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Resumen  |  Geografía Económica y de los Recursos Regionales (2019)  |  UNLU

Capitulo 2. Conflictos socioambientales y lenguajes de valoración.

 

Fases del extrativismo

 

Una de las consecuencias de la actual inflexión extrativista es la explosión de conflictos socio ambientales, visible en la potenciación de las luchas ancestrales por la tierra, protagonizadas por movimientos indígenas y campesinos, así como el surgimiento de nuevas formas de movilización y participación ciudadana, centradas en la defensa de lo común, la biodiversidad y el ambiente. La conflictividad puede ser vista como inherente al neoextrativismo, aún si esto no se traduce en todos los casos por la emergencia de resistencias sociales. Entendiéndose conflictos socio ambientales a aquellos ligados al acceso y control de los bienes naturales y el territorio, que suponen por parte de los actores enfrentados intereses y valores divergentes en torno de los mismos, en un contexto de gran asimetría de poder. En la medida en que los múltiples megaproyectos tienden a reconfigurar el territorio en su globalidad, los conflictos terminan por establecer una disputa acerca de lo que se entiende por desarrollo y reivindican otras formas de democracia, ligadas a la democracia participativa y directa.

Tres fases de extrativismo:

La primera   fase de positividad, (2003 y 2008-2010) el giro extrativista fue leído en términos de ventajas comparativas como un "nuevo desarrollismo" más allá de las diferencias entre gobiernos progresistas o conservadores. Se trató de una fase de positividad pues el aumento del gasto social y su impacto en la reducción de la pobreza, el creciente rol del Estado y la ampliación de la participación de lo popular generaron grandes expectativas políticas en la sociedad. Esta primera fase de neoextrativismo se caracterizó por 

 

La segunda fase corresponde con la multiplicación de los megaproyectos, como también multiplicación de resistencias sociales. Respecto a los megaproyectos aparece reflejado en los Planes Nacionales de Desarrollo presentados por los diferentes gobiernos, cuyo énfasis estuvo puesto en el incremento de diferentes actividades extractivas, según la especialización del país: extracción de minerales, de petróleo, las centrales hidroeléctricas o la expansión de los cultivos transgénicos.

El incrementos de megaproyectos se expresó también a través de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), luego llamada Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (Cosiplan), que abarca proyectos en materia de transporte, energía y comunicaciones. Se trata de un programa consensuado hacia el año 2000 por varios gobiernos latinoamericanos cuyo objetivo central es facilitar la extracción y exportación de dichos productos hacia sus puertos de destino. A partir de 2007 la IIRSA quedó bajo la órbita de la Unión de Naciones Suramericanas (UnaSur). El principal impulsor de UnaSur y Cosiplan fue el presidente de Brasil Lula da Silva, quien buscó fortalecer los vínculos con otros países de América del Sur por medio de la intensificación del comercio regional y de inversiones del Banco Nacional de Desarrollo Económico en obras de infraestructura. Sin embargo en diversas regiones los proyectos del IIRSA-Cosiplan serán resistidos y cuestionados.

Para 2014, el 32.3% de las inversiones dentro del IIRSA estaba reservado al área energética, concentrados principalmente en centrales hidroeléctricas muy cuestionadas por sus efectos sociales y ambientales, sobre todo en la ya   fragilizada zona de la Amazonia brasilera y boliviana.

En la segunda etapa nos inserta en un periodo de blanqueo del Consenso de los Comodities, esto es, de abierta conflictividad en los territorios extractivos.

A los conflictos de carácter emblemático en los países con gobierno progresista, hay que sumar aquellos que se producían  en la mima línea, en aquellos con gobiernos de signo neoliberal o conservador.

Uno de los elementos presentes en diferentes gobiernos progresistas fue la estigmatización de la protesta ambiental. En conflicto del Tipnis, fue unos de los mas resonantes, se dio entre 2010 y 2011. El Tipnis es desde 1965 una reserva natural y desde 1990 es reconocido como territorio indígena, hábitat de pueblos amazónicos. La cuestión de realizar una carretera que atravesara territorio indígena, fue compleja, por un lado la carretera respondían a necesidades geopolíticas y territoriales, por el otro lado, lo central era que los pueblos indígenas involucrados no fueron consultados.

Por ultimo en continuidad con la segunda fase a partir de 2013 - 2015 y hasta la actualidad, asistimos a una exacerbación del neoextrativismo. Uno de los elementos relevantes que explica esto, en términos de continuidad agravada, se refiere a la caída de los precios de las materias primas que impulsó a los gobiernos latinoamericanos a incrementar aun mas  el numero de proyectos extractivos, a través de la ampliación de las fronteras de los commodities. En ese contexto, no solo la mayoría de los gobiernos latinoamericanos no estaba preparada para la caída de los precios de los productos básicos, sino que rápidamente se observarían consecuencias en la tendencia a la caída en el déficit comercial y la recesión.

 

Territorio y nuevos lenguajes de valoracion

 

En la actualidad una de las dimensiones constituyentes de las resistencias sociales contra el extrativismo es la defensa del territorio y la territorialidad. ambos conceptos son conceptos en disputa ya que no solo aparecen en discursos de organizaciones indígenas y los movimientos socioambientales, sino también en discursos de las corporaciones, de los planificadores, de los diseñadores de políticas publicas, del poder político, en sus diferentes escalas y niveles. La noción de territorio se convirtió en una suerte de concepto social total. La apropiación del territorio nunca es solo material es también simbólica, el geógrafo brasilero Bernardo Fernandes, afirma que "convivimos con diferentes tipos de territorios productores y producidos por distintas relaciones, que son disputados cotidianamente". Otro geógrafo brasilero Rogerio Haesbert reflexiona en términos de multiterritorialidad, a la cual lee como la contracara de la globalización. En realidad lejos de estar asistiendo a un fin de los territorios, frente a nosotros se va delineando una geografía mas compleja.

