solo de la barra, sino de la experiencia de la barra en el Otro. Dicha experiencia implica una forma ligera de angustia, no saber que hacer. La obsesión obtiene menor ganancia con respecto a la histeria: el monto de afecto constituye una presencia perturbadora, y la representación sustitutiva, devenida obsesiva, introducirá en lo anímico el efecto de cizalla. Tanto el síntoma histérico como el obsesivo son efectos de corte. En la conversión se produce el recorte del conjunto imaginario del cuerpo por una vía que no responde a la anatomía. La representación obsesiva es producto de un recorte  en la unidad imaginaria de los pensamientos conscientes del Yo. Lo psíquico queda así recortado y perturbado en su unidad imaginaria por el síntoma obsesivo, y es por eso que se pondrá luego en marcha la defensa secundaria para intentar resolver la tensión. El obsesivo padece el desdoblamiento por “Otra” ilación de pensamiento, aquella que resulta comandada por el recuerdo reprimido, activado por la impresión actual, llegan a una conclusión absurda, que no carece lógica pero que es inconsciente la misma, por esa razón aparece como “absurda” en la conciencia. El sujeto obsesivo queda dividido entre dos conclusiones: la absurda y la resultante del pensar normal; con el agregado de que la conclusión absurda se le impone pese a no reconocerla como dotada de carácter lógico. El síntoma obsesivo introduce un corte en el “cuerpo” de los pensamientos. No toda representación obsesiva aparece necesariamente como absurda. Puede que las dos conclusiones sean similares, y el pensar normal se comporta ahora, psicológicamente, como una representación obsesiva. En la primera época de Freud, la representación obsesiva es un retorno desfigurado del reproche de una acción sexual realizada con placer. La representación obsesiva termina siendo una nueva forma (desfigurada) de la representación inconciliable, la irrupción de un goce que perturba el funcionamiento del conjunto de las representaciones del Yo. En un primer momento Freud considera que la duda es una consecuencia del recorte que introduce la representación obsesiva. En otras oportunidades Freud le atribuye otra función: hace de ella una de las formas de la defensa secundaria frente a la representación obsesiva: la compulsión a cavilar, la compulsión a pensar y a examinar y la manía de duda. Constituyen el intento de adueñarse de la idea obsesiva por medio del trabajo lógico  y el uso de la memoria conciente. Hay una fuerte oscilación de la convicción: el sujeto muestra estar fuertemente convencido de dos cosas opuestas al mismo tiempo; esto también se denomina “escisión de las convicciones”. La duda es, en realidad, una escisión de las convicciones producto de la desconexión que desgarro los nexos causales, es una consecuencia sintomática directa de ella. La producción de incertidumbre del obsesivo es un mecanismo para aislar al sujeto del mundo. El obsesivo intenta no tomar información, no tener noticia alguna, que habría precipitado una decisión del conflicto. Todo esto está al servicio de la postergación. La omnipotencia de pensamiento es introducida por Freud en el hombre de las ratas. En el delirio de tocar Freud muestra como la evitación del contacto se expande a todo lo relacionado con lo prohibido. Las prohibiciones obsesivas son muy desplazables, la imposibilidad termina por invalidar el mundo. Esto daría cuenta de la imposibilidad de acción del obsesivo. En la representación obsesiva insistía en lo psíquico un monto de afecto ligado a una escena sexual activa que había generado un placer en exceso. Allí hay un goce traumático que irrumpe de manera perturbadora y que, por el fracaso de la defensa, retorna en falso enlace. Aquí tenemos una satisfacción, un goce problemático, traumático, que genera nuevos empeños defensivos. Uno de ellos es la manía a cavilar, un antecedente de la erotización del pensamiento. Esta manía, inicialmente defensiva, puede tornarse compulsiva. Las dos caras del goce obsesivo: una traumática y otra domesticada o defensiva. El obsesivo, encerrado y aturdido en sus propios pensamientos, se torna impermeable a los acontecimientos que ocurran a su alrededor, y a su vez, produce un rechazo a la acción, de poner en juego en la experiencia misma, sus propios pensamientos. Es una regresión del actuar al pensar; el mismo proceso de pensar está sensualizado, el placer sexual se vuelve el mismo acto de pensar, y el resultado de alcanzar algún desarrollo cognitivo es sentido como satisfacción sexual. Este uso defensivo del pensamiento sexualizado encuentra su límite cuando se transfiere la demora del actuar al pensar. Esta demora del pensamiento marca el punto en que el pensamiento, usado inicialmente a los fines de la defensa, se sintomatiza, comienza a entorpecerse, el decurso de pensamiento deviene compulsivo. En inhibición, síntoma y angustia Freud plantea que el Yo del obsesivo es el escenario de la formación de síntoma, mucho más que en la histeria. Se atiene con firmeza al vínculo con la realidad y la conciencia, empleando para este fin todos los recursos intelectuales. Que la actividad de pensamiento aparece sobre – investida, erotizada. El pensamiento queda demorado en un momento de fracaso de la defensa. En la histeria la impresión traumática queda relegada a la amnesia, mientras que en la neurosis obsesiva se la despoja de su afecto y sus vínculos asociativos, quedando aislada, por fuera de la actividad de pensamiento, pero no en una verdadera amnesia. La defensa neurótica consiste en impedir las asociaciones, las conexiones, sosteniendo el aislamiento, junto con la anulación que cancela el pasado. 
 

La histeria, de “lado del hombre”, Schejtman.

      Hay que diferencia el goce fálico (masculino por excelencia) del Otro goce (femenino). Volverse mujer y preguntarse que es ser mujer son dos cosas esencialmente distintas; se pregunta porque no se llega a serlo, y preguntarse es lo contrario de llegar a serlo. El modo neurótico de preguntarse es no desplegar la pregunta. Usan su yo para hacer la pregunta; precisamente para no hacerla. La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta. La neurosis supone ya una pregunta anticipada, para no llegar al lugar donde la pregunta no tiene respuesta. Freud dice que no hay inscripción de la vagina ni de la muerte en el inconsciente. Lacan dice que falta material simbólico de la mujer y de la muerte, significante de la falta en el Otro. Ese el Otro del significante, donde la pregunta no tiene respuesta. Pero existe una posibilidad, para el ser hablante, de no encontrarse con ese agujero: esa defensa consiste en no acercarse al lugar donde no hay respuestas, no acercarse al lugar donde el Otro no responde. Esa respuesta se localiza a nivel del fantasma. El significante de la falta del Otro puede leerse también como el deseo del Otro, algo que complete esa falta. El neurótico desvía el recorrido tomando por el cortocircuito del fantasma respondiendo la pregunta anticipadamente; preguntándose pero sin hacerlo, no desplegando el interrogante. La de la respuesta anticipada es la perspectiva neurótica, pero también es el modo hombre de enfrentar al Otro, de posicionarse frente a la falta del Otro, taponándola. Lacan propone describir a la gente normal como “norma macho”. La característica de la gente normachizada es no hacerse preguntas para no alcanzar así el lugar donde esas preguntas no tienen respuestas. En el caso de Dora hay una pregunta por la mujer no desplegada. La respuesta anticipada que, desde el lado del hombre se da es “¿Qué es ser una mujer?”. El Otro sexo es, para hombres y mujeres, el sexo femenino. Su fantasma le da una razón fálica, una medida de lo que sería ser una mujer. La respuesta anticipada que propone el fantasma de Dora para la pregunta por la mujer, es que la mujer se reduce a “algo a ser chupado”. No es otra que la señora K. la que es degradada a esa posición. Dora intenta responder a una pregunta sin repuestas: una pregunta por lo femenino. Dora aborda al Otro sexo (que encarna la señora K. para ella) al “modo de hombre”: por vía de la degradación. Dora hace de hombre, se identifica con el hombre, y solo desde ese lugar podrá responderse anticipadamente a la pregunta por la mujer. Dora se identifica con todos los hombre de su historial. Los hombres no son para ella más que meros intermediarios, “testaferros” para que, desde su lugar, la histérica Dora se formule su pregunta por la mujer, que desde allí responda anticipadamente con su fantasma. Los dos modos de deseo neurótico no son más que estrategias para no saber de la falta del Otro, de su castración. Por esto ya no se enfrentan con lo insondable del deseo el Otro, sino con su demanda. Habrá construido, a su medida, otro completo: A. De esta manera puede desentenderse de la castración del Otro y de la suya. Ella se sostiene como una deseante insatisfecha, nada de lo que a ella le toca en suerte puede colmarla; porque seguramente el Otro tiene lo que a ella le falta y se trata de que no se lo quiere dar. Resaltar la falta de su lado no tiene otro fin que sostener Otro completo. En la histeria se trata del deseo insatisfecho como modo de goce. Si el goce se ubica siempre del lado del demasiado, eso da lugar para gozar “demasiado poco”. Paradójicamente, el menos de goce se vuelve aquí un plus de gozar. La Otra en la histeria, llega a gozar todo lo que ella no goza. Su goce se plantea como exiguo de lo que le supone a otra mujer.

 

 

 
 

Perversión: desde el Psicoanálisis 
 

Tres ensayos de teoría sexual (1905)

      La opinión popular piensa que la sexualidad faltaría en la infancia, advendría en la época de la pubertad y en conexión con el proceso de maduración que sobreviene en ella, se exteriorizaría en las manifestaciones de atracción irrefrenable que un sexo ejerce sobre el otro, y su meta sería la unión de los genitales. Para Freud es correcto hablar de degeneración solo cuando: coinciden varias desviaciones graves respecto de la norma, o cuando la capacidad de rendimiento o de supervivencia aparezcan gravemente deterioradas. Se llama objeto sexual a la persona de la que parte la atracción sexual, y meta sexual a la acción hacia la cual fuerza la pulsión. Existen distinto tipo de desviaciones:

- Desviaciones respecto al objeto sexual: es una fábula popular que el ser humano está divido en dos mitades que aspiran a juntarse. Existen distintas variaciones de objeto:

- Desviaciones en cuanto a la meta sexual: la unión de los genitales es considerada la meta normal en el coito, que conlleva un alivio de la tensión sexual. Todo acto sexual lleva consigo características que han sido descriptas como perversiones. Las perversiones son:

La mayoría de estas transgresiones son un componente de la vida sexual normal. Se tropieza con un problema si se quiere trazar un límite preciso entre el quehacer normal y el patológico dentro de la sexualidad. Si la perversión no se presenta junto a lo normal (meta sexual y objeto) cuando circunstancias favorables la promueven, sino que suplanta a lo normal en todas las circunstancias, es un síntoma patológico. Se considera patológica la exclusividad y la fijación en la perversión la sexualidad está condicionada por el psiquismo. La pulsión sexual está compuesta de distintos componentes, que en las perversiones tienden a separarse. Para conocer la vida sexual de los psiconeuróticos es necesario someterlos al psicoanálisis. Las psiconeurosis descansan en fuerzas pulsionales de carácter sexual. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos. En los neuróticos se presencia una cuota de represión superior a lo normal. La neurosis es el negativo de la perversión, porque manifiesta en sus síntomas lo que los perversos actúan. En la vida anímica de todos los neuróticos se encuentran fijaciones de la libido en personas del mismo sexo, inclinaciones a las transgresiones anatómicas. En los síntomas neuróticos desempeñan un papel importante las pulsiones parciales, que se manifiestan como pares de opuestos.  
 

El fetichismo (1927)

      A pesar que el fetiche es discernido como una normalidad por sus adictos, no lo sienten como un síntoma que provoque padecimiento. El fetiche es el sustituto del pene de la madre, el falo en la mujer, que tuvo gran significación en la primera infancia, pro más tarde se perdió. Normalmente debería de ser resignado pero justamente el fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento. El fetiche es el sustituto del falo en la mujer, en el que el varón ha creído y ya no quiere renunciar. El varón rehusó a darse por enterado a un hecho de su percepción: que la mujer no posee pene. Si la mujer está castrada, su propia posesión de pene corre peligro, y en contra de ello se revuelve una porción de narcisismo. Lo que el fetichista hace no es reprimir el falo femenino, sino desmentirlo. Ha conservado la creencia del falo en la mujer, luego que la percepción le haya demostrado lo contrario, pero también la ha resignado. En el conflicto entre la percepción indeseada, y la intensidad del deseo contrario se ha llegado a un compromiso inconsciente: en lo psíquico la mujer sigue teniendo un pene, pero este pene ya no es el mismo que era antes. Se ha designado un sustituto que hereda el interés que se ha sentido por el primero. Ese interés experimenta un extraordinario aumento porque el horror a la castración se ha erigido un monumento recordatorio con la creación de un sustituto. Hay una enajenación respecto de los genitales reales femeninos. El fetiche es un signo de triunfo sobre la amenaza de castración y protege contra ella. Le ahorra al fetichista ser homosexual, ya que aporta a la mujer algo para que se vuelva tolerable como objeto sexual. Otras ventajas del fetiche es que los otros no distinguen su significado y casi siempre esta accesible y resulta fácil obtener satisfacción a través de él. Se retiene como fetiche la última impresión anterior a la traumática. Los pies o los zapatos hacen referencia al varón que vio el genital femenino desde abajo, la ropa interior es la etapa previa a la revelación de los genitales: el último momento en que se pudo considerar fálica a la mujer. Desmiente una parte de la realidad, pero coexisten una junto a la otra la actitud acorde al deseo y la actitud acorde a la realidad en el fetichista. El fetiche mismo es tanto desmentida como aseveración de la castración.  
 

La liquidación de las perversiones, Schejtman.

      El autor plantea una obscenidad líquida, una obscenidad lavada, pasada por agua. Este es una de la liquidación actual de las perversiones. Hay una liquidación triple: una liquidación de la práctica perversa, una liquidación de la perversión del fantasma, y una liquidación de la perversión como categoría nosológica. Sostenidas las tres por una liquidación actual del “hacia el padre”, de la versión del padre. El bello abanico de perversos de Krafft – Ebing es inexistente en la actualidad. Los cortadores de trenzas, fetichistas muy frecuentes a finales del siglo XIX, eran siempre coleccionistas. Hoy en día ya no se constatan caso de este tipo de fetichismo, ni aquellos que se interesaban en la ropa interior de las damas y en sus pañuelos. En esa época la perversión era entendida como un crimen, perseguida por la policía y pasada por la justicia; luego fue entendida como patología, se cambio la cárcel por el asilo. Es preciso preguntarse que lugar queda para las perversiones, al menos entendidas clásicamente, en una época en que el significante amo esta pulverizado. Las perversiones prosperan por doquier como transgresiones allí donde el religioso indica con precisión por donde anda el pecado, el moralista lo que es censurable, o el médico lo que debe ser curado. Pero en tiempos de declive de la función del padre, las perversiones se diluyen. La carretera principal se haya despoblada, y se incentiva a cada uno a que transite sus senderos personales. Hoy está todo permitido, ningún goce es  mejor o peor que otro. El derecho de goce, promovido por el discurso del capitalismo cuando se solidariza con la democracia liberal y la promoción de los derechos del hombre, da lugar a un empuje – a – gozar inusitado. No se trata solo del derecho a gozar, sino del deber de hacerlo bajo los parámetros del mercado: ¡consume! Hay un empuje al goce superyoico imperante en nuestra época. El empuje contemporáneo al goce ha producido la liquidación de las prácticas perversas tradicionales; y en lugar de esas prácticas tenemos las perversiones en liquidación, “for sale”. La televisión y la Internet son los lugares desde se promueven la sustitución del fetichismo clásico. Solo la paidofilia se exceptúa de la exuberante promoción de las perversiones líquidas ofrecidas por el mercado, legalmente. Si la paidofilia se preserva de la más generaliza liquidación de las perversiones, ello lo consigue por conservarse en la esfera del delito. Las demás perversiones pasaron primero al manual de psiquiatría, y de ahí fueron excluidas luego para terminar como “modos de vida”. Se ve la paidofilia, igualmente, florecer disfrazada al nivel de “turismo sexual”, en el contrabando de imágenes por Internet, y la promoción de las lolitas en la escena televisiva. El fantasma es aquello que cisne, pero a la vez ordena, la vida sexual del sujeto homosexuado, enlazándolo férreamente a determinada sustancia episódica del objeto a. Hoy en día está bastante presente la debilidad, cuando no la inoperancia, del fantasma, que da por resultado este polimorfismo desbrujulado. Esto se complementa con el empuje al goce propuesto por el mercado. Esto llega a dar como resultado depresión, cinismo, y franca perversión polimorfa infantil. En cuanto a la perversión como categoría nosológica podemos decir que también está despareciendo. El término perversión no figura en el DSM, ha sido reemplazo por “parafilia”. Se lo acusó de discriminador y cargado de prejuicios, y se lo reemplazo por uno más “inocuo” y “liberal”. La psiquiatría clásica ya había realizado este intento de abordar científicamente las perturbaciones de la sexualidad, haciéndolas entrar en el discurso médico, desprendiéndolas de los resabios religiosos y morales que las mantenían en el plano del pecado, de lo enjuiciable y condenable. Desde que fue creado en los ’70, el grupo de las parafilias fue perdiendo integrantes entre sus filas; el retiro más escandaloso fue, a causa de lobbies, el de la homosexualidad; luego la siguió la gerontofilia. El DSM recoge los efectos del capitalismo de la promoción universal de los derechos del hombre. Hay versiones post – lacanianas de psicoanalistas que anuncian que rechazan la perversión como recuerdo de una moralina pasada presente dentro del psicoanálisis. La verdadera Psicopatología plantea la introducción de hipótesis sobre las causas, interrogarse por estas. La Psicopatología aborda al perverso más allá de sus prácticas, en su estructura misma, la subjetividad perversa: como aquel que se aviene a hacerse objeto a, instrumento del goce del Otro, independientemente de las prácticas perversas.  
 

