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Introd. al Pens. Científico

Resumen de la Unidad 7 2º Cuat. de 2010

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POLÍTICA CIENTÍFICA: PROBLEMAS Y PRESPECTIVAS

MARÍA BEATRIZ CONTRATTI

 

Introducción y conceptos fundamentales

 

Política científica = conjunto de disposiciones gubernamentales destinadas a organizar el potencial investigador de un país y orientarlo en su crecimiento y aplicación en otras áreas donde los resultados de la investigación son necesarios para su desarrollo.

Según Mario Albornoz = “un ámbito de políticas públicas referido a la producción de conocimiento, su comercialización, adaptación e incorporación al aparato productivo; en el que confluyen aspectos de diversas políticas, como la educativa, la económica y la industrial”.

 

Fenómenos que se han generado a partir de la segunda mitad del siglo XX:

·         “Proceso de innovación”.

·         “Cambio tecnológico” y su impacto en la economía y la vida social.

·         Las actividades de “investigación y desarrollo” (I+D).

·         La “competitividad” (fin fundamental de esta política dada la existencia de un mundo globalizado).

 

La mayoría de lo autores concuerdan que la Segunda Guerra Mundial marca la consolidación de la “política de la ciencia”.

Características adquiridas en su expansión por la ciencia y la tecnología: el papel que juegan en el desarrollo económico de un país, la creciente tendencia a la aplicación de las teorías científicas, los efectos beneficiosos o nocivos de la tecnología que provocaron el consiguiente interés social por ella y por la ciencia a la cual está asociada y la aparición del científico como un profesional independiente.

 

Mario Albornoz: “la ciencia y la tecnología se han acercado al centro de la escena política, o se han alejado a zonas periféricas, por razones que han obedecido tanto a los proyectos políticos hegemónicos como a la percepción de los científicos respecto de sus propios intereses”.

 

 

 

La planificación de la política científica

 

Todas las disposiciones decididas en el área científica y tecnológica deben ser el resultado del consenso de todas las fuerzas políticas de un país, único modo de alcanzar la estabilidad necesaria para el logro de los objetivos propuestos.

En el diseño de los planes de política científica se toman en cuenta distintas cuestiones que van de lo general a lo específico. Los actores intervinientes en su confección son también distintos, operan en diferentes niveles.

 

Los Factores a tomar en cuenta en los planes de políticas científicas son:

a)      El monto total de inversión en I+D.

b)      La selección y valoración de los objetivos mayores: ciencia básica, desarrollo industrial, servicios, etc.

c)      La selección de áreas prioritarias científicas y tecnológicas, donde se deben tener en cuenta: el nivel de desarrollo a alcanzar y la formulación de prospectivas.

d)      La organización del sistema de investigación y la coordinación interinstitucional e interdisciplinar.

e)      El control y la evaluación de los planes implementados en relación con los resultados de la producción científica y tecnológica.

f)        La aplicación de los resultados de la investigación.

g)      La promoción y organización de las relaciones científicas internacionales.

Los aspectos enumerados no sólo no funcionan en forma puramente secuencial, sino que además interaccionan creando vías de ida y vuelta y generando mecanismos de condicionamiento mutuo.

 

Retomemos a) Inversión en I+D. El peso otorgado a la I+D dentro del presupuesto total de un país corresponde a una decisión política cuyo criterio de decisión se basa en las necesidades relativas de todas las áreas que debe cubrir el presupuesto y a la función que cumplen la ciencia y la tecnología como variables del desarrollo económico-social para un Estado determinado. En algunos países se suele fijar el monto en I+D adecuándolo al 3% del PBI.

Con el fin de realizar la distribución global del monto asignado en ciencia básica o aplicada y tecnología, el estudio del presupuesto debe contemplar, en primer lugar, los gastos de estructura y funcionamiento. Esta estructura está constituida por los centros de investigación y las universidades. En el presupuesto debe tenerse en cuenta el mantenimiento de los institutos de investigación, el crecimiento del potencial investigador en la creación de nuevas entidades y aumento de personal, la dotación de la investigación universitaria y la renovación del instrumental de alto costo. En el caso de nuestro país, se gastaba un 90% del presupuesto en sueldos y un 10% en laboratorio.

 

En segundo lugar b) Los objetivos considerados prioritarios: las cantidades necesarias para la investigación básica, la investigación aplicada y el desarrollo tecnológico y los ámbitos específicos dentro de cada una de éstas.

Eduardo Primo Yúfera: “La política de I+D debe decidirse en función de la política socioeconómica, lo que supone que la mayor parte de la comunidad científica deberá adaptar sus objetivos a los grandes problemas tecnológicos, económicos y sociales de su pueblo”. Este autor compara el modo en que se da este proceso de selección en los países desarrollados y en los de menor desarrollo; el objetivo prioritario de la política científica de un país debe subordinarse a sus necesidades sociales y económicas y no perseguir el incremento de investigación científica como un fin en sí mismo.

 

Yúfera: “Serán prioritarias las investigaciones de fuerte impacto colectivo y las que, en el sector industrial y agronómico, favorecen el crecimiento de las exportaciones y la independencia nacional en el aprovisionamiento de energía y materias primas”. En cambio, en los países sin potencial económico y político independiente, afirma: “las prioridades sectoriales son vagas, difuminadas y poco fundamentadas en estudios socioeconómicos serios, y la trascendencia de la actividad de I+D no se valora a la hora de seleccionarlas”. El resultado de las investigaciones en ciencia básica practicadas en estos lugares se publica en revistas científicas internacionales con la triste consecuencia de que es aprovechado por otros países poseedores de un desarrollo económico afianzado.

A esta polémica, Yúfera expone dos posiciones extremas:

1. “Hay que dar preferencia a la ciencia básica libre porque lo demás viene por su cauce natural; la investigación básica es la causa primaria de la riqueza”.

2. “La ciencia básica necesaria para el desarrollo tecnológico está en las revistas a disposición de todos; los países menos ricos deben aprovecharla para crear riqueza; los países ricos son los que pueden estar en cabeza de la investigación básica”. Esta posición es el ejemplo de EE.UU. y Japón: el primero se sirvió de la ciencia básica europea, mientras que Japón tomó tanto la ciencia básica como importó la tecnología que necesitaba.

