Cómo ahorrar al máximo en comidas
(y cómo no pasar demasiado hambre cuando no hay dinero)
Por Ana Prieto
Simple. Gastarlo bien en el supermercado apenas se tenga un poco. A saber, nunca deben olvidarse ni los fideos ni el arroz.
Si se compra pan, meterlo al horno los cuatro días subsiguientes puede ser una buena idea, aunque ya no tendrá la misma textura ni el mismo sabor.
Comidas Económicas
Una buena idea es comprar tapas para hacer lasagna. De sobra sabemos que es una compra inútil, pues nunca te pondrás a preparar lasagna. Pero las tapas, que guardarás discretamente al fondo de la heladera, pueden servirte para cuando ésta esté vacía y sólo queden las tapas de lasagna.
Se hierven como si fueran fideos, y puedo asegurarte que con sal y un poco de aceite pueden comer hasta cuatro personas.
Con respecto al aceite, siempre es preferible a la manteca, pues en proporción es mucho más barato y dura más. Si
lo tuyo es el pan con manteca y te horroriza reemplazarla por el aceite, hay dos cosas
para hacer: comprar manteca y echársela al pan y a las tapas de lasagna, o comprar aceite y preparar pan de ajo en lugar de pan con manteca.
El pan de ajo es muy fácil de hacer, muy rico y nutritivo. Sólo
hay que tostar aquél viejo pan, echarle unas gotas de aceite, y restregarle el ajo hasta que éste pierda parte de su sustancia. Para acompañar las tapas de lasagna es delicioso, una
de las mejores comidas italianas. (tip: el pan de ajo es más rico con aceite de oliva y orégano,
tal vez puedas pedir prestado un poco)
Nada de comidas chatarra, es demasiado cara y muchas veces requiere una heladera con freezer. Mejor comprar verduras, son muy baratas. Las papas, las remolachas y las zanahorias duran bastante tiempo, sobre todo las papas.
Se hierven y se hace puré con un poco de manteca y sal. Si habías
elegido el aceite, tu opción es hacer papas fritas. La tortilla de papas es fácil de preparar, pero
se necesitan huevos. Siempre conviene elegir los huevos pequeños. No sólo son los mejores y los más baratos, sino que llenan prácticamente igual que los huevos más grandes, con sus dos centímetros cúbicos extra.
En cuanto a la leche, siempre es mejor comprarla en polvo, así te durará mucho tiempo. Además, con un poco de sal, aceite y agua servirá para hacer una salsa blanca que acompañe las tapas de lasagna.
Comidas Gratis
¿Harto del pan, la pasta y el arroz? Con un poco de destreza no
será difícil cambiar tu menú algunos días a la semana. Por ejemplo,
caer a lo de un amigo justo a la hora del almuerzo, la merienda o la cena, con la excusa de
buscar algo, o hablar con alguien. En la mayoría de los casos es inevitable que el dueño de casa te invite a comer.
Colarse en cumpleaños de quince, casamientos o fiestas infantiles también es una buena idea, pero no siempre es sencillo entrar. En el caso de los cumpleaños de quince y los casamientos, lo mejor es llegar tarde: todos estarán tan borrachos que nadie notará tu presencia. Y en tales ocasiones la comida sobra a cualquier hora.
Las inauguraciones de exposiciones de arte suelen ser un festín. En muchas sólo sirven alcohol, pero en muchas otras también circulan bocadillos de toda especie. (tip: se recomienda asistir bien vestido, así nadie mirará con mala cara que te estés sirviendo una y otra y otra vez.)
En zonas tradicionales de elaboración de chocolates, y si el cutis
no te trae problemas, treinta minutos de recorrer chocolaterías
alcanzan para suplirte con bombones gratis para toda la semana. Esos
lugares siempre tienen una bandejita en el mostrador para que los
clientes degusten.
El tema de los mostradores es bastante delicado. Muchos mostradores de incontables tiendas u oficinas cuentan con una canastita provista de
caramelos. Entrar casualmente y arremeter contra la canastita no es elegante y puede traerte problemas. Por eso siempre hay que tener alguna pregunta a mano, de tipo “¿acá necesitaban un secretario?” o “¿no entró hace un rato un tal señor Manatrizzio?” Mientras te responden podrías tomar los caramelos sin demostrar demasiado interés.
Y por último, con algún tiempillo, podrías recorrer varios supermercados y comer todo lo que estén ofreciendo los
promotores/as. Lo malo es que muchas veces las porciones que sirven son demasiado mezquinas: en lugar de un vaso completo de café te sirven medio; tienen catorce litros de jugo y te dan nada más que un sorbo; en lugar de una galletita con paté te sirven una galletita con una puntita avara de una sustancia indefinible que, a decir por los carteles, es seguramente paté, aunque tus papilas gustativas jamás registraran sabor alguno. En tales circunstancias lo mejor es hacerse el simpático, tener algún chiste a mano y decir
“qué rico ¿me darías más? por favor, por favor, por favor...."
Ana Prieto
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