Altillo.com > Exámenes > UBA - UBA XXI > Sociología
Sociología |
Resumen para el 1° Parcial |
2006 |
Altillo.com |
JOSEPH VINCENT MARQUES
Casi todo podría ser de otra manera en "No es Natural (Para una sociología de
una vida cotidiana)"
...Si el señor Timoneda es una personaje "normal", "medio" y éste un día normal,
es porque estamos, en una sociedad capitalista de predominio masculino, urbana,
en etapa que llaman sociedad de consumo, y dependiente culturalmente de unos
medios de comunicación de masa subordinados al imperialismo. El personaje
"normal" si la sociedad fuera otra, no tendría que se necesariamente un varón,
cabeza de la familia, asalariado, con una mujer que cocina y cuida de la ropa, y
con un televisor que pasa telefilmes norteamericanos. El que un personaje sea
"normal" o no lo sea, depende única y exclusivamente de la sociedad a la cual
pertenece.
Esta pequeña introducción impresionista a una sociología de la vida cotidiana
insistirá siempre sobre esa misma idea: que las cosas podrían ser para bien o
para mal distintas. Dicho de otra manera más precisa: que no podemos entender
como trabajamos, consumimos, amamos, nos divertimos, nos frustramos, hacemos
amistades, crecemos o envejecemos, si no partimos de la base de que podríamos
hacer todo eso de muchas otras formas.
No es preciso, evidentemente, comer, beber y dormir; tenemos capacidad de sentir
y dar placer, necesitamos afecto y valoración por parte de otros, podemos
trabajar, pensar y acumular conocimiento. Pero cómo se concrete todo eso depende
de las circunstancias sociales en las que somos educados, maleducados, hechos y
deshechos. Qué y cuántas veces y a qué horas comeremos y beberemos, cómo
buscaremos o rechazaremos el afecto de los otros, qué escala y de qué valores
utilizaremos para calibrar amigos y enemigos, qué placeres nos permitiremos y a
cuáles renunciaremos, a qué dedicaremos nuestros esfuerzos físicos y mentales,
son cosas que dependen de cómo la sociedad de una sociedad que no es nunca la
única posible, aunque no sean posible todas nos la define, limite, estimule o
proponga. La sociedad nos marca no sólo un grado concreto de satisfacción de las
necesidades sino una forma de sentir esas necesidades y de canalizar nuestros
deseos...
CHARLES WRIGHT MILLS
La promesa en "La imaginación sociológica"
Ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse sin
entender ambas cosas.
Las colonias políticas se han liberado, y han surgido nuevas y menos visibles
formas de imperialismo. Hay revoluciones, y los hombres sienten la opresión
interna de nuevos tipos de autoridad. Nacen sociedades totalitarias y son
reducidas a pedazos... o triunfan fabulosamente. Después de dos siglos de
dominio, al capitalismo se le señala como uno de los medio para convertir la
sociedad en un aparato industrial.
La plasmación misma de la historia rebasa actualmente la habilidad de los
hombres para orientarse de acuerdo con valores preferidos.
Lo que ellos necesitan, y que ellos sienten que necesitan, es una cualidad
mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para
conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo y de lo que
quizás está ocurriendo dentro de ellos. Y lo que yo me dispongo a sostener es
que los periodistas y los sabios, los artistas y el público, los científicos y
los editores esperan de lo que puede llamarse "imaginación sociológica", es
precisamente esa cualidad.
1- La imaginación sociológica permite a su poseedor comprender el escenario
histórico más amplio en cuanto a su significado para la vida interior y para la
trayectoria exterior de la diversidad de individuos. Ella le permite tener en
cuenta cómo los individuos, son con frecuencia falsamente conscientes de sus
posiciones sociales. El primer fruto de esa imaginación, es la idea de que el
individuo sólo puede comprender si propia experiencia y evaluar su propio
destino localizándose a sí mismo en su época. En nuestro tiempo hemos llegados a
saber los límites de la "naturaleza humana" son espantosamente dilatados. El
hecho de vivir contribuye, aunque sea en pequeñísima medida, a dar forma a esa
sociedad y al curso de su historia, aun cuando el individuo esta formado por la
sociedad y por su impulso histórico.
La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la
relación entre ambas dentro de la sociedad. Ésa es su tarea y su promesa.
Los hombres esperan captar, por medio de la imaginación sociológica, lo que está
ocurriendo y comprender lo que está pasando en ellos como puntos diminutos de
las intersecciones de la biografía y de la historia dentro de la sociedad.
2- La distinción más fructuosa con que opera la imaginación sociológica es
quizás la que hace entre "las inquietudes personales del medio" y "los problemas
públicos de la estructura social". Esta distinción es un instrumento esencial de
la imaginación sociológica y una característica de toda obra clásica en ciencia
social.
Se presentan inquietudes en el carácter de un individuo en y en el ámbito de sus
relaciones inmediatas con otos; tienen relación con su yo y con las áreas
limitadas de su vida social que conoce directa y personalmente.
Los problemas se relacionan con materias que trascienden del ambiente local del
individuo y del ámbito de su vida interior. Tienen que ver con la organización
de muchos ambiente dentro de las instituciones de una sociedad histórica en su
conjunto, con las maneras en que diferentes medios se superponen e interpretan
para formar la estructura más amplia de la vida social e histórica. Un problema
implica muchas veces una crisis en los dispositivos institucionales, y con
frecuencia implica también lo que los marxistas llaman "contradicciones" o
"antagonismos".
Hacerles frente nos obliga a examinar los problemas políticos y económicos que
afectan a innumerables medios.
3- Para formular los problemas e inquietudes, debemos preguntarnos qué valores
son preferidos, pero amenazados, y cuáles preferidos y apoyados por las
tendencias características de nuestro tiempo. Tanto en el caso de amenaza como
en el de apoyo, debemos preguntarnos qué contradicciones notorias de la
estructura pueden estar implicadas.
Cuando la gente estima una tabla de valores no advierte ninguna amenaza contra
ellos, experimenta bienestar. Cuando estima unos valores y advierte que están
amenazados, experimenta una crisis, ya como inquietud personal, ya como problema
público. Y si ello afecta a todos sus valores, experimenta una amenaza total del
pánico.
Pero supongamos que la gente no sienta estimación por ningún valor ni perciba
ninguna amenaza. Ésta es la experiencia de la indiferencia, la cual, si parece
afectar a todos los valores, se convierte en apatía. Supongamos, en fin, que no
sienta estimación por ningún valor, pero que, no obstante, perciba agudamente
una amenaza. Esta es la experiencia del malestar, de la ansiedad, si es
suficientemente total, se convierte en una indisposición mortal no específica.
"El principal peligro" para el hombre reside hoy en las fuerzas ingobernables de
la sociedad contemporánea misma, con sus métodos impersonales de producción, sus
técnicas envolventes de dominación política, su anarquía (falta de gobierno)
internacional, en una palabra, con sus penetrantes transformaciones de la
"naturaleza" misma, del hombre y las condiciones y finalidades de su vida
La primera tarea política e intelectual del científico social consiste hoy en
poner en claro los elementos de malestar y la indiferencia de los
contemporáneos.
Las ciencias sociales se están convirtiendo en el común denominador de nuestro
período cultural, y la imaginación sociológica en la cualidad mental más
necesaria.
4- En todas las épocas intelectuales tiende a convertirse en común denominador
de la vida cultural determinado estilo de pensamiento.
En la época moderna, las ciencias físicas y biológicas han sido el principal
común denominador del pensamiento serio y de la metafísica (principios y causas
primeras del ser) popular en las sociedades de Occidente. La técnica de
laboratorio ha sido el modo consagrado de proceder a la fuente de seguridad
intelectual: los hombres pueden formular sus convicciones más poderosas según
sus términos.
El que prevalezca un común denominador no significa, naturalmente, que no
existan otros estilos de pensamiento y otros tipos de sensibilidad.
Creo yo que la imaginación sociológica se está convirtiendo en el principal
común denominador de nuestra vida cultural y en su rasgo distintivo. Esta
cualidad mental se encuentra en las ciencias sociales y psicológicas, pero va
mucho más allá de esas disciplinas que conocemos. Su adquisición por los
individuos y por la comunidad cultural en general es lenta y en ocasiones torpe;
muchos científicos sociales mimos la desconocen por completo. Parecen ignorar
que el uso de esta imaginación es central para mejorar el trabajo que pueden
hacer, que por no desarrollarla y emplearla dejan de responder a las esperanzas
culturales que se tienen en ellos y que la tradiciones clásica de sus diversas
disciplinas ponen a disposición de ellos.
Pero las cualidades de esta imaginación son regularmente exigidas en materias de
hecho y de moral, en el trabajo literario y en el análisis político. Se han
convertido en rasgos fundamentales de esfuerzo intelectual y de sensibilidad
cultural en una gran diversidad de expresiones.
A medida que las imágenes de la "naturaleza humana" se hacen más problemáticas,
se siente cada vez más la necesidad de prestar atención más estrecha, pero más
imaginativa, a las prácticas y a las catástrofes sociales que revelan (y que
moldean) la naturaleza del hombre en este tiempo de inquietud civil y de
conflicto ideológico.
La imaginación sociológica no es una mera moda. Es una cualidad mental que
parece prometer de la manera más dramática la comprensión de nuestras propias
realidades íntimas en relación con las más amplias realidades sociales.
Es la cualidad cuyo uso más amplio y más hábil ofrece la promesa de que todas
esas sensibilidades (y de hecho la razón humana misma) llegarán a representar un
papel más importante en los asuntos humanos.
Como estilo intelectual, la ciencia física empieza a ser considerada por muchos
como algo insuficiente.
La conquista manifiesta de la naturaleza, la superación de la escasez, las
sienten los hombres de las sociedades superdesarrolladas como cosa virtualmente
acabada. Y ahora, en esas sociedades se cree que la ciencia ( principal
instrumento de esa conquista) vaga a su antojo, sin objetivo, y que necesita ser
revalorada.
Los filósofos que hablaban en nombre de la ciencia con frecuencia convierten en
"cienticismo", sosteniendo que su experiencia es idéntica a la experiencia
humana y que únicamente con sus métodos pueden resolverse los problemas humanos.
Con todo eso, muchos trabajadores culturales han llegado a pensar que la
"ciencia" es un Mesías falso y pretencioso, o por lo menos un elemento
marcadamente ambiguo de la civilización moderna.
Pero según la frase de C. P. Snow, hay "dos culturas": la científica y la
humanista. La esencia de la cultura humanista ha sido la literatura. Pero ahora
se insinúa con frecuencia que la literatura seria se ha convertido en un arte
secundario.
Se debe también a la cualidad misma de la historia de nuestro tiempo y a los
tipos de necesidades que los hombre sensibles advierten que reclama aquella
cualidad.
Es la realidad social e histórica lo que los hombres necesitan conocer, y muchas
veces no encuentran en la literatura contemporánea un medio adecuado para
conocerla. Quieren valores orientadores y maneras apropiadas de sentir y estilos
de emoción y vocabularios de motivación. Y no encuentran fácilmente en la
literatura de hoy.
5- En cualquier momento dado, naturalmente, la "ciencia social" consiste en lo
que están haciendo los científicos sociales debidamente reconocidos; pero no
todos ellos están, de ningún modo, haciendo lo mismo; en realidad ni siquiera
hacen cosas del mismo género. La ciencia social es también lo que han los
científicos sociales del pasado; pero cada estudioso de estas materias elige una
determinada tradición de su disciplina. Cuando hablo de "la promesa de la
ciencia social", espero que esté claro que me refiero a esa promesa tal como yo
la veo.
Precisamente ahora hay entre los cultivadores de las ciencias sociales un
malestar muy generalizado, tanto intelectual como moral, por la dirección que
parece ir tomando la disciplina de su elección. Ese malestar, así como las
infortunadas tendencias que contribuyen a producirlo, por parte, supongo, de una
malestar general de la vida intelectual contemporánea.
No todos sienten ese malestar, pero el hecho de que muchos no lo sientan es en
sí mismo causa de nuevo malestar entre los que no olvidan la promesa y son
bastante honrados para no admitir la pretenciosa mediocridad de mucho de lo que
se hace.
El concepto de la ciencia social que yo sustento no ha predominado últimamente.
Mi concepto se opone a la ciencia social como conjunto de técnicas burocráticas
que impiden la investigación socias con sus pretensiones metodológicas, que
congestionan el trabajo con los conceptos oscurantistas o que quitan importancia
interesándose en pequeños problemas sin relación con los problemas públicamente
importantes. Esos impedimentos, oscuridades y cosas sin importancia han
producido una crisis en los estudios sociales, sin que señalen en absoluto un
camino para salir de ella.
Creo en resumen, que lo que puede llamarse análisis social clásico es una serie
de tradiciones definibles y usables; que su característica esencial es el
interés por las estructuras sociales históricas; y que sus problemas tienen una
relación directa con loas urgentes problemas públicos y las insistentes
inquietudes humanas. Creo también que hay actualmente grandes obstáculos en el
camino de la continuidad de esa tradición (tanto dentro de las ciencias sociales
como en sus ambientes académico y político) pero que, no obstante, las
cualidades mentales que la constituyen se están convirtiendo en un denominador
común de nuestra vida cultural general y que, aunque vagamente y bajo una
confusa variedad de disfraces están empezando a dejarse sentir como una
necesidad.