 

Mario Bunge denomina practicismo o anticientificismo a la posición según la cual los intereses nacionales deben orientar la política científica de un país. Rechaza esta perspectiva porque desde ella se abona el desconocimiento sobre la función cultural que tiene la ciencia básica.

Con ese desprecio a la ciencia básica, el autor se olvida que la ciencia es precondición del desarrollo técnico. Ejemplo: la industria mecánica no puede prescindir de la mecánica teórica, que a su vez nació de la astronomía, ciencia pura si la hay, aunque necesaria para la navegación de altura y la confección de calendarios.

 

En consecuencia, en los países subdesarrollados siempre es ventajoso practicar la investigación básica, aunque deben darse ciertas condiciones de orden cultural. No sólo se puede hacer buena ciencia básica en el subdesarrollo, sino que es más fácil hacerla que hacer buena técnica, debido a que esta exige inversiones en producción que un país pobre no tiene. Además, la innovación técnica depende de la demanda. En cambio, lo único que se necesita para hacer investigación teórica es “papel, lápiz y bibliografía”.

 

Otro punto de vista a tener en cuenta es c) La política científica orientada al desarrollo, en el que prioriza el fomento de las actividades que permitan al país alcanzar o sostener los niveles de competitividad necesarios para su sustentabilidad y también, como condición necesaria del desarrollo interno, su participación en el juego competitivo internacional.

La atención en esta etapa se dirige fundamentalmente al potencial investigador de las empresas, a quienes el Estado  debe apoyar y complementar. En los países desarrollados, más del 60% de la actividad de I+D se realiza en las empresas. En los países menos competitivos, el Estado sigue concentrando las políticas de desarrollo tecnológico.

 

Daniel Chudnovsky y Andrés López: “¿Hay algo más que laissez faire?

La expresión laissez faire hace referencia en general a la política del “dejar hacer”. En el caso del desarrollo tecnológico, se refiere a la falta de regulación por el Estado de la adquisición de patentes y su consiguiente ausencia de coordinación con los planes generales de desarrollo. La presencia de laissez faire en nuestro país está estrechamente vinculada a la política económica vigente y a la desatención de los marcos regulatorios.

En la década de los ’90, se adoptó la modalidad del laissez faire de una manera más deliberada en relación con la política de ortodoxia liberal de la economía que considera a la tecnología como una variable exógena.

Es preciso poner en marcha políticas de innovación complejas en respuesta a la demanda empresarial de modernización tecnológica. Pero estas condiciones no se han cumplido por cuando “las iniciativas implementadas están desarticuladas, carecen de rumbo definido y no generan las sinergias que deberían constituir el propósito central de la política tecnológica”. A consecuencia de ello, el laissez faire no tuvo éxito.

 

Posterior a estos autores comienza a instrumentarse un concepto, el llamado Sistema Nacional de Innovación (SNI), que involucra a una gran cantidad de actores de diversa índole (Estado, empresas, mercado, sistema de investigación, universidades, ámbitos sociales y otros). El SNI deja atrás el fracasado laissez faire. Este plan, a pesar de que se trata sólo de su formulación y considera las condiciones concretas de la ejecución del mismo, pone en evidencia la necesidad de desarrollar internamente la investigación científico-tecnológica (no depender solamente de la inversión extranjera) y su vinculación con el sector productivo. Esto representó en su momento, un avance importante.

 

Otro objetivo de la planificación de I+D es la transferencia de los resultados de estos planes a los sectores productivos. Dado el desarrollo de las explotaciones agrícolas y la industria, es obligación del Estado aumentar el nivel tecnológico de dichas áreas. Esta cuestión se anticua a la parte que le corresponde realizar al Estado y a la parte que le corresponde a la empresa privada. En general, en los países desarrollados el Estado participa en la financiación de la I+D realizado en las industrias.

En los países de menor desarrollo corresponde al Estado liderar los emprendimientos de I+D. Puede formalizar programas conjuntos entre empresas y universidades o centros de investigación, o proporcionar incentivos fiscales a la investigación, subsidios, etc. Un problema aquí es que las empresas transnacionales no realizan labor de I+D en los países poco avanzados.

 

El último aspecto del proceso de planificación de I+D es la producción comercial de los resultados de la investigación, es decir la transferencia de la labor de los institutos de investigación aplicada a la industria. En este nivel se consolida el punto final del avance tecnológico: la “innovación” tecnológica. La innovación producida está sujeta a muchos factores de incertidumbre, como cambios de ciclos económicos, desequilibrios financieros, variaciones de la demanda del mercado internacional, etc.

 

 

 

La formación del investigador

 

Un aspecto crítico del proceso de I+D es la cantidad y la formación de científicos que lo lleva adelante. Lo ideal es que el número de investigadores no implique un gasto mayor del 65% del gasto global, porque de lo contrario queda nada para invertir en mantenimiento y materiales.

 

Observa Yúfera que la escasez de investigadores es a la vez la causa y efecto del bajo desarrollo. El número del personal condiciona la política científica y ésta a su vez determina la cantidad de científicos que se requieren de acuerdo con los planes de I+D. Se producen espirales de las cuales sólo es posible salir mediante decisiones de alta política.

 

Héctor Ciapuscio: “La materia prima estratégica de la industria no es más el carbón, el petróleo o algún metal raro, es la materia gris (el cerebro). Ésta, si se la sabe movilizar, transforma todo; no hay más sector de industria o de pinta del pasado, sino empresas que giran sobre la inteligencia y otras que giran sobre los resortes menos poderosos, financieros y materiales”.

Una consecuencia de esto es la necesidad de estudiar el problema de los recursos humanos (formación de profesionales, investigadores y becarios) relacionados con las políticas de la ciencia y la tecnología y los mecanismos que permitan implementar eficazmente los resultados de dichos estudios.