El diagnóstico diferencial neurosis – perversión; una paidofilia neurótica, Mazzuca.

      El término “perversión” tiene más de una acepción. Sus usos no son solo múltiples, sino que frecuentemente se confunden dando lugar a malos entendidos que no son reconocidos como tales. Los distintos significados del término “perversión” son los siguientes:

  1. el término perversión surge en el movimiento psiquiátrico que precede la obra de Freud, para designar las conductas sexuales desviadas. Es un término empirista y descriptivo, introducido con el propósito de neutralizar las connotaciones morales condenatorias de los términos usados hasta ese momento (degenerados, depravados, sodomitas). Para darle una apariencia más científica. La obra más difundida en esta perspectiva que estableció una clasificación de las perversiones y una ampliación descriptiva es la de Krafft – Ebbing.
  2. Freud lo utiliza en ese sentido en el comienzo de su obra; pero rápidamente sus concepciones psicoanalíticas lo transforman profundamente hasta generalizarlo y hacerlo equivaler a las características estructurales de la sexualidad humana, sin dejar de utilizarlo simultáneamente en su sentido inicial. No hay en Freud un concepto de perversión diferenciado como estructura.
  3. Lacan retoma este término en la primera parte de su enseñanza, y recupera el falocentrismo freudiana, pero lo utiliza al revés que Freud: no para designar el desarreglo inicial de la sexualidad humana, sino para referirse al modo normal de solucionar ese desarreglo que consiste en la identificación con el falo como objeto imaginario del deseo materno. En esta acepción queda excluida la estructura psicótica. La posición perversa se caracteriza por la identificación del sujeto con el falo imaginario, tanto en la vertiente normal (segundo tiempo del Edipo), como patológica (fetichismo en sentido amplio).
  4. en un segundo momentote su obra, después de la invención del objeto a, Lacan termina por producir un cuarto concepto de perversión que se caracteriza por la posición del sujeto como instrumento de goce. En esta cuarta versión la perversión se distingue, excluye y opone a la neurosis y la psicosis. Define la subjetividad perversa por hacerse instrumento del goce del Otro, devolviendo a este el objeto a. en el exhibicionismo y vouyerismo, se trata de objeto a como la mirada; en el masoquismo y el sadismo, la voz. La intención perversa apunta a dividir al partener con la angustia, para hacer surgir el goce del Otro. Solo esta posición implica una concepción estructural que distinguir y opone la perversión a la neurosis y la psicosis, y resulta un instrumento válido para el diagnóstico diferencial. Hay conductas perversas en las tres estructuras clínicas, por lo que no alcanza para diagnosticar estructura perversa. En la perversión se trata también de un goce fantasmático, pero el sujeto se dirige al otro para dividirlo con la angustia y de ese modo obtener su goce escondido o disociado.
 
 

 
 

Enfermedades orgánicas  
 

Demencias, Rosenstein.

      La demencia en su forma presenil y senil se empezó a delimitar a fines del siglo pasado. Aunque antes esquirol había diferenciado la demencia de la idiocia. El 5% de los individuos mayores a 65 años y el 20% de los mayores de 80 presentan patología demencial. Gracias a la irrupción del virus del sida es posible observar cuadros demenciales en sujeto jóvenes. La demencia es el déficit definitivo de causa orgánica, absolutamente irreversible y progresiva que afecta al psiquismo de una manera global, pero incide particularmente sobre los procesos intelectuales provocando una decadencia y una merma manifiesta de los grados anteriormente alcanzados. El concepto de demencia implica la presencia de lesiones, cerebrales corticales que producen  alteraciones en las funciones instrumentales y en la operatividad (en forma progresiva, crónica e irreversible). Dichas funciones comprenden: la memoria, la orientación, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje, el juicio, las praxis y las gnosias. Las demencias son una deficiencia intelectual adquirida. La demencia degenerativa (Alzheimer) tiene un inicio insidioso, solapado, frecuentemente presentando la forma de un síndrome depresivo o paranoide. La evolución es rápida, produciendo un deterioro y dependencia cada vez mayor. Las demencias vasculares tienen un inicio más brusco, y suelen suceder a un accidente vascular. Su evolución es más lenta e irregular, dependiendo de la repetición o de los accidentes vasculares. Las demencias por el virus del sida son de instalación brutal y agudísima. Memoria: debe ser evaluada tanto la memoria reciente como la remota. En estos pacientes la remota suele estar conservada, siendo la reciente la más alterada. Lenguaje: la alteración más frecuente es la afasia amnésica (olvida término del vocabulario) Praxis: (es la facultad de cumplir ciertos movimientos adaptados para un fin determinado). En estos pacientes la praxia constructiva es la primera en desaparecer. Gnosias: (capacidad de reconocer). Lo primero en aparecer en estos pacientes es la agnosia visual. Sensopercepción: son frecuentes los falsos reconocimientos, las ilusiones y las alucinaciones visuales. En los depresivos no se ven afectados el resto de las funciones superiores, a diferencia de los dementes. Tampoco presentan relleno fabulatoria y ante la laguna mnésica presentan tristeza, angustia y autorreproche. A diferencia de la depresión, la demencia es irreversible, afecta todas las funciones, en particular el intelecto, y es de causa orgánica. Las diferencia con la esquizofrenia se presentan por la evolución, las diferentes esferas afectadas y la lesión orgánica en el caso de la demencias son los elementos cardinales a tener en cuanta para el diagnóstico diferencial. A diferencia de la paranoia, en la demencia las ideas delirantes no llegan a formar un sistema, no se conservan en el tiempo y no presentan claridad en el orden de pensamiento. En la paranoia no hay afección orgánica de las funciones instrumentales superiores ni lesión orgánica. Los episodios alucinatorios – delirantes en la demencia por HIV se dan en forma repetida, de corta duración, y aparecen y desaparecen en transcurso de horas. Esto lo diferencia de la esquizofrenia.  
 

Pseudo demencias, Iacub.

            Un prejuicio fiscalista que cae sobre las demencias genera la imposibilidad de una pregunta por las subjetividades de los enfermos y así como cualquier tipo de causalidad psíquica en el origen de la misma. La definición clásica de demencia establece que esta actúa como un proceso crónico e incurable. Esta aserción que resulta un grave error epistemológico, provoca que así definida nunca se le encuentre la cura. Las demencias son un deterioro global, progresivo e irreductible de las funciones intelectuales, debiendo evidenciar un trastorno tal que impida al sujeto cumplir con sus actividades cotidianas. La demencia produce daños a nivel de las facultades mentales, lo cual implica que habrá una serie de trastornos sintomáticos que no se corresponderán directamente a la lesión cerebral, con lo cual se puede pensar sobre otros aspectos que influyen en la patología, como la implicación subjetiva en el agravamiento sintomático y en la particularidad de los mismos. Entre las funciones más dañadas se presencia un: deterioro de la memoria: al comienzo pueden presentarse olvidos benignos, pero luego aparecen los olvidos malignos donde la falla es semántica, de comprensión del uso de un objeto. Lo primero que se olvidan son los recuerdos más cercanos y luego los más lejanos. Deterioro del pensamiento abstracto: dificulta la posibilidad de encontrar similitudes y diferencias entre las palabras y también para definir los conceptos. Deterioro del juicio: se pueden encontrar pequeños delirios, actos irracionales y problemas de autocrítica. Disturbios en las funciones corticales superiores: apraxia (incapacidad de realizar ciertas actividades motoras), agnosia (fallas en el reconocimiento o identificación de objetos), afasia (alteración del lenguaje). Cambios de personalidad: retracción del sujeto y alteraciones a nivel de la sexualidad. Hay un lenguaje que les es propio a las demencias- las afasias, causadas por lesiones corticales, demuestran repartir sus deficits según dos vertientes del efecto significante. Las dos leyes son la metáfora y la metonimia. De este modo la afasia puede ser pensada como un problema del lenguaje. En las afasias con trastornos en las semejanzas habrá un consecuente déficit metafórico, y el contexto proveerá de índices para que pueda ser articulado. En las afasias con trastornos en la contigüidad, habrá un consecuente déficit metonímico; con lo cual se perderán las reglas sintácticas que constituyen los lazos propios de las frases, es por ello que el lenguaje se denomina agramatical, quedando las frases como montones de palabras disyuntas. Las alteraciones del lenguaje generan alteraciones en el pensamiento. Los problemas a nivel del yo de estos pacientes se deben a que el sujeto no puede metaforizar una idea de sí mismo más allá de la continua fragmentación producida por los efectos de la metonimización. El tiempo se le vuelve presente y el espacio continuo. Es un lenguaje en el que su continuidad se va haciendo cada vez más sonora, o sea que la cadena de los significantes pierde algo de su capacidad para organizar significaciones. Es por ello que se destituye l sentido habitual, y se transforma sin dejar por ello de promover algún tipo de articulación de sentido. Hay características propias del sujeto en la dementización, y el daño en lo orgánico determinan el curso que va a tomar la demencia. En esta patología hay una devastación en lo real, con efectos en lo simbólico e imaginario. Encentran la depresión frente a la afrenta narcisista que supone la pérdida de las facultades psíquicas. El sujeto se ubica en una regresión, como más incapaz de lo que realmente es, intentando reconquistar un placer perdido. El deterioro está en relación con la imagen positiva o negativa que la familia tiene del paciente. Hay un doble fracaso del yo: como interpretador de la realidad y como proyección de una superficie corporal. La desorganización pulsional y la emergencia de un cuerpo que puede no reconocerse como propio. Estos pacientes pueden reconstruir algo de su realidad con la participación de un tercero que provea índices. La formas delirantes de las demencia tienen una forma distinta a la de las psicosis; lejos de construirse un núcleo delirante que arme un suplencia en las demencias se forma un modo de conciencia que se caracteriza más como un sueño en vigilia, sin que el demente posea de ello ninguna certeza. Funciona como una neo - realidad con que restablecerá el principio de placer. Las alucinaciones están más próximas a ser ilusiones. Hay un vacío que el demente no puede colmar por vía simbólica e imaginaria. Las pseudodemencias manifiestan síntomas de demencia pero no hay correlato orgánico, y estos síntomas desaparecen con tratamientos psicológicos y medicamentos. La enfermedad aparece bruscamente después de algún episodio traumático y no progresa. El deterioro intelectual es variable según el caso, encontramos una buena orientación témporo - espacial, que es lo que se pierde tempranamente en las demencias. Es particularmente frecuente en la vejez. Pocas fueron las terapias que quisieron abordar esta patología; una de las primeras fue el conductismo: la terapia consistía en mantener a los enfermos constantemente estimulados. Las terapias psicoanalíticas intentan trabajar con el malestar subjetivamente vivido por el paciente. Muchas terapias apuntan a sostener el sujeto a un Otro que sea garante de significaciones posibles y e constituye en aquel a través del cual se posibilita un deseo particular. Solo a través de este Otro el sujeto puede reorganizar su campo discursivo.  
 

Psicopatología infantil, Bugacoff.

      No siempre hemos contado con la noción de infancia tal como la conocemos hoy; esta surgió en el siglo XVIII aproximadamente. En la clínica sincrónica no hay referencias respecto a patologías en la infancia. El comienzo de la Psicopatología infantil es situable en la clínica diacrónica, y justamente por la preocupación por el pasado de los criminales y los alienados. La locura en la infancia es una preocupación social, jurídica, penal, por lo que se preocupan es la causa, a los fines preventivos. Se requirió del viraje establecido por Bleuler al situar a las esquizofrenias para comenzar a instalarse una idea de la locura en la infancia. En la obra de Freud no se encuentran muchas referencias psicopatológicas respecto de la infancia, pero el niño y lo infantil están presentes en toda su obra. Freud plantes la indefinición originaria y la necesidad de asistencia ajena, que transforma la necesidad biológica y habilita la forma de comunicación. No hay niño de entrada, se requiere del Otro para que se produzca un niño- En el interior de la teoría traumática de la seducción, la sexualidad viene de Otro. Hay dos definiciones posibles de niño en la obra de Freud: el niño como perverso polimorfo (rompe con el paradigma de la inocencia infantil), y el niño d la ecuación simbólica (niño como falo de la madre). Se requiere de un Otro para la constitución, un Otro al que algo le hace falta. Las referencias a las patologías en la infancia están ligadas a la fobia o a la neurosis de angustia. El niño tiene que trabajar las cuestiones ligadas al Otro ¿qué soy para el Otro? El objeto de la fobia hace de nombre del padre: satisface las pulsiones incestuosas a la suficiente distancia como para que no se realicen. Recién en 1926 Hamburguer establece la entidad de esquizofrenia infantil. En 1933 Poter define la esquizofrenia de un modo que se acepta en la actualidad. El movimiento se termina de consolidar con Kanner y con Mahler que introducen la noción de autismo infantil, y distinguen entre la psicosis primaria y la psicosis simbiótica. El término esquizofrenia y el término autismo marcan el cruce entre psiquiatría y psicoanálisis. El término esquizofrenia y autismo trajeron dificultades: es una psicosis infantil o son muchas, en la esquizofrenia infantil no se encuentran síntomas como en la esquizofrenia de los adultos (alucinaciones  y delirio), el término autismo es una etapa previa a la esquizofrenia o no. Hoy se llaman psicosis infantiles y se la caracteriza como una conducta inapropiada frente a la realidad: retraimiento de tipo autístico o fragmentación del campo de la realidad, restricción del campo de utilización de los objetos, la vida imaginativa es pobre o de tipo mágico - alucinatoria aplicada sobre la realidad, limita la movilidad del campo del pensamiento y de la acción, comunicación restringida y distorsionada, los intercambios verbales como los emocionales y afectivos, relación inadecuada con las personas. En resumen la relación con la realidad, con los objetos y con las personas está perturbada de modo tal que se ve afectada la vida afectiva, la vida imaginativa, la vida cognitiva, y el lenguaje en lo que hace a la comunicación. Existen dos patologías:

Son perturbaciones muy graves en el camino de la perturbación subjetiva, fundamentalmente lo que hace la separación del Otro y la constitución de sí mismo. En el DSM lo infantil aparece reducido al inicio, concepto solamente cronológico. Las referencias que Lacan hace a la psicosis infantil no son muchas. Toma el caso Dick de Klein. Él ha libidinizado pocos objetos en el mundo, y por eso hay una pobreza imaginaria. Dick está en el lenguaje pero no habla la palabra de llamado no llega hasta que no está esbozado con lo imaginario. La angustia frente al espejo de los pequeños se debe a la falta de sí, no es una cuestión de tener o no tener. En el juego del Fort - Da Lacan dice que el carrete no es la madre reducida a una bola, sino que es un trocito de sujeto que se desprende pero sin dejar de ser bien suyo. 
 