Quizá se admita generalmente que lo que ahora se llama trabajo sociológico ha
tendido a moverse en una o más de tres direcciones generales, cada una de las
cuales está expuesta a ciertas deformaciones.
TENDENCIA I: Hacia una teoría de la historia. Por ejemplo, en manos de Comte,
coma en las de Marx, Spencer y Weber, la sociología es una empresa
enciclopédica, relativa a la totalidad de la vida social de hombre. Es al mismo
tiempo histórica y sistemática: histórica porque trata de materiales del pasado
y los emplea; sistemática porque lo hace con objeto de distinguir "las etapas"
del curso de la historia y las regularidades de la vida social.
La teoría de la historia del hombre puede ser deformada muy fácilmente y
convertirse en un estrecho molde trans-histórico en el cual se meten a ala
fuerza los materiales de la historia humana y del cula salen visiones proféticas
(por lo general sombría) del futuro.
TENDENCIA II: Hacia una teoría sistemática de "la naturaleza del hombre y de la
sociedad". Por ejemplo, en las obras de los formalistas, principalmente Simel y
Von Wiese, la sociología trata de conceptos destinados a servir para clasificar
todas las relaciones sociales y penetrar sus características supuestamente
invariable. En suma, se interesa de una visión más bien estática y abstracta de
los componentes de la estructura social en un nivel muy elevado de generalidad.
TENDENCIA III: Hacia el estudio empírico de los hechos y los problemas sociales
contemporáneos. Aunque Comte y Spencer fueron los soportes de la ciencia social
norteamericana hasta 1914 aproximadamente, y la influencia teórica alemana fue
grande, la actitud empírica fue fundamental en los Estados Unidos desde los
tiempos tempranos. En parte debió esto a haber sido anterior la consagración
académica de la economía y de la ciencia política. Dado esto, en la medida en
que es definida como el estudio de algún sector especial de la sociedad, la
sociología se convierte fácilmente en una especie de trabajador suelto entre las
ciencias sociales ocupando en estudios mixtos (misceláneos) de sobrantes
académicos. Hay estudios de ciudades y de familias, de relaciones raciales y
étnicas, y, desde luego, de "pequeños grupos". Como veremos, la mixtura
resultante se convirtió en un estilo de pensamiento que examinaré bajo el
dictado de "practicidad liberal".
Los sociólogos han tendido a hacerse especialistas en la técnica de la
investigación de casi todo. Entre ellos, los métodos se han convertido en
metodología.
En los Estados Unidos se ha producido actualmente un especie de amalgama
(mezcla) helenística que incorpora diversos elementos y finalidades de las
sociologías de las diferentes sociedades occidentales. El peligro está en que,
en medio de tanta abundancia sociológica, otros científicos sociales se
impacienten tanto, y que los sociólogos sientan tanta urgencia de "investigar",
que pierdan el dominio sobre un legado verdaderamente valioso. Pero hay también
una oportunidad en nuestra situación: la tradición sociológica contiene las
mejores formulaciones de la plena promesa de las ciencias sociales en su
conjunto, así como algunas realizaciones parciales de ellas.
EMILE DURKHEIM
¿Qué es un hecho social? en "Las reglas del método sociológico y otros escritos
sobre la filosofía de la ciencias sociales".
Se la emplea corrientemente par designar casi todos los fenómenos que pasan en
el interior de la sociedad, a poco que presenten, con cierta generalidad, algún
interés social.
Cuando yo cumplo con mis funciones de padre esposo, o ciudadano, ejecuto los
compromisos que he contraído lleno de deberes que son definidos, fuera de mí y
de mis actos, en el derecho y en las costumbres. Aun cuando están en desacuerdo
con mis propios sentimientos y sienta interiormente su realidad, ésta no deja de
ser objetiva.
Hablando de las creencias y las prácticas religiosas, el fiel ha encontrado
hechas por completo al nacer; si existían antes que él, es claro que existen
fuera de él.
Modos de obrar, pensar y sentir que presentan la notable propiedad de que
existen fuera de las conciencias individuales. Estos tipos de conducta o de
pensamiento no son solamente exteriores al individuo, sino que están dotados de
un poder imperativo y coercitivo (que contiene) en virtud de la cual se le
imponen, quiera o no quiera.
La conciencia pública se opone a todo acto que las ofenda mediante la vigilancia
que ejerce sobre la conducta de los ciudadanos y las penas especiales de que
ella dispone. En otros casos, la coacción es menos violenta, pero no deja de
existir. Si no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo
en cuenta los usos seguidos en mi país y en mi clase, la risa que provoco, el
alejamiento a que se me condena, producen, aunque de una manera atenuada, los
mismos efectos que una condena propiamente dicha. Por otra parte, la coacción,
aunque sea indirecta, no deja de ser eficaz.
En realidad, puedo liberarme de estas reglas y violarlas con éxito, estoy
obligado ineludiblemente a luchar contra ellas para conseguirlo. He aquí
entonces un orden de hechos que presentan caracteres muy especiales: consisten
en formas de obrar, pensar y sentir, exteriores al individuo y están dotados de
un poder de coacción en virtud del cual se le imponen. No podrían confundirse
con los fenómenos orgánicos, puesto que aquellos consisten en representaciones y
acciones; ni con los fenómenos psíquicos, los cuales no tienen existencia, más
que en la conciencia individual y por ella. Constituyen, por consiguiente, una
especie nueva y es a ellos a los que es necesario reservar y dar calificaciones
de sociales. Esta calificación les es adecuada, porque está claro que no estando
el individuo como su base, no pueden tener otro sustrato que la sociedad, sea la
sociedad política en su integridad, sea alguno de los grupos parciales que ella
encierra, confesiones religiosas, escuelas política, literarias, corporaciones
profesionales, etc. Por otra parte, sólo a ellos les es adecuada, porque la
palabra social no tiene un sentido definido sino a condición de designar
únicamente fenómenos que no entran en ninguna de las categorías de los hechos ya
constituidos y denominados. Ellos son, por consiguiente, el dominio propio de la
sociología. Es cierto que esta palabra coacción corre el riego de despertar el
celo del individualismo absoluto. Como éste profesa que el individuo en
perfectamente autónomo, le parece que se le disminuye todas las veces que se le
hace sentir que no depende de solamente de sí mismo.
Podría creerse que no encontramos hecho social sino allí donde existe una
organización definida. Pero hay otros hechos que, tienen la misma objetividad y
el mismo ascendiente sobre el individuo. Es lo que se denomina corrientes
sociales.
Entonces somos víctimas de una ilusión que nos hace creer que hemos elaborado lo
que nos ha sido impuesto desde el exterior. Pero aunque la complacencia con que
nos dejamos arrastrar oculta la coacción sufrida, no la suprime. De la misma
manera no deja de ser pesado el aire aunque no sintamos u peso. Aun en el caso
de que hayamos colaborado espontáneamente a la emoción común, la impresión que
hemos recibido es muy distintas de la que hubiésemos experimentado si hubiéramos
estado solos. Además, una vez que la asamblea se ha separado, que han cesado de
obrar sus influencias sociales sobre nosotros y una vez que nos encontramos de
nuevos solo, los sentimientos que hemos tenido nos hacen el efecto de algo
extraño, donde no nos reconocemos.
Es así como individuo perfectamente inofensivos en su mayoría pueden, reunidos
en una muchedumbre, dejarse arrastrar a la realización de atrocidades. Lo que
decimos de estas explosiones pasajeras, se aplica también a estos movimientos de
opinión, más duraderos, que se producen sin cesar a nuestro alrededor.
Es posible confirmar mediante una experiencia característica esta definición del
hecho social; basta con observar la forma en que se educa a los niños. Desde los
primero años de su vida le obligamos a comer, beber y dormir a hora regulares,
le obligamos a ser limpio, a la obediencia, al silencio; más tarde le
coaccionamos para que aprenda a tener en cuenta a los demás, a respetar las
costumbres y conveniencias, le obligamos a trabajar, etc. Aunque, con el tiempo
deja de sentir esta coacción, es ella la que da poco a poco nacimiento a
costumbres, a tendencias internas que la hacen inútil, pero que no la reemplazan
porque se derivan de ellas. Es cierto, que según Spencer, una educación racional
debería condenar tales procedimientos y dejar al niño obrar con completa
libertad; pero como esa teoría pedagógica no se ha puesto jamás en práctica por
ningún pueblo conocido, no constituye más que un desideratum personal, no un
hecho que se pueda oponer a los anteriores.
Un pensamiento que se encuentra en todas las conciencias particulares, un
movimiento que repiten todos los individuos no son, por ello, hechos sociales.
Es que se les ha confundido indebidamente con lo que se podría llamar
encarnaciones individuales. Lo que los constituye son las creencias, las
tendencias, las prácticas del grupo tomado colectivamente; en cuanto a las
formas que revisten los estados colectivos reflejándose en los individuos son
cosas de otra especie. Lo que demuestra categóricamente esta dualidad de
naturaleza es que estos órdenes de hechos se presentan muchas veces disociados.
La costumbre colectiva no existe solamente en estado de inmanencia (inseparable)
en los actos sucesivos que ella determina, sino, por un privilegio del que no
encontramos ejemplo en el reino biológico, se expresa de una vez para siempre en
la fórmula que se repite de boca en boca, que se transmite por la educación, que
se fija incluso por escrito. Tal es el origen y la naturaleza de las reglas
jurídicas y morales, de los aforismos y los dichos populares, de los artículos
de fe en los que las sectas religiosas o políticas condensan sus creencias, de
los códigos sobre el buen gusto establecidos por las escuelas literarias, etc.
Basta con que exista de una manera indiscutible en los casos numerosos e
importantes que acabamos de recordar, para probar que el hechos social es
distinto de sus repercusiones individuales. Puede comprobarse muchas veces con
ayuda de ciertos artificios del método; es incluso indispensable proceder a esta
operación, si se quiere separar el hecho social de toda mezcla para observarlo
en estado de pureza. Hay ciertas corrientes de opinión que nos empujan, con
intensidad desigual según los tiempos y los países, unas al matrimonio, por
ejemplo, otras al suicidio o natalidad más o menos fuerte, etc. Son
evidentemente hecho sociales. La estadística nos suministra el medio de
aislarlas. Como cada una de las cifras corresponde indistintamente todos casos
particulares, las circunstancias individuales que pueden tener intervención
alguna en la producción del fenómeno se neutralizan allí mutuamente y, en
consecuencia, no atribuyen a determinarlo. Lo que expresa un estado determinado
del alma colectiva.
Si es general es porque es colectivo y viceversa (es decir, más o menos
obligatorio). Es un estado del grupo que se repite en los individuos porque se
impone a los mismo. Ésta en cada parte porque, siendo a la vez una todo, pero no
esta en todo porque este en las partes. Esto es sobre todo evidente respecto de
las creencias y prácticas que nos son transmitidas por completo hechas por las
generaciones anteriores; las recibimos y las adoptamos porque, siendo a la vez
una obra colectiva y una obra secular (que se repite desde hace siglos), están
investidas de una autoridad particular que la educación nos ha enseñado a
reconocer y respetar. Un sentimiento colectivo es la resultante de la vida
común, un producto de acciones y reacciones que se originan entre las
conciencias individuales; y si encuentra eco en cada una de ellas, es en virtud
de la energía especial que el debe precisamente a su origen colectivo.
Un hecho social se reconoce por el poder de coacción externo que ejerce o es
susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de este poder se
reconoce a su vez sea por la existencias de una sanción determinada, sea por la
resistencia que el hecho opone a toda empresa individual que tienda a violarlo.
Se lo puede definir también por la difusión que presenta en el interior del
grupo, a condición de que, siguiendo las observaciones precedentes, se tenga
cuidado de añadir como característica segunda y esencial que existe
independientemente de las formas individuales que toma al difundirse.
Los hechos que nos han suministrado su base son todos ellos maneras de hacer,
son de orden fisiológico. Hay también maneras de ser colectivas, hechos sociales
de orden anatómico o morfológico. El número y la naturaleza de las partes
elementales de que se compone la sociedad, la forma en que están dispuestas, el
grado de cohesión a que han llegado, la distribución de la población sobre la
superficie del territorio, el numero y la naturaleza de las vías de
comunicación, la forma de las viviendas, etc. no parecen, a primera vista poder
relacionarse con las formas de obrar, sentir o pensar. Estos diversos fenómenos
presentan la misma característica que nos ha servido para definir los otros.
Cuando se quiere conocer la forma en que esta dividida políticamente la sociedad
es solo a través del derecho público como es posible estudiar esta organización,
porque es este derecho el que la determina, de la misma manera que define
nuestras relaciones domésticas y cívicas. Si la población se amontona en
nuestras ciudades en lugar de dispersarse por los campos, es porque una
corriente de opinión, un impulso colectivo que impone a los individuos esta
concentración. No podemos elegir ya ni la forma de nuestras casa ni la de
nuestros vestidos; por lo menos una es tan obligatoria como la otra. Las vías de
comunicación determinan de una manera imperiosa el sentido en el cual se
realizan las migraciones y los cambios interiores, etc.