Ciapuscio analiza la opinión según la cual la escasez de investigadores en formación se justifica por nuestra deficiente situación económica y la estrecha estructura del sector productivo y de servicios. Bajo estas condiciones, mayor cantidad de becarios significaría un gasto inútil y gente muy preparada sin lugares de inserción para su realización profesional.

Afirma Ciapuscio que nosotros quedamos en total condición de inferioridad frente a un vecino como Brasil, por ejemplo, que cuenta con una gran población capacitada científica y técnicamente. El problema es que “en nuestro país se tiene la arraigada ilusión de que disponemos de recursos humanos de alta calidad y relativamente abundantes”. Sostiene además, que nosotros estamos en el nivel de pregrado, ciclo de enseñanza caracterizado por la enseñanza repetitiva, el libro de texto y la clase “magistral”. El nuevo modelo, en cambio, pone el acento en la actitud crítica e independiente del aprendiente, favoreciendo su capacidad de creatividad y cuestionamiento.

 

Carlos Abeledo: parte de la noción de un sistema nacional de innovación, surgida de los encargados de formular políticas científicas en los países industrializados. Dicha noción, afirma, “proporciona un marco útil para la formulación de políticas tecnológicas, puesto que hace aportes necesarios para producir una economía innovadora y por lo tanto competitiva en los mercados actuales, cada vez más globales”.

Abeledo afirma que el término “innovación” tiene dos significados:

 

·         Uno responde al modelo lineal, según el cual la relación entre investigación y desarrollo tecnológico sigue la secuencia:

 

Investigación básica à Investigación aplicada à Desarrollo tecnológico à Introducción de nuevos productos al mercado.

 

El autor sostiene que este modelo lineal ya no responde a la realidad. La mayoría de las innovaciones no obedece a la secuencia establecida por el modelo. La inadecuación del mismo se acentúa cuando se intenta aplicar a los procesos de investigación, innovación y desarrollo tecnológico al ámbito latinoamericano.

Abeledo: “La mayoría de las innovaciones no son invenciones de gran alcance. Algunas innovaciones son ‘radicales’ y conducen a la creación de productos o procesos totalmente nuevos, en tanto que la mayoría son ‘incrementales’ y representan una serie de pequeñas mejoras en la forma de hacer las cosas. Las empresas introducen constantemente innovaciones incrementales en sus productos o procesos para poder mantener su competitividad”.

 

·         El otro concepto de innovación es denominado modelo interactivo, no causal, que responde a las variadas relaciones que se establecen entre los principales actores que intervienen en el proceso innovación.

En este modelo se muestran las interacciones entre los ámbitos de innovación de las empresas y a su vez éstas son las fuentes del conocimiento (universidades y organismos de investigación); en el caso de nuestro país, son: CONICET, INTA, INTI, CNEA, etc. Siento un modelo no causal las interacciones pueden darse en paralelo, no linealmente. Es preciso notar también que el modelo descrito pone de relieve el papel de las empresas y las demandas del mercado en el proceso de innovación.

 

En el Sistema Nacional de Innovación (SIN) se piensa la innovación en el segundo de los sentidos. Abeledo: “un sistema de interacción de empresas del sector público y privado, de universidades y organismos estatales orientado a la producción de ciencia y tecnología dentro de fronteras nacionales. La interacción entre estas unidades puede ser técnica, comercial, jurídica, social o financiera siempre y cuando el objetivo de la interacción sea el desarrollo, la protección, el financiamiento o la reglamentación de ciencia y tecnología nuevas”.

Este ambicioso programa de innovación, plasmado en proyectos y políticas de las instituciones correspondientes, exigió presta mucha atención al tema de los becarios y personal de investigación. En todos los ámbitos conectados con la implementación de las políticas de I+D e innovación se ha tomado conciencia de los cambios que era necesario introducir, para superar el atraso de materia de recursos humanos.

 

 

 

Características de la política científica argentina

 

Albornoz sostiene que la política científica argentina se fue desplazando desde el centro hacia la periferia de la escena política pero, inversamente, se especificó ‘hacia adentro’ del sistema, lo cual alentó tendencias autonomizantes y corporativas. La política científica fue perdiendo esa centralidad por encerrarse en sí misma y separarse de esos otros ámbitos del progreso económico y social. No obstante, desde su ciudadela continuó ejerciendo su papel rector en los procesos políticos de la ciencia y la tecnología.

 

Albornoz distingue diferentes etapas de la historia de la política científica argentina:

 

1º Etapa. Siglo XIX. Figura: Domingo Faustino Sarmiento.

En el período de organización nacional, se desplegó un gran interés por la ciencia expresado en el marco de un proyecto político articulador del sistema económico, industrial, educativo y de la consolidación de la institución científica. Se destaca Sarmiento, entusiasta admirador del modelo tecnológico e industrialista norteamericano en materia de educación e investigación.

 

2º Etapa. Principios del siglo XX. Figura: Bernardo Houssay.

Etapa que Albornoz denomina institucionalización de la ciencia: “La actividad científica se intensificó, mejoró su calidad y se expandió a un conjunto más amplio de actores. Las políticas para la ciencia se hicieron más específicas y apropiadas. De este modo el proceso adquirió un fuerte tono en lo científico pero perdió paulatinamente su centralidad política. La política científica se fue convirtiendo en un asunto de científicos”.

La figura sobresaliente es la de Bernardo Houssay, quien conocía bien todas las variables y problemas del proceso de institucionalización de la ciencia, salarios, institutos, becas, etc., por eso pudo desarrollar normativas respecto de esas cuestiones: los requisitos que deben cumplir los institutos para funcionar adecuadamente, cantidad y carácter de las becas, etc.

 

Albornoz considera a Houssay uno de los representantes más notorios del positivismo argentino: “la ciencia es bienhechora. Acorta o suprime las distancias, permite distribuir la riqueza, disminuye el esfuerzo material, facilita la supresión de todas las esclavitudes, asegura una vida sana y más larga, con más confort; da las bases para mejorar el bienestar general, distribuir las ventajas y disminuir las desigualdades excesivas”. Todo este optimismo es trasladado por Houssay a sus planteos de política científica.

