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CAPITULO 7 : LAS ECONOMÍAS INDUSTRIALES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
7.2 LOS PAÍSES DE INDUSTRIALIZACIÓN TARDÍA
En la segunda mitad del siglo XIX, la industrialización se fue difundiendo hacia las regiones de la Europa periferia.
Las condiciones en las que se dio la industrialización en la Europa periférica fueron en muchos aspectos distintas de las de Europa Occidental. En gran medida porque se trataba de países con una estructura económica y social más arcaica, pero también porque al industrializarse tardíamente lo hicieron en otro contexto internacional. Contaron con la ventaja de disponer de modelos externos y de poder recurrir a la tecnología y a los capitales extranjeros, pero asimismo se caracterizaron por la desventaja de tener que competir con países de los que los separaba una brecha cada vez mayor.
En los procesos de industrialización tardía, el rol del Estado fue muy activo. En la mayor parte de los casos de Estados contribuyeron a crear condiciones favorables a la industrialización con el fin de compensar las debilidades de los mecanismo de mercado y de cerrar la brecha en aumento entre países industrializados y no industrializados.
Los países de industrialización tardía, tuvieron la posibilidad de recibir capitales y tecnología del exterior. Los capitales se invirtieron sobre todo en títulos de deuda pública y en obras de infraestructura, con los ferrocarriles en el primer lugar, y en menos medida, en la industria.
Los países que se industrializaron a fines del siglo XIX lo hicieron en un nuevo contexto internacional en el que el mercado mundial estaba crecientemente integrado. Alguno de ellos consiguieron insertarse favorablemente en el mercado internacional, lo cual actuó como un factor de impulso al desarrollo de la industria.
7.2.1 La Europa periférica en vísperas de la industrialización
A mediados del siglo XIX, en la Europa periférica la agricultura representaba la principal fuente de ocupación y de ingreso. Se basaba todavía en parte, en la producción para el autoconsumo, pero fue integrándose crecientemente en el mercado internacional, proveyendo a la Europa Industrial de alimentos y materias primas agrícolas.
En la Europa Oriental (donde se encuentra Rusia), las transformaciones más importantes que tuvieron lugar en la agricultura a lo largo del siglo XIX, consistieron en la emancipación de los campesinos de la servidumbre y en la difusión de la economía de mercado en las áreas rurales.
En esta región de Europa, se había producido durante el siglo XVII un empeoramiento de las condiciones de los campesinos, que fueron privados de su tierra y su liobertad, reforzándose los lazos feudales.
La persistencia de la servidumbre había obstaculizado la difusión de la industrialización en Europa Oriental, y su abolición fue un factor clave en la conformación de una economía de mercado.
La experiencia de los países escandinavos fue muy diferente, y en ellos la disolución de las relaciones feudales, que tuvo lugar a fines del siglo XVIII, se dio en condiciones mucho más favorables para los campesinos. El resultado fue una clase campesina relativamente independiente, abierta a la innovación y orientada hacia el mercado, lo cual incentivó por distintas vías el desarrollo de la industria.
7.2.2 La industrialización de la Rusia Imperial
El proceso de industrialización de Rusia se inició bajo el régimen zarista, en el marco de un sistema de economía de mercado y propiedad privada de producción. Con la introducción del socialismo, los medios de producción pasaron a manos del Estado y el accionar del mercado fue sustituido por una planificación centralizada.
El reinado de Pedro el Grande propuso impulsar la modernización de Rusia por medio de la importación de la tecnología occidental. Como resultado, en el siglo XIII Rusia alcanzó una significativa capacidad industrial combinada con recursos naturales y gran cantidad de mano de obra pudieron competir militarmente con Occidente por un tiempo determinado.
Sin embargo, una de las contradicciones fue que sus intentos modernizadores estuvieron acompañados de un reforzamiento de los lazos feudales, un factor negativo para el desarrollo económico a largo plazo. Además, se reforzó la estructura comunal y la inexistencia de la propiedad privada de la tierra.
La producción de hierro a lo largo del siglo XVIII y a comienzos del XIX, y la industria textil de algodón fueron los sectores pioneros del proceso de industrialización, donde su demanda constituía un factor importante.
Como consecuencia de la derrota de la guerra de Crimea a mediados del siglo XIX, desde las cercanías del poder se puso en marcha un proceso de reformas cuyo aspecto principal fue la abolición de la servidumbre. La idea central era que los campesinos más emprendedores, liberados de sus vínculos de dependencia, tendrían incentivos para aumentar la producción, mientras que los menos afortunados dispondrían de la posibilidad de marchar hacia las ciudades para satisfacer las demandas de empleo que allí se produjeran.