Las estructura política de una sociedad no es sino la manera en que los
diferentes sectores que la componen han tomado la costumbre de vivir entre sí.
Si sus relaciones son tradicionalmente estrechas, los sectores tienden a
confundirse, en el caso contrario, tienden a distinguirse. El tipo de habitación
que nos imponen no es otra cosa que la manera en que se han acostumbrado a
constituir las casa. Las vías de comunicación el mismo sentido, la corriente
regular de los cambio y migraciones, etc.
"Es un HECHO SOCIAL toda manera de hacer, fija o no, susceptible de ejercer
sobre el individuo una coacción exterior; o también que es general dentro de la
extensión de una sociedad dada a la vez que tiene una existencia propia,
independiente de sus manifestaciones individuales."
AGNES HELLER
La estructura de la vida cotidiana en "Historia y vida cotidiana. Aportación a
la sociología socialista."
La vida cotidiana es la vida de todo hombre. La vive cada cual, sin excepción
alguna, cualquiera que sea el lugar que le asigne la división del trabajo
intelectual y físico. Nadie consigue identificarse con su actividad
humano-específica hasta el punto de poder desprenderse enteramente de la
cotidianidad.
La vida cotidiana es la vida del hombre entero, o sea: el hombre participa en la
vida cotidiana con todos los aspectos de su individualidad, de su personalidad.
En ella se "ponen en obra" todos sus sentidos, todas sus capacidades, sus
habilidades manipulativas, sus sentimientos, pasiones, ideas, ideologías. La
circunstancia de que todas sus capacidades se ponen en obra determina también,
como es natural, el que ninguna de ellas pueda actuarse, ni con mucho, con toda
su intensidad. El hombre de la cotidianidad es activo y goza, obra y recibe, es
afectivo y racional, pero no tiene tiempo ni posibilidad de absorberse
enteramente en ninguno de esos aspectos para poder apurarlo según toda su
intensidad.
Pero la significación de la vida cotidiana, al igual que su contenido, no es
simplemente heterogénea, sino también jerárquica. Lo que ocurre es que, a
diferencia del hecho mismo de la heterogeneidad, la forma concreta de la
jerarquía no es eterna e inmutable, sino que se modifica de modo específico
según las diferentes estructuras económico-sociales.
La heterogeneidad y el orden jerárquico (la condición de organicidad) de la vida
cotidiana coinciden en posibilitar un despliegue "liso" de la producción y la
reproducción, no sólo en el "campo de la producción" en sentido estricto, sino
también en lo que respecta a la formas del tráfico.
El hombre nace ya inserto en su cotidianidad. La maduración del hombre significa
en toda sociedad que el individuo se hace con todas las habilidades
imprescindibles para la vida cotidiana de la sociedad (capa social) dada. Es
adulto capaz de vivir por sí mismo en su cotidianidad.
El adulto ha de dominar ante todo la manipulación de las cosas (de las cosas
naturalmente, que son imprescindibles para la vida de la cotidianidad de que se
trate). Ha de aprender a sostener el vaso y beber de él, utilizar el cuchillo y
el tenedor, por no citar ejemplos de los más sencillos. "La asimilación de la
manipulación de las cosas es lo mismo que la asimilación de las relaciones
sociales." Lo mismo se puede decir, y por lo que hace a la asimilación inmediata
de las formas de tráfico o comunicación social. Esta asimilación, esa
"maduración" hasta la cotidianidad empieza siempre "por grupos" (hoy,
generalmente, en la familia en la escuela, en comunidades menores). Y estos
grupos face-to-face o copresenciales median y transmiten al individuo las
costumbres, normas, la ética de otras integraciones mayores.
Pero no ingresa en las filas de los adultos, ni las normas asimiladas cobran
"valor", sino cuando éstas comunican realmente al individuo los valores de las
integraciones mayores, cuando el individuo, saliendo del grupo (la familia,
etc.), es capaz de sostenerse autónomamente en el mundo de las integraciones
mayores, de orientarse en situaciones que ya no tienen la dimensión del grupo
humano, de moverse en el medio de la sociedad en general y, además, de moverse
por su parte en ese medio mismo.
La vida cotidiana no está "fuera" de la historia, sino en el "centro" del
acontecer histórico: es la verdadera "esencia" de la sustancia social. Toda gran
hazaña histórica concreta se hace particular e histórica precisamente por su
posterior efecto en la cotidianidad. El que se asimila la cotidianidad de su
época se asimila con ello también el pasado de la humanidad, aunque no
conscientemente, sino "en sí".
El individuo es siempre y al mismo ser particular y ser específico. Eso no le
distingue de ningún otro ser vivo si se considera en sentido naturalista. En el
caso humano la particularidad expresa no sólo su ser "aislado", sino también su
ser "individual". Un hombre no puede representar ni expresar la esencia de la
humanidad.
Lo que caracteriza esa particularidad social son la unicidad, la
irrepetibilidad, ya que son en este punto hechos ontológicos fundamentales. Pero
lo único e irrepetible se convierte en un complejo cada vez más complicado, que
se basa en la asimilación de la realidad social dada y de las capacidades dadas
de manipulación de las cosas; la asimilación contiene en cada caso algo de
momento "irresoluble", "único". Las necesidades humanas se hacen siempre
conscientes en el individuo como necesidades del Yo, nacen los afectos, las
pasiones. La dinámica básica de la particularidad humana es la satisfacción de
esas necesidades del Yo.
Todo conocimiento del mundo y toda pregunta referente al mundo que se motiven
directamente por ese "Yo" único, por sus necesidades y sus pasiones, es una
cuestión de la particularidad.
También lo específico, está "contenido" en todo hombre, y precisamente en toda
actividad que sea específica aunque sus motivos sean particulares. También es
posible considerar humano-específicos en su mayoría los sentimientos y las
pasiones, pues su existencia y su contenido pueden ser útiles para expresar y
transmitir la sustancia humana. Lo particular es su modo de manifestarse. El
hombre ser específico, pues es producto y expresión de sus relaciones y
situaciones sociales, heredero y preservador del desarrollo humano; pero el
representante humano-específico es el hombre que se encuentra siempre en la
integración (tribu, demos, estamento, clase, nación, humanidad), y también a
menudo varias integraciones, cuya parte consciente es el hombre y en la se forma
su consciencia de nosotros.
Para el hombre de una época dada, lo humano-específico es siempre representado
por la comunidad a través de la cual pasa el camino, la historia de la
humanidad. En la comunidad se desplegó la teología de lo humano-específico, cuyo
planteamiento no se orienta nunca al Yo, sino siempre al Nosotros.
El individuo es un ser singular que se encuentra en relación con su propia
particularidad y con su propia especificidad; y en él se hacen conscientes ambos
elementos. Es común a toda individualidad la elección relativamte libre
(autónoma) de los elementos específicos y particulares; pero en esa formulación
hay que subrayar por igual los términos libre y relativamente. El grado de
individualidad pude variar. El desarrollo del individuo es ante todo, pero en
modo alguno exclusivamente, función de su libertad fáctica o de sus
posibilidades de libertad.
El despliegue de esas posibilidades de libertad origina en mayor o menor medida
la unidad del individuo, la aleación de particularidad y especificidad para
producir una individualidad unitaria. Cuanto más lo sea sólo tendencia, más
débil o más fuerte, más o menos consciente. La comunidad portadora de los
específico y el individuo mismo dispone de un cierto ámbito de movimiento en el
que puede elegir su propia comunidad y su propio modo de vida dentro de las
posibilidades dadas. La consecuencia es cierta distancia gracias a la cual el
hombre puede construir una relación con su propia comunidad y con su propia
particularidad vivida como un dato relativo.
En la vida cotidiana, la aplastante mayoría de la humanidad no deja nunca de ser
muda unidad vital de particularidad y especificidad. Lo hombres asumen como
dadas las funciones de la vida cotidiana y las ejercen paralelamente.
Ya no existen comunidades naturales, con eso aumentan las posibilidades que tien
las particularidad de someter lo específico y poner la necesidades y los
intereses de la integración social dada al servicio de los afectos, los deseos,
el egoísmo del individuo.
Esa posibilidad de victoria espontánea suscitó la ética como necesidad de la
comunidad social. Las exigencias y las normas de la ética componen la
intimimación dirigida por la integración específica dad ak individuo, para que
éste someta su particularidad a lo específico y convierta esa intimación en
motivación interior. La ética, lo que llamamos moral, es algo individual, en el
sentido de actitud libremente adoptada por nosotros ente la vida, la sociedad y
los hombres.
Una de las funciones de la moral es la inhibición. La otra es la transformación,
la culturización de la aspiraciones de la particularidad. Por intenso que sea el
esfuerzo transformador y culturizador de la moral, no se supera su función
inhibidora, y ésta se impone mientras la estructura de la vida cotidiana está
básicamente caracterizada por la muda coexistencia de particularidad y
especificidad.
Cuanto mayor es la importancia de la moralidad, el compromiso personal, la
individualidad y el riesgo (que siempre van juntos) en la decisión sobre una
alternativa dad, tanto más fácilmente se levanta ésta por encima de la
cotidianidad y tanto menos es posible hablar de una decisión cotidiana. Ningún
hombre es en realidad capaz de obrar de tal modo que su acto se convierta en
ejemplo universal, porque todo hombre actúa siempre como individuo concreto y en
una situación concreta.
Pero hemos de introducir dos restricciones: I) La elevación a lo específico no
significa nunca la abolición de la particularidad, las pasiones y los
sentimientos orientados al Yo se limitan a dirigirse hacia afuera, se convierten
en el motor de la realización de lo específico, o bien quedan en suspenso. II)
Una decisión moral en sentido tal afiliado que estamos contemplando se debe
considerar siempre como tendencia. La mayoría de las acciones y elecciones tiene
motivación heterogénea; las motivaciones particulares y las específico-morales
se encuentran y se unen, de modo que la elevación por encima de lo particular no
se produce nunca completamente ni nunca deja de existir del todo, sino que
ocurre generalmente en mayor o mejor medida. No hay "Muralla China" entre las
esferas de la cotidianidad y la moral.
Los conflictos extremos y puramente morales se producen en los casos en que la
motivación moral se hace determinante y su impulso, su finalidad y su objeto se
han de entender como servicio a la elevación hasta lo específico. El motivo
moral se manifiesta también cuando con nuestro comportamiento personal
representamos el comportamiento justo del género humano. La vía de ese
comportamiento es la elección, la concentración de todas las fuerzas en torno a
la ejecución de la elección, y la vinculación consciente a la vista de la
situación que se ha elegido y de sus consecuencias. La elección y la aceptación
de las consecuencias, por ejemplo, van de la mano. Pero en la cotidianidad no es
posible concentrar todas las energías en cada decisión. Un comportamiento así
estaría en contradicción con la estructura básica de la cotidianidad. El héroe
de elección moral es su propio destino y lo que le ocurre no le puede ocurrir
sino a él. La cima de la elevación moral por encima de la cotidianidad es la
catarsis. En ésta el hombre se hace consciente de lo humano-específico de su
individualidad.
No es posible trazar una línea divisoria tajante y rígida entre el
comportamiento cotidiano y el no cotidiano. Tampoco son cotidianidad las
elecciones y decisiones del "amour passion", a causa de la intensidad de la
elección y de la pasión; pero una vez convertido en costumbre y acaso hecho
rutina, el amor puede de nuevo hundirse en la cotidianidad.
Las formas de elevación por encima de la vida cotidiana que producen
objetivaciones duraderas son el arte y la ciencia. Éstas rompen con la tendencia
espontánea del pensamiento cotidiano, tendencia orientada al Yo particular.
Artista y científico tienen su particularidad en cuanto hombres de la
cotidianidad; esa particularidad puede quedar en suspenso durante la producción
científica o artística, pero interviene en la misma objetivación a través de
determinadas mediaciones. Toda obra esencial vuelve a la cotidianidad de otros.
El medio de abolición-superación parcial o total de la particularidad, de su
arranque de la cotidianidad y su ascenso a lo específico, es la homogeneización.
Geog LUKÁCS: es el hombre entero el que interviene en la cotidianidad, lo que
significa, por una parte, que concentramos toda nuestra atención sobre una sola
cuestión y suspendemos cualquier otra actividad durante la satisfacción de la
anterior tarea. Ese proceso no se puede realizar arbitrariamente, sino de tal
modo que nuestra particularidad se disipe en la actividad humano-específica que
elegimos consciente y automáticamente.
Sólo cuando se dan juntos los tres factores podemos hablar de una
homogeneización que se levanta totalmente de la cotidianidad para penetrar en la
esfera de lo específico.
Cuando examinamos a una persona para calificarla en algún campo profesional
homogeneizamos también espontáneamente, pues hacemos abstracción de las demás
propiedades de la persona que tenemos delante y la contemplamos sólo desde el
punto de vista su adecuación o inadecuación para la práctica de un trabajo
determinado. La homogeneización es momentánea.
Los actos de decisión pueden también ocurrir en un plano, superior que rebase en
mayor o menor medida la cotidianidad.