 

En la segunda posguerra se consolida definitivamente la institucionalización de la ciencia. Marcó el comienzo de un segundo ciclo de la ciencia física. En los años ’60, en América Latina comienzan a tomar fuerza las teorías del desarrollo centradas en la investigación aplicada y en la problemática de la transferencia de tecnología.

Estas cuestiones, vistas desde el lado político, se analizaron bajo la oposición “centro-periferia” en la que se puso el acento en las relaciones políticas en virtud de su poder económico, político y militar posibilitado por el desarrollo tecnológico. Es importante la estrecha relación que el desarrollo tecnológico tiene con la vida económica.

 

3º Etapa. Fines del siglo XX, principios del siglo XXI.

El modelo anterior comienza a mostrar su agotamiento en la década que va de los ’70 a los ’80. El centro de este cambio está constituido por las llamadas “nuevas tecnologías”: la tecnología de las comunicaciones, de la información y la ingeniería genética, cuya característica principal es el acercamiento que establecen entre la investigación básica, el desarrollo tecnológico y el aparato productivo. En nuestro país, el reacomodamiento que se debe operar de acuerdo con las nuevas formas de conocimiento y tecnología, tardó mucho en producirse. El fruto de este trabajo se vio recién en los primeros años del siglo XXI, plasmado en proyectos y prospectivas que buscan armonizar el sistema argentino de I+D.

La investigación científico-tecnológica en la Universidad

 

Ciapuscio señala las deficiencias que padece el sistema de investigación en nuestro país. Podría esperarse que hoy las cosas hayan mejorado si se llevaran a cabo los proyectos orientados a promover la innovación. Para que esto ocurra, las instituciones de investigación tendrían que presentar numerables investigaciones dedicadas a solucionar los problemas científico-técnicos más urgentes del país. Pero las conclusiones en materia de I+D e innovación no son positivas: el CONICET ha alterado sus objetivos iniciales que apuntaban a apoyar las investigaciones de los docentes que trabajaban en las universidades y otras instituciones de investigación científica y técnica. En la década del ’70, se modificó el estatuto de la carrera de investigador y los investigadores pasaron a tener una relación directa con el CONICET, de modo que el organismo dedicó más a atender la carrera de investigador de su propio personal abandonando el objetivo de formación de investigadores en relación con las necesidades del país.

 

Abeledo afirma que hay una diferencia sustancial con lo que sucede en los PI: “En los sistemas de innovación de mejor desempeño, la proporción de investigadores de empresas es comparable a la que se desempeña en universidades y en institutos públicos. Un aumento en las tasas de formación de nuevos investigadores debería estar acompañado por un aumento en la apertura de nuevas plazas, especialmente en las empresas privadas”.

 

Albornoz atribuye a la Universidad la función de “crear, atesorar y difundir el conocimiento científico, tanto a través de la formación de profesionales, como de la prestación de servicios de la sociedad”. Es decir, debe asumir en todos los niveles el fenómeno de las nuevas tecnologías.

 

Pero este ideal es por el momento difícil de alcanzar para los países latinoamericanos: el cambio tecnológico y la respectiva adaptación del sistema educativo comenzaron en los PI y desde allí se siguen produciendo ondas expansivas de innovaciones que abren con los países de la periferia brechas tecnológicas y problemas en la división internacional del trabajo.

Otra consecuencia para los países en vías de desarrollo es la dificultad para constituirse en culturas tecnológicas, la infrautilización de la capacidad productiva, la falta de incentivos en la inversión local y la ausencia de alternativas tecnológicas viables.

 

La Universidad de Buenos Aires cuenta con una importante tradición de investigación creativa en ciencia, con la mayor cantidad de investigadores y con el prestigio conferido por los Premios Nobel a sus graduados. No ha avanzado, sin embargo, en relación con las urgencias planteadas por las nuevas tecnologías. Para alcanzar el nivel adecuado, Albornoz entiende que es necesario entender la investigación básica como investigación estratégica.

 

En el 2007, el Ministerio de Economía lanzó el Plan Productivo Nacional. En él se destaca un concepto clave para la cuestión del desarrollo nacional que estamos examinando: el concepto de competitividad.

Del Bello y Abeledo: “La competitividad es entendida como el incremento sistemático del nivel de productividad de la economía y la transformación de la estructura productiva, que combinen un alto grado de innovación y que no sean islas de modernidad. El plan afirma: ‘el reto de la política productiva para la Argentina es promover un cambio que transforme la estructura productiva a favor de actividades que incorporen más innovación y que contribuyan al desarrollo de las exportaciones, la inversión y la competitividad’”.

Si bien la finalidad que el plan enuncia es la correcta, falla en la especificación de cuestiones básicas. No indica mediante qué mecanismos se van a relacionar las actividades de investigación con el sector productivo y con el de financiamiento.

Los institutos de investigación no se han adecuado a los lineamientos establecidos por los planes y proyectos gubernamentales. Dicen los autores: “los organismos estatales padecen de baja autonomía respecto de la administración central. No tienen flexibilidad y agilidad para generar recursos propios y disponer de ellos. Son instituciones pesadas para el enfoque superado de la ‘transferencia de tecnología’. El enfoque de los sistemas nacionales de innovación ha superado esa visión, pero las instituciones continúan funcionando con el viejo enfoque. Los ‘involucrados/actores’ no tienen participación en los gobiernos de las instituciones, o la participación es de naturaleza corporativa. Los institutos estatales argentinos permanecen congelados en el tiempo”.

Albornoz: otra condición que puede favorecer el crecimiento en materia de investigación es la integración de la investigación con la estructura docente, es decir, integrar la investigación de la Universidad y proyectarla realmente en los planes de estudio.

Hacer esto significaría adecuar la Universidad, institución rígida por naturaleza, al dinamismo del cambio tecnológico; que “no enseñe tanto conocimientos objetivos, como que entrene para la discusión de alternativas, opciones, riesgos y ganancias potenciales”.