En términos generales tanto en los movimientos urbanos como rurales, el territorio aparece como espacio de resistencia y también, progresivamente como un lugar de resignificación y creación de nuevas relaciones sociales. Desde la perspectiva de los movimientos sociales, la territorialidad ha sido comprendida como autoorganización comunitaria, tanto para los movimientos campesino-indígenas como de los movimientos sociales rurales urbanos, asociados a la lucha por la tierra y los reclamos en torno a las necesidades básicas. Sin embargo hacia el 2000 la disputa por el territorio tuvo otras inflexiones, a partir de las nuevas modalidades que adoptó la lógica del capital en los espacios considerados estratégicos en términos de bienes naturales.

Parafraseando al geógrafo Roberta Sack, en aras del capital, empresa y gobiernos proyectan una visión eficientista de los territorios, que considera a éstos como "socialmente vaciables", en la medida en que contienen bienes valorizados por el capital. En nombre de la ideología del progreso, las comunidades allí asentadas aparecen invisibilizadas, las economías regionales devaluadas o sus crisis exacerbadas, a fin de facilitar el ingreso de otros modelos de desarrollo, que terminan convirtiéndose  en agentes de ocupación territorial. Por ejemplo en la Patagonia Argentina, vastos territorios son considerados un "desierto", lo cual trae oscuras reminiscencias, pues esta metáfora fue utilizadas a fin del siglo XIX para acorralar u exterminar poblaciones indígenas, desvalorizando lo que éstas representaban en términos de cultura y hábitat.  En la actualidad, la metáfora del desierto es nuevamente utilizada por funcionarios del gobierno  nacional y provincial, para plantear, la necesidad de la minería a gran escala, la expansión de la frontera petrolera a través del fracking o agronegocios como única alternativa productiva.

Algo similar sucede con la vasta Amazonia, como afirma Porto, ésta no solo es considerada como una "reserva de recursos " o "fuente inagotable", sino también como un "vacío demográfico" que acaba por ser asumido por las clases dominantes en su inserción subordinada a los centros mundiales de poder, ignorando la complejidad geográfica de la región. La Amazonia era considerado un territorio ocioso que debía convertirse en un territorio eficiente y productivo a través de la expansión de las fronteras minera, energética y petrolera.

 

 

 

 

 

Matrices político-ideológicas y giro ecoterritorial de las luchas.

 

Existen por lo menos cuatro matrices político-ideológicas.

 

Se pueden delinear dos procesos:

 

La consolidación de un lenguaje de valoración alternativo a la territorialidad dominante pareciera ser más inmediato para el caso de las organizaciones indígenas y campesinas, debido tanto a la estrecha relación que éstas  plantean entre tierra y territorio, en términos de comunidad de vida como la notoria reactivación de la matriz comunitaria indígena acaecida en las ultimas décadas.

 

Los conflictos socioambientales y sus escalas

 

La explosión de conflictos socioambintales tuvo como correlato aquello que  Enrique Leff llamó " la ambientalización de las luchas indígenas y campesinas y la emergencia de un pensamiento ambiental latinoamericano". A esto hay que sumarle el surgimiento de nuevos movimientos socioambientales, rurales y urbanos caracterizados por un formato asamblearios y un potencial antagonista importante. En este nuevo entramado social juegan un rol no menor diferentes  colectivos culturales, ciertas ONG  ambientalistas, intelectuales y expertos, que acompañan la acción de organizaciones y movimientos sociales. La dinámica organizacional tiene como actores centrales jóvenes, muchas veces mujeres, cuyo rol es también crucial tanto en las grandes corporaciones como en los pequeños colectivos de apoyo a las acciones.

Los cruces y articulaciones entre organizaciones dieron lugar a numerosos espacios de coordinación como el de vía campesina, foros temáticos, plataformas de acciones conjuntas. En este sentido lo mas novedoso es la articulación entre actores sociales.

A partir de esta articulación las diferentes organizaciones y movimientos  elaboran diagnósticos comunes, expanden la plataforma discursiva que excede la problemática local y nacional, diversifican las estrategias de lucha combinando movilización de base y la articulación de redes sociales con la generación y aplicación de diferentes instrumentos técnicos y legales.

De todas las actividades extractivas en América Latina, las más cuestionada es sin duda la minería metalífera a gran escala. Resulta imposible realizar un relevamiento de los conflictos socioambientales o un listado de las redes autoorganizativas, nacionales y regionales, de carácter ambiental que hoy existen en América Latina. A modo de ejemplo, conflictos en Perú, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Colombia, México, Argentina.

En Argentina se destacan las asambleas en defensa del agua, unificadas en la Unión de Asambleas Ciudadanas (2006), originalmente ligada a la lucha contra la megaminería y en menor medida a la critica a los agronegocios. Esta tiene formato asamblearios y se reúne tres veces al año con el objetivo de diseñar estrategias comunes de resistencia frente al avance del modelo minero en 12 pcias y defender las leyes pciales (7 en total) que prohíben la megamineria en ese país. Respecto a los agronegocios vinculados a la expansión de la soja transgénica, el corazón del capitalismo agrario en Argentina, las resistencias fueron mas difíciles de visibilizar. 


 

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