El Yo ya bastante en acción y la decisión es en mayor medida función de la
individualidad. Decisiones de este tipo transforman ya en menor o mayor medida
al hombre entero, tienen un efecto posterior: aunque todavía sin imponerse, se
manifiesta ya la homogeneización que abre camino a lo específico; aquí comienza
las salida de la cotidianidad, sin llegar a consumarse. La mayor parte de las
decisiones de nuestra vida la mayor parte de las decisiones fácticas, se
realizan en ese plano.
La homogeneización en el sentido de lo específico, la suspensión completa de la
particularidad, la transformación en hombre enteramente es del todo excepcional
en la mayoría de los humanos. La vida de muchos hombres termina sin que se haya
producido ni un solo punto crítico semejante. La homogeneización abierta a lo
específico no deja de ser excepcional puntual más que en aquellos individuos
cuya pasión principal se orienta a lo específico, si es que tienen, además, la
capacidad de realizar esa pasión. También su trabajo principal, su actividad
básica promueve la elevación a lo específico y la acarrea consigo.
La característica dominante de la vida cotidiana es la espontaneidad. No toda
actividad cotidiana es espontánea al mismo nivel, una misma actividad tampoco es
idénticamente espontánea en situaciones diversas, en diversos estadios de
aprendizaje. La espontaneidad es la tendencia de toda forma de actividad
cotidiana, se caracteriza tanto por motivos particulares cuanto las actividades
humano-específicas. El ritmo fijo, la repetición, la rigurosa regularidad de la
cotidianidad no están de modo algún en contradicción con esa espontaneidad, lo
uno implica lo otro. La espontaneidad expresa la asimilación del conocimiento
consuetudinario (referido a costumbres) y del ritmo de la vida, sino también en
el hecho de que esa asimilación va acompañada por motivaciones; efímeras
(pasajeras) en constante alteración, en constante aparición y desaparición.
En la vida cotidiana el hombre actúa sobre la base de la probabilidad, en el
plano de la posibilidad. Los conceptos de caso medio y de seguridad suficiente
tienen en este contexto la misma importancia el uno que el otro. El primero
apunta al hecho que son perfectamente posibles los casos en los cuales fracasen
la consideraciones probabilitarias. En estos casos podemos hablar de catástrofes
de la vida cotidiana. También el concepto de suficiencia indica una frontera
dúplice, que significa que en la cotidianidad podemos efectivamente orientarnos
y obrar con ayuda des estimaciones probabilitarias, mientras que por debajo de
esa línea, en la esfera de la mera posibilidad, no podemos; todavía conseguirlo,
y no lo necesitamos ya por encima de la correspondiente frontera superior en la
seguridad científica.
Ya la acción realizada sobre la base de la probabilidad indica el economicismo
de la vida cotidiana. Toda categoría de la acción del pensamiento se manifiesta
y funciona exclusivamente en la medida en que es imprescindible para la simple
continuación de la cotidianidad.
El pensamiento cotidiano se orienta a la realización de actividades cotidianas y
en esa medida es posible hablar de unidad inmediata del pensamiento y la acción
de la cotidianidad. Las ideas necesarias de la cotidianidad no se levantan nunca
hasta el plano de la teoría, y la actividad cotidiana no constituye la práctica.
La actividad práctica del individuo no se eleva hasta el plano de la práctica
más que si es actividad específica consciente; la actividad individual no es más
que parte de la práctica, de la actividad total de la humanidad que,
construyendo sobre lo dado, produce algo nuevo sin transformar en nuevo lo ya
dado.
La unidad inmediata de pensamiento y actividad implica la inexistencia de una
diferencia entre acierto y verdad en la cotidianidad: lo acertado es sin más
verdadero.
El pensamiento cotidiano abunda en pensamientos fragmentarios, material
cognoscitivo (de conocimiento) y hasta juicios que se refieren exclusivamente, a
nuestra orientación social. En la manipulación de las cosas o de nuestras
objetivaciones cósicas la identificación espontánea de acertado y verdadero es
aproblemática. Pero esa aproblematicidad se termina en cuanto que el acierto nos
abre la posibilidad de movernos en un medio dado y de mover ese mismo medio
dado. En esta hipótesis el acierto es una verdad sólo en la medida en que con su
ayuda podemos continuar la cotidianidad con las menores fricciones posibles. Lo
cual no significa nada al respecto del contenido veritativo objetivo del juicio
el pensamiento dados con independencia de nuestra actividad individual. Es
generalmente proyección de las aspiraciones y los intereses de una capa o clase
social. La teoría de la cotidianidad se convierte entonces en ideología, la
misma cobra vida propia y se pone en relación principal con la práctica. No hay
ninguna Muralla China entre la actividad cotidiana y la práctica no cotidiana o
el pensamiento no cotidiano, existen infinitos tipos de transición.
Los hombres no pueden dominar el todo con la mirada en ningún aspecto de la
realidad; por eso el conocimiento de los contornos básicos de la verdad requiere
confianza.
La confianza es un afecto del individuo entero, más accesible, por lo tanto, a
la experiencia, a la moral y a la teoría que la fe, la cual arraiga siempre en
la particularidad.
Cada una de nuestras actividades cotidianas va acompañada por alguna fe o alguna
confianza. No hay lugar para la fe cuando se expresa el acierto de la
manipulación o de la objetivación cósica.
Lo característico del pensamiento cotidiano es la ultrageneralización, o
generalización excesiva. Los juicios ultrageneralizadores son todos los juicios
provisionales que la práctica confirma o, por lo menos, no refuta, mientras,
basados en ellos podemos obrar y orientarnos. Si el afecto confianza se adhiere
a una juicio provisional, no presenta ningún perjuicio el tener meramente
juicios provisionales ultrageneralizadores. Cuando se trata de nuestra entera
individualidad, de nuestra integridad moral y su superior desarrollo, de modo
que sólo a riesgo de eso podemos operar con juicios provisionales, hemos de
abandonarlos o modificarlos. Y lo podemos hacer cuando el juicio se apoya en la
confianza, pero no cuando le sostiene la fe. Los juicios provisionales que
arraigan en la particularidad y se basan, consiguientemente, en la fe son
perjuicios.
Pues es característico de la vida cotidiana en general el manejo grosero de lo
singular. Para poder reaccionar hemos de sumergirnos en lo singular, del modo
más rápido posible. Bajo alguna generalidad, hemos de inordinarlo en nuestra
actividad cotidiana, en el conjunto de nuestra actividad vital: en suma, hemos
de resolver el asunto. Mediante la analogía, funciona principalmente nuestro
conocimiento cotidiano del hombre, sin el cual no podrías siquiera orientarnos:
clasificamos en algún tipo ya conocido por experiencia al hombre que queremos
conocer en algún respecto importante para nosotros, y esa clasificación por
tipos nos permite orientarnos. Solo a posteriori se pone de manifiesto en la
práctica que podemos disolver aquella analogía (similitud) y conocer el fenómeno
singular, estimarlo y comprenderlo. El juicio provisional analógico es, pues,
inevitable en el conocimiento cotidiano de los hombres, pero está expuesto al
peligro de la cristalización (fosilización), y mientras que al principio el
tratamiento grosero de lo singular no es perjudicial, puede convertirse en un
daño irreparable si se mantiene una vez cumplida su función. Se puede tratar de
un error moral, caso en el cual no se perturbará la orientación en la vida
cotidiana; pero también puede ser un error que acarree una de las catástrofes de
la vida cotidiana.
Cosa parecida ocurre con el uso de los precedentes, los cuales que tienen más
importancia para el conocimiento de la situación que para el de las personas. Es
un indicador útil para nuestro comportamiento, para nuestra actitud. Esta
actitud tiene efectos negativos, y hasta destructivos, cuándo nuestra percepción
del precedente nos impide captar lo nuevo, irrepetible y único de una situación.
No hay vida cotidiana sin imitación. La cuestión estriba, en si somos capaces de
producir un campo de libertad individual de movimiento dentro de la mimesis o,
en el caso extremo, de deponer (dejar) completamente las costumbres miméticas y
configurar nuevas actitudes.
La entonación tiene una importancia apreciable en la vida cotidiana, tanto en la
configuración de nuestro tipo de actividad y pensamiento en cuanto en la
estimación de otros, en la comunicación, etc. La aparición de un individuo en un
medio dado entona al sujeto de que se trate, produce un atmósfera tonal
específica en torno suyo que luego le sigue rodeando.
No hay vida cotidiana sin espontaneidad, pragmatismo, economicismo, analogía,
precedentes, juicio provisional, ultra generalización, mimesis y entonación.
Pero las formas necesarias de la estructura y el pensamiento de la vida
cotidiana no deben cristalizar en absolutos, sin que tienen que dejar al
individuo un margen de movimiento y posibilidades de desarrollo.
En caso contrario se produce la extrañación respecto de algo, y precisamente
respecto de las posibilidades concretas del desarrollo específico de la
humanidad.
La vida cotidiana es, de todas las esferas de la realidad, la que más se presta
a la extrañación. La estructura de la vida cotidiana no es en modo alguno
extrañada por necesidad. Cuanto mayor es la extrañación producida por la
estructura económica de una sociedad, tanto más irradia la vida cotidiana su
propia extrañación sobre las demás esferas.
Hay extrañación desde que existe un abismo entre el desarrollo humano-específico
y las posibilidades de desarrollo de los individuos humanos, entre la producción
humana-específica y la participación consciente del individuo en ella. Ese
abismo no ha tenido la misma profundidad en todas las épocas ni para todas las
capas sociales.
Repetimos: la vida cotidiana no es extrañada por necesidad, a consecuencia de su
estructura, sino solo en sus determinadas circunstancias sociales. En toda época
ha habido personalidades representativas que han vivido en una cotidianidad no
extrañada; y puesto que la estructura científica de la sociedad posibilita el
final de la extrañación, esa posibilidad se encuentra abierta a todo ser humano.
Goethe: todo hombre puede ser completo, incluso en la cotidianidad, de la
siguiente forma: sabemos que la vida cotidiana tiene siempre un jerarquía
espontánea determinada por la época. Esa jerarquía espontánea otorga a la
individualidad un margen de movimiento diferente en cada caso.
Siempre fue posible; pero desde que la relación de un hombre con su clase se ha
hecho casual (Marx), ha aumentado para todo hombre la posibilidad de construirse
una jerarquía consciente, dictada por su propia personalidad, dentro de la
jerarquía espontánea.
Goethe llama regimiento de la vida a la construcción de esa jerarquía de la
cotidianidad afirmada por la individualidad consciente. Significa que la muda
copresencia de la particularidad y especificidad queda sustituida por la
relación consciente del individuo con lo específico, y que esta actitud (que al
mismo tiempo un engagement) ordena las varias y heterogéneas actividades de la
vida. Este regimiento es una tendencia de realización más o menos perfecta, su
perfección es función de la individualidad del hombre.
No es imposible trabajar en el regimiento de la vida mientras las condiciones
generales económico-sociales favorecen aún más la extrañación. En este caso, se
hace representativo, significa un reto a la deshumanización, tal como ocurrió en
el estoicismo y el epicureísmo. En este caso la ordenación de la cotidianidad es
un fenómeno nada cotidiano: el carácter representativo, provocador, excepcional
transforma la misma ordenación de la cotidianidad en una acción moral y
política.
MAX WEBER
El concepto de la acción social en "Economía y sociedad. Esbozo de la sociología
comprensiva".
CONCEPTO DE LA ACCIÓN SOCIAL:
1- La acción social )incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las
acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como
futuras (venganza por previos ataques réplica a ataques presentes, medidas de
defensa frente a ataques futuros). Los otros pueden ser individualizados y
conocidos o un pluralidad de individuos indeterminados y completamente
desconocidos.
2- No toda clase de acción (incluso la acción externa) es social en el sentido
aquí admitido. Por lo pronto no lo es la acción exterior cuando se orienta por
la expectativa de determinadas reacciones de objetos materiales. No lo es por
ejemplo, la conducta religiosa cuando no es más que contemplación, oración
solitaria, etc. La acción económica (de un individuo) únicamente lo es en la
medida que tiene en cuenta la actividad de terceros.
3- No toda clase de contacto entre los hombres tiene carácter social; si no sólo
una acción con sentido propio dirigida a la acción de otros. Un choque de dos
ciclistas, por ejemplo, es un simple suceso de igual carácter que un fenómeno
natural. En cambio, aparecería ya una acción social el intento de evitar el
encuentro, o bien en riña o consideraciones amistosas subsiguientes al
encontronazo.
4- L acción social no es idéntica: a) ni a una homogénea de muchos (cuando en la
calle, al comienzo de una lluvia; una cantidad de individuos abre al mismo
tiempo sus paraguas, la acción de cada uno no esa orientada por la acción de los
demás, sino que la acción de todos, de un modo homogénea, está en impedida por
la necesidad de defenderse de la mojadura); b) ni a la acción de alguien
influido por conductas de otros (es un hecho conocido que los individuos se
dejan influir fuertemente en la acción por el simple hecho de estar incluidos en
una masa especialmente limitada. Un determinado acontecimiento o conducta humana
pueden provocar determinados estados de ánimo (alegría, furor, entusiasmo,
desesperación y pasiones de toda índole) que no se darían en el individuo
aislado; sin que exista, sin embargo una relación significativa entre la
conducta del individuo y el hecho de su participación en un situación de masa.