 

 

 

Conclusiones

 

Durante la década del ’90, comienza en la Argentina y América Latina el intento de recuperar el terreno perdido pero con políticas equivocadas. Por eso no se produjo el cambio estructural esperado. En nuestros días, se intenta dar nuevo impulso a la investigación científica y tecnológica orientada a la innovación, fortaleciendo la infraestructura existente a la altura de las exigencias internacionales.

La inercia de los organismos de investigación, el academicismo universitario nacional, la desvinculación de ambos con las necesidades sociales y las empresas, a lo que se suma la no intervención del Estado en estas cuestiones, impiden realizar las modificaciones necesarias.

 

 

 

 

 

 

 

ÉTICA Y CIENCIA

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CIENTÍFICO. CRÍTICA DE LA TEORÍA SOBRE LA NATURALIDAD VALORATIVA DE LA CIENCIA Y DE LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA. POLÉMICA ENTRE CIENTIFICISMO Y ANTICIENTIFICISMO.

MARÍA BEATRIZ CONTRATTI

 

Introducción

 

La relación entre ética y ciencia deriva de la imperiosa necesidad de la sociedad contemporánea de poner en orden o contener los resultados de las investigaciones científicas que se hacen tangibles para la mayor parte de los habitantes del planeta a través de la tecnología. Esta tarea también la llevan a cabo la jurisprudencia, la política y la religión.

Un punto importante aquí son los rasgos de la sociedad actual que, al estar caracterizada por la impronta de la ciencia y la tecnología, se suele denominar sociedad del conocimiento o sociedad de la información.

En segundo lugar, se abordará la ética, en tanto marco normativo de la conducta humana y en tanto disciplina filosófica, lo que llevará a los aspectos éticos de la ciencia y/o de la tecnología. Además se verá que es el concepto de responsabilidad el que predomina en los juicios éticos.

Uno de los aspectos de la ética de la ciencia es la investigación científica.

La ética de la ciencia no puede reducirse a juzgar la tarea del científico como si de eso sólo dependiera la obtención de resultados confiables de las investigaciones. La conducta del científico ajustada a normas éticas es imprescindible en una investigación seria. Incluye el análisis y crítica del conocimiento mismo surgido de las investigaciones. El conocimiento resulta ser más bien “construido” que “obtenido”.

Esto lleva finalmente, a la distinción entre cientificismo y anticientificismo.

Cientificismo = quienes piensan que la ciencia es neutral respecto de valores, es decir, es conocimiento “obtenido” acerca del mundo por procedimientos confiables, no contaminado con intereses o tendencias personales, políticas o ideologías.

Anticientificismo = quienes creen que la ciencia es conocimiento “construido”, lo que hace inevitable que todos esos sesgos e intereses confluyan en su producción.

Vale aclarar, que la postura cientificista tiene aún, una influencia muy grande en las capas dirigentes de la sociedad, lo que conlleva una unión íntima entre ciencia y poder, o conocimiento y poder.

Como cierre, se intentará brindar un panorama de la relación ciencia-ética. Y se dejará en claro que cuando se habla de ciencia, se quiere decir en realidad “tecnociencia”.

 

 

 

Caracteres de la sociedad contemporánea

 

Francis Bacon: “saber es poder”. Aforismo que tomó significado pleno en la sociedad actual.

En la segunda mitad del siglo pasado, se caracterizó a la sociedad contemporánea como la “sociedad de la información” y “sociedad del conocimiento”, justamente porque nutren su cultura y resultan condición de su mantenimiento y desarrollo. El alto valor adquirido por el saber en el presente se relaciona con las “tecnologías de la información”, y por la preponderancia adquirida por el “conocimiento científico” sobre cualquier otro tipo de conocimiento. Las tecnologías de la información presiden el desarrollo tecnológico. A su vez, ésta ha sido posible gracias a la comprensión por parte de la ciencia.

La cultura científica y tecnológica contemporánea no se dejan apresar en definiciones o caracterizaciones simples. “A la ciencia sólo le interesa ofrecer el conocimiento del mundo”, mientras que la tecnología tiene como objetivo no conocer el mundo, sino “sólo transformarlo”.

Se hace necesario proporcionar una caracterización de la ciencia y la tecnología en el mundo contemporáneo, y esclarecer las relaciones entre éstas con la sociedad. Ellas han sido creadas y desarrolladas por el hombre para hacer cada vez más confortable y satisfactoria su vida. Pero este propósito parece desvirtuarse cuando la ciencia o la tecnología, se independizan de la sociedad y cobran un poder autónomo, para convertirse en sus amos despóticos.

El poder adquirido por la ciencia y la tecnología sobre el resto de las fuerzas sociales, ha sido denunciado y analizado por muchos socio-políticos, filósofos de la ciencia y la tecnología, científicos, tecnólogos y analistas.

 

 

 

La ética y sus relaciones con la ciencia y la tecnología

 

Ética = es una disciplina filosófica que se ocupa de la justificación racional de las normas morales que regulan la conducta humana individual y social.

 

Las normas morales nos dicen qué es correcto hacer y qué no lo es, tanto en relación con nosotros mismos como en relación con los demás. Dichas normas se expresan en juicios morales de grupo o pueblos. En dichos juicios se articulan conceptos como bueno, malo, correcto, incorrecto, justo, injusto, deber, obligación, prohibición y otros.

 

El concepto vinculado con las cuestiones éticas de la ciencia y la tecnología es el concepto de responsabilidad. Pero como ocurre siempre en la filosofía, este concepto es problemático. Por eso, se distingue un sentido causal y un sentido normativo de responsabilidad.

Un elemento de intencionalidad es necesario para adjudicar responsabilidad por la consecuencia de una acción, por eso en el lenguaje del derecho se dice que quien causa daño a otro tiene la obligación de “responder” o es “responsable” o tiene “responsabilidad” por el daño sufrido por la otra persona.

Es preciso realizar posteriores especificaciones respecto de las condiciones psicofísicas que debe reunir una persona para ser considerada responsable de sus actos: desde el sentido jurídico al sentido moral. Estos dos tipos de evaluaciones del comportamiento humano no siempre coinciden sobre las distinciones de los actos y su correspondiente noción de responsabilidad.