Apuntes sobre el alcoholismo, Sosso

     El alcoholismo es una enfermedad crónica que se da por uso o abuso de bebidas que contengan alcohol, que afectan a lo largo del tiempo a todos los órganos y sistemas de quién padece la intoxicación. Con mayor rapidez ataca el sistema nervioso central, el cerebro, el aparato digestivo y el hígado. En el alcoholismo influyen factores genéticos, sociales y culturales. Se prolonga en el tiempo y puede tener períodos de agudización. En el alcoholismo todos los nervios están afectados, más que nada lo de los miembros superiores e inferiores. El alcohol es un tóxico hepático, cuando se consume prolongadamente hay alteración de las funciones del hígado. Si el hígado tiene hepatopatía metaboliza menos alcohol (toma lo mismo pero tiene efecto doble). También se produce la tolerancia, situación por la cual una persona que consume alcohol debe incorporar cada vez más cantidad para tener el mismo efecto el alcohol es un depresor del sistema nerviosos central y produce depresión descendente. Comienza deprimiendo la corteza hasta llegar al bulbo, la corteza hace de barrer de inhibición y por ello, si se anula, hay conductas desinhibidas. A continuación se realizará una clasificación de los trastornos producidos por el alcohol:

Alcoholismo Esquizofrenia
Voces provenientes del exterior. Generalmente se sitúa entre la percepción y la representación; carecen de objetividad espacial.
Percibidas como causalmente. Los ruidos reales estimulan su producción. Impuestas, son especiales para él.
El contenido guarda relación con la vida del bebedor, especialmente con el sentimiento de culpa; es comprensible. El contenido tiene un significado personal hermético, incomprensible, metafórico.
Generalmente las voces hablan del enfermo en tercera persona. También hablan del enfermo en tercera persona, pero comentan los actos que es exclusivo de esta patología.

Otras adicciones, Sosso

      El DSM – IV considera que los trastornos relacionados con sustancias se dividen en dos categorías: una referente al consumo de sustancias (abuso y dependencia) y otra que agrupa diferentes cuadros (intoxicación y psicosis por la sustancia). En su aspecto psicológico, la dependencia de sustancias traduce una dependencia primaria no satisfecha por las funciones parentales, como objetos de satisfacción. El adicto se aferra a una sustancia para engrandecer la imagen de sí. No tolera la espera. Necesitan objetos externos en abundancia para compensar la carencia de objetos internos. La dependencia de sustancias es un patrón maladaptativo de consumo de sustancias que produce deterioro clínico significativo señalado por:

Las sustancias adictivas se clasifican en: 
 
 

Grupo Descripción Sustancias Abstinencia
Opoides Producen una combinación de euforia y letargia. Tiene dos fases: euforia letárgica (ensoñación, relajación muscular) y fase depresiva. Heroína, morfina, meperidina, codeína, propoxifeno. Sintomatología de abstinencia grave.
Depresores del sistema nervioso central Son antiepilépticos y su intoxicación aguda produce disminución de la atención y la concentración (puede devenir en coma y la posterior muerte). La abstinencia produce ansiedad, insomnio y convulsiones. Benodizepinas, barbitúricos, meprobamato. Sintomatología de abstinencia grave.
Estimulantes del sistema nervioso central Tienen propiedades estimulantes y convulsionantes, acción diurética, estimulan el músculo cardíaco. La intoxicación produce inquietud, taquicardia, agitación psicomotora. La abstinencia provoca cefalea, nauseas y somnolencia. Cocaína, anfetamina, metilxntinas. Sintomatología de abstinencia moderada.
Alucinógenos Tiene dos tipos de intoxicación:
  1. Aguda: dura de 12 a 16 horas. Presenta angustia, temblor, pánico de enloquecer. Luego hay vivencias caleidoscópicas y estado de despersonalización. Por último hay extenuación psicofísica y ánimo displacentero.
  2. Crónicas: en las reacciones agudas hay crisis de ansiedad, estado confusional y reacciones excitatoria. En las reacciones prolongadas hay síndrome depresivo y ansiedad crónica.
LSD, mesclina, fenilciclidina, psilocibina. Sintomatología de abstinencia de leve a moderada.
Cannabinoides Con intoxicación aguda hay taquicardia, desconfianza, temor persecutivo, pánico y luego euforia. Con intoxicación crónica hay psicosis cannábica (de 4 a 7 semanas en recuperación), reacciones de ansiedad, reacciones de ecos y tendencia al abandono. Marihuana, hachís. Sintomatología de abstinencia leve.
 
 

Epilepsias, Thompson

      Es un grupo de trastornos caracterizados por paroxismos recurrentes, espontáneos, y transitorios de hiperactividad cerebral que producen clínicamente convulsiones. Se producen trastornos orgánicos (alteraciones metabólicas, genéticas, hereditarias, morfo anatómicas). Tienen un inicio y finalización brusca, por eso son paroxísticas. Es posible encontrar semiológicamente equivalencias con los estados convulsivos. A pesar de que la crisis epiléptica sea intermitente, la anormalidad cortical persiste. Durante la fase sin convulsiones hay descargas eléctricas breves de gran amplitud. Las crisis epilépticas se clasifican en:

El diagnóstico diferencial con la psicosis establece que, a diferencia de los psicóticos, la alucinación producida es principalmente visual y vivida como ensoñación. Además no promueve la construcción delirante. El paciente lo vive como extrañado, sin certeza ni autorreferencia. Además no es continuo en el tiempo. Con respecto a la conversión histérica el ataque no sobreviene de manera tan repentina, los enfermos procuran luchar con las convulsiones y se cuidan de provocarse lesiones. Mientras que el epiléptico, tras el ataque, se pone pálido, el rostro de la histérica conserva el color normal. Tras el ataque histérico la recuperación es rápida.  
 

Psicosis en DSM IV, Zlotnik.

           Desde los inicios de la psiquiatría hubo divergencias. La nosología dependía de las escuelas, países, autores, y si bien a partir de la sexta edición del tratado de Kraepelin se logra una suerte de homogeneidad, de común acuerdo con cierto marco de ordenación, esto no es así, porque a partir de esa ordenación otros le siguen encontrando diferencias. Luego de  la WWII nacen los DSM y los CIE. En ellos cada forma clínica tiene una nomenclatura (esquizofrenia o F20). Su objetivo es lograr una unidad de criterios dentro de la psiquiatría moderna y que todos los psiquiatras utilicen la misma nosología. El DSM propone una nosología única que debería revisarse periódicamente en función del conocimiento y del progreso del mismo. El más importante es el DSM III, creado en 1980. El DSM IV trabaja con una clínica de tipo sincrónico.

     El término “psicótico”, para hablar de esquizofrenia, se refería a ideas delirantes, lenguaje desorganizado, alucinaciones y comportamiento desorganizado. Lo característico de la esquizofrenia se inscribe en dos categorías: los síntomas positivos y los negativos. Los síntomas positivos son los que están en más, tienen que ver con la fenomenología florida de la psicosis, es lo que está en forma manifiesta. Los síntomas negativos, en cambio, reflejan la disminución o la pérdida de las funciones normales. El DSM trabaja colocando los síntomas positivos y los síntomas negativos, es decir, los esenciales y los accesorios en un mismo plano.

      Existen diversos criterios para evaluar y hacer un diagnóstico de esquizofrenia:

A1 - ideas delirantes   
Descripción de síntomas positivos.

Están los síntomas accesorios.

A2 – alucinaciones
A3 - lenguaje desorganizado
A4 - comportamiento desorganizado
 
A5 - aplanamiento afectivo, alogia, abulia.
Descripción de síntomas negativos.

Están parte de los síntomas esenciales Kraepelinianos de la demencia precoz, y de Bleuler

Área laboral La perturbación lo perjudicó de tal manera que de hecho afectó lo que era su trabajo y no lo pudo sostener, disminución en la vida cotidiana.
Área afectiva Relaciones interpersonales.
Área del estudio  
Área en relación a sí mismo  

El comienzo se ubica entre los 15 y los 45 años. El avance de la enfermedad es con exacerbaciones y remisiones periódicas en algunos casos y en otros casos con alteraciones crónicas. La remisión completa no es habitual. En el comienzo de la enfermedad los síntomas pueden aparecer como características psidrómicas (antesala del infierno, es el tiempo anterior a la enfermedad, lo que Serieux y Capgras llamaban el tiempo de incubación de la enfermedad). Un buen pronóstico se establece si el inicio de la enfermedad es agudo, situación breve de la FACE de síntomas positivos, la historia familiar de trastorno de estado de ánimo. 
 

Teoría sobre psicosis maníaco – depresiva, Albaya.

         La psicosis maníaco depresiva fue individualizada por Kraepelin en 1899, en la sexta edición. La consideró como una enfermedad endógena de causa constitucional. Ballet avanzó en la caracterización clínica – nosográfica de la misma, distinguiendo entre formas intermitentes y alterantes. Kraepelin caracteriza la psicosis maníaco depresiva en la octava edición de su tratado como una enfermedad que se cursa en forma de accesos que se suceden, se alternan o irrumpen, a partir del estado normal; sin producir deterioro intelectual. El “estado normal” se caracteriza por una tonalidad afectiva especial y uniforme. El acceso melancólico puede presentarse súbitamente o en forma de un decaimiento progresivo. El desencadenamiento puede ser localizable o no. Los síntomas de primer rango incluyen:

La duración media de un acceso melancólico es de seis meses, pudiendo producirse su remisión abrupta. Puede prolongarse por años también. Las formas clínicas incluyen las siguientes:

El acceso maníaco se presenta como el reverso de la crisis depresiva; sobreviene al finalizar ésta o procediéndola. En la clínica se presencian: - alteraciones de humor, inestabilidad tímica; -  alteraciones intelectuales, atención superficial, distorsión de razonamientos; - trastornos motores e impulsivos, agitación motriz, desbordes; - perturbación somática, insomnio, adelgazamiento, bulimia. La evolución está influida por los psicofármacos ingeridos, pero normalmente no dura más de 2 o 3 semanas. Las formas clínicas incluyen la:

Los estados mixtos maníacos – depresivos fueron descritos por Kraepelin como una rápida alternancia de los síntomas depresivos y maníacos. El humor cambiante y lábil oscila entre la euforia y el abatimiento desesperanzado. Las formas evolutivas de la psicosis maníaco depresiva incluyen el modo bipolar y monopolar (unipolar). Es una enfermedad recurrente. Leonhard, Angst, Perris, y Winokur critican la concepción de Kraepelin de una única psicosis maníaco depresiva, y separaron el grupo de las monopolares de las bipolares. Los bipolares son de temprano comienzo, con ciclos frecuentes y cortos, virajes hipomaníacos, y responden favorablemente al litio. Estas concepciones modificaron la nomenclatura clásica de psicosis maníaco depresiva por espectro de la enfermedad bipolar, cuyas formas clínicas pueden dividirse en episódicas e intermitentes/persistentes. Las formas episódicas incluyen: - trastorno esquizo – afectivo, cuadros bipolares y maníacos deparados por intervalos libres; - trastorno bipolar tipo I, episodios depresivos y maníacos separados por intervalos libres; - trastorno bipolar tipo II, depresión - episodio hipomaníaco – depresión; - trastorno bipolar tipo III, trastorno depresivo mayor recidivante. En las formas intermitentes y persistentes los trastornos bipolares pueden cronificarse produciendo la invalidez social del enfermo.

      a) Formas ciclotímicas e hipertímicas: a nivel de la personalidad, alternación rápida de un polo a otro.

     b) Distimia subafectiva: personalidades depresivas, comienzo temprano, intensidad débil.

     c) Temperamento irritable, estados mixtos sujetos irritables, cambiantes.

     d) Estados mixtos prolongados: tremenda tensión, agitación, irritabilidad, insomnio, resistentes al tratamiento médico, suelen auto medicarse o ingerir alcohol.

     e) Formas remitentes (recidivantes) y formas “a ciclos” rápidos

     - “a ciclos largos” se presenta un ciclo por año, ritmo estacional

     - “a ciclos rápidos” entre 3 o 4 ciclos por año, episodios severos.

     f) Manía crónica: el estado de excitación decanta progresivamente persistentes ideas megalomaníacas, de contenido erótico o persecutorio.

     g) Melancolía crónica.

Las teorías teorías psicodinámicas incluyen la teoría:

      - Psicoanalítica: a partir de la enseñanza de Lacan la psicosis maníaco depresiva ha quedado sujeta al mismo régimen causal que la paranoia: desanudamiento de los tres registros, por forclusión del significante nombre del padre.

     - Teorías cognitivas: las distorsiones cognitivas se consideran el trastorno fundamental y basal de esta patología.

     - Teorías psico - biológicas. 
 

Feómeno psicosomático, Leibson.

           La palabra psicosomática la inventaron los médicos cuando no le pudieron encontrar una causa a toda una serie de enfermedades orgánicas. A principios del siglo XX, cuando se empieza a consolidar el avance científico y tecnológico de la medicina moderna, mientras que paralelamente se inventa, se introduce el psicoanálisis en la cultura. Para la medicina el cuerpo es una máquina, un mecanismo con leyes de funcionamiento, que puede gastarse, romperse, tener defectos; a esto llama enfermedad. La idea de psicosomático surge con enfermedades de las que no se encontraban causas orgánicas concretas, materiales, a las que atribuir su etiología y su patogenia. Los antecesores de la medicina psicosomática incluyen a Descartes que plantea la diferencia entre lo psico y lo somático, entre la mente y el cuerpo. Se pregunta qué es lo que no engaña, y qué es lo que engaña: engañan la percepción, el cuerpo, la realidad. Las llama res extensa, la cosa o sustancia extensa. No engaña el hecho de pensar, el cogito. Lo llama res cogitans, sustancia pensante. Gorddeck plantea que hay enfermedades orgánicas, médicas, que podrían ser tomadas como síntomas en el sentido psicoanalítico y, en tanto tales, podrían ser analizadas e interpretadas, y esa interpretación podría tener un efecto terapéutico, un efecto beneficioso sobre estas enfermedades. Freud toma de él el término “ello” de la segunda tópica. Pero le critica que su “ello” es casi metafísico, o místico. Habría que tratar evitar las diferencias entre lo psíquico y lo somático. Groddeck trata de aplicar lo que Freud descubre acerca de la histeria, fundamentalmente a las enfermedades médicas. Freud dice que el inconsciente es el auténtico mediador (no unificador) entre lo psíquico y lo somático. Es un concepto límite, como algo que no es lo somático pero curiosamente tampoco es lo que se entiende por psíquico, por mental, donde el psiquismo en ese sentido es prácticamente sinónimo de conciencia y de conducta. El fenómeno psicosomático tiene variedad de definiciones: - Algunos plantean que hay ciertas y determinadas enfermedades que podrían ser caracterizadas como psicosomáticas: úlcera, asma, alergia, psoriasis, caída de mechones de cabello. - Otros llevan a una lista a un grupo de enfermedades muy mal definidas y mal conocidas, enfermedades de colágeno, las auto-inmunes. – Otros plantean enfermedades consideradas genéticas, como diabetes, cáncer.

     La psicosis puede parecerse a algo de lo psicosomático, como el delirio de las negaciones; manifiestan que les han sustraído o dañado órganos. Sin embargo, hay algo que, aún en la psicosis, puede aparecer: hipocondría. Consiste en sentirse enfermo, en creerse enfermo, y según cuál sea el grado de esa creencia, podremos decir que es la hipocondría neurótica o la psicótica. En ella no hay lesión, hay una idea prevalerte, hiperintensa, de que hay una enfermedad, generalmente a partir de la interpretación de sensaciones corporales, que pueden ser alucinaciones o no. En el síntoma histérico no hay lesión orgánica. Freud escribió la frase “la histeria no conoce la anatomía”, ya que se comporta como se esta no existiese. Se pone en juego el cuerpo en su condición de imagen, se representación imaginaria. El discurso de la histeria, en relación a esto que le pasa en el cuerpo, es un síntoma eficaz desde lo económico. Como se produce en el cuerpo, el yo se desentiende de eso, la famosa bella indiferencia en la histeria. El síntoma es una metáfora. La parte del cuerpo que va a aparecer tomada, afectada, no es cualquiera, no es porque si, sino que es una representación de la imagen del cuerpo fragmentado que está tomada en esta cadena asociativa. En la enfermedad médica la alteración del órgano puede ser reversible o irreversible, pero hay una lesión objetivable, evidenciable y detectable por los medios de estudio habituales. Hay que reconocer una anatomía y una fisiología de la enfermedad. En la neurosis de angustia hay una alteración del cuerpo, pero funcional, no por lesión. No hay mediación del inconsciente entre lo psíquico y lo somático. La parálisis histérica se comporta siguiendo una anatomía vulgar, de representación.