Tampoco puede considerarse como una acción social específica el hecho de la
imitación de una conducta ajena, cuando es puramente reactiva, y no se da una
orientación con sentido de la propia acción por la ajena. Pues en este caso no
orientó su acción por la acción de otros, sino por la observación se dio cuenta
de ciertas probabilidades objetivas, dirigiendo por ellas su conducta. Su acción
fue determinada causalmente por la de otros, pero no en el sentido de aquélla
contenido. Ambos condicionamientos, por la masa y por la masa y por la
imitación, son fluidos representando casos límites de la acción social, como los
que encontraremos con frecuencia por ejemplo, en la acción tradicional (§2). El
fundamento de la fluidez de esos casos, como el de otros varios, estriba en que
la orientación por la conducta ajena y el sentido de la propia acción en modo
alguno se puede precisar siempre con toda claridad, ni es siempre consciente, ni
mucho menos consciente con toda plenitud. por esta razón no siempre pueden
separarse, con toda seguridad el mero influjo y la orientación con sentido, pero
sí pueden separarse, en cambio, conceptualmente; aunque es evidente que la
imitación puramente reactiva tiene sociológicamente el mismo alcance que la
acción social propiamente dicha. La sociología en modo aluno tiene que ver
solamente con la acción social; sin embargo, ésta constituye (para la clase de
sociología aquí desarrollada) el dato central, aquel que para ella, por decirlo
así, es constitutivo. Con esto nada se afirma, sin embargo, respecto de la
importancia de este dato por la comparación con los demás.
§2. LA ACCIÓN SOCIAL, COMO TODA ACCIÓN, PUEDE SER:
1) Racional con arreglo a fines: determinada por expectativas en el
comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de oros hombres, y
utilizando esas expectativas como condiciones o medios para el logro de fines
propios racionalmente sopesados y perseguidos. Actúa racionalmente con arreglo a
fines que oriente su acción por el fin, medios y consecuencias implicadas en
ella y para lo cuál sopese racionalmente los medios con los fines, los fines con
consecuencias implicadas y los diferentes fines posibles entre sí; en todo caso,
pues quien no actúe ni afectivamente (emotivamente, en particular) ni con
arreglo a la tradición. Por su parte, la decisión entre los distintos fines y
consecuencias concurrentes y en conflicto puede ser racional con arreglo a
valores; en cuyo caso la acción es racional con arreglo a fines sólo en los
medios. O bien el actor, sin orientación racional alguna por valores en forma de
mandatos o exigencias, puede aceptar esos fines concurrentes y en conflicto en
su simple calidad de deseos subjetivos en una escala de urgencias
consecuentemente establecida, orientando por ella su acción, de tal manera que,
en lo posible, queden satisfechos en el orden de esa escala (principio de la
utilidad marginal). La orientación racional con arreglo a valores puede, pues
estar en relación muy diversa con respecto a la racional con arreglo a fines.
Desde la perspectiva de esta última, la primera es siempre irracional,
acentuándose tal carácter a medida que el valor que la mueve se eleve a la
significación de absoluto, porque la reflexión sobre las consecuencias de la
acción es tanto menor cuando mayor sea la atención concedida al valor propio del
acto en su carácter absoluto. Absoluta racionalidad en la acción con arreglo a
fines es, sin embargo, un caso límite, de carácter esencialmente constructivo.
La conducta estrictamente activa está, de igual modo, no sólo en la frontera,
sino más allá muchas veces de lo que es la acción consciente con sentido; puede
ser una reacción sin trabas a un estímulo extraordinario, fuera de lo cotidiano.
Implica una sublimación cuando la acción emotivamente condicionada aparece como
descarga consciente de un estado sentimental; en este caso se encuentra las más
de las veces (no siempre) en el camino hacia la racionalización axiológica o
hacia la acción con arreglo a fines o hacia ambas cosas.
2) Racional con arreglo a valores: determinada por la creencia consciente en el
valor (ético, estético, religioso o de cualquier otra forma como se le
interprete (propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna
con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor.
3) Afectiva: especialmente emotiva, determinada por afectos y estados
sentimentales actuales.
La acción afectiva y la racional con arreglo a valores se distinguen entre sí
por la elaboración consciente en la segunda de los propósitos últimos de la
acción y por el planeamiento, consecuente a su tenor, de la misma. Por otra
arte, tienen de común el que el sentido de la acción no se pone en el resultado,
en lo que está ya fuera de ella, sino en la acción misma en su peculiaridad.
Actúa afectivamente quien satisface su necesidad de venganza, goce o de entrega,
de beatitud contemplativa o de dar rienda suelta a sus pasiones del momento
(sean toscas o sublimes en su género).
Actúa estrictamente de un modo racional con arreglo a valores quien, sin
consideración a las consecuencias previsibles, obra en servicio de sus
convicciones sobre lo que el deber, la dignidad, la belleza, la sapiencia
religiosa, la piedad o la trascendencia de una causa, cualquiera que sea su
género, parecen ordenarle. Una acción racional con arreglo a valores es siempre
(en el sentido de nuestra terminología) una acción según mandatos o de acuerdo
con exigencias que el actor cree dirigidos a él (y frente a los cuales el actor
se cree obligado). Hablaremos de una racionalidad con arreglo a valores tan sólo
en la medida en que la acción humana se oriente por esas exigencias (lo que no
ocurre sino en una fracción mayor o menor, y bastante modesta la más de la
veces. Como habrá de mostrarse luego, alcanza una significación bastante para
destacarla como un tipo particular, aunque, por los demás no se pretenda dar
aquí una clasificación agotadora de los tipos de acción.
4) Tradicional: determinada por una costumbre arraigada. Esta acción (en igual
forma que la imitación puramente reactiva) está por completo en la frontera, y
más allá, muchas veces, de lo que puede llamarse en pleno de una acción con
sentido, pues a menudo no es más que una oscura reacción a estímulos habituales,
que se desliza en la dirección de una actitud arraigada. La masa de todas las
acciones cotidianas, habituales, se aproxima a este tipo, el cuál se incluye en
la sistemática no sólo en cuanto caso límite sino porque la vinculación a lo
acostumbrado puede mantenerse consciente en diversos grados y sentidos.
5) Muy raras veces acción, especialmente la social, está exclusivamente
orientada por uno u otro de estos tipos. Tampoco estas formas de orientación
pueden considerarse en modo alguno como una clasificación exhaustiva, sino como
puros tipos conceptuales, construidos para fines de la investigación
sociológica, respecto a los cuáles la acción real se aproxima más o menos o, lo
que es más frecuente, de cuya mezcla se compone, sólo los resultados que con
ellos se obtengan pueden darnos la medida de su conveniencia.
§3. POR RELACIÓN SOCIAL: debe entenderse una conducta plural que, por el sentido
que encierra, se presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa
reciprocidad. La relación social consiste, pues plena y exhaustivamente, en la
probabilidad de que se actuará socialmente en una forma (con sentido) indicable;
siendo indiferente, por ahora, aquello en que la probabilidad descansa.
1) Un mínimo de recíproca bilateralidad en la acción es, por lo tanto una
característica conceptual. El contenido puede ser el más diverso: conflicto,
enemistad, amor sexual, amistad, piedad, cambio en el mercado, cumplimiento,
incumplimiento, ruptura de un pacto, competencia económica, erótica o de otro
tipo, comunidad nacional, estamental o de clase (en estos últimos casos sí se
producen acciones sociales más allá de la mera situación común, de lo cual se
hablará más tarde). El concepto, pues, nada dice sobre si entre los actores
existe solidaridad o precisamente lo contrario.
2) Siempre se trata de un sentido empírico y mentado por los partícipes (sea en
una acción concreta o en un promedio o en el tipo puro construido) y nunca de un
sentido normativamente justo o metafísicamente verdadero. La relación social
consiste sola y exclusivamente (aunque se trate de formaciones sociales como
estado, iglesia, corporación, matrimonio, etc.) en la probabilidad de que una
forma determinada de conducta social, de carácter recíproco por su sentido, haya
existido, exista o pueda existir. Cosa que debe tenerse siempre en cuanta para
evitar la sustancialización de estos conceptos. Un estado no deja pues, de
existir sociológicamente en cuanto desaparece la probabilidad de que ocurran
determinadas acciones sociales con sentido. Esta probabilidad lo mismo puede ser
muy grande que reducida casi hasta el límite. En el mismo sentido y medida en
que subsistió y subsiste la relación social en cuestión. No cabe unir un sentido
más claro a la afirmación de que un determinado estado todavía existe o ha
dejado de existir.
3) No decimos en modo alguno que en un caso concreto los partícipes en la
actuación mutuamente referida pongan el mismo sentido en esa acción, o que
adopten en su intimidad la actitud de la otra parte, es decir, que exista una
reciprocidad en el sentido. Lo que en un es amistad, amor, piedad, fidelidad
contractual, sentimiento de la comunidad nacional, puede encontrarse en el otro
con actitudes completamente diferentes. Entonces unen los partícipes a su
conducta un sentido diverso: la relación social es así por ambos lados,
objetivamente unilateral. Empero no deja de estar referida en la medida en que
el actor presupone una determinada actitud de su contrario frente a él
(erróneamente quizá, en todo o en parte) y en esa expectativa orienta su
conducta, lo cuál basta para que pueda haber consecuencias, como las hay las más
de las veces, relativas al desarrollo de la acción y a la forma de la relación.
Naturalmente, sólo es objetivamente bilateral cuando el sentido de la acción se
corresponde (según las expectativas medias de cada uno de los partícipes) en
ambos; por ejemplo, la actitud del hijo con respecto a la actitud del padre
tiene lugar aproximadamente como el padre (en el caso concreto, por término
medio o típicamente) espera. Una acción apoyada en actitudes que signifiquen una
correspondencia de sentido plena y sin residuos es en la realidad un caso
limite. Sin embargo, la ausencia de reciprocidad sólo excluye, en nuestra
terminología, la existencia de una relación cuando tenga estas consecuencias:
que falte de hecho la referencia mutua de las dos acciones. En la realidad, la
regla es, como siempre, que exista toda suerte de situaciones intermedias.
4) una relación social puede tener un carácter enteramente transitorio o bien
implicar permanencia, es decir, que exista en este caso la probabilidad de la
repetición continuada de una conducta con el sentido de que se trate (es decir,
la tenida como tal y, en consecuencia, esperada). La existencia de relaciones
sociales no sólo en presencia de esta chance (la mayor o menor probabilidad de
que tenga lugar una acción de un sentido determinado y nada más), lo que debe
tenerse en cuenta para evitar ideas falsas. Que una amistad o un estado
existiera o exista, significa pura y exclusivamente: nosotros (observadores)
juzgamos que existió o existe un probabilidad de que sobre la base de una cierta
actitud de hombres determinados, se actúe de cierta manera con arreglo a un
sentido determinable en su término medio, y nada más que esto cabe decir. La
alternativa inevitable en la consideración jurídica de un determinado precepto
jurídico tenga o no validez (en sentido jurídico), de que se dé o no una
determinada relación jurídica, no rige en la consideración sociológica.
5) el contenido de sentido de una relación puede variar; por ejemplo, una
relación política de solidaridad puede transformarse en una colisión de
intereses. En este caso es un mero problema de conveniencia terminológica o del
grado de continuidad en la transformación decir que se ha creado una nueva
relación o que continúa la anterior con un nuevo sentido. También ese contenido
puede ser en parte permanente, en parte variable.
6) El sentido que constituye de una modo permanente una relación puede ser
formulado en forma de máximas cuya incorporación aproximada o en término medio
pueden los partícipes esperar de la otra u otras partes y a su vez orientar por
ellas (aproximadamente o por término medio) su propia acción. Lo cuál ocurre
tanto más en cuanto mayor sea el carácter racional (con arreglo a valores o con
arreglo a fines) de la acción. En las relaciones eróticas o afectivas en general
(de piedad, por ejemplo) la posibilidad de una formulación racional de su
sentido es mucho menor, por ejemplo, que en una relación contractual de
negocios.
7) El sentido de una relación social puede ser pactado por declaración
recíproca. Esto significa que los que en ella participan hacen una promesa
respecto a su conducta futura (sea de uno a otro o en otra forma). Cada uno de
los partícipes en la medida en que procede racionalmente) cuenta normalmente
(con distinta seguridad) con que el otro orientará su acción por el sentido de
la promesa tal como él lo entiende. Así, orientará su acción en parte (con
racionalidad con arreglo a fines, con mayor o menor lealtad al sentido de la
promesa) en esa expectativa y, en parte (con racionalidad con arreglo a valores)
en el deber de atenerse por su lado a la promesa según el sentido que puso en
ella.
§4. SE PUEDEN OBSERVAR EN LA ACCIÓN SOCIAL REGULARIDADES DE HECHO: es decir, el
desarrollo de una acción social repetida por los mismos agentes o extendida a
muchos (en ocasiones se dan lo dos casos a la vez), cuyo sentido mentado
(célebre) es típicamente homogéneo. La sociología se ocupa de estos tipos de
desarrollo de la acción, en oposición a la historia, interesada en las
conexiones singulares, más importantes para la imputación causal, esto es, más
cargadas por su destino. Por uso debe entenderse la probabilidad de un
regularidad en la conducta, cuando y en la medida que esa probabilidad, dentro
de un círculo de hombres, esté da únicamente por el ejercicio de hecho. El uso
debe llamarse costumbre cuando el ejercicio de hecho descansa en un arraigo
duradero. Por el contrario, debe decirse que ese uso está determinado por una
situación de intereses (condicionado por el interés), cuando y en la medida en
que la existencia empírica de su probabilidad descanse únicamente en el hecho de
que los individuos orienten racionalmente su acción con arreglo a fines por
expectativas similares.