Si los sujetos de la responsabilidad son las personas o los individuos, son los científicos o tecnólogos quienes pueden ser imputados en ese sentido. Los problemas socio-ambientales ocasionados por la ciencia y la tecnología actual han llevado a considerar el concepto de responsabilidad más allá de los individuos que intervienen circunstancialmente en la producción de un fenómeno dado: responsabilidad colectiva.

 

Por otra parte, a raíz de los diversos perjuicios en la salud y el medioambiente derivados de la implementación de las teorías científicas y tecnológicas, es que ha nacido en los últimos tiempos una disciplina filosófica denominada “ética aplicada”. La ética aplicada sería la aplicación de la ética teórica, es decir, aquella que analiza filosóficamente las normas morales, a casos particulares. El uso generalizado de la ética aplicada está señalando la íntima relación que hay entre ciencia, tecnología y ética.

Existen dentro del campo de la ética aplicada otras disciplinas que se ocupan de los problemas específicos ocasionados por la ciencia y la tecnología: “ética del medioambiente”, “ética médica” o “bioética”, “ética aplicada al tratamiento de los animales y plantas”, etc. Todos esos ámbitos tienen a la investigación científica o al conocimiento científico y tecnológico como marco de referencia, cuestionando a los conflictos sociales y morales que provoca su aplicación. Ambas perspectivas, la que considera las consecuencias de la aplicación del conocimiento y la que se interesa por el conocimiento mismo, interaccionan en forma continua en los estudios de ética aplicada.

 

Otra distinción aplicable a la cuestión de la responsabilidad moral de la ciencia y la tecnología (a las personas o al colectivo) es la establecida entre responsabilidad retrospectiva y responsabilidad prospectiva. La primera se refiere a los resultados de las acciones ya realizadas, y la segunda a la exigencia de prever los posibles resultados de las acciones.

Sin embargo, no todos acuerdan en que el “conocimiento” científico y tecnológico pueda ser en parte responsable de los daños medioambientales que ocurren en el mundo actual. Desde un punto de vista por demás optimista, se suele afirmar que la ciencia y la tecnología han beneficiado a la humanidad. Pero desde otras perspectivas se muestran los efectos adversos e irreversibles que acompañan a los beneficios.

 

Para finalizar, por parte de quienes dirigen el aspecto político y social de la ciencia y la tecnología se adoptaría un modelo de evaluación en el que se considere el riesgo, pensándolo desde una dimensión integralmente humana. Este modo de encarar el control de la ciencia y la tecnología implica asumir sobre todo una perspectiva ética y no meramente técnica en dicho control. Tal presencia crítica es tan importante para nuestros problemas ambientales y tecnológicos como lo es para la sociedad.

 

 

 

 

La ética de la investigación científica

 

El proceso de producción de conocimiento científico y tecnológico involucra cuestiones éticas que comprometen al científico. Las normas de conducta exigidas a los científicos, son exigibles a cualquier profesional o trabajador. A raíz del nexo entre regla metodológica y regla moral, que es exclusivo en el ámbito de la ciencia, es suficiente poner en relieve los valores que son propios de las actividades inherentes a la investigación. Estos valores serían de diversos tipos: cognitivos, metodológicos y prácticos o morales, y el tenerlos en cuenta y darles cumplimiento en el proceso de investigación daría forma por sí mismo a la responsabilidad ética del investigador. Otros, en cambio, consideran que los valores prácticos o morales quedarían fuera de toda consideración.

 

En un documento On Being A Scientist: Responsible Conduct in Research: se examina el problema de la investigación científica en la actualidad y los errores que se pueden cometer en l investigación dañando el resultado de la misma, y la confianza que la sociedad puede otorgar a la ciencia.

Un punto para remarcar: cuando se habla del científico, se alude a un individuo particular y también a una comunidad de científicos. Esta comunidad científica tiene que enfrentar en forma constante numerosos problemas: dificultades con el financiamiento, con los medios para alcanzar las metas y problemáticas relaciones con la sociedad.

 

Cuestiones que atañen a la responsabilidad personal de investigador relacionadas con el cumplimiento de las normas:

 

·         Errores cometidos en el transcurso de la investigación: pueden ser errores honestos, que se producen inevitablemente; errores debidos a la negligencia del investigador, surgidos por la falta de cuidado; por último, el error más grave que involucra el engaño por parte del científico, como inventar datos o falsificarlos, el plagio, etc.

·         La adjudicación de créditos o recompensas: la adjudicación del crédito por el mérito de los trabajadores realizados es reconocido en tres lugares: en la lista de autores, en el reconocimiento por las contribuciones de otro y en la lista o referencia de las citas. Cuando las citas no se realizan como es debido, perjudican tanto al investigador en su prestigio y su carrera, como al sistema de publicaciones científicas.

·         El tratamiento de las técnicas experimentales: las observaciones realizadas por los científicos a través de las técnicas experimentales permite la verificación independiente de los datos. Los resultados pueden ser reproducidos por otros científicos y los métodos deben someterse a continua revisión.

·         La publicación y la apertura: la ciencia no es una experiencia individual sino conocimiento compartido. Para garantizar la confiabilidad, la ciencia cuenta con ciertas convenciones sobre a forma en que deben difundirse los resultados de una investigación. La principal es la publicación de esos resultados. El primero que publica es el que obtiene el crédito, no el primero en descubrir algo. Pero debe cumplir una condición básica: su trabajo tiene que haber pasado el control de calidad efectuado por sus colegas.

·         Conflictos de intereses: el científico debe emplear su propio juicio para interpretar datos. Para ello se necesita desarrollar ciertas habilidades que se pueden aprender. Cuenta mucho la creatividad y la intuición, que son condiciones personales. Los juicios empleados por los científicos comportan valores: de naturaleza epistémico, o personales, religiosos, culturales, etc.