En la enfermedad psicosomática el discurso cualquiera podría decirlo, son datos que da lo mismo quién los diga. A diferencia de la hipocondría, el fenómeno patológico tiene nombre médico, úlcera, hipertensión, alergia, psoriasis, alopecia, colitis. No solo no hay implicación subjetiva, sino que no hay ninguna chance, aparentemente, de que la hubiera. Lacan propone que la enfermedad psicosomática es un fenómeno trans - estructural, no define una estructura, no hay elementos para plantearla. No define estructura y no es exclusivo ni específico de ninguna de las tres estructuras: neurosis, perversión y psicosis. Hay algunos lugares en que hace referencia a lo psicosomático: llama efecto psicosomático, o fenómeno. Lo vemos con dos cuestiones: 1º- tiene que ver con el significante y el discurso y cómo el cuerpo es algo que está marcado, tocado por el significante. Dice que el Otro es el cuerpo en tanto lugar de marca. En el Seminario XI “los cuatro conceptos”: plantea que para que haya efecto de sujeto tiene que haber un par de significantes y un intervalo entre estos significantes. Que el sujeto sea representado por un significante ante otro o para otro significante quiere decir que hay un efecto también de afánisis, de desvanecimiento subjetivo en el momento en que esto se produce. Momento de afánisis o de desvanecimiento subjetivo en el sentido de que en las formaciones del inconsciente, en el momento de su irrupción, tiene que ver con este momento de afánisis.  S1 à S2. Da el ejemplo de que en la enfermedad psicosomática, no hay este espacio, intervalo entre un significante y otro, sino que los significantes aparecen compactados como si fueran uno solo. Lo llama holofrase, y plantea una incidencia del significante distinta en un caso o en el otro. En la holofrase, el significante que no remite a otro, no se encadena con nada. 2º- en la “conferencia de ginebra sobre el síntoma”, llama “goce específico” al goce que tiene que ver con la psicosomática, es algo inscripto como un sello, como una marca al estilo de la marca para el ganado. El cuerpo, además de ser una imagen y algo fuertemente atravesado por lo imaginario, en lo psicosomático es algo fuertemente implicado en lo imaginario, además de tener que ver con el cuerpo de lo simbólico. El cuerpo es algo hecho para gozar de sí mismo.  Habría una suerte de retorno de goce en el cuerpo, de un goce otro en realidad, en el cuerpo, ahí donde el significante falta como significante. Miller plantea que el fenómeno psicosomático es algo que esquiva al Otro, Otro en sentido de inconsciente, que suplanta al Otro por un ideal. Poder preguntarse “¿que me quiere el Otro?” es un paso hacia el Otro que es otro deseante, que es otro en falta, posibilidad de plantear algo del deseo del lado del sujeto. 
 

Trastornos mentales orgánicos, Rosenstein.

            Los trastornos mentales orgánicos son cuadros producidos en forma permanente o temporaria por una noxa o agente biológico que produce trastornos de funcionamiento mental y trastornos de comportamiento en forma permanente o en forma temporaria. Noxa es cualquier elemento que produce una lesión. Puede o no ser biológico. Las causas incluyen las intoxicaciones (alcohólicas o con cocaína por ejemplo), el retiro de sustancias, las infecciones, las causas metabólicas, los tumores (definidos como una masa ocupante, todo lo que ocupa volumen), un traumatismo, o las epilepsias. Las características principales son cinco:

Todo esto tiene que ver con donde se asienta la lesión en el cerebro. El diagnóstico diferencial se presenta, básicamente, con cuatro cuadros: la esquizofrenia, la paranoia, la depresión, y la demencia. Los trastornos mentales orgánicos son de comienzo brusco. En la esquizofrenia y la paranoia no hay trastornos cognitivos. En estas últimas, aunque haya un trastorno de pensamiento, no hay un trastorno de cálculo, ni de memoria, ni de conciencia. En la esquizofrenia las alucinaciones son auditivas, mientras que en el trastorno mental orgánico son básicamente visuales. En la depresión el paciente no está desorientado, y no hay trastorno en el discurso. Las demencias son de instalación lenta. Para la clínica hay que tener en cuenta los tumores cerebrales, porque son una causa no visible, que suele pasarse por alto, y confundirse con otras patologías. Los tumores cerebrales suelen comenzar con convulsiones. Para diagnosticar los cuadros mentales orgánicos es importante hacer un buen interrogatorio, exhaustivo; luego hay que realizar una revisación médica; y por último estudios de laboratorio y neuroimágenes.los tratamientos dependen del tumor, del estadio dl mismo, y de la edad del paciente, entre otras cosas.  
 

Trastornos endocrinológicos y su relación con la psicopatía, Rosenstein.

      Las hormonas son elementos químicos producidos por las glándulas, que son regladas por la actividad del sistema nervioso central, y producen acción a distancia en los tejidos. Es un sistema de regulación a través de mecanismos de inhibición y estimulación. Las glándulas de acción directa sobre el sistema nervioso central son el hipotálamo y la hipófisis. Las glándulas segregan hormonas que actúan sobre tejidos, que a su vez mandan su repuesta, por vía sanguínea a las glándulas. En los trastornos hormonales se observan trastorno de pensamiento, de conducta y de ánimo (antes que trastornos físicos). Las personas con riesgo de enfermedad hormonal se evalúan mediante un examen físico exhaustivo, la medición de hormonas en sangre y a través del diagnóstico por imágenes. La patología endocrinológica es aumento o disminución de la secreción. Algunas patologías hormonales de las tiroides son el hipertiroidismo, donde la hormona tiroidea se encuentra eleva, por causa internas o exógenas. El diagnóstico diferencial debe hacerse con los trastornos de ansiedad generalizada, la manía, la depresión y la psicosis. Un paciente con hipertiroidismo no duerme. Pueden aparecer en los enfermos alucinaciones visuales y auditivas, delirios poco sistematizados. Lo que diferencia de la psicosis es que hay más alucinaciones visuales que auditivas. Es un cuadro de orden confusional. Al diagnóstico diferencial ayuda mucho el laboratorio, y los síntomas previos (o la falta de los mismos). En el hipertiroidismo, a diferencia de la manía, el paciente no se siete bien consigo mismo. Los tratamientos incluyen drogas para suprimir la hormona tiroidea. Otra patología importante es el hipotiroidismo, caracterizado por la disminución de la concentración sanguínea de hormona tiroidea. Las causas pueden ser endógenas o exógenas. El diagnóstico diferencial se realiza sobre todo con depresión y demencia senil, y si apoya sobre las pruebas de laboratorio y antecedentes. El tratamiento también es con medicamentos, que suministren la hormona faltante. En el caso de las glándulas suprarrenales pueden presentar dos patologías: la enfermedad de addison y el síndrome de cushing. La enfermedad de addison se caracteriza por el mal funcionamiento de las glándulas suprarrenales, que genera la disminución de la secreción de corticoesteroides. Es una enfermedad que se establece de a poquito. El diagnóstico diferencial se debe presentar con la depresión, la ansiedad. El diagnostico se hace principalmente a partir de pruebas de laboratorio. Por último, el síndrome de cushing es un cuadro caracterizado por el aumento de los corticoides en sangre, que puede ser por causa endógena o exógena. Los trastornos de ánimo son sostenidos en el tiempo. El diagnostico diferencial debe hacerse con la manía y con la psicosis, porque en los casos graves el paciente delira y tiene alucinaciones. También se hace por vía de laboratorio y e tratamiento es con medicamentos.  
 

Trastornos del estado de ánimo, tratornos fectivos, o trastornos del humor, Sosso.

      Se tratan desde el punto de vista del DSM IV y el CIE 10. El DSM IV es un manual estadístico de trastornos mentales hecho por la asociación psiquiátrica norteamericana. El CIE 10 tiene los mismos fines y esta hecha por la OMS, y se utiliza en Europa. La definición de trastorno mental dice que es el síndrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que aparece asociado a un malestar, a una discapacidad, entendiéndose por discapacidad un deterioro en una o más áreas de funcionamiento, un miedo significativamente aumentado a morir o a sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad. Entre los trastornos no hay un límite bien definido, a veces se superponen. En el CIE 10 se llaman trastornos del humo o trastornos afectivos, y en el DSM IV se los llama trastornos del estado del ánimo y están divididos en:

Los manuales tienen una sección que se llama especificaciones: si el trastorno es leve, moderado o grave; y si el trastorno está en remisión. El DSM IV agrega si el cuadro tiene o no síntomas psicóticos (alucinación y delirio), y si son o no congruentes (se relacionan o no con el estado anímico). Los trastornos de ánimo se pueden dividir en:

 
 

Las toxicomanías y el psicoanálisis, Sillitti.

     Freud ubica al consumo de tóxicos como un “vicio” y como tal, un sustituto de la masturbación. Freud hace una sola referencia en toda su obra a un paciente toxicómano. Los psicoanalistas se han ocupado poco de este tema. También cabe destacar que el consumo de tóxicos es diferente hoy al de la época de Freud. Hoy está ´presente en todos los estratos de control social. Freud en “el malestar en la cultura” ubica a los narcóticos como tercera opción frente a los pesares de la vida. Frente a las privaciones que la vida nos impone, lo más efectivo son os narcóticos porque la presencia de la sustancia en la sangre produce un efecto de placer inmediato, porque la alteración de la sensibilidad impide percibir las sensaciones displacenteras, y por la sensación de independencia frente al mundo exterior. En el placer inmediato de su efecto elimina cualquier tipo de conflicto entre su yo y lo que las pulsiones le exigen, y en la independencia respecto del mundo exterior se plantea la no necesidad del analista por parte del sujeto. Freud propone a la droga como herramienta para resolver el principal conflicto de la cultura: la oposición entre el conjunto y la singularidad. En Lacan también hay referencias a la droga y no al toxicómano. No se lo refiere en término patológicos, no hay diferenciación de una estructura subjetiva respecto de este fenómeno. Lacan dice que la droga sirve para romper el matrimonio del sujeto con el falo, sustraerse de los efectos de la castración; al servicio de la obtención de un goce que, en la ruptura con el falo, podría no pasar por el cuerpo del Otro. Las drogas no son pensadas como un síntoma, como un compromiso, ya que la droga se plantea como ruptura. Las adicciones es una categoría definida por un modo particular de gozar, creando una homogeneidad ficticia entre los que forman el conjunto. Su efecto es devastador. Al identificarse con este “ser adicto” se presentan como un obstáculo para el análisis. La droga produce un aplastamiento el sujeto, reduciéndolo al puro goce de la sustancia. Las toxicomanías se encuentran en las fronteras del análisis. Rado hace un intento de realizar una teoría psicoanalítica de la intoxicación. Los tratamientos tradicionales basan su estrategia en una pedagogía que reconstruye la capacidad del sujeto para responder a las necesidades sociales. Sostienen que la categoría de drogadicto es incurable. Otros tratamientos son los de sustitución de una sustancia por otra. El psicoanálisis, en cierto sentido, es un tratamiento de sustitución: sustitución del goce de la sustancia en el cuerpo por el de la palabra. Es necesario que el goce autoerótico puesto en juego en las toxicomanías sea cedido.  Se trata de un tratamiento de lo real por lo simbólico.  
 
 

 
 

 

Sexuación y clínica analítica 
 

Suplencia perversa en un sujeto psicótico, Maleval.

      La correspondencia con Joyce da testimonio de la existencia de ciertas inclinaciones perversas en su vida sexual. La estructura psicótica en la clínica constata prácticas perversas, trastornos psicosomáticos y una tendencia a escribir. Existen formas extremas de masoquismo que dan testimonio de un fenómeno similar de puesta a distancia del cuerpo. Cuando lo imaginario falla y el psicótico no logra armar una suplencia, el ser de derecho del sujeto, la sustancia de objeto caído de lo simbólico tiende a revelarse. En el caso del Sr. M. la falla de lo imaginario se discierne por puesta a distancia del cuerpo, y además por la existencia de una carencia imaginativa. De acuerdo a la lógica perversa, subraya que él es el organizador de la división del Otro, él no le teme a nada. No está enmarcado por la castración. A semejanza de algunos delirantes el logra ubicarse en una posición de excepción en la que el goce se encuentra capitalizado. La modalidad propia del Sr. M. de encarnar el “sujeto del goce”, fórmula por la cual Lacan circunscribe la posición del psicótico, no es la posición de Schreber, él no se cree La mujer de Dios, no obstante, las inscripciones en su cuerpo dan testimonio de ella, él también aspira a hacerse la puta del Otro. Se ofrece completamente al goce del Otro con la única protección del fantasma perverso. El goce del Otro domina su economía libidinal, a la cual no llegó a imponerse el límite fálico, no regulado por la ley del significante. 
 

El cuerpo en la psicosis: entre el goce y la escritura, Leibson.

      El cuerpo es eso que se construye en el seno de la relación imaginaria soportada por una armadura simbólica que recorta un real. El cuerpo siempre está presente en el síntoma, tanto en la neurosis como en la psicosis. Siempre habrá algo del cuerpo tomado por algún tipo de síntoma o fenómeno elemental. El hecho de que está afectado no necesariamente quiere decir que al cuerpo en tanto tal se lo sienta tocado o alterado. Es en la esquizofrenia donde el cuerpo aparece de manera más espectacular. En el ejemplo del caso de Schreber, el terreno de esa lucha es el cuerpo. El desarrollo de la psicosis de convierte en un intento de volver a apropiarse del cuerpo. Es un efecto del lenguaje, y en tanto tal de la función del nombre del padre, separar al goce del cuerpo y que eso sostenga al cuerpo como construcción. Si en la psicosis postulamos que se verifica una forclusión del nombre del padre, podemos seguir de esto que esta separación no se llevará a cabo como en la neurosis. Los modos de retorno de ese goce (en la palabra y sobre el cuerpo) también serán específicos. Para ejemplificar podemos decir que Lacan afirma que en la paranoia el goce queda ubicado en el lugar del Otro en tanto tal, se sitúa el cuerpo en la paranoia. Que el goce está ubicado en el lugar del Otro en tanto tal quiere decir que ese perseguidor puede no tener cara, no tener nombre, puede ser un “ellos” indefinido o puede ser alguien determinado. Pero que se trata de un goce y eso no puede no afectar a la integridad del cuerpo, a su posesión y a su estabilidad. El lenguaje (efecto de unificación) pacifica, es lo que ordena, lo que estabiliza, lo que normativiza, lo pensamos en relación a la ley, al nombre del padre, a lo que acota al goce. Pero es también (efecto de fragmentación) amenazante, persecutorio. ¿Por qué los locos escriben? ¿Para qué les serviría?: primero la escritura es un intento de respuesta, un recurso y hasta podría decirse que es una “técnica defensiva”. Es un intento de respuesta contra la invasión, la imposición de las palabras. Lacan se pregunta, no porque algunos se vuelven psicóticos, sino cómo es que no nos volvemos todos psicóticos en tanto hay algo de la imposición del lenguaje que nos afecta a todos por igual. El primer efecto del lenguaje, de fragmentación, también participa en la dialéctica de la constitución del cuerpo. Por ello, es importante poder pensar que el cuerpo no se reduce a lo imaginario. Lo planteamos por un parte lo simbólico del cuerpo, y el cuerpo de lo simbólico. Lo real del cuerpo en términos de que el cuerpo es una “sustancia gozante”. El desencadenamiento de la psicosis lo podemos entender como el efecto del retorno del primer efecto del lenguaje. Este retorno aparece como invasión, implica en un primer tiempo un derrumbe de lo imaginario. O el regreso al filo mortal del estadio del espejo. Esta fragmentación no es metafórica sino vivida como tal y afecta tanto al cuerpo como a la realidad. Un ejemplo de esto es la vivencia del fin del mundo de Schreber. Como una imposición del lenguaje, del parásito lenguajero. El lenguaje como un parásito que es portador de un goce que afecta al cuerpo desorganizándolo, haciéndole perder su foco. La neurosis muestra como posible un imaginario constituido y consistente que protege al sujeto, desconocimiento mediante, de esta imposición permanente del lenguaje, de estas palabras de las que dependemos y que nos son impuestas. Esta posibilidad se articula por la metáfora paterna y se relaciona con el segundo efecto del lenguaje, el de unificación. En la psicosis es manifiesto que el sujeto no es amo del lenguaje. Esta imposición de la palabra nos vuelve responsables, que es aquel que tiene que dar respuesta. El modo de responder del psicótico se plantea en términos de delirio en tanto intento de reconstrucción libidinal del mundo. Lacan lo plantea como un reordenamiento de lo imaginario, de un imaginario que ha saltado en pedazos se construye un nuevo orden. Con una herramienta simbólica. La escritura es  uno de los recursos simbólicos de que se sirven muchos psicóticos. Lo que Freud analiza de Schreber es un texto. En los 9 años que duró su internación, salvo el primer período de estupor en el cual las voces le decían que era un visionario, ese período de “la época santificada de mi vida”, Schreber se dedicó a la escritura. Esa construcción de un texto es homóloga y paralela a la reconstrucción del cuerpo y del mundo. La edificación del texto, la construcción del delirio y la reconciliación de Schreber con su cuerpo, son procesos paralelos.

