La verdadera historia de Caperucita
Roja
(Cuento original completo más abajo)
El famoso cuento de Caperucita Roja fue escrito originalmente por el francés Charles Perrault hace más de 300 años y está incluido en su volumen: Cuentos de Antaño.
El auténtico final de este cuento es trágico, pues el Lobo se come a la abuelita y a
Caperucita Roja sin que nadie pudiera rescatarlas. El último párrafo reza así:
"¡Abuelita, qué dientes más grantes tienes! Son para comerte. Y diciendo estas palabras, el malvado del lobo se arrojó sobre Caperucita
y se la
comió.
Fin.".
La versión más conocida hoy en día, es la que incluye un leñador quien
logra rescatar del vientre del lobo a Caperucita y a su abuelita es de los Hermanos
Grimm (Quienes recopilaron los cuentos que circulaban durante la Edad
Media y el Renacimiento).
Evidentemente Perrault quiso castigar a Caperucita por hablar con desconocidos, el
Lobo en el
bosque, representa a un desconocido. Casi todos los cuentos de Perrault incluyen una moraleja y la de este cuento es la siguiente:
"Vemos aquí que los adolescentes y más las jovencitas elegantes, bien hechas y bonitas, hacen mal en oír a ciertas gentes, y que no hay que extrañarse de la broma de que a tantas el lobo se las coma. Digo el lobo, porque estos animales no todos son iguales: los hay con un carácter excelente y humor afable, dulce y complaciente, que sin ruido, sin hiel ni irritación persiguen a las jóvenes doncellas, llegando detrás de ellas a la casa y hasta la habitación. ¿Quién ignora que lobos tan melosos son los más peligrosos?".
Evidentemente Perrault quiso dar una lección moral contra las
jóvenes que entablan relaciones con desconocidos. Deslizándose el
carácter sexual de esas relaciones.
Perrault es también autor de otros cuentos famosos como "Pulgarcito", "Cenicienta o el zapatito de cristal" o "La bella durmiente del bosque".
Copia del original de Caperucita Roja.
Caperucita Roja
(Cuento Completo)
Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se
hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho
más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita
roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma;
llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro
pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que
tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos
leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre
niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo,
le dijo:
-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de
mantequilla que mi madre le envía.
-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.
-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-, más allá del molino que se ve allá
lejos, en la primera casita del pueblo.
-Pues bien -dijo el lobo-, yo también quiero ir a verla; yo iré por
este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más
corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger
avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las
florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la
abuela; golpea: Toc, toc.
-¿Quién es?
-Es su nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo, disfrazando la voz-, le
traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le
gritó:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la
buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días
que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho
de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después,
llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
-¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero
creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
-Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de
mantequilla que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar,
el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a
acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada
al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:
-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
-Es para abrazarte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
-Es para correr mejor, hija mía.
Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
-Es para oírte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!
-Es para verte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre
Caperucita
Roja y se la comió
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