Durante el reinado del zar Alejandro II se inició la construcción de la red ferroviaria, lo que fue acompañado por un crecimiento de la producción de carbón y en menor medida del hierro.
Durante el reinado de Alejandro III (fines del siglo XIX), la propuesta económica se fue estructurando sobre la base del incremento de la exportación de cereales y la aceleración del desarrollo industrial. El gobierno implementó en 1891 una política proteccionista que permitió impulsar la industria del país. La estrategia se asentaba en el proteccionismo y la apertura al capital extranjero, otorgándole al Estado un papel importante en la movilización de recursos.
La gestión de Witte fue responsable de tres logros importante: 1)la estabilización de la moneda rusa, adoptando el régimen de patrón oro; 2)el impulso otorgado a la construcción del Ferrocarril Transiberiano; 3)la penetración comercial en el extremo oriental del imperio. Los tres estaban estrechamente vinculados.
En el sector agrario las transformaciones más ambiciosas se llevaron a cabo algo más tarde y se orientaron fundamentalmente hacia la modificación de la estructura agraria liberando a los campesinos del mir, permitiendo la conversión de las parcelas en propiedad privada y facilitando la libre compraventa de tierras. De esta manera se buscaba crear las condiciones para el surgimiento de una clase media propietaria. Este proceso rápidamente perdió impulso.
EL PAPEL DEL ESTADO
En el curso de la mayor parte del siglo XIX, el gobierno imperial hizo muy poco para promover el desarrollo industrial.
Desde fines de 1870, el gobierno fue adoptando una política proteccionista que elevó los aranceles a los bienes industriales importados, y los ferrocarriles comenzaron a ser abastecidos por la industria local, que recibió un fuerte impulso. El Estado fue aumentando su participación en la propiedad, gestión y construcción de las vías férreas.
La acción del Estado en favor de la industria fue decisiva a partir de 1890. La industrialización rusa tuvo un marcado carácter regional. La industria se concentraba en pocas grandes ciudades y en algunas áreas industriales.
7.2.3 La industrialización de Italia
En el caso italiano, el proceso de industrialización se inició lentamente desde mediados del siglo XIX, acelerándose entre la década de 189' y las vísperas de la Primera Guerra Mundial. La unificación política contribuyó a poner en marcha la modernización económica del país.
Se dice que no hubo una etapa de "despegue", sino de diferentes "oleadas" de industrialización, alternadas con períodos de crisis en los que el proceso se detuvo.
En la primera mitad del siglo, hasta la unificación política, la actividad industrial principal de Italia fue la producción de seda.
La seda constituye un sector característico de actividad protoindustrial. Hasta mediados del siglo, la producción se llevaba a cabo con métodos tradicionales. En comparación con otros países, la industria textil italiana era muy limitada. Esta industria contribuyó al adiestramiento de los trabajadores, al desvío de la inversión a actividades no agrícolas y al incremento de la actividad comercial, creando economías externas.
En las dos primeras décadas posteriores a la unificación, el proceso de industrialización avanzó, aunque a un ritmo lento, favorecido por las nuevas condiciones políticas.
En esta etapa se caracteriza la política librecambista adoptada por el gobierno unitario y la inserción de Italia al mercado internacional, que habría generado una industrialización gradual.
En esta "segunda oleada", la industria avanzó lentamente, y el sector textil siguió siendo el más importante. En él tuvo un aumento de la producción y de la capacidad productiva, gracias a la introducción de innovaciones en las industria de la seda, del algodón y de la lana.
La construcción de los ferrocarriles, que se llevó a cabo con inversiones extranjeras generó muy pocos eslabonamientos hacia atrás porque la mayoría del material se importaba.
La siguiente etapa se ubica entre 1878 y 1895. En ella se adoptó una política proteccionista, y el Estado intervino activamente en la promoción de las industrias del hierro y de la maquinaria. Las industrias del hierro y del acero se desarrollaron gracias a la protección del Estado y a la reducción del precio del carbón importado. También se expandió la industria de la maquinaria.
La crisis económica interrumpió el proceso de crecimiento industrial, pero en la etapa siguiente ésta creció más aceleradamente.
Paralelamente se fueron expandiendo las ramas características de la Segunda Revolución Industrial.
El conjunto de la actividad industrial se vio beneficiado por la explotación de la energía eléctrica.
Todos coinciden, en atribuir un rol muy activo a los bancos de inversión y a los empresarios privados. Italia fue uno de los países europeos de los que emigró más población y desde antes de la industrialización, Italia tenía fuertes contrastes regionales entre el norte y el sur. Con la industrialización, el dualismo económico se acentuó.
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