 

La influencia positiva o negativa de los valores en el desempeño del científico, a veces favorece la investigación y otras la entorpece. Los autores creen que cuando la investigación corre peligro de distorsión por la influencia de los valores de los científicos, los mecanismos correctivos de la ciencia ponen límites a esa posibilidad. Además, la formación del científico debe ser lo suficientemente amplia a fin de que pueda tomar conciencia de las suposiciones y creencias, neutralizarlas cuando afectan negativamente los objetivos de la ciencia.

 

Dos cuestiones que mas influyen en los problemas éticos de la ciencia son: el aislamiento del científico del resto de la sociedad y la percepción exclusivamente técnica de los conflictos que suscita su actividad.

Bastaría entonces con dar al científico una formación amplia que le permita reflexionar sobre sus inclinaciones e intereses, para lograr un conocimiento objetivo y neutral respecto de los valores éticos. Tal conocimiento es posible logrando solamente la “deshumanización” del investigador.

 

Quienes sostienen a ultranza la idea de que el conocimiento científico es, y debe ser, formalmente racional, objetivo y éticamente neutral, es decir, no atravesado por intereses o valoraciones de ningún tipo, han sido denominados “cientificistas”. Una de las estrategias del anticientificista para desactivar las bases de la posición cientificista es apelar al argumento de la naturaleza problemática del conocimiento.

 

 

 

El cientificismo, el anticientificismo y la ética

 

Se considera al cientificismo como un punto de vista sobre la naturaleza de la ciencia, la tecnología y sus relaciones con el resto de la sociedad, caracterizado por considerar a la ciencia, no sólo independiente del resto de la sociedad, sino también su rectora. Tiene la capacidad de obtener y formular un conocimiento de la realidad absolutamente racional y objetivo. Como resultado, las teorías científicas proporcionarían una descripción y explicación de los fenómenos reales totalmente cierta y confiable.

Fueron las corrientes denominadas positivismo y empirismo lógico las que transmitieron esta imagen del conocimiento científico. Éstos fueron perdiendo vigencia y terminaron siendo superados por otras perspectivas. Hoy en día, una caracterización de lo que es la ciencia, no puede prescindir de estudios filosóficos, epistemológicos, sociológicos, antropológicos, etc. Los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad, justamente, representan un enfoque integral del fenómeno tecnocientífico.

 

Mario Bunge (cientificista): desde su punto de vista, la ciencia es el único modo de saber que proporciona una comprensión fundamentada de la realidad. La ciencia misma es un modelo de ética, afirma: “no puede haber ciencia deshonesta, ciencia en búsqueda deliberada del error, o que elida la crítica, o que suprima la verdad”.

 

Resulta absurdo que los filósofos del Positivismo hayan obrado con propósitos oscuros, es en el terreno político desde donde se ha logrado instalar la idea de autonomía y “santidad” de la ciencia, de modo de sacar partido de su poder potencial. Al hacer de la ciencia un santuario encerrado en una torre de marfil, desde la cual sólo se emiten verdades indiscutidas, se ha impedido al resto de la sociedad participar en un diálogo con la comunidad científica sobre la conveniencia de proseguir investigaciones propuestas o de conservar teorías.

 

Habría que preguntarse si el conocimiento científico contiene los caracteres que el cientificista dice. Si no los tiene, entonces hablamos de la posición anticientificista, cuya tesis considera a la ciencia como conocimiento construido, provisorio y negociable, histórica y culturalmente contextualizada y éticamente comprometida junto con la tecnología.

 

En Ciencia, tecnología y sociedad, se enumeran las objeciones epistémicas contra la idea de ciencia como conocimiento cientificista:

 

·         La fragilidad del conocimiento inductivo: ningún número finito de enunciados singulares puede justificar concluyentemente un enunciado universal. Ninguna de las dos versiones de la inducción, ni la verificacionista ni la confirmatoria, se salva de la condena de este argumento. El conocimiento que brindan no es totalmente racional, sino “razonable”, dependiente más del acuerdo intersubjetivo que de la certeza objetiva.

·         Relativismos: con la entrada de la sociología, la frontera entre ciencia y sociedad parece desdibujarse. La ciencia no es ya un dominio privilegiado donde se produce el conocimiento, sino que éste surge de las mismas fuentes que alimentan cualquier creencia común. La calificación de buena o mala ciencia ya no depende sólo de criterios epistémicos sino también de intereses y convenciones sociales.

Mulkay: “el contenido de la ciencia se afecta por factores sociales y culturales originados fuera de la ciencia”. Por lo tanto, el valor cognitivo de una teoría científica resultaría en aras de su justificación relativa a los contextos particulares.

·         La carga teórica de la observación: lo que se ve o percibe depende tanto de las impresiones sensibles como del conocimiento previo, las expectativas, los prejuicios y el estado interno general del observador. Este modo de concebir la observación complica la explicación del cambio teórico o bien la elección entre teorías rivales incompatibles. El concepto de paradigma de Kuhn expresa este problema.

·         Infradeterminación: es un problema ocasionado por la posibilidad de establecer teorías alternativas incompatibles para explicar un mismo conjunto de fenómenos. Otra manera de expresar esto es afirmar que la evidencia empírica es insuficiente para determinar la solución de un problema dado.

·         Clausura metodológica: a raíz de los problemas anteriores mencionados, se produce un vacío epistémico entre la evidencia empírica y las teorías respectivas. Para llenar esa brecha, se recurre a factores no epistémicos: factores técnico-instrumentales, como tradiciones técnicas y disponibilidades instrumentales; factores sociales, es decir, factores económicos, profesionales, políticos o ideológicos.

De este modo, la relación del contenido de las teorías con los factores externos, favorece la consecución de los objetivos de la ciencia y disminuye la incertidumbre ocasionada por las infradeterminación. Son importantes en la medida en que permiten tomar decisiones sobre asuntos de interés.

 

Las cuestiones puntualizadas arriba están apuntando a una concepción del conocimiento científico como algo construido, no dado, sus resultados consensuados, no impuestos por la “realidad”; los científicos, que son seres humanos, de algún modo deciden con qué cosas han de tratar (ya sean teóricas o empíricas), no las encuentran aquí y allí. Este modo de concebir el mundo de la ciencia no significa que sus conceptos y objetos sean libres invenciones.