Freud plantea el diagnóstico como una combinación de esquizofrenia y paranoia. Es claro que hay un perseguido, reduplicado en toda una serie de personajes, que aparece como el lugar del goce como tal a la vez que hay un goce que impacta directamente en el cuerpo bajo la forma de los fenómenos “sobrenaturales” que Schreber relata. En la figura de Dios está ubicado ese Otro que lo goza. James Joyce nunca desencadena una psicosis clínica. Hizo un tratamiento del lenguaje muy llamativo. Su última obra está escrita en una combinación de lenguas y prácticamente cada palabra es algún tipo de retruécano o juego de palabras. Lo destripa, lo desarticula, lo quiebra. Así esta respondiendo a algo de las palabras que se le imponen, que si o hubiera hecho esto, no hubiera podido con ese parásito palabrero. Hay modos de encarar esta función de la escritura: primer efecto mencionado con Joyce y Pizarnik, es la  posibilidad de hacer una marca  o un ataque a la lengua impuesta. Un intento de tachadura, de marca, en esas palabras que invaden y se imponen, que se realiza mediante recursos del lenguaje mismo: la homofonía, el retruécano, el juego de palabras. Segundo efecto de la escritura, es el de hacer inscripción. Es una consecuencia del anterior. Porque la escritura, en tanto permite tachar algo del goce de la lengua efectúa un vaciamiento de goce que hace lugar a un sujeto y que al mismo tiempo hace cuerpo a partir de esta inscripción. Un cuerpo sin nombre no es ningún cuerpo en el orden de la experiencia humana. Esta tachadura de la voz de la lengua permite inscribirse, encadenarse al sujeto a un orden simbólico, el orden de las generaciones, el orden filiatorio en el cual un cuerpo puede tener lugar como propio. Permite hacer suplencia del Nombre del Padre forcluído. La producción de un cuerpo supone que ese cuerpo se constituya en tanto algo lo marca al mismo tiempo que lo recorta de la sustancia gozante. Lo q marca al cuerpo es un efecto de escritura que en la psicosis se muestra un poco más evidentemente. La psicosis nos enseña que esas marcas pueden borrarse, perderse, confundirse. 
 

La histeria desde una clínica de la sexuación, Eidelberg.

      La clínica de la sexuación se extrae de la práctica psicoanalítica sobre las posiciones sexuadas de los seres hablantes, posiciones que Lacan ha presentado y desplegado en distintos momentos de su enseñanza durante los ‘70. “No hay relación sexual” los fundamentos de la clínica no son las id sexuales edípicas y sus avatares, sino la imposibilidad lógica irreductible de que los sexos se relaciones complementariamente entre sí, por lo cual las distintas modalidades de goce de cada sujeto y en cada época, deben entenderse como los modos diversos de intentar suplir esta imposibilidad y de tratar sus defectos de exilio. En esta clínica la anatomía no es el destino. Cada sujeto elige inscribirse de una lado u otro, del lado hombre o del lado mujer, según una lógica en donde el operador sigue siendo el falo, único significante que puede inscribirse en el inconsciente (si en el inconsciente no se inscribe “hombre” ni “mujer”, si sólo se inscribe “falo” y si esta inscripción es insuficiente para escribir la relación sexual, entonces, sólo se puede funcionar como hombre o mujer en el campo del goce asumiendo determinada posición en relación con el falo). 
 
 

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Para construir las fórmulas lógicas de la sexuación se sirve de las lógicas cuántica y modal.

El lado izquierdo: lado fálico – edípico -  masculino, donde un conjunto se puede cerrar como universo ("c.Fc, para todos rige el operador falo-castración), con la condición de la existencia de una excepción que lo funde ($c.Fc, al menos uno no está regido por el operador).

El lado derecho: más allá del Edipo y del régimen fálico; es el lado femenino cuya lógica no es anti – fálica, sino suplementaria a ésta, no-toda fálica; donde no es posible que un conjunto se cierra como universo, como totalidad ("c.Fc, no todo x está regido por el operador falo-castración), porque no hay excepción que lo funde ($c.Fc, no existe uno que no esté regido por el operador). “La” mujer está tachada entonces (La); porque: - no existe como conjunto cerrado universal sino una por una; - en el orden significante no tiene forma de inscribirse o representarse que no sea vía el falo; Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.- está desdoblada en su modo de goce, que es no-todo fálico. Goce propiamente femenino que no es fálico y que, paradójicamente, no se puede nombrar salvo en relación al falo. Puede ubicarse a la histérica en la posición de la excepción masculina, $c.Fc, bajo la égida de la lógica fálica, posición llamada hommosexual, posición sexuada del lado hombre. Leemos la fórmula ($c.Fc) de distintas maneras: - existe una que “no tiene” (si F = pene como posesión fálica); - existe una que no está castrada (si F =función de castración); - existe una cuyo goce propiamente femenino no es el goce fálico (si F = goce fálico). La histérica reivindica tres verdades sobre la feminidad: la pobreza de bienes fálicos, el no estar afectada por la castración que amenaza al varón, y hay en la sexualidad femenina un goce envuelto en su propia contigüidad.

      La histérica permanece fijada al goce de la pregunta sobre qué es ser una mujer, de cuya respuesta no quiere saber nada, pregunta que es solidaria de la excepción. Quedando fijada a esa excepción, la histérica impide que sea un hombre el que ocupe este lugar del “al menos uno” para ella; pues es ella quien lo ocupa para el conjunto de todos los hombres o para el amo. Podemos pensar que la histérica rechaza el órgano fálico porque éste, en vez de cicatrizarla, le reaviva la herida de su privación haciéndola sufrir la envidia; rechaza el goce fálico que ella misma podría experimentar gracias al portador porque esa satisfacción es insuficiente; rechaza el goce que su partener podría obtener gracias a ella, porque esto la dejaría dividida y sobrepasada por otro goce re - suscitado en su cuerpo. Cuando un sujeto adviene a la femineidad es porque ha renunciado a esta modalidad defensiva de goce amparada en la excepción histérica. Lacan plantea que el sujeto femenino tendrá que “rechazar” sus atributos esenciales para poder construir su mascarada fálica, que es el semblante conectado al deseo de ella por un hombre y al deseo de un hombre por ella. ¿Alcanza la mascarada fálica para acceder a la femineidad? No, ya no se trata del rol o papel sexual del sujeto deseante bajo la primacía fálica de las identificaciones, sino de la posición sexuada del ser hablante, del sujeto más su cuerpo en relación a un partener. Se trata de dilucidar las posiciones sexuadas en relación a los modos de gozar: la manera macha y manera hembra de darle vuelta a lo imposible de la relación complementaria sexual. Y La, posición sexuada femenina “lacaniana”, indica que una mujer está doblemente gobernada o desdoblada en su goce: mantiene un lazo con el falo que ya no es el de exceptuarse a él como la histérica, pero tampoco se limita a este lazo como la mujer freudiana. Si es lacaniana, una mujer será no-toda fálica en su modo de goce; gozará también de un plus, de un suplemento que no es el del objeto, es radicalmente Otro, “esencial” a su femineidad. 
 

Psicosis y sexuación, Godoy.

      Concepto de “sexuación” es introducido por Lacan junto con la formalización lógica de las “fórmulas de la sexuación” en los años ‘70. En el Seminario 3 comienza planteando la relación entre la posición sexual y el aparato simbólico. La posición sexual del sujeto no es un dato de partida, no se define en función de la anatomía, sino que tiene que pasar por un aparato simbólico para ser reconocida. Lo que permite realizar la sexualidad en el plano simbólico es el Edipo (el aparato simbólico es el Edipo, luego dice que pasar por el Edipo determina en su estructura por la metáfora paterna, es la vía por la que puede realizarse en lo simbólico una posición sexual). La inscripción de la sexualidad, de las posiciones sexuadas en el inconsciente, se hace a partir de un solo elemento, el falo, y no dos como se podría esperar. Esto es así en Freud y es retomado por Lacan  como una “disimetría significante”; que conlleva a “no hay relación sexual”. Esto constituye una falla / falta de lo simbólico y no de las mujeres. Lo simbólico carece de material para responder por el sexo de la mujer en cuanto tal. Lo cual no quita que ella también se inscriba de diversas maneras en relación a ese único elemento que inscribe la sexualidad par el ser hablante en el inconsciente: el falo. La posición sexuada no está de antemano, hay que pasar por el aparato simbólico, será crucial cómo, para un hombre, el órgano peniano se inscribe en lo simbólico. Millar sostiene que uno tiene los órganos y después trata de ver para qué sirven. Ese “para que sirven”, se lo encuentra poco a poco y depende de cómo se articule en lo simbólico, de cómo los discursos establecidos nos ayuden a hacer con los órganos. Sexuación como un proceso, como modo de articularse a lo simbólico y extraer las consecuencias. No es la función la que hace al órgano, sino que está el órgano y después hay que ver cómo con lo simbólico se le encuentra una función y un uso. Para un hombre el órgano y su goce necesitan estar acomodados por la función fálica, paterna, para que su función sea “nor-male” (nor - macho). Un ejemplo de esto es el caso de Dessal, un sujeto q no consigue encontrarle una posición adecuada a su pene). Hay sujetos que no logran ninguna acomodación del órgano en el cuerpo; es el planteo justamente que tienen los transexuales: “Soy una mujer, la naturaleza está errada en mí”. La operación quirúrgica se redobla luego por una operación simbólica: demandar la justicia el reconocimiento legal como mujer. Ello constituiría la invención de otro “aparato simbólico” que viene a regular su posición. El órgano está recortado por el significante, es como un S1 que requiere de un S2 para operar, sino se torna intrusivo, parasitario, perturbador o un órgano “de más”.

      En el caso de Schreber no se trata de una homosexualidad en el sentido vulgar. No había nada del orden de una práctica homosexual, ni de una elección homosexual en su vida amorosa. Estaba casado, tenía una pareja heterosexual y además en cuanto irrumpe ese primer fenómeno, la fantasía en el estado de duermevela, experimenta un rechazo, no la asume con gusto ni se identifica a ella. La ve como algo extraño a su ser. Freud ubica como homosexualidad a la irrupción de un exceso de goce que no puede encauzarse en los modos en que el sujeto se las arregló para canalizar su libido. Habría un “más” que no logra canalizarse en una carretera principal que lo ordene, que lo regule, que lo acomode o que lo pacifique. El neurótico esta protegido frente a la infinitud de los matices de la vida por el filtro edípico, el filtro del padre que sostiene su realidad psíquica. El sujeto psicótico nos testimonia que no tiene ese filtro, se le vienen todos los matices de la vida encima y lo aplastan. En Schreber se trata de un padre que no deja de exigirle voluptuosidad, fuente de causa, introduce el desborde mismo, produce la infinitud y no la limitación, por lo tanto la solución tendrá que encontrarse de otro modo. La solución schreberiana: halló su curación cuando resolvió resignar la resistencia a la castración. No a la castración en el sentido de la operación simbólica, sino lo que señala con el término “emasculación”, la desaparición de su órgano viril y avenirse al papel femenino que Dios le destinaba. Llevó una vida normal, salvo en un punto, que diariamente consagraba unas horas al cuidado de su femineidad, de cuyos paulatinos progresos hasta la meta determinada por Dios seguía convencido. El miramiento por la realidad efectiva constriñe a desplazar la solución del presente al remoto futuro, a contemplarse con un cumplimiento de deseo asintótico. Logra una elaboración delirante de la experiencia enigmática del goce en exceso, del goce no regulado fálicamente. Su caos enseña cómo la irrupción de goce, en la psicosis, puede descompensar lo que podía ser para el sujeto cierto modo de sostener una identidad sexual. Aceptar ser la mujer de Dios, puede operar como una función de estabilización. A falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que le falta a los hombres. Va haciendo la operación de ubicar su ser en relación al Otro, pasar por distintas modalizaciones hasta encontrar una solución que viene al lugar de la metáfora paterna ausente. Pasa por ser la mujer que le falta a Flechsig, luego la que le falta a Dios y finalmente, a través de éste, la que le falta a la humanidad para salvarse. Ese “ser la mujer que falta a los hombres” es el significante que constituye lo que Lacan llama metáfora delirante y produce la estabilización de la estructura. Podemos vincularlo con lo que Freud designaba como el “mínimo resto” al que se reduce el delirio, ese elemento que introduce un anclaje y un punto de capitón. Lacan formaliza en el Esquema I la estabilización schreberiana. Demuestra que el estado terminal de la psicosis no representa el caos coagulado en que desemboca la resaca de un sismo, sino antes bien esa puesta al día de líneas de eficiencia, que hace hablar cuando se trata de un problema de solución elegante. Introduce el término de transexualismo delirante para decir que en Schreber no es correcto hablar de “homosexualidad”, ni de “homosexualidad reprimida”, ni de “homosexualidad latente”. En dicho esquema, el “goce transexualista” es ubicado aún en el plano imaginario viniendo a suplir la significación fálica ausente (F0) como un modo de estabilizar la relación del sujeto con su imagen (Schreber mirándose al espejo) a la vez que se relaciona con la función del Ideal que pone un límite asintótico al agujero de P0. El goce transexualista no ubica aquí el exceso sino más bien el límite en que se coagula la feminización schreberiana en su práctica contemplativa y los cuidados que prodiga a su imagen. Schreber inventa con su delirio un “aparato” ahí donde no está el “aparato edípico” para elaborar la sexuación. Llega a una respuesta: ser la mujer de Dios para salvar a los hombres. Siente primero que podría ser transformado en una mujer cualquiera, una mujerzuela al servicio de Flechsig, lo cual no es muy honroso, menos aún para un jurista destacado. En cambio ser la mujer de Dios y acorde a una legalidad delirante le parece más aceptable, más digno. Allí donde no está el nombre del padre aparece La mujer como suplencia. Justamente, lo que Lacan va a señalar como lo que no existe. La psicosis puede a veces, hacer existir ese La. Schreber hace existir el La bajo la forma de La mujer de Dios.

      La función hiperbólica de la psicosis de Schreber es el modo en que Lacan describe en su esquema I, a través de lo que Freud explicaba como la realización asintótica de la transformación en mujer Dicha transformación, aclara Lacan es un efecto sardónico. La transformación en mujer en la psicosis sí constituye un efecto sardónico producido por condiciones estructurales, no porque el psicótico quiera, sino porque hay algo en la estructura que empuja a ello. Es un forzamiento por condiciones de estructura puestas en juego por el desencadenamiento, y que irrumpe como un goce en exceso, sin límites y deslocalizado. Lacan lo explica en relación con los cuantores de las fórmulas de la sexuación.