ALFRED SCHÜTZ
Capítulo IX: Elaboración de los objetos mentales en el pensamiento del sentido
común en "Historia y elemento de la sociología de conocimiento (Tomo I)".
1- EL CONOCIMIENTO "DE SENTIDO COMÚN" QUE EL INDIVIDUO TIENE DEL MUNDO ES UN
SISTEMA DE CONSTRUCCIONES (CONSTRUCTS) DE SU TIPICIDAD: el hombre adulto
plenamente despierto contempla el mundo intersubjetivo de la vida cotidiana, y
sobre el cual actúa como un hombre entre sus semejantes. Este mundo existía
antes de nuestro nacimiento, experimentado e interpretado por otros (nuestros
predecesores) como un mundo organizado. Ahora se da a nuestra experiencia e
interpretación. Toda interpretación de este mundo se basa en un cúmulo de
experiencias previas acerca de él, que bajo la forma de conocimiento disponible,
funcionan como un esquema de referencia.
A este cúmulo de conocimiento disponible pertenece nuestro conocimiento de que
el mundo en el que vivimos es un mundo de objetos más o menos bien
circunscriptos, con cualidades más o menos definidas, objetos entre los cuales
nos movemos, que nos ofrecen resistencia y sobre los cuales podemos actuar. Con
todo, ninguno de esos de esos objetos es percibido como aislado. Se trta de un
objeto dentro de un horizonte de familiaridad y pre-relación que, como tal,
simplemente se da por sentado hasta nuevo aviso como el cúmulo no cuestionado,
aunque siempre cuestionable de conocimiento disponible. Las preexistencias no
cuestionadas están disponibles, también desde el comienzo como típicas, es
decir, como portadoras de horizontes abiertos de experiencias similares
anticipadas.
Lo que se experimenta en la percepción real de un objeto se transfiere
perceptivamente a cualquier otro objeto similar, percibido meramente en cuanto a
su tipo. La experiencia real confirmará o no mi anticipación de la conformidad
típica con otros objetos. El contenido del tipo anticipado resultará ampliado;
al mismo tiempo, el tipo se dividirá en subtipos; por otro lado, el objeto real
concreto demostrará poseer sus características individuales que, no obstante,
tienen una forma de tipicidad.
Esto parece ser de especial importancia, puedo tomar el objeto apercibido
típicamente como un ejemplar del tipo general y dejarme guiar hacia este
concepto del tipo, pero no necesito de modo alguno pensar en el perro concreto
como un ejemplar del concepto general "perro".
En la actitud natural de la vida diaria nos interesan solo ciertos objetos que
se destacan sobre el campo no cuestionado de otros objetos preexperimentados y
la actividad selectiva de nuestra mente determina qué características
particulares de ese objeto son individuales y cuales son típicas.
Considerando sin ninguna problematización tal como se me aparece, no es solo p,
sino también q y r y muchas otras cosas. La proposición completa sería "S, entre
muchas cosas, tales como q y , es también p". si afirmo con respecto a un
elemento del mundo que se da por sentado: "S es p", lo hago porque en las
circunstancias presentes lo que me interesa es el ser p de S, y dejo de lado,
como no pertinente, el hecho de que sea también q y r.
el hombre se encuentra en todo momento de su vida cotidiana, en una situación
biográficamente determinada esto es, en un ambiente físico y sociocultural.
Dentro del cual tiene su posición, t no sólo su posición en términos de espacio
físico y tiempo exterior, o de su status y rol dentro del sistema social, sino
también su posición moral es ideológica. Está biográficamente determinada, lo
que significa que la misma tiene su historia: es la sedimentación de todas las
experiencias previas del hombre, organizadas en las posesiones habituales de su
provisión de conocimiento disponible y, como tal, su posesión única, dad a él y
solamente a él. Incluye ciertas posibilidades de actividades futuras, prácticas
o teóricas, que denominaremos propósito inmediato. Es el que define aquellos
elementos que, entre todos los otros presentes en esa situación, son pertinentes
para tal propósito. Este sistema de pertenencias determina a su vez qué
elementos han de ser seleccionados como característicamente típicos y cuales
únicos e inolvidables.
2- EL CARÁCTER INTERSUBJETIVO DEL CONOCIMIENTO DE SENTIDO COMÚNY SUS
CONSECUENCIAS: Es intersubjetivo porque vivimos en el como hombres entre otros
hombres, ligados a éstos a través de la influencia y el trabajo comunes,
correspondiendo a los demás y siendo correspondidos por ellos. Es un mundo de
cultura porque, desde el comienzo, el mundo de la vida cotidiana es para
nosotros un universo de significación, esto es, una textura de significado que
tenemos que interpretar a fin de ubicarnos en él y de llegar a un acuerdo con
él. Esta estructura de significado (y esto distingue el domino de la cultura del
de la naturaleza) ha sido originado e instituido por acciones humanas, las
nuestras y las de nuestros semejantes, contemporáneos y predecesores.
Siempre somos conscientes de la historicidad de la cultura que encontramos en
tradiciones y costumbres, la cual puede ser examinada en su referencia a las
actividades humanas cuyo sedimento constituye. No puedo comprender un objeto
cultural sin referirlo a la actividad humana de la que proviene. Este es el
origen llamado postulado e la interpretación subjetiva de la ciencias sociales.
Si tenemos en cuenta que este mundo no es mi mundo privado, sino un mundo
intersubjetivo, tenemos que considerar tres aspectos del problema de
socialización del conocimiento a saber:
a) La reciprocidad de perspectivas: en la actitud natural del pensamiento de
sentido común en la vida cotidiana, doy por sentado que existen semejantes
inteligentes. Es mismo objeto debe significar algo diferente para mí y para
cualquiera de mis semejantes. Ello se debe a que:
I) Yo estando aquí, estoy a otra distancia y experimento como típicos otros
aspectos de lo objetos que él que, que está allí. Por la misma razón, ciertos
objetos están fuera de mi alcance (de mi vista, mi oído, esfera manipuladora,
etc.) pero dentro del suyo y, viceversa.
II) Mi situación biográficamente determinada y la de mi semejante, y con ello mi
propósito inmediato y el suyo, mi sistema de pertinencias originado en tales
propósitos y el suyo, deben necesariamente diferir, por lo menos hasta cierto
punto.
El pensamiento de sentido común supera las diferencias entre perspectivas
individuales que resultan de esos factores, mediante dos idealizaciones básicas:
I) La idealización de la intercambiabilidad de puntos de vista: yo doy por
sentado (y supongo que mi semejante también lo hace) que si cambiara de lugar
con él vería en la misma tipicidad en que el lo hace; además estarían a mi
alcance las mismas cosas que están a su alcance; y viceversa.
II) la idealización de la congruencia del sistema de pertinencia: mientras no
surjan pruebas en contra, doy por sentado (y supongo que mi semejante también lo
hace) que las diferencias de perspectiva resultantes de nuestras situaciones
biográficas únicas carecen de importancia par el propósito inmediato de ambos, y
que él y yo, nosotros, supones que ambos hemos seleccionado e interpretado los
objetos real o potencialmente comunes y sus rasgos de una manera idéntica o, por
lo menos de una manera empíricamente diferente, esto es, suficiente para todos
los fines prácticos.
En conjunto se constituyen la tesis general de perspectivas recíprocas.
La tesis general de perspectivas recíprocas conduce a la aprehensión de objetos
y de sus aspectos, conocidos realmente por mí y potencialmente por usted, como
conocimiento de todos.
Los términos objetos y aspecto de objetos deben interpretarse en el sentido más
amplio posible, como objetos de conocimiento dados por sentados. Si as{i lo
hacemos, descubriremos la importancia que tienen las construcciones de los
objetos mentales intersubjetivos originados en la socialización estructural del
conocimiento que hemos descripto, para muchos problemas que científicos sociales
eminentes han investigado pero no analizado. de manera acabada.
b) El origen social del conocimiento: solo una parte muy pequeña de mi
conocimiento del mundo se origina en mi experiencia personal. La mayor parte es
derivada socialmente, me ha sido trasmitida a través de mis amigos, mis padres,
mis maestros y los maestros de mis maestros. No solo se me enseña a definir el
ambiente, sino también a formar construcciones típicas en concordancia con el
sistema de pertinencias dentro del grupo, aceptado desde el punto de vista
unificado y anónimo del endogrupo. El medio tipificador par excellence a través
del cual se transmite el conocimiento socialmente derivado, es el vocabulario y
la sintaxis del lenguaje diario.
El lenguaje de la vida diaria es fundamentalmente un lenguaje de cosas y
acontecimientos nombrados, y todo nombre incluye una tificación y una
generalización referente al sistema de pertinencias que prevalece en ele
endogrupo lingüístico, para el que la cosa nombrada resultó lo bastante
significativa como para asignarle un término no distintivo, el idioma
pre-científico puede interpretarse como un tesoro de tipos y características
improvisados y pre-constituidos, todos ellos socialmente derivados y portadores
de un horizonte abierto de contenido inexplorado.
c) La distribución social del conocimiento: la tesis general de las perspectivas
recíprocas supera la dificultad de mi conocimiento real no sea más que el
conocimiento potencial de mis semejante y viceversa. Pero la provisión de
conocimiento real disponible difiere de un individuo a otro, y el pensamiento de
sentido común toma este hecho en consideración. No solo hay una diferencia entre
lo que un individuo sabe y lo que su vecino sabe, sino también la forma en que
ambos conocen los mismos hechos.
La provisión de conocimiento disponible de cualquier individuo está en todo
momento de su vida estructurada en zonas de diversos grados de claridad, nitidez
y precisión. Esta estructuración tiene su origen en el sistema de pertinencias
prevalecientes y está, pues, biográficamente determinada. El conocimiento de
estas diferencias individuales es él mismo un elemento de la experiencia de
sentido común: sé a quién y bajo qué circunstancias típicas debo consultar en
como un médico o abogado competente.
3- LA ESTRUCTURA DEL MUNDO SOCIAL Y SU TIPIFICACIÓN POR CONSTRUCCIONES DE
SENTIDO COMÚN: Solo con referencia a mí, una cierta clase de mis relaciones con
los demás alcanza el significado específico que designo con la palabra nosotros;
solo con referencia a nosotros cuyo centro soy yo, otros se destacan como
vosotros, y con referencia a éste, que se refiere nuevamente a mí, se destaca un
tercer grupo como ellos. En la dimensión temporal existen, con referencia a mí
en mi momento biográfico real, contemporáneos con quienes es posible establecer
un juego mutuo de acción y reacción; predecesores sobre los cuales no puedo
actuar, pero cuyas acciones pasadas y sus resultados están abiertos a mi
interpretación y pueden influir sobre mis propias acciones; y sucesores de los
cuales me es imposible tener experiencia alguna, pero hacia los que puedo
orientar mis acciones en una anticipación más o menos vacía. Todas estas
relaciones exhiben las más diversas formas de intimidad y anonimato,
familiaridad y desconocimiento, intensidad y extensión.
Tomaremos a los contemporáneos como consociados. Los consociados están
mutuamente envueltos en sus respectivas biografías, crecen juntos; viven, como
podríamos de decir, en una pura relación de nosotros.
En tal relación, por fugitiva y superficial que sea, el otro es aprehendido como
una individualidad singular, en su situación biográfica singular.
Se torna evidente que un aumento del anonimato implica una disminución de la
plenitud del contenido. Cuanto más anónima es la construcción tipificadora,
tanto más alejada está de la singularidad del semejante individual en cuestión,
y menor es el número de aspectos de su personalidad y de su pauta de
comportamiento entran en la tipificación como pertinentes al propósito
inmediato, en consideración del cual se ha construido el tipo. Si distinguimos
entre tipos personales (subjetivos) y tipos de cursos de acción (objetivos);
podemos decir que la anonimización creciente de la construcción conduce al
reemplazo de los primeros por los segundos. En la anonimización completa, se
supone que los individuos son intercambiables y el tipo de curso de acción se
refiere al comportamiento de cualquiera que actúe en la forma más definida como
típica por la construcción.
Resumiendo, podemos decir que, excepto en la pura relación de nosotros, de los
consociados, jamás podemos aprehender la singularidad individual de nuestro
semejante en su situación biográfica singular. En las construcciones del
pensamiento de sentido común el otro aparece, en el mejor de los casos, como un
yo parcial, aun en pura relación de nosotros entra con solo una parte de su
personalidad. Esta intuición parece ser importante en varios sentidos. Entre
otras cosas es decisivo para esclarecer conceptos tales como funciones sociales,
rol social y acción racional.