 

Se debe decirle “no” al mantenimiento de una postura positivista ya sin fundamento, pero también “no” a la anticiencia. La idea de desenmascarar a la ciencia en su pretensión hegemónica injustificada para acercarla a la sociedad y ponerla a su servicio, es decir, invertir la dirección que actualmente se da entre ambas.

 

 

 

Ciencia básica, ciencia aplicada, técnica y tecnología

 

Existen diferencias entre ciencia y tecnología. La distinción da pie muchas veces a la creencia de que la ciencia es valorativa o éticamente neutral porque sólo se ocupa de producir conocimiento, el cual es indiferente respecto a valores o normas morales, y que es la tecnología, en tanto aplicación de ese conocimiento, la que tiene propósitos o fines que pueden ser intrínsecamente malos.

 

Stewart Richards: “muchos científicos practicantes se aferran a una concepción idealizada de su profesión y propagan una opinión de la ‘verdad científica’ que implica absoluta certeza, objetividad y desprendimiento. Tal punto de vista sostiene que muchos tipos de ciencia pueden practicarse solamente en virtud del apoyo financiero”.

 

La distinción entre ciencia y tecnología suele deberse a que la gente tiene contacto directo con técnicos o tecnólogos y no con científicos, quienes permanecen a salvo aislados en gabinetes o laboratorios.

Ciencia y tecnología, según los cientificistas, deben ser tratadas como ámbitos independientes.

 

Mario Bunge: hace una distinción entre ciencia básica, ciencia aplicada y tecnología. Las dos primeras tienen como objetivo la producción de conocimiento aplicando el método científico. Pero la investigación básica no se puede planear, la aplicada sí. En la ciencia básica el científico debe ser absolutamente libre en la elección de los temas a investigar, y en el tiempo y los procedimientos que utiliza. Si no se entorpece este trabajo, el mismo producirá resultados beneficiosos a la ciencia aplicada, a la técnica y a la sociedad en forma automática.

En cambio, la técnica se diferencia de estas dos formas de ciencia porque su propósito es controlar la realidad empleando principalmente el conocimiento y el método científico, pero también otros tipos de conocimientos. Se encarga de solucionar problemas prácticos, no cognoscitivos. La diferencia en los resultados también es inequívoca: en la primera el producto final es conocimiento y en la segunda es un artefacto o plan de acción con valor práctico.

Bunge explica por qué sostiene la neutralidad valorativa de la ciencia y no de la tecnología: la primera es totalmente independiente de cualquier interés externo u objetivo que trascienda el puro conocimiento, en cambio la segunda produce efectos reales en el mundo.

 

Nicolas Rescher (filósofo alemán): “Las ciencias de la Naturaleza y la tecnología van juntas como piezas de un mismo cuerpo. Ninguna puede ir lejos sin la otra”. Esto se debe al desarrollo científico-tecnológico actual.

Mientras el conocimiento científico es sólo descriptivo, el conocimiento tecnológico presenta una vertiente cognitiva y otra normativa: la primera corresponde al “saber cómo hacer” y la segunda al “saber si” hacer algo concreto es razonable dadas las circunstancias.

 

Evandro Agazzi (filósofo italiano): considera que ciencia y tecnología conforman un fenómeno de la modernidad que no tiene precedentes en épocas anteriores. “La constitución de la tecnología es una consecuencia de la ciencia moderna”. La tecnología no es la forma moderna de la técnica, sino una rama de ella, la que puede entenderse como “ciencia aplicada”.

Una diferencia entre técnica y tecnología es el vínculo que resulta establecido, por parte de cada una, entre la humanidad y el mundo artificial. El surgimiento de la técnica produjo una bifurcación en el mundo humano al producir lo artificial. En el caso de la tecnología, la naturaleza no se domestica, sino más bien es sustituida por los artefactos. Y aunque la producción de cada tecnología es local, su impacto y consecuencias inmediatamente se globalizan.

La relación del técnico y el tecnológico con la ética, se da a través de la necesidad requerida por el mundo artificial. En el caso de la técnica, se suponía que ésta se ponía al servicio del hombre. En el caso de la tecnología, el mundo artificial es creado por los seres humanos en forma independiente de la naturaleza, por eso necesita ser regulado por los propios seres humanos.

El campo de la ética constituye el campo apropiado desde donde se fije las directivas para el ejercicio positivo de la ciencia y la tecnología. Para Agazzi, la distinción entre ciencia y tecnología es de carácter conceptual, porque no existe entre ellas ninguna distinción real; de ahí la pertinencia del término “tecnociencia” que refiere a un fenómeno unitario.

La formación ética de los científicos es necesaria, y también lo es seguir las normas establecidas para la regulación de la actividad científica. El control ético-político y social sería el modo más adecuado para que la ciencia y la tecnología logren la confianza y la cooperación de la sociedad.

 

León Olivé (filósofo mexicano): rechaza la idea de que la neutralidad valorativa sea una característica de la ciencia, porque tanto ella como l tecnología están presentes en el desarrollo de una tecnología dada. Tanto en una como en otra, hay que aplicar el “principio de precaución”, para que una innovación no provoque daños en el medioambiente.

Para evitar esto, y a pesar de que intervienen actores de cuño muy distinto, la única solución justa es la discusión y participación de todos los afectados por cierta tecnología, incluso la comunidad más amplia.

Olivé afirma: “No es cierto que los únicos problemas morales de la ciencia y la tecnología los constituya el uso posterior (bueno o malo) que se haga de los conocimientos”.

 

 

 

Reflexiones generales sobre el tema

 

Los beneficios que la ciencia y la tecnología proporcionan a la sociedad son cuantiosos, pero también están rodeados de riesgos. Aquí se ha defendido la idea de que la responsabilidad por los riesgos actuales y potenciales de la empresa tecnocientífica abarca diversos aspectos de las actividades de investigación y también los resultados de la misma. Científicos y tecnólogos comparten esa responsabilidad en la medida en que ciencia y tecnología no constituyan ámbitos separados con su propia lógica, sino son externos de un continuo que los incluye.