      Lado Hombre     Lado Mujer

      $c.Fc      $c.Fc 

      "c.Fc      "c.Fc 

Lado izquierdo ("c.Fc): Para todo X se cumple la función fálica. Aquel que se ubica aquí queda sometido a la función fálica, a la regulación fálica del goce. Queda inscripto y articulado a la castración. El universal se sostiene y funciona como tal si hay una excepción a ese universal. Tiene que existir uno que dice que no a la función fálica: $c.Fc. Esto formaliza el mito freudiano en donde para todo hombre opera la función fálica porque hubo una excepción. El padre de la horda primitiva era un modo de señalar esa función. Podemos pensarla como la función del padre que limita el goce, que lo regula, que lo introduce en la carretera principal y lo domestica. La excepción opera como límite.

Lado derecho: Tenemos por otro parte el hecho que una mujer también, está tomada en esta lógica fálica y en esa regulación, es decir, también pasa por el Edipo, por la instancia de la metáfora paterna y pro todas las dimensiones que implica esa regulación. De este lado, es la negación de la excepción como propia al lado femenino. Se escribe $c.Fc “no existe la excepción”. Al negar el todo no lo transforma en lo que sería, en la lógica tradicional, el universal negativo “ninguno”, no pasa del “todo” al “ninguno”; pasa del “todo” al “no-todo”. Una mujer también se inscribe en la función fálica, pero “no toda”, lo cual ubica un más allá de dicha función y, por lo tanto, del Edipo. Por eso puede haber algo del goce que vaya más allá de aquel regulado fálicamente; llamado goce femenino o suplementario. Es más allá del lenguaje, de lo que se puede decir, lo cual presenta una afinidad con lo real. Entonces si no existe la excepción, no existe el todo, el universal, las mujeres no hacen un conjunto sino una serie infinita, que es lo que se opone a un conjunto cerrado, es una, una, una, una (…), eso hace que no sean todas iguales. El no - todo no se refiere a una dimensión de incompletad, sino a la inconsistencia lógica de la serie infinita que impide cerrar un conjunto.

Pensamos estas fórmulas para pensar el desencadenamiento y la estabilización en la psicosis de Schreber: si el padre exige el goce, parecería que, si no está la función reguladora del padre del Edipo, aparecería sí un padre, pero no el padre de la prohibición, del límite. Es el padre de la exigencia del goce, Un - Padre. Respecto a la psicosis, no hay lo que opera en relación a la función paterna y a la lógica fálica. Hay un goce desregulado, no encausado en la carretera principal del nombre del padre, no contenido en los diques edípicos, presto a desbordarse, a salirse del límite. La producción de una excepción marca el punto de detención del empuje-a-la-mujer.

      Desde el desencadenamiento hasta la estabilización de Schreber: desde el encuentro con Un - Padre y la irrupción de la voluptuosidad hasta la estabilización en la metáfora delirante.

 
 

Un problema de diagnóstico, Dessal.

      El propósito de esta intervención es presentar un problema diagnóstico. Podría tratarse de una neurosis obsesiva de carácter grave, o de una psicosis infantil que se ha prolongado durante la vida del sujeto sin alcanzar un desencadenamiento propiamente dicho, aunque sí una descompensación en los últimos años. El joven J., de 25 años, está muy angustiado y desmoralizado por una serie de pensamientos e ideas que lo asaltan de manera compulsiva y que llegan a desesperarlo. Las ideas giran en torno a su identidad sexual, y a pesar de estar convencido de su interés por las mujeres, no está tranquilo al respecto. Con mucha frecuencia se descubre a sí mismo mirando a los hombres, y a la vez experimenta el temor de que crean que es homosexual. Su preocupación le ha llevado a resignificar un acontecimiento de la pubertad, cuando en una ocasión, que nunca volvió a repetirse, se entregó a juegos masturbatorios con un amigo. Se pregunta si tal vez se hallase allí el germen de una homosexualidad latente que ahora deba asumir, pero a la vez se rebela y no comprende por qué habría de adoptar una identidad sexual que considera repugnante. ¿Cuándo comenzó todo esto? Cree que hacia los 16 años. El paciente se inició en el consumo de drogas sintéticas, y atribuye a los efectos de las pastillas los pensamientos que comenzaron a atormentarlo. En esa época se desencadenó también una sensibilidad extrema a la mirada, y la preocupación de que la gente hiciese comentarios despectivos o burlones acercare el. En el transcurso de las entrevistas advierte el lazo incestuoso  que lo unía a su hermana en ese período. Esto desemboca en la confesión que él temía que la gente pensase de él, lo que él a su vez pensaba de su hermana. Lo que él pensaba de su hermana no se atreve a decirlo, pero da a entender el significado de "puta"'. El joven J. presenta síntomas claramente obsesivos. Cuanta una escena donde repite la secuencia varias veces, configurando un síntoma en dos tiempos, en el cual el deseo de ver se infiltra en la defensa. J. tiene una relación curiosa con los espejos. Se mira en ellos permanentemente, puesto que desde niño siente un profundo rechazo por su imagen. No sabe si mira a los hombres porque le gustan, o porque quiere parecerse a ellos. Se inclina por la segunda posibilidad, pero a la vez piensa que quizás esto sea un modo de engañarse sobre la primera. Hasta aquí el paciente parece situarse muy bien en la clínica de la neurosis: el retorno de lo reprimido, la duda, la obsesión, el comportamiento compulsivo, el sentimiento de culpabilidad, la conducta frente al objeto amoroso, el lazo incestuoso con la hermana, y todos los signos más o menos característicos de una neurosis obsesiva.

Pero J. comenta que tres o cuatro años atrás, estando en una discoteca bajo los efectos de las drogas, se miró en un espejo y creyó verse con pechos de mujer. Poco tiempo después, mientras conducía su coche sin haber consumido ninguna sustancia, bajó la cabeza y vio que no tenía pene. No puede explicar con claridad estos hechos. Se le impuso el temor de verse transformado en mujer. Sabe que esto no puede suceder, pero aún así no puede evitar pensarlo. No hay al respecto ninguna elaboración delirante sobre cómo, ni cuándo, ni porqué sucedería algo semejante. Recuerda entonces una escena infantil crucial, a la edad de ocho años, cuando corría en una ocasión por el patio del colegio. Al pasar delante de un grupo de niñas, experimenta la sensación de ser observado y tiene la impresión de que sus movimientos al correr se asemejan a los de una chica. Frente a las mujeres sufre a veces una extraña inversión especular: las ve como hombres, y se siente mujer. Es un fenómeno instantáneo, que se interrumpe súbitamente cuando sospecha que las mujeres pueden estar adivinando lo que sucede. Desde niño tiene una obsesión con su pene. Nunca consigue encontrarle la posición adecuada, y debe reacomodarlo permanentemente. Desde hace unos meses, el temor de verse convertido en mujer se ha apaciguado, mientras persiste la preocupación con la homosexualidad. 
 

Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis: 33º “La femeneidad”, Freud.

      Aquello que constituye la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la anatomía no puede aprehender. Un ser humano (macho o hembra) se comporta en este punto masculino y en estotro femeninamente. Si caracterizamos psicológicamente la feminidad podemos decir que consiste en la predilección por metas pasivas. Esto no es lo mismo que decir pasividad. El psicoanálisis no pretende describir qué es la mujer, sino indagar cómo deviene, cómo se desarrolla la mujer a partir del niño de disposición bisexual. Una comparación con las constelaciones estudiadas en el varón nos dice que el desarrollo de la niña hasta la mujer normal es más difícil y complicado, incluye dos tareas adicionales que no tienen correlato alguno en el desarrollo el varón. Veamos los paralelismos:

Los dos sexos recorren de igual modo las primeras fases del desarrollo libidinal.

En mujeres de intensa y duradera ligazón - padre sabemos que había existido un estadio previo de ligazón - madre pre - edípica, necesaria para comprender a la mujer. Vínculos libidinosos de la niña con la madre influyen en como atraviesan las tres fases de la sexualidad infantil, cobran los caracteres de cada una de ellas, se expresan mediante deseos orales, sádico - anales y fálicos. Esos deseos son ambivalentes, de naturaleza tierna y hostil - agresiva. El destino habitual de la ligazón - madre de la niña es dejar sitio a la ligazón - padre. El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón - madre acaba en odio, que puede ser notable y perdurar toda la vida, puede ser sobre compensado más tarde, por lo común una parte se supera y otra permanece. Escuchamos una larga lista de acusaciones y cargos contra la madre: el que se remonta más atrás es el de haber suministrado poca lecha al niño, explicitado como falta de amor. La próxima acusación se aviva cuando el siguiente hijo aparece en su cuna. Una fuente de hostilidad del niño hacia su madre la proporcionan sus deseos sexuales, que casi nunca pueden ser satisfechos. La más intensa denegación se produce en el período fálico, cuando la madre prohíbe el quehacer placentero en los genitales, hacia el cual empero, ella misma había orientado al niño. Todos estos factores adquieren eficacia también en la relación del varoncito con su madre, pero no son capaces de enajenarlo del objeto – madre. Un factor específico para la niña reside en el complejo de castración. En el varón el complejo de castración nace después que por la visión de unos genitales femeninos se enteró de que el miembro tan estimado por él no es complemento necesario del cuerpo. Se acuerda de las amenazas que se atrajo por ocuparse de su miembro, y a partir de ahí cae bajo el influjo de la angustia de castración. En la niña el complejo de castración se inicia con la visión de los genitales del otro sexo. Nota la diferencia y su significación. Se siente perjudicada y cae presa de la envidia del pene. Se aferra por largo tiempo al deseo de llegar a tener algo así, cree en esa posibilidad hasta una edad tardía. El descubrimiento de su castración es un punto de viraje en el desarrollo de la niña. De ahí parten 3 orientaciones del desarrollo:

La conducta de la feminidad es perturbada por los fenómenos residuales de la prehistoria masculina. Las regresiones a las fijaciones de aquellas fases pre - edípicas son muy frecuentes, en muchos ciclos de vida se llega a una repetida alternancia de épocas en que predomina la masculinidad o la feminidad. Adjudicamos a la feminidad un alto grado de narcisismo, que influye también sobre su elección de objeto, de suerte que para la mujer la necesidad de ser amada es más intensa que la de amar. En la vanidad corporal sigue participando el efecto de la envidia del pene, pues ella no puede menos que apreciar tanto más sus encantos como tardío resarcimiento por la originaria inferioridad sexual. La vergüenza la atribuimos al propósito de ocultar el defecto de los genitales. Solo la relación del hijo varón brinda a la madre una satisfacción irrestricta; es en general la más perfecta, exenta de ambivalencia. El matrimonio mismo no está asegurado hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo, y actuar la madre respecto de él. La identificación - madre de la mujer permite discernir dos estratos: el pre - edípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma por arquetipo; y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madres y sustituirla junto al padre. La fase de la ligazón pre - edípica es la decisiva para el futuro de la mujer. 
 

Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología del amor), Freud.

      La Impotencia psíquica es extraña perturbación que aqueja a hombres de naturaleza intensamente libidinosa, y se exterioriza en el hecho de que los órganos ejecutivos de la sexualidad rehúsan el cumplimiento del acto sexual, aunque tanto antes como después se demuestren intactos y capaces de operar, y aunque exista una intensa propensión psíquica a la ejecución del acto. El contenido más universal de este material patógeno se destaca la fijación incestuosa no superada a la madre y hermanas. Además hay que tener en cuenta la influencia de impresiones penosas accidentales que se anudan al quehacer sexual infantil, así como los factores que de una manera general reducen la libido susceptible de ser dirigida al objeto sexual femenino. Por medio del Psicoanálisis obtenemos información sobre los procesos psicosexuales eficaces. El fundamento de la afección es una inhibición en la historia del desarrollo de la libido hasta su plasmación definitiva y merecedora de llamarse normal. No confluyen una en las otras, dos corrientes cuya reunión es lo único que asegura una conducta amorosa plenamente normal: la tierna y la sensual. La corriente tierna es la más antigua, proviene de la primera infancia, se ha formado sobre la base de los intereses de la pulsión de auto - conservación y se dirige a las personas que integran la familia y a las que tienen a su cargo la crianza del niño. Desde el comienzo ha recibido aportes de las pulsiones sexuales. Corresponde a la elección infantil de objeto. Estas fijaciones tiernas del niño continúan a lo largo de la infancia, tomando consigo cada vez más de un erotismo que es desviado de sus metas sexuales. En la pubertad se añade la poderosa corriente sensual, que ya no ignora sus metas. Nunca deja de transitar por aquellos tempranos caminos y de investir los objetos de la elección infantil primaria. Pero como tropieza con los obstáculos de la barrera del incesto exteriorizará el afán de hallar lo más pronto posible el paso desde esos objetos, inapropiados en la realidad, hacia otros objetos, ajenos, con los que pueda cumplirse una real vida sexual. Estos últimos se eligen siempre según el arquetipo (la imago) de los infantiles, pero con el tiempo traerán hacia sí la ternura que estaba encadenada a los primeros. Existen dos factores contribuyen al fracaso de este progreso en el curso de desarrollo de la libido: 1º la medida de frustración (denegación) real que contraríe la nueva elección de objeto y la desvalorice para el individuo; 2º la medida de atracción que sean capaces de exteriorizar los objetos infantiles que han de abandonarse, y que es proporcional a la investidura erótica que les cupo todavía en la niñez. Si los dos factores son lo bastante fuerte, entra en acción el mecanismo universal de la formación de neurosis. La libido se extraña de la realidad, es acogida por la actividad de la fantasía, refuerza las imágenes de los primeros objetos sexuales, se fija a estos. Para que se produzca la impotencia psíquica propiamente dicha, se requieren condiciones:

El quehacer sexual de esas personas es caprichoso, perturbado con facilidad, a menudo incorrecto en la ejecución, dispensa un goce escaso. Sobre todo se ve precisado a esquivar la corriente tierna. Por tanto, se ha producido una limitación de objeto. La corriente sensual que ha permanecido activa sólo busca objetos que no recuerden a las personas incestuosas prohibidas. La vida amorosa de estos permanece escindida en las dos orientaciones que el arte ha personificado como amor celestial y terreno (o animal). Cuando aman no anhelan, y cuando anhelan no pueden amar. Buscan objetos a los que no necesitan amar, a fin de mantener alejada su sensualidad de los objetos amados; y luego, si un rasgo a menudo nimio del objeto elegido para evitar el incesto recuerda al objeto que debía evitarse, sobreviene esa extraña denegación que es la impotencia psíquica. Para protegerse de esa perturbación, el principal recurso de que se vale el hombre consiste en la “degradación” psíquica del objeto sexual, (al par que la sobrestimación que normalmente recae sobre el objeto sexual es reservada para el objeto incestuoso y sus subrogaciones). Tan pronto se cumple la condición de la degradación, la sensualidad puede exteriorizarse con libertad, desarrollar operaciones sexuales sustantivas y elevado placer. Hay además otro nexo que contribuye a ese resultado. Personas en quieren la corriente tierna y la sensual no han confluido cabalmente una en la otra casi siempre tienen una vida amorosa poco refinada. Se justifica la expectativa de que la impotencia psíquica fuese una afección universal de la cultura y no la enfermedad de algunos individuos. Casi siempre el hombre se siente limitado en su quehacer sexual por el respeto a la mujer, y sólo desarrolla su potencia plena cuando está frente a un objeto sexual degradado, lo que de nuevo tiene por fundamento la circunstancia de que en sus metas sexuales entran componentes perversos que no osa satisfacer en la mujer respetada. Sólo le es deparado un pleno goce sexual si puede entregarse a la satisfacción sin miramientos. A ello se debe su necesidad de un objeto sexual degradado, de una mujer inferior éticamente a quien no se vea precisado a atribuirle reparos estéticos, que no lo conozca en sus otras relaciones de vida ni pueda enjuiciarlo. Quien haya de ser realmente libre y también feliz en su vida amorosa, tiene que haber superado el respeto a la mujer y admitido la representación del incesto con su madre o hermana. Quien se someta a un serio auto - examen respecto de este requisito hallará dentro de sí que en el fondo juzga el acto sexual como algo degradante, que mancha y ensucia no sólo en lo corporal. En nuestro mundo cultural, las Mujeres se encuentran bajo un parecido efecto posterior de su educación y además, bajo el efecto de contragolpe de la conducta de los hombres. En ella se nota apenas una necesidad de degradar el objeto sexual. La prolongada coartación de lo sexual y la reclusión de la sensualidad a la fantasía tienen para ella otra consecuencia de peso. A menudo le sucede de no poder desatar más el enlace del quehacer sensual con la prohibición y así se muestra psíquicamente impotente, frígida, cuando al fin se le permite ese quehacer. Esa condición de lo prohibido es equiparable, en la vida amorosa femenina, a la necesidad de degradación del objeto sexual en el varón. Ambas son consecuencias del prolongado diferimiento entre madurez genésica y quehacer sexual, que la educación exige por razones culturales. Y ambas buscan cancelar la impotencia psíquica que resulta del desencuentro entre mociones tiernas y sensuales. El hecho de que el enfrenamiento cultural de la vida amorosa conlleve la más generalizada degradación de los objetos sexuales puede movernos a apartar nuestra mirada de los objetos para dirigirla a las pulsiones mismas. El perjuicio que se infiere frustrando al principio el goce sexual se exterioriza en que su ulterior permiso dentro del matrimonio ya no produce una satisfacción plena. Pero tampoco lleva a mejor resultado la libertad sexual irrestricta desde el comienzo (nada logra que haya una satisfacción plena). Hace falta un obstáculo para pulsionar a la libido hacia lo alto. Es cierto que la significatividad psíquica de una pulsión aumenta cuando es frustrada. Pero ¿es cierto que el valor psíquico de toda pulsión disminuye hasta ese punto cuando se satisface? Veamos la relación del bebedor con el vino. El hábito estrecha cada vez más el lazo entre el hombre y el tipo de vino que bebe. Habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual misma  desfavorable al logro de la satisfacción plena. De la prolongada y difícil historia de desarrollo de esta pulsión se destacan enseguida dos factores: 1- la consecuencia de la acometida de la elección de objeto en dos tiempos separados por la interposición de la barrera del incesto, el objeto definitivo de la pulsión sexual ya no es nunca el originario, sino solo un subrogado de este. Toda vez que el objeto originario es subrogado por una serie de objetos sustitutivos, ninguno satisface plenamente. Esto explica la falta de permanencia en la elección de objeto, el hambre de estímulo que tan a menudo caracteriza la vida amorosa de los adultos. 2- La pulsión sexual se descompone al principio en una gran serie de componentes, no todos pueden ser acogidos en su conformación ulterior, sino que deben ser sofocados antes o recibir otro empleo. Esa misma ineptitud de la pulsión sexual para procurar una satisfacción plena tan pronto es sometida  a los primeros reclamos de la cultura para ser la fuente de los más grandiosos logros culturales, que son llevados a cabo por medio de una sublimación cada vez más vasta de sus componentes pulsionales. 
 

Seminario 20 “AUN”, Lacan.

      Tomemos las cosas del lado en que todo x es función de  Fx, o sea, el lado en que se coloca el hombre. Colocarse allí es electivo, las mujeres pueden hacerlo. Para el hombre, a menos que haya castración, algo que dice no a la función fálica, no existe ninguna posibilidad de que goce del cuerpo de una mujer, de que haga el amor. Al contrario de lo que formula Freud, el hombre es quién aborda a la mujer, o cree abordarla, porque a este respecto, las convicciones, las pendejos vicciones, no escasean. Sin embargo sólo aborda la causa de su deseo, que designé con el objeto a. Hacer el amor, tal como lo indica el nombre, es poesía. El acto de amor es la perversión polimorfa del macho. Cuando escribo "cFc: la negación afecta al cuantor que ha de leerse no-todo, quiere decir que cuando cualquier ser que habla cierra filas con las mujeres se funda por ello como no-todo, al ubicarse en la función fálica. No hay La mujer, artículo definido para designar el universal. No hay La mujer puesto que por esencia ella no toda es. Ese La es un significante. Con ese La simbolizo el significante del cual es indispensable marcar el puesto, que no puede dejarse vacío. Este La es un significante al que le es propio ser el único que no puede significar nada, y sólo funda el estatuto de La mujer en aquello de que no toda es. No deja de ser cierto que si la naturaleza de las cosas la excluye, por eso justamente que ha hace no toda, la mujer tiene un goce adicional, suplementario (no complementario) respecto a lo que designa como goce la función fálica. El ser no-toda en la función fálica no quiere decir que no lo esté del todo. No es verdad que no esté del todo. Esté de lleno allí. Pero hay algo de más. Hay un goce del cuerpo que está más allá del falo. Lo que da cierta plausibilidad a lo que propongo, que de este goce la mujer nada sabe, es que nunca se les ha podido sacar nada; a ese goce lo llamamos como podemos, vaginal, y se habla del polo posterior del útero y otras pavadas por el estilo.

$c          Fc

"c          Fc

$c          Fc

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F

     S(A)

a

                La

Un discurso como el analítico tiende hacia el sentido. Hace surgir justamente que el sentido no es más que semblante. Si indica que este sentido es sexual, solo puede hacerlo dando razón de su límite. Todo ser que habla se inscribe en un lado o en otro. A la izquierda, la línea inferior "c Fc indica que el hombre en tanto todo se inscribe mediante la función fálica, aunque no hay que olvidar que esta función encuentra su límite en la existencia de una x que niega la función Fc: $c Fc. Es lo que se llama función del padre, de donde procede por negación la proposición Fc, que funda así el ejercicio de lo que, con la castración, suple la relación sexual, en tanto ésta no puede inscribirse de ningún modo. El todo se apoya entonces aquí en la excepción postulada como término, como lo que niega íntegramente a esa Fc. A la derecha, tienen la inscripción de la parte mujer de los seres que hablan. A todo ser que habla esté o no provisto de los atributos de la masculinidad, le está permitido inscribirse en esta parte. Vetará toda universalidad, será el no-todo, en tanto puede elegir estar o no es Fc. Debajo de la barra transversal hay una indicación escandida de lo que se trata. Del lado hombre escribí el S y el F que como significante es su soporte, lo cual se encarna igualmente en el S1 que, entre todos los significante, es el significante del cual no hay significado, y que en lo que toca al sentido, simboliza su fracaso. Esta S acompañada así por ese doble no tiene que ver, como pareja, sino con el objeto a inscrito del otro lado de la barra. Sólo por el intermedio de ser la causa de su deseo le es dado alcanzar a su pareja sexual, que es el Otro. Por esta razón no es más que fantasma. El lado mujer: ¿qué quiere la mujer? Freud postula que sólo hay libido masculina, y un campo queda ignorado. Este campo es el de todos los seres que asumen el estatuto de la mujer, se le llama impropiamente La mujer, ya que el La de La mujer, a partir del momento en que se anuncia con un no-todo, no puede inscribirse. Aquí no hay sino La tachado, el cual está relacionado con el significante de A tachado. El Otro no es simplemente ese lugar donde la verdad balbucea. Merece representar aquello con lo que la mujer está intrínsecamente relacionada. La mujer es lo que tienen relación con ese Otro. Este significante señala al Otro como tachado: S (A). Con F designamos ese falo que preciso diciendo que es el significante que no tiene significado, aquel cuyo soporte es, en el hombre, es goce fálico. En el lado hombre, tiene que vérselas con el objeto a, y toda su realización respecto a la relación sexual desemboca en el fantasma. En los neuróticos vemos, que se percibe una correlación con las perversiones, y esto apoya el a, porque la a está allí como causa, sean cuales fueren dichas perversiones. 
 

Capitalismo y anorexia: discursos y fórmulas, Schejtman.

      En este texto se intenta abordar la actualidad de las anorexias en relación con los discursos del capitalismo y las fórmulas de la sexuación. Laca propone que el psicoanálisis es una salida del discurso capitalista, pero operando desde este mismo. No supone hacerle la contra al capitalismo, sino que se ubica detrás de este. El discurso capitalista reemplaza el discurso del amo. Ocurre la emancipación del sujeto de las determinaciones inconscientes, y la dificultad para entrar en el discurso analítico. En la actualidad hay muchos síntomas que dan cuenta del rechazo del inconsciente y hay una impermeabilidad al discurso analítico. El significante pierde la acción orientadora y se reduce a un imperativo: ¡consume! El sujeto, respondiendo por ello, es menos consumidor que consumido. Es el estallido de los goces, todos ellos permitidos, garantizados, y obligados; sin ningún significante que nombre la imposibilidad. Recalcati diferencia las anorexias en blandas, el “comer nada” que funciona como estrategia sutil para sostener el deseo, donde el rechazo del alimento supone una apelación al Otro del deseo; y las anorexias duras, más graves, con el propósito drástico de devenir nada. La repulsa radical del Otro se extrema más allá del deseo de nada, se trata de la reducción misma del deseo a la nada, un “apetito de muerte”. La anorexia benigna hace huelga a un patrón que está en todos y en ningún lado. A veces conduce a la estrategia histérica a un extremo donde la histeria tradicional no alcanza. Aquí es donde el significante queda pulverizado por la incidencia del discurso del capitalismo, y el sujeto es intimidado a confrontar su ser de goce sin el auxilio de tales mediaciones. En la estrategia radical, por el contrario, no se trata de llevar al extremo ninguna estrategia histérica. No hay aquí apelación al Otro del deseo o al Otro del amor, ni intento alguno de preservar la división del sujeto. Su rechazo es des - sujetamiento del Otro, nadificación del cuerpo. El goce mortífero que la anorexia grave extrae de su operación es del todo correlativo del hecho de haber quedado fuera – del –discurso. En esta posición el sujeto no se orienta a contrapelo del mercado. A diferencia de la anorexia benigna, que interpone su “pero” al consumo, la fanática opera en la misma línea que aquel.

      El complejo de Edipo puede concebirse en última instancia como una maquinaria que normachiza el goce en el ser hablante ordenándolo todo bajo el imperio de la función fálica, la apertura de un campo en el que la inexistencia de la excepción ($c.Fc) impide que el conjunto se cierre ("c.Fc), vuelve no todo fálico al goce e indica que se han rebasado lo confines del Edipo. Para estar tomado todo por el Edipo es preciso haber salido de él como el varón, sepultamiento que permite, por la incidencia de su heredero el súper yo, que el goce se normachice. Mientras que para una mujer, en tanto que tomada no toda por las redes del Edipo, quedarían abiertas las vías para el encuentro, contingente, con un goce Otro que el fálico: femenino. La castración es una operación real. La anorexia se puede abordar como una patología del amor, antes que como una trastorno alimenticio.  
 

Un caso de fobia a las gallinas, Deutch.

           Quisiera describirles un caso de fobia en el cual la angustia fóbica estaba referida a un animal poco común. Nuestro paciente padeció de fobia a las gallinas durante años. Esto era particularmente penoso para alguien nacido y criado en el campo, al punto de impedirle desarrollar su profesión de agricultor y forzarlo literalmente a dejar a su enemigo (la gallina) en posesión del lugar, para buscar en la ciudad algún alivio a su angustia. Cuando llegó por primera vez para ser analizado, puede decirse que ya se había curado de su fobia. Tenía entonces veinte años era un homosexual manifiesto. Se sentía satisfecho con su homosexualidad y se preocupaba por enfatizar el elemento masculino agresivo en su relación con hombres, aunque su personalidad presentaba un carácter pronunciadamente suave y femenino. Los objetos de su afecto eran jóvenes distinguidos que pertenecían, de acuerdo con su descripción, a su mismo tipo. Llamamos narcisista a este tipo de elección de objeto, es decir uno ama en el otro aquello que es como uno mismo. Su homosexualidad yacían en la fijación a un hermano diez años mayor. Las primeras dificultades neuróticas surgieron recién en el período de latencia, como reacción a una experiencia traumática. La experiencia traumática de nuestro paciente constituyó, por así decir, el estereotipo tanto para su posterior neurosis, en la pubertad, como para su perversión. La experiencia de mi paciente no estaba sometida a la amnesia, pero el significado más profundo para el desarrollo de su vida psíquica permanecía velado para él. Era necesario el análisis para restablecer la conexión entre una experiencia aparentemente inofensiva y sus dificultades neuróticas posteriores. En un cálido día de verano el niño, de siete años de edad, jugaba con su hermano mayor. Estaba jugando en cuclillas, con algo en el suelo, cuando de pronto el hermano mayor saltó sobre él desde atrás, lo aferró por la cintura y gritó: “Yo soy el gallo y tú eres la gallina”. Se trataba claramente de un ataque sexual en broma del hermano, que terminó en una pelea dado que nuestro pequeño amigo rehusaba terminantemente ser una gallina. De todas formas, tuvo que ceder ante la fuerza del hermano mayor, que continuó aferrándolo en la mismo posición hasta el momento en que, presa de la ira, exclamó: “¡No quiero ser una gallina!”. A partir de entonces el niño comenzó a estar marcadamente restringido en su libertad de movimiento. Se sentía compelido a mantenerse alejado de las gallinas, algo difícil de lograr dentro de la granja. En esa época no se trataba aún de temor a las gallinas, sino a los ataques sádicos de su hermano mayor, quien lo fastidiaba cada vez que aparecía una gallina diciéndole: “¡Esa eres tu!”. Luego de evitar las bromas del hermano, comenzó a evitar las gallinas, con las que hasta entonces había tenido una excelente relación. Su temor creció hasta convertirse en una fobia constante a las gallinas. Si por casualidad veía una gallina, padecía un violento ataque de angustia. Durante unos dos años sufrió esta restricción a su libertad. Luego la fobia desapareció por completo. El análisis reveló que la desaparición de la fobia coincidió con la partida de su hermano. Al volver a su hogar de vacaciones por unos meses, sucumbió nuevamente –después de un intervalo de seis años– a la fobia a las gallinas y prácticamente no se atrevía a salir de su cuarto. Sin embargo, la fobia perdió intensidad gradualmente; una vez más se recuperó, solo que esta vez dejó de interesarse por completo en las mujeres y se convirtió en un homosexual manifiesto. Veamos ahora más en detalle su historia infantil previa a la experiencia traumática. El paciente era mucho menor que sus tras hermanos y hermanas, además de ser el preferido de su madre. Ocurrió que las gallinas habían tenido un papel importante en sus fantasías mucho antes de la experiencia con su hermano. Su madre prestaba especial atención al gallinero y el niño participaba particularmente en estas actividades, se alegraba cuando las gallinas ponían huevos y se interesaba mucho cuando su madre palpaba las gallinas para ver si ya estaban por poner. Le encantaba ser tocado por su madre, y solía preguntarle mientras ella lo higienizaba si lo iba a palpar con el dedo para ver si estaba por poner un huevo. Al comienzo, el placer al ser tocado se relacionó con lo genital, pero gradualmente, quizás en conexión con lo que ocurría con las gallinas, esas sensaciones se desplazaron más atrás. Manipulaba su ano con los dedos. Retenía las heces y ponía huevos fecales bien formados en cada esquina del cuarto, sorprendiéndose al comprobar que su madre no recibía ese presente de amor con el mismo placer que en el caso de las gallinas. Jugaba un doble papel en estos juegos: por un lado, era la madre, tocando y manipulando con el dedo; por otro, era la gallina, que ponía huevos y era palpada. Este juego anal había estado oculto por la amnesia y fue recién en el curso del análisis que llegó a la conciencia. Esto fue seguido por un fase en la cual el niño abandonó sus malos hábitos, se volvió muy pulcro y dio  la impresión de abandonar los placeres anales por completo. Empezó a jugar con sus genitales en forma onanística y uno podría haber inferido que había evolucionado de la fase anal a la genital con éxito. No obstante, el análisis reveló que el onanismo era sólo un intento de obtener sensaciones anales de otra forma. Sus fantasías se centraban aún en la madre, a quien su imaginación atribuía un pene; en este juego su propio pene era un órgano de la madre, como también pertenecía a ella el dedo en sus fantasías anteriores. En esta fase su actitud era sin duda anal pasiva, pero la elección de objeto era heterosexual. Fue la experiencia con el hermano lo que significó un vuelco en la elección de objeto, ya que su actitud anal pasiva, que de por sí denotaba una predisposición a la homosexualidad pasa a ser claramente homosexual con el hermano ocupando el lugar de la madre. El juego con el hermano activó su predisposición homosexual pasiva. El análisis demostró que, incluso antes de esta experiencia, al observar al gallo saltando sobre al gallina, se había identificado con la gallina y la razón de la violencia de su protesta contra la acción del hermano, en el juego del gallo y la gallina, era el repudio consciente  del deseo inconsciente del rol pasivo. El grito “¡No quiero ser una gallina!”, sin duda quería decir “Repudio mi deseo homosexual pasivo”. La fobia a las gallinas, conforme reveló el análisis, fue un desarrollo ulterior de esta tendencia al repudio. El paciente relató, si bien no lo hizo en relación con esta experiencia, que tenía una zona alrededor de la cintura donde era muy cosquilloso. Durante el análisis fue posible relacionar su excesiva sensibilidad con la escena con el hermano. En aquella situación el hermano lo había aferrado desde atrás en esta zona cosquillosa. La risa era una expresión de gratificación, o el recuerdo del componente placentero de esa experiencia, pero era una risa que se había tornado en dolor por la repulsión, una alegría casi melancólica previamente repudiada. La escena con el hermano significó para él una seducción homosexual, una experiencia para la cual sus fantasías inconscientes lo habían ya preparado. Su resistencia representaba el repudio a la satisfacción del deseo, el repudio a su homosexualidad pasiva, que se manifestó en la fobia a las gallinas. ¿Qué sucede con la fobia a las gallinas de nuestro paciente? Al igual que el pequeño Hans y el Hombre de los Lobos, desplaza el peligro interior al mundo externo. Sin embargo, el mecanismo de proyección opera de otra forma: disocia aquella parte de su personalidad que representa la actitud homosexual pasiva hacia el hermano; la gallina, con la cual se había identificado en el pasado, corresponde a esa parte de él que ha sido disociada y proyectada hacia fuera. La gallina es para él una suerte de espejo de sus tendencias femeninas. Cada vez que se mira en este espejo, es decir toda vez que ve una gallina, padece el temor de sus propias tendencias instintivas, lo cual lleva al mismo resultado que en el caso del pequeño Hans y el Hombre de los Lobos: la castración. Es necesario recordar que su analidad primaria condujo a una predisposición a la homosexualidad pasiva, y el ataque del hermano por la espalda simplemente movilizó y confirmó tal predisposición. El temor a las gallinas desapareció tan pronto el hermano abandonó el hogar, lo cual prueba que el peligro real de sus deseos libidinales pasivos se relacionaba con su vínculo con el hermano. El siguiente hecho ocurrió durante la pubertad: su hermano mantenía relaciones con una gobernanta francesa. Nuestro paciente solicitó los favores de ella pero fue rechazado por su edad. Lejos de aceptar el desaire, se arrojó sobre la gobernanta por la espalda y en un ataque de furia trató de violarla en esa posición. Luego de una terrible escena familiar, se decidió que el joven debía marcharse del hogar. La experiencia vivida con la gobernanta fue decisiva para su desarrollo ulterior. La frustración sufrida al confrontarse con una mujer intensificó sus tendencias homosexuales. A partir de entonces tuvo una serie de experiencias homosexuales análogas, en las que siempre cumplía el papel de seductor activo. Este brusco cambio en su actitud se debió a que el paciente había reprimido todo impulso homosexual por temor a su propia pasividad, y había preferido establecer mecanismos fóbicos antes que padecer la irrupción de tales impulsos. La libido homosexual contenida podía expresarse bajo una condición: debía tener una participación activa y no pasiva en su homosexualidad. Al hacerlo de tal modo, lograba dos objetivos: podía mantener su actividad sin resignar su masculinidad o sus genitales masculinos y al elegir un objeto narcisista –hombres jóvenes como él– podía identificarse con los otros y gozar de la experiencia pasivamente. No obstante, lo que finalmente desencadenó su homosexualidad fue el hecho de descubrir, durante su última visita al hogar, que su hermano era un homosexual manifiesto. El entendimiento de este hecho revivió su fobia. Pero en forma simultánea, luego del regreso a la ciudad y bajo la influencia de ese descubrimiento, abandonó el temor a su homosexualidad e identificándose con el hermano se volvió activamente homosexual. Entonces se dijo a sí mismo: “No debo ya temer el ataque de mi hermano porque yo soy el atacante”. Al concluir este análisis el paciente se volvió heterosexual.  
 