Al definir el rol del otro, asumo yo también un rol. Al tipificar la conducta de
otro, tipifico la mía propia, que está interrelacionada con la de él, y me
transformo en un pasajero, un consumidor, un votante, un lector, un observador,
etcétera. Es esta autotipificación la que está en el fondo de la distinción de
Willams James y de Jorge H. Mead, entre Yo (I) y Mi (Me) en relación con el yo
social (social self). Las construcciones de sentido común utilizadas para la
tipificación del otro y de mí mismo son en grado considerable derivados sociales
y están aprobadas socialmente. En el endogrupo, se da por sentada la mayor parte
de los tipos personales y de los tipos de cursos de acción, hasta que aparezcan
pruebas de lo contrario, como un conjunto de reglas y recetas que han resistido
la prueba hasta ahora, y se espera que la resistan también en el futuro. Más
aún, la pauta de construcciones típicas frecuentemente es institucionalizada
como una norma de conducta, garantizada por las costumbres tradicionales y
habituales, y que a veces por medios específicos del llamado control social, tal
como el orden legal.
4- TIPOS DE CURSOS DE ACCIÓN Y TIPOS PERSONALES: La pauta de acción y de
interacción social que subyace a la construcción de tipos de cursos de acción y
de tipos personales en el pensamiento de sentido común.
a) Acción, proyecto, motivo: acción designará la conducta humana ideada
anticipadamente por el actor, la conducta basada en un proyecto preconcebido. El
acto designará el resultado de este proceso en marcha, es decir, la acción
realizada. La acción no puede ser no-manifiesta o manifiesta, engranada en el
mundo exterior; puede tener lugar por comisión u omisión, considerando que la
abstención intencional de la acción es una acción en sí misma. Todo proyecto
consiste en la anticipación de la conducta futura mediante el fantaseo, no
obstante lo cual el punto de partida de todo proyecto no es el proceso de la
acción; sino el acto fantaseado como habiendo sido realizado. Debo colocarme en
mi fantasía en un momento de futuro en que esta acción ya habrá sido realizada.
Solo entonces puedo reconstruir en la fantasía cada uno de los pasos que habrá
producido ese acto futuro. En la terminología propuesta, no es la acción futura,
sino el acto futuro, lo que se anticipa al proyecto; y se lo anticipa en el
Futuro Perfecto, modo futuri exacti.
I) todos lo proyectos de mis actos futuros se basan en mi conocimiento
disponible en el momento de proyectar. A este conocimiento pertenece mi
experiencia de actos realizados anteriormente que son típicamente similares al
que proyecto. Husserl denomina la idealización de puedo hacerlo otra vez, al
saber, la suposición de que puedo, en circunstancias típicamente similares,
actuar de una manera típicamente similar a otra anterior, a fin de producir un
estado de cosas típicamente similar. Mi conocimiento disponible en el momento de
proyectar debe ser distinto de mi conocimiento disponible luego de haber
realizado el acto proyectado, y al menos las experiencias que tuve mientras
llevé a cabo mi proyecto han modificado mis circunstancias biográficas y
enriquecido mi caudal de experiencia. De esta manera, la acción repetida será
algo más que una mera re-ejecución. La primera acción A' comenzó dentro de un
conjunto de circunstancias C' y se espera que produzca el estado de cosas S'.
necesariamente, C' diferirá de C' porque la experiencia de que A' logró producir
S' pertenece al caudal de conocimiento que forma parte de C', mientras que
antes, cuando era un elemento de C', mí caudal de conocimiento solo tenía la
anticipación vacía de que ello ocurriría. De manera similar, S' diferirá de S'
tanto A' difiera de A'. esto es así porque todos los términos (C', C', A', A',
S', S') son como tales acontecimientos únicos e irrecuperables. Precisamente
aquellos rasgos que los hacen únicos es irrecuperables en sentido estricto
resultan, para mi pensamiento de sentido común, eliminados como carente de
importancia para mi propósito inmediato. Cuando hago la idealización del puedo
hacerlo otra vez, solo me intereso en la tipicidad de A, C y S, todos ellos son
las comillas que los singularizan. La construcción consiste, en sentido
figurado, en la eliminación de las comillas como no pertinentes, y esto es,
dicho sea de paso, característico de todas las clases de tipificación.
II) La particular perspectiva temporal del proyecto arroja alguna luz sobre la
relación entre proyecto y motivo. En el lenguaje corriente el término motivo
incluye dos grupos distintos de conceptos que debemos distinguir:
1- Motivo significa el estado de las cosas, el fin para cuyo se emprendió la
acción. Llamaremos a este tipo estado de las cosas que será determinado por la
acción futura, fantaseado en su proyecto, es el motivo-para para realizar la
canción.
2- Denominaremos motivos-porque (verdaderos) se refieren a los que, desde el
punto de vista del actor, a las experiencias pasadas que lo determinaron a
actuar como lo hizo.
Solo cabe señalar que el actor que vive su proceso de obrar solo tiene a la
mista el motivo-para de su acción en marcha, esto es, el proyectado estado de
las cosas a lograr. Es solo volviéndose sobre su acto realizado, o sobre las
fases iniciales pasadas de su acción aún en marcha, o sobre el proyecto una vez
establecido que anticipa el acto modo futuri exacti, cómo el actor puede captar
retrospectivamente el motivo-porque que lo determino a hacer lo que hizo o lo
que proyectó hacer. Pero entonces el actor ya no actúa, es un observador de si
mismo.
b) Interacción social: toda forma de interacción social se funda en las
construcciones relativas a la comprensión del otro y la pauta de acción en
general descriptas precedentemente. El motivo-para de mi acción es obtener una
información adecuada que, en esta situación particular, presupone que la
comprensión de mi motivo-para se convertirá en el motivo-porque del otro que lo
llevará a acción para proporcionarme esa información (siempre y cuando el otro
quiera y pueda hacerlo) lo cual lo doy por sentado. Anticipo que el comprende mi
idioma, que sabe donde está la tinta, que me lo dirá, etc. En términos más
generales, anticipo que será movido por los mismos tipos de motivo por los
cuales en el pasado (de acuerdo con mi conocimiento disponible) yo mismo y
muchos otros fuimos movidos en circunstancias típicamente similares. Llamaremos
a esta idealización la de la reciprocidad de motivos. Es obvio que esta
idealización depende de la tesis general de la reciprocidad de perspectiva.
Todas las subacciones no son más que fases de la acción total y todos los pasos
intermedios a ser materializados por ellas no son sino medios para alcanzar mi
meta final como la define mi proyecto, original. Esto se torna sumamente claro
si consideramos que en esta cadena de acciones parciales interrelacionadas,
destinadas a materializar estados de cosas que son meros medios para alcanzar el
fin proyectado, es posible sustituir y hasta eliminar ciertos eslabones sin
cambio alguno en el proyecto original.
Resulta claro ahora que el significado de una acción es necesariamente distinto:
a) para el actor; b) para el otro involucrado con aquél en un interacción y que,
de esa manera, tiene en común con él un conjunto de pertinencias y propósitos; y
c) para el observador que no interviene en esa relación. Este hecho lleva a dos
importantes consecuencias: primero, que en el pensamiento de sentido común
tenemos la mera probabilidad de comprender la acción del otro de manera
suficiente para nuestro propósito inmediato; segundo, que para aumentar esa
probabilidad debemos buscar el significado que la acción tiene para el actor. El
postulado de la interpretación subjetiva del significado, es un principio de
construcción de tipos de cursos de acción en la experiencia de sentido común.
La interpretación subjetiva del significado solo es posible si se revelan los
motivos que determinan un curso de acción dado. En la relación de nosotros entre
consociados, el curso de acción del otro, sus motivos (en la medida en que se
tornan manifiestos) y su persona (en la medida que está involucrada en la acción
manifiesta) pueden compartirse de manera inmediata, y los tipos construidos que
acabamos de describir, exhibirán un grado muy bajo de anonimato y uno muy
elevado de plenitud. Al construir tipos de cursos de acción de contemporáneos
que no son consociados, atribuimos al actor más o menos anónimo un conjunto de
motivos supuestamente invariables que rigen sus acciones. Este conjunto es él
mismo una construcción de expectativas típicas del comportamiento del otro, y ha
sido investigado frecuentemente en términos de rol o función social o
comportamiento institucional. En el pensamiento de sentido común, tal
construcción posee una significación particular para proyectar acciones que
están orientadas según el comportamiento de mis contemporáneos (no de mis
consonados). Sus funciones pueden describirse como sigue:
1) Doy por sentado que mi acción moverá a semejantes anónimos a realizar
acciones típicas de acuerdo con motivos-para típicos, con el resultado que se
producirá el estado de cosas proyectado.
2) También doy por sentado que mi construcción del tipo de curso de acción del
otro corresponde sustancialmente a su propia auro-tipificación, y que ésta
incluye una construcción tipificada de mi modo típico de comportamiento, el modo
típico de comportarse de su semejante anónimo, basada en motivos típicos y
supuestamente fijos.
3) Más aún, en mi propia auto-tificación, tengo que proyectar mi acción de la
manera típica en que supongo que el empleado de correos típico espera que se
comporte como un cliente típico. Tan construcción de pautas de conducta
mutuamente entrelazadas se revela como una construcción de motivos-para y
motivos-porque mutuamente entrelazados que se suponen invariantes. Cuando más
institucionalizada o estandarizada es esa pauta de conducta, es deicr, cuanto
más tipificada está de un modo socialmente aprobado por leyes, reglas,
reglamentos, costumbres, hábitos, etc., mayor es la probabilidad de que mi
propio comportamiento aunto-tipificador produzca el estado de cosas al que
apunto.
c) El observador: El caso especial del observador que no participa en la pauta
de interacción. Sus movimientos no están entrelazados con los de la persona o
las personas observadas; está sintonizado con ellos, pero no éstos con él. El
observador no participa en el complicado sistema de espejos mediante el cual los
motivos-para del actor se tornan comprensibles para el otro como sus propios
motivos-porque y viceversa. Este hecho constituye el llamado desinterés o
desprendimiento del observador. Su sistema de pertinencias difiere del de las
partes interesadas, y ello le permite ver, al mismo tiempo, más y menos de lo
que aquellos ven. Solo los fragmentos manifiestos de las acciones de ambas
partes son accesibles a su observación. A fin de comprenderlos, el observador
debe servirse de su conocimiento de pautas de interacción típicamente similares
en marcos situacionales típicamente similares, y tiene que construir los motivos
de los actores a partir del sector del curso de acción que es patente a su
observación. Las construcciones del observador son distintas de las que emplean
los participantes de la interacción. El propósito del observador es distinto del
de los interactores, y con ello los sistemas de pertinencias vinculados a tales
propósitos son también distintos. Existe solo una probabilidad, aunque
suficiente para muchos propósitos prácticos, de que el observador en la vida
diaria pueda captar el significado subjetivo de los actos de los actores. Esta
probabilidad aumenta con el grado de anonimato y estandarización del
comportamiento observado.
CARLOS MARX - FEDERICO ENGELS
Carta de Marx a P. V. Annekov en "Correspondencia"
debo confesarle que encuentro el libro en general mal, muy malo. Usted mismo
hace burlas sobre el ángulo de la filosofía alemana de que hace ostentación el
señor Prudhon en esta obra informe y presuntuosa, pero supones que el desarrollo
económico no ha sido infectado por el veneno filosófico. No es que le señor
Prudhon nos da una falsa crítica de la economía por poseer una ridícula porque
no puede comprender la situación social de hoy día en su encatenación, para
emplear una palabra que, como muchas cosas, el señor Prudhon ha tomado de
Fourier.
La sociedad cualquiera sea su forma es el producto de la actividad recíproca de
lo hombres. Los hombre no son libres de elegir por sí mismos esta o aquella
sociedad. Supóngase un cierto grado de desarrollo de la fuerzas productivas de
comercio y consumo, y se tendrá un orden social correspondiente, una
correspondiente organización de la familia, de las jerarquías o de las clases:
en una palabra, una correspondiente sociedad civil. Presupóngase una sociedad
civil dada y se tendrán condiciones políticas particulares que son sólo la
expresión oficial de la sociedad civil.
Es superfluo (inútil) agregar que los hombres no son libres de elegir sus fuerza
productivas (que son la base de su historia), puesto a que cada fuerza
productiva es una fuerza adquirida, producto de la actividad anterior. Por
consiguiente, las fuerza productivas son el resultado de la energía humana
práctica, pero esta energía está a su vez condicionada por las circunstancias en
que se hallan los hombres, por las fuerzas productivas y conquistadas, por la
forma social preexistente, que ellos no crean, que es el producto de la
generación anterior. Debido a este simple hecho de que cada nueva generación se
encuentra en posición de las fuerzas productivas conquistadas por la generación
anterior, que le sirven de materia prima para una nueva producción, surge una
conexión en la historia humana, toma forma una historia de la humanidad cuanto
más se han extendido las fuerzas productivas del hombre y en consecuencia sus
relaciones sociales. En consecuencia: la historia de los hombres nunca es otra
cosa que la historia de su desarrollo individual, sean o no concientes de ello.
Sus relaciones materiales son la base de todas sus relaciones. Éstas son las
formas necesarias en que se realiza su actividad material e individual. Los
hombres nunca abandonan lo que han conquistado, pero esto no significa que nunca
renuncien a la forma social en la que han adquirido ciertas fuerzas productivas.
