| Cómo rebelarse ante el profesor(Un caso ejemplar)
 Por Sara Hdez
 ¿Se puede dejar sin palabras a un profesor? Claro, con mucha fuerza
 de voluntad, un gran compañerismo y la capacidad de tener las
 narices de sacar un cero en un examen, un profesor puede darse cuenta
 de lo unido que está un grupo cuando se trata de reivindicar los
 derechos del alumnado. Para que resulte fácil voy a contar una
 historia real que sucedió en mi clase hace tiempo. 
 Estábamos cursando Ciencias Naturales con Rafa, un profesor con
 el que teníamos bastantes roces por aquel tiempo, y un compañero
 hizo el típico comentario que no venía al cuento, ahora mismo no
 recuerdo lo que fue, pero algo del estilo de: "y la sedimentación
 es eso de la seda...jajaja", típica tontería del compañero
 no-gracioso de la clase pero al que todos reímos las tonterías que
 dice (no hay otra alternativa) y que además se produce un viernes a
 última hora con el profesor más que harto de Nicolases (así se
 llamaba el compañero) interrumpiendo y cansado de decir: "A la
 próxima te echo".
  El caso es que ese comentario, que a lo mejor fue gracioso, pero
 ahora mismo no lo recuerdo, hizo estallar las ganas de salir de toda
 la clase. Ahí Rafa (el profesor) se puso aún más de mala leche y
 anunció examen para...¡¡¡el lunes!!! Con un trabajo de
 investigación de Literatura a entregar en ese mismo día. Entonces
 fue cuando empezó la rebelión. Mientras todos protestaban y
 regañaban a Nicolás, yo, por mi cuenta, le dije algo así a mi
 compañera Ángela: "yo no pienso estudiar, lo voy a dejar
 en blanco, además no me apetece estudiar la asignatura
 que más odio por culpa de Nicolás". Me di la vuelta y
 dije lo mismo a Carlitos Valentín, al que tenía detrás.A partir de ahí mi mensaje se fue divulgando por la clase hasta que
 todo el mundo dijo que lo iba a dejar en blanco. Lo curioso es que
 todos decían que la idea había sido suya, cuando la verdad es que
 mi decisión propia les había dado la idea de que lo hiciéramos
 todos. Era gracioso ver cómo su cara pasaba del color verde que se
 les reflejaba de las cortinas, de desesperación por el examen, a
 una alumbración excesiva, como si las hubieran corrido, y sin
 pensar en consecuencias.
 A mi,  me encantó la idea de ser crueles con el profesor y
 devolverle su maldad, aunque los verdaderos perjudicados íbamos a
 ser nosotros, que necesitaríamos un diez en el siguiente examen para
 aprobar la evaluación. Bueno, yo había empezado la rebelión y no
 pensaba pararla. Cuando oí a Nicolás decir que él también era
 partidario le dije que más le valía porque todo había sido por su
 culpa.
  Pasé un fin de semana relajado, sin arrepentimientos ni
 remordimientos, tumbada en el sofá viendo un partidito, durmiendo y
 duermiendo, descansando la mente, no como otros fines de semana, que
 me pasaba las horas pensando en que tenía que estudiar, dejando
 todo para última hora e incluso pensando que como "tocaba
 después del recreo" (mi eterna frase) pues me daría tiempo en
 el recreo (aunque luego en éste me daría tanta pereza que lo dejaría).
  Llegó el lunes. Algunos se habían arrepentido -y sí digo
 nombres- como Nicolás, Miguel y otros tantos, pero muy pocos. La
 gran mayoría habíamos hecho el vago en los dos días y nos
 enorgullecíamos de ello. Los otros nos miraban en parte con envidia
 y en parte con pena. Pero nos daba igual suspender un examen injusto y aburrido. Así que estábamos
 felices. Llegó la hora del examen, y ocurrió algo que nunca había
 sucedido: todos estábamos despreocupados, como si nos fueran a
 preguntar los nombres de los miembros de nuestras familias, pues así
 de desenfadados. Rafa repartió las hojitas. Los arrepentidos
 empezaron a escribir. Los demás también... Nuestro nombre (no había
 que ser cobardes).Entonces empezamos a mirarnos unos a otros con gestos de picardía.
 Fue Alex el que tomó la iniciativa (con un par). A la milésima de segundo le sucedí yo e
 inmediatamente todos los demás. Nos agolpamos en fila al lado de la
 mesa del profesor Rafa. Era más que satisfactorio ver su cara.
 Palidecía por momentos y su expresión era la de haber visto un
 fantasma. Después miré a la cara de todos mis compañeros y era la
 antítesis, era una felicidad desbordante, con guiños de ojos y
 satisfacción por habernos rebelado.
 Hubo otros que se arrepintieron durante el examen, se acobardaron
 a la hora de levantarse e intentaron acordarse de algo. Ésos fueron
 los que lo pasaron realmente mal, por no decir fatal. Hay que ser
 cobardes y no tener personalidad para hacer algo así.A la hora de la entrega, Nicolás sacó un diez, Miguel otro, y los
 demás un cero como una catedral, pero a mucha honra.
 No me he enorgullecido tanto por sacar un cero en mi vida, y creo
 que nunca lo volveré a estar (ni nunca me cansaré de repetirlo).¿La moraleja? A veces hay que arriesgarse para demostrar autoridad
 y compañerismo y que, por tanto, impongas más por la vida.
 Sara Hdez |