Histeria y Otro goce, Schejtman.

      En el abordaje freudiano de lo femenino predominó el intento de acomodarlo a lo horma fálica. En cierto momento de su obra, Freud modifica la idea del Edipo, entendido como simétrico en un comienzo.  Para el varón destaca el carácter completo del Edipo: el Edipo positivo más el Edipo negativo. En el varón, es el complejote castración lo que pone fin a este Edipo completo, “el sepultamiento del complejo de Edipo”. Para que ocurra el sepultamiento del complejo de Edipo es necesario que se pongan en relación dos tiempos: el de la “visión” y el de la “amenaza”. En un primer momento el niño no cree lo que sus ojos ven: que la niña está desprovista de pene. Pero, al sobrevenir la amenaza de castración, comienza a dar crédito a lo que sus ojos han visto “a ella se lo han cortado…”. Incluso el camino puede ser inverso. Lo importante del planteo freudiano es el movimiento retroactivo de la visión sobre la amenaza o de la amenaza sobre la visión. Por el temor a la castración, se decatectizan los objetos incestuosos y las investiduras resignadas se sustituyen por una identificación. El complejo de castración termina con el complejo de Edipo en el varón no debe haber solo una represión, sino una destrucción y cancelación del mismo. De no lograrse una cancelación, este sobrevivirá en el inconsciente, y más tarde desplegará su efecto patológico, desencadenando una posible neurosis.

Edipo completo Complejo de Castración Sepultamiento del complejo de Edipo
Edipo positivo + Edipo negativa. Identificación con el rival para abordar el objeto amado. “Aceptación de la posibilidad de la castración”: por la retroacción de la amenaza sobre la visión o al revés. Descatectización, identificación regresiva, formación del superyó post – edípico.
 
 

Freud nunca dejó de decir que la femeneidad era para é un terreno oscuro e ignorado. Freud afirmó que la femeneidad ha sido algo ignorado para todos los hombres de todos los tiempos. Para la niña, igual que para el varón, el primer objeto de amor es la madre. Esta fase es característicamente masculina: en función del predominio del clítoris como zona directiva, la actividad y la presencia de la masturbación. Es la castración lo que pone un tope a esta ligazón intensa de la niña con la madre. El complejo de Edipo, anticipándose al Edipo en la niña, posibilita la salida de la fase masculina. Enfrentarse con la castración en ella es totalmente diferente al varón. En la niña es innecesaria la espera. Al punto que ella nota la diferencia, y su significación, se siente gravemente perjudicada, a menudo expresa que le gustaría tener uno así y cae presa de la envidia del pene. El complejo de castración, en vez de poner término al Edipo, es su precedente. En el mejor de los casos, esta envidia del pene, la lleva a buscar aquello que le falta en quine supone que lo tiene: el padre. La castración, no solo de ella sino también de su madre, la aleja de esta y la acerca a su padre. El clítoris pierde su condición de zona rectora y es abandonada la masturbación. Se han producido tres pasaje necesarios para que la niña devenga mujer: de la madre al padre, del clítoris a la vagina, y de la actividad a la pasividad. La libido de la niña se desliza a través de la ecuación simbólica prefigurada pene = hijo, a una nueva posición.

Fase de ligazón niña – madre Complejo de castración: envidia del pene Complejo de Edipo (positivo)
Zona rectora: clítoris. Masturbación. Actividad. Fase “masculina” Encuentro con la castración (la suya y la e la madre) Orientación “hacia el padre”. Renuncia a la masturbación. Pasividad. Pene = hijo.

Freud abre tres posibles caminos luego del encuentro de la niña con la castración. Las tres posiciones planteadas por Freud no quedan excluidas de la neurosis. Son tres formas neuróticas de la femeneidad.

Para Freud la femeneidad normal queda asociada con el deseo de hijo, que no es sin un subrogado del deseo de pene. El deseo femenino por excelencia no es sino un deseo masculino. Las tres salidas suponen como se soporta la envidia del pene, que rife y regula el deseo femenino. Las tres posiciones son formas del goce fálico. Freud acomoda el goce femenino a la horma fálica.

      Lacan describe Otro goce del lado femenino, Otro goce que el fálico. Es un goce propiamente femenino que no resiste el encuadramiento de la ley. No se deja limitar por el orden legal, se sustrae de la civilización que impone la ley del padre. La mujer es no – toda tomada por el Edipo, no - todo el goce es fálico. Ella no está toda tomada por el Edipo, pero está de lleno en este, no como el psicótico. Por esto se justifique el menoscabo del superyó femenino, y el empuje – al – goce. Del lado del hombre Lacan escribe "c,Fc; lo que se lee “para todo c, F de c”. Para todo individuo que se ubique del lado hombre se afirma la función fálica como universal. Son tomados por un goce regulado por la castración. Para que el universal se sostenga se tiene que postular al menos uno en el que no se cumpla. Esto se escribe así $c Fc. Lo que se lee “existe al menos una c, para la que no F de c”. Este al - menos - uno – que - no, sostiene la castración para todos. Se constituye la excepción que rige la regla. Es te uno que no es el padre primordial de la horda primitiva, aquel que es agente de la castración, y se sustrae de la misma. Colocarse de este lado es electivo, las mujeres también lo pueden hacer. La barra que separa estos dos lados no coincide con la barra que la biología dispone entre los sexos. La histérica se haya plenamente de este lado. Como no hay La mujer, el hombre se aparea con el objeto a. Hacer pareja con la causa del deseo viene al lugar de la relación sexual que no hay, ya que no hay La mujer. Emparejarse con la causa de su deseo Lacan lo llama fantasma, y lo escribe así S à a. el sujeto cree que aborda a la mujer, pero aborda el objeto de su fantasma. El fantasma suple la ausencia de relación sexual. La perversión polimorfa del macho habla de la estructura del fantasma masculino. Lo que hace al hombre elegir a su partener es cierto rasgo de fijación, una condición de goce, anudada al fantasma. Una fijeza de goce, orientada por el fantasma, es lo que oriente las elecciones amorosas. Siempre queda un resto para gozar, que nunca es alcanzado y relanza la carrera. El goce fálico apunta a su meta y siempre pifia, dejando un resto (a), que relanza la carrera. El deseo es estructuralmente insatisfecho. Cuando Lacan escribe "c Fc ha de leerse “no – todo”, quiere decir que cuando cualquier ser que habla cierra la fila con las mujeres se funda por ello como no – todo, al ubicarse en la función fálica. Esto se lee “para no todo c, F de c”.  Esto quiere decir que para todo ser que se ubique de este lado no – todo es alcanzado por la función fálica, y su goce no -  todo se regula por esta. La mujer tiene una relación distinta con lo que le pone límite. No hay ese al – menos – uno que sostenga desde afuera la clase. De allí se lee la segunda fórmula “no existe ni uno que no F de c”; y se escribe $c,Fc. Esto último no es por otra cosa que porque La mujer no existe. Este es un goce adicional, está tomada por el Edipo, pero hay algo más.  
 

Nadia: un caso de psicosis, Soria Dafunchio.

      Nadia acudió a terapia porque escuchaba voces hace varios meses. Se trataba de la voz de un médico al que se había dirigido un año antes para pedirle tratamiento, ya que tenía miedo de quedarse sola. Jamás consideró la posibilidad de tratar el asunto con él. Nadia refiere que todo comenzó durante el embarazo de su tercer hijo (ella también es tercera hija), en el cual comenzó a sentir que su marido la rechazaba. Al nacer su hijo escuchaba la voz de su suegra que le decía como cuidarlo. Nadia no recuerda casi nada de su pasado. La exigencia de una goce sierre presente en la voz de su médico que le dice “hacete la manuela”. Ella debe responder a esta orden masturbándose para poder calmarse. El empuje al goce que hacen presente las voces es cada vez mayor. A veces sucede lo que Lacan dio en llamar el empuje-a-la-mujer diciéndole “hacete una manuela femenina”, lo que implica que ella debe masturbarse pensando en una mujer. Poniéndose morbosa y degenerada. Nadia dice que hace dos años participó de una organización de mueres para hacerse caricias vaginales, lo que finalmente no se concretó. Se trataba de un delirio según el cual la charla de las mujeres con las que se relacionaba la hacia signo de sentido sexual velado, y ella interpretaba que esas charlas eran el entrenamiento previo al acto, que nunca llegó. El goce no extraído del cuerpo toma para Nadia la forma de “mierda”: ella está llena, y tanto la masturbación como las relaciones sexuales serían una forma de descarga. Sin embargo, ella no puede vaciarse lo suficiente de mierda por haber elegido no realizar actos sexuales con mujeres. Nadia ubica un corte en el tiempo a los 15 años, cuando tuvo su primer novio: antes el tiempo no pasaba nunca, después pasa volando. Ella era muy vergonzosa, se ponía colorada. Este rasgo de la vergüenza logra ser ubicado como rasgo ideal de la relación con el padre: él era tan bueno que era vergonzoso. Ella es igual. Quedan anudados de esta manera un rasgo Ideal, con el empuje-a-la-mujer de su goce. Había sido esa falta de anudamiento la que años atrás había impedido que un intento de estabilización se sostuviera por vía de la metáfora delirante. Cuando las voces se apagan se enciende el silencio. Gracias a una intervención de la analista, Nadia se propone mantener a las mujeres en el plano de la amistad, sin entrenamientos. La analista intento localizar el goce en la conversación con las mujeres, cuyo prototipo se hallaba en la transferencia. Nadia comienza a tener ganas de salir de la casa para encontrarse con estas mujeres, sus conversaciones ayudan a tapar el silencio. Cede la práctica de la masturbación  y recobra las ganas de vivir.  
 

Del estrago al síntomas, Mazzuca & Zaffore.

      En este texto se analiza la respuesta que el tóxico puede brindarle a un sujeto frente a la coyuntura de la elección sexual. La hipótesis de trabajo supone a la droga taponando la estructura tan como emergencia y la constitución del síntoma. Eugenia tiene 43 años, y consume pasta base todos los días, y en ocasiones también marihuana y cocaína. El motivo de consulta es que no puede frenar el consumo. Le pedía o robaba plata a padre, y la gastaba compulsivamente. No duraba en los trabajos y pasaba horas drogándose en su apartamento por la “ansiedad” y el “vacío” que sus frustraciones le provocaban. Luego de consumir aparecía el “pánico” y los “murmullos”, y los ruidos en las paredes, junto con la sensación o la idea de que algo iba a ocurrir o alguien a aparecer. Se quedaba un rato rascándose la cara hasta lastimarse, sin poder para. Todo esto se incrementó en el último año, pero sucede desde que se separó de su última pareja; el primer episodio que queda asociado con el síntoma actual. Los primeros meses de entrevista tuvieron la función de ordenar el discurso de la paciente. Su yo, su imagen y su discurso están desorganizados. Eugenia comenzó a consumir marihuana a los 15 años, momento en el cual enferma su abuela materna, quién era para ella una referencia muy importante. A partir de allí comienza a tener relaciones sexuales en las que no se cuidaba. Se casa a los 17 años, luego de la muerte de su abuela, embrazada. Se separó a los tres años. Tiene parejas con las que consume durante toda su vida. Junto con la historia de consumo comienza a gestarse la posibilidad de historizar la relación con los partenaires. Habla sobre los abortos y las depresiones de su madre, y el carácter “inaguantable” de su papá; de su hermana fallecida a los 2 años y medio de nacer. La posibilidad de construir dicha historia despeja el problema diagnóstico y produce un cambio en el tratamiento. En la transferencia aparecen dos síntomas (enuresis y falta de audición) de la neurosis infantil, que parecen actualizarse en la transferencia.  Eugenia dice “no sé si mi madre me habrá querido tener. No sé si mi hija no se hizo la misma pregunta”. Empieza a ser interrogado el deseo de su madre y aparecen recuerdos de su infancia.