A fin de no ser despojados del resultado obtenido y de no perder los frutos de
la civilización, están obligados, a partir del momento en que la forma de su
comercio deja de corresponder a las fuerza productivas adquiridas, a cambiar
todas sus formas sociales tradicionales. Las formas económicas en que los
hombres producen, consumen, intercambian, son transitorias e históricas. Al
conquistarse nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian su método de
producción, y con el método de producción todas las relacione económicas, las
que son meramente condiciones necesarias de ese determinado método de
producción.
El señor Prudhon no cree necesario hablar de los siglos XVII, XVIII o XIX,
porque su historia transcurre en el nebuloso reino de la imaginación y se eleva
muy por encima del espacio y del tiempo. En una palabra, no es historia sino
antigualla, no es historia profana (la historia de los hombres), sino historia
sagrada (la historias de las ideas).
La serie de las evoluciones económicas de la razón eterna comienza con la
división del trabajo. Cuando habla de división del trabajo ¿no debe haber sido
fundamentalmente diferente en los siglos XIV y XV (cuando todavía no había
colonias, cuando América aún no existía para Europa, y el Asia oriental solo
existía para ella con la mediación de Constantinopla), de lo que fue en el siglo
XVII, en que las colonias estaban ya desarrolladas.
Toda organización interna de las naciones, con todas sus relaciones, ¿acaso son
otra cosa que la expresión de una determinada división del trabajo? ¿y no deben
cambiar cuando cambia la división del trabajo? Jamás menciona siquiera la
separación de la ciudad con la del campo. A lo largo de todo su libro habla como
si esta creación de un modo particular de producción perdurase hasta el fin de
los tiempos. Todo lo que dice en señor Prudhon de la división del trabajo es tan
sólo un resumen, y un resumen muy superficial e incompleto, de lo que antes de
él han dicho Adam Smith y miles de otros.
No hay, pues, más ridículo que sacar las máquinas de la división del trabajo en
general.
Todavía diré, de pasada, que el señor Prudhon, como no ha comprendido el origen
histórico de las máquinas, menos aun ha comprendido su desarrollo. Hasta (el
período de la primera crisis mundial) las demandas generales del consumo
aumentaron más rápidamente que la producción, y el desarrollo de las máquinas
fue una consecuencia necesaria de las necesidades del mercado. Desde 1825, la
invención y aplicación de la maquinaria ha sido simplemente el resultado de la
guerra entre obreros y patrones. Pero todavía no es válido más válido que para
Inglaterra. En cuanto a las naciones europeas, fueron obligadas a adoptar
maquinaria debido a la competencia inglesa, tanto en sus mercados internos como
en el mercado mundial. Finalmente, la introducción de maquinaria en Norteamérica
se debió a la competencia con otros países y a la escasez de mano de obra, esto
es, a la desproporción entre la población de Norteamérica y sus necesidades
industriales.
Es un verdadero absurdo tratar la máquinas como una categoría económica, en el
mismo plano con la división del trabajo, la competencia, el crédito, etc.
La maquinaria es tan categoría económica como el buey que tira el arado.
Casi todas las instituciones de crédito ya estaban desarrolladas en Inglaterra
en los comienzos del siglo XVIII, antes del descubrimiento de las máquinas. El
crédito fue sólo un nuevo método para aumentar los impuestos y satisfacer las
nuevas demandas creadas por la ascensión de la burguesía al poder.
finalmente, la última categoría del sistema del señor Prudhon está constituida
por la propiedad. En cambio, en el mundo real, la división del trabajo y todas
las demás categorías del señor Prudhon, son relaciones sociales que constituyen
en su conjunto lo que actualmente se conoce como propiedad; fuera de estas
relaciones, la propiedad burguesa no es más que una ilusión metafísica o
jurídica. Al establecer la propiedad como una relación independiente, el señor
Prudhon comete algo más que un error de método; muestra claramente que no ha
aprehendido el vínculo que mantiene unidas todas las formas de la producción
burguesa, que no ha comprendido el carácter histórico y transitorio de las
formas de producción en una época determinada. Su crítica es dogmática.
También está obligado el señor Prudhon a refugiarse en una ficción a fin de
explicar el desarrollo, imagina que la división del trabajo, el crédito, las
máquinas, etc., fueron todos inventados para servir a su idea fija, la idea de
igualdad. Estas cosas fueron inventadas en interés de la igualdad.
Así en señor Prudhon debido principalmente a que carece de conocimientos
históricos, no ha percibido que ha medida que los hombres desarrollan sus fuerza
productivas, esto es, en cuanto viven, desarrollan ciertas relaciones entre sí,
y que la naturaleza de estas relaciones necesariamente debe cambiar con el
cambio y el crecimiento de las fuerza productivas. No ha percibido que las
categorías económicas son sólo las expresiones abstractas de estas relaciones
reales y únicamente conservan su validez mientras existen dichas relaciones. Las
categorías político-económicas como expresiones abstractas de las relaciones
sociales reales, transitorias, históricas, si todas esas categorías económicas
son emanaciones del corazón de Dios, son la oculta y eterna vida del hombre.
Al fin de esclarecer este sistema de antagonismos, tomemos un ejemplo. El
monopolio es una cosa buena, porque es una categoría económica y por lo tanto
una emanación de Dios. La competencia es una cosa buena, porque también es un
categoría económica. Pero lo que no es bueno es la realidad de la competencia. Y
lo que es aun peor, el hecho de que la competencia y el monopolio se devoren
entre sí. Como estas dos ideas eternas de Dios se contradicen entre sí, le
parece evidente que también hay una síntesis de ambas dentro del corazón de
Dios, en que lo malo del monopolio se compensa con las competencia del monopolio
y viceversa. Como resultado de la lucha entre ambas ideas, sólo se manifestará
el lado bueno. Debemos extraer de Dios esta idea secreta y aplicarla, y entonces
todo estará bien; la fórmula sintética que yace escondida en la oscuridad del
corazón de la impersonal humanidad debe ser revelada.
La vida real: en la vida económica actual no se encontrarán solamente la
competencia y el monopolio, sino también su síntesis, que no es una fórmula sino
un movimiento. El monopolio produce la competencia, la competencia produce el
monopolio. Si se altera la base sobre la cual se asientan las relaciones
económicas del presente, si se destruye el método de producción actual, no sólo
se destruirán la competencia, el monopolio y su antagonismo, sino también su
unidad, su síntesis, el movimiento que es el equilibrio real de la competencia y
el monopolio.
Ahora le daré a Ud. un ejemplo de la dialéctica del señor Prudhon. La libertad y
la esclavitud forman un antagonismo. Lo único que debe explicarse es el lado
bueno de la esclavitud. La esclavitud directa es hoy pivote de nuestro
industrialismo, tanto las máquinas, el crédito, etc. sin esclavitud no hay
algodón; sin algodón no hay industria, moderna. La esclavitud ha dado valor a
las colonias; las colonias han creado el comercio mundial; el comercio mundial
es la condición necesaria de la industria maquinizada, en gran escala. Antes de
que comenzara la trata de negros, las colonias solo proveían al Viejo Mundo de
muy pocos productos y no producían cambio apreciable en la faz de la Tierra. La
esclavitud, es una categoría económica de la mayor importancia. Sin esclavitud,
Norteamérica, país más progresista, se transformaría en un país patriarcal.
Basta con borrar a Norteamérica del mapa de la naciones, para tener anarquía,
decadencia total del comercio y de la civilización moderna. Y hacer desaparecer
la esclavitud es borrar a Norteamérica del mapa de las naciones. Por ello,
debido a que es una categoría económica, hallamos la esclavitud en todas la
naciones desde que empezó el mundo. Las naciones modernas han sabido simplemente
como disfrazar la esclavitud de sus propios países al tiempo que la importaban
abiertamente en el Nuevo Mundo.
Lo que no ha entendido es que estos hombres, de acuerdo con sus fuerzas, también
producen relaciones sociales en cuyo seno confeccionan los vestidos y la ropa
blanca. Y menos ha comprendido que los hombres, que conforman sus relaciones
sociales de acuerdo con su método material de producción, también conforman
ideas y categorías, es decir, la expresión abstracta, ideal de esas mismas
relaciones sociales. Son productos históricos y transitorios.
Consideradas como categorías, la relaciones económicas son, para el señor
Prudhon, fórmulas eternas sin origen ni progreso.
Este error proviene del hecho de que el hombre-burgués es para ellos la única
base posible de toda sociedad; no pueden imaginar una sociedad en que los
hombres hayan cesado de ser burgueses.
En lugar del gran movimiento histórico surge del conflicto entre las fuerzas
productivas ya adquiridas por los hombres y sus relaciones sociales, que han
dejado de corresponder a esas fuerza productivas; en lugar de la terribles
guerras que se están preparando entre diferentes clases dentro de cada nación y
entre diferentes naciones; en lugar de la acción práctica y violenta de las
masa, única por lo cual pueden desenvolverse estos conflictos; en lugar de este
vasto, prolongado y complicado movimiento, el señor Prudhon nos da el movimiento
estrafalario de su propia cabeza. Los sabios, los hombre capaces de arrancarle a
Dios, pensamientos ocultos, quienes hacen la historia. En cuanto a la gente
común, sólo le resta a aplicar sus relevaciones. Todo lo que busca es una nueva
fórmula por la cual establecer un equilibrio entre esas fuerza.
Un hombre que no ha comprendido el estado actual de la sociedad, mucho menos
puede comprender el movimiento que tiende a derrocarlo y las expresiones de ese
movimiento revolucionario.
En el único punto en que estoy de completo acuerdo con el señor Prudhon, es con
su asco por la exageradamente sensible ilusión socialista. Antes que él ya me he
atraído muchas enemistades por ridiculizar este socialismo sentimental,
imposible y carneril. No ridiculiza críticamente los sentimentalismos
socialistas, o lo que él toma como tales, como un Papa, excomulga a los pobres
pecadores y canta las glorias de la pequeña burguesía y de las miserables
ilusiones patriarcales y amorosas del hogar doméstico. El señor Prudhon, es de
pie a cabeza, el filósofo y economista de la pequeña burguesía. En una sociedad
adelantada, el pequeño burgués es necesariamente, por su propia posición,
socialista de un costado y economista del otros; es decir, está deslumbrado por
la magnificencias de la gran burguesía y simpatiza con los sufrimientos del
pueblo. En su interior se jacta de ser imparcial y de haber hallado el justo
equilibrio, que pretende sea cosa distinta de la mediocridad. El pequeño burgués
de este tipo deifica la contradicción porque la contradicción es la base de su
existencia.
CARLOS MARX
El carácter fetichista de la mercancía y su secreto en "El Capital. Crítica de
la economía política Tomo I".
A primer vista, una mercancía parece ser una cosa trivial (sin importancia), de
compresión inmediata. Su análisis demuestra que es el objeto endemoniado, rico
en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas. En cuanto valor de uso, nada
de misterioso se oculta en ella, ya la consideremos desde el punto de vista de
que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas, o de que no adquiera
esas propiedades sino cuanto producto del trabajo humano. Se modifica la madera,
por ejemplo, cuando con ella se hace una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo
madera, un cosa ordinaria, sensible. Pero no bien ente en escena como mercancía,
se trasmuta en cosa sensorialmente suprasensible. Es carácter místicos de la
mercancía no deriva, de su valor de usos. Tampoco proviene del contenido de la
determinaciones de su valor. En primer término, porque por diferente que sean
los trabajos, útiles o actividades productivas, constituye una verdad, desde el
punto de vista fisiológico, que se trata de funciones del organismo humano, y
que en todas esas funciones, sean cuales fueren su contenido y su forma, son en
esencia gasto de cerebro, nervio, músculo, órgano sensorio, etc. humanos. En
segundo lugar, y en lo tocante a lo que sirve de fundamento para determinar las
magnitudes de valor, esto es a la duración de que gasto o a la cantidad del
trabajo, es posible distinguir hasta sensorialmente la cantidad del trabajo de
su calidad. En todos los tipos de sociedad necesariamente hubo de interesar al
hombre el tiempo de trabajo que insume la producción de los medios de
subsistencia, aunque ese interés no fuera uniforme en los diversos estadios del
desarrollo. Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan unos para otros, su
trabajo adquiere también un forma social. El carácter enigmático que distingue
al producto del trabajo no bien asume la de mercancía. La igualdad de los
trabajos humanos adopta la forma material de la igual objetividad de valor de
los productos del trabajo; la medida del gasto de fuerza de trabajo humano por
su duración, cobra la forma de la magnitud del valor que alcanzan los productos
del trabajo; por último, las relaciones entre los productores, en las cuales se
hacen efectivas las determinaciones sociales de sus trabajos, revisten la forma
de una relación social entre los productos del trabajo.
Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente en que la misma
refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres
objetivos inherentes a los productos del trabajo, como las propiedades sociales
naturales de dichas cosas y, por ende, en que también refleja la relación social
que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social
entre los objetos, existe al margen de lo productores. Es por medio de este quid
pro quo (tomar una cosa por la otra) como los productos del trabajo se
convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales.
La forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo en
que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la
naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se
derivan de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma
fantasmagórica de una relación entre las cosas, es sólo la social determinada
entre ellos.